Varela, Francisco - Una Circularidad Fundamental

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Una circularidad fundamental:

en la mente del científico reflexivo

F. Varela, Conocer, las ciencias cognitivas.

Una condición dada

Un científico cognitivo de orientación fenomenológica que


reflexionara sobre los orígenes de la cognición podría razonar así: la
mente despierta en un mundo. Nosotros no hemos diseñado nuestro
mundo. Simplemente nos hemos hallado con él; hemos despertado
tanto a nosotros mismos como al mundo que habitamos. Llegamos a
reflexionar sobre ese mundo mientras crecemos y vivimos.
Reflexionamos sobre un mundo que no está hecho, sino hallado, y sin
embargo también es nuestra estructura la que nos capacita para
reflexionar acerca de este mundo. Así en la reflexión nos
encontramos en un círculo: estamos en un mundo que parece estar
allí antes de que comience la reflexión, pero ese mundo no está
separado de nosotros. Para el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty,
el reconocimiento de este círculo abría un espacio entre el yo y el
mundo, entre lo interno y lo externo. Este espacio no era un abismo
ni una divisoria; abrazaba la distinción entre yo y mundo, mas
brindaba la continuidad entre ambos. Su apertura revelaba un camino
intermedio, un entre-deux. En el prefacio a su Fenomenología de la
percepción, Merleau-Ponty escribía:

Cuando comienzo a reflexionar, mi reflexión descansa sobre una


experiencia no reflexiva; más aun, mi reflexión no puede no captarse
como un acontecimiento, y así se manifiesta a sí misma a la luz de un
acto verdaderamente creativo, de una estructura modificada de
conciencia, y empero, debe reconocer, concediéndole prioridad sobre
sus propias operaciones, ese mundo que es dado al sujeto porque el
sujeto es dado a sí mismo... La percepción no es una ciencia del
mundo, ni siquiera es un acto, una toma deliberada de posición; es el
trasfondo a partir del cual todos los actos sobresalen y está
presupuesta por ellos. El mundo no es un objeto tal que yo tenga en
mi posesión la ley de su constitución; es el ámbito natural, el campo
de todos mis pensamientos y de todas mis percepciones explícitas.(l)

Y hacia el final del libro escribía:

El punto esencial es comprender plenamente el proyecto del


mundo en que estamos. Lo que hemos dicho del mundo como
inseparable de los puntos de vista sobre el mundo nos ayudará aquí a
entender la subjetividad como inherente al mundo.(2).

La ciencia (y la filosofía, llegado el caso) opta en general por


ignorar lo que podría haber en ese entre-deux o camino intermedio.
En verdad, se podría responsabilizar en parte a Merleau-Ponty, pues
en su Fenomenología, al menos, él veía la ciencia como
primariamente no reflexiva; argumentaba que la ciencia
ingenuamente presuponía la mente y la conciencia. En realidad, ésta
es una de las posturas extremas que puede, adoptar la ciencia., El
observador que un físico del siglo XIX tenía en mente a menudo se
describe como un ojo incorpóreo que mira objetivamente el juego de
los fenómenos. 0, para cambiar la metáfora, se poidría imaginar a tal
observador como un agente cognitivo que desciende a la tierra
considerándola una realidad desconocida y objetiva que debe
describir. Sin embargo, las criticas a esta posición pueden irse
fácilmente al extremo opuesto. El principio de indeterminación de la
mecánica cuántica, por ejemplo, a menudo se utiliza para abrazar un
subjetivismo en el que la mente "construye" el mundo por sí misma.
Pero cuando nos volvemos sobre nosotros mismos para hacer de
nuestra cognición nuestro tema científico -y ello es precisamente lo
que intenta la nueva ciencia de la cognición-, ninguna de estas
posiciones (el supuesto de un observador incorpóreo o el de una
mente des-mundada) resulta adecuada.

Pronto nos internaremos más en esta cuestión. Por el momento,


deseamos hablar con mayor precisión acerca de esta ciencia que ha
cobrado dicho viraje. ¿Qué es esta nueva rama de la ciencia?

¿Qué son las ciencias cognitivas?

"Ciencias cognítivas" es el nombre actual de esta nueva


disciplina.(3) En su sentido más amplio, el término se usa para
indicar que el estudio de la mente es en sí mismo una empresa
científica valedera. Las ciencias cognitivas aún no están establecidas
como disciplina madura. Aún no se ha convenido un rumbo ni existen
muchos investigadores que constituyan una comunidad, como ocurre,
por ejemplo, con la física atómica o la biología molecular. Se trata de
un conjunto de disciplinas más que de una disciplina aparte. La
inteligencia artificial ocupa un polo importante, y el modelo
informático de la mente es un aspecto dominante de todo el campo.
En general se considera que las demás disciplinas son la lingüística, la
neurociencia, la psicología, a veces la antropología y la filosofía de la
mente. Cada disciplina daría una respuesta algo diferente a la
pregunta de qué es la mente o la cognición, una respuesta que
reflejaría sus propios intereses específicos. El desarrollo futuro de las
ciencias cognitivas dista pues de ser claro, pero lo que se ha
producido ya ha tenido un profundo impacto, y tal vez esto continúe.

Desde Alexandre Koyré hasta Thomas Kuhn, los historiadores y


científicos modernos han argumentado que la imaginación científica
sufre mutaciones radicales de una época a otra, y que la historia de la
ciencia se parece más a una saga novelística que a un progreso
lineal. En otras palabras, hay una historia humana de la naturaleza,
una historia que merece diversos enfoques narrativos. Junto con
dicha historia humana de la naturaleza hay una correspondiente
historia de las ideas acerca del autoconocimiento humano. Pensemos,
por ejemplo, en la física griega y el método socrático, o en los
ensayos de Montaigne y la temprana ciencia francesa. Esta historia
del autoconocimiento en Occidente aún no se ha explorado del todo.
Empero, es justo decir que siempre hubo precursores de lo que ahora
llamamos "ciencias cognitivas". pues la mente humana es el ejemplo
más cercano y familiar de la cognición, y del conocimiento.

En esta, historia paralela de la mente y la naturaleza, la fase


moderna de las ciencias cognitivas puede representar una mutación.
En esta época, la ciencia (es decir, el conjunto de científicos que
definen qué debe ser la ciencia) no sólo reconoce que la investigación
del conocimiento es legítima, sino que también concibe el
conocimiento en una amplia perspectiva interdisciplinaria, más allá de
los confines comunes de la epistemología y la psicología. Esta
mutación, que tiene apenas treinta años, fue introducida.
enfáticamente mediante el programa "cognitivista" (que
comentaremos después), así como el programa darwiniano inauguró
el estudio científico de la evolución, aunque otros se habían
interesado antes en ella.

Más aun, a través de esta mutación, el conocimiento se ha ligado


tangible e inextricablemente con una tecnología que transforma las
prácticas sociales que lo posibilitaron: la inteligencia artificial
constituye el ejemplo más visible. La tecnología, entre otras cosas,
actúa como amplificador. No podemos separar las ciencias cognitivas
de las tecnologías cognitivas sin despojar a unas u otras de un vital
elemento complementario. A través de la tecnología, la exploración
científica de la mente brinda a la sociedad en general un espejo sin
precedentes que trasciende el círculo del filósofo, el psicólogo, el
terapeuta o cualquier individuo que procure indagar su propia
experiencia.

Por primera vez, la sociedad occidental enfrenta en su vida y sus


actividades cotidianas problemas tales como: ¿es la mente una
manipulación de símbolos? ¿Puede una máquina comprender el
lenguaje? Estas preocupaciones no son meramente teóricas sino que
afectan directamente la vida de las personas. No es sorprendente que
los medios de comunicación demuestren un constante interés en las
ciencias cognitivas y la tecnología asociada con ellas, y que la
inteligencia artificial haya penetrado profundamente en la mente de
los jóvenes a través de los juegos de computación y la ciencia ficción.
Este interés popular es signo de una profunda transformación.
Durante milenios los seres humanos han tenido una comprensión
espontánea de su propia experiencia, una comprensión arraigada en
el contexto de su tiempo y su cultura, y alimentada por dicho
contexto. Ahora esta comprensión espontánea se enlaza
inextricablemente con la ciencia, y puede ser transformada por ella.

Muchos deploran esta revolución, y otros la celebran, pero lo


innegable es que se está produciendo con creciente velocidad y
profundidad. El diálogo fecundo entre investigadores, tecnólogos y
público encierra un potencial para la transformación profunda de la
conciencia humana, una posibilidad fascinante que presenta una de
las aventuras más interesantes del mundo actual. Este texto aspira a
contribuir a esa conversación transformadora.

A través de este libro enfatizaremos la diversidad de visiones


dentro de las ciencias cognitivas. A nuestro juicio, las ciencias
cognitivas no constituyen un campo monolítico, aunque tienen, como
toda actividad social, polos de dominación, de modo que algunas de
las voces que intervienen cobran mayor fuerza que otras en diversos
períodos. En verdad, este aspecto sociológico de las ciencias
cognitivas es asombroso, pues la "revolución cognitiva" de las últimas
cuatro décadas recibió una fuerte influencia a través de líneas
específicas de investigación y financiación en los Estados Unidos.

No obstante, aquí tenderemos a enfatizar la diversidad.


Proponemos enfocar las ciencias cognitivas como si abarcaran tres
etapas sucesivas. Abordaremos dichas etapas en la segunda, tercera
y cuarta parte respectivamente. Pero, para orientar al lector, he aquí
una reseña general de estas etapas. Las hemos dibujado como un
mapa "polar" con tres anillos concéntricos (figura 1.1).
Cognitivismo

Emergencia

Enactivo

Inteligencia artificial

Linguistica

Filosofía

Ciencias

Cognitivas

Neurociencia

Johnson

Maturana

Goodman

Dreyfus

Rorty

Bruner

Piaget

Globus

Freeman

Grossberg

Holland

Brooks
Winograd

Flores

Lakoff

Smolentzky

Ballard

Feldman

Searly

Hofstadter

Denet

McClelland

Rumelhart

Neisser

John

Abeles

Marr

Poggio

Arbib

Hinton

McCarty

Simon

Newell

Chomsky

Fodor

Phylishyn
Barlow

Linas

Hubel

Wiesel

Figura 1.1

Una carta conceptual de las ciencias cognitivas actuales con


forma de mapa polar, con las disciplinas respectivas en las
dimensiones angulares y los diversos enfoques en el eje radial.

Las tres etapas corresponden al movimiento sucesivo desde el


centro a la periferia; cada anillo indica un importante cambio en el
marco teórico de las ciencias cognitivas. Moviéndonos alrededor del
círculo, hemos situado las principales disciplinas que constituyen el
campo de las ciencias cognitivas. Así tenemos un mapa conceptual
donde podemos situar el nombre de diversos investigadores cuya
obra es representativa y aparecerá en nuestros siguientes
comentarios.*

En la segunda parte (capítulos 3 y 4), comenzamos con el centro


o núcleo de las ciencias cognitivas, conocido generalmente como
cognitivismo.(4) La herramienta central y la metáfora rectora del
cognitivismo es el ordenador dígital. Un ordenador o computador es
un artilugio físico construido de tal modo que un conjunto particular
de sus cambios físicos se puede interpretar como computaciones. Una
computación es una operación llevada a cabo sobre símbolos, es
decir, sobre elementos que representan aquello a que aluden. (Por
ejemplo, el símbolo 7 representa el número 7.) Simplificando por el
momento, podemos decir que el cognitivismo consiste en la hipótesis
de que la cognición -la humana incluida- es la manipulación de
símbolos al estilo de los ordenadores digitales. En otras palabras, la
cognición es representación mental: se piensa que la mente opera
manipulando símbolos que representan rasgos del mundo, o,
representan el mundo como si fuera de tal manera. De acuerdo con
esta hipótesis cognitivista, el estudio de la cognición en cuanto
representación mental brinda el dominio propio de las ciencias
cognitivas. Se sostiene que dicho dominio es independiente de la
neurobiología, en un extremo, y de la sociología y la antropología, en
el otro.

El cognitivismo tiene la virtud de ser un programa de


investigación bien definido, pues cuenta con instituciones
prestigiosas, publicaciones, tecnología aplicada e intereses
comerciales internacionales. Lo consideramos el centro o núcleo de
las ciencias cognitivas porque domina la investigación en tal medida
que a menudo se lo toma por las ciencias cognitivas en sí mismas. En
los últimos años, sin embargo, han surgido otros enfoques, los cuales
difieren del cognitivismo en dos líneas básicas de disenso:

1) Una crítica del procesamiento de símbolos como vehículo


apropiado para las representaciones.

2) Una crítica de la pertinencia de la noción de representación


como pivote de las ciencias cognitivas.

La primera alternativa, que denominamos "emergencia" y


exploramos más plenamente en la tercera parte (capítulos 5 y 6), se
suele denominar conexionismo. Este nombre deriva de la idea de que
muchas tareas cognitivas (por ejemplo, la visión y la memoria)
parecen manipularse mejor mediante sistemas integrados por
muchos componentes, los cuales, cuando se conectan mediante las
reglas apropiadas, generan la conducta global correspondiente a la
tarea deseada. El procesamiento simbólico, sin embargo, está
localizado. Las operaciones con símbolos se pueden especificar
usando sólo la forma física de los símbolos, no su significado. Desde
luego, este rasgo de los símbolos nos permite construir un artefacto
físico para manipularlos. La desventaja es que la pérdida de cualquier
parte de los símbolos o las reglas de su manipulación deriva en una
seria disfunción. Los modelos conexionistas generalmente abordan el
procesamiento localizado y simbólico de operaciones distribuidas es
decir, operaciones que se extienden sobre una red de componentes, y
así derivan en la emergencia de propiedades globales resistentes a la
disfunción local. Para los conexionistas, una representación consiste
en la correspondencia entre un estado global emergente y las
propiedades del mundo; no es una función de símbolos particulares.

La segunda alternativa, que exploramos y defendemos en la


cuarta parte (capítulos 7-9) de este libro, nace de una insatisfacción
más profunda que la búsqueda conexionista de otras posibilidades al
margen del procesamiento simbólico. Cuestiona la centralidad de la
noción de que la cognición sea fundamentalmente representación,
pues dicha noción oculta tres supuestos fundamentales. El primero es
que habitamos un mundo con propiedades particulares, tales como
longitud, color, movimiento, sonido, etcétera. La segunda es que
"captamos" o "recobramos" estas propiedades representándolas
internamente. El tercero es que un "nosotros" subjetivo separado es
quien hace estas cosas. Estos tres supuestos implican un fuerte
compromiso -a menudo tácito e incuestionado con el realismo o el
objetivismo/subjetivismo acerca de cómo ese mundo, qué somos
nosotros y cómo llegamos a conocer el mundo.

Sin embargo, aun el biólogo más recalcitrante tendría que


admitir que hay muchas maneras de ser del mundo --en verdad,
muchos mundos de experiencia-, según la estructura del ser
involucrado y las clases de distinciones que es capaz de realizar. E
incluso si restringimos nuestra atención a la cognición humana, hay
muchas maneras diversas en que puede ser el mundo.(5) Esta
convicción no objetivista (y también no subjetivista, en el mejor de
los casos está creciendo lentamente en el estudio de la cognición.
Hasta ahora, sin embargo, esta nueva orientación no tiene un nombre
bien establecido, pues es más bien un paraguas que cubre a una
cantidad relativamente pequeña de gente que trabaja en diversos
campos. Proponemos la designación enactívo* para enfatizar la
creciente convicción de que la cognición no es la representación de un
mundo pre-dado por una mente pre-dada sino más bien la puesta en
obra de un mundo y una mente a partir de una historia de la variedad
de acciones que un ser realiza en el mundo. El enfoque enactivo toma
seriamente, pues, la crítica filosófica de la idea de que la mente es un
espejo de la naturaleza, e incluso aborda este problema desde el
corazón de la ciencia.(6)

Las ciencias cognitivas dentro del círculo

Comenzamos este capítulo con una reflexión sobre la circularidad


fundamental del método científico, en la cual repararía un científico
cognitivo de inclinación filosófica. La expresión más obvia de este
enfoque se encuentra en la neurociencia, donde se investiga la
cognición examinando las propiedades del cerebro. Se pueden asociar
estas propiedades de base biológica con la cognición sólo a través de
la conducta. Sólo porque esta estructura, el cerebro, sufre
interacciones en un medio ambiente, podemos etiquetar la conducta
resultante como cognitiva. El supuesto básico, pues, es que podemos
atribuir (aunque toscamente) estructuras cerebrales específicas a
cada forma de conducta y experiencia. Inversamente, los cambios en
la estructura cerebral se manifiestan en alteraciones conductuales y
experienciales. Podemos diagramar este enfoque de la siguiente
manera (en este y los siguientes diagramas, las dobles flechas
expresan interdependencia o especificación mutua).

ESTRUCTURA
CONDUCTA Y EXPERIENCIAS

Fig 1.2 Interdependencia o especificación mutua de la


estructura y la conducta/experiencia.

Pero, pensándolo bien, por razones de coherencia no podemos


evitar la implicación lógica de que, dado este enfoque, toda
descripción científica de fenómenos biológicos o mentales debe ser
producto de la estructura de nuestro propio sistema cognitivo.
Podemos representar esto en el siguiente diagrama:

Estructura de la cognición del

científico

ESTRUCTURA

CONDUCTA Y EXPERIENCIAS

Fig 1.3 Interdependencia de la descripción científica y de


nuestra estructura cognitiva.
Más aun, el acto de reflexión que nos indica esto, ese mismo acto
de reflexión, no viene de ninguna parte; nos encontramos realizando
ese acto de reflexión a partir de un trasfondo dado (en un sentido
heideggeriano) de creencias y prácticas biológicas, sociales y
culturales.(7) Describimos así este nuevo paso:

Creencias y prácticas biológicas, sociales y culturales

Del transfondo

Estructura de la cognición del

científico

ESTRUCTURA

CONDUCTA Y EXPERIENCIAS
Fig 1.4 Interdependencia de la reflexión y el trasfondo de
creencias y prácticas biológicas , sociales y culturales.

Pero una vez más, la postulación misma de dicho trasfondo es


algo que hacemos nosotros: nosotros, seres vivientes corpóreos,
estamos aquí, pensando este diagrama, incluyendo lo que
denominamos trasfondo. Así que, en rigor, deberíamos subtitular toda
nuestra empresa:

Pensamientos filosóficos de una persona presuntamente


corpórea

Creencias y prácticas biológicas, sociales y culturales

Del transfondo

Estructura de la cognición del

científico

ESTRUCTURA

CONDUCTA Y

EXPERIENCIAS
Fig 1.5 Interdependencia del trasfondo y la corporeidad.

Esta nueva capa indica esta corporalidad, este aquí y ahora.


Obviamente, estas capas sucesivas continuarían indefinidamente,
como en un dibujo de Escher. Este último paso revela que, en vez de
añadir etapas de abstracción continua, debiéramos volver adonde
empezamos, a la concreción y particularidad de nuestra experiencia,
aun en la empresa de la reflexión. La virtud fundamental del enfoque
enactivo tal como se lo explora en este libro es su aptitud para ver
nuestras actividades como reflejos de una estructura sin perder de
vista el carácter directo de nuestra propia experiencia.

El tema de este libro

Este libro está dedicado a la exploración de esta profunda


circularidad. Procuramos tener en cuenta nuestras elaboraciones
teóricas sobre la estructura sin perder de vista la inmediatez de
nuestra experiencia.

Los filósofos han discutido algunos aspectos de la circularidad


básica de nuestra condición de varias maneras, por lo menos desde
Hegel. El filósofo contemporáneo Charles Taylor alude a ello cuando
dice que somos "animales autointerpretativos" y se pregunta "si
acaso los rasgos que son cruciales para nuestra autocomprensión
como agentes no pueden recibir ningún sitio en nuestra teoría
explicativa".(8) La respuesta habitual de los científicos cognitivos está
bien expresada por Daniel Dennett, cuando escribe que "cada teoría
cognitivista que se defiende o se aborda actualmente... es una teoría
del nivel subpersonal. No me resulta claro, en verdad, cómo una
teoría psicológica -a diferencia de una teoría filosófica- podría no ser
una teoría subpersonal".(9) Para Dennett, nuestra autocomprensión
supone nociones cognitivas tales como el creer, el desear y el
conocer, pero no las explica. Por ende, si el estudio de la mente ha de
ser riguroso y científico, no se puede limitar a explicaciones
relacionadas con rasgos esenciales para nuestra autocomprensión.

Retomaremos este problema al final del capítulo 3. Por el


momento sólo deseamos enfatizar la profunda tensión actual entre
ciencia y experiencia. En el mundo actual la ciencia es tan dominante
que le otorgamos autoridad para explicar aunque niegue lo más
inmediato y directo: nuestra experiencia cotidiana e inmediata. Así, la
mayoría de la gente sostendría como verdad fundamental la versión
científica de que la materia/espacio consiste en cúmulos de partículas
atómicas, considerando menos profundo y verdadero, a pesar de su
riqueza, aquello que encuentra en su experiencia cotidiana. No
obstante, cuando nos relajamos en el bienestar corporal inmediato de
un día soleado o de la tensión corporal de correr ansiosamente para
alcanzar un autobús, dichas explicaciones del espacio/material se
esfuman en el trasfondo como abstractas y secundarias.

Cuando se examina la cognición o la mente, la pretensión de


desechar la experiencia es insostenible e incluso paradójica. La
tensión se agudiza en las ciencias cognitivas porque las ciencias
cognitivas se encuentran en la encrucijada donde se encuentran las
ciencias naturales y las ciencias humanas. Las ciencias cognitivas son
pues bifrontes como Jano, pues miran hacia ambos caminos al mismo
tiempo. Una de sus caras mira la naturaleza y ve los procesos
cognitivos como conducta. La otra mira el mundo humano (o lo que
los fenomenólogos denominan lebenswelt, "mundo-vida" o "mundo de
la vida") y ve la cognición como experiencia.
Cuando ignoramos la circularidad fundamental de nuestra
situación, esta doble faz de las ciencias cognitivas genera dos
extremos: o bien suponemos que nuestra autocomprensión humana
es falsa y que eventualmente será reemplazada por ciencias
cognitivas maduras, o bien suponemos que no puede haber ciencia
del "mundo-vida" humano porque la ciencia siempre debe
presuponerlo.

Estos dos extremos sintetizan buena parte del debate filosófico


en tomo de las ciencias cognitivas. En un extremo, los filósofos como
Stephen Stich y Paul y Patricia Churchland arguyen que nuestra
autocomprensión es simplemente falsa.(10) (Nótese la sugerencia de
Churchland de que podríamos aludir a estados cerebrales en vez de
experiencias en el discurso cotidiano.) En el otro extremo se
encuentran filósofos como Hubert Taylor y Charles Taylor, quienes
dudan seriamente de la posibilidad de una ciencia cognitiva (quizá
porque a menudo parecen aceptar la ecuación ciencias
cognitivas/cognitivismo).(11) El debate recapitula pues -aunque con
nuevos giros- oposiciones típicas en el seno de las ciencias humanas.
Si, en medio de esta confusión, el destino de la experiencia humana
ha quedado librado a los filósofos, esa falta de acuerdo no es un buen
augurio.

A menos que trascendamos estas oposiciones, la brecha entre


ciencia y experiencia se ahondará en nuestra sociedad. Ninguno de
ambos extremos es viable en una sociedad pluralista que debe
abrazar tanto la ciencia como la realidad de la experiencia humana.
Negar la verdad de nuestra experiencia en el estudio científico de
nosotros mismos no sólo es insatisfactorio sino que priva a dicho
estudio de su temática. Pero suponer que la ciencia no puede
contribuir a la comprensión de la -experiencia puede equivaler al
abandono, dentro del contexto moderno, de la tarea de la
autocomprensión. La experiencia y la comprensión científica son
como dos piernas sin las cuales no podemos caminar.

Podemos expresar esta misma idea en términos positivos:


nuestra comprensión de la cognición sólo puede ser más completa y
alcanzar un nivel satisfactorio si disponemos de un terreno común
para las ciencias cognitivas y la experiencia humana. Proponemos
pues una tarea constructiva: ensanchar los horizontes de las ciencias
cognitivas para incluir el amplio panorama de la experiencia humana
vivida en un análisis disciplinado y transformador. Como veremos a
través de este trabajo, la búsqueda de esta expansión tiene sus
raíces en la investigación científica misma.

Notas:

1 Maurice Merleau-Ponty: Phénoménologie de la perception, págs. ry


y v.

2 Ibíd., págs. 463-464.


3 Para un relato histórico introductorio, véase Gardner: The Minds
New Science. Para una introducción accesible, véase Stillings y otros,
Cognitive Science.

4 Esta designación está justificada por Haugeland: -Me Nature and


Plausibi lity of Cognitivism". A veces se describe el cognitivismo como
el "paradigma simbó lico» del "enfoque informático". Aquí ambas
designaciones serán sinónimas.

5 Véase Goodrnan: Woys of Worldmaking.

6 Véase Rorty: Philosophy and the Mirror ofNature.

7 La noción de trasfondo es una idea filosófica bien desarrollada,


especialmente debida a Heidegger- Ser y tiempo. Véanse secciones
29, 31, 58, 68. Abordaremos esta noción en varias formas a través
del libro, en vez de explayamos aquí sobre ella.

8 Taylor: «The Significance of Significance: The Case of Cognitive


Psychology».

9 Dennett: -Ibward a Cognitive Theory of Consciousness".


10 Véase Stich: From Folk Psychology to Cognitive Science;
Churchland: Scientific Realism and the Plasticity of Mind; Churcliland:
Neurophilosophy. Véase también Lyons: The Disappearance of
Introspection.

11 Véase Dre~: What Computers Can1t Do; y Taylor: op. cit. Dreyfus
parece haber modificado esta posición cuando se trata del
conexionismo reciente; véase el ensayo escrito en colaboración con
Stuart Dreyfus: "Making a Mind versus Modeling the Brain: Artificial
Intelligence Back at a Branchpoint".

* Para el neologismo «enacción", véase el capítulo 8. [T.]

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