Justificacion Por La Fe EGW, Margaret Davis
Justificacion Por La Fe EGW, Margaret Davis
Justificacion Por La Fe EGW, Margaret Davis
Justificación por la Fe
Índice
76.- Tradición: El pecado no separa el alma de Dios. Verdad: El pecado separa el alma
de Dios hasta que volvamos a Él en arrepentimiento
…………………………………………… 119
77.- Tradición: El pecado no cambia nuestra relación con Dios. Verdad: El pecado corta
nuestra continua relación con Dios y niega a Cristo
…………………………………………… 122
78.- Tradición: Seguramente no morirás si pecareis. Verdad: El alma que pecare, esa
morirá …………………. 127
79.- Tradición: El pecado no anula nuestra justificación. Verdad: El pecado anula nues-
tra justificación hasta que volvamos a Él ……………………….. 130
80.- Tradición: Solamente necesitamos creer para ser salvos. Verdad: Necesitamos creer
y obedecer ……133
81.- Tradición: Nadie puede ser perfecto. Verdad: A todos se nos requiere perfección
moral ………………..... 136
82.- Tradición: Jesús tuvo ventaja sobre nosotros. Verdad: Jesús no tuvo ventaja sobre
los santificados …... 138
83.- Tradición: Solamente Cristo pudo obedecer la santa ley de Dios. Verdad: Mediante
la fe todos podemos obedecer la ley de Dios …………………………………… 145
84.- Tradición: La ley fue abolida en la cruz. Verdad: Ni una jota ni una tilde pasarán
…………………. 147
85.- Tradición: El antiguo pacto salvaba por la obediencia. Verdad: El nuevo pacto es el
único pacto que salva 149
86.- Tradición: No debemos utilizar nuestra voluntad al obedecer; la santificación es
sólo por fe. Verdad: El uso apropiado de la voluntad al obedecer es vital; la santificación
se obtiene por la fe que obra …………. 151
87.- Tradición: Romanos siete presenta a un hombre convertido incapaz de obedecer de-
bido al pecado original.
Verdad: Romanos siete presenta al hombre carnal, convicto, que necesita el nuevo naci-
miento y el poder de Dios para obedecer………………………. 157
88.- Tradición: Podemos tener relación con Dios mientras pecamos a conciencia. Ver-
dad: Si decimos que tenemos comunión con Dios mientras pecamos inconscientemente
estamos engañados ………………… 161
89.- Tradición: El mensaje de 1888 presentaba una nueva clase de justificación. Verdad:
El mensaje de 1888 fue un reavivamiento de la verdadera justicia…………… 162
90.- Tradición: Jesús puede ocupar parte de mi corazón mientras la otra parte está llena
de corrupción desconocida. Verdad: Jesús debe limpiar todo mi corazón antes que pueda
morar dentro de él …………. 166
91.- Tradición: Los pecados secretos son pecados inconscientes y desconocidos. Verdad:
Los pecados secretos son pecados conocidos, ocultos, no discernidos con claridad hasta
que seamos convertidos verdaderamente170
92.- Tradición: La obra de Cristo en nosotros es trapos de inmundicia. Verdad: La justi-
cia humana sin Cristo es trapo de inmundicia……………………………………. 172
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93.- Tradición: Mientras más nos alleguemos a Jesús, más pecaminosos somos. Verdad:
Cuanto más cerca estemos de Jesús, más claramente veremos nuestra naturaleza pecado-
ra y nuestra continua necesidad de sus ministraciones ……………………… 173
94.- Tradición: Cualquier reprensión del pecado es equivocada. Verdad: La reprensión al
pecado es necesaria pero no juzgar el carácter…………………………………. 175
95.- Tradición: La ira no es pecado. Verdad: El enojo santo no es pecado……….176
96.- Tradición: No hay sacrificio por el pecado voluntario. Verdad: No hay sacrificio por
pecados voluntarios si no nos arrepentimos……………………………………. 179
97.- Tradición: El bautismo nos salva. Verdad: El bautismo salva si nos levantamos a
nueva vida en Cristo … 181
98.- Tradición: Los hijos son salvos naturalmente hasta la edad de la razón. Verdad: Los
niños solo pueden ser salvos por gracia mediante la sangre de Cristo Jesús…… 182
99.- Tradición: Solo los 144000 necesitan convertirse plenamente. Verdad: Todos tienen
que ser vencedores y tener perfección moral. Sin la santidad nadie verá a Dios… 184
100.- Todos seremos juntamente glorificados …………………………… 186
101.- Todos los salvados son la esposa y todos deben tener el vestido de boda y deben
tener el nombre de Dios escrito en sus frentes……………………….. 186
102.- Todos deben ser lavados en la fuente abierta para la impureza …….. 187
103.- Todos deben comparecer ante el Juez cara a cara ……………………. 188
104.- Todos deben alcanzar la perfección moral …………………………… 189
105.- Todos deben experimentar el nuevo nacimiento ……………………. 189
106.- Todos deben tener a Cristo, la esperanza de gloria …………………. 190
107.- Todos deben tener la mente de Cristo ……………………………. 191
108.- Todos deben ser salvados del pecado, no en el pecado …………….. 191
109.- Todos deben tener el verdadero arrepentimiento, la conversión y la remisión de los
pecados ………….. 192
110.- Todos deben arrepentirse por sí mismos y ayudar a otros a arrepentirse 193
111.- Todos deben abrir la puerta del corazón y ser limpiados del pecado 193
112.- Todos deben tratar el problema del pecado hasta lo profundo del corazón 194
113.- Todos deben limpiar los pecados ocultos y secretos de su corazón 195
114.- Todos deben obtener limpieza y justicia interna …………………….. 196
115.- Todos deben vencer sus defectos de carácter y sus pecados dominantes 196
116.- Todos deben ser más que vencedores ……………………………. 199
117.- Todos deben ser salvados hasta lo sumo ……………………………. 199
118.- Todos los redimidos cantan el himno de redención ………………….. 200
119.- El tercer ángel advierte acerca de la marca …………………………… 200
120.- Dios sellará a su pueblo …………………………………………... 201
121.- Él separará el trigo de la cizaña …………………………………… 203
122.- Preparaos para la lluvia tardía …………………………………... 204
123.- Dad el fuerte clamor ………………………………………………….. 205
124.- El cuarto ángel llama a salir de babilonia …………………………… 206
125.- Satanás hará guerra al pueblo de Dios …………………………… 208
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“La gran preocupación de cada alma debería ser: ¿Ha sido renovado mi corazón? ¿Ha
sido transformada mi alma? ¿Han sido perdonados mis pecados mediante la fe en
Cristo? ¿He renacido?”. 2MS:133.
“Respondió Jesús, y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez,
no puede ver el reino de Dios”. Juan 3:3.
“El nuevo nacimiento es una experiencia rara en esta época del mundo. Esta es la razón
por la que hay tantas perplejidades en las iglesias. Muchos, muchísimos, que pretenden
tener el nombre de Cristo, no están santificados, y son impíos. Han sido bautizados, pero
fueron sepultados vivos. No murió el yo, y por lo tanto no renacieron a una nueva vida
en Cristo”. 6CBA:1075.
“Él era un fariseo estricto, y se enorgullecía de sus buenas obras. Era muy estimado por
su benevolencia y generosidad en sostener el culto del templo y se sentía seguro del fa-
vor de Dios. Le sorprendió la idea de un reino demasiado puro para que él lo viese en la
condición en que estaba… Pero por virtud de su nacimiento como israelita, se considera-
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ba seguro de tener un lugar en el reino de Dios. Le parecía que no necesitaba cambio al-
guno”. DTG:142.
“No tenía excusa la ceguera de Israel en cuanto a la regeneración. Bajo la inspiración del
Espíritu Santo, Isaías había escrito: "Todos nosotros somos como suciedad, y todas
nuestras justicias como trapo de inmundicia." David había orado: "Crea en mí, oh Dios,
un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí". Y por medio de Ezequiel
había sido hecha la promesa: "Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro
de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne.
Y pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis mandamientos".
DTG:145-146.
“La fuente del corazón debe ser purificada antes que los raudales puedan ser puros. El
que está tratando de alcanzar el cielo por sus propias obras observando la ley, está inten-
tando lo imposible. No hay seguridad para el que tenga sólo una religión legal, sólo una
forma de la piedad. La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua,
sino una transformación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una
vida enteramente nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente por la obra eficaz
del Espíritu Santo”. DTG:143.
"Muchos de los que profesan seguir a Cristo no tienen una religión genuina. No revelan
en sus vidas el fruto de la verdadera conversión. Están controlados por los mismos hábi-
tos, por el mismo espíritu de crítica y de egoísmo, que los controlaban antes de que
aceptaran a Cristo.
Nadie puede entrar a la ciudad de Dios si no tiene un conocimiento de la conversión ge-
nuina. En la verdadera conversión el alma nace de nuevo. Un nuevo espíritu toma pose-
sión del templo del alma. Comienza una nueva vida. Cristo es revelado en el carácter".
RH, 30-07-1901.
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto es de Dios, el cual nos reconcilió a sí mismo
por Cristo; y nos ha dado el ministerio de la reconciliación". 2 Cor. 5:17-18.
"Aquello que era objetable en el carácter es purificado del alma por el amor de Jesús.
Todo egoísmo es expulsado, toda envidia, toda palabra inicua es desarraigada, y se efec-
túa una transformación radical en el corazón". RH, 22-07-1890.
"Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes, que tomando sus lámpa-
ras, salieron a recibir al esposo. Y cinco de ellas eran prudentes, y cinco necias. Las que
eran necias, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes toma-
ron aceite en sus vasos, juntamente con sus lámparas". Mat. 25:1-4.
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"Las dos clases de personas que esperaban representan dos clases que profesan estar es-
perando a su Señor. Se las llama vírgenes porque profesan una fe pura. Las lámparas re-
presentan la Palabra de Dios ... El aceite es un símbolo del Espíritu Santo ... Todas te-
nían lámparas y vasijas para aceite ... Pero cinco de ellas no habían llenado sus vasijas
de aceite ...
Por un tiempo parecía no haber diferencia entre ellas. Tal ocurre con la iglesia que vive
precisamente antes de la segunda venida de Cristo. Todos tienen el conocimiento de las
Escrituras. Todos han oído el mensaje de la pronta venida de Cristo, y confiadamente es-
peran su aparición ... 'He aquí el esposo viene; salid a recibirle'. Muchos no están listos.
No tienen aceite en sus vasijas para las lámparas. Están destituidos del Espíritu Santo".
PVGM:336-337.
"En esto conocemos que estamos en Él, y Él en nosotros, en que nos ha dado de Su Es-
píritu". 1 Juan 4:13.
"Todas tenían lámparas, esto es, una apariencia externa de religión, pero solo cinco de
ellas poseían la piedad interior. A cinco de ellas les faltaba el aceite de la gracia. El es-
píritu de vida en Cristo Jesús, el Espíritu santo, no moraba en sus corazones. Sin el acei-
te de la gracia, ¿de qué valía llevar la lámpara de la profesión de la fe?". HHD:120.
"Aquí yace el más grande engaño que puede afectar a la mente humana; estas personas
creen que están bien cuando están mal ... Ellas son halladas faltas cuando es para siem-
pre demasiado tarde para suplir sus carencias". 1T:417.
"Y mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban apercibidas, entraron
con él a las bodas; y se cerró la puerta. Y después vinieron también las otras vírgenes,
diciendo: Señor, Señor, ábrenos. Mas respondiendo él, dijo: De cierto os digo, que no os
conozco". Mat. 25:10-12.
"La clase representada por las vírgenes fatuas no está formada de hipócritas. Sus compo-
nentes manifiestan respeto por la verdad, la han defendido, y son atraídos hacia aquellos
que la creen; pero no se han rendido a sí mismos a la obra del Espíritu Santo.
No han caído sobre la Roca, Cristo Jesús, y permitido que su vieja naturaleza fuera que-
brantada ... El Espíritu obra en el corazón del hombre de acuerdo con su deseo y consen-
timiento, implantando en él una nueva naturaleza. Pero las personas representadas por
las vírgenes fatuas se han contentado con una obra superficial. No conocen a Dios".
PVGM:338.
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"Es ahora tiempo de rogar a las almas que no solamente escuchen la Palabra de Dios,
sino que sin demora obtengan el aceite, en las vasijas de sus lámparas. El aceite es la
justicia de Cristo.
Representa el carácter, y el carácter no es transferible. Ningún hombre puede obtenerlo
por otro. Cada uno debe lograr para sí un carácter purificado de toda mancha de
pecado". TM:233-234.
"Así que, si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, santificado, y útil
para los usos del Señor, y preparado para toda buena obra". 2 Tim. 2:21.
"Todo el cielo está esperando que haya canales por medio de los cuales pueda derramar-
se el aceite santo para que sea un gozo y una bendición para los corazones humanos ...
Si todos tuvieran la voluntad de recibir, todos serían llenados de su Espíritu.
La religión de Cristo significa más que el perdón del pecado; significa la extirpación de
nuestros pecados y el henchimiento del vacío con las gracias del Espíritu Santo".
PVGM:345.
"Limpiaos los que lleváis los vasos del Señor". Isa. 52:11.
"Que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el
hombre interior por su Espíritu. Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; para
que, arraigados y fundados en amor ... seáis llenos de toda la plenitud de Dios". Efe.
3:16-19.
"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no hace sinrazón, no
se ensancha; no es injurioso, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal; no se huel-
ga de la iniquidad, sino que se huelga de la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta". 1Cor. 13:4-7.
¿Es realmente esto lo que sientes por tus hermanos o por tu prójimo? ¿Y por tus enemi-
gos?
"Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Dícele: ¿Cuáles? Y Jesús dijo:
No matarás; no adulterarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu
madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Dícele el mancebo: todo esto guardé
desde mi juventud; ¿qué más me falta? Mat. 19:17-20.
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Observe que Cristo le dijo "guarda" los mandamientos. Él usó la palabra "teréo", que
significa "notar, cumplir, retener, conservar, custodiar, reservar" (ver 5083 en la Concor-
dancia de Strong). Cuando el mancebo le responde a Jesús, usa la palabra "guardé" o
"guardado", que en Griego es "fulasso", que significa "aislamiento, vigilar, estar de
guardia, preservar, obedecer, evadir, abstenerse, custodiar, guardar (ver 5442 en la Con-
cordancia de Strong). Cristo le estaba diciendo una cosa, y el mancebo le estaba respon-
diendo otra, bien semejante, pero no igual. Pero sigamos estudiando las palabras inspira-
das.
"Cristo se sentía atraído a este joven. Sabía que era sincero en su aserto: 'Todo esto he
guardado desde mi juventud'". DTG:478.
"Su concepción de la ley era externa y superficial. Juzgado por una norma humana, él
había conservado un carácter intachable. En alto grado, su vida externa había estado li-
bre de culpa. Ciertamente pensaba que su obediencia había sido sin defecto. Sin embar-
go, tenía un secreto temor de que no estuviera todo bien entre su alma y Dios. Esto fue
lo que lo indujo a preguntar: '¿Qué más me falta'?". PVGM:323.
"Dícele Jesús: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y
tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Y oyendo el mancebo esta palabra, se fue tris-
te, porque tenía muchas posesiones". Mat. 19:21-22.
"Hay camino que al hombre parece derecho; pero su fin son caminos de muerte". Prov.
14:12.
"Cristo leyó el corazón del príncipe. Una sola cosa le faltaba, pero ésta era un principio
vital. Necesitaba el amor de Dios en el alma. Esta sola falta, si no era suplida, le resul-
taría fatal; corrompería toda su naturaleza". DTG:478.
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los
otros". Juan 13:35.
"Mas el que tuviere bienes en este mundo, y viere a su hermano tener necesidad, y le ce-
rrare contra él su corazón, ¿cómo está el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos
de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad". 1 Juan 3:17-18.
"El amor no solamente es tolerante hacia las faltas de los demás, sino que gozosamente
se somete a cualquier sufrimiento o inconveniente que dicha tolerancia requiera".
5T:158.
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"Podemos ser activos, podemos hacer mucha obra; pero sin amor, un amor tal como el
que moraba en el corazón de Cristo, nunca podremos ser contados en la familia del
celo". PVGM:123.
"El amor es la base de la piedad. Cualquiera que sea la profesión que se haga, nadie tie-
ne amor puro para con Dios, a menos que tenga amor abnegado para con su hermano.
Pero nunca podemos entrar en posesión de este espíritu tratando de amar a otros. Lo que
se necesita es que esté el amor de Cristo en el corazón. Cuando el yo está sumergido en
Cristo, el amor broa espontáneamente". PVGM:316-317.
"El amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es
dado". Rom. 5:5.
"Si en verdad cumplís vosotros la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo, bien hacéis; mas si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y
sois reconvenidos de la ley como transgresores". Santiago 2:8-9.
"Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien en humildad e mente, estimán-
doos inferiores los unos a los otros; no mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada
cual también a lo de los otros". Fil. 2:3-4.
"El amor no hace mal al prójimo: así que, el cumplimiento de la ley es el amor". Rom.
13:10.
"Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así tam-
bién haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas". Mat. 7:12.
"Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos.
El que no ama a su hermano, está en muerte. Cualquiera que aborrece a su hermano, es
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homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en sí". 1 Juan
3:14-15.
"Mientras se albergue odio en el alma no hay ni una jota del amor de Dios allí".
NEV:235.
"Si alguno dice, yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no
ama a su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y no-
sotros tenemos este mandamiento de él: que el que ame a Dios, ame también a su herma-
no". 1 Juan 4:20-21.
"No podemos conocer a Dios a menos que aceptemos en nuestra propia vida el principio
del amor desinteresado, que es el principio fundamental de Su carácter". DMJ:25.
"Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Cualquiera que ama, es
nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es
amor". 1 Juan 4:7-8.
“En la parábola, cuando el rey preguntó: "¿Cómo entraste aquí no teniendo vestido de
boda?" el hombre quedó mudo. Así ocurrirá en el gran día del juicio. Los hombres pue-
den disculpar ahora sus defectos de carácter, pero en aquel día no tendrán excusas que
presentar”. PVGM:257.
“La parábola del vestido de bodas representa una lección del más alto significado. El ca-
samiento representa la unión de la humanidad con la divinidad; el vestido de bodas re-
presenta el carácter que todos deben poseer para ser tenidos por dignos convidados a las
bodas”. PVGM:249.
“Es la justicia de Cristo, su propio carácter sin mancha, que por la fe se imparte a todos
los que lo reciben como Salvador personal”. PVGM:252.
“Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invención humana. Cris-
to, en su humanidad, desarrolló un carácter perfecto, y ofrece impartirnos a nosotros este
carácter. "Como trapos asquerosos son todas nuestras justicias". Todo cuanto podamos
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hacer por nosotros mismos está manchado por el pecado. Pero el Hijo de Dios "apareció
para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él". Se define el pecado como "la
transgresión de la ley". Pero Cristo fue obediente a todo requerimiento de la ley. El dijo
de sí mismo: "Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio
de mi corazón". Cuando estaba en la tierra dijo a sus discípulos: "He guardado los man-
damientos de mi Padre". Por su perfecta obediencia ha hecho posible que cada ser huma-
no obedezca los mandamientos de Dios. Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se
une con su corazón, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con
su mente, los pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa es-
tar vestidos con el manto de su justicia”. PVGM:253.
“Dios ha hecho amplia provisión para que aparezcamos perfectos en su gracia, sin nece-
sidad de nada, esperando la manifestación de nuestro Señor. ¿Estáis listos? ¿Tenéis
puesto el vestido de bodas? Esa vestimenta nunca encubrirá el engaño, la impureza, la
corrupción o la hipocresía. Dios tiene su vista puesta en vosotros. Ella discierne los pen-
samientos y las intenciones del corazón. Podemos ocultar nuestros pecados de la vista
del hombre, pero no podemos esconder nada de nuestro Hacedor”. 5T:204-205.
“Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni
oculto, que no haya de saberse”. Mat. 10:26.
“Porque mis ojos están sobre todos sus caminos, que no se me ocultan, ni su maldad se
esconde de mis ojos”. Jer. 16:17.
“La justicia es la práctica del bien, y es por sus hechos por lo que todos han de ser juzga-
dos. Nuestros caracteres se revelan por lo que hacemos. Las obras muestran si la fe es
genuina o no”. PVGM:254.
“Relaciónate sinceramente con tu propia alma. Recuerda que una iglesia sin arruga, ni
mancha, ni ninguna cosa semejante, presentará Jesús a su Padre”. 1T:163.
“Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
limpiándola con el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo,
una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese
santa y sin mancha”. Efe. 5: 25-27.
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“Dios no aceptará otra cosa que no sea la pureza y la santidad; una mancha, una arruga,
un defecto en el carácter, por siempre los excluirá del Cielo, con todas sus glorias y teso-
ros”. 2T:403.
“Lava de la iniquidad tu corazón, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo deja-
rás estar en medio de ti los pensamientos de iniquidad?”. Jer. 4:14.
“Si fuera posible que se nos admitiera en el cielo como estamos, ¿cuántos de nosotros
podríamos mirar a Dios? ¿Cuántos de nosotros tenemos el vestido de bodas? ¿Cuántos
de nosotros estamos sin mancha ni arruga o alguna cosa semejante? ¿Cuántos de noso-
tros somos dignos de recibir la corona de la vida?”. ELC:356.
“Ningún arrepentimiento que no obre una reforma es genuino. La justicia de Cristo no es
un manto para cubrir pecados que no han sido confesados ni abandonados; es un princi-
pio de vida que transforma el carácter y rige la conducta. La santidad es integridad para
con Dios: es la entrega total del corazón y la vida para que revelen los principios del cie-
lo”. DTG:509.
“La gracia de Cristo debe entretejerse en cada fase de nuestro carácter”. CSS:634.
“Aun vuestros pensamientos han de ser sujetados a la voluntad de Dios y vuestros senti-
mientos puestos bajo el control de la razón y de la religión.
La imaginación no os fue dada para permitir que anduviera desbocada siguiendo su pro-
pia voluntad, sin que se hiciera esfuerzo alguno para restringirla o disciplinarla. Si los
pensamientos son malos, los sentimientos también lo serán, y los pensamientos y los
sentimientos, combinados, constituyen el carácter moral de la persona”. 5T:289-290.
“De todos exige perfección moral. Nunca debiéramos rebajar la norma de justicia a fin
de contemporizar con malas tendencias heredadas o cultivadas. Necesitamos compren-
der que es pecado la imperfección de carácter. En Dios se hallan todos los atributos jus-
tos de carácter como un todo perfecto y armonioso, y cada uno de los que reciben a Cris-
to como su Salvador personal, tiene el privilegio de poseer esos atributos”. PVGM:265.
“Solamente por la sabiduría que Dios da podemos tejer esta tela. Al confiar en nosotros
mismos, introducimos en ella hilos de egoísmo, y echamos a perder el molde”.
FCV:220.
“La justicia de Cristo consiste en acciones correctas y en buenas obras que surgen de
motivos puros y generosos. La justicia exterior, mientras falta el adorno interno, no val-
drá de nada”. 3T:528.
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“Cuando los que pretenden ser hijos de Dios llegan a ser semejantes a Cristo en carácter,
serán obedientes a los mandamientos de Dios. Entonces el Señor puede con confianza
contarlos entre el número que compondrá la familia del cielo. Vestidos con el glorioso
manto de la justicia de Cristo, poseen un lugar en le banquete del Rey. Tienen derecho a
unirse a la multitud que ha sido lavada con Su sangre”. PVGM:256.
“El manto blanco de la justicia de Cristo es lo que permite que el pecador llegue a la pre-
sencia de los ángeles celestiales”. 7CBA:932.
“Procurad con diligencia que seáis hallados de él sin mácula, y sin reprensión, en paz”. 2
Pedro 3:14.
“El mensaje a Laodicea se aplica al pueblo de Dios que profesa creer la verdad presente.
La mayor parte de ellos son tibios profesos”. 4T:87.
“¡Qué mayor engaño puede penetrar en las mentes humanas que la confianza de que en
ellos todo está bien cuando todo anda mal! El mensaje del Testigo Fiel encuentra al pue-
blo de Dios sumido en un triste engaño, aunque crea sinceramente dicho engaño”.
1JT:327.
“Cuán claramente se describe la posición de los que creen que tienen toda la verdad, que
se enorgullecen de su conocimiento de la Palabra de Dios, al paso que no se ha sentido
en su vida el poder santificador de ella”. 1MS:418.
“Si la vida íntima de muchos de los que profesan la verdad se les presentase a plena vis-
ta, no profesarían que son cristianos”. 5T:151.
“Cristo mira dolorosamente a su profeso pueblo que se siente rico y aumentado en el co-
nocimiento de la verdad, y quien sin embargo está destituido de la verdad en la vida y en
el carácter”. NEV:349.
“¡Cuán dispuesto está Cristo a posesionarse del templo del alma si se lo permitimos! Él
está representado como quien aguarda y golpea a la puerta del corazón. Entonces, ¿por
qué no entra? Porque el amor del pecado ha cerrado la puerta del corazón. Tan pronto
como consintamos en renunciar al pecado, a reconocer nuestra culpabilidad, se quitará
la barrera que separa al alma del Salvador”. 1MS:382.
vir. En el cambio que se produce cuando el alma se entrega a Cristo, hay la más comple-
ta sensación de libertad. La expulsión del pecado es obra del alma misma. Por cierto, no
tenemos poder para librarnos a nosotros mismos del dominio de Satanás; pero cuando
deseamos ser libertados del pecado, y en nuestra gran necesidad clamamos por un poder
exterior y superior a nosotros, las facultades del alma quedan dotadas de la fuerza divina
del Espíritu Santo y obedecen los dictados de la voluntad, en cumplimiento de la volun-
tad de Dios”. DTG:431-432.
“Humillaos ante Dios, y esforzaos con fervor para echar fuera del templo del alma todo
desperdicio: toda envidia, todo celo, toda sospecha, toda crítica. ‘Pecadores, limpiad las
manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamen-
tad, y llorad. Que vuestra risa se convierta en llanto, y vuestro gozo en tristeza. Humi-
llaos delante del Señor, y Él os exaltará’”. 5T:152.
“Cuando uno ha quedado completamente despojado del yo, cuando todo falso dios es
excluido del alma, el vacío es llenado por el influjo del Espíritu de Cristo”. OE:304.
“Yo te aconsejo que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y
seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez;
y unge tus ojos con colirio, para que veas”. Apoc. 3:18.
“El oro afinado en el fuego es la fe que obra por el amor. Solo esto puede ponernos en
armonía con Dios. Podemos ser activos, podemos hacer mucha obra; pero sin amor, un
amor tal como el que moraba en el corazón de Cristo, nunca podremos ser contados en
la familia del cielo”. PVGM:123.
“La fe genuina obra siempre por amor; ésta suple un poder motivador”. RH, 24-01-
1893.
“Las vestiduras blancas son la justicia de Cristo que debe ser labrada en el carácter. La
pureza de corazón y de motivos caracterizará a todo aquel que esté lavando sus ropas y
las esté emblanqueciendo en la sangre del Cordero”. 7CBA:976.
“El ojo es la conciencia sensible, la luz interior de la mente; de su correcta visión de las
cosas depende la salud espiritual de toda el alma y del ser. El “colirio”, la Palabra de
Dios, al ser aplicado, aviva la conciencia porque convence de pecado; pero la aplicación
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es necesaria para que se produzca la curación, y la persona viva con sinceridad de propó-
sito para la gloria de Dios”. 7CBA:976.
“Si se conserva un pecado en el alma, o si se retiene una mala práctica en la vida, todo el
ser queda contaminado”. DTG:279-280.
“Para hacer nuestra la gracia de Dios, debemos desempeñar nuestra parte. Dios no se
propone llevar a cabo en lugar de nosotros el querer ni el hacer. Su gracia es dada para
obrar en nosotros el querer y el hacer, pero nunca como sustituto de nuestro esfuerzo.
Nuestras almas deben ser despertadas a este trabajo de cooperación. El Espíritu Santo
obra en nosotros para que podamos obrar nuestra propia salvación”. MJ:145.
“El hombre no puede llevar a cabo nada sin Dios, y Dios ha trazado su plan de tal mane-
ra que no va a llevar a cabo nada en lo que se refiere a la restauración de la raza humana
sin la cooperación de lo humano con lo divino. La parte que se requiere que el hombre
realice es inconmensurablemente pequeña, no obstante, en el plan de Dios es justamente
la parte necesaria para que la obra alcance el buen éxito”. LMG:319.
La parte de Dios es siempre obrar en tu corazón, mientras que tu parte es cooperar con
Él.
8.- Él os atraerá.-
“Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Mat. 1:21.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29.
“Durante los treinta años de vida de Cristo en la tierra, su corazón fue atormentado con
angustia indecible. La senda, desde el establo hasta el Calvario, fue ensombrecida por
sufrimiento y pesar. Fue varón de dolores, experimentado en quebrantos, que soportó ta-
les pesares que ningún lenguaje humano puede describir. Podría haber dicho en verdad:
"Mirad y ved si hay dolor como mi dolor" (Lam. 1:12). Aunque aborrecía el pecado con
perfecto odio, acumuló sobre su alma los pecados de todo el mundo. Inmaculado, llevó
los pecados de los culpables. Inocente, se ofreció sin embargo como sustituto por los
transgresores. El peso de la culpabilidad de todos los pecados cargó sobre el alma divina
del Redentor del mundo. Los malos pensamientos las malas palabras, los malos actos de
cada hijo e hija de Adán demandaron una paga que recayó sobre Cristo, pues se había
convertido en el sustituto del hombre. Aunque no era suya la culpa del pecado, su espíri-
tu fue desgarrado y magullado por las transgresiones de los hombres, y Aquel que no co-
noció pecado llegó a ser pecado por nosotros para que pudiéramos ser justicia de Dios
en él.
Nuestro divino Sustituto desnudó voluntariamente su alma ante la espada de la justicia
para que no perezcamos sino que tengamos vida eterna”. 1MS:378-379.
“Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos he-
chos justicia de Dios en él”. 2 Cor. 5:21.
“En sus horas finales, mientras colgaba de la cruz, experimentó en toda su plenitud lo
que el hombre experimenta cuando lucha contra el pecado. Comprendió cuán malo pue-
de llegar a ser un hombre cuando se rinde al pecado. Se dio cuenta de las terribles conse-
cuencias de la transgresión de la ley de Dios, pues pesaba sobre él la iniquidad de todo el
mundo”. 5CBA:1058.
“El sentido del pecado, que atraía la ira del Padre sobre él como substituto del hombre,
fue lo que hizo tan amarga la copa que bebía el Hijo de Dios y quebró su corazón”.
DTG:701.
“Porque Cristo también ha sufrido una vez por los pecados, el justo por el injusto, para
poder llevarnos a Dios”. 1 Pedro 3:18.
“El Señor de gloria estaba muriendo en rescate por la familia humana. Al entregar su
preciosa vida, Cristo no fue sostenido por un gozo triunfante. Todo era lobreguez opresi-
va. No era el temor de la muerte lo que le agobiaba. No era el dolor ni la ignominia de la
cruz lo que le causaba agonía inefable. Cristo era el príncipe de los dolientes. Pero su su-
frimiento provenía del sentimiento de la malignidad del pecado, del conocimiento de
que por la familiaridad con el mal, el hombre se había vuelto ciego a su enormidad. Cris-
to vio cuán terrible es el dominio del pecado sobre el corazón humano, y cuán pocos es-
tarían dispuestos a desligarse de su poder. Sabía que sin la ayuda de Dios la humanidad
tendría que perecer, y vio a las multitudes perecer teniendo a su alcance ayuda abundan-
te”. DTG:700-701.
“Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Luc.
19:10.
“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra: porque yo soy Dios, y no hay
más”. Isa. 45:22.
“Inclinad vuestros oídos, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros
pacto eterno, las misericordias firmes a David”. Isa. 55:3.
“Se ha aclarado el camino para todos aquellos quienes elijan escuchar, arrepentirse y
creer. Todo el cielo está esperando la cooperación de los pecadores, y la única barrera
que se levanta en su camino es una que solamente él puede quitar – su propia voluntad.
Él debe someterse a la voluntad de Dios, y a través del arrepentimiento y de la fe, venir a
Dios por salvación. Ninguno será forzado contra su voluntad; Cristo invita a servir, pero
nunca obliga a hombre alguno”. RH, 24-03-1896.
“Con amor eterno te he amado; por tanto te he atraído con misericordia”. Jer. 31:3.
“El primer paso para acercarse a Dios consiste en conocer y creer en el amor que siente
por nosotros; solamente por la atracción de su amor nos sentimos impulsados a ir a él”.
DMJ:90.
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“La luz que resplandece de la cruz revela el amor de Dios. Su amor nos atrae a él. Si no
resistimos esta atracción, seremos conducidos al pie de la cruz arrepentidos por los peca-
dos que crucificaron al Salvador. Entonces el Espíritu de Dios produce por medio de la
fe una nueva vida en el alma. Los pensamientos y los deseos se sujetan en obediencia a
la voluntad de Cristo. El corazón y la mente son creados de nuevo a la imagen de Aquel
que obra en nosotros para someter todas las cosas a sí. Entonces la ley de Dios queda es-
crita en la mente y el corazón, y podemos decir con Cristo: ‘El hacer tu voluntad, Dios
mío, me ha agradado’”. DTG:147-148.
“Cristo rescatará del hoyo de la corrupción y de las zarzas del pecado a todo el que tenga
el deseo de ser redimido.
Alma desalentada, anímate aunque hayas obrado impíamente. No pienses que quizá
Dios perdonará tus transgresiones y permitirá que vayas a su presencia. Dios ha dado el
primer paso. Aunque te habías rebelado contra él, salió a buscarte. Con el tierno corazón
del pastor, dejó las noventa y nueve y salió al desierto a buscar la que se había perdido.
Toma en sus brazos de amor al alma lastimada, herida y a punto de morir, y gozosamen-
te la lleva al aprisco de la seguridad”. PVGM:147.
“¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salvación tan grande?”. Heb.
2:3.
“Ningún hombre por sí mismo puede comprender sus errores. "Engañoso es el corazón
más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" Quizá los labios expresen una
pobreza de alma que no reconoce el corazón. Mientras se habla a Dios de pobreza de es-
píritu, el corazón quizá está henchido con la presunción de su humildad superior y justi-
cia exaltada. Hay una sola forma en que podemos obtener un verdadero conocimiento
del yo. Debemos contemplar a Cristo. La ignorancia de su vida y su carácter induce a los
hombres a exaltarse en su justicia propia. Cuando contemplemos su pureza y excelencia,
veremos nuestra propia debilidad, nuestra pobreza y nuestros defectos tales cuales son.
Nos veremos perdidos y sin esperanza, vestidos con la ropa de la justicia propia, como
cualquier otro pecador. Veremos que si alguna vez nos salvamos, no será por nuestra
propia bondad, sino por la gracia infinita de Dios”. PVGM:123.
10.- Él os convencerá de pecado, de justicia y de juicio.-
“El arrepentimiento, tanto como el perdón, es el don de Dios por medio de Cristo. Me-
diante la influencia del Espíritu Santo somos convencidos de pecado y sentimos nuestra
necesidad de perdón. Sólo los contritos son perdonados, pero es la gracia de Dios la que
hace que se arrepienta el corazón. Él conoce todas nuestras debilidades y flaquezas, y
nos ayudará”. FO:37-38.
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“Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad
de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe en mí, perdón de los pecados y herencia
entre los santificados”. Hechos 26:18.
“Dios no envía mensajeros para que adulen al pecador. No da mensajes de paz para arru-
llar en una seguridad fatal a los que no están santificados. Impone pesadas cargas a la
conciencia del que hace mal, y atraviesa el alma con flechas de convicción. Los ángeles
ministradores le presentan los temibles juicios de Dios para ahondar el sentido de su ne-
cesidad, e impulsarle a clamar: ‘¿Qué debo hacer para ser salvo?’ Entonces la mano que
humilló en el polvo, levanta al penitente. La voz que reprendió el pecado, y avergonzó el
orgullo y la ambición, pregunta con la más tierna simpatía: ‘¿Qué quieres que te
haga?’”. DTG:79.
“Ve, y clama estas palabras hacia el norte, y di: 'Vuélvete, oh rebelde Israel - dice el
Eterno. No haré caer mi ira sobre ti, porque soy compasivo - dice el Eterno - no guardaré
para siempre el enojo'. Solo reconoce tu iniquidad, porque contra el Señor tu Dios has
transgredido”. Jer. 3:12-13.
“Dios nos revela nuestra culpabilidad para que nos refugiemos en Cristo y para que por
él seamos librados de la esclavitud del pecado, a fin de que nos regocijemos en la liber-
tad de los hijos de Dios”. DMJ:14.
“El culpable sabe justo qué pecados confesar para que su alma pueda ser limpia delante
de Dios. Jesús les está proveyendo ahora oportunidad para confesar, para arrepentirse en
profunda humildad”. 1T:156.
“Los que no se han humillado de corazón delante de Dios reconociendo su culpa, no han
cumplido todavía la primera condición de la aceptación. Si no hemos experimentado ese
arrepentimiento, del cual nadie se arrepiente, y no hemos confesado nuestros pecados
con verdadera humillación de alma y quebrantamiento de espíritu, aborreciendo nuestra
iniquidad, no hemos buscado verdaderamente el perdón de nuestros pecados; y si nunca
lo hemos buscado, nunca hemos encontrado la paz de Dios. La única razón porque no
obtenemos la remisión de nuestros pecados pasados es que no estamos dispuestos a hu-
millar nuestro corazón y a cumplir con las condiciones de la Palabra de verdad. Se nos
dan instrucciones explícitas tocante a este asunto. La confesión de nuestros pecados, ya
sea pública o privada, debe ser de corazón y voluntaria. No debe ser arrancada al peca-
dor. No debe hacerse de un modo ligero y descuidado o exigirse de aquellos que no tie-
nen real comprensión del carácter aborrecible del pecado. La confesión que brota de lo
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íntimo del alma sube al Dios de piedad infinita. El salmista dice: ‘Cercano está Jehová a
los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu contrito’. (Salmo 34:18).
La verdadera confesión es siempre de un carácter específico y declara pecados particula-
res”. CC:37.
“La única razón por la que no tenemos remisión de los pecados es que no hemos recono-
cido a Aquel que fue herido por nuestras transgresiones, que fue traspasado por nuestros
pecados. Por eso estamos en falta y en necesidad de misericordia. La confesión, que es
la efusión de lo más íntimo del alma, llegará hasta el corazón de infinita piedad; pues el
Señor está cerca de los quebrantados de corazón y salva a los de espíritu contrito”.
1MS:383.
“Venid a Cristo justo como estáis, y contemplad su amor hasta que vuestro corazón se
quebrante. ‘Un corazón contrito y quebrantado, oh Dios, no despreciarás tú …’. Es la
virtud que emana de Jesús la que fortalece los propósitos del corazón para volverse del
pecado y para aferrarse a aquello que es verdad. La virtud de Cristo es la que hace el
arrepentimiento sincero y genuino”. RH, 03-09-1901.
“A éste ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arre-
pentimiento y perdón de pecados”. Hechos 5:31.
“Hay muchos que tratan de reformarlo corrigiendo este o aquel mal hábito, y esperan
llegar a ser cr4istianos de esta manera, pero ellos están comenzando en un lugar erróneo.
Nuestra primera obra tiene que ver con el corazón. ‘Porque el dolor que es según Dios,
obra arrepentimiento para salvación, del cual no hay que arrepentirse; mas el dolor del
mundo obra muerte”. 2 Cor. 7:10.
A menudo nos apenamos porque nuestras malas acciones nos producen consecuencias
desagradables. Pero esto no es arrepentimiento. El verdadero pesar por el pecado es re-
sultado de la obra del Espíritu Santo. El Espíritu revela la ingratitud del corazón que ha
despreciado y agraviado al Salvador, y nos trae contritos al pie de la cruz. Cada pecado
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vuelve a herir a Jesús; y al mirar a Aquel a quien hemos traspasado, lloramos por los pe-
cados que le produjeron angustia. Una tristeza tal nos inducirá a renunciar al pecado”.
DTG:267.
“El arrepentimiento verdadero induce al hombre a reconocer su propia maldad, sin enga-
ño ni hipocresía”. CC:40.
“Si se humillare mi pueblo, sobre los cuales mi nombre es invocado, y oraren, y busca-
ren mi rostro, y se convirtieren de sus caminos inicuos; entonces yo oiré desde los cie-
los, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. 2 Cron. 7:14.
“El que encubre sus pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanza-
rá misericordia”. Prov. 28:13.
“Cristo puede salvar hasta lo sumo a todos los que se acercan a él con fe. Si se lo permi-
ten los limpiará de toda contaminación; pero si se aferran a sus pecados no hay posibili-
dad de que sean salvos, pues la justicia de Cristo no cubre los pecados por los cuales no
ha habido arrepentimiento”. 7CBA:942.
“No podemos encontrar al Señor en paz con un corazón sin arrepentimiento, sin confe-
sión y aun unido al pecado”. RH, 17-03-1891.
“El arrepentimiento comprende tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renun-
ciaremos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad; mientras no lo repudiemos
de corazón, no habrá cambio real en la vida”. CC:23.
“Debemos dar a Dios todo el corazón o, de otra manera, el cambio que se ha de efectuar
en nosotros, y por el cual hemos de ser transformados conforme a su semejanza, jamás
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se realizará. Por naturaleza estamos enemistados con Dios. El Espíritu Santo describe
nuestra condición en palabras como éstas: "Muertos en las transgresiones y pecados"
(Efe. 2:1), "la cabeza toda está ya enferma, el corazón todo desfallecido", "no queda ya
en él cosa sana". (Isa. 1:5-6). Estamos enredados fuertemente en los lazos de Satanás,
por el cual hemos "sido apresados para hacer su voluntad". (2 Tim. 2:26). Dios quiere
sanarnos y libertarnos. Pero, puesto que esto demanda una transformación completa y la
renovación de toda nuestra naturaleza, debemos entregarnos a él enteramente.
La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido.
El rendirse a sí mismo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; mas
para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios”. CC:42.
“Acerca de la pasada manera de vivir, despojaos del hombre viejo, viciado por sus enga-
ñosos deseos. Renovad la actitud de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado
para ser semejante a Dios en justicia y santidad”. Efe. 4:22-24.
“La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino una transfor-
mación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida enteramen-
te nueva”. DTG:143.
“Así también vosotros, pensad que de cierto estáis muertos al pecado, mas vivos a Dios
en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 6:11.
“La consagración debe ser entera. Dios no admitirá reserva, ni sacrificio dividido, ni ído-
los. Todos deben morir al yo y al mundo”. NEV:308.
“Pero decís: ‘Esta entrega de todos mis ídolos quebrantará mi corazón’. Este renuncia-
miento a todo por causa de Dios está representado por vuestra caída sobre la Roca y por
vuestro quebrantamiento. Renunciad pues a todo por él, porque a menos que seáis que-
brantados, no tenéis valor”. 1MS:387.
“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado: al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, oh Dios”. Salmo 51:17.
“Con Dios no se jugará; Cristo no acepta un servicio dividido. Él pide todo. No dará re-
sultado retener algo. Él nos ha comprado con un precio infinito, y requiere que todo lo
que tenéis le sea cedido como una ofrenda voluntaria”. 4T:214.
“Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todas las cosas que posee, no puede
ser mi discípulo”. Luc. 14:33.
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“Él demanda todo. Cuando somos llevados a rendirnos ante sus demandas, y abandona-
mos todo, entonces, y no hasta entonces, colocará sobre nosotros sus brazos de miseri-
cordia. ¿Pero qué abandonamos cuando damos todo? Un alma contaminada de pecado
para que Jesús la purifique, para que la limpie por su misericordia, y para que la salve
de la muerte por su amor inefable”. 1T:160.
“El Señor no puede purificar el alma hasta que todo el ser se ha rendido a la obra del Es-
píritu Santo”. RH, 27-02-1900.
“El yo es muy grande en muchos, siempre está buscando la supremacía. Existen aquellos
que profesan ser seguidores de Jesucristo quienes nunca han muerto al yo. Nunca han
caído sobre la Roca ni han sido quebrantados. A menos que esto suceda, vivirán para el
yo, y si mueren en ese estado, para siempre es demasiado tarde para que sus errores sean
corregidos”. FEC:284.
“Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel - dice el Señor,
el Eterno -. Convertíos, y volveos de todas vuestras iniquidades, y la iniquidad no os
será causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pe-
cado, y adquirid un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de
Israel?”. Eze. 18:30-31.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros peca-
dos, y nos limpie de toda injusticia”. 1 Juan 1:9.
“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. 1 Juan 1:7.
“En aquel tiempo habrá manantial abierto para la casa de David y para los moradores de
Jerusalén, para el pecado y la inmundicia”. Zac. 13:1.
“Cuando el soldado atravesó con la lanza el costado de Jesús mientras pendía de la cruz,
salieron dos raudales distintos: uno de sangre, y el otro de agua. La sangre era para lavar
los pecados de aquellos que creyesen en su nombre, y el agua había de representar aque-
lla agua viva que se obtiene de Jesús para dar vida al creyente”. PE:209.
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su miseri-
cordia, por el lavado regenerador y renovador del Espíritu Santo, que derramó en noso-
Pág. 25
tros en abundancia, por Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia,
seamos herederos según la esperanza de la vida eterna. Palabra fiel es ésta. En estas co-
sas insiste con firmeza, para que los que creen en Dios, procuren ocuparse en buenas
obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres”. Tito 3:5-8.
“Respondió Jesús: ‘Te aseguro: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, es carne; y lo que nace del Espíritu, es es-
píritu. No te asombre que te haya dicho: Es necesario nacer de nuevo'”. Juan 3:5-7.
“‘El que no naciere otra vez no puede ver el reino de Dios’. Puede conjeturar e imaginar,
pero sin el ojo de la fe no puede ver el tesoro. Cristo dio su vida para asegurarnos este
inestimable tesoro; pero sin la regeneración por medio de la fe en su sangre, no hay re-
misión de pecados, ni tesoro alguno para el alma que perece.
Necesitamos la iluminación del Espíritu Santo para discernir las verdades de la Palabra
de Dios. Las cosas hermosas del mundo natural no se ven hasta que el sol, disipando las
tinieblas, las inunda con su luz. Así los tesoros de la Palabra de Dios no son apreciados
hasta que no sean revelados por los brillantes rayos del Sol de Justicia.
El Espíritu Santo, enviado desde los cielos por la benevolencia del amor infinito toma
las cosas de Dios y las revela a cada alma que tiene una fe implícita en Cristo. Por su po-
der, las verdades vitales de las cuales depende la salvación del alma son impresas en la
mente, y el camino de la vida es hecho tan claro que nadie necesita errar en él. Mientras
estudiamos las Escrituras, debemos orar para que la luz del Espíritu Santo brille sobre la
Palabra, a fin de que veamos y apreciemos sus tesoros”. PVGM:84-85.
“Todos los lavamientos y las aspersiones que se ordenaban en la ley ceremonial eran
lecciones en forma de parábolas que enseñaban la necesidad de una obra de regenera-
ción interna del corazón para la purificación del alma muerta en delitos y pecados, y
también la necesidad del poder santificador del Espíritu Santo”. 4CBA:1198.
“La humanidad no tiene poder para regenerarse a sí misma. No tiende a subir hacia lo
divino, sino a descender hacia lo satánico. Cristo es nuestra única esperanza”. PP:60-61.
“En ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos”. Hechos 4:12.
“Eso erais algunos. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justi-
ficados en el Nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”. 1 Cor. 6:11.
“En él tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados según la riqueza de su
gracia, que nos prodigó con abundancia en toda sabiduría e inteligencia”. Efe. 1:7-8.
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“La gracia de Cristo purifica mientras perdona, y prepara a los hombres para un cielo
santo”. AFC:338.
“Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando
Dios promete que ‘será amplio en perdonar’, añade, como si el alcance de esa promesa
fuera más de lo que pudiéramos entender: ‘Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los
cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensa-
mientos más que vuestros pensamientos’. El perdón de Dios no es solamente un acto ju-
dicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también
una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón.
David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró ‘Crea en mí, oh Dios, un cora-
zón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí’”. DMJ:97.
“Nadie sino Dios puede subyugar el orgullo del corazón humano. No podemos salvarnos
a nosotros mismos. No podemos regeneramos a nosotros mismos. En los atrios del cielo
no se cantará ningún cántico que diga: A mí que me he amado, que me he lavado, que
me he redimido a mí mismo, a mí sea tributada la gloria, y el honor y la bendición y la
alabanza. Sin embargo ésta es la nota tónica del cántico que muchos entonan aquí en
este mundo. Ellos no saben lo que significa ser manso y humilde de corazón; y no se
proponen saberlo, si pueden evitarlo. Todo el Evangelio está comprendido en que apren-
damos de Cristo su humildad y mansedumbre. ¿Qué es la justificación por la fe? Es la
obra de Dios que abate en el polvo la gloria del hombre, y hace por el hombre lo que él
no tiene la capacidad de hacer por sí mismo”. TM:464.
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Las cosas viejas pasaron,
todo es nuevo. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo por medio de
Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. 2 Cor. 5:17-18.
“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias
y de todos vuestros ídolos. Os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro
de vosotros. Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de car-
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ne. Pondré mi Espíritu dentro de vosotros, y haré que andéis en mis Mandamientos, que
guardéis mis normas, y las cumpláis”. Eze. 36:25-27.
“Luego mucho más ahora, justificados por su sangre, por él seremos salvos de la ira”.
Rom. 5:9.
“Pero ahora, librados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la
santificación, y como fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es la muerte. Pero el
don gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 6:22-23.
“La recepción de este don erradicará del corazón todo egoísmo, y transformará a su po-
seedor a la imagen de Aquel que mora en el corazón por la fe”. RH, 22-05-1894.
“Porque por gracia habéis sido salvados por la fe. Y esto no proviene de vosotros, sino
que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios de antemano preparó para que
anduviésemos en ellas”. Efe. 2:8-10.
“Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, po-
damos morir a los pecados, y vivir a la justicia; ‘porque por sus heridas fuisteis
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sanados’. Porque erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto a vuestro Pas-
tor y Guardián”. 1 Pedro 2:24.
“Porque ‘si algún hombre está en Cristo, él es una nueva criatura: las cosas viejas pasa-
ron; he aquí todas las cosas han sido hechas nuevas’. Aquello que era objetable en el ca-
rácter es purificado del alma por el amor de Jesús. Todo egoísmo es expulsado, toda en-
vidia, toda palabra inicua es desarraigada, y se efectúa una transformación radical en el
corazón”. RH, 22-07-1890.
“Cuando Cristo habla del nuevo corazón, se refiere a la mente, a la vida, al ser entero.
Experimentar un cambio de corazón es apartar los afectos del mundo y fijarlos en Cristo.
Tener un nuevo corazón es tener una mente nueva, nuevos propósitos, nuevos motivos.
¿Cuál es la señal de un corazón nuevo? Una vida cambiada. Se produce día tras día, hora
tras hora, una muerte del orgullo y el egoísmo”. MJ:70.
“En otro tiempo, vosotros erais extraños y enemigos en vuestra mente, debido a vuestras
malas obras. Pero ahora os ha reconciliado por su cuerpo de carne, por medio de la
muerte, para haceros santos, sin mancha e irreprensibles ante él, si permanecéis funda-
dos y firmes en la fe, sin moveros de la esperanza del evangelio. Este es el evangelio que
habéis oído, que es predicado a toda criatura que está debajo del cielo, del cual yo, Pa-
blo, fui hecho ministro”. Col. 1:21-23.
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
el que cree; primero al judío y también al griego. Porque en el evangelio la justicia que
viene de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’”. Rom.
1:16-17.
“¿Qué es la santificación? Es darse uno mismo en forma plena y sin reserva, alma, cuer-
po y espíritu a Dios; tratar justamente; amar la misericordia, y andar humildemente con
Pág. 29
“La santificación es un estado de santidad, externo e interno, siendo santo y sin reserva
para el Señor, no en forma, sino en verdad. Toda impureza del pensamiento y toda pa-
sión lasciva separan al alma de Dios; porque Cristo nunca puede colocar su túnica de
justicia sobre un pecador, para ocultar su deformidad”. NEV:214.
“Pero gracias a Dios, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de cora-
zón a aquel modelo de enseñanza al cual estáis entregados; y liberados del pecado, ha-
béis llegado a ser siervos de la justicia. Hablo en términos humanos, por vuestra natural
limitación. Así como solíais ofrecer vuestros miembros a las impurezas y a la iniquidad,
así ahora presentad vuestros miembros para servir a la justicia, que conduce a la santi-
dad”. Rom. 6:17-19.
“Como hijos obedientes, no os conforméis con los malos deseos que teníais cuando esta-
bais en vuestra ignorancia; sino que así como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra conducta. Pues escrito está: ‘Sed santos, porque yo soy
santo’”. 1 Pedro 1:14-16.
“La santidad de corazón y la pureza de la vida era el gran tema de las enseñanzas de
Cristo”. 2T:396.
“La perfección, la santidad, nada menos que esto, les permitiría practicar los principios
que él les había dado. Sin esta santidad el corazón humano es egoísta, pecador y perver-
so”. 2T:396.
“Santificaos, pues, y sed santos, porque yo soy el Señor vuestro Dios”. Lev. 20:7.
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Heb. 12:14.
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“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y
sin mancha delante de él en amor”. Efe. 1:4.
“La santificación genuina … es nada menos que una muerte diaria al yo y una conformi-
dad diaria a la voluntad de Dios”. 4T:299.
“La verdadera santificación es nada más y nada menos que amar a Dios con todo el co-
razón, caminar en sus mandamientos y estatutos sin mácula. La santificación no es una
emoción sino un principio de origen celestial que pone todas las pasiones y todos los de-
seos bajo el control del Espíritu de Dios; y esta obra es realizada por medio de nuestro
Señor y Salvador”. FO:89.
“Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó así mismo por ella, para santificarla y
limpiarla en el lavado del agua, por la Palabra, para presentarla para sí, una iglesia glo-
riosa, sin mancha ni arruga, ni cosa semejante; antes, que sea santa e inmaculada”. Efe.
5:25-27.
“Así, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza de la car-
ne y del espíritu, perfeccionando la santificación en la reverencia a Dios”. 2 Cor. 7:1.
tor despeja el miasma que se ha interpuesto entre su alma y Dios. La voluntad de Dios se
ha convertido en su voluntad: pura, elevada, refinada y santificada. Su rostro revela la
luz del cielo. Su cuerpo es un templo adecuado para el Espíritu Santo. La santidad ador-
na su carácter. Dios puede tener comunión con él, pues el alma y el cuerpo están en ar-
monía con Dios (Carta 139, 1898)”. 7CBA:921.
“Sin esta santidad, el corazón humano es egoísta, pecaminoso y lleno de vicios. La santi-
dad guiará a su poseedor a ser fructífero y a abundar en toda obra buena”. RH, 05-05-
1885.
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser: espíritu, alma y
cuerpo, sea guardado sin culpa para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os lla-
mó es fiel, quien también lo hará”. 1 Tes. 5:23-24.
“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hom-
bre sea levantado, para que todo el que crea en él, tenga vida eterna. Porque tanto amó
Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca, sino
tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo sea salvo por él”. Juan 3:14-17.
“Habéis confesado vuestros pecados y los habéis quitado de vuestro corazón. Habéis re-
suelto entregaros a Dios. Id pues a él y pedidle que os limpie de vuestros pecados y os
dé un corazón nuevo. Creed que lo hará porque lo ha prometido”. CC:50.
“Los efectos fatales del pecado pueden eliminarse tan sólo mediante lo provisto por
Dios. Los israelitas salvaban su vida mirando la serpiente levantada en el desierto.
Aquella mirada implicaba fe. Vivían porque creían la palabra de Dios, y confiaban en
los medios provistos para su restablecimiento. Así también puede el pecador mirar a
Cristo, y vivir”. PP:458.
“¡Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”. Juan 1:29.
del polvo y lo coloca bajo la dirección del Espíritu Santo. Cuando el pecador contempla
al Redentor, encuentra esperanza, seguridad y gozo. La fe se aferra de Cristo con amor.
La fe obra por el amor y purifica el alma”. 1MS:409-410.
“La reserva de la gracia de Dios está esperando la demanda de cada alma enferma de pe-
cado. Curará toda enfermedad espiritual. Mediante ella, los corazones pueden ser limpia-
dos de toda contaminación. Es el remedio evangélico para todo el que cree (Manuscrito
75a, 1900)”. ELC:34.
“Entonces venid y razonemos - dice el Eterno -. Aunque vuestros pecados sean como la
grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, ven-
drán a ser como blanca lana”. Isa. 1:18.
“Muchos de los israelitas no vieron ayuda en el remedio que el Cielo había designado.
Por todas partes, los rodeaban los muertos y moribundos, y sabían que, sin la ayuda divi-
na, su propia suerte estaba sellada; pero continuaban lamentándose y quejándose de sus
heridas, de sus dolores, de su muerte segura hasta que sus fuerzas se agotaron, hasta que
los ojos se les pusieron vidriosos, cuando podían haber sido curados instantáneamente.
Si conocemos nuestras necesidades, no debemos dedicar todas nuestras fuerzas a lamen-
tarnos acerca de ellas. Aunque nos demos cuenta de nuestra condición impotente sin
Cristo, no debemos ceder al desaliento, sino depender de los méritos del Salvador cruci-
ficado y resucitado. Miremos y viviremos. Jesús ha empeñado su palabra; salvará a to-
dos los que acudan a él. Aunque muchos millones de los que necesitan curación rechaza-
rán la misericordia que les ofrece, a ninguno de los que confían en sus méritos lo dejará
perecer”. PP:459.
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es menester que el que a Dios se allega,
crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan diligentemente”. Heb. 11:6.
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“A través de todas las edades y en toda nación aquellos que creen que Jesús puede y en
efecto los salvará personalmente del pecado, son los elegidos y los escogidos de Dios;
son su tesoro peculiar. Ellos obedecen a su llamado, y salen del mundo y se separan de
todo pensamiento inmundo y de toda práctica impía … Es un hecho triste que la gran
proporción del profesos pueblo de Dios no ha tenido fe en Cristo como su Salvador per-
sonal”. RH, 01-08-1893.
“El mismo poder que cambió el agua en vino en la fiesta de bodas de Canaán es capaz
de erradicar todo mal de nuestra naturaleza, y de hacernos partícipes de la naturaleza di-
vina. El mismo poder que limpió al leproso puede purificar el corazón, habilitarlo para la
sociedad de Dios, de los ángeles y de la hueste redimida”. ST, 10-09-1891.
“La fe es sencilla en su acción y poderosa en sus resultados. Muchos cristianos, que tie-
nen un conocimiento de la sagrada Palabra y creen en su verdad, fallan en la confianza
infantil que es esencial para la religión de Jesús. No alcanzan a otros con ese toque pecu-
liar que produce la virtud de curar el alma”. 6CBA:1073.
“Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no
se ven”. Heb. 11:1.
“No esperéis hasta sentir que sois sanos. Creed en su palabra, y se cumplirá. Poned vues-
tra voluntad de parte de Cristo. Quered servirle, y al obrar de acuerdo con su palabra, re-
cibiréis fuerza. Cualquiera sea la mala práctica, la pasión dominante que haya llegado a
esclavizar vuestra alma y cuerpo por haber cedido largo tiempo a ella, Cristo puede y
anhela libraros. El impartirá vida al alma de los que "estabais muertos en vuestros deli-
tos". Librará al cautivo que está sujeto por la debilidad, la desgracia y las cadenas del
pecado”. DTG:173.
“Cristo vino a romper las cadenas de la esclavitud del pecado para el alma. ‘Así que, si
el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. DTG:431.
cultades, sino que las facultades que tiene son santificadas. La conciencia se despierta.
Somos dotados de rasgos de carácter que nos capacitan para servir a Dios”. PVGM:71.
“Cuando un hombre se ha convertido a Dios, se crea un nuevo gusto moral; y éste ama
las cosas que Dios ama”. RH, 21-06-1892.
“Despertar a los muertos espiritualmente, crear nuevos gustos, nuevos motivos, requiere
una manifestación de poder tan grande como resucitar a alguien de la muerte física”.
RH, 12-03-1901.
“Es a medida que el Espíritu de Dios toca el alma que las facultades del alma son vivifi-
cadas, y el hombre llega a ser una nueva criatura en Cristo Jesús”. RH, 22-11-1892.
“Ahora {después de todo lo que dijo en el capítulo 7, que habla de un legalista}, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús; [los que no andan según la
carne, sino según el Espíritu]; porque mediante Cristo Jesús, la ley del Espíritu que da
vida, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. Rom. 8:1-2.
“Dios nos ha redimido de la esclavitud del pecado, y nos ha dado la posibilidad de vivir
vidas de servicio regeneradas, transformadas”. MJ:67.
“Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensa-
mientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el
amor, la humildad y la paz, reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones. La alegría
reemplaza a la tristeza, y el rostro refleja la luz del cielo. Nadie ve la mano que alza la
carga, ni contempla la luz que desciende de los atrios celestiales. La bendición viene
cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano
puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios”. DTG:144. {Observe que dice que
“crea un nuevo ser a la imagen de Dios”. Después que Adán cayó, los seres humanos na-
cen de acuerdo a la imagen de Adán, y no de Dios. El Señor tiene que hacernos nacer de
nuevo, para que podamos ser hechos a Su imagen. Lea Gén. 5:3}.
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“El Señor Jesús actúa por medio del Espíritu Santo; pues él es su representante. A través
de él el Señor infunde vida espiritual al alma, aviva las energías para el bien, limpiando
de contaminación moral, y dando aptitud para su reino”. NEV:152.
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva criatura. Las cosas viejas pasaron,
he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió
consigo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. 2 Cor. 5:17-
18.
“Mas por cuanto por la ley ninguno se justifica para con Dios, queda manifiesto que el
justo por la fe vivirá”. Gal. 3:11.
“La gracia de Cristo justifica gratuitamente al pecador sin méritos o derechos suyos. La
justificación es un perdón pleno y completo del pecado. Un pecador es perdonado en el
mismo momento en que acepta a Cristo por la fe. Se le atribuye la justicia de Cristo, y
no debe dudar más de la gracia perdonadora de Dios”. 6CBA:1071.
“Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadlo en tanto que está cerca. Deje el
impío su camino, y el hombre malo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, quien tendrá
de él misericordia, y a nuestro Dios, que es amplio en perdonar”. Isa. 55:6-7.
“Ser perdonados en la forma en que Cristo perdona es no solamente ser perdonados, sino
ser renovados en el espíritu de nuestra mente. El Señor dice: "Te daré un corazón
nuevo". La imagen de Cristo debe ser estampada en la mente misma, en el corazón y en
el alma. El apóstol dice: "Mas nosotros tenemos la mente de Cristo" (1 Cor. 2:16). Sin el
proceso transformador que puede venir sólo por medio del poder divino, las tendencias
originales a pecar permanecen en el corazón con toda su fuerza para forjar nuevas cade-
nas, para imponer una esclavitud que nunca podrá ser quebrantada por el poder humano.
Pero los hombres nunca podrán entrar en el cielo con sus viejos gustos, inclinaciones,
ídolos, ideas y teorías. El cielo no sería un lugar de gozo para ellos, pues todas las cosas
contrariarían sus gustos, apetitos e inclinaciones, y se opondrían dolorosamente a los
rasgos naturales y cultivados de su carácter”. 3MS:216-217.
“Acerca de la pasada manera de vivir, despojaos del hombre viejo, viciado por sus enga-
ñosos deseos. Renovad la actitud de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado
para ser semejante a Dios en justicia y santidad”. Efe. 4:22-24.
“Aquellos que reciben al Salvador se convierten en hijos de Dios. Ellos son sus hijos es-
pirituales, nacidos de nuevo, renovados en justicia y verdadera santidad. Sus mentes son
cambiadas”. ST, 17-12-1902.
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“Nosotros debemos aprender de Cristo. Debemos saber qué es él para los que ha redimi-
do. Debemos saber que por medio de la creencia en él nuestro privilegio es ser partícipes
de la naturaleza divina, y de esta manera escapar a la corrupción que hay en el mundo
por la concupiscencia. Entonces somos limpiados de todo pecado, de todos los defectos
de carácter. No necesitamos retener ni una sola propensión pecaminosa. Cristo es quien
lleva los pecados; Juan dirigió las personas a él, diciendo: ‘He aquí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo’”. RH, 24-02-1900.
“Los que ven a Cristo en su verdadero carácter, y le reciben en el corazón, tienen vida
eterna. Por el Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido
en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna”. DTG:352.
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
el que cree; primero al judío y también al griego. Porque en el evangelio la justicia que
viene de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’”. Rom.
1:16-17.
“El Evangelio no ha de ser presentado como una teoría sin vida, sino como una fuerza
viva para cambiar la vida. Dios desea que los que reciben su gracia sean testigos de su
poder”. DTG:766.
“‘A todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que
creen en su nombre’. Este poder no se halla en el agente humano. Es el poder de Dios.
Cuando un alma recibe a Cristo, recibe poder para vivir la vida de Cristo”. PVGM:255.
“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su
divino poder”. 2 Pedro 1:3.
“Cuando el pecador acepta a Cristo y vive en él, Jesús toma sus pecados y debilidades y
luego injerta al alma arrepentida en sí mismo, de forma que ahora sostiene la misma re-
lación con Cristo que la rama sostiene con la vida. Nosotros no tenemos nada, nosotros
no somos nada, a menos que recibamos virtud de Jesucristo”. AFC:109.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque sin mí nada podéis hacer”. Juan 15:5.
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“No hay otro camino para la salvación del hombre. Dice Cristo: "Separados de mí nada
podéis hacer" (Juan 15:5). Mediante Cristo, y sólo mediante él, las fuentes de la vida
pueden vitalizar la naturaleza del hombre, transformar sus gustos y hacer que sus afectos
fluyan hacia el cielo. Mediante la unión de la naturaleza divina con la humana, Cristo
podría iluminar el entendimiento e infundir sus propiedades dadoras de vida al alma
muerta en delitos y pecados”. 1MS:400.
“Las inagotables reservas del cielo están a su disposición. Cristo le anima con el soplo
de su propio Espíritu, y le infunde, la vida de su propia vida. El Espíritu Santo hace
obrar sus mayores energías en la mente y en el corazón”. MC:117.
“Que os dé, conforme a la riqueza de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hom-
bre interior por su Espíritu. Que habite Cristo por la fe en vuestro corazón, para que,
arraigados y fundados en amor,
podáis comprender bien con todos los santos, la anchura y la longitud, la profundidad y
la altura del amor de Cristo, y conocer ese amor que supera a todo conocimiento, para
que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Efe. 3:16-19.
“Porque de su plenitud todos hemos recibido, y gracia por gracia”. Juan 1:16.
“Él imparte su gracia imputada y poder a todos los que lo reciben por fe”. 7CBA:941.
“La conexión de Cristo con su pueblo creyente es ilustrada por esta parábola como por
ninguna otra. Nosotros deberíamos estudiar la lección, con el objetivo de saber lo que el
tronco es para la rama, y en qué luz considera el Señor a aquellos que creen y permane-
cen en Cristo. Que todos contemplen la plenitud que es su privilegio tener, y que se for-
mulen a sí mismos la pregunta, ¿está mi voluntad sumergida en la voluntad de Cristo?
¿Se ven en mi vida y en mi carácter la plenitud y las riquezas de la Vid Viviente su bon-
dad, su misericordia, su compasión y su amor?”. RH, 18-09-1900.
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“La religión del Evangelio es Cristo en la vida, un principio vivo y activo. Es la gracia
de Cristo revelada en el carácter y desarrollada en las buenas obras”. PVGM:316.
“La justicia exterior da testimonio de la justicia interior. El que es justo por dentro, no
muestra corazón duro ni falta de simpatía, sino que día tras día crece a la imagen de
Cristo y progresa de fuerza en fuerza. Aquel a quien la verdad santifica, tendrá dominio
de sí mismo y seguirá en las pisadas de Cristo hasta que la gracia dé lugar a la gloria. La
justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la cual somos santifi-
cados es impartida. La primera es nuestro título al cielo; la segunda, nuestra idoneidad
para el cielo (Review and Herald, 4 de Junio de 1895)”. MJ:32.
“Recibiendo su justicia, que nos imparte mediante el poder transformador del Espíritu
Santo, llegamos a ser como Él”. 6CBA:1098.
“Así pues no hay nada en nosotros mismos de que jactarnos. No tenemos motivo para
ensalzarnos. El único fundamento de nuestra esperanza es la justicia de Cristo imputada
a nosotros y la que produce su Espíritu obrando en nosotros y por nosotros”. CC:63.
“Mediante la obra del Espíritu Santo, la santificación de la verdad, el creyente llega a ser
idóneo para los atrios del cielo, pues Cristo actúa dentro de él y la justicia de Cristo está
sobre él. Sin esto, ningún alma tendrá derecho al cielo. No disfrutaríamos del cielo a me-
nos que estuviéramos calificados para su santa atmósfera por la influencia del Espíritu y
de la justicia de Cristo”. 1MS:462-463.
“Todos deben obtener una experiencia viva para sí mismos; deben tener a Cristo entroni-
zado en el corazón, su Espíritu debe controlar los afectos, o la profesión de fe no tendrá
valor y la condición de las personas será aun peor que si nunca hubiesen oído la verdad”.
5T:582.
“Que el Señor nos de poder para crucificar el yo y para nacer de nuevo, a fin de que
Cristo pueda vivir en nosotros como principio vivo, activo, capaz de mantenernos en la
santidad”. 9T:151.
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“El Señor Jesús ama a su pueblo, y lo fortalece cuando éste pone su confianza en Cristo
y depende plenamente de él. Vivirá mediante su pueblo, dándole la inspiración de su Es-
píritu santificante, impartiendo al alma una transfusión vital de sí mismo. Cristo obra
mediante las facultades de los suyos y hace que ellos elijan la voluntad de Cristo y pro-
cedan de acuerdo con el carácter de él. Entonces ellos dicen con el apóstol Pablo: "Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí" (Gal. 2:20)”. AFC:80.
“Si hoy mantenéis una relación correcta con Dios, estaréis preparados en caso de que
Cristo venga hoy ... Deseamos que tengáis un anhelo profundo y ferviente de la justicia
de Jesucristo”. ELCD:227.
“A los cuales quiso Dios hacer notorias las riquezas de la gloria de este misterio entre
los gentiles; que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria”. Col. 1:27.
“Cuando sus palabras de instrucción han sido recibidas, y han tomado posesión de noso-
tros, Jesús es para nosotros una presencia permanente, que gobierna nuestros pensamien-
tos, ideas y acciones”. TM:395; LMG:228.
“Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él”. Col. 2:6.
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como la rama no puede llevar fruto por sí misma,
si no permanece en la vid; tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo Soy la vid,
vosotros las ramas. El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto. Porque
separados de mí, nada podéis hacer”. Juan 15:4-5.
“Nuestra vitalidad vendrá del tronco principal. Es solo por medio de una unión personal
con Cristo, de una comunión diaria, a cada hora con Él, que podremos llevar los frutos
del Espíritu Santo”. 5T:45.
“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que que-
ráis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis
mis discípulos”. Juan 15:7-8.
“Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio propio. Contra estas virtudes, no hay ley”. Gal. 5:22-23.
“Cuando vivamos por la fe en el Hijo de Dios, los frutos del Espíritu se verán en nuestra
vida; no faltará uno solo … La vida de Cristo en vosotros produce los mismos frutos que
en él. Viviendo en Cristo, adhiriéndoos a Cristo, sostenidos por Cristo, recibiendo ali-
mento de Cristo, lleváis fruto según la semejanza de Cristo”. DTG:630-631.
“¿Estás en una posición donde no posees estas gracias? ¿Justo tan pronto como alguno
se te atraviese o te ofenda, se levanta en tu corazón un sentimiento de amargura, un es-
píritu de rebelión? Si éste es el espíritu que tienes, recuerda que no tienes el Espíritu de
Cristo. Es otro espíritu”. RH, 21-12-1886.
“El Espíritu de Cristo se manifestará en todos aquellos que han nacido de Dios. La di-
sensión y la contienda no pueden surgir entre los que son controlados por su Espíritu”.
5T:210.
“‘Por sus frutos los conoceréis’. Ya sea Dios o ya sea Satanás quien controla la mente, la
vida muestra con toda claridad que ninguno necesita errar en cuanto a qué poder es al
que se le está rindiendo lealtad”. FEC:89.
“No podemos ser irritables e impacientes, y aun ser cristianos; porque un espíritu irrita-
ble e impaciente no es el espíritu de Cristo”. RH, 14-08-1888.
“Cuando Cristo more en el corazón éste estará tan suavizado y subyugado por el amor a
Dios que la impaciencia, la crítica y la contienda no existirán allí. La religión de Cristo
en el corazón ganará para el poseedor una victoria completa sobre aquellas pasiones que
están buscando obtener la supremacía”. 4T:610.
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“No importa cuál sea nuestra profesión de fe, no nos vale de nada a menos que Cristo se
revele en obras de justicia”. PVGM:254.
“La santificación no es una emoción sino un principio de origen celestial que pone todas
las pasiones y todos los deseos bajo el control del Espíritu de Dios; y esta obra es reali-
zada por medio de nuestro Señor y Salvador”. FO:89.
“Pero gracias a Dios, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de cora-
zón a aquel modelo de enseñanza al cual estáis entregados; y liberados del pecado, ha-
béis llegado a ser siervos de la justicia”. Rom. 6:17-18.
“Toda verdadera obediencia proviene del corazón. La de Cristo procedía del corazón. Y
si nosotros consentimos, se identificará de tal manera con nuestros pensamientos y fines,
amoldará de tal manera nuestro corazón y mente en conformidad con su voluntad, que
cuando le obedezcamos estaremos tan sólo ejecutando nuestros propios impulsos. La vo-
luntad, refinada y santificada, hallará su más alto deleite en servirle. Cuando conozca-
mos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida será una vida de continua
obediencia. Si apreciamos el carácter de Cristo y tenemos comunión con Dios, el pecado
llegará a sernos odioso”. DTG:621.
“Si tenemos el amor de Cristo en nuestras almas, será una consecuencia natural para no-
sotros tener todas las demás gracias: gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, hu-
mildad, temperancia …”. MVH:50.
“Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por Su buena vo-
luntad”. Fil. 2:13.
“A aquel que es poderoso para hacer infinitamente más que todo cuanto pedimos o en-
tendemos, por el poder que opera en nosotros; a él sea la gloria en la iglesia por Cristo
Jesús, por todas edades, por los siglos de los siglos. Amén”. Efe. 3:20-21.
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“Y el Dios de paz, que por la sangre del pacto eterno, resucitó de los muertos a nuestro
Señor Jesucristo, el gran Pastor de las ovejas, os haga aptos en toda buena obra, para que
hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable ante él por medio de Je-
sucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos, Amén”. Heb. 13:20-21.
“Ruego, que vuestro amor abunde aún más y más, en ciencia y discernimiento, para que
aprobéis lo mejor, que seáis sinceros y sin culpa para el día de Cristo, llenos de los fru-
tos de la justicia, que viene por medio de Jesucristo, a gloria y alabanza de Dios”. Fil.
1:9-11.
“Pelea la buena batalla de la fe. Echa mano de la vida eterna, a la que fuiste llamado,
cuando hiciste buena confesión ante muchos testigos … que guardes el mandato sin má-
cula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo”. 1 Tim. 6:12,14.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,
dejemos todo lo que estorba, y el pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con
perseverancia la carrera que nos es propuesta, fijos los ojos en Jesús, autor y consuma-
dor de la fe, quien en vista del gozo que le esperaba, sufrió la cruz, menospreció la ver-
güenza, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Heb. 12:1-2.
“El peso … son los malos hábitos y las malas prácticas que hemos formado al seguir
nuestras inclinaciones naturales”. 7CBA:946.
“Cada día debe renovar su consagración, cada día debe batallar contra el pecado. Los há-
bitos antiguos, las tendencias hereditarias hacia el mal, se disputarán el dominio, y
contra ellos debe siempre velar, apoyándose en el poder de Cristo para obtener la victo-
ria”. HAp:380.
“Todo cristiano debe mantenerse en estado de vigilancia constante, guardando cada ave-
nida del alma donde Satanás pueda hallar entrada. Ha de pedir el auxilio divino y a la
vez resistir resueltamente toda inclinación al pecado. Con valor, por fe, por el esfuerzo
perseverante, podrá vencer. Que no olvide, sin embargo, que para obtener la victoria
Cristo tiene que habitar en él y él en Cristo.
Es solo por medio de una unión personal con Cristo, de una comunión diaria, a cada
hora con él, que podremos llevar los frutos del Espíritu Santo”. 5T:45-46.
“Nadie nacerá en lo alto sin un esfuerzo severo, perseverante, a su propio favor. Todos
deben comprometerse a sí mismos en esta batalla”. 8T:313.
“Por la gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos deberán ser vencedores en la
lucha con el mal”. CS:478.
“El tentado necesita comprender la verdadera fuerza de la voluntad. Ella es el poder go-
bernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir y elegir. Todo depende de la
acción correcta de la voluntad. El desear lo bueno y lo puro es justo; pero si no hacemos
más que desear, de nada sirve. Muchos se arruinarán mientras esperan y desean vencer
sus malas inclinaciones. No someten su voluntad a Dios. No escogen servirle.
Dios nos ha dado la facultad de elección; a nosotros nos toca ejercitarla. No podemos
cambiar nuestros corazones ni dirigir nuestros pensamientos, impulsos y afectos. No po-
demos hacernos puros, propios para el servicio de Dios. Pero sí podemos escoger el ser-
vir a Dios; podemos entregarle nuestra voluntad, y entonces él obrará en nosotros el que-
rer y el hacer según su buena voluntad. Así toda nuestra naturaleza se someterá a la di-
rección de Cristo.
Mediante el debido uso de la voluntad, cambiará enteramente la conducta. Al someter
nuestra voluntad a Cristo, nos aliamos con el poder divino. Recibimos fuerza de lo alto
para mantenernos firmes. Una vida pura y noble, de victoria sobre nuestros apetitos y
pasiones, es posible para todo el que une su débil y vacilante voluntad a la omnipotente
e invariable voluntad de Dios”. MC:131-132.
“Cuando la voluntad del hombre coopera con la voluntad de Dios, llega a ser omnipo-
tente. Cualquier cosa que debe hacerse por orden suya, puede llevarse a cabo con su
fuerza. Todos sus mandatos son habilitaciones”. PVGM:268.
“Yo puedo hacer todas las cosas por medio de Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13.
“Sin el poder divino, ninguna reforma verdadera puede llevarse a cabo. Las vallas huma-
nas levantadas contra las tendencias naturales y fomentadas no son más que bancos de
arena contra un torrente. Sólo cuando la vida de Cristo es en nuestra vida un poder vivi-
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ficador podemos resistir las tentaciones que nos acometen de dentro y de fuera”.
MC:92.
“Cuando el alma se entrega a Cristo, un nuevo poder se posesiona del nuevo corazón. Se
realiza un cambio que ningún hombre puede realizar por su cuenta. Es una obra sobrena-
tural, que introduce un elemento sobrenatural en la naturaleza humana. El alma que se
entrega a Cristo, llega a ser una fortaleza suya, que él sostiene en un mundo en rebelión,
y no quiere que otra autoridad sea conocida en ella sino la suya. Un alma así guardada
en posesión por los agentes celestiales es inexpugnable para los asaltos de Satanás. Pero
a menos que nos entreguemos al dominio de Cristo, seremos dominados por el maligno.
Debemos estar inevitablemente bajo el dominio del uno o del otro de los dos grandes po-
deres que están contendiendo por la supremacía del mundo. No es necesario que elija-
mos deliberadamente el servicio del reino de las tinieblas para pasar bajo su dominio.
Basta que descuidemos de aliarnos con el reino de la luz. Si no cooperamos con los
agentes celestiales, Satanás se posesionará de nuestro corazón, y hará de él su morada.
La única defensa contra el mal consiste en que Cristo more en el corazón por la fe en su
justicia. A menos que estemos vitalmente relacionados con Dios, no podremos resistir
los efectos profanos del amor propio, de la complacencia propia y de la tentación a pe-
car. Podemos dejar muchas malas costumbres y momentáneamente separarnos de Sata-
nás; pero sin una relación vital con Dios por nuestra entrega a él momento tras momen-
to, seremos vencidos. Sin un conocimiento personal de Cristo y una continua comunión,
estamos a la merced del enemigo, y al fin haremos lo que nos ordene”. DTG:291.
“Jesús venció por la sumisión a Dios y la fe en él, y mediante el apóstol nos dice: "So-
meteos pues a Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá. Allegaos a Dios, y él se alle-
gará a vosotros". No podemos salvarnos a nosotros mismos del poder del tentador; él
venció a la humanidad, y cuando nosotros tratamos de resistirle con nuestra propia fuer-
za caemos víctimas de sus designios; pero "torre fuerte es el nombre de Jehová: a él co-
rrerá el justo, y será levantado". Satanás tiembla y huye delante del alma más débil que
busca refugio en ese nombre poderoso”. DTG:104-105.
“Sabe el Señor librar de tentación a los santos, y reservar a los injustos para ser castiga-
dos en el día del juicio”. 2 Pedro 2:9.
“Los esfuerzos humanos, por sí solos, son insuficientes. Sin la ayuda del poder divino,
no se conseguirá nada. Dios obra y el hombre obra. La resistencia a la tentación debe ve-
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nir del hombre, quien debe obtener su poder de Dios. Por un lado hay sabiduría, compa-
sión y poder infinitos, y por el otro, debilidad, perversidad, impotencia absoluta.
Dios desea que tengamos dominio sobre nosotros mismos, pero no puede ayudarnos sin
nuestro consentimiento y cooperación. El Espíritu divino obra por medio de los poderes
y facultades otorgados al hombre. Por naturaleza, no estamos capacitados para armoni-
zar nuestros propósitos, deseos e inclinaciones con la voluntad de Dios; pero si tenemos
el deseo de que Dios cree en nosotros la voluntad, el Salvador lo efectuará por nosotros,
"derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y
llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor. 10:5)”. HAp:384-
385.
“El Espíritu de Dios no tiene el propósito de hacer nuestra parte, ya sea en el querer o en
el hacer... Tan pronto como doblegamos nuestra voluntad para que armonice con la vo-
luntad de Dios, la gracia de Cristo está lista para cooperar con el instrumento humano;
pero no será el sustituto que haga nuestra obra independientemente de nuestra resolución
y de nuestra acción decidida. Por lo tanto, lo que convertirá el alma no es la abundancia
de luz ni las evidencias que se acumulan unas sobre otras. Es tan sólo el agente humano
que acepta la luz, que despierta las energías de la voluntad, que comprende y reconoce
que lo que sabe es justicia y verdad, y que coopera así con los agentes celestiales esta-
blecidos por Dios para la salvación del alma.
Si el pecador o el apóstata insisten en la desobediencia y el pecado, la luz celestial puede
brillar alrededor de ellos..., pero sin lograr disipar el poder hechizador de la falsedad y el
ensalmo del engaño mundanal.
No obedezcáis la voz del engañador, lo que está en armonía con la voluntad no santifica-
da, sino obedeced el impulso que Dios ha dado... Todo está en juego. ¿Cooperará en "el
querer como el hacer" el instrumento humano con la Divinidad? Si el hombre coloca su
voluntad del lado de Dios, sometiendo plenamente el yo a la voluntad de Dios, el eleva-
do y santo esfuerzo del agente humano derriba la obstrucción que él mismo ha erigido,
los escombros son barridos de la puerta del corazón y se quebranta la posición obstinada
que obstruye el alma. Se abre la puerta del corazón, y entra Jesús para morar como un
huésped bienvenido (Carta 135, 1898)”. ELC:27.
“Todas las fuerzas satánicas no tienen poder para vencer a un alma que con fe sencilla se
apoya en Cristo”. PVGM:122.
“Vi ángeles malos que contendían por las almas y ángeles de Dios que los resistían. El
conflicto era recio. Los ángeles malos se amontonaban alrededor de las almas, corrom-
piendo la atmósfera con su influencia venenosa y adormeciendo su sensibilidad. Los án-
geles santos observaban ansiosamente a estas almas y aguardaban la oportunidad para
hacer retroceder a la hueste de Satanás. Pero no es tarea de los ángeles buenos manejar
las mentes contra la voluntad de los individuos. Si ceden al enemigo y no hacen ningún
esfuerzo por resistirle, poco más pueden hacer los ángeles de Dios que contener las
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huestes de Satanás para que no destruyan, hasta que los que están en peligro reciban co-
nocimiento adicional que los haga despertar y dirigir la vista al cielo en procura de ayu-
da. Jesús no comisionará a los santos ángeles a que saquen de apuros a los que no hacen
esfuerzo por ayudarse a sí mismos”. MJ:50-51.
“Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que
son tentados”. Heb. 2:18.
“A Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante de su gloria
irreprensibles, con grande alegría”. Judas 24.
“No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que Yo Soy tu Dios que te fortalezco.
Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Isa. 41:10.
“El poder omnipotente del Espíritu Santo es la defensa de toda alma contrita. Cristo no
permitirá que pase bajo el dominio del enemigo quien haya pedido su protección con fe
y arrepentimiento. El Salvador está junto a los suyos que son tentados y probados. Con
él no puede haber fracaso, pérdida, imposibilidad o derrota; podemos hacer todas las co-
sas mediante Aquel que nos fortalece. Cuando vengan las tentaciones y las pruebas, no
esperéis arreglar todas las dificultades, sino mirad a Jesús, vuestro ayudador”.
DTG:455.
“No son nuestros esfuerzos los que nos dan la victoria; es ver a Dios tras la promesa, y
creer y confiar en él. Por fe asid la mano del poder infinito. El Señor, quien ha prometi-
do, es fiel”. RH, 29-12-1910.
“Porque yo, el Eterno, soy tu Dios, que te sostiene de tu mano derecha, y te dice: 'No te-
mas. Yo te ayudo'”. Isa. 41:13.
“Para avanzar sin tropezar, debemos tener la seguridad de que una Mano todopoderosa
nos sostendrá, y que una infinita misericordia se ejercerá hacia nosotros si caemos. Sólo
Dios puede oír en todo momento nuestro clamor por ayuda”. HHD:156.
“Se ha dispuesto gracia abundante para que el alma creyente pueda ser preservada del
pecado, pues todo el cielo, con sus recursos ilimitados, ha sido colocado a nuestra dispo-
sición”. 1MS:461.
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“Además, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos pedir lo que
conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Rom.
8:26.
“Hemos de vivir sólo un día a la vez. No necesitamos hacer el trabajo de toda una vida
en unas pocas horas. No tenemos por qué afrontar el futuro con ansiedad, porque Dios
ha hecho posible que seamos vencedores cada día". RH, 26 de Marzo de 1889;
FCV:251.
“¿Está usted venciendo, o está siendo vencido por su propia concupiscencia, apetitos y
pasiones?”. 5T:482.
“La vida cristiana es una vida de entrega diaria, de sumisión y de triunfo continuo”.
4CBA:1176.
“Yo puedo hacer todas las cosas por medio de Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13.
“Los hombres necesitan aprender que no pueden poseer en su plenitud las bendiciones
de la obediencia, sino cuando reciben la gracia de Cristo. Esta es la que capacita al hom-
bre para obedecer las leyes de Dios y para libertarse de la esclavitud de los malos hábi-
tos. Es el único poder que puede hacerle firme en el buen camino y permanecer en él”.
MC:78.
“Pues tú, hijo mío, sé fuerte en la gracia que es en Cristo Jesús”. 2 Tim. 2:1.
“Como el Hijo de Dios vivía por la fe en el Padre, hemos de vivir nosotros por la fe en
Cristo. Tan plenamente estaba Jesús entregado a la voluntad de Dios que sólo el Padre
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aparecía en su vida. Aunque tentado en todos los puntos como nosotros, se destacó ante
el mundo sin llevar mancha alguna del mal que le rodeaba. Así también hemos de vencer
nosotros como Cristo venció”. DTG:353-354.
“Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo: y esta es la victoria que
vence al mundo, nuestra fe”. 1 Juan 5:4.
“La vida cristiana es una vida de entrega diaria, de sumisión y de triunfo continuo. Cada
día se ganarán nuevas victorias”. 4CBA:1176.
“Fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y
longanimidad; con gozo”. Col. 1:11.
“No os sentéis en la silla de reposo de Satanás, ni digáis que no hay caso, que no podéis
cesar de pecar, que no hay poder en vosotros para vencer. No hay poder en vosotros se-
parados de Cristo, pero vuestro privilegio es tener a Cristo morando en vuestro corazón
por la fe, y él puede vencer el pecado en vosotros, cuando cooperéis con los esfuerzos de
él”. NEV:76.
“Mediante el plan de redención, Dios ha provisto medios para vencer cada rasgo peca-
minoso y resistir cada tentación, no importa cuán poderosa sea”. 1MS:94.
“Quien no tiene suficiente fe en Cristo para creer que él lo puede guardar de pecar, no
tiene la fe que le dará la entrada al reino de Dios”. RH, 10-03-1904.
“Nosotros podemos vencer. Sí, plenamente, enteramente. Jesús murió para hacer un ca-
mino de escape para nosotros, para que podamos vencer todo mal rasgo de carácter, todo
pecado, toda tentación, y sentarnos finalmente con él”. 1T:144.
“Cuando alguno sea tentado, no diga que es tentado por Dios. Porque Dios no puede ser
tentado por el mal, ni él tienta a nadie. Sino que cada uno es tentado, cuando es atraído y
seducido por sus propios malos deseos. Y cuando su mal deseo ha concebido, produce el
pecado. Y el pecado, una vez cumplido, engendra la muerte”. Santiago 1:13-15.
“Las tentaciones entrarán a raudales sobre nosotros, pues por ellas somos probados du-
rante nuestro tiempo de gracia en la tierra. Esta es la prueba de Dios, una revelación de
nuestros propios corazones. No hay pecado en tener tentaciones; pero el pecado penetra
cuando se cede a la tentación”. 4T:358.
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“Hay pensamientos y sentimientos sugeridos y suscitados por Satanás que molestan aun
a los mejores hombres; pero si éstos no son albergados, si se los rechaza como odiosos,
el alma no se contamina con la culpa, y nadie más es manchado por la influencia de
ellos”. RH, 27-03-1888.
“Para no cometer pecado, tenemos que resistir sus mismos comienzos. Todo afecto y pa-
sión han de sujetarse a la razón y a la conciencia. Todo pensamiento no santificado debe
ser repelido de inmediato”. 5T:165.
“Satanás encuentra en los corazones humanos algún asidero en que hacerse firme; es tal
vez algún deseo pecaminoso que se acaricia, por medio del cual la tentación se
fortalece”. CS:681.
“Ni por un momento reconozcáis que las tentaciones de Satanás están en armonía con
vuestra propia mente. Volveos de ellas como lo haríais del mismo adversario”. NEV:85.
“Aun vuestros pensamientos han de ser sujetados a la voluntad de Dios y vuestros senti-
mientos puestos bajo el control de la razón y la religión. La imaginación no os fue dada
para permitir que anduviera desbocada siguiendo su propia voluntad, sin que se hiciera
esfuerzo alguno para restringirla o disciplinarla. Si los pensamientos son malos, los sen-
timientos también lo serán, y los pensamientos y los sentimientos combinados constitu-
yen el carácter moral de la persona. Cuando decidís que como cristianos no se requiere
que dominéis los pensamientos y los sentimientos, caéis bajo la influencia de ángeles
malos e invitáis su presencia y control”. 5T:289-290.
“Satanás gobierna toda mente que no se halla en forma decidida bajo el control del Es-
píritu de Dios”. TM:79.
“Cuando se oye la primera insinuación al mal, elevad una oración al cielo, y después re-
sistid firmemente la tentación”. 3CBA:1173.
“El comienzo de ceder a la tentación está en el pecado de permitir que la mente divague,
en ser inconsistente en vuestra confianza en Dios. El inicuo siempre está buscando una
oportunidad para representar mal a Dios, y para llevar la mente a lo prohibido. Si puede
hacerlo, colocará la mente en las cosas del mundo. Se esforzará por excitar las emocio-
nes, por despertar las pasiones, por fijar los afectos en aquello que no es para su bien;
mas vosotros debéis retener toda emoción y pasión bajo control, en sujeción calmada a
la razón y a la conciencia. Entonces Satanás pierde su poder para controlar la mente”.
NEV:87.
“Nuestro peligro principal está en tener la mente apartada de Cristo. El nombre de Jesús
tiene poder para repeler las tentaciones de Satanás y levantar a favor nuestro una bande-
ra contra él”. 4T:357.
“Por eso, ceñid vuestra mente, sed sobrios, y fijad toda vuestra esperanza en la gracia
que os será dada cuando Jesucristo se manifieste. Como hijos obedientes, no os confor-
méis con los malos deseos que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia; sino que
así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra con-
ducta. Pues escrito está: ‘Sed santos, porque yo soy santo’”. 1 Pedro 1:13-16.
“Mantengamos firme sin fluctuar la profesión de nuestra fe; porque fiel es el que prome-
tió”. Heb. 10:23.
“No hay nada al parecer tan débil, y no obstante tan invencible, como el alma que siente
su insignificancia y confía por completo en los méritos del Salvador. Mediante la ora-
ción, el estudio de su Palabra y el creer que su presencia mora en el corazón, el más dé-
bil ser humano puede vincularse con el Cristo vivo, quien lo tendrá de la mano y nunca
lo soltará”. MC:136-137.
“La tentación no es pecado. Jesús era santo y puro; sin embargo fue tentado en todo
como nosotros, pero con una fuerza y un poder que nunca el hombre tendrá que sopor-
tar. En su resistencia triunfante, nos ha dejado un hermoso ejemplo, a fin de que sigamos
sus pisadas. Si tenemos confianza en nosotros mismos y nos consideramos justos, se nos
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dejará caer bajo el poder de la tentación; pero si miramos a Jesús y confiamos en él, in-
vocaremos en nuestra ayuda un poder que ha vencido al enemigo en el campo de batalla,
y con toda tentación nos dará una vía de salida. Cuando Satanás viene como una inunda-
ción, debemos arrostrar sus tentaciones con la espada del Espíritu, y Jesús nos ayudará y
levantará bandera contra él. El padre de la mentira tiembla cuando la verdad de Dios,
con poder ardiente, le es arrojada en la cara”. 5T:402.
“Apoyaos en él; y a través de su poder podréis apagar todos los dardos de fuego del ad-
versario y salir más que vencedores”. 4T:213.
“Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por noso-
tros, debemos tratar de llegar a la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser in-
ducido a ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento. Satanás encuentra en los cora-
zones humanos algún asidero en que hacerse firme; es tal vez algún deseo pecaminoso
que se acaricia, por medio del cual la tentación se fortalece. Pero Cristo declaró al hablar
de sí mismo: "Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí". (Juan 14:30).
Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la victoria.
Cristo guardó los mandamientos de su Padre y no hubo en él ningún pecado de que Sata-
nás pudiese sacar ventaja. Esta es la condición en que deben encontrarse los que han de
poder subsistir en el tiempo de angustia”. CS:680-681.
“Las seducciones que Cristo resistió son las mismas que nosotros encontramos tan difí-
ciles de resistir. Le fueron infligidas en un grado tanto mayor cuanto más elevado es su
carácter que el nuestro. Llevando sobre sí el terrible peso de los pecados del mundo,
Cristo resistió la prueba del apetito, del amor al mundo, y del amor a la ostentación que
conduce a la presunción. Estas fueron las tentaciones que vencieron a Adán y Eva, y que
tan fácilmente nos vencen a nosotros”. DTG:91.
“Su alma estaba siendo abrumada por el peso de los pecados del mundo y su rostro ex-
presaba dolor inenarrable, una angustia profunda que el hombre caído nunca había expe-
rimentado. Sintió la abrumadora marea de desdicha que inundaba el mundo. Compren-
dió los alcances de la fuerza de la complacencia del apetito y de las pasiones impías que
dominaban el mundo y que habían ocasionado inexpresables sufrimientos al hombre”.
1MS:318.
“En nuestra propia fortaleza, nos es imposible negarnos a los clamores de nuestra natu-
raleza caída. Por su medio, Satanás nos presentará tentaciones. Cristo sabía que el ene-
migo se acercaría a todo ser humano para aprovecharse de las debilidades hereditarias y
entrampar, mediante sus falsas insinuaciones, a todos aquellos que no confían en Dios.
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Y recorriendo el terreno que el hombre debe recorrer, nuestro Señor ha preparado el ca-
mino para que venzamos. No es su voluntad que seamos puestos en desventaja en el
conflicto con Satanás. No quiere que nos intimiden ni desalienten los asaltos de la ser-
piente. ‘Tened buen ánimo -dice- yo he vencido al mundo’”. DTG:98.
“Considerad, pues, a aquel que sufrió tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo,
para que no os fatiguéis en vuestro ánimo hasta desmayar. En vuestra lucha contra el pe-
cado, aún no habéis resistido hasta verter sangre”. Heb. 12:3-4.
“Debemos mirar a Cristo; debemos resistir como él resistió; orar como él oró; agonizar
como él agonizó, si hemos de vencer como él venció”. AFC:36.
“‘Viene el príncipe de este mundo-dice Jesús; mas no tiene nada en mí'. No había en él
nada que respondiera a los sofismas de Satanás. El no consintió en pecar. Ni siquiera por
un pensamiento cedió a la tentación. Así también podemos hacer nosotros. La humani-
dad de Cristo estaba unida con la divinidad. Fue hecho idóneo para el conflicto mediante
la permanencia del Espíritu Santo en él. Y él vino para hacernos participantes de la natu-
raleza divina. Mientras estemos unidos con él por la fe, el pecado no tendrá dominio so-
bre nosotros. Dios extiende su mano para alcanzar la mano de nuestra fe y dirigirla a
asirse de la divinidad de Cristo, a fin de que nuestro carácter pueda alcanzar la perfec-
ción”. DTG:98-99.
“Por medio de la fe y la oración todos pueden cumplir los requisitos del Evangelio. Na-
die puede ser forzado a transgredir. Primero tiene que ganarse el consentimiento propio;
el alma tiene que proponerse a cometer el acto pecaminoso antes que la pasión pueda
dominar la razón o que la iniquidad triunfe sobre la conciencia. No importa cuán fuerte
sea la tentación, no es excusa para el pecado. ‘Los ojos del Señor están sobre los justos,
y atentos sus oídos al clamor de ellos’. (Salmo 34:14). Alma tentada, clama al Señor.
Arrójate indefensa e indigna sobre Jesús y reclama su promesa pura. El Señor escuchará.
Él sabe cuán fuertes son las inclinaciones del corazón natural, y brindará su ayuda en
todo momento de tentación”. 5T:165-166.
“En sus conflictos con Satanás, la familia humana dispone de toda la ayuda que tuvo
Cristo. No tenemos por qué ser vencidos … Cada uno será tentado, pero declara la Pala-
bra que no seremos tentados más allá de lo que podamos soportar. Podemos resistir y
vencer al astuto enemigo”. Manuscrito 1:111-112.
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“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido
tiempo. Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él cuida de vosotros. Sed sobrios,
y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscan-
do a quien devorar. Resistidlo firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos por todo
el mundo pasan por las mismas aflicciones”. 1 Pedro 5:6-9.
“Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos
ejemplo, para que sigáis sus pisadas. "El no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su
boca". Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenaza-
ba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia”. 1 Pedro 2:21-23.
“Jesús no contendía por sus derechos. Con frecuencia su trabajo resultaba innecesaria-
mente penoso porque era voluntario y no se quejaba. Sin embargo, no desmayaba ni se
desanimaba. Vivía por encima de estas dificultades, como en la luz del rostro de Dios.
No ejercía represalias cuando le maltrataban, sino que soportaba pacientemente los in-
sultos”. DTG:68-69.
“Aunque él fue probado [terriblemente] para que hablara precipitadamente y con ira, ni
una sola vez pecó con sus labios. Con paciente calma hizo frente a las burlas, los sarcas-
mos y al ridículo de sus compañeros, en el banco de carpintero. En vez de replicar con
ira, comenzaba a cantar uno de los bellos salmos de David, y sus compañeros se unían
con él en el himno, antes de que se dieran cuenta de lo que estaban haciendo”.
7CBA:948.
“Entre las amarguras que caen en suerte a la humanidad, no hubo ninguna que no le tocó
a Cristo. Había quienes trataban de vilipendiarle a causa de su nacimiento, y aun en su
niñez tuvo que hacer frente a sus miradas escarnecedoras e impías murmuraciones. Si
hubiese respondido con una palabra o mirada impaciente, si hubiese complacido a sus
hermanos con un solo acto malo, no habría sido un ejemplo perfecto. Así habría dejado
de llevar a cabo el plan de nuestra redención. Si hubiese admitido siquiera que podía ha-
ber una excusa para el pecado, Satanás habría triunfado, y el mundo se habría perdido.
Esta es la razón por la cual el tentador obró para hacer su vida tan penosa como fuera
posible, a fin de inducirle a pecar”. DTG:67-68.
“Pero si bien Satanás podía afligir, no podía contaminar; podía ocasionar angustia, pero
no profanar. Hizo de la vida de Cristo una larga escena de conflicto y prueba; y sin em-
bargo, con cada ataque iba perdiendo su dominio sobre la humanidad”. PR:517.
“Pero, Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profe-
tas, que Cristo había de padecer”. Hechos 3:18.
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“‘Fue tentado en todo como nosotros’. Satanás estaba listo para atacarlo a cada paso,
lanzándole sus más fieras tentaciones; pero él ‘no pecó ni fue hallado engaño en su
boca’. ‘Fue … probado mediante el sufrimiento’ (Heb. 2:18), sufrió conforme a la medi-
da de su perfección y santidad. Pero el príncipe de las tinieblas no halló nada en él; ni un
solo pensamiento o emoción respondió a la tentación”. 5T:398.
“Cristo sufrió intensamente bajo los ultrajes y los insultos. En manos de los seres a quie-
nes había creado y en favor de los cuales estaba haciendo un sacrificio infinito, recibió
toda indignidad. Y sufrió en proporción a la perfección de su santidad y su odio al peca-
do. El ser interrogado por hombres que obraban como demonios, le era un continuo sa-
crificio. El estar rodeado por seres humanos bajo el dominio de Satanás le repugnaba. Y
sabía que en un momento, con un fulgor de su poder divino podía postrar en el polvo a
sus crueles atormentadores. Esto le hacía tanto más difícil soportar la prueba”.
DTG:649.
“Vosotros no tenéis una dificultad que no le presione con igual peso a él, ni una tristeza
que su corazón no haya experimentado. Sus sentimientos podían ser heridos con el me-
nosprecio o con la indiferencia de los profesos amigos, tan fácilmente como los nues-
tros. ¿Es espinoso vuestro camino? El de Cristo lo fue en un sentido diez veces mayor.
¿Estáis afligidos? Igualmente lo estuvo él. ¡Cuán exacto fue Cristo Jesús como nuestro
ejemplo!”. NEV:59.
“Cristo es el único que experimentó todas las penas y tentaciones que sobrevienen a los
seres humanos. Nunca fue tan fieramente perseguido por la tentación otro ser nacido de
mujer; nunca llevó otro la carga tan pesada de los pecados y dolores del mundo. Nunca
hubo otro cuya simpatía fuera tan abarcante y tierna. Habiendo participado de todo lo
que experimenta la especie humana, no sólo podía condolerse de todo el que estuviera
abrumado y tentado en la lucha, sino que sentía con él”. Ed:78.
“En los días de su vida terrenal, Cristo ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágri-
mas al que lo podía librar de la muerte. Y fue oído por su reverente sumisión. Aunque
era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia. Y perfeccionado, vino a ser una
fuente de eterna salvación para todos los que obedecen”. Heb. 5:7-9.
“El Hermano mayor de nuestra familia humana está junto al trono eterno. Mira a toda
alma que vuelve su rostro hacia él como al Salvador. Sabe por experiencia lo que es la
flaqueza humana, lo que son nuestras necesidades, y en qué consiste la fuerza de nues-
tras tentaciones, porque fue "tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado".
(Hebreos 4:15). Está velando sobre ti, tembloroso hijo de Dios. ¿Estás tentado? Te libra-
rá. ¿Eres débil? Te fortalecerá. ¿Eres ignorante? Te iluminará. ¿Estás herido? Te
curará”. MC:47-48.
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“El que decida entrar en el reino espiritual descubrirá que todos los poderes y las pasio-
nes de una naturaleza sin regenerar, sostenidos por las fuerzas del reino de las tinieblas,
se despliegan contra él. El egoísmo y el orgullo resistirán todo lo que revelaría su peca-
minosidad. No podemos, por nosotros mismos, vencer los deseos y hábitos malos que
luchan por el dominio. No podemos vencer al enemigo poderoso que nos retiene cauti-
vos. Únicamente Dios puede darnos la victoria. Él desea que disfrutemos del dominio
sobre nosotros mismos, sobre nuestra propia voluntad y costumbres. Pero no puede
obrar en nosotros sin nuestro consentimiento y cooperación. El Espíritu divino obra por
las facultades y los poderes otorgados a los hombres. Nuestras energías han de cooperar
con Dios”. DMJ:119-120.
“Digo pues: Vivid según el Espíritu, y no satisfaréis los deseos malos de la carne. Por-
que la carne desea contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne. Los dos se oponen en-
tre sí, para que no hagáis lo que quisierais”. Gal. 5:16-17.
“El cristiano sentirá la incitación al pecado, pues la carne desea vivamente la concupis-
cencia, oponiéndose al Espíritu; pero el Espíritu lucha contra la carne, manteniendo una
continua batalla. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana se
une a la fuerza divina, y la fe exclama: ‘Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la
victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo’”. MJ:112.
“El mayor triunfo que nos da la religión de Cristo es controlarnos a nosotros mismos.
Nuestras propensiones naturales deben ser controladas, o nunca podremos vencer como
Cristo venció”. 4T:235.
“Mas vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para la carne, para cumplir sus
deseos”. Rom. 13:14.
“Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lasci-
via, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, explosiones de ira, contiendas, di-
visiones, sectarismos, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes. Os
advierto, como ya os previne, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de
Dios. Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fide-
lidad, mansedumbre, dominio propio. Contra estas virtudes, no hay ley. Pero los que son
de Cristo, han crucificado la carne con sus pasiones y malos deseos. Si vivimos en el Es-
píritu, andemos también en el Espíritu. No seamos vanagloriosos, irritándonos y envi-
diándonos unos a otros”. Gal. 5:19-26.
“Entre ellos todos nosotros también vivimos en otro tiempo al impulso de los deseos de
nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por na-
turaleza hijos de ira, igual que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su
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gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en pecados, nos dio vida
junto con Cristo. Por gracia habéis sido salvos”. Efe. 2:3-5.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús; [los que no
andan según la carne, sino según el Espíritu;] porque mediante Cristo Jesús, la ley del
Espíritu que da vida, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que
era imposible a la Ley, por cuanto era débil por la carne; Dios, al enviar a su propio Hijo
en semejanza de carne de pecado, y como sacrificio por el pecado, condenó al pecado en
la carne; para que la justicia que quiere la Ley se cumpla en nosotros, que no andamos
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Rom. 8:1-4.
“Así, hermanos, somos deudores, no a la carne, para que vivamos según la carne. Porque
si vivís conforme a la carne, moriréis. Pero si por el Espíritu dais muerte a las obras de la
carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos
de Dios … si es que sufrimos junto con él, para que junto con él seamos glorificados”.
Rom. 8:12-17.
“Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos
ejemplo, para que sigáis sus pisadas. "El no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su
boca". Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenaza-
ba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia”.
“Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del
mismo pensamiento, que quien padeció en la carne, ha roto con el pecado, para que el
resto de su vida terrenal, no viva según los malos deseos de los hombres. sino conforme
a la voluntad de Dios”. 1 Pedro 4:1-2.
“Su ejemplo demuestra que nuestra única esperanza de vida eterna consiste en sujetar
los apetitos y pasiones a la voluntad de Dios”. DTG:98.
“Porque los que son de Cristo, han crucificado la carne con los afectos y concupiscen-
cias”. Gal. 5:24.
“Las pasiones inferiores tienen su sede en el cuerpo y obran por su medio. Las palabras
"carne," "carnal," o "concupiscencias carnales" abarcan la naturaleza inferior y corrupta;
por sí misma la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios. Se nos ordena que cru-
cifiquemos la carne, con los afectos y las concupiscencias. ¿Cómo lo haremos? ¿Infligi-
remos dolor al cuerpo? No, pero daremos muerte a la tentación a pecar. Debe expulsarse
el pensamiento corrompido. Todo intento debe someterse al cautiverio de Jesucristo. To-
das las propensiones animales deben sujetarse a las facultades superiores del alma. El
amor de Dios debe reinar supremo. Cristo debe ocupar un trono indiviso. Nuestros cuer-
pos deben ser considerados como su posesión adquirida. Los miembros del cuerpo han
de llegar a ser los instrumentos de la justicia”. HC:113.
“Por consiguiente, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, para obedecer a sus ma-
los deseos. Ni tampoco ofrezcáis más vuestros miembros como armas al servicio del pe-
cado, sino ofreceos a Dios, como quienes han vuelto de la muerte a la vida; y ofreced
vuestros miembros a Dios por instrumentos de justicia”. Rom. 6:12-13.
“Todas las circunstancias, todos los apetitos y pasiones, han de ser siervos del hombre
que teme a Dios, no han de gobernarlo. El cristiano no ha de ser esclavizado por ningún
hábito o tendencia hereditaria o cultivada. El ha de dominar las pasiones animales, y no
ser esclavizado por el hábito”. TM:427.
“Porque si vivís conforme a la carne, moriréis. Pero si por el Espíritu dais muerte a las
obras de la carne, viviréis”. Rom. 8:13.
“El hombre ha de cooperar con Dios empleando cada facultad de acuerdo con la habili-
dad que Dios le ha dado. No ha de ser ignorante en cuanto a cuáles son las prácticas co-
rrectas de comer y beber y de todos los hábitos de la vida. El propósito de Dios es que
sus instrumentos humanos procedan como seres racionales y responsables en todo senti-
do... No podemos permitirnos descuidar ni un solo rayo de la luz que Dios ha dado. Ser
perezosos en nuestra práctica de aquellas cosas que requieren diligencia es cometer un
pecado. El agente humano ha de cooperar con Dios y mantener en sujeción aquellas pa-
siones que debieran ser sometidas. Para lograr esto, debe ser incansable en sus oraciones
a Dios y debe obtener siempre la gracia para regir su espíritu, carácter y acciones. Me-
diante la gracia impartida de Cristo, puede ser capacitado para vencer. Ser vencedor sig-
nifica más que lo que muchos suponen”. 1MS:445-446.
“Todo atleta se abstiene de todo. Ellos para recibir una corona corruptible, pero nosotros
una incorruptible. Así de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera pe-
leo, no como quien golpea al aire. Trato severamente a mi cuerpo, y lo someto a discipli-
na, no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado”. 1 Cor. 9:25-
27.
“Las facultades mentales que el cielo nos ha confiado deben ser tratadas como los pode-
res superiores, para gobernar el reino del cuerpo. Los apetitos y las pasiones naturales
deben ser colocados bajo el control de la conciencia y de los poderes espirituales”.
8T:63.
“Así, hermanos, os ruego por la misericordia de Dios, que presentéis vuestro cuerpo en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto razonable. Y no os confor-
méis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que
podáis comprobar cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Rom. 12:1-
2.
“Pero Dios no aceptará los mayores talentos o el servicio más espléndido a menos que el
yo sea puesto sobre el altar, como sacrificio vivo, que se consume. La raíz debe ser san-
ta; de otra manera no puede haber fruto aceptable a Dios”. PVGM:284-285.
“Podéis manifestar gran celo en el esfuerzo misionero, y sin embargo debido a que ese
esfuerzo está contaminado con egoísmo y tiene un pronunciado sabor al yo, no es nada a
la vista de Dios, pues es una ofrenda manchada y corrupta”. 7CBA:973.
“En todo nuestro servicio se requiere una entrega completa del yo”. PVGM:332.
“Los hombres jóvenes y las mujeres jóvenes deberían comprender que el más elevado
honor al que podemos tener acceso es a ser uno con Cristo … Consagrad toda vuestra
alma, cuerpo y espíritu al Señor. Rendid toda facultad que poseáis al control del Espíritu
Santo”. HHD:294.
“En estos últimos días los elegidos de Dios deben mantenerse sin mancha en medio de
las corrupciones que pululan alrededor de ellos. Si se ha de realizar esta obra, necesita
comenzarse de inmediato, inteligentemente y con fervor. El Espíritu de Dios debe tener
un control perfecto, e influir sobre cada acción”. CSS:20.
“Amados, como a extranjeros y peregrinos que sois, os ruego que os abstengáis de los
deseos carnales que combaten contra el alma”. 1 Pedro 2:11.
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“Todos los hábitos de complacencia que debilitan las facultades físicas, que anublan la
mente o entorpecen las percepciones espirituales, son ‘deseos carnales que batallan
contra el alma’”. PVGM:33.
“El corazón no puede mantenerse consagrado a Dios mientras se complacen los apetitos
y las pasiones en detrimento de la salud y la vida misma”. CSS:68.
“Como hijos obedientes, no os conforméis con los malos deseos que teníais cuando esta-
bais en vuestra ignorancia; sino que así como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra conducta. Pues escrito está: "Sed santos, porque yo soy
santo". 1 Pedro 1:14-16.
“No améis al mundo, ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo -los malos deseos de la carne, la
codicia de los ojos y la soberbia de la vida- no procede del Padre, sino del mundo. Y el
mundo y sus deseos se pasan. En cambio, el que hace la voluntad de Dios, permanece
para siempre”. 1 Juan 2:15-17.
“Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre comete, es fuera del cuer-
po. Pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿No sabéis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, que tenéis de Dios, y que no sois vues-
tros? Porque habéis sido comprados por precio. Por tanto, glorificad a Dios en vuestro
cuerpo”. 1 Cor. 6:18-20.
“Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, adulte-
rios, fornicaciones, homicidios, hurtos, avaricias, maldades, engaño, vicios, envidias,
chismes, soberbia, insensatez; todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al
hombre”. Mar. 7:21-23.
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“¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el tem-
plo del Dios viviente, como Dios dijo: ‘Habitaré y andaré entre ellos. Seré su Dios, y
ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor.
No toquéis lo impuro, y yo os recibiré. Y seré vuestro Padre, y vosotros seréis mis hijos
e hijas, dice el Señor Todopoderoso’. Así, amados, ya que tenemos tales promesas, lim-
piémonos de toda impureza de la carne y del espíritu, perfeccionando la santificación en
la reverencia a Dios”. 2 Cor. 6:16; 7:1.
“Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios”. 1 Cor.
10:31.
“Aquí hay un principio que yace en el fundamento de todo acto, pensamiento y motivo;
la consagración de todo el ser, tanto físico como mental,, al control del Espíritu de
Dios”. 3T:84.
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si al-
guno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es san-
to. Y ese templo sois vosotros”. 1 Cor. 3:16-17.
“El templo del alma no debe ser contaminado con ninguna práctica relajada o inmunda.
Aquellos a quienes confesaré en los atrios celestiales deben ser sin mancha ni arruga”.
7CBA:980.
“¿Quién subirá al monte del Eterno? ¿Quién estará en su Santuario? El limpio de manos
y puro de corazón, el que no eleva su alma a la vanidad, ni jura con engaño”. Salmo
24:3-4.
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis, que ni los fornica-
rios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los la-
drones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán
el reino de Dios. Eso erais algunos. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados,
habéis sido justificados en el Nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro
Dios”. 1 Cor. 6:9-11.
“Y ésta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a
quien tú has enviado. Juan 17:3.
“Cristo no murió por vosotros para que poseáis las pasiones, los gustos y los hábitos de
los hombres del mundo”. TM:441.
“Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, po-
damos morir a los pecados, y vivir a la justicia; ‘porque por sus heridas fuisteis sana-
dos’”. 1 Pedro 2:24.
“Pero vosotros sabéis que Cristo apareció para quitar nuestros pecados. Y en él no hay
pecado. Todo el que permanece en él, no sigue pecando. El que sigue pecando, no lo ha
visto, ni lo ha conocido. Hijos míos, que nadie os engañe. El que practica la justicia es
justo, como Cristo es justo. En cambio el que practica el pecado es del diablo, porque el
diablo peca desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las
obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios, no sigue pecando, porque la vida de
Dios está en él. No puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios”. 1 Juan 3:5-9.
“A todo el que se rinda plenamente a Dios se le otorga el privilegio de vivir sin pecado,
en obediencia a la ley del cielo”. RH, 27-09-1906.
“El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado,
para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les impida ven-
cer. Cristo vino para hacernos "participantes de la naturaleza divina", y su vida es una
afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no peca”. MC:136.
“Sabemos que cualquiera que es nacido de Dios, no peca; mas el que es engendrado de
Dios, se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca”. 1 Juan 5:18.
“El hombre caído es el cautivo legítimo de Satanás. La misión de Cristo consistió en res-
catarlo del poder de su gran adversario. El hombre se inclina por naturaleza a seguir las
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sugestiones de Satanás, y no puede resistir con éxito a un enemigo tan terrible, a menos
que Cristo, el poderoso Conquistador, more en él, guíe sus deseos y le fortalezca. Dios
solo puede limitar el poder de Satanás”. 1JT:117.
“Pues tú, hijo mío, sé fuerte en la gracia que es en Cristo Jesús”. 2 Tim. 2:1.
“El ideal de Dios para sus hijos es más elevado de lo que puede alcanzar el más sublime
pensamiento humano. "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en
los cielos es perfecto". Esta orden es una promesa. El plan de redención contempla nues-
tro completo rescate del poder de Satanás. Cristo separa siempre del pecado al alma con-
trita. Vino para destruir las obras del diablo, y ha hecho provisión para que el Espíritu
Santo sea impartido a toda alma arrepentida, para guardarla de pecar. La intervención
del tentador no ha de ser tenida por excusa para cometer una mala acción. Satanás se
alegra cuando oye a los que profesan seguir a Cristo buscando excusas por su deformi-
dad de carácter. Son estas excusas las que inducen a pecar. No hay disculpa para el peca-
do. Un temperamento santo, una vida semejante a la de Cristo, es accesible para todo
hijo de Dios arrepentido y creyente”. DTG:277-278.
“Quien no tiene suficiente fe en Cristo para creer que él lo puede guardar de pecar, no
tiene la fe que le dará la entrada al reino de Dios”. RH, 10-03-1904.
“Ni aun las mayores tentaciones pueden excusar el pecado. Por intensa que sea la pre-
sión ejercida sobre el alma, la transgresión es siempre un acto nuestro. No puede la tierra
ni el infierno obligar a nadie a que haga el mal. Satanás nos ataca en nuestros puntos dé-
biles, pero no es preciso que nos venza. Por severo o inesperado que sea el asalto, Dios
ha provisto ayuda para nosotros, y mediante su poder podemos ser vencedores”. PP:446.
“Yo puedo todas las cosas a través de Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13.
“Jesús vino para traer un poder moral que se combine con el esfuerzo humano, y en nin-
gún caso sus seguidores deben tomarse la libertad de perder de vista a Cristo, que es su
ejemplo en todas las cosas. El dijo: "Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que tam-
bién ellos sean santificados en la verdad" (Juan 17:19). Jesús presenta la verdad delante
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de sus hijos para que puedan contemplarla, y para que contemplándola puedan ser cam-
biados, siendo transformados por su gracia, de la transgresión a la obediencia, de la im-
pureza a la pureza, del pecado a la santidad del corazón y a la rectitud de la vida”.
1MS:306-307.
“El enemigo fue vencido por Cristo con su naturaleza humana. El poder de la Deidad del
Salvador estaba oculto. Venció con la naturaleza humana dependiendo de Dios para su
poder. Este es el privilegio de todos. Nuestra victoria será en proporción a nuestra fe”.
5CBA:1083.
“Decía a todos: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su
vida por causa de mí, la salvará. ¿Qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se
pierde o se destruye a sí mismo?’”. Luc. 9:23-25.
“El yo interpone sus deseos para que estén primero; pero el Señor reclama todo el cora-
zón, la plenitud de los afectos. Él no entrará como segundo”. 6T:103.
“La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido.
El rendirse a sí mismo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; mas
para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios”. CC:42.
“En Cristo habitaba la plenitud de la Deidad corporalmente. Por eso, aunque fue tentado
en todo como lo somos nosotros, se mantuvo ante el mundo, desde que entró por prime-
ra vez en él, incontaminado por la corrupción, aunque estuvo rodeado por ella. ¿No de-
bemos también nosotros llegar a ser participantes de esa plenitud, y no es así y única-
mente así como podemos vencer como él venció? Perdemos mucho al no meditar cons-
tantemente en el carácter de Cristo”. 7CBA:919.
“Haya en vosotros esta mente hubo también en Cristo Jesús. Quien, aunque era de con-
dición divina, no quiso aferrarse a su igualdad con Dios, sino que se despojó de sí mis-
mo, tomó la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Y al tomar la condi-
ción de hombre, se humilló a sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz”. Fil. 2:5-8.
“Porque descendí del cielo, no para hacer mi voluntad, mas la voluntad del que me en-
vió”. Juan 6:38.
“Y cualquiera que no lleva su cruz, y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”.
Luc. 14:27.
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“No sólo al comienzo de la vida cristiana ha de hacerse esta renuncia al yo. Ha de reno-
vársela a cada paso que se dé hacia el cielo. Todas nuestras buenas obras dependen de
un poder que está fuera de nosotros. Por lo tanto, debe haber un continuo anhelo del co-
razón en pos de Dios, y una continua y ferviente confesión de los pecados que quebrante
el corazón y humille el alma delante de él. Únicamente podemos caminar con seguridad
mediante una constante renuncia al yo y dependencia de Cristo”. PVGM:124.
“Nadie es un cristiano vivo a menos que tenga una experiencia diaria en las cosas de
Dios y practique diariamente la abnegación al llevar alegremente la cruz y seguir a Cris-
to”. 2T:448.
“Las ricas promesas de la Biblia son para los que toman su cruz y se niegan a sí mismos
diariamente”. 5T:283.
“La abnegación propia significa dominar el espíritu cuando la pasión trata de ser supre-
ma; resistir la tentación a censurar y a hablar palabras de crítica; a tener paciencia con el
niño que es torpe y cuya conducta es penosa y fastidiosa; mantenerse en el lugar del de-
ber cuando otros puedan fallar; llevar responsabilidades donde y cuando podáis, no con
el propósito del aplauso, no por política, mas por amor al Maestro, quien os ha dado una
obra para hacer con fidelidad invariable; cuando debáis exaltaros a vosotros mismos,
guardar silencio y dejar que otros labios os elogien. La abnegación (negación al yo, en
inglés) es hacer el bien a otros donde la inclinación os guiaría a serviros y a agradaros a
vosotros mismos”. 4T:521.
“El amor hacia las almas por las cuales Cristo murió significa crucificar al yo. El que es
hijo de Dios debe desde entonces considerarse como eslabón de la cadena arrojada para
salvar al mundo. Es uno con Cristo en su plan de misericordia y sale con él a buscar y
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“Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi
yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis
descanso. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”. Mat. 11:28-30.
“El yugo y la cruz son símbolos que representan una misma cosa: la entrega de la volun-
tad a Dios. Cuando el hombre limitado lleva el yugo, se une en compañerismo con el
amado Hijo de Dios. Cuando toma la cruz, el egoísmo se elimina del alma, y el hombre
queda en condiciones de aprender a llevar las cargas de Cristo. No podemos seguir a
Cristo sin llevar su yugo, sin llevar su cruz y seguirlo. Si nuestra voluntad no está de
acuerdo con los requerimientos divinos, debemos renunciar a nuestras inclinaciones,
abandonar nuestros deseos acariciados y seguir en las pisadas de Cristo”. 5CBA:1066.
“Nuestros deberes se hacen deliciosos y los sacrificios, un gozo. El sendero que en el pa-
sado nos parecía cubierto de tinieblas ahora brilla con los rayos del Sol de Justicia”.
CC:58.
“Cuando todo vuestro objetivo sea la gloria de Dios, será fácil servir a vuestro Dios, fá-
cil andar en el camino hacia el cielo. Todo el ser debe ser consagrado a Dios; ya que
nuestro precioso Salvador nunca comparte un corazón dividido. Nuestras inclinaciones y
deseos deben estar bajo el control del Espíritu de Dios”. RH, 05-05-1891.
“¿Qué diremos, pues? ¿Perseveraremos en pecado para que abunde la gracia? ¡De nin-
guna manera![KJV: “¡No lo permita Dios!] Porque los que hemos muerto al pecado,
¿cómo viviremos aún en él? ¿No sabéis que todos los que hemos sido bautizados en
Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque fuimos sepultados junto con
él para muerte por medio del bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en nueva vida. Porque así como
hemos sido unidos con él en una muerte semejante a la suya, seremos unidos también
con él en su resurrección. Sabiendo que nuestro viejo hombre fue crucificado junto con
él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no seamos más esclavos del
pecado. Porque el que ha muerto, queda libre del pecado [“justificado es del pecado”]”.
Rom. 6:1-7.
“La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino una transfor-
mación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida enteramen-
te nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente por la obra eficaz del Espíritu
Santo”. MJ:155.
“Así también vosotros, consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo
Jesús. Por consiguiente, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, para obedecer a
sus malos deseos. Ni tampoco ofrezcáis más vuestros miembros como armas al servicio
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del pecado, sino ofreceos a Dios, como quienes han vuelto de la muerte a la vida; y ofre-
ced vuestros miembros a Dios por instrumentos de justicia. Porque el pecado no tendrá
dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.”. Rom. 6:11-14.
“Profesos cristianos, aunque no se os de más luz que la contenida en este texto, no ten-
dréis excusa si permitís que os controlen las bajas pasiones”. 2T:404.
“¿No sabéis que al ofreceros a alguien para obedecerle, sois siervos de aquel a quien
obedecéis, o del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?”. Rom. 6:16.
“Si nos dejamos dominar por la ira, la concupiscencia, la codicia, el odio, el egoísmo o
cualquier otro pecado, nos hacemos siervos del pecado. "Ninguno puede servir a dos se-
ñores". Si servimos al pecado, no podemos servir a Cristo”. MJ:112.
“Pero gracias a Dios, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de cora-
zón a aquel modelo de enseñanza al cual estáis entregados; y liberados del pecado, ha-
béis llegado a ser siervos de la justicia. Hablo en términos humanos, por vuestra natural
limitación. Así como solíais ofrecer vuestros miembros a las impurezas y a la iniquidad,
así ahora presentad vuestros miembros para servir a la justicia, que conduce a la santi-
dad”. Rom. 6:17-19.
“Poned todo vuestro ser en las manos del Señor, alma, cuerpo y espíritu, y resolved con-
vertiros en su instrumento amante y consagrado, impulsado por su voluntad, dominado
por su mente, saturado de su Espíritu ... Entonces veréis claramente las cosas celestia-
les”. HHD:107.
“Porque por la Ley he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy crucifi-
cado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo
vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a sí mismo por mí”. Gal.
2:19-20.
“Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del
mismo pensamiento, que quien padeció en la carne, ha roto con el pecado, para que el
resto de su vida terrenal, no viva según los malos deseos de los hombres, sino conforme
a la voluntad de Dios”. 1 Pedro 4:1-2.
“Porque el amor de Cristo nos [constriñe] apremia, al pensar que si uno murió por todos,
luego todos han muerto. Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí,
sino para aquel que murió, y resucitó por ellos”. 2 Cor. 15:14-15.
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“Siendo que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo,
vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en glo-
ria. Por tanto, haced morir en vosotros lo terrenal: fornicación, impureza, pasiones lasci-
vas, malos deseos, y la avaricia, que es idolatría. Por esas cosas viene la ira de Dios so-
bre los desobedientes. En esas prácticas vosotros también anduvisteis en otro tiempo vi-
viendo en ellas. Pero ahora, dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia,
maledicencia, palabras groseras. No mintáis unos a otros, habiéndoos despojado del vie-
jo hombre con sus prácticas, y habiéndoos revestido de la nueva naturaleza, que se re-
nueva hasta el conocimiento pleno, conforme a la imagen de su creador”. Col. 3:1-10.
“Usted ha dicho repetidamente: ‘No me puedo controlar’. ‘Tengo que hablar’. Usted ca-
rece de mansedumbre y humildad. Su yo está vivo, y está continuamente en guardia para
preservarlo de humillaciones o insultos. El apóstol dice: ‘Porque habéis muerto, y vues-
tra vida está escondida con Cristo en Dios’ (Col. 3:3). Los que están muertos al yo no
son tan susceptibles y no se colocan a la defensiva ante algo que los pueda irritar. Los
muertos no sienten. Usted no está muerto. Si lo estuviera, y su vida estuviese escondida
en Cristo, miles de cosas que ahora nota y lo afligen, las dejaría pasar por no ser dignas
de atención; entonces llegaría a comprender lo eterno y estaría por encima de las pruebas
menores de esta vida.
‘Jesús, cuando fue denigrado, injuriado, e insultado, no tomó represalias. Quien cuando
le maldecían, no respondía con maldición’ (1 Pedro 2:23). Cuando por la crueldad del
hombre sufrió dolorosos azotes y heridas, no pronunció palabras amenazadoras, sino que
se encomendó al que juzga con rectitud … ‘Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5-7) … Cristo nos ha dado su vida como modelo, y lo
deshonramos cuando recelamos cada desprecio, y tendemos a sentirnos agraviados por
cada herida, imaginaria o real. El hecho de que estemos preparados para defender al yo,
para preservar nuestra dignidad propia, no es evidencia de una mente noble. Sería mejor
sufrir cien veces injustamente que herir el alma con un espíritu vengativo o dar rienda
suelta a la ira”. 2T:378-380.
“Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos
ejemplo, para que sigáis sus pisadas. El no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su
boca. Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenaza-
ba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia”. 1 Pedro 2:21-23.
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“El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, po-
damos morir a los pecados, y vivir a la justicia; ‘porque por sus heridas fuisteis
sanados’”. 1 Pedro 2:24.
“No quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y
todos pasaron por el mar. Todos fueron bautizados en Moisés, en la nube y en el mar.
Todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiri-
tual; porque bebían de la Roca espiritual que los seguía, y la Roca era Cristo. Sin embar-
go, la mayoría de ellos no agradó a Dios, y quedaron tendidos en el desierto. Todo esto
sucedió por ejemplo, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni
seáis idólatras como algunos de ellos, según está escrito: "El pueblo se sentó a comer y a
beber, y se levantaron a divertirse". Ni forniquemos como algunos de ellos fornicaron, y
cayeron en un día 23.000 hombres. Ni tentéis a Cristo, como algunos de ellos lo tenta-
ron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron,
y perecieron por el destructor. Estas cosas les sucedieron por ejemplo, y fueron escritas
para advertir a los que han llegado al fin de los siglos. Así, el que piensa estar firme,
mire que no caiga”. 1 Cor. 10:1-12.
“Necesitamos una conexión íntima con Dios. No estamos seguros ni por un momento a
menos que estemos guiados y controlados por el Espíritu Santo”. NEV:187.
“Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya un corazón malo e incrédulo que lo
aparte del Dios vivo. Antes, alentaos unos a otros cada día, mientras dura ese "hoy",
para que ninguno se endurezca con el engaño del pecado”. Heb. 3:12-13.
“Cuando Cristo se humanó, se unió a sí mismo a la humanidad con un lazo de amor que
jamás romperá poder alguno, salvo la elección del hombre mismo. Satanás constante-
mente nos presenta engaños para inducirnos a romper este lazo: elegir separarnos de
Cristo. Sobre esto necesitamos velar, luchar, orar, para que ninguna cosa pueda inducir-
nos a elegir otro maestro; pues estamos siempre libres para hacer esto. Mas tengamos los
ojos fijos en Cristo, y él nos preservará. Confiando en Jesús estamos seguros. Nada pue-
de arrebatarnos de su mano. Mirándolo constantemente, "somos transformados en la
misma semejanza, de gloria en gloria, así como por el Espíritu del Señor' (2 Cor. 3:18)”.
CC:72.
Pág. 71
“Para avanzar sin tropezar, debemos tener la seguridad de que una Mano todopoderosa
nos sostendrá, y que una infinita misericordia se ejercerá hacia nosotros si caemos. Sólo
Dios puede oír en todo momento nuestro clamor por ayuda”. HHD:156.
“Hijitos míos, esto os escribo para que no pequéis. Pero si alguno hubiera pecado, Abo-
gado tenemos ante el Padre, a Jesucristo el Justo”. 1 Juan 2:1.
“El instante en que el hombre acogió bien las tentaciones de Satanás e hizo las mismas
cosas que Dios le había dicho que no hiciera, Cristo, el Hijo de Dios, se colocó entre los
vivos y los muertos, diciendo: "Caiga el castigo sobre mí. Estaré en el lugar del hombre.
El tendrá otra oportunidad" (Carta 22, 13-02- 1900)”. 1CBA:1099.
“Cristo … está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Rom. 8:34.
“Dijo también el Señor: "Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como a
trigo. Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte. Y tú, una vez vuelto, confirma a tus
hermanos”. Luc. 22:31-32.
“Pedro cayó debido a su suficiencia propia; y fue restablecido de nuevo debido a su arre-
pentimiento y humillación. Todo pecador arrepentido puede encontrar estímulo en el re-
lato de este caso. Pedro no fue abandonado, aunque había pecado gravemente. Sobre su
alma se habían grabado las palabras de Cristo: "Yo he rogado por ti que tu fe no falte".
En la amarga agonía de su remordimiento le dieron esperanza esa oración y el recuerdo
de la mirada de amor y piedad de Cristo. Cristo se acordó de Pedro después de su resu-
rrección y le dio al ángel el mensaje para las mujeres: "Id, decid a sus discípulos y a Pe-
dro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis". El arrepentimiento de Pedro
fue aceptado por el Salvador que perdona los pecados”. PVGM:120.
“Cuán cuidadoso es el Señor Jesús de no dar ninguna ocasión para que el alma se deses-
pere. ¡Cómo defiende y protege al alma de los fieros ataques de Satanás! Si debido a
múltiples tentaciones pecamos por ser sorprendidos o engañados, él no se aleja de noso-
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tros y no nos deja para que perezcamos. No, no; ese no es nuestro Salvador. Cristo oraba
por nosotros”. 7CBA:959.
“Y la misma compasión que se prodigó para rescatar a Pedro, se extiende a cada alma
que ha caído bajo la tentación. La treta especial de Satanás es inducir al hombre a pecar,
y luego abandonarlo impotente y temblando, temeroso de buscar el perdón. Pero, ¿por
qué hemos de temer, cuando Dios ha dicho: "Echen mano esos enemigos de mi fortale-
za, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!"? Se ha hecho toda la provisión
posible para nuestras debilidades; se ofrece todo estímulo a los que van a Cristo”.
PVGM:120-121.
“El Señor no demora en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que es pacien-
te con nosotros, porque no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arre-
pentimiento”. 2 Pedro 3:9.
“El Señor soporta por mucho tiempo los extravíos de los hombres, y a todos les otorga la
oportunidad de ver y abandonar sus pecados”. PP:678.
“Un testigo silencioso cuida a toda alma que vive, buscando ganarla y atraerla a Cristo.
Los ángeles nunca dejan sólo al tentado para que sea presa del enemigo, quien destruiría
las almas de los hombres si se le permitiera hacerlo. Mientras haya esperanza, hasta que
resistan al Espíritu Santo para su ruina eterna, los hombres son salvaguardados por inte-
ligencias celestiales”. NEV:23.
“El Maestro divino soporta a los que yerran, a pesar de toda su perversidad. Su amor no
se enfría; sus esfuerzos para conquistarlos no cesan. Espera con los brazos abiertos para
dar repetidas veces la bienvenida al extraviado, al rebelde y hasta al apóstata. Su corazón
se conmueve con la impotencia del niñito sujeto a un trato rudo. Jamás llega en vano a
su oído el clamor del sufrimiento humano. Aunque todos son preciosos a su vista, los ca-
racteres, toscos, sombríos, testarudos, atraen más fuertemente su amor y simpatía, por-
que va de la causa, al efecto. Aquel que es más fácilmente tentado y más inclinado a
errar es objeto especial de su solicitud”. Ed:294.
“Como un padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen.
Porque él conoce nuestra condición; se acuerda que somos polvo”. Salmo 103:13-14.
“Hay quienes han conocido el amor perdonador de Cristo y desean realmente ser hijos
de Dios; sin embargo, reconocen que su carácter es imperfecto y su vida defectuosa, y
están propensos a dudar de que sus corazones hayan sido regenerados por el Espíritu
Santo. A los tales quiero decirles que no se abandonen a la desesperación. Tenemos a
menudo que postrarnos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y erro-
res; pero no debemos desanimarnos. Aun si somos vencidos por el enemigo, no somos
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arrojados, ni abandonados, ni rechazados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios e
intercede por nosotros. Dice el discípulo amado: ‘Estas cosas os escribo, para que no pe-
quéis. Y si alguno pecare, abogado tenemos para con el Padre, a saber, a Jesucristo el
Justo’ (1 Juan 2:1). Y no olvidéis las palabras de Cristo: ‘Porque el Padre mismo os
ama’ (Juan 16:27). El quiere que os reconciliéis con él, quiere ver su pureza y santidad
reflejadas en vosotros. Y si tan sólo queréis entregaros a él, el que comenzó en vosotros
la buena obra la perfeccionará, hasta el día de Jesucristo”. CC:64.
“Dios no nos abandona por causa de nuestros pecados. Quizás hayamos cometido erro-
res y contristado a su Espíritu, pero cuando nos arrepentimos y acudimos a El con cora-
zón contrito, no nos desdeña. Hay estorbos que deben ser removidos. Se han fomentado
sentimientos equivocados y ha habido orgullo, suficiencia propia, impaciencia y murmu-
raciones. Todo esto nos separa de Dios. Deben confesarse los pecados: debe haber una
obra más profunda de la gracia en el corazón”. FO:34-35.
“Todos somos falibles, todos cometemos errores y caemos en el pecado; pero si el que
obra mal está dispuesto a ver sus errores cuando el Espíritu de Dios lo convenza de
ellos, y con humildad de corazón los confiesa,... entonces puede ser restaurado”.
AFC:240.
“¿Has caído en el pecado? Entonces, sin más dilación, procura de Dios la misericordia y
el perdón … Todavía se extiende misericordia al pecador. En medio de todos nuestros
desvaríos, el Señor nos llama así: ‘Volveos, hijos apóstatas, y sanaré vuestras
apostasías’. (Jer. 3:22). Las bendiciones de Dios serán nuestras si escuchamos la voz su-
plicante de su Espíritu. ‘Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová
de los que le temen’ (Salmo 103:13)”. 5T:166.
“Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel —dice el Se-
ñor, el Eterno—. Convertíos, y volveos de todas vuestras iniquidades, y la iniquidad no
os será causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis
pecado, y adquirid un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Is-
rael? No me complazco en la muerte del que muere —dice el Señor, el Eterno—conver-
tíos, pues y vivid". Eze. 18:30-32.
“Todo día que permanezcáis en pecado, estáis en las filas de Satanás; y si os enfermareis
y muriereis sin arrepentimiento, estaríais perdidos”. RH, 24-12-1889.
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“Un pecado del cual no os hayáis arrepentido es suficiente para cerrar las puertas del
cielo contra vosotros. Jesús vino a morir en la cruz del Calvario porque el hombre no po-
día ser salvado con una mancha de pecado sobre él”. ST, 17-03-1890.
“Vuestra única seguridad está en venir a Cristo, y en cesar de pecar en este mismo mo-
mento. La dulce voz de misericordia resuena en vuestros oídos hoy, pero, ¿quién puede
decir si resonará mañana?”. ST, 29-08-1892.
“Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadlo en tanto que está cerca. Deje el
impío su camino, y el hombre malo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, quien tendrá
de él misericordia, y a nuestro Dios, que es amplio en perdonar”. Isa. 55:6-7.
“Si se humillare mi pueblo, sobre los cuales mi nombres es invocado, y oraren, y busca-
ren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos,
y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. 2 Cron. 7:14.
“El pueblo de Dios debe moverse con entendimiento. Ellos no deben estar satisfechos
hasta que todo pecado conocido sea confesado; entonces es su privilegio y deber creer
que Jesús los acepta”. 1T:167.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros peca-
dos, y nos limpie de toda injusticia”. 1 Juan 1:9.
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“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias
y de todos vuestros ídolos. Os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro
de vosotros. Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de car-
ne. Pondré mi Espíritu dentro de vosotros, y haré que andéis en mis Mandamientos, que
guardéis mis normas, y las cumpláis”. Eze. 36:25-27.
“Ve, y clama estas palabras hacia el norte, y di: 'Vuélvete, oh rebelde Israel, dice el
Eterno. No haré caer mi ira sobre ti, porque soy compasivo, dice el Eterno, no guardaré
para siempre el enojo'. Reconoce tu culpa. Te has rebelado contra el Eterno tu Dios. Has
esparcido tus favores a dioses extraños debajo de todo árbol umbroso, y no me has obe-
decido, dice el Eterno”. Jer. 3:12-13.
“El que encubre sus pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanza-
rá misericordia”. Prov. 28:13.
“Se ha hecho una sola provisión para el transgresor. El fiel arrepentimiento, la confesión
del pecado y la fe en la sangre purificadora de Cristo traerán perdón, y esta palabra se
escribirá junto a su nombre”. 2T:263.
“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. 1 Juan 1:7.
“Hermanos, si alguno ha caído en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo
con espíritu de mansedumbre, cuidando que tu también no seas tentado. Sobrellevad los
unos las cargas de los otros, y cumplid así la Ley de Cristo”. Gal. 6:1-2.
“Acá hay una directriz especial para relacionarse con aquellos hallados en una falta. Este
‘hallados’ debe tener su significado pleno. Es algo diferente al pecado deliberado, a ser
guiado al pecado inconscientemente, sin querer pecar, mas pecar por carencia de estar
alerta y de orar, y al no discernir la tentación de Satanás, caer en su trampa. Debe hacer-
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“Dirigid a la gente palabras de aliento; elevadla hasta Dios en oración. Muchos vencidos
por la tentación se sienten humillados por sus caídas, y les parece inútil acercarse a Dios;
pero este pensamiento es del enemigo. Cuando han pecado y se sienten incapaces de
orar, decidles que es entonces cuando deben orar. Bien pueden estar avergonzados y
profundamente humillados; pero cuando confiesen sus pecados, Aquel que es fiel y justo
se los perdonará y los limpiará de toda iniquidad”. MC:136.
“Confesaos vuestras faltas unos a otros, y orad los unos por los otros, para que seáis
sanos; la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho”. Santiago 5:16.
“Si piensas que tu hermano te ha injuriado, ve a él con bondad y amor, y podréis llegar a
un entendimiento y reconciliación... Si tienes éxito en arreglar la cuestión, has ganado a
tu hermano sin poner de manifiesto sus debilidades, y el arreglo a que habéis llegado ha
cubierto multitud de pecados, de la observación de otros”. AFC:183.
“Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano peca contra ti, repréndelo. Si se arrepiente,
perdónalo. Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, y te dice:
'Me arrepiento', perdónalo”. Luc. 17:3-4.
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“Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros corazo-
nes cada uno a su hermano sus ofensas”. Mat. 18:35.
“Libraos de toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia y de toda malicia. Sed benig-
nos, compasivos unos con otros, perdonándoos unos a otros, como también Dios os per-
donó en Cristo”. Efe. 4:31-32.
“Y cuando estéis orando, si tenéis algo contra alguien, perdonadlo, para que vuestro Pa-
dre que está en los cielos, perdone también vuestras ofensas. Porque si vosotros no per-
donáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos perdonará vuestras ofensas”. Mar.
11:25-26.
“Muchos son celosos en los servicios religiosos, mientras que entre ellos y sus hermanos
hay desgraciadas divergencias que podrían reparar. Dios exige de ellos que hagan cuanto
puedan para restaurar la armonía. Antes que hayan hecho esto, no puede aceptar sus ser-
vicios. El deber del cristiano en este asunto está claramente señalado”. DTG:277.
“Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar, te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,
deja allí tu ofrenda ante el altar, y ve a reconciliarte primero con tu hermano. Entonces
vuelve, y ofrece tu ofrenda”. Mat. 5:23-24.
“El que rehúsa perdonar está desechando por este hecho su propia esperanza de perdón”.
PVGM:193.
“Es verdad que él puede haber recibido perdón una vez; pero su espíritu falto de miseri-
cordia muestra que ahora rechaza el amor perdonador de Dios. Se ha separado de Dios,
y está en la misma condición en que se hallaba antes de ser perdonado. Ha negado su
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“Por lo tanto, como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de entrañable compasión,
de benignidad, humildad, mansedumbre y tolerancia. Soportaos y perdonaos unos a
otros, si alguno tuviera queja del otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros. Y sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo de la perfección”.
Col. 3:12-14.
“Y si digo al impío: 'De cierto morirás'. Pero él se vuelve de su pecado, y practica el jui-
cio y la justicia, si el impío restituye la prenda, devuelve lo que robó, camina en las or-
denanzas de la vida, sin cometer iniquidad, de cierto vivirá y no morirá”. Eze. 33:14-15.
“No es ahora demasiado tarde para que los errores se corrijan. Muestra tu arrepentimien-
to por las equivocaciones pasadas redimiendo el tiempo. Donde hayas hecho mal a al-
guien, haz restitución a medida que venga a tu mente. Esta es tu única esperanza del
amor perdonador de Dios”. 3T:549-550.
“Si hemos perjudicado a otros en cualquier transacción comercial injusta, si nos hemos
extralimitado en el comercio o defraudado a algún hombre, aun dentro del marco de la
ley, deberíamos confesar nuestro agravio y hacer restitución en la medida de lo posible”.
DTG:509-510.
“No puede corregir todos los casos, ya que algunas de las personas a quienes causó daño
han bajado a la tumba y la cuenta está registrada en contra suya. En estos casos, lo mejor
que puede hacer es presentar una ofrenda de expiación ante el altar del Señor, y él lo
aceptará y perdonará. Pero hasta donde sea posible, debe compensar a los hermanos per-
judicados”. 5T:318.
“Y será que cuando fuere culpable en alguna de estas cosas, confesará aquello en que ha
pecado”. Lev. 5:5.
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“Los culpables saben exactamente qué pecados han de confesar para que sus almas que-
den limpias delante de Dios”. 1JT:48-49.
“Velad y orad, para que no entréis en tentación: el espíritu a la verdad está listo, mas la
carene es débil”. Mar. 14:38.
“Algunos han hecho la pregunta: ¿debo velar y sentir una restricción sobre mí continua-
mente? Se me ha mostrado que tenemos una gran obra delante de nosotros de escudriñar
nuestros propios corazones, y de velar sobre nosotros con celoso cuidado. Debemos
aprender de donde hayamos caído, y entonces guardarnos en ese punto. Debemos tener
un control perfecto sobre nuestro propio espíritu”. 1T:308.
“No hay en nuestra naturaleza impulso alguno ni facultad mental o tendencia del cora-
zón, que no necesite estar en todo momento bajo el dominio del Espíritu de Dios. No
hay bendición alguna otorgada por Dios al hombre, ni prueba permitida por él, que Sata-
nás no pueda ni desee aprovechar para tentar, acosar y destruir el alma, si le damos la
menor ventaja”. PP:446.
“Siempre que una persona esté rodeada de nubes, se halle perpleja por las circunstan-
cias, o afligida por la pobreza y angustia, Satanás está listo para tentarla y molestarla.
Ataca los puntos débiles de nuestro carácter. Trata de destruir nuestra confianza en Dios
porque él permite que exista tal estado de cosas. Nos vemos tentados a desconfiar de
Dios y a poner en duda su amor. Muchas veces el tentador viene a nosotros como se pre-
sentó a Cristo, desplegando delante de nosotros nuestras debilidades y flaquezas. Espera
desalentar el alma y quebrantar nuestra confianza en Dios. Entonces está seguro de su
presa. Si nosotros le hiciéramos frente como lo hizo Jesús, evitaríamos muchas derrotas.
Parlamentando con el enemigo, le damos ventajas”. DTG:95-96.
“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con
toda perseverancia y súplica por todos los santos”. Efe. 6:18.
“La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espiritual”. OE:268.
“Así como Cristo, en su humanidad, buscaba fuerza de su Padre para poder soportar la
prueba y la tentación, también debemos hacerlo nosotros. Debemos seguir el ejemplo del
inmaculado Hijo de Dios. Necesitamos diariamente ayuda, gracia y poder de la Fuente
de todo poder. Debemos echar nuestras impotentes almas sobre el Único que está pronto
a ayudarnos en todo momento de necesidad. Demasiado a mentido nos olvidamos del
Señor. Cedemos a nuestros impulsos y perdemos las victorias que deberíamos ganar”.
MGD:179.
“Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y sed fuertes”. 1 Cor. 16:13.
“Primeramente habéis de velar. Velad, para que no habléis precipitada, colérica, e impa-
cientemente. Velad para que el orgullo no halle cabida en vuestro corazón. Velad para
que las malas pasiones no os dominen en vez de ser dominadas por vosotros. Velad para
que un espíritu indiferente y descuidado no se apodere de vosotros y descuidéis vuestros
deberes y seáis livianos y frívolos”. FCV:226.
“Vigilad la furtiva aproximación del enemigo; velad contra los antiguos hábitos e incli-
naciones naturales, para que no se afirmen; hacedlos retroceder, y velad; hacedlos retro-
ceder cien veces si es necesario. Vigilad los pensamientos, vigilad los planes para que
no se vuelvan egoístas. Velad y orad para que no entréis en tentación”. AFC:353.
“Mirad hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad para
apartarse del Dios vivo. Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se
dice hoy: porque ninguno de vosotros se endurezca por medio de lo engañoso del peca-
do”. Heb. 3:12-13.
“Por lo cual, oh amados, estando en esperanza de estas cosas, procurad con diligencia
que seáis hallados de él sin mácula, y sin reprensión, en paz”. 2 Pedro 3:14.
“Sed sobrios, sed vigilantes; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente,
anda alrededor buscando a quien devorar: al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que
las mismas aflicciones se cumplen en vuestros hermanos que están en el mundo”. 1 Pe-
dro 5:8-9.
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“Porque no t4enemos un sumo sacerdote que no pueda ser tocado con el sentir de nues-
tras flaquezas; mas fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Alle-
guémonos pues audazmente al trono de la gracia, para que podamos obtener misericor-
dia, y hallar gracia para la ayuda en tiempo de necesidad”. Heb. 4:15-16.
“Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias”. Fil. 4:6.
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si demandáremos alguna cosa conforme a
su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que demandáre-
mos, sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos demandado”. 1 Juan 5:14-
15.
“Orad en fe. Y estad seguros de colocar vuestras vidas en armonía con vuestras peticio-
nes, para que podáis recibir las peticiones por las cuales oráis”. 7T:274.
“Amados, si nuestro corazón no nos condena, luego tengamos confianza hacia Dios; y
cualquier cosas que pidiéremos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamien-
tos, y hacemos las cosas que son agradables delante de su vista”. 1 Juan 3:21-22.
“Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos abiertos a sus oraciones;
pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal”. 1 Pedro 3:12.
“A diario hay miles de oraciones que Dios no puede contestar. Hay oraciones sin fe. ‘El
que viene a Dios debe creer que él es, y que él es galardonador de los que le buscan dili-
gentemente’. Heb. 11:6. Hay oraciones egoístas que proceden de un corazón que está al-
bergando ídolos … hay oraciones petulantes, oraciones impacientes, murmurando a cau-
sa de las cargas y de los cuidados de la vida, en lugar de buscar gracia, humildemente,
para aligerarlas. Aquellos que ofrecen tales peticiones no están morando en Cristo. No
han sometido su voluntad a la voluntad de Dios. No cumplen con la condición de la pro-
mesa, y ésta no se cumple para ellos”. NEV:147.
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“Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis,
y os será hecho”. Juan 15:7.
“Alleguémonos pues audazmente al trono de la gracia, para que podamos obtener mise-
ricordia, y hallar gracia para la ayuda en tiempo de necesidad”. Heb. 4:16.
“Echando toda vuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de vosotros”. 1 Pedro
5:7.
“Tratamos con demasiado interés de preocuparnos por nosotros mismos. Estamos intran-
quilos, y carecemos de una firme confianza en Dios. Muchos se preocupan y trabajan,
idean y planifican, temerosos de padecer necesidad. No tienen tiempo para orar o para
asistir a reuniones religiosas y, en su preocupación por sí mismos, no le dan a Dios la
oportunidad de cuidarlos”. 2T:177.
“La congoja es ciega y no puede discernir lo provenir; pero Jesús ve el fin desde el prin-
cipio. En toda dificultad ha dispuesto un medio de proporcionar alivio. ‘No quitará el
bien a los que en integridad andan’”. Salmo 84:11.
“Para proveernos lo necesario, nuestro Padre celestial tiene mil maneras de las cuales
nada sabemos. Los que aceptan el principio sencillo de hacer del servicio de Dios el
asunto supremo, verán desvanecerse sus perplejidades y extenderse ante sus pies un ca-
mino despejado”. MC:382.
“Así no os afanéis, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o qué vestiremos? Por-
que los paganos buscan todas estas cosas, que vuestro Padre celestial sabe que necesi-
táis. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Así, no os afanéis por el día de mañana, que el día de mañana traerá su cuidado. Basta al
día su afán”. Mat. 6:31-34.
“Echa tu carga sobre el Señor, y él te sustentará; él nunca permitirá que el justo sea mo-
vido”. Salmo 55:22.
“Los que son llamados a los cargos de responsabilidad en la obra de Dios, con frecuen-
cia creen que están llevando pesadas cargas, cuando podrían tener la satisfacción de sa-
ber que Jesús las lleva todas. Permitimos que haya en nosotros un sentimiento total de
excesiva preocupación, de angustia y perplejidad en la obra del Señor. Necesitamos con-
fiar en Dios, creer en él e ir adelante”. 4CBA:1182.
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“Tú le guardarás en perfecta paz, cuya mente permanece en ti; porque confía en ti”. Isa.
26:3.
“Pues a sus ángeles mandará por ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos
te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”. Salmo 91:11-12.
“Los seres celestiales son concedidos como guardianes de todos los que trabajen en los
caminos de Dios y sigan sus planes”. 1MS:113.
“El ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen, y los liberta”. Salmo 34:7.
“Si nuestros ojos se abrieran veríamos en nuestro derredor a los ángeles malignos tra-
mando alguna nueva manera de dañamos y destruirnos; pero también veríamos a los án-
geles de Dios que con su poder nos amparan, porque el ojo vigilante de Dios está siem-
pre sobre Israel para el bien, y él protegerá y salvará a su pueblo si éste confía en él”.
PE:60.
“Él no nos ha abandonado para que enfrentemos el poder del enemigo basándonos en
nuestras propias y limitadas fuerzas. Los ángeles del cielo libran nuestras batallas; y al
cooperar con ellos nos es posible triunfar sobre los poderes del mal”. MGD:10.
“Al comprender nuestra impotencia y nuestra necesidad del poder divino, no confiare-
mos en nosotros mismos. No sabemos qué resultados traerá un día, una hora o un mo-
mento, y nunca debiéramos comenzar el día sin encomendar nuestros caminos a nuestro
Padre celestial. Sus ángeles están comisionados para velar por nosotros, y si nos somete-
mos a su custodia, entonces en cada ocasión de peligro estarán a nuestra diestra. Cuando
inconscientemente estamos en peligro de ejercer una mala influencia, los ángeles estarán
a nuestro lado, induciéndonos a un mejor proceder, escogiendo las palabras por noso-
tros, e influyendo en nuestras acciones”. PVGM:276-277.
“¿No son todos ellos espíritus ministradores, enviados para hacer servicio a favor de los
que han de heredar la salvación?”. Heb. 1:14.
“Los ángeles de gloria hallan su gozo en dar, dar amor y cuidado incansable a las almas
que están caídas y destituidas de santidad. Los seres celestiales desean ganar el corazón
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de los hombres; traen a este obscuro mundo luz de los atrios celestiales; por un ministe-
rio amable y paciente, obran sobre el espíritu humano, para poner a los perdidos en una
comunión con Cristo aun más íntima que la que ellos mismos pueden conocer”.
DTG:12.
“Los ángeles celestiales están familiarizados con nuestras palabras y acciones, y aun con
los pensamientos e intenciones del corazón”. 1T:544.
“Pero no es la tarea de los ángeles buenos controlar las mentes de los hombres contra la
voluntad de ellos. Si se rinden al enemigo, y no hacen esfuerzo por resistirle, entonces
los ángeles de Dios pueden hacer solo poco más que mantener a raya a la hueste satáni-
ca, para que no destruyan, hasta que se dé más luz a los que están en peligro, para mo-
verlos a que se levanten y miren al cielo en búsqueda de ayuda. Jesús no comisionará a
los santos ángeles para que liberen a aquellos que no hacen esfuerzo para ayudarse a sí
mismos”. 1T:345.
“La obra de estos seres celestiales es la de preparar a los habitantes de este mundo para
que lleguen a ser hijos de Dios, puros, santos, inmaculados. Pero los hombres, aunque
profesan ser seguidores de Cristo, no adoptan una actitud que les permita entender esa
misión, y de esa manera se hace difícil la obra de los mensajeros celestiales”.
7CBA:934-935.
“Se me han mostrado ángeles de Dios todos listos a impartir gracia y poder a aquellos
que sienten su necesidad de fortaleza divina. Pero estos mensajeros celestiales no darán
estas bendiciones a menos que se les solicite. Ellos han esperado por el clamor de las al-
mas que tienen hambre y sed de la bendición de Dios; a menudo han esperado en vano.
Hubo, con seguridad, oraciones casuales, pero no la súplica ferviente, sincera, prove-
niente de corazones humildes y contritos”. NEV:129.
“Si nuestros ojos pudieran ser abiertos para discernir a los ángeles caídos trabajando con
los que se sienten en paz y se consideran a sí mismos seguros, no nos sentiríamos tan se-
guros. Los ángeles malignos están tras nuestra huella en todo momento”. 1T:302.
“”El adversario de las almas no puede leer los pensamientos de los hombres, mas es un
agudo observador y toma nota de las palabras. Registra las acciones y hábilmente adapta
sus tentaciones para tratar los casos de los que se colocan al alcance de su poder”.
1MS:143.
“Un testigo silencioso cuida a toda alma que vive, buscando ganarla y atraerla a Cristo.
Los ángeles nunca dejan solo al tentado para que sea presa del enemigo, quien destruiría
las almas de los hombres si se le permitiera hacerlo. Mientras haya esperanza, hasta que
resistan al Espíritu Santo para su ruina eterna, los hombres son salvaguardados por inte-
ligencias celestiales”. NEV:23.
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“El corazón del hombre planea su camino; pero el Señor dirige sus pasos”. Prov. 16:9.
“Dios no fuerza la voluntad de nadie; por consiguiente, no puede conducir a los que son
demasiado orgullosos para recibir instrucción, que se empeñan en hacer su propia volun-
tad. Acerca de quien adolezca duplicidad mental, es decir quien procura seguir los dicta-
dos de su propia voluntad, mientras profesa seguir la voluntad de Dios, se ha escrito:
‘No piense pues el tal hombre que recibirá ninguna cosa del Señor’”. (Verso 7)”.
PP:404.
“Encomienda tus obras al Señor, y tus pensamientos serán establecidos”. Prov. 16:3.
“Cristo, en su vida terrenal, no se trazó planes personales. Aceptó los planes de Dios
para él, y día tras día el Padre se los revelaba. Así deberíamos nosotros también depen-
der de Dios, para que nuestras vidas fueran sencillamente el desenvolvimiento de su vo-
luntad. A medida que le encomendemos nuestros caminos, él dirigirá nuestros pasos”.
MC:380.
“Él guiará a los humildes en juicio, y enseñará su camino a los mansos”. Salmo 25:9.
“El cual mandé a vuestros padres el día que los saqué de la tierra de Egipto, del horno de
hierro, diciéndoles: oíd mi voz, y ponedla por obra, conforme a todo lo que os mando, y
me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios”. Jer. 11:4.
“A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus propias ovejas llama por nom-
bre, y las guía. Y como ha sacado fuera sus propias ovejas, va delante de ellas; y las ove-
jas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, antes huirán de él,
porque no conocen la voz de los extraños”. Juan 10:3-5.
“Otra de las maneras en que se escucha la voz de Dios es mediante las apelaciones de su
santo Espíritu que impresionan al corazón y que luego se manifiestan en el carácter. Si
tiene usted alguna duda acerca de cualquier tema, debe en primer lugar consultar las Es-
crituras. Si verdaderamente ha comenzado la vida de fe, usted se ha entregado al Señor
para ser enteramente suyo y él lo ha tomado para amoldarlo y labrarlo conforme a sus
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propósitos con el fin de que sea un utensilio para honra. Usted debe tener un ferviente
deseo de ser moldeado en las manos de Dios y de seguirlo dondequiera que él lo guíe”.
5T:483.
“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te
he buscado: no me dejes divagar de tus mandamientos. En mi corazón he ocultado tu pa-
labra, para que no pueda pecar contra ti”. Salmo 119:9-11.
“Los que decidan no hacer, en ningún ramo, algo que desagrade a Dios, sabrán, después
de presentarle su caso, exactamente qué conducta seguir. Y recibirán no solamente sabi-
duría, sino fuerza. Se les impartirá poder para obedecer, para servir, según lo prometió
Cristo”. DTG:622.
“Sé fuerte y de buen ánimo … y el Señor es el que va delante de ti; él será contigo, él no
te fallará, ni te abandonará; no temas, ni desmayes”. Deut. 31:7-8.
“Como niños, confiad en la dirección de Aquel que ‘guarda los pies de sus santos’ (1
Sam. 2:9). Dios no guía jamás a sus hijos de otro modo que el que ellos ,mismos escoge-
rían, si pudieran ver el fin desde el principio y discernir la gloria del designio que cum-
plen como colaboradores con Dios”. MC:380.
“A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a
ser santos, y a todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en cualquier
lugar, Señor de ellos y nuestro”. 1 Cor. 1:2.
“Bendito sea el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos ha bendecido con
toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo; según nos ha escogido en él
antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él
en amor”. Efe. 1:3-4.
“De acuerdo a su divina potencia nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y
a la piedad, por medio del conocimiento de aquel que nos ha llamado por su gloria y vir-
tud; por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas
fueseis hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que
está en el mundo por la concupiscencia”. 2 Pedro 1:3-4.
“”Mas nosotros debemos dar siempre gracias a Dios por vosotros, hermanos amados del
Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por medio de la
santificación del Espíritu y la creencia de la verdad; a lo cual os llamó por nuestro evan-
gelio, para obtener la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. 2 Tes. 2:13-14.
“A que dejéis, cuanto a la pasada manera de vivir; el viejo hombre que está corrompido
conforme a las lujurias engañosas; y a renovarnos en el espíritu de vuestra mente, y que
os vistáis del nuevo hombre que es creado conforme a Dios en justicia y en verdadera
santidad”. Efe. 4:22-24.
“Mas vosotros sois una generación escogida, un real sacerdocio, una nación santa, un
pueblo peculiar, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha sacado de las tinie-
blas a su luz admirable”. 1 Pedro 2:9.
“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como
conviene a santos; ni obscenidades, ni palabras torpes, ni bromas, que no convienen;
sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmun-
do, o avaro, que es servidor de ídolos, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Na-
die os engañe con palabras vanas; porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los
hijos de desobediencia. No seáis pues participantes con ellos”. Efe. 5:3-7.
“Por lo cual, oh amados, estando en esperanza de estas coas, procurad con diligencia que
seáis hallados de él sin mácula, y sin reprensión, en paz”. 2 Pedro 3:14.
“Por lo cual, hermanos, procurad tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección;
porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será abundante-
mente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo”. 2 Pedro 1:10-11.
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“A través de todas las edades y en toda nación aquellos que creen que Jesús puede y en
efecto los salvará personalmente del pecado, son los elegidos y los escogidos de Dios;
son su tesoro peculiar. Ellos obedecen a su llamado, y salen del mundo y se separan de
todo pensamiento inmundo y de toda práctica impía … Es un hecho triste que la gran
proporción del profeso pueblo de Dios no ha tenido fe en Cristo como su Salvador per-
sonal”. RH, 01-08-1893.
“Quien no tiene suficiente fe en Cristo para creer que él lo puede guardar de pecar, no
tiene la fe que le dará la entrada al reino de Dios”. RH, 10-03-1904.
“‘¿Quién, oh Señor, podrá estar en pie, cuando tú aparezcas?’ Solamente los que han te-
nido manos limpias y un corazón puro permanecerán en el día de su venida … Buscad la
pureza si albergáis la esperanza de ser exaltados finalmente a uniros a la sociedad de los
ángeles sin pecado y a vivir en una atmósfera donde no existe la más mínima mancha de
pecado, porque nada más soportará la prueba escudriñadora del día de Dios para ser re-
cibidos en un cielo puro y santo”. MVH:72.
“Procurad tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección”. 2 Pedro 1:10.
“No hay elección, excepto la propia, por la cual alguien haya de perecer. Dios ha ex-
puesto en su Palabra las condiciones de acuerdo con las cuales se elegirá a cada alma
para la vida eterna: la obediencia a sus mandamientos, mediante la fe en Cristo. Dios ha
elegido un carácter que está en armonía con su ley, y todo el que alcance la norma re-
querida, entrará en el reino de la gloria. Cristo mismo dijo: "El que cree en el Hijo, tiene
vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida". "No todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Pa-
dre que está en los cielos". (Juan 3:36; Mat. 7:21). Y en el Apocalipsis declara: "Bien-
aventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de
la vida, y que entren por las puertas en la ciudad". (Apoc. 22:14). En cuanto a la reden-
ción final del hombre, ésta es la única elección que nos enseña la Palabra de Dios.
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Es elegida toda alma que labre su propia salvación con temor y temblor. Es elegido el
que se ponga la armadura y pelee la buena batalla de la fe. Es elegido el que vele en ora-
ción, el que escudriñe las Escrituras, y huya de la tentación. Es elegido el que tenga fe
continuamente, y el que obedezca a cada palabra que sale de la boca de Dios. Las medi-
das tomadas para la redención se ofrecen gratuitamente a todos, pero los resultados de la
redención serán únicamente para los que hayan cumplido las condiciones”. PP:207-208.
“Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus elegidos de los cuatro
vientos, de un cabo del cielo hasta el otro”. Mat. 24:31.
“Cristo mismo decidirá quiénes son dignos de vivir con la familia del cielo. Él juzgará a
cada hombre de acuerdo con sus palabras y sus obras. El hacer profesión de piedad no
pesa nada en la balanza. Es el carácter lo que decide el destino”. PVGM:53.
“En estos últimos días los elegidos de Dios deben mantenerse sin mancha en medio de
las corrupciones que pululan alrededor de ellos. Si se ha de realizar esta obra, necesita
comenzarse de inmediato, inteligentemente y con fervor. El Espíritu de Dios debe tener
un control perfecto, e influir sobre cada acción”. CSS:20.
“Por lo tanto, como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de entrañable compasión,
de benignidad, humildad, mansedumbre y tolerancia. Soportaos y perdonaos unos a
otros, si alguno tuviera queja del otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros. Y sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo de la perfección. Y la
paz de Dios gobierne vuestro corazón, a la que fuisteis también llamados en un solo
cuerpo. Y sed agradecidos”. Col. 3:12-15.
“El Señor acreciente el amor entre vosotros, y hacia todos, como es también de nosotros
hacia vosotros.
Para que sean afirmados vuestros corazones en santidad, irreprensibles ante nuestro Pa-
dre Dios, para la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos”. 1 Tes. 3:12-
13.
“Dijo Tomás: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?" Jesús
respondió: "Yo Soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí”.
Juan 14:5-6.
“No hay muchos caminos que llevan al cielo. No puede cada uno escoger el suyo”.
DTG:618.
“En ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos”. Hechos 4:12.
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“Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará por él in-
mundo”. Isa. 35:8.
“¿Quién subirá al monte del Eterno? ¿Quién estará en su Santuario? El limpio de manos
y puro de corazón, el que no eleva su alma a la vanidad, ni jura con engaño. Este recibirá
la bendición del Eterno, y la justicia de Dios, su Salvador”. Salmo 24:3-5.
“En la ciudad de Dios no entrará nada que mancille. Todos los que morarán en ella ha-
brán llegado aquí a ser puros de corazón. En el que vaya aprendiendo de Jesús se mani-
festará creciente repugnancia por los hábitos descuidados, el lenguaje vulgar y los pen-
samientos impuros. Cuando Cristo viva en el corazón, habrá limpieza y cultura en el
pensamiento y en los modales.
Pero las palabras de Cristo: "Bienaventurados los de limpio corazón", tienen un signifi-
cado mucho más profundo. No se refieren únicamente a los que son puros según el con-
cepto del mundo, es decir, están exentos de sensualidad y concupiscencia, sino a los que
son fieles en los pensamientos y motivos del alma, libres del orgullo y del amor propio;
humildes, generosos y como niños”. DMJ:25.
“Dios no desea entrar en la más mínima componenda con el pecado. Si pudiese haberlo
hecho, Cristo no hubiera necesitado venir a nuestro mundo para sufrir y morir. No es ge-
nuina ninguna conversión que no cambie tanto el carácter como la conducta de los que
aceptan la verdad. La verdad obra por el amor y purifica el alma”. 7A:262.
“La regeneración es el único sendero que da acceso a la ciudad de Dios. Este sendero es
estrecho y la puerta por la que se debe pasar, angosta; sin embargo, por este camino de-
bemos conducir a hombres, mujeres y niños, enseñándoles que para salvarse, deben po-
seer un corazón y un espíritu nuevos. Los antiguos rasgos de carácter hereditarios deben
ser vencidos. Los deseos naturales del alma deben cambiar. Toda malicia, toda mentira,
toda calumnia, deben eliminarse. Debe vivirse la vida nueva que nos hace parecernos a
Cristo”. 9T:20.
“Le ruego, hermano mío, que escudriñe su corazón con diligencia y pregunte: ‘¿En qué
camino viajo? ¿Adónde me llevará?’”. 2T:265.
“Hay camino que al hombre parece derecho; pero su fin son caminos de muerte”. Prov.
14:12.
“Así dice el Señor: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de
muerte”. Jer. 21:8.
“En el camino de la justicia está la vida; y en esa senda no hay muerte”. Prov. 12:28.
“Cristo nos llama a entrar en la senda estrecha, donde cada paso significa una negación
al yo”. NEV:172.
“Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lle-
va a perdición, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino
que lleva a la vida, y pocos la hallan”. Mat. 7:13-14.
“Por el camino a la muerte puede marchar todo el género humano, con toda su mundana-
lidad, todo su egoísmos, todo su orgullo, su falta de honradez y su envilecimiento moral.
Hay lugar para las opiniones y doctrinas de cada persona; espacio para que sigan sus
propias inclinaciones y para hacer todo cuanto exija su egoísmo. Para andar por la senda
que conduce a la destrucción, no es necesario buscar el camino, porque la puerta es an-
cha; y espacioso el camino, y los pies se dirigen naturalmente a la vía que termina en la
muerte.
Por el contrario, el sendero que conduce a la vida, es angosto, y estrecha la entrada. Si
nos aferramos a algún pecado predilecto, hallaremos la puerta demasiado estrecha. Si
deseamos continuar en el camino de Cristo, debemos renunciar a nuestros propios cami-
nos, a nuestra propia voluntad y a nuestros malos hábitos y prácticas. El que quiere ser-
vir a Cristo no puede seguir las opiniones ni las normas del mundo. La senda del cielo es
demasiado estrecha para que por ella desfilen pomposamente la jerarquía y las riquezas;
demasiado angosta para el juego de la ambición egoísta; demasiado empinada y áspera
para el ascenso de los amantes del ocio. A Cristo le tocó la labor, la paciencia, la abne-
gación, el reproche, la pobreza y la oposición de los pecadores. Lo mismo debe tocarnos
a nosotros, si alguna vez hemos de entrar en el paraíso de Dios”. DMJ:117.
“Las instrucciones formuladas en la Palabra de Dios no dan lugar para transigir con el
mal. El Hijo de Dios se manifestó para atraer a todos los hombres a si mismo. No vino
para adormecer al mundo arrullándolo, sino para señalarle el camino angosto por el cual
todos deben andar si quieren alcanzar finalmente las puertas de la ciudad de Dios. Sus
hijos deben seguir por donde él señaló la senda; sea cual fuere el sacrificio de las como-
didades o de las satisfacciones egoístas que se les exija; sea cual fuere el costo en labor o
sufrimiento, deben sostener una constante batalla consigo mismos”. HAp:451-452.
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“Alguien le preguntó: ‘Señor, ¿son pocos los que se salvan?’ Y él respondió: ‘Esforzaos
a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar, y no po-
drán’”. Luc. 13:23-24.
“En el temor de Dios he tratado de presentar al pueblo sus riesgos y sus pecados, y me
he esforzado, poniendo en mi debilidad lo mejor de mí misma, para despertarlos. He
anunciado cosas sorprendentes que, si las hubiesen creído, les habrían causado angustia
y terror, y los hubieran llevado a ser celosos y a arrepentirse de sus pecados e iniquida-
des. Les he dicho que, de acuerdo a lo que se me mostró, solo un pequeño número de los
que ahora profesan creer en la verdad serían al fin salvos, no porque no podían ser sal-
vos, sino porque no quisieron ser salvos del modo indicado por Dios. El camino señala-
do por nuestro divino Señor es demasiado angosto y la puerta demasiado estrecha para
admitirlos mientras que estén sujetos al mundo o mientras abriguen egoísmo o pecado
de cualquier tipo. No hay lugar para estas cosas; y sin embargo hay solo pocos que acep-
tan separarse de ellas, para poder andar por la senda angosta y entrar por la puerta estre-
cha”. 2T:396.
“Así dice el Señor: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas,
dónde está el buen camino, y andad en él, y hallaréis descanso para vuestras almas. Mas
dijeron: no andaremos en él”. Jer. 6:16.
“Si tomamos a Cristo como nuestro Guía, nos conducirá a salvo a lo largo del camino
estrecho. El camino puede ser áspero y espinoso; la pendiente puede ser abrupta y peli-
grosa; puede haber trampas a la derecha y a la izquierda; podemos tener que soportar pe-
nalidades en nuestro viaje; cuando estamos cansados, cuando anhelamos descanso, quizá
tengamos que seguir adelante; cuando desmayamos, quizá tengamos que luchar; cuando
estamos desanimados, quizá se nos pida que confiemos; pero con Cristo como nuestro
Guía, no perderemos la senda que lleva a la vida inmortal, no dejaremos de alcanzar fi-
nalmente el cielo deseado.
Cristo mismo recorrió el áspero camino antes que nosotros, y suavizó el camino para
nuestros pies. El camino estrecho de la santidad, el camino destinado para los redimidos
del Señor, está iluminado por Aquel que es la Luz del mundo. Al seguir en sus pasos, su
luz brillará sobre nosotros; y al reflejar la luz tomada de la gloria de Cristo, el camino se
tornará más y más brillante hasta alcanzar la luz del mediodía”. AFC:255.
“Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que brilla más y más hasta que el
día es perfecto. El camino de los impíos es como la oscuridad: no saben en qué tropie-
zan”. Prov. 4:18-19.
“Y les habló Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no an-
dará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida”. Juan 8:12.
“Nuestro Señor queda avergonzado por aquellos que aseveran servirle, pero representan
falsamente su carácter; y multitudes son engañadas, y conducidas por sendas falsas”.
DTG:406.
“Profesan ser hijos de Dios, pero en su vida y carácter niegan su relación con él. No se
rinden a la voluntad de Dios. Están viviendo una mentira”. PVGM:222.
“El insulto máximo que podemos propinarle es que digamos ser sus discípulos, a la vez
que manifestamos el espíritu de Satanás en nuestras palabras, en nuestro modo de ser y
en nuestras acciones”. 3CBA:1178.
“El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, aún está en tinieblas. El que
ama a su hermano está en la luz, y no hay tropiezo en él. Pero el que aborrece a su her-
mano está en tinieblas, y anda en tinieblas. No sabe a dónde va, porque las tinieblas han
cegado sus ojos”. 1 Juan 2:9-11.
“Mirad, pues, que andéis circunspectamente; no como necios, mas como sabios; redi-
miendo el tiempo, porque los días son malos”. Efe. 5:15-16.
“Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en
tinieblas”. Juan 12:46.
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“¿Quién es sabio para que entienda esto, y prudente para que lo sepa? Porque los cami-
nos del Señor son rectos, y los justos andarán por ellos; mas los transgresores caerán en
ellos”. Oseas 14:9.
“Entonces Jesús les dijo: ‘Aún por un poco la Luz estará entre vosotros. Andad mientras
tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no
sabe dónde va. Ahora que tenéis la Luz, creed en la Luz, para que seáis hijos de luz’.
Cuando Jesús terminó de hablar, se fue, y se escondió de ellos”. Juan 12:35-36.
“En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Andad como hijos de
luz. Porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Buscad lo que
agrada al Señor. No participéis de las obras infructuosas de las tinieblas, antes denun-
ciadlas”. Efe. 5:8-11.
“Enderezad el camino para vuestros pies, para que el lisiado no se desvíe, antes sea sa-
nado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien
que ninguno se aparte de la gracia de Dios, que no brote ninguna raíz de amargura que
os impida, y por ella muchos sean contaminados”. Heb. 12:13-15.
“¿Qué debemos hacer para hacer sendas rectas para nuestros pies? No debemos proferir
una palabra dura, sea en el hogar o fuera de él; debemos ser gentiles y considerados ha-
cia otros. No podemos ser irritables e impacientes, y aun ser cristianos; porque un espíri-
tu irritable e impaciente no es el espíritu de Dios”. RH, 14-08-1888.
“Sed, pues, seguidores de Dios como hijos amados; y andad en amor, como también
Cristo nos ha amado, y se ha entregado a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a
Dios en olor suave”. Efe. 5:1-2.
“La impaciencia trae al enemigo de Dios y del hombre a vuestra familia y echa a los án-
geles de Dios. Si estáis viviendo en Cristo, y Cristo en vosotros, no podéis hablar pala-
bras airadas”. ELC:99.
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“Así, yo, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación a que
fuisteis llamados,
con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros en amor; solí-
citos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Efe. 4:1-3.
“Haced todo sin queja ni discusión, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de
Dios sin culpa en medio de una generación torcida y perversa, en la cual resplandecéis
como luces en el mundo, presentando la Palabra de vida, para que en el día de Cristo, yo
pueda gloriarme de que no he corrido ni trabajado en vano”. Fil. 2:14-16.
“Por eso también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y
pedir que seáis llenos del cabal conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría e inteli-
gencia espiritual; para que andéis como es digno del Señor, a fin de agradarle en todo,
para que fructifiquéis en toda buena obra, y crezcáis en el conocimiento de Dios. Forta-
leceos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para que tengáis paciencia y
longanimidad; y con gozo deis gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la
herencia de los santos en luz”. Col. 1:9-12.
“Ruego, que vuestro amor abunde aún más y más, en ciencia y discernimiento, para que
aprobéis lo mejor, que seáis sinceros y sin culpa para el día de Cristo, llenos de los fru-
tos de la justicia, que viene por medio de Jesucristo, a gloria y alabanza de Dios”. Fil.
1:9-11.
“Por lo tanto, como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de entrañable compasión,
de benignidad, humildad, mansedumbre y tolerancia. Soportaos y perdonaos unos a
otros, si alguno tuviera queja del otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros. Y sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo de la perfección. Y la
paz de Dios gobierne vuestro corazón, a la que fuisteis también llamados en un solo
cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, ense-
ñando y exhortándoos unos a otros, con toda sabiduría. Cantad a Dios salmos e himnos y
canciones espirituales, con gratitud en vuestro corazón. Y todo lo que hagáis, sea de pa-
labra o de hecho, hacedlo en el Nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre
por él”. Col. 3:12-17.
“Nada hagáis por rivalidad o vanagloria; antes bien en humildad, considerando a los de-
más como superiores a vosotros; no mirando cada uno sólo a lo suyo propio, sino tam-
bién a lo de los otros. Haya en vosotros la misma mente que hubo en Cristo Jesús”. Fil.
2:3-5.
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“El amor sea sin fingimiento. Aborreced el mal, seguid el bien. Amaos unos a otros con
afecto fraternal. En cuanto a la honra, dad preferencia a los otros. En el trabajo no seáis
perezosos. Sed fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. Gozosos en la esperanza, sufri-
dos en la tribulación, constantes en la oración. Contribuid a las necesidades de los san-
tos. Practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen, bendecid, y no maldigáis.
Gozaos con los que se gozan, llorad con los que lloran. Sed unánimes entre vosotros. No
altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra opinión. No pa-
guéis a nadie mal por mal. Procurad lo bueno ante todos los hombres. En lo posible, en
cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos”. Rom. 12:9-18.
“Jesús, considerado como hombre, fue perfecto, no obstante él creció en gracia. ‘Y Jesús
crecía en sabiduría y estatura, y a favor con Dios y con el hombre’. Aun el cristiano más
perfecto puede crecer continuamente en el conocimiento y en el amor de Dios”. 1T:339-
340.
“Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en
la espiga”. Mar. 4:28.
“En cada grado de desarrollo, nuestra vida puede ser perfecta; pero, si se cumple el pro-
pósito de Dios para con nosotros, habrá un avance continuo. La santificación es la obra
de toda la vida. Con la multiplicación de nuestras oportunidades, aumentará nuestra ex-
periencia y se acrecentará nuestro conocimiento. Llegaremos a ser fuertes para llevar
responsabilidades, y nuestra madurez estará en relación con nuestros privilegios”.
PVGM:46.
“En el don incomparable de su Hijo, ha rodeado Dios al mundo entero en una atmósfera
de gracia tan real como el aire que circula en derredor del globo. Todos los que quisieren
respirar esta atmósfera vivificante vivirán y crecerán hasta la estatura de hombres y mu-
jeres en Cristo Jesús”. CC:67.
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“Las gracias del Espíritu madurarán en vuestro carácter. Se aumentará vuestra fe, vues-
tras convicciones se profundizarán, vuestro amor se perfeccionará. Reflejaréis más y
más la semejanza de Cristo en todo lo que es puro, noble y bello”. HHD:34.
“Por tanto, nosotros todos, al contemplar con el rostro descubierto, como en un espejo,
la gloria del Señor, nos vamos transformando a su misma imagen, con la creciente gloria
que viene del Señor, que es el Espíritu”. 2 Cor. 3:18.
“Alleguémonos pues audazmente al trono de la gracia, para que podamos obtener mise-
ricordia, y hallar gracia para la ayuda en tiempo de necesidad”. Heb. 4:16.
“La gracia de Cristo es esencial cada día, cada hora. A menos que esté con nosotros con-
tinuamente, aparecerán las inconsecuencias del corazón natural, y la vida rendirá un ser-
vicio dividido”. 6CBA:1117.
“Pues tú, hijo mío, sé fuerte en la gracia que es en Cristo Jesús”. 2 Tim. 2:1.
“Él le concederá su gracia para que usted sea paciente y confiada; le dará poder para
vencer la impaciencia; confortará su corazón con su propio tierno Espíritu; vivificará su
alma debilitada”. 2MS:265.
“Se ha dispuesto gracia abundante para que el alma creyente pueda ser preservada del
pecado, pues todo el cielo, con sus recursos ilimitados, ha sido colocado a nuestra dispo-
sición”. 1MS:461.
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“Nadie es un cristiano vivo a menos que tenga una experiencia diaria en las cosas de
Dios y practique diariamente la abnegación al llevar alegremente la cruz y seguir a Cris-
to. Cada cristiano ha de avanzar diariamente en la vida divina”. 2T:448.
“Mas hablando la verdad en amor, podemos crecer en él en todas las cosas, en aquel que
es la cabeza, a saber, Cristo”. Efe. 4:15.
“Corra una fe viva cual hilo de oro, en toda la ejecución de los deberes aun más humil-
des. Entonces toda la tarea diaria promoverá el crecimiento cristiano. Habrá una conti-
nua contemplación de Jesús. El amor por él dará fuerza vital a cuanto se emprenda. Y
así, mediante el uso debido de nuestros talentos, podemos unirnos por medio de una ca-
dena de oro al mundo más elevado. Esta es la verdadera santificación; porque la santifi-
cación consiste en la alegre ejecución de los deberes diarios en perfecta obediencia a la
voluntad de Dios”. PVGM:294.
“No existe una santificación genuina aparte de la verdadera obediencia a la verdad. Los
que aman a Dios con todo el corazón también amarán sus mandamientos. El corazón
santificado está en armonía con los preceptos de la ley de Dios, pues ellos son santos,
justos y buenos”. San:67.
“El que desee conocer la verdad debe estar dispuesto a aceptar todo lo que ella revele.
No puede transigir con el error”. DTG:279.
“Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos puedan ser santificados
por medio de la verdad”. Juan 17:19.
“No hay santificación según la Biblia para los que desechan tras si una parte de la ver-
dad”. 7CBA:958.
“La obra de la santificación es la obra de toda una vida. Debe proseguir continuamente,
pero no puede progresar en el corazón mientras sea rechazada o descuidada la luz de
cualquier parte de la verdad. El alma santificada no estará contenta de permanecer en la
ignorancia, sino que deseará caminar en la luz y buscar una luz mayor”. 1MS:372.
“Jesús siguió su camino, y llegó a una aldea, donde una mujer llamada Marta, lo recibió
en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, que se sentó a los pies de Je-
sús, y oía su palabra. Pero Marta, atareada con muchos quehaceres, se acercó a Jesús, y
le dijo: ‘Señor, ¿no te preocupa que mi hermana me deja servir sola? Dile que me
ayude’. Pero Jesús le respondió: ‘Marta, Marta, estás preocupada y turbada por muchas
cosas. Pero una sola cosa es necesaria. Y María eligió la mejor parte, la que no le será
quitada’”. Luc. 10:38-42.
“Hay un amplio campo para las martas con su celo por la obra religiosa activa. Pero de-
ben sentarse primero con María a los pies de Jesús”. DTG:483.
“Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que para vida eterna perma-
nece, la cual el Hijo del hombre os dará: porque a éste señaló el Padre, que es Dios”.
Juan 6:27.
“‘Yo Soy el pan vivo que descendió del cielo. El que come de este pan, vivirá para siem-
pre. El pan que daré por la vida del mundo es mi carne’. Entonces los judíos contendían
entre sí, diciendo: ‘¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?’. Jesús les dijo:
‘Os aseguro: A menos que comáis la carne del Hijo del Hombre, y bebáis su sangre, no
tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. Y yo
lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es ver-
dadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
Así como el Padre viviente me envió, y yo vivo por el Padre, así el que me come, tam-
bién vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo. No como el que comieron
vuestros padres, y murieron. El que come de este pan, vivirá eternamente". Esto dijo Je-
sús, enseñando en la sinagoga de Capernaúm. Al oírlo, muchos de sus discípulos dije-
ron: ‘Este lenguaje es duro. ¿Quién lo puede aceptar?’. Sabiendo Jesús en su interior que
sus discípulos murmuraban, les dijo: ‘¿Esto os ofende? ¿Qué pasaría si vierais al Hijo
del Hombre que sube adonde estaba antes? El Espíritu es el que da vida, la carne nada
aprovecha. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero algunos de
vosotros no creen’. Porque desde el principio Jesús sabía quiénes no creían, y quién lo
iba a entregar”. Juan 6:51-64.
“Escudriñad las Escrituras, ya que pensáis tener en ellas la vida eterna. Ellas son las que
dan testimonio de mí. Sin embargo, no queréis venir a mí, para que tengáis vida”. Juan
5:39-40.
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“Entonces Jesús declaró: ‘Yo Soy el pan de vida. El que viene a mí, nunca tendrá ham-
bre, el que cree en mí, no tendrá sed jamás”. Juan 6:35.
“La presencia de Cristo en el corazón es una potencia vivificadora, que fortalece todo el
ser”. 3JT:111.
“En la medida en que el médico reciba y obedezca la Palabra de Dios, ésta influirá con
su potencia y vida en toda fuente de acción y en toda fase del carácter. Purificará todo
pensamiento y regulará todo deseo. Los que confían en la Palabra de Dios se portarán
como hombres y serán fuertes. Se levantarán por encima de todas las cosas viles hasta
llegar a una atmósfera libre de contaminación”. MC:97.
“Mas recibiréis poder, luego que el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis tes-
tigos”. Hechos 1:8.
“Por tanto, id, y enseñad a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he man-
dado”. Mat. 28:19-20.
“Para que abran sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad
de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y heren-
cia entre los santificados”. Hechos 26:18.
“Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder; y
grande gracia era sobre todos ellos”. Hechos 4:33.
“Y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con audacia”.
Hechos 4:31.
“Entonces viendo la audacia de Pedro y de Juan, percibiendo que eran hombres sin letras
e ignorantes, se maravillaban; y de ellos conocían que habían estado con Jesús”. Hechos
4:13.
“Para convencer a otros del poder de la gracia de Cristo, tenemos que conocer ese poder
en nuestro corazón y en nuestra vida”. MC:372.
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“Por cuanto nuestro evangelio no fue a vosotros en palabra solamente, mas también en
poder, y en Espíritu Santo, y en plena seguridad; como sabéis cuáles fuimos entre voso-
tros por amor de vosotros”. 1 Tes. 1:5.
“Porque la Vida que estaba con el Padre, se manifestó, y nosotros la vimos, y os anun-
ciamos la vida eterna, lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos también a vosotros,
para que tengáis comunión con nosotros. Pues, nuestra comunión es real con el Padre y
con su Hijo Jesucristo”. 1 Juan 1:2-3.
“La cruz del Calvario debe levantarse en alto delante de la gente para que absorba sus
espíritus y concentre sus pensamientos. Entonces todas las facultades espirituales se vi-
vificarán con el poder divino que viene directamente de Dios”. DMJ:40.
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
el que cree; primero al judío y también al griego. Porque en el evangelio la justicia que
viene de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’”. Rom.
1:16-17.
“El evangelio se ha de presentar, no como una teoría inerte, sino como una fuerza viva
capaz de transformar la conducta”. MC:67.
“Nunca se debe predicar un sermón, ni darse instrucción bíblica alguna, sin dirigir los
oyentes al ‘Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’. Toda verdadera doctrina
hace de Cristo el centro, todo precepto recibe fuerza de sus palabras”. 6T:54.
“Cristo se allegaba a la gente dondequiera que ésta se hallara. Presentaba la clara verdad
a sus mentes de la manera más fuerte y con el lenguaje más sencillo. Los humildes po-
bres, los más ignorantes, podían comprender, por fe en él, las verdades más sublimes.
Nadie necesitaba consultar a los sabios doctores acerca de lo que quería decir. No dejaba
perplejos a los ignorantes con inferencias misteriosas, ni empleaba palabras inusitadas y
sabias, que ellos no conociesen. El mayor Maestro que el mundo haya conocido, fue el
más explícito, claro y práctico en su instrucción”. OE:51.
“Y los que eran del común del pueblo le oían de buen agrado”. Mar. 12:37.
“Habló las verdades que se refieren a la conducta de la vida, y que unen al hombre con
la eternidad”. Ed:77.
“Pero aunque su enseñanza era sencilla, hablaba como persona investida de autoridad.
Esta característica ponía su enseñanza en contraste con la de todos los demás. Los rabi-
nos hablaban con duda y vacilación, como si se pudiese entender que las Escrituras te-
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nían un significado u otro exactamente opuesto. Los oyentes estaban diariamente en-
vueltos en mayor incertidumbre. Pero al enseñar, Jesús presentaba las Escrituras como
autoridad indudable. Cualquiera que fuese su tema, lo exponía con poder, con palabras
incontrovertibles”. DTG:218.
“Cuando se oponían a sus doctrinas, él las defendía con tan gran celo y certeza como
para imprimir en sus corazones que aun moriría, si fuere necesario, para sostener la auto-
ridad de sus enseñanzas”. RH, 07-01-1890.
“Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros”. 2 Tim. 1:14.
“Sino santificad a Cristo, el Señor, en vuestro corazón. Y estad siempre preparados para
responder con mansedumbre y respeto al que os demande razón de la esperanza que hay
en vosotros. Tened buena conciencia, para que se avergüencen los que hablan mal de
vuestra buena conducta en Cristo”. 1 Pedro 3:15-16.
“Jesús era sereno y manso, y nunca perdió su dominio, aun entre conflictos agitados y
los más fieros elementos de oposición”. 5T:455-456.
“Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal; para que podáis saber cómo
debéis responder a cada uno”. Col. 4:6.
“Poned pues en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder: porque
yo os daré boca y sabiduría, a la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se os
opondrán”. Luc. 21:14-15.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mat. 5:16.
“Si estamos conectados con la luz, seremos conductos de luz y reflejaremos la luz al
mundo en nuestras palabras y obras”. 1MS:396.
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“A quienes Dios quiso dar a conocer entre los gentiles, las riquezas de la gloria de este
misterio, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. A él anunciamos, amonestan-
do y enseñando a todos, en toda sabiduría, para presentar a todo hombre perfecto en
Cristo. Por eso me afano, luchando con la fuerza de Cristo que actúa poderosamente en
mí”. Col. 1:27-29.
“Los ministros de Dios deben tener la verdad en sus corazones a fin de presentarla con
éxito a otros. Deben ser santificados por las verdades que predican, o serán solo piedras
de tropiezo para los pecadores. Los que son llamados por Dios para ministrar las cosas
santas son llamados a ser puros de corazón y santos en su vida. ‘Purificaos los que lle-
váis los utensilios de Jehová’ (Isa. 52:11)”. 2T:489.
“Solamente que viváis como es digno del evangelio de Cristo … oiga de vosotros que
estáis firmes en un mismo espíritu, unánimes obrando juntamente por la fe del evange-
lio”. Fil. 1:27.
“Para que seáis irreprensibles y sinceros, entre los cuales resplandecéis como luces en el
mundo”. Fil. 2:15.
“La verdad presente debe manifestar su potencia en la vida de los que creen en ella, para
que de este modo se comunique al mundo”. 9T:19.
“Los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que ha de dar-
se al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios han de mani-
festar su gloria. En su vida y carácter han de revelar lo que la gracia de Dios ha hecho
por ellos”. PVGM:342.
“Que vuestras palabras, vuestro espíritu y vuestras acciones, sean un testimonio vivo
para Jesús, y el Señor se ocupará de que el testimonio para su gloria, administrado en
una vida bien ordenada y en una conversación santa, se intensifique en poder”. ST, 16-
06-1890.
“No hay nada que Cristo dese tanto como agentes que representen al mundo su Espíritu
y carácter. No hay nada que el mundo necesite tanto como la manifestación del amor del
Salvador mediante la humanidad. Todo el cielo está espetando que haya canales por me-
dio de los cuales pueda derramarse el aceite santo para que sea un gozo y una bendición
para los corazones humanos”. PVGM:345.
“Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán perse-
cución”. 2 Tim. 3:12.
“Y por eso los que sufren según la voluntad de Dios, encomiéndenle sus almas, como a
fiel Creador, haciendo el bien”. 1 Pedro 4:19.
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de timidez, sino de fortaleza, de amor y de domi-
nio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí,
preso suyo. Antes participa de los sufrimientos del evangelio por el poder de Dios”. 2
Tim. 1:7-8.
“No temáis a los que matan el cuerpo, que no pueden matar el alma. Antes temed a
Aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. Mat. 10:28.
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido
tiempo. Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él cuida de vosotros. Sed sobrios,
y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscan-
do a quien devorar. Resistidlo firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos por todo
el mundo pasan por las mismas aflicciones. Y el Dios de toda gracia, que nos llamó a su
gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os
perfeccione, afirme, fortalezca y establezca”. 1 Pedro 5:6-10.
“Sabemos que todas las cosas obran para el bien de los que aman a Dios, de los que han
sido llamados según su propósito”. Rom. 8:28.
“Mas fiel es el Señor, que os establecerá y guardará del mal”. 2 Tes. 3:3.
“Cristo vivía rodeado de la presencia del Padre, y nada le aconteció que no fuese permi-
tido por el Amor infinito para bien del mundo. Esto era su fuente de consuelo, y lo es
también para nosotros. El que está lleno del Espíritu de Cristo mora en Cristo. El golpe
que se le dirige a él, cae sobre el Salvador, que lo rodea con su presencia. Todo cuanto le
suceda viene de Cristo. No tiene que resistir el mal, porque Cristo es su defensor. Nada
puede tocarlo sin el permiso de nuestro Señor; y "todas las cosas" cuya ocurrencia es
permitida ‘a los que aman a Dios, les ayudan a bien’”. DMJ:62-63.
“Fortaleceos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para que tengáis pa-
ciencia y longanimidad; y con gozo deis gracias al Padre que nos hizo aptos para partici-
par de la herencia de los santos en luz”. Col. 1:11-12.
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, antes dad lugar a la ira de Dios. Porque
escrito está: ‘Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor’. Al contrario, si tu enemigo
tuviera hambre, dale de comer; si tuviera sed, dale de beber. Actuando así, ascuas de
fuego amontonas sobre su cabeza. No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el
bien”. Rom. 12:19-21.
“Pero a vosotros que oís, digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os abo-
rrecen. Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera
en una mejilla, dale también la otra. Al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.
Al que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir. Y lo que qui-
sierais que los hombres os hagan, así hacedles vosotros a ellos”. Rom. 6:27-31.
“Sabemos quién es el que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y
otra vez: El Señor juzgará su pueblo”. Heb. 10:30.
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“No volviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino antes por el contrario, ben-
diciendo; sabiendo que a esto fuisteis llamados, para que heredéis bendición”. 1 Pedro
3:9.
“Porque esto merece aprobación, si a causa de la conciencia ante Dios, alguno soporta
molestias y padece injustamente. Porque, ¿qué mérito es, si pecando sois abofeteados, y
lo sufrís? Pero si haciendo bien sois afligidos, y lo soportáis, esto ciertamente es agrada-
ble ante Dios. Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros,
dejándoos ejemplo, para que sigáis sus pisadas. ‘Él no cometió pecado, ni fue hallado
engaño en su boca’. Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía,
no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia. El mismo llevó nues-
tros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, podamos morir a los peca-
dos, y vivir a la justicia; ‘porque por sus heridas fuisteis sanados’”. 1 Pedro 2:19-24.
“Tened buena conciencia, para que se avergüencen los que hablan mal de vuestra buena
conducta en Cristo. Porque es mejor que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de
Dios así lo quiere, que haciendo el mal”. 1 Pedro 3:16-17.
“¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene algo con otro, ir a juicio ante los injustos, y
no ante los santos? ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si vosotros vais
a juzgar al mundo, ¿seréis incapaces de juzgar casos de menor importancia? ¿No sabéis
que hemos de juzgar a los ángeles? Cuánto más las cosas de esta vida? Por tanto, si te-
néis juicios sobre cosas de esta vida, poned por jueces a los que sean de menor estima en
la iglesia. Para avergonzaros lo digo. Pues qué, ¿no hay entre vosotros sabio, ni aun uno,
que pueda juzgar en un pleito entre sus hermanos? Sino que el hermano pleitea con el
hermano, ¡y eso ante los infieles! Por cierto ya es una falta que tengáis pleitos entre vo-
sotros. Más bien, ¿por qué no sufrís el agravio? ¿Por qué no sufrís ser defraudados?”. 1
Cor. 6:1-7.
“Oh hombre, él te ha declarado qué es bueno, ¿y qué requiere de ti el Señor sino que
obres justamente, y ames misericordia, y andes humildemente con tu Dios?”. Miq. 6:8.
“Mucha paz tienen los que aman tu ley; y nada les ofenderá”. Salmo 119:165.
“Toda amargura, y enojo, e ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda
malicia”. Efe. 4:31.
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien que
ninguno se aparte de la gracia de Dios, que no brote ninguna raíz de amargura que os
impida, y por ella muchos sean contaminados”. Heb. 12:14-15.
“Por eso, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para escuchar, lento para ha-
blar, lento para enojarse. Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Santiago
1:19-20.
“Mejor es el que tarde se aíra que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el
que toma una ciudad”. Prov. 16:32.
“A menos que dominemos nuestras palabras y genio, somos esclavos de Satanás, y esta-
mos sujetos a él como cautivos suyos. Cada palabra discordante, desagradable, impa-
ciente o malhumorada, es una ofrenda presentada a su majestad satánica. Y es una ofren-
da costosa, más costosa que cualquier sacrificio que podamos hacer para Dios; porque
destruye la paz y felicidad de familias enteras, destruye la salud, y puede hacemos per-
der finalmente una vida eterna de felicidad”. HC:397.
“Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que podáis saber cómo
debéis responder a cada uno”. Col. 4:6.
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edifica-
ción, para que dé gracia a los oyentes”. Efe. 4:29.
“El fin de todo el discurso, es éste: Venera a Dios y guarda sus Mandamientos, porque
éste es todo el deber del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, incluyendo toda
cosa oculta, buena o mala”. Ecle. 12:13-14.
“Jesús respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y toda
tu mente. Este es el primero y el mayor Mandamiento. Y el segundo es semejante a éste:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos Mandamientos penden toda la Ley y
los Profetas”. Mat. 22:37-40.
“Yo soy el Señor tu Dios, … no tendrás otros dioses delante de mí”. Éxo. 20:2-3.
“Nosotros hacemos un dios de cualquier cosa que, amándola, tienda a mermar nuestro
amor por Dios y a interferir con el servicio debido a él”. HHD:56.
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que hay arriba en el cielo, ni abajo en
la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás. Porque el Eterno tu Dios soy yo, fuerte,
celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y la cuarta ge-
neración, a los que me aborrecen. Pero trato con invariable amor por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis Mandamientos”. Éxo. 20:4-6.
“No tomarás el nombre del Eterno tu Dios en vano. Porque el Señor no dará por inocen-
te al que tome su nombre en vano”. Éxo. 20:7.
“Este mandamiento no sólo prohíbe el jurar en falso y las blasfemias tan comunes, sino
también el uso del nombre de Dios de una manera frívola o descuidada, sin considerar su
tremendo significado. Deshonramos a Dios cuando mencionamos su nombre en la con-
versación ordinaria, cuando apelamos a él por asuntos triviales, cuando repetimos su
nombre con frecuencia y sin reflexión”. PP:314.
“Pero orar en nombre de Cristo significa mucho. Significa que hemos de aceptar su ca-
rácter, manifestar su espíritu y realizar sus obras”. DTG:621.
“Acuérdate del día sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra.
Pero el sábado es el día de reposo del Señor tu Dios. No hagas ningún trabajo en él; ni
tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días el Eterno hizo el cielo, la tierra y el mar, y todo
lo que contienen, y reposó en el séptimo día. Por eso, el Señor bendijo el sábado y lo de-
claró santo”. Éxo. 20:8-11.
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“Dios ha dado a los hombres seis días en que trabajar, y requiere que su trabajo sea he-
cho durante esos seis días laborables. En el sábado pueden hacerse las obras absoluta-
mente necesarias y las de misericordia. A los enfermos y dolientes hay que cuidarlos to-
dos los días, pero se ha de evitar rigurosamente toda labor innecesaria”. PP:315.
“Dichoso el hombre que hace esto, el hombre que se aferra a ello, que guarda el sábado
sin profanarlo, y se guarda de hacer todo mal”. Isa. 56:2.
“Los que profesamos observar el santo día de reposo de Dios, necesitamos llevar a cabo
una reforma en lo que atañe al sábado. Algunos hablan de sus negocios y trazan planes
en sábado, y Dios considerará como si en realidad hubiesen efectuado esas transacciones
comerciales”. Ev:181.
“Si retiras tu pie de pisotear el sábado, de hacer tu voluntad en mi día santo, y si al sába-
do llamas delicia, santo, glorioso del Eterno, y lo veneras, no siguiendo tus caminos, ni
buscando tu voluntad, ni hablando palabras vanas, entonces te deleitarás en el Señor, y
yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te sustentaré con la herencia de Jacob tu
padre; porque la boca del Eterno lo ha dicho”. Isa. 58:13-14.
“Debemos guardar celosamente los extremos del sábado. Recordemos que cada momen-
to es consagrado, tiempo santo”. 6T:356.
“Pero a fin de santificar el sábado, los hombres mismos deben ser santos. Por la fe, de-
ben llegar a ser partícipes de la justicia de Cristo”. DTG:250.
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu
Dios te da”. Éxo. 20:12.
“El quinto mandamiento no sólo requiere que los hijos sean respetuosos, sumisos y obe-
dientes a sus padres, sino que también los amen y sean tiernos con ellos, que alivien sus
cuidados. que escuden su reputación, y que les ayuden y consuelen en su vejez. También
encarga sean considerados con los ministros y gobernantes, y con todos aquellos en
quienes Dios ha delegado autoridad”. PP:316.
“Cualquiera que odia a su hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene
vida eterna permaneciendo en sí”. 1 Juan 3:15.
“Este mandamiento no sólo prohíbe las acciones impuras, sino también los pensamientos
y los deseos sensuales, y toda práctica que tienda a excitarlos. Exige pureza no sólo de la
vida exterior, sino también en las intenciones secretas y en las emociones del corazón.
Cristo, al enseñar cuán abarcante es la obligación de guardar la ley de Dios, declaró que
los malos pensamientos y las miradas concupiscentes son tan ciertamente pecados como
el acto ilícito”. PP:317.
“Para no cometer pecado, tenemos que resistir sus mismos comienzos. Todo afecto y pa-
sión han de sujetarse a la razón y a la conciencia. Todo pensamiento no santificado debe
ser repelido inmediatamente”. 5T:165.
“Hay pensamientos y sentimientos sugeridos y suscitados por Satanás que molestan aun
a los mejores hombres, pero si no se les da cabida, si se los rechaza como odiosos, el
alma no se contamina con la culpa, y nadie más es manchado por la influencia de ellos”.
RH, 27-03-1888.
“Ni por un momento reconozcáis que las tentaciones de Satanás están en armonía con
vuestra propia mente. Volveos de ellas como lo haríais del mismo adversario”. NEV:85.
“Esta prohibición incluye tanto los pecados públicos como los privados. El octavo man-
damiento condena el robo de hombres y el tráfico de esclavos, y prohíbe las guerras de
conquista. Condena el hurto y el robo. Exige estricta integridad en los más mínimos por-
menores de los asuntos de la vida. Prohíbe la excesiva ganancia en el comercio, y re-
quiere el pago de las deudas y de salarios justos. Implica que toda tentativa de sacar pro-
vecho de la ignorancia, debilidad, o desgracia de los demás, se anota como un fraude en
los registros del cielo”. PP:317.
“La mentira acerca de cualquier asunto, todo intento o propósito de engañar a nuestro
prójimo, están incluidos en este mandamiento. La falsedad consiste en la intención de
engañar. Mediante una mirada, un ademán, una expresión del semblante, se puede men-
tir tan eficazmente como si se usaran palabras. Toda exageración intencionada, toda insi-
nuación o palabras indirectas dichas con el fin de producir un concepto erróneo o exage-
rado, hasta la exposición de los hechos de manera que den una idea equivocada, todo
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esto es mentir. Este precepto prohíbe todo intento de dañar la reputación de nuestros se-
mejantes por medio de tergiversaciones o suposiciones malintencionadas, mediante ca-
lumnias o chismes. Hasta la supresión intencional de la verdad, hecha con el fin de per-
judicar a otros, es una violación del noveno mandamiento”. PP:317-318.
“Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus
labios no hablen engaño. Apártese del mal, y haga el bien. Busque la paz, y sígala. Por-
que los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos están atentos a sus oraciones.
Pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal”. 1 Pedro 3:10-12.
“El engaño incluye la impureza en todas sus formas. Al tolerarse un pensamiento impuro
y acariciarse un deseo no santificado, el alma se contamina y se compromete su integri-
dad”. 5T:165.
“Dejando pues toda malicia, y todo engaño, y fingimiento, y envidias, y todas las detrac-
ciones”. 1 Pedro 2:1.
“Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos
ejemplo, para que sigáis sus pisadas. El no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su
boca”. 1 Pedro 2:21-22.
“Mas sea vuestro hablar: Si, si; No, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”.
Mat. 5:37.
“Estas palabras condenan todas las frases e interjecciones insensatas que rayan en profa-
nidad. Condenan los cumplidos engañosos, el disimulo de la verdad, las frases lisonje-
ras, las exageraciones, las falsedades en el comercio que prevalecen en la sociedad y en
el mundo de los negocios. Enseñan que nadie puede llamarse veraz si trata de aparentar
lo que no es o si sus palabras no expresan el verdadero sentimiento de su corazón…
Todo cuanto hacen los cristianos debe ser transparente como la luz del sol. La verdad es
de Dios; el engaño, en cada tina de sus muchas formas, es de Satanás; el que en algo se
aparte de la verdad exacta, se somete al poder del diablo”. DMJ:60.
“Esto es lo que habéis de hacer: Hablad la verdad unos a otros, juzgad con justicia, y
buscad la paz en vuestras cortes. Y ninguno piense mal en su corazón contra su prójimo,
ni améis falso juramento, porque todo esto aborrezco —dice el Señor”. Zac. 8:16-17.
“El décimo mandamiento atraca la raíz misma de todos los pecados al prohibir el deseo
egoísta, del cual nace el acto pecaminoso”. PP:318.
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“El tentador se presentará cada día en vuestro camino con alguna excusa plausible y en-
gañosa para justificar vuestro propio servicio y complacencia”. HHD:327.
“Mirad, pues, haced como el Eterno vuestro Dios os mandó. No os apartéis a la derecha
ni a la izquierda. Andad en todo camino que el Eterno vuestro Dios os mandó, para que
viváis y os vaya bien, y prolonguéis vuestra vida en la tierra que vais a poseer”. Deut.
5:32-33.
“Porque os digo, que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y los fariseos,
no entraréis en el reino de los cielos. Oísteis que fue dicho a los antiguos: 'No matarás.
El que mata será culpado del juicio'. Pero yo os digo, cualquiera que se enoje con su her-
mano, será culpado del juicio. Cualquiera que diga a su hermano: 'Imbécil', será culpado
ante el sanedrín. Y cualquiera que le diga: 'Fatuo', estará en peligro del fuego del in-
fierno. Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar, te acuerdas que tu hermano tiene algo
contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y ve a reconciliarte primero con tu hermano.
Entonces vuelve, y ofrece tu ofrenda. Reconcíliate pronto con tu adversario mientras es-
tás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue
al guardia, y seas echado en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí, hasta que pa-
gues el último centavo.
Oísteis que fue dicho: 'No cometerás adulterio'. Pero yo os digo, el que mira a una mujer
para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es oca-
sión de caer, sácalo, y échalo de ti. Es mejor que pierdas uno de tus miembros, y no que
todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córta-
la, y échala de ti. Es mejor que pierdas uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea
echado al infierno.
También fue dicho: 'Cualquiera que se divorcia de su esposa, dele carta de divorcio'.
Pero yo os digo, el que se divorcia de su esposa, a no ser por fornicación, la expone a co-
meter adulterio. Y el que se casa con la divorciada, comete adulterio.
Además, habéis oído que fue dicho a los antiguos: 'No jurarás en falso, sino que cumpli-
rás al Señor tus juramentos'. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cie-
lo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Je-
rusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni juréis por vuestra cabeza, porque no podéis
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cambiar ni un solo cabello de blanco a negro. Sino que vuestro 'si' sea 'si', y vuestro 'no'
sea 'no'. Lo que pasa de esto, procede del maligno.
Oísteis que fue dicho a los antiguos: 'Ojo por ojo y diente por diente'. Pero yo os digo:
No resistáis al malo, antes al que te golpee en tu mejilla derecha, vuélvele también la
otra. Al que te quiera poner a pleito y quitarte la ropa, déjale también la capa. Al que te
obligue a llevar una carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que
quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.
Oísteis que fue dicho: 'Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo'. Pero yo os
digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que
os aborrecen, y orad por los que maltratan y persiguen. Para que seáis hijos de vuestro
Padre celestial, que envía su sol sobre malos y buenos, y manda lluvia sobre justos e
injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen lo
mismo los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No
hacen lo mismo los paganos? Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es per-
fecto”. Mat. 5:20-48.
“La ley de Dios, tal como se presenta en las Escrituras, es amplia en sus requerimientos.
Cada principio es santo, justo y bueno. La ley impone a los hombres obligaciones frente
a Dios. Alcanza hasta los pensamientos y sentimientos, y producirá una convicción de
pecado en todo el que esté persuadido de haber transgredido sus requerimientos. Si la
ley abarcara sólo la conducta externa, los hombres no serían culpables de sus pensa-
mientos, deseos y designios erróneos. Pero la ley requiere que el alma misma sea pura y
la mente santa, que los pensamientos y sentimientos estén de acuerdo con la norma de
amor y justicia.
En sus enseñanzas, Cristo mostró cuán abarcantes son los principios de la ley pronuncia-
dos desde el Sinaí. Hizo una aplicación viviente de aquella ley cuyos principios perma-
necen para siempre como la gran norma de justicia: la norma por la cual serán juzgados
todos en aquel gran día, cuando el juez se siente y se abran los libros. El vino para cum-
plir toda justicia y, como cabeza de la humanidad, para mostrarle al hombre que puede
hacer la misma obra, haciendo frente a cada especificación de los requerimientos de
Dios. Mediante la medida de su gracia proporcionada al instrumento humano, nadie
debe perder el cielo. Todo el que se esfuerza, puede alcanzar la perfección del carácter.
Esto se convierte en el fundamento mismo del nuevo pacto del Evangelio. La ley de Je-
hová es el árbol. El Evangelio está constituido por las fragantes flores y los frutos que
lleva”. 1MS:248-249.
“Aunque la ley es santa, los judíos no podían alcanzar la justicia por sus propio esfuer-
zos para guardarla. Los discípulos de Cristo debían buscar una justicia diferente de la
justicia de los fariseos, si querían entrar en el reino de los cielos. Dios les ofreció, en su
Hijo, la justicia perfecta de la ley. Si querían abrir sus corazones para recibir plenamente
a Cristo, entonces la vida misma de Dios, su amor, moraría en ellos, transformándolos a
su semejanza; así, por el don generoso, de Dios, poseerían la justicia exigida por la ley.
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Pero los fariseos rechazaron a Cristo; "ignorando la justicia de Dios, y procurando esta-
blecer la suya propia", no querían someterse a la justicia de Dios.
Jesús procedió entonces a mostrar a sus oyentes lo que significa observar los manda-
mientos de Dios, que son en sí mismos una reproducción del carácter de Cristo. Porque
en él, Dios se manifestaba diariamente ante ellos”. DMJ:50-51.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús; [los que no
andan según la carne, sino según el Espíritu;] porque mediante Cristo Jesús, la ley del
Espíritu que da vida, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que
era imposible a la Ley, por cuanto era débil por la carne; Dios, al enviar a su propio Hijo
en semejanza de carne de pecado, y como sacrificio por el pecado, condenó al pecado en
la carne; para que la justicia que quiere la Ley se cumpla en nosotros, que no andamos
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Rom. 8:1-4.
“Porque este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos
no son penosos”. 1 Juan 5:3.
“Oh hombre, él te ha declarado qué es bueno, ¿y qué requiere de ti el Señor sino que
obres justamente, y ames misericordia, y andes humildemente con tu Dios?”. Miq. 6:8.
“Los judíos habían pervertido de tal manera la ley, que hacían de ella un yugo esclaviza-
dor. Sus requerimientos sin sentido habían llegado a ser ludibrio entre otras naciones”.
DTG:173-174.
“Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los
hombres; mas ni aun con uno de sus dedos las quieren mover”. Mat. 23:4.
“Es el deseo y el plan de Satanás introducir entre nosotros a personas que vayan a gran-
des extremos: hombres de mentes estrechas, que son críticos e incisivos, y muy tenaces
en sostener sus propias concepciones sobre lo que la verdad significa. Serán muy exi-
gentes y tratarán de poner en vigencia deberes rigurosos, exagerando muchos asuntos de
menor importancia, mientras descuidan los problemas de más peso de la ley: el juicio y
la misericordia de Dios. Por la obra de unas pocas personas de esta clase, todo el cuerpo
de observadores del sábado será catalogado como fanático, farisaico y exagerado. Se
pensará que la obra de la verdad, a causa de estos obreros, no es digna de atención”.
Ev:158.
“En asuntos de conciencia, el alma debe ser dejada libre. Ninguno debe dominar otra
mente, juzgar por otro, o prescribirle su deber. Dios da a cada alma libertad para pensar
y seguir sus propias convicciones. "De manera que, cada uno de nosotros dará a Dios ra-
zón de sí". Ninguno tiene el derecho de fundir su propia individualidad en la de otro. En
todos los asuntos en que hay principios en juego, "cada uno esté asegurado en su
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“La fe que tú tienes, guárdala para ti ante Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo
con lo que aprueba”. Rom. 14:22.
“Y por esto, procuro yo tener siempre conciencia libre de ofensa acerca de Dios y acerca
de los hombres”. Hechos 24:16.
“El privilegio de cada uno es vivir de tal forma que Dios lo apruebe y lo bendiga. Podéis
estar frecuentemente en comunicación con el Cielo; no es la voluntad de vuestro Padre
celestial que estéis alguna vez bajo condenación en tinieblas. No es agradable a Dios que
os desmerezcáis. Debéis cultivar el respeto propio viviendo de tal modo que seáis apro-
bados por vuestra conciencia y ante los hombres y los ángeles”. AFC:142.
“¡Dichosos los perfectos de camino, los que andan en la Ley del Señor! ¡Dichosos los
que guardan sus testimonios, y con todo el corazón lo buscan! Los que andan en sus ca-
minos, no practican iniquidad”. Salmo 119:1-3.
“Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los
presentaban. Y viéndolo Jesús, se desagradó mucho, y les dijo: Dejad los niños venir a
Mí, y no se lo prohibáis; porque de los tales es el reino de Dios... Y tomándolos en los
brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía”. Mar. 10:13-16.
“Los niños son la presa legal del enemigo, porque no son súbditos de la gracia, no han
experimentado el poder purificador de Jesús, y los ángeles malvados tienen acceso a es-
tos niños; y algunos padres son descuidados y les permiten obrar con sólo poca restric-
ción. Los padres tienen una gran obra que hacer en este respecto, corrigiendo y domi-
nando a sus hijos, y luego trayéndolos a Dios y reclamando su bendición sobre ellos. Por
medio de los esfuerzos fieles e incansables de los padres, y de la bendición y de la gracia
implorada a Dios sobre los niños, se quebrantará el poder de los ángeles inicuos; se de-
rrama sobre los niños una influencia santificadora, y las potestades de las tinieblas deben
retroceder”. Review and Herald, 28-03-1893.
“Acudan las madres a Jesús con sus perplejidades. Hallarán gracia suficiente para ayu-
darles en la dirección de sus hijos. Las puertas están abiertas para toda madre que quiera
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poner sus cargas a los pies del Salvador. El que dijo: “Dejad los niños venir a Mí, y no
se lo impidáis”, sigue invitando a las madres a conducir a sus pequeñuelos para que sean
bendecidos por Él. Aun el lactante en los brazos de su madre, puede morar bajo la som-
bra del Todopoderoso por la fe de su madre que ora. Juan el Bautista estuvo lleno del
Espíritu Santo desde su nacimiento. Si queremos vivir en comunión con Dios, nosotros
también podemos esperar que el Espíritu divino amoldará a nuestros pequeñuelos, aun
desde los primeros momentos”. DTG:473.
“Dios ha colocado sobre los padres y las madres la responsabilidad de salvar sus hijos
del poder del enemigo. Esta es su tarea, una obra que no deben descuidar en forma algu-
na. Aquellos padres que tengan una conexión viva con Cristo no descansarán hasta que
vean a sus hijos seguros en el redil. Ellos harán de esto la carga de su vida”. 7T:10.
“Acudid con humildad, con un corazón lleno de ternura, presintiendo las tentaciones y
peligros que os acechan a vosotros y a vuestros hijos, y por la fe atad a estos últimos so-
bre el altar, solicitando para ellos el cuidado del Señor. Los ángeles ministradores guar-
darán los niños así dedicados a Dios. Es el deber de los padres creyentes levantar así,
mañana y tarde, por ferviente oración y fe perseverante, una valla en derredor de sus hi-
jos. Deben instruirlos con paciencia, enseñándoles bondadosa e incansablemente a vivir
de tal manera que agraden a Dios”. 1JT:147-148.
“Si los padres quieren ver un estado de cosas diferentes en su familia, que se consagren
plenamente a Dios y el Señor proporcionará caminos y medios mediante los cuales pue-
da ocurrir una transformación en sus hogares”. CN:158.
“He aquí, yo os envío a Elías el profeta, antes que venga el día de Jehová grande y terri-
ble. Él convertirá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a sus pa-
dres: no sea que yo venga, y con maldición hiera la tierra”. Mal. 4:5-6.
“Preparaos para la venida del Señor. Este es el día de la preparación. Colocad vuestros
propios corazones en orden, y obrad fervientemente por vuestros hijos. Una rendición a
Dios sin reservas derrumbará las barreras que por tanto tiempo han imposibilitado los
acercamientos de la gracia celestial. Cuando toméis la cruz y sigáis a Cristo, cuando
pongáis vuestras vidas en conformidad a la voluntad de Dios, vuestros hijos se converti-
rán”. RH, 15-07-1902.
“Así ha dicho Jehová: reprime tu voz del llanto, y tus ojos de las lágrimas; porque tu
obra será recompensada, dice el Señor, y volverán otra vez de la tierra del enemigo. Es-
peranza hay en tu fin, dice el Señor, y tus hijos volverán de nuevo a su propio término”.
Jer. 31:16-17.
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“¿Será quitada la presa al valiente? ó ¿libertaráse la cautividad legítima? Pero así dice el
Señor: aun los cautivos serán quitados al valiente, y la presa del terrible será librada; y tu
pleito yo lo pleitearé, y yo salvaré a tus hijos”. Isa. 49:24-25.
“Su mano “no se ha acortado para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír” (Isa.
59:1); y si los padres cristianos lo buscan con esmero, Él abastecerá sus labios de argu-
mentos y por amor de Su nombre obrará poderosamente en su favor convirtiendo a sus
hijos”. 5T:302.
“Si habéis fallado en vuestro deber para vuestra familia, confesad vuestros pecados de-
lante de Dios. Reunid a vuestros hijos en torno de vosotros y reconoced vuestro descui-
do. Decidles que deseáis realizar una reforma en el hogar y pedidles que os ayuden a ha-
cer del hogar lo que debiera ser. Leedles las instrucciones que se encuentran en la Pala-
bra de Dios. Orad con ellos, y pedid a Dios que les salve la vida y les ayude a prepararse
para un hogar en Su reino. En esta forma, podréis comenzar una obra de reforma y luego
continuad observando el sendero del Señor”. CN:528.
“Tratad a vuestros hijos en forma honesta y fiel. Trabajad con valor y paciencia. No te-
máis llevar ninguna cruz, no escatiméis tiempo ni trabajo, carga o sufrimiento. El futuro
de vuestros hijos dará testimonio de la calidad de vuestra labor. Vuestra fidelidad a Cris-
to hallará mejor expresión en el carácter simétrico de vuestros hijos que de cualquiera
otra manera”. 5T:37-38.
“Una familia bien ordenada y disciplinada influye más a favor del cristianismo que to-
dos los sermones que se puedan predicar”. HC:26.
“La medida de vuestro cristianismo es calibrada por el carácter de vuestra vida familiar.
La gracia de Cristo capacita a su poseedor para hacer del hogar un lugar feliz, lleno de
paz y descanso. A menos que tengáis el espíritu de Cristo, no sois suyos”. CN:454.
“Según os conduzcáis en vuestro hogar, queda anotado vuestro nombre en los libros del
cielo. El que quiera llegar a ser santo en el cielo debe ser primero santo en su propia fa-
milia”. HC:286.
“Hay pocos padres que comprendan cuán importante es dar a sus hijos la influencia de
un ejemplo piadoso... Ningún otro medio es tan efectivo para prepararlos en las líneas
correctas”. RH, 12-10-1911.
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“Que los padres vivan en el hogar la vida de Cristo, y la transformación en las vidas de
sus hijos testificará del poder de Dios, que obra milagros”. RH, 08-07-1902.
“El padre, como sacerdote del hogar, debiera tratar suave y pacientemente a sus hijos.
Debiera ser cuidadoso de no despertar en ellos un carácter combativo. No debiera permi-
tir que la transgresión siga sin ser corregida, y sin embargo hay una forma de corregir
sin despertar las peores pasiones del corazón humano. Hable con amor a sus hijos, di-
ciéndoles cuánto agraviaron al Salvador con su conducta; y después arrodíllese con ellos
delante del propiciatorio y preséntelos a Cristo, orando para que Él tenga compasión de
ellos y los guíe al arrepentimiento y a la petición de perdón. Una disciplina tal casi siem-
pre quebrantará el corazón más obstinado”. CN:268-269.
“Nunca deben los padres causar pena a sus hijos por manifestaciones de dureza o exi-
gencias que no sean razonables. La dureza empuja a las almas a la red de Satanás”.
HC:276-277.
“Algunos niños pronto olvidan algo malo que les hayan hecho sus padres, pero otros que
tienen diferente mentalidad no pueden olvidar un castigo severo e injusto que no mere-
cían. Así se les daña el alma y confunde la mente”. CN:233.
“Cuando los niños pierden su control propio, y hablan palabras apasionadas, los padres
deberían guardar silencio por un tiempo, sin reprenderlos ni condenarlos. En tales oca-
siones el silencio es oro, y hará más para causar arrepentimiento que cualquier clase de
palabras que se puedan pronunciar. Satanás está bien agradado cuando los padres irritan
a sus hijos pronunciando palabras ásperas, enojadas. Pablo nos ha amonestado en cuanto
a este punto: “Padres no provoquéis a ira a vuestros hijos, no sea que se desanimen”.
Ellos pueden estar muy equivocados, pero no podréis guiarlos a lo correcto perdiendo la
paciencia con ellos. Que vuestra calma ayude a restaurarlos a un estado mental apropia-
do”. RH, 24-01-1907.
“El amor quebranta todas las barreras. Que no haya regaño, ni órdenes dadas en voz baja
y enojada”. RH, 08-07-1902.
“Sed tan tranquilos y estad tan exentos de ira, que queden convencidos que los amáis
aunque los castiguéis”. CN:233.
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“No salga de vuestros labios una palabra de enojo, dureza o mal genio. La gracia de
Cristo espera que la demandéis. Su Espíritu dominará vuestro corazón y conciencia, pre-
sidiendo vuestras palabras y actos. No renunciéis nunca a vuestro respeto propio me-
diante palabras apresuradas y no pensadas. Procurad que vuestras palabras sean puras,
vuestra conversación santa. Dad a vuestros hijos un ejemplo de lo que deseáis que sean
ellos”. CN:204.
“Padres y madres, si salen de vuestros labios palabras ásperas estáis enseñando a vues-
tros hijos que hablen de la misma manera, y la influencia refinadora del Espíritu Santo
queda sin efecto”. CN:204.
“El peso más grande de los fastidios de la vida, de sus desgastadores cuidados diarios,
sus angustias y su irritación, son el resultado de un temperamento no controlado. La ar-
monía del círculo doméstico se rompe a menudo por una palabra apresurada y por un
lenguaje abusivo. Cuánto mejor sería si no se pronunciaran”. 4T:348.
“Nunca deberíamos perder el dominio de nosotros mismos. Mantengamos siempre de-
lante de nosotros el Modelo perfecto. Es un pecado hablar con impaciencia o mal humor,
o sentir ira aun cuando no hablemos. Debemos trabajar dignamente, y representar co-
rrectamente a Cristo. Hablar palabras airadas es como golpear un pedernal contra otro
pedernal: inmediatamente surgen las chispas de los sentimientos airados”. CN:87.
“La blanda respuesta quita la ira: mas la palabra áspera hace subir el furor”. Prov. 15:1.
“Tenemos mucho que aprender con relación a la crianza de los niños. Al enseñar a los
pequeños a hacer las cosas, no debemos regañarlos. Nunca deberíamos decir, “¿Por qué
no hiciste esto? Decid, “Niños, ayudad a la madre a hacer esto”; o, “Venid, niños, haga-
mos esto”. Acompañadlos al hacer estas cosas. Cuando terminen su trabajo, exaltadlos”.
RH, 23-06-1903.
“Una mirada de aprobación, una palabra de aliento o de encomio, será como la luz del
sol en sus corazones, a menudo haciendo que todo el día sea feliz”. MVH:173.
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“El padre debe hacer que rijan en su familia las virtudes más austeras: la energía, la inte-
gridad, la honradez, la paciencia, la diligencia y el sentido práctico. Y lo que exija de sus
hijos debe practicarlo él mismo, dando ejemplo de dichas virtudes con su comporta-
miento varonil. Pero, padres, no desalentéis a vuestros hijos. Combinad el cariño con la
autoridad, la bondad y la simpatía con la firme reprensión”. MC:303-304.
“Hágase sentir a los jóvenes que se les tiene confianza y pocos serán los que no traten de
mostrarse dignos de ella. Según el mismo principio, es mejor pedir que ordenar; así se
da oportunidad a la persona a quien uno se dirige de mostrarse fiel a los principios jus-
tos. Su obediencia es más bien resultado de su propia decisión que de la obligación”.
Ed:281-282.
“El objeto de la disciplinas educar al niño para que se gobierne solo. Se le debería ense-
ñar la confianza en sí mismo y el dominio propio. Por lo tanto, tan pronto como sea ca-
paz de comprender, se debería lograr que su razón esté de parte de la obediencia. Procú-
rese, al tratarlo, que él vea que la obediencia es justa y razonable. Ayúdesele a ver que
todas las cosas están sujetas a leyes y que la desobediencia conduce, al fin, al desastre y
el sufrimiento”. Ed:279.
“A menos que los padres hagan del primer objetivo de sus vidas guiar los pies de sus hi-
jos a la senda de la justicia desde sus primeros años, se escogerá entonces el camino
errado frente al correcto”. MVH:261.
“Instruye al niño en el camino que debe andar: y aun cuando fuere viejo no se apartará
de él”. Prov. 22:6.
“La vara y la corrección dan sabiduría: mas el muchacho dejado a sí mismo avergonzará
a su madre”. Prov. 29:15.
“Madres, estad seguras de que disciplináis debidamente a vuestros hijos durante los pri-
meros tres años de su vida. No les permitáis que formen sus deseos y apetencias. La ma-
dre debe ser la mente para su hijo. Los primeros tres años son el tiempo cuando se dobla
la diminuta rama. Las madres debieran entender la importancia que existe en ese perío-
do. Entonces es cuando se establece el fundamento.
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Si esas primeras lecciones han sido defectuosas, como sucede a menudo, por amor a
Cristo, por amor al bien futuro y eterno de vuestros hijos, procurad reparar el daño que
habéis hecho. Si habéis esperado hasta que vuestros hijos tuvieron tres años para comen-
zar a enseñarles dominio propio y obediencia, procurad hacerlo ahora, aunque será mu-
cho más duro”. CN:178.
“Muchos padres finalmente tendrán que rendir una horrible cuenta por su descuido de
sus niños. Ellos han promovido y dado cabida a sus temperamentos malos al rendirse a
sus deseos y voluntad, cuando los deseos y la voluntad de los niños deberían rendirse a
ellos. Los padres han acarreado el desagrado de Dios sobre sí y sobre sus hijos por estas
cosas. Padres, ¿habéis olvidado lo que fue escrito en la Santa Palabra: “El que reserva la
vara odia a su hijo”? se abandona a los niños en lugar de instruirlos. Se cree que los po-
bres niñitos de diez o doce meses de edad no entienden ni comprenden la corrección, y
muy jóvenes empiezan a mostrar su terquedad. Los padres les permiten dar cabida a los
malos temperamentos y pasiones sin reprimirlos o corregirlos, y al hacer esto abrigan y
nutren estas malas pasiones hasta que ellos crecen con el crecimiento de ellas y se forta-
lecen con su fortaleza”. RH, 28-03-1893.
“Debéis corregir a vuestros hijos en amor. No les permitáis hacer su voluntad hasta que
os irritéis, y entonces los castiguéis. Esa corrección solamente ayuda al mal, en lugar de
remediarla. Luego que hayáis hecho fielmente vuestro deber hacia vuestros niños, enton-
ces llevadlos a Dios, y pedidle que os ayude. Decidle que habéis hecho vuestra parte, y
luego pedid a Dios, en fe, que haga su parte, aquella que vosotros no podéis hacer. Soli-
citadle que aquiete sus temperamentos, que los haga sumisos y gentiles por su Santo Es-
píritu. Él escuchará vuestra oración. Él amará responder a vuestras oraciones”. RH, 28-
03-1893.
“Los niños deben ser llevados hasta el punto de que se sometan y obedezcan. La desobe-
diencia no debe permitirse. El pecado yace a la puerta de los padres que permiten que
sus hijos desobedezcan”. CN:79-80.
“Las reglas deberían ser poco numerosas pero bien meditadas; y una vez promulgadas,
se deberían aplicar. La mente aprende a reconocer y adaptarse a todo lo que le resulte
imposible de cambiar; por el contrario, la posibilidad de que haya complacencia despier-
ta el deseo, la esperanza y la incertidumbre, y los resultados son la inquietud, la irritabi-
lidad y la insubordinación”. Ed:282.
“No les deis ninguna cosa que pidan llorando, aun cuando vuestro corazón compasivo
desee mucho complacerlos; porque si una vez ganan la victoria mediante el llanto, espe-
rarán hacerlo una vez más”. CN:84.
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“Nunca permití que mis hijos pensaran que podían molestarme en su niñez. También
crié en mi familia a otros de otras familias, pero nunca permití que esos niños pensaran
que podían molestar a su madre. Nunca me permití decir una palabra áspera o impacien-
tarme o enojarme con los niños. Nunca llegaron al punto de provocarme a ira, ni una
sola vez. Cuando se agitaba mi espíritu o cuando me parecía que iba a perder los estri-
bos, decía: “Niños, dejemos esto en paz ahora; no diremos nada más de esto ahora. Lo
trataremos otra vez antes de acostarnos”. Teniendo todo ese tiempo para reflexionar, al
anochecer se habían aplacado y yo podía tratarlos muy bien.
Hay una forma correcta y una forma equivocada. Nunca levanté la mano a mis hijos an-
tes de hablarles. Y si se quebrantaban y si reconocían su falta (y siempre lo hicieron
cuando la presenté delante de ellos y oré con ellos) y si se sometían (siempre lo hicieron
cuando yo procedía así), entonces los tenía dominados. Nunca actuaron de otra manera.
Cuando oraba con ellos, se quebrantaban por completo, me echaban los brazos al cuello
y lloraban”. CN:237-238.
“Los niños son por naturaleza sensibles y amantes. Es fácil complacerlos, o hacerles
sentirse desdichados. Mediante una disciplina suave de palabras y actos amables, las ma-
dres pueden ligar a sus hijos con su propio corazón. Es un grave error manifestar severi-
dad y ser autoritario con los niños. La firmeza uniforme y un gobierno sereno son neces-
arios para la disciplina de toda familia. Decid con calma lo que queréis decir; obrad con
consideración, y cumplid sin desviación lo que decís”. HC:278.
“Algunos padres están sujetos a sus hijos. Temen contrariar su voluntad, y por lo tanto
ceden a lo que les exigen. Pero mientras que los hijos están bajo el techo de sus padres, y
dependen de ellos, deben estar sujetos a su voluntad. Los padres deben obrar con deci-
sión, requiriendo que se acate lo que ellos consideran correcto”. 1JT:76.
“No hay maldición más grande en una casa que la de permitir a los niños que hagan su
propia voluntad. Cuando los padres acceden a todos los deseos de sus hijos y les permi-
ten participar en cosas que reconocen perjudiciales, los hijos pierden pronto todo respeto
por sus padres, toda consideración por la autoridad de Dios o del hombre, y son llevados
cautivos de la voluntad de Satanás”. PP:626.
“Elí fue maldecido de Dios porque no refrenó a sus hijos inicuos en forma pronta y deci-
dida”. 4T:651.
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“El Señor no justificará el mal gobierno de los padres. Hoy día centenares de hijos hin-
chen las filas del enemigo, viviendo y obrando apartados de los propósitos de Dios. Son
desobedientes, ingratos, no son santos; pero el pecado yace a la puerta de sus padres. Pa-
dres cristianos, millares de hijos perecen en sus pecados debido al fracaso de sus padres
en el sabio manejo del hogar”. CN:169.
“Ni una partícula de desacuerdo debería ser mostrada por los padres en el manejo de sus
niños. Los padres han de actuar juntos como una unidad. No debe existir división. Pero
muchos padres obran con propósitos encontrados, y de esta manera los niños son perju-
dicados por el manejo incorrecto. Si los padres no están de acuerdo, que se ausenten de
la presencia de sus niños hasta que lleguen a un acuerdo”. RH, 30-03-1897.
“Los padres, como fieles mayordomos de la multiforme gracia de Dios, deben hacer pa-
ciente y amorosamente la obra a ellos encomendada... Todo debe hacerse con fe. Deben
orar constantemente para que Dios imparta su gracia a sus hijos. Nunca debieran llegar a
cansarse, impacientarse o irritarse con su obra. Deben aferrarse estrechamente de sus hi-
jos y de Dios”. 3CBA:1172.
“Debiéramos orar a Dios mucho más de lo que lo hacemos. Hay gran fortaleza y bendi-
ción al orar juntos en familia con nuestros hijos y para ellos. Cuando mis hijos han co-
metido errores y he hablado con ellos bondadosamente y luego he orado con ellos, nun-
ca he encontrado la necesidad de castigarlos después. Su corazón se conmovía de ternura
delante del Espíritu Santo que venía en respuesta a la oración”. CN:497.
“No os impacientéis con vuestros hijos cuando yerran. Cuando los corrijáis, no les ha-
bléis abrupta y duramente. Esto los confunde y les hace temer decir la verdad”. CN:139.
“Cuando los niños han cometido una falta, ellos mismos están convictos de su pecado y
se sienten humillados y desasosegados. Reprenderlos frecuentemente por sus faltas, dará
como resultado hacerlos tercos y enconados”. CN:232.
“Demandad obediencia en vuestra familia, pero al hacer esto, buscad al Señor con vues-
tros hijos y pedidle que venga y dirija. Vuestros hijos quizá hayan hecho algo que de-
mande castigo, pero si los tratáis con el espíritu de Cristo, los brazos de ellos ceñirán
vuestro cuello, se humillarán delante del Señor y reconocerán su error. Eso es suficiente.
Entonces no necesitan castigo. Agradezcamos al Señor porque ha abierto el camino por
el cual podemos llegar hasta cada alma”. CN:228.
“La lección que se debe enseñar a los niños es que sus errores y faltas han de ser presen-
tados a Jesús en la misma niñez de su vida. Enseñadles a pedir perdón diariamente por
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cualquier error que hayan cometido y que Jesús oye la oración sencilla del corazón arre-
pentido, y los perdonará y recibirá”. CN:467-468.
“Nunca digáis a vuestros hijos: “No puedo tolerarte”. Mientras tengamos acceso al trono
de Dios, como padres debiéramos avergonzarnos de pronunciar tales palabras. Clamad a
Jesús y Él os ayudará a conducir a vuestros pequeños a Dios”. CN:222.
“Cuando se presenta una emergencia, preguntad: “Señor, ¿qué debo hacer ahora?” si os
negáis a inquietaros o a reñir, el Señor os mostrará el camino. Él os enseñará a usar el ta-
lento del habla de una manera tan cristiana que la paz y el amor reinarán en el hogar”.
CMPA:147.
“Padres y madres, si salen de vuestros labios palabras ásperas estáis enseñando a vues-
tros hijos que hablen de la misma manera, y la influencia refinadora del Espíritu Santo
queda sin efecto”. CN:202.
“Si perdéis vuestro temperamento, perdéis aquello que ninguna madre o padre puede
arriesgar perder el respeto de vuestros hijos. Nunca regañéis, no permitáis la irritación
en el hogar. Nunca deis a vuestro hijo un golpe apasionado, a menos que deseéis que
aprenda a reñir y a pelear. Como padres, ocupáis el lugar de Dios para vuestros niños, y
debéis estar en guardia.
Padres, nunca actuéis por impulso. Nunca corrijáis vuestro niño cuando estéis enojados;
porque si hacéis esto, lo moldearéis de acuerdo a vuestra propia imagen a ser impulsi-
vos, pasional e irrazonable. Podéis ser firmes sin tratamientos violentos y sin regaños”.
RH, 28-07-1910.
“Y todos tus hijos serán enseñados del Señor; y grande será la paz de tus hijos”. Isa.
54:13.
“A los padres les es posible echar para sus hijos los cimientos de una vida sana y feliz.
Pueden darles en el hogar la fuerza moral necesaria para resistir a la tentación, así como
valor y fuerza para resolver con éxito los problemas de la vida. Pueden inspirarles el
propósito, y desarrollar en ellos la facultad de hacer de sus vidas una honra para Dios y
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una bendición par el mundo. Pueden enderezar los senderos para que caminen en días de
sol como en días de sombra hacia las gloriosas alturas celestiales”. MC:271.
“Entonces vi a otro ángel que volaba por el cielo, con el evangelio eterno para predicarlo
a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz:
‘¡Reverenciad a Dios y dadle honra, porque ha llegado la hora de su juicio! Y adorad al
que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas’. Un segundo ángel lo si-
guió, diciendo: ‘¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia!, porque ha dado a beber a todas
las naciones del vino del furor de su fornicación’. Y el tercer ángel los siguió diciendo a
gran voz: ‘Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe su marca en su frente o en
su mano, éste también beberá del vino de la ira de Dios, vaciado puro en la copa de su
ira. Y será atormentado con fuego y azufre ante los santos ángeles y ante el Cordero. Y
el humo de su tormento sube para siempre jamás. Y los que adoran a la bestia y a su
imagen, y los que reciben la marca de su nombre, no tienen reposo ni de día ni de noche.
¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los Mandamientos de Dios y la fe
de Jesús!”. Apoc. 14:6-12.
“Me fueron mostrados tres escalones: los mensajes del primer ángel, del segundo y del
tercero. Dijo mi ángel acompañantes. ‘¡Ay de aquel que mueva un bloque o clavija de
estos mensajes! La verdadera comprensión de esos mensajes es de importancia vital. El
destino de las almas depende de la manera en que son recibidos’”. PE:258.
“Asimismo los que no tuvieron experiencia en los mensajes del primer ángel y del se-
gundo deben recibirlos de otros que participaron en aquella experiencia y estuvieron al
tanto de los mensajes. Así como Jesús fue rechazado, vi que los mensajes han sido re-
chazados. Y como los discípulos declararon que no hay salvación en otro nombre que
haya sido dado a los hombres debajo del cielo, así también deben los siervos de Dios
amonestar fiel e intrépidamente a los que abrazan tan sólo una parte de las verdades rela-
cionadas con el mensaje del tercer ángel, haciéndoles saber que deben aceptar gustosa-
mente todos los mensajes como Dios los ha dado, o no tener participación en el asunto”.
PE:187-188.
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“Muchos de los que aceptaban el tercer mensaje no habían tenido experiencia en los dos
anteriores. Satanás comprendió esto, y fijó en ellos su ojo maligno para vencerlos; pero
el tercer ángel dirigía la atención de ellos hacia el lugar santísimo, y los que habían teni-
do experiencia en los mensajes anteriores les indicaban el camino del santuario celestial.
Muchos percibieron el perfecto eslabonamiento de verdades en los mensajes angélicos, y
aceptándolos gozosamente uno tras otro, siguieron al Señor por la fe en el santuario ce-
leste. Estos mensajes me fueron representados como un áncora para el pueblo de Dios.
Quienes los comprendan y acepten quedarán libres de verse arrastrados por los muchos
engaños de Satanás”. PE:256.
El tercer ángel los dirigía hacia el Lugar Santísimo donde está la ley, bajo el trono de
misericordia (propiciatorio). Aquellos que habían experimentado el Evangelio podían
mostrarles cómo entrar al santuario mediante el arrepentimiento, la sumisión, el lava-
miento de los pecados, mediante la sangre de Cristo y la regeneración por el agua y el
Espíritu. Entonces, mediante el ministerio de Jesús en el Lugar Santo recibirían el Es-
píritu Santo en la vida, serían alimentados con el pan espiritual y por medio de Cristo
obrando en ellos su justicia, vivirían su carácter, cumpliendo así los justos requerimien-
tos de la ley.
“Y vi otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predi-
carlo a los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo”. Apoc.
14:6.
“Se nos ha comisionado salir y a predicar el Evangelio a toda criatura. Debemos llevar a
los perdidos las buenas nuevas de que Cristo puede perdonar el pecado, él puede renovar
la naturaleza, puede cubrir el alma con las vestiduras de su justicia, puede atraer el peca-
dor a su mente recta, y enseñarle y habilitarlo para que sea un obrero juntamente con
Dios”. FEC:19.
“El Evangelio no ha de ser presentado como una teoría sin vida, sino como una fuerza
viva para cambiar la vida. Dios desea que los que reciben su gracia sean testigos de su
poder”. DTG:766.
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
el que cree; primero al judío y también al griego. Porque en el evangelio la justicia que
viene de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’”. Rom.
1:16-17.
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“Por nosotros mismos somos incapaces de hacer bien; pero lo que nosotros no podemos
hacer será hecho por el poder de Dios en toda alma sumisa y creyente. Fue mediante la
fe como fue dado el hijo de la promesa. Es por la fe como se engendra la vida espiritual,
y somos capacitados para hacer las obras de justicia”. DTG:73.
“Las provisiones inagotables del cielo están a las órdenes de ellos. Cristo les da el alien-
to de su propio Espíritu, la vida de su propia vida. El Espíritu Santo dispone sus energías
más excelsas para obrar en el corazón y en la mente”. 6T:306.
“El poder regenerador que ningún ojo humano puede ver, engendra una vida nueva en el
alma; crea un nuevo ser conforme a la imagen de Dios. Aunque la obra del Espíritu es
silenciosa e imperceptible, sus efectos son manifiestos. Cuando el corazón ha sido reno-
vado por el Espíritu de Dios, el hecho se manifiesta en la vida”. CC:56.
“Cuando vivamos por la fe en el Hijo de Dios, los frutos del Espíritu se verán en nuestra
vida; no faltará uno solo… La vida de Cristo en vosotros produce los mismos frutos que
en él. Viviendo en Cristo, adhiriéndoos a Cristo, sostenidos por Cristo, recibiendo ali-
mento de Cristo, lleváis fruto según la semejanza de Cristo”. DTG:630-631.
“Cuando sus palabras de instrucción han sido recibidas, y han tomado posesión de noso-
tros, Jesús es para nosotros una presencia permanente, que gobierna nuestros pensamien-
tos, ideas y acciones. Somos imbuidos de la instrucción del mayor Maestro que el mun-
do conoció jamás. Un sentido de responsabilidad humana y de influencia humana da ca-
rácter a nuestros puntos de vista con respecto a la vida y a los deberes diarios. Cristo Je-
sús lo es todo para nosotros: el primero, el último, el mejor en todas las cosas. Jesucristo,
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su espíritu, su carácter, da color a todas las cosas; es la trama y urdimbre, la misma tex-
tura de nuestro ser entero. Las palabras de Cristo son espíritu y son vida. No podemos,
pues, centralizar nuestros pensamientos en el yo; no somos ya nosotros los que vivimos,
sino que Cristo vive en nosotros, y él es la esperanza de gloria. El yo está muerto, pero
Cristo es un Salvador vivo. Al continuar mirando a Jesús, reflejamos su imagen hacia to-
dos los que nos rodean. No podemos detenernos a considerar nuestros desalientos, o aun
a hablar de ellos; pues un cuadro más agradable atrae nuestra vista: el precioso amor de
Jesús. Él vive en nosotros por la palabra de verdad”. TM:395-396.
“Dios les ofreció, en su Hijo, la justicia perfecta de la ley. Si querían abrir sus corazones
para recibir plenamente a Cristo, entonces la vida misma de Dios, su amor, moraría en
ellos, transformándolos a su semejanza; así, por el don generoso, de Dios, poseerían la
justicia exigida por la ley. Pero los fariseos rechazaron a Cristo; ‘ignorando la justicia de
Dios, y procurando establecer la suya propia’, no querían someterse a la justicia de Dios.
Jesús procedió entonces a mostrar a sus oyentes lo que significa observar los manda-
mientos de Dios, que son en sí mismos una reproducción del carácter de Cristo. Porque
en él, Dios se manifestaba diariamente ante ellos”. DMJ:50-51.
“El misterio que había estado oculto desde los siglos y generaciones, y que ahora ha sido
manifestado a sus santos; a quienes Dios quiso dar a conocer entre los gentiles, las rique-
zas de la gloria de este misterio, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Col.
1:26-27.
“Las almas que exponían la semejanza de Satanás, han sido transformadas a la imagen
de Dios. Este cambio es en sí el milagro de los milagros. Es un cambio obrado por la Pa-
labra, uno de los más profundos misterios de la Palabra. No lo podemos comprender;
sólo podemos creer, según lo declara la Escritura, que es ‘Cristo en vosotros, la esperan-
za de la gloria’.
El conocimiento de este misterio es la clave de todos los demás. Abre al alma los tesoros
del universo, las posibilidades de un desarrollo infinito”. Ed:168.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas”. 2 Cor. 5:17.
“Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconci-
liar consigo todas las cosas, así lo que está en la tierra como lo que está en los cielos, ha-
ciendo la paz mediante la sangre de su cruz”. Col. 1:19-20.
“Si hoy mantenéis una relación correcta con Dios, estaréis preparados en caso de que
Cristo venga hoy”. ELC:227.
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“Pero gracias a Dios, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de cora-
zón a aquel modelo de enseñanza al cual estáis entregados; y liberados del pecado, ha-
béis llegado a ser siervos de la justicia”. Rom. 6:17-18.
“Para que andéis como es digno del Señor, a fin de agradarle en todo, para que fructifi-
quéis en toda buena obra, y crezcáis en el conocimiento de Dios. Fortaleceos con todo
poder, conforme a la potencia de su gloria, para que tengáis paciencia y longanimidad”.
Col. 1:10-11.
“Ruego, que vuestro amor abunde aún más y más, en ciencia y discernimiento, para que
aprobéis lo mejor, que seáis sinceros y sin culpa para el día de Cristo, llenos de los fru-
tos de la justicia, que viene por medio de Jesucristo, a gloria y alabanza de Dios”. Fil.
1:9-11.
“Dar gloria a Dios es revelar su carácter en el nuestro, y de esta manera hacerlo cono-
cer”. 7CBA:990.
“No podemos santificar su nombre ni representarlo ante el mundo, a menos que en nues-
tra vida y carácter representemos la vida y el carácter de Dios. Esto podrá hacerse única-
mente cuando aceptemos la gracia y la justicia de Cristo”. DMJ:92.
“La religión de Cristo significa más que el perdón del pecado; significa la extirpación de
nuestros pecados y el henchimiento del vacío con las gracias del Espíritu Santo. Signifi-
ca iluminación divina, regocijo en Dios. Significa un corazón despojado del yo y bende-
cido con la presencia permanente de Cristo. Cuando Cristo reina en el alma, hay pureza,
libertad del pecado. Se cumple en la vida la gloria, la plenitud, la totalidad del plan
evangélico. La aceptación del Salvador produce un resplandor de perfecta paz, y amor
perfecto, de perfecta seguridad. La belleza y fragancia del carácter de Cristo, reveladas
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en la vida, testifican que Dios ha enviado ciertamente a su Hijo al mundo, para ser su
Salvador. Cristo no pide que sus seguidores luchen por brillar. El dice: Dejad que brille
vuestra luz. Si habéis recibido la gracia de Dios, la luz está en vosotros. Quitad los impe-
dimentos, y la gloria del Señor se revelará. La luz brillará, para penetrar y disipar las ti-
nieblas. No podéis dejar de brillar en vuestra esfera de influencia.
La revelación de su propia gloria en la forma humana, acercará tanto el cielo a los hom-
bres que la belleza que adorne el templo interior se verá en toda alma en quien more el
Salvador. Los hombres serán cautivados por la gloria de un Cristo que mora en el cora-
zón. Y en corrientes de alabanza y acción de gracias procedentes de muchas almas así
ganadas para Dios, la gloria refluirá al gran Dador. PVGM:345-346.
“Aquellos que esperan la venida del Esposo han de decir al pueblo: ‘¡Veis aquí el Dios
vuestro!’ Los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que
ha de darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios han de
manifestar su gloria. En su vida y carácter han de revelar lo que la gracia de Dios ha he-
cho por ellos.
La luz del Sol de Justicia ha de brillar en buenas obras, en palabras de verdad y hechos
de santidad”. PVGM:342.
“Nos acercamos al juicio, y los que llevan el mensaje de amonestación al mundo deben
tener manos limpias y corazones puros. Deben tener una relación viva con Dios. Los
pensamientos deben ser puros y santos, y el alma debe estar incontaminada; el cuerpo, el
alma y el espíritu deben ser una ofrenda pura y limpia a Dios, o de otra manera él no la
aceptará”. TM:433.
“Dici8endo en alta voz: Temed a Dios, y dadle gloria; porque la hora de su juicio es ve-
nida; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas”.
Apoc. 14:7.
“Entonces vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él. De su presencia hu-
yeron la tierra y el cielo, y no fueron hallados más. Y vi también a los muertos, grandes
y pequeños, de pie ante el trono. Los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el
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Libro de la Vida. Y los muertos fueron juzgados, según sus obras, por las cosas que esta-
ban escritas en los libros”. Apoc. 20:11-12.
“Porque es tiempo de que el juicio empiece por la casa de Dios. Y si empieza primero
por nosotros, ¿cuál será el fin de los que no obedecen al evangelio de Dios? Y si el justo
con dificultad se salva, ¿qué será del infiel y el pecador?”. 1 Pedro 4:17-18.
“Solo una profesión no basta. Los nombres están grabados en los libros de la iglesia en
la tierra, pero no están en el libro de la vida”. 1T:504.
“A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos los
que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él. Empezando con
los que vivieron los primeros en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos de cada
generación sucesiva, y termina con los vivos.
Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres
que serán aceptados, y otros rechazados. En caso de que alguien tenga en los libros de
memoria pecados de los cuales no se haya arrepentido y que no hayan sido perdonados,
su nombre será borrado del libro de la vida, y la mención de sus buenas obras será borra-
da de los registros de Dios. El Señor declaró a Moisés: ‘Al que haya pecado contra mí, a
éste borraré de mi libro’. (Éxodo 32:33, V.M.) Y el profeta Ezequiel dice: ‘Si el justo se
apartare de su justicia, y cometiere maldad, ... todas las justicias que hizo no vendrán en
memoria’. (Eze. 18:4).
A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y que hayan acepta-
do con fe la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les ha inscrito el perdón
frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a ser partícipes de la justicia
de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y
ellos mismos serán juzgados dignos de la vida eterna”. CS:536-537.
“Yo, yo soy el que borro tus transgresiones por amor de mí; y no me acordaré de tus pe-
cados”. Isa. 43:25.
“Así, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, y vengan los
tiempos del refrigerio de la presencia del Señor; y él envíe a Jesucristo, designado de
antemano”. Hechos 3:19-20.
“Ahora es el tiempo cuando debemos confesar y olvidar nuestros pecados, para que sean
juzgados con anticipación, y borrados. Ahora es el momento cuando debemos limpiar-
nos "de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el te-
mor de Dios" (2 Cor. 7:1) ... ¿Cuál es la defensa del pueblo de Dios en este tiempo? Una
relación viviente con el cielo. Si deseamos habitar a salvo de la pestilencia malsana, si
deseamos ser preservados de peligros visibles e invisibles, debemos ocultarnos en Dios;
debemos asegurarnos el cuidado protector de Jesús y los santos ángeles (RH, 19-11-
1890)” ELC:348.
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“El gran juicio se ha estado llevando a cabo, y desde hace algún tiempo. Ahora el Señor
dice: Mide el templo y a los que adoran en él. Mientras recorréis las calles haciendo
vuestros negocios, recordad que Dios os está midiendo; mientras desempeñáis vuestros
deberes en el hogar, mientras conversáis, Dios os está midiendo. Recordad que vuestras
palabras y acciones están siendo fotografiadas en los libros del cielo, así como el artista
reproduce el rostro en la placa pulida...
Esta es la obra que se lleva a cabo: medir el templo y a los que adoran en él para ver
quiénes permanecen firmes en el último día. Los que permanezcan firmes tendrán una
cómoda entrada en el reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Cuando hagamos
nuestra obra recordemos que hay Uno que está observando el espíritu con que la estamos
haciendo. ¿No haremos que el Señor nos acompañe en nuestra vida cotidiana, en nuestra
obra secular y en nuestros deberes domésticos? Entonces debemos abandonar en el nom-
bre de Dios todo lo que no es necesario, todas las murmuraciones [y] visitas inútiles, y
presentarnos como siervos del Dios viviente (MS 4, 1888)”. 7CBA:983.
“Todos los caminos del hombre son limpios en su opinión; mas el Señor pesa los espíri-
tus”. Prov. 16:2.
“No son los resultados que alcanzamos, sino los motivos por los cuales obramos, lo que
más importa a Dios. Él aprecia sobre todo la bondad y la fidelidad”. OE:282.
“Como seguidores de Cristo examinemos nuestro corazón como con una lámpara encen-
dida para que veamos qué clase de espíritu nos mueve. Para nuestro bien presente y
eterno, examinemos nuestras acciones para ver cómo están a la luz de la ley de Dios,
pues esa ley es nuestra norma. Cada uno examine su propio corazón (Carta 22, 190l)”.
7CBA:997.
“Podemos medirnos a nosotros por nosotros mismos, podemos compararnos entre noso-
tros mismos; quizá digamos que nos portamos tan bien como éste o aquél, pero la pre-
gunta por la que se demandará una respuesta en el juicio es: ¿Llenamos los requisitos de
las demandas del alto cielo? ¿Alcanzamos la norma divina? ¿Están en armonía nuestros
corazones con el Dios del cielo?”. 1MS:377.
“Pero el Señor respondió a Samuel: ‘No mires su parecer, ni su gran estatura, porque yo
lo desecho. Porque el Eterno no mira lo que el hombre mira. El hombre mira lo que está
ante sus ojos, pero el Señor mira el corazón’”. 1 Sam. 16:7.
“La ley de Dios llega hasta los sentimientos y los motivos, tanto como a los actos exter-
nos. Revela los secretos del corazón proyectando luz sobre cosas que antes estaban se-
pultadas en tinieblas. Dios conoce cada pensamiento, cada propósito, cada plan, cada
motivo. Los libros del cielo registran los pecados que se hubieran cometido si hubiese
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habido oportunidad. Dios traerá a juicio toda obra, con toda cosa encubierta. Con su ley
mide el carácter de cada hombre. Así como el artista transfiere al lienzo los rasgos del
rostro, así también los rasgos del carácter de cada individuo son transferidos a los libros
del cielo. Dios tiene una fotografía perfecta del carácter de cada hombre, y compara esa
fotografía con su ley. El revela al hombre los defectos que echan a perder su vida, y lo
exhorta a que se arrepienta y se aparte del pecado (ST, 31-07-1901)”. 5CBA:1061.
“Es natural que tengamos un concepto más elevado de nosotros mismos que el que debe-
mos tener. Pero aunque nos es penoso conocernos a nosotros mismos como somos real-
mente, sin embargo debiéramos orar para que Dios nos revele a nosotros la forma en que
él nos ve. Pero no debiéramos cesar de orar una vez que hayamos pedido sencillamente
una revelación de nosotros mismos. Debiéramos orar para que Jesús nos sea revelado
como un Salvador que perdona los pecados. Cuando vemos a Jesús tal como es, debieran
despertarse en nuestro corazón deseos fervientes de ser librados del yo para poder ser
llenos con toda la plenitud de Cristo. Cuando experimentemos esto, nos haremos el bien
mutuamente, y usaremos todos los medios a nuestro alcance para llegar a la piedad. De-
bemos limpiar nuestra alma de toda inmundicia de la carne y del espíritu, y perfeccionar
la santidad en el temor de Dios”. 1MS:367.
“Sus ojos ven todo acto, escudriñan cada rincón de la mente, detectan todo engaño y
toda hipocresía. Todas las cosas están desnudas y abiertas ante la vista de Dios”.
AFC:292.
“Y a sus hijos heriré de muerte. Así todas las iglesias sabrán que Yo Soy el que sondeo
la mente y el corazón. Y daré a cada uno según sus obras”. Apoc. 2:23.
“Dios está tamizando ahora a su pueblo, poniendo a prueba sus propósitos y sus moti-
vos. Muchos resultarán ser solo tamo, sin valor en ellos”. 4T:51.
“No es la posición, no es la sabiduría finita, no son las cualidades, no son los dones de
una persona los que la colocan en eminencia en la estima de Dios. El intelecto, la razón,
los talentos de los hombres son los dones de Dios que han de ser empleados para la glo-
ria divina, para la edificación de su reino eterno. Lo que es de valor a la vista del cielo
es el carácter espiritual y moral, y éste es el que sobrevivirá a la tumba y será hecho glo-
rioso con inmortalidad por los siglos infinitos de la eternidad ... Tan sólo los que han
apreciado la gracia de Cristo, que los ha hecho herederos de Dios y coherederos con Je-
sús, se levantarán de la tumba llevando la imagen de su Redentor”. 1MS:302-303.
“Al acercarnos al juicio, cada uno manifestará su verdadero carácter y quedará claro a
cuál grupo pertenece”. 1T:100.
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“Vi que muchos caerán de entrar al reino. Dios está examinando y probando a Su pueblo
y muchos no soportarán la prueba del carácter, el escrutinio de Dios”. 1T:533.
“Aun los pensamientos deben ser puestos en sujeción a la voluntad de Dios y los senti-
mientos bajo el control de la razón y la religión. No se nos dio nuestra imaginación para
que le permitamos correr a rienda suelta y salirse con la suya, sin realizar ningún esfuer-
zo para restringirla y disciplinarla. Si los pensamientos son malos, los sentimientos serán
malos; y los pensamientos y los sentimientos combinados forman el carácter moral (RH,
21-04-1885)”. ELC:164.
“La ley requiere que el alma misma sea pura y la mente santa, que los pensamientos y
sentimientos estén de acuerdo con la norma de amor y justicia”. 1MS:248.
“Cuando se aman y acarician malos pensamientos, por muy en secreto que sea, dijo Je-
sús, se demuestra que el mal reina todavía en el corazón. El alma sigue sumida en hiel
de amargura y sometida a la iniquidad. El que halla placer espaciándose en escenas im-
puras, cultiva malos pensamientos y echa miradas sensuales, puede contemplar en el pe-
cado visible, con su carga de vergüenza y aflicción desconsoladora, la verdadera natura-
leza del mal que lleva oculto en su alma. El momento de tentación en que posiblemente
se caiga en pecado gravoso no crea el mal que se manifiesta; sólo desarrolla o revela lo
que estaba latente y oculto en el corazón. ‘Porque cual es su pensamiento en su corazón,
tal es él’, ya que del corazón ‘mana la vida’”. DMJ:54.
“Porque no hay cosa oculta, que no haya de ser manifestada; ni cosa escondida, que no
haya de ser entendida, y de venir a luz”. Luc. 8:17.
“Dice el salmista: "La ley de Jehová es perfecta" ( Salmo 19:7). ¡Cuán maravillosa es la
ley de Jehová en su sencillez, su extensión y perfección! Es tan breve, que podemos fá-
cilmente aprender de memoria cada precepto, y sin embargo tan abarcante como para
expresar toda la voluntad de Dios y tener conocimiento no sólo de las acciones externas,
sino de los pensamientos e intenciones, los deseos y emociones del corazón. Las leyes
humanas no pueden hacer esto. Sólo pueden tratar con las acciones externas. Un hombre
puede ser transgresor y, sin embargo, puede ocultar sus faltas de los ojos humanos. Pue-
de ser criminal, ladrón, asesino o adúltero, pero mientras no sea descubierto, la ley no
puede condenarlo como culpable. La ley de Dios toma en cuenta los celos, la envidia, el
odio, la malignidad, la venganza, la concupiscencia y la ambición que agitan el alma,
pero que no han hallado expresión en acciones externas porque ha faltado la oportunidad
aunque no la voluntad. Y se demandará cuenta de esas emociones pecaminosas en el día
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cuando "Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o
sea mala". (Ecle. 12:14)”. 1MS:254-255.
“Hay dos clases de personas en el mundo hoy día, y tan sólo dos clases serán reconoci-
das en el juicio: la que viola la ley de Dios y la que la obedece. Cristo da la prueba me-
diante la cual se ha de comprobar nuestra lealtad o deslealtad. ‘Si me amáis -dice él-
guardad mis mandamientos... El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquel es el
que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré
a él... El que no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no es mía
sino del Padre que me envió’. ‘Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor;
como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor’”.
PVGM:226.
“Un segundo ángel lo siguió, diciendo: ‘¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia!, porque
ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación’”. Apoc. 14:8.
“Se dice que Babilonia es ‘madre de las rameras’. Sus hijas deben simbolizar las iglesias
que se atienen a sus doctrinas y tradiciones, y siguen su ejemplo sacrificando la verdad y
la aprobación de Dios, para formar alianza ilícita con el mundo. El mensaje de Apocalip-
sis 14, que anuncia la caída de Babilonia, debe aplicarse a comunidades religiosas que
un tiempo fueron puras y luego se han corrompido”. CS:433.
“¿En qué consiste ese vino? En sus doctrinas falsas. Ha dado al mundo un día de reposo
falso en lugar del verdadero del cuarto mandamiento, y ha repetido la falsedad que Sata-
nás comunicó a Eva en el Edén: la inmortalidad natural del alma. Ha esparcido amplia-
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“Si nos alejamos del testimonio de la Palabra de Dios y aceptamos falsas doctrinas por-
que nuestros padres las enseñaron, caemos bajo la condenación pronunciada contra Ba-
bilonia; estamos bebiendo del vino de sus abominaciones”. CS:592.
“Todos aquellos que aceptan la autoridad humana, las costumbres de la iglesia, o las tra-
diciones de los padres, presten atención a la amonestación que encierran las palabras de
Cristo: ‘En vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres’”.
DTG:364.
“No deberíamos permitir que ningún argumento del hombre nos desvíe de la profunda
investigación de la verdad bíblica. Las opiniones y las costumbres de los hombres no se
deben recibir como autoridad divina. Dios ha revelado en su Palabra cuál es el deber
pleno del hombre, y no se nos debe separar de la gran norma de la justicia. Él envió a su
Hijo unigénito para que fuera nuestro ejemplo, y nos ordena escucharle y seguirle. No
debemos ser influenciados a alejarnos de la verdad como es en Jesús, a causa de que los
profesos hombres buenos impongan sus ideas sobre las patentes declaraciones de la Pa-
labra de Dios”. FEC:128.
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y vanas sutilezas, según la tradición
de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo”. Col. 2:8.
“Vivimos en un siglo de grandes luces; pero mucho de aquello que es llamado luz es
sólo una puerta abierta a la sabiduría y a los artificios de Satanás. Muchas de las cosas
que se presentaron como verdad será necesario considerarlas cuidadosamente y con mu-
cha oración, porque pueden ser astucias del enemigo. A menudo, el camino del error pa-
rece paralelo al sendero de la verdad. Resulta difícil distinguirlo del camino que conduce
a la santidad y al cielo; pero la mente alumbrada por el Espíritu Santo puede ver que di-
cho sendero se aparta del buen camino. Después de cierto tiempo, los dos caminos están
muy separados uno del otro”. 3JT:268-269.
“No basta tener buenas intenciones; no basta tampoco hacer lo que se cree justo o lo que
los ministros dicen serlo. La salvación de nuestra alma está en juego y debemos escudri-
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ñar por nuestra cuenta las Santas Escrituras. Por arraigadas que sean las convicciones de
un hombre, por muy seguro que esté que el pastor sabe lo que es verdad, nada de esto
debe servirle de fundamento. El tiene un mapa en el cual van consignadas todas las indi-
caciones del camino para el cielo y no tiene por qué hacer conjeturas”. CS:656.
“A medida que nos acerquemos al fin del tiempo, la falsedad estará tan mezclada con la
verdad que únicamente los que tengan la dirección del Espíritu Santo podrán distinguir
la verdad del error. Necesitamos esforzarnos para mantenernos en el camino del Señor.
En ningún caso debemos apartarnos de su dirección para poner nuestra confianza en los
hombres”. 7CBA:918-919.
“Dios puede enseñaros en un momento, por su Espíritu Santo, más de lo que podríais
aprender de los grandes hombres de la tierra”. TM:116.
“Estos fueron más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la Palabra de todo cora-
zón, y examinaban cada día las Escrituras, para ver si esas cosas eran así”. Hechos
17:11.
“Si hay un punto de verdad que no comprendéis, en el cual no estáis de acuerdo, investi-
gad, comparad texto con texto, introducid profundamente el barreno de la verdad en la
mina de la Palabra de Dios. Debéis colocaros a vosotros mismos y vuestras opiniones en
el altar de Dios, poner a un lado vuestras ideas preconcebidas y dejar que el Espíritu del
cielo os guíe a toda verdad”. 1MS:483.
“Él (Satanás) obrará con todo el engaño de la injusticia para mezclar errores y opiniones
incorrectos dentro de la obra de Dios y forzar a los hombres a asumir posiciones falsas”.
5T:606.
“No olvidéis que una de las artimañas más peligrosas que Satanás haya preparado para
la iglesia se manifestará a través de sus propios miembros”. 5T:451.
Pág. 138
“Hubo también falsos profetas en el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros,
que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y negarán al Señor que los resca-
tó, atrayendo sobre sí mismos repentina destrucción”. 2 Pedro 2:1.
“Puede ser que los agentes destructores ya estén siendo adiestrados bajo el mando de
Satanás y que solo esperen la desaparición de unos pocos portaestandartes más para to-
mar su lugar y con la voz del falso profeta clamar, ‘paz, paz’, cuando el Señor no ha pro-
nunciado la paz”. 5T:73.
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque mu-
chos falsos profetas son salidos en el mundo”. 1 Juan 4:1.
“Toda clase de fanatismo y teorías erróneas, que pretenden ser la verdad, serán introdu-
cidas en el pueblo remanente de Dios”. 2MS:14.
“Con el fin de sostener doctrinas erróneas o prácticas anticristianas, hay quienes toman,
pasajes de la Sagrada Escritura aislados del contexto, no citan tal vez más que la mitad
de un versículo para probar su idea, y dejan la segunda mitad que quizá hubiese probado
todo lo contrario. Con la astucia de la serpiente se encastillan tras declaraciones sin ila-
ción, entretejidas de manera que favorezcan sus deseos carnales. Es así como gran nú-
mero de personas pervierten con propósito deliberado la Palabra de Dios. Otros, dotados
de viva imaginación, toman figuras y símbolos de las Sagradas Escrituras y los interpre-
tan según su capricho, sin parar mientes en que la Escritura declara ser su propio intér-
prete; y luego presentan sus extravagancias como enseñanzas de la Biblia”. CS:575.
“No que haya otro, sino que hay algunos que os inquietan, y quieren pervertir el evange-
lio de Cristo”. Gal. 1:7.
“[Se cita Isa. 5: 19-23.] A fin de exaltar sus propias opiniones, los que aquí se represen-
tan emplean un razonamiento que no está autorizado por la Palabra de Dios. Andan a la
luz de las antorchas que han encendido. Mediante sus razonamientos engañosos confun-
den la distinción que Dios desea que se haga entre lo bueno y lo malo. Se rebaja lo
sagrado colocándolo al mismo nivel de las cosas comunes. La avaricia y el egoísmo re-
ciben nombres falsos: se los llama prudencia. Su actitud independiente y rebelde, su
venganza y terquedad son, ante sus ojos, pruebas de dignidad, evidencias de un pensa-
miento noble. Proceden como si el ignorar las cosas divinas no fuera peligroso y aun fa-
tal para el alma; y prefieren sus propios razonamientos antes que la revelación divina,
sus propios planes y sabiduría humana antes que las admoniciones y las órdenes de
Dios. La piedad y rectitud de otros son llamadas fanatismo, y los que practican la verdad
y la santidad son vigilados y criticados. Ridiculizan a los que enseñan y creen en el mis-
terio de la piedad: ‘Cristo en vosotros, la esperanza de gloria’. No disciernen los princi-
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pios que sostienen estas cosas, y continúan en su mal camino, dejando abiertas las defen-
sas para que Satanás encuentre fácil acceso al alma (RH 22-12-1896)”. 4CBA:1160.
“Porque ésos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan de apóstoles de
Cristo. Y no es de extrañar, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Así, no
es mucho si también sus ministros se disfrazan de ministros de justicia. Pero su fin será
conforme a sus obras”. 2 Cor. 11:13-15.
“Porque manifiesta es la ira de Dios del cielo contra toda impiedad e injusticia de los
hombres, que detienen la verdad con injusticia”. Rom. 1:18.
“El que admite la verdad mientras sigue en la injusticia, que declara creerla, y sin em-
bargo la hiere cada día por su vida inconsecuente, se entrega al servicio de Satanás, y
lleva almas a la ruina”. 5T:133.
“Los enemigos de Cristo son muchos, los cuales aunque pretenden ser justos, no tienen
la justicia de Cristo. Se disfrazan de ángeles de luz, pero son ministros de pecado”.
TM:236.
“Las multitudes se niegan a recibir las verdades bíblicas porque éstas contrarían los de-
seos de los corazones pecaminosos y mundanos; y Satanás les proporciona los engaños
en que se complacen… Satanás trata continuamente de atraer la atención hacia los hom-
bres en lugar de atraerla hacia Dios. Hace que el pueblo considere como sus guías a los
obispos, pastores y profesores de teología, en vez de estudiar las Escrituras para saber
por sí mismo cuáles son sus deberes. Dirigiendo luego la inteligencia de esos mismos
guías, puede entonces también encaminar las multitudes a su voluntad”. CS:652-653.
“Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina; antes, teniendo comezón
de oír, se amontonarán maestros conforme a sus pasiones, apartarán de la verdad el oído,
y se volverán a las fábulas”. 2 Tim. 4:3-4.
tes evidencias que sustenten las doctrinas fundamentales que nos han conducido hasta
donde ahora estamos, sobre la plataforma de la verdad eterna”. 2MS:452-453.
“Jesús respondió: ‘Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi Nombre,
diciendo: Yo soy el Cristo, y a muchos engañarán’”. Mat. 24:4-5.
“A nuestro alrededor abundan las doctrinas espurias, la falsa piedad, y la fe apócrifa.
Vendrán maestros vestidos como ángeles de luz, y si es posible engañarán a los mismos
escogidos. Los jóvenes necesitan aprender todo lo que puedan acerca de la verdad sino
quieren ser engañados por la cadena de falsedad que Satanás forjará. Necesitan vivir a la
luz de la justicia de Cristo. Necesitan estar arraigados y fundados en la verdad a fin de
impartir a otros la luz que reciban”. Ev:267.
“Las doctrinas falsas socavarán los fundamentos de muchos, porque no han aprendido a
discernir la verdad del error”. 2MS:66-67.
“Nuestros hijos debieran ser instruidos de tal modo que lleguen a conocer perfectamente
la Palabra de Dios, a fin de ser capaces de saber cuando se lee una parte de la Escritura y
se deja de leer otra parte a fin de causar una falsa impresión (Manuscrito 153, 1899)”.
Ev:429.
“El Espíritu de Dios ha iluminado toda Página de la Sagrada Escritura, pero hay perso-
nas sobre las cuales ésta hace poca impresión, porque es imperfectamente comprendida.
Cuando venga el zarandeo, por la introducción de falsas teorías, estos lectores superfi-
ciales, que no están anclados en ningún lugar, serán como la arena movediza”. TM:112.
“Se producirán algunas terribles caídas entre aquellos que piensan estar firmes porque
tienen la verdad; pero no la tienen como es en Jesús”. 5T:509.
“Dios despertará a sus hijos; si otros medios fracasan, se levantarán herejías entre ellos,
que los zarandearán, separando el tamo del trigo”. 5T:662.
“Sé que después de mi partida entrarán entre vosotros lobos rapaces, que no perdonarán
el rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que enseñarán cosas per-
versas, para arrastrar a los discípulos en pos de sí. Por tanto, velad, acordándoos que por
tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno”. Hechos
20:29-31.
“Todo viento de doctrina estará soplando. Todo lo que pueda ser zarandeado será zaran-
deado y solamente aquellas cosas que no puedan ser zarandeadas permanecerán. Satanás
Pág. 141
está haciendo los esfuerzos más desesperados para inducir las almas a colocarse bajo su
bandera, y todos cuantos se rindan a sus engaños, pelearán contra los siervos del Prínci-
pe Emanuel. Nuestra salvaguardia en estos días de peligro radica en la vigilancia y en la
oración”. RH, 06-11-1883.
“No hay seguridad en ninguna otra parte. Satanás ha descendido con gran poder y traba-
ja con toda su capacidad de engaño e injusticia. Los que no siguen en los pasos de Cristo
se encontrarán siguiendo a otro dirigente. Han escuchado voces extrañas hasta que no
pueden distinguir la voz del verdadero Pastor. Poco a poco dejaron de escuchar las ad-
vertencias, los reproches, las instrucciones. Tomaron la sabiduría humana y siguieron los
productos de la imaginación. Se confía mucho en los esfuerzos e invenciones humanos,
y los hombres avanzan imperceptiblemente por ese camino hasta que están plenamente
satisfechos con su propia sabiduría, sus propias invenciones, y están llenos con sus pro-
pias obras”. AFC:214.
“Entonces, si alguien os dijera: 'Aquí está el Cristo, o allí', no creáis. Porque se levanta-
rán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, para engañar, si
fuera posible, aun a los elegidos”. Mat. 24:23-24.
“Entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el aliento de su boca,
y destruirá con el resplandor de su venida. La aparición de ese inicuo es obra de Satanás,
con gran poder, señales y prodigios mentirosos, y con todo tipo de maldad, que engaña a
los que se pierden. Se pierden porque rehusaron amar la verdad, para ser salvos. Por eso,
Dios les envía un poderoso engaño, para que crean a la mentira; para que sean condena-
dos todos los que no quisieron creer a la verdad, antes se complacieron en la maldad”. 2
Tes. 2:8-12.
“No debemos confiar en las pretensiones de los hombres. Pueden, como Cristo lo indica,
profesar hacer milagros en la curación de los enfermos. ¿Es esto digno de admiración,
cuando detrás está el gran engañador, el obrador de milagros que incluso hará descender
fuego del cielo ante la vista de los hombres?
Tampoco podemos confiar en las impresiones. La voz o el espíritu que diga a los hom-
bres: ‘No estás obligado a obedecer la ley de Dios; eres santo y no tienes pecados’,
mientras esa persona está pisoteando la ley divina, no es la voz de Jesús; porque él de-
clara: ‘Yo he guardado los mandamientos de mi Padre’ (Juan 15:10).
Y Juan testifica: ‘El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es
mentiroso, y la verdad no está en él’. (1 Juan 2:4)”. 2MS:56.
“Si hacemos lo mejor que podemos para presentar la verdad en su carácter conmovedor,
oponiéndonos a las opiniones e ideas de otros, será mal interpretada, mal aplicada y de-
formada ante los que fomentan el error, a fin de hacerla aparecer objetable. Hay pocos a
quienes presentéis la verdad que no hayan estado bebiendo del vino de Babilonia. Les es
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“El mundo está pereciendo por falta del Evangelio. Hay hambre de la Palabra de Dios.
Hay pocos que predican esa Palabra sin mezclarla con la tradición humana. Aunque los
hombres tienen la Biblia en sus manos, no reciben las bendiciones que Dios ha colocado
en ella para los que la estudian. El Señor invita a sus siervos a llevar su mensaje a la
gente. La Palabra de vida eterna debe ser dada a aquellos que están pereciendo en sus
pecados”. PVGM:180-181.
“Mientras habían estado con él, los discípulos se habían sentido con frecuencia perplejos
a causa de las enseñanzas de los sacerdotes y fariseos, pero habían llevado sus perpleji-
dades a Jesús. Él les había presentado las verdades de la Escritura en contraste con la
tradición. Así había fortalecido su confianza en la Palabra de Dios, y en gran medida los
había libertado del temor de los rabinos y de su servidumbre a la tradición”. DTG:315.
“Hay camino que al hombre parece derecho; pero su fin son caminos de muerte”. Prov.
14:12.
“La ignorancia no disculpa el error ni el pecado, cuando se tiene toda oportunidad de co-
nocer la voluntad de Dios. Tomemos el caso de un hombre que estando de viaje llega a
un punto de donde arrancan varios caminos en direcciones indicadas en un poste. Si no
se fija en éste y escoge el camino que mejor le parezca, por sincero que sea, es más que
probable que errará el rumbo”. CS:655-656.
Recordemos que el joven rico, Nicodemo, las vírgenes fatuas, el hombre sin vestido de
bodas y los tibios, todos eran sinceros y creían que eran justos.
“Porque testifico en favor de ellos, que tienen celo por Dios, pero sin pleno conocimien-
to. Por ignorar la justicia de Dios, y procurar establecer la suya propia, no se han sujeta-
do a la justicia de Dios”. Rom. 10:2-3.
“Muchos de los que profesan seguir a Cristo no tienen una religión genuina. No revelan
en sus vidas el fruto de la verdadera conversión. Están controlados por los mismos hábi-
tos, por el mismo espíritu de crítica y de egoísmo, los cuales los controlaban antes de
que aceptaran a Cristo”.
“Porque ‘si algún hombre está en Cristo, él es una nueva criatura: las cosas viejas pasa-
ron; he aquí todas las cosas han sido hechas nuevas’. Aquello que era objetable en el ca-
rácter es purificado del alma por el amor de Jesús. Todo egoísmo es expulsado, toda en-
vidia, toda palabra inicua es desarraigada, y se efectúa una transformación radical en el
corazón”. RH, 22-07-1890.
“Debemos saber lo que debemos hacer para ser salvos … Debemos cumplir las condi-
ciones trazadas en la Palabra de Dios, o morir en nuestros pecados. Debemos saber qué
cambios morales es esencial hacer en nuestro carácter, por la gracia de Cristo, a fin de
ser aptos para las mansiones celestiales”. 5T:505.
“Para poder hacer frente a los requerimientos de la ley, nuestra fe debe aferrarse de la
justicia de Cristo, aceptándola como su justicia. Mediante la unión con Cristo, mediante
la aceptación de su justicia por la fe, podemos ser hechos idóneos para realizar las obras
de Dios, para ser colaboradores con Cristo. Si estáis dispuestos a ser llevados a la deriva
con la corriente del mal y a no cooperar con los instrumentos celestiales para restringir
la transgresión en vuestras familias y en la iglesia, a fin de que pueda enseñorearse la
justicia eterna, no tenéis fe. La fe obra por el amor y purifica el alma. Mediante la fe, el
Espíritu Santo obra en el corazón para producir allí la santidad. Pero esto no puede ha-
cerse, a menos que el instrumento humano colabore con Cristo. Sólo podremos ser he-
chos idóneos para el cielo mediante la obra del Espíritu Santo en el corazón, pues debe-
mos tener la justicia de Cristo como nuestro salvoconducto si hemos de tener acceso al
Padre. A fin de que tengamos la justicia de Cristo, necesitamos ser transformados diaria-
mente por la influencia del Espíritu para ser participantes de la naturaleza divina. La
obra del Espíritu Santo es elevar los gustos, santificar el corazón, ennoblecer a todo el
hombre”. 1MS:439.
“Pablo era consciente en su persecución de los primeros cristianos; pero su celo cons-
ciente en una mala causa no santificaba sus acciones, ni lo colocaba a favor con Dios. Él
creía que estaba haciendo un buen servicio. Pero ‘el que confía en su propio corazón es
un necio’. Nosotros debemos poner a prueba nuestra conciencia por la Palabra de Dios”.
RH, 10-02-1891.
Pág. 144
“Eva creyó realmente las palabras de Satanás, pero esta creencia no la salvó de la pena
del pecado. No creyó en las palabras de Dios, y esto la condujo a su caída. En el juicio
final, los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira,
sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la
verdad”. PP:38.
“Si tan sólo los hombres quisieran estudiar el Libro de Dios orando fervientemente por
comprenderlo, no serían dejados en las tinieblas para recibir doctrinas falsas. Pero como
rechazan la verdad, resultan presa fácil para la seducción”. CS:578.
“Los que tienen una oportunidad de oír la verdad, y sin embargo no se esfuerzan por oír-
la ni comprenderla, pensando que si no oyen no serán responsables, serán considerados
culpables ante Dios lo mismo como si la hubieran oído y rechazado. No habrá excusa
para los que elijan caminar en el error cuando podrían haber entendido lo que es la ver-
dad. Jesús, en sus sufrimientos y muerte, ha hecho expiación para todos los pecados de
ignorancia; pero no se ha preparado remedio para la ceguera voluntaria”. 5CBA:1118.
“Si no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado, mas ahora no tienen
excusa de su pecado”. Juan 15:22.
“La atención de cuantos aceptan este mensaje se dirige hacia el lugar santísimo, donde
Jesús está de pie delante del arca, realizando su intercesión final por todos aquellos para
quienes hay todavía misericordia, y por los que hayan violado ignorantemente la ley de
Dios. Esta expiación es hecha tanto para los justos muertos como para los justos vivos.
Incluye a todos los que murieron confiando en Cristo, aunque, por no haber recibido luz
acerca de los mandamientos de Dios, hubiesen pecado ignorantemente al transgredir sus
preceptos.
Después que Jesús abrió la puerta del lugar santísimo, vióse la luz del sábado, y el pue-
blo de Dios fue probado, como antiguamente lo fueron los hijos de Israel, para ver si
quería guardar la ley de Dios”. PE:254.
“Dijo el ángel: ‘Si viene la luz, y es desechada o rechazada, entonces viene la condena-
ción y desaprobación de Dios; pero antes que llegue la luz, no hay pecado, pues no hubo
luz que rechazar’”. 1T:116.
“Los hombres no serán juzgados por la luz que nunca tuvieron. Pero aquellos que han
guardado el domingo y que han sido advertidos de este error, pero que no quisieron abrir
los ojos para contemplar las cosas maravillosas que emanan de la ley, serán juzgados de
acuerdo con la luz que les llegó (RH, 13-09-1898)”. 5CBA:1119.
Pág. 145
“El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace”. Santiago 4:17.
“Nadie que no reconozca el cuarto mandamiento, luego de ser iluminado con relación a
las demandas del sábado, puede ser considerado inocente a la vista de Dios”. 4T:247.
“Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la
santificación, y por fin la vida eterna”. Rom. 6:22.
“¿Qué es santificación? Es darse uno mismo en forma plena y sin reserva alma, cuerpo y
espíritu a Dios; tratar justamente; amar la misericordia, y andar humildemente con Dios;
conocer y hacer la voluntad de Dios sin tomar en consideración el yo o el interés propio;
tener una mente celestial, pura, generosa (desprovista del yo), santa y sin mancha ni
arruga”. NEV:212.
“La santificación es un estado de santidad, externo e interno, siendo santo y sin reserva
para el Señor, no en forma, sino en verdad. Toda impureza de pensamiento y toda pasión
lasciva separan al alma de Dios; porque Cristo nunca puede colocar su túnica de justicia
sobre un pecador, para ocultar su deformidad”. NEV:214.
“La santificación bíblica implica obediencia a los requerimientos de Dios. Cristo no mu-
rió para salvar a nadie en la polución del pecado. Él vino a ‘salvar a su pueblo de sus pe-
cados’, para que ‘la justicia de la ley pudiera ser cumplida’ en sus seguidores”. ST, 10-
02-1888.
“Pero gracias a Dios, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de cora-
zón a aquel modelo de enseñanza al cual estáis entregados; y liberados del pecado, ha-
béis llegado a ser siervos de la justicia”. Rom. 6:17-18.
“La verdadera santificación es nada más y nada menos que amar a Dios con todo el co-
razón, caminar en sus mandamientos y estatutos sin mácula. La santificación no es una
emoción sino un principio de origen celestial que pone todas las pasiones y todos los de-
seos bajo el control del Espíritu de Dios; y esta obra es realizada por medio de nuestro
Señor y Salvador”. FO:89.
Pág. 146
“La vida cristiana es una vida de entrega diaria, de sumisión y de triunfo continuo”.
4CBA:1176.
“La santificación no es obra de un momento, una hora, o un día, sino de toda la vida. No
se la consigue por medio de un feliz arranque de los sentimientos, sino que es el resulta-
do de morir constantemente al pecado y vivir cada día para Cristo. No pueden corregirse
los males ni producirse reformas en el carácter por medio de esfuerzos débiles e intermi-
tentes. Solamente venceremos mediante un prolongado y perseverante trabajo, penosa
disciplina y duro conflicto. No sabemos en el día actual cuán intenso será nuestro con-
flicto en el siguiente. Mientras reine Satanás, tendremos que dominarnos a nosotros mis-
mos y vencer los pecados que nos rodean; mientras dure la vida, no habrá un momento
de descanso, un lugar al cual podamos llegar y decir: Alcancé plenamente el blanco. La
santificación es el resultado de la obediencia prestada durante toda la vida”. HAp:447-
448.
“Como hijos obedientes, no os conforméis con los malos deseos que teníais cuando esta-
bais en vuestra ignorancia; sino que así como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra conducta”. 1 Pedro 1:14-15.
“Mediante el plan de redención, Dios ha provisto medios para vencer cada rasgo peca-
minoso y resistir cada tentación, no importa cuán poderosa sea”. 1MS:94.
“Cristo dijo: ‘Al que venza, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he
vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono’ (Apoc. 3:21). ¿Está usted vencien-
do, o está siendo vencido por su propia concupiscencia, apetitos y pasiones?”. 5T:482.
“En esta guerra no hay descargo de la obligación; el esfuerzo debe ser continuo y perse-
verante”. 8T:313.
“Desde la cruz hasta la corona hay una obra sincera y ferviente que hacer. Está la lucha
con el pecado instintivo, está la batalla contra el mal externo”. RH, 29-11-1887.
“Cada día debe renovar su consagración, cada día debe batallar contra el pecado. Los há-
bitos antiguos, las tendencias hereditarias hacia el mal, se disputarán el dominio, y
contra ellos debe siempre velar, apoyándose en el poder de Cristo para obtener la victo-
ria”. HAp:380.
“Nadie es un cristiano vivo a menos que tenga una experiencia diaria en las cosas de
Dios y practique diariamente la abnegación al llevar alegremente la cruz y seguir a Cris-
to. Cada cristiano ha de avanzar diariamente en la vida divina”. 2T:448.
“Las gracias del Espíritu madurarán en vuestro carácter. Se aumentará vuestra fe, vues-
tras convicciones se profundizarán, vuestro amor se perfeccionará. Reflejaréis más y
más la semejanza de Cristo en todo lo que es puro, noble y bello”. HHD:34.
“Corra una fe viva cual hilo de oro, en toda la ejecución de los deberes aun más humil-
des. Entonces toda la tarea diaria promoverá el crecimiento cristiano. Habrá una conti-
nua contemplación de Jesús. El amor por él dará fuerza vital a cuanto se emprenda. Y
así, mediante el uso debido de nuestros talentos, podemos unirnos por medio de una ca-
dena de oro al mundo más elevado. Esta es la verdadera santificación; porque la santifi-
cación consiste en la alegre ejecución de los deberes diarios en perfecta obediencia a la
voluntad de Dios”. PVGM:294.
“No hay excusa para el pecado o por la indolencia. Jesús ha señalado el camino, y desea
que sigamos sus pisadas. Él ha sufrido. Él se ha sacrificado como ninguno de nosotros
puede hacerlo, para poder poner la salvación a nuestro alcance. No necesitamos desani-
marnos. Jesús vino a nuestro mundo para poner a disposición del hombre el poder di-
vino, a fin de que mediante su gracia pudiéramos ser transformados a su semejanza.
Cuando está en el corazón el propósito de obedecer a Dios, cuando se realizan esfuerzos
con ese fin, Jesús acepta esta disposición y esos esfuerzos como el mejor servicio del
hombre, y suple la deficiencia con su propio mérito divino. Pero no aceptará a los que
pretenden tener fe en El y sin embargo son desleales a los mandamientos de su Padre.
Oímos hablar mucho acerca de la fe, pero necesitamos oír mucho más acerca de las
obras. Muchos están engañando a sus propias almas al vivir una religión cómoda, com-
placiente, sin cruz”. FO:50.
“Se ha dispuesto gracia abundante para que el alma creyente pueda ser preservada del
pecado, pues todo el cielo, con sus recursos ilimitados, ha sido colocado a nuestra dispo-
sición”. 1MS:461.
“Yo puedo hacer todas las cosas por medio de Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13.
“Cristo es el gran almacén del cual podemos extraer en cada ocasión fortaleza y felici-
dad”. MGD:259.
“Dios está obrando constantemente para suplir las deficiencias humanas. Aun el arrepen-
timiento es suscitado a través de la aplicación de la gracia. El corazón natural no siente
la necesidad del arrepentimiento. Las lágrimas que caen de los ojos del hombre a causa
del dolor por su pecaminosidad y por la simpatía hacia los demás pecadores, surgen sin
mandato alguno. Ellas son como rocío proveniente de unos ojos que pertenecen a Dios.
Los suspiros del hombre son solamente indicaciones del profundo sentir en un corazón
que pertenece a Dios. Las buenas resoluciones que hacemos son sólo la expresión de de-
seos que son suyos … No deberíamos tomar crédito alguno para nosotros mismos por al-
guna cosa que pudiéramos hacer”. RH, 01-12-1904.
Pág. 149
“De él viene que vosotros estéis en Cristo Jesús, quien nos fue hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: ‘El que se gloria,
gloríese en el Señor’”. 1 Cor. 1:30-31.
“Vuestra esperanza no está en vosotros; está en Cristo. Vuestra debilidad está unida a su
fuerza, vuestra ignorancia a su sabiduría, vuestra fragilidad a su eterno poder”. CC:70.
“Él vela sobre vosotros y si estáis dispuestos a dejaros guiar por él, os rodeará de in-
fluencias para el bien que os capacitarán para cumplir la totalidad de su voluntad respec-
to de vosotros”. MJ:17.
“Todo lo que pertenece a la vida y a la piedad nos fue dado por su divino poder, por el
conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y virtud”. 2 Pedro 1:3.
“Hay muchos quienes murmuran contra Dios en sus corazones. Ellos dicen: ‘Heredamos
la naturaleza caída de Adán, y no somos responsables por nuestras imperfecciones natu-
rales”. ST, 29-08-1892.
“Jesús ha hecho amplia provisión para todas las debilidades naturales, para que podamos
vencer por medio de su gracia”. RH, 24-05-1887.
“Cuando fraguamos excusas para justificar el egoísmo, los malos pensamientos y las
malas palabras, estamos educando el alma para el mal, y si proseguimos haciéndolo, lle-
gará a ser un hábito ceder a la tentación. Entonces estaremos en el terreno de Satanás,
vencidos, débiles y sin valor”. 2MS:270.
“Dios no desea entrar en la mínima componenda con el pecado. Si pudiese haberlo he-
cho, Cristo no hubiera necesitado venir a nuestro mundo para sufrir y morir”.
5CBA:1118.
“El ideal de Dios para sus hijos es más elevado de lo que puede alcanzar el más sublime
pensamiento humano. ‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto’. Esta orden es una promesa. El plan de redención contempla nuestro
completo rescate del poder de Satanás. Cristo separa siempre del pecado al alma contri-
ta. Vino para destruir las obras del diablo, y ha hecho provisión para que el Espíritu San-
to sea impartido a toda alma arrepentida, para guardarla de pecar. La intervención del
tentador no ha de ser tenida por excusa para cometer una mala acción. Satanás se alegra
cuando oye a los que profesan seguir a Cristo buscando excusas por su deformidad de
carácter. Son estas excusas las que inducen a pecar. No hay disculpa para el pecado. Un
Pág. 150
temperamento santo, una vida semejante a la de Cristo, es accesible para todo hijo de
Dios arrepentido y creyente”. DTG:277-278.
“Cristo ama a su iglesia. Dará toda la ayuda necesaria a los que pidan fortaleza para de-
sarrollar un carácter cristiano. Pero su amor no es debilidad. No transigirá con sus peca-
dos, ni les dará prosperidad mientras sigan una conducta torcida. Sus pecados serán per-
donados sólo en virtud de un fiel arrepentimiento; porque Dios no cubrirá el mal con el
manto de su justicia. Honrará el servicio fiel. Bendecirá abundantemente a los que reve-
lan a sus semejantes su justicia, su misericordia y su amor. Que los que entran en su ser-
vicio anden delante de él en verdadera humildad, siguiendo fielmente sus pisadas, ateso-
rando los santos principios que perdurarán por las edades eternas. Que demuestren, me-
diante la palabra y la acción, que obedecen las leyes que se obedecen en el cielo”.
HHD:15.
“Yo debo hablar la verdad a todos. Los que han aceptado la luz de la Palabra de Dios,
nunca, nunca han de dejar la impresión en las mentes humanas de que Dios tolerará sus
pecados”. 1MS:135.
“Jesús está ahora en el lugar santísimo para presentarse por nosotros delante de Dios.
Allí no cesa momento tras momento de presentar a su pueblo completo en él; pero por-
que somos presentados así ante el Padre celestial, no debemos imaginarnos que debemos
abusar de su misericordia y volvernos descuidados, indiferentes y desenfrenados. Cristo
no es ministro de pecado. Somos completos en él, aceptados en el Amado, pero sólo si
permanecemos en él por fe (ST, 04-07-1892)”. 7CBA:945.
“Pero al paso que Dios puede ser justo y sin embargo justificar al pecador por los méri-
tos de Cristo, nadie puede cubrir su alma con el manto de la justicia de Cristo mientras
practique pecados conocidos, o descuide deberes conocidos. Dios requiere la entrega
completa del corazón antes de que pueda efectuarse la justificación. Y a fin de que el
hombre retenga la justificación, debe haber una obediencia continua mediante una fe ac-
tiva y viviente que obre por el amor y purifique el alma… A fin de que el hombre sea
justificado por la fe, la fe debe alcanzar un punto donde domine los afectos e impulsos
del corazón; y mediante la obediencia, la fe misma es hecha perfecta”. 1MS:429.
con Dios: es la entrega total del corazón y la vida para que revelen los principios del cie-
lo”. DTG:509.
“Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su corazón, la voluntad se fu-
siona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los pensamientos se suje-
tan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vestidos con el manto de su justi-
cia. Entonces, cuando el Señor nos contempla, él ve no el vestido de hojas de higuera, no
la desnudez y deformidad del pecado, sino su propia ropa de justicia, que es la perfecta
obediencia a la ley de Jehová”. PVGM:253-254.
“La religión del Evangelio es Cristo en la vida, un principio vivo y activo. Es la gracia
de Cristo revelada en el carácter y desarrollada en las buenas obras”. PVGM:316.
“La justicia exterior da testimonio de la justicia interior. El que es justo por dentro, no
muestra corazón duro ni falta de simpatía, sino que día tras día crece a la imagen de
Cristo y progresa de fuerza en fuerza. Aquel a quien la verdad santifica, tendrá dominio
de sí mismo y seguirá en las pisadas de Cristo hasta que la gracia dé lugar a la gloria. La
justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la cual somos santifi-
cados es impartida. La primera es nuestro título al cielo; la segunda, nuestra idoneidad
para el cielo (RH, 4 de Junio de 1895)”. MJ:32. [Nota del Compilador: La palabra co-
rrecta es ‘título’ y no ‘derecho’].
“Recibiendo su justicia que nos imparte mediante el poder transformador del Espíritu
Santo, llegamos a ser como él”. 6CBA:1098.
“El orgullo, el egoísmo y la ambición deben ser vencidos; debéis ser absorbidos en la
voluntad de Cristo. Toda la vida debe convertirse en un constante sacrificio de amor,
todo acto una manifestación de amor y toda palabra una expresión de amor. De la misma
manera que la savia de la vid circula a través de los tallos y los racimos, desciende a las
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fibras más bajas y alcanza a la hoja más alta, la gracia y el amor de Cristo deben arder y
llenar el alma, enviando sus virtudes a todo el ser y saturando toda manifestación del
cuerpo y la mente. Carta 14, 1887”. HHD:78.
“Que os dé, conforme a la riqueza de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hom-
bre interior por su Espíritu. Que habite Cristo por la fe en vuestro corazón, para que,
arraigados y fundados en amor, podáis comprender bien con todos los santos, la anchura
y la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo, y conocer ese amor que su-
pera a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Efe. 3:16-
19.
“Las inagotables reservas del cielo están a las órdenes de ellos. Cristo les da el aliento de
su propio Espíritu, la vida de su propia vida. El Espíritu Santo dispone de sus energías
más excelsas para obrar en el corazón y en la mente”. 6T:306.
“Así pues no hay nada en nosotros mismos de que jactarnos. No tenemos motivo para
ensalzarnos. El único fundamento de nuestra esperanza es la justicia de Cristo imputada
a nosotros y la que produce su Espíritu obrando en nosotros y por nosotros”. CC:63.
“Que el Señor nos dé poder para crucificar el yo y nacer de nuevo, a fin de que Cristo
pueda vivir en nosotros como principio vivo, activo, capaz de mantenernos en la santi-
dad”. 9T:151.
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Las cosas viejas pasaron,
todo es nuevo”. 2 Cor. 5:17.
“Así como el viento es invisible y, sin embargo, se ven y se sienten claramente sus efec-
tos, así obra el Espíritu de Dios en el corazón humano. El poder regenerador que ningún
ojo humano puede ver, engendra una vida nueva en el alma; crea un nuevo ser conforme
a la imagen de Dios. Aunque la obra del Espíritu es silenciosa e imperceptible, sus efec-
tos son manifiestos. Cuando el corazón ha sido renovado por el Espíritu de Dios, el he-
cho se manifiesta en la vida. Al paso que no podemos hacer nada para cambiar nuestro
corazón, ni para ponernos en armonía con Dios, al paso que no debemos confiar para
nada en nosotros ni en nuestras buenas obras, nuestras vidas han de revelar si la gracia
de Dios mora en nosotros. Se notará un cambio en el carácter, en las costumbres y ocu-
paciones. La diferencia será muy clara e inequívoca entre lo que han sido y lo que son.
El carácter se da a conocer, no por las obras buenas o malas que de vez en cuando se eje-
cutan, sino por la tendencia de las palabras y de los actos en la vida diaria”. CC:56-57.
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“Los hijos de Dios no son aquellos cuyos corazones conmueve el Espíritu, ni los que de
vez en cuando se entregan a su poder, sino los que son guiados por el Espíritu”.
DMJ:126.
“No deis un mentís a vuestra profesión de fe por vuestra impaciencia, enojo y descon-
tento. Manifiéstense las gracias del Espíritu en forma de bondad, mansedumbre, toleran-
cia, alegría y amor. Véase que el amor de Cristo es un motivo perdurable; que vuestra
religión no es una vestimenta que se puede sacar o poner de acuerdo con las circunstan-
cias, sino un principio tranquilo, firme, inmutable. ¡Con dolor afirmo que el orgullo, la
incredulidad y el egoísmo, como un inmundo cáncer, están minando la piedad vital del
corazón de más de un profeso cristiano! Cuando se los juzgue de acuerdo con sus obras,
cuántos aprenderán, demasiado tarde, que su religión no fue sino un reluciente engaño,
no reconocido por Jesucristo”. AFC:169.
“Jesús no vino a salvar a los hombres en sus pecados, sino de sus pecados. ‘El pecado es
la transgresión de la ley’, y si fallamos en obedecer la ley, no aceptamos a nuestro Salva-
dor. La única esperanza de salvación que tenemos es a través de Cristo. Si su Espíritu
mora en el corazón, el pecado no puede permanecer allí”. RH, 16-03-1886.
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, lue-
go todos son muertos”. 2 Cor. 5:14.
“Ruego, que vuestro amor abunde aún más y más, en ciencia y discernimiento, para que
aprobéis lo mejor, que seáis sinceros y sin culpa para el día de Cristo, llenos de los fru-
tos de la justicia, que viene por medio de Jesucristo, a gloria y alabanza de Dios”. Fil.
1:9-11.
“Todos deben obtener una experiencia viva para sí mismos; deben tener a Cristo entroni-
zado en el corazón, su Espíritu debe controlar los afectos, o la profesión de fe no tendrá
valor y la condición de las personas será aun peor que si nunca hubiesen oído la verdad”.
5T:582-583.
“Satanás engaña a muchos con la plausible teoría de que el amor de Dios hacia sus hijos
es tan grande que excusará el pecado de ellos”. PP:560.
“Los espiritistas hacen hincapié en el amor como si fuese atributo principal de Dios,
pero lo rebajan hasta hacer de él un sentimentalismo enfermizo y hacen poca distinción
entre el bien y el mal. La justicia de Dios, su reprobación del pecado, las exigencias de
su santa ley, todo eso lo pierden de vista”. CS:614.
“Dios nos ha dado preciosas promesas de su amor, pero no hemos de atribuir a Jehová
una ternura que lo induzca a pasar por alto la culpabilidad y a cerrar los ojos ante la ini-
quidad”. 1MS:365.
“La religión que hace del pecado un asunto liviano, espaciándose en el amor de Dios ha-
cia el pecador sin tener en cuenta sus acciones, sólo consigue estimular al pecador a
creer que Dios le recibirá aunque continúe haciendo lo que sabe que es pecado. Esto es
lo que están haciendo algunos que profesan creer la verdad presente. Mantienen la ver-
dad apartada de la vida, y ésta es la razón por la cual no tiene poder para convencer y
convertir el alma”. 5T:509.
“Hay quienes han conocido el amor perdonador de Cristo y desean realmente ser hijos
de Dios; sin embargo, reconocen que su carácter es imperfecto y su vida defectuosa, y
están propensos a dudar de que sus corazones hayan sido regenerados por el Espíritu
Santo. A los tales quiero decirles que no se abandonen a la desesperación. Tenemos a
menudo que postrarnos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y erro-
res; pero no debemos desanimarnos. Aun si somos vencidos por el enemigo, no somos
arrojados, ni abandonados, ni rechazados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios e
intercede por nosotros. Dice el discípulo amado: "Estas cosas os escribo, para que no pe-
quéis. Y si alguno pecare, abogado tenemos para con el Padre, a saber, a Jesucristo el
Justo" (1 Juan 2:1). Y no olvidéis las palabras de Cristo: "Porque el Padre mismo os
ama' (Juan 16:27). El quiere que os reconciliéis con él, quiere ver su pureza y santidad
reflejadas en vosotros. Y si tan sólo queréis entregaros a él, el que comenzó en vosotros
la buena obra la perfeccionará, hasta el día de Jesucristo. Orad con más fervor; creed
más plenamente. A medida que desconfiemos de nuestra propia fuerza, confiaremos en
el poder de nuestro Redentor, y luego alabaremos a Aquel que es la salud de nuestro ros-
tro”. CC:64.
“Dios no nos abandona por causa de nuestros pecados. Quizás hayamos cometido erro-
res y contristado a su Espíritu, pero cuando nos arrepentimos y acudimos a El con cora-
zón contrito, no nos desdeña. Hay estorbos que deben ser removidos. Se han fomentado
sentimientos equivocados y ha habido orgullo, suficiencia propia, impaciencia y murmu-
raciones. Todo esto nos separa de Dios. Deben confesarse los pecados: debe haber una
obra más profunda de la gracia en el corazón. Los que se sienten débiles y desanimados
deben llegar a ser hombres fuertes en Dios y deben hacer una noble obra para el Maes-
tro. Pero deben proceder con altura; no deben ser influidos por motivos egoístas”.
FO:34-35.
“Todos somos falibles, todos cometemos errores y caemos en el pecado; pero si el que
obra mal está dispuesto a ver sus errores cuando el Espíritu de Dios lo convenza de
ellos, y con humildad de corazón los confiesa,... entonces puede ser restaurado”.
AFC:240.
“¿Has caído en el pecado? Entonces, sin más dilación, procura de Dios la misericordia y
el perdón … Todavía se extiende misericordia al pecador. En medio de todos nuestros
desvaríos, el Señor nos llama así: ‘Volveos, hijos apóstatas, y sanaré vuestras apostasías’
(Jer. 3:22)”. 5T:166.
“La mano del Eterno no se acortó para salvar, ni se agravó su oído para oír, sino que
vuestras iniquidades os han separado de vuestro Dios, y vuestros pecados han ocultado
su rostro de vosotros para no escuchar”. Isa. 59:1-2.
“La santificación es una tarea diaria. Nadie se engañe creyendo que Dios lo va a perdo-
nar y bendecir mientras pisotee uno de sus requerimientos. La comisión voluntaria de un
pecado conocido acalla la voz testificadora del Espíritu, y separa al alma de Dios. Sea
cual fuere el éxtasis del sentimiento religioso, Jesús no puede morar en el corazón que
no hace caso de la ley divina. Dios honrará solamente a los que lo honran.
‘Si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien
obedecéis’. Si nos dejamos dominar por la ira, la concupiscencia, la codicia, el odio, el
egoísmo o cualquier otro pecado, nos hacemos siervos del pecado. ‘Ninguno puede ser-
vir a dos señores’. Si servimos al pecado, no podemos servir a Cristo. El cristiano sentirá
la incitación al pecado, pues la carne desea vivamente la concupiscencia, oponiéndose al
Espíritu; pero el Espíritu lucha contra la carne, manteniendo una continua batalla. Aquí
es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana se une a la fuerza divina, y
la fe exclama: ‘Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nues-
tro Señor Jesucristo’.
Si queremos desarrollar un carácter que Dios pueda aceptar, debemos formar hábitos co-
rrectos en nuestra vida religiosa. La oración diaria es tan esencial para el crecimiento en
la gracia y aun para la misma vida espiritual, como el alimento temporal lo es para el
bienestar físico. Deberíamos acostumbrarnos a elevar con frecuencia los pensamientos a
Dios en oración. Si la mente se desvía, debemos hacerla volver; por el esfuerzo perseve-
rante, el hábito lo hará fácil al final.
No hay seguridad separándonos un solo momento de Cristo. Podemos contar con su pre-
sencia para ayudarnos a cada paso, pero sólo si observamos las condiciones que él mis-
mo ha dictado”. MJ:112-113.
“Tan pronto como un hombre se separa de Dios, de manera que su corazón deja de estar
bajo el poder subyugante del Espíritu Santo, los atributos de Satanás se revelan en él”.
TM:78.
“Podría formularse esta pregunta con una actitud de fervor y ansiedad: ‘¿He alentado la
envidia en mí, y he permitido que los celos anidasen en mi corazón?’ Si es así, Cristo no
se encuentra allí”. 2MS:438-439.
“Si la verdad santifica el alma, el pecado es odiado y resistido, porque Cristo es acepta-
do como un huésped honrado. Pero Cristo no puede compartir un corazón dividido; el
pecado y Jesús nunca están en sociedad”. TM:158.
“Hijitos, no os engañe ninguno: el que hace justicia, es justo, como él también es justo”.
1 Juan 3:7.
“‘El que comete pecado es del diablo’. Toda transgresión coloca al alma en condenación
y provoca el desagrado divino. Dios es un discernidor de los pensamientos del corazón.
Cuando se albergan pensamientos impuros no necesitan ser expresados por las palabras
o los hechos para consumar el pecado y llevar el alma a la condenación. Su pureza es
contaminada, y el tentador ha triunfado”. 4T:623.
“El pecador impotente debe allegarse a Cristo como su única esperanza. Si se interrumpe
esta unión por un momento pone en peligro su propia alma y la de los demás. Sólo esta-
mos seguros en el ejercicio de una fe viva. Pero si cometemos cualquier pecado conoci-
do o descuidamos deberes conocidos ya sea en el hogar o afuera, la fe se destruye y el
alma se separa de Dios”. FCV:140.
“Jesús no vino a salvar a los hombres en sus pecados, sino de sus pecados. ‘El pecado es
la transgresión de la ley’, y si fallamos en obedecer la ley, no aceptamos a nuestro Salva-
dor. La única esperanza de salvación que tenemos es por medio de Cristo. Si su Espíritu
mora en el corazón, el pecado no puede permanecer allí. Justo tan pronto como nosotros
mismos nos separamos de Dios por el pecado, el cual es la transgresión de su ley, Sata-
nás toma control de nuestra mente. Queremos buscar, fervientemente, acercarnos más a
Dios”. RH, 12-07-1887.
“Si se le acercan cuando son tentados, los fortalece para hacer frente a la tentación. Pero
son vencidos si se rinden al enemigo, descuidando el colocarse cerca de su todopoderoso
Ayudador. Se separan de Dios. No dan evidencia de que caminen en la senda de Dios”.
1CBA:1108.
“Se los gana poco a poco. Al dar un mal paso, pierden el testimonio que el Espíritu da de
que son aceptados por Dios. Por consiguiente, caen en un estado de desánimo y descon-
fianza. Han caído en la red de Satanás y hay solo una vía de escape. Deben retraerse y
con humildad de alma confesar y desechar su proceder indiferente. Cristo no acepta nada
menos que una consagración completa al servicio suyo. Esta es la lección que todos te-
nemos que aprender”. 5T:40.
“La santificación es un estado de santidad, externo e interno, siendo santo y sin reserva
para el Señor, no en forma, sino en verdad. Toda impureza del pensamiento y toda pa-
Pág. 158
sión lasciva separan al alma de Dios; porque Cristo nunca puede colocar su túnica de
justicia sobre un pecador, para ocultar su deformidad”. NEV:214.
“Vuestra única seguridad está en venir a Cristo, y en cesar de pecar en este mismo mo-
mento. La dulce voz de misericordia resuena en vuestros oídos hoy, pero, ¿quién puede
decir si resonará mañana?”. ST, 29-08-1892.
“Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadlo en tanto que está cerca. Deje el
impío su camino, y el hombre malo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, quien tendrá
de él misericordia, y a nuestro Dios, que es amplio en perdonar”. Isa. 55:6-7.
77.- Tradición: El pecado no cambia nuestra relación con Dios. Verdad: El pecado
corta nuestra continua relación con Dios y niega a Cristo.-
“¿Qué es mentir contra la verdad? Es pretender creer la verdad, al paso que el espíritu,
las palabras, la conducta, no representan a Cristo sino a Satanás. Conjeturar lo malo, ser
impaciente e inexorable, es mentir contra la verdad; pero el amor, la paciencia y la am-
plia tolerancia están de acuerdo con los principios de la verdad. La verdad es siempre
pura, siempre bondadosa, respira una fragancia del cielo sin mezcla de egoísmo”.
AFC:187.
“Así como la luz y las tinieblas no pueden coexistir, tampoco puede morar el egoísmo en
el corazón del que ejerce fe en Cristo”. 5T:46.
“Pero vosotros sabéis que Cristo apareció para quitar nuestros pecados. Y en él no hay
pecado. Todo el que permanece en él, no sigue pecando. El que sigue pecando, no lo ha
visto, ni lo ha conocido. Hijos míos, que nadie os engañe. El que practica la justicia es
justo, como Cristo es justo. En cambio el que practica el pecado es del diablo, porque el
diablo peca desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las
obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios, no sigue pecando, porque la vida de
Dios está en él. No puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios. En esto se ve quié-
nes son hijos de Dios y quiénes son hijos del diablo. El que no practica la justicia, ni
ama a su hermano, no es de Dios”. 1 Juan 3:5-10.
“Amados, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. El que ama, ha nacido
de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor”. 1
Juan 4:7-8.
“Solamente se puede apreciar aquello con que se tiene afinidad. No podemos conocer a
Dios a menos que aceptemos en nuestra propia vida el principio del amor desinteresado,
que es el principio fundamental de su carácter”. DMJ:25.
“Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que
no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y nosotros tene-
mos este Mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”. 1 Juan
4:20-21.
“Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros, y su
amor se perfecciona en nosotros”. 1 Juan 4:12.
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, lue-
go todos son muertos”. 2 Cor. 5:14.
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“Examinaos a vosotros mismos para ver si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos.
¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? A menos que estéis reprobados”. 2 Cor.
13:5.
“Pero diréis, ¿cómo vamos a saber que Cristo está en mi corazón? Si, cuando sois criti-
cados o corregidos en vuestro camino, y las cosas no parecen ir justo como pensamos
que deberían andar, si entonces permitís que vuestra pasión se levante en lugar de sopor-
tar la corrección y ser pacientes y amables, Cristo no está morando en el corazón”. RH,
12-07-1887.
“El Espíritu de Cristo se manifestará en todos aquellos que han nacido de Dios. La di-
sensión y la contienda no pueden surgir entre los que son controlados por su Espíritu”.
5T:210.
“‘Si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien
obedecéis’. Si nos dejamos dominar por la ira, la concupiscencia, la codicia, el odio, el
egoísmo o cualquier otro pecado, nos hacemos siervos del pecado. ‘Ninguno puede ser-
vir a dos señores’. Si servimos al pecado, no podemos servir a Cristo. El cristiano sentirá
la incitación al pecado, pues la carne desea vivamente la concupiscencia, oponiéndose al
Espíritu; pero el Espíritu lucha contra la carne, manteniendo una continua batalla. Aquí
es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana se une a la fuerza divina, y
la fe exclama: ‘Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nues-
tro Señor Jesucristo’”. MJ:112.
“Cristo no dice que el hombre no querrá servir a dos señores ni que no deberá servirlos,
sino que no puede hacerlo”. DMJ:80.
“No podemos ser irritables e impacientes, y aun ser cristianos; porque un espíritu irrita-
ble e impaciente no es el espíritu de Cristo”. RH, 14-08-1888.
“La impaciencia trae al enemigo de Dios y del hombre a vuestra familia y echa a los án-
geles de Dios. Si estáis viviendo en Cristo, y Cristo en vosotros, no podéis hablar pala-
bras airadas”. ELC:99.
“Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, y justicia, y verdad”. Efe. 5:9.
“No podéis complacer vuestro propio temperamento y hacer las cosas a vuestro modo, y
aun continuar siendo hijos de Dios. Tendremos que luchar con nuestras tendencias here-
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dadas, para que no cedamos a la tentación, ni nos enojemos bajo la provocación”. RH,
11-10-1892.
“El hombre que cede a la impaciencia está sirviendo a Satanás. ‘A quien os rindáis como
siervos para obedecer, sus siervos sois al obedecer’”. 4T:607.
“Satanás gobierna toda mente que no se halla en forma decidida bajo el control del Es-
píritu de Dios”. TM:79.
“Que nadie engañe a su propia alma en este asunto. Si albergáis orgullo, estima propia,
un amor a la supremacía, vanagloria, ambición impía, murmuración, descontento, amar-
gura, maledicencia, mentira, engaño, calumnia, no tenéis a Cristo morando en vuestro
corazón, y la, evidencia muestra que tenéis la mente y el carácter de Satanás, no el de
Cristo Jesús, quien era manso y humilde de corazón. Debéis tener un carácter cristiano
que permanezca firme. Podéis tener buenas intenciones, buenos impulsos, podéis hablar
la verdad en forma comprensible, pero no sois idóneos para el reino de los cielos. Hay
en vuestro carácter material vil, que destruye el valor del oro. No habéis alcanzado la
norma. La impresión de lo divino no está sobre vosotros. El horno de fuego os consumi-
ría, porque sois oro indigno y falsificado.
Debe haber conversiones cabales entre aquellos que pretenden conocer la verdad; o de
otra manera caerán en el día de la prueba. El pueblo de Dios debe alcanzar una alta nor-
ma. Debe ser una nación santa, un pueblo peculiar, una generación escogida: celosa de
buenas obras”. TM:448-449.
“El orgullo y el egoísmo no pueden hallar lugar en el carácter sin expulsar a Aquel quien
fue manso y humilde de corazón”. RH, 24-11-1885.
“En esto conocemos que estamos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Es-
píritu”. 1 Juan 4:13.
“Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio propio. Contra estas virtudes, no hay ley”. Gal. 5:22-23.
“Cuando vivamos por la fe en el Hijo de Dios, los frutos del Espíritu se verán en nuestra
vida; no faltará uno solo … La vida de Cristo en vosotros produce los mismos frutos que
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en él. Viviendo en Cristo, adhiriéndoos a Cristo, sostenidos por Cristo, recibiendo ali-
mento de Cristo, lleváis fruto según la semejanza de Cristo”. DTG:630-631.
“¿Estás en una posición donde no posees estas gracias? ¿Justo tan pronto como alguno
se te atraviese o te ofenda, se levanta en tu corazón un sentimiento de amargura, un es-
píritu de rebelión? Si éste es el espíritu que tienes, recuerda que no tienes el Espíritu de
Cristo. Es otro espíritu”. RH, 21-12-1886.
“Los siervos de Cristo no han de actuar según los dictados del corazón natural. Necesi-
tan tener una íntima comunión con Dios, no sea que, bajo la provocación, el yo se levan-
te y ellos dejen escapar un torrente de palabras inconvenientes, que disten mucho de ser
como el rocío y como las suaves gotas que refrescan las plantas agostadas. Esto es lo
que Satanás quiere que hagan; porque éstos son sus métodos. Es el dragón el que se aíra,
es el espíritu de Satanás el que se revela en la cólera y las acusaciones. Pero los siervos
de Dios han de ser representantes suyos. El desea que trafiquen únicamente con la mo-
neda del cielo, la verdad que lleva su propia imagen e inscripción. El poder por el cual
han de vencer al mal es el poder de Cristo. La gloria de Cristo es su fuerza. Han de fijar
sus ojos en su hermosura. Entonces podrán presentar el Evangelio con tacto y amabili-
dad divina. Y el espíritu que se mantiene amable bajo la provocación hablará más efi-
cazmente en favor de la verdad que cualquier argumento, por enérgico que sea”.
DTG:319-320.
“‘Por sus frutos los conoceréis’. Ya sea Dios o ya sea Satanás quien controla la mente, la
vida muestra con toda claridad que ninguno necesita errar en cuanto a qué poder es al
que se le está rindiendo lealtad”. FEC:89.
“Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su obra fuere limpia y recta”. Prov.
20:11.
“En esto sabemos que conocemos a Dios, si guardamos sus Mandamientos. El que dice:
‘Yo lo conozco’, y no guarda sus Mandamientos, es mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero el amor de Dios se perfecciona en verdad, en el que guarda su Palabra. Por esto sa-
bemos que estamos en él. El que dice que está en él, debe andar como él anduvo”. 1
Juan 2:3-6.
“‘Oh’, puedes decir, ‘yo guardo los mandamientos’. ¿Lo haces? ¿Vives los principios de
los mandamientos de Dios en tu hogar con tu familia? ¿Nunca manifiestas rudeza, falta
de simpatía, y descortesía en el círculo familiar? Si manifiestas grosería en tu hogar, no
importa cuán alta pueda ser tu profesión, estás quebrantando los mandamientos de Dios.
No importa cuánto puedas predicar los mandamientos a otros, si fracasas en manifestar
el amor de Cristo a otros en tu vida hogareña, eres un transgresor de la ley”. RH, 29-03-
1892.
“Hombres y mujeres, niños y jóvenes, son medidos en las balanzas del cielo de acuerdo
con lo que revelan en su vida hogareña. Un cristiano en el hogar, es un cristiano por do-
quiera. La religión practicada en el hogar ejerce una influencia inconmensurable (MS
34, 1899)”. 5CBA:1061.
“Aquellos que abren sus corazones y sus hogares para invitar a Jesús a morar con ellos
deben mantener la atmósfera moral despejada de contiendas, amargura, ira, malicia, o
inclusive una palabra dura. Jesús no habitará en un hogar donde haya confrontación, en-
vidia y amargura”. MVH:334.
“Hay muchos que nunca han sentido la necesidad de subyugar el yo, y de vencer los
temperamentos impíos. Albergan la amargura y la ira en sus corazones, y estos malos
rasgos contaminan el alma. De esta manera niegan a Cristo, y ensombrecen la senda de
otros. Ninguno será excusado por la exhibición de temperamentos incontrolables; miles
perderán el cielo por su falta de control propio”. ST, 17-12-1885.
“Pero cuando las personas profesan ser cristianas, y su religión no los convierte en hom-
bres mejores y en mujeres mejores en todas las relaciones de la vida como representan-
tes vivos de Cristo, en disposición y en carácter, no le pertenecen a él en forma alguna”.
MVH:257.
“La pasión manifestada por un profeso cristiano es una negación de Cristo; ésta otorga la
victoria a Satanás, y lo entroniza en el corazón”. RH, 09-11-1897.
“El que quiera confesar a Cristo debe tener a Cristo en sí. No puede comunicar lo que no
recibió. Los discípulos podían hablar fácilmente de las doctrinas, podían repetir las pala-
Pág. 164
bras de Cristo mismo; pero a menos que poseyeran una mansedumbre y un amor como
los de Cristo, no le estaban confesando. Un espíritu contrario al espíritu de Cristo le ne-
garía, cualquiera que fuese la profesión de fe. Los hombres pueden negar a Cristo ca-
lumniando, hablando insensatamente y profiriendo palabras falsas o hirientes. Pueden
negarle rehuyendo las cargas de la vida, persiguiendo el placer pecaminoso. Pueden ne-
garle conformándose con el mundo, siguiendo una conducta descortés, amando sus pro-
pias opiniones, justificando al yo, albergando dudas, buscando dificultades y morando
en tinieblas. De todas estas maneras, declaran que Cristo no está en ellos. Y ‘cualquiera
que me negare delante de los hombres --dice él-- le negaré yo también delante de mi Pa-
dre que está en los cielos’”. DTG:324.
“Por tanto, todo el que me confiese ante los hombres, yo también lo confesaré ante mi
Padre que está en los cielos. Pero al que me niegue ante los hombres, yo también lo ne-
garé ante mi Padre que está en los cielos”. Mat. 10:32-33.
“Nadie puede confesar a Cristo, a no ser que tenga el pensamiento y Espíritu de Cristo;
no puede comunicar lo que él mismo no posee. La vida cotidiana ha de ser una expre-
sión del poder santificador de la verdad, y una evidencia de que Cristo habita en el alma
por la fe. Todo lo que se oponga al fruto del Espíritu, o a la obra de Dios, lo que separa a
su pueblo del mundo, es una negación de Cristo, cuyas palabras son: ‘Todo aquel que
me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios’ (Luc.
12:8-9)”. 5T:413.
“El cristianismo tiene tan poco poder en el mundo porque los hombres aceptan el nom-
bre de Cristo, pero niegan su carácter en sus vidas. Por estas cosas el nombre del Señor
es motivo de blasfemia”. DMJ:116.
“Pedro, cuando fue colocado frente a la prueba, pecó grandemente. Al negar al Maestro,
a quien había amado y servido, cobardemente llegó a ser un apóstata”. RH, 19-05-1910.
“Cuando Cristo lo necesitó más, estaba de parte del enemigo, y abiertamente negó a su
Señor”. 5CBA:1098.
“Todos somos falibles, todos cometemos errores y caemos en el pecado; pero si el que
obra mal está dispuesto a ver sus errores cuando el Espíritu de Dios lo convenza de
ellos, y con humildad de corazón los confiesa,... entonces puede ser restaurado”.
AFC:240.
“Satanás gobierna toda mente que no se halla en forma decidida bajo el control del Es-
píritu de Dios”. TM:79.
“El pecador impotente debe allegarse a Cristo como su única esperanza. Si se interrumpe
esta unión por un momento pone en peligro su propia alma y la de los demás. Sólo esta-
mos seguros en el ejercicio de una fe viva. Pero si cometemos cualquier pecado conoci-
do o descuidamos deberes conocidos ya sea en el hogar o afuera, la fe se destruye y el
alma se separa de Dios”. FCV:140.
“El hombre pecaminoso halla esperanza y justicia solamente en Dios; y ningún ser hu-
mano es justo sino mientras tiene fe en Dios y mantiene una conexión vital con él”.
TM:494.
“Cuando Cristo se humanó, se unió a sí mismo a la humanidad con un lazo de amor que
jamás romperá poder alguno, salvo la elección del hombre mismo. Satanás constante-
mente nos presenta engaños para inducirnos a romper este lazo: elegir separarnos de
Cristo. Sobre esto necesitamos velar, luchar, orar, para que ninguna cosa pueda inducir-
nos a elegir otro maestro; pues estamos siempre libres para hacer esto. Mas tengamos los
ojos fijos en Cristo, y él nos preservará. Confiando en Jesús estamos seguros. Nada pue-
de arrebatarnos de su mano”. CC:72.
“Pero cuando nos volvemos a otro amo, rompemos los votos con él, y anulamos el pac-
to; y nos hacemos adúlteros, eligiendo la amistad y el favor de otros, y resultando falsos
para Aquel que ha muerto por nosotros”. ST, 18-08-1889.
“Jesús no vino a salvar a los hombres en sus pecados, sino de sus pecados. ‘El pecado es
transgresión de la ley’, y si fallamos en obedecer las ley, no aceptamos a nuestro Salva-
dor. La única esperanza de salvación que tenemos es a través de Cristo. Si su Espíritu
mora en el corazón, el pecado no puede permanecer allí”. RH, 16-03-1886.
“Y Dios el Eterno mandó al hombre: ‘Puedes comer de todo árbol del huerto, pero del
árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él,
morirás’”. Gén. 2:16-17.
“Entonces la serpiente replicó a la mujer: ‘No es cierto. No moriréis. Sino que Dios sabe
que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, conocedo-
res del bien y del mal’”.
“Le dijo que al comer del fruto de este árbol, alcanzarían una esfera de existencia más
elevada y entrarían en un campo de sabiduría más amplio. Añadió que él mismo había
comido de ese fruto prohibido y como resultado había adquirido el don de la palabra. In-
sinuó que por egoísmo el Señor no quería que comiesen del fruto, pues entonces se ele-
varían a la igualdad con él. Manifestó Satanás que Dios les había prohibido que gustasen
del fruto de aquel árbol o que lo tocasen, debido a las maravillosas propiedades que tenía
de dar sabiduría y poder. El tentador afirmó que jamás llegaría a cumplirse la divina ad-
vertencia; que les fue hecha meramente para intimidarlos”. PP:37.
“Satanás hizo creer a la santa pareja que ellos se beneficiarían violando la ley de Dios.
¿No oímos hoy día razonamientos semejantes? Muchos hablan de la estrechez de los que
obedecen los mandamientos de Dios, mientras pretenden tener ideas más amplias y go-
zar de mayor libertad”. PP:38.
“Muchos nos dicen, ‘Vosotros sois muy particulares. Dios no espera de nosotros que es-
temos en guardia constantemente para no errar. Él es demasiado bueno para tenernos por
culpables de nuestro curso de acción día a día’. Pero debemos recordar que el camino a
la destrucción es ancho, mientras que el camino hacia la vida eterna es estrecho y angos-
to. Escuchad de nuevo las palabras del gran Maestro: ‘Cuidaos de los falsos profetas,
que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero que en el interior son lobos rapaces”. ST,
29-10-1885.
“Ellos hablan del amor de Dios, proclamando que él no es severo y exigente, sino mise-
ricordioso y benigno; a la vez, hacen eco a la sugerencia de Satanás … ‘Ciertamente no
morirás’”. RH, 18-11-1890.
“Por cuanto … fortalecisteis las manos del impío, para que no se volviese de su mal ca-
mino, prometiéndole vida”. Eze. 13:22.
“Pero nadie se engañe a sí mismo con el pensamiento de que Dios, en su grande amor y
misericordia, salvará aun a aquellos que rechazan su gracia. La excesiva corrupción del
pecado puede conocerse solamente a la luz de la cruz. Cuando los hombres insisten en
que Dios es demasiado bueno para desechar a los pecadores, miren al Calvario. Fue por-
que no había otra manera en que el hombre pudiese ser salvo, porque sin este sacrificio
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era imposible que la raza humana escapara del poder contaminador del pecado y se pu-
siera en comunión con los seres santos, imposible que los hombres llegaran a ser partíci-
pes de la vida espiritual; fue por esta causa por lo que Cristo tomó sobre sí la culpabili-
dad del desobediente y sufrió en lugar del pecador. El amor, los sufrimientos y la muerte
del Hijo de Dios, todo da testimonio de la terrible enormidad del pecado y prueba que no
hay modo de escapar de su poder, ni esperanza de una vida más elevada, sino mediante
la sumisión del alma a Cristo”. CC:30.
“Siempre que los hombres escogen su propia senda, se oponen a Dios. No tendrán lugar
en el reino de los cielos, porque guerrean contra los mismos principios del cielo. Al des-
preciar la voluntad de Dios, se sitúan en el partido de Satanás, el enemigo de Dios y de
los hombres. No por una palabra, ni por muchas palabras, sino por toda palabra que ha
hablado Dios, vivirá el hombre. No podemos despreciar una sola palabra, por pequeña
que nos parezca, y estar libres de peligro. No hay en la ley un mandamiento que no sea
para el bienestar y la felicidad de los hombres, tanto en esta vida como en la venidera.
Al obedecer la ley de Dios, el hombre queda rodeado de un muro que lo protege del mal.
Quien derriba en un punto esta muralla edificada por Dios destruye la fuerza de ella para
protegerlo porque abre un camino por donde puede entrar el enemigo para destruir y
arruinar”. DMJ:48-49.
“La transgresión de la ley de Dios en un simple caso, en el más pequeño detalle, es peca-
do; y la no aplicación del castigo por ese pecado sería un crimen en la administración di-
vina.
Dios es el juez, el ejecutor de la justicia, que es la habitación y el fundamento de su
trono. Él no puede pasar por alto su ley; no puede eliminar lo más pequeño que hay en
ella para hacer frente al pecado y perdonarlo. La rectitud, justicia y excelencia moral de
la ley deben ser mantenidas y vindicadas ante el universo celestial y los mundos no caí-
dos.
¿Qué es la justicia de Dios? Es la santidad de Dios en relación con el pecado. Cristo lle-
vó los pecados del mundo en lugar del hombre, para que el pecador pudiera pasar por
otra prueba con todas las oportunidades divinas y ventajas que Dios ha dispuesto en fa-
vor del hombre (MS 145, 1897)”. 7CBA:962-963.
“El Señor pasó ante Moisés y proclamó: ‘¡Oh Eterno, oh Eterno! ¡Dios compasivo y
bondadoso, lento para la ira, y grande en amor y fidelidad! Que mantiene su invariable
amor a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y no deja sin castigo
al malvado; que visita la iniquidad de los padres en los hijos y los nietos, hasta la tercera
y cuarta generación’”. Éxo. 34:6-7.
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“Pero si los hombres se aferran al pecado, llegan a identificarse con él. Entonces la glo-
ria de Dios, que destruye el pecado, debe destruirlos a ellos también”. DTG:82-83.
“Si somos vencidos, no dilatemos en arrepentirnos y en aceptar el perdón que nos pon-
drá en posición ventajosa. Si nos arrepentimos y creemos, será nuestro el poder purifica-
dor de Dios. Su gracia salvadora se ofrece gratuitamente. Su perdón se otorga a todos los
que quieran recibirlo”. MGD:179.
“Porque la paga del pecado es la muerte. Pero el don gratuito de Dios es la vida eterna
en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 6:23.
“Lo único que deberíamos temer de nuestra parte es la posibilidad de no mantener nues-
tros ojos continuamente fijos en Jesús; la posibilidad de no buscar exclusivamente la
gloria de Dios; y esto significaría que si se nos llamara a deponer nuestra armadura y a
dormir el sueño de la muerte, no estaríamos listos para rendir cuenta de lo que se nos ha
confiado. No olvidéis ni por un momento que sois la propiedad de Cristo, comprada a un
precio infinito, y que debéis glorificarlo en vuestro espíritu y vuestro cuerpo, los cuales
le pertenecen”. 2MS:312.
“Deberíamos estar en aquella posición mental y del corazón que, si ocurriera un acciden-
te, y la muerte resultara en un momento, nuestro destino fuera decidido para el cielo, y
no para la perdición. La gran pregunta y la más importante de todas para cada alma de-
bería ser, ‘¿Estoy yo bien con Dios?’”. RH, 12-03-1889.
“Procurad con diligencia que seáis hallados de él sin mácula, y sin reprensión, en paz”. 2
Pedro 3:14.
“Vuestra única seguridad está en venir a Cristo, y en cesar de pecar en este mismo mo-
mento. La dulce voz de misericordia resuena en vuestros oídos hoy, pero, ¿quién puede
decir si resonará mañana?”. ST, 29-08-1892.
“Todo día que permanezcáis en pecado, estáis en las filas de Satanás; y si os enfermareis
y muriereis sin arrepentimiento, estaríais perdidos”. RH, 24-12-1889.
“Dios pagará a cada uno según sus obras: Vida eterna a los que perseveran en bien ha-
cer, y buscan gloria, honra e inmortalidad; pero ira y enojo a los que son contenciosos, y
no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia”. Rom. 2:6-8.
“Porque no los oidores de la ley son justos para con Dios, mas los hacedores de la ley
serán justificados”. Rom. 2:13.
“Nadie que en verdad ame y tema a Dios continuará transgrediendo la ley en ningún as-
pecto particular. Cuando el hombre transgrede está bajo la condenación de la ley, y ésta
se convierte para él en un yugo de esclavitud. Sea cual sea la profesión que pueda hacer,
él no está justificado, lo cual significa perdonado”. MVH:250.
“Porque con el corazón se cree para justicia; mas con la boca se hace confesión para sal-
vación”. Rom. 10:10.
“Muchos piensan que deben esperar un impulso especial a fin de que puedan ir a Cristo;
pero sólo es necesario acudir con sinceridad de propósito, decidiendo aceptar los ofreci-
mientos de misericordia y gracia que nos han sido extendidos. Hemos de decir: ‘Cristo
murió para salvarme. El deseo del Señor es que sea salvado, e iré a Jesús sin demora, tal
como soy. Me aventuraré a aceptar su promesa. Cuando Cristo me atraiga, responderé’.
El apóstol dice: ‘Con el corazón se cree para justicia’ (Rom. 10:10). Nadie puede creer
con el corazón para justicia y obtener así la justificación por la fe mientras continúe en la
práctica de aquellas cosas que prohíbe la Palabra de Dios, o mientras descuide cualquier
deber conocido.
La fe genuina se manifestará en buenas obras, pues las buenas obras son frutos de la fe.
Cuando Dios actúa en el corazón y el hombre entrega su voluntad a Dios y coopera con
Dios, efectúa en la vida lo que Dios realiza mediante el Espíritu Santo y hay armonía en-
tre el propósito del corazón y la práctica de la vida. Debe renunciarse a cada pecado
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“Pero al paso que Dios puede ser justo y sin embargo justificar al pecador por los méri-
tos de Cristo, nadie puede cubrir su alma con el manto de la justicia de Cristo mientras
practique pecados conocidos, o descuide deberes conocidos. Dios requiere la entrega
completa del corazón antes de que pueda efectuarse la justificación. Y a fin de que el
hombre retenga la justificación, debe haber una obediencia continua mediante una fe ac-
tiva y viviente que obre por el amor y purifique el alma…
A fin de que el hombre sea justificado por la fe, la fe debe alcanzar un punto donde do-
mine los afectos e impulsos del corazón; y mediante la obediencia, la fe misma es hecha
perfecta”. 1MS:429.
“Como hijos obedientes, no os conforméis con los malos deseos que teníais cuando esta-
bais en vuestra ignorancia; sino que así como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra conducta”. 1 Pedro 1:14-15.
“Que entiendan todos los que dicen ser hijos de Dios que él no tolerará sus pecados así
como no toleró los del antiguo Israel. Dios odia las tendencias hacia el mal, heredadas y
cultivadas”. 4CBA:1176.
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“Los hombres pueden disculpar sus defectos de carácter ahora, pero en aquel día no ten-
drán excusas que presentar”. PVGM:257.
“¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios?”. 1 Cor. 6:9.
“Cristo no comulga con el fingimiento. El dará la bienvenida a las cortes celestiales sólo
a aquéllos cuyo cristianismo sea genuino. La vida de los profeses cristianos que no viven
la vida de Cristo es una burla a la religión”. ELC:318.
“Nuestro Señor queda avergonzado por aquellos que aseveran servirle, pero representan
falsamente su carácter; y multitudes son engañadas, y conducidas por sendas falsas”.
DTG:406.
“Los escépticos han asaltados el cristianismo, y han ridiculizado la Biblia, porque David
les proveyó la ocasión. Ellos presentan a los cristianos el caso de David, su pecado en el
caso de Urías y Betsabé, y su poligamia, y entonces aseveran que David es llamado un
hombre según el propio corazón de Dios, y que si el registro bíblico fuere correcto, Dios
justificó a David en sus crímenes.
Se me ha mostrado que fue cuando David fue puro, y anduvo en el consejo de Dios, que
Dios le llamó un hombre según su propio corazón. Cuando David se apartó de Dios, y
manchó su carácter virtuoso por medio de sus crímenes, ya no fue más un hombre con
un corazón como el propio corazón de Dios. En el más mínimo grado le justificó Dios
en sus pecados, mas envió a Natán su profeta, con terribles denuncias para David por ha-
ber transgredido los mandamientos del Señor. Dios muestra su desagrado ante la plurali-
dad de esposas de David, visitándole con juicios, y permitiendo que las iniquidades se
levantaran contra él de en medio de su propia casa. La terrible calamidad que Dios per-
mitió que aconteciera a David, quien, por su integridad, fue llamado una vez un hombre
con el propio corazón de Dios, es evidencia para las generaciones posteriores de que
Dios no justificaría a nadie en la transgresión de sus mandamientos; sino que con toda
seguridad castigaría al culpable, a pesar de lo justo y favorecido de Dios que hubiera po-
dido ser una vez mientras siguió al Señor en pureza de corazón”. 1SP:378-379.
“Cuando se apartó de Dios y cedió al maligno, se hizo, por el momento, agente de Sata-
nás”. PP:778.
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“Cuando los justos abandonan su justicia y cometen iniquidad, su justicia pasada no los
salvará de la ira de un Dios justo y santo”. 1SP:379.
“Con Dios no se jugará … Dios es un Dios que odia el pecado; y aquellos que alientan al
pecador, diciendo, ‘Todo está bien contigo’, Dios los maldecirá”. RH, 08-06-1886.
“Un pecado del cual no os hayáis arrepentido es suficiente para cerrar las puertas del
cielo contra vosotros. Jesús vino a morir en la cruz del Calvario porque el hombre no po-
día ser salvado con una mancha de pecado sobre él”. ST; 17-03-1890.
“Jesús murió, no para salvar al hombre en sus pecados, sino de sus pecados”. 4T:251.
“Cristo, como representante de la raza caída, pasó por el mismo terreno en el que Adán
tropezó y cayó. Mediante una vida perfecta de obediencia a la ley de Dios, Cristo redi-
mió al hombre del castigo de la oprobiosa caída de Adán. El hombre ha violado la ley de
Dios. La sangre de Cristo sólo valdrá para los que vuelven a su lealtad a Dios, sólo para
los que obedecen la ley que han violado. Cristo nunca se pondrá al lado del pecado.
Como llevó el castigo de la ley, da al pecador otra oportunidad, una segunda prueba.
Abre un camino por el cual el pecador puede ser restablecido al favor de Dios. Cristo
lleva el castigo de las transgresiones pasadas del hombre, e impartiendo a éste su justicia
hace posible que el hombre guarde la santa ley de Dios (MS 126, 1901)”. 6CBA:1092.
“¿Has caído en el pecado? Entonces, sin más dilación, procura de Dios la misericordia y
el perdón … Todavía se extiende misericordia al pecador”. 5T:166.
“La treta especial de Satanás es inducir al hombre a pecar, y luego abandonarlo impoten-
te y temblando, temeroso de buscar el perdón”. PVGM:121.
“Si somos vencidos, no demoremos en arrepentirnos y en aceptar el perdón que nos pon-
drá en posición ventajosa. Si nos arrepentimos y creemos, será nuestro el poder purifica-
dor de Dios. Su gracia salvadora se ofrece gratuitamente. Su perdón se otorga a todos los
que quieran recibirlo. Pero el orgullo de la incredulidad con frecuencia se instala en el
corazón, y el pecador se aleja de la luz”. ELC:50.
“Quienquiera que bajo la reprensión de Dios humille su alma con la confesión y el arre-
pentimiento, tal como lo hizo David, puede estar seguro de que hay esperanza para él.
Quienquiera que acepte por la fe las promesas de Dios, hallará perdón. Jamás rechazará
el Señor a un alma verdaderamente arrepentida. El ha dado esta promesa: ‘Echen
mano ... de mi fortaleza, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!’. ‘Deje el
impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos: y vuélvase a Jehová, el cual ten-
drá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar". (Isa. 27:5,
55:7)”. PP:786.
“Ser perdonados en la forma en que Cristo perdona es no solamente ser perdonados, sino
ser renovados en el espíritu de nuestra mente”. 3MS:216.
“David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró: ‘Crea en mí, oh Dios, un co-
razón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí’”. DMJ:97.
80.- Tradición: Solamente necesitamos creer para ser salvos. Verdad: Necesitamos
creer y obedecer.-
“Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo? Y ellos dijeron: Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa”. Hechos 16:30-31.
“El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la
vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. Juan 3:36.
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
el que cree; primero al judío y también al griego. Porque en el evangelio la justicia que
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viene de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’”. Rom.
1:16-17.
“Dios exige en este tiempo precisamente lo que demandó de la santa pareja en el Edén:
perfecta obediencia a sus mandatos. Su ley permanece inmutable en todos los siglos. La
gran norma de justicia presentada en el Antiguo Testamento no es rebajada en el Nuevo
Testamento. La obra del Evangelio no es debilitar las exigencias de la santa ley de Dios,
sino elevar a los hombres hasta el punto donde puedan guardar sus preceptos.
La fe en Cristo que salva el alma no es lo que presentan muchos. "Cree, cree -es su cla-
mor- solamente cree en Cristo y serás salvo. Eso es todo lo que tienes que hacer". La
verdadera fe confía plenamente en Cristo para la salvación, pero al mismo tiempo indu-
cirá a una perfecta conformidad con la ley de Dios. La fe se manifiesta mediante las
obras”. 6CBA:1072.
“En esto sabemos que conocemos a Dios, si guardamos sus Mandamientos. El que dice:
‘Yo lo conozco’, y no guarda sus Mandamientos, es mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero el amor de Dios se perfecciona en verdad, en el que guarda su Palabra. Por esto sa-
bemos que estamos en él. El que dice que está en él, debe andar como él anduvo”. 1
Juan 2:3-6.
“Porque no los oidores de la ley son justos para con Dios, mas los hacedores de la ley
serán justificados”. Rom. 2:13.
“Se enseña mucho ahora la doctrina que el Evangelio de Cristo ha anulado la ley de
Dios, que ‘creyendo’ quedamos liberados de la necesidad de ser hacedores de la Palabra;
pero ésta es la doctrina de los nicolaítas que Cristo condenó tan implacablemente”.
7CBA:968.
“Los espiritistas hacen hincapié en el amor como si fuese atributo principal de Dios,
pero lo rebajan hasta hacer de él un sentimentalismo enfermizo y hacen poca distinción
entre el bien y el mal. La justicia de Dios, su reprobación del pecado, las exigencias de
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su santa ley, todo eso lo pierden de vista. Enseñan al pueblo a que mire el Decálogo
como si fuera letra muerta. Fábulas agradables y encantadoras cautivan los sentidos e in-
ducen a los hombres a que rechacen la Biblia como fundamento de su fe. Se niega a
Cristo tan descaradamente como antes; pero Satanás ha cegado tanto al pueblo que no
discierne el engaño”. CS:614-615.
“Sin la ley, los hombres no pueden formarse un justo concepto de la pureza y santidad
de Dios ni de su propia culpabilidad e impureza. No tienen verdadera convicción del pe-
cado, y no sienten necesidad de arrepentirse. Como no ven su condición perdida como
violadores de la ley de Dios, no se dan cuenta tampoco de la necesidad que tienen de la
sangre expiatoria de Cristo. Aceptan la esperanza de salvación sin que se realice un cam-
bio radical en su corazón ni reforma en su vida. Así abundan las conversiones superfi-
ciales, y multitudes se unen a la iglesia sin haberse unido jamás con Cristo”. CS:522.
“Con Dios no se jugará … Dios es un Dios que odia el pecado; y aquellos que alientan al
pecador, diciendo: ‘Todo está bien contigo’, Dios los maldecirá”. RH, 08-06-1886.
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los
hombres, que detienen la verdad en injusticia”. Rom. 1:18.
“El que admite la verdad mientras sigue en la injusticia, que declara creerla, y sin em-
bargo la hiere cada día por su vida inconsecuente, se entrega al servicio de Satanás, y
lleva almas a la ruina”. 5T:133.
“Las multitudes aceptan con avidez las enseñanzas que les dan libertad para obedecer
los impulsos carnales … Satanás prende alegremente en sus redes a millares de personas
que profesan ser discípulos de Cristo”. CS:612.
“‘Creed, creed, creed en Jesús’, es la falacia calmante que está arrullando a muchos para
que duerman en la cuna de la seguridad carnal, y nosotros necesitamos estar alarmados”.
RH, 10-06-1890.
“Porque ésos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan de apóstoles de
Cristo. Y no es de extrañar, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Así, no
es mucho si también sus ministros se disfrazan de ministros de justicia. Pero su fin será
conforme a sus obras”. 2 Cor. 11:13-15.
“Proceden como si el ignorar las cosas divinas no fuera peligroso y aun fatal para el
alma; y prefieren sus propios razonamientos antes que la revelación divina, sus propios
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planes y sabiduría humana antes que las admoniciones y las órdenes de Dios. La piedad
y rectitud de otros son llamadas fanatismo, y los que practican la verdad y la santidad
son vigilados y criticados. Ridiculizan a los que enseñan y creen en el misterio de la pie-
dad: ‘Cristo en vosotros, la esperanza de gloria’. No disciernen los principios que sostie-
nen estas cosas, y continúan en su mal camino, dejando abiertas las defensas para que
Satanás encuentre fácil acceso al alma”. 4CBA:1160.
“Aun subsiste el mismo peligro. Muchos dan por sentado que son cristianos simplemen-
te porque aceptan ciertos dogmas teológicos. Pero no han hecho penetrar la verdad en la
vida práctica. No la han creído ni amado; por lo tanto no han recibido el poder y la gra-
cia que provienen de la santificación de la verdad. Los hombres pueden profesar creer en
la verdad; pero esto no los hace sinceros, bondadosos, pacientes y tolerantes, ni les da
aspiraciones celestiales; es una maldición para sus poseedores, y por la influencia de
ellos es una maldición para el mundo”. DTG:276.
“Aquí hay una obra para que el hombre haga. Él debe enfrentar el espejo, la ley de Dios,
discernir los defectos en su carácter moral, y abandonar sus pecados, lavando su túnica
del carácter en la sangre del Cordero”. 4T:294.
“Así que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de
carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. 2 Cor. 7:1.
81.- Tradición: Nadie puede ser perfecto. Verdad: A todos se nos requiere perfec-
ción moral.-
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
Mat. 5:48.
“Dios aceptará únicamente a los que están determinados a ponerse un blanco elevado.
Coloca a cada agente humano bajo la obligación de hacer lo mejor que puede. De todos
exige perfección moral. Nunca debiéramos rebajar la norma de justicia a fin de contem-
porizar con malas tendencias heredadas o cultivadas. Necesitamos comprender que es
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pecado la imperfección de carácter. En Dios se hallan todos los atributos justos de carác-
ter como un todo perfecto y armonioso, y cada uno de los que reciben a Cristo como su
Salvador personal, tiene el privilegio de poseer esos atributos”. PVGM:265.
“Todo lo que pertenece a la vida y a la piedad nos fue dado por su divino poder, por el
conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y virtud”. 2 Pedro 1:3.
“Como hijos obedientes, no os conforméis con los malos deseos que teníais cuando esta-
bais en vuestra ignorancia; sino que así como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra conducta”. 1 Pedro 1:14-16.
“Dios no aceptará otra cosa que no sea la pureza y la santidad; una mancha, una arruga,
un defecto en el carácter, los excluirá por siempre del Cielo, con todas sus glorias y teso-
ros”. 2T:403.
“Aun los pensamientos deben ser puestos en sujeción a la voluntad de Dios y los senti-
mientos bajo el control de la razón y la religión. No se nos dio nuestra imaginación para
que le permitamos correr a rienda suelta y salirse con la suya, sin realizar ningún esfuer-
zo para restringirla y disciplinarla. Si los pensamientos son malos, los sentimientos serán
malos; y los pensamientos y los sentimientos combinados forman el carácter moral”.
ELC:164.
“Así, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza de la car-
ne y del espíritu, perfeccionando la santificación en la reverencia a Dios”. 2 Cor. 7:1.
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“Nadie puede ser omnipotente, pero todos pueden limpiarse de la impiedad de la carne y
del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor del Señor. Dios requiere que cada
alma sea pura y santa. Tenemos tendencias hereditarias hacia el mal. No necesitamos
continuar con ellas a cuestas. Es una debilidad humana abrigar el egoísmo porque es un
rasgo natural del carácter. Pero a menos que desechemos todo egoísmo, a menos que
crucifiquemos el yo, jamás llegaremos a ser santos como Dios es santo”. FCV:142.
“El ideal de Dios para sus hijos es más elevado de lo que puede alcanzar el más sublime
pensamiento humano. ‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto’. Esta orden es una promesa. El plan de redención contempla nuestro
completo rescate del poder de Satanás. Cristo separa siempre del pecado al alma contri-
ta. Vino para destruir las obras del diablo, y ha hecho provisión para que el Espíritu San-
to sea impartido a toda alma arrepentida, para guardarla de pecar. La intervención del
tentador no ha de ser tenida por excusa para cometer una mala acción. Satanás se alegra
cuando oye a los que profesan seguir a Cristo buscando excusas por su deformidad de
carácter. Son estas excusas las que inducen a pecar. No hay disculpa para el pecado. Un
temperamento santo, una vida semejante a la de Cristo, es accesible para todo hijo de
Dios arrepentido y creyente”. DTG:277-278.
“Se ha dispuesto gracia abundante para que el alma creyente pueda ser preservada del
pecado, pues todo el cielo, con sus recursos ilimitados, ha sido colocado a nuestra dispo-
sición”. 1MS:461.
“Pero Cristo nos alcanza donde estamos. Tomó nuestra naturaleza y venció, a fin de que
nosotros, tomando su naturaleza, pudiésemos vencer. Hecho ‘en semejanza de carne de
pecado’, vivió una vida sin pecado. Ahora, por su divinidad, echa mano del trono del
cielo, mientras que por su humanidad llega hasta nosotros. El nos invita a obtener por la
fe en él la gloria del carácter de Dios. Por lo tanto, hemos de ser perfectos, como nuestro
‘Padre que está en los cielos es perfecto’”. DTG:278.
“Sostiene ante nosotros el más alto ideal, el de la perfección. Nos pide que nos manifes-
temos absoluta y completamente a favor de él en este mundo, así como él está siempre a
favor nuestro en la presencia de Dios”. HAp:452.
“Nos pide que seamos perfectos como él, es decir, de igual manera. Debemos ser centros
de luz y bendición para nuestro reducido círculo así como él lo es para el universo. No
poseemos nada por nosotros mismo, pero la luz del amor brilla sobre nosotros y hemos
de reflejar su resplandor. Gracias al bien proveniente de Dios, podemos ser perfectos en
nuestra esfera, así como él es perfecto en la suya”. DMJ:67.
82.- Tradición: Jesús tuvo ventaja sobre nosotros. Verdad: Jesús no tuvo ventaja
sobre los santificados.-
“Pero a Jesús, que por un momento fue hecho un poco menor que los ángeles, lo vemos
coronado de gloria y de honra, por haber padecido la muerte, para que por la gracia de
Dios experimentase la muerte en beneficio de todos. Porque convenía que Dios, por cau-
sa de quien y por medio de quien todas las cosas existen, habiendo de llevar a la gloria a
muchos hijos, perfeccionara mediante aflicciones al autor de la salvación de ellos. Por-
que el que santifica y los que son santificados, todos proceden de uno. Por eso, no se
avergüenza de llamarlos hermanos”. Heb. 2:9-11.
“Jesucristo es nuestro ejemplo en todas las cosas. Él empezó su vida, pasó por sus expe-
riencias, y terminó su registro, con una voluntad humana santificada. Él fue tentado en
todos los puntos como nosotros lo somos y no obstante al mantener su voluntad rendida
y santificada, nunca cedió en el más mínimo grado a hacer el mal, o a manifestar rebe-
lión contra Dios”. ST, 29-10-1894.
“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi propia voluntad, mas la voluntad del
que me envió”. Juan 6:38.
“De su propia vida el Salvador dijo: ‘Yo he guardado los mandamientos de mi Padre’.
‘El Padre no me ha dejado solo; porque yo hago siempre aquellas cosas que le agradan’.
Como Jesús fue en su naturaleza humana, de igual manera Dios se propone que sean sus
seguidores. En su fortaleza debemos vivir la vida de pureza y de nobleza que el Salvador
vivió”. 8T:289.
Pág. 180
“Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados a tra-
vés de la verdad”. Juan 17:19.
“¿Qué es la santificación? Es darse uno mismo en forma plena y sin reserva alma, cuer-
po y espíritu a Dios; tratar justamente; amar la misericordia, y andar humildemente con
Dios; conocer y hacer la voluntad de Dios sin tomar en consideración el yo o el interés
propio; tener una mente celestial, pura, generosa (desprovista del yo), santa y sin man-
cha ni arruga”. NEV:212.
“El verdadero cristiano … es un representante vivo de la verdad que profesa. Cristo de-
clara de estos seguidores, de corazones sinceros, que no se avergüenza de llamarlos her-
manos”. ST, 09-03-1882.
“Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi
hermano, y hermana, y madre”. Mat. 12:50.
“Todos los que quisieran recibir a Cristo por la fe iban a estar unidos con él por un vín-
culo más íntimo que el del parentesco humano. Iban a ser uno con él, como él era uno
con el Padre. Al creer y hacer sus palabras, su madre se relacionaba en forma salvadora
con Jesús y más estrechamente que por su vínculo natural con él. Sus hermanos no se
beneficiarían de su relación con él a menos que le aceptasen como su Salvador perso-
nal”. DTG:292.
“Aquellos que reciben al Salvador se convierten en hijos de Dios. Ellos son sus hijos es-
pirituales, nacidos de nuevo, renovados en justicia y verdadera santidad. Sus mentes son
cambiadas”. ST, 17-12-1902.
“Pero a todos los que lo recibieron, a los que creyeron en su Nombre, les dio el derecho
de ser hijos de Dios. Estos nacieron, no de sangre, ni por el impulso de la carne, ni por el
deseo de un varón, sino de Dios”. Juan 1:12-13.
“Por medio de Jesús, los hijos caídos de Adán son hechos ‘hijos de Dios’. Porque el que
santifica y los que son santificados, de uno son todos: por lo cual no se avergüenza de
llamarlos hermanos". (Hebreos 2:11)”. CS:531.
“Así, todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido
bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego, ni siervo ni
libre, ni hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y ya que sois
de Cristo, de cierto sois descendientes de Abrahán, y conforme a la promesa, herederos”.
Gal. 3:26-29.
Pág. 181
“La simple descendencia de Abrahán no tenía ningún valor. Sin una relación espiritual
con él, la cual se hubiera manifestado poseyendo el mismo espíritu y haciendo las mis-
mas obras, ellos no eran sus hijos”. DTG:432.
“Tan sólo aquellos que demuestran estar espiritualmente en armonía con Abrahán, al
obedecer la voz de Dios, son considerados como sus verdaderos descendientes”.
PVGM:212.
“Juan declaró a los judíos que su situación delante de Dios había de ser decidida por su
carácter y su vida. La profesión era inútil. Si su vida y su carácter no estaban en armonía
con la ley de Dios, no eran su pueblo”. DTG:82.
“Dios ama a sus hijos obedientes. Tiene un reino preparado, no para súbditos desleales,
sino para sus hijos que él ha probado y purificado en un mundo maleado y corrompido
por el pecado. Como hijos obedientes tenemos el privilegio de tener relación con Dios.
‘Si hijos -dice él- también herederos’ de una herencia inmortal... Cristo y su pueblo son
uno (Carta 119, 1897)”. 6CBA:1077.
“Esto quiere decir, que no los hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los hijos de
la promesa son contados como descendientes”. Rom. 9:8.
“Así, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, él también participó de lo mismo,
para destruir por su muerte al que tenía dominio de la muerte, a saber, al diablo. Y librar
a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre. Por-
que no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abrahán [La KJV tra-
duce este verso mucho mejor: “Porque ciertamente no tomó sobre sí la naturaleza de los
ángeles, sino que él tomó sobre sí la simiente de Abraham”]. Por eso, debía ser en todo
Pág. 182
semejante a sus hermanos, para venir a ser compasivos y fiel Sumo Sacerdote ante Dios,
para expiar los pecados del pueblo”. Heb. 2:14-17.
“Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo
la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción
de hijos”. Gal. 4:4-5.
“El ángel respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra. Por eso, el que ha de nacer será llamado Santo, el Hijo de Dios’”. Luc.
1:35.
“Nació sin una mancha de pecado; pero vino al mundo a la semejanza de la familia hu-
mana. No tuvo un cuerpo que fuera sólo una apariencia, sino que tomó la naturaleza hu-
mana participando de la vida de la humanidad”. 7CBA:937.
“Él fue hecho como sus hermanos, con las mismas susceptibilidades, mentales y físi-
cas”. RH, 10-02-1885.
“Se hizo carne, como somos carne. Tuvo hambre y sed, y sintió cansancio. Fue sosteni-
do por el alimento y refrigerado por el sueno. Participó de la suerte del hombre, aunque
era el inmaculado Hijo de Dios. Era Dios en la carne. Su carácter ha de ser el nuestro. El
Señor dice de aquellos que creen en él: ‘Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de
ellos, y ellos serán mi pueblo’”. DTG:278.
“Muchos engañadores han salido en el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha veni-
do en carne [‘Sarx’, carne pecaminosa]. El que hace esto es el engañador y el anticristo”.
2 Juan 1:7.
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“Cristo, que no conocía en lo más mínimo la mancha o contaminación del pecado, tomó
nuestra naturaleza en su condición deteriorada. Esta fue una humillación mayor que la
que pueda comprender el hombre finito. Dios fue manifestado en carne. Se humilló a sí
mismo. ¡Qué tema para el pensamiento, para una profunda y ferviente contemplación!
Aunque era tan infinitamente grande la Majestad del cielo, sin embargo se inclinó tan
bajo, sin perder un átomo de su dignidad y gloria. Se inclinó a la pobreza y la más pro-
funda humillación entre los hombres. Por nuestra causa se hizo pobre, para que por su
pobreza pudiéramos ser hechos ricos”. 1MS:296.
“Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturale-
za humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humani-
dad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cual-
quier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus
antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una he-
rencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida
sin pecado. En el cielo, Satanás había odiado a Cristo por la posición que ocupara en las
cortes de Dios. Le odió aun más cuando se vio destronado. Odiaba a Aquel que se había
comprometido a redimir a una raza de pecadores. Sin embargo, a ese mundo donde Sata-
nás pretendía dominar, permitió Dios que bajase su Hijo, como niño impotente, sujeto a
la debilidad humana. Le dejó arrostrar los peligros de la vida en común con toda alma
humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a ries-
go de sufrir la derrota y la pérdida eterna.
El corazón del padre humano se conmueve por su hijo. Mientras mira el semblante de su
hijito, tiembla al pensar en los peligros de la vida. Anhela escudarlo del poder de Sata-
nás, evitarle las tentaciones y los conflictos. Mas Dios entregó a su Hijo unigénito para
que hiciese frente a un conflicto más acerbo y a un riesgo más espantoso, a fin de que la
senda de la vida fuese asegurada para nuestros pequeñuelos. ‘En esto consiste el amor’.
¡Maravillaos, oh cielos! ¡Asómbrate, oh tierra!”. DTG:32-33.
“Jesús fue colocado donde su carácter iba a ser probado. Le era necesario estar cons-
tantemente en guardia a fin de conservar su pureza. Estuvo sujeto a todos los conflictos
que nosotros tenemos que arrostrar, a fin de sernos un ejemplo en la niñez, la adolescen-
cia y la edad adulta.
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Satanás fue incansable en sus esfuerzos por vencer al Niño de Nazaret. Desde sus prime-
ros años Jesús fue guardado por los ángeles celestiales; sin embargo, su vida fue una lar-
ga lucha contra las potestades de las tinieblas. El que hubiese en la tierra una vida libre
de la contaminación del mal era algo que ofendía y dejaba perplejo al príncipe de las ti-
nieblas. No dejó sin probar medio alguno de entrampar a Jesús. Ningún hijo de la huma-
nidad tendrá que llevar una vida santa en medio de tan fiero conflicto con la tentación
como nuestro Salvador”. DTG:52.
“Vosotros no tenéis una dificultad, que no haya gravitado con el mismo peso sobre él,
no tenéis una tristeza que su corazón no haya experimentado. Sus sentimientos podían
ser heridos, por el descuido y la indiferencia de sus amigos profesos, tan fácilmente
como los vuestros. ¿Es espinoso vuestro camino? El de Cristo lo fue diez veces más.
¿Estáis angustiados? También él lo estuvo. ¡Con cuánta propiedad Cristo puede ser
nuestro ejemplo!”. DNC:104.
“El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado,
para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les impida ven-
cer. Cristo vino para hacernos ‘participantes de la naturaleza divina’, y su vida es una
afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no peca”. MC:136.
“Los hombres y mujeres inventan toda clase de excusas por su propensión al pecado.
Hacen del pecado una necesidad, algo que no se puede vencer. Pero el pecado no es una
necesidad. Cristo estuvo en este mundo desde su infancia hasta la madurez, y en ese
tiempo afrontó y venció todas las tentaciones que asedian al hombre. Es un modelo per-
fecto para la niñez, juventud, y madurez". MS 17, 1911”. FCV:221.
“Tomó nuestra naturaleza y venció, a fin de que nosotros, tomando su naturaleza, pudié-
semos vencer. Hecho ‘en semejanza de carne de pecado’, vivió una vida sin pecado.
Ahora, por su divinidad, echa mano del trono del cielo, mientras que por su humanidad
llega hasta nosotros. Él nos invita a obtener por la fe en él la gloria del carácter de Dios.
Por lo tanto, hemos de ser perfectos, como nuestro ‘Padre que está en los cielos es per-
fecto’”. DTG:278.
“La vida de Cristo representa una perfecta naturaleza humana. Él fue en naturaleza hu-
mana precisamente lo que usted puede ser. El tomó nuestras debilidades. No sólo fue he-
cho carne, sino fue hecho a semejanza de carne de pecado. Se impidió que sus atributos
divinos aliviaran la angustia de su alma o sus dolores corporales (Carta 106, 1896)”.
5CBA:1098.
“Y no ejerció en favor suyo poder alguno que no nos sea ofrecido generosamente. Como
hombre, hizo frente a la tentación, y venció en la fuerza que Dios le daba”. DTG:16.
Pág. 185
“La victoria de Cristo y su obediencia son las de un verdadero ser humano. Caemos en
muchos errores en nuestras conclusiones debido a nuestros falsos conceptos de la natura-
leza humana de nuestro Señor. Cuando le damos a su naturaleza humana un poder que
no es posible que tenga el hombre en sus conflictos con Satanás, destruimos la integri-
dad de su humanidad. Él imparte su gracia imputada y poder a todos los que lo reciben
por fe.
La obediencia de Cristo a su Padre fue la misma obediencia que se exige del hombre. El
hombre no puede vencer las tentaciones de Satanás sin que se combinen el poder divino
con su agente humano. Así sucedió en el caso de Jesucristo: podía aferrarse al poder di-
vino. No vino a nuestro mundo para obedecer como un Dios menor a un Dios mayor,
sino como un hombre para obedecer la santa ley de Dios, y por eso es nuestro ejemplo.
El Señor Jesús no vino a nuestro mundo para revelar lo que podía hacer un Dios, sino lo
que podía hacer un hombre por medio de la fe en el poder de Dios para fortalecer en
cada emergencia. El hombre debe ser participante de la naturaleza divina y vencer por
medio de la fe cada tentación que lo acose.
El Señor pide ahora que cada hijo e hija de Adán le sirva, por la fe en Jesucristo, en la
naturaleza humana que ahora tenemos. El Señor Jesús ha tendido un puente sobre el
abismo que creó el pecado. Ha unido la tierra con el ciclo, al hombre finito con el Dios
infinito. Jesús, el Redentor del mundo, sólo podía guardar los mandamientos de Dios en
la misma forma en que puede guardarlos la humanidad (MS 1, 1892)”. 7CBA:941.
“El Salvador anhelaba profundamente que sus discípulos comprendiesen con qué propó-
sito su divinidad se había unido a la humanidad. Vino al mundo para revelar la gloria de
Dios, a fin de que el hombre pudiese ser elevado por su poder restaurador. Dios se mani-
festó en él a fin de que pudiese manifestarse en ellos. Jesús no reveló cualidades ni ejer-
ció facultades que los hombres no pudieran tener por la fe en él. Su perfecta humanidad
es lo que todos sus seguidores pueden poseer si quieren vivir sometidos a Dios como él
vivió”. DTG:619-620.
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien
toma nombre toda la familia de los cielos y de la tierra, que os dé, conforme a la riqueza
de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Que ha-
bite Cristo por la fe en vuestro corazón, para que, arraigados y fundados en amor, podáis
comprender bien con todos los santos, la anchura y la longitud, la profundidad y la altura
del amor de Cristo, y conocer ese amor que supera a todo conocimiento, para que seáis
llenos de toda la plenitud de Dios”. Efe. 3:14-19.
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“En Cristo habitaba la plenitud de la Deidad corporalmente. Por eso, aunque fue tentado
en todo como lo somos nosotros, se mantuvo ante el mundo, desde que entró por prime-
ra vez en él, incontaminado por la corrupción, aunque estuvo rodeado por ella. ¿No de-
bemos también nosotros llegar a ser participantes de esa plenitud, y no es así y única-
mente así como podemos vencer como él venció?
Perdemos mucho al no meditar constantemente en el carácter de Cristo (MS 16, 1890)”.
7CBA:919.
“A través de la victoria de Cristo se provee al hombre las mismas ventajas que él tuvo;
pues puede ser partícipe de un poder fuera de él y sobre sí mismo, aun participante de la
naturaleza divina, por medio de la cual puede vencer la corrupción que está en el mundo
por la concupiscencia. Cristo desarrolló un carácter perfecto en la naturaleza humana…
La humanidad de Cristo es llamada ‘ese santo ser’. El registro inspirado dice de Cristo,
‘él no pecó’, él ‘no conoció pecado’, y ‘en él no hubo pecado’. Él fue ‘santo, inocuo, sin
mancha, separado de los pecadores’”. ST, 16-01-1896.
“Nunca dejéis, en forma alguna, la más leve impresión en las mentes humanas de que
una mancha de corrupción o una inclinación hacia ella descansó sobre Cristo, o que en
alguna manera se rindió a la corrupción. Fue tentado en todo como el hombre es tentado,
y sin embargo él es llamado ‘el Santo Ser’”. 5CBA:1103.
“Fue ‘tentado en todo como nosotros’. Satanás estaba listo para atacarlo a cada paso,
lanzándole sus más fieras tentaciones; pero él ‘no pecó ni fue hallado engaño en su
boca’. ‘Fue … probado mediante el sufrimiento’ (Heb. 2:18), sufrió conforme a la medi-
da de su perfección y santidad. Pero el príncipe de las tinieblas no halló nada en él; ni un
solo pensamiento o emoción respondió a la tentación”. 5T:398.
“La santificación no es una emoción sino un principio de origen celestial que pone todas
las pasiones y todos los deseos bajo el control del Espíritu de Dios; y esta obra es reali-
zada por medio de nuestro Señor y Salvador”. FO:89.
“En nuestra propia fortaleza, nos es imposible negarnos a los clamores de nuestra natu-
raleza caída. Por su medio, Satanás nos presentará tentaciones. Cristo sabía que el ene-
migo se acercaría a todo ser humano para aprovecharse de las debilidades hereditarias y
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entrampar, mediante sus falsas insinuaciones, a todos aquellos que no confían en Dios.
Y recorriendo el terreno que el hombre debe recorrer, nuestro Señor ha preparado el ca-
mino para que venzamos. No es su voluntad que seamos puestos en desventaja en el
conflicto con Satanás. No quiere que nos intimiden ni desalienten los asaltos de la ser-
piente. ‘Tened buen ánimo -dice - yo he vencido al mundo’”. DTG:98.
“Él vino a este mundo y vivió una vida sin pecado, para que en su poder su pueblo tam-
bién pudiera vivir vidas sin pecado. Él desea que ellos al practicar los principios de la
verdad muestren al mundo que la gracia de Dios tiene poder para santificar el corazón”.
RH, 01-04-1902.
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia
nos regeneró en esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”.
1 Pedro 1:3.
“Si llegamos a ser participantes de la naturaleza divina podemos ser puros, santos e in-
maculados”. 3MS:147.
“Ninguno de nosotros necesita excusar nuestro temperamento arrebatado, nuestros ca-
racteres desfigurados, nuestro egoísmo, envidia, celos, o cualquier impureza del alma,
del cuerpo o del espíritu. Dios nos ha llamado a gloria y a virtud. Nosotros debemos
obedecer el llamado”. RH, 24-04-1900.
“Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del
mismo pensamiento, que quien padeció en la carne, ha roto con el pecado [cesó de peca-
do], para que el resto de su vida terrenal, no viva según los malos deseos de los hombres,
sino conforme a la voluntad de Dios”. 1 Pedro 4:1-2.
“Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos
ejemplo, para que sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su
boca. Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenaza-
ba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia. Él mismo llevó nuestros pecados
en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, podamos morir a los pecados, y vivir a
la justicia; ‘porque por sus heridas fuisteis sanados’”. 1 Pedro 2:21-24.
“En los días de su vida terrenal, Cristo ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágri-
mas al que lo podía librar de la muerte. Y fue oído por su reverente sumisión. Aunque
era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia. Y perfeccionado, vino a ser una
fuente de eterna salvación para todos los que obedecen”. Heb. 5:7-9.
“Acerquémonos, pues, con segura confianza al trono de la gracia, para alcanzar miseri-
cordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Heb. 4:16.
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“Fue de su Padre que Cristo obtuvo constantemente el poder que le habilitó para mante-
ner su vida libre de mancha o mácula de pecado. Fue este poder el que le capacitó para
resistir la tentación”. RH, 14-07-1912.
“Aunque él fue probado [terriblemente] para que hablara precipitadamente y con ira, ni
una sola vez pecó con sus labios. Con paciente calma hizo frente a las burlas, los sarcas-
mos y al ridículo de sus compañeros en el banco de carpintero. En vez de replicar con
ira, comenzaba a cantar uno de los bellos salmos de David, y sus compañeros se unían
con él, en el himno antes de que se dieran cuenta de lo que estaban haciendo”.
7CBA:948.
“Jesús no contendía por sus derechos. Con frecuencia su trabajo resultaba innecesaria-
mente penoso porque era voluntario y no se quejaba. Sin embargo, no desmayaba ni se
desanimaba. Vivía por encima de estas dificultades, como en la luz del rostro de Dios.
No ejercía represalias cuando le maltrataban, sino que soportaba pacientemente los in-
sultos. Repetidas veces se le preguntaba: ¿Por qué te sometes a tantos desprecios, aun de
parte de tus hermanos? Escrito está, decía: ‘Hijo mío, no te olvides de mi ley; y tu cora-
zón guarde mis mandamientos: porque largura de días, y años de vida y paz te aumenta-
rán. Misericordia y verdad no te desamparen; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de
tu corazón: y hallarás gracia y buena opinión en los ojos de Dios y de los hombres’”.
DTG:68-69.
“Si Satanás hubiese logrado que Cristo cediese a una sola tentación, o que manchase su
pureza perfecta por un solo acto o aun por un pensamiento, el príncipe de las tinieblas
habría triunfado sobre el Garante del hombre y habría ganado para sí toda la familia hu-
mana. Pero si bien Satanás podía afligir, no podía contaminar; podía ocasionar angustia,
pero no profanar. Hizo de la vida de Cristo una larga escena de conflicto y prueba; y sin
embargo, con cada ataque iba perdiendo su dominio sobre la humanidad”. PR:517.
“Pero, Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profe-
tas, que Cristo había de padecer”. Hechos 3:18.
“Cristo sufrió intensamente bajo los ultrajes y los insultos. En manos de los seres a quie-
nes había creado y en favor de los cuales estaba haciendo un sacrificio infinito, recibió
toda indignidad. Y sufrió en proporción a la perfección de su santidad y su odio al peca-
do. El ser interrogado por hombres que obraban como demonios, le era un continuo sa-
crificio. El estar rodeado por seres humanos bajo el dominio de Satanás le repugnaba. Y
sabía que en un momento, con un fulgor de su poder divino podía postrar en el polvo a
sus crueles atormentadores. Esto le hacía tanto más difícil soportar la prueba”.
DTG:649.
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“Nosotros debemos aprender de Cristo. Debemos saber qué es él para los que ha redimi-
do. Debemos saber que por medio de la creencia en él nuestro privilegio es ser partícipes
de la naturaleza divina, y de esta manera escapar a la corrupción que hay en el mundo
por la concupiscencia. Entonces somos limpios de todo pecado, de todos los defectos de
carácter. No necesitamos retener ni una sola propensión pecaminosa. Cristo es quien lle-
va los pecados; Juan dirigió las gentes a él, diciendo: ‘He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo’”. RH, 24-04-1900.
“Cristo separa siempre del pecado al alma contrita. Vino para destruir las obras del dia-
blo, y ha hecho provisión para que el Espíritu Santo sea impartido a toda alma arrepenti-
da, para guardarla de pecar. La intervención del tentador no ha de ser tenida por excusa
para cometer una mala acción. Satanás se alegra cuando oye a los que profesan seguir a
Cristo buscando excusas por su deformidad de carácter. Son estas excusas las que indu-
cen a pecar. No hay disculpa para el pecado. Un temperamento santo, una vida semejan-
te a la de Cristo, es accesible para todo hijo de Dios arrepentido y creyente”. DTG:277-
278.
83.- Tradición: Solamente Cristo pudo obedecer la santa ley de Dios. Verdad: Me-
diante la fe todos podemos obedecer la ley de Dios.-
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
el que cree; primero al judío y también al griego. Porque en el evangelio la justicia que
viene de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’”. Rom.
1:16-17.
“Satanás había aseverado que era imposible para el hombre obedecer los mandamientos
de Dios; y es cierto que con nuestra propia fuerza no podemos obedecerlos. Pero Cristo
vino en forma humana, y por su perfecta obediencia probó que la humanidad y la divini-
dad combinadas pueden obedecer cada uno de los preceptos de Dios.
‘A todos los que le recibieron, dióles potestad [poder] de ser hechos hijos de Dios, a los
que creen en su nombre’. Este poder no se halla en el agente humano. Es el poder de
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Dios. Cuando un alma recibe a Cristo, recibe poder para vivir la vida de Cristo”.
PVGM:255.
“Dios no puede rebajar los requerimientos de su ley para satisfacer la norma de los im-
píos; ni pueden los hombres, por su propio poder, satisfacer las demandas de la ley. So-
lamente por la fe en Cristo puede el pecador ser limpiado de sus culpas y capacitado
para prestar obediencia a la ley de su Hacedor”. HAp:339.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús; [los que no
andan según la carne, sino según el Espíritu;] porque mediante Cristo Jesús, la ley del
Espíritu que da vida, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que
era imposible a la Ley, por cuanto era débil por la carne [debido a nuestra naturaleza hu-
mana caída]; Dios, al enviar a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado [en natu-
raleza humana caída], y como sacrificio por el pecado, condenó al pecado en la carne
[solucionó el problema del pecado, enviando a su Hijo en nuestra naturaleza caída, pero
sin pecar]; para que la justicia que quiere la Ley se cumpla en nosotros [es decir, que de-
jemos de pecar], que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Rom.
8:1-4.
“Hay dos clases de personas en el mundo hoy día, y tan sólo dos clases serán reconoci-
das en el juicio: la que viola la ley de Dios y la que la obedece. Cristo da la prueba me-
diante la cual se ha de comprobar nuestra lealtad o deslealtad. ‘Si me amáis -dice él-
guardad mis mandamientos... El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquel es el
que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré
a él... El que no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no es mía
sino del Padre que me envió’. ‘Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor;
como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor’”.
PVGM:227.
“Si no fuese posible que fuéramos observadores de los mandamientos, entonces ¿por
qué hace Dios de la obediencia a sus mandamientos la prueba de que lo amamos? (Carta
16, 1892)”. 1CBA:1106.
“No todo el que me dice: 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos; sino el que hace
la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Mat. 7:21.
“La condición para alcanzar la vida eterna es ahora exactamente la misma de siempre,
tal cual era en el paraíso antes de la caída de nuestros primeros padres: la perfecta obe-
diencia a la ley de Dios, la perfecta justicia. Si la vida eterna se concediera con alguna
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“Dios exige en este tiempo precisamente lo que demandó de la santa pareja en el Edén:
perfecta obediencia a sus mandatos. Su ley permanece inmutable en todos los siglos. La
gran norma de justicia presentada en el Antiguo Testamento no es rebajada en el Nuevo
Testamento. La obra del Evangelio no es debilitar las exigencias de la santa ley de Dios,
sino elevar a los hombres hasta el punto donde puedan guardar sus preceptos”.
6CBA:1072.
apostasía y la rebelión Dios saca a un pueblo que le es fiel un pueblo ‘en cuyo corazón
está’ su ‘ley’. (Isa. 51:7)”. PP:351.
84.- Tradición: La ley fue abolida en la cruz. Verdad: Ni una jota ni una tilde pasa-
rán.-
“No penséis que he venido para abolir la Ley o los Profetas. No he venido a invalidar,
sino a cumplir. Os aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra, ni un
punto de la Ley perecerán, sin que todo se cumpla”. Mat. 5:17-18.
“El sistema típico que prefiguraba a Cristo como el Cordero de Dios, iba a ser abolido
cuando él muriese; pero los preceptos del Decálogo son tan inmutables como el trono de
Dios”. DTG:274-275.
“Es sofistería de Satanás la idea de que la muerte de Cristo introdujo la gracia para ocu-
par el lugar de la ley. La muerte de Jesús no modificó ni anuló ni menoscabó en el me-
nor grado la ley de los Diez Mandamientos. Esa preciosa gracia ofrecida a los hombres
por medio de la sangre del Salvador, establece la ley de Dios … La doctrina que enseña
libertad, mediante la gracia, para quebrantar la ley, es un engaño fatal. Todo transgresor
de la ley de Dios es un pecador, y nadie puede ser santificado mientras vive consciente-
mente en pecado”. FO:29-30.
“Dirigiendo Jesús sus miradas hasta la última generación vio al mundo envuelto en un
engaño semejante al que causó la destrucción de Jerusalén. El gran pecado de los judíos
consistió en que rechazaron a Cristo; el gran pecado del mundo cristiano iba a consistir
en que rechazaría la ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la
tierra. Los preceptos del Señor iban a ser menospreciados y anulados. Millones de almas
sujetas al pecado, esclavas de Satanás, condenadas a sufrir la segunda muerte, se nega-
rían a escuchar las palabras de verdad en el día de su visitación. ¡Terrible ceguedad, ex-
traña infatuación!”. CS:25.
“Al poner a un lado la ley de Dios, los hombres no saben lo que están haciendo. La ley
de Dios es la transcripción de su carácter. Abarca los principios de su reino. El que rehú-
sa aceptar esos principios, se está colocando fuera del canal por donde fluyen las bendi-
ciones de Dios”. PVGM:246.
“Cuando el hombre cayó a causa de su transgresión, la ley no fue cambiada, sino que se
estableció un sistema de redención para hacerle volver a la obediencia”. PP:378.
“La cruz de Cristo testifica de la inmutabilidad de la ley de Dios, testifica que tanto nos
amó Dios, que dio a su Hijo para que muriera por nuestros pecados. Sin embargo, Cristo
no vino para destruir la ley, sino para cumplirla. No podían ser cambiadas ni una jota ni
un tilde de la norma moral de Dios para colocarse a la altura del hombre en su condición
Pág. 193
caída. Jesús murió para que pudiera imputar al pecador arrepentido su propia justicia y
hacer posible que el hombre guardara la ley”. 1MS:366.
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
el que cree; primero al judío y también al griego. Porque en el evangelio la justicia que
viene de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’”. Rom.
1:16-17.
“La promesa del nuevo pacto es: ‘Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes
las escribiré”. DMJ:47.
“La ley demanda perfecta obediencia. ‘Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofen-
diere en un punto, se hace culpable de todos’ (Santiago 2:10). No puede ser quebrantado
ninguno de los diez preceptos sin que haya deslealtad al Dios del cielo. La mínima des-
viación de sus requerimientos, por descuido o transgresión voluntaria, es pecado, y cada
pecado expone al pecador a la ira de Dios. La obediencia era la única condición por la
que el antiguo Israel había de recibir el cumplimiento de las promesas que lo convirtie-
ran en el pueblo grandemente favorecido por Dios, y la obediencia a esa ley traerá tan
grandes bendiciones a los individuos y a las naciones hoy día como las que hubiera traí-
do a los hebreos”. 1MS:255-256.
“El poder condenador de la ley de Dios se extiende no sólo a lo que hacemos, sino a lo
que no hacemos”. 1MS:257.
“El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace”. Santiago 4:17.
“Os amonesto: no coloquéis vuestra influencia contra los mandamientos de Dios. Esa
ley es tal como Jehová la escribió en el templo del cielo. El hombre puede hollar su co-
pia terrenal, pero el original se conserva en el arca de Dios en el cielo; y sobre la cubier-
ta de esa arca, precisamente encima de esa ley está el propiciatorio. Jesús está allí mis-
mo, delante de esa arca, para mediar por el hombre”. 1CBA:1123.
“Sólo en la medida en que la ley de Dios sea repuesta en el lugar que le corresponde ha-
brá un avivamiento de la piedad y fe primitivas entre los que profesan ser su pueblo”.
CS:532.
Pág. 194
85.- Tradición: El antiguo pacto salvaba por la obediencia. Verdad: El nuevo pacto
de gracia es el único pacto que salva.-
“Pero Dios reprendiéndolos dijo: ‘Vienen días -dice el Señor- en que concertaré con la
casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto. No como el pacto que hice con sus
padres, el día que los tomé por la mano para sacarlos de Egipto. Porque ellos no perma-
necieron en mi pacto, y me desentendí de ellos -dice el Señor. Este es el pacto que haré
con la casa de Israel, después de aquellos días -dice el Señor-: Pondré mis leyes en la
mente de ellos, las escribiré sobre su corazón; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y
ninguno enseñará a su prójimo, ni a su hermano, diciendo: 'Conoce al Señor'; porque to-
dos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor. Porque perdonaré sus malda-
des, y no me acordaré más de sus pecados. Al llamar "nuevo" a este pacto, declara anti-
cuado al primero. Y lo anticuado se envejece y desaparece”. Heb. 8:8-13.
“El pacto de misericordia fue hecho antes de la fundación del mundo. Ha existido desde
toda la eternidad, y es llamado el pacto eterno”. 7CBA:946.
“Así como la Biblia presenta dos leyes, una inmutable y eterna, la otra provisional y
temporaria, así también hay dos pactos. El pacto de la gracia se estableció primeramente
con el hombre en el Edén, cuando después de la caída se dio la promesa divina de que la
simiente de la mujer heriría a la serpiente en la cabeza. Este pacto puso al alcance de to-
dos los hombres el perdón y la ayuda de la gracia de Dios para obedecer en lo futuro me-
diante la fe en Cristo. También les prometía la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios.
Así recibieron los patriarcas la esperanza de la salvación.
Este mismo pacto le fue renovado a Abrahán en la promesa: ‘En tu simiente serán bendi-
tas todas las gentes de la tierra’. (Gén. 22:18). Esta promesa dirigía los pensamientos ha-
cia Cristo. Así la entendió Abrahán. (Véase Gál. 3:8, 16), y confió en Cristo para obtener
el perdón de sus pecados. Fue esta fe la que se le contó como justicia. El pacto con
Abrahán también mantuvo la autoridad de la ley de Dios. El Señor se le apareció y le
dijo: ‘Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto’. El testimonio de
Dios respecto a su siervo fiel fue: ‘Oyó Abrahán mi voz, y guardó mi precepto, mis
mandamientos, mis estatutos y mis leyes’, y el Señor le declaró: ‘Estableceré mi pacto
entre mí y ti, y tu simiente después de ti en sus generaciones, por alianza perpetua, para
serte a ti por Dios, y a tu simiente después de ti’. (Gen 17:1, 7; 26:5).
Aunque este pacto fue hecho con Adán, y más tarde se le renovó a Abrahán, no pudo ra-
tificarse sino hasta la muerte de Cristo. Existió en virtud de la promesa de Dios desde
que se indicó por primera vez la posibilidad de redención. Fue aceptado por fe: no obs-
tante, cuando Cristo lo ratificó fue llamado el pacto nuevo. La ley de Dios fue la base de
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este pacto, que era sencillamente un arreglo para restituir al hombre a la armonía con la
voluntad divina, colocándolo en situación de poder obedecer la ley de Dios.
Otro pacto, llamado en la Escritura el pacto ‘antiguo’, se estableció entre Dios e Israel
en el Sinaí, y en aquel entonces fue ratificado mediante la sangre de un sacrificio. El
pacto hecho con Abrahán fue ratificado mediante la sangre de Cristo, y es llamado el
‘segundo’ pacto o ‘nuevo’ pacto, porque la sangre con la cual fue sellado se derramó
después de la sangre del primer pacto. Es evidente que el nuevo pacto estaba en vigor en
los días de Abrahán, puesto que entonces fue confirmado tanto por la promesa como por
el juramento de Dios, ‘dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios
mienta’. (Heb. 6:18).
Pero si el pacto confirmado a Abrahán contenía la promesa de la redención, ¿por qué se
hizo otro pacto en el Sinaí? Durante su servidumbre, el pueblo había perdido en alto gra-
do el conocimiento de Dios y de los principios del pacto de Abrahán. Al libertarlos de
Egipto, Dios trató de revelarles su poder y su misericordia para inducirlos a amarle y a
confiar en él. Los llevó al mar Rojo, donde, perseguidos por los egipcios, parecía impo-
sible que escaparan, para que pudieran ver su total desamparo y necesidad de ayuda di-
vina; y entonces los libró. Así se llenaron de amor y gratitud hacia él, y confiaron en su
poder para ayudarles. Los ligó a sí mismo como su libertador de la esclavitud temporal.
Pero había una verdad aun mayor que debía grabarse en sus mentes. Como habían vivi-
do en un ambiente de idolatría y corrupción, no tenían un concepto verdadero de la
santidad de Dios, de la extrema pecaminosidad de su propio corazón, de su total incapa-
cidad para obedecer la ley de Dios, y de la necesidad de un Salvador. Todo esto se les
debía enseñar.
Dios los llevó al Sinaí; manifestó allí su gloria; les dio la ley, con la promesa de grandes
bendiciones siempre que obedecieran: ‘Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guarda-
reis mi pacto, ... vosotros seréis mi reino de sacerdotes, y gente santa’. (Éxo. 19:5-6).
Los israelitas no percibían la pecaminosidad de su propio corazón, y no comprendían
que sin Cristo les era imposible guardar la ley de Dios; y con excesiva premura concer-
taron su pacto con Dios. Creyéndose capaces de ser justos por sí mismos, declararon:
‘Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos’. (Éxo. 24:7). Habían
presenciado la grandiosa majestad de la proclamación de la ley, y habían temblado de te-
rror ante el monte; y sin embargo, apenas unas pocas semanas después, quebrantaron su
pacto con Dios al postrarse a adorar una imagen fundida. No podían esperar el favor de
Dios por medio de un pacto que ya habían roto; y entonces viendo su pecaminosidad y
su necesidad del Salvador revelado en el pacto de Abrahán y simbolizado en los sacrifi-
cios. De manera que mediante la fe y el amor se vincularon con Dios como su libertador
de la esclavitud del pecado. Ya estaban capacitados para apreciar las bendiciones del
nuevo pacto”. PP:386-389.
“Por eso, Cristo es mediador del nuevo pacto, para que ahora que él murió para perdonar
los pecados cometidos bajo el primer pacto, los que son llamados reciban la promesa de
la herencia eterna”. Heb. 9:15.
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“Los términos del pacto antiguo eran: Obedece y vivirás. ‘El hombre que los hiciere, vi-
virá en ellos’ (Eze. 20:11; Lev. 18:5). Pero ‘maldito el que no confirmare las palabras de
esta ley para cumplirlas’. (Deut. 27:26). El nuevo pacto se estableció sobre ‘mejores pro-
mesas’, la promesa del perdón de los pecados y de la gracia de Dios para renovar el co-
razón y ponerlo en armonía con los principios de la ley de Dios. ‘Este es el pacto que
haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en sus en-
trañas, y escribiréla en sus corazones; y ... perdonaré la maldad de ellos, y no me acorda-
ré más de su pecado’. (Jer. 31:33-34).
La misma ley que fue grabada en tablas de piedra es escrita por el Espíritu Santo sobre
las tablas del corazón. En vez de tratar de establecer nuestra propia justicia, aceptamos la
justicia de Cristo. Su obediencia es aceptada en nuestro favor. Entonces el corazón reno-
vado por el Espíritu Santo producirá los frutos del Espíritu. Mediante la gracia de Cristo
viviremos obedeciendo a la ley de Dios escrita en nuestro corazón. Al poseer el Espíritu
de Cristo, andaremos como él anduvo. Por medio del profeta, Cristo declaró respecto a
sí mismo: ‘El hacer tu voluntad, Dios mío, hame agrado; y tu ley está en medio de mis
entrañas’. (Salmo 40:8) Y cuando entre los hombres, dijo: ‘No me ha dejado el Padre;
porque yo, lo que a él agrada, hago siempre’. (Juan 8:29)”. PP:389.
“Porque por gracia habéis sido salvados por la fe. Y esto no proviene de vosotros, sino
que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios de antemano preparó para que
anduviésemos en ellas”. Efe. 2:8-10.
“Mas por cuanto por la ley ninguno se justifica para con Dios, queda manifiesto que el
justo por la fe vivirá”. Gal. 3:11.
“El Redentor del mundo revistió su divinidad con humanidad para que pudiera alcanzar
a la humanidad, pues se necesitó de lo divino y de lo humano para traer la salvación al
mundo, necesaria por la caída del hombre. La divinidad necesitaba de la humanidad para
que la humanidad proporcionara un canal de comunicación entre Dios y el hombre. El
hombre necesita un poder exterior y superior a él para que lo restaure a la semejanza de
Dios. Sin embargo, el hecho de que necesite de la ayuda divina, no significa que la acti-
vidad humana no sea esencial. Se requiere fe de parte del hombre, pues la fe obra por el
amor y purifica el alma. La fe se aferra del poder de Cristo. El propósito del Señor no es
que se paralice el poder humano, sino que, al cooperar con Dios, el poder del hombre
sea eficiente para bien. El propósito de Dios no es que sea destruida nuestra voluntad,
porque precisamente mediante este atributo hemos de cumplir la obra que él quiere que
realicemos en nuestro hogar y en público. Él ha dado a cada hombre su obra; y cada ver-
dadero obrero irradia luz al mundo porque está unido con Dios y con Cristo y con los
ángeles celestiales en la excelsa obra de salvar a los perdidos. Mediante la asociación di-
vina, se hace más y más capaz para realizar las obras de Dios. Manifestando en lo ex-
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terno lo que la gracia divina obra en el interior, el creyente llega a ser grande espiritual-
mente”. 1MS:440-441.
“Tan pronto como doblegamos nuestra voluntad para que armonice con la voluntad de
Dios, la gracia de Cristo está lista para cooperar con el instrumento humano”. ELC:27.
“No se gana la victoria sin mucha oración ferviente, sin humillar el yo a cada paso.
Nuestra voluntad no ha de verse forzada a cooperar con los agentes divinos; debe some-
terse de buen grado. Aunque fuera posible que él nos impusiera la influencia del Espíritu
de Dios con una intensidad cien veces mayor, eso no nos haría necesariamente cristia-
nos, personas listas para el cielo. No se destruiría el baluarte de Satanás. La voluntad
debe colocarse de parte de la voluntad de Dios. Por nosotros mismos no podemos some-
ter a la voluntad de Dios nuestros propósitos, deseos e inclinaciones; pero si estamos
dispuestos a someter nuestra voluntad a la suya, Dios cumplirá la tarea por nosotros, aun
‘refutando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y
llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo’. Entonces nos ocuparemos
de nuestra ‘salvación con temor y temblor, porque Dios’ producirá en nosotros ‘así el
querer, como el hacer, por su buena voluntad’”. DMJ:120.
“La fe genuina se manifestará en buenas obras, pues las buenas obras son frutos de la fe.
Cuando Dios actúa en el corazón y el hombre entrega su voluntad a Dios y coopera con
Dios, efectúa en la vida lo que Dios realiza mediante el Espíritu Santo y hay armonía en-
tre el propósito del corazón y la práctica de la vida. Debe renunciarse a cada pecado
como a lo aborrecible que crucificó al Señor de la vida y de la gloria, y el creyente debe
tener una experiencia progresiva al hacer continuamente las obras de Cristo. La bendi-
ción de la justificación se retiene mediante la entrega continua de la voluntad y la obe-
diencia continua”. 1MS:464-465.
“Por consiguiente, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, para obedecer a sus ma-
los deseos. Ni tampoco ofrezcáis más vuestros miembros como armas al servicio del pe-
cado, sino ofreceos a Dios, como quienes han vuelto de la muerte a la vida; y ofreced
vuestros miembros a Dios por instrumentos de justicia”. Rom. 6:12-13.
“Profesos cristianos, aunque no se os dé más luz que la contenida en este texto, no ten-
dréis excusa si permitís que os controlen las bajas pasiones”. 2T:404.
“¿No sabéis que al ofrecerás a alguien para obedecerle, sois siervos de aquel a quien
obedecéis, o del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?”. Rom. 6:16.
“La voluntad es el poder que gobierna en la naturaleza del hombre, el poder de decisión
o elección. Todo ser humano que razone tiene la facultad de escoger lo recto. En toda vi-
cisitud de la vida la Palabra de Dios nos dice: ‘Escogeos hoy a quién sirváis’. Todos
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“La religión pura tiene que ver con la voluntad. La voluntad es el poder que gobierna en
la naturaleza del hombre, poniendo a las demás facultades bajo su dominio. La voluntad
no es el gusto ni la inclinación, sino el poder de decidir, que obra en los hijos de los
hombres para obediencia o desobediencia a Dios …
Estarás en constante peligro hasta que comprendas la verdadera fuerza de la voluntad.
Podrás creer y prometer todas las cosas, pero tus promesas o tu fe no tendrán valor hasta
que hayas puesto la voluntad del lado de la fe y la acción. Si peleas la batalla de la fe
con toda la fuerza de la voluntad, vencerás. No puedes confiar en tus sentimientos, tus
impresiones, tus emociones, pues no son dignos de confianza, especialmente con tus
ideas pervertidas; y el conocimiento de tus promesas quebrantadas y tus votos no cum-
plidos debilita tu confianza en ti mismo y la fe de otros en ti.
Pero no tienes por qué desesperar. Debes estar resuelto a creer aunque nada te parezca
real ni verdadero. No necesito decirte que eres tú quien se ha puesto en esta posición no
envidiable. Debes reconquistar tu confianza en Dios y en tus hermanos. A ti te toca so-
meter tu voluntad a la voluntad de Jesucristo, y al hacerlo, Dios tomará inmediatamente
posesión de ella y obrará en ti el querer y el hacer según su beneplácito. Tu naturaleza
entera será puesta entonces bajo el gobierno del Espíritu de Cristo, y hasta tus pensa-
mientos le estarán sujetos.
No puedes dominar como deseas tus impulsos, tus emociones, pero puedes dominar la
voluntad y hacer un cambio completo en tu vida. Sometiendo tu voluntad a Cristo, tu
vida se ocultará con Cristo en Dios, y se unirá al poder que está por encima de todos los
principados y las potestades. Tendrás fuerza procedente de Dios que te mantendrá unido
a su fuerza y te será posible alcanzar una nueva luz, la luz misma de la fe viviente. Pero
tu voluntad debe cooperar con la voluntad de Dios, no con la voluntad de camaradas por
medio de quienes Satanás trabaja constantemente para entramparte y destruirte.
¿No quieres relacionarte, sin demora, debidamente con Dios? ¿No quieres decir: ‘Quiero
entregar mi voluntad a Jesús y hacerlo ahora’, y desde este momento estar completamen-
te de parte del Señor? Desatiende las costumbres y los fuertes llamamientos del apetito
y la pasión. No des a Satanás la oportunidad de decir: ‘Eres un desgraciado hipócrita’.
Cierra la puerta de modo que Satanás no te acuse ni te desanime. Di: ‘Creeré, creo que
Dios es mi ayudador’, y hallarás que puedes triunfar en Dios. Si mantienes persistente-
mente la voluntad de parte del Señor, toda emoción quedará cautiva de la voluntad de
Jesús. Hallarás entonces tu pie afirmado sobre roca sólida. A veces se requerirá toda par-
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tícula de voluntad que poseas, pero es Dios el que está obrando por ti, y saldrás del pro-
ceso modelador convertido en un vaso para honra”. MJ:149-151.
“Cuando la voluntad del hombre coopera con la voluntad de Dios, llega a ser omnipo-
tente. Cualquier cosa que debe hacerse por orden suya, puede llevarse a cabo con su
fuerza. Todos sus mandatos son habilitaciones”. PVGM:268.
“Yo puedo hacer todas las cosas por medio de Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13.
“Toda verdadera obediencia proviene del corazón. La de Cristo procedía del corazón. Y
si nosotros consentimos, se identificará de tal manera con nuestros pensamientos y fines,
amoldará de tal manera nuestro corazón y mente en conformidad con su, voluntad, que
cuando le obedezcamos estaremos tan sólo ejecutando nuestros propios impulsos. La vo-
luntad, refinada y santificada, hallará su más alto deleite en servirle. Cuando conozca-
mos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida será una vida de continua
obediencia. Si apreciamos el carácter de Cristo y tenemos comunión con Dios, el pecado
llegará a sernos odioso”. DTG:621.
“Pero gracias a Dios, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de cora-
zón a aquel modelo de enseñanza al cual estáis entregados; y liberados del pecado, ha-
béis llegado a ser siervos de la justicia”. Rom. 6:17-18.
“No sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino como siervos de Cristo,
haciendo de corazón la voluntad de Dios”. Efe. 6:6.
“Así como Cristo vivió la ley en la humanidad, podemos vivirla nosotros si tan solo nos
asimos del Fuerte para obtener fortaleza”. DTG:622.
“La obra de ganar la salvación es una operación mancomunada. Debe haber cooperación
entre Dios y el pecador arrepentido. Es necesaria para la formación de principios rectos
de carácter. El hombre debe hacer fervientes esfuerzos para vencer lo que le impide ob-
tener la perfección. Pero depende enteramente de Dios para alcanzar el éxito. Los es-
fuerzos humanos, por sí solos, son insuficientes. Sin la ayuda del poder divino, no se
conseguirá nada. Dios obra y el hombre obra. La resistencia a la tentación debe venir del
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hombre, quien debe obtener su poder de Dios. Por un lado hay sabiduría, compasión y
poder infinitos, y por el otro, debilidad, perversidad, impotencia absoluta”. HAp:384.
“Jesús venció por la sumisión a Dios y la fe en él, y mediante el apóstol nos dice: ‘So-
meteos pues a Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá. Allegaos a Dios, y él se alle-
gará a vosotros’. No podemos salvarnos a nosotros mismos del poder del tentador; él
venció a la humanidad, y cuando nosotros tratamos de resistirle con nuestra propia fuer-
za caemos víctimas de sus designios; pero ‘torre fuerte es el nombre de Jehová: a él co-
rrerá el justo, y será levantado’. Satanás tiembla y huye delante del alma más débil que
busca refugio en ese nombre poderoso”. DTG:104-105.
“Porque el Señor Dios me ayudará; por tanto no seré confundido: por eso puse mi rostro
como un pedernal, y se que no seré avergonzado”. Isa. 50:7.
“Escasa idea tenemos de la fuerza que adquiriríamos si nos pusiéramos en contacto con
la fuente de toda fuerza. Caemos repetidamente en el pecado, y creemos que deberá ser
siempre así. Nos aferramos a nuestras debilidades como si fueran algo de lo cual debe-
mos estar orgullosos. Cristo nos dice que debemos poner nuestro rostro como pedernal si
queremos vencer. El llevó nuestros pecados sobre su cuerpo en un madero; y por el po-
der que nos ha dado, podemos resistir al mundo, a la carne y al demonio. No hablemos,
pues, de nuestra debilidad y falta de eficiencia, sino de Cristo y de su fuerza. Cuando ha-
blamos de la fuerza de Satanás, el enemigo consolida más su poder sobre nosotros.
Cuando hablamos del poder del Poderoso, hacemos retirar al enemigo. Al acercarnos a
Dios, Dios se acerca a nosotros”. MJ:103.
“Al resistir o soportar la tentación, las circunstancias son controladas por el poder de la
voluntad en el nombre de Jesús. Eso es vencer como Cristo venció”. 4T:346.
“¿Se aferrará el hombre del poder divino, y con decisión y perseverancia resistirá a Sata-
nás, como Cristo le ha dado ejemplo en su conflicto con el enemigo en el desierto de la
tentación? Dios no puede salvar al hombre, contra su voluntad, del poder de los artificios
de Satanás. El hombre debe trabajar para sí mismo con su poder humano, socorrido por
el poder divino de Cristo, para resistir y conquistar a cualquier costo. En resumen, el
hombre debe vencer como Cristo venció”. 4T:32.33.
“Sin el poder divino, ninguna reforma verdadera puede llevarse a cabo. Las vallas huma-
nas levantadas contra las tendencias naturales y fomentadas no son más que bancos de
arena contra un torrente. Sólo cuando la vida de Cristo es en nuestra vida un poder vivi-
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ficador podemos resistir las tentaciones que nos acometen de dentro y de fuera”.
MC:92.
“El cristiano sentirá la incitación al pecado, pues la carne desea vivamente la concupis-
cencia, oponiéndose al Espíritu; pero el Espíritu lucha contra la carne, manteniendo una
continua batalla. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana se
une a la fuerza divina, y la fe exclama: ‘Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la
victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo’”. MJ:112.
“Nadie entrará al reino de Dios a menos que sus pasiones estén dominadas, si su volun-
tad no ha sido puesta en cautividad a la voluntad de Cristo”. RH, 28-04-1891.
“La vida cristiana es una vida de entrega diaria, de sumisión y de triunfo continuo”.
4CBA:1176.
“¿Está usted venciendo, o está siendo vencido por su propia concupiscencia, apetitos y
pasiones?”. 5T:482.
“Por la gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos deberán ser vencedores en la
lucha con el mal”. CS:478.
“En esta guerra no hay descargo del deber; el esfuerzo debe ser continuo y perseveran-
te”. 8T:313.
“Pero habiendo alcanzado esa experiencia, el cristiano no debe por lo tanto cruzarse de
brazos conforme con lo que ha logrado. Aquel que está determinado a entrar en el reino
espiritual encontrará que todos los poderes y las pasiones de la naturaleza no regenerada,
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respaldadas por las fuerzas del reino de las tinieblas, están preparadas para atacarle.
Cada día debe renovar su consagración, cada día debe batallar contra el pecado. Los há-
bitos antiguos, las tendencias hereditarias hacia el mal, se disputarán el dominio, y
contra ellos debe siempre velar, apoyándose en el poder de Cristo para obtener la victo-
ria”. HAp:380.
“Yo puedo hacer todas las cosas por medio de Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13.
“Jesús vino para traer un poder moral que se combine con el esfuerzo humano, y en nin-
gún caso sus seguidores deben tomarse la libertad de perder de vista a Cristo, que es su
ejemplo en todas las cosas”. 1MS:306-307.
“Creed que él está dispuesto a ayudaros por su gracia cuando acudís sinceramente a él.
Debéis pelear la buena batalla de la fe. Debéis luchar por la corona de la vida. Esforzaos,
porque la garra de Satanás está sobre vosotros y si no os libráis de él, seréis paralizados
y arruinados. El enemigo está a derecha e izquierda, delante y detrás de vosotros, y de-
béis pisotearlo. Esforzaos, porque hay una corona por conquistar. Esforzaos, porque si
no ganáis la corona, perdéis todo en esta vida y en la futura. Esforzaos, pero con la fuer-
za de vuestro Salvador resucitado”. MJ:426.
“Considerad, pues, a aquel que sufrió tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo,
para que no os fatiguéis en vuestro ánimo hasta desmayar. En vuestra lucha contra el pe-
cado, aún no habéis resistido hasta verter sangre”. Heb. 12:3-4.
“Resistidlo firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos por todo el mundo pasan
por las mismas aflicciones”. 1 Pedro 5:9.
“El pueblo de Dios debe estar preparado para resistir al astuto enemigo. Esta resistencia
es lo que Satanás teme. Él conoce mejor que nosotros el límite de su poder, y cuán fácil-
mente puede ser vencido si le resistimos y le hacemos frente”. 5T:273.
“Hablo en términos humanos, por vuestra natural limitación. Así como solíais ofrecer
vuestros miembros a las impurezas y a la iniquidad, así ahora presentad vuestros miem-
bros para servir a la justicia, que conduce a la santidad”. Rom. 6:19.
“La santificación de Pablo fue el resultado de un conflicto constante con el yo. Él dijo:
‘Yo muero diariamente’. Su voluntad y sus deseos estaban cada día en conflicto con la
voluntad de Dios. En lugar de seguir la inclinación, él hizo la voluntad de Dios, sin im-
portar lo crucificadora que fuese para su propia naturaleza”. 8T:313.
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“La santificación genuina … es nada menos que una muerte diaria al yo y una conformi-
dad diaria a la voluntad de Dios”. 4T:299.
“Nadie preste oídos al engaño tan agradable al corazón humano de que Dios aceptará la
sinceridad, no importa cuál sea la fe, no importa cuán imperfecta sea la vida. Dios re-
quiere de sus hijos perfecta obediencia”. 1MS:438-439.
“Donde no sólo hay una creencia en la Palabra de Dios, sino una sumisión de la volun-
tad a él; donde se le da a él el corazón y los afectos se fijan en él, allí hay fe, fe que obra
por el amor y purifica el alma. Mediante esta fe, el corazón se renueva conforme a la
imagen de Dios. Y el corazón que en su estado carnal no se sujetaba a la ley de Dios ni
tampoco podía, se deleita después en sus santos preceptos, diciendo con el salmista:
‘¡Oh cuánto amo tu ley! todo el día es ella mi meditación' (Salmo 119: 97). Y la justicia
de la ley se cumple en nosotros, los que no andamos ‘conforme a la carne, mas conforme
al espíritu' (Romanos 8:1)”. CC:63.
“Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy de carnal, vendido al poder del
pecado. Realmente, no entiendo lo que me pasa; porque no hago lo que quiero, sino lo
que aborrezco. Y al hacer lo que no quiero, apruebo que la Ley es buena. De manera que
ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. Sé que en mí, esto es, en mi
carne, no habita el bien. Porque tengo el querer, pero no alcanzo a efectuar lo bueno.
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quie-
ro, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”. Rom. 7:14-20.
“Está más allá del poder del hombre agradar a Dios apartado de Cristo. Nosotros pode-
mos hacer resoluciones y promesas, pero el corazón carnal domina todas nuestras bue-
nas intenciones. Podemos controlar nuestra conducta externa, pero no podemos cambiar
el corazón”. RH, 11-04-1893.
“Por naturaleza, el corazón es malo, y "¿quién hará limpio de inmundo? Nadie’. Ningún
invento humano puede hallar un remedio para el alma pecaminosa. ‘La intención de la
carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede’.
‘Del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos,
falsos testimonios, blasfemias’. La fuente del corazón debe ser purificada antes que los
raudales puedan ser puros. El que está tratando de alcanzar el cielo por sus propias obras
observando la ley, está intentando lo imposible. No hay seguridad para el que tenga sólo
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una religión legal, sólo una forma de la piedad. La vida del cristiano no es una modifica-
ción o mejora de la antigua, sino una transformación de la naturaleza. Se produce una
muerte al yo y al pecado, y una vida enteramente nueva. Este cambio puede ser efectua-
do únicamente por la obra eficaz del Espíritu Santo”. DTG:143.
“Nadie sino Aquel quien ha creado al hombre puede efectuar un cambio en el corazón
humano”. 6T:167.
“¿Mudará el negro su pellejo, y el leopardo sus manchas? Así también podréis vosotros
hacer bien, estando habituados a hacer mal”. Jer. 13:23.
“Así, encuentro esta ley: Aunque quiero hacer el bien, el mal está en mí. Porque en mi
interior, me deleito en la Ley de Dios; pero veo en mis miembros otra ley, que lucha
contra la ley de mi mente, y me somete a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”. Rom. 7:21-24.
“Los hombres que profesan ser seguidores de Cristo descienden a un nivel bajo, siempre
lamentándose de sus derrotas, pero nunca venciendo y pisoteando a Satanás bajo sus
pies. La culpabilidad y la condenación constantemente recargan el alma, y el clamor del
tal bien podría ser: ‘¡Oh miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta
muerte?”. 6T:52-53.
“El hombre caído es el cautivo legal de Satanás. La misión de Cristo fue rescatarlo del
poder de su gran adversario. El hombre por naturaleza está inclinado a seguir las suge-
rencias de Satanás, y no puede resistir con éxito a tan terrible enemigo a menos que
Cristo, el poderoso Conquistador, more en él, guiando sus deseos y proveyéndole forta-
leza. Solamente Dios puede limitar el poder de Satanás”. 1T:341.
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“Empero, usted debe recordar que su voluntad es la fuente de todos sus actos. Esta vo-
luntad, que es un factor tan importante en el carácter del ser humano, fue en ocasión de
la caída del hombre entregada al dominio de Satanás; y desde entonces él ha estado
obrando en el hombre el querer y el hacer de su propia voluntad, para la ruina y la mise-
ria del ser humano. Sin embargo, el sacrificio infinito de Dios al entregar a Jesús, su
Hijo amado, como holocausto por el pecado, le capacita para decir, sin violar ni un solo
principio de su gobierno: ‘Entrégate a mí; dame tu voluntad; apártala del control de
Satanás, y yo me apoderaré de ella; entonces yo podré obrar en ti tanto el querer como el
poder de mi santa voluntad”. 5T:486.
“Y se puedan recuperar de la trampa del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”.
2 Tim. 2:26.
“Cristo vino a romper las cadenas de la esclavitud del pecado para el alma. ‘Así que, si
el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres’. ‘Porque la ley del Espíritu de vida en
Cristo Jesús --se nos dice-- me ha librado de la ley del pecado y de la muerte’. En la obra
de la redención no hay compulsión. No se emplea ninguna fuerza exterior. Bajo la in-
fluencia del Espíritu de Dios, el hombre está libre para elegir a quien ha de servir. En el
cambio que se produce cuando el alma se entrega a Cristo, hay la más completa sen-
sación de libertad. La expulsión del pecado es obra del alma misma. Por cierto, no tene-
mos poder para librarnos a nosotros mismos del dominio de Satanás; pero cuando desea-
mos ser libertados del pecado, y en nuestra gran necesidad clamamos por un poder exte-
rior y superior a nosotros, las facultades del alma quedan dotadas de la fuerza divina del
Espíritu Santo y obedecen los dictados de la voluntad, en cumplimiento de la voluntad
de Dios”. DTG:431-432.
“Él tiene poder para vigorizar y restaurar las facultades del alma paralizadas por el peca-
do, la mente oscurecida, y la voluntad pervertida”. Ed:25-26.
“¡Gracias doy a Dios, por nuestro Señor Jesucristo! Así, dejado a mí mismo, con la men-
te sirvo a la Ley de Dios, pero con la carne a la ley de pecado”. Rom. 7:25.
“El nacimiento del hijo de Zacarías, como el del hijo de Abrahán y el de María, había de
enseñar una gran verdad espiritual, una verdad que somos tardos en aprender y propen-
sos a olvidar. Por nosotros mismos somos incapaces de hacer bien; pero lo que nosotros
no podemos hacer será hecho por el poder de Dios en toda alma sumisa y creyente. Fue
mediante la fe como fue dado el hijo de la promesa. Es por la fe como se engendra la
vida espiritual, y somos capacitados para hacer las obras de justicia”. DTG:73.
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“Pero gracias a Dios, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de cora-
zón a aquel modelo de enseñanza al cual estáis entregados; y liberados del pecado, ha-
béis llegado a ser siervos de la justicia”. Rom. 6:17-18.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús; [los que no
andan según la carne, sino según el Espíritu;] porque mediante Cristo Jesús, la ley del
Espíritu que da vida, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que
era imposible a la Ley, por cuanto era débil por la carne; Dios, al enviar a su propio Hijo
en semejanza de carne de pecado, y como sacrificio por el pecado, condenó al pecado en
la carne; para que la justicia que quiere la Ley se cumpla en nosotros, que no andamos
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que viven según la carne,
piensan en los deseos de la carne. Pero los que viven según el Espíritu, piensan en los
deseos del Espíritu. Porque la inclinación de la carne es muerte, pero la inclinación del
Espíritu es vida y paz. Porque la inclinación de la carne es contraria a Dios, y no se suje-
ta a la Ley de Dios, ni tampoco puede. Así, los que viven según la carne no pueden agra-
dar a Dios”. Rom. 8:1-8.
“En la vida de todo hombre se manifiesta el resultado de haber comido del árbol del co-
nocimiento del bien y del mal. Hay en su naturaleza una inclinación hacia el mal, una
fuerza que solo, sin ayuda, él no puede resistir”. Ed:26.
“La obra de Cristo fue restaurar al hombre a su estado original, y sanarle, por medio del
poder divino, de las heridas y contusiones causadas por el pecado. La parte del hombre
es aferrarse por fe de los méritos de Cristo, y cooperar con las agencias divinas en la for-
mación de un carácter justo; de forma que Dios pueda salvar al pecador, y sin embargo
ser justo y que a la vez sea vindicada su ley de justicia”. FEC:430.
“Jesús se hizo hombre para poder ser mediador entre el hombre y Dios. Revistió su divi-
nidad con humanidad, se relacionó con la raza humana para que con su largo brazo hu-
mano pudiera circundar a la humanidad, y con su brazo divino pudiera aferrarse del
trono de la Divinidad. Hizo esto para poder restaurar en el hombre la mentalidad original
que perdió en el Edén por la seductora tentación de Satanás, para que el hombre pudiera
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comprender que para su bien presente y eterno debe obedecer los mandamientos de
Dios. La desobediencia no corresponde con la naturaleza que Dios dio al hombre en el
Edén (Carta 121, 1897)”. 7CBA:938.
“Haya esta mente en vosotros que hubo también en Cristo Jesús … se humilló a sí mis-
mo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Fil. 2:5-8.
“El sacrificio fue ofrecido con el propósito de restaurar al hombre a su perfección origi-
nal; aun más, fue ofrecido para transformar completamente su carácter, y hacerlo más
que vencedor”. HHD:244.
“Cuando un hombre se convierte a Dios, adquiere un nuevo gusto moral, le es dada una
nueva fuerza motriz y ama las cosas que Dios ama”. 1MS:394.
“Qué victorias se gana cuando cesa la vida carnal, y comienza la vida espiritual”. RH,
02-12-1875.
“Hay muchos quienes dicen creer en Cristo; pero ¿lo hacen en realidad? ¿Tienen ellos
mente espiritual, la mente de Cristo, la que se deleita en la ley de Dios?”. ST, 24-11-
1887.
“Ser cristiano no es meramente llevar el nombre de Cristo, sino tener la mente de Cristo,
someterse a la voluntad de Dios en todas las cosas”. AFC:176.
“En todos los que se someten al Espíritu Santo, ha de ser implantado un nuevo principio
de vida: la perdida imagen de Dios ha de ser restaurada en la humanidad”. PVGM:69.
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“Acerca de la pasada manera de vivir, despojaos del hombre viejo, viciado por sus enga-
ñosos deseos. Renovad la actitud de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado
para ser semejante a Dios en justicia y santidad”. Efe. 4:22-24.
“Los que reciben al Salvador se convierten en hijos de Dios. Ellos son sus hijos espiri-
tuales, nacidos de nuevo, renovados en justicia y en verdadera santidad. Sus mentes son
cambiadas”. NEV:214.
“Como hijos del primer Adán, participamos de la naturaleza moribunda de Adán. Pero
por medio de la vida impartida de Cristo, se ha dado al hombre oportunidad de ganar el
don perdido de la vida, y de colocarse en su posición original ante Dios, como partícipe
de la naturaleza divina”. ST, 17-06-1897.
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Las cosas viejas pasaron,
todo es nuevo. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo por medio de
Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. 2 Cor. 5:17-18.
“Porque por gracia habéis sido salvados por la fe. Y esto no proviene de vosotros, sino
que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios de antemano preparó para que
anduviésemos en ellas”. Efe. 2:8-10.
“En el nuevo nacimiento el corazón viene a quedar en armonía con Dios, al estarlo con
su ley. Cuando se ha efectuado este gran cambio en el pecador, entonces ha pasado de la
muerte a la vida, del pecado a la santidad, de la transgresión y rebelión a la obediencia y
a la lealtad. Terminó su antigua vida de separación con Dios; y comenzó la nueva vida
de reconciliación, fe y amor. Entonces ‘la justicia que requiere la ley’ se cumplirá ‘en
nosotros, los que no andamos según la carne, sino según el espíritu’. (Romanos 8:4,
V.M.) Y el lenguaje del alma será ‘¡Cuánto amo yo tu ley! todo el día es ella mi medita-
ción’. (Salmo 119:97)”. CS:521-522.
88.- Tradición: Podemos tener relación con Dios mientras pecamos a conciencia.
Verdad: Si decimos que tenemos comunión con Dios mientras pecamos inconscien-
temente estamos engañados.-
“Las epístolas de Juan respiran un espíritu de amor. Pero cuando se pone en contacto
con aquella clase que quebranta la ley de Dios, pero que sin embargo proclaman que es-
tán viviendo sin pecado, él no duda en amonestarlos acerca de su terrible engaño”.
San:68.
“Hijos míos, que nadie os engañe. El que practica la justicia es justo, como Cristo es jus-
to. En cambio el que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el
principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
Todo el que ha nacido de Dios, no sigue pecando, porque la vida de Dios está en él. No
puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios. En esto se ve quiénes son hijos de Dios
y quiénes son hijos del diablo. El que no practica la justicia, ni ama a su hermano, no es
de Dios”. 1 Juan 3:7-10.
“Hay quienes profesan santidad, quienes declaran que están completamente con el Se-
ñor, quienes pretenden tener derecho a las promesas de Dios, mientras rehúsan prestar
obediencia a sus mandamientos. Dichos transgresores de la ley quieren recibir todas las
cosas que fueron prometidas a los hijos de Dios; pero eso es presunción de su parte, por
cuanto Juan nos dice que el verdadero amor a Dios será revelado mediante la obediencia
a todos sus mandamientos. No basta creer la teoría de la verdad, hacer una profesión de
fe en Cristo, creer que Jesús no es un impostor, y que la religión de la Biblia no es una
fábula por arte compuesta”. HAp:449-450.
“En esto sabemos que conocemos a Dios, si guardamos sus Mandamientos. El que dice:
‘Yo lo conozco’, y no guarda sus Mandamientos, es mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero el amor de Dios se perfecciona en verdad, en el que guarda su Palabra. Por esto sa-
bemos que estamos en él. El que dice que está en él, debe andar como él anduvo”. 1
Juan 2:3-6.
“La verdadera santificación es nada más y nada menos que amar a Dios con todo el co-
razón, caminar en sus mandamientos y estatutos sin mácula. La santificación no es una
emoción sino un principio de origen celestial que pone todas las pasiones y todos los de-
seos bajo el control del Espíritu de Dios; y esta obra es realizada por medio de nuestro
Señor y Salvador”. FO:89.
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“Pero vosotros sabéis que Cristo apareció para quitar nuestros pecados. Y en él no hay
pecado. Todo el que permanece en él, no sigue pecando. El que sigue pecando, no lo ha
visto, ni lo ha conocido”. 1 Juan 3:5-6.
“Estamos autorizados a tener el mismo concepto que tuvo el apóstol amado de los que
afirman morar en Cristo y viven transgrediendo la ley de Dios. Existen en estos últimos
días males semejantes a los que amenazaban la prosperidad de la iglesia primitiva; y las
enseñanzas del apóstol Juan acerca de estos puntos deben considerarse con cuidadosa
atención”. HAp:442-443.
“El insulto máximo que podemos propinarle es que digamos ser sus discípulos, a la vez
que manifestamos el espíritu de Satanás en nuestras palabras, en nuestro modo de ser y
en nuestras acciones”. 3CBA:1178.
“‘Debéis tener amor’, es el clamor que se oye por doquiera, especialmente de parte de
quienes se dicen santos. Pero el amor verdadero es demasiado puro para cubrir un peca-
do no confesado. Aunque debemos amar a las almas por las cuales Cristo murió, no de-
bemos transigir con el mal. No debemos unirnos con los rebeldes y llamar a eso amor.
Dios requiere de su pueblo en esta época del mundo, que se mantenga de parte de lo jus-
to tan firmemente como lo hizo Juan cuando se opuso a los errores que destruían las al-
mas”. HAp:443.
“Al día siguiente, Juan vio a Jesús que venía hacia él, y dijo: ‘¡Este es el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo!”. Juan 1:29.
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“El Señor en su gran misericordia envió un muy precioso mensaje a su pueblo por medio
de los pastores Waggoner y Jones. Este mensaje había de presentar en forma más promi-
nente al mundo al Salvador levantado, el sacrificio por los pecados del mundo entero.
Presentaba la justificación por la fe en el Garante [Cristo]; invitaba al pueblo a recibir la
justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios.
Muchos habían perdido de vista a Jesús. Necesitaban dirigir sus ojos a su divina persona,
a sus méritos, a su amor inalterable por la familia humana. Todo el poder es colocado en
sus manos, y él puede dispensar ricos dones a los hombres, impartiendo el inapreciable
don de su propia justicia al desvalido agente humano. Este es el mensaje que Dios orde-
nó que fuera dado al mundo. Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado en
alta voz, y acompañado por el derramamiento de su Espíritu en gran medida”. TM:89.
“Varios me han escrito preguntándome si el mensaje de la justificación por la fe es el
mensaje del tercer ángel, y he contestado: ‘Es el mensaje del tercer ángel en verdad’”.
1MS:437.
“El pueblo remanente de Dios debe llenar la tierra con el clamor del tercer ángel. ‘Aquí
está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y
la fe de Jesús”. RH, 16-07-1901.
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
el que cree; primero al judío y también al griego. Porque en el evangelio la justicia que
viene de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’”. Rom.
1:16-17.
“El mensaje del Evangelio de su gracia había de ser dado a la iglesia con contornos cla-
ros y distintos, para que el mundo no siguiera afirmando que los adventistas del séptimo
día hablan de la ley, pero no enseñan acerca de Cristo, o creen en él”. TM:90.
“Ha sido necesario exaltar la gran norma de la justicia, pero al hacer esto, muchos han
descuidado predicar la fe de Jesús. Si queremos tener el espíritu y el poder del mensaje
del tercer ángel, debemos presentar la ley y el Evangelio juntos, pues ellos van de la
mano”. RH, 03-09-1889.
“La eficacia de la sangre de Cristo había de ser presentada a los hombres con frescura y
poder, a fin de que la fe de ellos pudiera echar mano de sus méritos. Así como el sumo
pontífice asperjaba la sangre caliente sobre el propiciatorio, mientras la fragante nube de
incienso ascendía delante de Dios, de la misma manera, mientras confesamos nuestros
pecados, e invocamos la eficacia de la sangre expiatoria de Cristo, nuestras oraciones
han de ascender al cielo, fragantes con los méritos del carácter de nuestro Salvador. A
pesar de nuestra indignidad, siempre hemos de tener en cuenta que hay Uno que puede
quitar el pecado, y salvar al pecador. Todo pecado reconocido delante de Dios con un
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corazón contrito, él lo quitará. Esta fe es la vida de la iglesia. Como la serpiente fue le-
vantada por Moisés en el desierto, y se pedía a todos los que habían sido mordidos por
las serpientes ardientes que miraran y vivieran, también el Hijo del hombre debía ser le-
vantado, para que ‘todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’.
A menos que haga de la contemplación del Salvador la gran ocupación de su vida, y por
la fe acepte los méritos que tiene el privilegio de reclamar, el pecador no puede ser sal-
vado más de lo que Pedro podía caminar sobre las aguas si no mantenía sus ojos fijos
permanentemente en Jesús. En este tiempo ha sido el propósito determinado de Satanás
el de eclipsar la visión de Jesús, e inducir a los hombres a mirar al hombre, a confiar en
el hombre, y ser educados para esperar ayuda del hombre. Durante siglos la iglesia ha
estado mirando al hombre, y esperando mucho del hombre, pero no mirando a Jesús, en
el cual están centradas nuestras esperanzas de vida eterna. Por lo tanto, Dios dio a su
siervo un testimonio que presentaba con contornos claros y distintos, la verdad como es
en Jesús, que es el mensaje del tercer ángel. El pueblo de Dios ha de hacer resonar las
Palabras de Juan, según las cuales todos pueden discernir la luz y andar en la luz: ‘El
que de arriba viene, sobre todos es: el que es de la tierra, terreno es, y cosas terrenas ha-
bla: el que viene del cielo, sobre todos es. Y lo que vio y oyó, esto testifica: y nadie reci-
be su testimonio. El que recibe su testimonio, éste signó que Dios es verdadero. Porque
el que Dios envió, las palabras de Dios habla: porque no da Dios el Espíritu por medida.
El Padre ama al Hijo, y todas las cosas dio en su mano. El que cree en el Hijo, tiene vida
eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre
él’.
Este es el testimonio que debe circular por toda la longitud y la anchura del mundo. Pre-
senta la ley y el Evangelio, vinculando ambas cosas en un conjunto perfecto. (Véase Ro-
manos 5 y 1 Juan 3:9 hasta el fin del capítulo). Estos preciosos textos serán impresiona-
dos sobre todo corazón que esté abierto para recibirlos. ‘El principio de tus palabras
alumbra; hace entender a los simples’ -aquellos que tienen el corazón contrito. ‘Mas a
todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen
en su nombre’. Estos no tienen una mera fe nominal, una teoría de la verdad, una reli-
gión legal, sino que creen con un propósito, apropiándose de los ricos dones de Dios.
Suplican que se les conceda el don, a fin de que puedan dar a otros. Pueden decir: ‘De su
plenitud tomamos todos, y gracia por gracia’.
‘El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de
Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que viva-
mos por él. En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que
él nos amó a nosotros, y ha enviado a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
Amados, si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
Ninguno vio jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios está en nosotros, y su amor
es perfecto en nosotros: En esto conocemos que estamos en él, y él en nosotros, en que
nos ha dado de su Espíritu’". TM:90-92.
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“Se me ha formulado la pregunta: ¿Qué piensa usted de la luz que estos hombres están
presentando? Por qué, yo os la he estado presentando durante los últimos 45 años, los
encantos insuperables de Cristo”. Ms 5, 1889.
“Hay grandes verdades, largo tiempo ocultas debajo de la escoria del error, que han de
ser reveladas a la gente. Muchos que han profesado creer el mensaje del tercer ángel han
perdido de vista la doctrina de la justificación por la fe”. 1MS:422-423.
“Lo que ha sido presentado armoniza perfectamente con la luz que Dios ha estado agra-
dado en darme durante todos los años de mi experiencia”. Ms 15, 1888.
“Tomad este mensaje en todas sus fases y propagadlo a la gente doquiera la Providencia
abra el camino. La justificación por la fe y la justicia de Cristo son los temas que deben
presentarse a un mundo que perece (Carta 24, 1892)”. 7CBA:975.
“Os encontraréis con aquellos que os dirán: ‘Estáis demasiado excitados con relación a
este asunto. Sois demasiado fervientes. No debéis buscar tanto la justicia de Cristo, y
exaltarlo demasiado. Debéis predicar la ley’. Como pueblo, hemos predicado la ley hasta
que hemos llegado a ser tan secos como los montes de Gilboa que no tenían ni rocío ni
lluvia. Debemos predicar a Cristo en la ley, y habrá savia y nutrición en la predicación”.
RH, 11-03-1890.
Hay gran necesidad de que Cristo deba ser predicado como la única esperanza y salva-
ción. Cuando la doctrina de la justificación por la fe fue presentada … a muchos llegó
como el agua llega al viajero sediento. El pensamiento de que la justicia de Cristo es im-
putada a nosotros, no a causa de algún mérito en nuestra parte, sino como un don gratui-
to de Dios, pareció un pensamiento precioso.
El enemigo del hombre y de Dios no está dispuesto a que deba ser presentada con clari-
dad; pues él sabe que si el pueblo la recibe plenamente, su poder será quebrantado. Si él
puede controlar las mentes de forma que la duda, la incredulidad y las tinieblas compon-
gan la experiencia de aquellos que proclaman ser los hijos de Dios, él puede vencerlos
con la tentación. Se debería animar aquella fe sencilla que toma a Dios por su Palabra.
El pueblo de Dios debe tener esa fe que se aferrará del poder divino; ‘pues por gracia
sois salvos a través de la fe; y eso no de vosotros mismos: es don de Dios’”. RH, 03-09-
1889.
“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia los
hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su
misericordia, por el lavado regenerador y renovador del Espíritu Santo, que derramó en
nosotros en abundancia, por Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su
gracia, seamos herederos según la esperanza de la vida eterna. Palabra fiel es ésta. En es-
tas cosas insiste con firmeza, para que los que creen en Dios, procuren ocuparse en bue-
nas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres”. Tito 3:4-8.
“Recibiendo su justicia que nos imparte mediante el poder transformador del Espíritu
Santo, llegamos a ser como él”. 6CBA:1098.
“La benigna presencia de Cristo en su Palabra está siempre hablando al alma, represen-
tándolo por medio de la fuente del agua viva que refresca el alma sedienta. Es nuestro
privilegio tener un Salvador vivo y permanente. Él es la fuente de poder espiritual im-
plantada dentro de nosotros, y su influencia se manifestará en palabras y acciones, refri-
gerando a todos los que están dentro de la esfera de nuestra influencia, creando en ellos
deseos y aspiraciones de fuerza y pureza, de santidad y paz, y del gozo que no trae con-
sigo dolor. Este es el resultado cuando el Salvador mora dentro de nosotros”. EJ:178.
“El Evangelio no ha de ser presentado como una teoría sin vida, sino como una fuerza
viva para cambiar la vida. Dios desea que los que reciben su gracia sean testigos de su
poder”. DTG:766.
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“A menos que el poder divino sea introducido en la experiencia del pueblo de Dios, fal-
sas teorías e ideas erróneas tomarán cautivas las mentes, Cristo y su justicia serán deste-
rrados de la experiencia de muchos, y su fe será sin poder ni vida”. RH, 03-09-1889.
“La ley de Dios debe ser magnificada, sus demandas deben ser presentadas en su carác-
ter verdadero y sagrado, para que el pueblo pueda ser llevado a decidir en pro o en
contra de la verdad. Sin embargo, la obra será acortada en justicia. El mensaje de la jus-
ticia de Cristo debe sonar de un confín de la tierra a otro para preparar la senda del Se-
ñor. Esta es la gloria de Dios, la cual cierra la obra del tercer ángel”. 6T:19.
90.- Tradición: Jesús puede ocupar parte de mi corazón mientras la otra parte está
llena de corrupción desconocida. Verdad: Jesús debe limpiar todo mi corazón antes
que pueda morar dentro de él.-
“Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa, y
cenaré con él, y él conmigo”. Apoc. 3:20.
“Jesús nos invita a aceptar su presencia; debemos abrir la puerta del corazón, y permitir-
le entrar. Pero él no compartirá un corazón dividido. Si está dado al servicio de mamón,
si el egoísmo y el orgullo llenan sus cámaras, no habrá lugar para el Huésped celestial;
él no hará su morada allí hasta que el templo del alma haya sido vaciado y limpiado. No
obstante no hay por qué fracasar en la vida cristiana. Jesús está espetando para hacer una
gran obra a nuestro favor, y todo el cielo está interesado en nuestra salvación”. NEV:55.
“Así, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza de la car-
ne y del espíritu, perfeccionando la santificación en la reverencia a Dios”. 2 Cor. 7:1.
“Todo aquel que rehúsa entregarse a Dios está bajo el dominio de otro poder. No es su
propio dueño. Puede hablar de libertad, pero está en la más abyecta esclavitud. No le es
dado ver la belleza de la verdad, porque su mente está bajo el dominio de Satanás. Mien-
tras se lisonjea de estar siguiendo los dictados de su propio juicio, obedece la voluntad
del príncipe de las tinieblas. Cristo vino a romper las cadenas de la esclavitud del pecado
para el alma. ‘Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres’. ‘Porque la
ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús --se nos dice-- me ha librado de la ley del pecado
y de la muerte’. En la obra de la redención no hay compulsión. No se emplea ninguna
fuerza exterior. Bajo la influencia del Espíritu de Dios, el hombre está libre para elegir a
quien ha de servir. En el cambio que se produce cuando el alma se entrega a Cristo, hay
la más completa sensación de libertad. La expulsión del pecado es obra del alma misma.
Por cierto, no tenemos poder para librarnos a nosotros mismos del dominio de Satanás;
pero cuando deseamos ser libertados del pecado, y en nuestra gran necesidad clamamos
por un poder exterior y superior a nosotros, las facultades del alma quedan dotadas de la
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fuerza divina del Espíritu Santo y obedecen los dictados de la voluntad, en cumplimiento
de la voluntad de Dios”. DTG:431-432.
“Si se lo pedimos, el Señor nos dará el Espíritu Santo para limpiar la habitación del
alma; porque a todo cuarto del templo de Dios se debe entrar para que se lo purifique”.
RH, 10-09-1895.
“Humillaos ante Dios, y esforzaos con fervor para echar fuera del templo del alma todo
desperdicio: toda envidia, todo celo, toda sospecha, toda crítica. ‘Pecadores, limpiad las
manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”. 5T:152.
“Muchos de vosotros podéis retener una noción de religión en la cabeza, una religión ex-
terna, cuando el corazón no es limpiado”. 1T:163.
“Al barrer una habitación pueden aprender cómo el Señor purifica el corazón. No les
bastaría cerrar puertas y ventanas después de poner en la pieza alguna sustancia purifica-
dora, sino que abrirían las puertas y las ventanas de par en par y con esfuerzo diligente
eliminarían todo el polvo. Del mismo modo las ventanas de los impulsos y sentimientos
han de abrirse hacia el cielo y se debe expulsar el polvo del egoísmo y de la vanidad
mundana. La gracia de Dios ha de barrer las cámaras de la mente y todo elemento de la
naturaleza ha de ser purificado y vitalizado por el Espíritu de Dios. El desorden y el des-
aliño en los deberes diarios llevarán al olvido de Dios y a observar una forma de piedad
en la profesión de la fe, pero sin la realidad de ella. Tenemos que velar y orar; de otra
suerte estaremos asiéndonos de la sombra y perderemos la sustancia”. CN:470.
“Todo el egoísmo es expulsado, toda envidia, toda palabra inicua es desarraigada, y una
transformación radical sucede en el corazón”. RH, 22-07-1890.
“Ni una grieta, ni una esquina del alma deben ser un lugar de escondite para el
egoísmo”. 8T:139-140.
“Así pues, cualquiera de vosotros que no abandona todas las cosas que posee, no puede
ser mi discípulo”. Luc. 14:33.
“Que nadie piense que Cristo se satisface con una pequeña esquina de nuestros corazo-
nes, mientras permitimos que Satanás erija su trono allí dentro, y llene nuestra atmósfera
moral con polución. Cristo morará en el alma solamente cuando todo el corazón le sea
rendido a él”. YI, 09-01-1896.
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“El no liberará un solo átomo de esta exigencia; no aceptará un culto a medias mientras
la mitad del corazón es dado a algún ídolo. Dios requiere todo el corazón, toda la mente.
No se os permite que distraigáis vuestra mente de Dios y la concentréis en algún otro ob-
jeto”. TM:447.
“El Salvador oró por sus discípulos: ‘Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad’.
Pero si el que recibe el conocimiento bíblico no hace ningún cambio en sus hábitos o
prácticas para corresponder a la luz de la verdad, ¿qué ocurre entonces? El espíritu está
luchando contra la carne, y la carne contra el espíritu; y uno de éstos debe vencer. Si la
verdad santifica el alma, el pecado es odiado y resistido, porque Cristo es aceptado como
un huésped honrado. Pero Cristo no puede compartir un corazón dividido; el pecado y
Jesús nunca están en sociedad. El que acepta la verdad con sinceridad, el que come la
carne y bebe la sangre del Hijo de Dios, tiene vida eterna. ‘Las palabras que yo os he ha-
blado -dijo Jesús- son espíritu y son vida’. Cuando el que recibe la verdad coopera con
el Espíritu Santo, se sentirá cargado con la preocupación de impartir el mensaje a las al-
mas; nunca será un mero sermoneador. Entrará de corazón y de alma en la gran obra de
buscar y salvar lo que se ha perdido. Al practicar la religión de Cristo, realizará una obra
en la salvación de las almas”. TM:158.
“No está lejano el tiempo cuando los seres humanos necesitarán una relación con Cristo
mucho más estrecha, una unión mucho más cercana con su Santo Espíritu, que la que
han tenido o que tendrán, a menos que depongan su voluntad y sus métodos, y se some-
tan a la voluntad y los métodos de Dios. El gran pecado de los que profesan ser cristia-
nos es que no abren el corazón para recibir el Espíritu Santo. Cuando las almas anhelan
tener a Cristo, y procuran unirse con él, entonces los que están contentos con una mera
forma de piedad, exclaman: ‘Sed cuidadosos y no vayáis a los extremos’. Cuando los án-
geles del cielo vengan entre nosotros, y obren mediante los instrumentos humanos, en-
tonces habrá conversiones firmes y sustanciales, en forma parecida a las conversiones
que ocurrieron después del día de Pentecostés”. 1MS:65.
“El corazón es el umbral del ser, y hasta que no esté completamente del lado del Señor,
el enemigo obtendrá constantes victorias sobre nosotros a través de sus sutiles tentacio-
nes”. RH, 29-03-1906.
“Una rendición parcial a la verdad da a Satanás una oportunidad libre para trabajar. Has-
ta que el templo del alma se rinda plenamente a Dios, es el fortín del enemigo”. RH, 28-
11-1899.
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“Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos”. Prov. 23:26.
“No puedes servir a Dios y a Mamón. Estarás completamente del lado del Señor o del
lado del enemigo. ‘El que no es conmigo, contra mí es; el que conmigo no recoge, des-
parrama’. (Luc. 11:23). Algunas personas fracasan en su vida religiosa porque son vaci-
lantes e irresolutas. Con frecuencia se convencen y casi llegan al punto de entregarlo
todo para Dios; pero, al no decidirse vuelven a caer. Mientras están en el pecado, su con-
ciencia se endurece, y se vuelve cada vez menos susceptible a las impresiones del Es-
píritu de Dios. Su Espíritu las ha amonestado y convencido, pero ha sido despreciado y
contristado hasta que casi se ha apartado de ellas. No se puede jugar con Dios. Él nos
muestra claramente nuestro deber, y si no andamos en la luz, ésta se convierte en tinie-
blas”. 2T:238-239.
“Hay algunos que están buscando, siempre buscando, la perla de gran precio. Pero no re-
nuncian completamente a sus malos hábitos. No mueren al yo para que Cristo viva en
ellos. Por lo tanto, no encuentran la perla preciosa. No han vencido la ambición no santi-
ficada ni su amor por las atracciones mundanales. No exaltan la cruz y siguen a Cristo
por la senda de la abnegación y del sacrificio propio. Nunca saben lo que es tener paz y
armonía en el alma, pues sin una entrega completa no hay descanso ni gozo. Son casi
cristianos y, sin embargo, no son plenamente cristianos. Parecen estar cerca del reino de
los cielos, pero no entran en él. Estar casi salvado, pero no estarlo plenamente, no signi-
fica estar casi perdido sino completamente perdido”. 1MS:467-468.
“Satanás no desea que nadie vea la necesidad de una entera rendición a Dios. Cuando las
almas fallan en hacer esta rendición, el pecado no se abandona; los apetitos y las pasio-
nes se esfuerzan por obtener el dominio; las tentaciones confunden la conciencia, de for-
ma que la verdadera conversión no ocurra”. 6T:92.
“Dios conduce a su pueblo paso a paso. Coloca a sus seguidores en diferentes situacio-
nes a fin de que se manifieste lo que hay en el corazón. Algunos soportan ciertas prue-
bas, pero fracasan en otras. A medida que se avanza en este proceso, el corazón es pro-
bado un poco más severamente. Si los que profesan ser hijos de Dios, encuentran que su
corazón se opone a esta obra directa, deben convencerse de que tienen que hacer algo
para vencer, si no quieren ser vomitados de la boca del Señor.
Dijo el ángel: ‘Dios irá probando cada vez más de cerca a cada uno de sus hijos. Algu-
nos están dispuestos a aceptar un punto; pero cuando Dios los prueba en otro, lo rehúyen
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y retroceden, porque hiere directamente algún ídolo suyo. Así tienen oportunidad de ver
lo que hay en su corazón que los aísla de Jesús. Hay algo que aprecian más que la ver-
dad y su corazón no está preparado para recibir a Jesús. Los individuos son probados du-
rante cierto tiempo para ver si quieren sacrificar sus ídolos y escuchar el consejo del
Testigo fiel. Si alguno no quiere ser purificado por la obediencia de la verdad, y vencer
su egoísmo, su orgullo y malas pasiones, los ángeles de Dios reciben este encargo: ‘Se
han unido a sus ídolos, dejadlos’, y prosiguen con su obra, dejando en manos de los ma-
los ángeles a aquellos que no han subyugado sus rasgos pecaminosos. Los que resisten
en cada punto, que soportan cada prueba y vencen, a cualquier precio que sea, han escu-
chado el consejo del Testigo fiel y recibirán la lluvia tardía, y estarán preparados para la
traslación.... ¡Ojalá que toda persona que profesa tibiamente su creencia pudiese com-
prender la obra de limpieza que Dios está por realizar entre su pueblo profeso! Estima-
dos amigos, no os engañéis acerca de vuestra condición. No podéis engañar a Dios. Dice
el Testigo fiel: ‘Conozco tus obras’. (Apoc. 3:1). El tercer ángel está conduciendo a un
pueblo paso a paso, cada vez más arriba. A cada paso será probado”. 1JT:65-66.
“Al consagrarnos a Dios, debemos necesariamente abandonar todo aquello que nos sepa-
re de él. Por esto dice el Salvador: ‘Así, pues, cada uno de vosotros que no renuncia a
todo cuanto posee, no puede ser mi discípulo’. (Luc. 14:33). Debemos dejar todo lo que
aleje el corazón de Dios … No podemos consagrar una parte de nuestro corazón al Se-
ñor y la otra al mundo. No somos hijos de Dios a menos que lo seamos enteramente”.
CC:43-44.
“Vi que muchos son justos en la profesión que hacen, mientras en el interior hay corrup-
ción. No os engañéis a vosotros mismos, profesos de corazón falso. Dios mira el cora-
zón”. 1T:159.
“Si la vida íntima de muchos de los que profesan la verdad se les presentase a plena vis-
ta, no profesarían que son cristianos”. 5T:151.
“Ellos pueden estar clamando: ‘Templo del Señor, templo del Señor, somos nosotros’,
mientras sus corazones están llenos de tráfico impío y de negocios injustos. Los atrios
del templo del alma pueden ser la guarida de la envidia, del orgullo, de la pasión, de las
malas sospechas, de la amargura y del formalismo hueco. Cristo mira dolorosamente a
su profeso pueblo que se siente rico y aumentado en el conocimiento de la verdad, y
quien sin embargo está destituido de la verdad en la vida y en el carácter”. NEV:349.
“Si Cristo mora en el corazón estará en todos nuestros pensamientos … Él llenará todas
las cámaras de nuestra mente”. ELC:163.
“Que nadie engañe a su propia alma en este asunto. Si albergáis orgullo, estima propia,
un amor a la supremacía, vanagloria, ambición impía, murmuración, descontento, amar-
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“Cuando uno ha quedado completamente despojado del yo, cuando todo falso dios es
excluido del alma, el vacío es llenado por el influjo del Espíritu de Cristo. El tal tiene la
fe que purifica el alma de la contaminación. Queda conformado con el Espíritu, y obede-
ce a las cosas del Espíritu. No tiene confianza en si mismo. Para él, Cristo es todo y está
en todo”. OE:304.
“El que encubre sus pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanza-
rá misericordia”. Prov. 28:13.
“Debemos encomendar a Dios nuestro camino, probándolo mediante sus preceptos escu-
driñadores. ‘Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará’. (Salmo 37:5).
No podemos encomendar nuestro camino a Dios si hacemos las obras de injusticia. ‘Si
en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado’. (Sal-
mo 66:18). Cuando encomendamos nuestro camino al Señor, debemos escudriñar minu-
ciosamente el corazón, arrojando fuera todo mal, para que Cristo pueda llenarlo con su
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“Podemos lisonjearnos como Nicodemo de que nuestra vida ha sido muy buena, de que
nuestro carácter es perfecto y pensar que no necesitamos humillar nuestro corazón de-
lante de Dios como el pecador común, pero cuando la luz de Cristo resplandece en nues-
tras almas, vemos cuán impuros somos; discernimos el egoísmo de nuestros motivos y la
enemistad contra Dios, que ha manchado todos los actos de nuestra vida. Entonces cono-
cemos que nuestra propia justicia es en verdad como andrajos inmundos y que solamen-
te la sangre de Cristo puede limpiarnos de las manchas del pecado y renovar nuestro co-
razón a su semejanza”. CC:27.
“La ley penetra hasta los pensamientos y hasta las intenciones del corazón. Ésta escudri-
ña las oscuras pasiones albergadas en secreto, los celos, las envidias, el robo, el homici-
dio, la malignidad, la ambición, y el mal que se mueve furtivamente oculto de los ojos
de los hombres. Cuán a menudo exaltan los hombres a aquellos en cuyos corazones hay
cosas tenebrosas que por falta de oportunidad para exteriorizarse se mantienen fuera de
la vista. Pero la ley de Dios registra todo el mal oculto”. ST, 03-11-1990.
“Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni
oculto, que no haya de saberse”. Mat. 10:26.
“La ley de Dios llega hasta los sentimientos y los motivos, tanto como a los actos exter-
nos. Revela los secretos del corazón proyectando luz sobre cosas que antes estaban se-
pultadas en tinieblas. Dios conoce cada pensamiento, cada propósito, cada plan, cada
motivo. Los libros del cielo registran los pecados que se hubieran cometido si hubiese
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habido oportunidad. Dios traerá a juicio toda obra, con toda cosa encubierta. Con su ley
mide el carácter de cada hombre”. 5CBA:1061.
“La ley de Dios toma en cuenta los celos, la envidia, el odio, la malignidad, la venganza,
la concupiscencia y la ambición que agitan el alma, pero que no han hallado expresión
en acciones externas porque ha faltado la oportunidad aunque no la voluntad. Y se de-
mandará cuenta de esas emociones pecaminosas en el día cuando ‘Dios traerá toda obra
a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala’ (Ecle. 12:14)”.
1MS:254-255.
“Vi que muchos son justos en la profesión que hacen, mientras hay corrupción en el in-
terior. No os engañéis a vosotros mismos … Dios mira el corazón”. 1T:159.
“Dios lee los propósitos y los motivos. Toda obra y toda cosa secreta está abierta ante
sus ojos que lo contemplan todo. No existe pensamiento, palabra, o acción que escape a
su atención. Él sabe si le amamos y le glorificamos a si nos agradamos y nos exaltamos
a nosotros mismos. Él conoce si colocamos nuestros afectos en las cosas de arriba, don-
de Cristo se sientas a la diestra de Dios, o en las cosas terrenales, sensuales y
diabólicas”. 4T:646.
“Cuando se aman y acarician malos pensamientos, por muy en secreto que sea, dijo Je-
sús, se demuestra que el mal reina todavía en el corazón. El alma sigue sumida en hiel
de amargura y sometida a la iniquidad. El que halla placer espaciándose en escenas im-
puras, cultiva malos pensamientos y echa miradas sensuales, puede contemplar en el pe-
cado visible, con su carga de vergüenza y aflicción desconsoladora, la verdadera natura-
leza del mal que lleva oculto en su alma. El momento de tentación en que posiblemente
se caiga en pecado gravoso no crea el mal que se manifiesta; sólo desarrolla o revela lo
que estaba latente y oculto en el corazón”. DMJ:54.
“Se pueden pasar por alto y ocultar a los ojos de los hombres el engaño, la mentira y la
infidelidad, pero no a los ojos de Dios”. CN:141.
“Los ojos de Dios no se ponen soñolientos. Él conoce todo pecado que está oculto del
ojo mortal. Los culpables saben justo qué pecado confesar para que sus almas puedan
ser limpias delante de Dios. Jesús les está ofreciendo ahora oportunidad para confesar,
para arrepentirse en profunda humildad, y para purificar sus vidas al obedecer y vivir la
verdad”. 1T:156.
“¿Se despertará el Israel de Dios? ¿Pondrán a un lado todo error los que profesan piedad,
para confesar a Dios todo pecado secreto y afligir su alma delante de él? ¿Investigarán
con gran humildad los motivos de cada acto, y serán conscientes de que el ojo de Dios lo
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lee todo y escudriña toda cosa oculta? La obra debe ser completa; la consagración a
Dios, cabal”. 2T:113.
“No se adule ni se excuse. Obre lealmente con su propia alma. Y entonces, cuando se
vea como pecadora, caiga quebrantada a los pies de la cruz. Jesús la recibirá, así man-
chada como está, y la lavará con su sangre, y la limpiará de toda contaminación, y la
preparará para participar de la compañía de los ángeles celestiales, en un Cielo puro y
armonioso”. 2T:74-75.
“Todos somos como suciedad, todos nuestros actos de justicia como trapo inmundo. To-
dos caímos como hojas secas, y nuestras maldades nos arrastraron como el viento”. Isa.
64:6.
“La justicia de Cristo se presenta como un don gratuito para el pecador si la acepta. No
tiene nada propio sino lo que está manchado y corrompido, contaminado con el pecado,
completamente repulsivo para un Dios puro y santo. Sólo mediante el carácter justo de
Jesucristo el hombre puede acercarse a Dios”. 1MS:402.
“Los discípulos de Cristo debían buscar una justicia diferente de la justicia de los fari-
seos, si querían entrar en el reino de los cielos. Dios les ofreció, en su Hijo, la justicia
perfecta de la ley. Si querían abrir sus corazones para recibir plenamente a Cristo, enton-
ces la vida misma de Dios, su amor, moraría en ellos, transformándolos a su semejanza;
así, por el don generoso de Dios, poseerían la justicia exigida por la ley. Pero los fari-
seos rechazaron a Cristo; ‘ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya
propia’, no querían someterse a la justicia de Dios.
Jesús procedió entonces a mostrar a sus oyentes lo que significa observar los manda-
mientos de Dios, que son en sí mismos una reproducción del carácter de Cristo. Porque
en él, Dios se manifestaba diariamente ante ellos”. DMJ:50-51.
“El que está intentando alcanzar el cielo por sus propias obras al guardar la ley, está in-
tentando un imposible. El hombre no puede ser salvado sin la obediencia, pero sus obras
no deben ser propias. Cristo debe efectuar en él tanto el querer como el hacer la buena
voluntad de Dios. Si el hombre pudiera salvarse por sus propias obras, podría tener algo
en sí mismo por lo cual regocijarse. El esfuerzo que el hombre pueda hacer con su pro-
pia fuerza para obtener la salvación está representado por la ofrenda de Caín. Todo lo
que el hombre pueda hacer sin Cristo está contaminado con egoísmo y pecado, pero lo
que se efectúa mediante la fe es aceptable ante Dios”. FO:97.
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“Y más aún, considero todas las cosas como pérdida por el sublime valor de conocer a
Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo; y
ser hallado en él, no en mi propia justicia, que viene por la Ley, sino en la que es por la
fe de Cristo, la justicia que viene de Dios por la fe”. Fil. 3:8-9.
“Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a
sí mismo por mí”. Gal. 2:20.
“Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invención humana. Cris-
to, en su humanidad, desarrolló un carácter perfecto, y ofrece impartirnos a nosotros este
carácter. ‘Como trapos asquerosos son todas nuestras justicias’. Todo cuanto podamos
hacer por nosotros mismos está manchado por el pecado. Pero el Hijo de Dios ‘apareció
para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él’. Se define el pecado como ‘la trans-
gresión de la ley’. Pero Cristo fue obediente a todo requerimiento de la ley. El dijo de sí
mismo: ‘Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi
corazón’. Cuando estaba en la tierra dijo a sus discípulos: ‘He guardado los mandamien-
tos de mi Padre’. Por su perfecta obediencia ha hecho posible que cada ser humano obe-
dezca los mandamientos de Dios. Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con
su corazón, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su men-
te, los pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vesti-
dos con el manto de su justicia. Entonces, cuando el Señor nos contempla, él ve no el
vestido de hojas de higuera, no la desnudez y deformidad del pecado, sino su propia
ropa de justicia, que es la perfecta obediencia a la ley de Jehová”. PVGM:253-254.
93.- Tradición: Mientras más nos alleguemos a Jesús, más pecaminosos somos. Ver-
dad: Cuanto más cerca estemos de Jesús, más claramente veremos nuestra natura-
leza pecadora y nuestra continua necesidad de sus ministraciones.-
“El verdadero éxito es impartido a los hombres y mujeres por el Dios que dio éxito a
Daniel. Aquel que leía en el corazón de Daniel, contemplaba con placer la pureza de los
motivos de su siervo y su determinación de honrar al Señor. Los que en su vida cumplen
el propósito de Dios, deben hacer esfuerzos esmerados, aplicándose estrecha y ferviente-
mente a la realización de cualquier cosa que él les dé para hacer”. MJ:148.
“Daniel fue un siervo devoto del Altísimo. Su larga vida estuvo llena de lecciones no-
bles de servicio para su Maestro. Su pureza de carácter y su fidelidad inquebrantable son
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“Aunque él fue un hombre con pasiones semejantes a las nuestras, la pluma de la inspi-
ración lo presenta como poseyendo un carácter sin mácula”. 4T:569.
“Ningún apóstol o profeta pretendió haber vivido sin pecado. Hombres que han vivido lo
más cerca de Dios, hombres que sacrificaron sus vidas antes de cometer a sabiendas un
acto pecaminoso, hombres a quienes Dios honró con luz divina y poder, confesaron su
naturaleza pecaminosa. No pusieron su confianza en la carne, no pretendieron poseer
una justicia propia, sino que confiaron completamente en la justicia de Cristo.
Así debe ser con todos los que contemplan a Jesús. Cuanto más nos acerquemos a él y
cuanto más claramente discernamos la pureza de su carácter, tanto más claramente vere-
mos la extraordinaria gravedad del pecado y tanto menos nos sentiremos tentados a exal-
tarnos a nosotros mismos. Habrá un continuo esfuerzo del alma para acercarse a Dios;
una constante, ferviente y dolorosa confesión del pecado y una humillación del corazón
ante él. En cada paso de avance que demos en la experiencia cristiana, nuestro arrepenti-
miento será más profundo. Conoceremos que la suficiencia solamente se encuentra en
Cristo, y haremos la confesión del apóstol: ‘Y yo sé que en mí (es a saber, en mi carne)
no mora el bien’. ‘Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesu-
cristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo’. (Rom. 7:18; Gál.
6:14)”. HAp:448.
“A aquellos quienes, aunque se han arrepentido, están turbados con relación a sus peca-
dos pasados, que están tentados a pensar que quizás no han sido perdonados, Cristo dice:
‘Ve, y no peques más’. Habéis hallado paz en Dios; a través de su gracia habéis entrado
en una nueva vida; ‘por gracia sois salvos a través de la fe; y eso no de vosotros; es el
don de Dios’. Entonces no permitáis que ninguna incredulidad penetre”. RH, 13-01-
1891.
“Cristo vino al mundo para enseñar que si el hombre recibe poder de lo alto, puede lle-
var una vida intachable”. MC:15.
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“Dios nos eligió en él desde antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos y
sin culpa ante él en amor”. Efe. 1:4.
“Los que son hijos de Dios representarán a Cristo en carácter. Sus obras tendrán el per-
fume de la infinita ternura, la compasión, el amor y la pureza del Hijo de Dios. Y mien-
tras más completamente le entreguen la mente y el cuerpo al Espíritu Santo, mayor será
la fragancia de nuestra ofrenda para él”. 7CBA:921.
“Orar sin cesar es mantener una unión no interrumpida del alma con Dios, de modo que
la vida de Dios fluya a la nuestra; y de nuestra vida la pureza y la santidad refluyan a
Dios”. CC:97-98.
“Porque Dios es el que obra en vosotros, tanto el querer como el hacer, por su buena vo-
luntad”. Fil. 2:13.
“Para alabar su gloriosa gracia, que nos dio generosamente en el amado”. Efe. 1:6.
“A fin de comprender correctamente este asunto, debemos recordar que nuestros corazo-
nes son por naturaleza depravados, que no podemos por nosotros mismos seguir una
conducta correcta. Es únicamente por la gracia de Dios, combinada con el más ferviente
esfuerzo de nuestra parte, como podemos obtener la victoria”. CMPA:530.
“La caída de Pedro no fue instantánea, sino gradual. La confianza propia lo indujo a
creer que estaba salvado, y dio paso tras paso en el camino descendente hasta que pudo
negar a su Maestro. Nunca podemos con seguridad poner la confianza en el yo, ni tam-
poco, estando, como nos hallamos, fuera del cielo, hemos de sentir que nos encontramos
seguros contra la tentación. Nunca debe enseñarse a los que aceptan al Salvador, aunque
sean sinceros en su conversión, a decir o sentir que están salvados. Eso es engañoso.
Debe enseñarse a todos a acariciar la esperanza y la fe; pero aun cuando nos entregamos
a Cristo y sabemos que él nos acepta, no estamos fuera del alcance de la tentación”.
PVGM:119-120.
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“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”. 1 Cor. 10:12.
“Nunca me he atrevido a decir: ‘Yo soy santa; estoy sin pecado’, pero todo lo que he
creído que era la voluntad de Dios he tratado de hacer con todo mi corazón, y tengo la
dulce paz de Dios en mi ser”. 3MS:405.
“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; amonesta, reprende;
exhorta con toda paciencia y doctrina”. 2 Tim. 4:2.
“‘A los que remitiereis los pecados -dijo Cristo- les son remitidos: a quienes los retuvie-
rais, serán retenidos’. Cristo aquí no da a nadie libertad para juzgar a los demás. En el
sermón del monte, lo prohibió. Es prerrogativa de Dios. Pero coloca sobre la iglesia or-
ganizada una responsabilidad por sus miembros individuales. La iglesia tiene el deber de
amonestar, instruir y si es posible restaurar a aquellos que caigan en el pecado. ‘Redar-
guye, reprende, y exhorta -dice el Señor- con toda paciencia y doctrina’. Obrad fielmen-
te con los que hacen mal. Amonestad a toda alma que está en peligro. No dejéis que na-
die se engañe. Llamad al pecado por su nombre. Declarad lo que Dios ha dicho respecto
de la mentira, la violación del sábado, el robo, la idolatría y todo otro mal: ‘Los que ha-
cen tales cosas no heredarán el reino de Dios’. Si persisten en el pecado, el juicio que
habéis declarado por la Palabra de Dios es pronunciado sobre ellos en el cielo. Al elegir
pecar niegan a Cristo; la iglesia debe mostrar que no sanciona sus acciones, o ella misma
deshonra a su Señor. Debe decir acerca del pecado lo que Dios dice de él”. OE:519-520.
“Somos tan responsables de los males que hubiéramos podido impedir en otros por el
ejercicio de la autoridad paternal o pastoral, como si hubiésemos cometido los tales he-
chos nosotros mismos”. PP:625.
“Esto habla y exhorta, y reprende con toda autoridad. Nadie te desprecie”. Tito 2:15.
“Derramad el testimonio justo tan directo como se encuentra en la Palabra de Dios, con
un corazón lleno de la influencia animadora y vivificadora de su Espíritu, todo en ternu-
ra, con ansia por las almas, y la obra en medio del pueblo de Dios será efectiva”.
1T:383.
“El precursor del primer advenimiento de Cristo fue un hombre de palabras muy claras.
Él reprendió el pecado, y llamó las cosas por sus nombres correctos. Él colocó el hacha a
la raíz del árbol…
En este tiempo temerario, justo antes que Cristo venga por segunda vez, los fieles predi-
cadores de Cristo tendrán que presentar un testimonio aun más agudo que el dado por
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Juan el Bautista. Delante de ellos está una obra de responsabilidad e importancia; y los
que hablen cosas suaves, Dios no los reconocerá como sus pastores. Un terrible ay está
sobre ellos”. 1T:321.
“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pue-
blo su rebelión, y … su pecado”. Isa. 58:1.
“Cristo mismo no suprimió una palabra de la verdad, sino que la dijo siempre con amor.
Ejerció el mayor tacto y atención reflexiva y bondadosa en su trato con la gente. Nunca
fue rudo ni dijo innecesariamente una palabra severa; nunca causó una pena innecesaria
a un alma sensible. No censuró la debilidad humana. Denunció intrépidamente la hipo-
cresía, la incredulidad y la iniquidad, pero había lágrimas en su voz al pronunciar sus se-
veras reprensiones”. DTG:319.
“Siempre es humillante que se le señalen los errores a uno. No hagáis la experiencia más
amarga por medio de una censura innecesaria. La crítica sin afecto ocasiona desaliento,
haciendo la vida oscura e infeliz.
Mis hermanos, prevaleced por el amor y no por la severidad. Cuando alguien con faltas
se haga consciente de su error, sed cuidadosos de no destruir su respeto propio. No bus-
quéis herir y magullar, sino vendar y curar”. 7T:265.
“A los que pecaren, repréndelos delante de todos, para que los otros también teman”. 1
Tim. 5:20.
“El pecado y los pecadores que hay en la iglesia deben ser eliminados prestamente, a fin
de que no contaminen a otros. La verdad y la pureza requieren que hagamos una obra
más cabal para limpiar de Acanes el campamento. No toleren el pecado en un hermano
los que tienen cargos de responsabilidad. Muéstrenle que debe dejar sus pecados o ser
separado de la iglesia”. 5T:137.
“Ciertamente es un paso triste y no debe tomarse hasta que todos los demás medios de
corregir y salvar al que está en el error hayan fracasado”. Ev:270.
“Juzgar y reprender son dos cosas diferentes. Dios ha colocado sobre sus siervos la obra
de reprender en amor a los que yerran; pero él ha prohibido y denunciado el juicio im-
prudente tan común entre los profesos creyentes”. RH, 29-10-1901.
“Uno es el dador de la ley, que puede salvar y destruir: ¿quién eres tú que juzgas a
otro?”. Santiago 4:12.
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“‘No juzguéis, para que no seáis juzgados’. No os estiméis mejores que los demás ni os
erijáis en sus jueces. Ya que no podéis discernir los motivos, no podéis juzgar a otro”.
DTG:280.
“Cristo ha enseñado claramente que aquellos que persisten en pecados manifiestos de-
ben ser separados de la iglesia; pero no nos ha encomendado la tarea de juzgar el carác-
ter y los motivos”. PVGM:50.
“Aunque mi conciencia de nada me acusa, no por eso quedo justificado. El que me juz-
ga, es el Señor. Así, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor. Él ilu-
minará lo oculto en tinieblas, y manifestará los motivos de los corazones. Entonces cada
uno tendrá de Dios la alabanza”. 1 Cor. 4:4-5.
“Airaos, y no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo; ni deis lugar al diablo”.
Efe. 4:26-27.
“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardío para hablar,
tardío para airarse: porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Santiago 1:19-
20.
“Los dos hermanos se presentaron ante el pueblo, llevando Moisés la vara de Dios en la
mano. Ambos eran ya hombres muy ancianos. Habían sobrellevado mucho tiempo la re-
belión y la testarudez de Israel; pero ahora por último aun la paciencia de Moisés se ago-
tó. ‘Oíd ahora, rebeldes -exclamó- ¿os hemos de hacer salir aguas de esta peña?’ Y en
vez de hablar a la roca, como Dios le había mandado, la hirió dos veces con la vara”.
“Según el juicio humano, Moisés no era culpable de un gran crimen; su pecado era una
falta común. El salmista dice que ‘habló inconsideradamente con sus labios’. (Salmo
106:33 V.M.) En opinión de los hombres, ello puede parecer cosa ligera; pero si Dios
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trató tan severamente este pecado en su siervo más fiel y honrado, no lo disculpará cier-
tamente en otros. El espíritu de ensalzamiento propio, la inclinación a censurar a nues-
tros hermanos, desagrada sumamente a Dios. Los que se dejan dominar por estos males
arrojan dudas sobre la obra de Dios, y dan a los escépticos motivos para disculpar su in-
credulidad. Cuanto más importante sea el cargo de uno, y tanto mayor sea su influencia,
tanto más necesitará cultivar la paciencia y la humildad”. PP:445.
“Es cierto que hay una indignación justificable, aun en los seguidores de Cristo. Cuando
vemos que Dios es deshonrado y su servicio puesto en oprobio, cuando vemos al inocen-
te oprimido, una justa indignación conmueve el alma. Un enojo tal, nacido de una moral
sensible, no es pecado. Pero los que por cualquier supuesta provocación se sienten libres
para ceder a la ira o al resentimiento, están abriendo el corazón a Satanás. La amargura y
animosidad deben ser desterradas del alma si queremos estar en armonía con el cielo”.
DTG:277.
“Cuando Moisés descendió del monte con las dos tablas del testimonio en sus manos,
escuchó los clamores del pueblo, y, al acercarse, contempló el ídolo y la multitud rebel-
de. Abrumado de horror e indignación porque Dios había sido deshonrado, y aquel pue-
blo había quebrantado su solemne pacto con él, arrojó las dos tablas de piedra sobre la
tierra, y las rompió al pie del monte. Aunque su amor por Israel era tan grande que esta-
ba dispuesto a deponer su propia vida por ellos, sin embargo su celo por la gloria de
Dios lo enojó, y ese enojo halló expresión en ese acto de tan terrible significado. Dios no
lo reconvino. El haber roto las tablas de piedra era sólo una representación del hecho de
que Israel había quebrantado el pacto que tan recientemente había hecho con Dios. El si-
guiente texto se refiere a la justa indignación contra el pecado, que surge del celo por la
gloria de Dios, y no al enojo promovido por la ambición del amor propio herido: ‘Ai-
raos, y no pequéis’. Tal fue el enojo de Moisés”. TM:98.
“Muchos son celosos en los servicios religiosos, mientras que entre ellos y sus hermanos
hay desgraciadas divergencias que podrían reparar. Dios exige de ellos que hagan cuanto
puedan para restaurar la armonía. Antes que hayan hecho esto, no puede aceptar sus ser-
vicios. El deber del cristiano en este asunto está claramente señalado”. DTG:277.
A menudo decimos: Pero Jesús se enojó. ¿Tuvo él una indignación justa o una ira injus-
ta?
“Y les preguntó a ellos: ‘¿Es permitido hacer bien en sábado, o hacer mal? ¿Salvar la
vida, o quitarla?’ Pero ellos callaron. Y mirándolos con enojo, apenado por la dureza de
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“Cristo mismo no suprimió una palabra de la verdad, sino que la dijo siempre con amor.
Ejerció el mayor tacto y atención reflexiva y bondadosa en su trato con la gente. Nunca
fue rudo ni dijo innecesariamente una palabra severa; nunca causó una pena innecesaria
a un alma sensible. No censuró la debilidad humana. Denunció intrépidamente la hipo-
cresía, la incredulidad y la iniquidad, pero había lágrimas en su voz al pronunciar sus se-
veras reprensiones. Lloró sobre Jerusalén, la ciudad que él amaba, que se negaba a reci-
birle a él, el Camino, la Verdad y la Vida. Sus habitantes le rechazaron a él, el Salvador,
pero los consideró con compasiva ternura y con una tristeza tan profunda que quebranta-
ba su corazón. Cada alma era preciosa a su vista. Aunque siempre se conducía con divi-
na dignidad, se inclinaba con la consideración más tierna hacia cada miembro de la fa-
milia de Dios. En todos los hombres veía almas caídas a las cuales era su misión salvar”.
DTG:319.
“Entonces Jesús entró en el templo de Dios, y echó a todos los que vendían y compraban
en el templo. Volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas.
Y les dijo: ‘Escrito está: Mi casa, será llamada casa de oración. Pero vosotros la habéis
convertido en cueva de ladrones’”. Mat. 21:12-13.
“Con mirada escrutadora, Cristo abarcó la escena que se extendía delante de él mientras
estaba de pie sobre las gradas del atrio del templo. Con mirada profética vio lo futuro,
abarcando no sólo años, sino siglos y edades. Vio cómo los sacerdotes y gobernantes
privarían a los menesterosos de su derecho, y prohibirían que el Evangelio se predicase a
los pobres. Vio cómo el amor de Dios sería ocultado de los pecadores, y los hombres tra-
ficarían con su gracia. Y al contemplar la escena, la indignación, la autoridad y el poder
se expresaron en su semblante. La atención de la gente fue atraída hacia él. Los ojos de
los que se dedicaban a su tráfico profano se clavaron en su rostro. No podían retraer la
mirada. Sentían que este hombre leía sus pensamientos más íntimos y descubría sus mo-
tivos ocultos. Algunos intentaron esconder la cara, como si en ella estuviesen escritas
sus malas acciones, para ser leídas por aquellos ojos escrutadores.
La confusión se acalló. Cesó el ruido del tráfico y de los negocios. El silencio se hizo
penoso. Un sentimiento de pavor dominó a la asamblea. Fue como si hubiese compareci-
do ante el tribunal de Dios para responder de sus hechos. Mirando a Cristo, todos vieron
la divinidad que fulguraba a través del manto de la humanidad. La Majestad del cielo es-
taba allí como el Juez que se presentará en el día final, y aunque no la rodeaba esa gloria
que la acompañará entonces, tenía el mismo poder de leer el alma. Sus ojos recorrían
toda la multitud, posándose en cada uno de los presentes. Su persona parecía elevarse
sobre todos con imponente dignidad, y una luz divina iluminaba su rostro. Habló, y su
voz clara y penetrante -la misma que sobre el monte Sinaí había proclamado la ley que
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los sacerdotes y príncipes estaban transgrediendo- se oyó repercutir por las bóvedas del
templo: ‘Quitad de aquí esto, y no hagáis la casa de mi Padre casa de mercado’.
Descendiendo lentamente de las gradas y alzando el látigo de cuerdas que había recogi-
do al entrar en el recinto, ordenó a la hueste de traficantes que se apartase de las depen-
dencias del templo. Con un celo y una severidad que nunca manifestó antes, derribó las
mesas de los cambiadores. Las monedas cayeron, y dejaron oír su sonido metálico en el
pavimento de mármol. Nadie pretendió poner en duda su autoridad. Nadie se atrevió a
detenerse para recoger las ganancias ilícitas. Jesús no los hirió con el látigo de cuerdas,
pero en su mano el sencillo látigo parecía ser una flamígera espada. Los oficiales del
templo, los sacerdotes especuladores, los cambiadores y los negociantes en ganado, hu-
yeron del lugar con sus ovejas y bueyes, dominados por un solo pensamiento: el de esca-
par a la condenación de su presencia.
El pánico se apoderó de la multitud, que sentía el predominio de su divinidad. Gritos de
terror escaparon de centenares de labios pálidos. Aun los discípulos temblaron. Les cau-
saron pavor las palabras y los modales de Jesús, tan diferentes de su conducta común.
Recordaron que se había escrito acerca de él: ‘Me consumió el celo de tu casa’”.
DTG:131-132.
96.- Tradición: No hay sacrificio por el pecado voluntario. Verdad: No hay sacrifi-
cio por pecados voluntarios si no nos arrepentimos.-
“Mantengamos firme la confesión de nuestra esperanza, sin fluctuar, que fiel es el que
prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas
obras. No dejemos de reunirnos, como algunos tienen por costumbre; sino animémonos
unos a otros, y tanto más, cuanto veis que el día se acerca. Porque si voluntariamente se-
guimos pecando después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda
más sacrificio por los pecados, sino una horrenda espera del juicio y del furor del fuego,
que ha de devorar a los adversarios”. Heb. 10:23-27.
“La ira de Dios no se declara contra los pecadores impenitentes meramente por causa de
los pecados que han cometido, sino por causa de que, cuando son llamados al arrepenti-
miento, escogen continuar resistiendo, y repiten los pecados del pasado con desprecio de
la luz que se les ha dado. Si los caudillos judíos se hubiesen sometido al poder convin-
cente del Espíritu Santo, hubieran sido perdonados; pero estaban resueltos a no ceder.
De la misma manera, el pecador que se obstina en continua resistencia se coloca fuera
del alcance del Espíritu Santo”. HAp:51.
“Así dice el Eterno Todopoderoso, Dios de Israel: Ve, y di a los varones de Judá, y a los
habitantes de Jerusalén: ¿No recibiréis instrucción para obedecer mis Palabras? —dice el
Eterno—.
Los descendientes de Jonadab hijo de Recab, cumplieron la orden de no beber vino, y
hasta hoy no lo han bebido, por obedecer la orden de su padre. Yo os he hablado a voso-
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tros una y otra vez, y no me habéis oído. Continuamente os envié a mis siervos los pro-
fetas a decir: Volveos cada uno de su mal camino, enmendad vuestras obras, no sirváis a
otros dioses, y viviréis en la tierra que os di a vosotros y a vuestros padres. Pero no incli-
nasteis vuestro oído, ni me oísteis”. Jer. 35:13-15.
“Los que una vez fueron iluminados, gustaron el don celestial, participaron del Espíritu
Santo, gustaron la bondad de la Palabra de Dios, y las poderosas maravillas del siglo ve-
nidero, y recayeron, es imposible que sean otra vez renovados para arrepentimiento; por
cuanto crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios, y lo exponen a la burla”.
Heb. 6:4-6.
“Cuando Saúl se desvió de la reprensión que le mandó el Espíritu Santo de Dios, y per-
sistió en justificarse obstinadamente, rechazó el único medio por el cual Dios podía
obrar para salvarle de sí mismo. Se había separado voluntariamente de Dios. No podía
recibir ayuda ni dirección de Dios antes de volver a él mediante la confesión de su peca-
do”. PP:687.
“Si suponéis que Dios tratará livianamente el pecado o hará una excepción para que po-
dáis seguir pecando sin sufrir el castigo, sois objeto de un terrible engaño de Satanás.
Cualquier violación voluntaria de la justa ley de Jehová expone vuestra alma a los vio-
lentos asaltos de Satanás. Cuando perdéis vuestra integridad consciente, vuestra alma se
convierte en un campo de batalla de Satanás. Abrigáis dudas y temores suficientes para
paralizar vuestras energías y llevaros al desánimo. El favor de Dios ha desaparecido. Al-
gunos de vosotros sabéis que habéis procurado ocupar su lugar [del Espíritu Santo] y ha-
béis buscado compensación por la pérdida del testimonio del Espíritu Santo de que sois
hijos de Dios, procurando la excitación mundana en compañía de los mundanos. En re-
sumen, os habéis hundido más aún en el pecado”. AFC:250.
“Por tanto, con más diligencia debemos atender a lo que hemos oído, para no desviar-
nos. Porque si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobe-
diencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una sal-
vación tan grande? Esta salvación fue anunciada primero por el Señor, y fue confirmada
para nosotros por los que oyeron”. Heb. 2:1-3.
“Descuidad esta gran salvación, que ha sido mantenida ante vosotros durante años, des-
preciad está gloriosa oferta de justificación por medio de la sangre de Cristo, y esta san-
tificación por el poder purificador del Espíritu Santo, y no quedará más sacrificio por el
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pecado, sino ciertamente una horrenda esperanza de juicio y un hervor de fuego. Os rue-
go que os humilléis y ceséis en vuestra obstinada resistencia a la luz y la evidencia. De-
cid al Señor: Mis iniquidades han hecho separación entre mí y mi Dios. Oh Señor, per-
dona mis transgresiones. Borra mis pecados de tu libro de memoria. Gracias a su santo
nombre, hay perdón en él, y podéis ser convertidos y transformados”. TM:95.
“Inclinad vuestros oídos, y venid a mi; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros
pacto eterno, las misericordias firmes a David”. Isa. 55:3.
“Pero nadie se engañe a sí mismo con el pensamiento de que Dios, en su grande amor y
misericordia, salvará aun a aquellos que rechazan su gracia. La excesiva corrupción del
pecado puede conocerse solamente a la luz de la cruz. Cuando los hombres insisten en
que Dios es demasiado bueno para desechar a los pecadores, miren al Calvario. Fue por-
que no había otra manera en que el hombre pudiese ser salvo, porque sin este sacrificio
era imposible que la raza humana escapara del poder contaminador del pecado y se pu-
siera en comunión con los seres santos, imposible que los hombres llegaran a ser partíci-
pes de la vida espiritual; fue por esta causa por lo que Cristo tomó sobre sí la culpabili-
dad del desobediente y sufrió en lugar del pecador. El amor, los sufrimientos y la muerte
del Hijo de Dios, todo da testimonio de la terrible enormidad del pecado y prueba que no
hay modo de escapar de su poder, ni esperanza de una vida más elevada, sino mediante
la sumisión del alma a Cristo”. CC:30.
“Por eso dice el Eterno, convertíos ahora a mí con todo vuestro corazón, con ayuno,
llanto y luto. Rasgad vuestro corazón, y no vuestro vestido. Volved al Eterno vuestro
Dios; porque es bondadoso y clemente, lento para la ira, grande en amor, y pronto para
desistir del castigo”. Joel 2:12-13.
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97.- Tradición: El bautismo nos salva. Verdad: El bautismo salva si nos levantamos
a nueva vida en Cristo.-
“Y esa agua simboliza el bautismo que ahora os salva -no quitando las impurezas del
cuerpo, sino pidiendo a Dios una buena conciencia- por la resurrección de Jesucristo”. 1
Pedro 3:21.
“Y el creyente arrepentido, que sigue los pasos que exige la conversión, conmemora en
su bautismo la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Desciende bajo el agua a
la semejanza de la muerte y entierro de Cristo, y sale del agua a semejanza de su resu-
rrección, no para vivir otra vez la antigua vida de pecado, sino para vivir una vida nueva
en Cristo Jesús (3SP:204)”. 5CBA:1088.
“¿Qué diremos, pues? ¿Perseveraremos en pecado para que abunde la gracia? ¡De nin-
guna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿No
sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados
en su muerte? Porque fuimos sepultados junto con él para muerte por medio del bautis-
mo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en nueva vida”. Rom. 6:1-4.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas”. 2 Cor. 5:17.
“El nuevo nacimiento es una experiencia rara en esta época del mundo. Esta es la razón
por la que hay tantas perplejidades en las iglesias. Muchos, muchísimos, que pretenden
tener el nombre de Cristo no están santificados, y son impíos. Han sido bautizados, pero
fueron sepultados vivos. No murió el yo, y por lo tanto no renacieron a una nueva vida
en Cristo (MS 148, 1897)”. 6CBA:1075.
“Es la gracia de Cristo la que da vida al alma. Fuera de Cristo, el bautismo, como cual-
quier otro rito, es una forma sin valor”. DTG:152.
“El bautismo puede repetirse una y otra vez, pero en sí mismo no tiene poder para cam-
biar el corazón humano. El corazón debe estar unido con el corazón de Cristo, la volun-
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tad debe sumergirse en su voluntad, la mente debe llegar a ser una con su mente, los
pensamientos deben ser colocados en cautividad a él”. RH, 18-09-1900.
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede en-
trar en el reino de Dios”. Juan 3:5.
“Mientras que Apolo estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superio-
res, vino a Éfeso. Allí encontró a ciertos discípulos, y les preguntó: ‘¿Habéis recibido el
Espíritu Santo cuando creísteis?’ Ellos contestaron: ‘Ni siquiera hemos oído que existe
el Espíritu Santo’. Pablo les preguntó: ‘Entonces, ¿en qué fuisteis bautizados?’ Ellos di-
jeron: ‘En el bautismo de Juan’. Dijo Pablo: ‘Juan bautizó con bautismo de arrepenti-
miento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, es decir,
en Jesús’”. Hechos 19:1-4.
“Con profundo interés, y agradecido y maravillado gozo, los hermanos escucharon las
palabras de Pablo. Por la fe aceptaron la maravillosa verdad del sacrificio expiatorio de
Cristo, y le recibieron como su Redentor. Fueron bautizados entonces en el nombre de
Jesús; ‘y habiéndoles impuesto Pablo las manos’, recibieron también el bautismo del Es-
píritu Santo, por el cual fueron capacitados para hablar los idiomas de otras naciones, y
para profetizar. Así fueron habilitados para trabajar como misioneros en Éfeso y en su
vecindad, y también para salir a proclamar el Evangelio en Asia Menor”. HAp:229.
“Hoy son demasiados los que ignoran tanto como los creyentes de Éfeso la obra del Es-
píritu Santo en el corazón. Sin embargo, ninguna verdad se enseña más claramente en la
Palabra de Dios. Los profetas y apóstoles se han explayado en este tema. Cristo mismo
nos llama la atención al crecimiento del mundo vegetal como una ilustración de la ope-
ración de su Espíritu en el sostenimiento de la vida espiritual. La savia de la vid, ascen-
diendo desde la raíz, se difunde por las ramas, y provee al crecimiento y a la producción
de flores y fruto. Así el poder vivificador del Espíritu Santo, que procede del Salvador,
llena el alma, renueva los motivos y afectos, y pone hasta los pensamientos en obedien-
cia a la voluntad de Dios, capacitando al que lo recibe para llevar los preciosos frutos de
acciones santas.
El Autor de esta vida espiritual es invisible, y el método exacto por el cual se imparte y
sostiene esta vida está más allá de la facultad explicativa de la filosofía humana. Sin em-
bargo, las operaciones del Espíritu están siempre en armonía con la Palabra escrita. Lo
que sucede en el mundo natural, pasa también en el espiritual. La vida natural es conser-
vada momento tras momento por un poder divino; sin embargo, no es sostenida por un
milagro directo, sino por el uso de las bendiciones puestas a nuestro alcance. Así la vida
espiritual es sostenida por el uso de los medios que la Providencia ha provisto. Para que
el seguidor de Cristo crezca hasta convertirse en ‘un varón perfecto, a la medida de la
edad de la plenitud de Cristo’ (Efe. 4:13), debe comer del pan de vida y beber del agua
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de la salvación. Debe velar, orar y trabajar, y prestar atención en todas las cosas a las
instrucciones de Dios consignadas en su Palabra.
La experiencia de esos conversos judíos tiene todavía otra lección para nosotros. Cuando
fueron bautizados por Juan, no comprendieron bien la misión de Jesús como expiador de
los pecados. Seguían creyendo graves errores, pero cuando recibieron mayor conoci-
miento, aceptaron alegremente a Cristo como su Redentor; y al dar este paso hacia ade-
lante, cambiaron sus obligaciones. Cuando recibieron una fe más pura, hubo un cambio
correspondiente en su vida. Como señal de este cambio, y como reconocimiento de su fe
en Cristo, fueron bautizados de nuevo, en el nombre de Jesús”. HAp:230-231.
“Ahora pues, ¿por qué te detienes? Levántate, y bautízate, y lava tus pecados, invocando
el nombre del Señor”. Hechos 22:16.
98.- Tradición: Los hijos son salvos naturalmente hasta la edad de la razón. Ver-
dad: Los niños solo pueden ser salvos por gracia mediante la sangre de Cristo Je-
sús.-
“Y la sangre será la señal de las casas donde estéis. Al ver la sangre, pasaré de largo, y
no habrá entre vosotros mortandad cuando yo hiera la tierra de Egipto”. Éxo. 12:13.
“Así como la sangre del cordero inmolado protegió los hogares de Israel, la sangre de
Cristo había de salvar sus almas; pero podían ser salvos por Cristo únicamente en la me-
dida en que por la fe se apropiaban de la vida de él”. DTG:61-62.
“Los niños son la presa legal del enemigo, porque no son súbditos de la gracia, no han
experimentado el poder purificador de Jesús, y los ángeles malvados tienen acceso a es-
tos niños; y algunos padres son descuidados y les permiten obrar con solo poca restric-
ción. Los padres tienen una gran obra que hacer en este respecto, corrigiendo y domi-
nando a sus hijos, y luego trayéndolos a Dios y reclamando su bendición sobre ellos. Por
medio de los esfuerzos fieles e incansables de los padres, y de la bendición y de la gracia
implorada a Dios sobre los niños, se quebrantará el poder de los ángeles inicuos, se de-
rrama sobre los niños una influencia santificadora, y las potestades de las tinieblas deben
retroceder.
Cuando el ángel destructor iba a pasar a través de Egipto, para destruir a los primogéni-
tos de los hombres y de las bestias, la orden a Israel fue que reunieran a sus hijos y fami-
lias en sus hogares con ellos, y luego marcaran sus dinteles de las puertas con sangre
para que el ángel destructor pudiera pasar por sus moradas, y si ellos fallaban en pasar
por este proceso, no había diferencia hecha entre ellos y los egipcios.
El ángel destructor pronto va a salir de nuevo, no para destruir solamente a los primogé-
nitos, sino ‘para matar completamente a viejos y jóvenes, tanto hombres, mujeres y niñi-
tos’ quienes no tienen la marca. Padres: si deseáis salvar a vuestros hijos, separadlos del
mundo, guardadlos de la compañía de los niños inicuos; porque si les permitís salir con
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los niños malvados, no podéis evitar que participen de su iniquidad y que se corrompan.
Es vuestro deber solemne velar sobre vuestros hijos, cosa que todo tiempo elijáis la so-
ciedad para ellos. Enseñad a vuestros hijos a obedeceros, entonces podrán ellos obedecer
con más facilidad los mandamientos de Dios, y rendirse a sus requerimientos. No des-
cuidemos orar con y a favor de nuestros hijos. Aquel que dijo, ‘Dejad que los niñitos
vengan a mí, y no se lo impidáis’, escuchará nuestras oraciones a favor de ellos, y el se-
llo, o la marca, de los padres creyentes cubrirá a sus hijos, si ellos son preparados en la
crianza y la amonestación del Señor”. RH, 28-03-1893.
“Los padres ocupan el lugar de Dios para sus hijos, y ellos te4ndrán que rendir cuentas,
si han sido fieles a los pocos pequeños encomendados a su cuidado. Padres: algunos de
vosotros estáis criando hijos para ser cortados por el ángel destructor, a menos que rápi-
damente cambiéis vuestra conducta, y seáis fieles a ellos. Dios no puede cubrir la iniqui-
dad, aun en los niños. Él no puede amar a niños indómitos que manifiestan pasión, y no
puede salvarlos en el tiempo de prueba. ¿Permitiréis que vuestros hijos se pierdan por
vuestro descuido? Padres infieles, la sangre de ellos estará sobre vosotros y, ¿no está en
duda vuestra salvación con la sangre de vuestros hijos sobre vosotros? Hijos que pudie-
ran haber sido salvos si hubierais ocupado vuestro lugar, y hubierais cumplido vuestro
deber como los padres fieles deberían haberlo hecho”. RH, 28-02-1893.
“Algunos padres permiten a Satanás que controle a sus hijos, y éstos no son reprendidos,
sino que se les permite tener un temperamento malvado, ser soberbios, egoístas y deso-
bedientes. Si ellos murieran, estos niños no serían llevados al cielo. La conducta de los
padres determina el bienestar futuro de sus hijos. Si les dejan ser desobedientes y rebel-
des le están permitiendo a Satanás hacerse cargo de ellos y actuar por su intermedio
como le agrade a su majestad satánica, y estos niños, nunca educados para obedecer y
para desarrollar en ellos los rasgos amables de carácter, no serán llevados al cielo, por-
que se revelarían en ellos el mismo carácter y la misma disposición aquí evidenciada”.
3MS:360.
“Sin la ayuda divina no podéis criar a vuestros hijos como debierais hacerlo; porque la
naturaleza caída de Adán lucha siempre por predominar”. HC:184.
“En la vida de todo hombre se manifiesta el resultado de haber comido del árbol del co-
nocimiento del bien y del mal. Hay en su naturaleza una inclinación hacia el mal, una
fuerza que solo, sin ayuda, él no podría resistir. Para hacer frente a esa fuerza, para al-
canzar el ideal que en lo más íntimo de su alma reconoce como única cosa digna, puede
encontrar ayuda en un solo poder. Ese poder es Cristo. La mayor necesidad del hombre
es cooperar con ese poder. ¿No debería ser acaso esta cooperación el propósito más ele-
vado de todo esfuerzo educativo?”. Ed:29.
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“Los padres tienen una responsabilidad más serias de lo que se imaginan. Los hijos tie-
nen una herencia de pecado. El pecado los ha separado de Dios. Jesús dio su vida para
unir con Dios los eslabones rotos”. CN:448.
“Los hombres están emparentados con el primer Adán, y por lo tanto no reciben de él
sino culpa y sentencia de muerte; pero Cristo entra en el terreno donde cayó Adán, y
pasa sobre ese terreno soportando todas las pruebas en lugar del hombre. Al salir sin
mancha de la prueba, redimió el vergonzoso fracaso y la oprobiosa caída de Adán. Esto
coloca al hombre en una condición ventajosa ante Dios; lo coloca donde, mediante la
aceptación de Cristo como su Salvador, llega a ser participante de la naturaleza divina.
Así llega a relacionarse con Dios y Cristo (Carta 68, 1899)”. 6CBA:1074.
“Padres, ayudad a vuestros hijos. Levantaos del letargo que ha estado sobre vosotros.
Velad continuamente para cortar la corriente, y hacer retroceder el peso del mal que
Satanás está imponiendo sobre vuestros hijos. Los niños no pueden hacer esto por ellos
mismos, pero los padres pueden hacer mucho. Por medio de oración ferviente y de una
fe viva, se ganarán grandes victorias”. 1T:397.
“El universo celestial contempla de mañana y de tarde a cada familia que ora, y el ángel
con el incienso, que representa la sangre de la expiación, halla acceso delante de Dios”.
7CBA:982.
“Acudan las madres a Jesús con sus perplejidades. Hallarán gracia suficiente para ayu-
darles en la dirección de sus hijos. Las puertas están abiertas para toda madre que quiera
poner sus cargas a los pies del Salvador. El que dijo: ‘Dejad los niños venir a mí, y no
los impidáis', sigue invitando a las madres a conducir a sus pequeñuelos para que sean
bendecidos por él. Aun el lactante en los brazos de su madre, puede morar bajo la som-
bra del Todopoderoso por la fe de su madre que ora. Juan el Bautista estuvo lleno del
Espíritu Santo desde su nacimiento. Si queremos vivir en comunión con Dios, nosotros
también podemos esperar que el Espíritu divino amoldará a nuestros pequeñuelos, aun
desde los primeros momentos”. DTG:473.
99.- Tradición: Solo los 144000 necesitan convertirse plenamente. Verdad: Todos
tienen que ser vencedores y tener perfección moral. Sin la santidad nadie verá a
Dios.-
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Heb. 12:14.
“Nosotros estamos esperando la bendita esperanza y la gloriosa aparición del gran Dios,
y nuestro Salvador Jesucristo. Puede que no estemos vivos cuando Cristo venga en po-
der y gran gloria, pues todos estamos sujetos a la muerte en cualquier momento, pero si
somos justos, en armonía con la ley de Dios, responderemos a la voz que llamará al pue-
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blo de Dios de sus tumbas, y saldremos para recibir la inmortalidad. Es solamente los
benditos y los santos quienes estarán listos para la primera resurrección; pues cuando
Cristo venga, él no cambiará el carácter … La Palabra de Dios declara que debemos ser
hallados sin mácula, sin mancha o arruga ni cosa semejante”. ST, 09-02-1891.
“Cristo vino a esta tierra y vivió una vida de perfecta obediencia, para que los hombres y
las mujeres, a través de su gracia, pudieran vivir también vidas de perfecta obediencia.
Esto es necesario para la salvación de ellos. Sin santidad ningún hombre verá al Señor”.
RH, 15-03-1906.
“Pero el Señor reprende y corrige a los que profesan observar su ley. Señala sus peca-
dos y presenta su iniquidad, porque desea separar de ellos todo pecado y perversidad, a
fin de que perfeccionen la santidad en su temor, y estén preparados para morir en el Se-
ñor, o ser trasladados al cielo. Dios los reprende y corrige, a fin de que sean refinados,
santificados, elevados, y finalmente exaltados a su propio trono…
Dios no aceptará otra cosa que no sea la pureza y la santidad; una mancha, una arruga,
un defecto en el carácter, los excluirá por siempre del cielo, con todas sus glorias y teso-
ros”. 2T:403.
“Todos tienen suficiente luz para ver sus pecados y errores, si desean hacerlo así, y de-
searán fervientemente deponerlos, y perfeccionar la santidad en el temor del Señor. Dios
es demasiado puro para contemplar la iniquidad. Un pecado es justo tan grave a su vista
en un caso como lo es en otro. Ninguna excepción será hecha por un Dios imparcial”.
RH, 05-05-1885.
“El único carácter que es de valor a la vista de Dios es aquel carácter que está libre de
toda mancha de egoísmo”. ST, 24-09-1894.
“Nadie puede ser omnipotente, pero todos pueden limpiarse de la impiedad de la carne y
del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor del Señor. Dios requiere que cada
alma sea pura y santa. Tenemos tendencias hereditarias hacia el mal. No necesitamos
continuar con ellas a cuestas. Es una debilidad humana abrigar el egoísmo porque es un
rasgo natural del carácter. Pero a menos que desechemos todo egoísmo, a menos que
crucifiquemos el yo, jamás llegaremos a ser santos como Dios es santo”. DNC:82.
“Cuando Cristo venga, nuestros cuerpos viles deben ser cambiados, y hechos como su
cuerpo glorioso; pero el carácter vil no será santificado entonces. La transformación del
carácter debe ocurrir antes de su venida. Nuestras naturalezas deben ser puras y santas;
nosotros debemos tener la mente de Cristo, para que él pueda contemplar con placer su
imagen reflejada en nuestras almas”. RH, 01-09-1885.
“Trabajad mientras dure el día, pues viene la noche cuando nadie puede trabajar. Se dará
la orden: El que es santo sea santo todavía; y el que es inmundo sea inmundo todavía. Se
decidirá el destino de todos. Unos pocos, si, solo unos pocos de entre el gran número de
habitantes de la tierra serán salvados para vida eterna, mientras que las masas que no han
perfeccionado sus almas en la obediencia de la verdad serán destinadas a la segunda
muerte”. 2T:358.
“Cuando venga Cristo, él tomará a los que han purificado sus almas por medio de la
obediencia a la verdad... Esto mortal será vestido de inmortalidad, y estos cuerpos co-
rruptibles, sujetos a la enfermedad, serán transformados de mortales en inmortales. En-
tonces recibiremos el don de una naturaleza más elevada. Los cuerpos de todos los que
purifican sus almas obedeciendo la verdad, serán glorificados. Ellos habrán recibido y
creído plenamente en Cristo Jesús (Manuscrito 36, 1906)”. 3MS:488-489.
100.- Todos seremos juntamente glorificados.-
“Así también los que habían sido resucitados habían de ser presentados ante el universo
como una garantía de la resurrección de todos los que creen en Cristo como su Salvador
personal. El mismo poder que levantó a Cristo de los muertos levantará a su iglesia y la
glorificará con Cristo, como a su novia, por encima de todos los principados, por encima
de todos los poderes, por encima de todo nombre que se nombra, no sólo en este mundo,
sino también en los atrios celestiales, el mundo de arriba. La victoria de los santos que
duermen será gloriosa en la mañana de la resurrección”. 1MS:359-360.
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“Los justos vivos son mudados ‘en un momento, en un abrir de ojo’. A la voz de Dios
fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucita-
dos son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires”. CS:703.
“Por eso os decimos en Palabra del Señor, que nosotros que vivimos, que habremos que-
dado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron”. 1 Tes. 4:15.
“Y todos éstos, aunque aprobados por el buen testimonio de su fe, no recibieron el cum-
plimiento de la promesa; porque Dios había provisto algo mejor para nosotros, para que
ellos no llegaran a la perfección aparte de nosotros”. Heb. 11:39-40.
“Porque el mismo Señor descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel, y
con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los
que vivamos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nu-
bes, a recibir al Señor en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor”. 1 Tes. 4:16-17.
“Procurad con diligencia que seáis hallados de él sin mácula, y sin reprensión, en paz”. 2
Pedro 3:14.
101. Todos los salvados son la esposa y todos deben tener el vestido de boda y deben
tener el nombre de Dios escrito en sus frentes.-
“Esposos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó así
mismo por ella,
para santificarla y limpiarla en el lavado del agua, por la Palabra, para presentarla para
sí, una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga, ni cosa semejante; antes, que sea santa e
inmaculada”. Efe. 5:25-27.
“Por su perfecta obediencia ha hecho posible que cada ser humano obedezca los manda-
mientos de Dios. Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su corazón, la
voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los pensa-
mientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vestidos con el
manto de su justicia. Entonces, cuando el Señor nos contempla, él ve no el vestido de
Pág. 244
hojas de higuera, no la desnudez y deformidad del pecado, sino su propia ropa de justi-
cia, que es la perfecta obediencia a la ley de Jehová”. PVGM:253-254.
“La única esperanza de cualquier hombre radica a través de Jesucristo quien trajo la tú-
nica de su justicia para colocarla sobre el pecador que se desnude de sus vestidos viles.
Hay bastantísimos que se aferran a sus vestidos sucios, los que Cristo está listo a quitar,
eligiendo las manchas y la impureza del pecado en lugar de escoger la túnica pura de la
justicia de Cristo. Las vestimentas puras y santas no se han preparado para colocarlas so-
bre alguien luego que haya entrado por las puertas a la ciudad. Todo aquel que entre ten-
drá puesta la túnica de la justicia de Cristo y el nombre de Dios se verá en su frente. Este
nombre es el símbolo que el apóstol vio en visión y significa rendir la mente a la obe-
diencia inteligente y leal a todos los mandamientos de Dios. No habrá encubrimiento de
los pecados y de las faltas para ocultar la deformidad del carácter, no habrá túnicas a
medio lavar; sino que todas serán puras y sin mácula”. YI, 18-08-1886.
“Dios exige que sus hijos sean perfectos. Su ley es una copia de su propio carácter, y es
la norma de todo carácter. Esta norma infinita es presentada a todos a fin de que no haya
equivocación respecto a la clase de personas con las cuales Dios ha de formar su reino.
La vida de Cristo sobre la tierra fue una perfecta expresión de la ley de Dios, y cuando
los que pretenden ser hijos de Dios llegan a ser semejantes a Cristo en carácter, serán
obedientes a los mandamientos de Dios. Entonces el Señor puede con confianza contar-
los entre el número que compondrá la familia del cielo. Vestidos con el glorioso manto
de la justicia de Cristo, poseen un lugar en le banquete del Rey. Tienen derecho a unirse
a la multitud que ha sido lavada con sangre”. PVGM:255-256.
“En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes
de Jerusalén, para lavar el pecado y la inmundicia”. Zac. 13:1.
“Cuando el soldado atravesó con la lanza el costado de Jesús mientras pendía de la cruz,
salieron dos raudales distintos: uno de sangre, y el otro de agua. La sangre era para lavar
los pecados de aquellos que creyesen en su nombre, y el agua había de representar aque-
lla agua viva que se obtiene de Jesús para dar vida al creyente”. PE:209.
“Se ha provisto un remedio para el pecador. Se ha abierto una fuente para la impureza
… Jesús nos atrae a sí mismos por medio de la agencia de su Espíritu divino; y a través
de la fe en su sangre somos limpiados del pecado; ‘porque la sangre de Jesucristo su
Hijo, nos limpia de todo pecado’. ‘Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia’”. RH, 01-03-1892.
“Cristo puede salvar hasta lo sumo a todos los que se acercan a él con fe. Si se lo permi-
ten los limpiará de toda contaminación; pero si se aferran a sus pecados no hay posibili-
Pág. 245
dad de que sean salvos, pues la justicia de Cristo no cubre los pecados por los cuales no
ha habido arrepentimiento. Dios ha declarado que aquellos que reciben a Cristo como a
su Redentor, aceptándolo como Aquel que quita todo pecado, recibirán el perdón de sus
transgresiones. Estas son las condiciones de nuestra elección. La salvación del hombre
depende de que reciba a Cristo por fe. Los que no quieran recibirlo, pierden la vida eter-
na porque se niegan a aprovechar el único medio proporcionado por el Padre y el Hijo
para la salvación de un mundo que perece (MS 142, 1899)”. 7CBA:942-943.
“El manto de vuestro carácter debe ser lavado hasta que esté inmaculado, en la fuente
abierta para toda impureza. Su valor moral será pesado en la balanza del santuario, y si a
Ud. lo encuentran falto, sufrirá una pérdida eterna. Toda terquedad, toda aspereza, deben
ser quitadas de su carácter antes de que Jesús venga, pues cuando él venga, la prepara-
ción del alma habrá terminado.
Si Ud. no se ha apartado de su envidia, sus celos, su odio contra otros, no puede entrar
en el reino de Dios. Ud. no haría más que llevar la misma disposición consigo; pero no
habrá nada de este carácter en el mundo venidero. Allá existirá sólo amor, gozo y armo-
nía. Algunos tendrán coronas más brillantes que otros, pero no habrá en ningún corazón,
entre los redimidos, pensamiento de celos. Cada uno estará perfectamente satisfecho,
porque será recompensado de acuerdo con sus obras”. 3MS:175-176.
“Cada cual tiene un alma que salvar o que perder. Todos tienen una causa pendiente ante
el tribunal de Dios. Cada cual deberá encontrarse cara a cara con el gran juez. ¡Cuán im-
portante es, pues, que cada uno contemple a menudo de antemano la solemne escena del
juicio en sesión, cuando serán abiertos los libros!”. CS:542.
“Entonces los pecados secretos serán expuestos a la vista de todos. Los motivos y las in-
tenciones que han sido ocultados en las cámaras oscuras del corazón serán revelados”.
RH, 01-01-1884.
“Porque no hay cosa oculta, que no haya de ser manifestada; ni cosa escondida, que no
haya de ser entendida, y de venir a luz”. Luc. 8:17.
“Ahora podéis cerrar el libro de vuestras memorias, para escapar de confesar vuestros
pecados; pero cuando el juicio se siente, y los libros se abran, no los podréis cerrar. El
ángel registrador ha testificado aquello que es verídico. Todo lo que habéis tratado de
ocultar y olvidar es registrado, y os será leído cuando sea demasiado tarde para corregir
los errores”. RH, 16-12-1890.
“Tendremos que seguir siendo durante toda la eternidad lo que nos hayamos hecho du-
rante el tiempo de gracia. La muerte provoca la disolución del cuerpo, pero no produce
Pág. 246
cambio alguno en nuestro carácter, ni lo cambia tampoco la venida de Cristo; tan solo lo
fija para siempre sin posibilidad de cambio”. 5T:441.
“Cuando la voz de Dios despierte a los muertos, él saldrá del sepulcro con los mismos
apetitos y pasiones, los mismos gustos y aversiones que poseía en la vida. Dios no hará
ningún milagro por regenerar al hombre que no quiso ser regenerado cuando se le conce-
dió toda oportunidad y se le proveyó toda felicidad para ello. Mientras vivía no hallo de-
leite en Dios, ni hallo placer a su servicio. Su carácter no se halla en armonía con Dios y
no podrá ser feliz en la familia celestial”. PVGM:214.
“Dios aceptará únicamente a los que están determinados a ponerse un blanco elevado.
Coloca a cada agente humano bajo la obligación de hacer lo mejor que puede. De todos
exige perfección moral. Nunca debiéramos rebajar la norma de justicia a fin de contem-
porizar con malas tendencias heredadas o cultivadas. Necesitamos comprender que es
pecado la imperfección de carácter. En Dios se hallan todos los atributos justos de carác-
ter como un todo perfecto y armonioso, y cada uno de los que reciben a Cristo como su
Salvador personal, tiene el privilegio de poseer esos atributos”. PVGM:265.
“Así, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza de la car-
ne y del espíritu, perfeccionando la santificación en la reverencia a Dios”. 2 Cor. 7:1.
Pág. 247
“Aun vuestros pensamientos han de ser sujetados a la voluntad de Dios y vuestros senti-
mientos puestos bajo el control de la razón y la religión. La imaginación no os fue dada
para permitir que anduviera desbocada siguiendo su propia voluntad, sin que se hiciera
esfuerzo alguno para restringirla o disciplinarla. Si los pensamientos son malos, los sen-
timientos también lo serán, y los pensamientos y sentimientos combinados constituyen
el carácter moral de la persona”. 5T:310.
“Lo que es de valor a la vista del cielo es el carácter espiritual y moral, y éste es el que
sobrevivirá a la tumba y será hecho glorioso con inmortalidad por los siglos infinitos de
la eternidad”. 1MS:303.
“Respondió Jesús: ‘Te aseguro: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, es carne; y lo que nace del Espíritu, es es-
píritu. No te asombre que te haya dicho: 'Es necesario nacer de nuevo'”. Juan 3:5-7.
“‘El que no naciere otra vez no puede ver el reino de Dios’. Puede conjeturar e imaginar,
pero sin el ojo de la fe no puede ver el tesoro. Cristo dio su vida para asegurarnos este
inestimable tesoro; pero sin la regeneración por medio de la fe en su sangre, no hay re-
misión de pecados, ni tesoro alguno para el alma que perece”. PVGM:84.
“La regeneración es el único sendero que da acceso a la ciudad de Dios. Este sendero es
estrecho y la puerta por la que se debe pasar, angosta; sin embargo, por este camino de-
bemos conducir a hombres, mujeres y niños, enseñándoles que para salvarse, deben po-
seer un corazón y espíritu nuevos. Los antiguos rasgos de carácter hereditarios deben ser
vencidos. Los deseos naturales del alma deben cambiar. Toda malicia, toda mentira, toda
calumnia, deben eliminarse. Debe vivirse la vida nueva que nos hace parecernos a Cris-
to”. 9T:20.
“Acerca de la pasada manera de vivir, despojaos del hombre viejo, viciado por sus enga-
ñosos deseos.
Renovad la actitud de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado para ser seme-
jante a Dios en justicia y santidad”. Efe. 4:22-24.
“Aquellos que reciben al Salvador se convierten en hijos de Dios. Ellos son sus hijos es-
pirituales, nacidos de nuevo, renovados en justicia y verdadera santidad. Sus mentes son
cambiadas”. ST, 17-12-1902.
“Aquello que era objetable en el carácter es purificado del alma por el amor de Jesús.
Todo egoísmo es expulsado, toda envidia, toda palabra inicua es desarraigada, y se efec-
túa una transformación radical en el corazón”. RH, 22-07-1890.
Pág. 248
“Muchos han aceptado la teoría de la verdad sin haber experimentado una verdadera
conversión. Yo se lo que digo. Son pocos los que experimentan un verdadero arrepenti-
miento por el pecado, que realmente sienten profundas y agudas convicciones de la de-
pravación de su naturaleza no regenerada. El corazón de piedra no es cambiado por uno
de carne. Pocos son los que están dispuestos a caer sobre la Roca y ser desmenuzados.
No importa quiénes seamos o cómo hayamos vivido, podremos ser salvos solamente de
la manera establecida por Dios. Tenemos que arrepentirnos, tenemos que caer indefen-
sos sobre la Roca, que es Cristo Jesús. Tenemos que sentir la necesidad de un médico y
del único remedio que existe para el pecado, que es la sangre de Cristo. Este remedio
puede conseguirse solamente por medio del arrepentimiento para con Dios y fe en el Se-
ñor Jesucristo. En lo que se refiere, la obra está todavía por comenzar en muchos de los
que profesan ser cristianos y hasta ministros de Cristo”. 5T:202.203.
“La gran preocupación de cada alma debería ser: ¿Ha sido renovado mi corazón? ¿Ha
sido transformada mi alma? ¿Han sido perdonados mis pecados mediante la fe en Cris-
to? ¿He renacido?”. 2MS:133.
“El nuevo nacimiento es una experiencia rara en esta época del mundo. Esta es la razón
por la que hay tantas perplejidades en las iglesias. Muchos, muchísimos, que pretenden
tener el nombre de Cristo no están santificados, y son impíos. Han sido bautizados, pero
fueron sepultados vivos. No murió el yo, y por lo tanto no renacieron a una nueva vida
en Cristo (MS 148, 1897)”. 6CBA:1075.
“Que el Señor nos dé poder para crucificar el yo y nacer de nuevo, a fin de que Cristo
pueda vivir en nosotros como principio vivo, activo, capaz de mantenernos en la santi-
dad”. 9T:151.
“El misterio que había estado oculto desde los siglos y generaciones, y que ahora ha sido
manifestado a sus santos; a quienes Dios quiso dar a conocer entre los gentiles, las rique-
zas de la gloria de este misterio, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Col.
1:26-27.
“Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de que pudiésemos ser espíritu con él. En virtud
de esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como manifestación del poder
de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los que ven a Cristo
Pág. 249
“Si hoy mantenéis una relación correcta con Dios, estaréis preparados en caso de que
Cristo venga hoy ... Deseamos que tengáis un anhelo profundo y ferviente de la justicia
de Jesucristo ... Ello os dará una herencia entre los santificados”. ELC:227.
“Todos deben obtener una experiencia viva para sí mismos; deben tener a Cristo entroni-
zado en el corazón, su Espíritu debe controlar los afectos, o la profesión de fe no tendrá
valor y la condición de las personas será aun peor que si nunca hubiesen oído la verdad”.
5T:582-583.
107.- Todos deben tener la mente de Cristo.-
“Haya en vosotros esta mente que hubo en Cristo Jesús. Quien, aunque era de condición
divina, no quiso aferrarse a su igualdad con Dios, sino que se despojó de sí mismo, tomó
la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Y al tomar la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
Fil. 2:5-8.
“Jesús se hizo hombre para poder ser mediador entre el hombre y Dios. Revistió su divi-
nidad con humanidad, se relacionó con la raza humana para que con su largo brazo hu-
mano pudiera circundar a la humanidad, y con su brazo divino pudiera aferrarse del
trono de la Divinidad. Hizo esto para poder restaurar en el hombre la mentalidad original
que perdió en el Edén por la seductora tentación de Satanás, para que el hombre pudiera
comprender que para su bien presente y eterno debe obedecer los mandamientos de
Dios. La desobediencia no corresponde con la naturaleza que Dios dio al hombre en el
Edén (Carta 121, 1897)”. 7CBA:938.
“Qué victoria se gana cuando cesa la vida carnal, y comienza la vida espiritual”. RH,
02-12-1875.
“El corazón carnal, que ‘no está sujeto a la ley de Dios, ni en realidad lo puede estar’, es
hecho espiritual, y exclama con Cristo, ‘yo me deleito en hacer tu voluntad, oh mi Dios;
sí, tu ley está dentro de mi corazón”. ST, 24-11-1887.
“Hay muchos quienes dicen creer en Cristo; pero ¿lo hacen en realidad? ¿Tienen ellos
mente espiritual, la mente de Cristo, la que se deleita en la ley de Dios?”. ST, 24-11-
1887.
“Ser cristiano no es meramente llevar el nombre de Cristo, sino tener la mente de Cristo,
someterse a la voluntad de Dios en todas las cosas”. AFC:176.
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“Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Mat. 1:21.
“A través de todas las edades y en toda nación aquellos que creen que Jesús puede y en
efecto los salvará personalmente del pecado, son los elegidos y los escogidos de Dios;
son su tesoro peculiar. Ellos obedecen a su llamado, y salen del mundo y se separan de
todo pensamiento inmundo y de toda práctica impía …
Es un hecho triste que la gran proporción del profeso pueblo de Dios no ha tenido fe en
Cristo como su Salvador personal”. RH, 01-08-1893.
“Jesús no vino a salvar a los hombres en sus pecados, sino de sus pecados. ‘El pecado es
la transgresión de la ley’, y si fallamos en obedecer la ley, no aceptamos a nuestro Salva-
dor. La única esperanza de salvación que tenemos es a través de Cristo. Si su Espíritu
mora en el corazón, el pecado no puede permanecer allí”. RH, 16-03-1886.
“Pero vosotros sabéis que Cristo apareció para quitar nuestros pecados. Y en él no hay
pecado. Todo el que permanece en él, no sigue pecando. El que sigue pecando, no lo ha
visto, ni lo ha conocido. Hijos míos, que nadie os engañe. El que practica la justicia es
justo, como Cristo es justo. En cambio el que practica el pecado es del diablo, porque el
diablo peca desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las
obras del diablo”. 1 Juan 3:5-8.
“El ideal de Dios para sus hijos es más elevado de lo que puede alcanzar el más sublime
pensamiento humano. ‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto’. Esta orden es una promesa. El plan de redención contempla nuestro
completo rescate del poder de Satanás. Cristo separa siempre del pecado al alma contri-
ta. Vino para destruir las obras del diablo, y ha hecho provisión para que el Espíritu San-
to sea impartido a toda alma arrepentida, para guardarla de pecar”. DTG:277.
“Quien no tiene suficiente fe en Cristo para creer que él lo puede guardar de pecar, no
tiene la fe que le dará la entrada al reino de Dios”. RH, 10-03-1904.
“A causa de las tentaciones de Satanás, todos los miembros de la raza humana se han
convertido en transgresores de la ley divina; pero en virtud del sacrificio de su Hijo se
abre un camino por el cual pueden regresar a Dios. Por medio de la gracia de Cristo pue-
den llegar a ser capaces de obedecer la ley del Padre. Así en todos los tiempos, de entre
la apostasía y la rebelión Dios saca a un pueblo que le es fiel un pueblo ‘en cuyo corazón
está’ su ‘ley’ (Isa. 51:7)”. PP:351.
Pág. 251
“El arrepentimiento verdadero induce al hombre a reconocer su propia maldad, sin enga-
ño ni hipocresía”. CC:40.
“Los que no se han humillado de corazón delante de Dios reconociendo su culpa, no han
cumplido todavía la primera condición de la aceptación. Si no hemos experimentado ese
arrepentimiento, del cual nadie se arrepiente, y no hemos confesado nuestros pecados
con verdadera humillación de alma y quebrantamiento de espíritu, aborreciendo nuestra
iniquidad, no hemos buscado verdaderamente el perdón de nuestros pecados; y si nunca
lo hemos buscado, nunca hemos encontrado la paz de Dios. La única razón porque no
obtenemos la remisión de nuestros pecados pasados es que no estamos dispuestos a hu-
millar nuestro corazón y a cumplir con las condiciones de la Palabra de verdad. Se nos
dan instrucciones explícitas tocante a este asunto. La confesión de nuestros pecados, ya
sea pública o privada, debe ser de corazón y voluntaria. No debe ser arrancada al peca-
dor. No debe hacerse de un modo ligero y descuidado o exigirse de aquellos que no tie-
nen real comprensión del carácter aborrecible del pecado. La confesión que brota de lo
íntimo del alma sube al Dios de piedad infinita. El salmista dice: ‘Cercano está Jehová a
los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu contrito’. (Salmo 34:18)”.
“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; cuando
vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor”. Hechos 3:19.
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“Yo no puedo hacer preparación por ti. Yo no puedo arrepentirme por ti. Esta es una
obra entre Dios y tu alma. Si estás manchado en tu corazón, debes ir a él, pues te puede
limpiar de toda injusticia. Debes buscar a Dios. Debes tener el templo del alma purifica-
do, si deseas que la bendición del Padre repose sobre ti.
No podemos bendecirnos unos a otros. Mi fe no puede salvarte, ni tu fe vale nada para
mi salvación. Aunque Noé, Daniel y Job estuvieran en la tierra, no podrían salvar ni a
hijo ni a hija por su justicia; solamente podrían librar sus propias almas. Debemos bus-
car a Dios ahora para recibir su gracia perdonadora”. ST, 10-06-1889.
“El ángel dijo: ‘Es una obra individual estar bien con Dios’. La tarea es entre Dios y
nuestras propias almas”. 1T:145.
“Mis hermanos y hermanas, preparad el camino, para que podáis venir al Señor y ser
perdonados. Haced vuestra parte en la obra de la confesión. No tenéis que confesar el
pecado de vuestro hermano, sino el vuestro propio. Al hacer esto, estaréis haciendo sen-
das rectas para sus pies, y suavizado y subyugado, él caerá sobre la Roca, y se quebran-
tara´”. RH, 08-04-1902.
“Cuando vemos almas alejadas de Cristo debemos ponernos en su lugar y sentir arrepen-
timiento en su favor delante de Dios, y no descansar hasta que las llevemos al arrepenti-
miento. Si hacemos todo lo que podamos y sin embargo no se arrepienten, el pecado está
a la puerta de ellas; pero todavía debemos sentir dolor de corazón debido a su condición,
mostrándoles cómo arrepentirse y tratando de guiarlas paso tras paso a Jesucristo (MS
92, 190l)”. 7CBA:971.
111.- Todos deben abrir la puerta del corazón y ser limpiados del pecado.-
“Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa, y
cenaré con él, y él conmigo”. Apoc. 3:20.
“Jesús nos invita a aceptar su presencia; debemos abrir la puerta del corazón, y permitir-
le entrar. Pero él no compartirá un corazón dividido. Si está dado al servicio de mamón,
si el egoísmo y el orgullo llenan sus cámaras, no habrá lugar para el Huésped celestial;
él no hará su morada allí hasta que el templo del alma haya sido vaciado y limpiado. No
obstante no hay por qué fracasar en la vida cristiana. Jesús está esperando para hacer una
gran obra a nuestro favor, y todo el cielo está interesado en nuestra salvación”. NEV:55.
“Si se lo pedimos, el Señor nos dará el Espíritu Santo para limpiar la habitación del
alma; porque a todo cuarto del templo de Dios se debe entrar para que se lo purifique”.
RH, 10-09-1895.
Pág. 253
“Humillaos ante Dios, y esforzaos con fervor para echar fuera del templo del alma todo
desperdicio, toda envidia, todo celo, toda sospecha, toda crítica”. 5T:152.
“Ni una grieta, ni una esquina del alma deben ser un lugar donde se oculte el egoísmo”.
8T:139.
“Cuando uno ha quedado completamente despojado del yo, cuando todo falso dios es
excluido del alma, el vacío es llenado por el influjo del Espíritu de Cristo. El tal tiene la
fe que purifica el alma de la contaminación. Queda conformado con el Espíritu, y obede-
ce a las cosas del Espíritu. No tiene confianza en si mismo. Para él, Cristo es todo y está
en todo”. OE:304.
“Si Cristo mora en el corazón estará en todos nuestros pensamientos … Él llenará todas
las cámaras de nuestra mente”. ELC:163.
“¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el tem-
plo del Dios viviente, como Dios dijo: ‘Habitaré y andaré entre ellos. Seré su Dios, y
ellos serán mi pueblo’. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor.
No toquéis lo impuro, y yo os recibiré. Y seré vuestro Padre, y vosotros seréis mis hijos
e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así, amados, ya que tenemos tales promesas, lim-
piémonos de toda impureza de la carne y del espíritu, perfeccionando la santificación en
la reverencia a Dios”. 2 Cor. 6:16-7:1.
112.- Todos deben tratar el problema del pecado hasta lo profundo del corazón.-
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien que
ninguno se aparte de la gracia de Dios, que no brote ninguna raíz de amargura que os
perturbe, y por ella muchos sean contaminados”. Heb. 12:14-15.
“La obra de restauración nunca puede ser completa a menos que se llegue hasta las raí-
ces del mal. Vez tras vez han sido recortadas las ramas, pero ha sido dejada la raíz de
amargura para que resurja y contamine a muchos. Pero debe llegarse hasta la profundi-
dad misma del mal oculto, los sentidos morales deben ser juzgados, y juzgados otra vez
a la luz de la presencia divina. La vida diaria testificará si la obra es verdadera o no”.
5CBA:1125.
“Aquello que Satanás planta en el corazón, envidia, celos, malas sospechas, palabras ini-
cuas, impaciencia, prejuicio, egoísmo, avaricia y vanidad, debe ser desarraigado. Si se
permite que estas cosas impías permanezcan en el alma darán fruto por medio del cual
muchos serán contaminados. ¡Oh, cuántos cultivan las plantas venenosas, que matan los
preciosos frutos del amor y manchan el alma”. MVD:179.
Pág. 254
“Satanás triunfa cuando escucha al profeso seguidor de Cristo presentando excusas por
sus defectos de carácter. El pecado del que no se ha hecho arrepentimiento, que no ha
sido confesado, nunca puede ser borrado de los libros de registro del cielo. A través de la
fe, por medio de la confesión del pecado, el corazón es limpiado de su impureza moral.
Debe haber una separación de los pecados que el Señor ha reprendido, antes que el alma
pueda ser absuelta delante de Dios”. ST, 13-12-1899.
“El orgullo, la ambición, el engaño, el odio y el egoísmo, deben ser limpiados del cora-
zón. En muchos, estos rasgos pecaminosos han sido parcialmente vencidos, pero no
completamente desarraigados del corazón. Bajo circunstancias favorables, brotan de
nuevo y maduran en rebelión contra Dios. Aquí hay un gran peligro. Pasar por alto cual-
quier pecado es acariciar a un enemigo que solo espera un momento de descuido para
ocasionar la ruina”. 5T:163.
“Erradicad de vuestro corazón todo lo que sea de naturaleza corruptora. Arrancad toda
raíz de amargura, no sea que otros sean contaminados por la nefasta influencia. No per-
mitáis que una planta venenosa permanezca en el suelo de vuestro corazón. Desarraigad-
la ahora mismo, y cultivad en su lugar la planta del amor. Dejad que Jesús esté entroni-
zado en el templo del alma”. NEV:181.
“El que encubre sus pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanza-
rá misericordia”. Prov. 28:13.
“Debemos encomendar a Dios nuestro camino, probándolo mediante sus preceptos escu-
driñadores. ‘Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará’. (Salmo 37:5).
No podemos encomendar nuestro camino a Dios si hacemos las obras de injusticia. ‘Si
en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado’. (Sal-
mo 66:18). Cuando encomendamos nuestro camino al Señor, debemos escudriñar minu-
ciosamente el corazón, arrojando fuera todo mal, para que Cristo pueda llenarlo con su
justicia. Debemos buscar al Señor en oración, arrepintiéndonos de nuestros pecados des-
de el mismo comienzo de nuestras peticiones”. AFC:292.
“Con ayuno y oración ferviente, con profundo escudriñamiento del corazón, con estricto
examen propio, desnude su alma”. 2T:143.
“Los que solo profesan la religión no están dispuestos a examinarse íntimamente a ellos
mismos para ver si están en la fe; y es un hecho triste que muchos están apoyados en una
falsa esperanza”. 1T:188.
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“El corazón no santificado es ‘engañoso sobre todas las cosas, y desesperadamente ini-
cuo’. Se me mostró que muchos se están elogiando a ellos mismos de que son buenos
cristianos, quienes no tienen un rayo de luz de Jesús. No tienen una experiencia viva
para ellos mismos en la vida divina”. 3T:253.
“Un rayo de luz de la gloria de Dios, un destello de la pureza de Cristo que penetre en el
alma, hace dolorosamente visible toda mancha de pecado y descubre la deformidad y los
defectos del carácter humano. Hace patentes los deseos impuros, la infidelidad del cora-
zón y la impureza de los labios. Los actos de deslealtad del pecador que anulan la ley de
Dios, quedan expuestos a su vista y su espíritu se aflige y se oprime bajo la influencia
escudriñadora del Espíritu de Dios. Se aborrece a si mismo viendo el carácter puro y sin
mancha de Cristo”. CC:27.
“La ley penetra hasta los pensamientos y hasta las intenciones del corazón. Ésta escudri-
ña las oscuras pasiones albergadas en secreto, los celos, las envidias, el robo, el homici-
dio, la malignidad, la ambición, y el mal que se mueve furtivamente oculto de los ojos
de los hombres. Cuán a menudo exaltan los hombres a aquellos en cuyos corazones hay
cosas tenebrosas que por falta de oportunidad para exteriorizarse se mantienen fuera de
la vista. Pero la ley de Dios registra todo el mal oculto”. ST, 03-11-1890.
“Porque no hay cosa oculta, que no haya de ser manifestada; ni cosa escondida, que no
haya de ser entendida, y de venir a luz”. Luc. 8:17.
“Todas vuestras acciones, aparte de lo secretas que podáis pensar que han sido, están
abiertas ante vuestro Padre celestial. No hay nada oculto, nada encubierto. Todos vues-
tros actos y los motivos que los suscitaron están abiertos ante su vista”. 3T:82.
“Los ojos del Señor no se ponen soñolientos. Él conoce todo pecado que está oculto del
ojo mortal. Los culpables saben justo qué pecados confesar para que sus almas puedan
ser limpias delante de Dios. Jesús les está dando ahora oportunidad de confesar, de arre-
pentirse en profunda humildad, y de purificar sus vidas obedeciendo y viviendo la ver-
dad. Ahora es el tiempo para que los errores sean corregidos y los pecados confesados, o
aparecerán delante del pecador en el día de la ira de Dios”. 1T:156.
“Todos tendrían luz suficiente para ver sus pecados y errores, si así lo deseasen y since-
ramente anhelasen dejarlos, y perfeccionar la santidad en el temor del Señor … Dios es
demasiado puro para contemplar la iniquidad. Un pecado es tan lamentable a su vista en
un caso como en el otro. No hará excepciones un Dios imparcial”. 2T:397-398.
“Porque osa digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los
fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Mat. 5:20.
“Estudiad las palabras del Salvador, ‘A menos que vuestra justicia exceda la justicia de
los escribas y fariseos, en ninguna manera’ sea cual sea vuestra posición ‘entraréis al
reino de los cielos’. La justicia de los escribas y de los fariseos era de carácter egoísta,
basada en las formas externas. La justicia que Dios requiere es interna como también ex-
terna. El corazón debe ser purificado, de lo contrario Cristo no puede ser entronizado
allí. La vida debe conformarse a la voluntad de Dios”. RH, 08-04-1902.
“Vi que muchos eran justos en la profesión que hacían, mientras había corrupción en el
interior. No os engañéis a vosotros mismos … Dios mira al corazón”. 1T:159.
“Cuando el alma ha sido limpiada, es el deber del cristiano mantenerla sin contamina-
ción”. NEV:161.
115.- Todos deben vencer sus defectos de carácter y sus pecados dominantes.-
“Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de
Dios. El que venciere, no recibirá daño de la muerte segunda. Al que venciere, daré a co-
mer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un nombre
nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. Y al que hubiere venci-
do, y hubiere guardado mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las naciones. El
que venciere, será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. Al que ven-
ciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré
sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén,
la cual desciende del cielo de mi Dios, y escribiré sobre él mi nombre nuevo. Al que
venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo vencí, y estoy senta-
do con mi Padre en su trono”. Apoc. 2:7, 11, 17, 26; 3;5, 12, 21.
“Nadie fuera de aquellos que han estado venciendo mediante la sangre del Cordero y la
Palabra de su testimonio serán contados con los leales y los fieles, con los que no tienen
mancha ni arruga de pecado, con los que no tienen engaño en sus bocas. Debemos des-
pojarnos de nuestra justicia propia y vestirnos con la justicia de Cristo”. 2MS:436-437.
“Muchos se están engañando al creer que el carácter será transformado cuando venga
Cristo; pero cuando él aparezca no se convertirán los corazones. Tendremos que haber-
nos arrepentido de nuestros defectos de carácter y tendremos que haberlos vencido por
la gracia de Cristo durante el tiempo de gracia. Aquí es donde debemos preparamos para
formar parte de la familia celestial”. MGD:243.
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“Con certeza que unos son más pasionales que otros; pero este espíritu nunca puede ar-
monizar con el Espíritu de Dios. El hombre natural debe morir, y el hombre nuevo,
Cristo Jesús, tomar posesión del alma, de forma que el seguidor de Jesús pueda decir se-
guramente y en verdad: ‘Yo vivo; no obstante no yo, sino que Cristo vive en mí’
El yo es difícil de conquistar. La depravación humana, en toda forma, no es sujetada con
facilidad al Espíritu de Cristo. Pero todos deberían ser impresionados con el hecho de
que a menos que se gane esta victoria, a través de Cristo, no hay esperanza para ellos. La
victoria puede ser ganada; porque nada es imposible para Dios. Todo mal rasgo de ca-
rácter y toda depravación humana pueden ser vencidos por medio de su gracia auxiliado-
ra”. 4T:348-349.
“Cada alma hereda ciertos rasgos anticristianos de carácter. Es obra grande y noble de
toda la vida el mantener bajo control esas tendencias hacia el mal. Son las cosas peque-
ñas que cruzan nuestra senda las que probablemente nos hacen perder el poder del domi-
nio propio (Carta 123, 1904)”. ELC:231.
“Cada día debe renovar su consagración, cada día debe batallar contra el pecado. Los há-
bitos antiguos, las tendencias hereditarias hacia el mal, se disputarán el dominio, y
contra ellos debe siempre velar, apoyándose en el poder de Cristo para obtener la victo-
ria”. HAp:380.
“¿Está usted venciendo, o está siendo vencido por su propia concupiscencia, apetitos y
pasiones?”. 5T:482.
“Muchos son sensibles de su gran deficiencia, y leen, y oran, y resuelven, sin embargo
no hacen progresos. Parecen impotentes para resistir la tentación. La razón es que no
profundizan lo suficiente. No buscan una conversión cabal del alma, para que las co-
rrientes que manan de ella puedan ser puras, y para que el comportamiento pueda dar
testimonio de que Cristo reina en el interior.
Todos los defectos de carácter se originan en el corazón. El orgullo, la vanidad, el mal
carácter, y la ambición proceden del corazón carnal no renovado por la gracia de Cristo.
Si el corazón es refinado, subyugado y ennoblecido, las palabras y las acciones darán
testimonio de ese hecho. Cuando el alma se haya rendido por completo a Dios, habrá
una confianza firme en sus promesas, y ferviente oración y esfuerzo decidido para con-
trolar las palabras y las acciones”. RH, 01-09-1885.
Pág. 258
“Todos los que finalmente ocupen una silla con Cristo en su trono serán aquellos que ha-
yan sido vencedores. Todo egoísmo debe ser desarraigado del corazón. El apóstol dice:
‘Haya esta mente en vosotros, la cual también la hubo en Cristo Jesús’.
El Redentor del mundo se ha dado a sí mismo como nuestro sacrificio, y también nos ha
dejado un ejemplo infalible. Nosotros no podemos excusar nuestros defectos de carácter
sobre el fundamento de que otros son defectuosos, pues solamente debemos ver a Jesús
…
¿Quién de nosotros está copiando el Modelo? ¿Estamos dominando el orgullo del cora-
zón por medio de la gracia de Cristo? ¿Hemos desarraigado el egoísmo? ¿Hemos abierto
de par en par la puerta del corazón para que pueda penetrar el precioso amor de Jesús?
¿O estamos albergando pecados que finalmente nos arruinarán? Nosotros no podemos
encontrar a Cristo en paz con un pecado del que no nos hayamos arrepentido y hayamos
abandonado. Pero Juan escribe: ‘Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia’ …
O venceremos nuestros malos rasgos de carácter, llegando a ser como Cristo, o acaricia-
remos nuestros defectos, y fracasaremos en alcanzar la norma divina …
No ocupemos la posición de aquellos por quienes el Señor ha muerto en vano. En Cristo
hay suficiente gracia para vencer todos nuestros malos rasgos de carácter, y solamente
en él se encuentra fuerza”. RH, 17-03-1891.
“El más largo viaje se efectúa dando un paso a la vez. La sucesión de pasos nos lleva al
final del camino. La más larga cadena se compone de eslabones distintos. Si uno de es-
tos eslabones es defectuoso, la cadena no sirve. Lo mismo ocurre con el carácter. Un ca-
rácter bien equilibrado se forma por la buena ejecución de actos pequeños. Un defecto,
cultivado en vez de vencido, hace imperfecto al hombre y le cierra la puerta de la Santa
Ciudad. El que entre en el cielo tendrá que tener un carácter sin mancha, arruga ni cosa
semejante. Nada que corrompa podrá entrar allí. En toda la hueste redimida, no se verá
un defecto”. MJ:142.
“En la parábola, cuando el rey preguntó: ‘¿Cómo entraste aquí no teniendo vestido de
boda?’ el hombre quedó mudo. Así ocurrirá en el gran día del juicio. Los hombres pue-
den disculpar ahora sus defectos de carácter, pero en aquel día no tendrán excusas que
presentar …
La justicia de Cristo no cubrirá ningún pecado acariciado. Puede ser que un hombre sea
transgresor de la ley en su corazón; no obstante, si no comete un acto exterior de trans-
gresión, puede ser considerado por el mundo como un hombre de gran integridad. Pero
la ley de Dios mira los secretos del corazón. Cada acción es juzgada por los motivos que
lo impulsaron. Únicamente lo que está de acuerdo con los principios de la ley de Dios
soportará la prueba del juicio.
Dios es amor. El mostró ese amor en el don de Cristo. Cuando él dio ‘a su Hijo unigéni-
to, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’, no le negó
nada a su posesión adquirida. Dio todo el cielo, del cual podemos obtener fuerza y efi-
Pág. 259
ciencia, para que no seamos rechazados o vencidos por nuestro gran adversario. Pero el
amor de Dios no lo induce a disculpar el pecado. No lo disculpó en Satanás; no lo dis-
culpó en Adán o en Caín; ni lo disculpará en ningún otro de los hijos de los hombres. Él
no tolerará nuestros pecados ni pasará por alto nuestros defectos de carácter. Espera que
los venzamos en su nombre”. PVGM:257.
“La vida cristiana es una vida de entrega diaria, de sumisión y de triunfo continuo”.
4CBA:1176.
“Esta es la obra que el Señor se propone realizar por todos aquellos que se consagran a
sí mismos a él... A todos los que quieran recibir instrucción les impartirá gracia y sabi-
duría. Les revelará sus defectos de carácter y concederá fortaleza a todos los que buscan
su ayuda para que corrijan sus errores. Cualquiera que sea el pecado que acose al hom-
bre, por amargas e infames que las pasiones que luchen por dominarlo, puede vencer si
está dispuesto a vigilar y combatir contra ellos en el nombre y con la fortaleza del Ayu-
dador de Israel ... El hijo de Dios debe cultivar una aguda sensibilidad hacia el pecado”.
MGD:242.
“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó”. Rom. 8:37.
“En sus conflictos con Satanás, la familia humana dispone de toda la ayuda que tuvo
Cristo. No necesitamos ser vencidos. Podemos ser mas que vencedores, mediante Aquel
que nos ha amado y ha dado su vida por nosotros. ‘Habéis sido comprados por precio’ (1
Cor. 6:20). ¡Y qué precio! En su humanidad, el Hijo de Dios luchó con las mismísimas
terribles y aparentemente abrumadoras tentaciones que asaltan al hombre: tentaciones a
complacer el apetito, a aventurarse atrevidamente donde Dios no nos conduce, y a ado-
rar al dios de este mundo, a sacrificar una eternidad de bienaventuranza por los placeres
fascinadores de esta vida. Cada uno será tentado, pero declara la Palabra que no seremos
tentados más allá de lo que podamos soportar. Podemos resistir y vencer al astuto ene-
migo”. 1MS:111-112.
“Todos los seguidores de Cristo no han enfrentado al mismo enemigo maligno que asal-
tó a nuestro Maestro. Él adapta sus tentaciones, con pericia maravillosa, a las circunstan-
cias de ellos, a su temperamento, a sus propensiones mentales y morales, a sus fuertes
pasiones … Nosotros debemos mirar a Cristo; debemos resistir como él resistió; debe-
mos orar como él oró; debemos agonizar, como él agonizó; si queremos conquistar
como él conquistó”. RH, 08-10-1887.
“Para ser salvo un hombre debe ganar la victoria sobre sí mismo, sobre su temperamento
y sobre sus inclinaciones. Su voluntad debe ser colocada en conformidad a la voluntad
de Dios. La gloria del cielo es solamente para aquellos quienes en esta tierra ponen por
obra la justicia de Cristo … Buscad comprender vuestra responsabilidad individual.
Avanzad continuamente y el Señor os hará más que vencedores”. 4ML:172.
“Por eso puede también salvar al máximo a los que por medio de él se acercan a Dios,
ya que está siempre vivo para interceder por ellos”. Heb. 7:25.
“Muchas voces están defendiendo el error; defienda la vuestra la verdad. Presentad te-
mas que sean como verdes pastos para las ovejas del redil de Dios. No conduzcáis a
vuestros oyentes por los yermos, donde no se hallarán más cerca de la fuente de agua
viva que antes de oíros. Presentad la verdad tal cual es en Jesús, y las exigencias de la
ley y del Evangelio con claridad. Presentad a Cristo, el camino, la verdad y la vida, y ha-
blad de su poder para salvar a todos los que se alleguen a él. El Capitán de nuestra salva-
ción está intercediendo por su pueblo, no como quien, por sus peticiones, quisiera mover
al Padre a compasión, sino como vencedor, que pide los trofeos de su victoria. Él puede
salvar hasta lo sumo a todos los que se alleguen a Dios por su medio. Haced resaltar este
hecho”.
Pág. 261
“Durante su agonía sobre la cruz, llegó a Jesús un rayo de consuelo. Fue la petición del
ladrón arrepentido. Los dos hombres crucificados con Jesús se habían burlado de él al
principio; y por efecto del padecimiento uno de ellos se volvió más desesperado y desa-
fiante. Pero no sucedió así con su compañero. Este hombre no era un criminal empeder-
nido. Había sido extraviado por las malas compañías, pero era menos culpable que mu-
chos de aquellos que estaban al lado de la cruz vilipendiando al Salvador. Había visto y
oído a Jesús y se había convencido por su enseñanza, pero había sido desviado de él por
los sacerdotes y príncipes. Procurando ahogar su convicción, se había hundido más y
más en el pecado, hasta que fue arrestado, juzgado como criminal y condenado a morir
en la cruz. En el tribunal y en el camino al Calvario, había estado en compañía de
Jesús…
El Espíritu Santo iluminó su mente y poco a poco se fue eslabonando la cadena de la
evidencia. En Jesús, magullado, escarnecido y colgado de la cruz, vio al Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo. La esperanza se mezcló con la angustia en su voz,
mientras que su alma desamparada se aferraba de un Salvador moribundo. ‘Señor, acuér-
date de mí --exclamó-- cuando vinieres en tu reino’. Prestamente llegó la respuesta. El
tono era suave y melodioso, y las palabras, llenas de amor, compasión y poder: De cierto
te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso…
Mientras pronunciaba las palabras de promesa, la obscura nube que parecía rodear la
cruz fue atravesada por una luz viva y brillante. El ladrón arrepentido sintió la perfecta
paz de la aceptación por Dios. En su humillación, Cristo fue glorificado. El que ante
otros ojos parecía vencido, era el Vencedor. Fue reconocido como Expiador del pecado.
Los hombres pueden ejercer poder sobre su cuerpo humano. Pueden herir sus santas sie-
nes con la corona de espinas. Pueden despojarle de su vestidura y disputársela en el re-
parto. Pero no pueden quitarle su poder de perdonar pecados. Al morir, da testimonio de
su propia divinidad, para la gloria del Padre. Su oído no se ha agravado al punto de no
poder oír ni se ha acortado su brazo para no poder salvar. Es su derecho real salvar hasta
lo sumo a todos los que por él se allegan a Dios”.
“Cristo puede salvar hasta lo sumo a todos los que se acercan a él con fe. Si se lo permi-
ten los limpiará de toda contaminación; pero si se aferran a sus pecados no hay posibili-
dad de que sean salvos, pues la justicia de Cristo no cubre los pecados por los cuales no
ha habido arrepentimiento. Dios ha declarado que aquellos que reciben a Cristo como a
su Redentor, aceptándolo como Aquel que quita todo pecado, recibirán el perdón de sus
transgresiones. Estas son las condiciones de nuestra elección. La salvación del hombre
depende de que reciba a Cristo por fe. Los que no quieran recibirlo, pierden la vida eter-
na porque se niegan a aprovechar el único medio proporcionado por el Padre y el Hijo
para la salvación de un mundo que perece (MS 142, 1899)”. 7CBA:942-943.
“Hay un día que pronto ha de amanecer en que los misterios de Dios serán comprendi-
dos, y todos sus caminos vindicados; cuando la justicia, la misericordia y el amor serán
los atributos de su trono. Cuando la guerra terrenal haya terminado, y los santos estén to-
dos reunidos en el hogar, nuestro primer tema será el cántico de Moisés, el siervo de
Dios. El segundo tema será el cántico del Cordero, el cántico de gracia y redención. Este
canto será más alto, y se entonará en estrofas más sublimes, resonando por los atrios ce-
lestiales. Así se canta el cántico de la providencia de Dios, que relaciona las variadas
dispensaciones; porque todo se ve ahora sin que haya un velo entre lo legal, lo profético
y el Evangelio. La historia de la iglesia en la tierra y la iglesia redimida en el cielo tienen
su centro en la cruz del Calvario. Este es el tema, éste es el canto -Cristo el todo y en
todo- en antífonas y alabanzas que resuenan por los cielos entonadas por millares y por
diez mil veces diez mil, y una innumerable compañía de la hueste de los redimidos. To-
dos se unen en este cántico de Moisés y del Cordero. Es un cántico nuevo, porque nunca
antes se ha entonado en el cielo”. TM:440.
“Y el tercer ángel los siguió diciendo a gran voz: ‘Si alguno adora a la bestia y a su ima-
gen, y recibe su marca en su frente o en su mano, éste también beberá del vino de la ira
de Dios, vaciado puro en la copa de su ira. Y será atormentado con fuego y azufre ante
los santos ángeles y ante el Cordero. Y el humo de su tormento sube para siempre jamás.
Y los que adoran a la bestia y a su imagen, y los que reciben la marca de su nombre, no
tienen reposo ni de día ni de noche. ¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guar-
dan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús!”. Apoc. 14:9-12.
“Al final de la lucha, toda la cristiandad quedará dividida en dos grandes categorías: la
de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y la de los que adoran la
bestia y su imagen y reciben su marca. Si bien la iglesia y el estado se unirán para obli-
gar a ‘todos, pequeños y grandes, así ricos como pobres, así libres como esclavos’, a que
tengan ‘la marca de la bestia’ (Apocalipsis 13:16, V.M.), el pueblo de Dios no la ten-
drá”. CS:503.
“El Señor me ha mostrado claramente que la imagen de la bestia será formada antes que
termine el tiempo de gracia, porque constituirá la gran prueba para el pueblo de Dios por
medio de la cual se decidirá el destino de cada uno”. 7CBA:987.
“Cuando las iglesias principales de los Estados Unidos, uniéndose en puntos comunes de
doctrina, influyan sobre el estado para que imponga los decretos y las instituciones de
ellas, entonces la América protestante habrá formado una imagen de la jerarquía romana,
y la inflicción de penas civiles contra los disidentes vendrá de por sí sola”. CS:498.
Pág. 263
“Ejercía toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella. Y hacía que la tierra
y sus habitantes adorasen a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. Realizaba
grandes señales, hasta hacía descender fuego del cielo a la tierra ante los hombres. Con
las señales que se le permitió realizar en presencia de la primera bestia, engaña a los ha-
bitantes de la tierra, y les manda que hagan una imagen de la bestia que tuvo la herida de
espada y vivió. Se le permitió infundir aliento a la imagen de la primera bestia, para que
la imagen pudiera hablar y dar muerte a todo el que no adore a la imagen de la bestia. Y
ordenaba que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se les ponga
una marca en la mano derecha o en la frente. Y que ninguno pueda comprar ni vender,
sino el que tenga la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”. Apoc.
13:12-17.
“Cuando Norteamérica, la tierra de libertad religiosa, se una con el papado para forzar la
conciencia y obligue a los hombres a honrar el falso sábado, el pueblo de todo país en la
tierra será guiado a seguir su ejemplo”. 6T:18.
“El sábado será la gran piedra de toque de la lealtad; pues es el punto especialmente con-
trovertido. Cuando esta piedra de toque les sea aplicada finalmente a los hombres, en-
tonces se trazará la línea de demarcación entre los que sirven a Dios y los que no le sir-
ven. Mientras la observancia del falso día de reposo (domingo), en obedecimiento a la
ley del estado y en oposición al cuarto mandamiento, será una declaración de obediencia
a un poder que está en oposición a Dios, la observancia del verdadero día de reposo (sá-
bado), en obediencia a la ley de Dios, será señal evidente de la lealtad al Creador. Mien-
tras que una clase de personas, al aceptar el signo de la sumisión a los poderes del mun-
do, recibe la marca de la bestia, la otra, por haber escogido el signo de obediencia a la
autoridad divina, recibirá el sello de Dios”. CS:663.
“Entonces vi a otro ángel que subía del este, y tenía el sello del Dios vivo. Clamó a gran
voz a los cuatro ángeles, que habían recibido poder de dañar la tierra y el mar, y les dijo:
‘No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que sellemos en sus frentes a los sier-
vos de nuestro Dios’”. Apoc. 7:2-3.
“Los justos vivos recibirán el sello de Dios antes de la terminación del tiempo de gra-
cia”. 1MS:75.
“Ahora es el momento de prepararse. El sello de Dios no será nunca puesto en la frente
de un hombre o una mujer que sean impuros. Nunca será puesto sobre la frente de seres
humanos ambiciosos y amadores del mundo. Nunca será puesto sobre la frente de hom-
bres y mujeres de corazón falso o engañoso. Todos los que reciban el sello deberán estar
sin mancha delante de Dios y ser candidatos para el cielo”. 5T:201.
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“Todos los que entraren allí poseerán el manto de la justicia de Cristo, y sobre sus fren-
tes se verá el nombre de Dios. Este nombre es el símbolo que el apóstol vio en visión, y
significa la sumisión de la mente a una obediencia inteligente y leal a todos los manda-
mientos de Dios”. HHD:372.
“El Señor me ha mostrado el peligro en que estamos de dejar que nuestra mente se llene
de pensamientos y congojas mundanales. Vi que algunos ánimos son alejados de la ver-
dad presente y del amor a la Santa Biblia porque leen libros excitantes; otros se llenan de
perplejidad y congoja acerca de lo que han de comer, beber y vestir. Algunos sitúan de-
masiado lejos en su expectación la venida del Señor. El tiempo ha durado algunos años
más de lo que habían esperado, y por lo tanto piensan que puede continuar algunos años
más, y de esta manera su atención se desvía de la verdad presente hacia el mundo. Vi
que hay gran peligro en estas cosas, porque si la mente está embargada por otros asun-
tos, la verdad presente queda excluida, y no hay en nuestra frente lugar para el sello del
Dios vivo. Vi que casi ha terminado el tiempo que Jesús debe pasar en el lugar santísi-
mo, y que el tiempo sólo puede durar un poquito más. El tiempo libre del cual disponga-
mos debe dedicarse a escudriñar la Biblia, que nos habrá de juzgar en el día postrero.
Amados hermanos y hermanas, dejemos que los mandamientos de Dios y el testimonio
de Jesús estén siempre presentes en nuestros pensamientos y que ahuyenten las preocu-
paciones mundanales. Sean ellos nuestra meditación cuando nos acostamos y cuando
nos levantamos. Vivamos y actuemos teniendo plenamente en cuenta la venida del Hijo
del hombre. El tiempo del sellamiento es muy corto, y pronto terminará. Ahora, mientras
los cuatro ángeles están reteniendo los cuatro vientos, es el momento en que debemos
asegurar nuestra vocación y elección”. PE:58.
“‘Muchos son llamados, mas pocos escogidos’. (Mat. 20:16): Muchos escuchan la invi-
tación misericordiosa, y son examinados y probados; pero pocos son sellados con el se-
llo del Dios viviente. Pocos están dispuestos a humillarse como niñitos para poder entrar
en el reino de los cielos”. 5T:48.
“La cera recibe la impresión del sello, y así también el alma debe recibir la impresión
del Espíritu de Dios y conservar la imagen de Cristo (ST, 18-07-1911)”. 7CBA:981.
“La gran masa de llamados cristianos sufrirán un amargo desengaño en el día de Dios.
No tienen sobre sus frentes el sello del Dios viviente. Tibios e irresolutos, deshonran a
Dios mucho más que los incrédulos declarados. Van a tientas en las tinieblas, cuando
podrían estar caminando en la luz meridiana de la Palabra bajo la conducción de Aquel
que nunca yerta (Carta 121, 1903)”. 7CBA:981.
“Tan pronto como el pueblo de Dios sea sellado en su frente - no se trata de un sello o
marca que se pueda ver, sino un afianzamiento en la verdad, tanto intelectual como espi-
ritualmente, de modo que los sellados son inconmovibles- tan pronto como sea sellado y
Pág. 265
“Vi luego el tercer ángel. Dijo mi ángel acompañante: ‘Su obra es terrible. Su misión es
tremenda. Es el ángel que ha de separar el trigo de la cizaña, y sellar o atar el trigo para
el granero celestial. Estas cosas debieran absorber completamente la mente y la aten-
ción”. PE:118.
“No está lejos el tiempo cuando toda alma será probada. Se nos querrá imponer la marca
de la bestia. Para aquellos que han ido cediendo paso a paso a las exigencias del mundo
y se han acomodado a sus costumbres, no será cosa difícil ceder ante las autoridades do-
minantes, antes que someterse al escarnio, a los insultos, a la amenaza de encarcelamien-
to y a la muerte. La contienda es entre los mandamientos de Dios y los mandamientos de
los hombres. En ese tiempo, el oro será separado de la escoria en la iglesia. La verdadera
piedad se diferenciará claramente de la imitación y oropel de la misma. Muchas de las
lumbreras que hemos admirado por su resplandor se disiparán en la oscuridad. Cual
nube, el tamo será llevado por el viento, aun en los lugares donde solo vemos sembrados
hermoso trigo”. 5T:76.
“Dios está tamizando ahora a su pueblo, poniendo a prueba sus propósitos y sus moti-
vos. Muchos resultarán ser solo tamo, sin valor en ellos, no trigo”. 4T:511.
“Al acercarnos al juicio, todos manifestarán su verdadero carácter, y se hará claro a qué
compañía pertenecen. El tamizador se está moviendo. No digamos: detén tu mano, oh
Dios. La iglesia debe ser purificada, y lo será”. 1T:100.
“Dios se propone tener un pueblo puro y leal. En el gran zarandeo que pronto se llevará
a cabo podremos medir más exactamente la fuerza de Israel. Las señales indican que el
tiempo está cerca cuando el Señor revelará que tiene un aventador en su mano y limpiará
con esmero su era”. 5T:75-76.
“Satanás llevará a cabo sus milagros para engañar y establecerá su poder por encima de
todo lo demás. Puede parecer que la iglesia está por caer, pero no caerá. Ella permanece
en pie, mientras los pecadores que hay en Sion son tamizados, mientras la paja es sepa-
rada del trigo precioso. Es una prueba terrible, y sin embargo tiene que ocurrir. Nadie
fuera de aquellos que han estado venciendo mediante la sangre del Cordero y la Palabra
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de su testimonio serán contados con los leales y los fieles, con los que no tienen mancha
ni arruga de pecado, con los que no tienen engaño en sus bocas. Debemos despojarnos
de nuestra justicia propia y vestirnos con la justicia de Cristo”. 2MS:436-437.
“Entonces os entregarán para ser maltratados, y muertos. Y seréis aborrecidos por todas
las naciones por causa de mi Nombre. Entonces muchos tropezarán, y se entregarán, y se
odiarán unos a otros. Se levantarán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos. Y
por el aumento de la maldad, el amor de la mayoría se enfriará. Pero el que persevere
hasta el fin, ése será salvo. Y este evangelio del reino será predicado en todo el mundo,
por testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”. Mat. 24:9-14.
“Sembrad para vosotros en justicia, segad cosecha de amor. Arad vuestra tierra sin la-
brar, porque es tiempo de buscar al Eterno, hasta que venga y haga llover justicia sobre
vosotros”. Oseas 10:12.
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“Antes que sea completamente terminada la obra y finalice el sellamiento del pueblo de
Dios, recibiremos el derramamiento del Espíritu de Dios. Ángeles del cielo estarán en
nuestro medio. El presente es un tiempo de preparación para el cielo, cuando debemos
caminar en plena obediencia a todos los mandamientos de Dios”. 1MS:131.
“Vi que nadie podrá participar del ‘refrigerio’ a menos que haya vencido todas las tenta-
ciones y triunfado del orgullo, el egoísmo, el amor al mundo y toda palabra y obra ma-
las. Por lo tanto, debemos acercarnos más y más al Señor y buscar anhelosamente la pre-
paración necesaria que nos habilite para permanecer firmes en la batalla, en el día del
Señor. Recuerden todos que Dios es santo y que únicamente seres santos podrán morar
alguna vez en su presencia”. PE:71.
“Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan
una mancha. Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el
templo del alma de toda contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros”.
5T:199.
“El mensaje del tercer ángel está creciendo hasta convertirse en un fuerte pregón, y no
debéis sentiros libres de descuidar el deber actual y todavía abrigar la idea de que, en al-
gún futuro, seréis los receptáculos de una gran bendición cuando se efectúe un maravi-
lloso reavivamiento, sin ningún esfuerzo de vuestra parte. Hoy habéis de entregaros a
Dios para que os haga vasos de honra aptos para su servicio. Hoy habéis de entregaros a
Dios para que seáis vaciados del yo, vaciados de la envidia, los celos, las malas conjetu-
ras, las contiendas, de todo lo que deshonre a Dios. Hoy habéis de tener purificado vues-
tro vaso para e esté listo para el rocío celestial, listo para los chaparrones de lluvia tardía,
pues vendrá la lluvia tardía y la bendición de Dios llenará cada alma que esté purificada
de toda contaminación. Nuestra obra hoy es rendir nuestra alma a Cristo para que poda-
mos ser hechos idóneos para el tiempo del refrigerio de la presencia del Señor: idóneos
para el bautismo del Espíritu Santo. 1MS:223”. MGD:205.
“En los últimos días —dice Dios— derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros
hijos e hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, vuestros ancianos soñarán
sueños. Hasta sobre mis siervos y siervas en aquellos días derramaré mi Espíritu, y pro-
fetizarán”. Hechos 2:17-18.
“La fuerza de la lluvia tardía a veces arrasará las invenciones del hombre, la maquinaria
humana; los límites de la autoridad humana serán como cañas rotas; y el Espíritu Santo
hablará con poder convincente mediante el instrumento humano viviente. Nadie se de-
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tendrá entonces a observar si las frases están bien redactadas o si la gramática es impe-
cable. Las aguas vivas fluirán por los canales singulares de Dios”. 2MS:67.
“No con fortaleza, ni con poder, sino con mi espíritu, dice el Señor de los ejércitos”.
Zac. 4:6.
“¡Levántate, resplandece, que ha venido tu lumbre, y la gloria del Eterno ha nacido so-
bre ti! Porque tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones. Pero sobre ti nacerá
el Eterno, y sobre ti será vista su gloria. Y vendrán las naciones a tu luz, y los reyes al
resplandor de tu amanecer”. Isa. 60:1-3.
“El mensaje de la justicia de Cristo debe sonar de un confín de la tierra a otro para pre-
parar la senda del Señor. Ésta es la gloria de Dios, la cual cierra la obra del tercer ángel”.
6T:19.
“A medida que el pueblo de Dios enfrenta la crisis final, deben proclamar el mensaje
que él les ha dado con poder creciente. La amonestación debe ser dada a las iglesias. Los
requerimientos de Dios deben ser expuestos delante de los que están transgrediendo su
ley. Ellos deben entender de nosotros que este es un asunto de vida o muerte. El pueblo
remanente de Dios debe llenar la tierra con el clamor del tercer ángel. ‘Aquí está la pa-
ciencia de los santos: aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Je-
sús”. RH, 16-07-1901.
“La verdad presente debe manifestar su potencia en la vida de aquellos que creen en ella,
para que de este modo se comunique al mundo. Los creyentes deben representar en su
vida su eficacia santificadora y ennoblecedora. Debe demostrarse en ellos el poder de la
gracia que Cristo quiso impartimos por su muerte ... Deben ser hombres de fe, llenos de
valor, íntegros, que pongan toda su confianza en Dios y en sus promesas”. MGD:247.
“Aquellos que esperan la venida del Esposo han de decir al pueblo: ‘¡Veis aquí el Dios
vuestro!’ Los últimos rayos de luz misericordioso, el último mensaje de clemencia que
ha de darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios han de
manifestar su gloria. En su vida y carácter han de revelar lo que la gracia de Dios ha he-
cho por ellos”. PVGM:342.
“Así los seguidores de Cristo han de verter luz sobre las tinieblas del mundo. Por medio
del Espíritu Santo, la Palabra de Dios es una luz cuando llega a ser un poder transforma-
dor en la vida del que la recibe. Implantando en el corazón los principios de su Palabra,
el Espíritu Santo desarrolla en los hombres los atributos de Dios. La luz de su gloria -su
carácter- ha de brillar en sus seguidores. Así ellos han de glorificar a Dios, han de ilumi-
nar el camino a la casa del Esposo, a la ciudad de Dios, a la cena de bodas del Cordero”.
RJ:203.
“Después de eso vi a otro ángel descender del cielo con gran poder, y la tierra fue ilumi-
nada con su gloria. Y clamó con potente voz: ‘¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia! Y
se ha vuelto habitación de demonios, guarida de todo espíritu impuro, y albergue de toda
ave sucia y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su
fornicación. Los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se
han enriquecido con su excesiva lujuria’. Y oí otra voz del cielo que decía: ‘¡Salid de
ella, pueblo mío, para que no participéis de sus pecados, y no recibáis de sus plagas!
Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se acordó de sus
maldades”. Apoc. 18:1-5.
“Ha llenado la medida de sus culpas y la ruina está por caer sobre ella. Pero Dios tiene
aún un pueblo en Babilonia; y antes de que los juicios del cielo la visiten, estos fieles de-
ben ser llamados para que salgan de la ciudad y que no tengan parte en sus pecados ni en
sus plagas. De ahí que este movimiento esté simbolizado por el ángel que baja del cielo,
alumbrando la tierra y denunciando con voz potente los pecados de Babilonia. Al mismo
tiempo que este mensaje, se oye el llamamiento: ‘Salid de ella, pueblo mío’. Estas decla-
raciones, unidas al mensaje del tercer ángel, constituyen la amonestación final que debe
ser dada a los habitantes de la tierra”. CS:662.
“La obra de este ángel comienza a tiempo para unirse a la última magna obra del mensa-
je del tercer ángel cuando éste se intensifica hasta ser un fuerte pregón. Así se prepara el
pueblo de Dios para afrontar la hora de la tentación que muy luego ha de asaltarle. Vi
que sobre los fieles reposaba una luz vivísima, y que se unían para proclamar sin temor
el mensaje del tercer ángel”. PE:277.
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“En la gran obra final enfrentaremos perplejidades que no sabremos cómo tratar; pero no
olvidemos que los tres grandes poderes del cielo están obrando, que una mano divina
está al timón, y que Dios hará que sus promesas se cumplan. Él recogerá de entre el
mundo a un pueblo que le servirá en justicia”. 8T:254.
“Porque el Señor ejecutará su palabra sobre la tierra, cabalmente y con prontitud”. Otra
versión: “Porque él terminará la obra, y la acortará en justicia: porque una obra corta
hará el Señor sobre la tierra”. Rom. 9:28.
“Así también será proclamado el mensaje del tercer ángel. Cuando llegue el tiempo de
hacerlo con el mayor poder, el Señor obrará por conducto de humildes instrumentos, di-
rigiendo el espíritu de los que se consagren a su servicio. Los obreros serán calificados
más bien por la unción de su Espíritu que por la educación en institutos de enseñanza.
Habrá hombres de fe y de oración que se sentirán impelidos a declarar con santo entu-
siasmo las palabras que Dios les inspire. Los pecados de Babilonia serán denunciados.
Los resultados funestos y espantosos de la imposición de las observancias de la iglesia
por la autoridad civil, las invasiones del espiritismo, los progresos secretos pero rápidos
del poder papal -todo será desenmascarado. Estas solemnes amonestaciones conmoverán
al pueblo. Miles y miles de personas que nunca habrán oído palabras semejantes, las es-
cucharán. Admirados y confundidos. Oirán el testimonio de que Babilonia es la iglesia
que cayó por sus errores y sus pecados, porque rechazó la verdad que le fue enviada del
cielo. Cuando el pueblo acuda a sus antiguos conductores espirituales a preguntarles con
ansia: ¿Son esas cosas así? los ministros aducirán fábulas, profetizarán cosas agradables
para calmar los temores y tranquilizar las conciencias despertadas. Pero como muchas
personas no se contentan con las meras razones de los hombres y exigen un positivo
"Así dice Jehová," los ministros populares, como los fariseos de antaño, airándose al ver
que se pone en duda su autoridad, denunciarán el mensaje como si viniese de Satanás e
incitarán a las multitudes dadas al pecado a que injurien y persigan a los que lo procla-
man”. CS:664-665.
“El tiempo de los castigos destructores de Dios es [será] el tiempo de misericordia para
los que no tienen oportunidad de saber qué es la verdad. El Señor los contemplará con
ternura. Su corazón se conmueve de misericordia. Su mano aún se extiende para salvar,
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entretanto que se cierra la puerta para los que no querían entrar. En estos últimos días se-
rán admitidos [en la iglesia] grandes cantidades de personas, quienes oyen la verdad por
primera vez (RH, 05-07-1906)”. 7CBA:990.
“También tengo otras ovejas que no son de este redil. A ésas también tengo que traer.
Ellas también oirán mi voz. Y habrá un rebaño y un pastor”. Juan 10:16.
“Vi que Dios tenía hijos que no reconocen ni guardan el sábado. No han rechazado la
luz referente a él. Y al empezar el tiempo de angustia, fuimos henchidos del Espíritu
Santo, cuando salimos a proclamar más plenamente el sábado. Esto enfureció las otras
iglesias y a los adventistas nominales, pues no podían refutar la verdad sabática, y enton-
ces todos los escogidos de Dios, comprendiendo claramente que poseíamos la verdad
salieron y sufrieron la persecución con nosotros. Vi guerra, hambre, pestilencia y grandí-
sima confusión en la tierra. Los impíos pensaron que nosotros habíamos acarreado el
castigo sobre ellos, y se reunieron en consejo para raernos de la tierra, creyendo que así
cesarían los males”. PE:33-34.
“Estas conversiones a la verdad se realizarán con una rapidez que sorprenderá a la igle-
sia, y únicamente el nombre de Dios será glorificado (Carta 43, 1890)”. 2MS:16.
“No tengo ningún tiempo específico del cual hablar, cuando se efectuará la efusión del
Espíritu Santo, cuando descenderá del cielo el ángel poderoso y se unirá con el tercer án-
gel en la terminación de la obra en este mundo. Mi mensaje es que nuestra única seguri-
dad radica en estar listos para el refrigerio celestial, con nuestras lámparas despabiladas
y encendidas”. 1MS:225.
“Entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus hijos, los
que guardan los Mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”. Apoc. 12:17.
“Por eso, ¡alegraos, cielos, y los que habitáis en ellos! ¡Ay de la tierra y el mar! Porque
el diablo ha descendido a vosotros, con gran furor, al saber que le queda poco tiempo”.
“Espantosas son las escenas que provocaron esta exclamación de la voz celestial. La ira
de Satanás crece a medida que se va acercando el fin, y su obra de engaño y destrucción
culminará durante el tiempo de angustia”. CS:681.
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“A medida que nos acercamos a la crisis final resulta de vital importancia que la armo-
nía y la unidad reinen entre las instituciones del Señor. El mundo no conoce más que
tempestades, guerras y discordias. Sin embargo, las gentes se unirán bajo una misma di-
rección la de la potencia papal para oponerse a Dios en la persona de sus testigos. Esta
unión es cimentada por el gran apóstata. Pero mientras trate de unir a sus agentes en la
guerra contra la verdad, se esforzará por dividir y dispersar a los que la defienden. Los
celos, la maledicencia, la calumnia, surgen a instigación suya para producir discordia y
disensiones. Los miembros de la iglesia de Cristo tienen el poder de frustrar los planes
del adversario de las almas. En un tiempo como éste, no debieran estar en discordia unos
con otros ni con ninguno de los obreros del Señor. En medio de la discordia general,
haya un lugar donde reinen la armonía y la unidad, porque la Biblia es en él reconocida
como guía de la vida. Comprenda el pueblo de Dios que le incumbe la responsabilidad
de sostener las instituciones del Señor”. 3JT:171.
“El acto capital que coronará el gran drama del engaño será que el mismo Satanás se
dará por el Cristo. Hace mucho que la iglesia profesa esperar el advenimiento del Salva-
dor como consumación de sus esperanzas. Pues bien, el gran engañador simulará que
Cristo habrá venido. En varias partes de la tierra, Satanás se manifestará a los hombres
como ser majestuoso, de un brillo deslumbrador, parecido a la descripción que del Hijo
de Dios da Juan en el Apocalipsis. (Apoc. 1:13-15). La gloria que le rodee superará
cuanto hayan visto los ojos de los mortales. El grito de triunfo repercutirá por los aires:
‘¡Cristo ha venido! ¡Cristo ha venido!’ El pueblo se postrará en adoración ante él, mien-
tras levanta sus manos y pronuncia una bendición sobre ellos como Cristo bendecía a sus
discípulos cuando estaba en la tierra. Su voz es suave y acompasada aunque llena de me-
lodía. En tono amable y compasivo, enuncia algunas de las verdades celestiales y llenas
de gracia que pronunciaba el Salvador; cura las dolencias del pueblo, y luego, en su fe-
mentido carácter de Cristo, asegura haber mudado el día de reposo del sábado al domin-
go y manda a todos que santifiquen el día bendecido por él. Declara que aquellos que
persisten en santificar el séptimo día blasfeman su nombre porque se niegan a oír a sus
ángeles, que les fueron enviados con la luz de la verdad. Es el engaño más poderoso y
resulta casi irresistible”. CS:682.
“Se nos ordenará adorar a ese ser a quien el mundo glorificará como a Cristo”.
6CBA:1106.
“Entonces, si alguien os dijera: 'Aquí está el Cristo, o allí', no creáis. Porque se levanta-
rán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, para engañar, si
fuera posible, aun a los elegidos. Mirad, os lo he dicho de antemano. Así, si os dicen:
'Aquí está en el desierto', no salgáis; 'aquí en las cámaras', no creáis. Porque como el re-
lámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será la venida del Hijo
del Hombre”. Mat. 24:23-27.
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“Sólo los que hayan estudiado diligentemente las Escrituras y hayan recibido el amor de
la verdad en sus corazones, serán protegidos de los poderosos engaños que cautivarán al
mundo. Merced al testimonio bíblico descubrirán al engañador bajo su disfraz. El tiempo
de prueba llegará para todos. Por medio de la criba de la tentación se reconocerá a los
verdaderos cristianos. ¿Se sienten los hijos de Dios actualmente bastante firmes en la Pa-
labra divina para no ceder al testimonio de sus sentidos? ¿Se atendrán ellos en semejante
crisis a la Biblia y a la Biblia sola? Si ello le resulta posible, Satanás les impedirá que lo-
gren la preparación necesaria para estar firmes en aquel día. Dispondrá las cosas de
modo que el camino les esté obstruido; los aturdirá con bienes terrenales, les hará llevar
una carga pesada y abrumadora para que sus corazones se sientan recargados con los
cuidados de esta vida y que el día de la prueba los sorprenda como ladrón”. CS:683.
“Esos espíritus mentirosos representan a los apóstoles como contradiciendo lo que escri-
bieron bajo la inspiración del Espíritu Santo durante su permanencia en la tierra. Niegan
el origen divino de la Biblia, anulan así el fundamento de la esperanza cristiana y apagan
la luz que revela el camino hacia el cielo. Satanás hace creer al mundo que la Biblia no
es más que una ficción, o cuando mucho un libro apropiado para la infancia de la raza,
del que se debe hacer poco caso ahora, o ponerlo a un lado por anticuado. Y para reem-
plazar la Palabra de Dios ese mismo Satanás ofrece sus manifestaciones espiritistas. Es-
tas están enteramente bajo su dirección y mediante ellas puede hacer creer al mundo lo
que quiere. Pone en la obscuridad, precisamente donde le conviene que esté, el Libro
que le debe juzgar a él y a sus siervos y hace aparecer al Salvador del mundo como un
simple hombre”. CS:613-614.
“Todos los que no tienen el espíritu de la verdad se unirán bajo el liderazgo de seres
satánicos”. 7CBA:978.
“Se nos ha advertido que en los últimos días obrará con señales y maravillas mentirosas.
Y continuará esas maravillas hasta que termine el tiempo de gracia, a fin de poder seña-
larlas como evidencias de que es un ángel de luz y no de las tinieblas”. 2MS:58.
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“Él hablará palabras buenas y hará acciones justas. Cristo será personificado, pero en un
punto habrá una diferencia marcada. Satanás alejará la gente de la ley de Dios. A pesar
de esto, falsificará la justicia tan bien, que si le fuere posible, engañará aun a los mismos
elegidos. Cabezas coronadas, presidentes, gobernantes en altos lugares, se inclinarán
ante sus falsas teorías”. FEC:471-472.
“Los poderes del mal no abandonarán el conflicto sin luchar; pero la Providencia tiene
una parte que desempeñar en la batalla del Armagedón. Cuando la tierra esté alumbrada
con la gloria del ángel de Apocalipsis 18, los elementos religiosos, buenos y malos, des-
pertarán del sueño y los ejércitos del Dios viviente irán a la batalla (MS 175, 1899)”.
7CBA:994.
“Pronto los hijos de Dios serán probados por intensas pruebas, y muchos de los que aho-
ra parecen ser sinceros y fieles resultarán ser vil metal. En vez de ser fortalecidos y con-
firmados por la oposición, las amenazas y los ultrajes, se pondrán cobardemente del lado
de los opositores”. 5T:127.
“Mas de otra parte, cuando la tormenta de persecución realmente irrumpa sobre noso-
tros, las verdaderas ovejas escucharán la voz del verdadero Pastor. Se dispondrán esfuer-
zos abnegados para salvar a los perdidos, y muchos que se han extraviado del redil vol-
verán para seguir al gran Pastor. El pueblo de Dios se unirá y presentará al enemigo un
frente unido”. 6T:401.
“Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, sed fuertes”. 1 Cor. 16:13.
“Vosotros también, estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no
pensáis”. Luc. 12:40.
“Cuando quede concluida la obra del juicio investigador, quedará también decidida la
suerte de todos para vida o para muerte. El tiempo de gracia terminará poco antes de que
el Señor aparezca en las nubes del cielo”. CS:545.
“Vi ángeles que iban y venían de uno a otro lado del cielo. Un ángel con tintero de escri-
bano en la cintura regresó de la tierra y comunicó a Jesús que había cumplido su encar-
go, quedando sellados y numerados los santos. Vi entonces que Jesús, quién había esta-
do oficiando ante el arca de los diez mandamientos, dejó caer el incensario, y alzando
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las manos exclamó en alta voz: ‘Consumado es’. Y toda la hueste angélica se quitó sus
coronas cuando Jesús hizo esta solemne declaración: ‘El que es injusto, sea injusto toda-
vía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia to-
davía; y el que es santo, santifíquese todavía’.
Todos los casos habían sido fallados para vida o para muerte. Mientras Jesús oficiaba en
el santuario, había proseguido el juicio de los justos muertos y luego el de los justos vi-
vientes. Cristo, habiendo hecho expiación por su pueblo y habiendo borrado sus peca-
dos, había recibido su reino. Estaba completo el número de los súbditos del reino, y con-
sumado el matrimonio del Cordero. El reino y el poderío fueron dados a Jesús y a los he-
rederos de la salvación y Jesús iba a reinar como Rey de reyes y Señor de señores.
PE:279-280.
“El fin del tiempo de gracia vendrá repentina e inesperadamente, cuando menos se lo es-
pere; pero podemos hoy tener un registro limpio en el cielo, y saber que Dios nos acepta,
y si somos fieles finalmente seremos reunidos en el reino de los cielos (MS 95, 1906)”.
7CBA:1000.
“Mirad que yo vengo como ladrón. ¡Dichoso el que vela y guarda su ropa, para que no
ande desnudo y vean su vergüenza!”. Apoc. 16:15.
“Los justos y los impíos continuarán viviendo en la tierra en su estado mortal, los hom-
bres seguirán plantando y edificando, comiendo y bebiendo, inconscientes todos ellos de
que la decisión final e irrevocable ha sido pronunciada en el santuario celestial”.
CS:545.
“Se decidirá el destino de todos. Unos pocos, si, sólo unos pocos de entre el gran núme-
ro de habitantes de la tierra serán salvados para vida eterna, mientras que las masas que
no han perfeccionado sus almas en la obediencia se la verdad serán destinadas a la se-
gunda muerte”. 2T:358.
“Si os habéis convertido en extraños y no habéis sido cristianos de acuerdo con la Biblia,
convertíos; porque el carácter que adquiráis durante el tiempo de gracia será el carácter
que tendréis cuando venga Cristo. Si queréis ser santos en el cielo, debéis ser santos pri-
mero en la tierra. Los rasgos de carácter que cultivéis en la vida no serán cambiados por
la muerte ni por la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que ma-
nifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad. Jesús no cambia nuestro carácter al venir.
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La obra de transformación debe hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina nuestro
destino”. HC:12.
“El Señor no demora en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que es pacien-
te con nosotros, porque no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arre-
pentimiento. El mundo actual será deshecho. Pero el día del Señor vendrá como ladrón.
Entonces los cielos desaparecerán con gran estruendo; los elementos serán destruidos
por el fuego, y la tierra y todas sus obras serán quemadas. Siendo que todo será destrui-
do, ¿qué clase de personas debéis ser en santa y piadosa conducta?”. 2 Pedro 3:9-11.
“Por eso, ceñid vuestra mente, sed sobrios, y fijad toda vuestra esperanza en la gracia
que os será dada cuando Jesucristo se manifieste. Como hijos obedientes, no os confor-
méis con los malos deseos que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia; sino que
así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra con-
ducta. Pues escrito está: ‘Sed santos, porque yo soy santo’”. 1 Pedro 1:13-16.
“Muchos ignoran lo que deben ser a fin de vivir a la vista del Señor durante el tiempo de
angustia, cuando no haya Sumo Sacerdote en el santuario. Los que reciban el sello del
Dios vivo y sean protegidos en el tiempo de angustia deben reflejar plenamente la ima-
gen de Jesús.
Vi que muchos descuidaban la preparación tan necesaria, esperando que el tiempo del
‘refrigerio’ y la ‘lluvia tardía’ los preparase para sostenerse en el día del Señor y vivir en
su presencia. ¡Oh! ¡Y a cuántos vi sin amparo en el tiempo de angustia! Habían descui-
dado la necesaria preparación, y por lo tanto no podían recibir el refrigerio que todos de-
ben tener para poder vivir en la presencia de un Dios Santo. Quienes... no purifiquen,
sus almas mediante la obediencia a toda la verdad... llegarán al tiempo de las plagas, y
entonces echarán de ver que les hubiera sido necesario ser tallados y escuadrados para la
edificación. Pero entonces no habrá ya tiempo para ello ni tampoco Mediador que abo-
gue por ellos ante el Padre”. DNC:348.
“Muchos se están engañando al creer que el carácter será transformado cuando venga
Cristo; pero cuando él aparezca no se convertirán los corazones. Tendremos que haber-
nos arrepentido de nuestros defectos de carácter y tendremos que haberlos vencido por
la gracia de Cristo durante el tiempo de gracia. Aquí es donde debemos prepararnos para
formar parte de la familia celestial”. HC:288.
“Tendremos que seguir siendo durante toda la eternidad lo que nos hayamos hecho du-
rante el tiempo de gracia. La muerte provoca la disolución del cuerpo, pero no produce
cambio alguno en nuestro carácter, ni lo cambia tampoco la venida de Cristo; tan solo lo
fija para siempre sin posibilidad de cambio”. 5T:441.
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“El que es injusto siga siendo injusto, y el sucio siga ensuciándose. El justo siga siendo
justo, y el santo siga santificándose. Yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para dar
a cada uno según su obra”. Apoc. 22:11-12.
“Cuando la voz de Dios despierte a los muertos, él saldrá del sepulcro con los mismos
apetitos y pasiones, los mismos gustos y aversiones que poseía en la vida. Dios no hará
ningún milagro por regenerar al hombre que no quiso ser regenerado cuando se le conce-
dió toda oportunidad y se le proveyó toda felicidad para ello. Mientras vivía no hallo de-
leite en Dios, ni hallo placer a su servicio. Su carácter no se halla en armonía con Dios y
no podrá ser feliz en la familia celestial”. PVGM:214.
“Triste será la visión retrospectiva en aquel día cuando los hombres se hallen cara a cara
con la eternidad. La vida entera se presentará tal cual ha sido. Los placeres mundanos,
las riquezas y los honores no parecerán entonces tan importantes. Los hombres verán
que únicamente la justicia que despreciaron es de valor. Verán que han modelado su ca-
rácter bajo las seducciones engañosas de Satanás. Las ropas que han escogido son la in-
signia de su alianza con el primer gran apóstata. Entonces verán los resultados de su
elección. Conocerán lo que significa violar los mandamientos de Dios.
No habrá un tiempo de gracia futuro en el cual prepararse para la eternidad. En esta vida
hemos de vestirnos con el manto de la justicia de Cristo. Esta es nuestra única oportuni-
dad de formar caracteres para el hogar que Cristo ha preparado para los que obedecen
sus mandamientos.
Los días de gracia que tenemos están terminando rápidamente. El fin está cerca”.
PVGM:259.
“Mirad por vosotros mismos, que vuestro corazón no se cargue de glotonería y embria-
guez, y de las preocupaciones de esta vida, y aquel día venga de repente sobre vosotros.
Porque como un lazo vendrá sobre todos los habitantes de toda la tierra. Velad, pues, en
todo tiempo, orando que podáis escapar de todas estas cosas que han de venir, y estar en
pie ante el Hijo del Hombre”. Luc. 21:34-36.
“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran Príncipe que protege a tu pueblo. Y será
tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces. Pero en ese
tiempo será librado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro”. Daniel 12:1.
“Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra
de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfure-
cieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron que habíamos atraí-
do los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la tierra las plagas se deten-
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drían. Se promulgó un decreto para matar a los santos, lo cual los hizo clamar día y no-
che por su libramiento. Este fue el tiempo de la angustia de Jacob”. PE:36-37.
“Y si esos días no fuesen acortados, nadie se salvaría. Pero por causa de los elegidos,
aquellos días serán acortados”. Mat. 24:22.
“Por eso, en un solo día vendrán sus plagas: muerte, llanto y hambre. Y será consumida
por el fuego, porque el Señor Dios que la juzgará es poderoso”. Apoc. 18:8.
“Estas plagas no serán universales, pues de lo contrario los habitantes de la tierra serían
enteramente destruidos. Sin embargo serán los azotes más terribles que hayan sufrido ja-
más los hombres. Todos los juicios que cayeron sobre los hombres antes del fin del
tiempo de gracia fueron mitigados con misericordia. La sangre propiciatoria de Cristo
impidió que el pecador recibiese el pleno castigo de su culpa; pero en el juicio final la
ira de Dios se derramará sin mezcla de misericordia”. CS:687.
“El pueblo de Dios no quedará libre de padecimientos; pero aunque perseguido y acon-
gojado y aunque sufra privaciones y falta de alimento, no será abandonado para perecer.
El Dios que cuidó de Elías no abandonará a ninguno de sus abnegados hijos. El que
cuenta los cabellos de sus cabezas, cuidará de ellos y los atenderá en tiempos de ham-
bruna. Mientras los malvados estén muriéndose de hambre y pestilencia, los ángeles pro-
tegerán a los justos y suplirán sus necesidades. Escrito está del que ‘camina en justicia’
que ‘se le dará pan y sus aguas serán ciertas’. ‘Cuando los pobres y los menesterosos
buscan agua y no la hay, y la lengua se les seca de sed, yo, Jehová, les escucharé; yo, el
Dios de Israel, no los abandonará’. (Isaías 33:16; 41:17, V.M.)”. CS:687.
“Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas, escóndete por un
breve momento, hasta que pase la ira. Porque el Eterno viene de su morada, para castigar
por sus pecados a los habitantes de la tierra. Y la tierra descubrirá la sangre derramada
sobre ella, y no encubrirá más sus muertos”. Isa. 26:20-21.
“¿Cuáles son los aposentos en los que han de esconderse? Son la protección de Cristo y
de los santos ángeles. El pueblo de Dios no está en ese tiempo todo en un sólo lugar. Es-
tán en diferentes grupos y en todas las partes de la tierra; y serán probados individual-
mente, no en grupos. Cada uno tiene que soportar la prueba por sí mismo”. ELC:264.
“Por cuanto has guardado mi Palabra de perseverar con paciencia, yo también te guarda-
ré de la hora de prueba que ha de venir en todo el mundo, para probar a los que habitan
en la tierra. Yo vengo pronto. Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al
que venza, lo haré columna en el Santuario de mi Dios, y nunca más saldrá fuera. Escri-
biré sobre él el Nombre de mi Dios- el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusa-
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lén, que desciende del cielo enviada por mi Dios- y mi nuevo Nombre. El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Apoc. 3:10-13.
“En aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro”.
Daniel 12:1.
pesadas se levantan y chocan unas con otras. En medio de los cielos conmovidos hay un
claro de gloria indescriptible, de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de muchas
aguas, diciendo: ‘Hecho es’. (Apoc. 16:17).
Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Síguese un gran terremoto, ‘cual no fue ja-
más desde que los hombres han estado sobre la tierra’. (Verso 18.) El firmamento parece
abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los montes
son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se esparcen por
todos lados. Se oye un estruendo como de cercana tempestad. El mar es azotado con fu-
ror. Se oye el silbido del huracán, como voz de demonios en misión de destrucción.
Toda la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su superficie se raja. Sus mis-
mos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras. Desaparecen islas habitadas.
Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma por su corrupción, son tragados
por las enfurecidas olas. ‘La grande Babilonia vino en memoria delante de Dios, para
darle el cáliz del vino del furor de su ira’. (Verso 19.) Pedrisco grande, cada piedra,
‘como del peso de un talento’ (verso 21), hace su obra de destrucción. Las más soberbias
ciudades de la tierra son arrasadas. Los palacios suntuosos en que los magnates han mal-
gastado sus riquezas en provecho de su gloria personal, caen en ruinas ante su vista. Los
muros de las cárceles se parten de arriba abajo, y son libertados los hijos de Dios que ha-
bían sido apresados por su fe.
Los sepulcros se abren y ‘muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán des-
pertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua’. (Daniel
12:2). Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de
la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley. ‘Los que
le traspasaron’ (Apoc. 1:7), los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los
enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarle en su
gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes”.
CS:693-695.
“Mirad que viene con las nubes; y todo ojo lo verá, aun los que lo traspasaron. Y todos
los linajes de la tierra se lamentarán por él. ¡Así sea! ¡Amén!”. Apoc. 1:7.
“Entonces fue abierto el Santuario de Dios que está en el cielo, y quedó a la vista el Arca
de su Pacto en su Santuario. Y hubo relámpagos, voces y truenos, y un terremoto y una
fuerte granizada”. Apoc. 11:19.
“Cuando se abra el templo de Dios en el cielo, ¡qué ocasión de triunfo será para los fie-
les y leales! En el templo se verá el arca del pacto en la cual fueron puestas las dos ta-
blas de piedra sobre las cuales está escrita la ley de Dios. Esas tablas de piedra serán
sacadas de su escondedero, y en ellas se verán los Diez Mandamientos esculpidos por el
dedo de Dios. Esas tablas de piedra que ahora están en el arca del pacto serán un testi-
monio convincente de la verdad y de la vigencia de la ley de Dios (Carta 47, 1902)”.
7CBA:983.
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“No desechéis, pues, vuestra confianza, que tiene grande recompensa. Porque la perse-
verancia os es necesaria, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la pro-
mesa”. Heb. 10:35-36.
“Porque el mismo Señor descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel, y
con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los
que vivamos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nu-
bes, a recibir al Señor en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor”. 1 Tes. 4:16-17.
“Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los
truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las
tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: ‘¡Despertaos, des-
pertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!’ Por toda la superficie de la
tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá
bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y
pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando ‘¿Dónde
está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?’ (1 Cor. 15:55). Y los jus-
tos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclama-
ción de victoria”. CS:702.
“En ese día se dirá: ‘¡Este es nuestro Dios! Lo hemos esperado, y nos salvará. Este es el
Eterno a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación’”.
Isa. 25:9.
“Los justos vivos son mudados ‘en un momento, en un abrir de ojo’. A la voz de Dios
fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucita-
dos son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles ‘juntarán sus
escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro’. Santos ángeles llevan
niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde
largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la
ciudad de Dios”. CS:703.
“Después vi una gran multitud que ninguno podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y
lengua. Estaban ante el trono y en presencia del Cordero, vestidos de ropa blanca y con
palmas en sus manos. Y aclamaban a gran voz: ‘La salvación se debe a nuestro Dios que
está sentado sobre el trono, y al Cordero’. Y todos los ángeles que estaban de pie alrede-
dor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron sobre su rostro
ante el trono y adoraron a Dios. Dijeron: ‘¡Amén! Alabanza y gloria, sabiduría y acción
de gracias, honra, poder y fortaleza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!’.
Entonces uno de los ancianos me preguntó: ‘Estos que están vestidos de ropa blanca,
¿quiénes son, y de dónde han venido?’. Yo respondí: ‘Señor, tú lo sabes’. Y él me dijo:
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‘Estos son los que han venido de la gran tribulación. Han lavado su ropa, y la han em-
blanquecido en la sangre del Cordero’”. Apoc. 7:9-14.
“Yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para dar a cada uno según su obra”. Apoc.
22.12.
“Somos aceptados únicamente mediante los méritos de Cristo; y los hechos de miseri-
cordia, las obras de caridad que hacemos, son los frutos de la fe y se convierten en una
bendición para nosotros, pues los hombres serán recompensados de acuerdo con sus
obras. La fragancia de los méritos de Cristo es lo que hace que nuestras buenas obras
sean aceptables delante de Dios, y la gracia es la que nos capacita para hacer las obras
por las cuales él nos recompensa. Nuestras obras en sí mismas y por sí mismas no tienen
mérito. Cuando hayamos hecho todo lo que podamos hacer, debemos considerarnos
como siervos inútiles. No merecemos el agradecimiento de Dios, pues sólo hemos hecho
lo que era nuestro deber hacer, y nuestras obras no podrían haber sido hechas con la for-
taleza de nuestra propia naturaleza pecaminosa”. 5CBA:1096.
“Todo lo que se hace por amor, por insignificante que aparezca en opinión de los hom-
bres, es aceptado y recompensado por Dios”. CS:541.
“La fidelidad y la integridad en las cosas pequeñas y realizar pequeños actos de deber y
acciones menores de amabilidad alentarán y regocijarán la senda de la vida; y cuando
termine nuestra obra en la tierra, cada uno de los pequeños deberes realizados con fideli-
dad será atesorado como una gema preciosa delante de Dios”. 4T:591.
“Jamás se perderá ningún acto de servicio abnegado, no importa cuán pequeño o sencillo
sea. Por medio de los méritos de la justicia imputada de Cristo, se preservará eternamen-
te la fragancia de tales palabras y actos. MS 161, 1897”. HHD:272.
“La recompensa, las glorias del cielo, concedidas a los vencedores, estarán en propor-
ción con el grado en que hayan representado el carácter de Cristo ante el mundo. ‘El que
siembra escasamente, también segará escasamente’. Gracias a Dios porque tenemos el
privilegio de sembrar en la tierra la semilla que se cosechará en la eternidad. La corona
de la vida será brillante u opaca, relucirá con muchas estrellas, o será iluminada con
unas pocas gemas, de acuerdo con nuestro proceder.
Día tras día podemos estar colocando un buen fundamento antes de que llegue el tiempo
venidero. Mediante la abnegación, practicando el espíritu misionero, llenando nuestra
vida con todas las buenas obras posibles y procurando así representar a Cristo en carác-
ter de modo que ganemos muchas almas para la verdad, tendremos puesta la mirada en
el galardón. Depende de nosotros si caminamos en la luz, si aprovechamos al máximo
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“Entonces los sabios resplandecerán como el fulgor del firmamento: y los que enseñan
la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”. Daniel 12:3.
“Con gozo indecible los padres ven la corona, la túnica, el arpa, dada a sus hijos. Los
días de esperanza y de temor han terminado … Sus hijos han sido redimidos”.
MVH:352.
“Así dice el Señor: ‘Reprime tu voz del llanto y tus ojos de las lágrimas; porque recom-
pensa hay para tu obra —dice el Señor— y volverán de la tierra del enemigo’”. Jer.
31:16.
“No estaremos separados para siempre, sino que volveremos a encontrar a nuestros seres
amados que duermen en Jesús. Volverán de la tierra del enemigo. El Dador de la vida
está por venir. Millares de santos ángeles lo escoltan en su camino. Él rompe las cadenas
de la muerte, destruye los grilletes de la tumba, y entonces los preciosos cautivos salen
con salud y belleza inmortales.
Cuando los niñitos salen inmortalizados de sus lechos polvorientos, inmediatamente
vuelan hacia los brazos de sus madres. Se reúnen para nunca más separarse. Pero mu-
chos niñitos no tienen madres allí. Procuramos en vano escuchar el canto de triunfo en-
tonado con arrobamiento por la madre. Los ángeles reciben a los niños sin madres y los
conducen hacia el árbol de la vida.
Jesús coloca el dorado anillo de luz, la corona. sobre sus cabecitas. Dios permita que la
querida madre de ‘Eva’ pueda estar allí, que sus pequeñas alas puedan plegarse sobre el
feliz pecho de su madre”. 2MS:297.
“El Señor me ha hecho saber con frecuencia que muchos pequeñitos morirán antes del
tiempo de angustia. Volveremos a ver a nuestros hijos. Los encontraremos y los recono-
ceremos en las cortes celestiales (1899)”. 2MS:296.
“El sello, o la marca, de los padres creyentes cubrirá a sus hijos, si ellos son preparados
en la crianza y la amonestación del Señor”. RH, 28-03-1893.
“Algunos padres permiten a Satanás que controle a sus hijos, y éstos no son reprendidos,
sino que se les permite tener un temperamento malvado, ser soberbios, egoístas y deso-
bedientes. Si ellos murieran, estos niños no serían llevados al cielo. La conducta de los
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padres determina el bienestar futuro de sus hijos. Si les dejan ser desobedientes y rebel-
des le están permitiendo a Satanás hacerse cargo de ellos y actuar por su intermedio
como le agrade a su majestad satánica, y estos niños, nunca educados para obedecer y
para desarrollar en ellos los rasgos amables de carácter, no serán llevados al cielo, por-
que se revelarían en ellos el mismo carácter y la misma disposición aquí evidenciada”.
3MS:360.
“Cuando el Señor recoja sus joyas, los veraces, santos y honrados serán mirados con pla-
cer. Los ángeles se ocupan en confeccionar coronas para los tales, y sobre esas coronas
adornadas de estrellas, se reflejará con esplendor la luz que irradia del trono de Dios”.
2JT:24.
“Si Ud. no se ha apartado de su envidia, sus celos, su odio contra otros, no puede entrar
en el reino de Dios. Ud. no haría más que llevar la misma disposición consigo; pero no
habrá nada de este carácter en el mundo venidero. Allá existirá sólo amor, gozo y armo-
nía. Algunos tendrán coronas más brillantes que otros, pero no habrá en ningún corazón,
entre los redimidos, pensamiento de celos. Cada uno estará perfectamente satisfecho,
porque será recompensado de acuerdo con sus obras”. 3MS:176.
“En el reino de Dios no se obtiene un puesto por medio del favoritismo. No se gana, ni
es otorgado por medio de una gracia arbitraria. Es el resultado del carácter. La cruz y el
trono son los símbolos de una condición alcanzada, los símbolos de la conquista propia
por medio de la gracia de nuestro Señor Jesucristo”. HAp:433.
“Feliz el hombre que soporta la tentación; porque al superar la prueba, recibirá la corona
de la vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Santiago 1:12.
“Es Cristo formado en el interior quien hace a un hombre digno de recibir la corona de
la vida, la que no se deshace”. HHD:255.
“Un carácter formado a la semejanza divina es el único tesoro que podemos llevar de
este mundo al venidero. Los que en este mundo andan de acuerdo con las instrucciones
de Cristo, llevarán consigo a las mansiones celestiales toda adquisición divina. Y en el
cielo mejoraremos continuamente. Cuán importante es, pues, el desarrollo del carácter
en esta vida”. PVGM:267.
“Sin embargo, Cristo no nos ha dado la seguridad de que sea asunto fácil lograr la per-
fección del carácter. Un carácter noble, cabal, no se hereda. No lo recibimos accidental-
mente. Un carácter noble se obtiene mediante esfuerzos individuales, realizados por los
méritos y la gracia de Cristo. Dios da los talentos, las facultades mentales; nosotros for-
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“La habilidad mental y el genio no son el carácter, porque a menudo son posesión de
quienes tienen justamente lo opuesto a lo que es un buen carácter. La reputación no es el
carácter. El verdadero carácter es una cualidad del alma que se manifiesta en la conduc-
ta”. CN:147.
“Hermanos y hermanas, necesitamos la reforma que deben tener todos los que están re-
dimidos, por medio de la purificación de la mente y el corazón de toda mancha de peca-
do. La actitud de renunciamiento se manifestará constantemente en las vidas de los que
han sido rescatados por la sangre de Cristo. Se verán la virtud y la justicia. La tranquila
experiencia interior llenará la vida de virtud, fe, humildad y paciencia. Esta debe ser
nuestra experiencia de todos los días. Debemos formar caracteres libres de pecado, ca-
racteres hechos justos en la gracia de Cristo y por ella. Nuestros corazones deben ser
limpiados de toda impureza en la sangre derramada para quitar el pecado”. CSS:635.
“No es la posición, no es la sabiduría finita, no son las cualidades, no son los dones de
una persona los que la colocan en eminencia en la estima de Dios. El intelecto, la razón,
los talentos de los hombres son los dones de Dios que han de ser empleados para la glo-
ria divina, para la edificación de su reino eterno. Lo que es de valor a la vista del cielo es
el carácter espiritual y moral, y éste es el que sobrevivirá a la tumba y será hecho glorio-
so con inmortalidad por los siglos infinitos de la eternidad. La realeza mundanal, tan al-
tamente honrada por los hombres, nunca saldrá del sepulcro en el que entra. Las rique-
zas, los honores, la sabiduría de los hombres que han servido a los propósitos del enemi-
go, no pueden proporcionar a sus poseedores una herencia, un honor, o una posición de
confianza en el mundo venidero. Tan sólo los que han apreciado la gracia de Cristo, que
los ha hecho herederos de Dios y coherederos con Jesús, se levantarán de la tumba lle-
vando la imagen de su Redentor”. 1MS:303.
“Cuando se cumplan los mil años, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a
las naciones que están sobre los cuatro ángulos de la tierra -a Gog y a Magog- a fin de
reunirlos para la batalla. Su número es como la arena del mar. Subieron a través de la
ancha tierra, y cercaron el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descendió
fuego del cielo, y los devoró”. Apoc. 20:7-9.
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“Al fin de los mil años, Cristo regresa otra vez a la tierra. Le acompaña la hueste de los
redimidos, y le sigue una comitiva de ángeles. Al descender en majestad aterradora,
manda a los muertos impíos que resuciten para recibir su condenación. Se levanta su
gran ejército, innumerable como la arena del mar. ¡Qué contraste entre ellos y los que
resucitaron en la primera resurrección! Los justos estaban revestidos de juventud y belle-
za inmortales. Los impíos llevan las huellas de la enfermedad y de la muerte”. CS:720.
“Porque el Eterno se levantará como en el monte Perazim, como en el valle Gabaón se
enojará; para hacer su obra, su extraña obra, y para hacer su operación, su extraña opera-
ción”. Isa. 28:21.
“Viene el día ardiente como un horno. Y todos los soberbios, todos los malhechores se-
rán estopa. Y ese día que está por llegar los abrasará, y no quedará de ellos ni raíz ni
rama —dice el Eterno Todopoderoso”. Mal. 4:1.
“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra
habían desaparecido, y el mar ya no existía más. Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la Nueva
Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, engalanada como una novia para su esposo.
Y oí una gran voz del cielo que dijo: Ahora la morada de Dios está con los hombres, y él
habitará con ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos, y será su Dios.
Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni
clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron”. Apoc. 21:1-4.
“Siendo que todo será destruido, ¿qué clase de personas debéis ser en santa y piadosa
conducta, esperando y acelerando la venida del día de Dios? En ese día los cielos serán
encendidos y deshechos, y los elementos se fundirán abrasados por el fuego. Pero, según
su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, donde habita la justicia. Por
eso, oh amados, ya que esperáis estas cosas, procurad con diligencia ser hallados en paz
con él, sin mancha ni reprensión”. 2 Pedro 3:11-14.
“Mantengamos firme la confesión de nuestra esperanza, sin fluctuar, que fiel es el que
prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas
obras. No dejemos de reunirnos, como algunos tienen por costumbre; sino animémonos
unos a otros, y tanto más, cuanto veis que el día se acerca”. Heb. 10:23-25.
Lista de Abreviaturas
HR = La Historia de la Redención
JT = Joyas de los Testimonios Tomos 1 hasta 3
LMG = La Maravillosa Gracia (Meditación Matinal 1974)
M1888 = Material de 1888, Volúmenes 1 hasta 4
Mar = Maranata (Meditación Matinal 1976)
MB = El Ministerio de Bondad
MC = El Ministerio de Curación
MCP = Mente, Carácter y Personalidad, Volúmenes 1 y 2
MJ = Mensajes para los Jóvenes
ML = Manuscritos Liberados, Volúmenes 1 hasta 21
MM = Ministerio Médico
MP = Ministerio Pastoral
MS = Mensajes Selectos Tomos 1 hasta 3
MVH = Mi Vida Hoy (Meditación Matinal 1989)
NB = Notas Biográficas de Ellen White
NEV = Nuestra Elevada Vocación (Meditación Matinal 1962)
OE = Obreros Evangélicos
ON = Orientación del Niño
PE = Primeros Escritos
PP = Patriarcas y Profetas
PR = Profetas y Reyes
PVGM = Palabras de Vida del Gran Maestro
RJ = Reflejando a Jesús (Meditación Matinal 1986)
RH = Review and Herald (Revista y Heraldo)
RP = Recibiréis Poder (Meditación Matinal 1995)
San = Santificación
SSJ = Ser Semejantes a Jesús (2005)
SC = Servicio Cristiano
ST = Signs of the Times (Señales de los Tiempos)
T = Testimonios en inglés, Volúmenes 1 hasta 9
Te = La Temperancia
TM = Testimonios para Ministros
_______________________________________________________________________
____________
1976 = Maranata
1980 = Cada Día con Dios
1983 = Alza Tus Ojos
1986 = Reflejemos a Jesús
1988 = Exaltad a Jesús
1989 = Mi Vida Hoy
1991 = Dios Nos Cuida
1995 = Recibiréis Poder
1999 = Cristo Triunfante
2005 = Ser Semejante a Jesús
Esta compilación fue extraída del libro “¿Qué Haré Para Heredar la Vida Eterna?” de
Margaret Davis, la esposa del pastor Thomas A. Davis.
www.eme1888.cl; [email protected]