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Quién Dice La Gente Que Soy Yo 2023

El documento discute diferentes perspectivas sobre la identidad de Jesús. La "fe tranquila" lo ve como el Cristo dogmático, mientras que los estudios históricos críticos distinguen entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Los evangelios son interpretaciones teológicas más que biografías, y cada uno enfatiza aspectos diferentes de Jesús. Por lo tanto, no es posible escribir una biografía histórica pura de Jesús, solo se pueden obtener algunos hechos sobre él.

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Quién Dice La Gente Que Soy Yo 2023

El documento discute diferentes perspectivas sobre la identidad de Jesús. La "fe tranquila" lo ve como el Cristo dogmático, mientras que los estudios históricos críticos distinguen entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Los evangelios son interpretaciones teológicas más que biografías, y cada uno enfatiza aspectos diferentes de Jesús. Por lo tanto, no es posible escribir una biografía histórica pura de Jesús, solo se pueden obtener algunos hechos sobre él.

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¿QUIÉN DICE LA GENTE QUE SOY YO?

1. La respuesta de la fe tranquila

Para la fe tranquila, la respuesta es evidente: Jesús de Nazaret es el Cristo, el Hijo primogénito y


eterno de Dios, enviado como hombre para liberarnos de nuestros pecados; en él se cumplieron
todas las profecías que fueron hechas a nuestros padres; él llevó a cabo un plan divino
preexistente; su amarga muerte en la cruz formaba parte de ese plan; él cumplió hasta la muerte,
con fidelidad, la voluntad del Padre; habiendo muerto, resucitó y, de este modo, evidenció el
fundamento y la veracidad de su pretensión de ser Hijo del hombre, Hijo de Dios y Mesías. En
este sentido, el cristiano “normal y corriente” queda tranquilo y seguro, porque lo anterior
constituye el mensaje del que da testimonio el Nuevo Testamento. En esta respuesta no existe la
menor preocupación por diferenciar entre lo que es un hecho histórico y lo que es interpretación
de ese hecho. Tanto el contenido como la forma del mensaje son afirmados, indistintamente,
como inspiración del Espíritu Santo, como algo que está consignado en las Escrituras inspiradas
por Dios. Es la figura del Cristo dogmático.
2. Las respuestas de la era del criticismo
Pero resulta que hacia el siglo XVIII hizo su aparición la razón crítica. El hombre comenzó a
cuestionar los modelos de interpretación social y religiosa. Los estudios históricos realizados
sobre la base de una seria investigación de las fuentes ponían al descubierto los mitos y las
ideologías dominantes. Y esa investigación, en seguida descubrió que los evangelios no son
biografías históricas de Jesús, sino testimonios de la fe, frutos de la predicación y la piadosa
reflexión de las comunidades primitivas.
Los evangelios son, ante todo, una interpretación teológica de unos hechos acaecidos, más que
una descripción objetiva y neutral de lo que históricamente fue Jesús de Nazaret. Este
descubrimiento actuó como un reguero de pólvora que, poco a poco, hizo que se propagara un
incendio que aún hoy no se ha extinguido del todo. Las reacciones fueron múltiples y hasta
contrapuestas. La cuestión se replantea en los siguientes términos: hemos de intentar dar con el
Jesús histórico que está en la base y en la raíz del Cristo dogmático. a) ¿Cómo sabemos que
Jesús existió?
La primera respuesta de carácter extremista se produjo a finales del siglo XVIII. Así como la “fe
tranquila” lo afirmaba todo como histórico, ahora se negaba todo: Cristo no existió nunca; era un
mito creado por un pueblo ansioso de liberación, lo cual es un fenómeno que puede observarse en
todas las religiones. Tal vez pudiera incluso afirmarse que Jesucristo fuera solo una proyección
creada por un movimiento social de pobres y esclavos en el proceso de concientización de su
situación y en su marcha hacia la liberación social.
Sin embargo, esta postura no tardó en desacreditarse. Como muy bien decía Bultmann, “la duda
acerca de la existencia real de Jesús carece de fundamento y no merece réplica alguna. Es
perfectamente evidente que Jesús, como autor del mismo, está detrás de todo ese movimiento
histórico cuya primera fase tangible la encontramos en la primitiva comunidad palestina”. Los
evangelios son interpretaciones, sí; pero interpretaciones de unos hechos realmente acaecidos.
Por supuesto que el problema se puede plantear siempre, no sólo con respecto a Jesús, sino
también con relación a Buda, César Augusto o Carlomagno. Haciendo uso del método que
determinados autores aplicaron a Cristo, puede incluso probarse que no existió Napoleón, como
sucedió con el historiador R. Whateley (1787-1863), contemporáneo del propio emperador
francés.

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b) No hay ni puede haber una biografía de Jesús
Poniendo en duda el Cristo dogmático afirmado por la “fe tranquila”, se hizo el intento, mediante
los métodos e instrumentos de la moderna historiografía científica, de trazar una verdadera
imagen de Jesús de Nazaret, dejando de lado los dogmas y las interpretaciones de la fe. La
preocupación de los historiadores y teólogos racionalistas consistía en acceder a Jesús, tal como
era cuando aún no había sido interpretado como Cristo e Hijo de Dios, ni se le había vinculado al
culto y a la dogmática. El Cristo de la fe había de ser distinguido del Jesús histórico. Los teólogos
escribieron centenares de vidas de Jesús, distinguiendo y suprimiendo determinados textos y
escenas de los evangelios que ellos consideraban como no históricos o como interpretaciones
dogmáticas de las primeras comunidades.
Es prácticamente imposible escribir una biografía de Jesús en la que no existan lagunas, trazando
su personalidad a partir únicamente de sus palabras, actos y comportamientos y de las grandes
tendencias y corrientes de su época. Los evangelios proporcionan al historiador crítico un cúmulo
de tradiciones, a veces mutuamente aisladas y apenas vinculadas externamente, porque son
testimonios de la fe expresados en el culto, o resúmenes de predicaciones realizadas para el gran
público, principalmente de los gentiles.
El problema es aún más grave cuando, a partir de los textos del Nuevo Testamento, pretendemos
analizar la conciencia histórica de Jesús: ¿Se consideró a sí mismo como Mesías e Hijo de Dios?
¿Se anunció a sí mismo como el Hijo del Hombre que había de venir en breve sobre las nubes del
cielo? Hasta hoy, la investigación puramente histórica no ha sido capaz de darnos una respuesta
segura. Por otra parte, entra aquí en juego otro factor que iremos desarrollando más adelante. Se
trata del llamado “círculo hermenéutico”. ¿Podemos reconstruir la historia sin, al mismo tiempo,
interpretarla?
El historiador aborda el objeto de su interés con los ojos de su propia época, con los intereses
dictados por el concepto que su tiempo y él mismo poseen acerca de la ciencia. Por eso, toda la
vida de Jesús habrá de ser necesariamente un pedazo de la vida del propio biógrafo. Siempre
existirá el elemento de la interpretación. Es un círculo del que nadie puede salir. Y esto se
manifiesta en los propios evangelistas. Para Marcos (que escribió entre los años 65 y 69), Jesús
es, ante todo, el Mesías-Cristo escondido y el gran liberador que desdemoniza la tierra allá donde
acude. Por eso, más que referir palabras y parábolas de Jesús, lo que Marcos relata son sus actos
y milagros. Jesús es el triunfador cósmico sobre la muerte y el demonio, que libera la tierra de los
poderes alienantes y la introduce en la paz divina. Y, a pesar de todo, se niega a revelarse
explícita y públicamente como el Mesías.
Mateo, que escribe para los judeo-cristianos y los griegos de Siria (hacia los años 85-90), ve en
Jesús al Mesías-Cristo profetizado y esperado, al nuevo Moisés que, en lugar de traer una ley más
perfeccionada y un fariseísmo aún más riguroso, lo que trajo fue un nuevo evangelio. Jesús es
Aquél que muestra mejor que nadie, y de un modo definitivo, cuál es la voluntad de Dios, dónde
descubrirla y cómo ponerla por obra.
Para Lucas, el evangelista de los gentiles y de los griegos (hacia los años 85-90), Jesús es el
liberador de los pobres, de los enfermos, los pecadores y los marginados, tanto social como
religiosamente. Es el Hombre revelado, y a un tiempo Hijo de Dios, que reveló la condición filial
de todos los hombres y mujeres. Y siguiendo el ejemplo de Cristo, el ser humano se sabe
radicalmente transformado y situado dentro del Reino de Dios.
Para el evangelio de Juan (que escribió entre los años 90-100), Jesús es el Hijo eterno de Dios, el
Logos que planta su tienda entre los hombres y mujeres con el fin de ser para ellos camino,
verdad, vida, pan y agua viva. La figura de Jesús que brota del evangelio de Juan es una figura

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transcendente que siempre se mueve en la esfera de lo divino. Pero es única y exclusivamente
Juan, el teólogo, para quien los hechos están en función de una teología. El Jesús de Juan es ya,
de un modo pleno, el Cristo de la fe.
Pablo, que no conoció al Jesús histórico, anuncia sobre todo, al Cristo resucitado por la fe, como
el modelo de la nueva humanidad, los nuevos cielos y la nueva tierra presentes ya en este mundo;
como el único mediador y salvador de la historia entera. El autor de las cartas a los Colosenses y
a los Efesios (un discípulo de Pablo, evidentemente), para responder a la pregunta: ¿cuál es la
función de Cristo en la redención del cosmos? se refiere a Él, como “cabeza de todas las cosas”
(Ef 1,10), o “polo centralizador en el que todo tiene su existencia y consistencia” (Col 1,16-20).
Como puede apreciarse en estas breves indicaciones, cada autor, dentro de sus propias
preocupaciones pastorales, teológicas, o de la propia vida, intenta responder a su modo a la
pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Y cada uno de los autores sagrados ve con sus
propios ojos a un solo y mismo Jesús. Con ese material que ha llegado a nosotros a través del
Nuevo Testamento no podemos, pues, elaborar una biografía de Jesús, histórica y científicamente
pura.
c)El Jesús histórico y el Cristo de la fe
El teólogo protestante Rudolf Bultmann, dijo que hemos de renunciar definitivamente a la
búsqueda del Jesús histórico y tratar de concentrarnos solo en el Cristo de la fe. Es cierto que el
método histórico-crítico nos ha suministrado ciertas informaciones fidedignas acerca del Jesús
histórico; pero esas informaciones no nos permiten reconstruir una biografía; además,
Jesús no es un cristiano, sino un judío; y su historia no pertenece a la historia del cristianismo,
sino a la del judaísmo. Lo único que se podría tomar como histórico, es la figura de un profeta
judío portador de un mensaje que constituye la radicalización de la fe del Antiguo Testamento.
Pero esto no tendría mucha importancia para la fe.
Entonces, según Bultmann, la tarea de la teología no ha de consistir en malgastar tiempo en la
búsqueda de un Jesús histórico al que no es posible encontrar, sino que ha de reducirse a
interpretar y traducir al lenguaje de hoy la predicación apostólica que anunciaba a Jesús como
Cristo, Salvador, hijo del Hombre e Hijo de Dios. Por lo tanto, a la fe únicamente le interesa
saber que Jesús existió. Lo que realmente aconteció, la historicidad objetiva, carece de interés.
Como puede apreciarse, Bultmann se va hacia el otro extremo. Los teólogos e historiadores, en su
búsqueda del Jesús de la historia, dejaron de lado al Cristo de la fe y las interpretaciones
dogmáticas. Bultmann, en cambio, busca únicamente al Cristo de la fe, dejando de lado al Jesús
histórico.
3. La vuelta al Jesús histórico. Jesulogía y Cristología
Actualmente, el interés principal consiste en subrayar la unidad existente entre el Jesús histórico y
el Cristo de la fe. Sin embargo, el retorno a la búsqueda del Jesús histórico es un retorno crítico. A
todos resulta evidente que jamás podrá escribirse una biografía de Jesús. No obstante, a pesar que
los evangelios tienen un carácter cristológico, interpretativo y confesional, éstos proyectan una
figura de Jesús de extraordinaria espontaneidad y originalidad, una figura inconfundible y no
intercambiable.
4. Jesucristo: Rostro humano de Dios y Rostro divino del hombre
1. La visión del profeta Daniel (Dn 7,13-14) es el punto final de una larguísima tradición
bíblica, que se inicia justamente con la narración de la creación del hombre. El hombre ha sido
creado para ser el que domina la tierra (Gn 1,28). El hombre debe ser vértice de la creación, debe
ser el Señor, dependiente naturalmente del Gran Señor.

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2. Cristo con su muerte y resurrección ha sido constituido Señor de todas las cosas. Es en Él
que se realiza todo el designio de Dios. Él es Omega, el punto culminante de la historia humana y
de la Historia de la Salvación. Es La Palabra definitiva de Dios.
3. Pero, Dios a través del Hijo ha hecho también el mundo (Hb 1,2). Para poder ser el
Omega, el punto culminante de la historia, Cristo tenía que ser el Alfa, el punto inicial de todo, el
Hijo Eterno, pre-existente, la Palabra primordial, por medio de la cual Cristo ha creado el mundo.
Ahora reconocemos que esa Palabra creadora es una persona divina, Cristo, hecho rostro humano,
Hijo de Dios y hermano nuestro.
4. No nos olvidemos que la gloria personal de Jesucristo ha revelado plenamente su gloria
preexistente. Jn 3,13: “Ninguno jamás ha subido al cielo sino aquel que ha bajado del cielo”.
Ninguno puede enaltecerse a la altura de Dios sino quien ha estado desde el inicio a la misma
altura. 5. Dios jamás ha dicho a un ángel “tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado”. Lo ha dicho a
Cristo. ¿Cuándo? La liturgia lo aplica a Navidad, pero la Carta a los Hebreos y S. Pablo (AT
13,33) lo aplican a la resurrección de Cristo. En la resurrección de Cristo, Dios ha dicho a Cristo:
“Tú eres mi Hijo”. En cuanto persona es claro que Cristo siempre ha sido Hijo de Dios (Heb 1,3),
pero su naturaleza humana no tiene de inmediato la gloria filial, porque el Hijo de Dios tomó la
condición de esclavo (Fil 2,7). Había tomado una condición humilde, no gloriosa. Después de la
pasión en la Resurrección, Cristo ha obtenido la gloria filial también para su naturaleza humana.
Este es el motivo de alegría y de orgullo espiritual. Jesús ha sido proclamado Hijo de Dios en su
naturaleza humana y por eso es que podemos estar llenos de confianza y seguridad.
6. Aquí está la raíz de la proclamación: Jesucristo, rostro humano de Dios y Jesucristo, rostro
divino del hombre. Aquí está la raíz de todos nuestros esfuerzos que debemos desplegar para
trabajar por el ser humano, por su dignidad, sus derechos, especialmente de los más humildes y
necesitados; por sus valores y virtudes, por su vida, su existencia, para que alcance la gracia y
viva en ella.
A partir del conjunto de estas dos dimensiones, la humana y la divina, se entiende mejor el por
qué del valor inviolable del hombre: él posee una vocación eterna y está llamado a compartir el
amor trinitario del Dios vivo.
Este valor se aplica indistintamente a todos. Sólo por el hecho de existir, cada hombre tiene que
ser plenamente respetado. Hay que excluir la introducción de criterios de discriminación de la
dignidad humana basados en el desarrollo biológico, psíquico, cultural o en el estado de salud del
individuo. En cada fase de la existencia del hombre, creado a imagen de Dios, se refleja, “el
rostro de su Hijo unigénito… Este amor ilimitado y casi incomprensible de Dios al hombre revela
hasta qué punto la persona humana es digna de ser amada por sí misma, independientemente de
cualquier otra consideración: inteligencia, belleza, salud, juventud, integridad, etc. En definitiva,
la vida humana siempre es un bien, puesto que “es manifestación de Dios en el mundo, signo de
su presencia, resplandor de su gloria” (Evangelium vitae, 34).
7. Por eso el Papa Benedicto XVI, con mucha razón ha dicho en Aparecida: la opción
preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho
pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf.2 Co 8.9). (Discurso Inaugural de
S.S. Benedicto XVI, Aparecida, 13-05-07).
8. Jesucristo, es verdaderamente Dios con Dios y Jesucristo es hermano nuestro. El Salmo 8
dice:
“¿Qué cosa es el hombre para que tú te acuerdes de él?” (Sal. 8).
La vocación del hombre es la de ser el vértice de la creación. Dios dice al hombre de llenar la
tierra, de someterla, de dominarla. Todo debe ser sometido al hombre. Por eso la dignidad de la

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persona humana es el meollo de la Iglesia y deberá ser siempre nuestra preocupación. El libro de
la Sabiduría precisa el modo cómo se debe realizar este dominio del hombre sobre la tierra. “Que
gobierne el mundo con santidad y justicia y pronuncie juicios con ánimo recto”.
9. Jesús es el que está más unido a Dios porque es Dios, y es quien está más unido a nosotros
porque es hombre. Cristo es un Hermano que no se olvida de nosotros en su gloria porque su
gloria es justamente el fruto de su solidaridad con nosotros.
10. La gran pregunta es: ¿cómo hacer que resplandezca el rostro divino del hombre, en la historia
humana, en el hoy, cuando su dignidad, sus derechos fundamentales se ven pisoteados y
maltratados por una mentalidad muchas veces alejada de Dios y de la misma dignidad
humana?
11. ¿Cuál es el papel de la Iglesia, cuando el mismo Santo Padre nos dice que la Iglesia es
“abogada de la justicia y de los pobres?
El hombre, participando en el poder creador de Dios, está llamado a transformar la creación,
ordenando sus muchos recursos a favor de la dignidad y el bienestar integral de todos y cada uno
de los hombres, y a ser también el custodio de su valor e intrínseca belleza.
Pero la historia de la humanidad ha sido testigo de cómo el hombre ha abusado y sigue abusando
del poder y la capacidad que Dios le ha confiado, generando distintas formas de injusta
discriminación y opresión de los más débiles e indefensos. Los ataques diarios contra la vida
humana; la existencia de grandes zonas de pobreza en las que los hombres mueren de hambre y
enfermedades, excluidos de recursos de orden teórico y práctico que otros Países tienen a
disposición con sobreabundancia; un desarrollo tecnológico e industrial que está poniendo en
riesgo de colapso el ecosistema; la utilización de la investigación científica en el campo de la
física, la química y la biología con fines bélicos; las numerosas guerras que todavía hoy dividen
pueblos y culturas. Éstos son, por desgracia, sólo algunos signos elocuentes de cómo el hombre
puede hacer un mal uso de su capacidad y convertirse en el peor enemigo de sí mismo, perdiendo
la conciencia de su alta y específica vocación a ser un colaborador en la obra creadora de Dios.
12. El Nuevo Testamento dice que Cristo tiene autoridad, pero también es misericordioso y lleno
de compasión y deseoso de ayudarnos… En nuestro ministerio debemos necesariamente unir
no sólo autoridad sino misericordia, no sólo autoridad sino comprensión, porque así es el
sacerdocio de Cristo.
13. La carta a los Hebreos presenta la misericordia de Cristo, como un sentimiento
profundamente lleno de humanidad: la compasión hacia sus semejantes adquirida con la
participación de su propio destino. No se trata pues de un sentimiento superficial de quien se
conmueve fácilmente, se trata de una capacidad adquirida a través de la experiencia personal
del sufrimiento.
14. El autor nos hace comprender que para poder compadecerse verdaderamente, es necesario
haber padecido personalmente. Es necesario haber pasado por las mismas pruebas, los
mismos sufrimientos de aquellos que se quiere ayudar.
15. Cristo sabe compadecerse porque ha estado probado en todo como nosotros menos en el
pecado. Desde su nacimiento ha conocido la pobreza, la exclusión, después ha conocido el
hambre, la sed, el cansancio, la contradicción, la hostilidad, la traición, la condena injusta, la
soledad, el abandono, la cruz. Ha adquirido así una capacidad extraordinaria de comprensión,
de compasión.
16. La misericordia de Dios se ha manifestado en el A.T. de muchos modos, pero le faltaba una
dimensión: la de ser expresada con un corazón humano y adquirida a través de la experiencia
dolorosa de la existencia humana.

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17. Cristo ha dado a la misericordia de Dios esta nueva dimensión que conmueve tanto y es tan
reconfortante para nosotros, pues nos llena de profunda esperanza.
18. Una simple formulación como: Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre,
puede parecer retórico, pero que no lo es: el contenido es profundamente divino y humano.

Sólo algunos ejemplos:


a) Mc 1,40: su corazón se conmovió frene al leproso y lo curó.
b) Mt 20,34: Jesús se conmueve frente a los ciegos que le gritaban; los curó.
c) Lc 7,13: El Señor se conmovió frente a la viuda de Naim, y le devolvió la vida al hijo único.
d) Mt 9,36: viendo la multitud se conmovió porque eran como ovejas sin pastor,

Jesús tiene diferentes reacciones:


Mc 6,34: se puso a enseñar
Mt 14,14: curó sus enfermos
Mt 15,32: Jesús mismo dice “Mi corazón se conmueve por esta multitud” y multiplica los panes.
Lc 10,33: El buen samaritano se conmueve.
Lc 15,20: El Padre que ve a su hijo volver se conmueve.

5. Conclusión
La autoridad y soberanía que Jesús manifestó frente a las tradiciones legales y la concepción
religiosa del Antiguo Testamento, superan con mucho lo que el más atrevido de los rabinos se
habría podido permitir. Jesús invade la esfera de lo divino y habla como quien está en lugar de
Dios. Ni siquiera el historiador más exigente puede dejar de reconocer que nos hallamos ante
alguien que excede las categorías humanas.
La continuidad entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe reside, pues, en el hecho de que la
comunidad primitiva haya expresado explícitamente lo que ya estaba contenido en las palabras,
exigencias, actitudes y comportamientos de Jesús. La primera comunidad denomina a Jesús
“Mesías”, “Hijo de Dios”, “Señor”, etc., para referirse a la autoridad, la soberanía y las
pretensiones que nacían del modo de ser de Jesús. Desde entonces comenzó a hablarse de
Jesulogía (cómo se entendía Jesús a sí mismo, según se desprende de sus palabras y actitudes) y
de Cristología (la posterior explicación dada por la comunidad). La Cristología consiste en hacer
patente aquello que se había manifestado en Jesús: su inmediatez con el mismo Dios.

Trabajo Practico

Leer el texto que antecede a estas preguntas

1. Hacer una breve encuesta, partiendo de esta pregunta de Jesús a sus discípulos: “¿Quién dice la
gente que soy yo?”. La encuesta solo servirá para el inciso b. Lo demás, deberá investigarlo en el
caso. a) Respuestas que se encuentran en los evangelios
La encuesta solo servirá para el inciso b. Lo demás, deberá investigarlo en otras fuentes, según
sea el caso.
a) Respuestas que se encuentran en los evangelios.

6
b) Respuestas que dan los hombres y mujeres de hoy.
¿Quién es Jesús?
a) Es un profeta más de Israel.
b) Es un líder religioso.
c) Es el hijo de Dios hecho hombre.
d) Una fantasía inventada por los apóstoles.
e) Un exaltado y revolucionario político.
c) Respuesta que doy yo (desarrollada)

2. Hacer una redacción, tratando de responder a esta pregunta: “¿Por qué se sigue hablando de
Jesús hoy”? (en otros textos que no sean teológicos o pastorales, como por ejemplo, el arte, la
poesía, la filosofía)

Responder con los textos enviados:

1- Explicar con su palabras la hebrea y griega del Hombre


2- ¿Qué nos dice La Tradición sobre la concepción antropológica?
3- Mencione y comente los aportes del Magisterio de la Iglesia con respecto a la naturaleza
del Hombre.
4- ¿Qué nos dice el Nuevo Testamento con respecto a El Hombre, Imagen de Dios?
5- Breve comentario de los Padres de la Iglesia sobre el tema (pág. 102-104)

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