Libertad de Expresión Vs Derecho Al Honor
Libertad de Expresión Vs Derecho Al Honor
Libertad de Expresión Vs Derecho Al Honor
En el ámbito penal, existen dos institutos que se encargan de regular las actitudes y
comportamientos detallados precedentemente: la injuria y la calumnia. Son delitos contra el
honor, es decir, aquellos que mediante la expresión realizada generan una opinión con la cual
se desacredita la honorabilidad de una persona. Estas son figuras penales que se persiguen
únicamente por medio de la instancia privada, es decir, se pueden perseguir judicialmente si el
damnificado presenta una querella contra quien haya cometido el delito. Se trata de una
excepción al principio general que dispone que los delitos son instados de oficio por el Ministerio
Público de la Acusación o Fiscal sin necesidad de previa denuncia de la víctima. En caso de que
los medios de comunicación reproduzcan calumnias o injurias no se les aplicará la pena
contenida en el Código Penal si citan la fuente, o si se tratare de un asunto de interés público.
Ambos delitos -injuria y calumnia- están tipificados y penados por el Código Penal en el Título II
(Delitos contra el Honor), más precisamente en los Arts. 109 y 110. Se establecen diferentes
multas pecuniarias, no penas privativas de libertad, y afirmando que en ningún caso
configurarán delito de injuria o de calumnia las expresiones que guardasen relación con algún
asunto de interés público o las expresiones que no sean asertivas. No existe diferencia técnica
entre deshonrar a alguien mediante un insulto en la vía pública o mediante un posteo en
cualquier red social: el medio es irrelevante para que se configure el delito. Sí es importantísimo
el rol que juega en estos escenarios es la prueba, para el caso que nos ocupa la prueba digital,
la que, como documento electrónico, posee sus mayores particularidades en lo que refiere a su
colecta y ponderación jurídica. Es interesante citar un fallo reciente en el fuero penal, en donde
en forma novedosa se sentó un trascendental precedente respeto de la temática desarrollada.
En los autos caratulados "Lang, Mónica Liliana s/Calumnias o Falsa Imputación e Injurias,
Denunciante Frydlewsky, Marcelo Samuel" (expte. N° 19740/2017)" se determinó que en las
redes es cotidiano que cualquiera acuse a cualquiera. Eso provoca un daño enorme y afecta la
reputación online de la persona, por lo que la resolución judicial viene a poner en claro que decir
cosas en las redes sociales tiene sus consecuencias.
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Hay que tomar conciencia de que acusar falsamente a una persona de la comisión de un delito
en las redes sociales, en este caso Twitter, es un hecho grave que causa un gran daño en lo
personal y profesional a una persona y que la Justicia no puede permitir que estos hechos sigan
sucediendo y que no tengan consecuencias
CONCLUSIÓN
Los avances tecnológicos conllevan la necesidad de adaptación del Derecho a las nuevas
instituciones y novedosas apariciones del mundo digital, que se manifiestan de forma expresa
en las relaciones sociales a nivel mundial. El derecho penal no es ajeno a esta corriente
actualizadora de la tecnología, por lo que requiere ajustar las normativas penales a las nuevas
figuras que aparecen en el ámbito social. Así como las redes sociales surgen como un medio de
comunicación y expresión entre los ciudadanos de todo el mundo, también son factibles de
transformarse en un lugar apto para la comisión de delitos, estableciendo un nuevo escenario
del crimen. De la amplia gama de responsabilidades que surgen por los actos ilícitos realizados
a través de redes sociales, aparecen en juego distintos sujetos que son susceptibles de ser
analizados en cuanto a su responsabilidad.
Por otro lado, desde la criminología social es más que claro que esta clase de ilícitos (ya sean
civiles o penales) se circunscriben a actuaciones del individuo como ser social, pero revestida de
la profunda individualidad en la que se mueve nuestra civilización. La necesidad de
interrelacionarse y la complejidad de la estructura social, con graves dificultades del individuo
para contar con tiempo o con estructuras satisfactorias, han abocado a muchas personas a
comunicarse a través de las redes sociales, en ocasiones como única vía para poder expresar sus
opiniones o simplemente satisfacer sus ansias de alternancia.
El desconocimiento del funcionamiento técnico de las redes sociales, lleva a entender que los
mensajes difundidos tienen un alcance relativo, cuando lo cierto es que puede llegar a un
número indeterminado y, en ocasiones, numeroso de personas y es dicha publicidad la que se
considera determinante. El emisor de una publicación no realiza una valoración previa de la
opiniones vertidas, en dichas redes sociales entendiendo el sujeto activo que la acción que se
realiza está presidida por la intimidad de su hogar o entorno personal, que es donde se escriben
en la mayoría de ocasiones estos mensajes sin contar que una vez introducidos en las redes el
alcance de su opinión no solamente puede ser incalculable, sino también objeto de control por
los cuerpos de seguridad especializados en la materia, cuando los mensajes sean públicos. Así,
se torna absolutamente imprescindible efectuar campañas públicas que permitan hacer
entender al individuo que aquello que está expresando en las redes sociales puede tener
trascendencia jurisdiccional.
Desde la Justicia, deberían ser constantes en sus resoluciones, permitiendo entender qué puede
considerarse como dañoso de aquello que no. Así y todo, entiendo que aquella persona que,
amparándose en la garantía constitucional de libertad de expresión, procede a dañar con sus
dichos a otra persona, debe resarcirla. Ya sea a través de una declaración pública retractándose
de su ofensa, ya sea a través de una indemnización pecuniaria. Somos ciudadanos digitales. Es
necesario reconocerlo. Ciudadanos que inclusive exhibimos nuestra identidad digital día a día.
Es la propia persona la que debe velar por la tutela de su identidad digital.
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Los derechos en juego (libertad de expresión, la privacidad, el derecho a la imagen y el honor)
son tan fundamentales como el respeto a la identidad humana, ya sea real como digital.
Tenemos que entender que poseemos dos identidades: una offline como otra online. Una
camina por la calle todos los días, con innumerables informes en soporte físico que determinan
quiénes somos. La otra navega en un océano digital: la World Wide Web. Ambas convergen en
una sola unidad que como tal necesita protegerse en todo aspecto y en todo sentido. En el caso
que nos ocupa, esta doble identidad, de la que hablamos, converge con la identidad -de la propia
Institución, es decir que está en juego la Imagen y Prestigio de la misma, que se ha ganado a
través de los años, delegando ésta en cada funcionario policial, la carga de velar, a través de los
actos propios de sus efectivos, por Imagen de la Fuerza, siendo muchas veces desprestigiada,
por estos actos aislados y personales que llevan adelante sus miembros. Las herramientas
existen y están al alcance de todos los operadores jurídicos. Solamente hay que aprender a
utilizarlas.