Hanna Segal Sobre Melanie Klein

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Técnico Superior Operador en Psicología Social

con orientación al Acompañamiento Institucional

Introducción del análisis realizado por Hanna Segal sobre la obra de


Melanie Klein.
I. Fantasía. En esta parte aclara el concepto de la fantasía, y su empleo en el
psicoanálisis. Menciona que la fantasía no es tan sólo un escapar a la realidad;
es una concomitante constante e inevitable de las experiencias de la realidad, en
constante interacción con ellas. Muestra una serie de ejemplos en la niñez y
relaciona a la fantasía como expresión mental de los instintos. Establece una
relación entre la fantasía, y la realidad externa.
II. La posición esquizo-paranoide. Menciona que una de las conductas de la
posición esquizo-paranoide es la escisión. Esta es lo que permite al yo emerger
del caos y ordenar sus experiencias. Es la base de diferenciación entre lo bueno
y lo malo. La escisión es también la base de lo que más tarde llegará a ser la
represión. Según el grado de escisión será el grado de represión en lo posterior.
Con la escisión se relacionan la ansiedad persecutoria y la idealización. Es
necesario cierto grado de esta ansiedad para poder reconocer, evaluar y
reaccionar ante circunstancias externas realmente peligrosas. No debemos
considerar a los mecanismos de defensa de la posición esquizo-paranoide sólo
como mecanismos de defensa que protegen al yo de ansiedades inmediatas y
abrumadoras, sino también como etapas progresivas del desarrollo.
III. Envidia. Diferencia los conceptos entre envidia y celos. Los celos se basan en
el amor y su objetivo en poseer al objeto amado y excluir al rival. La envidia es
una relación de dos partes en que el sujeto envidia al objeto por alguna posesión
o cualidad.
IV. Psicopatología de la posición esquizo-paranoide. Según experiencias de
pacientes la autora hace un análisis de la psicopatología de la posición esquizo-
paranoide.
V. La posición depresiva. Esta posición empieza en la fase oral del desarrollo, en
que el amor y la necesidad provocan el deseo de devorar. Es en este momento
cuando se desarrolla la capacidad de establecer vinculaciones y la de abstraer,
base del tipo del pensamiento que esperamos del yo maduro, en contraste con el
pensamiento desarticulado y concreto característico de la posición esquizo-
paranoide.
VI. Defensas maníacas. Se refiere a la a la posición depresiva vinculada con la
vivencia de dependencia del objeto, Las defensas maniacas se dirigirán contra
todo sentimiento de dependencia, que se evitará, negará o invertirá. La relación
maníaca con los objetos se caracteriza por una tríada de sentimientos: control,
triunfo y desprecio. Estos sentimientos se corresponden directamente con
sentimientos depresivos de valorar al objeto y depender de él, con el miedo a la
pérdida y la culpa, y sirven de defensa contra ellos.
VII. Reparación. La reparación puede formar parte de las defensas maníacas. En
ese se intenta reparar al objeto en forma maníaca y omnipotente. Es cuando se
le puede tratar en forma parcial como objeto de preocupación. La reparación
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como lo menciona la autora es un mecanismo de gran importancia para el
desarrollo del yo y para su adaptación a la realidad. La reparación maníaca es
una defensa en la medida en que su fin es reparar al objeto sin que aparezcan
sentimientos de culpa o de pérdida. La reparación maníaca no puede
completarse nunca porque, de ser así, el objeto plenamente restaurado se haría
nuevamente digno de amor y aprecio, y libre del control omnipotente y del
desprecio del maníaco.
VIII. El complejo de Edipo desde temprana edad con casos de pacientes.
Asimismo para la cuestión teórica de todos los capítulos de esta obra la autora
complementa de una forma muy precisa con casos de pacientes, desde la edad
temprana hasta la edad adulta.
Capitulo I
Fantasía
Las percepciones y sensaciones internas y externas son interpretadas y
representadas a sí mismo en la mente, bajo la influencia del principio placer -
displacer, por intermedio de la introyección y la proyección, lo que hace que
fantasía y realidad se influyan mutuamente. Las fantasías inconscientes están
siempre presentes y siempre activas en todo individuo, existiendo desde el
comienzo de la vida. Es una función del yo
Avidez:
Emoción oral que consiste en un deseo vehemente, impetuoso e insaciable, que
excede lo que el sujeto necesita y lo que el objeto es capaz de dar. Siempre hay
cierto nivel de avidez, que aumenta con la ansiedad persecutoria y varía con
cada niño. Introyección destructiva.
Las fantasías inconscientes siempre se encuentran presentes y activas en todos
los individuos, por lo tanto, dice ella, que la presencia de estas fantasías
inconscientes no son índices ni de enfermedad, ni de falta de sentido de la
realidad; es la naturaleza de esas fantasías y su relación con el mundo externo
(los objetos) lo que determinará si se trata de una enfermedad o no. Las
fantasías inconscientes son las expresiones mentales de los instintos y que estos
por definición están desde el momento de nacer. Como se sabe los instintos son
buscadores-de-objetos.
Crear fantasías es función de Yo. Supone que desde el nacimiento el Yo es capaz
de establecer relaciones objetales primitivas en la fantasía y en la realidad. Así
mismo, plantea que la fantasía no es tan sólo una fuga de la realidad, sino más
bien es una concomitante constante e inevitable de las experiencias reales, en
constante interacción con ellas.
Como el objetivo de la fantasía es satisfacer impulsos instintivos, prescindiendo
de la realidad externa, se puede considerar que la gratificación proveniente de la
fantasía es una defensa contra la realidad externa de la privación, sin embargo
es más que eso, es una defensa contra la realidad interna.
El Yo se identifica con algunos de estos objetos: identificación introyectiva.
Estos objetos son asimilados por el yo y contribuyen a su desarrollo y
características. Otros permanecen como objetos internos separados y el yo
mantiene relación con ellos (el superyó es uno de estos objetos).

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El hecho de que haya tan estrecha relación entre estructura y fantasía
inconsciente es importantísimo: es esto lo que hace posible influir en la
estructura del Yo y del superyó mediante el análisis. Pues justamente al analizar
las relaciones del Yo con los objetos internos y externos, es que podemos influir
esencialmente sobre la estructura más permanente del Yo.
CAPITULO II
TEORIA DE LAS POSICIONES
Las posiciones constituyen polos entre los cuales oscila la vida psíquica; se
definen a través, justamente, de la posición del niño en relación al objeto:
características del objeto, características de la ansiedad, métodos defensivos en
relación a dicha ansiedad. Esta teoría implica el abandono del esquema de las
fases libidinales para pasar a una conceptualización en la que la angustia, las
defensas, el amor y la agresión se articulan con problemas de organización y
estructuración del mundo objetal.
Posición Esquizo-paranoide
La existencia de temores persecutorios fantasmáticos en los niños pequeños y la
capacidad de los mismos de disociar el objeto. Un estado paranoide
rudimentario como una etapa precoz del desarrollo situado en la fase anal
primaria. Se considera el primer tipo de relación de objeto de la fase oral, con
aspectos ideales y aspectos persecutorios.
Las relaciones de objeto parcial, la escisión y la ansiedad persecutoria se
presentan juntas y preceden a la integración. Klein sostiene que la ansiedad se
origina en la acción interna del instinto de muerte. La alteración del equilibrio
pulsional es inaugurada por el nacimiento y se repite cada vez que privaciones
de origen interno o externo intensifican las pulsiones agresivas.
Klein considera que el niño está en un conflicto pulsional entre la libido y la
agresividad desde los inicios, conflicto que encara a través de la deflexión del
instinto de muerte y la constitución de un objeto escindido.
Supone la existencia de un yo temprano, débil y no integrado pero no obstante
capaz de instrumentar, bajo la acción de las pulsiones de vida, los primeros
mecanismos de defensa: escisión, proyección, introyección. Estos mecanismos
son de defensa ante la ansiedad de aniquilamiento. Ese yo incipiente registra la
angustia, se relaciona con un primer objeto y opera mecanismos de defensa
primitivos y, por lo tanto, extremos. Dicho de otro modo, opera con fantasías
relacionadas con un objeto.
Un yo que posee ciertos rudimentos de integración y cohesión y progresa
constantemente en esa dirección. También realiza desde el comienzo de la vida
postnatal algunas funciones fundamentales; por ejemplo usa los procesos de
escisión y la inhibición de deseos instintivos como algunas de sus defensas
contra la ansiedad persecutoria, vivenciada por el yo a partir del nacimiento.
A partir de las primeras experiencias el lactante se relaciona con un objeto
parcial bueno, resultante de la proyección de la pulsión de vida (pecho bueno) y
con un objeto parcial malo, resultante de la proyección de la pulsión de muerte
(pecho malo). Cuando la disociación se realiza bajo predominio de la pulsión de
muerte encontramos que las características del objeto viran de bueno a
idealizado y de malo a persecutorio, terrorífico. Las características de tales
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objetos están, por lo tanto, íntimamente relacionadas con las características de
los impulsos que sobre ellos se proyectan. El pecho como primer objeto, y los
objetos que se internalizan posteriormente, adquieren en los momentos en que
el bebé atraviesa estados de frustración y odio las características oral-sádico,
sádico-uretrales y sádico-anales de las pulsiones del lactante.
La introyección del pecho bueno constituye el núcleo del yo. El interjuego de
proyección-introyección lleva en un segundo momento a la internalización del
pene paterno.
Se trata de objetos parciales tanto por constituirse a partir de una parcialidad
del objeto causada por el dominio de la pulsión oral como por tener sólo una
cualidad: bueno o malo. Puede decirse que el objeto parcial es totalmente bueno
o totalmente malo.
Las privaciones, al intensificar las pulsiones agresivas, generan la voracidad con
el consiguiente aumento de la frustración y, por lo tanto, de la ansiedad
persecutoria. La voracidad es una emoción básicamente oral, muy vinculada con
la envidia.
Los detalles de sus fantasías sádicas determinan el contenido de su temor a los
perseguidores internos y externos y, en primer lugar, el pecho retaliativo
(malo).Como los ataques fantaseados dirigidos contra el objeto son
fundamentalmente influidos por la voracidad, el temor a la voracidad del
objeto , debido a la proyección, constituye un elemento esencial de la ansiedad
persecutoria: el pecho malo devorará al bebé con la misma voracidad con que
él desea devorarlo. Sin embargo, aún durante el estadio primitivo, la ansiedad
persecutoria es en cierta medida contrarrestada por la relación del lactante
con el pecho bueno.
El pecho gratificador que ha sido internalizado bajo el dominio de la libido de
succión es sentido como completo y actúa como núcleo del yo, contrarrestando
los procesos de escisión y dispersión y favoreciendo la integración. O sea que la
introyección estable del objeto bueno es una precondición para el desarrollo
normal.
La escisión como movimiento fundante va intrínsecamente acompañada de la
deflexión (desviación) del instinto de muerte, inaugurando la dialéctica
proyección-introyección.
La escisión es la defensa más primitiva contra la angustia generada por la
operancia del instinto de muerte; el objeto de las pulsiones eróticas y
destructivas es escindido en un objeto bueno y en un objeto malo, los que tienen
una autonomía relativa entre sí. La escisión del objeto se realiza principalmente
los impulsos y su proyección, secundariamente por las características de
gratificación o frustración de la relación con el objeto. En la medida que el
interjuego de introyección y proyección está en el origen del yo, la escisión del
objeto implica la escisión del yo.
Es el principal mecanismo que, junto a la proyección e introyección, va
organizando un mundo interno diferenciado a partir de la indiscriminación
inicial. Su modalidad va cambiando acorde a la complejidad del mundo interno
y al predominio del instinto de muerte o no en su aplicación.
Existen grandes variaciones en la fuerza, frecuencia y duración de los procesos
de escisión (no solamente en individuos distintos sino en un mismo niño en
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distintos momentos). La rápida alternancia, o incluso, según parece,
simultaneidad, de una multitud de procesos, es parte de la complejidad de la
vida emocional temprana. Con la escisión del pecho en dos aspectos, amado y
odiado(bueno y malo) existe una escisión de distinta naturaleza que origina la
sensación de que el yo, así como su objeto, está despedazado; estos procesos
subyacen a los estados de desintegración. Estos estados alternan con otros en
los que va en aumento el grado de integración del yo y la síntesis del objeto.
Klein considera la represión un procedimiento más exitoso para detener y
modificar las ansiedades. Aparecería en el segundo año de vida sobre las bases
de diferenciación e integración logradas a través de mecanismos más
tempranos.
En relación a la idealización se relaciona, por un lado, con la gratificación
alucinatoria de deseos que sustentaría la creencia en un pecho gratificador en
forma ilimitada y, por otro, en la necesidad de defenderse del pecho
perseguidor. En este mecanismo intervienen, además, la negación y el control
omnipotente.
Durante la posición esquizo-paranoide hay momentos de integración del objeto
y del yo, que implican un comienzo de la ambivalencia, aunque en relación a
objetos parciales. El progreso en los procesos de síntesis atenúa la escisión
objeto bueno-objeto malo y lleva a que el niño se relacione con su madre como
una totalidad. Esto inaugura la posición depresiva e inicia el Complejo de Edipo
temprano.

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CAPITULO III
Envidia
Colocar impulsos destructivos y partes malas dentro del objeto, con el fin de
dañarlo, destruirlo y controlarlo. Identificación proyectiva destructiva,
fundamentalmente sobre objetos parciales. Tiene un componente libidinal
menos intenso que la voracidad y está impregnada del instinto de muerte.
Celos
Se basan en la envidia, comprenden una relación de al menos dos personas y
conciernen principalmente el amor que el sujeto siente que le es debido y le ha
sido quitado o está en peligro de serlo, por un rival. Son necesariamente una
relación de objeto total.
Melanie Klein señala que al comienzo de la vida hay dos fuentes de ansiedad: la
interna estaría dada por el instinto de muerte que fundamenta el temor a la
aniquilación y la externa, que estaría dada por la experiencia al nacer en forma
de la primera castración y sería la base de las angustias posteriores.
La primera relación objetal que realiza el niño es la alimentación y se realiza con
el pezón de la madre, tanto para los instintos de vida como para los de muerte,
impulsos que estarían en equilibrio cuando el bebé está libre de hambre y
tensión interna. El equilibrio se puede perturbar tanto por pulsiones internas
como por elementos del medio, desencadenando la avidez.
Cualquier aumento de la avidez fortalece la sensación de frustración y
paralelamente aumenta la intensidad de la agresión, lo que simultáneamente
incrementa la ansiedad persecutoria y esta aumenta, a su vez la avidez,
formando un círculo cerrado. Por otro lado, a medida que aumenta la
gratificación, disminuye la envidia, la disminución de la envidia permite mayor
gratificación y esto a su vez, estimula la disminución de la envidia.
Plantea la Melanie Klein que la base constitucional de la intensidad de la avidez
es provocada por la fuerza de los impulsos destructores en su interacción con los
impulsos libidinosos. En algunos casos, la ansiedad persecutoria incrementa la
avidez y en otros, produce tempranas inhibiciones de la alimentación.
Las experiencias que tiene el niño de ser alimentado y de ser frustrado
constituyen internamente las imágenes de dos pechos: un pecho vinculado con
la frustración, el bueno, y un pecho vinculado con la satisfacción, el malo. Esta
división se produce por la inmadurez del yo, la falta de integración del yo y el
proceso de división del objeto. A las experiencias de frustración y satisfacción se
suman los procesos de introyección y proyección, que contribuyen a hacer más
ambivalente la relación objetal, de este modo quedan estructurados los
prototipos que forman el núcleo del superyó.
El yo inmaduro del bebé está expuesto desde el nacimiento a la ansiedad
provocada por la innata polaridad de los instintos y cuando se ve enfrentado con
la ansiedad que le produce el instinto de muerte, el yo lo deflexiona. Así, la
gratificación no sólo satisface la necesidad de bienestar, amor y nutrición;
también se la necesita para mantener a raya la aterradora persecución.

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De la proyección original del instinto de muerte surge otro mecanismo de
defensa, la identificación proyectiva, en la que se escinden y apartan partes del
yo y objetos internos y se los proyecta en el objeto externo, que queda entonces
poseído y controlado por las partes proyectadas e identificado con ellas.
La ansiedad predominante de la posición esquizoparanoide (0 a 4 meses) es que
el objeto u objetos persecutorios se introduzcan en el yo y avasallen y aniquilen
tanto al objeto como al yo.
Para contrarrestar el nivel de ansiedad, el yo desarrolla varios mecanismos de
defensa, donde, en algunas situaciones, se proyecta lo bueno para mantenerlo a
salvo de lo que se siente como maldad interna y situaciones en que se
introyectan los perseguidoras, hace una identificación con ellos o incluso,
recurre a la desintegración del yo, en un intento de controlarlos. Sin embargo,
los mecanismos de defensa no sólo protegen al yo de ansiedades inmediatas,
sino también tienen funciones de etapas progresivas del desarrollo como la
escisión, que constituye la base de la represión y la atención, y la proyección,
que posibilita la empatía.
Cuanto menor es la ansiedad persecutoria, la tendencia hacia la división es
menor y el yo tiende más hacia la integración. La síntesis de amor y odio hacia
un objeto total de origen al comienzo de la posición depresiva alrededor de los
cuatro meses.
En la faz depresiva (de los 6 a 8 meses) encontramos: el comienzo de una
emoción dolorosa de culpa y necesidad de reparación; que la agresión está
mitigada por la libido, de donde la ansiedad persecutoria se encuentra
disminuida y que la ansiedad relacionada con el destino del objeto interno y
externo que está en peligro lleva al yo a efectuar una reparación e inhibir los
impulsos agresivos. Al mismo tiempo la organización sexual va progresando, los
impulsos anales y uretrales aumentan, pero de cualquier modo siguen
predominando los orales.
El bebé tolera mejor el instinto de muerte dentro de sí y decrecen sus temores
paranoides, disminuyen la escisión y la proyección y gradualmente puede
predominar el impulso a la integración del yo y del objeto. La relación ya no es
con objetos parciales sino que se transforma en una relación objetal total:
reconocer a la madre como tal también significa reconocerla como individuo
con una vida propia y con sus propias relaciones con otras personas; el bebé
descubre cuán desamparado está, como depende totalmente de ella y cuántos
celos le provocan los demás, puede recordar gratificaciones anteriores en
momentos en que está siendo frustrado, enfrentándose a conflictos vinculados
con la ambivalencia.
El motivo principal de la ansiedad del bebé es que sus impulsos destructivos
hayan destruido o lleguen a destruir al objeto amado de quien depende
totalmente, lo que aumenta la necesidad de poseer este objeto, guardándolo
dentro de sí y protegiéndolo de su propia destructividad. La omnipotencia de los
mecanismos de introyección oral hace surgir ansiedad ante la perspectiva que
los poderosos impulsos destructivos destruyan no sólo al objeto bueno externo,
sino también al objeto bueno introyectado.
La experiencia de la depresión moviliza en el bebé el deseo de reparar a su
objeto u objetos destruidos. Como cree que la destrucción de su objeto se debe a
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sus propios ataques destructivos, cree también que su propio amor y cuidados
podrán deshacer los efectos de su agresión
CAPITULO V
POSICION DEPRESIVA
El cambio de la relación de objeto de parcial a total marca la entrada en la
posición depresiva, modificando las ansiedades y, por lo tanto, las defensas.
De los tres a los seis meses se observa un mayor desarrollo de las funciones
yoicas y de la organización fantasmática del bebé, la instauración del pecho
bueno disminuye los procesos de escisión y los estados de integración son cada
vez más frecuentes.
...ocurren importantes progresos en el desarrollo del yo, los que no sólo
capacitan al yo para establecer defensas más adecuadas contra la ansiedad,
sino que logran eventualmente una disminución efectiva de la misma. La
repetida experiencia de enfrentar la realidad psíquica, implicada en la
elaboración de la posición depresiva, aumenta la comprensión del bebé del
mundo externo. Paralelamente, la imagen de los padres, en un principio
distorsionada en figuras idealizadas y terribles, se aproxima gradualmente a
la realidad.
La ambivalencia es ahora hacia un objeto total, los procesos de integración y
síntesis hacen que el conflicto entre el amor y el odio surja muy claramente, en
el marco de un mayor reconocimiento de la realidad psíquica.
La ansiedad se modifica cualitativamente, el bebé está expuesto a la vivencia de
pérdida pues las pulsiones agresivas ponen en peligro al objeto amado. Al ser
percibida la madre como objeto total, como persona, se modifica la
identificación del bebé con la misma. Es sentida como un refugio ante los
temores persecutorios pero también se la considera expuesta al ataque de los
perseguidores internos e, incluso, al propio odio y sadismo del bebé.
La pérdida en la realidad psíquica del objeto total confronta al niño a una nueva
gama de sentimientos, al dolor y la tristeza se agrega la culpa, por cuanto la
omnipotencia lo lleva a considerar que el peligro que corre el objeto es
consecuencia de sus propios impulsos y fantasías. El temor a la pérdida
intensifica la identificación con el objeto y la voracidad, la cual debe ser
inhibida. Los métodos defensivos se aplican ahora a la ansiedad depresiva, se
hacen menos extremos y... alterados en forma y fin constituyen la defensa
maníaca.
Su objetivo es centralmente negar la realidad psíquica en cuanto es fuente de
dolor y temores depresivos, esto implica cierta negación de la realidad exterior.
La negación de la realidad psíquica puede implicar la negación del amor. La
tríada maníaca está constituida por: control-triunfo-desprecio. El control
omnipotente, al estar aplicado ahora a la ansiedad depresiva, es utilizado para
evitar la frustración y la consiguiente agresión, la que constituiría un peligro
para el objeto.
La modificación del uso de la escisión consiste en que su aplicación deriva en un
objeto indemne y un objeto muerto o moribundo, siendo el temor a que los
objetos internos estén muertos o moribundos el núcleo de la aflicción en los
estados depresivos. Los sentimientos de culpa ante la creencia de haber dañado
al objeto amado ponen en marcha la tendencia a la reparación, originada en las
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pulsiones de vida. El niño vivencia la reparación de sus objetos en íntima
relación con los logros de su propio desarrollo, de esta manera las ansiedades
paranoides y depresivas van modificándose a lo largo de la primera infancia.
En este estadio, el deseo de reparar al objeto dañado entra en juego de lleno.
Según hemos visto anteriormente, esta tendencia se halla inextricablemente
ligada a sentimientos de culpa. Al sentir el bebé que sus pulsiones y fantasías
de destrucción están dirigidos contra la persona total de su objeto amado,
surge la culpa en toda su fuerza y, junto con ella, la necesidad dominante de
reparar, preservar o revivir el objeto amado dañado.
Las defensas obsesivas, las que pueden también estar en relación a la ansiedad
paranoide. El equilibrio entre las defensas obsesivas y las maníacas será
determinante en la relación con el objeto que se teme dañado.
Al igual que en relación a la posición esquizo-paranoide considera que un uso
adecuado de las defensas disminuye la ansiedad y promueve la integración, pero
un uso excesivo de las mismas dificulta y puede impedir la elaboración de las
problemáticas específicas de cada posición, persistiendo constelaciones
fantasmáticas que constituyen puntos de fijación.
Encontramos en la posición esquizo-paranoide los puntos de fijación de la
esquizofrenia y la paranoia; en los inicios de la posición depresiva los puntos de
fijación de la manía y la melancolía. Como es evidente, el concepto de posición
reformula el de regresión , el cual es en la teoría kleiniana un movimiento
relativamente fluido entre las distintas ansiedades y defensas.
Nos hemos referido a los efectos de los procesos de síntesis sobre la ansiedad;
desde el punto de vista de las pulsiones, la integración del objeto y del yo
fortalece las pulsiones genitales, las que a su vez son otra fuente de
intensificación de las identificaciones con el objeto.
Conjuntamente con la posición depresiva se inicia el Complejo de Edipo
temprano, ya que los procesos de integración llevan a la necesidad de preservar
al pecho y a la madre como objeto total, estimulando el pasaje al pene paterno y
al padre; y al reconocimiento del tercero. El bebé necesita proteger al objeto y al
yo de la intensificación y modificación de la agresión provocada por las
frustraciones orales (destete) y la dentición. En su mente persisten fluctuaciones
en el grado de integración y discriminación de los objetos, el Complejo de Edipo
temprano tiene como principal escenario la pareja combinada, es decir, el
cuerpo de la madre conteniendo el pene paterno. El inicio del Complejo de
Edipo en la posición depresiva tiene importantes implicancias, además del
temor a la castración el amor por los objetos edípicos tiene fuerte incidencia en
la renuncia edípica.
La elaboración de la posición depresiva es crucial en la capacidad posterior de
elaborar duelos. Su superación supone la introyección estable del objeto amado
y el establecimiento de la capacidad de reparar y simbolizar. Aunque los
aspectos fundamentales se dan en la segunda mitad del primer año de vida, se
va elaborando a lo largo de la primera infancia a través de la neurosis infantil
...una combinación de procesos mediante los cuales las ansiedades de
naturaleza psicótica son ligadas, elaboradas y modificadas. La neurosis infantil
termina al comienzo de la latencia, con la modificación de las ansiedades
tempranas y el dominio de las pulsiones genitales. Es en el desarrollo de la
neurosis infantil donde vemos claramente el accionar de las defensas obsesivas
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y, a partir del segundo año, de la represión, mecanismo que, a diferencia de la
escisión, no implica el riesgo de la desintegración del yo. Todos los aspectos del
desarrollo contribuyen a la modificación de la ansiedad, la cual a su vez influye
sobre dichos procesos.
En el segundo año, con el progreso en el desarrollo del yo, el niño utiliza su
creciente adaptación a la realidad externa y su creciente control de las
funciones corporales para poner a prueba los peligros internos por medio de la
realidad externa.
Klein considera que el juicio de realidad es decisivo en el trabajo de duelo, y que
en cada situación en que la persona se ve confrontada con el penar por la
pérdida de objetos amados se consideran en peligro los objetos internos y la
conexión con la realidad tiene como fin reestablecer el mundo interno
destruido.
Cuando el niño pasa a través de la posición depresiva, lucha en su inconsciente
con la tarea de establecer e integrar el mundo interno, del mismo modo que el
sujeto en duelo sufre con el reestablecimiento y la reintegración de este mundo.

CAPITULO VI
DEFENSA MANIACA
Se desarrollan durante la posición depresiva como defensa contra la experiencia
de ansiedad depresiva, culpa y pérdida. Se basan en la negación omnipotente de
la realidad psíquica, y las relaciones objetales se caracterizan por triunfo,
control y desprecion La organización de DM incluye mecanismos que ya se
pusieron de manifiesto durante la etapa esquizo-paranoide (mecanismo de
disociación e idealización, negación y control omnipotente), pero durante la
etapa depresiva adquieren características especiales. En el primer caso estaban
dirigidas a impedir un ataque aniquilante al yo; ahora tienen como finalidad
defender al objeto de los ataques ambivalentes del yo, y a éste de las ansiedades
y de la culpa depresivas".
"En la situación depresiva el bebé logra una nueva relación con la realidad y
descubre situaciones importantes, a saber: 1) su dependencia de la madre, a la
que teme haber perdido por su agresión; el valor que ella tiene para él, su
ambivalencia, sus deseos agresivos, voraces de destruirla y sus sentimientos de
necesidad y deseos de preservarla. Como consecuencia surgen intensos
sentimientos de culpa depresiva, temor de perder a la madre necesitada, miedo
de haberla destruido ya, preocupación y necesidad de repararla".
"Las defensas maníacas son un intento de evitar el proceso de intenso dolor y
sufrimiento psíquico que estos descubrimientos implican. La experiencia
depresiva se vincula con el conocimiento de la existencia de un mundo interno y
de la posesión de un objeto valorado al que se necesita. Por eso, las DM se
dirigen a evitar y negar este conocimiento huyendo hacia el mundo exterior, y
negando, evitando o invirtiendo la dependencia del objeto, la ambivalencia, la
preocupación y la culpa".
"Una característica especial de la defensa maníaca es la identificación del yo con
el objeto idealizado: el yo se fusiona y confunde con este objeto parcial,
omnipotente, lleno de vida, de poder y alimento, se 'infla' por la fantasía de
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haber devorado al objeto idealizado ("la luz del objeto idealizado cae sobre el
yo"), en tanto las características sufrientes, desprotegidas, necesitadas,
dependientes del propio yo, son depositadas en los objetos externos. La DM
implica entonces la utilización de mecanismos de identificación proyectiva: las
características proyectadas son las de un "necesitado" y "hambriento", mientras
que las características asumidas por el yo son las de un "pecho lleno", "nutricio",
que se autoabastece".
"En una relación maníaca de objeto participa una triada de sentimientos
tendientes a negar los logros de la situación depresiva. Esta triada está
constituida por el control, el triunfo y el desprecio que se corresponden
simétricamente con los sentimientos depresivos de valorar el objeto, depender
de él, temer perderlo y sentirse culpable".
"Controlar al objeto es una manera de negar la dependencia de él, pero al mismo
tiempo es una manera de obligarlo a satisfacer necesidades de dependencia, ya
que un objeto totalmente controlado es hasta cierto punto un objeto con el que
se puede contar". El triunfo es la negación de sentimientos depresivos ligados a
la valoración e importancia afectiva otorgada al objeto. Se vincula con la
omnipotencia y tiene dos aspectos importantes. Uno de ellos se relaciona con un
ataque primario infligido al objeto y el triunfo experimentado al derrotarlo (en
especial cuando el ataque está fuertemente determinado por la envidia).
Además el triunfo se incrementa como parte de las DM porque sirve para
mantener a raya los sentimientos depresivos que, de otra manera, surgirían
(tales como sentir nostalgia por el objeto, extrañarlo y echarlo de menos).
Desprecio hacia el objeto es también negar cuánto se lo valora; actúa como
defensa contra las experiencias de pérdidas y culpa. Un objeto despreciable no
merece que uno sienta culpa por él y el desprecio hacia semejante objeto se
convierte en justificación para seguir atacándolo".

Fundamentos de la Psicología Social


Prof. Lic. Susana Bustos

Instituto Superior San José I-27.


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