La Constitución Política Del Perú

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

La Constitución Política del Perú

La Constitución Política del Perú es también conocida como la “Carta Magna”. Es la ley fundamental sobre la que
se rige el derecho, la justicia y las normas del país. Asimismo, determina la estructura y organización del Estado
peruano, sus poderes e instituciones políticas.
Como señalan en el Congreso de la República, de sus principios contenidos se desprenden todas las leyes que
rigen en nuestro país y por eso prima sobre toda ley, sus normas son inviolables y –sobre todo– de cumplimiento
obligatorio para todos los peruanos.
Actualmente se encuentra vigente la Constitución Política de 1993. Este documento fue aprobado mediante
referéndum en 1993, pero fue redactado por el Congreso Constituyente Democrático (CCD) convocado durante el
gobierno de Alberto Fujimori tras el autogolpe de Estado de 1992.
Fue promulgada el 29 de diciembre de 1993, pero entró en vigencia el 1 de enero de 1994, convirtiéndose en el
duodécimo texto constitucional que ha tenido nuestro país a lo largo de su historia republicana.
La Constitución Política del Perú establece una serie de deberes y derechos fundamentales. Resaltemos algunos:
Artículo 1. °
Defensa de la persona humana
La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y el Estado.
Artículo 2. °
Derechos fundamentales de la persona
Toda persona tiene derecho:
1. A la vida, a su identidad, a su integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar.
[…]
2. A la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión,
condición económica o de cualquier otra índole.
Artículo 44. °
Deberes del Estado
Son deberes primordiales del Estado: defender la soberanía nacional; garantizar la plena vigencia de los derechos
humanos; proteger a la población de las amenazas contra su seguridad; y promover el bienestar general que se
fundamenta en la justicia y en el desarrollo integral y equilibrado de la Nación.

Cultura de la legalidad en la democracia.

La creencia compartida de que cada persona tiene la responsabilidad individual de apoyar y fortalecer el
Estado de derecho. Una Cultura de la Legalidad existe cuando la mayoría de los ciudadanos y los líderes de
gobierno creen y actúan de acuerdo al Estado de Derecho, es decir a las normas vigentes y legítimas en una
sociedad. La cultura es la suma de creencias, costumbres, actitudes, valores y comportamientos
compartidos por una sociedad determinada.
Características de la Cultura de la Legalidad
Se caracteriza por las siguientes cuatro condiciones, sin las cuales no podemos hablar de ella
:
1. Se espera que la mayoría de las personas conozca y entienda las leyes, así como sus derechos y
obligaciones individuales. No es posible que una persona conozca todas las leyes que existen en un
país; sin embargo, cada ciudadano tiene la obligación de conocer las principales normas jurídicas
que está obligado a cumplir. En cada país, el documento jurídico más importante que rige el destino
de la sociedad es la Constitución.
2. La mayoría de las personas acepta y está dispuesta a cumplir la ley. En ocasiones, las leyes no
favorecen nuestros intereses personales, o en otras ocasiones nos marcan límites a lo que
quisiéramos hacer. A pesar de ello, somos conscientes de que tendrá mayores beneficios el cumplir
con la obligatoriedad legal. Incluso si creen que la ley es injusta, las personas aceptarán que no
deben ignorarla o desobedecerla, sino recurrir a los procedimientos legales para abrogarla
(derogarla o eliminarla) o bien, para modificarla. Las leyes son perfectibles y las instancias
respectivas (Congreso de la república) aprueban cada año nuevas leyes, al mismo tiempo que
modifican o adaptan las existentes.

3. 3. La mayoría de las personas rechaza el comportamiento ilegal. Las personas no solo cumplen con las leyes, sino
que esperan que los demás, sin importar su posición en la sociedad también las cumplan. La ley obliga a todos por
igual: a los gobernantes y a los gobernados, a los ricos y a los pobres, etc. Esto significa que dos principios son
esenciales para el cumplimiento de la ley: la uniformidad y la equidad. El principal comportamiento contrario a la
legalidad es la corrupción, de manera que promover la Cultura de la Legalidad comprende no sólo no cometer
actos corruptos, sino denunciar los actos ilícitos que deben ser sancionados.

4. La mayoría de las personas apoya a las instituciones gubernamentales encargadas de la procuración de justicia. La
justicia tiene que ser administrada y, en una sociedad, esta tarea le corresponde al sistema judicial. Cuando una
persona considera que se han afectado sus derechos, una instancia de justicia tendrá que confirmarlo, o bien, cuando
dos personas o instituciones entran en conflicto porque juzgan que tienen los mismos derechos es el sistema judicial el
que habrá de definir quién tiene la razón. Por este motivo las instancias de procuración de justicia tienen que tener
imparcialidad para juzgar los casos con la mayor objetividad y autonomía del poder, conforme a los criterios legales e
independientemente de los intereses políticos en juego.

¿Por qué en un régimen democrático son importantes las Instituciones Públicas?


Todas las personas tenemos las mismas necesidades, intereses y preferencias. Nuestros fines particulares suelen
depender de nuestras creencias y valores, que se han ido formando en nuestras interacciones a lo largo de nuestra
vida. Sin embargo, cuando nos detenemos a pensar sobre nuestra convivencia como integrantes de una
comunidad, empezamos a considerar cuáles son las obligaciones que debemos cumplir incondicionalmente si
queremos desarrollarnos en libertad. Por eso, las normas reflejan un acuerdo sobre los fines que comparten todos
y cada uno de los miembros de la sociedad.
Para garantizar el respeto a esas normas, en el marco de sociedades plurales —es decir, entre personas que tienen
muy diversos y particulares intereses—, se necesitan organismos públicos que velen por su cumplimiento, a los
cuales denominamos instituciones públicas. Estas conforman el Estado y se constituyen para representar el interés
general. Asimismo, se encargan de arbitrar y regular el comportamiento de los individuos y de las organizaciones
privadas, de modo tal que quede garantizado el respeto de las normas sociales de convivencia.
El Estado no es una institución, sino una red de instituciones u organismos que representan el interés general en
una sociedad democrática. En conjunto, estas instituciones procuran crear las condiciones para que los individuos
se realicen de acuerdo con sus intereses y sus capacidades. A la vez, las instituciones públicas buscan garantizar
que la sociedad sea un espacio de convivencia, basado en el respeto de la dignidad de las personas y de sus
diferencias.
En un régimen democrático, las instituciones públicas —conformantes de un Estado autónomo y soberano— se
constituyen en un sistema que garantiza el reconocimiento de los derechos ciudadanos. Su finalidad, y del Estado
en su conjunto, no es beneficiar a un actor privado en particular, sino que sus acciones deben tener como objetivo
el bien de la comunidad de ciudadanas y ciudadanos.
¿Podemos hablar de instituciones de la sociedad civil?

La sociedad civil es la esfera o el ámbito que comprende a todos los ciudadanos y las distintas formas de organizarse
que ellos desarrollan como parte de sus vidas, sean organizaciones religiosas, económicas o empresariales,
culturales, deportivas, políticas, académicas o educativas, e incluso las familias. Todas esas instituciones son parte
de la sociedad civil.
A diferencia del Estado, que es la esfera o el ámbito de las instituciones y autoridades que conducen o están a cargo
de la gestión de los asuntos públicos y del gobierno de un país, la sociedad civil es el ámbito donde los ciudadanos
deliberan en torno a temas de interés público. Por ejemplo, ciudadanos y organizaciones discuten sobre la
pertinencia de determinadas leyes e instituciones.
Mientras que las instituciones del Estado, que por mandato constitucional tienen como fin el interés general, las
organizaciones e instituciones de la sociedad civil establecen sus fines, siempre en el marco de la ley, de acuerdo
con aquello que sus integrantes definan como más conveniente para el grupo.
La sociedad civil está regida por las normas del Estado que los ciudadanos deben cumplir; pero como espacio plural
y de ejercicio de la libertad, cuenta con organizaciones e instituciones propias que tienen normas y prácticas
internas. Dichas organizaciones e instituciones son resultado de la libre asociación de los ciudadanos entre sí, en
busca de lograr determinados intereses individuales o colectivos. Algunas organizaciones de la sociedad civil son,
por ejemplo, las Iglesias, las juntas vecinales, los partidos políticos, las ONG y las asociaciones de padres de familia.
El derecho de los ciudadanos a participar en los asuntos públicos es reconocido por el artículo 31 de la Constitución
Política del Perú, y el derecho a la participación ciudadana es precisado y detallado por la Ley 26300, Ley de los
Derechos de Participación y Control Ciudadanos. Los artículos 2 y 3 de dicha ley reconocen
los mecanismos de participación y de control, respectivamente, a los que tienen derecho los ciudadanos peruanos.
Si la jurisdicción de un grupo de normas o instituciones (es decir, el espacio territorial en el que es válida su
autoridad) abarca una única sociedad, se dice que estas son “nacionales”. En cambio, si la jurisdicción de aquellas
abarca los territorios de dos o más Estados, se dice que son “internacionales”. Este último es el caso de instituciones
como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con
sus respectivos tratados y disposiciones.

¿Cómo afecta la corrupción a las instituciones?

La corrupción es el uso del poder conferido por la función pública a una persona o grupo de personas para perpetrar
acciones en favor de intereses particulares. Este uso distorsionado de la función pública puede ser resultado de la
influencia de terceros sobre los funcionarios involucrados, o derivar de la propia iniciativa de servidores públicos
que usan su cargo para beneficiar intereses particulares. Pues bien, la corrupción atenta contra el principio
constitucional de igualdad ante la ley, ya que se utiliza al Estado mediante sus poderes Ejecutivo, Legislativo o
Judicial para beneficiar intereses particulares. Por ello, la corrupción es un ataque a la convivencia democrática y
a las instituciones que la sustentan.
Si dejamos que la corrupción pase de ser una práctica esporádica y aislada a una práctica endémica, es decir,
inherente a un Estado y una sociedad, estaremos dejando que los funcionarios deshonestos conviertan a las
instituciones públicas en organismos que actuarán sistemáticamente contra el sentido que la Constitución y la
soberanía popular les otorgan.
Si se normalizan estos actos, la corrupción se volverá una práctica socialmente aceptada, sin medir sus
consecuencias para la colectividad.
La corrupción atenta contra nuestra confianza en las instituciones del Estado. los ciudadanos, más tarde o más
temprano, dejan de creer que el Estado los representa. Finalmente, podrían recelar de la propia democracia y
hasta dudar del sentido que tiene elegir a quienes nos gobiernan.

También podría gustarte