Francmasonwris

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CAPÍTULO 1

¡FRANCMASONERÍA!
PRIMERA PARTE

La palabra “Francmasonería”, puesta como título de un


artículo en una Revista Masónica, puede a primera vista parecer
ingenua y hasta inútil, porque indica, únicamente el nombre
dado universalmente a nuestra Augusta Orden, nombre
sobradamente conocido por todos aquellos que pertenecemos a
ella.
Pero, si escribimos ese nombre entre puntos de
exclamación, significa ya mucha más que un simple nombre;
nos llama la atención hacia lo que la palabra “Francmasonería”
encierra en sí; nos hace pensar y despierta en nosotros
sentimientos y emociones profundas. Porque, si bien al entrar a
formar parte de nuestra Cadena Mística, por medio de nuestra
iniciación en sus misterios, se nos ha dado a conocer lo que la
Orden significa, sus ideales, sus grandes enseñanzas, que nos
conducen, gradualmente, a través de su Tres Grados,
bellísimos, grandiosos, magníficamente estructurados por
medio de una sublime filosofía a un estado de humana
perfección moral, mental y espiritual, la continua práctica de
nuestros trabajos en el interior de nuestros Templos,
desgraciadamente, nos va acostumbrando a una rutina formal
que adormece a nuestro intelecto, y a considerar nuestros
trabajos, tan llenos, sin embargo, de su significado en su
simbolismo y alegorías sólo como una agradable esparcimiento
en unión fraternal con nuestros hermanos, olvidando las
enseñanzas que estamos recibiendo en esos momentos.
Y fuera de los Templos, cuando nos inmergimos en las
actividades del mundo profano; cuando nos estamos moviendo
en nuestras distintas esferas de acción en la vida de ese mundo
que nos absorbe ¿nos acordamos acaso, de esa mágica palabra
“Francmasonería”? ¿Nos acordamos siquiera de que formamos
parte de una de las más hermosas y grandes organizaciones que
tiene la Humanidad, que lleva ese nombre, y de los deberes que
nos impone de vivir sus ideales y cumplir sus enseñanzas? ¿Qué
de cumplirlas debidamente en todos los actos de nuestra vida,
como lo hemos jurado al recibir nuestros Grados en el Altar de
nuestros Templos, seríamos, los Masones, hombres ejemplos
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vivientes de grandes virtudes para la Humanidad en la que
vivimos, nos novemos y tenemos nuestro ser? ¿Y además, como
corolario de todo ello, el enorme privilegio que encierra para
todos nosotros los Masones?
El nombre sagrado de “Francmasonería” debe, pues, estar
siempre presente en la mente y en el corazón de todos aquellos
que tenemos el enorme privilegio de pertenecer a nuestra
querida y Augusta Orden, y no olvidar nunca, en todos los
instantes de nuestras vidas, dentro y fuera de nuestros Talleres,
en el mundo profano, de que ya somos Masones, y para siempre
Masones, y nunca más profanos; y de que nuestra conducta
debe reflejar constantemente nuestra condición de tales ante el
mundo, en todo momento y actos de nuestra vida.
CAPÍTULO 2

ORÍGENES
Muchos son los orígenes atribuidos a la Masonería
Universal o Francmasonería, como se la denomina en la
actualidad. Autores masónicos, historiadores masones y
profanos, y profanos anti masones, han escrito muy
diversamente sobre este interesante tema. Los primeros le han
dado orígenes místicos y hasta fantásticos, según sus ideas y a
la comprensión que tenían de ella; los historiadores, tanto
masones como profanos, le dan orígenes que deducen del
estudio de su historia y de los elementos de prueba que han
podido obtener, y de entre ellos, uno de los que más se ha
acercado a la verdad histórica con seriedad objetiva, ha sido el
H J. G. Findel. Los escritores anti masónicos y especialmente
los católicos, han falseado su historia, atribuyéndole fines
nefandos y anti religiosos.
Entre aquellos que más se han acercado a la verdad
histórica, unos la hacen derivar de los Rosacruces, otros, de los
Colegios de Pontífices romanos o de las corporaciones y guildas
de artesanos de la Edad Media, llegando otros a limitar su
origen, de la fundación de la Gran Logia en Inglaterra en 1717,
cuando la Masonería abandonó su carácter operativo, para
conservar exclusivamente el especulativo, o sea el de la
construcción del hombre interno, moral y espiritualmente.
La variedad de orígenes que se ha atribuido a la Masonería
es precisamente índice seguro de su remota antigüedad;

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porque, de no haber sido así, habríase podido establecer,
históricamente, su verdadero origen.
La Masonería tiene, indiscutiblemente, una antigüedad de
milenios. Nace con la construcción de los templos y palacios de
la Caldea, la Asiria, el Egisto, Creta, etc., en su más remota
época. Necesitándose para la construcción de esos enormes y
grandiosos edificios, de arquitectos, jefes, capataces y multitud
de obreros, todos ellos se agrupaban en comunidades, tanto
para el aprendizaje del arte de construir, como para el trabajo,
creándose así una jerarquía, cuyo jefe supremo era el arquitecto
director de los trabajos. Estas comunidades eran autónomas y
nómades, trasladándose dentro de su territorio, de un lugar a
otro, según las necesidades de la obra.
Se dieron leyes y reglamentos propios para su gobierno
interno, necesarias para el secreto de la construcción, las que
eran obedecidas estrictamente, y que, con el tiempo, dada la
absoluta semejanza de las distintas comunidades de
constructores, se hicieron de general uso entre todas ellas, sin
que por ello perdieran cada una su autonomía, pero dando a
todas ellas un carácter especial común, que las distinguía de
las otras corporaciones de artesanos. Al correr del tiempo estas
comunidades de denominaron Logias, naciendo así la masonería
operativa.
Los grandiosos y bellísimos templos y palacios que
construían los masones, habitados por sacerdotes, reyes y
grandes personajes, llenaban de admiración, no solamente a
quienes los habitaban y contemplaban, (como nos asombran
aún hoy sus ruinas), sino también a aquellos que los habían
construido, quienes experimentaban una profunda sensación de
religioso temor ante sus propias obras y por las de la
Naturaleza, su maestra e inspiradora; y, como entre los
arquitectos y jefes de las Logias se hallaban muchos que
pertenecían a las Escuelas de los Misterios en las que se
iniciaban en la Doctrina Secreta de la Humanidad en el interior y
silencio de los mismos templos que ellos habían construido,
esos iniciados quisieron hacer partícipes de parte de dichas
enseñanzas a sus compañeros de labor comunicándoselas
gradualmente en el interior de la Logias a los Jefes,
Compañeros y Aprendices, dando a dichas enseñanzas el
carácter de iniciaciones, cuyos símbolos y alegorías fueron los

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instrumentos de trabajo y las escenas de la construcción,
naciendo de este modo la masonería especulativa.
Ambas ramas de la Masonería, la operativa, que enseñaba
a construir templos y palacios materiales y la especulativa, que
enseñaba a construir el templo interno del hombre integrado,
superior, constituyeron la Masonería Simbólica Universal o Arte
Real.
En la Edad Media o más exactamente en el año 926 de
nuestra era, en Inglaterra el rey Athelstan, encargó a su hijo
Edwin (o hermano menor, según algunos autores) que reuniese
a todos los masones del país en una asamblea general. Edwin
los reunió en la ciudad de York, y esta fue la primera asamblea
de las Logias Masónicas. En ella se unificaron formas de
trabajo, líneas de conducta, y se formularon leyes y
reglamentos que fueron adoptados por la que ya era una Orden,
y constituyeron las llamadas “Constituciones de York” y más
tarde los “Antiguos Cargos y Regulaciones de un Francmasón”,
los que, con los antiguos Usos y Costumbres, practicados por
ellos, desde antiguo, o la ley no escrita, formaron las leyes y
reglas declaradas inmutables para que la Francmasonería fuera
lo que es hasta el presente y en el futuro, y se distinguiera de
toda otra sociedad humana.
Más tarde a fines del siglo XVI, cuando los secretos de la
construcción habían dejado de serlo y la Masonería había
llegado a ser una institución importante, fueron admitidos en
ella hombres de condición elevada de toda clase, y se iniciaron
en ella reyes, príncipes, filósofos y hombres de ciencia, y, entre
ellos, muchos rosacruces que la ayudaron en su elevada
función, y que fueron llamados miembros aceptados por no
pertenecer a la clase de los constructores. Desde esa época se
adoptó para la Orden, la denominación de Francmasonería.
En 1717, cuando se fundó la Gran Logia de Inglaterra, fue
abandonado definitivamente el carácter operativo, limitándose
nuestra Augusta Orden a practicar la parte iniciática o
especulativa, o sea aquella que por medio de sucesivas
iniciaciones, en los tres grados de Aprendiz, Compañero y
Maestro, agregándose a éste último en 1808 el grado de la Silla,
para aquél que gobierna una Logia, y el rango de Past Master
(Maestro Pasado). Un ciclo de enseñanzas, profundamente
filosóficas desde lo humano hasta lo Divino, que hacen del

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iniciado un hombre perfecto y útil en la vida de la humanidad, si
es que estudia, comprende y practica sus sublimes enseñanzas.
CAPÍTULO 3

LA INICIACIÓN
La Iniciación se define en los diccionarios como:
“Ceremonia por la cual se admitía a uno a la participación y
conocimiento de ciertos misterios de las antiguas religiones.
Hoy se usa en las sociedades secretas. Por extensión: acción
de adquirir los conocimientos más esenciales en cualquier
materia”.
Esta definición es la que podemos llamar académica; tiene
dos acepciones: la primera se relaciona con los iniciados en los
antiguos Misterios de Creta, Orfeo, Eleusis, Mitra, etc., en los
que el postulante, pasando largas ceremonias y pruebas
terribles, para demostrar su fortaleza física, moral y mental y
que, si las superaba, se le permitía ser admitido en las Escuelas
de Misterios, siendo iniciado en ellas, por grados ascendentes
sucesivos y, por medio de estudios y prácticas, y experiencias
determinadas, desarrollaba en sí mismo facultades internas
psíquicas, mentales y, en algunos casos, espirituales, y con
ellas la adquisición de conocimientos y la posesión de fuerzas
ocultas de la naturaleza con las cuales se convertía en
poderoso agente de ellas, que empleaba, ya sea como
Sacerdote o Rey en el dominio de las gentes del mundo exterior.
Estos poderes eran tan grandes, que producían en estas últimas
gran admiración, profundo respeto y hasta terror.
La segunda acepción de la palabra iniciación, dada por los
diccionarios, o sea el conocimiento de los principios esenciales
de una materia (ciencia, arte, oficio, etc.), no nos interesa,
porque, en realidad, no constituye una iniciación, en el sentido
de que nos ocupamos.
Con el andar de los siglos, las antiguas escuelas de
Misterios desaparecieron, y algunos de sus secretos han dejado
de serlo, pues son ya del dominio público, como son el
hipnotismo, el magnetismo, la telepatía, la electricidad y, hoy,
la fuerza atómica. Otras fuerzas más serán descubiertas en el
futuro, innumerables fuerzas que existen, pero que aún se
desconocen, o que la ciencia moderna no acepta porque no
tiene medios para comprobar su existencia; pero que los

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modernos iniciados conocen y practican, aprendidas por ellos
en las Escuelas Secretas de hoy en sus secciones esotéricas.
Estas iniciaciones, sin embargo, despiertan únicamente
facultades psíquicas y mentales a lo más en sus adeptos, que
permite a estos, practicar actos de magia, o sea su dominio y
empleo, para obtener ciertos efectos no comunes, de elementos
invisibles de los planos psíquico y mental.
La iniciación superior, o sea la conduce al iniciado al
conocimiento de la verdadera sabiduría, o Sabiduría Divina, no
se obtiene por medio de posturas determinadas, ejercicios de
respiración, práctica del Hatha Yoga, etc., sino por una
conducta de vida moral, mental y espiritual, ayudada por la
práctica de Yogas superiores, los que desarrollan las facultades
internas más elevadas en el hombre. Este asciende por grados
(iniciaciones) a estados de conciencia cada vez más internos
que le conducen hacia una perfección que le regenera e integra
espiritualmente, aprendiendo, de este modo a conocerse a sí
mismo, lo que, en términos de iniciación significa conocer al
Dios que uno tiene dentro de sí. Estas iniciaciones son las
llamadas Grandes Iniciaciones.
Nuestra Augusta Orden, la Francmasonería, es una de las
más antiguas escuelas iniciáticas que existen hoy, heredera, en
su carácter especulativo, de las antiguas escuelas de Misterios,
pero en grado menor, con símbolos y alegorías para su
enseñanza, propias de su origen y de la naturaleza de su función
operativa, o sea de la construcción de grandes edificios por sus
antiguos miembros. Ella (me refiero siempre y únicamente a la
Masonería Simbólica Universal), en sus inigualables grados de
aprendiz, compañero y maestro, completado este último con el
admirable y hondamente significativo grado de la Silla, para
quienes ocupan la jerarquía de Maestros de Logia, contiene en
sí un conjunto integral de enseñanza simbólica de una profunda
filosofía, no igualada por ningún otro grado de los creados más
tarde en los diversos Ritos que hoy existen. Por una iniciación
sucesiva y gradual, moral, mental y espiritual, permite a quienes
la reciben que, en todos los senderos de la vida humana que el
Destino les depare caminar, lleguen a obtener la posesión de
grandes virtudes que hagan de ellos guías, maestros y, sobre
todo, ejemplo para todos los hombres, sus hermanos, tanto en
el interior secreto de los templos de la Orden, como también en
los caminos exteriores del mundo profano.

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Esta la iniciación que la Francmasonería confiere a sus
afiliados cuyos deberes y obligaciones han jurado cumplir en el
Altar de sus Templos al ser admitidos en sus diversos grados.
Esta es la iniciación masónica que hace del hombre que la
recibe, si quiere y sabe cumplir esos deberes, ser noble, bueno,
digno de ser respetado y, sobre todo, útil en la sociedad en la
que le toque transcurrir su existencia en esta vida mortal.
La masonería no pretende hacer del hombre un mago o un
santo que posea facultades internas psíquicas y mentales que
le permitan dominar a los elementos invisibles del más allá;
esto está reservado para las modernas sociedades secretas de
las que hemos hablado más arriba.
Pero la Masonería ha olvidado en la actualidad los deberes
de la iniciación. Para sus afiliados la iniciación es una simple
formalidad, una ceremonia interesante, pero intrascendente.
Olvidando el objeto fundamental de su misión, se preocupa
únicamente de hacer obras de beneficencia, instrucción de
cultura, etc.; mas no cambian, no se convierten en verdaderos
masones u hombres regenerados. Esas obras son muy buenas,
aún más, son muy necesarias, pero, para la Masonería son el
corolario de lo otro, de lo principal, que es la formación del
hombre. ¿Es, acaso, para reunirse y hacer esas obras, necesaria
la iniciación, las ceremonias, símbolos, el secreto, un templo?
Basta formar una sociedad y trabajar en esos propósitos.
Los postulados fundamentales de la Francmasonería,
profundamente filosóficos, que sugieren la idea de una religión,
única, universal y adogmática, que una a los hombres en una
sola familia, son: la “Creencia en la existencia de un Ser
Supremo (Dios), un Espíritu Eterno, infinito, impersonal e
inmanente, a quien ella da el nombre simbólico de Gran
Arquitecto del Universo” o sea el Creador de todo lo existente, y
en el que todo está contenido; y en la “Inmortalidad del Alma” (o
mejor dicho, del Espíritu), es decir, de la existencia eterna,
infinita del hombre verdadero.
Dentro de estos dos principios fundamentales se encierra
toda enseñanza de la Francmasonería Simbólica Universal en un
lenguaje expresado en sus símbolos y alegorías, a través de los
tres grados de aprendiz, compañero y maestro, si el masón los
estudia, comprende y vive, descubriendo en él insospechables
panoramas de fuerza, belleza y sabiduría.

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Para terminar este capítulo, deseo hacer mención de dos
Grandes Iniciados de aquellos a quienes me he referido en un
párrafo anterior.
Uno de ellos, Pitágoras, el gran filósofo iniciado, de
Samos, quien después de largos viajes, durante los cuales
recibió la iniciación, fundó una escuela, que llevó su nombre, en
Crotona. En dicha escuela impartió un sistema de enseñanza de
aquello que él había aprendido durante esos viajes, la cual abría
las puertas de la iniciación a sus discípulos. Con esa escuela
tiene muchos puntos de semejanza la Masonería Simbólica,
aunque en esfera mucho menor.
El 47° teorema (no problema como muchos lo llaman),
denominado por los matemáticos el 47° teorema de Euclides,
forma parte de la insignia que llevan los Maestros Pasados en
nuestra Orden, como símbolo de perfección.
El otro Gran Iniciado, el que todos conocemos y más
veneramos entre todos los hombres, y que consideramos divino,
es el Maestro Esenio Jesús, el cual dio su nombre a la religión
cristiana. Jesús nunca fundó una religión. La fundó más tarde
siguiendo sus enseñanzas, el Apóstol San Pablo luego de su
conversión en el camino de Damasco. Jesús, que había pasado
una parte de su adolescencia y juventud con la Fraternidad de
los Esenios, iniciados judíos, durante sus tres años de
peregrinación por Palestina, predicó una enseñanza a los
hombres, cuya tónica era el Amor y su meta, lo que él llamaba
el reino de Dios. Esa enseñanza se resume en el admirable
Sermón de la Montaña, síntesis de un verdadero sendero de
iniciación.
Ese sermón contiene una frase que nosotros los masones
deberíamos tener siempre en nuestra mente, porque, en su
brevedad, contiene todo un mundo de evocación que nos incita
a caminar por el sendero de nuestra propia iniciación. Esa frase
dice: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás
vendrá por añadidura”.
Y el “Reino de Dios y su justicia” es, para nosotros los
masones, buscar nuestro propio progreso, para alcanzar la
perfección de nuestro ser; y las obras de bien, de cultura, etc.,
que hagamos en el mundo profano, solos o en unión de nuestros
hermanos, será “lo demás que vendrá por añadidura”.
Y así es como se alcanza la verdadera iniciación masónica
que se recibe ceremonialmente en el Altar de nuestros Templos.

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CAPÍTULO 4

LA LOGIA
Desde el principio de la existencia de la Masonería
operativa, los masones, Jefes, obreros y aprendices se reunían
en locales que levantaban a inmediaciones de los edificios que
estaban construyendo. En esos locales, que eran provisionales y
que trasladaban de un lugar a otro, según las necesidades de la
construcción de templos y palacios, los obreros y aprendices
recibían instrucción de sus jefes, y estos del maestro director
de la obra, tanto para el aprendizaje de la profesión, como para
las diversas labores en la construcción del edificio que estaban
levantando.
Más tarde y al mismo tiempo, cuando la enseñanza del
oficio, se agregó la enseñanza moral, intelectual y espiritual, o
sea la especulativa (iniciática), y por el multiplicarse de las
construcciones materiales en diversas comarcas y ciudades, se
hizo necesario establecerse en determinados lugares; los
diferentes grupos de masones construyeron locales
especialmente destinados para sus reuniones y especialmente
adaptados para comunicar, separadamente y en secreto, los
grados iniciáticos de aprendiz, compañero, y de maestro más
adelante, tomándose, para ello, como símbolos, los
instrumentos y herramientas del arte de construir, y como
alegorías, los relatos del antiguo Testamento que tratan de la
construcción del templo por el Rey Salomón. Esos edificios
especiales tomaron, con el tiempo, el nombre de Logias.
La palabra Logia se deriva de la latina Loggia que significa
lugar cerrado o cubierto y, según algunos autores, del sánscrito
Loka cuyo significado es lugar, sitio.
La Logia es, por consiguiente, el lugar donde se reúnen los
masones para efectuar sus trabajos, tanto simbólicos como
administrativos, y este nombre se aplica también a las
reuniones de los masones, porque se dice que están “reunidos
en Logia”.
La Logia es el foco central de la Masonería Simbólica, es
decir, de toda la Masonería. Todo lo que significa nuestra orden
está centralizado en ella. Es a la vez Templo y Taller simbólico
de Trabajo. No hay, ni puede haber masón, cualquiera que sea el
Rito al que pertenezca y grado o cargo que posea, que, para

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poseer, el estado de regularidad en la Orden, es decir, poder
actuar en ella, no esté afiliado y activo en una Logia simbólica.
No es necesario que describamos en detalle el interior de
una Logia; todo masón lo conoce, o debe conocerlo
perfectamente, de acuerdo con el grado que posea. Bástenos
decir que ella representa la Tierra, el mundo en el que vivimos,
en toda su extensión, de altura hasta el infinito, de profundad
hasta su centro, de ancho y de largo también hasta el infinito,
es decir, en su máxima dimensión y en el cual nos encontramos
morando y cumpliendo la misión que nos ha tocado representar
en esta vida.
La Logia es Templo, porque en ella y dentro de ella,
únicamente, se practican las ceremonias, especialmente las de
iniciación en cada grado, así como también la enseñanza
secreta, por medio de símbolos y alegorías, de la filosofía más
bella y humana, para el perfeccionamiento del hombre, en sus
tres grados de aprendiz, compañero y maestro.
Es taller, porque en ella se tratan y discuten asuntos de
orden administrativo y de gobierno de la misma, que le dan
simbólicamente ese carácter.
La Logia, hemos dicho más arriba, es el foco central de la
Francmasonería; podemos decir, es la Masonería misma. En ella
se concentra toda la vida masónica. Nada estrictamente
masónico puede ni debe hacerse fuera de su recinto. Cualquier
asunto de esta clase, especialmente de instrucción, que se
efectúe en lugar distinto, cualquiera que éste sea, con
excepción de los administrativos, y no en Logia abierta y en el
grado correspondiente, constituye una falta a los deberes y
juramentos del masón o masones que lo hagan. La Logia es la
única escuela; no existe otra alguna.
La Logia tiene tres secciones para el desempeño de su
labor iniciática y que corresponden a los tres grados que
confiere; la Logia de Aprendices, en la que confiere este grado y
trata de todos los asuntos generales y a la que asisten todos los
miembros de ella, pues todos ellos poseen este grado; la
Asamblea de Compañeros, que otorga este grado y trata todos
los asuntos que a él corresponden; a ella asisten los
Compañeros y Maestros, porque todos ellos son Compañeros; y
la Cámara del Medio, en la cual se confiere el grado de Maestro
y se trata los asuntos que corresponden a este grado y, además,
todos los asuntos de importancia masónica y administrativa que

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sólo corresponda conocer y decidir a los que poseen el grado de
Maestro , que es el más alto del Simbolismo.
Existe también otra sección en la Logia: la Cámara de
Maestros Instalados, formada por todos los Maestros que han
ocupado el Cargo de Venerable Maestro de la Logia y que, por lo
tanto, se hallan en posesión del grado de la silla, mas, de ésta
nos ocuparemos en su oportunidad.
Las Logias son autónomas y completamente
independientes unas de otras. Ninguna de ellas ni ninguno de
sus miembros cualquiera sea su grado o rango, puede intervenir
en los asuntos, tanto masónicos como administrativos de otra.
Las únicas autoridades que reconoce son la del Gran Maestre,
Jefe Supremo de la Jurisdicción a la que pertenecen, y la Gran
Logia, así denominada porque es una Logia constituida por
todas ellas conjuntamente, que, de ese modo establecen un
cogobierno sobre las mismas, con el fin de darse leyes y
reglamentos administrativos uniformes para todas. Esas leyes y
reglamentos, denominadas generalmente Constituciones y
Estatutos, etc., deben, sin embargo, estar a todo y siempre,
adaptadas y conformes con las Leyes Fundamentales de la
Masonería Simbólica, que rigen desde antaño, que constituyen
la razón misma de su existencia, dándole un carácter único y
distinto de toda otra institución humana y que, por lo tanto, son
eternamente inmutables, no pudiendo ningún masón ni grupo de
masones cambiarlas ni alterarlas en ningún sentido, ni
consentir que otros lo hagan. Esas Leyes son:
 Los antiguos Cargos y Regulaciones de un Francmasón,
llamados también las Constituciones de York, por haber
sido instituidas en la primera Asamblea de masones
reunida en esa ciudad en el año 926 de nuestra era.
 Los Antiguos Usos y Costumbres, o sea la Ley no escrita
de la Francmasonería, es decir, todos los usos y las
costumbres que se han ido estableciendo y fijando
definitivamente en el cumplimiento de los ceremoniales,
trabajos de todo orden en la vida masónica, tanto
colectiva como individualmente y que diferencian nuestra
Orden de toda otra institución, y
 Los antiguos Linderos, que comprenden la síntesis de los
principios, derechos y obligaciones, tanto de las Logias,
como de los masones, individualmente, que deben

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cumplirse y que no deben, ni pueden ser modificados
jamás.
Las Logias son gobernadas por un hermano del grado de
Maestro, elegido por sus hermanos del mismo grado en la
Cámara del Medio, a quien se da el tratamiento y título de
Venerable Maestro. Para poder desempeñar su alto cargo, debe
poseer determinadas cualidades y un perfecto conocimiento de
la Masonería. Luego de su elección y antes de ser instalado en
la Silla, debe someterse a la aceptación de quince de los
Antiguos Caragos y Regulaciones, esenciales para poder ocupar
su cargo, y prestar el juramento solemne de cumplirlos.
Enseguida, debe recibir el grado de la Silla, que únicamente un
Maestro de Logia, debidamente elegido puede recibir, sin el cual
no puede ocupar el trono de la Logia. El solemne juramento
prestado le confiere el rango y derecho de un Regulador de la
Orden, que sólo él puede ostentar.
Todas las ceremonia indicadas, deben ser practicadas por
el Venerable Maestro cesante y los past Maestros de la Logia,
en Logia abierta, los cuales constituyen la Cámara de Maestros
Instalados de la Logia. Es un derecho, y aún más, un privilegio
del Venerable Maestro cesante el instalar y otorgar el grado de
la Silla a su sucesor en su propia Logia y nunca fuera de ella.
Ninguna otra autoridad, comprendido el Gran Maestro, salvo en
casos excepcionales, debidamente justificados, puede practicar
tales ceremonias sin atentar contra ese derecho y contra la
independencia y autonomía de una Logia.
Mucho más podría escribirse sobre las Logias; pero lo ya
expresado en estas líneas basta para dar a conocer su
significado y gran importancia dentro de la Masonería
Simbólica.

SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO 5

LA JERARQUÍA
La Francmasonería (me refiero siempre y únicamente a la
Masonería Simbólica, la antigua, genuina y pura Masonería),
establecida originalmente por constructores de edificios, es una
institución democrática, con relación al ser humano, porque
considera a todos los afiliados a ella como hermanos sin
distinción de razas, castas, rangos sociales, etc., dentro de sus

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límites internos; mas, es también eminentemente jerárquica,
como lo es toda organización de orden iniciático.
Su divisa, además de la de “Salud, Fuerza, Unión”, es la de
“Libertad, Igualdad, Fraternidad”, creada por los
Enciclopedistas, cuya mayoría eran masones en el siglo XVIII,
durante la Revolución Francesa, para la primera República, la
adoptó nuestra Orden, mas no en el sentido político-social sino
en su más amplio sentido humano y, sobre todo, humanista. Esa
divisa se halla magníficamente interpretada en la sencilla y
bellísima definición que se da en la obra titulada “Freemasonry
and it´s etiquette” escrita por un “Old Past Master”, que
traducimos aquí:
“La Masonería puede ser definida como la más alta
expresión de aquel noble lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad”
y su verdadero significado ha sido felizmente descrito como ´la
construcción de cada parte de un hombre en una mansión
espiritual, apta para la habitación de Dios´”.
La Jerarquía masónica tiene, por tal motivo, dos aspectos;
uno fundamental que es el que corresponde a los Grados de
iniciación, cuya finalidad exclusiva es el progreso interno, no
simplemente formal, del hombre para elevarlo por grados
sucesivos ascendentes a la integración de sí mismo y al
cumplimiento de la misión que le toca desempeñar en el mundo
en el que vive y habita.
El segundo aspecto es el que corresponde al gobierno y
administración de su Organización.
La jerarquía iniciática se manifiesta en orden ascendente;
la de gobierno y administración, en orden descendente. La
primera va ascendiendo a medida que el masón crece en
conocimiento y comprensión de su condición de tal. La jerarquía
de gobierno y administración va descendiendo en relación con
el rango y función de quienes la componen.
En la mayoría de los casos, ambas jerarquías se confunden
y complementan.
Vamos a ocuparnos de ellas, principiando por la
estrictamente masónica o sea la iniciática, porque ella
constituye la única y fundamental razón de la existencia de
nuestra muy amada y Augusta Orden.
Como ya lo hemos indicado en capítulos anteriores, la
Masonería Simbólica desarrolla a través y por medio de un
sistema propio, simbólico-alegórico, una bella y profunda

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filosofía humana que eleva al hombre que la estudia y vive a
alturas de conocimiento y sabiduría insospechadas. Ese
desarrollo es gradual, dividido en tres etapas sucesivas y
ascendentes que se denominan Grados, llamados de Aprendiz,
de Compañero y de Maestro, siendo este último Grado el más
elevado del ciclo de desarrollo iniciático, por lo que se le define
como sublime, o sea insuperable. A este Grado se agregó en los
albores del siglo XIX, un Grado más llamado de la Silla; pero
este Grado, que es más un Rango que otra cosa, es únicamente
complementario del Grado de Maestro y se otorga solamente al
Maestro que ha sido elegido para Gobernar una Logia. Significa,
simbólicamente la perfección y excelencia que ha alcanzado
quien ha merecido, por tal motivo ocupar la Silla de Gobierno de
la Logia. Nos ocuparemos de este Grado o Rango con más
detalle, cuando tratemos de la Jerarquía administrativa.
Diremos ahora, únicamente que no supera al Grado de Maestro,
el cual completa al masón en su condición de tal, confiriéndole
únicamente un Rango y Dignidad superior.
La Jerarquía estrictamente masónica, cuando es
realmente practicada y no simplemente formal, es decir, vivida
por le masón, hace de éste un hombre superior al común de los
del mundo profano moral, intelectual y aún espiritualmente.
Formado por los tres grado simbólicos a los que nos hemos
referido, de los cuales el de Maestro es el mayor de la
Jerarquía, confiere a quien lo posee la total plenitud de la
calidad de Masón, siendo el grado de la Silla superior en
dignidad y rango mas no en calidad masónica, es decir,
iniciática. El Maestro completa esta calidad.
Pasando ahora al segundo aspecto de la Jerarquía, o sea
al de Gobierno y administración, diremos que éste se divide en
dos grupos:
 La Gran Logia;
 El Gran Maestre de los masones de la
Jurisdicción.
La Gran Logia está constituida por los Representantes de
cada una de las Logias que ocupan el territorio jurisdiccional.
Dichos Representantes se denominan masónicamente, Grandes
Representantes y son, el Venerable Maestro y los dos Vigilantes
que componen la Trinidad gobernante de la Logia, y, además los
Venerables Maestros pasados (Past Maters) activos de la Logia,
y por lo tanto, son miembros de derecho de la Gran Logia. De

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esta manera se cumple lo prescrito por el XII° Antiguo Lindero
que dice: “El derecho de todo masón de ser representado en la
Gran Logia”. Y los son por medio de las Dignidades de su
respectiva Logia.
La Gran Logia es, por consiguiente, una Logia constituida
por todas las Dignidades de cada una de las Logias que
componen una Jurisdicción; es una Asamblea de todas ellas,
una auto-autoridad que ellas se dan a sí mismas para unificar
sus leyes de gobierno y administración, fijando un orden y
confirmando cuanto ya hemos dicho antes, que las Logias son el
Foco Central de la Francmasonería.
La Gran Logia está gobernada por un Oficial que lleva el
nombre de Gran Maestre (no Gran Maestro), el cual es la
autoridad suprema de la Masonería Simbólica en cada
Jurisdicción, de conformidad con el Antiguo Lindero IV°, que
prescribe: “El gobierno de la Fraternidad por un Oficial que la
preside llamado Gran Maestre”. Este Oficial debe ser elegido
por la Gran Logia, la cual representa a todos y cada uno de los
masones de la Jurisdicción y en su nombre actúa, y no por cada
masón individualmente, o sea por el que se ha dado en llamar
Pueblo Masónico, término indebido que no corresponde al
carácter especialísimo de nuestra amada Augusta Orden. El
nombre de pueblo se da al conjunto de habitantes de una nación
políticamente constituida y comprende a la totalidad de seres
que la habitan, sin distinción de clases, razas, sexo. Pero la
Masonería sólo tiene en su seno hombres que están unidos por
un mismo ideal que persiguen, aparte de toda condición racial,
social o cualquier otra distinción que ostenten en el mundo
profano. Componen una Comunidad o Fraternidad que los
distingue de todo otro hombre que no pertenezca a la
Masonería. No puede, ni debe, pues dárseles sin menoscabar su
condición, el nombre de Pueblo.
Al ser elegido el Gran Maestre por la Gran Logia, se
cumple, no solamente el Lindero que acabamos de citar, sino,
además, uno de los antiguos Usos y Costumbres de nuestra
Orden, que no pueden se jamás modificados.
El Gran Maestre es la Suprema Autoridad de la Orden y,
una vez instalado en la Silla del Rey Salomón, y recibida la
Palabra, asume, masónicamente, todos los Poderes. Es el
Supremo Regulador de la Orden y autoridad absoluta e
indiscutible sobre la Gran Logia, las Logias y los masones

16
individualmente en todo aquello que concierne a los asuntos
puramente masónicos, estando sujeto a la mayoría en los de
gobierno y administración únicamente. Debe, por lo tanto, ser
un masón perfectamente conocedor de la Orden, de su misión y
significado, experimentado e instruido, de costumbres
intachables y de buena posición en el mundo profano. Cualquier
hermano que tenga el grado de Maestro puede ser elegido a
este Supremo Cargo, y en el caso de que no poseyera el Grado
de la Silla, será necesario conferírselo, siendo esta la única
ocasión en la que se pueda conferir este Grado a quien no
hubiese alcanzado regularmente el Gobierno de una Logia.
La segunda persona de la Jerarquía de Gobierno es el
Diputado Gran Maestre. Este oficial que, de acuerdo con los
Antiguos Usos y Costumbres, debe ser nombrado por el Gran
Maestre y no elegido, es sólo una Alta Dignidad, manifestándose
su autoridad únicamente cuando preside una tenida de la Gran
Logia por ausencia momentánea del Gran Maestre y cuando
éste se ausenta por un determinado tiempo, y si cesa en su
cargo por renuncia o pase al Or Et, le reemplaza con la
autoridad de Gran Maestre pro tempore; mas sin asumir la Alta
Dignidad que únicamente corresponde al Gran Maestre
debidamente elegido e instalado en la Silla y en posesión de la
Palabra, ocupando el Cargo hasta que el nuevo Gran Maestre
sea debidamente elegido e instalado.
Son también Grandes Dignidades de la Gran Logia los dos
Grandes Vigilantes, pero sin más autoridad que la que les dan
sus funciones en las tenidas de la Gran Logia, pudiendo llegar el
caso de que por ausencia de las Dignidades superiores, tengan
que presidir, eventualmente, una tenida de Gran Logia.
Los Grandes Maestres pasados (Past Grandes Maestres)
son Dignidades de derecho de la Gran Logia, mientras se
encuentres en actividad, teniendo preeminencia sobre los
Grandes Vigilantes para presidir la Gran Logia por ausencia
momentánea del Gran Maestre y del Diputado Gran Maestre, en
orden de mayor inmediatez al cargo de Gran Maestre
desempeñado. No poseen autoridad sino Alta Dignidad y Rango.
Cuando preside el Gran Maestro, debe declarar que abre y
cierra la tenida de la Gran logia “en amplia forma”, debido a que
al presidirla le comunica toda la amplitud de su autoridad
suprema, pudiéndose tratar en ella todo asunto estrictamente
masónico o administrativo, sin excepción alguna; mas, si la

17
preside el Diputado Gran Maestre o un Gran Maestre pasado, se
abre y cierra la Tenida “en debida forma” y si la preside un Gran
Vigilante y otro Oficial, sólo “en forma”. Estas frases deben ser
declaradas por quien preside una tenida de Gran Logia; esta
asume todos los poderes sin limitación alguna; mientras que
éstos se van limitando a medida de quien preside la tenida, y
hay asuntos que únicamente pueden debatirse bajo la
presidencia del Gran Maestre titular.
A las Grandes Dignidades mencionadas, siguen los
Grandes Oficiales, los que, en rango descendente, ocupan
cargos, tanto rituales y ceremoniales como administrativos, con
funciones específicas para cada uno de ellos, sin autoridad
fuera de esas funciones. De dichos cargos, los más importantes
son los de Gran Capellán, quien ocupa la tribuna de la Gran
Logia, pronuncia las oraciones, emite sus conclusiones sobre
asuntos debatidos y cuida de que no se violen las leyes
fundamentales de la Orden; el Gran Secretario, quien tiene a su
cargo la marcha administrativa, el registro de todos los actos
de la Gran Logia y es el único trámite regular de ella y del Gran
Maestre, con las Logias de la Jurisdicción y las Potencias de la
Correspondencia; y el Gran Tesorero, el cual tiene a su cargo el
movimiento económico-financiero de la Gran Logia y su
contabilidad.
La Masonería Simbólica es, por consiguiente, gobernada
por dos Grandes y únicas autoridades: el Gran Maestre,
autoridad Suprema sobre todas, y la Gran Logia, Asamblea de
todas las Logias, auto-gobierno de sí mismas, cuerpo
deliberativo que actúa bajo la autoridad del Gran Maestre o de
quien la preside en su nombre. Todo otro cuerpo que se
constituya y las Comisiones que se creen para el mejor gobierno
de la Jurisdicción son dependencias de esas Altas Autoridades
y no tienen ni deben tener autoridad alguna directa sobre las
Logias, masónica ni administrativamente, siendo la Gran
Secretaría el único trámite legal entre las Logias y sus
autoridades natas. De otro modo, se rompe y viola la autonomía
e independencia de las logias y los Linderos XII°, mencionado
anteriormente, y XIII° que prescribe “El derecho de todo masón
de apelar ante la Gran Logia de las decisiones de su Logia”,
únicos Linderos que se refieren a las relaciones entre la Gran
Logia y los hermanos que de ella dependen. Y, además de esos

18
Linderos se falta también a los antiguos Usos y Costumbres que
de ellos emanan.
El segundo grupo de Autoridades corresponde al gobierno
de las Logias.
Ya hemos indicado y repetido anteriormente que las
Logias, constituyen el núcleo central de la Francmasonería en
su totalidad, que son ella misma. Porque es en la Logia y
únicamente en ella, en el interior de su impenetrable recinto, en
donde se desarrolla toda la vida masónica interna. Es la escuela
en donde se aprende; el Taller en donde se trabaja con las
herramientas simbólicas y la escenificación de las alegorías
que permiten interpretar y poner en práctica en la vida del
mundo profano las hermosas enseñanzas, la sublime filosofía,
que hacen de nosotros, los masones, (o deben hacer), hombres
debidamente preparados moral, intelectual y espiritualmente,
para poder ayudar y servir en todos los aspectos de esa vida
profana a la humanidad que nos rodea.
Las Logias son gobernadas por un Jefe Supremo e
indiscutible en ellas, al que hemos mencionado antes con el
nombre de Maestro y el tratamiento de Venerable. Podemos
comprender, desde ahora, que para que el Jefe de una Logia
pueda estar preparado para hacer de ella esa fragua de
elevadas enseñanzas y para la formación de sus miembros, es
menester que el Venerable Maestro que se elija sea un
Verdadero Maestro; que posea cualidades de educación,
cultura, conducta, perfecto conocimiento y amor a nuestra
Orden; dignidad personal para ser respetado por sus hermanos,
etc., que le hagan ser merecedor de ocupar la Silla de una
Logia.
El Venerable Maestro tiene en su Logia mayor importancia
aun que el Gran Maestre, porque si bien éste representa al
máximo grado de Sabiduría y Dignidad en toda la Orden, sus
funciones efectivas son más de Gobierno, disciplina, unificación
y poder, como también de defender los principios y Leyes
fundamentales de la Orden contra todo intento de cambio o
modificación, el Venerable Maestro es quien guía y enseña al
verdadero masón; le inculca y graba profundamente en él la
verdadera esencia y sentido de su carácter de tal.
Traducimos aquí del libro ya mencionado las siguientes
frases que se refieren al Venerable Maestro:

19
“El Venerable Maestro es el supremo regulador, y cuando
ha decidido sobre puntos de orden o sobre otras materias de
más grave importancia, no debe permitir de ningún modo
apelación a la Logia de sus decisiones. La única posible
apelación del Maestre es a la Gran Logia Provincial (de la que
depende la Logia) o a la Gran Logia, según los casos”.
“Todo Venerable Maestro está sujeto a la especial
obligación de no permitir ni sufrir ninguna desviación de los
Linderos establecidos de la Orden”.
Por esta razón el Venerable Maestro es declarado al jurar
el Cargo, Regulador de la Orden, luego de haber prometido “no
alterar ni permitir que se alteren los Antiguos Linderos de la
Masonería”.
Los Vigilantes son dos y gobiernan cada una de las
Columnas de la Logia durante los trabajos de ésta, siempre bajo
la autoridad y órdenes del Venerable Maestro. El Primer
Vigilante dirige la Columna del Sur en la que se sientan los HH
Compañeros y el Segundo Vigilante, la Columna del Norte en la
que se sitúan los HH Aprendices. Ambos Vigilantes, junto con
el Venerable Maestro, constituyen la Trinidad gobernante de
una Logia.
Estos Oficiales principales pueden, llegado el caso, por
ausencia momentánea del Venerable Maestro y de los
Venerables Maestros pasados de la Logia (Past Masters),
presidir la Logia; pero, en este caso, únicamente para
convocarla y tratar de asuntos administrativos; mas nunca para
ceremonias masónicas de cualquier clase, para efectuar las
cuales se requiere exclusivamente de hermanos que estén en
posesión del Grado de la Silla sin cuyo requisito no se puede
ocupar el Trono de una Logia. Por este motivo, cuando preside
la tenida uno de los Vigilantes debe hacerlo desde su Sitial,
quedando vacío el Trono.
Son también Dignidades de una Logia los Venerables
Maestros pasados (Past Masters) o sea los hermanos que han
sido Venerables Maestros de la Logia y, por lo tanto, poseen el
Grado de la Silla. Estos hermanos, ostentan Dignidad y Rango,
mas no autoridad, la que corresponde únicamente al Venerable
Maestro actuante de la Logia. Su lugar es en el Estrado del
Oriente, a la izquierda del Trono, ocupando éste, a la izquierda
del Venerable Maestro, el Maestro pasado inmediatamente
anterior a aquel.

20
En caso de ausencia momentánea o temporal del
Venerable Maestro, el Venerable Maestro pasado inmediato le
reemplaza y, en su defecto, el que le sigue en tiempo más
cercano a él, y así sucesivamente.
El Venerable Maestro puede valerse del consejo de sus
Venerables Maestros pasados, principalmente del más
inmediato a él; mas, ninguno de ellos tiene autoridad para
imponer su voluntad u opinión al Venerable Maestro, quien
repetimos, es la autoridad suprema e indiscutible en su Logia y
cuya decisión, cualquiera que ella sea, es inapelable e
indiscutible.
El grupo de Maestros Pasados de una Logia constituye la
Cámara de Venerables Maestros Instalados de la misma, cuya
función primordial es, presididos por el Venerable Maestro,
instalar al sucesor, debidamente elegido de éste en la Silla de
gobierno de la Logia y otorgarle el Grado respectivo. Pueden,
además en casos excepcionales, convocados por el Venerable
Maestro, reunirse en Cámara para tratar y resolver asuntos
importantes, que no deben ser conocidos por los demás
miembros del Taller; mas no tienen la facultad de reunirse en
Cámara sin la convocatoria y bajo la presidencia del Venerable
Maestro.
El Rango y Dignidad de Venerable Maestro Pasado son los
más altos, conjuntamente con el Venerable Maestro que tiene la
Masonería Simbólica, y por lo tanto de toda la Francmasonería,
porque el Grado de la Silla que ostentan quienes lo poseen,
representa la excelencia y perfección máximas en la Masonería
alcanzadas por ellos, como iniciados, y superados únicamente
por la suprema Autoridad y Dignidad del Gran Maestre. Ellos
merecen, por consiguiente, el respeto y consideración mayores
de todos los miembros de su Logia y también de todos los
masones pertenecientes a su Jurisdicción. Son, por derecho,
miembros de la Gran Logia.
Sin embargo, el Maestro Pasado, aun cuando posea el
Grado de la Silla, no puede gozar de los derechos que le da su
alta Dignidad, si no ha cumplido un periodo completo de
gobierno de una Logia, salvo que medien causas debidamente
justificadas y comprobadas.
El Maestro Pasado de una Logia, cuando visita otra Logia,
debe ser recibido con los honores debidos a su alta investidura;

21
pero no puede intervenir en los asuntos de la Logia, salvo
invitación del Venerable Maestro de ella.
En algunas jurisdicciones de la Masonería Simbólica, los
Maestros Pasados en actividad, de las Logias forman una Logia
que se denomina “Logia de Venerables Maestros Instalados” (no
Cámara, porque ésta la constituyen los Maestros Pasados de
cada Logia como parte integrante de ésta). A esas Logias
pertenecen de derecho todos los hermanos que poseen el Grado
de la Silla: Venerables Maestros y Maestros Pasados. Su objeto
es trabajar en los Grados de Aprendiz, Compañero, Maestro y de
la Silla, con el fin de instruir en ellos a los hermanos
correspondientes a esos Grados y, sobre todo, de conservar
inmutables las Leyes fundamentales de la Francmasonería,
Usos y Costumbres y Antiguos Linderos, así como también los
Rituales y Ceremoniales adoptados según el Rito que se
practique, en la Jurisdicción respectiva, sin consentir que se
modifiquen en los más mínimo, ni aun por la misma Logia, en
virtud del juramento prestado por todo Maestro Instalado de “no
tolerar ninguna desviación de los Antiguos Linderos, ni
administrar, ni dar ocasión para ello a que se administre ningún
Rito o ceremonia contraria o subversiva a nuestra Antigua
Constitución; conservar puros e inviolables los dogmas y
principios de la Orden; observar personalmente y mantener los
Antiguos Cargos y Regulaciones de la Orden y cumplir celosa y
conscientemente el deber de Regulador de la Orden, en virtud
del Cargo de Venerable Maestro de Logia”.
La Logia de Venerables Maestros Instalados es una Logia
igual a todas las demás; pero por la calidad de sus miembros,
todos poseedores de la más alta Dignidad masónica del
Simbolismo, tiene una Jerarquía superior a aquellas. Depende,
como todas las demás Logia, de la autoridad directa del Gran
Maestre y de la Gran Logia; mas, siendo todos sus miembros, o
habiendo sido Reguladores de la Orden, por ser o haber sido
Venerables Maestros de Logia, sus trabajos en los tres Grados y
en el de la Silla deben ser modelo para las Logias y los
hermanos, y tanto en materia ritual como ceremonial; es la
consejera del Gran Maestre, cuando éste lo solicite. No tiene,
sin embargo, autoridad directa sobre las demás Logias; mas sí
la autoridad moral que le da la condición de excelencia y
perfección que deben tener todos y cada uno de sus miembros,
simbolizada en su Joya, el 47° Teorema de Euclides.

22
Una Logia de Venerables Maestros Instalados puede
otorgar, por excepción, el Grado de la Silla a un Venerable
Maestro de una Logia, debidamente elegido, que no hubiera
podido recibirlo en la época regular de su propia Logia por algún
motivo debidamente justificado, a solicitud de su Logia. Porque,
lo repetimos, es derecho indiscutible y privilegio del Venerable
Maestro cesante el instalar a su sucesor en la Silla de su Logia
en unión de sus Venerables Maestros Pasados, derecho que no
puede ser asumido por ningún otro hermano, ni individual ni
colectivamente, sin incurrir en usurpación de atribuciones,
salvo invitación expresa para ello de la Logia misma.
El Venerable Maestro, los dos Vigilantes y los Venerables
Maestros Pasados constituyen el grupo de las Dignidades de
una Logia, siendo el Venerable Maestro la más alta autoridad y
Dignidad de la misma.
A este grupo de Dignidades se agrega el de los Oficiales
de la Logia, con los cuales se completa el Denominado Cuadro
de Dignidades y Oficiales de la misma, que la dirigen.
Casa uno de esos Oficiales tiene a su cargo una función
específica, tanto en la ceremonias y cumplimiento de la
Liturgia, como en las labores de administración del Taller.
El Oficial de mayor jerarquía es el Capellán, quien tiene a
su cargo la apertura y cierre del Libro de la Ley Sagrada y la
respectiva colocación de la Esc y el Comp en cada Grado, en
el Área de los Votos; la recitación de las oraciones rituales y de
las piezas de arquitectura, de saludo de homenaje de la Logia,
siendo, además, el Fiscal del Taller, encargado de observar la
faltas que se cometan contra las Leyes y Reglamentos durante
los debates; pero indicándolos solamente, sin oposición de su
parte, correspondiendo al Venerable Maestro hacer cumplir sus
observaciones.
El Maestro de Ceremonias es el Oficial encargado de velar
por el debido cumplimiento del Ceremonial, para que proceda en
todo con orden y corrección.
Los Diáconos, los cuales tienen funciones rituales
determinadas cada uno, especialmente en las ceremonias de
iniciación y otorgamiento de Grados.
Los Guarda Templo, uno exterior y el otro interior, cuidan
que los trabajos procedan a cubierto de la curiosidad de
profanos y hermanos de grado inferior a aquel en que se trabaja,

23
y de la seguridad del Templo contra toda intrusión y violencia
externa.
El Tesorero y el Secretario son Oficiales administrativos.
El primero tiene a su cargo la guarda y manejo de los fondos y la
contabilidad del Taller, y el segundo, la redacción exacta de las
planchas de trabajo de las tenidas, la correspondencia y la
conservación de los libros de registro del movimiento de
hermanos y de la vida masónica de la Logia.
La Logia puede designar también otros Oficiales que crea
conveniente agregar a su Cuadro, como un Bibliotecario, un
Porta Estandarte, etc.. Hay sin embargo, un Oficial auxiliar que
no debería faltar jamás en una Logia: un Organista. Las
Ceremonias rituales, sobre todo las de Iniciación y de Grados,
son mucho más solemnes y bellas se están acompañadas por la
música de un órgano o armonium, música que debe desde luego,
ser apropiada para las ceremonias que se efectúe. Y de ésta,
hay muchas bellísimas escritas por grandes maestros, como
Mozart y otros. La música tiene el poder de elevar el espíritu de
quienes la escuchan, a alturas insospechadas de emoción, y en
el caso de ceremonias masónicas se hace indispensable aun en
ceremonias de rutina.
Se requiere de toda Dignidad y Oficial de Logia un perfecto
conocimiento de los deberes de sus funciones, para cumplirlas
debidamente: puntualidad y dedicación y, sobre todo amor, sin
lo cual sufre siempre la buena marcha en la vida de una Logia.
El libro varias veces citado en estos escritos,
“Freemasonry and its Etiquette” dice “Ningún Maestro de la
Logia debe ser elegido por antigüedad, sino por mérito”, a lo
cual podemos agregar la máxima masónica que reza: “Para los
Cargos deben ser elegidos los que más lo merezcan y menos lo
soliciten”.
Todos los hermanos del Grado de Maestro activos pueden
ser elegidos para los Cargos, y reelegidos indefinidamente,
porque si el hermano que ha desempeñado un Cargo, ha
cumplido debidamente, la Logia tiene el derecho de continuar
solicitándole su concurso, y él, el deber de continuar sirviendo,
siempre desde luego, que no tenga impedimento justificado
para ello.
El peor enemigo que tiene una Logia, y la Masonería en
general, es la ambición de los hermanos para alcanzar Cargos y
Rango antes de su debido tiempo. Es bueno, y hasta necesario,

24
que los hermanos aspiren a elevarse en Grado y Rango en la
Orden, poniéndose en condiciones adecuadas de estudio y
cumplimiento de sus deberes para con ella y sus ideales. Mas
una cosa en ambición y otra aspiración. Un buen Masón debe
tener una sola ambición: la de ser un buen Masón. La ambición
daña mucho a una Logia, la divide, desordena y crea enemistad
entre sus miembros; la aspiración, en cambio, espera
pacientemente que el momento de alcanzar se presente, natural
y lógicamente, por medio del trabajo y el mérito, y ese momento
siempre llega.
Sin embargo, con el fin de que los hermanos elegidos a los
Cargos posean un mínimo de experiencia en los trabajos de
Logia, existe un uso o costumbre antigua de que se exija de
ellos, para ser elegido Venerable Maestro, haber desempeñado
durante el periodo completo de un año el Cargo de Vigilante;
para Vigilante, un cargo de Oficial, durante el mismo tiempo, y
para estos últimos, el tener por lo menos un año en el Grado de
Maestro y asistencia regular a los trabajos del Taller. Este uso o
costumbre se ha convertido, con el tiempo, en Regla escrita.
Todo Cargo en la Masonería es bueno y noble, significando
únicamente diferencia de función, mas, nunca de calidad,
porque en nuestra Augusta y amada Orden todos somos
hermanos e iguales, debiendo ser la única aspiración de todo
masón el llegar a serlo en toda la plenitud del significado de su
condición de tal.
Las siguientes frases referentes al proceso de promoción
que determina el Capítulo IV de los “Cargos de un Francmasón”,
Ley fundamental de la Masonería Simbólica, que practican las
Logias desde su más remota época y que fueron confirmados en
la primera Asamblea de Masones reunida en York en el año 926,
y ratificada por la Gran Logia de Inglaterra a raíz de su
fundación en 1717, determinan:
“Ningún hermano puede ser Vigilante antes de haber
pasado la parte de un Compañero, ni Maestro (Venerable de
Logia), sin haber actuado como Vigilante, ni Gran Vigilante, sin
haber sido Compañero antes de su elección”.
“Y para el mayor, más fácil y más honorable desempeño de
su Cargo, el Gran Maestre tiene el poder de elegir su propio
Diputado Gran Maestre, quien debe ser o haber sido antes
Maestro de una Logia particular, y el que tiene el privilegio y el

25
y el deber de funcionar como el Gran Maestre, su Jefe, en las
ausencias de éste o por su delegación”.
Las Grandes Logias y sus Grandes Maestres son, pues, las
únicas y genuinas autoridades que tiene la Francmasonería en
el Simbolismo de los tres Grados de la Masonería Universal, y
son también las únicas Potencias Masónicas, porque
comprenden a todos los masones regulares existentes, quienes,
para serlo deben indefectiblemente estar activos en una Logia
Simbólica, cualquiera sea el Rito al que pertenezcan.
En el curso del Siglo XVIII, con el advenimiento de una
multitud de Ritos, con un número de Grados superior a los tres
de la Masonería Simbólica, se crearon otras Potencias con el
nombre de “Grandes Orientes” para obviar a las dificultades y
desorden que ocasionó el agregado de nuevos e innumerables
Grados a los tres de la Antigua y Universal Masonería. De ello
nos ocuparemos al tratar de los Ritos.

CAPÍTULO 6

LAS LEYES
Toda institución que se forma con el objeto de perseguir
un fin determinado, lo primero que hace es organizarse,
estableciendo reglas para su gobierno y administración, y para
la conducta de sus asociados.
La Francmasonería, cuando se estableció entre
constructores de Templos, en sus primeros tiempos, dada la
importancia que alcanzó desde el principio y su condición
especial con respecto a las demás asociaciones de artesanos
que se formaban, sintió con mayor razón y fuerza la necesidad
de organizarse y darse reglas para ello. El doble aspecto que
presentaban sus afiliados, de constructores materiales de
edificios y, a la vez, de su propio templo interior, inspirado en
las antiguas Escuelas de Iniciación, como también la necesidad
de vivir siempre unidos en comunidades, cambiando
continuamente de lugar, hizo indispensable el establecimiento,
no ya únicamente de simples reglas de orden, sino la dación de
leyes especiales apropiadas a su doble función e ideales.
Influía en ello, además, el aislamiento en que vivían en los
lugares en los que se establecían temporalmente, que los
mantenía fuera o casi fuera de los alcances de las leyes que
regían en ellos.
26
Sus Leyes, por consiguiente, fueron establecidas de
acuerdo con esas necesidades e ideales comunes y fueron
adquiriendo un carácter uniforme y exclusivo, paulatinamente,
en todas las distintas comunidades de Fracmasones existentes.
A medida que los Maestros de las obras materiales y de la
obra de formación del hombre perfecto o Iniciación –a la que se
da también el nombre de Arte Real- iban adquiriendo
conocimiento y experiencia, el cuerpo de esas Leyes se fue
definiendo y perfeccionando, creándose así la Ley fundamental
de la Francmasonería que es más que un conjunto de reglas
autoritarias, un Código de Moral para la vida en común de los
hermanos, que formaba de todos ellos una cadena de
indisoluble unión fraternal.
El más antiguo documento escrito sobre esas Leyes es,
según relata el H José Gabriel Findel en su magnífica obra
“Historia de la Francmasonería” fue descubierto por el
anticuario Halliwell, que no era masón, en el museo británico de
Duodez. Es un manuscrito, escrito sobre pergamino, en verso,
en la segunda mitad del Siglo XIV, según el mismo Halliwell y,
según el H G. Kloss, otro renombrado autor masónico, en la
primera mitad del Siglo XV. Contiene 790 versos, en inglés
antiguo. Principia con la antigua tradición de la Corporación;
siguen los 15 artículos de las Leyes, aumentados con quince
puntos amplificativos, seguidos de las “Nuevas Ordenanzas del
Arte de la Geometría”, y concluye con la leyenda de los “Cuatro
Coronados” y una enseñanza moral para aquellos a quienes
debe ser leído el manuscrito.
La similitud de las Leyes y ordenanzas que regían para las
Corporaciones de masones, tanto ingleses, como alemanes,
indican que todos ellos formaban una sola Comunidad y,
siempre según Findel, el relato sobre los “Cuatro Coronados”,
Santos protectores de la Masonería, idéntico en documentos
ingleses y alemanes, así lo comprueban.
Nos hemos ya referido, en un capítulo anterior, a la
primera Asamblea de masones, habida en York en el año 926,
presidida por Edwin, hijo o hermano menor del rey Athelstan de
Inglaterra.
En esa Asamblea (precursora de las Grandes Logias), fue
adoptada la Constitución que después se llamó de York, con el
fin de uniformar las leyes fundamentales de la Francmasonería
que regían hasta entonces en las Corporaciones de masones.

27
Fue publicada por primera vez en la obra escrita por el H
Krause titulada “Las tres más antiguas Constituciones de la
Confraternidad de los Francmasones”, bajo el título de “La
antigua Constitución de York adoptada en el año 926 o
Constitución Legal de las Logias Masónicas de Inglaterra”.
Cuando la Francmasonería abandonó, en 1717 su carácter
operativo para practicar únicamente la parte especulativa o
iniciática, la Gran Logia de Inglaterra encargó el 20 de
Setiembre de 1721, al H Anderson, que redactara una
Constitución que, conservando estrictamente los principios,
bases y reglas de las antiguas y originales Constituciones de la
Orden, se adaptaran a la nueva organización. El H Anderson se
aplicó a la labor que se le encomendó con entusiasmo y
voluntad de cumplirla fielmente. Se basó, para ello, en el
documento de Halliwell que contenía exactamente las antiguas
Leyes que el H Krause había publicado por primera vez.
Cambió únicamente cosas de forma del inglés antiguo, ya en
desuso, por el de la época, sin alterar su significado y
conservando el estilo masónico, y presentó su trabajo en
Diciembre del mismo año.
Según relata Findel, la Constitución elaborada por
Anderson ha sido, y es, considerada desde entonces “el
principal documento y la base legal de la Sociedad de los
Francmasones, y que había, en fin, revestido la forma que ella
debía conservar en adelante. Las Leyes y Ordenanzas que
encierra, son real y esencialmente, las que se hallan contenidas
en los antiguos documentos, y observadas hasta entonces”.
Las afirmaciones y seguridades dadas sobre el particular
por los hermanos Anderson y Desaguiliers, quienes declaran que
“todo lo que en los antiguos libros llevaba un carácter de
antigüedad y de autenticidad, fue íntegramente conservado” y
dice Findel, “Las investigaciones de Kloss y el examen
comparado de las nuevas Constituciones con las antiguas lo
confirman igualmente”.
Como el conocimiento completo y consciente de esa
Constitución (de York), es indispensable para todo masón,
porque contiene la Ley fundamental de la Francmasonería
in eterno, que debe ser observada en el presente y en el futuro,
lo transcribimos íntegramente a continuación para que los
hermanos que lean estas líneas puedan conocerlo debidamente.
Figura por última vez en la Constitución impresa por la Gran

28
Logia del Perú en el año de 1924 y, quien estas líneas escribe,
reclamó más tarde que se siguieran publicando para
conocimiento de los hermanos, por contener la Ley fundamental
de la Masonería Simbólica Universal, y así se procedió,
publicándolos en un folleto especial, para uso de los hermanos
iniciados.
El título que se les dio, entre nosotros, fue el:

“CARGOS DE UN FRANCMASÓN”
“Extractados de los antiguos Registros de las Logias de
Ultramar”.
“Para ser leídos en la iniciación de nuevos hermanos o
cuando el Maestro lo ordene”
Fueron traducidos del inglés por el distinguido hermano J.
A. Ego Aguirre.
He aquí el texto completo.

DE DIOS Y DE LA RELIGIÓN
El Masón está obligado, por su carácter, a obedecer la Ley
moral y si comprende verdaderamente el Arte, jamás podrá ser
un ateo o un libertino irreligioso. Él, mejor que cualquier otro,
debe comprender que Dios no ve como el hombre, porque el
hombre juzga por las apariencias, mientras que Dios ve el
corazón. El Masón está, pues, particularmente obligado a no
obrar jamás en contra de su conciencia. Cualquiera que sea la
religión de un hombre o el culto que practique, no será por eso
excluido de la Orden, siempre que crea en el Glorioso
Arquitecto del Universo y practique los sagrados deberes de la
moral. Los Masones se unen con los Virtuosos de cualquier
creencia por medio del firme y agradable lazo del amor
fraternal; se les enseña a ver con compasión los errores de
cualquier persona y a demostrar la superior excelencia de la fe
que profesan, esforzándose por la pureza de su propia conducta.
De este modo, la Masonería es el centro de unión de los
hombres buenos y leales y el medio feliz de conciliar la amistad
con los que de otro modo, habrían quedado eternamente
alejados.

29
DEL MAGISTRADO CIVIL - SUPREMO Y
SUBORDINADO
El Masón es aliado y sostén del poder civil de cualquier
lugar donde resida y trabaje y jamás debe mezclarse en
complots y conspiraciones en contra de la paz y el bienestar de
la Nación, ni comportarse indebidamente con los magistrados
inferiores. Con agrado debe someterse a la autoridad legal,
sostener en toda ocasión los intereses de la comunidad y
promover con celo la prosperidad de su propio país. La
Masonería ha florecido siempre con la paz y ha sido dañada por
la guerra, el derramamiento de sangre y los desórdenes, de
modo que Reyes y Príncipes han estado dispuestos en toda
época, a proteger a los Masones a causa de su amor a la paz y
de la lealtad con que, prácticamente han contestado a las
calumnias de sus adversarios y promovido el honor de la
Fraternidad. Los afiliados están obligados por lazos particulares
a promover la paz, cultivar la armonía y a vivir en concordia y
amor fraternal.

DE LAS LOGIAS
Una Logia es el lugar donde se reúnen los Francmasones
para trabajar, instruirse e ilustrarse en los Misterios de la
Antigua Ciencia. En sentido nato, se aplica a las personas como
el lugar, pues, toda asamblea regular o reunión de Masones
debidamente organizada se llama Logia. Todo hermano debe
pertenecer a una Logia y estar sujeto a su Reglamento y a las
Regulaciones Generales de la Fraternidad. Una Logia es general
o particular, lo que se entenderá mejor asistiendo a ella y sólo
allí se puede tener conocimiento de los usos establecidos y de
las costumbres de la Fraternidad. Desde los antiguos tiempos
ningún Maestro o Compañero podía estar ausente de su Logia,
especialmente si era llamado a comparecer en ella, sin incurrir
en una censura severa, a no ser que al Maestro y Vigilantes
pareciere que sólo la necesidad le había impedido concurrir.
Las personas hechas Masones o admitidas como
miembros de una Logia, deben ser hombres buenos y leales,
libres de nacimiento, de edad madura y discreta y de sano
juicio; ningún esclavo, ninguna mujer, ni hombre inmoral o
escandaloso, sino los de buena reputación, pueden ser
Masones.

30
DE LOS MAESTROS,
VIGILANTES, COMPAÑEROS Y
APRENDICES
Toda promoción entre los Masones, está basada
solamente en el valor real y el mérito personal, de modo que los
Jefes son bien atendidos, los hermanos no son avergonzados, ni
es desestimado el Real Arte, así es que ningún Maestro o
Vigilante es elegido por su rango sino por su mérito. Es
imposible describir estas cosas por escrito y por esta razón
todo hermano debe estar en su puesto y aprenderlas por el
medio peculiar de esta Fraternidad. Los candidatos deben sin
embargo saber que ningún Maestro puede tomar un aprendiz sin
que tenga suficiente ocupación para él y sin que sea un joven
perfecto, sin mutilación o defecto en su cuerpo, que le haga
incapaz de aprender el Arte de servir al Dios de su Maestro y de
ser hecho hermano y en seguida compañero en el tiempo
debido, después de haber servido el término de años que la
costumbre del país reclama y que descienda de padres
honrados, de manera que, expresando esto de otro modo, pueda
alcanzar el honor de ser Vigilante y después Maestro de la
Logia, Gran Vigilante y al fin Maestre de todas las Logias,
conforme a su mérito.
Ningún hermano puede ser Vigilante, antes de haber
pasado la parte de un Compañero, ni Maestro sin haber actuado
como Vigilante, ni Gran Vigilante sin haber sido Compañero
antes de su elección, quien también deberá ser noble de
nacimiento o un caballero de mejor rango o un eminente literato
o un arquitecto distinguido u otro artista, descendiente de
padres honrados y que sea de un gran mérito singular en la
opinión de las Logias. Y para el mejor, más fácil y más
honorable desempeño de su cargo, el Gran Maestre tiene el
poder de elegir su propio Diputado Gran Maestre, quien debe ser
o haber sido antes Maestro de una Logia particular y el que
tiene el privilegio y el deber de funcionar como el Gran Maestre,
su Jefe, en las ausencias de éste o por su delegación.
Estos directores o gobernantes supremos y subordinados,
de la antigua Logia deben ser obedecidos por todos los
hermanos en sus respectivos puestos, de conformidad con los

31
antiguos cargos y regulaciones, con toda humildad, reverencia,
amor y alegría.
(Nota.- En los antiguos tiempos ningún hermano,
cualquiera que fuese su habilidad en el Arte, era llamado
Maestro antes de que hubiere sido elegido a la Silla de una
Logia).

DEL GOBIERNO DE LA FRATERNIDAD


DURANTE EL TRABAJO
Todos los Masones deben trabajar honradamente los días
de trabajo y el tiempo fijado por la ley del país o confirmado por
la costumbre, deberá ser observado por ellos.
El más experto de los Compañeros será elegido o
nombrado Maestro o Director del trabajo de El Señor, quien será
llamado Maestro por aquellos que trabajen bajo su dirección.
Los Compañeros deben evitar toda mala palabra y no llamarse
por nombres ofensivos, sino hermano o Compañero y tratarse
cortésmente dentro y fuera de la Logia.
El Maestro, conociéndose capaz del Arte, debe emprender
el trabajo de El Señor tan racionalmente como sea posible y
emplear legalmente sus bienes como si fueran propios; no dar
más salario a un hermano o Aprendiz que el que realmente
merezca.
Ambos, el Maestro y los Masones, recibiendo justamente
sus salarios, serán fieles al Señor y terminarán honradamente
sus labores, sea por tarea o jornal, no pondrán a tarea el trabajo
que se ha acostumbrado hacer a jornal.
Nadie debe manifestar envidia por la prosperidad de un
Hermano, ni suplantarlo, ni sacarlo de su trabajo, si fuere capaz
de terminarlo, pues, nadie puede acabar el trabajo de otro con
tanto provecho para El Señor, sin que esté perfectamente
instruido de los designios y planes del que los principió.
Cuando un Compañero ha sido elegido Vigilante del
trabajo, bajo el Maestro, debe ser fiel, tanto al Maestro como a
los Compañeros, vigilar cuidadosamente el trabajo, en ausencia
del Maestro, para provecho de El Señor y sus hermanos deben
obedecerle.
Todos los Masones empleados deben recibir gustosamente
sus salarios, sin murmuración ni tumulto, ni abandonar al
Maestro hasta que el trabajo esté terminado.

32
Todo Hermano joven será instruido en el trabajo, a fin de
evitar pérdida de materiales por falta de apreciación y para
aumentar y conservar el amor fraternal.
Todos los instrumentos de trabajo deberán ser aprobados
por la Gran Logia.
Ningún trabajador será empleado en la obra propia de la
Masonería ni los Francmasones deberán trabajar con aquellos
que no sean libres, sin necesidad urgente, ni deberán enseñar a
trabajadores y Masones no aceptados como deberían enseñar a
un Hermano o Compañero.

DE LA CONDUCTA
EN LA LOGIA MIENTRAS ESTÁ
CONSTITUIDA
No debéis tener reuniones privadas, ni conversaciones
aparte sin permiso del Maestro, ni hablar nada impertinente ni
indecoroso, ni interrumpir al Maestre o Vigilantes o a algún
Hermano que hablase al Maestro; ni comportaros con burla o
jocosamente, pues la Logia está congregada para lo serio y
solemne; ni emplear un lenguaje inconveniente bajo pretexto
alguno, pero sí tributaréis el debido respeto a vuestro Maestro,
Vigilantes y Compañeros y los honraréis.
Si alguna queja se presenta, el Hermano encontrado
culpable quedará al juicio y determinación de la logia, que es el
Juez propio y competente de todas estas controversias (hasta
que la llevéis por apelación a la Gran Logia) y a la que puede ser
diferente, a no ser que mientras tanto, la obra de El Señor
sufriere perjuicio, en cuyo caso puede hacerse una remisión
especial; pero jamás debéis ir a la justicia de afuera para lo que
concierne a la Masonería, sin una necesidad absoluta estimada
por la Logia.
DE LA CONDUCTA
DESPUÉS DE CERRADA LA LOGIA,
ANTES QUE LOS HERMANOS
SE HAYAN RETIRADO
Podéis distraeros en inocente alegría, tratándose según
los medios, pero evitando todo exceso, no obligando a algún
hermano a comer o beber contra su gusto o impidiéndole

33
retirarse cuando sus ocupaciones lo llamen, o haciendo o
diciendo algo ofensivo o que pudiera estorbar una conversación
fácil y libre, porque ahuyentará nuestra armonía y frustrará
nuestros saludables propósitos. Por esto, ningún resentimiento
privado o queja, debe llevarse más allá de las puertas de la
Logia, mucho menos disputas sobre religión, nacionalidad o
política. Profesando nosotros, como Masones, la religión
universal arriba mencionada, somos también de todas las
naciones, idiomas, razas y dialectos, y estamos en contra de
toda política, por no haber jamás conducido al progreso de la
Logia, así como no la conducirá jamás.

DE LA CONDUCTA
DE LOS HERMANOS CUANDO SE REUNEN
SIN ASISTENCIA DE EXTRAÑOS,
PERO NO EN LOGIA FORMADA
Debéis saludaros cortésmente, como seréis enseñados,
llamándoos hermanos, instruyéndoos con agrado mutuamente
como será enseñado convenientemente, sin ser vistos o
escuchados y sin avanzarse unos a otros, ni degenerar de aquel
respeto que se debe a todo hermano, aunque no fuere un
masón; pues aunque todos los masones, como hermanos, están
sobre el mismo nivel, la Masonería no reporta, sin embargo,
ningún honor de un hombre, que antes lo tuvo; aún, más bien
aumenta su honor, especialmente si ha merecido bien de la
Fraternidad, que honra a quien debe y anula las malas
costumbres.

DE LA CONDUCTA
ENTRE EXTRAÑOS NO MASONES
Debéis ser cautos en vuestras palabras y vuestro porte,
para que el extraño más avisado no sea capaz de descubrir o
encontrar lo que no es propio de ser comunicado y algunas
veces deberéis apartar la conversación y dirigirla
prudentemente para el honor de la honorable Fraternidad.

34
DE LA CONDUCTA
EN LA CASA Y EN LA VECINDAD
Os conduciréis como corresponde a un hombre moral y
sabio, particularmente no dejando conocer a vuestra familia,
amigos y vecinos lo concerniente a la Logia, etc.; pero
consultando sabiamente vuestro propio honor y el de nuestra
antigua Fraternidad, por razones no mencionadas aquí. Debéis
también consultar vuestra salud no permaneciendo juntos
demasiado tarde, o muy lejos de casa, después de las horas de
Logia y evitando la glotonería o beodez, para que vuestras
familias no sean abandonadas o injuriadas, ni vosotros
inhabilitados para el trabajo.

DE LA CONDUCTA
HACIA UN HERMANO EXTRAÑO
Debéis examinarlo cuidadosamente, de tal modo que la
prudencia os dirija, para que no seáis sorprendidos por un falso
pretendiente, a quien debéis rechazar con desprecio y escarnio
y cuidando de no darle ni un ápice de conocimiento. Pero si
encontráis que es un verdadero y legítimo Hermano, debéis
respetarlo debidamente y si está en necesidad, debéis aliviarlo
si podéis, o por lo menos indicarle cómo puede ser socorrido.
Debéis emplearlo algunos días o por lo menos recomendarlo
para ser empleado. Pero no estáis obligado a hacer más allá de
vuestra capacidad; solamente debéis preferir, en igualdad de
circunstancias, a un pobre Hermano que es un buen hombre, a
cualquier otra pobre persona.
Finalmente, debéis observar todos estos cargos y todos
aquellos que os sean comunicados de otro modo, cultivando el
amor fraternal, piedra fundamental y angular, cimiento y gloria
de esta Antigua Fraternidad, desterrando toda riña y querella,
toda calumnia y deshonra secreta, no permitiendo a otros
calumniar a cualquier Hermano honesto, defendiendo su
reputación y haciendo todo el bien que sea conforme con
vuestro honor y seguridad y nada más. Y si alguno de ellos os
injuria, debéis ocurrir a vuestra Logia o a la suya y de estas
apelar a la Gran Logia, en la sesión trimestral, como ha sido la
antigua y laudable costumbre de nuestros antepasados en toda
nación, no tomando, jamás, el camino de la justicia, sino, en el

35
caso de no poder ser decidido de otro modo y escuchando con
paciencia el consejo honrado y amigable del Maestro y
Compañero cuando quieren prevenir vuestro recurso a la ley con
extraños y animaros a poner un punto final a todo litigio, para
que, de este modo, consideréis la acción de la Masonería con
más alegría y éxito; pero con respecto a los Hermanos o
Compañeros en el juicio, el Maestro y Hermanos ofrecerán
gustosamente su mediación que, con gratitud, deberán aceptar
los Hermanos contendientes y si esta aceptación es
impracticable, deberán no obstante, conducirse en el proceso o
litigio, sin rabia ni rencor (no en la vía ordinaria), no diciendo o
haciendo nada que pudiera destruir el amor fraternal y los
buenos oficios, al ser removidos o continuados, a fin de que
todos vean la benéfica influencia de la Masonería, así como
todos los verdaderos Masones lo han hecho desde el principio
del mundo y harán hasta el fin del tiempo.
AMÉN – ASÍ SEA
Esta es la Ley Fundamental de la Masonería Simbólica,
única Antigua y Universal. Como puede verse, es un Código de
Moral y de Conducta humanista y de gran belleza, que se fue
forjando desde los primeros albores de nuestra amada y
Augusta Orden, y que ésta, al abandonar la práctica de su
aspecto operativo en 1717, conservó fielmente para su futura
existencia, como base fundamental esencial de ella.
Algunos Hermanos consideraban que estos antiguos
Cargos conservaban en su readaptación algo de las
disposiciones correspondientes a la Masonería operativa que se
dejaba atrás, pero, como indica Eugenio Lennhoff en su
interesante y erudita obra “Los Masones ante la Historia”, al
tratar sobre este mismo punto: “Todos los hombres anhelosos,
como Comenio había dicho en cierta ocasión, se sintieron
atraídos por el nuevo arte constructivo, cuyos materiales habían
de ser, no la madera, ni la piedra, ni el metal, ni la argamasa,
sino la Vida y el Alma. Era, según dice Augusto Honeffer en la
‘Unión de los Masones’, como si un poder invisible empujase a
los mejores hombres de las más variadas naciones y de todas
las tendencias espirituales a ingresar en el coto de este
enigmático gremio de trabajo, y como si una fuerza todavía más
intensa los retuviese en él y los uniese en fiel comunidad de
pensamiento, a pesar de la variedad de interpretación”.

36
Y, agregamos nosotros que escribimos estas líneas, que
este código de moral masónica es tan bello y aleccionador para
nosotros los Masones, que podría decirse de él, teniendo en
cuenta las debidas distancias, estos Antiguos Cargos son a la
Masonería Una y Universal lo que el Sermón de la Montaña del
Maestro Jesús en el cristianismo.
Ningún Masón debe ignorarlo ni dejar de vivirlo, si quiere
ser verdaderamente Masón, porque es en Verdad la Vida y el
alma de la francmasonería.
Conjuntamente con estos Antiguos Cargos, llamados
también Regulaciones de la Orden, forma el Grupo de las Leyes
fundamentales de la Masonería, los “Antiguos Usos y
Costumbres” y “Los Antiguos Linderos”, inmutables y eternos
mientras exista nuestra Augusta Orden y que ningún Masón ni
grupo de Masones tiene el poder de modificar, porque está
prescrito: “No está en el poder de ningún hombre o grupo de
hombres, el hacer innovaciones en el cuerpo de la Masonería.
Tratar de introducir o perpetuar cualquiera desviación,
constituye una ruptura de la Ley de Obediencia a la cual la
atención de todo Masón ha sido peculiar y forzosamente
dirigida”.
Los Maestros de las Logias deben recordar igulamente que
“Se halla bajo su especial juramento de no permitir ni aceptar
que se haga ninguna desviación de los Antiguos Linderos de la
Orden”.
Los Antiguos Usos y Costumbres son lo que en Masonería
se denomina la Ley no escrita de nuestra Orden. En efecto, no
se encuentran en ningún libro, ni documento masónico, alguna
enumeración de ellos, porque están constituidos por todos los
usos, costumbres, modalidades de trabajo, toques, pasos,
palabras y, en general, todo aquello que en el proceso de la vida
masónica ha ido estableciéndose, fijándose y perpetuándose en
la práctica de ritos, ceremonias, etc., tanto dentro de los
ámbitos de los templos como también en el trato afuera de
ellos, con los profanos, y que han hecho de nuestra orden, una
asociación especialísima, completamente distinta de cualquier
otra en el mundo, cuyo carácter perdería si se permitiera que se
modificasen o dejaran de practicarse. Es por lo tanto
imprescindible que sean conservados, transmitiéndoseles por
acto o palabra, de uno al otro de los iniciados, con el fin de que

37
la Francmasonería conserve su carácter único y especialísimo,
mientras ella sea a través de los tiempos.
Los Cargos que hemos transcrito más arriba, sólo
mencionan esta Ley no escrita, con estas palabras: “… y sólo
allí (en la Logia), se puede tener conocimiento de los usos
establecidos y de las costumbres de la Fraternidad”.
Solamente, pues, el estudio, la práctica y el trabajo en
Logia, contínuo, pueden enseñar al Masón, esos Usos y
Costumbres declarados inmutables, que todo Masón debe
conocer y practicar siempre.
En cuanto concierne a los Antiguos Linderos o Límites de
la Masonería, ellos también han ido estableciéndose desde
antiguo y fijándose como carácter inmutable, como ya se ha
expresado. Consisten en determinados puntos que deben ser
cumplidos indefectiblemente por toda Logia y por todo masón
individualmente y que son Ley ineludible para todos ellos.
De ellos se ha enumerado, a través del tiempo, grupos más
o menos numerosos de preceptos determinados, de obligado
cumplimiento e intangibles, habiéndose, finalmente establecido
una compilación de veinticinco Reglas, que han sido aceptadas
por todas las Potencias Masónicas del mundo.
Estos veinticinco puntos definen en forma determinante el
carácter único y especialísimo de nuestra Orden, de tal modo,
que han sido declarados intangibles y de cumplimiento
obligatorio por todo cuerpo y todo individuo pertenecientes a la
Francmasonería, por cuya razón se les ha denominado Linderos
o Límites, o sea que no se pueden pasar.
Aún cuando son conocidos, por estar impresos en el grupo
de Leyes y en numerosas publicaciones de nuestra Orden,
damos a continuación su relación:

ANTIGUOS LÍMITES DE LA
FRANCMASONERÍA
I. Los modos de reconocimiento;
II. La división de la Masonería Simbólica en tres
grados;
III. La leyenda del tercer grado;
IV. El gobierno de la Fraternidad por un oficial que
la preside, llamado Gran Maestre;

38
V. La prerrogativa del Gran Maestre de presidir
toda Logia y la Gran Logia de su jurisdicción;
VI. La prerrogativa del Gran Maestre de dar
dispensaciones con el objeto de conferir grados
fuera de la época regular;
VII. La prerrogativa del Gran Maestre de establecer
Logias bajo dispensación;
VIII. La prerrogativa del Gran Maestre de hacer
masones a la vista;
IX. La necesidad de que los masones se reúnan en
Logia;
X. El gobierno de la Logia por un Venerable
Maestro y dos Vigilante;
XI. La necesidad de toda Logia, cuando reunida, de
estar a cubierto.
XII. El derecho de todo masón de estar
representado en la Gran Logia;
XIII. El derecho de todo masón de apelar ante la
Gran Logia de las decisiones de su Logia;
XIV. El derecho de todo masón regular y perfecto
para visitar;
XV. El deber de examinar a todo visitador antes de
permitirle la entrada a la Logia;
XVI. La prohibición de una Logia para intervenir en
los asuntos de otra y dar grados a hermanos
que pertenezcan a otra Logia;
XVII. La obligación de todo masón de estar sujeto a
las leyes y reglamentos de la jurisdicción donde
reside;
XVIII. La posesión de ciertas cualidades por los
candidatos a la iniciación;
XIX. La creencia en la existencia de Dios, como el
Gran Arquitecto del Universo;
XX. La creencia en la inmortalidad del alma;
XXI. La necesidad de que un “Libro de la Ley” sea
indispensable en cada Logia;
XXII. La igualdad de todos los masones como hijos
del Gran Padre de la humanidad;
XXIII. El secreto de la Institución;
XXIV. La fundación de una ciencia especulativa sobre
un arte operativo;

39
XXV. Que estos Linderos no pueden ser jamás
alterados.
Para mayor comprensión de la absoluta necesidad del
cumplimiento de los Antiguos Linderos por todos los que
tenemos el privilegio de formar parte de la Francmasonería,
transcribimos las palabras que sobre el particular figuran en el
libro “Freemasonry and its Etiquette”:
“Un lindero debe ser por sí mismo un límite o una marca,
por medio de la cual debe ser determinado y fijado, o por el cual
el curso de un Barco debe ser determinado”.
“Esta es la palabra expresiva que ha sido apropiada por
nuestros antecesores para indicar, metafóricamente, el
carácter inmutable de los principios fundamentales y
costumbres de nuestra Institución”.
Tales son las leyes fundamentales de nuestra Augusta
Orden, la Masonería Simbólica Universal o sea de toda la
Francmasonería antigua, original, clásica y única, a la cual todo
masón debe pertenecer para ser regular en la Orden, cualquiera
que sea el grado, rango o rito al que pertenezca. Por lo que todo
masón debe cumplirlas estrictamente.
Estas Leyes no pueden ser alteradas, jamás.
Existen, además, en la Masonería otras Leyes necesarias
para el gobierno de ella y la administración, tanto de la Gran
Logia como de las Logias de una Jurisdicción.
Estas Leyes se denominan Constituciones, Estatutos,
Reglamentos, etc. No tienen carácter masónico sino legal, en
concordancia con las leyes que rigen en el territorio en que
actúa la Orden y, por lo tanto, pueden ser modificadas según las
necesidades de gobierno y administración de cada Jurisdicción
masónica. Pero, debe siempre cuidarse de que en todo caso
estén en completa concordancia con las Leyes fundamentales
de nuestra Orden, porque, en caso contrario, todo masón sujeto
a ellas, tendría forzosamente que encontrarse en una disyuntiva
entre estas y sus juramentos, que debe ser evitada.
Por consiguiente, los hermanos que reciban el encargo de
redactar las Leyes y Reglamentos de Gobierno y
Administración, deben tener en cuenta toda incompatibilidad
que pueda presentarse entre estas y las fundamentales, para
evitarla.
Debe evitarse, igualmente, imitando en esto a la redacción
de los Antiguos Cargos, una redacción demasiado severa y

40
autoritaria, incompatible con la naturaleza amorosa y fraternal
de nuestra Augusta Orden.

CAPÍTULO 7

SÍMBOLOS, ALEGORÍAS, RITUALES,


CEREMONIALES, REFRIGERIOS,
TENIDAS BLANCAS
Como todos sabemos, la educación y la enseñanza de
conocimientos para los oficios, artes y ciencias, necesarias
para la acción del hombre en el mundo profano, se imparte en
las escuelas, academias, universidades y otras instituciones, y
los medios empleados consisten en libros, dictados,
conferencias, etc., y para la práctica, en talleres, laboratorios,
centros de investigación y otros medios. Todos estos estudios
afectan únicamente al intelecto y llenan la mente de
conocimientos necesarios para ser puestos en práctica durante
la vida de relación del hombre en el ambiente en el que viva,
expresándose en los distintos lenguajes de cada país.
En las escuelas de iniciación se procede, desde los más
antiguos tiempos, de otro modo. En ellas, no solamente se llena
la mente del estudiante de conocimientos con el fin de ponerlos
en práctica. Se ocupa, además y sobre todo de transformar al
hombre, o más bien, de despertar y desarrollar en él ideas y
sentimientos que no solamente afectan su intelecto, sino que le
conduzcan a estados de conciencia, cada vez más elevados
moral, mental y espiritual, adquiriendo, en tal modo, virtudes y
sabiduría, que le conviertan en un ser superior, plenamente
capacitado para el servicio de la humanidad.
Para esa enseñanza se emplea, como medios, símbolos y
alegorías, y como ilustración y guía, rituales y ceremoniales.
El Símbolo consiste en un objeto material, un dibujo, un
diagrama, etc., que representa o más bien sugiere una idea
determinada alusiva a un ser, una virtud o cualidad, o también
una línea de conducta a seguir por quien lo contempla. Es un
lenguaje silencioso, de comprensión universal para todo
iniciado, en cualquiera parte del mundo y cualquiera sea la
lengua que posea.

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La Alegoría es una representación ceremonial o gráfica
que en su desarrollo expresa una acción o una idea determinada
que reemplaza o sugiere a otra que se desea mantener oculta.
Todos los símbolos y alegorías son explicados y
enseñados en los Rituales y Ceremoniales, impresos para su
estudio y práctica. En estos se determina el procedimiento a
seguir en las ceremonias de iniciación y de otorgamiento de
grados y en todas las demás que practica nuestra Orden. Todo
en ellos ha sido meditado y calculado al ser establecido un Rito
y nada debe ni puede ser modificado, suprimido o añadido en
ellos sin que sufra el Rito correspondiente, porque nada hay
superfluo o inútil; toda palabra o frase tiene su significado
preciso que nadie, ni individual ni colectivamente, está
facultado para modificar ni alterar en forma alguna sin faltar a
los juramentos prestados a nuestra Augusta Orden y firmado en
el NE VARIETUR del Diploma del Maestro.
Cada vez que el iniciado contempla un símbolo o asiste y
actúa en una ceremonia evoca en su mente el significado de
ellos y a medida que se repite va grabando en su ser interno el
hábito de practicar la enseñanza que encierra transformando y
elevando, de ese modo al iniciado, regenerándolo y
perfeccionándolo y despertando en él un estado de conciencia
superior al normal en los demás hombres.
La Francmasonería Universal es una de las escuelas de
iniciación, y como tal, emplea este método de enseñanza en sus
Talleres o Logias.
Como sabemos, la Masonería especulativa o iniciática
nació en la Masonería operativa o de constructores, como lo
confirma el Lindero XXIV que dice: “La fundación de una ciencia
especulativa sobre un arte operativo”. Por lo tanto, los símbolos
que ha adoptado, además de algunos geométricos, de orden
general en las escuelas de iniciación, como son el triángulo, el
círculo, el cuadrado, el sello de Salomón, etc., son los de la
construcción, arquitectura, albañilería, etc.; y las alegorías las
ha tomado de la leyenda de la construcción del Templo del Rey
Salomón en los capítulos de los Reyes y Crónicas del Antiguo
Testamento.
Con estos símbolos y alegorías ha creado un sistema de
enseñanza iniciática ordenadamente desarrollado en tres
etapas comprendidas en los tres grados del Simbolismo, de
Aprendiz, Compañero y Maestro, que forman un bellísimo

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sistema filosófico, el que, debidamente estudiado y practicado y
sobre todo vivido, conducen al afiliado (iniciado) en nuestra
Augusta Orden, a un estado superior de vida moral, mental y
espiritual que hacen de él un hombre bueno, útil y, sobre todo,
un ejemplo y guía para la sociedad en la que mora.
Como ya lo hemos indicado en el capítulo de “La
Iniciación”, la Masonería Simbólica es una escuela iniciática al
igual que las más grandes y antiguas, pero que actúa en un
grado inferior de iniciación, porque esas escuelas conferían las
grandes iniciaciones, las cuales desarrollaban en el adepto las
más internas y elevadas facultades del espíritu que lo ponían en
contacto con su Dios interno. Por medio de profundas
meditaciones y determinadas prácticas llegaban a adquirir la
más elevada Sabiduría, llamada Sabiduría Divina. La Masonería
no pretende eso. Ella es únicamente profundamente humana y
humanista: es humana porque actúa solamente dentro del
campo de la sociedad en la que se mueve el Masón y humanista,
porque lo hace poseedor, si es que cumple su misión de tal
debidamente, de conocimientos morales, sociales e
intelectuales que le perfeccionan y le capacitan para guiar y
servir a la humanidad que le rodea en el ámbito del mundo en
que vive.
Su escuela para esa enseñanza es, por consiguiente la
Logia, y el método de aprendizaje son los símbolos y alegorías
que en el seno de ella se practican, que el masón debe aprender
a conocer, practicar y a vivir; su campo de acción, el mundo
profano, y el fundamento en que se apoya, un espíritu puro y
sincero de fraternidad.
Y todo esto, solamente por ahora, porque, como lo indica
Helena Petrovna Blavatzky en su libro “Isis sin Velo” al referirse
a la Masonería en general, la Orden ha perdido en la actualidad
una gran parte de ella (se refiere a la Masonería Simbólica)
volverá en un futuro más o menos lejano, a readquirir el
verdadero significado de su misión en el mundo.
Porque, en sus primeros tiempos la Masonería practicaba,
si no con todos sus afiliados, con algunos de ellos por lo menos,
todos poseedores del grado de Maestro, las iniciaciones
superiores, contenidas en este grado, el que, por tal motivo
recibió el calificativo de Sublime. Esta capacidad de alcanzar
una iniciación superior se ha perdido casi completamente entre
los masones de hoy. Sin embargo, para el Maestro masón que

43
estudie debidamente el ritual y ceremonial de este sublime
grado y llegue a comprenderlo y practicarlo, durante su vida en
el mundo exterior, puede alcanzar estados de conciencia
superiores a aquellos a los que se llega corrientemente, con
resultados insospechables de superación interna.
El grado de la Silla, instituido a principio del siglo XIX, que
es otorgado a los Maestros que han sido elegidos para el
gobierno de una Logia, anuncia esa tendencia a la superación
en el carácter del masón, porque, indica el grado de experiencia
y sabiduría alcanzado por éste a través de su vida masónica,
que le ha hecho digno de gobernar y enseñar a sus hermanos de
Logia, simbolizado por el 47° Teorema de Euclides, signo de
perfección.
Terminaremos este artículo haciendo referencia a dos
ceremonias muy importantes de nuestra Orden: los refrigerios y
las Tenidas Blancas.
El refrigerio (no banquete), es una ceremonia
complementaria de otra celebrada ritualmente dentro del
Templo, y como esta, es terminantemente masónica. Se celebra
inmediatamente después de la celebración de las iniciaciones,
otorgamiento de grados y de otras ceremonias, que dentro del
secreto y severidad, tienen lugar siguiendo un ritual y
ceremonial definidos estrictamente, dentro del templo. Tiene el
fin de un relajamiento de la tensión de espíritu de los hermanos
durante el desarrollo de dichas ceremonias. Expresa una
manifestación expansiva del espíritu fraternal entre todos los
asistentes a las ceremonias practicadas momentos antes. Y en
la iniciaciones expresa el sentimiento de afecto fraternal que el
recién iniciado ofrece desde ese momento a sus nuevos
hermanos.
Sin embargo, el Refrigerio tiene también un carácter
netamente masónico y un ritual propio que debe seguirse
siempre con el fin de mantener durante su celebración la
mesura que corresponde a todo acto masónico, que es siempre
secreto, y participar en él solo hermanos masones y a cubierto
de miradas profanas. Por lo tanto, la conducta de todos debe
ser mesurada durante el Refrigerio, en la acción, en la palabra
y, sobre todo, sobriedad en el comer y en el beber. Alegría y
bromas pueden tener lugar, siempre que nadie pueda quedar
disgustado ni sentirse defraudado interiormente por la actitud
inconveniente de alguno de los asistentes al Refrigerio.

44
No debe olvidarse nunca, al cerrar una tenida de
Refrigerio, de invocar al GADU por los hermanos
ausentes, en desgracia, porque, aún en nuestros momentos de
expansión y alegría, debemos recordar a aquellos hermanos y
profanos, que lejos de nosotros sufren dolor o injusticia.
La Tenida Blanca es aquella que se celebra con asistencia
de personas ajenas a nuestra Orden (profanos), de ambos
sexos. Son tenidas de excepción de cuyo empleo no debe
abusarse. Se celebran en el Templo y en ceremonias masónicas
o extra masónicas. En el primer caso, cuando se trate de
bautismos, matrimonios o funerales, para los cuales existen
ceremoniales especiales que varían de forma según el rito que
se practique, con rituales que no contienen ningún acto, signo o
palabra secretos, que puedan ser captados por los asistentes
profanos.
En el segundo caso, es decir cuando la tenida es extra
masónica, o sea para la celebración de una efemérides o de un
personaje que pertenece a nuestra orden al cual se desee rendir
homenaje públicamente.
En esta tenidas se abre los trabajos con el ritual
masónico, siempre en el primer grado, naturalmente, con la
asistencia exclusiva de afiliados a la Orden. Hecho esto, se
suspenden los trabajos masónicos para pasar a la tenida
blanca, cerrándose el Vol de la LS y colocando encima de
este la Esc y el Com cerrados. Se da entrada a los profanos,
colocándolos según su clase o jerarquía profana y se procede a
la ceremonia que se va a celebrar. Durante ésta, los hermanos
conservan sus insignias masónicas y tratamientos, pero se
suprime toda palabra, signo u otro acto masónico, usándose el
mallete para dirigir mediante solo golpe en todo momento, de
manera que ningún secreto trascienda al público profano.
Terminada la tenida blanca, se hace abandonar el Templo
por los asistentes profanos y se reabren los trabajos masónicos,
los cuales se cierran con el ritual en la forma acostumbrada.
Si a una tenida blanca le sucede una comida, ésta debe
celebrarse en forma absolutamente profana, sin signos,
palabras ni brindis masónicos con excepción del último por los
masones en desgracia, el cual se explica antes a los asistentes
profanos para que se den cuenta de su significado.
Debe tenerse mucho cuidado en no incurrir en el error de
proceder a practicar actos masónicos en el curso de una tenida

45
blanca, porque se comete una violación a nuestros juramentos,
como el error que se está cometiendo actualmente de celebrar
el aniversario de la instalación de una Logia, acto que es
estrictamente masónico, con tenidas blancas.
Toda la enseñanza que imparte la Francmasonería a sus
afiliados está comprendida en los símbolos y alegorías sobre las
que nos hemos ocupado en este capítulo, estudiadas y
practicadas en las ceremonias en el interior de nuestros
Templos, en secreto y en los tres grados de Aprendiz,
Compañero y Maestro, denominado este último sublime porque
puede llegar a abrir en el corazón y la mente del hermano que lo
recibe, horizontes insospechables de conocimiento y sabiduría,
ignorados por los profanos, siempre desde luego, que el masón
que lo haya recibido haya sabido estudiarlo, comprenderlo y
vivirlo debidamente en todos los momentos de su vida.
El ha cambiado, entonces para siempre. Ya no será jamás
un profano; será únicamente un Masón, un Iniciado, privilegio
que no le dará ninguna otra institución del mundo profano; un
Maestro, el mayor título que podrá llegar a alcanzar, y el más
honroso.
CAPÍTULO 8

RITOS - GRADOS ALTOS


Se denomina Rito el conjunto de reglas, disposiciones y
procedimientos ceremoniales que practica la Iglesia.
En la Masonería tiene el mismo significado, pero con
mayor amplitud, porque se da el nombre de Rito a los diversos y
muy numerosos sistemas en los que hoy se encuentra dividida
la Orden Masónica y que se diferencian unos de otros por
distintos procedimientos rituales y ceremoniales, número de
grados, significado de éstos, diversidad de signos de
reconocimiento, etc., etc.; pero conservando dichos Ritos
necesariamente, la uniformidad de principios fundamentales de
la Francmasonería y del simbolismo de sus tres primeros grados
de Aprendiz, Compañero y Maestro que todo Rito debe observar,
por constituir estos la esencia inconmovible de nuestra Augusta
Orden, sin los cuales esta perdería su carácter especial y único
que la distingue de cualquiera otra asociación humana.
La Masonería Simbólica es la original y la más antigua;
existe desde hace miles de años, conjuntamente con la
Masonería operativa o gremial, de la que deriva, practicando un
46
solo y único Rito hasta principios del siglo XVIII, durante el cual
se fueron estableciendo todos los demás Ritos hoy existentes.
Desde su origen, la Masonería actuaba, como ya lo hemos
indicado en capítulos anteriores, practicando un solo sistema
ritual y ceremonial en sus Logias, únicos locales así
denominados, esparcidos por todo el orbe conocido, con ligeras
diferencias de forma derivadas de la diversidad y costumbres,
lenguaje, etc., de cada comarca en que trabajaban.
En el año 926 de nuestra era, por disposición del Rey
Athelstan de Inglaterra, se reunió en la ciudad de York la
primera asamblea de masones, presidida por Edwin, hijo o
hermano del Rey (o sobrino según algunos autores) precursora
de las Grandes Logias. En ella se establecieron las leyes
fundamentales de nuestra Orden (como ya lo hemos expresado
en páginas anteriores) o sea: los “Antiguos Cargos y
Regulaciones” es decir la llamada “Constitución de York” y “Los
Antiguos Usos y Costumbres” o Ley no escrita, a las cuales se
agregaron más adelante los “Antiguos Linderos” o Límites,
síntesis de aquellas Leyes, que eran las que practicaban todas
las Logias existentes en esa época. Estas leyes fueron
declaradas inmutables para toda la Masonería, a la que daban
un carácter único y uniforme, que la diferenciaba
completamente de toda otra asociación humana, de cualquier
clase que fuere.
Estas Leyes y su correspondiente trabajo ritual y
ceremonial fueron, por consiguiente, las únicas practicadas por
la Masonería en el mundo, y, con el tiempo, debido a su origen
tomaron el nombre de Rito de York.
Más tarde, cuando en los siglos XVI y XVII, dejó de existir
el secreto en el arte de construir en la Masonería operativa, fue
permitiéndose la entrada en las Logias de individuos no
pertenecientes a la profesión de constructores y, dada la
importancia que había adquirido la Orden, fueron recibidas en
ellas personas de importancia, como son: reyes y príncipes,
filósofos, hombres de ciencia, personajes de la nobleza, etc., y
entre ellos muchos rosacruces, hermetistas, iluminados, etc.,
pertenecientes a otras asociaciones secretas que tenían
distintas finalidades de las que persigue nuestra Orden. Todos
estos nuevos miembros tomaron el nombre de masones libres y
aceptados y la Orden principió a ser designada con el nombre
de “Francmasonería”.

47
Todos estos nuevos afiliados fueron influyendo con nuevas
ideas y teorías no concordantes con los ideales y finalidad que
persigue la Orden, especialmente los rosacruces e iluminados,
pero que fueron incubándose en las Logias y preparando poco a
poco el advenimiento de la numerosa serie de Ritos y Altos
Grados que se crearon en el siglo XVIII (que el H Findel llamó
en su “Historia de la Francmasonería” la maleza de los Altos
Grados), que trajeron consigo largas luchas, desavenencias y
división en la Masonería, fruto de ilusiones, ambiciones
personales y deseos de predominio, que la afligieron durante
todo ese siglo.
Cuando en 1717 se formó la Gran Logia de Inglaterra,
abandonando definitivamente la práctica operativa para
dedicarse únicamente a la especulativa o iniciática,
imprimiendo así un nuevo rumbo a la Orden, pero conservando
inmutables los principios y finalidad de ella, encargó a los HH
Anderson y Desagulliers la formulación de la constitución que
debía regir su vida. Estos, como ya lo hemos expresado en
nuestro capítulo sobre “Las Leyes”, cumplieron su cometido,
conservando las antiguas Leyes y Constituciones de York,
rituales y ceremoniales, suprimiendo solamente todo lo
concerniente a la parte operativa. Se generalizó el grado de
Maestro, de admirable sentido iniciático, el que era conferido
únicamente a los Maestros de Logia, agregándosele,
posteriormente, para estos el Grado complementario de la Silla,
que debe poseer todo Venerable Maestro para poder gobernar
una Logia.
Al constituirse la Gran Logia de Inglaterra, no todas las
Logias inglesas se sometieron a ella. Se negaron a esto
alegando que eran muy antiguas y, en 1785 constituyeron una
“Gran Logia de Inglaterra” conforme, según ellas, con las
Antiguas Constituciones, designándose como las antiguas y a
las de la nueva Gran Logia como las modernas. Estos dos
grandes cuerpos rivalizaron y lucharon para obtener el
predominio sobre toda la Jurisdicción inglesa. Los antiguos
practicaban, además, un Grado denominado el “Real Arco” que
los modernos no aceptaban deseando mantenerse dentro de los
límites de los tres Grados del Simbolismo, o sea de los
originales y clásicos de la Masonería.
Andando el tiempo, las dos Grandes Logias sintieron la
necesidad de unirse y formar un solo Cuerpo dirigente de la

48
Masonería inglesa. Se iniciaron tratativas que duraron varios
años, hasta que el 27 de Diciembre de 1813, día de San Juan
Evangelista, antiguos y modernos unidos constituyeron la “Gran
Logia Unida de Inglaterra”, que hasta hoy rige los destinos de la
Masonería inglesa. Esta nueva Potencia aceptó como grado
complementario del Grado de Maestro el Grado de Real Arco, el
cual sigue el sistema alegórico-simbólico de la leyenda bíblica
del Templo del Rey Salomón, que constituye el sistema en que
se basa la Masonería Simbólica Universal. En 1813 el “Real
Arco” fue declarado como formando parte de la Antigua
Masonería, denominándose en la actualidad “Orden Suprema del
Santo Real Arco”.
En el curso del siglo XVIII se fueron creando numerosos
Ritos como consecuencia de la introducción en la Orden de los
masones aceptados y de ideas de innovación, producto de
ambiciones personales de predominio y grandeza. Casi todos
estos nuevos Ritos contenían un número de Grados superiores
en número a los tres Grados originales del Simbolismo, que
fueron llamados Grados Altos y que encerraban enseñanzas
completamente ajenas al espíritu y finalidad de la Masonería
Antigua, que es la de formar hombres perfectos en el sentido
moral, intelectual y espiritual para ejemplo y servicio de la
humanidad.
Enumerar aquí todos estos Ritos sería ocioso, por la índole
de este trabajo, puede tenerse noticia de ellos en cualquier obra
que trate de la Masonería y, especialmente en las Enciclopedias
pertinentes. Por otra parte, muchos de ellos has desaparecido
ya. Haremos referencia únicamente de algunos principales.
La mayor parte de esos Ritos tuvieron nacimiento en
Francia, Alemania e Italia, países en donde abundaban los
rosacruces, cabalistas, hermetistas, etc., quienes fueron los
principales gestores de ellos, introduciendo en sus numerosos
Grados enseñanzas de ocultismo, cábala, astrología, etc., y
hasta magia, cosas todas de que se ocupan sus escuelas, pero
innecesarias para la Masonería. Sin embargo, todos esos Ritos
deben practicar, necesariamente los tres Grados de la
Masonería Simbólica Universal, fundamento y fin de su
existencia, y sin los cuales no podrían existir. Porque todo
masón, para ser regular, debe ser miembro activo y cotizante en
una Logia Simbólica, cualquiera que sea el Rito al que
pertenezca y los Grados Altos que pueda ostentar.

49
Entre los nuevos Ritos creados, nombraremos
primeramente a la Estricta Observancia, creada en Alemania
por el Barón de Hund y otros hermanos, quienes agregaron a los
Grados del Simbolismo cuatro grados más de caballeros del
Templo, alegándose que la Orden del Templo continuaba
existiendo. La ambición y la novelería hizo que muchos
masones entraran a la Estricta Observancia, llamada así por la
estricta obediencia que se exigía en ella. La inclusión de esos
Altos Grados desató la oposición de los hermanos que sostenían
los principios de la verdadera y antigua Masonería y con el
tiempo, como fruto de las desavenencias creadas dentro y fuera
del Rito, este acabó por desaparecer dentro del mismo siglo
XVIII.
Mencionaremos además los Ritos: Egipcio creado por el
italiano José Bálsamo (Conde de Cagliostro), los “Iluminados de
Avignon” o Rito Swedenborg, los Martinistas, creados por
Martínez de Pasqualis, de Zinnedorf, de Fessier, de Schroder,
los Ritos de Menphis - con noventa grados, de Mizraim - con
noventa y nueve grados y muchos otros más.
Durante ese mismo siglo, siglo de frivolidades de las que
eran muestra las cortes de los Reyes Luis XV y Luis XVI,
muchos de cuyos nobles personajes pertenecían a la Masonería,
las mujeres quisieron también pertenecer a ella. Sabido es que
nuestra Augusta Orden no las admite a participar de nuestros
misterios; mas el dominio que ellas ejercían sobre la sociedad
de entonces, de máxima galantería, hizo que se fundaran
algunos Ritos especiales para ellas; tales son por ejemplo, el
Rito de la “Estrella de Oriente”, el de la “Felicidad de los
Mopses” (el que admitía ambos sexos), etc. En todos estos
Ritos se practicaba un ritual y ceremonial completamente
distinto a los practicados por la Masonería Universal y basados
en las virtudes, en la belleza y otras cualidades, con tintes de
una moderada galantería. Hoy has desaparecido todos, o si
alguno existe, no se hace notar su existencia.
Existe, sin embargo, uno, creado en 1878 por el Dr. Jorge
Martín y la Sra. María Deraismes, ambos miembros de la
Sociedad Teosófica. Este Rito denominado “Le Droit Humain” (El
Derecho Humano), es mixto y se llama también “Co-Masonería”.
En él trabajan indistintamente ambos sexos, sin diferencia
alguna de tratamiento para hombres y mujeres a los que
considera iguales. Trabaja en el Rito Escocés A. y A. con

50
algunas modificaciones de influencia teosófica. No es
reconocido por la Masonería Universal, mas si tolerado. Está
muy difundido.
Durante el siglo XIX se han constituido además varios
Ritos llamados nacionales, en los cuales se modifican Ritos
existentes con tintes de nacionalismo, como son los Ritos
Francés, Italiano, Danés, Mexicano, etc., todos poseen Grados
Altos.
Nos referimos ahora a los dos Ritos más difundidos en el
mundo masónico: el “Santo Real Arco” y el Rito Escocés
Antiguo y Aceptado de 33 grados. Del primero nos hemos ya
ocupado; nos referiremos ahora al segundo.
Su principal gestor fue el caballero escocés Barón de
Ramsay, preceptor de los hijos del pretendiente al trono de
Inglaterra Carlos Eduardo Estuardo, en unión de varios
caballeros escoceses partidarios de éste. Las reuniones
tuvieron lugar en la abadía de Clermont, en París y algunos
autores acusan a los jesuitas el haber contribuido en la
formación de este Rito. Su primer nombre fue el de Rito de
Perfección, organizado con veinticinco grados. Más tarde, con
el fin de propagarlo. Fue llevado a los EE.UU. de América por el
H Esteban Morin, contando con la colaboración del militar
francés Conde de Grasse Tilly. Allí fueron aumentados los
Grados hasta el número de treinta y tres, con los que regresó a
Francia llevado por el mismo Morin. Fue después de esto que
este sistema tomó el nombre de “Rito Escocés Antiguo y
Aceptado 33°”
La fundación oficial de este Rito data desde el año de
1786, fecha que llevan las Constituciones del Rito, cuya
ordenanza se atribuye al Rey de Prusia Federico el Grande.
Dicho Rey, muy amante de la Masonería, tenía logia en su
palacio de San Souci, en Postdam, de la que era el Venerable, a
la que asistía entre muchos otros personajes, hombres de
ciencia, literatos, filósofos, etc. Voltaire. Federico pasó al OE
en el mismo año de 1786, que llevan las Constituciones del Rito.
El Rito escocés fue tomando gradualmente un gran
impulso y, hoy en muchos Orientes ha supeditado al Rito
original de York de las Logias Simbólicas, debido a la atracción
que ejercen sobre los masones sus altos Grados.
El gobierno que ejercían sobre las Logias Simbólicas del
Rito los Supremos Consejos del Grado 33 que rigen el sistema,

51
trajo por consecuencia largas luchas, controversias y divisiones
en la Orden, debido a que las Grandes Logias reclamaban el
derecho único y absoluto de gobernar la Masonería Simbólica,
cualquiera que fuere el Rito que profesaren sus Logias. Esta
situación causó mucho daño a la Masonería durante largo
tiempo.
Con el fin de dar término a esta enojosa situación, en el
Convento que celebraron los Supremos Consejos del Rito
Escocés en Lausana en el año de 1875, se firmó una
declaración por todos los Cuerpos asistentes por la que se
convino en que el gobierno de la Masonería Simbólica de los
Tres Grados corresponde única y exclusivamente a las Grandes
Logias, cualquiera sea el Rito que se practique, siendo potestad
de los Supremos Consejos del Rito Escocés el de los grados
cuarto al treinta y tres.
De este modo se dio solución a un estado de cosas que
dañaban profundamente a la Francmasonería Universal.
Con el fin de dar cumplimiento a ese acuerdo, en muchos
Orientes en donde se practica el Rito Escocés, se ha creado un
“Gran Oriente”, el que es gobernado por un Gran Maestre y en el
que se establece, como parte de él una Gran Logia, la cual tiene
a su cargo el gobierno de las Logias Simbólicas del Rito, y un
Supremo Consejo del Grado 33 para el gobierno de los Grados
Altos. Si hubiera pluralidad de Ritos, se agrega a estos Cuerpos
una Cámara o Colegio de Ritos.
El mismo Barón de Ramsay dio lugar a la creación de la
Caballería en la Masonería. El H J. G. Findel, ya mencionado
antes, al referirse a él, dice textualmente: “Es a él a quien se
debe la introducción de los altos grados en la Francmasonería,
la que, hasta entonces no se había compuesto sino con tres
grados exclusivamente, innovación peligrosa, de la que a pesar
de esfuerzos perseverantes de todos los verdaderos masones
ella no ha podido llegar a liberarse hasta hoy”. Y continúa: …
“Es también a él a quien se debe la fábula que hace remontar el
origen de la Francmasonería a las cruzadas, y que establece
relaciones entre ella y la Orden de San Juan (Orden de los
Caballeros de Malta), los Templarios y otras…”.
Las órdenes de los Caballeros de Malta y la de los Templarios,
nacidas la primera en 1098 y la segunda en 1118 en Jerusalén,
con órdenes monástico-militares. La de Malta es católica y
depende absolutamente del Vaticano en la actualidad. La de los

52
Caballeros del Templo fue definitivamente suprimida en 1314
con el suplicio de su Gran Maestre Jacobo de Molay y muchos
otros caballeros y, aunque algunos interesados han querido
hacer creer en su supervivencia, esto no ha podido ser
comprobado. Las Ordenes que hoy figuran en la Masonería con
estos nombres son, pues, completamente distintas.
La Masonería Simbólica Universal de los tres Grados, si
bien acepta y reconoce cualquier Rito que, dentro de esos tres
Grados trabaje y cumpla las prescripciones de los Antiguos
Linderos inmutables de la Orden y practique la Leyenda del
Tercer Grado de Maestro, alegoría que la define y la caracteriza
especialmente, no acepta ni reconoce ningún Grado superior a
ese Grado. Las Grandes Logias que la gobiernan, conservando
su fidelidad a los Antiguos Cargos y Regulaciones de nuestra
Augusta Orden, consideran que el Simbolismo es un sistema
completo para formar un masón.
Las Grandes Logias son la única potencia en la Masonería,
porque a sus Logias deben pertenecer todos los masones de
una jurisdicción si quieren ser regulares. Cualquier masón
puede si así lo desea, pertenecer a cualquier Rito que practique
Altos Grados, siempre que cumpla el requisito de ser miembro
activo y cotizante en una Logia Simbólica regular.
Hemos hecho en este capítulo una clara exposición de los
Ritos y de sus Altos Grados. Los primeros son únicamente una
modalidad distinta de la enseñanza masónica de cada Rito,
siempre que quede circunscrita a los tres Grados del
Simbolismo y siempre, también, que se cumpla en ellos las
condiciones indispensables enumeradas en un párrafo anterior
a este capítulo.
En lo que respecta a los Altos Grados, ellos son
únicamente agregaciones al Grado de Maestro Masón, último y
más elevado de la Masonería Simbólica Universal. Muchos de
ellos, como ya lo hemos indicado, tratan de enseñanzas
completamente ajenas a la índole y finalidad de la Orden y por
lo tanto no son necesarios. La mayor parte de estos Grados es
muy bella e interesante, pueden ser adquiridos para alcanzar
una mayor cultura en muchas cosas y, también, obtener títulos
y decoraciones; más, la posesión de ellos no confiere al masón
calidad masónica superior a la que le confiere el sublime Grado
de Maestro Masón, último y máximo de la Masonería Simbólica
Universal.

53
CAPÍTULO 9

LA FILOSOFÍA
En varias partes de estos escritos nos hemos referido a la
bellísima filosofía, profunda, de la Masonería. En este capítulo
vamos a extendernos más ampliamente sobre este interesante
asunto.
Acostúmbrase citar, a los llamados Grados Altos de la
Francmasonería con el calificativo de filosóficos, más, muchos
de los mismos afiliados a nuestra Augusta Orden que poseen
dichos grados, olvidan, o afectan olvidar, y hasta desdeñan los
tres primeros Grados fundamentales de Aprendiz, Compañero y
Maestro de la Masonería Simbólica, la milenaria, la pura y
universal Masonería, dándole el calificativo de la “escuela
primaria” de nuestra Orden.
Mas ¿qué son y qué representan esos tres Grados?
Representan la escuela única, integral de una filosofía
destinada a la regeneración del hombre en sus aspectos moral,
intelectual y espiritual, es decir, a la plenitud de su crecimiento
como ser humano en pos de la perfección.
La Masonería Simbólica o iniciática fue creada al mismo
tiempo que la operativa o profesional por los mismos que
fundaron a esta última, en los tiempos en los que se
construyeron los inmensos y grandes templos de la Caldea, la
Mesopotamia, el Egipto, etc., con el fin de agregar a la
enseñanza de la construcción material de esos templos, la de la
construcción ideal del templo interno que convirtiera a sus
afiliados en seres perfectos moral y espiritualmente, además de
constructores perfectos.
Para cumplir esta misión estableció un sistema filosófico
dividido en tres grados de desarrollo que lo completaba,
inspirándose los instructores en las escuelas de misterios
existentes en aquella época, y adoptando como medio la
iniciación, es decir el desarrollo gradual de la conciencia del
individuo, utilizando para ello, símbolos y alegorías rituales.
Los tres Grados a los que nos referimos son los únicos que
componen y completan la Masonería Simbólica y que prescribe
el Punto II de los Antiguos Linderos de nuestra Orden.
La Logia es la única escuela en donde se practica la
enseñanza de la filosofía masónica y su Venerable Maestro es el
único instructor, quien por lo tanto, debe ser un masón, que

54
conozca perfectamente todo cuanto a la Masonería concierne y
sea, además, persona que por su conducta, tanto dentro de ella,
como en el mundo profano merezca el aprecio y consideración
de todos.
Se da el nombre de “Arte Real” a la obra masónica, o sea
Arte superior a todos los demás, porque contiene en si todo el
conocimiento que un hombre puede llegar a adquirir. La palabra
“Real” se interpreta a la vez como verdadero y superior;
verdadero en contraposición a ilusorio o falso, y superior en
contraposición a común o vulgar.
La Masonería es evolutiva, no instructiva, porque no
enseña por medio de tratados, ni experimentaciones materiales,
como las escuelas del mundo exterior, sino por medio de la
interpretación de símbolos y de ceremonias alegóricas, capaces
de despertar en el iniciado estados internos de conciencia que
lo conducen por grados ascendentes en un sendero de
perfeccionamiento humano.
Los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro son
completamente independientes entre sí, mas sí perfectamente
coordinados el uno con los otros para el desarrollo de la
bellísima filosofía que contienen. Cada uno de ellos tiene su
propio campo de acción en el que los otros no pueden interferir,
mas, su conjunto perfecta y armoniosamente estructurado
conduce al masón que los estudia y cumple sus preceptos al
perfeccionamiento de sí mismo, para el servicio de sus
semejantes en la sociedad en la que le toca actuar durante toda
su vida.
Establecida la Masonería especulativa sobre un arte
operativo, como lo indica el Punto XXIV de los Antiguos
Linderos, que a la letra dice: “La fundación de una ciencia
especulativa sobre un arte operativo”, ha tomado sus símbolos
del arte de construir, tales como la escuadra, el compás, la
regla, la plomada, etc., a los que ha agregado algunos símbolos
propios de las escuelas de iniciación, como son: el triángulo, la
estrella de cinco puntas, el sello de Salomón, etc., y las
alegorías, de los capítulos del Antiguo Testamento que se
refieren a la construcción del Templo del Rey Salomón,
símbolos y alegorías a los que dan un significado moral y
espiritual, mas nunca material.
El simbolismo y alegorías del primer Grado se ocupan del
desarrollo moral del iniciado, para que observe en todas sus

55
actividades de la vida profana una conducta irreprensible y
adquiera las virtudes indispensables para el servicio de sus
semejantes.
En el segundo Grado le induce a adquirir todos los
conocimientos posibles, que se sintetizan en la siguiente frase
del cuestionario del grado: la investigación de “Los Secretos y
misterios de la Naturaleza y de la Ciencia”.
Y el tercer y último Grado del sistema, desarrolla en el
iniciado en la magnífica ceremonia de su exaltación,
emocionante y bella como ninguna, un elevado y espiritual
estado de conciencia, sugiriéndole que proceda al más
interesante estudio que el hombre debe hacer, o sea el del
“Conocimiento de sí mismo”, es decir, adquirir aquella altura
espiritual que le haga ser capaz de contemplar “aquella Estrella
que trae consigo la paz y salvación para todos los hombres de
buena voluntad”.
Esta es la bella y profunda filosofía que infunde en el
corazón y la mente de sus iniciados la antigua, pura y universal
Masonería o Arte Real.
Pero, para que el masón llegue a ser un verdadero Maestro
Masón, es decir un Real Masón, completo e integral, es
menester que no se limite a asistir a las tenidas de su Logia y a
sus ceremonias únicamente por cumplimiento, olvidando todo,
una vez que se halle fuera del Templo. Es necesario que esas
ceremonias que presencia, esos símbolos que ve, marquen una
huella indeleble en su espíritu, huellas candentes que lo
impulsen a actuar constantemente en el mundo profano en
perfecta concordancia con las enseñanzas recibidas en el
recinto del Templo. Sólo de este modo podrá llegar a ser el
verdadero Masón cuyo nombre ostenta y ya nunca más un
profano.
Las leyes fundamentales de la Masonería, basadas en esta
admirable filosofía, son inmutables; sus preceptos deben ser
cumplidos fiel y constantemente, sin modificación alguna, como
lo preceptúa el Punto XXV de los Antiguos Linderos; porque son
eternas, como es eterno el Gran Arquitecto del Universo, como
también la naturaleza, su obra, como son eternas igualmente
las virtudes humanas. Yerran, por consiguiente aquellos
masones que quieren renovar, innovar, poner al día la estructura
de nuestra Augusta Orden con los adelantos de nuestra época.
Los masones debemos cumplir nuestro juramento de no

56
modificar ni consentir modificación alguna. Los Venerables
Maestros, los Reguladores de la Orden, sobre todo, debemos
cumplir nuestra promesa de honor. Regular la Orden no es
renovar ni cambiar, sino conservar.
En nuestro ritual del Grado de Aprendiz se define a la
Masonería, como “Un sistema peculiar de moralidad velado por
alegorías e ilustrado por símbolos”, pero esto es únicamente
para los aprendices, porque la Masonería es mucho más que
eso, como lo hemos demostrado en estos escritos.
Una de las más bellas definiciones que hemos hallado
durante nuestros estudios es la siguiente, que figura en el libro
ya mencionado “Freemasonry and its Etiquette” de un Maestro
pasado inglés y que traducimos aquí: “La Masonería puede ser
definida como las más alta expresión de aquella noble divisa
‘Libertad, Igualdad, Fraternidad’ y su verdadero significado ha
sido felizmente descrito como la “Construcción de todas las
partes del hombre en una mansión espiritual apta para la
habitación de él”.
La divisa “Libertad, Igualdad, Fraternidad” no debe ser
interpretada aquí en su sentido político – social republicano,
sino en su sentido filosófico; Libertad: de pensamiento, de
creencia y de acción en todos los actos de la vida del hombre,
siempre que, desde luego, estos actos sean aplicados al bien
propio y ajeno. Igualdad: de todos los hombres sin distinción de
razas, credos, posición social, deberes y derechos como partes
de un mismo principio divino simbolizado por el Gran Arquitecto
del Universo. Fraternidad: espíritu de unión, servicio y amor
fraternal para todos los hombres y, como ejemplo, para todos
los hermanos de nuestra Orden, como partes de un mismo
TODO.
La Masonería Simbólica, es pues la antigua, pura y
universal Masonería, es la Escuela Iniciática que, en sus tres
Grados de Aprendiz, Compañero y Maestro Masón, y no más,
expone una admirable y completa filosofía que convierte a sus
afiliados en Masones integrales y perfectos, siempre que estos
estudien, comprendan y practiquen fielmente el Arte Real, la
más grande y bella de todas las Artes.

57
CAPÍTULO 10

CONCLUSIÓN
En los nueve capítulos que preceden a éste, hemos
descrito la Masonería o Francmasonería en todos sus aspectos;
el histórico, su filosofía, sus leyes, su ideal, su misión, etc., etc.,
todo ello en forma, aunque limitada, dada la extensión
compendiada de los volúmenes pequeños que contienen nuestro
trabajo, pero lo suficientemente amplia para contener todo lo
que debe conocer todo masón sobre nuestra amada y Augusta
Orden y al Arte Real que ella significa. Porque, para escribir
sobre la Masonería hay material abundante como para llenar
muchos grandes volúmenes.
Somos un masón con medio siglo de iniciado; durante ese
ya largo camino hemos podido estudiarla, comprenderla y, sobre
todo, amarla; serle fiel y tratar de cumplir en la mejor forma que
nos ha sido posible los deberes que ella nos impone cumplir
fielmente los juramentos prestados y defenderla contra todas
las innovaciones que amenazan destruir la pureza de sus
ideales y de su alta misión.
La Masonería (nos referimos únicamente a la antigua,
genuina y universal Masonería), en sus tres grados de Aprendiz,
Compañero y Maestro, este último con el complemento del
grado de la Silla, tiene por única y esencial misión, como ya lo
hemos demostrado, la de la regeneración del hombre en su
triple conciencia moral, intelectual y espiritual, es decir, en la
integración del hombre en su plenitud de conciencia como tal; y
esto lo efectúa plena y completamente en los tres grados
mencionados, culminando en el de Maestro, cuya admirable
filosofía completa el Sistema y, por lo tanto convierte al iniciado
en un perfecto masón.
Nosotros que, durante el medio siglo de profesión
masónica, hemos seguido fielmente sus enseñanzas con amor a
sus principios y finalidad, al escribir esta pequeña obra nos
hemos atenido, única y exclusivamente en cuanto su estudio,
nuestra comprensión y ya larga experiencia en la vida masónica
nos han hecho conocer. De manera que nada hemos añadido ni
quitado de nuestra propia cosecha, cumpliendo así nuestro
juramento de no modificar ni consentir que se modifique nada
en la estructura, leyes fundamentales, linderos, usos y

58
costumbres establecidas inmutablemente, todo esto dentro de
nuestra capacidad y posibilidades.
Desgraciadamente, en el curso de los últimos años se ha
tratado de introducir en la Masonería, cambios, innovaciones y
modificaciones que adulteran la pureza de sus sistemas y
elevada finalidad, de promover el perfeccionamiento del
hombre, con olvido de su profundo sentido iniciático y con
tendencia a convertirla en una simple sociedad de beneficencia,
de educación o de cultura, para lo cual, como ya lo hemos
expresado en capítulos anteriores, no es necesaria ninguna
ceremonia iniciática ni simbolismo alguno, sino únicamente
constituirse en una sociedad con tales fines. Estas obras
pueden y deben hacerlas los masones como corolario y
complemento de la obra principal que consideramos la más
bella, la más grande y trascendental de la Masonería, como es
la regeneración del hombre.
Esta obra ha sido únicamente para masones; para servicio
y ayuda a nuestros queridos hermanos, poniendo a su servicio
nuestros conocimientos y nuestra experiencia de largos años,
ayudando a aquellos que hubieran podido olvidar, a recordar, y a
aquellos que ignoren, a conocer el inmenso privilegio que
significa el ser masón perfecto, es decir verdadero Masón.
No podemos cerrar este capítulo que termina nuestro
trabajo, sin referirnos a los denominados altos Grados de la
Masonería, superiores al grado de Maestro Masón, tercero y
último de la Masonería simbólica, la verdadera, genuina y
universal Masonería.
Al hablar sobre dichos grados, nos ceñimos a la verdad
histórica, que todo masón puede comprobar leyendo las obras
de los historiadores de nuestra Orden, entre ellos J. G. Findel (a
nuestro modesto juicio, el más serio, mejor documentado y
objetivo historiador), a Clavel, Lennhoff y otros muchos, todos
poseedores de altos grados.
Los altos grados son (como lo hemos referido en el
capítulo correspondiente) el producto de multitud de Ritos,
creados todos durante el curso del siglo XVIII, con fines
políticos, de jesuitismo y de innovación en su mayor parte
ajenas a la finalidad propia de la Francmasonería. Como
principal gestor de ellos figura el Barón de Ramsay, al cual
siguieron una multitud de aventureros e ilusos, quienes crearon
innumerables ritos, los llamados “altos grados”, y que sumaban

59
en algunos ritos hasta 96 como el de Misraim y el de Menfis.
Estos nuevos ritos se ocupaban de asuntos diversos, todos
ajenos a la índole y finalidad de la antigua y pura Masonería,
como la Caballería, sobre todo la Orden de los Templarios
(extinguida definitivamente en el año de 1314 con el suplicio de
su Gran Maestre Jacobo de Molay), con influencias de los
Rosacruces (Antigua asociación reorganizada en el siglo XVII
por Valentín Andrea), quienes, infiltrados en la Orden le
infundieron enseñanzas propias de ellos, pero extrañas a ésta,
como son el ocultismo, la magia, la astrología, etc., etc.
Aún cuando muchos de esos ritos han desaparecido ya,
subsisten otros en la actualidad que practican los altos grados;
muchos son los masones que los poseen y admiran, porque
muchos son bellos e interesantes. Quien escribe esta obra
también posee grados de varios ritos, mas nunca los ha creído
necesarios para ser un masón perfecto, porque para ello basta
ser un Maestro Masón, por lo que, hace varios años que ha
abandonado su práctica, aunque, como buen masón, permanece
fiel a los juramentos prestados en ellos.
Los “altos grados” existen y no es nuestra intensión
desear su supresión. Sólo que, como masón que durante medio
siglo de pertenecer a nuestra amada y Augusta Orden,
habiéndola estudiado y practicado con fidelidad a sus ideales y
finalidad, que es, lo repetimos una vez más, la de regeneración
y perfeccionamiento del hombre, nos sentimos obligados,
cumpliendo nuestros juramentos de conservar y no cambiar
nada en su estructura y leyes fundamentales, nos hemos
sentido obligados a poner, en aras de la verdad histórica, las
cosas en su verdadero lugar, no admitiendo que a nuestra
antigua y genuina Masonería Simbólica Universal se le
considere, como hacen muchos hermanos, orgullosos de poseer
altos grados, una Masonería primaria y elemental, cuando en
verdad es toda la Masonería, no pudiendo su mayor grado de
Maestro Masón, calificado de Sublime, por su hermoso
significado filosófico, ser superado por ningún otro grado de los
creados en el siglo XVIII, cualquiera que sea el número que
ostente.
Ponemos pues, en esta pequeña obra toda nuestra
experiencia, conocimiento y sobre todo, nuestra fidelidad, y
como un humilde homenaje a nuestra querida Orden, al servicio
de todos los queridos hermanos que tengan ocasión de leernos,

60
y como nuestra ya avanzada edad física nos presenta la imagen
del O E muy frecuentemente, ofrecemos como nuestro
testamento masónico también.
Con la Masonería ha sucedido algo semejante a lo
sucedido con el Cristianismo. Este, que contiene la admirable
doctrina predicada por el Maestro Jesús de Palestina, cuya
bellísima expresión es el Sermón de la Montaña, ha sido
cubierto por un espeso manto por el Catolicismo, nacido de él,
pero saturado de dogmas creados por los hombres, que lo
ahogan y ocultan su belleza y sencillez.
La Masonería, por su parte, esa admirable asociación que,
en sus tres grados contiene una profunda filosofía que convierte
al iniciado en un hombre perfecto, es decir, en un Perfecto
Masón, se encuentra también cubierta por otro manto espeso,
arrojado sobre ella por los “altos grados”, nacidos de la
confusión originada durante el siglo XVIII, que perturban su
pureza y la grandeza de su misión humana.
Terminamos esta obra con la reproducción de las frases
escritas por dos masones: el H J. G. Findel en su obra ya
citada “Historia de la Francmasonería” y por el H J. A. Fichte
(1762-1814), famoso filósofo alemán, en su “Filosofía de la
Masonería”.
Dice el primero al referirse a la reforma masónica de 1717,
al instalarse la Gran Logia de Inglaterra.
“Se cumplió entonces, cada vez más rápidamente, lo que
estaba preparado desde hace mucho tiempo antes; los
francmasones se apartaron completamente del oficio
propiamente dicho y la institución caminó a grandes pasos
hacia su completa transformación; de los materiales
abandonados por las antiguas corporaciones de masones,
recogidos y apropiados a las necesidades del momento, según
una nueva creación, la Francmasonería, en su forma actual, tal
como se nos enseña hoy, como un arte de una virtud
espiritualizadora. La Fraternidad de obreros reales se convierte
en una Confraternidad de obreros simbólicos; el trabajo del
espíritu reemplaza al trabajo del arte técnico y en lugar de la
creación de templos visibles y sujetos a la destrucción, se trata
ahora de trabajar por la edificación, del templo único e
invariable del espíritu”.
“No son los misterios del paganismo ni las doctrinas del
cristianismo primitivo o de los cristianos gnósticos que se

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trasmiten, ni la sombra desvanecida de una orden de caballería
desaparecida es evocada; nada de lo que ha dejado de existir
será condenado a resucitar bajo una forma diferente, porque el
tiempo que está sometido a cambios, destruye todo, y de las
ruinas que hace, renace una nueva vida nueva”.
Y Fichte en su libro sobre la Masonería nos dice que es
una institución “separada” distinta de todas las demás
instituciones humanas, cuya misión es unir a los hombres por
medio de una cultura universal y humana, en contraposición de
la actual sociedad existente en el mundo, dividida en
numerosos grupos separados y hasta antagónicos, constituidos
por las distintas actividades y culturas, como son las religiones,
las clases sociales, las profesiones y oficios, ciencia y artes,
etc., etc., cada uno de cuyos grupos viven unilateralmente, sin
contacto con los demás.
Y aquí concluimos nuestro modesto trabajo, enviando a
todos los hermanos que nos lean nuestro sincero y fuerte
abrazo fraternal.
A L G D G A D U

COLOFÓN
Vall de Lima, a 15 de Agosto de 1970 EV
MR Gran Maestre de la Gran Logia del Perú,
MRH Luis E. Heysen
En el Oriente.

Muy R H:

He escuchado en Tenida de mi Logia, la lectura de vuestro


decreto N° 12 de fecha 1° del presente mes, referente a mi
Jubileo de Oro como iniciado en nuestra Augusta Orden.
Profundamente emocionado os agradezco, M R Gran
Maestre, por los considerandos y disposiciones de dicho
decreto; más, permitidme que os manifieste, muy

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humildemente, que hallo los términos y disposiciones de ese
decreto inmensamente superiores a los merecimientos, si es
que alguno hay en el cumplimiento de los deberes que me
impone la Orden y que he tratado de cumplir durante el tiempo
que pertenezco a ella, favorecido para ello por mi ya larga vida.
Sobre todo, me siento agobiado, M R Gran Maestre, por
la calificación de gran iniciado que os habéis servido darme, la
que únicamente puedo recibir en el sentido de buen Masón. A la
vez que de iniciado en la Masonería, tengo el mismo tiempo de
ocultista teósofo, practicante de sus severas disciplinas, y esta
condición me permite conocer perfectamente el verdadero
sentido de dicha calificación, la que solamente pueden llevar
unos pocos seres en toda la tierra, que han superado la
condición humana para elevarse a alturas por sus grandes
virtudes y poderes espirituales, que los han convertido en
grandes benefactores y servidores de la Humanidad. Y de esto
me hallo tan infinitamente lejos, que no puedo ni pensar en ello.
Me permito hacer esta aclaración, pidiéndole perdón M
R Gran Maestre, para evitar que pueda creerse ni
remotamente que yo haya podido aceptar esa calificación (que
seguramente me habéis dado en un sentido completamente
distinto) como merecida por mi modesta persona.
Entré a la Masonería, hace ya cincuenta años, con el solo
fin de ser Masón únicamente. Y para serlo, durante todo ese
tiempo, he aprendido a conocerla y amarla, practicándola
siempre con toda la sinceridad de mi espíritu, estudiándola
constantemente. Así, en su historia he podido apreciar sus
orígenes y antigüedad; en su filosofía, sus profundas
enseñanzas de orden moral, intelectual y espiritual, y la misión
admirable que tiene para el progreso y perfeccionamiento del
hombre, para bien y servicio de la humanidad.
En mis constantes estudios y dedicaciones he llegado a
comprender que la original, única y pura Masonería es el
Simbolismo de los tres Grados de Aprendiz, Compañero y
Maestro, con los que completa plenamente su maravillosa obra
de perfeccionamiento del hombre, siendo su mayor grado el
sublime de Maestro Masón. Durante miles de años y hasta
principios del siglo XVIII, ha existido únicamente el Rito
denominado de York y solamente entonces comenzaron a
aparecer numerosos Ritos y grados, producto de ilusiones,
ambiciones, intereses y hasta de motivos de orden político, que

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trajeron consigo multitud de luchas y divisiones en nuestra
Augusta Orden.
Os agradezco mucho, M R Gran Maestre, vuestra
decisión de reimprimir en un solo volumen mis obritas
“Francmasonería” porque en ellas he volcado en forma concisa,
pero clara y precisa, el conocimiento adquirido durante estos
cincuenta años de vida masónica, sobre nuestra querida y
Augusta Orden.
Con vuestro decreto que es objeto de esta plancha y el
elevado Rango de Gran Maestre Emérito que he recibido
anteriormente de vuestra bondad y aquiescencia de la M R
Gran Logia del Perú, creedme, M R Gran Maestre, que siento
enormemente compensados los servicios que puedo haber
prestado a nuestra querida Orden, en cumplimiento de los
deberes que me ha impuesto mi condición de Masón, durante el
tiempo que mis ya largos años me han permitido permanecer en
ella.
Os reitero M R Gran Maestre, humildemente conmovido,
la expresión de mi agradecimiento sincero y me suscribo,

Vuestro adicto y fiel Hermano


Emilio Traverso y Angeloni
G M E

NOTA:
TRANSCRIPCIÓN DEL LIBRO EFECTUADA POR EL
R H FRANCISCO PEGORARI GÓMEZ
P V M

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