La Transformación Del Indio en México
La Transformación Del Indio en México
La Transformación Del Indio en México
Introducción:
El presente texto indaga brevemente sobre cómo el arte fungió como un instrumento
ideológico de difusión masiva sobre el cual se apoyó el Estado Nación mexicano
para consolidar en el nuevo imaginario social la construcción de dos agentes
políticos nuevos: el indio y el mestizo. Esto se debió al poder simbólico y masivo que
tuvo el arte en la primera mitad del siglo XX.
Aunque se piensa que la antropología política surgió durante la primera mitad
del siglo XX en los centros hegemónicos como en el Reino Unido, Francia o Estados
Unidos, se ha ignorado que México desde el siglo XIX ya venía haciendo
antropología política con el problema del indio que más adelante se vería reflejada
en el proyecto nacional conocido como indigenismo.
De esta manera, en este ensayo me propongo hacer un breve análisis
político sobre las diversas formas en la que el indio ha sido concebido y
representado a través del arte nacional desde finales del siglo XIX y a lo largo del
siglo XX. Esto con la finalidad de ver cómo el arte al igual que la antropología, se
utilizaron como un aparato ideológico de estado 1 para crear la identidad nacional en
el imaginario social2 a partir de la construcción dialéctica de sujetos que se han visto
como antagónicos: indio y mestizo.
¿Es posible entonces que el arte postrevolucionario sentara las bases en el
imaginario político y nacional de lo que es indio y el mestizo? Para responder a la
pregunta, considero que es menester hacer este análisis desde algunas artes para
entender en qué medida aportaron a la conformación sociopolítica de estos sujetos
durante las diferentes facetas del indigenismo en México. Recordemos que, para
Antonio Gramsci (1975), una de las funciones más importantes del Estado es elevar
a la población a un determinado nivel cultural y moral, que contribuya al desarrollo
de las fuerzas productivas y por tanto a las clases dominantes. En líneas generales,
1 Término acuñado por Louis Althusser en “ideología y aparatos ideológicos de estado” 1970.
2 Término acuñado por Cornelius Castoriadis en “La institución imaginaria de la sociedad” 1975.
1
esto era buscar una homogeneización cultural y moral que lograra consolidar la
identidad mexicana. De esta manera, las artes fueron elementales para propagar la
identidad y elevar a la población a dicho nivel cultural y consolidar los nuevos
sujetos políticos principalmente el del indio, que era a quien se le consideraba más
atrasado.
Conviene subrayar, que, para entender mejor la construcción del indio,
debemos remitirnos a los orígenes de este problema, principalmente a la segunda
mitad del siglo XIX. Durante este periodo, se hicieron estudios sociales, físicos y
lingüísticos sobre la población india, se fue de lo general a lo particular, para saber
qué podían hacer con ellos. El historiador Manuel Orozco y Berra es quien realiza la
primera Carta etnográfica de lenguas3, con el fin de conocer a la población india del
territorio, ya que antes no se pensaba en los sujetos del pueblo, sino únicamente en
la unidad administrativa del pueblo, es decir, se necesitaba saber a quién se estaba
gobernando. A raíz de esto, surgirá durante los próximos años el dilema de integrar
o exterminar a la población india que representaba más del 50% por ese entonces.
Es entonces durante el régimen porfirista impregnado del positivismo
comteano que se toma una postura: el indio es considerado como el mayor enemigo
del progreso y la modernidad del país, el cual miraba a un futuro próspero y
desarrollado. Por lo tanto, para justificar su exterminio, se hicieron estudios de
craneometría para demostrar la inferioridad racial de los indios ante los blancos,
como resultado, se comenzó a hacer uso de la fotografía para captar la realidad, es
decir, para combatir lo abstracto y dejar un testimonio científico.
La fotografía médica, fue de las primeras herramientas de representación
junto con la litografía, éstas, se utilizaron para representar a esta otredad: primero
para estudiar su fisonomía y después con la antropología, a desdeñar que sólo
hacían mediciones y descripciones. Es entonces, que podemos ver como la
fotografía comenzó siendo una herramienta médica y hemerográfica esencial para ir
construyendo la identidad política del indio previa a los comienzos del Estado
Nación, lo cual, permitía ir gestando su contraparte antagónica.
A principios del siglo XX, con el estallido de la revolución se trastocaron todos
los lazos de la vida social en México: se experimentó un alejamiento brutal respecto
de todas aquellas reminiscencias del afrancesamiento cosmopolita tan añorado por
3 Orozco y Berra, Manuel en “Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México: precedidas de un
ensayo de clasificación de las mismas lenguas y de apuntes para las inmigraciones de las tribus” 1864
2
las élites porfirianas (Gómez, 2013). Sin embargo, esto dará cuenta de la realidad
de un México mayormente rural e indio, el cual luchó y se volvió visible, en gran
medida por las fotografías de los hermanos Casasola, quienes registraron la
revolución y le dieron un nuevo contexto a la imagen: el periodístico.
Si bien durante las primeras décadas del siglo XX se continuó usando la
denominación de indio, la consolidación del Estado revolucionario institucional
piensa en un eufemismo para el indio y años después se sustituye por el
neologismo de indígena. Así, surge en la vida nacional el indígena, ya no como
individuo político, sino como comunidad, puesto que el Estado busca consolidarse y
crear bases en esa población marginal que para entonces continua siendo la
mayoría de la población. De ahí en adelante, la política se enfocará en ellos, como
si nunca hubiesen existido y comenzar a gestar en esa idea la justificación del
estado posrevolucionario.
El régimen porfirista se había terminado y aunque la revolución llegó al poder
por la fuerza, necesitaba aprender de los errores del pasado y sustentar su gobierno
en algo más simbólico como el campesino, lo indio, el pasado. De esta manera,
Abner Cohen señala “que un régimen puede conseguir el poder y mantenerse
durante algún tiempo simplemente por la fuerza, la estabilidad y continuidad se
logran principalmente a través del simbolismo de autoridad que el régimen maneja”
(Cohen, 1979).
Con el final de la fase armada, el país comienza a buscar vías de desarrollo,
por lo que la antropología se convertirá en una disciplina necesaria para contribuir a
dicho desarrollo. Manuel Gamio, alumno de Franz Boas, con su libro Forjando
Patria, será pilar fundamental para la creación del indigenismo en México, junto con
otros intelectuales, artistas y antropólogos como Alfonso Caso, Gonzalo Aguirre
Beltrán, José Vasconcelos, Gerardo Murillo, Diego Rivera, etc.
La ciencia se une al arte para enaltecer la identidad nacional, resultado de
culturas milenarias y se da un boom de obras artísticas impregnadas de símbolos
indígenas como Sensemayá, el poema sinfónico de Silvestre Revuelta o el
huapango de Moncayo.
Así, los indios entran pisando con fuerza en el imaginario nacional a través de
las artes. Ya no son considerados un problema a erradicar, sino que ahora son
personas a las que se les debe instruir y educar, para ser incluidos al Estado
Nación. Sus tipos de vida interesan a los artistas y el arte se convierte en elemento
3
fundamental para propagar lo indígena como parte de nuestra identidad. Deborah
Dorotinsky en Imagen e imaginarios sociales (2009) afirma que:
“El lugar del folklor en el imaginario indigenista de la primera mitad
del siglo XX se debió al rescate de las tradiciones populares que
intentaron hacer los ideólogos del renacimiento cultural: artistas,
educadores, antropólogos, arqueólogos y escritores, que vieron en
las tradiciones la faceta que dotaba de autenticidad y originalidad a
“lo mexicano” (p.123).
1. David Alfaro Siqueiros, Del Porfirismo a la Revolución, Medidas 4.46 m de alto x 76.89 m de
ancho, fresco, sala Siqueiros 1957 a 1966.
En la literatura surge la novela revolucionaria y aparecen libros como Los de abajo
de Mariano Azuela, La sombra del caudillo de Martín Luís Guzmán y Al filo del agua
de Agustín Yáñez. Durante el cardenismo, surge el indigenismo que busca la total
4
asimilación de los indios a la nación y como señala Bonfil Batalla (1970) la utopía
estaba a la vuelta de la esquina y el indio no se podía quedar atrás4.
Este periodo coincide con el surgimiento del llamado cine de oro mexicano,
cuya industria temática, influirá de manera contundente y ayudará a sentar las
bases de una nueva fase del indio en la concepción popular de la vida nacional.
La Segunda Guerra Mundial tenía ocupado a los Estados Unidos en Europa y
su industria cinematográfica sufrió un gran golpe. México vio una oportunidad para
expandir su industria cinematográfica, basada en el modelo estadounidense, la
pregunta era ¿Sobre qué temáticas se harían películas? Fue entonces que surgió
una nueva generación de directores y guionistas producto de un fuerte
nacionalismo, que comenzaron a filmar películas basadas en las formas de vida
indígena, o como Deborah Dorotinsky (2009) señala:
“Se consolidó en nuestro país la empresa de representar
visualmente la alteridad: los tipos populares, las clases sociales, los
oficios, los grupos étnicos y las razas. Este tipo de representación
respondió a un impulso de clasificar a la sociedad en categorías
cada vez más variadas” (p.94).
Así, el cine mexicano creó una narrativa y estética tan particular, que se le conoció a
esa corriente como el Cine de Oro Mexicano, en el cual, resaltan muchos de los
estereotipos que vemos hasta la fecha como: que los indígenas son de pensamiento
más lento, flojos, ignorantes, desinteresados por las riquezas y muy devotos a las
tradiciones y apegados a un pensamiento mágico religioso. Por el contrario, el
mestizo siempre es representado con una exacerbada virilidad, una tez más clara,
devoto a una religión católica y siempre interesado en la propiedad privada y el
dinero.
Fue durante esta etapa que el arte y la política consolidaron una forma de
sujeción5 sobre el indígena, produciendo un agente político explotable, con una
dominación directa y atado a una dependencia económica del Estado (Foucault,
1988). Cito algunas películas claves del Cine de Oro Mexicano para entender el
alcance que tuvo la creación del indio y del mestizo: Enamorada (Emilio Fernández
5
1946), La perla (Emilio Fernández 1947), Tizoc: amor indio (Ismael Rodríguez 1957)
y Macario (Roberto Gavaldón 1960).
Conforme el indigenismo se transformaba, también lo hacían las artes; pero a
raíz de la primera mitad del siglo XX, muchos de los estereotipos sobre el indígena y
el mestizo quedaron arraigados en el imaginario nacional. La arquitectura también
se vio afectada con Luis Barragán y sus formas coloridas que integran lo tradicional
y vernáculo o el brutalismo de Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky
cuyas obras remiten a lugares ceremoniales del mundo prehispánico como Monte
Albán, Teotihuacan.
2. El Brindis, Agustín Víctor Hugo Casasola, Archivo Gustavo Casasola, c.a. 1910 Tamaño: 40.64 x
50.8 cms
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de nuestro imaginario, únicamente flexible ante la movilidad del mestizo, es decir, lo
indio y lo mestizo solamente pueden transformarse, si el otro lo hace.
Bibliografía:
Althusser, Louis (1985) Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado, Editorial Quinto
Sol, México. Págs. 7-72
Caso, Alfonso, “Definición del indio y lo indio”, en América Indígena, vol, VIII, núm. 5,
1948 En: José del Val y Carlos Zolla, Documentos fundamentales del indigenismo en
México, UNAM, 2014, pp. 519-529