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Paisajes Sonoros Del Retorno

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PAISAJES SONOROS DEL RETORNO

Palma de aceite, despojo y culturas de paz


en el postconflicto colombiano

MARÍA DEL PILAR RAMÍREZ GRÖBLI


Nexos y Diferencias
Estudios de la Cultura de América Latina

58

E nfrentada a los desafíos de la globalización y a los acelerados procesos


de transformación de sus sociedades, pero con una creativa capacidad
de asimilación, sincretismo y mestizaje de la que sus múltiples expresiones
artísticas son su mejor prueba, los estudios culturales sobre América Latina
necesitan de renovadas aproximaciones críticas. Una renovación capaz de
superar las tradicionales dicotomías con que se representan los paradigmas
del continente: civilización-barbarie, campo-ciudad, centro-periferia y las
más recientes que oponen norte-sur y el discurso hegemónico al subordinado.
La realidad cultural latinoamericana más compleja, polimorfa, integrada
por identidades múltiples en constante mutación e inevitablemente abiertas
a los nuevos imaginarios planetarios y a los procesos interculturales que
conllevan, invita a proponer nuevos espacios de mediación crítica. Espacios de
mediación que, sin olvidar los nexos que histórica y culturalmente han unido
las naciones entre sí, tengan en cuenta la diversidad que las diferencia y que
existe en el propio seno de sus sociedades multiculturales y de sus originales
reductos identitarios, no siempre debidamente reconocidos y protegidos.
La colección Nexos y Diferencias se propone, a través de la publicación de
estudios sobre los aspectos más polémicos y apasionantes de este ineludible
debate, contribuir a la apertura de nuevas fronteras críticas en el campo de la
cultura de América Latina.

Directores
Fernando Aínsa (Zaragoza); Marco Thomas Bosshard (Europa-Universität
Flensburg); Oswaldo Estrada (The University of North Carolina at Chapel Hill);
Luis Duno Gottberg (Rice University, Houston); Margo Glantz (Universidad
Nacional Autónoma de México); Beatriz González-Stephan (Rice University,
Houston); Gustavo Guerrero (Université de Cergy-Pontoise); Jesús Martín-Barbero
(Bogotá); Andrea Pagni (Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-Nürnberg);
Mary Louise Pratt (New York University); Friedhelm Schmidt-Welle (Ibero-
Amerikanisches Institut, Berlin)
PAISAJES SONOROS
DEL RETORNO
Palma de aceite, despojo y culturas de paz
en el postconflicto colombiano

MARÍA DEL PILAR RAMÍREZ GRÖBLI

Iberoamericana  Vervuert  2020


Publiziert mit Unterstützung des Schweizerischen Nationalfonds zur Förderung der
wissenschaftlichen Forschung.

Publicado con la ayuda del Fondo Nacional Suizo para la Investigación Científica.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-


No Comercial-Sin Obra Derivada 4.0 Internacional. Para más
información consulte https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/.

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mación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares,
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[email protected]
www.iberoamericana-vervuert.es

ISBN 978-84-9192-104-2 (Iberoamericana)


ISBN 978-3-96456-904-2 (Vervuert)
ISBN 978-3-96456-905-9 (e-book)

DOI: https://doi.org/10.31819/9783964569059

Diseño de cubierta: Rubén Salgueiros


Depósito legal: M-13362-2020

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Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro


Impreso en España
Hoy es su canto un azadón
que le abre surcos al vivir,
a la justicia en su raíz
y a los raudales de su voz.
En su divina comprensión
luces brotaban del cantor
Violeta Parra,
“Cantores que reflexionan”

Cuando los libros están de veras vivos, respiran; y uno se


los pone al oído y les siente la respiración y sus palabras son
contagiosas, peligrosamente, cariñosamente contagiosas...
Eduardo Galeano
Dedicado a quien es la más pura expresión del amor,
la ternura y la razón: a mi madre, Soledad Leuro, ¡mi solecito!

A Héctor Miguel, mi hermano y entrañable amigo

A Natalia, Samuel y Sebastian, mis hijos,


que son la más hermosa prolongación de mi existencia

A Roland mi esposo y compañero,


con quien “codo a codo somos mucho más que dos”
Índice

Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Índice de ilustraciones y tablas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

Primera parte

Capítulo i. Industria palmera, postconflicto y culturas de convivencia 33


Capítulo ii. Cultura, conflicto y medio ambiente: aproximaciones . . 63
Capítulo iii. El arte musical en el conflicto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
Capítulo iv. Marco contextual. Agrocombustibles, conflicto y tierra . . 159

Segunda parte

Capítulo v. Casos de estudio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199


Capítulo vi. Manejo del conflicto. Acciones comunitarias,
convivencia y construcción de paz. Análisis comparativo . . . . . . . 259
Capítulo vii. Representación en la lírica musical: contenidos
y dinámicas del conflicto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331
Capítulo viii. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 367
Discografía y bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377

Anexo. Corpus de cantos recopilados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 403


Agradecimientos

Gracias a los contactos que me proporcionó Stefan Suhner, del Grupo


de Trabajo Suiza Colombia (ASK, por sus siglas en alemán), pude po-
nerme en comunicación, desde Suiza, con la organización Pensamien-
to y Acción Social. Luego, al llegar a Colombia, he logrado establecer
vínculos también con la Comisión Eclesial de Justicia y Paz. Gracias a
la valiosa colaboración y guía de personas muy comprometidas, como
Alexandra Loaiza, de la organización Pensamiento y Acción Social, y
Abilio Peña, de la Comisión Eclesial, entre otras, pude llegar hasta las
zonas en combate abierto. Agradezco a los miembros de la Zona de
Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra por haber compartido
conmigo sus proyectos y obsequiarme el CD fruto de su trabajo musi-
cal. Mis agradecimientos también para Ariel Castillo, por contactarme
con otros cantores del Caribe. A mi estimado colega José Manuel Ca-
macho, por sus valiosos comentarios y su apoyo para que este proyecto
se hiciera realidad. Agradezco de igual manera al profesor José Manuel
López de Abiada los enriquecedores diálogos respecto al contenido de
este libro. A Mercedes Jaramillo, por la lectura del texto preliminar, su
aporte y contribución. Mis agradecimientos también a Mario Rodrí-
guez, quien desde los inicios de mi investigación doctoral fue un valio-
so interlocutor que le ha proporcionado luz a este proyecto. Agradezco
muy cariñosamente a Cristina Carmona Egler su dedicación y trabajo
en la revisión textual y a Esmeralda Mora, gran amiga, sus cuidadosos
y detallados aportes en la corrección del texto. Agradezco muy espe-
cialmente a Ladys Margarita Rúa, mi cuñada, quien ha colaborado
también con diligencia y dedicación para realizar el trabajo de edición
del manuscrito original.
Mis más profundos agradecimientos para las personas de las co-
munidades Las Pavas, El Garzal y las zonas humanitarias, quienes me
permitieron conocer sus mundos y mirar con otros ojos aquellas reali-
dades, hasta entonces desconocidas para mí. Les agradezco por haber
compartido conmigo, con tanta cercanía, sus composiciones musica-
les, sus historias de vida y sus historias comunitarias. Para todos y cada
uno de ellos y para muchas otras comunidades que están en la misma
situación, expreso mi entera admiración por la valentía que los carac-
teriza y porque con su compromiso llevan procesos de construcción
de paz ejemplares, no solo para otras comunidades en Colombia, sino
para muchas comunidades del Sur Global que se ven sometidas al des-
plazamiento forzado de sus territorios a causa de los monocultivos de
palma de aceite, la extracción y otras formas de usurpación de tierras.
Índice de ilustraciones
y cuadros

1. Las ZIDRES y el cultivo de palma de aceite ......................... 46


2. Dimensiones de observación para el análisis ......................... 113
3. Tipología del relato lírico en los cantos ................................ 142
4. Países con inversión en tierras de América Latina y el Caribe 170
5. Registro del área cultivada en hectáreas en América del Sur
y Centro América ................................................................ 173
6. Estructura de tenencia de la tierra en Colombia signos
de porcentaje ....................................................................... 182
7. Regiones palmeras de Colombia .......................................... 183
8. Producción de aceite de palma crudo por zonas ................... 184
9. Instrumentos de diagnóstico y análisis ................................. 201
10. Comunidad Las Pavas .......................................................... 202
11. Ubicación geográfica: comunidad Las Pavas ......................... 212
12. Cuerpos de agua de la región y los cultivos de palma............ 214
13. Mapa detallado de las características geográficas de Las Pavas 217
14. Cambuches fabricados por los miembros de ASOCAB .......... 221
15. Cartografía general del caso Las Pavas .................................. 223
16. Ubicación geográfica de la comunidad El Garzal.................. 230
17. Ubicación geográfica de las zonas humanitarias.................... 252
18. Roles de una misma causa: desplazamiento forzado
para producción de palma de aceite ..................................... 267
19. Relación de actores en el conflicto........................................ 277
20. Prospecto de casa para trabajadores de la industria palmera .. 283
21. Acciones comunitarias específicas en cada comunidad.......... 293
22. Zonas humanitarias ............................................................. 295
23. Circunstancias del retorno ................................................... 296
24. Reapropiación del espacio local ............................................ 303
25. La casa de la memoria .......................................................... 307
26. Reterritorialización ASOCAB .............................................. 308
27. Habilitar las tierras: permanencia y resistencia...................... 310
28. Distribución de una finca campesina en El Garzal ............... 311
29. Zonas de reserva campesina ................................................. 323
30. Temas transversales en los cantos.......................................... 338
31. Resignificación del actor: las palmeras .................................. 354
32. Resignificación del Estado.................................................... 356
33. Resignificación del concepto campesino-campesinado ......... 361
Introducción

Escuchar cantos y cuentos ha despertado en mí un particular interés


desde muy temprana edad. Esa profunda afinidad con la música y con
la literatura oral fue el motivo primero que me impulsó a emprender
este proyecto de investigación. De forma paralela, la constante inquie-
tud sobre el fenómeno de desplazamiento forzado que había convertido
a Colombia en un país marcado por el destierro ocupaba recurrente-
mente mis reflexiones y cuestionamientos sobre esa temática. Por coin-
cidencia, o tal vez “porque así lo quiso el destino”, empecé a adentrarme
en el territorio de la oralidad y a escuchar con trémulo asombro cantos
y cuentos que relataban despojos y desplazamientos forzados. Ese fue
mi primer acercamiento a las líricas campesinas, en las que descubrí que
las voces que escuchaba provenían no solo de individuos, hombres y
mujeres, sino de colectividades, quienes a través de esas melodías canta-
ban y contaban sus experiencias del destierro. Es admirable y fascinante
confirmar que la producción oral en Colombia, así como en muchos
otros países latinoamericanos, es abundante, rica y espléndidamente va-
riada. La oralidad y la lírica musical son parte del acervo cultural, un
legado heterogéneo y diverso. Esas voces se han constituido en lugar
enunciativo desde donde se recuperan diversas memorias: históricas,
campesinas, étnicas, ecológicas, entre muchas otras. De manera simul-
tánea, es a través del ámbito de la oralidad en donde se sistematizan
procesos comunitarios y colectivos sobre la construcción de paz, incluso
en medio de los desafiantes escenarios de confrontación.
18 Paisajes sonoros

Si bien el fenómeno del desplazamiento forzado en Colombia se ha


exacerbado en la última década a lo largo y ancho de todo el país, lo
han experimentado con mayor dureza las poblaciones rurales. Los des-
plazamientos forzados están estrechamente relacionados con el ejercicio
del control y poder territoriales. No son solamente los actores arma-
dos, quienes tienen una responsabilidad ante las situaciones del despo-
jo, sino también las aparentes estrategias de desarrollo han acarreado
el desplazamiento forzado de algunas poblaciones rurales. El contexto
actual, la creciente extensión de monocultivos de palma de aceite, ha
transformado gran parte del paisaje agrícola en las diversas regiones y ha
incidido en el desarraigo de los asentamientos rurales. Si bien la migra-
ción interna forzada ha caracterizado parte de la dinámica sociopolítica
en la historia del país, sus causas son múltiples y han ido cambiando du-
rante las décadas del conflicto armado e imponiendo patrones de vio-
lencia que son sensiblemente distintos entre el espacio rural y el espacio
urbano. De acuerdo con Ana María Ibáñez (2008), los actores armados
han usado el desplazamiento forzado como una forma de violencia deli-
berada. En el contexto colombiano, tal desplazamiento es una estrategia
efectiva para ejercer el control y el dominio territoriales, usurpar activos
valiosos y explotar los recursos naturales. La otra estrategia es evitar la
resistencia civil, que es lo que viene sucediendo con mayor intensidad,
tras la firma del Acuerdo de Paz en 2016.
La literatura que documenta la dinámica, las causas y la intensidad
del desplazamiento es copiosa. Asimismo, las narrativas sobre los des-
plazados han sido y siguen siendo consignadas, en su gran mayoría, en
el universo ficcional. En la literatura escrita, personajes de diversa ín-
dole narran las experiencias del destierro; algunos títulos como El día
del odio (1952), de José Antonio Osorio, Los parientes de Ester (1978),
de Luis Fayad, u obras más recientes como La multitud errante (2003),
de Laura Restrepo, son producto de esta temática del desarraigo en
la literatura. Otros autores como Alfredo Molano, en obras como Si-
guiendo el corte: relatos de guerras y de tierras (1989), o Arturo Álape,
en Ciudad Bolívar: La hoguera de las ilusiones (1995), recurren a la lite-
ratura testimonial para dar voz a las víctimas de la violencia. Mientras
la producción escrita sobre el desplazamiento forzado como fenómeno
ha ganado gran despliegue, sea en el marco de análisis sociológico o
Introducción 19

político o en la creación ficcional, la literatura oral producida en los di-


versos contextos de la guerra ha quedado, en su mayoría, desatendida o
poco estudiada. Asimismo, se desconoce que esos relatos orales tema-
tizan no solo el desplazamiento forzado, sino que también contienen
imaginarios del retorno a los territorios.
Incontables son las historias que surgen, especialmente en los espa-
cios rurales, sobre las formas como el desplazamiento ha transformado
e impactado la cultura comunitaria y campesina. Una extensa variedad
de literatura oral, como el canto, la décima, los romances, las coplas,
la poesía popular, entre otras, ha sido la herramienta primera del relato
rural. Las comunidades que enfrentan el desplazamiento consignan
experiencias y saberes en la literatura oral, que por su fuerza e inme-
diatez ha prevalecido a la escritura. Estas formas de la literatura oral
proveen una visión de mundo en cuyos relatos no solo se muestran
las dinámicas internas de las poblaciones, sino que revelan historias
alternativas y, al mismo tiempo, subalternas. Además, la tradición oral
constituye un pilar para la comprensión de los significados sociales,
políticos y culturales que caracterizan el ambiente rural y campesino.
Las manifestaciones orales que surgen desde las poblaciones campesi-
nas recogen las cosmologías y los conceptos de espacialidad y tempo-
ralidad que han sido amenazados a causa de las confrontaciones. Por
ello, no solo se encuentran consignadas las escenas y circunstancias del
desplazamiento forzado, sino que se reconstruye la perspectiva futura
del retorno y se recupera la historia comunitaria, el pasado y el origen.
Ese es el caso de las composiciones inéditas que he recolectado
para este estudio, en las que a través del canto se narran los procesos
de desplazamiento forzado ocasionados por la industria de la palma
de aceite en Colombia durante las últimas dos décadas. Comunidades
de pescadores y campesinos de los litorales del Atlántico y del Pací-
fico le cantan al ayer, al hoy y al mañana; recuperan temporalidades
míticas que recrean en la melodía vallenata o en el rap —o en otros
ritmos— y reproducen en los cantos nuevos significados del habitante
rural, de la tierra y del territorio. Este análisis abarca el periodo a par-
tir de la segunda mitad de la década de los años 1990 hasta finales del
año 2018 y examina las acciones locales y comunitarias que inciden
en la transformación del conflicto, la construcción de espacios de paz
20 Paisajes sonoros

y la reafirmación de la subjetividad comunitaria. El análisis consta de


dos ejes: el primero investiga qué mecanismos y estrategias emplean
las poblaciones rurales para retornar a sus territorios de origen. El se-
gundo examina la dimensión política de la música en los procesos de
desplazamiento y retorno. Las comunidades de enfoque son Las Pavas
y El Garzal, de la zona del Caribe colombiano, y las comunidades
afrodescendientes de las zonas humanitarias1de la región del Pacífico.
Estas comunidades han experimentado consecuencias devastadoras,
en concreto, la usurpación de tierras destinadas a los monocultivos
de palma de aceite. Se trata de un análisis complementario que busca,
por un lado, explorar cómo se reconstruyen los procesos de desarraigo
y la representación de la historia comunitaria, y asimismo cómo se
plasman los significados culturales de la naturaleza, de la tierra y el
territorio en la producción oral y musical campesinas. Por otro lado,
examina qué respuestas y propuestas nacen en los ámbitos comunita-
rios y cómo gestionan las comunidades diversos recursos, culturales,
sociales y económicos, para hacer posibles los retornos. Estos dos ejes
integran una reflexión complementaria que es útil para poder visibili-
zar los procesos de retorno y lucha por el territorio que llevan a cabo
estas tres comunidades mencionadas. Estas reflexiones intentan ser un
aporte para la inclusión de las gestiones comunitarias en el contexto
actual del país y en la construcción de paz. La transformación hacia la
convivencia en el espacio rural exige la inclusión y el reconocimien-
to de las comunidades campesinas, sus saberes, sus conocimientos y

1. Las zonas humanitarias son espacios de reasentamiento poblacional en la región


del Pacífico colombiano. La organización Justicia y Paz, que acompaña el proceso
de esas comunidades, define las zonas Humanitarias y las zonas de biodiversidad
de la siguiente manera: “Las Zonas Humanitarias y las Zonas de Biodiversidad son
lugares específicos de protección de la vida en el territorio. Las Zonas Humanita-
rias son lugares perfectamente visibilizados y habitados por un grupo humano que
afirma sus derechos como población civil y cuyos miembros comparten libremen-
te un Proyecto de Vida para defenderse de la militarización y de la confrontación
armada. Las Zonas de Biodiversidad son áreas de protección y de recuperación
de ecosistemas de Territorios Colectivos o privados y de afirmación del derecho a
la alimentación de grupos familiares cuyos predios han sido arrasados o están en
riesgo de ser destruidos por agronegocios, obras de infraestructura, o explotación
de recursos naturales” (Bouley y Rueda 2009: 3).
Introducción 21

su ineludible participación en la toma de decisiones sobre los bienes


naturales.
En el proceso de selección de los casos a estudiar una condición im-
prescindible era que fueran exclusivamente comunidades rurales. Aun-
que también se encuentran procesos de migración forzada en las ciu-
dades, no se puede constatar que los procesos de retorno comunitarios
sean duraderos. Los procesos de dispersión y pérdida de la identidad
comunitaria fuera del hábitat lugareño impiden la cohesión colectiva
de las poblaciones. Otro criterio importante fue registrar las dinámicas
comunitarias en relación a los cultivos de palma. Por un lado, en la
región del Pacífico han venido ocurriendo diversos episodios de vio-
lencias y masacres, especialmente hacia la población afrodescendiente.
Este hecho se ha recrudecido en los primeros meses del año 2017 y,
con mayor intensidad, tras la entrada en vigencia del Acuerdo de Paz
firmado en el 2016.2 Los atropellos contra los afrocolombianos en el
paro de Buenaventura fueron una muestra más de esa situación. Ade-
más, existe aún un proceso legal en que se denuncia a empresarios
palmeros por ocupar territorios colectivos de las comunidades afroco-
lombianas. Por otro lado, en la zona del Atlántico se han incrementa-
do excesivamente los cultivos de la palma de aceite y existen diversos
procesos de resistencia local. Un tercer criterio —indispensable— era
examinar comunidades que hayan sido afectadas por los cultivos de
palma de aceite a larga escala. En este sentido, se consideraban varios
niveles de desterritorialización, que van desde la amenaza del despla-
zamiento y el desplazamiento de hecho hasta el retorno al territorio.
Estos tres criterios anteriores hubieran sido insuficientes para los pro-
pósitos de este estudio si no se hubiesen elegido comunidades que po-
seen material narrativo y/o musical relacionado con la problemática
de los monocultivos de aceite de palma, pues esta última condición es
absolutamente necesaria porque solo así es posible escudriñar a fondo
la reconstrucción y representación de las realidades sociales a través de
la creación lírica. En este estudio se opta por el uso del término ‘agro-

2. Para contextualizar la situación de los pueblos afrocolombianos en el Pacífico, se


puede consultar Melva (2016).
22 Paisajes sonoros

combustible’3 y no ‘biocombustible’, pues el prefijo ‘agro-’ se relaciona


con la actividad agrícola y su uso en la industria de carburantes.
Comparto con Adrián F. Freja de la Hoz, en su publicación La lite-
ratura oral en Colombia. Romances, coplas y décimas en el Pacífico y el Ca-
ribe colombianos (2015), que la literatura oral ha quedado al margen de
la historia colombiana. Las diferentes expresiones orales de los espacios
locales, especialmente aquellas de las zonas rurales, han sido desvirtua-
das de injusta manera. Como este autor afirma, “la noción de literatura
adoptada en las historias, teorías y críticas literarias en Colombia ha
estado mediada siempre por la tradición letrada” (Freja 2015: 13). Los
estudios académicos han dado primacía a la literatura escrita, olvidando
—deliberadamente— que existe un importante legado cultural presen-
te y preponderante en el terreno de la oralidad. Así es que gran parte de
las composiciones que emergen de los espacios rurales locales están aún
por ser exploradas e incluidas en la historia y en la construcción de la
nación colombiana pluriétnica y multicultural. La producción musical
de las comunidades campesinas —objeto de este estudio— no solo re-
vela historias inéditas de nuestro pasado colombiano, sino que contiene
huellas imprescindibles para conocer esa Colombia que ha estado au-
sente. Sin ser ajenas a los procesos de una globalización imperante, esas
manifestaciones líricas y musicales participan en la reestructuración y
en el intercambio de lenguajes que componen el conjunto semiótico de
los contextos lugareños del campo, en donde surgen.
En el proceso de transición hacia la convivencia pacífica que se
ha estado negociando en la sociedad colombiana, en especial, durante
los últimos cuatro años, se hace ineludible redescubrir la Colombia
rural. En consecuencia, es necesario dar voz a los habitantes del cam-
po, reconocerlos, comprender qué están reivindicando y cuáles son

3. El uso del prefijo ‘bio”’ se utiliza para indicar productos cuyo proceso de pro-
ducción se basa en métodos ecológicos. El material combustible, que en su gran
mayoría, proviene de productos agrícolas cultivados a gran escala a partir de la
materia prima vegetal no es acorde con los métodos de producción ecológica, por
lo tanto el uso del prefijo ‘bio’ es erróneo. Por agrocombustible se entiende, en
esta investigación, los productos agrícolas que han sido sembrados en extensiones
de monocultivos, especialmente de palma de aceite, y que están destinados a ser
utilizados para la producción de combustibles energéticos.
Introducción 23

sus valoraciones del territorio; en suma, conocer sus prácticas locales.


Si bien las historias de rupturas y desplazamientos, hasta ahora domi-
nantes en el universo de las literaturas en Colombia, nos acercan al
contexto del desarraigo, no siempre abordan la reconstrucción comu-
nitaria ni tematizan las acciones colectivas emprendidas para retornar
a los territorios. Por el contrario, en las composiciones musicales sí se
relatan esos anhelos y se convierten, justamente, en ese puente vehicu-
lar de transición y comunicación social. La producción oral y musical
induce a desenmarañar no solo conceptos, sino también afectos vincu-
lados con la construcción cultural colectiva en la ruralidad. Asimismo,
incitan a develar conocimientos y saberes locales sobre la naturaleza y
la cultura rural. En este sentido, esos cantos inéditos que relatan las
vivencias colectivas, el desplazamiento forzado y la utopía del retor-
no —tanto en estas comunidades como en otras que no se incluyen
en este estudio— se convierten en signo y significado a la vez. Por un
lado, son signos porque están anclados dentro de un contexto general
en el cual su función estética es representar musicalmente la visión del
mundo de las comunidades. En este caso específico, la música vallena-
ta no cumple una función puramente representativa de una realidad
específica, sino que devela el sentir y lo que es emotivamente relevante
para la memoria cultural e histórica propia de ámbitos rurales, en este
caso, ruralidades de los litorales. Por otro lado, esas composiciones son
portadoras de nuevos significados, o significados modificados, ya que
la relación entre las composiciones y el mundo extra artístico configu-
ra un conjunto heterogéneo de sentido. Allí se conjuga la estructura
sonora no verbal con los textos líricos, reproduciendo así el mundo de
sentido que caracteriza a las poblaciones locales.
Óscar Hernández Salgar (2016) llama a esos conjuntos heterogé-
neos “ensamblajes multimodales”. Esta referencia conceptual es un va-
lioso aporte para situar el análisis musical, o, más específicamente, a las
prácticas sonoras dentro de un conjunto de lenguajes en cuya matriz
existe un campo de fuerzas y significados que se encuentran, y donde
el eje musical “como cualquier otro medio expresivo tiene la capacidad
de generar significados. Más aún tiene la capacidad de privilegiar unos
significados por encima de otros, y éste solo hecho la convierte en
instrumento político” (Hernández, 2016: 43)
24 Paisajes sonoros

Si aceptamos que el canto opera como instrumento para la acción


política local, es necesario comprender de qué manera la obra estética
musical guarda una relación con el contexto extra artístico y, por tanto,
cómo puede la música asumir una connotación política que modifique
o cuestione las formas de poder establecido. El presente análisis está
guiado a partir de ese interrogante y se propone indagar la dimensión
política de los cantos surgidos en el contexto comunitario que emer-
gen como reto a los impactos de la industria de palma de aceite en
Colombia; de igual manera, investiga qué significados privilegian esas
composiciones y cuáles inducen a acciones de empoderamiento de las
comunidades. Las hipótesis que plantea este estudio son por una parte,
que la música producida en los contextos rurales contemporáneos ca-
naliza la reconstrucción sociocultural colectiva y dota de nuevos signi-
ficados tanto a la cultura local como a la naturaleza del lugar. Y por la
otra, que la música de los entornos rurales recrea sensaciones y afectos
que se emparentan con acciones de reivindicación por el territorio y
tienen efectos en la distribución de las relaciones de poder con inci-
dencia social y política.
El vínculo entre las acciones políticas y las emociones ha sido espe-
cialmente estudiado en Colombia por Peter Wade, Ana María Ochoa
y Óscar Hernández. Si bien estos análisis constituyen meritorias con-
tribuciones para la comprensión del significado de lo musical en lo
político, mi propuesta aquí se orienta más hacia la necesidad de ex-
plorar cómo las prácticas sonoras y las manifestaciones orales nacidas
de y desde localidades rurales construyen epistemologías alternativas en
cuyos discursos se perfilan nuevas formas de participación política y de
empoderamiento. En este caso específico, esa participación, por una
parte, tiene que ver con la reivindicación de ontologías y significados
locales para relacionarse con la naturaleza, la comunidad y la sociedad
y, por otra, se cristaliza en el diseño de estrategias de gobernanza de la
tierra y el territorio desde el acervo comunitario.
Por tratarse de un estudio interdisciplinario, lo que se busca es
poder hacer uso de planteamientos de diferentes ámbitos. Respecto
a las proposiciones desde los estudios culturales, se toman aportes
de autores como Homi K. Bhabha, Jesús Martín Barbero, Eduard
Said y Stuart Hall, entre otros. Atendiendo a lo planteado por Stuart
Introducción 25

Hall y Mellino (2011)4 sobre la labor de los estudios culturales, en


específico, en lo que se refiere a la complejidad para comprender las
relaciones entre cultura y poder, este estudio opta intencionalmen-
te por no convertirse en un análisis mono-dimensional. Si bien las
teorías sobre conflicto armado y recursos naturales brindan algunos
aportes respecto a la duración del conflicto (Ross 2003) y a la par-
ticipación de los recursos en la financiación del conflicto (Collier y
Hoeffler 1998), carecen de elementos decisivos para explicar la rela-
ción entre desplazamiento forzado y recursos naturales, en este caso,
los monocultivos de aceite de palma en Colombia. Este análisis se
sustenta, particularmente, en los planteamientos sobre conflictos so-
cioambientales y retoma contribuciones significativas de la ecología
política, como, por ejemplo, las formas de valoración de la naturale-
za propuestas por Joan Martínez Alier, así como también los aportes
de Arturo Escobar respecto a la cultura ecológica y los significados
de lo local en contraposición a lo global. Se abordan de igual forma
los planteamientos sobre manejo y transformación de conflictos que
aporta John Paul Lederach; conceptos como “la genialidad artística”
y “la sanación social” (“the artist’s genius and the social healing”) am-
plían el análisis desde la perspectiva cultural. Este autor brinda un
marco de análisis fundamental para analizar la función de la creativi-
dad artística —musical— en la construcción de la paz.
Tal como viene sucediendo actualmente, en gran parte del hemis-
ferio sur, las plantaciones de larga escala imponen modelos de pro-
ducción que afectan las dinámicas de economía regional, inciden en
los patrones de organización social y transforman, abruptamente, las
culturas locales. Los monocultivos de aceite de palma han crecido de
manera exponencial, causando fuertes impactos en distintas regiones
tropicales en América Latina, Asia y África. Muchos estudios insisten
en que el aceite de palma tiene ventajas comparativas en términos de

4. Los estudios culturales, como señala Eduardo Restrepo (s. f.) no son “solo estu-
dios”, son algo más, porque están orientados hacia una acción transformadora
del mundo, es decir, se interrogan por el para qué y por ello no atienden solo a
planteamientos teóricos, sino que están articulados con las complejas realidades y
contextos.
26 Paisajes sonoros

rentabilidad y utilidad, lo que lo ha convertido en el aceite vegetal


usado en diversas industrias. Así, se puede encontrar como parte de los
ingredientes más usados a nivel mundial en la industria de alimentos,
como materia prima de la industria de cosméticos, como componente
importante en la industria de transporte y, pese a lo controvertido de
sus efectos medioambientales, sigue siendo promovido en la industria
energética para producir biodiésel: los llamados agrocombustibles. Las
grandes extensiones de tierra que demanda la producción de aceite
de palma a larga escala reproduce los sistemas de concentración de
tierra en pocas manos y, por sus características, se podría enmarcar
en lo que se conoce como fenómeno global de usurpación de tierras
(Haller et al. 2019). En este contexto, la palma de aceite que se pro-
duce en Colombia ha estado destinada específicamente para producir
biodiésel. Las políticas energéticas diseñadas por el gobierno colom-
biano, especialmente a partir del 2000, han apostado por camino de la
agroindustria. Por ser un cultivo de larga extensión, la palma de aceite
afecta sensiblemente la diversidad de cultivos locales y tradicionales, y
exacerba las proporciones asimétricas, ya existentes, en los patrones de
distribución agrícola. En Colombia, el monocultivo de palma de aceite
se ha promovido como programa gubernamental en varias administra-
ciones y, tras una historia de transformaciones como entidad, la Fede-
ración Nacional del Cultivadores de Palma de Aceite (FEDEPALMA)
se institucionalizó como gremio líder en el país. La implementación de
los cultivos se introdujo de forma sistémica con diferentes niveles de
intensidad en cuatro de las cinco regiones geográficas del país, como se
verá posteriormente. En el ámbito nacional, los efectos de los mono-
cultivos de palma de aceite se perciben en las dinámicas de producción
y de consumo que se derivan de la actividad agrícola. En términos lo-
cales se manifiestan en los impactos sociopolíticos, ambientales y eco-
nómicos que alteran la vida de muchas poblaciones rurales; en muchos
casos la producción de palma de aceite a larga escala guarda una rela-
ción directa con el desplazamiento forzado5 de las poblaciones, como
se tiene evidencia en Las Pavas y Maria Baja, departamento de Bolívar;

5. En otros sitios de América Latina la agroindustria se puede ver en plantaciones


extensas de caña de azúcar y de soja, entre otras.
Introducción 27

Cuencas del Curvaradó, departamento del Chocó; San Martin, de-


partamento del Cesar; Zona Bananera, departamento de Magdalena,
entre otros (Goebertus, 2008, Hurtado et al., 2017).
La expansión de cultivos agroindustriales de palma de aceite tanto
en Colombia como en otros países del Sur Global —en Asia: Mala-
sia, Indonesia y Tailandia; en África: Nigeria y Costa de Marfil; en
América Latina: Honduras, Costa Rica, Guatemala y Nicaragua, en-
tre otros— sigue abarcando vastas extensiones de tierra y generando
fuertes impactos en las prácticas de uso y distribución de la tierra y el
territorio.
Es preciso recalcar que las reflexiones de este análisis se apoyan en
procedimientos metodológicos de investigación cualitativa. Durante
mis visitas y mi estadía en los lugares donde habitan las comunidades
seleccionadas, pude recolectar gran parte del material de estudio. Se
llevó a cabo una estancia con los integrantes de las poblaciones, algo
cercano a lo que se denomina “una etnografía”. En el caso de las co-
munidades del litoral pacífico, he permanecido menos tiempo en la
región porque las condiciones de seguridad me lo impidieron debido
a la presencia de actores armados. Eso no quiere decir que las con-
versaciones y los intercambios con los habitantes hayan sido menos
intensos en esa zona, por el contrario, las entrevistas y gran parte de
los relatos que grabé fueron fruto de largas conversaciones durante las
caminatas por los senderos silvestres de las cuencas de Curvaradó y
Jiguamiandó. Se trataba de una caminata ecuménico-ecológica que fue
organizada por la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, y en la cual
yo pude participar como visitante. Fue una semana de recorridos por
varias de las zonas de la región y en la que participaron integrantes de
otras comunidades campesinas, afrocolombianas e indígenas, incluso
de diferentes zonas del país. También hubo presencia internacional, y
delegados de organizaciones de Canadá, España y Estados Unidos se
sumaron a las jornadas. En nuestro recorrido, paralelo a la verificación
de cultivos de palma, en territorios colectivos también observamos cul-
tivos de coca. No solo las visitas y las entrevistas con los campesinos o
con miembros de organizaciones de acompañamiento forman parte de
la estructura metodológica en que se sustenta esta reflexión, a ello se
suman la indagación en documentos elaborados por las comunidades,
28 Paisajes sonoros

textos redactados por las organizaciones de base y acompañamiento,


entrevistas con empleados del Ministerio de Agricultura en Bogotá,
entrevistas a miembros de la Embajada Suiza en Colombia, artículos
de prensa y documentos legales, especialmente en lo relacionado a la
titulación de tierras. El análisis hubiera sido sesgado si no se hubiera
tomado en cuenta al gremio FEDEPALMA, así que también se en-
trevistó a algunos empresarios palmeros. Realicé entrevistas con re-
presentantes de los directivos de ese gremio y consulté una cantidad
suficiente del material que publican para escudriñar a fondo cuál es la
narrativa que se construye desde esa otra perspectiva sobre la industria
de la palma de aceite. Si bien el empleo de datos cuantitativos puede
arrojar resultados novedosos, la complejidad que presentan los conflic-
tos sobre recursos naturales requiere investigaciones más exhaustivas,
por eso son necesarios estudios que indaguen acerca de la epistemolo-
gía que fundamenta la acción comunitaria y sus acciones en defensa de
los recursos naturales, especialmente en los países del Sur Global. En
este análisis se emplean algunos datos secundarios, extraídos de estu-
dios cuantitativos. Se utilizan especialmente cifras sobre los impactos
medibles relacionados con el fenómeno del desplazamiento forzado y
estadísticas sobre cultivos de palma.

El libro está compuesto de dos partes. En la primera se encuentran


los capítulos I al IV. En el capítulo I se introduce el contexto global
en el que se enmarca la producción de agrocombustibles provenientes
del agro. Aquí se hace una traslación a lo que está sucediendo en la
actualidad en los ambientes rurales en Colombia. En este sentido, se
hace un énfasis especial sobre los aportes que podría hacer este trabajo
en relación con el escenario de postconflicto que se ha empezado a
gestar en el ambiente nacional. En esa misma línea se hace referencia al
concepto del buen vivir, noción que caracteriza a las culturas andinas
y que aparece en el Acuerdo de Paz de 2016, con el fin de visibilizar
prácticas locales que han resguardado culturas de paz. Estas prácticas
de y por la convivencia social deben empezar, ahora, a salir del mutis-
mo; además, por haber sido opacadas por los preponderantes discur-
sos sobre la violencia. En el capítulo II se encuentra una selección de
planteamientos teóricos que desde la ciencia y la academia iluminan el
Introducción 29

análisis y que conforman ese caleidoscopio transdisciplinario del que


se alimenta toda la reflexión. Se toman consideraciones de los estudios
culturales, así como también de los estudios de conflicto, conflicto
socioambiental y de construcción de paz. En el capítulo III se presenta
una reflexión sobre el arte musical, su función y representación en re-
lación con la conflictividad y la construcción de la paz. Se narra el pro-
ceso de recolección de los cantos y se ofrece una tipología del corpus
recolectado en las tres comunidades. Se hace una distinción que ilustra
cómo las composiciones que emergen de contextos del conflicto man-
tienen espacios para narrar la convivencia, las prácticas comunitarias,
la cohesión y las acciones colectivas, así como también los imaginarios
del retorno. En este capítulo se expone un breve recorrido por los te-
rritorios musicales del vallenato en Colombia y la conquista del rap en
territorios rurales, finalizando con algunas consideraciones sobre cómo
se reproducen esos ritmos en los ambientes locales y comunitarios.
Posteriormente, el capítulo IV se ocupa nuevamente del contexto na-
cional, pero en relación a la producción de agrocombustibles. En espe-
cial, se presenta en detalle la estrategia gremial y estatal que promueve
la industria de palma de aceite en el contexto nacional de Colombia.
Se brinda una reflexión sobre los lineamientos generales del panorama
global, así como también el negocio de tierras y la situación energética
en América Latina.
La segunda parte del libro se compone del capítulo V al VIII. En el
capítulo V se presentan los tres casos que se seleccionaron: comunidad
Las Pavas, comunidad El Garzal y las zonas humanitarias. En cada
uno de ellos, se presenta una muestra de su producción musical, en
la que se ilustra la problemática de la agroindustria. Se hace un análi-
sis detallado sobre las singularidades y especificidades que el conflicto
muestra en cada una de las comunidades; se exploran las características
ambientales y sociales de cada uno de los casos. El capítulo VI ofre-
ce un análisis comparativo que recoge las reflexiones de cada uno de
los casos. A través de un ejercicio de comparación se distinguen, en
primer lugar, las formas de recepción de la incursión de la palma, la
composición de actores involucrados y los detonantes y catalizadores
del conflicto. Se analizan de manera exhaustiva los diversos escenarios
que se han construido en las acciones comunitarias y en las estrategias
30 Paisajes sonoros

de retorno, especificando las incidencias en la dimensión sociopolítica


y cultural. En el capítulo VII, el corpus lírico es la fuente principal a
través de la cual se examinan los significados, la experiencia y el sen-
tido de los impactos ocasionados por la agroindustria palmera en el
tejido social comunitario. Se analiza cómo en el canto se representan
y se resignifican los efectos de la extensión de los monocultivos. El
análisis del discurso lírico se realiza al establecer una analogía con las
características del testimonio en la literatura. A partir de esa analogía,
se propone que los cantos del corpus son manifestación de una líri-
ca testimonial que reconstruye las categorías de valoración del acervo
campesino y la ontología rural. El análisis lírico examina la simbología
contenida en los cantos, en la que se reconfiguran conceptos de espa-
cialidad, territorialidad y ancestralidad. En este sentido, las reflexiones
conducen a articular las diferentes estrategias en las que las comuni-
dades locales redefinen la subjetividad campesina y su relación con el
proyecto nación. El capítulo VIII finaliza este estudio con reflexiones
en torno a las incidencias en la transformación del conflicto derivadas
de las estrategias y los mecanismos utilizados por las comunidades.
Para finalizar aparecen las conclusiones y las aproximaciones sobre las
especificidades del manejo del conflicto y la dimensión política de la
música desde las acciones comunitarias.
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO I

Industria palmera,
postconflicto y culturas
de convivencia

La industria de la palma de aceite

Si nos ubicamos en el contexto regional del continente latinoameri-


cano, Brasil es el país pionero en la producción de agrocombustibles,
especialmente de etanol.1 Otros países del continente, entre ellos Co-
lombia, Argentina, Guatemala y Uruguay, han optado también por
incursionar en el negocio de los combustibles extraídos del agro con
el propósito de posicionarse como exportadores a nivel mundial. La
mayoría de los gobiernos nacionales en América Latina han acogido
con gran receptividad esta estrategia y han introducido incentivos

1. La producción de etanol se deriva especialmente de los cultivos de caña de azúcar,


localizados en su gran mayoría en la región del Cerrado. En 2006 era de cerca de
dieciocho millones de litros y con las subvenciones del Gobierno se esperaba que
para el año 2010 subiera a los veinticuatro millones (Fritz 2008). El informe anual
de la Global Renewable Fuels Alliance (GRFA) prevé una producción de más de
noventa mil millones de litros para el 2014.
34 Paisajes sonoros

en sus programas políticos para promover la producción de agro-


combustibles.2 Este entusiasmo se refleja también en la modificación
de disposiciones normativas y legislativas para facilitar las gestiones
jurídicas requeridas por la industria de hidrocarburos. Estos y otros
procedimientos, utilizados para el fomento del agronegocio, son elegi-
dos como nuevos derroteros que contribuyen al llamado ‘desarrollo’ y
‘bienestar’ nacionales.
La ambiciosa agenda por la producción de agrocombustibles ha
influido en la expansión de los monocultivos en la región. El factor
institucional ha sido determinante, en especial a partir del 2006 en
el contexto de la crisis financiera global, pues varios países han intro-
ducido iniciativas en sus políticas energéticas para el uso de biodiésel,
paralelamente a la imponente producción de etanol que se extrae de
la caña de azúcar. Países como Colombia, Brasil, Perú, Costa Rica y
Ecuador tienen iniciativas nacionales para seguir incrementando el
área de expansión de los monocultivos de palma de aceite. Sin embar-
go, hay diferencias en el uso que le da cada país a su producción, en el
caso de Colombia la mitad de su producción se utiliza para producir
biodiésel3.
La deforestación y el cambio de los usos de la tierra relacionados con
los cultivos de palma de aceite4 afectan cada vez a más países en el con-
tinente latinoamericano. De acuerdo con Forumo y Aide, “en América
Latina, la producción de aceite de palma se ha duplicado desde 2001,
la mayor parte de la expansión parece estar ocurriendo en tierras no
boscosas” (Forumo y Aide 2017). En ese mismo estudio, se estima
que entre 1989 y 2013, en América Central y el Caribe, los niveles de

2. En algunos casos, se han cambiado acuerdos regionales o nacionales previos a


conveniencia de los grandes consorcios.
3. La promoción y el consumo de biodiésel se formuló a través de la ley 939 del 2004
y la resolución 1289 del 2005. Se preveían incrementos paulatinos en el consumo
de biodiésel en el transporte. A partir del 2012, el 60% de todos los vehículos que
se vendieran en Colombia deberían usar la tecnología “E85 flexi fuel”.
4. De acuerdo estudios recientes, los altos niveles de deforestación que se han evi-
denciado en los países del sudeste asiático como Indonesia y Malasia a causa de los
monocultivos de palma de aceite son mucho más severos que lo que sea registrado
en América Latina.
Capítulo i 35

deforestación a causa de las plantaciones de palma correspondieron al


2%, mientras que en América del Sur, entre el 2000 y el 2010, cerca
del 30% de áreas sembradas con palma de aceite eran zonas forestales.
Si bien las cifras de desforestación de los cultivos de palma en América
Latina no alcanzan los niveles de los países del sudeste asiático, los
impactos se hacen sentir en el cambio de cultivos que son desplazados
y son parte del abastecimiento de las poblaciones locales, la presión
en la extensión de la frontera agrícola y el mercado de tierras. En tér-
minos de mercado comercial, la mayoría de los países productores de
la región son exportadores, sin embargo, el 80% del aceite de palma
producido en América Latina se exporta dentro del área continental.
En esa dinámica, México es el mayor importador con un 61%. Brasil,
México y Colombia son los mayores consumidores de aceite de palma
en la región, convirtiéndose Brasil en el país latinoamericano que más
aceite de palma importa de fuera de la región, especialmente de Indo-
nesia, y se destina para la industria alimenticia. Colombia es, por su
parte, el mayor exportador de la región, cuyos destinos son Holanda,
Reino Unido y Alemania, y de forma recíproca Europa capta cerca del
93% de todo el aceite que se exporta de América Latina y el Caribe.
Existe una gran controversia en torno a los aportes reales, las opor-
tunidades y los desafíos que plantea esta forma de extracción ener-
gética. Los asuntos que suscitan mayor polémica están relacionados
con efectos que causan los monocultivos en el medio ambiente, las
repercusiones que acarrea en la población local, la utilidad en términos
prácticos y de uso, la extensión de las plantaciones dedicadas a los
combustibles, así como también los costos de transacción para susti-
tuir los fósiles no renovables. Estos aspectos los analizan autores como
Giampietro y Mayumi (2009), Cotula, Dyer y Vermeulen (2008),
Dworack et al. (2008), Hill et al. (2006), Oosterkamp, De Bruin y Ba-
rrón (2007), Peskett et al. (2007), Rajagopal et al. (2007), Roa (2007),
Fritz (2008), Toasa (2009) y Franco et al. (2010), entre muchos otros.
Así como muestran diversos estudios, las dinámicas de cambio en
la vocación agrícola, los usos y el acceso a la tierra que se derivan de
la introducción de cultivos perennes para el uso industrial recrude-
cen la disparidad estructural, ya arraigada, en la distribución agraria
e inciden en el aumento de la desigualdad y precariedad del acceso a
36 Paisajes sonoros

la tierra para los campesinos. Para los propósitos agroindustriales, la


tierra es considerada, exclusivamente, un recurso para efectos de pro-
ductividad; además, el acceso a la propiedad agrícola sigue siendo un
instrumento de poder para quienes ya poseen grandes extensiones de
tierra o para quienes disponen de los medios económicos para adqui-
rirlas. La recepción de los monocultivos de palma de aceite a nivel
local tiene diferentes escenarios que varían según la región y la historia
poblacional de las comunidades que se vinculan o se ven obligadas a
vincularse a esa actividad. La problemática del acceso a la tierra y el
cambio en los usos de la producción agrícola son efectos directos que
enfrentan las poblaciones rurales en todas las regiones. Otros efectos,
tales como el desempleo, el cambio en las prácticas alimentarias, la
alteración de las formas de organización colectiva, la fragmentación
social, la pérdida de saberes compartidos, los hostigamientos y las agre-
siones al campesinado son consecuencias que experimentan, en mayor
proporción, algunas poblaciones específicas que han sido despojadas
de sus territorios.
En algunos estudios se ha analizado la relación que guardan las
plantaciones de cultivos de palma de aceite con el conflicto armado
en Colombia y el desplazamiento. Juanita Goebertus (2008), Camilo
Rey (2008), Mónica Hurtado, Catherine Pereira Villa y Edgar Villa
(2017), entre otros, aportan importantes reflexiones sobre la relación
entre los desplazamientos forzados en algunas regiones y el aumento
en las extensiones de cultivo de palma de aceite. Asimismo, en los aná-
lisis de Sebastián Ocampo (2009) sobre la relación entre agroindustria
y conflicto armado se tematiza la relación entre recursos naturales y
la financiación del conflicto armado. De acuerdo con sus hallazgos,
en el caso de la palma de aceite, aunque no se muestran correlaciones
directas, sí hay incidencias indirectas, especialmente en relación a la
tenencia de la tierra a nivel local. Este es un asunto crucial que pone
desafíos a la implementación del Acuerdo Final y a los propósitos de
restitución de tierras y ordenamiento territorial.
Capítulo i 37

El postconflicto o la transición a la paz: reflexiones


y aportes de este estudio

¿Cómo reconstruir el poder público y disminuir la violencia? Como


señala Hannah Arendt (1970), el poder y la violencia no son idénticos.
El poder está en riesgo cuando aparece la violencia, esta es potencial-
mente un instrumento para la destrucción del poder, pero no puede
crear un nuevo poder, sino reproducir más violencia. En el contexto
colombiano, la historia de violencias ha impedido la reconstrucción
del poder público; se han impuesto fuerzas de combate y lucha arma-
da apropiándose de diversos instrumentos para ejercer el control. El
uso de la violencia tanto armada como no armada ha ido destruyendo
los espacios de poder social y político generando una forma de con-
frontación permanente. Con la firma del Acuerdo Final, Colombia
ha querido entrar en una nueva fase post-conflicto, lo que significa la
finalización de la confrontación armada entre los actores enfrentados.
Esta nueva etapa de transición va a ser un proceso probablemente largo
y seguramente exigente. Exigente no solamente para los que han sido
azotados por la violencia armada, sino para quienes la han propiciado.
Pues, una vez se silencian los fusiles se hace necesario volver la mirada
hacia los conflictos sociales que las armas y la violencia habían conge-
lado en el olvido.
Los acuerdos propician espacios para frenar las hostilidades de la
guerra abierta y abren posibilidades para desempolvar los temas que
han dado origen a los conflictos y así poder avanzar en la búsqueda de
viabilidades para transformación social. En el proceso de transacción
de las disputas empiezan a darse espacios para diseñar una arquitectura
del entendimiento y la convivencia, y redefinir los roles de los actores
sociales y la reconstrucción del andamiaje del poder público. Ese di-
seño, de gran envergadura, debe crear catalizadores que encausen la
movilización social e instauren un ambiente de prácticas democráticas.
Esa fase de transición en la que se han desmovilizado actores armados
acontece paralelamente con la movilización de fuerzas sociales latentes.
Es urgente que esas fuerzas no correspondan a la reproducción de los
esquemas de violencia previos, sino que reactiven esquemas de nuevo
38 Paisajes sonoros

poder colectivo, de acciones y beneficios sociales. Por ello, de igual for-


ma, es urgente que se generen espacios que legitimen actores y agentes
de movilidad social, que se conviertan en espacios de empoderamiento.
Parte de esa reconstrucción del rompecabezas del poder público está en
los actores que han venido imponiendo los diversos tipos de violencia,
a quienes la ejercen con las armas y, también, a quienes la administran
utilizando recursos económicos para reproducirla. Este estudio exami-
na tanto el desplazamiento como el emplazamiento de tres comunida-
des que se han visto afectadas a causa de los monocultivos de palma
aceite en Colombia y que son agentes que a través de mecanismos de
resiliencia han querido construir historias de convivencia creando es-
pacios para la justicia social, política y ambiental.
No es una sorpresa que el primer punto del Acuerdo Final para
la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable
y Duradera se titule “Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma
Rural Integral”, pues gran parte de las sociedades que habitan en las
áreas rurales han sido dispersadas a causa de los desplazamientos forza-
dos. Las culturas rurales en Colombia y muchos lugares del Sur Glo-
bal tienen una historia de repetitivos despojos. No solo las diferen-
cias partidistas desde las primeras décadas del siglo xx han violentado
fuertemente al campesinado colombiano, sino también la formación
de grupos armados como las guerrillas a partir de los años sesenta y
posteriormente los grupos paramilitares han ocasionado la devastación
en amplias zonas del país rural. El discurso desarrollista a través de
los megaproyectos ha producido casos severos de desterritorialización,
comprometiendo en buena parte el uso de los recursos naturales loca-
les. El despojo que causan los monocultivos de palma de aceite, como
veremos en las comunidades de enfoque está ocurriendo también en
el contexto de la minería. Los megaproyectos para la explotación mi-
nera causan descomposición en los tejidos sociales de las poblaciones
y afectan la supervivencia de las culturas autóctonas. Uno de los casos
más severos es la actual situación que enfrenta la cultura wayuu en el
departamento de la Guajira.5 Diversas comunidades de esa etnia han

5. En el documental La buena vida, cuya producción es del año 2015, se puede apre-
ciar parte del proceso de despojo que han sufrido algunas de las comunidades.
Capítulo i 39

sido desplazadas por los grandes consorcios que están a cargo de la


explotación de carbón en las minas del Cerrejón. La minería es motivo
de una de las composiciones del CD producido por cantautores de la
Zona de Reserva Campesina del Cimitarra, titulada “Pa’ Guamocó”,
donde se tematiza así:

Miles de colombianos: indios, blancos y negros


Trabajamos la tierra para poder subsistir (bis)
El monstruo de los yanquis nos quiere quitar la tierra
Que hemos trabajado desde hace mucho tiempo atrás (bis).
(Mauricio Sánchez, Relatos musicales para la memoria histórica).

Guamocó6 es una región de historia de explotación minera en don-


de el mineral de oro ha significado el desplazamiento de muchos de
sus pobladores, que practicaban la minería artesanal. La presencia de
grupos armados ha facilitado el control territorial de la zona y el ingre-
so de las empresas transnacionales, para que sean ellas quienes exploten
el oro, así como lo expresa la estrofa anterior: “El monstruo de los
yanquis nos quiere quitar la tierra”. Como el caso Guamocó se podría
enumerar una larga lista de despojos por el extractivismo minero. Los
cultivos extensivos para agrocombustible son una de formas de extrac-
ción o neoextractivismo.
De acuerdo al texto de la Reforma Rural que se consigna en el
Acuerdo Final, el territorio se define de la siguiente manera:

Un escenario socio-histórico con diversidad social y cultural en el que las comuni-


dades —hombres y mujeres— desempeñan un papel protagónico en la definición
del mejoramiento de sus condiciones de vida y en la definición de desarrollo del país
dentro de una visión de integración urbano-rural (Nuevo Acuerdo Final 9).7

6. “La tierra es muy rica en recursos naturales, lo que significa que la población, en
su mayoría, se dedica a la minería artesanal, sobre todo, a la explotación del oro.
Este trabajo, bastante peligroso, se realiza en el sector informal del mercado laboral
de Colombia y está criminalizado por parte del Estado colombiano, puesto que
los mineros tienen que pagar obligatoriamente impuestos a la guerrilla o a grupos
neoparamilitares en la región como ejemplo del poder que tienen estos grupos”
(Peace Brigades Colombia 2016).
7. Las cursivas son mías.
40 Paisajes sonoros

El territorio y, no solo la tierra, deben ser apreciados en toda su


complejidad. Existe un componente sociohistórico que caracteriza
tanto a las regiones como a las comunidades locales y se hace visible a
través de las prácticas del habitante rural. Este acervo histórico-cultural
se ha visto impactado por las prácticas extractivistas a gran escala, que
se pueden evidenciar en diferentes momentos de la historia rural y se
han llevado a cabo especialmente en los países del Sur Global. Si hacia
comienzos del siglo xx se impusieron en Colombia los monocultivos
de banano, en las últimas décadas del siglo pasado y en las primeras
dos décadas que han transcurrido del siglo xxi, se pueden observar
las enormes dimensiones territoriales que ha abarcado el cultivo de
palma de aceite en diferentes regiones del país. Los cultivos extensivos
avalados e impulsados por las élites nacionales, incluso han sido parte
del programa de desarrollo nacional en la administración de Álvaro
Uribe. El surgimiento de las naciones en América Latina se gestó en
burguesías sin identidad nacional y las reformas agrarias han seguido
las estructuras de la herencia colonial. Como bien lo señala Eduardo
Galeano, “las burguesías de estas tierras habían nacido como simples
instrumentos del capitalismo internacional, prósperas piezas del engra-
naje mundial que sangraba a las colonias y a las semicolonias” (Galea-
no 2015: 152).
Desde los años noventa se han intensificado en Colombia los mo-
nocultivos con una marcada internacionalización de la agroindustria.
Imponer usos de la tierra que son completamente ajenos a las prácticas
locales obliga a cambiar drásticamente la vocación agrícola lugareña.
Por otra parte, la ocupación de grandes extensiones de tierra que están
destinadas al cultivo industrial se ha llevado a cabo sin incluir a las
poblaciones rurales en los procesos de consulta ni en los procesos de
decisión sobre el uso de los territorios. Gran parte de las dinámicas de
transformación del agro en Colombia han estado guiadas por mode-
los que se ajustan mucho más a las tendencias y demandas globales y
toman el sello del mejoramiento y del desarrollo, pero, en la práctica,
siguen ignorando por completo las decisiones de las comunidades ru-
rales, aun cuando los procedimientos jurídicos para el uso territorial
aparezcan en las disposiciones legales.
Capítulo i 41

A pesar de los escasos instrumentos jurídicos y políticos que poseen


las comunidades rurales para incidir en la dinámica de usurpación de
tierras y el neoextractivismo, muchas de ellas logran activar y movili-
zar recursos para construir narrativas y acciones de la interlocución y
convivencia. Las consultas populares, que son un mecanismo de parti-
cipación ciudadana, han sido el instrumento utilizado para manifestar
la posición comunitaria frente a la presencia de megaproyectos de mi-
nería. Sin embargo, la Corte Constitucional atendiendo a una “Acción
de Tutela instaurada por Mansarovar Energy Colombia Ltda., contra el
Tribunal Contencioso Administrativo del Meta”8 emitió una sentencia
en octubre del 2018 en la cual las consultas populares no pueden frenar
proyectos de minería ni explotaciones petroleras porque las decisiones
sobre explotación de los recursos del subsuelo deben ser tomadas por
autoridades nacionales en coordinación con autoridades regionales. Este
hecho marca un retroceso en las posibilidades de participación local y
comunitaria y es un claro revés a la gobernanza de los recursos naturales
de las regiones. En las composiciones líricas analizadas en este estudio,
los pobladores rurales construyen desde el canto un discurso lírico cuyo
propósito es crear espacios de coexistencia y entendimiento que superen
el dolor, instauren la confianza y sirvan como instrumento de inclusión
y participación. Uno de los cantautores de la comunidad de Las Pavas
proyecta el anhelo de la convivencia a través de una composición en
ritmo de vallenato con motivo de las votaciones del plebiscito sobre el
Acuerdo de Paz en el mes de octubre de 2016:

El plebiscito

Sé que mañana sale un sol distinto


Una nueva luz a mi país, yo veo llegar
Feliz me siento al ver correr mis hijos
Y que una mina no escuche explotar

Toda mi gente tiene la esperanza


Que ahora las cosas sí pueden cambiar
Sólo pongamos un poco de confianza

8. El texto que emite la sentencia se puede consultar en el siguiente enlace: <http://


www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2018/SU095-18.htm>.
42 Paisajes sonoros

Y al plebiscito, sí, hay que votar


Y al plebiscito, sí, hay que votar (bis)

¡Ay! de Las Pavas, hay un grano de arena


Por esa paz que ha luchado ASOCAB
¡Ay! Acabemos esta bendita guerra
Llegó el momento de perdonar

Y al plebiscito, sí, hay que votar


Y al plebiscito, sí, hay que votar (bis)

¡Ay! Mi país ya se encuentra cansado


Por esta guerra que tocó librar
Pero si hay unos que han aprovechado
Y a los del campo nos toca llorar

Y al plebiscito, sí, hay que votar


Y al plebiscito, sí, hay que votar (bis)
(Etni Torres, ASOCAB, Las Pavas).

En esta composición, antes que narrar o describir el despojo al que


han sido sometidos los campesinos de Las Pavas a causa de la industria
palmera, el cantautor reafirma el proceso de la comunidad y de la aso-
ciación campesina ASOCAB y la urgente necesidad de transitar hacia
escenarios de convivencia pacífica y entendimiento social. En la tercera
estrofa, se recalca el aporte comunitario que han venido construyendo
las asociaciones campesinas. Así como lo expresa Etni Torres: “¡Ay! de
Las Pavas, hay un grano de arena / Por esa paz que ha luchado ASO-
CAB”. Ese grano de arena es simiente de esta comunidad que, por más
de una década, sigue manteniendo un proceso de resiliencia y edifican-
do el proyecto del retorno territorial, como lo veremos más adelante.
No es legítimo que se siga diseñando desde los centros de negocios
urbanos lo que debe ser el futuro de las poblaciones rurales. Fallidas
son las predicciones econométricas para un simulado progreso. La asi-
métrica distribución de las tierras en Colombia es un claro indicador
de que las riquezas quedan en unos pocos, en quienes se concentra el
poder, mientras paralelamente se disminuye el bienestar de muchos
y se van descomponiendo valiosos segmentos de la población rural y
semiurbana. La mayoría de poblaciones rurales siguen supeditadas a
Capítulo i 43

marcos de acción dispuestos por alianzas entre gobiernos y empresa-


rios (que en muchos casos son los mismos) en donde los campesinos
no disponen de instrumentos de poder, y, cuando existen, reducen al
máximo la participación popular, como el reciente fallo de la Corte
Constitucional sobre las Consultas Populares. El documento final del
Acuerdo de Paz se refiere al papel que tienen las comunidades sobre
la gobernanza de su territorio; allí se recalca la necesidad de promover
la participación comunitaria y se indica que se deben abrir espacios
de participación: “mediante la generación de espacios institucionales,
participativos y democráticos donde éstas (las comunidades) tengan
capacidad de transformación e incidencia en la planeación, implemen-
tación, seguimiento y los diferentes planes y programas acordados”
(Nuevo Acuerdo Final 9).
Si bien en la Constitución colombiana de 1991 ya se insiste en la
necesidad de ampliar los mecanismos de participación ciudadana y
abarcar procesos de decisión que vayan más allá del sufragio político,
en la práctica, el paso de una democracia representativa que genere
espacios decisivos de participación no se da por el solo hecho de con-
signarlo dentro de las disposiciones legales de la carta magna. Esos es-
pacios de participación son visibles, casi siempre, recién después de re-
correr largos caminos de lucha, como los que han tenido que seguir las
comunidades rurales, conquistándolos y haciéndolos propicios en la
interacción social. Es decir, que las nuevas formas de participación que
llegan a ser legalmente establecidas en el contrato legal constitucional,
en muchos casos, han sido el resultado de procesos de reivindicación
social. Un ejemplo de ello son las Zonas de Reserva Campesina (ZRC)
y el derecho de los territorios colectivos.9 Las comunidades desplazadas
de sus entornos originales no solo reclaman el retorno a los territo-
rios físicos de su hábitat, sino que demandan también la posibilidad
de reconstruir su cultura territorial local. En Colombia existen seis

9. Tanto las Zonas de Reserva Campesina como los Territorios Colectivos son mode-
los de ordenamiento territorial que han significado largos caminos de lucha para
los pobladores rurales. En el caso de las primeras, la gestión y el trabajo de muchas
asociaciones campesinas han derivado en la vinculación en el marco legal. En el
caso de los segundos, las comunidades afrocolombianas del Pacífico han liderado
importantes procesos para su consolidación territorial como Comunidades Negras.
44 Paisajes sonoros

Zonas de Reserva Campesina, ZRC, que abarcan 831.111 hectáreas;


entraron en vigencia con la ley 160 de 1994.10 La imposición del mo-
delo neoliberal y extractivista va en detrimento de las ZRC, figuras de
gobernanza territorial que no han sido impulsadas debidamente por
el Gobierno. De impulsarse las Zonas de Interés de Desarrollo Rural,
Económico y Social (ZIDRES) se seguirán fomentando los beneficios
de los empresarios y poca incidencia tendrán las economías campesinas
en la transformación del sector rural, lo cual reproduce una vez más la
asimetría de poderes. Esto afecta no solamente a las comunidades, sino
que compromete otros segmentos de la economía, así como también
la soberanía alimentaria del país. Resulta preocupante que, en el marco
de propuestas por la construcción de paz, el Gobierno apoye la imple-
mentación de figuras de administración territorial que llevarían a exa-
cerbar la concentración de tierras y la pauperización del campesinado.
Ese es el caso de las ZIDRES. De acuerdo con Carmenza Castiblanco
y Juan Carlos Rojas Bustos (2016), se trata de una figura creada en la
ley 1776 de 2016, cuya formulación de desarrollo no guarda ninguna
relación con el bienestar de las comunidades campesinas, sino que, por
el contrario, se basa en el mismo modelo neoliberal que beneficia a los
grandes empresarios y a través del cual se concentra la tierra en muy
pocas manos. Se trata de un mecanismo con el que los grandes latifun-
distas podrán seguir accediendo de manera fácil a las tierras, ahora con
el beneplácito legal para apropiarse de bienes, usos y servicios ambien-
tales. Además, con la excusa del modelo agroexportador, se promue-
ve el acaparamiento de tierras utilizando diversas modalidades como
concesión de tierras y arrendamiento o la adquisición de baldíos de la
nación, entre otras. Por otra parte, esa ley cristalizada en las ZIDRES
actúa completamente en contra de las comunidades campesinas, pues
las sigue marginalizando porque no contempla sus economías agrícolas
locales ni las involucra en procesos de consulta popular para decidir

10. “Hoy en día el Estado nos ha limitado y nos ha puesto un poco de trabas a pesar
de que las ZRC ya están legalmente constituidas. Entonces, en este momento el
Estado no quiere cumplir la ley porque hay 54 organizaciones solicitando Zonas
de Reserva Campesina pero no ha sido posible que se constituya una nueva, solo
quedaron las 6 que ya teníamos” (<http://www.reliefweb.int/report/colombia/zo-
nas-de-reserva-campesina-alternativa-de-desarrollo-rural-solidario>).
Capítulo i 45

sobre sus territorios; tampoco incide positivamente en los proyectos de


desarrollo rural locales. De acuerdo con las investigaciones realizadas
por Mingorance (2018), como se observa en los mapas, justamente las
zonas en las que se prevé desarrollar las ZIDRES, son aquellas que se
señalan como aptas para el cultivo de palma de aceite. De igual mane-
ra, la expansión de los cultivos ha tenido mayor despliegue en la región
oriental en departamentos como Meta, Vichada y Casanare, en donde,
según las narrativas del gobierno, las ZIDRES serían lo más propicio,
ya que por ser zonas alejadas no se puede generar el desarrollo endóge-
no. En realidad, la aprobación de las ZIDRES para poder dar rienda
suelta al agronegocio, anda a mayor velocidad que los puntos pactados
en el primer capítulo de Reforma Rural Integral. Las ZIDRES favore-
cen los mecanismos para dar en concesión a los empresarios las tierras
de la nación que antes fueron terrenos baldíos y así ampliar la frontera
agrícola; lo que significa que los campesinos que fueron desplazados
por la violencia en esos territorios seguirán siendo invisibles para la
agroindustria que se concentra en la expansión del cultivo de la pal-
ma de aceite. La extensión equivale a cerca de “de las 7,2 millones de
hectáreas que, según la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria
(UPRA), están en malas condiciones y son susceptibles de desarrollar
ZIDRES, el 75,5% (5,5 millones de hectáreas) corresponden de for-
ma milimétrica con las áreas aptas para el cultivo de palma africana”
(Colombia Plural, 2018). El Consejo Nacional de Política Económica
y Social (CONPES) reimpulsó, a través del proyecto 3917, la creación
de las ZIDRES en territorios que no son aptos para ello. Por un lado,
el CONPES 3917 quiere desconocer conscientemente los derechos de
las comunidades ancestrales, cuyas demandas por derechos de tierra
llevan mucho tiempo sin resolver y, por otra parte, ignoran el proceso
de formación en el que están muchas comunidades campesinas para
constituir las Zonas de Reserva Campesina (ZRC).
1. Las ZIDRES y el cultivo de palma de aceite
(Fuente Colombia plural, 2018)
Información puede ser ampliada consultando la página de Colombia Plural, <https://
colombiaplural.com/zidres-la-sombra-la-palma-africana/>.
Capítulo i 47

Lo que resulta más nocivo en términos de construcción de equidad


es el mecanismo de alianzas productivas que salvaguarda los mismos
patrones de relación asimétrica entre campesinos y empresarios y que
conduce a la pérdida de los territorios de los habitantes rurales. Como
señaló Darío Fajardo, se trata de “asociación del zorro y las gallinas”, y,
tal y como lo expresó Alejandro Reyes Posada, asesor del ex ministro
Juan Camilo Restrepo, los beneficios serán para los empresarios:

El efecto es que los empresarios “ambiciosos” podrán descargar costos y riesgos


en sus socios campesinos, que además le demandarán bienes públicos al Estado,
como en cualquier región de colonización, para que así sea éste quien termine
pagando el costo de instalar la mano de obra para las plantaciones agroindustriales
(Reyes 2015).

Los monocultivos de palma están concebidos dentro de ese modelo


agroexportador que responde a las demandas nacionales e internacio-
nales. De acuerdo con los informes recientes de la Revista Palmas 39,
de 2019, el aceite de palma producido en Colombia se está fomen-
tando en el uso local, especialmente en la industria alimenticia y del
agrocombustible a través del Programa Nacional de Biodiésel. En dife-
rentes zonas del país la imposición de ese modelo ha mostrado fuertes
impactos en la dinámica de adquisición de territorios y ha generado
conflictividad por vincular actores armados; esto ha ocurrido en te-
rritorios colectivos en las cuencas del Curvaradó y Jiguamiandó en el
Urabá chocoano, en la Orinoquía, en Montes de María y en muchos
otros lugares. El estudio de Sánchez-Ayala y Cindia Arango-López
(2015) ilustra el impacto de los monocultivos de la palma de aceite en
el asentamiento de San Cristóbal, en Montes de María. En la dinámica
de la tenencia de tierras se evidencia la vinculación de actores ilegales
para apropiarse de los lotes de los afrocolombianos y así ejercer mayor
control sobre los territorios. En otros estudios sobre el impacto de los
monocultivos de palma de aceite y su relación con el desplazamiento
(Rey 2013, Goebertus 2008, Hurtado 2017) se documenta la inciden-
cia de los grupos paramilitares ya sea por la presión y la violencia que
ejercen sobre la población para expulsarla o por la cooperación conjun-
ta con algunas de las empresas de industria palmera.
48 Paisajes sonoros

Dentro de los trece principios que rigen el marco del Acuerdo Final
definitivo, la participación es uno de ellos, una participación integral
que refuerce las prácticas de una gobernanza democrática basada en
fundamentos de transparencia y rendición de cuentas, veeduría ciu-
dadana y vigilancia. En la práctica rural, es sabido que muchas de las
comunidades que han querido poner en ejercicio esos mecanismos han
experimentado duras reacciones y se han visto involucradas, incluso, en
disputas violentas. Además, han soportado diferentes formas de hosti-
gamiento por parte de grupos que ostentan poder. Tal es el caso de las
comunidades que se han pronunciado en contra de los monocultivos
de palma africana en las regiones del Atlántico y del Pacífico colom-
biano. A pesar de las profundas asimetrías de poder, las comunidades
han recurrido a mecanismos de resistencia para poder hacer visibles sus
modos de convivencia que nacen de las racionalidades comunitarias.
Así mismo han recurrido a sus lenguajes rurales y auténticos, como
son las músicas regionales, para negociar espacios de participación y
empoderamiento. El indagar qué mecanismos utilizan y cómo cons-
truyen los discursos para interactuar ante estructuras asimétricas de
poder, se convierte en un eslabón imprescindible para aportar en la
construcción de la paz desde una inclusión y participación que incida
en la transformación de las estructuras de inequidad vigentes.
En últimas, no se trata solo de generar espacios de participación
en el marco legislativo, ya que existe un buen número de códigos en
la normatividad legal. Lo fundamental es incluir esas otras racionali-
dades como parte de la transformación de relaciones de poder y en
espacios concretos: la producción agrícola, la gestión organizativa y
la administración de los bienes naturales, entre otras. El impulsar esa
transformación implica cuestionarse cómo y qué instrumentos pueden
ser efectivos para ese propósito. La respuesta al cómo no es, ni puede
ser, una respuesta homogénea, sin duda existen muchas y variadas he-
rramientas que emergen desde diversas organizaciones de base. Una
de esas búsquedas la intenta formular este estudio, específicamente en
lo que compete a los instrumentos que usan las colectividades rurales
desde su acervo comunitario para recobrar su tierra y los modos de
vida de sus culturas territoriales. Abordaré a continuación dos aspectos
que son fundamentales para considerar el aporte de este análisis en
Capítulo i 49

relación a la coyuntura nacional y regional del continente en el proceso


y búsqueda de construcción de la paz.

Los principios: el bienestar y el buen vivir

El concepto del buen vivir y el concepto del bienestar aparecen como


directrices que deben guiar la implementación del Acuerdo Final. Es
significativo ver que esos dos términos se acercan al planteamiento que
han venido defendiendo las culturas andinas durante los procesos de
Estados plurinacionales, en especial en los países de Ecuador y Bolivia
durante las últimas dos décadas. En el contexto del Acuerdo de Paz en
Colombia resulta particularmente atrayente examinar qué especifici-
dades y matices caracterizan esos conceptos dentro de los ambientes
locales rurales. Es urgente, además, poder diferenciar y distinguir los
significados que le atribuyen las comunidades rurales a la naturaleza
y observar qué paradigmas de las prácticas agroindustriales entran en
contraposición con la ontología local. Asimismo, es necesario com-
prender cuáles son las valoraciones respecto a los recursos naturales y
en qué se diferencian de las narrativas construidas por la agroindustria.
Por otra parte, se hace apremiante poder examinar si existen ejes de in-
tersección entre esas racionalidades, al parecer inconmensurables. De
acuerdo con lo consignado en el texto del Acuerdo Final, el buen vivir
y el bienestar están relacionados, por un lado, con “la erradicación de la
pobreza y la satisfacción plena de la ciudadanía de las zonas rurales”, lo
que fomenta(ría) el ejercicio pleno de los derechos de los campesinos
y de las comunidades étnicas, y, por el otro, estos conceptos macro se
relacionan con el logro de la convergencia en la calidad de vida entre
los dos ambientes, el rural y el urbano. Esos dos aspectos que aparecen
como enunciados fundamentales en el texto del Acuerdo Final de paz
constituyen una parte primordial del presente análisis. Tanto en las
entrevistas que se han llevado a cabo con los miembros de las comu-
nidades de enfoque de este estudio como también en los materiales de
su producción musical se rastrea cuáles son los significados que las co-
munidades les atribuyen a los conceptos bienestar y desarrollo desde su
cosmovisión comunitaria y colectiva. De igual manera, se examina qué
50 Paisajes sonoros

lógicas constituyen y han formado parte de la cultura y las prácticas


ecológicas de las comunidades. Existe una historia inédita sobre la go-
bernanza comunitaria de los recursos naturales locales que no está con-
signada en el universo escrito o que ha sido poco documentada en la
literatura, pero que se encuentra depositada en la riqueza de la creación
oral, entre otros productos culturales. Las composiciones líricas que
surgen de experiencias comunitarias son una creación artística y polí-
tica en donde se encuentra almacenado un cúmulo de sabiduría de las
poblaciones campesinas. Es allí donde, también, aparece representada
la experiencia rural, en cuya simbología se reproducen y se representan
las interacciones de los pobladores rurales en los ambientes agrestes y
las tácticas de convivencia entre diversos espacios que se entrecruzan.
A través de la producción oral, se pueden rastrear también estrategias
de resiliencia y resistencia comunitarias, como se verá más adelante.
Existen diversas investigaciones que contribuyen a la reconstruc-
ción de un marco de análisis sobre las circunstancias, las causas y los
efectos/impactos de los monocultivos de palma de aceite y que, ade-
más, brindan también elementos para la comprensión de la problemá-
tica medioambiental derivada de la industria agrícola. Sin embargo,
muchos de esos estudios revelan poco sobre cómo y cuáles han sido los
procesos en el interior de las comunidades mismas. En la coyuntura
de la construcción de paz, por la que ha apostado parte de la sociedad
colombiana actualmente, es preciso conocer qué instrumentos locales
y culturales han sido puestos al servicio de esa perspectiva de (re)cons-
trucción desde las experiencias comunitarias. El actual Acuerdo Final
de paz contiene un compendio ambicioso cuyo primer principio se de-
nomina “Transformación estructural”. La estructura sistémica existen-
te, que subyace en el entramado sociopolítico y económico nacional,
está arraigada en un paradigma de economía capitalista cuyos modelos
de producción y consumo son insostenibles en términos ecológicos.
Implementar procesos de transformación estructurales será un trabajo
de transformación a largo plazo, lo que indica que sería osado esperar
que las estructuras de ese sistema que han guiado las prácticas sociales
desde hace más de medio siglo vayan a reformarse de la noche a la
mañana.
Capítulo i 51

Cualquier sociedad que haya experimentado los efectos de la con-


frontación armada habrá aprendido de su propia experiencia que el
camino y la búsqueda de una convivencia justa y en paz se recorre en
medio de un cúmulo de emociones y heridas abiertas que necesitan del
tiempo y de la disposición de los actores involucrados para la sanación
social. El cambio de esas estructuras profundas donde se acaparan di-
versas formas de poder puede ser posible si somos capaces de visibilizar
y dar voz a procesos locales rurales que proponen paradigmas distintos
para el bienestar común. Asimismo, si comprendemos que lo que está
teniendo lugar, no es exclusivamente la finalización de la confronta-
ción abierta entre la guerrilla más antigua del continente latinoame-
ricano, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),
y las fuerzas militares nacionales, sino un proceso social inaplazable.
Colombia es una sociedad en proceso de reconstrucción que puede
habilitar espacios de convivencia con equidad. Se trata, entonces, de
un proceso que va más allá de las ideologías partidistas o las filiacio-
nes políticas. Esto es lo que John Paul Lederach llama la “sanación
social”, que empieza en las instancias domésticas, locales, lugareñas.
Ahora bien, no solamente la transformación a escala local puede garan-
tizarnos que la transición hacia una sociedad sin conflicto armado sea
efectiva; John Paul Lederach (2005) también señala que es necesario
realizar un diseño estratégico de procesos de cambio a diferentes nive-
les y con diferentes grupos sociales y agrega que “ese marco requiere de
la capacidad de comprender los patrones actuales, imaginar y desear el
futuro y diseñar procesos de cambio”11 (2005: 138).
Aproximarse a la comprensión sobre cuál es y cuál ha sido, durante
más de medio siglo, el modus operandi de los diferentes grupos que
componen la sociedad colombiana exige una reflexión profunda acerca
de lo que aceptá(ba)mos como parte de la cotidianidad. Es necesario
traspasar lo que nos lacera y nos violenta como sociedad, porque, ade-
más, esas formas de transgresión no son exclusivas de las armas, sino
que están presentes tanto en las estructuras del sistema vigente como

11. La traducción del inglés al español es mía. El texto en inglés es el siguiente: “The
framework therefore required a capacity to understand the patterns of the present,
imagine a desired future, and design change processes”.
52 Paisajes sonoros

en los patrones de comportamiento e intercambio social anclados en


nuestras prácticas culturales. Esa comprensión exige, además, cono-
cer y reconocer las diversas Colombias que cohabitan la nación y en
especial comprender cómo es la Colombia rural, aquellas poblaciones
de las que no conocemos sus realidades ni sus verdades ni sus sueños.
Mi experiencia al visitar y conversar con los habitantes de las co-
munidades de Las Pavas y El Garzal y de las zonas humanitarias de
las cuencas del Curvaradó y Jiguamiandó me mostró cuán poca es
nuestra comprensión acerca de lo que está sucediendo en el campo,
conocemos muy poco las realidades que coexisten en la nación y las
diversas idiosincrasias de las zonas rurales. El imaginario del conflicto
y la opinión que se forman gran parte de la sociedad colombiana y la
sociedad internacional está vinculado con los propósitos de mediali-
dades sensacionalistas. A los colombianos, tanto los residentes en el
país como a los de las diásporas, se nos ha informado sobre quiénes
son los agentes en combate armado, pero la gran mayoría de nosotros
no conocemos cuáles y quiénes son los actores no armados. No tene-
mos pleno conocimiento de cómo han reconstruido sus vidas, cómo
han consignado sus historias, cómo han enfrentado el despojo o cómo
han logrado retornos colectivos. Tampoco tenemos conocimiento de
cómo han cultivado culturas de convivencia resilientes que les permi-
ten seguir existiendo aún. Esas historias de las Colombias diversas son
inéditas aún. Parte de ese proceso de acercamiento implica explorarlas,
y este estudio quiere ser una modesta contribución hacia ese recorrido.
Si bien el proceso de paz se inició con las conversaciones de los actores
armados, los temas de la negociación abordan problemáticas funda-
mentales que han aquejado al pueblo colombiano y se han discutido
en diferentes momentos históricos. Sin ser caso exclusivo en el subcon-
tinente, en Colombia la concentración de tierras en manos de unos
pocos ha sido uno de los motivos por los que surge el movimiento ar-
mado de las FARC. Las negociaciones en torno a la tierra les competen
en gran parte a quienes ocupan territorios campesinos y colectivos a
través de las armas, pero también a quienes ocupan esos territorios con
otras estrategias, en nombre del ‘desarrollo’ y el ‘progreso’. Las altera-
ciones y los efectos que se derivan de esa transformación en el paisaje
rural son solo unos de los muchos interrogantes que la academia debe
Capítulo i 53

abordar. Es de trascendental importancia explorar cómo las comuni-


dades locales construyen y reconstruyen la Colombia rural que aún
les queda. Si bien, lo acoto en singular, no quiere decir que sea una
realidad rural homogénea, pues las prácticas campesinas son múltiples
y variadas dependiendo de los matices étnicos y regionales. Escudriñar
esos procesos significa poder comprender qué elementos intervienen
en la (re)construcción de las subjetividades campesinas y étnicas de los
pobladores rurales; además, permite identificar elementos fundamen-
tales de la gestión de las poblaciones rurales en relación a la transfor-
mación de un proyecto nacional de convivencia social, ciudadana y
rural con justicia y paz.

La tenencia y el uso de la tierra

La historia de la tenencia de la tierra en América Latina muestra cons-


tantes estructurales que se han mantenido y se siguen manteniendo
desde los tiempos coloniales En Colombia, en particular, el destierro
de las poblaciones y el control territorial han estado gobernadas por
una violencia sistemática y de acuerdo con los análisis de Reyes el im-
pacto al que dio lugar la ocupación colonial española derivó en dos
procesos complementarios que están vigentes de alguna manera en la
estructura agraria y han sido semilla para conflictos violentos:

El mestizaje de indígenas, españoles y africanos […] originó una ocupación mi-


nifundista en las tierras de los altiplanos y valles andinos del sur y del occidente
del país […] La secular expansión de haciendas ganaderas de la costa atlántica y
de los grandes valles interandinos del Magdalena y del Cauca, que subordinó a
la población campesina a las tareas del desmonte de bosques y siembra de pastos
(20106: 45-46).

Los heredados modelos de administración agraria y propiedad te-


rritorial con la figura de los hacendados no han sido transformados en
su esencia. La formación de los partidos políticos de antaño fue parte
importante en ese proceso, pues en ellos estaban los caudillos regio-
nales o los gamonales que formaban parte del aparato democrático, y
de la administración del poder público, centralizada en Bogotá, se ha
54 Paisajes sonoros

nutrido de estas estructuras. La titulación de la tierra, hasta antes del


año 1936, estaba basada en un sistema patrimonialista, en el cual los
titulares debían contar con títulos desde “el original, emanado desde
la corona española, y luego del gobierno nacional para demostrarla”
(Reyes 2016; 48). Las reformas agrarias en Colombia no han logrado
modificar las amañadas estructuras que regían antes de la independen-
cia. Si bien el gobierno de Carlos Lleras Restrepo apoyó en 1969 las
luchas gremiales del campesinado y la creación de la Asociación Nacio-
nal de Usuarios Campesinos (ANUC), en la década de los setenta, el
movimiento pierde fuerza y entra a disputar las tierras con las guerrillas
y los paramilitares, momento en que, una vez más, la violencia debilita
la organización campesina. La estructura de fragmentación de actores
que domina el control territorial tiene grandes efectos en la compleji-
dad del conflicto en Colombia. La violencia armada y las estructuras
señoriales que se mantienen hoy en día reducen de forma importante
el espacio de acción y de constitución del Estado de derecho. De ahí
que la presencia estatal se haya asociado a la militar, es decir, al ejercicio
de la violencia legitimada. La violencia y el conflicto no tienen una
causalidad directa con las crisis, como se tiende a pensar. Las dinámicas
de apropiación de tierras no son hijas de los tiempos de crisis, sino,
más bien, herederas de los tiempos de prosperidad, como lo plantea
Eduardo Galeano:

La apropiación privada de la tierra siempre se anticipó, en América latina, a su


cultivo útil. Los rasgos más retrógrados del sistema no provienen de la crisis, sino
que han nacido durante periodos de mayor prosperidad; a la inversa, los períodos
de depresión económica apaciguaron la voracidad de los latifundistas por la con-
quista de nuevas extensiones (2015: 170).

En los rigurosos análisis sobre la estructura de tenencia de tierras en


Colombia, que ha abordado en profundidad Darío Fajardo, hay dos
asuntos cruciales que considero de suma relevancia para este estudio.
Por un lado, las proporciones de la concentración de tierras y, por otro,
las dos velocidades en las políticas sociales
Muchos países de América Latina, y especialmente Colombia,
se caracterizan por presentar altos niveles de concentración de la
propiedad territorial en manos de pocos propietarios. De acuerdo con
Capítulo i 55

los estudios realizados por Darío Fajardo (2002), en Colombia, la re-


lación entre el área predial rural y los propietarios —ya hace una dé-
cada— confirmaban esas marcadas desproporciones en la distribución
de la tierra: el 0,4% de los propietarios posee el 61,2% de la superficie
rural predial, cuya extensión es superior a las quinientas hectáreas (5).
En el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011, “Colombia ru-
ral. Razones para la esperanza”, realizado por el Programa de las Na-
ciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se confirma que los niveles
de concentración de tierra han seguido en ascenso en la última década
y la estructura de poseedores de extensas hectáreas se mantiene inmo-
dificable. Dario Fajardo afirma que “la concentración repercute en los
niveles de producción: mientras que las fincas menores de 5 ha desti-
nan a usos agrícolas el 38,6 por ciento de su superficie, las mayores de
200 ha solamente destinan a este uso el 2,5 por ciento de su superficie”
(Fajardo 2002: 5). El fomento de la capacidad de transformación con-
signada en el texto del Acuerdo Final, anteriormente citado, tiene que
pasar por un proceso de reconocimiento de los actores rurales como
agentes fundamentales en los procesos de transición. Intentar dar re-
verso a esas abrumantes desproporciones en la distribución de la tierra
en Colombia implica empoderar los espacios de participación y toma
de decisiones de las poblaciones rurales; en específico, en temas rela-
cionados con la gobernanza de los bienes naturales.
La estructura de utilización y apropiación de tierras propia de los
monocultivos exacerba la violencia agraria y el control territorial frag-
mentado, pues allí confluyen la apropiación de la tierra en pocas ma-
nos y el aumento de la violencia. La estructura de los monocultivos
busca expandir cada vez más su espacio agrícola, con lo cual se preten-
de concentrar extensas porciones con un solo cultivo para alcanzar la
producción agroindustrial que se caracteriza por tener una vocación,
fundamentalmente, exportadora. Si en los siglos anteriores, el trabajo
del campesinado estaba obligado a aumentar el capital de los hacenda-
dos y las élites regionales, hoy en día, el campesinado está supeditado a
las estructuras de agricultura extensiva y está incrustado a los propósi-
tos de élites transnacionales. En el contexto nacional de transición que
busca la paz y la convivencia, la formulación de las políticas agríco-
las inclusivas exige reconsiderar los modelos de producción vigentes y
56 Paisajes sonoros

revaluar los sistemas de alianzas en la cadena de productividad agroin-


dustrial. Esto implica recuperar la soberanía territorial y reconstruir
—o como lo llama B. de Souza “refundar”— el Estado. Si bien posi-
bilitar el acceso a la tierra y legitimar los derechos de las comunidades
campesinas que han sufrido los vestigios del despojo no garantiza ese
logro per se, sí podría contribuir a la transformación de las estructuras
asimétricas de distribución de la tierra por un lado, porque los reasen-
tamientos generan una nueva dinámica del mercado de predios y tie-
nen una clara incidencia en la democratización de la economía agraria
y, por otro, porque es urgente no solo restituir tierras, sino restaurar
estilos de vida, marcos de organización y regulación comunitarios que
generan espacios de conservación de las diversas especies naturales y
los ecosistemas. La reparación es un proceso que tiene que orientarse
a la recuperación del sentido de la vida, de las prácticas comunitarias,
es una restitución de la cultura territorial. Eso quiere decir admitir que
las culturas rurales tienen otros parámetros de equivalencia que no son
necesariamente mercantiles-utilitaristas, y no lo son en absoluto res-
pecto a los bienes agrícolas. Los marcos del pensamiento rural comu-
nitario asignan valor a la adquisición, distribución y producción co-
lectiva de diversos tipos de bienes, mientras el racionalismo individual
da valor al poder adquisitivo del sujeto individual y a la acumulación.
Respecto a las dos velocidades, es necesario considerar aquí la tem-
poralidad y la ligereza en el marco de la transición hacia el postconflic-
to. En el sentido que lo plantea Fajardo, las velocidades se refieren al
ritmo con el que avanzan las políticas públicas de implementación en
el campo en comparación al tiempo de avance del conflicto. Existe una
clara diacronía en la velocidad con que ocurren los procesos, y es allí,
en esos mismos desencuentros temporales, en donde la conflictividad
adquiere mayor fuerza. En el espacio político, esa disparidad se mani-
fiesta con mayor evidencia en los procesos de implementación —quizá
menos que en la formulación de las políticas—. Mientras los tiempos
para poner en marcha los programas han sido largos y dispendiosos, el
curso de las confrontaciones se ha acelerado de manera exponencial.
Asimismo, las temporalidades entre los espacios rurales y los espacios
urbanos muestran ritmos profundamente disonantes. Esa variación
indica que la construcción de realidades lleva su ritmo propio y está en
Capítulo i 57

consonancia con los espacios de los cuales emerge. Desde otra perspec-
tiva, esa disonancia y asimetría temporales no son nocivas si se aceptan
como parte diferencial de la composición multicultural de la nación,
ya que hay realidades paralelas en el concierto nacional que suceden a
destiempo, y considerar esa simultaneidad es un desafío de cómo ar-
ticular intersecciones de la convivencia social y comunitaria, también
a ese nivel.
El desequilibrio se produce cuando las velocidades persiguen pro-
pósitos antagónicos, que parece ser el caso en los procesos de titulación
territorial. Los procesos migratorios de desplazamiento forzado o no
forzado no solo resultan de la confrontación armada, sino también de
la falta de oportunidades para los habitantes del campo. Lo que apun-
ta Fajardo en su reflexión, y es una idea que se reitera en el informe
de desarrollo humano de 2011, “Colombia rural”, es que somos una
sociedad más rural de lo que nos consideramos. Tanto los plantea-
mientos de Fajardo como el informe y otros documentos enfatizan
en la necesidad de una articulación equitativa y equilibrada entre la
distribución de oportunidades en cuanto a la participación política, la
acción y gestión social y los niveles económicos entre campo y ciudad.
En sus conclusiones, Fajardo señala que es necesario “reconocer que la
vida rural es el punto de partida de un equilibrio efectivo en las rela-
ciones campo-ciudad, y condición de una sociedad colombiana viable”
(2001: 36).

Rescatar las culturas de convivencia

La convivencia de lo colectivo debe ser restablecida no solo para quie-


nes habitan en comunidades administrativamente definidas, sino para
toda la sociedad civil. Esto quiere decir reintegrar en nuestra visión
del mundo relaciones menos hostiles con nuestros semejantes, con
nuestro entorno natural y social. Ahora, más que nunca, es necesario
considerar y ponderar las valoraciones de la acción local, colectiva y
comunitaria y las cosmovisiones étnicas y campesinas en las alternati-
vas de gobernanza territorial; es decir, existe una profunda necesidad
de valorar los bienes naturales, públicos y comunitarios. Es desde allí
58 Paisajes sonoros

donde es posible plantearse qué prácticas y saberes aportan a la crea-


ción de espacios sustentables. Hildebrando Vélez (2007) insiste en la
necesidad de establecer la diferencia entre las sociedades sustentables
y las sostenibles: la acepción de sustentable sería, en su opinión, mu-
cho más adecuada para poder referirnos a prácticas no degradables
para el medio ambiente, mientras que la noción de sostenibilidad está
asociada al potencial rentable de un recurso natural. De acuerdo con
este autor, la sustentabilidad se podría definir como “la capacidad de
un ecosistema para nutrir y sostener continuamente una población,
incluyendo la población humana, sin destruir la capacidad de super-
vivencia del ecosistema conforme a los límites de resiliencia”12 (Vélez
2007: 8). La lógica sustentable incorpora la coexistencia de los bienes
naturales como sistemas vivos con los que el hombre tiene que interac-
tuar y considerar prácticas de intercambio en cuyas relaciones prime el
valor de la reciprocidad. Desde esa perspectiva, se puede plantear una
construcción de pautas de convivencia que amparan las relaciones no
solamente entre grupos humanos y sus respectivas singularidades, sino
entre especies vitales que cohabitan y forman parte de la naturaleza.
Esta visión de lo sustentable transciende la idea de tolerancia y transita
hacia la noción de bienestar en términos no solamente de conveniencia
económica, sino, y sobre todo, de convivencia ecopolítica.
Las actividades de las comunidades rurales ponderan el uso y la
intervención de agentes naturales en sus diversas actividades, crean-
do verdaderos nichos de la cultura bio. Además, generan tecnologías
sustentables como la producción a pequeña escala, los procesos de di-
versificación y variabilidad de cultivos, los manejos integrales en con-
diciones precarias, tecnologías limpias o amigables con la naturaleza, la
adecuación de su sistema de producción a los ciclos de la naturaleza y
las condiciones locales de su contexto, etc. Es decir, existen diferentes
prácticas que desde lo local/rural nos muestran modos de convivencia
que han construido y resguardado las comunidades y que no están

12. La traducción es mía. El texto en inglés es el siguiente: “To the capacity of an


ecosystem to continually nourish and sustain population, including the human
population, without destroying the ecosystem’s capacity self-preservation by con-
forming to the limits of resilience” (Vélez 2007: 8).
Capítulo i 59

exclusivamente en cohabitación con lo humano, sino también con


lo inmaterial y espiritual. De tal manera que la forma de extracción
agroindustrial que se deriva de los cultivos extensivos, en este caso de
palma de aceite y que en gran parte se destina para para producir agro-
combustibles, no solo desplaza poblaciones agrícolas, sino también
desplaza racionalidades campesinas, incluso más eficientes —aunque
precarias— y más sustentables en el plano local, pero desafortunada-
mente tienen poca capacidad de desplegarse por ausencia de políticas
que las promuevan.
Las culturas de convivencia que han intentado conservarse en mu-
chos de los espacios rurales están relacionadas también con las consi-
deraciones sobre los ritmos de vida y las temporalidades tanto de los
seres naturales como de los seres humanos. Si los procesos de moder-
nización no son revaluados con el fin de promover el bienestar del
campo agrícola –lo que va más allá de la acumulación y el utilitaris-
mo–, los resultados políticos seguirán siendo incipientes. Ahora bien,
la revisión de la modernización en el campo tiene que ser congruente
con los conceptos de bienestar y buen vivir que hemos mencionado
anteriormente. Eso quiere decir que de la modificación de las políticas
agrícolas en Colombia o, mejor, los procesos de reforma agraria de-
ben estar orientados a consolidar culturas ecopolíticas que incorporen
las historias agrarias comunitarias y potencien formas de intercambio
económico y político en donde la agricultura campesina conserve su
esencia ontológica. Pero, a su vez, esas reformas deben verse también
favorecidas por técnicas y una tecnologías agrícolas para el fortaleci-
miento de los pobladores rurales, de sus economías, de su producción,
de su consumo, etc. En este sentido, la convivencia está contemplada
desde la coexistencia y la inclusión de prácticas locales y de modos de
tecnificación en la economía agrícola que aportan en las visiones de
bienestar basadas en valores de la administración comunitaria de los
recursos tanto naturales como no naturales.
60 Paisajes sonoros

LOS SERES HUMANOS Y LA NATURALEZA

Hay valiosos ejemplos de procesos de construcción pacífica a nivel


local: las redes de paz, el mandato campesino, las comunidades de
tejedoras, los grupos por la paz, etc. Esos procesos, y otros, que exis-
ten en diferentes regiones del país —aunque hasta ahora no se hayan
dado a conocer— han contribuido a cambiar el cauce de los ríos y de
los ruidos de la guerra y han incidido en la construcción de espacios
de paz en medio del conflicto. Podríamos denominarlos escudos silen-
ciosos que han mitigado las confrontaciones o han llegado, incluso, a
neutralizarlas. Los gestores de esos blasones contra la violencia han li-
brado muchas batallas y se han protegido de la desidia y la desolación
a las que la guerra ajena ha querido condenarlos. Esas armas a las
que me refiero son los esfuerzos por la paz que han venido tejiendo
diferentes grupos de las sociedades tanto urbanas como rurales usan-
do diversos medios y canales para difundir su patrimonio cultural.
En este sentido, las investigaciones existentes siguen dejando una
amplia brecha con relación a aquello que acontece en el interior de
las poblaciones afectadas, a los mecanismos que las comunidades han
desarrollado y a las herramientas culturales de las que hacen uso para
enfrentar el despojo y la violencia en sus diversas formas. Existen
pocos estudios que se hayan ocupado de examinar exhaustivamente
la representación cultural de la conflictividad, la acción proactiva
de las comunidades rurales y, en suma, tanto la capacidad resiliente
como las estrategias de convivencia que emergen a nivel local en los
espacios rurales. En los análisis sobre las experiencias agroecológicas
en el departamento del Meta realizados por Carmenza Castiblanco y
Juan Carlos Rojas, los autores señalan que la agroindustria se impone
como modelo de desarrollo rural sin tener un mínimo de conoci-
miento sobre las economías agrícolas productivas en los entornos
locales:

La apuesta de desarrollo rural agroindustrial y agroexportador, desconoce de


manera tajante las experiencias organizativas y agroecológicas que han llevado a
cabo comunidades campesinas durante los últimos 10 años, beneficiarias de los
Capítulo i 61

procesos de adjudicación de baldíos por parte del INCODER13 en los municipios


de Puerto Gaitán y Puerto López (Meta) (2016: 11).

Existen pocas reflexiones que dediquen su análisis a las narrativas


que surgen de comunidades rurales o que examinen la producción cul-
tural y artística en la que se recrea la estética rural y a través de la cual
se reconstruyen los efectos que ocasionan diversas formas de despojo y
cómo se manifiestan en el arte. Sin embargo, recientes análisis (Forero,
Rodríguez y León 2015) en los que se documentan los valiosos aportes
de la agricultura familiar en la altillanura colombiana confirman que el
modelo de agricultura familiar es más sustentable que el de agricultura
a gran escala no solo ecológica sino también económicamente. Estas
economías generan, además, un valor adicional en términos culturales
porque se convierten en fuentes de la transferencia de saberes de cam-
pesino a campesino. Asimismo, se preocupan por desarrollar y adquirir
técnicas para el trabajo agrícola que atienden a las necesidades de sus
espacios comunales, colectivos y locales, ejerciendo influencia en el au-
mento del bienestar en el ambiente rural. Esto confirma que este tipo
de economías basan sus relaciones con la naturaleza en intercambios
de aprovechamiento mutuo y generan dinámicas de convivencia con
la misma y la conservación medioambiental.
El contexto de transición y la coyuntura de un acercamiento entre
los actores armados en disputa en Colombia requieren un compro-
miso decidido de parte de los diversos ámbitos sociales para propiciar
espacios de reflexión y comprensión en torno a las prácticas ecológicas
locales y a los significados de lo local sobre la naturaleza, la tierra y
el territorio. Los procesos comunitarios que se manifiestan contra la
usurpación de tierras, ya sea por la actividad de los agrocombustibles
o por otras modalidades de extractivismo, están teniendo lugar en di-
versos países de Asia, África y América Latina. Muchas de las acciones
colectivas que se oponen a esa tendencia se muestran como derroteros

13. El INCODER se liquidó como institución a finales del año 2015, cuando se
crearon seis dependencias del Ministerio de Agricultura: la Agencia Nacional de
Tierras, la Agencia de Desarrollo Rural, la Agencia para la Renovación del Territo-
rio, el Consejo Superior de Uso del Suelo, el Consejo Superior de Restitución de
Tierras y la Dirección de Mujer Rural.
62 Paisajes sonoros

hacia la transformación de los escenarios de conflicto y han llegado


a incidir en marcos políticos y jurídicos para el beneficio de los ha-
bitantes rurales. Hay procesos inéditos de vindicación comunitaria;
dos de ellos de ámbito nacional, los más recientes, son los defensores
de los páramos (Censat 2016)14 y la consulta popular en Cajamarca.
En el primero, varias organizaciones de diversas regiones de Colombia
construyen rutas de trabajo para protección de la montaña andina. En
el segundo, las poblaciones del municipio de Cajamarca del departa-
mento de Tolima se opusieron al proyecto minero la Colosa a través de
una consulta popular (Dietz 2018).15 Estas dos iniciativas evidencian
que existen mecanismos legales que abren un panorama de partici-
pación democrática para que las acciones gestadas en las localidades
rurales logren generar reformas exitosas en favor de la recuperación y
gobernanza de sus territorios. Esos procesos de lucha por la participa-
ción en la gestión de los recursos naturales y las vidas de generaciones
dedicadas a la defensa del territorio se convierten en caminos viables
para democratizar la tierra y el territorio.

14. Crónica del Tercer Encuentro Nacional de Defensores de Páramos “Territorio y


Soberanía”, en Tasco, Boyacá, del 13 al 15 de agosto 2016. Se puede ampliar la
información en Censa: <https://censat.org/es/noticias/declaracion-politica-iii-en-
cuentro-nacional-de-defensores-y-defensoras-de-paramos-territorios-y-soberania>.
15. Dietz (2018) toma este caso para analizar transformaciones en el marco institucio-
nal y los procesos de la democracia participativa.
CAPÍTULO II

Cultura, conflicto
y medio ambiente:
aproximaciones

Existen diversos marcos de análisis que examinan las disputas por re-
cursos naturales o que analizan la relación entre estos y el surgimien-
to de conflictos (Ross 2003, 2004; Collier y Hoeffler 1998). El mar-
co teórico de las ciencias políticas proporciona aproximaciones para
analizar los estudios sobre conflictos, su manejo y su transformación
(Lederach 1995, 2010; Miall 2001; Walker y Daniels 1997; Pendzich
et al. 1991). Si bien algunos estudios sobre la relación entre conflic-
tividad y medio ambiente usan análisis cualitativos, parece que una
amplia mayoría prefiere recurrir a los instrumentos cualitativos para el
análisis. Metodológicamente, ese tipo de análisis aplica procedimien-
tos que buscan validar las hipótesis propuestas para luego aproximarse
a elaborar interpretaciones que puedan alcanzar un valor universal o
planteamientos generalizadores sobre el conflicto. Aunque el marco
teórico para investigar la confrontación como fenómeno social y polí-
tico sí arroja pistas sobre el origen y los impactos de los conflictos por
los recursos naturales, los resultados se convierten en narrativas que
64 Paisajes sonoros

leen —interpretan— desde fuera el contexto de las disputas. Hay una


tendencia aún muy positivista para explicar causalidades entre varia-
bles, cuyas determinaciones pretender ser lo más cercanas a las ciencias
exactas. Aunque los análisis que intentan explicar relaciones de causali-
dad son necesarios, no son suficientes para acceder a una comprensión
robusta e integral sobre la confrontación ni sobre otras inquietudes
sociales. Es necesario, pues, acercarse al análisis de las especificidades
contextuales y las historias que marcan y determinan la caracterización
de los agentes involucrados en las disputas. Asimismo, es imprescin-
dible repensar cómo hacer investigación y cómo ponerla al servicio
de la transformación social. He aquí la importancia de aproximarse a
identificar y desglosar de fondo tanto los entornos en los que surgen las
disputas como también los ambientes, las identidades y los atributos
que definen a los actores en conflicto. Esta necesidad de ahondar en
el conocimiento de un actor específico es inherente a la urgencia de
observar los procesos sociales superando los planteamientos mecani-
cistas y recurriendo a un panorama científico que nos permita explorar
respuestas sobre las acciones humanas, en este caso en el contexto de la
confrontación. Al respecto, Orlando Fals Borda (2009) aporta una re-
flexión acerca de lo que determina un efecto y pone en tela de juicio la
consideración de causalidad aplicada también para las ciencias sociales:

Como en lo social el antecedente inmediato de la acción es volitivo, la acción no


va determinada en un sentido único, sino que tiene una determinación múltiple
dentro del proceso o marco en el cual adquiere sentido. La determinación múlti-
ple, con ese abanico de opciones dentro de una coyuntura (posibilidades que se
cierran al abrirse otras), explicaría por qué la historia no se repite, por qué sus pro-
cesos no son inevitables, excepto quizás en formas muy largas y lentas (2009: 260).

El carácter volitivo al que se refiere Fals Borda, es decir, la voluntad


con la que actúan los actores en situaciones de conflicto, no puede ser
analizado desde conceptos hermenéuticos. Lo que esas determinacio-
nes teóricas sí nos pueden aportar es un panorama de reflexiones sobre
cómo interpretar las realidades. Además, esos planteamientos pueden
ser puentes para aproximarse a la lectura de los contextos que constru-
yen los actores. A continuación, se presentan algunos planteamientos
tanto de los estudios culturales como de los de conflicto. Los aportes
Capítulo ii 65

teórico-reflexivos sobre conflicto y medio ambiente que aparecen a


continuación corresponden a una selección rigurosa que permite abor-
dar la complejidad de los contextos geográficos del estudio. Se trata de
construir una reflexión ecléctica compuesta por fundamentos teóricos
que conjuguen elementos complementarios y aporten visiones largas
y anchas para comprender las realidades que manifiestan las confron-
taciones. Este propósito responde a las limitaciones que puede generar
para cualquier investigación el ceñirse exclusivamente a la selección de
un planteamiento teórico o a una determinada rigidez metodológica,
pues de lo que se trata es de poder explorar una dialéctica metodológi-
ca que nos permita el intercambio y la ampliación entre los conceptos
necesarios en el análisis y a través de la cual se puedan contrastar esos
conceptos con las realidades de las comunidades en cuestión. Este pro-
ceso es de alto valor porque posibilita conceptualizar o revaluar lo dog-
mático y revalidar o resignificar lo teorizado en el marco de lo local.

Estudios culturales y sus discursos

Las percepciones de espacio y tiempo modifican la relación con el


mundo y a su vez dan origen a nuevas formas de interacción. A tra-
vés de la relación trilógica hombre-tiempo-espacio se crean significa-
dos de la naturaleza y la sociedad que son representados a través de
sistemas de símbolos. La representación simbólica no solo da cuenta
de esa relación trilógica, sino que también actúa en el proceso de re-
significación de los acontecimientos y las interacciones colectivas. El
repertorio simbólico, el conjunto de valores, las prácticas y los juicios
compartidos por una colectividad podrían ser entendidos como un
engranaje sistémico, que podría denominarse cultura. La definición de
cultura, sin embargo, parece constituir un debate en sí mismo. Exis-
ten una multiplicidad de aproximaciones que, partiendo desde dife-
rentes perspectivas, disciplinas y corrientes de pensamiento integran
elementos diversos o contradictorios para conceptualizar y teorizar la
cultura. Sin adentrarme en una reflexión extensa sobre lo que significa
este término, tomaré algunos aportes y planteamientos relevantes para
este análisis que emergen de las reflexiones de los estudios culturales,
66 Paisajes sonoros

en específico, aquellos planteamientos que se refieren a la producción


cultural en América Latina.
Los estudios culturales hacen un aporte de las realidades latinoame-
ricanas en tanto que “su formación se puede pensar como un proceso
de retroalimentación constante entre diferentes grupos de la sociedad
civil, modos culturales populares, instituciones culturales, estados na-
cionales, corrientes de pensamiento internacionales y continentales”
(Szurmuk y Mckee 2009: 12). El término ‘retroalimentación’ condu-
ce a la idea de un compartir simultáneo y equitativo entre diferentes
grupos sociales. En las realidades latinoamericanas, se ha suscitado la
búsqueda por redefinir lo que es la cultura nacional y la lucha por
propiciar espacios de representación que revelen la heterogeneidad y
la diversidad como partes constitutivas en la construcción de las na-
rrativas nacionales. En términos de representatividad tanto política
como social, muchos grupos sociales han quedado al margen de la lla-
mada ‘cultura nacional’. La tendencia a rotular de homogéneo lo que
define a la cultura nacional ha obviado las diferencias, ambivalencias
y disyunciones que socialmente conforman la nación y las narrativas
que emergen de muchos grupos que han quedado al margen de esa
representatividad nacional. Sus planteamientos fueron relegados en el
terreno de lo subalterno y sus prácticas culturales quedaron despla-
zadas mientras se pretendía construir la idea de cultura nacional con
una supuesta identidad homogeneizante y exclusivamente mestiza e
inalterable. Homi K. Bhabha señala que en el entramado de esas dife-
rencias y en la diversidad de los grupos sociales se actualizan procesos
dialécticos de la nación, como lo indica el siguiente fragmento:

Es justo desde la inestabilidad de la significación cultural donde la cultura nacio-


nal venga a articularse como una dialéctica de varias temporalidades —moderna,
colonial, postcolonial, nativa— que no puede ser un saber que se estabiliza en su
enunciación (Bhabha 2004: 218-219).1

1. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “It is just from the
instability of cultural significance that national culture comes to articulate itself as
a dialectic of various temporalities – modern, colonial, postcolonial, native – that
cannot be a knowledge that stabilizes in its enunciation”.
Capítulo ii 67

Esa multitemporalidad es incluso uno de los criterios imprescindi-


bles para el proceso actual de postconflicto en el contexto colombiano.
La reconstrucción de la nación debe ser entendida como la posibilidad
de incluir, reconocer e incorporar como válidos y legítimos discursos,
prácticas y narrativas, así como también distintas valoraciones en las
prácticas sociopolíticas y económicas. En consecuencia, sería la posi-
bilidad de reconocer que el quehacer político, la convivencia y las pro-
puestas democráticas no tienen un solo formato de presentación. En
esa misma línea, las ideas de nación emergen de diferentes representa-
ciones y lenguajes. Las subjetividades comunitarias en la ruralidad, sus
procesos de consolidación y reconstrucción en el contexto del postcon-
flicto deben ser vistas como actores y engranajes fundamentales de lo
nacional. Los procesos comunitarios que reivindican los recursos natu-
rales no buscan exclusivamente invertir el balance de poderes, sino que
se orientan con mayor énfasis a la resignificación y las valoraciones de
la naturaleza desde su acervo campesino en el marco de la diversidad
nacional. Así, y como lo señala Bhabha, se trata de “redefinir el pro-
ceso simbólico a través del cual el imaginario social —nación, cultura
y comunidad— se convierte en sujeto del discurso y en objeto de la
identificación psíquica” (Bhabha 2004: 220).2
Ese imaginario social en el contexto rural lo redefinen algunas co-
munidades a través de la creación lírica, entre otras formas de expre-
sión cultural. En las composiciones se deposita un cúmulo de signifi-
caciones con las que las poblaciones campesinas comprometidas en la
lucha por el territorio dan forma a la historia agraria en la temporali-
dad del presente, situándola en una contemporaneidad dinámica. Le-
jos de simbolizar una realidad idílica, apenas conectada con el pasado,
la representación que emerge desde las comunidades intenta mostrar y
posicionar sus preceptos, que, arraigados en una epistemología nativa
y rural, revelan también las contradicciones sociales con el propósito
de aproximarse a plantear prácticas de articulación entre las posiciones

2. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “To redefine


the symbolic process through which the social imaginary —nation, culture or
Community— becomes the subject of discourse, and the object of physic iden-
tification”.
68 Paisajes sonoros

discordantes de los diferentes grupos sociales. Más allá de aceptar la


disonancia como realidad en la interacción social, es necesario e in-
dispensable comprender que el contexto y las condiciones de la cons-
trucción de la nación deben diseñar sistemas políticos, económicos y
sociales que resulten en la creación de una arquitectura cultural inclu-
yente y participativa.

La oralidad y la lírica: equidad en la diferencia

Si bien la producción oral —también llamada literatura oral— en los


estudios culturales ha tenido un espacio de representación, existe aún
una marcada tendencia a otorgarle a la escritura y al universo gráfi-
co un lugar especial y preponderante en la investigación académica.
¿Acaso olvidamos que el mundo gráfico emerge de la producción oral?
¿O quizás se desconoce que la producción oral ha jugado un papel
fundamental en la construcción de las culturas latinoamericanas? Así
como también ha sido primordial en la emergencia de otras literaturas,
como lo señala Adrián F. Freja de la Hoz, quien realizó un trabajo de
investigación sobre las diversas formas de ‘literatura oral’:

Tuvo que transcurrir mucho tiempo para que los estudiosos de la literatura clásica
tuvieran en cuenta el carácter oral de los textos fundacionales y por tanto el pro-
blema de la oralidad […]. Algo similar sucede con la literatura de la Edad Media.
Solo hasta los años cincuenta los medievalistas descubren la existencia de la poesía
oral medieval (2015: 28).

Y es que el reconocimiento que se debe dar a la literatura oral em-


pieza por explorar ese enlace —casi continuo— entre literatura escrita
y literatura oral que se encuentra presente en gran parte de los tex-
tos producidos en diversas zonas del continente. Tal y como afirmó
Gabriel García Márquez, uno de los escritores colombianos más bri-
llantes y quien ha sabido combinar de manera grandiosa los discursos
de la oralidad y de la escritura en sus obras: “Cien años de soledad,
no es más que la tentativa de un vallenato de más de 450 páginas”
(Williams 1991). En esta aseveración, este gran escritor y premio No-
bel de Literatura en 1982 pone al descubierto que, en la literatura
Capítulo ii 69

latinoamericana y específicamente en la colombiana, se encuentra


inherente un valioso sustrato de la tradición oral. En una gran par-
te de las obras literarias, ese legado de oralidad aflora en la creación
de la palabra escrita y convierte el texto en un universo polifónico y
con dinamismo perlocutivo. Muchas obras literarias contienen en su
construcción narrativa diversos elementos que provienen del lenguaje
hablado. La elaboración discursiva del lenguaje hablado le proporciona
al texto narrado un giro temporal, pues las marcas del habla tienen un
efecto en la reactualización de los hechos que se relatan. En relación
a este aspecto, Paul Ricoeur considera que “en el discurso hablado,
esta habilidad del discurso para remitirse de vuelta al sujeto hablante
presenta un carácter de inmediatez porque el hablante pertenece a la
situación de interlocución: Está ahí, en el sentido genuino de estar-ahí
de Da-sein” (2011: 42). La riqueza de la literatura oral es copiosa y
abundante, esto se puede identificar de forma especial en los litorales
del Pacífico y el Atlántico colombianos; sin embargo, existe también
una gran producción que florece en diferentes regiones del país: la an-
dina, la llanera, la selvática. Esa predilección por las literaturas orales
no está necesariamente vinculada con la errónea percepción de que las
comunidades rurales sean iletradas. La preferencia por la oralidad para
construir relatos colectivos guarda una estrecha relación, en primera
instancia, con las tradiciones regionales en las que se han construido
las historias comunitarias. Y en muchos sitios se puede detectar que la
construcción de las historias comunitarias acontece, particularmente,
a través de la consolidación de las identidades musicales en espacios de
oralidad que se han ido generando a lo largo de los años y que se han
ido transformando, también, regionalmente por flujos tanto locales
como internacionales.
La producción y formación de discursos y metadiscursos sobre las
identidades y culturas nacionales están enmarcados en una diferencia
cultural que, dependiendo de la categorización social que se le haya
otorgado a lo diferente, tiene repercusiones en los procesos de acep-
tación o negación de la diferencia; es decir, una diferencia racial, por
ejemplo, sería valorada a partir de los discursos que se han impuesto
históricamente sobre las valoraciones de inferioridad y superioridad.
Esta construcción social de la diferencia en términos raciales, así como
70 Paisajes sonoros

también en términos de género, sigue dominando la reproducción


del imaginario colectivo respecto a la concepción de pertenencia a los
espacios de participación política y al acceso a las oportunidades. El
cuestionamiento y la consciencia de la diferencia son una temática
presente en los debates sobre las identidades nacionales. Los grupos
que reclaman participación en la arena social, política y económica
consideran necesaria la resignificación de la diferencia en el diálogo
social, pues es un requisito imprescindible para empoderarse y recons-
tituirse como comunidades. La diferencia es un valor suplementario
que en la cotidianidad se manifiesta a través de las prácticas y los co-
nocimientos particulares de las poblaciones y las hace esencialmente
singulares como colectivo. Esa diferencia debe recategorizarse desde
otras dimensiones distintas a las valoraciones de lo fenotípico, por ello
la diferencia contiene un carácter marcadamente distintivo y deber ser
contemplada desde una epistemología de complementos y reciproci-
dades. Bajo esa perspectiva, el complemento y la correspondencia en-
tre grupos sociales propiciarían el surgimiento de nuevos espacios de
acción, gestión y ejecución en las dimensiones de lo político, lo social
y lo económico. Los espacios emergen a menudo en zonas limina-
les y aparecen como alternativas a las barreras puestas para disgregar
o marginalizar las posibilidades de acceso y comunicación entre los
grupos sociales. Bhabha (2004) llama a esos espacios los in-between
spaces. Son ambientes recreados en donde se construye esa posibilidad
de representar simbólicamente las singularidades que caracterizan a los
grupos que han quedado al margen. En el arte se puede identificar la
construcción de este tipo de representación, como es el caso de las co-
munidades afrodescendientes, indígenas o campesinas en Colombia.
Esas poblaciones reivindican relaciones de equidad social y política a
partir del reconocimiento de la diferencia en sus prácticas ancestrales,
territoriales, ecológicas, sociales, etc. Sucede que muchas veces esos
espacios son prohibidos o vetados hasta que logran consolidarse como
instancias de acción, y, en el contexto colombiano, muchos de esos
espacios han fortalecido y le han dado visibilidad a las propuestas de
transición también en las fases del postconflicto hacia la construcción
de la paz.
Capítulo ii 71

La búsqueda de equidad en la diferencia tiene efectos en la decons-


trucción de las prácticas coloniales que siguen vigentes en el contex-
to contemporáneo. La constitución de jóvenes repúblicas en América
Latina no tuvo como resultado cambios significativos en las estruc-
turas sociopolíticas y económicas heredadas de la época colonial. Sin
entrar en mayores detalles, es preciso mencionar que el sistema señorial
implantado desde los inicios de la colonización española se mantu-
vo durante más de tres siglos. Una nueva era postcolonial en cuyos
núcleos vertebrales se mantenían sistemas coloniales cambiaron en su
apelación nominal, pero sus referentes semánticos no se transforma-
ron en su esencia. En realidad, el tránsito se hizo hacía un neo y no
hacia un postcolonialismo. Las confrontaciones entre diversos grupos
sociales se cultivan, en gran parte, desde esa transición, que no ofrecía
mecanismos que acabaran con el orden social colonial impuesto por
varios siglos. En este ámbito de relaciones de colonialidad y postcolo-
nialidad, otros estudios como los de Stuart Hall (2002), quien dedica
especial atención a la formación discursiva sobre lo postcolonial, plan-
tean que los conceptos que subyacen a los discursos opuestos también
emergen de una construcción que está caracterizada por la creación
de fronteras tanto materiales como simbólicas. Este autor hace énfa-
sis en las posiciones de polarización entre dualidades colonizadores/
colonizados y centro/periferia y señala que deben ser vistas desde una
óptica más amplia que contemple los procesos locales en los que suce-
de la descolonización. Su propuesta coincide con los planteamientos
hechos por Ella Shohat (1991), pues ambos autores sugieren que es
necesario considerar que las trasformaciones se dan a diferentes rit-
mos, dependiendo de las dinámicas sociales. En torno a los ritmos del
cambio en la sociedad colombiana, Orlando Fals Borda, en su libro La
subversión en Colombia. El cambio social en la historia (2008), presenta
un riguroso análisis sobre la historia colombiana, diferenciando cuatro
órdenes sociales. El término subversión se refiere a las tensiones y los
conflictos que se pueden identificar antes y después de cada periodo
clasificado, que Fals Borda llama los condicionantes. La distinción entre
las diferentes fases guarda relación con los periodos históricos que las
caracterizan:
72 Paisajes sonoros

La distinción entre ellos guarda relación con los periodos históricos de la siguiente
manera: en la época de la conquista, la primera subversión moral es la “cristiana”.
Posteriormente en el periodo de la ilustración es la “liberal” con valores burgueses,
después una subversión socialista a comienzos del siglo xx y hacia mediados del
siglo xx una subversión “neoclasista” anticipando un quinto orden (2009: 443).

Declarar la finalización de un sistema colonial y el ingreso en la


era de la independencia fue una razón que impulsó a creer en la inmi-
nente necesidad de abandonar los patrones bajo los que funcionaban
las sociedades tradicionales y transitar hacia las puertas del progreso.
La modernidad entrante en una América Latina, supuestamente re-
publicana, pasó solo por algunas de las esquinas del continente, y,
mientras algunos de sus grupos sociales atisbaban su llegada, en otras
orillas del subcontinente muchos de sus pobladores ni siquiera tuvie-
ron la oportunidad de percatarse de ello. Una modernidad que parece
asociarse de forma exclusiva a lo que se entiende por comunicación
tecnológica y, como bien lo señala Jesús Martín-Barbero, una moder-
nidad devoradora:

Una modernización cuya racionalidad, al presentarse como incompatible con su


razón histórica, legitimó la voracidad del capital y la implantación de una econo-
mía que tornó irracional toda diferencia que no fuera recuperable por la lógica
instrumental del mal llamado desarrollo (2001: 9).

La orientación hacia la modernidad equiparada con los fundamen-


tos del paradigma utilitarista ha socavado otras dimensiones de lo mo-
derno, tanto en el terreno político como en el terreno social. Como
propone Mary L. Pratt en su ensayo La modernidad desde las Américas,
la modernidad no es un proyecto acabado sino en plena realización.
“La modernidad aparece, entonces, no como un proceso que otorga
libertad, sino como un proceso que pone en movimiento ciertos con-
flictos, y que está constituido a su vez por esos conflictos. Esta formu-
lación obviamente demanda también una relectura de la emancipación
en el centro” (2000: 833).
Sin ahondar más en las transiciones hacia otros posts, lo que debe
quedar claro es que la oralidad ha sido el canal de resguardo de las
culturas rurales, marginadas o periféricas y que, dependiendo del
Capítulo ii 73

momento histórico, esas expresiones de la diferencia han enfrentado


la censura, la subordinación o el desprecio. Allí, los relatos orales y
líricos han consignado no solo el dolor, sino también sus contras. En
ellos se encuentran depositados artefactos para la convivencia local en
una polifonía de voces sobrevivientes y una sinfonía de acciones por la
paz. Una enriquecida porción de la historia de cómo crear resiliencia
y resistencia comunitaria se encuentra consignada en la memoria oral,
especialmente aquella que emerge en ámbitos del dominio comunita-
rio. Se podría asegurar que el lenguaje artístico y musical ha promo-
vido escenarios de conciliación, de negociación y de perdón entre las
víctimas y los victimarios.

La música popular: objeciones

La música, el canto y la lírica que emergen de las colectividades rurales


se nutren del repertorio histórico-cultural que no solo funciona como
representación de las prácticas comunitarias, sino como práctica de la
representación de esas subculturas. Las prácticas orales y musicales son
reveladoras de historias rurales étnicas, campesinas, locales, regionales;
es decir, son portadoras de múltiples discursos polifónicos. La gran
mayoría de esos relatos hasta ahora inéditos, que se materializan en el
canto y en el cuento, revelan los trazos de una estética renaciente que
emerge para la creación de escenarios de entendimiento y, en el contex-
to actual de Colombia, son fuentes imprescindibles para la transición
del postconflicto, tanto por su constitución argumentativa como por
su configuración estructural. Algunas de las composiciones que nacen
en una comunidad campesina se van convirtiendo en símbolos de re-
presentación y se convierten en herramienta de participación popular.
Sin embargo, es preciso observar que también la oralidad popular ha
sido instrumentalizada por la industria musical o discográfica, deri-
vando en algunos casos en interpretaciones desvinculas de la herencia
local o tradicional.
Respecto al origen de la música ‘popular’, Jacques Gilard, gran in-
vestigador, plantea reflexiones muy acertadas sobre la relación entre la
cultura y el poder político durante la conformación de la modernidad
74 Paisajes sonoros

en Colombia hacia las décadas de los cuarenta y cincuenta. Este au-


tor establece una analogía entre lo que caracteriza a la poesía popular
gauchesca en Argentina y el origen de la música vallenata para esa épo-
ca y asegura que las versiones populares son fórmulas estandarizadas.
En palabras de Egberto Bermúdez (2009), lo popular deja de serlo
“cuando miembros de la elite provinciana costeña tomaban la voz de
sus propios jornaleros y ‘concertados’ para reafirmar su poder sobre
ellos” (Bermúdez 2009: 35). Como lo advierte Jorge Luis Borges y lo
confirma Jacques Gilard, se da una forma de popularización tratando
de imitar el estilo popular pero creado por las élites nacionales. Así,
Martín Fierro es la creación de hombres de la ciudad y no el fruto de
la poesía popular campesina. La mayoría de las actuales composiciones
no ilustran los relatos ni las vivencias rurales en torno a las problemá-
ticas que han experimentado las comunidades campesinas en términos
agrícolas. Este hecho se explica porque los intereses comerciales de la
industria musical han priorizado otros ejes temáticos para la expresión
vallenata.
Situar la producción musical de ambientes específicos dominados
por la confrontación armada y en asimetrías de poder supone reubicar
también el lugar que se le confiere a la lírica, al canto y a la música
misma como mecanismos y medios de reflexión. Me refiero a la rete-
rritorialización de la oralidad dentro de los análisis académicos de la
cultura, pues esta contiene un acervo que revitaliza y reconstruye las
realidades históricas y locales. Mientras la escritura y el texto gráfico
se han venido reafirmando como instrumentos que marcan un sistema
predominante de poder, la oralidad, lejos de convertirse en expresión
arcaica, sigue reafirmándose y es lugar de práctica y práctica de lugar,
en donde se pueden explorar aportes desde los grupos sociales menos
privilegiados. La literatura oral en América Latina recupera un amplio
universo no solo de las tradiciones, sino de las percepciones que po-
nen en relación al hombre con sus mundos —materiales, espirituales
y ficticios—. Los discursos orales no pueden ser reducidos a una per-
formance vocal, se apoyan más bien en un sistema complejo de comu-
nicación en el que los gestos, el ritmo, la coreografía y otros elementos
complementan a la palabra para construir y recomponer las realidades
locales. Y es que la oralidad se convierte en práctica semiótica que da
Capítulo ii 75

la estructura al universo colectivo, transciende la temporalidad, dina-


miza y revive los significados de lo real y no cae presa de la expresión
petrificada. La articulación de los sistemas comunicativos entre los sec-
tores hegemónicos y los sectores subalternos es analizada por Martín
Lienhard en su ejemplar ensayo La voz y su huella, en donde afirma lo
siguiente:

En el contexto de los procesos de enfrentamiento étnico-social, los textos “alterna-


tivos” resultan, de hecho, verdaderos campos de batalla semiótica, espacios donde
se redefinen, ficticia o ficcionalmente, los lugares respectivos de los “vencedores”
y de los “vencidos” (2003: 33).

Los textos alternativos, como señala Martín Lienhard, no solo son


campos de batalla, sino que se han convertido en fuente misma para
hallar los eslabones de una historia de marginalidad y resiliencia de las
subculturas latinoamericanas. La oralidad constituye una de esas piezas
vitales de la reconstrucción social que puede proporcionar herramien-
tas para llevar a cabo los procesos que emergen de las comunidades y
busca aportar reflexiones que emanan desde la convivencia, los con-
ceptos y los preconceptos de los agentes marginados. Las confrontacio-
nes por la tierra y el territorio están relacionadas, por un lado, con la
noción espacial de terreno geográficamente demarcado, pero también
con una construcción cultural que rebasa lo puramente material.
Hermann Herlinghaus (2009), desde una perspectiva más transna-
cional, observa cómo a través de diferentes tipos de música se mani-
fiesta la crudeza social causada por el sistema económico global. Este
autor realizó un notable análisis sobre la música, el canto y la relación
de las composiciones de los corridos y las realidades mexicanas. Con-
sidera que las narrativas producidas por grupos sociales que quedan
al margen del llamado ‘progreso económico’ no solamente relatan las
transformaciones locales, sino, especialmente, ilustran cómo se mani-
fiestan los efectos de desterritorialización derivados de los procesos de
globalización y del libre mercado. A diferencia de las zonas de contacto
que propone Pratt, Herlinghaus considera, por el contrario, que el uso
de mecanismos que transgreden fronteras ni construyen ni se constitu-
yen en puentes de comunicación. También señala que los procesos de
76 Paisajes sonoros

hibridación cultural están relacionados con la estética, más de lo que


aparentemente se cree.3 Las configuraciones estéticas que emergen en
los años noventa del pasado siglo, como el narcocorrido, las telenovelas
y las historias de sicarios, entre otros, son muestras de ese orden, como
lo expresa Herlinghaus (2009) en el siguiente fragmento:

Antes que ser aberrantes representaciones artísticas transnacionales, estas narrati-


vas son, en sí mismas, parte de un cambio en las sensibilidades estéticas y concep-
tuales. Pueden ser percibidas como figuraciones de la ubicuidad de la violencia en
términos de la experiencia (2009: 6).4

Herman Herlinghaus (2009) reprocha la poca reflexión entre el


planteamiento de lo híbrido y el poder: “Se trata muy poco sobre la
práctica del poder del centro desenmascarada en el inconsciente colo-
nial y mucho más sobre el desencantamiento de la ‘Periferia’ misma y
de sus condiciones propias” (24).

Cartografías comunitarias de la nación

Homi K. Bhabha, en su obra Lugares de la cultura (1994), se acerca a la


inquietud investigadora en torno a una nueva cartografía espacial. Se
refiere a la representación compleja de las dualidades presente/pasado
e inclusión/exclusión, en las que se crean lugares de articulación entre
culturas y prácticas culturales diferentes. Los in-between spaces (espa-
cios intermedios), que Bhabha considera sitios de reformulación sobre
la representación de la diferencia, pueden devenir en espacios de la ne-
gociación y articulación de las oposiciones o, por el contrario, ser pro-
clives a convertirse en áreas de conflicto. Bhabha retoma las posibles

3. La producción simbólica que se gesta en los procesos de hibridación cultural es


interpretada por García Canclini y Bhabha como resultados de procesos migrato-
rios. En este sentido, la interpretación de Herlinghaus emerge desde una perspec-
tiva diferente: la exclusión sistemática.
4. La traducción es mía. “Rather than aberrant transnational artistic representations,
these narratives are themselves part of a change in aesthetic and conceptual sen-
sibilities. They can be perceived to be singular figurations of the ubiquity of vio-
lence in terms of experience”.
Capítulo ii 77

tensiones que se puedan generar en estos espacios y los presenta como


análogos a los discursos entre modernidad y tradición. Una de las pre-
misas relevantes, y que lo diferencia en su carácter constitutivo de las
reflexiones que hace García Canclini, es la noción de comunidad, pues
Bhabha (1994) la considera un proyecto en construcción:

Las diferencias sociales no son simplemente dadas a una experiencia a través de


una tradición cultural ya autenticada, sino que se constituyen en signos de la
emergencia de una comunidad contemplada como proyecto —al mismo tiempo
una visión y una construcción— (1994: 3).

En este planteamiento aparece tanto la percepción temporal como


espacial en una articulación simbólica entre el ir y venir. Se alude a una
transición que permite circular a través de las fronteras de lo cultural
y a partir de allí reconstruir el presente, el cual se compone de las “dis-
continuidades, desigualdades, y minorías” (4). La epistemología de lo
postmoderno se orienta hacia el reconocimiento del vaivén, los límites
y extra-límites, the beyond, en los cuales se sitúan las nuevas narrativas
y las nuevas voces que antes no eran dignas de ser representadas; rela-
tos emergentes e inéditos que se revelan en el lugar interfronterizo de
transición. En la apreciación, antes citada, Bhabha no se refiere a las
comunidades rurales, sino al concepto mismo de comunidad como
proyecto. Sin embargo, esta idea es transferible también a las comu-
nidades que conciben como proyecto la unión con lo territorial y que
reivindican en primer lugar su historia cultural campesina o étnica.
Es quizás en esos espacios o umbrales de una simbología emergente
en donde la construcción de lo nacional ha adquirido nuevas perspec-
tivas. En esos planos se visibiliza no solo la representación de las mino-
rías étnicas, sino también las grandes mayorías marginalizadas por el
sistema capitalista. Si esas nuevas representaciones forman parte de la
comunidad proyecto nacional es preciso preguntarse cómo se conciben,
se construyen y se incluyen las diferencias en este constructo de comu-
nidad. Benedict Anderson (1991) señala que tanto los mecanismos a
través de los cuales se erigen las naciones-Estado como la construcción
discursiva de la nación están llenos de simbologías y procesos cultu-
rales que refuerzan los conceptos de comunidad imaginada limitada
78 Paisajes sonoros

y soberana. Este autor se refiere a la nación y al nacionalismo como


artefactos que han sido creados por una clase particular. El debate de
cómo definirse como nación y de cómo definirla se reconstruye desde
la misma dialéctica desde la cual emergen sus contradicciones. Se trata
de dialécticas en el sentido hegeliano, en las que se enfrentan discursos
opuestos que son tesis o antítesis, que son afirmaciones o negaciones
de una misma construcción.
La formación de los nacionalismos en el continente latinoameri-
cano se ha caracterizado por imaginar una comunidad mestiza y ho-
mogénea idealizando estos atributos como marcadores absolutos de la
identidad y pertenencia nacionales. En la construcción simbólica de
la nación prevalecía —y todavía hoy en día persiste— la iconografía
de un patriotismo de los vencedores y, con ello, el ímpetu de entrar
en una modernidad importada. Para mantener vivos esos ideales, se
han aceptado tácitamente sistemas y prácticas que enmascaran el racis-
mo y la marginalización con gran complacencia, como si estas fuesen
condiciones heredadas y perpetuas. A otras formas de representación,
en cuyas simbologías se mostraban facetas menos mestizas, no les fue
posibilitado el acceso a circuitos de difusión nacional; tampoco fueron
tomadas en consideración si no se ajustaban al ideal de mestizaje pro-
pagado por los grupos de poder. Una variedad heterogénea de culturas,
lenguas y prácticas ha ido emergiendo y consolidándose para redefinir
la nación. Diversos grupos sociales reivindican su participación y lo
hacen desde sus identidades, que les habían sido negadas, identida-
des de género, étnicas y territoriales, entre otras. Más que la creación
de espacios intermedios que propone Bhabha es necesario escudriñar
quiénes se apropian de esas nuevas dimensiones de lo político, de lo so-
cial, de lo económico. Asimismo, es importante contrastar las formas
de representación que surgen con los grupos que buscan ser represen-
tados. A través de la creación artística se manifiestan acciones políticas
de grupos en el espacio rural que cuestionan y, a la vez, resignifican
las formas de incorporación en la vida social, política y económica
de la nación. Es imprescindible conocer no solo la construcción de
significados, sino la composición de significantes presentes en las sim-
bologías de los actores sociales, antes totalmente invisibilizados. Las
voces campesinas son portadoras de nuevas semánticas de la gestión,
Capítulo ii 79

administración y comprensión de lo público. Los proyectos de una


nación pluriétnica y multicultural deben, asimismo, tener una orien-
tación plural y diversa. Esa diversidad debería constituirse en base a su
esencia fundacional.5
Las burguesías y élites que han impuesto formas de representar lo
nacional han hecho uso de símbolos regionales, étnicos y locales para
alimentar una idea de pertenencia nacional que está ligada a la conser-
vación del poder económico y político de un reducido grupo de fami-
lias que se pueden identificar en cada país latinoamericano. Quienes
han creado un discurso nacional no están interesados en un verdadero
desarrollo nacional, no conocen las realidades del campo y son ajenos
a las realidades pluriétnicas, su mayor preocupación es poder estar en
consonancia con la demanda internacional y competir con el mercado
foráneo, como se ha señalado anteriormente.

De la comunidad imaginada a la vida en la comunidad rural

Gran parte de los debates académicos centran su atención en la repre-


sentación nacional y, para analizar la construcción simbólica y discur-
siva, toman como punto de partida los espacios urbanos y su devenir.
Pareciera que hay una marcada tendencia a considerar los ambientes
rurales aún como espacios arcaicos, tradicionales y monolíticos. Así,
cuando se plantea la idea de diversidad, se piensa casi automática-
mente en una sociedad urbana en la cual pueden estar representados
una cantidad variopinta de ‘ciudadanos’ con carácter cosmopolita,
pero donde no se incluye necesariamente lo campesino ni las pobla-
ciones rurales. Esta práctica urbanocéntrica y ‘moderna’ ha preten-
dido, incluso, hacer una representación de la ruralidad resaltando la
tradición como un atributo máximo y singular de la vida campesina.

5. El reconocimiento de Estados plurinacionales con autonomía en la ejecución po-


lítica y administrativa son modelos del naciente quehacer político que han sido
constitucionalmente reconocidos en Estados como Bolivia y Ecuador, países don-
de las culturas autóctonas llevan sufridos largos procesos de luchas y empodera-
miento.
80 Paisajes sonoros

Muchas representaciones visuales de lo rural apelan a las celebraciones


rituales y reconstruyen un ambiente casi excéntrico de lo agreste. La
vida rural ha sido representada en los medios masivos, en gran parte,
por grupos que desconocen la cotidianidad de los pobladores rurales
y, pese a ello, se empeñan en producir visiones romantizadas o simple-
mente banales sobre el ambiente campesino. Incluso las representacio-
nes de lo rural suelen aparecer aún como mera simbología de retratos
folclóricos que refuerzan la idea de nación. Muchas de las formas y
de los símbolos de representación campesina, como, por ejemplo, el
sombrero y el poncho, han sido instrumentalizadas con fines comer-
ciales o para posicionar un producto en el mercado internacional; la
comercialización de Juan Valdez como muestra de la excelencia del
café colombiano es solo uno de ellos.
La comunidad política imaginada es un proyecto en construcción,
la vida en la comunidad rural es una construcción proyectada. Mi
propuesta es examinar cómo se autorrepresenta la vida comunitaria,
acceder a ese metalenguaje para comprender cómo se posiciona la
comunidad como entidad, cuál es su memoria y cómo reconstruye el
tejido fracturado. En los espacios locales hay un amplio repertorio de
material que representa la estética y la semántica del poblador campe-
sino y su vida en el ambiente rural. A través de la comunidad, como
instancia nuclear de la identidad campesina, se producen formas de
representación que simbolizan la organización grupal y espacial, la
gestión de los recursos y la interacción social, así como también las
relaciones con los diversos mundos que coexisten o forman parte de la
comunidad. Las comunidades campesinas instituyen normas de adhe-
sión, pertenencia y acción que difieren de las nociones contractuales
urbanas. La comunidad y las organizaciones campesinas se convierten
en agencias que, conscientes de las diferencias y contradicciones, deci-
den gestionar los recursos a partir de lógicas basadas en una epistemo-
logía social colectiva. Existen diversas formas de producción cultural
que emergen desde el seno comunitario, la música y las literaturas
orales son dos de ellas. Los registros orales consignados en la músi-
ca propician espacios intermedios (in-between spaces) en los cuales se
representa la cultura rural, que ha sido injustamente desvirtuada. Las
composiciones musicales y líricas de los habitantes rurales son no solo
Capítulo ii 81

lugares del hacer cultural, sino también espacios con alcance político
que interpelan por esa inclusión y aportan en la ampliación de meca-
nismos que definan la nación en tanto acción política de reivindica-
ción de la equidad y la justicia.
Es interesante observar que las nociones de sustentabilidad, pro-
piedad y beneficio, entre muchas otras, que provienen de la vida y
la cotidianidad del entorno rural, difieren ontológicamente de la ra-
cionalidad moderna. Tanto los significados como los significantes de
esos conceptos emergen de valoraciones epistemológicas fundadas en
relaciones de reciprocidad, entre los seres humanos y los seres natu-
rales, entre lo material y lo inmaterial. Esa aproximación no se debe
confundir con la apología de un campo sin industria ni tecnología ni
tampoco se debe confundir con un rechazo de los beneficios que los
avances tecnológicos pueden proporcionar en las labores agrícolas o a
la reorganización territorial. Se trata más bien de poder acceder a esos
beneficios manteniendo una relación de reciprocidad y complemen-
tariedad entre hombre y naturaleza, entre industria y economías de
producción local, entre lo privado y lo colectivo, etc. Un magnífico
trabajo realizado por Rafael Bautista plantea el reconocimiento de un
sujeto comunitario como una alternativa real del pensamiento descolo-
nizador. Ese sujeto comunitario brinda una acción política para resca-
tar las sociedades sometidas a la modernidad. Bautista señala que:

La insistencia se traduce en la forma de inserción de lo indígena en la lucha po-


lítica: la defensa de la comunidad ante la expansión sistemática de las relaciones
“sociales” provenientes de la ciudad. La insurgencia de lo comunitario es lo que
interpela al sistema político en su conjunto (2014: 24).

Al referirnos al concepto comunidad hay una porfiada tendencia


a asociar la comunidad con un grupo homogéneo de personas que se
definen por rasgos culturalmente idénticos o por las mismas tradicio-
nes. Lejos de ser así, las comunidades son entramados interculturales
que se componen de visiones del mundo cercanas, pero que se distin-
guen entre sí. Es verdad que hay denominadores comunes a todos los
miembros de un grupo comunitario y valoraciones sobre la naturaleza,
conceptos de espiritualidad y sentidos de pertenencia que marcan una
82 Paisajes sonoros

pauta de identificación común, pero es necesario tener presente que


hay singularidades que hacen a las comunidades distintas entre sí, aun-
que siempre son proclives a la búsqueda del bienestar común y colec-
tivo. Los ambientes comunitarios conviven también con la disensión
y no existe un concepto de comunidad que anule al individuo, se trata
de ejercer la individualidad desde una perspectiva colectiva. Así lo se-
ñala la Fundación Wayna Tambo en su publicación Procesos educativos
para la crianza de lo comunitario:

La comunidad produce una intersubjetividad muy poderosa que nos permite


sentirnos parte de, ser parte de, estar en. […] Tres elementos que componen la
comunidad:

El que tiene que ver con el funcionamiento de la red de amparo y protección.


La comunidad que permite la reproducción, el brotar permanente de la vida
del colectivo en todas sus dimensiones: económicas, sociales, culturales, éticas,
estéticas, políticas, organizativas, etc.
El que la comunidad produce una energía, un nivel de afecto, cariño, de inter-
subjetividad poderoso en términos de pertenencias colectivas que nos atraviesan
la vida entera (2016: 28).

Muchas comunidades campesinas se ven enfrentadas a grandes de-


safíos por no tener acceso a la tierra y porque se les impide gobernar
sobre sus territorios. Diversos factores son detonantes de esas situa-
ciones: las irregularidades en los procesos de titulación, los manejos
fraudulentos de los grandes terratenientes y el control territorial que
es ejercido tanto por la industria agrícola como por los actores arma-
dos, instaurando regímenes de conflicto y terror para generar despla-
zamientos forzados. Se podrían mencionar muchas más causas que
ocasionan conflictos por la tierra y el territorio. Las racionalidades co-
munitarias brindan valiosos elementos de concertación, distribución,
administración y conservación de los recursos naturales que surgen
desde las lógicas de lo colectivo. Tal vez se encuentre allí uno de los
aportes más apremiantes para implementar el Acuerdo Final de paz, en
las constelaciones de ruralidades que aprehendan las prácticas comuni-
tarias y las integren en la diversidad nacional.
Capítulo ii 83

Conflictos medioambientales: enfoque y planteamientos

En los aportes de los estudios sobre conflictos por recursos natura-


les, Guillaume Fontaine (2004) y Pablo Ortiz (1999) argumentan que
existe una clara relación entre las disputas ecológicas y el impacto co-
munitario. He decidido muy conscientemente no trabajar únicamente
sobre la base teórica propuesta por el ENCOP (Bächler et al. 1996)
en torno a los conflictos medioambientales porque sus análisis tratan
poco los matices sociales o políticos. Como lo indica el mismo Bächler,
“las variables socioeconómica, institucional y centradas en el agente,
las cuales afectan la relación causal entre conflicto y medio ambien-
te, tienden a ser subestimadas”6 (1999: 82). Desde la perspectiva del
conflicto medioambiental, las discusiones sobre ecología y medio am-
biente tienen un punto de partida diferente al social. Además, una de
las presunciones es que la consciencia ecológica corresponde a valores
que se manifiestan en las sociedades postmaterialistas. Este postulado
se inspira en los estudios sobre valores y niveles de desarrollo realizados
por Ronald Inglehart (1977).7
Los planteamientos desarrollados por Thomas Homer-Dixon
(1999), Günther Bächler (1999) y Stephan Libiszewski (1992) cons-
truyen una base teórica que explica la relación entre conflicto y medio
ambiente desde una perspectiva multicausal. Estos enfoques consi-
deran por un lado, que el crecimiento poblacional en los países del
hemisferio sur es un factor que ejerce presión sobre los recursos natu-
rales y que da origen a conflictos; por otra parte, argumentan que la
competencia por los recursos naturales y su escasez se derivan de ese

6. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “The socio-econo-


mic, institutional, and actor-oriented variables which affect the causal relationship
linking environment and conflict tend to be underestimated”.
7. Inglehart presenta la jerarquía de valores sociales, que explica a partir de las nece-
sidades satisfechas. De acuerdo con este autor, las necesidades de la humanidad se
modifican según los niveles de desarrollo que vayan alcanzando. Sus reflexiones
han sido usadas para encontrar explicaciones sobre el comportamiento político de
los ciudadanos a través del análisis cultural. Existe un estudio más reciente en el
que Marita Carballo y Ronald Inglehart (1997) indican que la modernización no
sigue un curso lineal, sino que se distinguen dos niveles de desarrollo en ella.
84 Paisajes sonoros

motivo. Dicha escasez, en sus distintos matices, aparece como otro


factor desencadenante de los conflictos. El planteamiento de Bächler
integra otros elementos dentro de una interpretación estructural y
sus propuestas en las hipótesis de causalidad retoman consideracio-
nes subyacentes a la teoría de la dependencia, de geografía política, de
la antropología y de la sociología del desarrollo. Stephan Libiszewski
propone el concepto ‘conflictos medioambientales’ y lo define de la
siguiente manera:

Los conflictos medioambientales se manifiestan como conflictos políticos, socia-


les, económicos, étnicos, religiosos o territoriales; o como conflictos por recursos
o por interés nacional o cualquier otro tipo de conflicto. Existen conflictos tradi-
cionales inducidos por degradación medioambiental (1992: 13) 8

A pesar de que Libiszewski ofrece una definición técnica, en su


reflexión posterior él mismo es consciente de que la mayor dificultad
reside en encontrar la causa que da origen a este tipo de conflictos.9
Para mitigar ese dilema propone una reconsideración del concepto de
lo medioambiental a partir de los fenómenos sociales:

Normalmente el cambio medioambiental tiene que ser “trasladado” a alguna forma


de fenómeno social […]. En este contexto, incluso el valor de los bienes naturales
como recursos tienen que ser visto como un hecho social que varía en el tiempo y
en el espacio dependiendo de los contextos socioeconómicos y culturales. (12)10

8. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Environmen-


tal Conflicts manifest themselves as political, social, economic, ethic, religious
or territorial conflicts, or conflicts over resources or national interest, or any
other type of conflict. They are traditional conflicts induced by an environmental
degradation”.
9. “This wide concept of cause is what makes our field broad and complex”
(Libiszewski 1992: 12).
10. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Normally envi-
ronmental change has to be ‘translated’ into some kind of social phenomenon [...]
In this context even the value of natural goods as resources must be seen as a social
fact varying over space and time depending on the cultural and socio-economic
context”.
Capítulo ii 85

Siguiendo detenidamente las consideraciones hechas por Libiszews-


ki y por otros autores, los conflictos medioambientales estarían supedi-
tados a un componente esencial: el factor social. Al parecer, el aspecto
social está siempre presente, por ello es preciso examinar el plantea-
miento que aporta otro grupo de investigadores que denominan la
relación entre conflicto y medio ambiente como conflictos socioam-
bientales. Para esta investigación no es relevante el aspecto de causa-
lidad, sino el de interacción, por ello, tomo elementos reelaborados
por Bächler (1999), quien retoma el estudio hecho antes por David
Dessler (1994) y lo adapta para el caso de Ruanda y África oriental. Se
trata en primera instancia de la identificación sistemática de los roles
que puede adoptar un evento concreto para un autor definido. En su
análisis distingue los siguientes elementos:

1. Las razones: combinación de acciones percibidas por un actor como ‘problemas


históricos’.
— Los desencadenantes de las acciones: son aquellos eventos que llevan a determi-
nar la viabilidad de una actuación.
2. Un desencadenante de una acción es un evento que hace que cada acción se
convierta en la alternativa más favorecida en el conjunto de viabilidad de alguien.
3. Los objetivos: son las metas o los propósitos del conflicto. Se sitúan más en el
contenido que en la dinámica del conflicto.
4. Los canales: son las líneas de división o fisura en los diferentes ámbitos: político,
social, económico.
5. Los catalizadores: son los factores que controlan la intensidad y la duración del
conflicto una vez éste ha iniciado (Bächler 1999: 106-107).11

En el capítulo sexto se encuentra una tabla comparativa en la que


se desglosan los elementos antes descritos para los tres casos de este
estudio. Las dinámicas de interacción de las comunidades tienen lu-
gar en el marco del conflicto socioambiental que compromete bienes

11. La traducción es mía. El texto en inglés es el siguiente: 1. “A reason is a combi-


nation of actions that are perceived by an actor as ‘historical problems’ […] 2.
A trigger of an action is an event which causes that every action to become the
most favoured alternative in someone’s feasibility set. […] 3. A target is an actor’s
objective, aim or goal […] 4. A channel is a line of political, social, economic or
national cleverage… […] 5. A catalyst is any factor that controls the rate or inten-
sity and the duration of a conflict, once initiated”.
86 Paisajes sonoros

naturales comunitarios. A través del acompañamiento, las comunida-


des han ido desarrollando capacidades para el manejo de conflictos
y para los espacios de negociación y han fortalecido poco a poco sus
recursos para avanzar hacia la transformación de las disputas. Sin em-
bargo, en los contextos de hostigamiento, amenazas y desplazamientos
forzados, los encuentros entre los actores se tornan en alcances muy
complejos que impiden acuerdos concretos o puntos de encuentro,
incluso irrealizables a medio plazo. En los estudios de conflicto, en ge-
neral, se plantea la evolución del conflicto en términos de transforma-
ción.12 Este, a su vez, puede derivar en escenarios de reproducción o de
cooperación. Ese deslinde representa de entrada un cuestionamiento
si se contempla exclusivamente cómo evolucionan las relaciones entre
los actores implicados. Más que atender puramente a las tendencias de
evolución o finalización del conflicto, es necesario observar su conte-
nido y considerar qué valores entran en disputa o qué valoraciones son
conmensurables y cuáles no. Si la transformación del conflicto devie-
ne en un contexto de cooperación, es imprescindible tener claro qué
premisas, valores y estructuras se están validando en ese escenario. En
muchos casos de conflictos por recursos naturales en América Latina
se ha constatado que la cooperación se puede convertir en un falso
estandarte y, en vez de contribuir a corregir la asimetría de poderes,
ha favorecido a actores con mayores instrumentos de poder. En los
peores casos, puede significar la adherencia a un discurso o posición
imperantes que reproduce o exacerba las estructuras de inequidad que
han desencadenado las disputas. De la misma manera, al hablar de
reproducción no solo podemos centrarnos en las interacciones de los
actores, sino que es necesario identificar las características del contexto
en que tiene lugar la confrontación. Es imprescindible no perder de
vista que un escenario de reproducción de un conflicto medioambien-
tal se puede dar por la inconmensurabilidad de valoraciones sobre la
naturaleza o puede tener lugar, incluso en una aparente reconciliación,

12. En lo que se refiere al manejo del conflicto, se suelte también usar el término reso-
lución. Para el propósito de este análisis esa aproximación se desvincula, a mi pare-
cer, del proceso central, que es transformar la estructura en la que se ha gestado la
confrontación, por ello, opto preferiblemente por la noción de transformación.
Capítulo ii 87

cuando las estructuras de asimetría e inequidad permanecen inaltera-


bles. Es esencial observar si en el proceso y en la dinámica de la con-
frontación se identifican espacios de construcción de paz. Las acciones
por la paz son diversas y se van propiciando paralelamente al conflicto.
Además, sería también necesario considerar cuáles son los significados
de paz para los actores en un contexto de desplazamientos forzados en
donde la población campesina ha estado sometida a la disgregación de
su esencia rural. Volveré a este aspecto al analizar las composiciones
musicales de estas comunidades.
Resulta imprescindible, a todas luces, hacer una valoración sobre
el desarrollo de las confrontaciones. J. Paul Lederach (1995) propone
una matriz de análisis —tomada de Curle (1971)— que puede ser un
instrumento para estimar cómo va evolucionando el conflicto y para
reflexionar sobre cuáles serían los potenciales pasos a seguir en miras
a propiciar espacios de entendimiento. No solamente es importante
identificar cómo se desarrolla el conflicto, sino y, sobre todo, es de
vital importancia conocer qué instrumentos usan los actores en esa di-
námica. Si los instrumentos jurídicos, políticos y sociales no son lo su-
ficientemente eficaces para poder construir espacios de comunicación,
se debe explorar qué otros elementos se convierten en dispositivos para
generar espacios de conciencia y reflexión. Las comunidades campesi-
nas hacen uso del acervo cultural para construir lugares de deliberación
sobre sí mismas y sobre las formas de interacción con los actores en
desacuerdo. En ese sentido, en cuanto a los bienes culturales y los casos
de enfoque de este estudio, el lenguaje musical cumple una función
importante tanto para movilizar recursos que incidan en los procesos
de transformación local y nacional como para reactivar canales de co-
municación que se han destruido por el uso de la violencia armada.

Conflictos socioambientales

En primera instancia, es importante mencionar que este segundo gru-


po de investigadores considera los conflictos medioambientales como
confrontaciones en las que la atención se concentra exclusivamente en
el daño que se causa a los recursos naturales —los representantes de
88 Paisajes sonoros

esta tendencia son particularmente los grupos ecologistas o ambien-


talistas—, mientras que los conflictos socioambientales se relacionan
principalmente con las comunidades afectadas y los cambios en el me-
dio ambiente. Su argumento no dista en esencia del planteamiento he-
cho por el primer grupo en cuanto a que no existe conflicto medioam-
biental sin dimensión social (Fontaine 2004).
Las confrontaciones por los recursos naturales, ya sea por uso, su-
ministro, distribución o acceso, presentan en su mayoría escenarios
multicausales de cierta complejidad. El tratamiento comunitario de
conflictos socioambientales, como lo expone Pablo Ortiz y Lizi Ernst
(2007), supone tener una comprensión de diferentes niveles y escena-
rios de incidencia y de interacción; es decir, que es necesario examinar
el papel de los actores en el plano local para poder determinar sus
alcances en relación con el desarrollo sustentable. Para Ortiz (1999)
los “conflictos en torno a los recursos naturales son fenómenos sociales
que involucran condiciones mínimas como: la escasez, el deterioro y
la privación” (10). De acuerdo con los planteamientos de este autor,
en las confrontaciones de esa índole reside un componente ideológico
importante, en el cual se distingue tanto el nivel normativo (las reglas)
como el operativo (las prácticas). Entre estos dos niveles suele haber in-
compatibilidades que se manifiestan en los intereses, las percepciones,
las lógicas y las visiones del mundo de los actores involucrados.
La multicausalidad de los conflictos socioambientales implica que
exista más de una variable que influye en las tendencias: cooperación o
reproducción. De acuerdo con el Centro de Investigación y Planifica-
ción del Medio Ambiente (CIPMA) (1995), citado por Acevedo et al.
(2009), el concepto conflicto socioambiental se podría definir como
“aquel donde la controversia de información, intereses o valores se re-
fieren a aspectos relacionados con el acceso, disponibilidad y calidad
de los recursos naturales y de las condiciones ambientales del entorno
que afectan la calidad de vida de las personas” (12). Algunas de las con-
diciones bajo las cuales se gestan los conflictos son suficientes pero no
necesarias para su erupción. En ese sentido, Bächler señala lo siguiente:

El análisis causal es, por lo tanto, necesario pero no suficiente. […] El rastreo de
los trayectos que siguen los conflictos tiene que estar combinado con un enfoque
Capítulo ii 89

centrado en los agentes que conceptualice posición, intereses (metas) y percepcio-


nes de los actores tanto individuales como colectivos. (1999: 104).13

Los planteamientos en cuanto a la relación conflicto/recursos na-


turales que sugieren una correspondencia con los nuevos valores en
sociedades postmaterialistas son objetadas por parte de varios académi-
cos —entre los están Joan Martínez Alier (2011); Joan Martínez Alier e
Inge Ropke (2008); Boaventura de Sousa Santos (2010, 2012); Arturo
Escobar (2000, 2006); Arturo Escobar y Susan Paulson (2005); Rolain
Borel (2005), e Iokiñe Rodríguez y Hernán Darío Correa (2005)—,
pues suponer que la conciencia medioambiental es el resultado de una
visión lineal de desarrollo económico es desconocer culturas ancestra-
les que fueron en gran parte destruidas durante la colonización y en
cuyos principios fundacionales prima, aún hoy en día, el cultivo de las
relaciones de equilibrio entre seres humanos y naturaleza. Además, se
cuestiona en qué medida los modelos de desarrollo económico fomen-
tan un mejoramiento contundente de la calidad de vida de todos los
grupos sociales; es decir, que la consecución de un estadio de desarrollo
—desarrollo desde la lógica occidental— no conduce necesariamente
a establecer una relación ecuánime con los recursos naturales ni con el
medio ambiente.
Visto desde una dinámica global, en gran parte de los países del
hemisferio sur hay una movilización de conflictos de orden medioam-
biental que surgen como resultado del crecimiento económico y los
hábitos de consumo de los países llamados industrializados. Al respec-
to, Mariana Walter señala que, como consecuencia de ello, se da “la
extracción de recursos, la expansión de vertederos y riesgos de conta-
minación para quienes el ambiente es la base material del sustento”
(2009: 4). Joan Martínez Alier aporta algunas reflexiones sobre me-
dio ambiente y conflicto y lo denomina “ecologismo de los pobres”
o “ecologismo popular”. Su propuesta no rechaza una aproximación

13. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Causal analysis


is therefore necessary but not sufficient. […] The tracing of pathways of conflicts
has to be combined with an actor-oriented approach that conceptualizes position,
interest (aims) and perceptions of both individual and collective actors”.
90 Paisajes sonoros

ecologista derivada de sociedades postmaterialistas, pero tampoco con-


templa la idea del ecologismo como un bien exclusivo surgido de ellas.
Sugiere que existen tres corrientes del ambientalismo;14 de ellas, pode-
mos resaltar la tercera, que se refiere a la justicia ambiental y ecologis-
mo de los pobres. En esta tendencia se advierte sobre los fuertes impac-
tos que causa el sistema económico imperante en el medio ambiente y
en las poblaciones rurales con pocos instrumentos de poder. También
“llama la atención sobre el desplazamiento geográfico de fuentes de re-
cursos y de sumideros de residuos” (Martínez Alier 2011: 34). Siguien-
do esta misma perspectiva global, este autor se propone ver los dilemas
con el medio ambiente en relación al concepto de distribución, lo que
llama conflictos ecológico-distributivos.

Conflictos ecológico-distributivos

Los conflictos ecológico-distributivos hacen referencia a la alta deman-


da de recursos naturales por parte de los países del hemisferio norte.
Los patrones de consumo de las sociedades industrializadas ocasionan
el desplazamiento geográfico de comunidades y de la frontera agrícola
para satisfacer su abastecimiento. El argumento de esta propuesta se
basa conceptualmente en la ecología económica. Las interpretaciones
sobre conflicto, medio ambiente y recursos naturales han sido anali-
zadas también por Martínez Alier (Alier y Ropke 2008) a través de las
múltiples dimensiones que son consideradas cuando se trata de asignar
valor a la naturaleza. Este autor señala que la valoración de los recursos
naturales en términos económicos es tan solo una de las muchas otras
posibilidades que existen para otorgarles un significado.

14. En esta clasificación las otras dos corrientes son el culto a lo silvestre, en la que se
proclama la preservación de la naturaleza sin tomar posición sobre la industria ni
tampoco sobre la urbanización, y el evangelio de la ecoeficiencia, que se preocupa
por los efectos del crecimiento económico: “Dirige su atención a los impactos am-
bientales y a los riesgos para la salud de las actividades industriales, la urbanización
y también la agricultura moderna. Cree en el desarrollo sostenible, la moderniza-
ción ecológica y el buen uso de los recursos” (Martínez Alier 2011: 27).
Capítulo ii 91

La multiplicidad de valoraciones sobre el agua, la tierra y otros re-


cursos está determinada por la confrontación de distintas narrativas
que no siempre se manifiestan, pero que permanecen latentes. Martí-
nez Alier (2011) ha trabajado el tema de la ecología distributiva y su
acercamiento a los análisis sobre tópicos medioambientales a través de
una perspectiva diacrónica en el área ecológica. Sus planteamientos
coinciden con los de Bächler respecto a la importancia de volver la
mirada sobre las causas. Otro punto de encuentro entre ellos es la ger-
minación de los conflictos sociales ligados al medio ambiente, inclu-
so antes de haberlos denominado socioambientales. Al referirse a los
problemas de contaminación a principios del siglo xx, Martínez Alier
ilustra el siguiente caso:

El mercurio fue el origen de famosos casos de enfermedades en el Japón desde


la década de los cincuenta en adelante. Que en la época no se empleaban las
palabras ecología o medio ambiente es indudable, pero eso no impide interpretar
esos conflictos sociales como conflictos ecológicos. En la historia social se procede
habitualmente así. (2011: 98)

En la amplia gama teórica sobre los conflictos en torno al medio


ambiente, la interpretación de la distribución ocupa un puesto central.
La ecología política retoma los conflictos sobre el orden distributivo
de los recursos, que está especialmente relacionado con los conflictos
sobre recursos o servicios ambientales, comercializados o no comercia-
lizados. La distribución ecológica también involucra la normatividad
social, ya que en ella se crean patrones de reparto en el orden espacial
y temporal para obtener determinados beneficios derivados de los re-
cursos naturales. De acuerdo con Martínez Alier, “la Ecología Política
se superpone a la economía política que, en la tradición clásica, es el
estudio de los conflictos de distribución económica” (2011: 112). Sin
embargo, la ecología política transciende los parámetros de valoración
económica y va más allá para formular interrogantes sobre las esca-
las y los sistemas de valoración de donde ellas nacen, de tal manera
que, mientras las respuestas de la economía política intentan explicar
algunos desaciertos como externalidades o fallas del mercado, los eco-
nomistas ecológicos hablan de la translación de costes del mercado a
costos sociales y ambientales.
92 Paisajes sonoros

Consideraciones transversales: escenarios de regulación


social

La historia nacional en Colombia ha obviado las identidades campesi-


nas y étnicas en el entramado nacional y se les ha negado el acceso tan-
to a los recursos como a las posibilidades de distribución equitativa y
digna. La lucha por la transformación de estructuras excluyentes la han
emprendido muchas comunidades campesinas y étnicas, desembocan-
do en disputas generacionales y en algunos casos generando reformas
constitucionales. A pesar de los importantes logros que se ven reflejados
en la Constitución de 1991, los procesos de inclusión y participación
en las prácticas políticas y económicas concernientes a la gobernanza
de los recursos naturales son socavados. En el contexto de postconflic-
to en el actual panorama nacional en Colombia no solo es imprescin-
dible incluir y dar participación a las poblaciones más afectadas por
el conflicto armado, sino que deberían introducirse mecanismos que
tengan efectos vinculantes. Dar reconocimiento a las subjetividades
comunitarias implica propiciar espacios de decisión en el marco de la
construcción democrática, especialmente en la función que tienen las
comunidades en la transformación de la ruralidad productiva. Asimis-
mo, es apremiante conocer las racionalidades comunitarias que guían
los procesos de producción y distribución de los recursos naturales.
Muchas de ellas proponen prácticas alternativas y plausibles ante el sis-
tema avasallador que compromete los bienes naturales como objetos,
exclusivamente, para maximizar ganancias económicas.
A pesar de que existen mecanismos legales y jurídicos para el ejer-
cicio de su derecho, las prácticas de clientelismo y corrupción obs-
taculizan los procesos que emprenden las comunidades por la lucha
territorial, convirtiéndose en largos y tediosos caminos con resultados
estériles en la gobernanza territorial. Mientras el marco de regulación
legal es deficiente y está amañado, los bienes culturales que poseen
las comunidades campesinas, étnicas, se convierten en material que
instaura un marco de regulación social alternativo, vivo y dinámico.
Y, en este sentido, se estarían creando instrumentos que se orientan a
modificar prácticas arraigadas en la asimetría del poder y, en este caso
Capítulo ii 93

específico, que se proponen sancionar social y moralmente las formas


de despojo a través de las expresiones artísticas y culturales. Como las
normatividades dispuestas en la ley, es decir, lo estrictamente legal, no
tienen una capacidad de regulación social, las prácticas que emergen
de la racionalidad comunal incorporan un marco alternativo que apor-
ta a la transformación de los comportamientos sociales; es decir, que,
más que ser meras manifestaciones culturales, las composiciones musi-
cales y la producción oral de las comunidades resilientes se convierten
en mecanismos con potencial para incidir en la distribución e interac-
ción de los poderes en distintas dimensiones. La regulación social no
se da exclusivamente por el sistema de leyes, existen otros circuitos de
regulación que son sumamente eficaces en el estímulo o la sanción de
comportamientos y emociones. La construcción de imaginarios es uno
de esos canales que pueden modificar las percepciones de los actores
sociales. En este sentido, un circuito cultural que contribuye a regular
las percepciones, los imaginarios, las emociones y, tal vez a largo plazo,
los comportamientos sociales es la música. Visto desde esa perspecti-
va, las composiciones musicales comunitarias se posicionan más allá
del canto de denuncia ante tal o cual actor. Los cantos comunitarios,
además de tener funciones muy claras en el entramado local en el que
nacen, también son instrumentos de comunicación ante la sociedad
civil, en este caso, colombiana.
Las prácticas de convivencia y los marcos de sustentabilidad de los
recursos naturales que buscan las comunidades rurales, desplazadas o
no desplazadas, implican acciones concretas que tienen efectos en el
desequilibrio de poderes. En este sentido, en ese material musical se
gestan también reflexiones sobre el quehacer político, las nociones de
equidad, los conceptos de ciudadanía y las valoraciones de ecología,
entre otras, de tal forma que las representaciones musicales exhortan a
reconstruir una sociedad de ciudadanos con conciencia comunitaria,
independientemente de si habitan en el campo, en una comunidad
establecida o de si son campesinos o no. Aquí no se trata de la co-
munidad imaginada a la que se refiere Anderson, sino de incorporar
racionalidades comunitarias tanto en la práctica social como en la ins-
titucional que recompongan los tejidos fracturados y reconstruyan una
verdadera transición hacia la convivencia.
94 Paisajes sonoros

Pensar en la construcción de un sistema de regulación social que


incorpore las racionalidades comunitarias en su totalidad es quizá de-
masiado utópico, pero lo que sí logran las manifestaciones musicales
y gran parte de la producción cultural es propiciar plataformas para
concebir prácticas de convivencia alternativas a la maximización del
beneficio individual; es decir, los signos y símbolos que se recrean a
través de la música resignifican la dimensión de lo comunitario en la
sociedad y, en especial, en la acción comunitaria en la gobernanza de
los recursos naturales desde el paradigma comunocéntrico. Podemos
entonces sugerir que el material cultural que proviene de los proce-
sos de colectividades rurales no solo contiene importantes elementos
de reivindicación social y política, sino que constituye un invaluable
repertorio de simbologías fundamentales para edificar una transición
cultural hacia la construcción de la paz, entendida como la búsqueda
de transformar asimetrías a diversas escalas. A continuación, algunas
reflexiones sobre las lógicas que caracterizan el concepto de la subjeti-
vidad comunitaria de las poblaciones rurales.

Expresiones de la racionalidad comunitaria

La simbología contenida en las composiciones líricas o cualquier otro


tipo de expresiones culturales representa un sistema de conceptos que
hacen de las comunidades rurales entidades portadoras de una nueva
comprensión de lo político y que las distinguen de las entidades hasta
ahora establecidas en la sociedad moderna. Esa distinción está dada
esencialmente en el seno de un marco conceptual de donde nacen las
premisas y los significados que definen lo comunitario. Se trata de
un cúmulo de sentidos que se concretiza en las relaciones que se esta-
blecen entre los distintos mundos: humano, natural y espiritual. De
allí son identificables dos conceptos indispensables que representan
alternativas de acción política: la subjetividad comunitaria y la inter-
subjetividad, que veremos más en detalle a continuación. Estos dos
conceptos son definitivos para comprender los procesos sociopolíti-
cos y las proposiciones para una nueva institucionalidad que emergen
Capítulo ii 95

desde lo local comunitario.15 Lo comunitario rural concibe la recipro-


cidad y la complementariedad como pautas para el uso, la distribu-
ción, la producción y el consumo de los diversos recursos, sean estos
materiales, cognitivos o espirituales. Desde esa perspectiva, las institu-
ciones no solo serían entes de control y absorción del poder, sino que
deberían ser agentes dinámicos que tuvieran influencia en las socie-
dades y reconstruyesen y reprodujesen modelos cognitivos y norma-
tivos acordes a los significados comunitarios. En el caso concreto del
acceso y uso de los recursos naturales y las fuertes luchas comunitarias
ante la lógica neoextractivista, las instituciones deberían ser parte del
entramado sociocultural que representa también la racionalidad y las
prácticas comunales relacionadas con la distribución de recursos. La
incorporación de marcos de referencia comunitaria en la distribución y
gobernanza de los recursos naturales propiciaría espacios de una nueva
cultura política institucional.
La subjetividad comunitaria está caracterizada por la comprensión
de ambientes interconectados, complementarios y recíprocos. Esta
interconexión se construye a partir de un sistema de valoraciones y
preferencias que se derivan del conocimiento generacional adquirido
en el intercambio comunal. Las comunidades históricamente recono-
cen la coexistencia de vínculos inquebrantables entre diferentes formas
de vida. Esta concepción dista tajantemente de la racionalidad indivi-
dual en la sociedad moderna. Mientras la racionalidad comunitaria se
orienta hacia la reproducción del bienestar para todos sus miembros
y la búsqueda de una unidad común, la racionalidad individual está
orientada a la optimización y ganancia máxima del individuo. En las
comunidades rurales, la convivencia y cercanía con el mundo natural
y otros mundos ha devenido en conocimiento, generando saberes que
orientan las relaciones de interacción hacia horizontes de reciproci-
dad. La racionalidad moderna ha establecido sistemas de preferencias
y creencias que basan las relaciones humanas y las relaciones con el

15. En esta aproximación del institucionalismo, debe pensarse en los planteamientos


del que proviene de las teorías de la sociología de la organización y cuya base son
las reflexiones sobre el papel de la cultura en el quehacer político (Hall y Taylor
1996).
96 Paisajes sonoros

entorno ambiental en la práctica de la supremacía y la explotación.


Se trata de diferentes formas de dominación que validan esta racio-
nalidad, y, en este sentido, el principio de maximizar los beneficios
individuales16 se convierte en hilo conductor de los intercambios so-
ciales en casi todos los ámbitos: la economía, la política, la ecología, la
sociedad, etc.
La intersubjetividad es el reconocimiento de que un individuo está
vinculado a una comunidad formada no solo por lo material y lo hu-
mano, sino también por lo espiritual. El prefijo inter- significa que el
hombre se siente cohabitante de un sistema de mundos relacionados.
Desde esa perspectiva, se sitúa en una relación horizontal o circular
pero no vertical. De ese locus deviene la comprensión de un mundo
recíproco y complementario que es necesario retroalimentar perma-
nentemente. La búsqueda de la unidad común forma parte también
de esos procesos de retroalimentación. En ese sentido, hay una au-
toconciencia que alerta de las repercusiones que ocasionará el actuar
individualmente sobre los otros sujetos y los impactos que tendrá en su
conservación y el equilibrio comunitario. Esa conciencia intersubjetiva
posibilita la acción de un ejercicio político donde prima lo comunal,
lo colectivo. Esto quiere decir que las acciones humanas están aboca-
das a gestar actuaciones de servicio que devengan en circunstancias de
bienestar del grupo. Mientras en la racionalidad comunitaria lo polí-
tico se asume como ejercicio del poder, entendido como ministerio, la
racionalidad social individual entiende el poder como acción de do-
minación y dominio para obtener el máximo beneficio. Los procesos
de interacción que se dan en la sociedad moderna están basados en el
cálculo estratégico a partir de las expectativas que se tengan de los otros
actores sociales. De acuerdo con la corriente del institucionalismo de
la teoría racional, son las instituciones las encargadas de estructurar
esas interacciones. En términos prácticos, la estructuración o regula-
ción de las interacciones acontecen desde la normatividad impuesta
por los grupos sociales que han mantenido el poder; esto es recurren-
te en los países latinoamericanos donde la representación del poder

16. Aquí el término ‘individual’ se puede referir a una empresa o una persona que se
rige por órdenes de ganancia y lucro.
Capítulo ii 97

democrático está dominada por la oligarquía. La interacción entre


individuos supone, además, la construcción y el aporte a los saberes
desde la experiencia, la convivencia y la reflexión compartida en lo
comunitario. Sin ser relaciones perfectas, los ambientes comunitarios
son mayormente proclives a producir categorías de valoración —en la
dimensión política, social y económica— guiadas primeramente por
la voluntad, entendida como actitud de esfuerzo, cooperación, y no
solo por la facultad, entendida como la habilidad para actuar o como
superioridad.
El sistema de preferencias de la racionalidad comunitaria está basa-
do en valores deontológicos como la pertenencia (versus la propiedad),
la reciprocidad (versus la no reciprocidad) o la complementariedad
(versus la reducción). Sin ser los únicos componentes de la racionali-
dad comunitaria, estos son parámetros fundamentales que caracterizan
la cotidianidad de muchas poblaciones tanto en el campo como en
las ciudades latinoamericanas. La subjetividad comunitaria es a su vez
reivindicativa y propositiva: reivindicativa porque se presenta y recons-
truye lecturas de las realidades que la sociedad moderna y la racionali-
dad individualista no reconoce, realidades políticas, medioambientales
y económicas que afectan tanto a las sociedades como a las comuni-
dades y que están encubiertas bajo el rótulo del beneficio. Un ejemplo
de ello es la economía verde, en la que la explotación desmedida de los
fósiles y recursos no renovables aún sigue apareciendo como sinónimo
de sostenibilidad ambiental. Y es propositiva porque crea un ambiente
de reflexión sobre las relaciones del colectivo, de la comunidad con su
entorno. El pensamiento propositivo de la racionalidad comunitaria
se configura dentro de prácticas de complementariedad y reciprocidad
en las cuales se cultiva lo que liga a los individuos a la comunidad y
lo que los hace o no pertenecientes a ella. El pensamiento propositivo
supone una actitud analítica en la que se instaura un marco de accio-
nes que determinan aquello que nutre a la comunidad y aquello que
la fragmenta. En las comunidades andinas, por ejemplo, la actitud del
servicio a los demás es una de las características que incrementa y re-
vitaliza las relaciones de lo comunitario. Por eso, el compartir, el servir
y el dar se entienden como valores prácticos que traen beneficios a la
vida comunitaria. A continuación, señalo algunos temas concretos en
98 Paisajes sonoros

los que se pueden identificar valoraciones inconmensurables entre la


racionalidad comunitaria y la racionalidad de la sociedad moderna.

Valoraciones inconmensurables: seguridad, desarrollo,


sostenibilidad y gobernanza

Las diferentes valoraciones sobre el acceso a la tierra y el territorio y


la administración de los recursos naturales entran en contraposición
cuando las epistemologías que las constituyen corresponden a para-
digmas diferentes, no solamente en los procesos de reclamación de
tierras, sino también en las decisiones sobre las reformas agrícolas y la
estipulación de códigos administrativos y legales, entre otros. En las
prácticas industriales del agro, en América Latina y la mayor parte del
hemisferio sur prevalecen los paradigmas de la economía de mercado
liberal. Esos discursos son respaldados por agentes o instituciones en
los que los ciudadanos han delegado el poder, pero, paradójicamen-
te, muchos de ellos representan intereses económicos de las empresas
transnacionales y de poderosos conglomerados foráneos, de tal manera
que los procesos políticos y electorales se han convertido en dispositi-
vos al servicio de lo privado, incluso, subvencionados, muchas veces,
con dinero público. Las extensas plantaciones de palma de aceite con-
templadas como plan nacional de desarrollo en Colombia han afecta-
do a las comunidades locales. Casos en Montes de María, Las Pavas,
El Garzal y otras comunidades de la Región del Atlántico muestran
la ineficiencia institucional en los procesos de litigio por la tierra y
el territorio. En este mismo sentido, los casos de corrupción durante
los últimos periodos de administración de los gobiernos de turno en
Colombia han crecido asombrosamente: El uso de dinero público ha
estado relacionado con casos de corrupción, el más conocido, Agro
Ingreso Seguro”, y otros recientes como Odebrecht, “mermelada”,
Interbolsa y Navelena, empresas españolas (Torres 2017). Conceptos
como la seguridad, el desarrollo, la sostenibilidad y la gobernanza se
han convertido en significantes que pueden ser utilizados e instrumen-
talizados en diferentes discursos.
Capítulo ii 99

‘Seguridad y medio ambiente’. El tema del medio ambiente y su


relación con la emergencia de conflictos ha sido analizado desde di-
versos enfoques. Algunos planteamientos sugieren una relación de
causalidad entre estas dos variables y examinan condiciones suficien-
tes y necesarias para explicar su correspondencia. De acuerdo con las
reflexiones que aporta Bächler (1999), el tema del medio ambiente
ha sido abordado dentro del marco discursivo de seguridad o seguri-
dad medioambiental y es acogido por distintas disciplinas y comuni-
dades científicas: ambientalistas, sociólogos y analistas de conflictos,
entre otros. De acuerdo con este autor, los cuestionamientos surgidos
en torno al medio ambiente han estado camuflados o han sido aco-
modados por la necesidad que tienen los gobiernos, especialmente
los de los países industrializados, de asegurar un horizonte para sus
carencias energéticas, de tal manera que las temáticas medioambien-
tales a nivel nacional siguen los lineamientos de estrategias trans-
nacionales17 impuestas por los actores más influyentes en la arena
política y económica.
Por otra parte, Bächler considera que existe un gran sesgo en el de-
bate entre conflicto y medio ambiente. Hay una tendencia a descubrir
reiteradamente nuevos asuntos a los que se les atribuyen características
esencialistas de la emergencia del conflicto. Sin embargo, se olvida a
menudo que el contenido histórico y local de los actores puede ser
un determinante mayor en la erupción de las confrontaciones. Per-
siste también una tendencia a caer en una forma de determinismo
medioambiental que sobreestima las estructuras geopolíticas existentes
e intenta encontrar —a todas luces— relaciones de causalidad lineal y
directa entre conflicto y medio ambiente. La relación entre el deterioro
de los ecosistemas —lo que se conoce como conflictos inducidos— y
violencia es un ejemplo de esa tendencia.
‘Desarrollo’. Otro planteamiento —cuestionable— para explicar
las relaciones entre conflicto y medio ambiente es el discurso sobre

17. No es un secreto que la mayor parte del carbón que se extrae de la mina del Ce-
rrejón, en el departamento de la Guajira, en Colombia, va destinado a suplir las
necesidades energéticas en Alemania.
100 Paisajes sonoros

desarrollo. Su definición18 y sus diversas variantes constituyen un punto


de partida determinante. Uno de los postulados centrales concibe el
desarrollo socioeconómico como un elemento decisivo para compren-
der el papel que juega el medio ambiente en la erupción de conflictos.
En consecuencia, el surgimiento de los escenarios de confrontación
por los recursos naturales guarda estrecha relación con las regiones,
geográficamente situadas, donde hay menor desarrollo económico; es
decir, este tipo de conflictos es exclusivo en una cartografía del llamado
‘subdesarrollo’. Esta idea sugiere que, en dichas regiones, en térmi-
nos socioeconómicos, existirá mayor probabilidad de emergencia de
conflictos y confrontaciones violentas. Por el contrario, el desarrollo
es planteado por Arturo Escobar (1984, 1988, 1995a, 1995b) en un
sentido más amplio y se refiere a él como una invención. Lo cataloga
como un discurso de las sociedades modernas occidentales desde la
posibilidad que estas han creado para ejercer control sobre el llamado
Tercer Mundo. Si el desarrollo se examina como una construcción dis-
cursiva, es posible reinterpretar las diferentes estrategias desarrollistas
más como mecanismos de control sistemático a través de diferentes
ámbitos: social, político, cultural y económico. Desde esta perspecti-
va, el discurso del desarrollo es considerado como un proceso que se
pone en práctica para articular el poder y el saber, de tal manera que
se puedan acoplar tanto formas de dominación como posibilidades de
conocimiento. Ese ajuste permite crear narrativas que den forma a la
dominación y a los términos de regulación entre lo permitido y lo pro-
hibido; es decir, se aplica casi una línea positivista que pueda domesti-
car las conductas sociales y dirija las acciones hacía el logro del llamado
desarrollo. Abordaré, más adelante, el punto sobre comportamientos y
acción social a través de la música.
‘Sostenibilidad y sustentabilidad’. El conocido debate sobre soste-
nibilidad debe ser entendido en el marco de procesos sociales orien-
tados a la acción pública y social. Hildebrando Vélez (2007) sugiere
diferenciar conceptualmente entre sostenibilidad y sustentabilidad. En

18. Sven Engel (2001) presenta algunas reflexiones críticas sobre el concepto de desa-
rrollo, al que señala como un “régimen discursivo” en relación con los postulados
de postmodernidad y postdesarrollo.
Capítulo ii 101

español, se pueden hacer las dos acotaciones, pero Vélez los deslinda
de la siguiente manera:

Sostenibilidad está relacionada al crecimiento económico permanente y no ne-


cesariamente con la conservación de los ecosistemas dentro de los límites de re-
siliencia.19

Sustentabilidad se refiere a la capacidad de un ecosistema para nutrir y sostener


continuamente una población, incluyendo la población humana, sin destruir la
capacidad de supervivencia del ecosistema conforme a los límites de resiliencia
(Vélez 2007: 8) 20.

La capacidad de un ecosistema para mantener una población sin


autodestruirse está regulada por la intervención de los seres humanos.
La sustentabilidad extiende la significación e integra la noción de ar-
monía de la acción humana en relación a los hábitos de consumo. Un
significado profundo que subyace en el concepto de sustentabilidad es
el reconocimiento a la autorregulación y preservación de otros sistemas
de vida, diferentes a la vida humana. Justamente, al mencionar “el sos-
tenimiento de otras poblaciones” se hace referencia a otras estructuras
ecosistémicas que existen paralelas a los seres humanos. En las reflexio-
nes sobre sostenibilidad y desarrollo, ambos conceptos aparecen a me-
nudo relacionados entre sí como ideas complementarias. De acuerdo
con Stephan Rist et al. (2007), el carácter normativo que enmaraña el
concepto de desarrollo sostenible se convierte en una de sus mayores
limitaciones. Transcender ese impedimento significa poder compati-
bilizar el concepto dentro de los procesos socio-locales específicos, de
tal manera que esa traslación se visibilice en cambios en las estructuras
sociales para el beneficio de los actores más desfavorecidos y en la pro-
tección medioambiental.

19. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Is related to per-
manent economic growth and not necessarily with the conservation of ecosystems
within the borders of resilience”.
20. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Refers to the ca-
pacity of an ecosystem to continually nourish and sustain a population, including
the human population, without destroying the ecosystem capacity off self-preser-
vation by conforming to the limits of resilience”.
102 Paisajes sonoros

‘Gobernanza’. En el análisis del manejo y la transformación de


conflictos por recursos naturales, uno de los conceptos esenciales es
la gobernabilidad o gobernanza. No se puede afirmar que estos tér-
minos se hayan convertido en sinónimos, pero en sus definiciones se
encuentran elementos comunes que los vinculan. Los conceptos sobre
la gobernanza surgen en relación a dos procesos fundamentales: la li-
beración económica y la democratización y el papel del Estado dentro
de un nuevo orden político global. En el curso de esos procesos se
revaluaron las concepciones de las gestiones pública y privada en un
marco político con nuevos actores. Los conceptos que se proponen
sobre gobernanza contienen planteamientos que provienen de la teo-
ría política, teorías sobre la administración pública y la gestión públi-
ca. Respecto a la definición de gobernanza, la autora Renate Mayntz
(2005) anota que

recientemente el término “gobernanza” ha sido utilizado de otras dos maneras,


ambas diferentes de la dirección o la guía política […]. Distinguir estos distintos
significados no es sólo importante a fin de evitar malentendidos, sino también
porque un cambio semántico refleja normalmente un cambio en la percepción,
tanto si éste refleja o no, a su vez, cambios en la realidad (2005: 83).

Si hay un cambio de percepción sobre la gobernanza, como lo indi-


ca Mayntz, lo que se puede constatar en muchos procesos de adminis-
tración de recursos naturales en América Latina es, por un lado, que la
gestión de esos recursos sigue muy anclada a los patrones de la gober-
nanza corporativa. Si bien en el papel están consignados los principios,
en la práctica los procedimientos están sujetos a los intereses económi-
cos y políticos y, lo que es aún peor, incluso existiendo diversos meca-
nismos jurídicos y legales para que las comunidades rurales gobiernen
sobre sus recursos naturales, estos son violados o manipulados por los
agentes y las instituciones gubernamentales en complicidad con la eco-
nomía privada. Ejemplos de ello son el consentimiento de plantacio-
nes de palma de aceite en territorios colectivos de los afrodescendientes
en el Chocó; otorgar licencias para la exploración o explotación de
minerales fósiles tanto en resguardos indígenas como en comunidades
campesinas, y, tal vez uno de los hechos más recientes en Colombia,
proponer mecanismos para deslegitimar las consultas populares y las
Capítulo ii 103

consultas previas (Torres 2017: s. p.). Ante este avasallador panorama,


las comunidades rurales han buscado establecer alianzas y unirse en
redes para movilizar recursos y ejercer gobernanza territorial.21 Respec-
to a la movilización en un entramado de agrupaciones sociales, Fritz
Scharpf (2006) considera que se teje una red de decisiones entre lo
privado y lo público que involucra tanto al Estado como a las institu-
ciones. La gobernanza es para él un modo institucional de coordinar
las acciones sociales que se deciden y se implementan a través de regu-
laciones vinculantes de lo colectivo.22

21. Un ejemplo sobre el manejo comunitario del agua se puede encontrar en Urrea
(2013: 71-74).
22. Esto quiere decir que la interacción se convierte en una característica decisiva de
la gobernanza. Jan Kooiman (2003) propone la idea de una “gobernanza interac-
tiva o sociopolítica” y advierte que la respuesta a los problemas sociopolíticos que
surjan de esa interacción debe derivar también de una plataforma de interacción
entre respuestas colectivas que articulen lo público y lo privado.
CAPÍTULO III

El arte musical en el conflicto

Oralidad rural para el postconflicto

En los cantos se reconstruye una versión que relata la experiencia de


lo acontecido y que se ensambla a través del texto y la melodía. En
este estudio, la expresión artística, en particular la lírica, constituye
un componente central porque ofrece la posibilidad de identificar ele-
mentos intrínsecos al conflicto y permite explorar singularidades de
los procesos sociales comunitarios relacionados con la agroindustria.
La procedencia oral de los cantos es una particularidad esencial que re-
vela la construcción de relatos multitemporales y multiespaciales. Esto
significa que se articulan vivencias pasadas y presentes que reconstru-
yen los imaginarios tanto del futuro como del pasado de las historias
comunitarias. Los hallazgos que se puedan extraer de la fuente musical
son determinantes para la formulación de posibles explicaciones a por
qué una comunidad elige unos mecanismos y unas estrategias para
manejar el conflicto y no otros; es decir, que la indagación a través del
plano de lo representado desvela visiones colectivas del mundo que
han sido construidas desde la experiencia conjunta y aparecen codi-
ficadas en la creación lírica. Además, la creación musical amplía los
códigos de comunicación y constituye un mecanismo de interlocución
ante las disputas.
106 Paisajes sonoros

Las composiciones musicales que emergen de los procesos locales ase-


diados por los monocultivos de palma de aceite en Colombia —como
en otros lugares del Sur Global— son productos político-artísticos. En
la lírica se manifiestan lógicas comunitarias relacionadas con acciones e
interacciones en diferentes instancias: la acción pública, la acción social
y la acción legal. Asimismo, allí se hace referencia a niveles de poder,
estructuras organizativas, percepciones y cosmovisiones. A través de las
expresiones musicales se puede explorar tanto la producción de senti-
do como la construcción de significados locales. En el procedimiento
del análisis sobre el texto lírico, se considera el texto como construcción
propia, como creación artística dotada de significado, pero que establece
un vínculo con una experiencia referencial. A este respecto Paul Ricoeur
señala:

La dialéctica entre significado y referencia es tan original que puede ser tomada
como una guía independiente […]. El lenguaje no es un mundo propio. No es
ni siquiera un mundo. Pero porque estamos en el mundo, porque nos vemos
afectados por las situaciones, y porque nos orientamos comprensivamente en esas
situaciones, tenemos algo que decir […]. Esta noción de traer la experiencia al
lenguaje, es la condición ontológica de la referencia (2011: 35).

Cuando se afirma que el texto lírico es una experiencia colectiva,


se quiere decir, primero, que surge dentro de un grupo específico en el
cual existen vínculos de identidad común, como lo son las comunida-
des rurales de este estudio. Eso implica que la autoría de estas composi-
ciones no le pertenece a un autor individual, sino que, por el contrario,
le pertenece a la comunidad o a la colectividad en donde ellas nacen.
Esta es una de las características principales de la oralidad. Aunque sí se
identifican las voces que interpretan los cantos, sea que los reciten o los
canten, no hay rasgos que le atribuyan propiedad de un bien común a
una única persona. La segunda característica exclusiva de la oralidad o
de las literaturas1 orales es que son creadas para ser transmitidas oral-
mente. Sin duda puede existir un intento de llevar las composiciones al
plano escrito, pero seguirán teniendo una esencia fundamentalmente

1. En el capítulo anterior, se ha explicado la necesidad de reconocer como literatura


oral a lo que se llama sencillamente oralidad.
Capítulo iii 107

oral. Indagar las temáticas que las comunidades rurales componen y


llevarlas al universo escrito es uno de los válidos esfuerzos por rescatar
la oralidad rural, sin embargo, seguirán difundiéndose y reproducién-
dose en el universo oral. Los cantos que se presentan en este estudio
son solo una pequeña muestra de un extenso material de la producción
campesina en Colombia, la tarea de recopilación del material existen-
te está aún por hacer. Sobre la música en comunidades indígenas se
han hecho investigaciones con enfoques desde la antropología y la lin-
güística. De acuerdo con una recopilación bibliográfica realizada por
Carlos Miñana Blanco (2009) titulada “Problematizando el concepto
de ‘música indígena’”, el autor señala que los conceptos de música,
canto y baile se entienden de diferente forma en los pueblos indígenas
y anota lo siguiente:

Por ejemplo, “el lenguaje kuna no emplea términos que correspondan directamen-
te a los conceptos castellanos de ‘música’, ‘canto’, ‘canción’, y ‘baile’. La mayoría
de los géneros vocales kuna se asocian directamente con el término igar (también
igala) que puede ser traducido como ‘camino’, ‘sendero, camino orientado a la
comunicación con el mundo de los espíritus (Miñana Blanco 2009: 6).

Los cantos recopilados para este estudio forman un conjunto de


composiciones inéditas que nos trasportan a los universos de la ora-
lidad campesina, que puede ser étnica a la vez. Walter Ong (1982)
señala que la oralidad posee un carácter originario previo a la escritura
y que la expresión oral habría sido capaz de existir sin que hubiese
existido ninguna escritura antes. No obstante, la escritura ha logrado
imponerse como sistema de comunicación con pretensión de superio-
ridad. Incluso gran parte de la investigación sobre producción oral ha
sido integrada en los estudios de la creación literaria. Al parecer, como
lo asegura Adrián F. Frejade la Hoz, “hasta el momento en que escribo
este trabajo, nadie ha hecho una teoría de la literatura oral como tal”
(Freja de la Hoz 2015: 24). Lo que sí existe son teorías sobre la ora-
lidad que han desarrollado significativos aportes para interpretar las
manifestaciones orales.
En los relatos líricos que surgen en y desde la oralidad rural, nos
encontramos con una riqueza retórica que construye un universo de
sentido para representar al habitante rural y su entorno. Las letras de
108 Paisajes sonoros

los cantos que se analizan en este proyecto se abordan desde dos pla-
nos, el de la expresión y del contenido. Desde la expresión se realiza
un análisis poético-lírico para acceder al tejido semántico y para des-
cubrir el andamiaje estructural que le da forma al texto; es decir, en la
expresión se enfatiza lo semántico-emotivo y las reflexiones se orientan
hacia la búsqueda de la experiencia humana, tanto colectiva como in-
dividual, y los rasgos que activan la experiencia sensorial que producen
y transmiten los cantos.
Las reflexiones en el plano del contenido permiten elaborar un
análisis de símbolos, paralelismos, metáforas y otras figuras retóricas
presentes en los cantos, es decir, se analiza lo semántico-conceptual
con el propósito de comprender valores, juicios y conceptos propios
del repertorio cultural comunitario. Además, a través de la sustancia
conceptual se pueden rastrear estructuras subyacentes en las cuales se
fundamenta la esencia cognitiva y normativa de lo comunitario. La
creación lírica, examinada desde ese compuesto binario, permite ana-
lizar de qué manera la expresión y el contenido líricos revelan la expe-
riencia y la significación comunitaria ante la conflictividad. Es allí en
donde se pueden explorar esos elementos invisibles a los que se hizo
referencia en el capítulo anterior.

Rescatar la oralidad

Si me referí anteriormente al rescate de la oralidad rural es porque,


como lo reconocen Ana María Ochoa (2002, 2006), Peter Wade
(1998, 2003, 2005), Adrián F. Freja de la Hoz (2015) y muchos otros
autores, esos discursos inéditos han sido desplazados y marginalizados
tanto o más de lo que han estado sus poblaciones. Ese desplazamiento
está estrechamente relacionado con la preferencia por la literatura es-
crita, en un cierto fetichismo en el que se ampara el discurso del poder.
Como sugiere Lienhard, desde los inicios de la invasión colonial en el
continente americano, la escritura ha sido un mecanismo para estable-
cer casi un ritual del prestigio con el que se instalaban en el territorio
representantes de las sociedades grafocéntricas:
Capítulo iii 109

A los ojos de los conquistadores, la escritura simboliza, actualiza o evoca —en el


sentido mágico primitivo— la autoridad de los reyes españoles, legitimada por los
privilegios que le concedió a raíz de la conquista cristiana (Lienhard 2003: 47).

Independientemente de la importancia que tenga la escritura y sin


desconocer todos los beneficios que se le ameritan, el problema —en
últimas— no es la presencia impuesta de la misma, sino la margina-
lización de la oralidad y su exclusión en muchos campos de la inves-
tigación. Y, más aún, y lo que es peor, la poca o nula valoración de
las narrativas orales, hasta el punto de llegar a ser consideradas como
piezas folclóricas tanto en la academia como en muchos otros ámbitos.
Considero que es preciso mencionar que la literatura escrita impuesta
durante la conquista y colonización españolas se encargó no solo de
asignarle a ese universo gráfico funciones de poder político, que se
siguen perpetuando hasta hoy en día, sino también de liquidar toda
suerte de sistemas de comunicación más cercanos o más lejanos a la
escritura que pudieran haber existido en la época precolombina, pues
no se puede afirmar que las culturas precolombinas, postcoloniales o
tradicionales, por el hecho de ser mayormente culturas de expresión
oral, no posean o no hayan poseído otros sistemas de anotación que se
han alternado con la oralidad. Un ejemplo de ello son los conocidos
códices mayas, los glifos y los quipus andinos, sistemas autóctonos que
registraban esferas específicas de la memoria colectiva, en lo político,
administrativo y religioso, entre otros. Lo que es necesario resaltar aquí
es que tanto la literatura escrita como la literatura oral forman parte de
un sistema más complejo de signos y que ninguno puede revelar en su
totalidad una visión integral del universo del que proceden, sino que,
por el contrario, estos sistemas, en su conjunto, nos hacen conscientes
de la complejidad y, al mismo tiempo, de la riqueza que estos mundos
—en sus matices y diversidad— representan.
En consecuencia, de lo anterior debemos deducir que las culturas
rurales que siguen conservando un acervo profundamente oral poseen
también la escritura, entre otros sistemas, como vehículo de comuni-
cación. Los campesinos de las regiones rurales de América Latina han
sido injustificadamente tildados de ignorantes o analfabetas. No solo el
cúmulo de conocimientos que poseen, en especial sobre la naturaleza
110 Paisajes sonoros

y sobre las diversas formas de relacionarse con el medio ambiente, sino


también las variadas formas de transmisión de esta información entre
generaciones han sido sumamente desvalorizadas. Tales consideracio-
nes están relacionadas justamente con la supremacía que se le ha otor-
gado al sistema gráfico.
Tal vez estas breves pero ilustrativas aclaraciones posicionen el can-
to dentro de un conjunto de lenguajes que no solo son complementa-
rios en los discursos sociales, sino que nos revelan visiones del mundo
que en la escritura no siempre están presentes. En últimas, para realizar
el análisis sobre los escenarios de disputa, es necesario indagar cómo
se representan en las narrativas líricas las lógicas, los saberes, los co-
nocimientos y los principios locales. Rastrear esos repertorios en la
producción musical permite también registrar las transformaciones y
los cambios tanto en la selección de los sistemas de expresión cultural
elegidos por las comunidades como sus contenidos y estructuras. Esta-
mos llamados, y es nuestra tarea como académicos, a recuperar lo que
aún sea posible de las estructuras comunicativas que, al margen de las
estructuras hegemónicas, han estado condenadas a la extinción o a la
subordinación.
La producción oral forma parte de un importante proceso de re-
construcción social. Gran parte de los conflictos por la tierra, entre
otros, generados por la producción de agrocombustibles en Colombia,
han causado rupturas en el tejido social de las poblaciones rurales. Los
procesos de restablecimiento del ambiente comunitario conducen a la
producción de nuevas realidades dentro de estructuras sociales y polí-
ticas aún incipientes para reparar la cohesión colectiva. La música y la
oralidad creadas en medio de esos ambientes de tensión se convierten
en eslabones de la arquitectura para la reconstrucción del futuro. El
cúmulo de conocimientos, experiencias y significados compartidos so-
cialmente ejerce una influencia en las acciones —no solo individuales,
sino también grupales— para reactivar de nuevo la vida comunitaria.
Además, en el contexto de disputa, el repertorio cultural se convierte
en dispositivo funcional que incide también en la transformación del
conflicto.
Capítulo iii 111

Cantarle al retorno

Si bien muchos de los estudios sobre el conflicto documentan con


detalle y gran rigor el fenómeno del desplazamiento, existen también
procesos de retorno emprendidos por comunidades con alto grado de
organización colectiva. En la Colombia de hoy, es necesario —sino
urgente— elaborar una cartografía del retorno tanto en el contexto
nacional como en la producción artística y musical que surge de esa te-
mática. Si aceptamos el retorno, la restitución de tierras y la reparación
a las víctimas del conflicto como estrategias válidas de la justicia tran-
sicional, tenemos que aceptar el regreso de las expresiones orales como
instrumentos para restituir y reparar las voces y las memorias vetadas.
Eso exige acercarse a examinar y comprender las prácticas locales, la
historia colectiva y las especificidades de las formas de organización en
cuya matriz ocurre la producción cultural. Para lograr esa comprensión
es indispensable identificar cómo se da de facto la (re)construcción de
sentido y la experiencia del sinsentido. A ese respecto, Flick señala:

El saber se construye en procesos de intercambio social, descansa en el papel de


la lengua en las relaciones sociales y tiene, ante todo, funciones sociales. […] La
producción de textos contribuye a esta construcción social de los mundos que
investigamos (2010: 104).2

El rescate, al que me referí anteriormente, debe acontecer de dos


formas, o en forma simultánea, desde dos frentes. Por un lado, es
necesario recuperar importantes componentes de los sistemas de co-
municación que han sido desvalorados y denigrados y, por el otro,
reconstruir los significados que esos sistemas han venido preservando
en sí durante años. No solamente mundos gráficos y letrados, sino uni-
versos visuales, verbales y acústicos que han formado parte de un con-
junto semiótico de comunicación entre las poblaciones marginadas,
así como también entre ellas y otros grupos sociales. En el contexto del

2. La traducción es mía. El texto original en alemán es el siguiente: “Wissen wird


in Austauschprozessen konstruiert, basiert auf der Rolle von Sprache in sozialen
Beziehungen und hat vor allem soziale Funktionen. […] Die Herstellung von
Texten trägt zu dieser sozialen Konstruktion der Welten, die wir untersuchen”.
112 Paisajes sonoros

conflicto armado y la violencia dirigida, estos sistemas han estado no


solo expuestos al deterioro, sino también en riesgo de desaparecer. Las
condiciones extremas de violencia destrozan los tejidos sociales, lo que
hace que los símbolos y gran parte del repertorio cultural sufra fuertes
fracturas. Esta fragmentación causa graves repercusiones en la función
que cumple la producción cultural porque destruye aquello que en
la cotidianidad asigna sentido y significado a la vida y a las prácticas
comunitarias. De forma paradójica, muchas veces es justamente ese
mismo universo simbólico el que puede volver a reconstruir el senti-
do y elaborar razonamientos para el sinsentido. En el caso de algunas
comunidades, las expresiones musicales, la oralidad y la narrativa que
visualizan una temporalidad cíclica han sido una de las armas/herra-
mientas más poderosas para reconstruir la esencia comunitaria. Con-
sidero fundamental detenerse a observar el proceso de (re)producción
en el que se sitúa la creación de un producto cultural: si consideramos
los productos o manifestaciones culturales como textos de las realida-
des, entonces su proceso de producción es análogo al de cualquier otro
texto que puede ser interpretado como proceso cultural.

(Re)construcción de la memoria colectiva

El proceso de producción de las composiciones musicales pasa por un


estadio de visualización en el que se producen imágenes que forman
un caleidoscopio óptico de la experiencia. Aquí aparecen tanto las ex-
periencias de violencia como las de no violencia. Esas representaciones
entran en un espacio compartido con lo emotivo en donde se explora
el significado de la emoción ante lo vivido. En ese espacio se comparte
también lo cognitivo, se busca el significado de la razón y asimismo
se indaga por el significado de lo ético y lo moral. La imagen se re-
construye en la oralidad a través de la materia textual del canto. En
la melodía se refuerza la expresión de esas diversas valoraciones que
provienen de tres campos diferentes. De esa manera podría resumirse,
muy brevemente, cómo se elabora parte de la historia en un canto que
reconstruye la memoria colectiva.
Capítulo iii 113

La estrategia metodológica integra tres estadios: la experiencia, la


construcción y la interpretación. Esta es la base trilógica sobre la cual
se apoya el proceso analítico que subyace a la creación de un texto
cultural, pero también se puede aplicar para la producción de un tex-
to documental, académico, etc. Flick señala que “las ciencias sociales
producen una visión más sobre el conocimiento científico y la repre-
sentación del ensamblaje comprende procesos diversos de producción
de la realidad” (2010: 110).3 En la figura que se ve a continuación se
representa la relación triangular de esas tres fases:

La representación de las
Construcción
relaciones entre los actores y su Textos como versiones
ensamblaje social comprende y visiones de mundo
diversos procesos de producción
de lo real

Acontecimientos Comprensión y atribución


Actividades de sentido y significados
Ambiente natural y social

Experiencia Interpretación

2. Dimensiones de observación para el análisis


Fuente: diagrama tomado de Flick (2010: 111).

Al observar el procedimiento que propone Flick, vemos que el proce-


so de análisis para acercarse al entendimiento o a la interpretación de una
realidad no es muy diferente al que se sigue para crear un texto cultural,

3. La traducción es mía. La versión en alemán es la siguiente: “Sozialwissenschaft


produziert eine weitere Version der Welt. Wissenschaftliche Erkenntnis und Dar-
stellung von Zusammenhängen umfasst damit verschiedene Prozesse der Konst-
ruktion von Wirklichkeit”.
114 Paisajes sonoros

ya sea un escrito u oral. Si bien estos procesos no son idénticos, compar-


ten entre sí los tres rasgos matizados en la singularidad de la creación; es
decir, la creación de una composición musical —para ilustrar el tipo de
corpus con el que se trabaja en este estudio— pasa también por la expe-
riencia, que en este caso es la del desarraigo, por una fase de construcción
o reconstrucción. En esta fase el proceso de remembranza se activa de
manera especial porque vincula eventos recientes y eventos pasados acu-
mulados en la memoria, entre otros, gracias a la tradición. La tercera fase
de interpretación es la que da origen al texto. Allí aparecerán elementos
relevantes que han sido extraídos tanto de la experiencia como de la
relectura de esa experiencia, es decir, la reconstrucción.
Las piezas musicales que surgen como textos líricos del despojo
contienen —tanto en su constitución textual como en su constitu-
ción sonora— versiones del mundo y de las experiencias de quienes
las componen. En este sentido, es necesario hacer énfasis en que las
experiencias que se representan en la oralidad y en la lírica campesi-
na no son abstracciones individuales. En las composiciones líricas, la
creación artística consigna la experiencia comunitaria y se recrea en ella
dando forma a un discurso histórico inédito que se revela a través de la
oralidad y la melodía. Allí se hace visible un diálogo que establece la voz
creadora con lo vivido, es decir, primero con su historia propia y luego
con quienes son destinatarios de esta. Se manifiesta no solo la experien-
cia de la realidad circundante, sino, de manera especial, los significados
y el sentido que tiene la experiencia misma del proceso de creación de
la pieza artística; es decir, las reflexiones sobre los cantos, que aparecen
con más detalle en los capítulos V y VII, componen en su lectura histo-
rias de reconstrucción de las realidades contextuales y, a su vez, son una
reelaboración del ejercicio artístico como tal. Podría decirse que se trata
casi de una metainterpretación —reflexión— que reivindica el arte líri-
co comunitario como elemento relevante del sistema comunicativo que
debe ser recuperado para la interacción y participación sociales. Se sigue
un camino de desglose para acercarse a la realidad creada, se inserta ese
texto representativo de la realidad en el diálogo con un intertexto y se
examina cómo ocurre el proceso de construcción. En ese proceso tiene
lugar también la interpretación de ese producto textual y su relación no
solamente con otros textos, sino con los contextos en los que se origina.
Capítulo iii 115

Tal vez la diferencia en la creación de los distintos tipos de texto, los


culturales, artísticos y científicos, es que en este último tipo de textos
se reinterpretan esas creaciones a la luz de diversos enfoques y posturas
teóricas, se elabora una versión que interroga, cuestiona y a su vez trata
de acercarse a un constructo argumentativo de por qué se originan esas
visiones de mundo plasmadas en los textos.
La producción lírica y musical que nace en contextos comunitarios
tiene peculiaridades que la distinguen fundamentalmente de la pro-
ducida para la industria musical. Una de las mayores particularidades
es su génesis: el ambiente comunitario en el que se origina la práctica
músico-lírica emerge de procesos sociales colectivos, en la creación líri-
ca se materializa la experiencia del entramado colectivo. Una segunda
característica es la configuración ideológica y la estética del cuerpo tex-
tual. El universo lírico de los cantos contiene un concepto de ruralidad
alternativa como opción en donde se descubren principios sobre las
relaciones entre ser y espacio que se contraponen a ideas de los sistemas
feudales y pseudofeudales —incluso señoriales— que aún gobiernan el
discurso y las políticas agrarias contemporáneas. Sus letras representan
estéticamente una axiología campesina que pone énfasis en la relación
dialógica de una cultura rural desde la base.
Los cantos que se han recolectado para el estudio están compuestos
por algunos de los líderes de las comunidades Las Pavas y El Garzal y
de las zonas humanitarias. En las conversaciones que sostuve con va-
rios de los cantautores, afirmaban que el cantar era una necesidad que
habitaba en ellos y que los temas de composición siempre se inspira-
ban en las experiencias más cercanas, relacionadas con el conflicto. Sin
embargo, no todos los cantos se convierten en lírica sobre la violen-
cia. Esos impactos que ha causado la lucha por la tierra eran motivos
de inspiración también para recordar el camino y los motivos que los
agrupan y los identifican como comunidad campesina. El proceso de
producción de los jóvenes que componen rap se genera de una actitud
totalmente decidida por reivindicar no solo su cultura campesina, sino
también su identidad étnica de descendencia africana. La relación en-
tre la africanidad y la reivindicación como grupo social marginado se
ajusta a los matices contextuales de la Región del Pacífico. A este res-
pecto, Peter Wade señala que, con respecto a la construcción discursiva
116 Paisajes sonoros

de la nación en Colombia, el concepto de negritud tiene mucho más


impacto en el panorama político y cultural en comparación con la
influencia que tiene África (2005: 354).

Músicas y conflicto

John M. O’Connell y Salwa Castelo-Branco, en su libro Music and


Conflict (2010), analizan el rol de la música y los procesos de interac-
ción en escenarios de conflicto. En su volumen se constata que el arte
musical ha estado presente en la historia de confrontación de muchos
países y que ha jugado un claro papel en casos de conflictos interes-
tatales como los de Corea del Norte y Corea del Sur (Howard 2010)
o en la antigua Yugoslavia (Pettan 2010), así como también en las
profundas diferencias ideológicas en Indonesia (Rasmussen 2010). La
expresión artística constituye un componente vital del análisis sobre el
conflicto, su manejo y transformación. La comunicación melódica y
musical posibilita identificar elementos intrínsecos al conflicto y per-
mite explorar singularidades de los procesos sociales comunitarios que
no se registran en documentos oficiales. Los hallazgos que se puedan
extraer de la fuente musical son determinantes para profundizar en
el saber sobre la sustancia que contiene el discurso, sea este de índole
nacional o comunal.
John Paul P. Lederach y Angela Lederach, en su obra When Blood
and Bones Cry Out, también examinan el conflicto y su transforma-
ción desde perspectivas culturales. En su análisis integran las expre-
siones narrativas y líricas que emergen de comunidades locales que
han experimentado episodios y periodos de violencia. Su propósito
“se enfoca en el desarrollo del concepto curación social como fenóme-
no que se sitúa entre la curación microindividual y la reconciliación
colectiva” (2010: 6).4 Su propuesta es examinar aspectos escondidos

4. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Our purpose


focuses on the development of the concept of social healing as an intermediary
phenomenon located between micro-individual healing and wider collective rec-
onciliation”.
Capítulo iii 117

en la construcción metafórica y simbólica que surge de comunidades


en contextos de conflicto en Somalia, África Occidental y Colombia.
Según estos autores, es necesario prestar atención a las metáforas que
se revelan en la dinámica en la cual se desarrolla el conflicto. Su interés
primordial es acercarse a la comprensión sobre cómo las comunidades
negocian significados en contextos de confrontación violenta. A este
respecto indican lo siguiente:

A través de la exploración del fenómeno de la metáfora como el sonido, la música,


la poesía y el cuidado maternal buscamos ideas, indicios y cualidades que estimu-
len la imaginación acerca de los cambios y mecanismos por los cuales la sanación
social puede ser observada y comprendida (Lederach y Lederach 2010: 13).

Música, cultura y paz

Las investigaciones sobre el conflicto que toman como fuente el ma-


terial lírico examinan la producción musical para indagar la creación
discursiva y simbólica y los significados de las letras y del lenguaje
musical. Algunos de esos estudios exploran también rasgos de la cons-
trucción sociocultural e histórica para estimar en qué medida esas
composiciones artísticas retratan, en los paisajes sonoros, las realidades
de las que emergen. Héctor D Fernández L’Hoeste (1998), Ana María
Iglesias (2011) y Óscar Hernández Salgar (2016), por ejemplo, anali-
zan la creación musical como parte de la composición discursiva en la
construcción del concepto nación.
Fuera del enfoque geopolítico que les confieren algunos estudios
a las expresiones musicales, existen otras reflexiones sobre la produc-
ción lírica que indagan la música en relación a la generación de cono-
cimientos y las transformaciones sociales. Aunque un poco extensa,
presento esta lista de estudios que abordan la música en relación a fe-
nómenos sociopolíticos y culturales: Peter Wade (1998), sobre la iden-
tidad y la raza; Ángela López (1998), las manifestaciones del arte de la
calle; Héctor D. Fernández L’Hoeste (1998), ciudad y rock nacional;
Wivian Weller (2000), el hip hop y el rap en Brasil; Herlinda Ramírez
Barrados (2000), el corrido en México; Ruth Finnegan (2002), ¿por
118 Paisajes sonoros

qué estudiar música?; Ana María Ochoa (2002, 2006), la música y


la violencia/discursos de autenticidad; Gabriel Correa (2002), el rock
argentino; María L. Figueredo (2002), el retorno en el canto popular
en Uruguay; Derek Pardue (2004), el hip hop en la educación; Ro-
berto Torres (2005), la canción de protesta; Silvia Ramos (2006), el
afroreggae en Brasil; Óscar Hernández Salgar (2007), la colonialidad
y postcolonialidad musical en Colombia; Tomás Sánchez y Alejandro
Acosta (2008), la música popular campesina; Arlene Tickner (2008),
el hip hop en Colombia, Cuba y México; Ana María Arango y Leóni-
das Valencia (2009), la chirimía chocoana en el Pacífico colombiano;
Krista Thompson (2009), la cultura visual del hip hop; Hermann Her-
linghaus (2009), el corrido mexicano; Ariel Castillo (2010), la música
vallenata; James L. Morgan (2010), el significado y la función de la
cultura industrial en Argentina, y muchos otros más.
Existe una mirada, a mi parecer un poco sesgada, de que la música
se instaura como instrumento terapéutico de catarsis para liberarse
de los traumas ocasionados por la confrontación. Aunque la creación
musical y la música misma sí contribuyen a mitigar los traumas, sus
efectos están mayormente relacionados con procesos de autorrepara-
ción comunitaria, que tienen incidencia en puntos de intersección
claves dentro del marco político y social. Además, al hacer uso de
los recursos culturales, los miembros de la comunidad se conciben
a sí mismos como hacedores de paz, lo cual significa que toman un
rol activo en la construcción de la misma. Lederach y Lederach en-
fatizan en la importancia del uso de ese bien cultural que coactúa en
la transformación o induce a ella e indican que “se debe dar especial
consideración a la construcción de la paz que proviene de los recursos
culturales para la resolución del conflicto y que existen dentro del
contexto” ( 2010: 97).5
Desde esta perspectiva, el cruce de significados representados en
la creación lírica se aleja del planteamiento dicotómico de opuestos,
referidos específicamente a paz o conflicto. Si explorásemos más en

5. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Considerable


attention must be given to discovering and building on the cultural resources for
conflict resolution that exist within the context”.
Capítulo iii 119

profundidad los recursos culturales en las manifestaciones artísticas,


podríamos encontrar que existen unos espacios de recreación transi-
toria tanto del concepto de paz como del concepto de conflicto. Si
aplicamos en este sentido, y una vez más, el planteamiento propuesto
por Bhabha (2004), los in-between spaces se manifiestan también en la
creación lírica, a través de un panorama de relaciones transversales. Eso
quiere decir que las significaciones que forman parte importante de la
construcción de realidades sociales, políticas, ecológicas y de otras ín-
doles aparecen paralelamente en la construcción transversal del relato
lírico y se orientan a cuestionar y a resaltar los efectos que ocasionan
las relaciones asimétricas de poder en los distintos ámbitos. La lucha
por la tierra, razón fundacional de la contienda de las comunidades,
es uno de los motivos más antiguos del conflicto colombiano que se
manifiesta con fuerza en el canto. En especial se hace un reclamo por
la gobernanza local sobre los recursos naturales y contra la imposición
de lógicas dominantes. Parte de los textos líricos que conforman el
corpus de este proyecto incluyen en su discurso lírico consideraciones
alternativas a la distribución y el uso de la tierra. En ellos se recalca la
importancia de trascender la idea mercantil del territorio y sugieren
la necesidad de establecer una correspondencia entre prácticas y espa-
cialidades locales, lo que quiere decir darle antelación y prioridad a la
cultura ecológica de las poblaciones locales.
Los cantos —se pueden ver las transcripciones en el apéndice— no
solo relatan historias de desplazamiento y desarraigo originados por
la confrontación, sino que también construyen líricamente concep-
tos que resignifican la noción de naturaleza, sociedad y campesinado.
Esa distinción es perceptible en la mayoría de composiciones, y el lu-
gar-hábitat aparece como núcleo vital para el bienestar comunitario.
Arturo Escobar insiste en la necesidad de recuperar la perspectiva del
lugar como antítesis de la tendencia globalizante y apunta que “el lu-
gar, en otras palabras, ha desaparecido en el ‘frenesí de la globalización
de los últimos años’ y este desdibujamiento del lugar tiene consecuen-
cias profundas en nuestra comprensión de la cultura, el conocimiento,
la naturaleza y la economía.” (2000: 114). Además, en el caso de las
comunidades, se trata de un lugar-territorio físicamente determinado
y con fronteras definidas. Esta resignificación del espacio local aparece
120 Paisajes sonoros

como una antítesis a lo que se concibe como tal en los lentes de la


globalización, desde cuya perspectiva las espacialidades se tornan en
una mezcla de intercambios y cruces que se derivan de los flujos migra-
torios. El espacio adquiere un carácter trashumante, diluido y difuso.
Los relatos de la experiencia de estas culturas campesinas consigna-
das en el canto replantean esos conceptos. Y, por el contrario, lejos de
ser una simbiosis espacio-temporal con fronteras abiertas, las comuni-
dades amenazadas por el despojo reclaman la defensa del territorio y el
lugar local y piden la demarcación de fronteras como mecanismos de
protección de su cultura y de su existencia.
En varias de las disputas tanto intranacionales como internaciona-
les, la música ha sido un instrumento de acercamiento entre las partes
en desacuerdo, como lo he referido anteriormente. Las narrativas sobre
la confrontación y la producción lírica pueden tener un efecto conci-
liador para mitigar el conflicto. Sin embargo, hay otro tipo de produc-
ción lírica cuyo propósito está orientado a desenmascarar un sistema
de legitimidades ficticias o a reconstruir el tejido social impactado
por el conflicto. Tanto la narrativa oral como la lírica que emergen de
ambientes campesinos podrían situarse en una base fundamental que
alimenta lo que Paul Ricoeur (2001) llama la “filosofía de la acción”,
porque allí se reconstruye un repertorio memorable sobre cómo se in-
terpretan desde el interior de las comunidades los avatares, los aciertos,
las victorias, las derrotas y las esperanzas. Esa reconstrucción incentiva
los motivos de la acción, la existencia y las razones de lucha de los
movimientos sociales. En el universo musical, dichos espacios plasman
una cartografía figurativa de la acción que se debate entre el desplaza-
miento forzado y el retorno deseado del yo lírico.

Cantos y décimas

Los cantos recogidos durante mi visita de campo corresponden a las


regiones del Caribe y del Pacífico colombiano. Especialmente en el
Pacífico, muchas poblaciones han sido gravemente afectadas por el
desplazamiento forzado. Estas dos regiones son tradicionalmente di-
versas y ricas en producción lírica. Uno de los géneros musicales más
Capítulo iii 121

conocidos y que quizá haya adquirido mayor difusión es el ritmo del


vallenato, primero a nivel internacional y después a nivel nacional. Sin
embargo, además de encontrar composiciones en este estilo musical,
existe una variedad sonora que incluye otros ritmos como el porro,
la cumbia, el paseo, el bullarengue, el bunde, el merengue y la gaita,
los cuales han transitado a lo largo y ancho de todo el país y algunos
dedican su relato a narrar el desplazamiento forzado. El género poéti-
co también constituye un paraje fundamental de la producción oral,
especialmente en las regiones atlántica y pacífica, en donde es posible
encontrar una gran producción de décimas; las que aparecen a conti-
nuación, aunque no pertenecen a los cantos recopilados, ejemplifican
la forma en la que expresan los pobladores rurales la situación del cam-
pesinado ante las confrontaciones armadas:

Región del Caribe Región del Pacífico

Hemos vivido violencia De nuevo ahora le toca


Hemos vivido secuestro Al campesino sufrir,
Pero este país tan nuestro Con tanto “pájaro grande”
Salvémoslo con decencia Que en los cielos ve crujir.
Hoy se acude a la indulgencia De nuevo ven revivir
En una forma muy sana La horrible pesadilla,
Este pueblo se engalana De ver cómo se acuchilla
Y de ustedes soy amigo Sin compasión el destino.
Vengan y pidan conmigo Atropello y la amenaza
Para la paz colombiana. Para el pobre campesino.
(Alfredo Martelo, “Pie Forzado (El Diablo)
para la paz colombiana”)

En su trabajo sobre la literatura oral en Colombia, Adrián F. Freja


de la Hoz recoge diferentes composiciones orales en copla, romance
y décima de los dos litorales colombianos. Su trabajo es un excelente
punto de partida para la recuperación de la literatura oral colombiana.
Coincido con ese autor en que es necesario enfatizar y visualizar esa
enorme y exquisita producción de la literatura oral campesina y la deu-
da que tenemos con las historias inéditas de nuestra Colombia rural.
Este autor afirma que “la décima propone una reflexión respecto al
oficio de campesino en medio de un conflicto armado” (2015: 155) y
122 Paisajes sonoros

más adelante agrega que “las décimas desarrollan, de igual manera, una
problemática generalizada: la violencia y el desplazamiento forzado. Es
decir, el poeta se comporta como un sujeto colectivo” (2015: 155). El
manifestar un sentir colectivo a través de una sola voz resalta nueva-
mente una característica fundamental de la literatura oral: la creación
de autoría se deposita en el bien simbólico, inherente a la convivencia
comunitaria. En el contexto del dolor causado por la violencia, el relato
que transmite en la décima esa voz sentipensante es herencia colectiva,
una racionalidad de lo comunitario, de lo colectivo y del sentir común.
Solemos decir que se nace con la vena artística o la vena musical. Y
es que, aunque no sea mi intención equiparar las variables de heredabi-
lidad de los estudios cuánticos, lo que sí se puede afirmar es que, tanto
en lo puramente biológico como en lo social, esa heredabilidad está
influenciada por las transformaciones sociales que inciden en la mo-
dificación de las características peculiares de una especie con el trans-
currir del tiempo. De una forma análoga, esa vena musical o artística,
que es característica de la creación oral en los litorales colombianos
del Atlántico y del Pacífico, ha sido transmitida generacionalmente
como valor cultural que se ha arraigado en el ambiente sociocultural
de las regiones costeras y ribereñas en particular. La confluencia de la
variedad poblacional y étnica se puede evidenciar, especialmente, en
algunos asentamientos de esas regiones de Colombia. Esa convergen-
cia ha derivado en un flujo de intercambios entre diversas visiones del
mundo, prácticas de organización y expresiones artísticas, entre otras.
En algunas ocasiones, se ha producido un cruce de elementos y proce-
sos de representación de los grupos involucrados, incluso la casi inte-
gración de algunos elementos culturales, y, aunque podría verse como
una simbiosis de elementos, lo que ha surgido es una reafirmación de
las diferencias en un entorno de participación conjunta; es decir, la
expresión singular de cada subcultura se hace más evidente en los es-
pacios compartidos de representación colectiva. La singularidad, lejos
de entrar en contradicción, se convierte en elemento de reciprocidad
e intercambio grupal. Esto es perceptible especialmente en el arte. En
el arte musical, por ejemplo, se puede apreciar esa combinación repre-
sentativa de las culturas que coexisten; se hace evidente a través de los
aportes melódicos y la combinación de los respectivos instrumentos
Capítulo iii 123

musicales. En gran parte de la producción musical de las zonas litora-


les, los instrumentos de percusión son el aporte de lo afrodescendiente,
traído por los grupos humanos que en ese entonces llegaron al conti-
nente como esclavos. Estos instrumentos, como el tambor y el alegre,
entre otros, marcan la relación entre sonoridad y cuerpo, relación que
aglutina variadas formas de expresión tanto en el lenguaje verbal como
en el no verbal. Este nexo se adopta en los ámbitos locales con diversos
matices, troquelando la producción musical regional.

Proceso: recopilación de los cantos y comunidades


cantoras

El procedimiento de recopilación tuvo lugar durante mis visitas a las


zonas rurales de Las Pavas y El Garzal, en el departamento de Bolívar,
y en Jiguamiandó y Curvaradó, en el departamento del Choco. En
Las Pavas, desde la recopilación de los cantos que aparecen en el CD
hasta el cierre de la edición final de este texto, se han podido recolectar
algunos pocos cantos más gracias al contacto permanente con algunos
miembros de estas comunidades. Existen otras fuentes líricas adicio-
nales recogidas durante mi segunda estadía de campo: las canciones de
Ceferina Bánquez en el CD Cantos ancestrales de Guamanga (2012), a
quien pude contactar gracias a Ariel Castillo, y Cantos sobre la tierra
y el campesinado, en el CD Relatos musicales para la memoria históri-
ca que he recibido directamente de miembros de la Zona de Reserva
Campesina del Valle del Río Cimitarra, una producción del año 2012.
En el marco de este análisis, esas piezas musicales adicionales tendrán
el propósito de complementar y ampliar el estudio de la producción
lírica proveniente de las comunidades de enfoque. Existe un campo
inexplorado de producción inédita que debería ser objeto de estudios
posteriores: se trata de una gama musical que contribuye a la recons-
trucción del tejido cultural y refuerza la articulación entre el territorio
sonoro-cultural en transición hacia la conciliación y la construcción
de la paz, en especial aquellas que surgen de los espacios comunitarios.
El Centro Nacional de Memoria Histórica lleva un excelente trabajo
orientado hacia ese propósito. Una de las producciones más recientes
124 Paisajes sonoros

es la producción de tres CD, titulados Tocó cantar. Travesía contra el


olvido (2014), en los que se recogen diferentes tipos de ritmos y en los
que varias personas reconstruyen en sus melodías algunas de las expe-
riencias de la guerra y sus visiones hacia la transformación social y la
construcción de la paz.
El corpus total de este estudio se compone de treinta y siete cantos
(véase Apéndice), la mayoría transcritos por mí, excepto la versión del
CD Les voy a cantar la historia.6 Casi todas las composiciones las he re-
colectado o grabado durante las charlas que sostuve con los habitantes
de las comunidades en mis visitas a las zonas de enfoque de este pro-
yecto. Existe otro disco compacto producido por el grupo de jóvenes
cantantes Los Renacientes titulado también Los Renacientes y lanzado
en el año 2008. Interpretan rap y fusión de músicas autóctonas de la
región del Pacífico colombiano. El reciente CD Les voy a cantar la his-
toria recopila cantos a capela con ritmo vallenato compuestos por los
campesinos de la comunidad Las Pavas y se lanzó en julio del 2013 en
Bogotá; todas sus composiciones nacen en el ambiente rural. Quienes
las componen se ven enfrentados a condiciones de extrema violencia,
no solamente dentro del marco de la confrontación armada, sino tam-
bién dentro del sistema estructural de marginalización en la que se en-
cuentra gran parte de la población rural en Colombia. Los cantautores,
que son casi siempre los compositores de los temas que se presentan
en el corpus, inician el proceso de difusión de forma intracomunitaria,
mayormente en las tertulias que se realizan en las comunidades, du-
rante reuniones o en los encuentros en las asociaciones campesinas o
entre diversas asociaciones.
En la comunidad Las Pavas, la cual se detalla más adelante, la Fun-
dación Chasquis y la Fundación Connat,7 realizaron un reportaje so-
bre el retorno de la comunidad a la hacienda durante el mismo tiem-
po de mi visita a las comunidades en los años 2012 y 2013 que fue
convertido en documental y se titula Algún día es mañana. En algunas

6. Existe un cuadernillo de transcripciones de los cantos de Las Pavas que he tomado


como base, introduciendo algunos cambios ortográficos necesarios.
7. La Fundación Connat, en Suiza, y la Fundación Chasquis, en Colombia, llevan a
cabo todo el trabajo de difusión.
Capítulo iii 125

escenas se puede ver cómo los cantos compuestos por los paveros se
interpretan en las reuniones, y se convierten en instrumentos que vita-
lizan la dinámica comunitaria. Ese reportaje se presentó en el festival
Pantalla Latina en San Gallen, Suiza, en el año 2012 y la nueva ver-
sión del mismo fue convertida en documental y presentada en el año
2015. Esa posibilidad de difusión está, naturalmente, articulada con el
intenso compromiso y el trabajo que llevan a cabo las dos fundaciones
antes mencionadas, promotoras de la idea, así como también con la
decidida colaboración y el seguimiento por parte de las organizacio-
nes no gubernamentales que apoyan a la comunidad desde la capital
de país, desde las ciudades intermedias del territorio nacional y en el
ámbito internacional. También existe una página virtual en la que se
actualiza la situación de la comunidad Las Pavas8 y en la que se consig-
na periódicamente la memoria de sus actividades. Allí se encuentran
especialmente documentos oficiales, tanto eventos significativos para
el proceso comunitario como diferentes informaciones sobre la diacro-
nía de los desplazamientos y retornos.
Cada una de las comunidades de enfoque del presente análisis ha
sido —o siguen siendo— acompañadas por diferentes organizaciones
nacionales. Las comunidades de las zonas humanitarias de la Región
Pacífico, por ejemplo, cuentan con el apoyo de la Comisión Interecle-
sial de Justicia y Paz, que tiene su sede en Bogotá. Esa organización les
brinda un acompañamiento de forma permanente a las poblaciones
que han constituido las zonas humanitarias en las cuencas de Curva-
radó y Jiguamiandó. En las composiciones musicales, los habitantes
de la zona de Cacarica, Comunidades de Autodeterminación Vida
Dignidad de Cacarica (CAVIDA) expresan sus experiencias del des-
plazamiento violento y de su cohesión comunitaria afianzada en su
identidad étnica afrodescendiente. El disco se ha dado a conocer en
sectores que apoyan los motivos e intereses de esas poblaciones, tanto
en el ámbito nacional como en el internacional.
La comunidad El Garzal muestra un matiz diferente porque gran
parte de su producción musical tiene motivos religiosos y los cantos

8. La dirección electrónica de la Asociación de Campesinos de Buenos Aires (ASO-


CAB) es la siguiente: <https://www.retornoalaspavas.wordpress.com/>.
126 Paisajes sonoros

son interpretados en las celebraciones de la iglesia. En los relatos


proporcionados durante mi visita de campo, los miembros de la co-
munidad me explicaban que los versos se componen, se van agrupan-
do y posteriormente se empiezan a difundir durante las celebraciones
eclesiásticas. En una pequeña población que se llama Vijagual se ha
instalado una emisora cuyo propósito principal es la difusión de men-
sajes religiosos, pero también ofrece servicios de información a las co-
munidades del municipio. Pude observar que estas canciones se inter-
pretaban en los oficios religiosos de la comunidad El Garzal y, si bien
existen algunos cantos compuestos por los campesinos, la mayoría de
ellos no son producciones propias de la comunidad, sino que han sido
tomadas del repertorio de feligreses de la congregación religiosa a la
que pertenecen: la Iglesia Internacional del Evangelio Cuadrangular.
La difusión de las letras es una cuestión sujeta al proceso de con-
solidación de las comunidades y se concibe desde la idea de reapro-
piación territorial. Si bien los cantautores se convierten en personajes
especiales, no se representan a sí mismos, su función es representar
las vivencias comunitarias, cantar y contar sus testimonios, ya que las
experiencias de desarraigo pertenecen al drama comunitario. El reper-
torio se conecta con el sentimiento de filiación colectiva e interpela por
la búsqueda de alternativas y estrategias que generen espacios de parti-
cipación y acción comunitarias, en este caso a través del arte musical.
No hay certeza de si la difusión tendrá gran eco en el marco nacional,
pero lo que se observó en la segunda mitad del año 2013 es que el
tema agrario sale con vigor al escenario público, especialmente a través
de las manifestaciones y protestas, como el paro campesino en el año
2014, el trabajo colectivo y en red de diferentes comunidades rurales
a lo largo y ancho del país y las actuales consultas populares. Algunos
de los temas de la protesta actual aparecen en los cantos, pero hay otras
temáticas como la entrada en vigor de los Tratados de Libre Comercio
(TLC) firmados por el Gobierno que no aparecen referidas directa-
mente, aunque en el CD Relatos musicales para la memoria histórica
de la Zona del Reserva Campesina del Valle del Cimitarra sí se mani-
fiestan tópicos relacionados con esa estrategia comercial, así como se
aprecia en la siguiente estrofa del canto “Hablando sin rodeos”:
Capítulo iii 127

El macabro ejecutivo ha trazado una meta


Amedrantar a los campesinos,
Vivos o muertos sacarlos de sus parcelas
Daremos la lucha hasta el final,
De nuestro territorio no nos sacarán
Las empresas extranjeras,
Las llamadas multinacional
(Guillermo Macías, “Hablando sin rodeos”)

Ejes temáticos de los cantos

TIERRA Y TERRITORIO

Las temáticas de la composición oral son variadas. En el caso de los


cantos en ritmo vallenato, dichos temas están ligados a las actividades
que realizaban los trabajadores en sus jornadas de agricultura u otras
labores relacionadas con el campo o con la pesca. Los cantos que con-
forman el corpus de este proyecto manifiestan las problemáticas sobre
el acceso a la tierra, al agua y a otros recursos naturales. De esos tópicos
centrales se derivan varios subtemas que se analizan en detalle más
adelante, como el manejo de los recursos naturales, los mecanismos de
gobernanza de la tierra y el territorio, los derechos sobre la tierra como
hábitat, los actores interesados por ella, los perjuicios sobre sus abusos
y el negocio que se hace con ella, entre otros. Estos tópicos no son nue-
vos en la producción oral ni corresponden solo a las realidades de los
litorales en Colombia, pero surgen con más frecuencia en los contextos
regionales en donde se han exacerbado las disputas por la imposición
de prácticas industriales neoextractivistas en el espacio agrario. En la
lírica de las comunidades en cuestión, gran parte de los relatos ensam-
bla una dinámica de interacción en su constitución enunciativa, pues
se revelan con más determinación los actores en disputa y los factores
de disentimiento. Además, en la mayoría de los versos subyace una for-
mación discursiva reivindicativa de la acción colectiva, particularidad
fundamental de la razón comunitaria, como lo veremos más adelante.
Jorge Artel, uno de los grandes poetas reconocidos por resaltar la
poesía afrocaribeña, dedica también gran parte de la temática de sus
128 Paisajes sonoros

composiciones a la tierra y a los campesinos que habitan en el Caribe


colombiano. En la literatura, las voces que resaltan de forma particular
las tradiciones orales y populares se pueden encontrar incorporadas ya
en las novelas costumbristas que empiezan a dar espacio a las expresio-
nes populares.
Las temáticas sobre tierras y conflicto se pueden encontrar en la lí-
rica de comienzos del siglo xx. Observemos los siguientes fragmentos:
el primero es parte de un poema de la primera década de siglo xx y el
segundo es una estrofa de uno de los cantos de las comunidades en las
zonas humanitarias:

Esta chispa hizo del Boche El cultivo de la palma


El campesino trovero Es un cultivo ilegal
Empezó a soltar amarras, Por eso los campesinos
Y este pueblo con sus garras Allá fuimos a mochar
Fue reventando linderos.
Linderos ensangrentados (E. Cuadrado, “La palma”
Con un afán extranjero. (Comunidad Las Pavas)
Una chispa fue el principio
Que impone el explotador.
Para mostrar la vergüenza
La antorcha que ardió en la noche.
Compaegoyo)

Guillermo Valencia Salgado, conocido como Compaegoyo (citado


por Jaramillo 2010), ilustra los estragos que el sistema feudal ha cau-
sado en la clase campesina. Los dos fragmentos anteriores tematizan
asuntos de orden político-social irresolutos en torno a la tierra y en
ambos se observa que los temas de la rebelión y de la resistencia son
análogos. En el primero, Boche quiere descubrir las acciones vergon-
zosas de un explotador y, en el segundo, el nosotros —tácito— muestra
la acción del explotado. Estas dos perspectivas se dirigen a un mismo
núcleo temático: la desposesión de la tierra. La construcción perlocu-
tiva en los dos pasajes atina a revelarle al oyente un efecto de tensión y
acción a la vez, pero mostrado desde diferentes ángulos.
La narrativa latinoamericana de comienzos del siglo xx se torna
más regionalista y durante ese tiempo se producen gran cantidad de
Capítulo iii 129

obras cuyo motivo central es el conflicto de fuerzas entre hombre y


naturaleza. De acuerdo con Fernando Aínsa, “las novelas de la tierra
no crean únicamente un paisaje literario, sino que integran personajes
colectivos, verdaderos arquetipos de grupos representativos de la socie-
dad en los que reconocerse” (2003: 13). Sin embargo, en esas represen-
taciones no hay una reivindicación de la situación de marginalidad y
subordinación de esos grupos, más bien se trata de presentarlos como
un conjunto de actores agregados con la intención de “redondear la
identificación colectiva”. Como señala Aínsa en ese mismo ensayo, “el
indio, el cholo, el gaucho y el emigrante entran en una narrativa como
grupos sociales homogéneos” (2003: 13).
En la historia musical de Colombia, especialmente en las composi-
ciones que han sido difundidas por la industria disquera, la figura del
campesino aparece como parte del segmento social, sin embargo, las
problemáticas de destierro, explotación y concentración de la tierra no
se han tematizado rigurosamente. En composiciones muy conocidas,
como son “Campesina santandereana”, “Mi casta” y “La ruana”, entre
otras, la figura del campesino no se cristaliza a través de esa dualidad
conceptual de tierra-territorio. Son valiosos lo aportes que hace Óscar
Hernández Salgar al respecto, pues señala que el uso de esas letras re-
feridas al campesino —y en melodías propias de las regiones andinas
de Colombia, como el bambuco, el pasillo y otros ritmos— han sido
utilizadas estratégicamente por la industria para exaltar especialmente
el orgullo regional. En la canción “La ruana”, por ejemplo, el texto
musical enfatiza la herencia española mucho más que la identidad lo-
cal, de tal manera que la ruana se parangona a la capa de un hidalgo,
como se dice en la misma: “La capa del viejo hidalgo se rompe para
hacer ruana”. De acuerdo con Óscar Hernández, ese elemento de la
vestimenta campesina resalta el valor de patria, el cual también se men-
ciona en la canción pero está limitado solo a las regiones en donde se
usa esa prenda. La selección de esa simbología no es aleatoria, sino que,
como lo indica este autor, corresponde a otros intereses:

En pleno auge de la industria fonográfica en Medellín y en el momento más fuerte


de la violencia partidista, una buena parte de la producción musical abordaba con-
tenidos que buscaba exaltar el orgullo por la región o el país en una clara respuesta
130 Paisajes sonoros

al interés de la industria de fomentar un nacionalismo que redundara en un ma-


yor consumo interno. El tema de la violencia brilla por su ausencia en toda esta
producción musical y sólo aparecen algunos comentarios al respecto en canciones
muy posteriores como “A quién engañas abuelo”, de Arnulfo Briceño (ca. 1967)
(Hernández Salgar 2016: 165).9

Tanto en la poesía y en la literatura como en las composiciones


musicales se evidencia la figura campesina en su contenido textual.
Este personaje aparece representado de diversas formas y se reconstru-
ye discursivamente, con énfasis y enfoques distintos. En la industria
musical, a la que hace referencia Hernández Salgar, la mención al cam-
pesino se ha difundido en ritmos propios de las zonas centrales que se
ubican geográficamente en los altiplanos Cundi-Boyacenses o en la
región de Antioquía. Esto se ha dado así, entre otras cosas, porque el
atuendo de la ruana ha sido y sigue siendo un elemento de identidad
campesina nacional. Sin embargo, siendo la ruana una prenda exclu-
siva de las tierras de la altiplanicie, pareciera que gran parte de la po-
blación campesina que habita en las zonas costeras quedara por fuera
del marco simbólico de la representación de los pobladores rurales.10
Como indica Óscar Hernández Salgar en el fragmento arriba cita-
do, la violencia como fenómeno que lacera al campesino parece ser una
temática vetada por los circuitos de difusión musical. Lo que se puede
constatar es que gran parte de la producción de esta industria se afe-
rró por largo tiempo a propagar una visión un tanto romántica tanto
del campesino como del espacio rural propiamente dicho, a excepción
de Jorge Velosa y su grupo, quienes en sus composiciones de música
carranguera le cantan al origen campesino y resaltan los valores de los
pobladores rurales y, sobre todo, tematizan en sus letras las migracio-
nes forzadas y las disparidades entre el ambiente rural y el urbano.
La industria musical colombiana ofrece una visión muy parcial que
no retrata auténticamente la idiosincrasia de los habitantes rurales. Lo
más probable es que la población campesina, que en su gran mayoría ha
sido amenazada y se ha enfrentado a las diferentes oleadas de violencia,

9. Las cursivas son mías.


10. Existe una reflexión de la música carranguera sobre el discurso ecológico (Cárde-
nas y Montes 2009).
Capítulo iii 131

no se identifique con esa visión romántica poco transcendente y que


nada tiene que ver con las realidades rurales. No hay que perder de vis-
ta que la mayoría de los compositores de estas canciones emblemáticas
sobre el campo y el campesino no conocían las realidades de las que
escribían, irónicamente, muchos conocían mejor a autoridades polí-
ticas o eran sencillamente fieles a los pedidos de la industria en auge.
Aquí se confirma una vez más la afirmación de Adorno y Bielsa (2002)
respecto a que la poesía gauchesca no fue hecha por los gauchos. Esas
formas de representación idealizada de nuestros habitantes rurales se
alejan de las realidades de las poblaciones de carne y hueso, como lo
describe Galeano en el siguiente fragmento:

El gaucho de las estampas folklóricas, tema de cuadros y poemas, tiene poco que
ver con el peón que trabaja, en la realidad, las tierras anchas y ajenas. Las alpar-
gatas bigotudas ocupan el lugar de las botas de cuero; un cinturón común, o a
veces una simple piola, sustituye los anchos cinturones con adornos de oro y plata
(2015: 157).

Durante los años posteriores al inicio de la violencia en Colombia,


es decir, después de la década de los cincuenta, las zonas rurales prefi-
rieron adoptar otro tipo de melodías, diferentes al bambuco y al pasillo,
con el propósito de expresar sus experiencias y lo que ellas significaron
en su entorno de penurias. La música guasca, o de carrilera, como se
conoce en Colombia, fue la que más tomó los espacios locales en las
ruralidades. Así, y de acuerdo con Hernán Restrepo Duque, los campe-
sinos se sentían más cercanos a las melodías que llegaban del extranjero,
que eran las que se escuchaban en tiendas del pueblo. Se “prefirió la
tristeza ecuatoriana, la añoranza cubana, todo eso que nos llegaba enla-
tado del norte o del sur y que solemos denominar como música guasca”
(Restrepo Duque, citado por Hernández Salgar 2016: 166).
Como podemos ver, las composiciones de la industria musical se-
leccionan las temáticas que puedan tener mejor acogida en la audiencia
y, además, se eligen aquellas que cumplan con los propósitos claros de
productividad o estén relacionados con ellos. El gran trabajo que han
realizado estos autores mencionados y muchos otros que aparecerán en
este estudio se constituyen en valiosos aportes que permiten, por un
lado, escudriñar la radiografía de la historia musical y su difusión en
132 Paisajes sonoros

Colombia y, por el otro, indagar composiciones inéditas para cuestio-


nar el por qué las músicas que retratan e ilustran las realidades rurales
no han tenido difusión.

DESPLAZAMIENTO Y RETORNO: CONTEXTOS NARRATIVOS Y MUSICALES

En el repertorio seleccionado para este estudio existen dos temas ver-


tebrales en las letras de los cantos que reconstruyen momentos im-
portantes y trascendentales para las comunidades: las experiencias de
desplazamiento forzado y las experiencias de retorno a los territorios.
Respecto a las causas contextuales del desplazamiento se puede
establecer una relación diferente sobre los motivos que producen el
desplazamiento en Colombia, como se mencionó en el capítulo I. En
el campo de la producción musical, las composiciones comunitarias
reconstruyen el significado de lugar y de hogar tras haber sufrido el des-
arraigo violento de sus territorios. A este respecto, John Paul Lederach
(Lederach y Lederach) considera que

La idea que la canción crea un sentido de significación de lo local y del lugar no


es del todo nueva, aunque no ha sido probablemente explorada en términos de lo
que tiene lugar a través de la fenomenología de la sanación (2010: 31).11

Mientras en la literatura y la narrativa colombiana uno de los mo-


tivos principales de la producción ha sido la temática alrededor de
diferentes formas y efectos de la violencia, el tema del desplazamiento
forzado ha quedado consignado solo por unos pocos autores. Respecto
a la violencia como fenómeno gestor de una tradición literaria, Au-
gusto Escobar (1996) señala que existe un tipo de literatura sobre la
violencia en sí, mientras que existe otra clase de literatura que más bien
propone una reflexión sobre de la violencia. Desde esa perspectiva,
las narrativas que desarrollan la temática del desplazamiento forzado

11. La traducción es mía. La versión en inglés es la siguiente: “The idea that song cre-
ates a sense of meaningful location and place is not entirely new, though is perhaps
not fully explored in terms of what takes place through the phenomenology of
healing”.
Capítulo iii 133

tendrían la intención de propiciar un discurso narrativo de reflexión.


Al respecto, Escobar indica lo siguiente:

Una y otra novelística muestra, por medios literarios o paraliterarios, el testimonio


vivo, la cosmovisión de una comunidad desgarrada y la historia de sus protago-
nistas. Cuando decimos que es una literatura de la violencia y otra que hace una
reflexión literaria sobre ella, lo hacemos para distinguir su doble carácter.12

Algunos autores, como Alfredo Molano en Crónicas del desarrai-


go. Desterrados (2005); Laura Restrepo en La multitud errante (2001);
Gustavo Álvarez Gardeazábal en Las mujeres de la muerte (2003), y
muchos otros, han construido en sus universos narrativos versiones
sobre personajes que han experimentado las vicisitudes del destierro.
A partir del relato testimonial, se retoma el tópico del desplazamiento
forzado para crear universos ficcionales en los que se narra la comple-
jidad de este fenómeno.
Es preciso preguntarse si esa apariencia binaria entre las novelísticas
de la violencia puede ser análoga a las composiciones musicales. Tal vez
no sea pertinente establecer una comparación en los mismos términos,
incluso me atrevería a afirmar que la composición musical que nace de
las comunidades enfrentadas a contextos de violencia armada tiende
a ser un resultado del proceso de reflexión sobre la violencia más que
una retórica de la violencia. Esa reflexión es ofrecida en una forma lí-
rico-musical que conjuga las funciones pensantes y sensitivas de quien
las compone, por ello sugiero considerar esas composiciones como lírica
testimonial; es decir, como un discurso que se reconstruye a través de la
fuente poética para deliberar sobre la agresión causada, así como tam-
bién sobre lo que han causado las agresiones. Esta lírica hace cómplice a
diversos ritmos musicales para crear en su estética una función represen-
tativa de la racionalidad rural y se contrapone a la estética creada por las
ideologías, ya sean de tipo político, religioso o de otra índole.
Gran parte de la música que se ha venido difundiendo actualmen-
te, a través de conocidos artistas colombianos, escenifica en sus relatos

12. Se puede consultar de forma virtual en: <http://www.javeriana.edu.co/narrati-


va_colombiana/contenido/bibliograf/violencia.htm>.
134 Paisajes sonoros

episodios de contención en los cuales se describe la manera en que el caos


social mantiene atrapada a la población civil en un callejón sin salida. En
algunos textos musicales de artistas famosos —como Juanes y Totó la
Momposina— la retórica lírica se compone de ruegos, peticiones por
un alto a la violencia y al derramamiento de sangre. Estas composiciones
son creaciones individuales sobre el malestar que ocasionan las circuns-
tancias de conflicto a nivel nacional y, si bien se convierten en formas de
expresión de la inquietud colectiva por la paz y la no violencia, aún no
aportan una reflexión de fondo a la brecha existente sobre el quehacer
comunitario por la paz y el uso del material musical local. Lo que quiere
decir que, si nos atenemos exclusivamente a ese tipo de composiciones,
esto presentaría grandes limitaciones a realizar el análisis sobre la proble-
mática de la población rural. Exceptuando las composiciones de la ban-
da colombiana ChocQuibTown, que tiene en sus letras temas sobre la
identidad étnica y regional del Pacífico chocoano, la mayoría de produc-
ciones de la industria musical que tematizan el conflicto proporcionan
poca o muy escasa información para los propósitos de este estudio. La
mayoría de las letras con amplia difusión se alejan de las semánticas que
emergen de las estrategias de sobrevivencia y conflicto y la construcción
de paz en los escenarios rurales/locales. Por ello es fundamental recurrir
al repertorio que surge desde las comunidades que están avocadas a la
lucha cotidiana y nos revelan esos significados.

Los cantautores

Respecto al uso de la terminología, es pertinente advertir que me re-


fiero no al cantante, sino al cantautor, concepto que el Diccionario
de la Real Academia de la Lengua define como: “Cantante, por lo
común solista, que suele ser autor de sus propias composiciones, en las
que prevalece sobre la música un mensaje de intención crítica o poéti-
ca” (Real Academia Española 2001, s. v.). También utilizo el término
canto y no canción, pues la definición que proporciona esa misma
fuente denomina el canto como “composición de música vocal” y
“composición poética especialmente de tono elevado y solemne” (Real
Academia Española 2001, s.v.).
Capítulo iii 135

En las entrevistas realizadas a los miembros de las comunidades fue


posible constatar que cada una de las composiciones reconstruye una
experiencia traumática de la expulsión y el desplazamiento forzado.
De la misma manera, cada uno de los compositores exterioriza en el
preámbulo de la composición la necesidad imperante de plasmar a tra-
vés del canto el impacto causado por la experiencia vivida. La lírica, sin
embargo, no expresa solamente la captación de hechos aislados, sino
que configura un entramado narrativo en el cual es posible detectar las
formas de interacción de la comunidad antes, durante y después de las
experiencias del desarraigo.

Estructuración del programa lírico: tipología

Una de las particularidades más sorprendentes al hacer el análisis de


la lírica de los cantos recolectados en esas poblaciones, para mí, ha
sido descubrir que la creación que emerge en contextos de conflic-
to no conduce necesariamente a relatos que describan en sus letras
la confrontación; es decir, el relato no solo está constituido por las
circunstancias violentas, sino que contiene abundantes elementos que
hacen referencia a prácticas que ilustran el panorama diacrónico co-
munitario. En sus repertorios, la díada tiempo-espacio juega un papel
central y acompaña todo el programa lírico de la dialéctica tópica:
desplazamiento y retorno. La razón de este hecho no tiene que ver solo
con el mutismo que crea la guerra o el miedo que puedan generar el
agresor o la agresión, pues, a mi parecer, está también relacionado con
una necesidad intensa de simbolizar la pertenencia al lugar y de repre-
sentar el desarraigo como una pérdida enorme, casi inconmensurable,
del hábitat propio, del hogar territorial. Asimismo, esa diada ilustra en
gran medida la percepción de la sociabilidad que se recrea en la música:
las relaciones sociales que se gestan con el entorno natural y el entorno
social del colectivo y que además están mediadas a través del lenguaje
no verbal y las prácticas sonoras, entre otras.
En la reconstrucción lírica están depositados discursos que cons-
tituyen bases fundamentales de la filiación local y que representan en
el canto la función vital que cumplen en la recomposición del tejido
136 Paisajes sonoros

comunitario. El discurso lírico-musical articula los diversos mecanis-


mos que en el arte se conjugan para mostrar un intento de recupera-
ción de lo social y lo culturalmente construido. Ese proceso se nutre de
figuras y agentes concretos, como el campesino, las plantas, el terruño
y la asociación, entre otros, que forman parte del universo comunitario
y están presentes en el repertorio melódico. La asociación campesina es
una figura sumamente importante y significativa en el discurso lírico,
ya que, en las composiciones, se constituye en motivo central a partir
del cual se hilvana el relato cantado, aparece como agente social con
carácter de institución. En el canto, la asociación ostenta un valor im-
prescindible para la consolidación y afianzamiento de la cohesión y
acción comunitarias.
Obsérvese que la reconstrucción del relato en el marco de la lírica
es presentada de manera diferenciada. Por una parte, existen cantos
en los cuales se muestra un retrato casi radiográfico de sucesos con
fuerte carga agresiva en los que se narra el ataque a una población o a
una comunidad específica, mientras que, por otra parte, existen otras
composiciones que no se refieren a eventos determinados, sino que
construyen el núcleo narrativo a partir del objeto de contiendas; es
decir, deliberan sobre temas como la tierra y el territorio o subtemas
relacionados con esos conceptos. En otros cantos, el motivo principal
se consagra a la comunidad y a sus miembros. Estas dos entidades se
convierten en el texto lírico en cuerpo indisoluble atemporal, pero con
espacio definido. A continuación, se presentan en mayor detalle sus
características y al final de la caracterización tipológica se puede encon-
trar un listado con todos los cantos del corpus y su correspondencia
con la clasificación propuesta.

CARACTERIZACIÓN TIPOLÓGICA

Focalización de la contienda como eje central

Los cantos que plasman la confrontación como eje central en su lírica


lo hacen en su gran mayoría partiendo de un hecho concreto sucedido
en la comunidad, apelan de manera recurrente a una incursión o una
Capítulo iii 137

arremetida inesperada que ha sido ejecutada por un actor armado. El


carácter testimonial del relato se puede distinguir aquí con mayor in-
sistencia, pues el portavoz de la historia proporciona en el canto datos
sobre fechas y lugares existentes que son revelados sin alteración en
el texto lírico. Por otra parte, las acciones que tienen que ver con la
declaración de percepción sensitiva del acto de agresión siempre están
descritas: me refiero a actos concretos como ver, escuchar o sentir, que
conforman una amplia gama del mundo sensorial que transmite la
experiencia de testigo y testimonio en el canto.
En este tipo de relato sobre la disputa, aparecen otras figuras que
se podrían sugerir como la antítesis del campesinado. En este sentido,
no quiero referirme a una posición maniquea entre campesinado y
otros actores, sino a una forma de jerarquización en los personajes re-
presentados en el canto, como los paramilitares, el Ejército, el Estado
y la industria palmera. Estas figuras actorales son quienes, al imponer
su poderío y fuerza en el campo de disputa, producen un efecto de
negación del campesinado, denigrando los atributos constitutivos de
su naturaleza. Además, esas otras figuras tienen características explíci-
tamente opuestas a las que posee el cuerpo del campesinado. Podríamos
afirmar que, en este tipo de composiciones, el énfasis está puesto en los
actores en disputa y sus acciones. Sin embargo, no se trata de narracio-
nes que ilustran los mecanismos de interacción, sino de acciones que
se concentran en la acción/reacción. Su contenido está mayormente
dominado por las circunstancias del combate.

Focalización del objeto de contienda

Aquellos cantos que focalizan el tópico narrativo en la tierra y otros


recursos naturales se alejan de la confrontación central como tema en
su relato. La mayoría de estas composiciones expresan aspectos sobre
la cosmovisión campesina, ya que en ellas está contenida una construc-
ción tanto racional como emotiva que vincula de manera estrecha el
aspecto religioso. En este tipo de relato, el eje central está en los efectos
de la conflictividad, pero se refiere con vehemencia a los significados
138 Paisajes sonoros

de valoración sobre la tierra y se ponen de relieve las discrepancias


sobre otras formas de estimación de los recursos naturales.
Dos personajes centrales que sobresalen en este tipo de composi-
ciones son la figura del campesino y la del creador. El relato lírico en
esos cantos retoma el territorio como epicentro sistémico del discurso,
conectándolo con tres entidades: el campesino, la tierra y el creador.
De esta manera se escenifica un panorama supranatural en las histo-
rias cantadas, en el que actores no humanos entran a formar parte de
los procesos de acción-reacción y se manifiestan ante las disputas. Esa
interacción se ve materializada concretamente en las transformacio-
nes que se revelan en el elemento tierra. Una de las peculiaridades de
estas composiciones es que muestran una tendencia a enclaustrar las
nociones de espacio y de tiempo dentro del concepto mítico-arquetí-
pico; es decir, el relato desvela consideraciones sobre las construcciones
temporales y espaciales que apelan al lugar fundacional y originario
de las comunidades. Asimismo, ese relato se inserta en la cosmovisión
de estas colectividades campesinas, pero no se presenta como un atri-
buto exclusivo para ellas, por el contrario, las composiciones exhiben
una conciencia colectiva que va más allá de la identidad regional y
que tiende más hacia la construcción de la subjetividad comunitaria y
campesina, por ello se hace mención a los trabajos, las creencias y las
prácticas de los espacios rurales en Colombia.
Esa dimensión temporal-espacial, antes mencionada, sitúa la cir-
cunstancia de la confrontación en un marco más amplio e integra el
aspecto histórico como parte vertebral para acceder a la comprensión
sobre las disputas. Este aspecto es indispensable para dilucidar dos
cuestiones fundamentales:
1) la forma en la que las comunidades representan y tematizan las
generaciones de luchas y despojos de la tierra;
2) la manera en la que reconstruyen en la lírica los sistemas y meca-
nismos dentro de los cuales tales luchas han tenido lugar.
Adicionalmente, estas dos cuestiones coaportan respuestas ante la
inquietud de constituir un nuevo estatuto campesino ante el contexto
de la expulsión.
Capítulo iii 139

Focalización del agente colectivo: asociación campesina

Una tercera forma de estructurar el relato de los cantos es la construc-


ción de textos en cuya lírica prevalece una apología dirigida, en mayor
medida, a la fundación y existencia de la asociación campesina y, en
menor grado, al material lírico. En esta forma de relato son casi inexis-
tentes las escenas de confrontación entre actores armados u otro tipo
de agentes. Se hace mención a las diferentes formas de identificación
campesina y se exaltan, sobre todo, los logros comunitarios que han
tenido lugar. La dimensión temporal tiene un matiz fundacional, pero
el énfasis está puesto explícitamente en la condición futura, es decir,
en el retorno y en la reconstrucción comunitaria tras el desplazamien-
to. Esa visión utópico-realista que se manifiesta en el texto expresa la
magnitud del significado colectivo que adquirió la gestión asociativa,
sin embargo, también se hace un llamado permanente a convocar la
unión como fortaleza del tiempo presente. Además, la unidad grupal
se instituye como talante dinamizador que refuerza el sentido de la
existencia rural y soporta la resistencia campesina.
Se puede afirmar que en este tipo de composiciones se confeccio-
na una oda a la constitución campesina, presentándola como agente
promotor y actor de ejecución que amortigua los embates ante la vio-
lencia. En este tipo de composiciones es posible escudriñar de manera
más amplia el rol, la posición, las acciones y la representación de las
asociaciones campesinas en el marco del conflicto, es decir, aquí el
énfasis está puesto en los rasgos colectivos. Los cantos que pertene-
cen a esta forma de relato se convierten, algunas veces, en himnos
asumidos por los integrantes de las comunidades y expresan el carácter
constitutivo de su agrupación con plena convicción de la victoria.

SIMILITUDES Y DIFERENCIAS EN LA TIPOLOGÍA

Es importante señalar que, si bien cada una de las composiciones


muestra más rasgos afines a una de las tres tipologías, en cada uno de
los cantos se pueden encontrar matices de los otros dos.
140 Paisajes sonoros

Para los efectos de este análisis es útil realizar una diferenciación en


la estructuración del programa lírico que puede servir como marco ini-
cial para identificar acciones comunitarias sobre el manejo del conflic-
to y las acciones de construcción de la paz. Las manifestaciones sobre
estas acciones son perceptibles en la construcción lírica y muestran una
dimensión de la acción comunitaria en la gobernanza política por el
territorio. Las lecturas que se hacen del texto lírico aportan claramente
a la indagación sobre la reconceptualización que surge de la ontología
campesina sobre su entorno y el manejo de los recursos naturales, así
como también sobre la identidad campesina.
Especialmente a través de la segunda tipología es posible deslindar
una gama de significados asociados al objeto de disputa, la tierra y otros
recursos naturales, y hacer una lectura sobre las diferentes perspectivas
de valoración por parte de otros actores con respecto al mismo. A tra-
vés de las interpretaciones que se extraigan de la tercera tipología es
factible proponer planteamientos sobre cómo la composición lírica se
convierte en un instrumento que refuerza procesos de agrupación so-
cial, su rol como catalizador del conflicto, su importancia en relación
a las acciones colectivas y su dimensión política.
Es importante también observar el rol del canto en el proceso de
consolidación comunitaria: las asociaciones campesinas se convierten
en piedra angular, con influencia contundente en la transformación
del conflicto. Además, los efectos que tiene la creación lírica en el seno
de la asociación campesina pueden poner de relieve la incidencia en
las tendencias globales y las respuestas locales. Por un lado, se revelan
dinámicas transareales13 —más allá de las fronteras nacionales— que
confluyen en las demandas globales relacionadas con la producción de
palma de aceite y los desbalances locales que genera la estrategia de los
monocultivos. Por otra parte, se pueden distinguir las diferentes for-
mas de respuesta y recepción locales ante los imperantes globalizantes
del mercado, los cuales en este caso afectan gravemente los entornos
agrícolas locales.

13. Este término lo proporciona Ottmar Ette (2016) y se refiere a los flujos entre
espacios que se constituyen en áreas, cuya formación va mucho más allá de lo
geopolíticamente delimitado.
Capítulo iii 141

Acercarse a examinar las formas de estructurar los relatos puede


contribuir a determinar los niveles de descripción que aparecen en
ellos, pero, sobre todo, permite identificar unidades de sentido claves
para comprender el relato y el correlato que subyace en los cantos.
De gran utilidad son los postulados de Roland Barthes (1977) en esta
materia. Aunque propone una distinción de tres niveles de descrip-
ción para la obra narrativa, podemos identificarlos en los textos líricos
también: nivel de la función, nivel de la acción y nivel de la narración.
Esa categorización nos permite identificar las unidades de sentido que
aparecen en los textos y sirve como instrumento para establecer su
funcionalidad y su relación con el resto del relato.
El nivel de la función atiende a la interpretación de por qué se hace
uso del género lírico como el canto para comunicar. Sobre la elección
de las formas líricas entraré en detalle posteriormente, porque hay todo
un sustrato histórico-cultural propio de esas dos regiones que es perti-
nente abordar de forma rigurosa.
El segundo nivel, el de la acción, describirá el análisis de una ins-
tancia, meta que examina no solo las acciones que se relatan en el dis-
curso lírico, sino las que convoca esa lírica musical como instrumento
comunitario en los procesos de consolidación como agente social ru-
ral. En este sentido se resemantiza y se reconstruye el significado de
comunidad.
El tercero, el de la narración, tratará la construcción en sí y la
estructura narratológica en el texto lírico, es decir, la forma en que
se articulan las unidades allí presentadas y cómo entre ellas se crean
vínculos integrativos o signos de fragmentación que impregnan a la
lírica de ese rasgo testimonial que antes se ha mencionado.
142 Paisajes sonoros

Objetos y sujetos de contienda como Agente colectivo y entidad religiosa


Contienda como eje central
eje central como eje central
Canto 17: “Homenaje a nuestros
Canto 1: Sin título Canto 4: “La palma”
mártires”
Canto 2: “El 2 de junio” Canto 5: “Negros en palenque” Canto 19: “Algún día es mañana”
Canto 3: “Ciento veinte muertos” Canto 6: Sin título Canto 20: “Bonarences de ASOCAB”
Canto 10: “Violencia brava” Canto 7: “Óyeme Chocó” Canto 22: “Llegó la hora” (retorno)
Canto 11: “Cómo fue” Canto 8: “El sofoco” Canto 23: “Los dioses de la tierra”
Canto 9: “El sufrimiento” Canto 26: “Pueblito bello”
Canto 12: “El gobierno de la gente” Canto 27: “Lamento por mi pueblo”
Canto 13: “El señalamiento” Canto 28: “Sentimiento de mi pueblo”
Canto 14: “Llanto” Canto 31: “De aquí no nos vamos a ir”
Canto 15: Vaguay (origen, tierra, etnia) Canto 32: “Campesino de verdad”
Canto 16: “Tierra querida” Canto 33: “Los veinte años de lucha”
Canto 18: Sin título (tierra, origen,
Canto 34: Sin título
naturaleza, etnia)
Canto 21: “Historia de vida” Canto 37: “Creación universal”
Canto 24: “Martín Valiente y su mata
de caña”
Canto 25: “Palo de letras”
Canto 29: “El mico desplazado”
Canto 30: “La voz de la montaña”
Canto 35: “Los comentarios”
Canto 36: “Don Carmelo”

3. Tipología del relato lírico en los cantos

Cerca del 51% de los cantos dedican su relato lírico a los objetos y sujetos
involucrados en la contienda
Cerca del 35% de los cantos dedican su relato lírico al agente colectivo o a la
figura religiosa
Cerca del 14% de los cantos dedican su relato lírico a narrar la contienda
Capítulo iii 143

Ritmos musicales de los cantos

Reiterando la afirmación que se ha formulado al comienzo de este


apartado, la riqueza de los litorales colombianos abunda, entre otras,
en variedad de ritmos y melodías musicales. En mi última visita de
campo a las comunidades, en agosto de 2013, pude encontrar que la
creación lírica que tematiza la expulsión de la población es amplia y
está aún por explorar.
Existen ritmos como el bullarengue, en sus diferentes variantes en
la zona Caribe: el fandango, la chalupa y el bullarengue sentado, que
incorporan en sus letras experiencias individuales del desarraigo. Asi-
mismo, en el litoral Pacífico la producción de ritmos emblemáticos
como la chirimía, el sexteto y el conjunto de voces, entre otros, no
solo siguen consignando en sus letras un repertorio simbólico cultural
ancestral, sino que integran la experiencia del desplazamiento como
motivo del relato lírico. Para la presente reflexión no solo es de vital
importancia la composición que tematiza el despojo del territorio, sino
también aquellas letras musicales en las que se tratan los procesos de
retorno. La riqueza musical y rítmica del Pacífico colombiano ha em-
pezado a ganar mayor difusión en el plano nacional, así como también
en el internacional, con la banda ChocQuibTown, que incorpora en
sus sonidos funk, hip hop y reggae jamaiquino y los mezcla con sonidos
autóctonos del Pacífico como el bunde o el currulao, entre otros, en
cuyas letras se reivindica el carácter étnico y el nexo territorial en el
marco de la gobernanza.
Respecto de los ritmos musicales en los que componen las comuni-
dades de enfoque para este estudio, hay dos que son predominantes: el
vallenato y el rap. La mayoría de cantos están compuestos en ritmo de
vallenato, incluso en las comunidades que habitan en el litoral Pacífico.
El ritmo preferido de la composición guarda relación con la diferencia
generacional: mientras los más jóvenes escogen el rap, otros grupos
generacionales optan por componer en vallenato o ritmos autóctonos.
Ante este panorama musical, surge la inquietud sobre si la preferencia
del vallenato corresponde a los ejes musicales que caracterizan la región
o si más bien tiene que ver con su predominancia como el ritmo actual
emblemático en Colombia. Tal vez no es preciso decantarse por una u
144 Paisajes sonoros

otra opción exclusivamente, quizá sea más certero escudriñar si existe


un vínculo entre estas dos aproximaciones.

EL RITMO VALLENATO, HISTORIA Y REPRESENTACIÓN

El vallenato es un ritmo típico nacido en la región Caribe de Colom-


bia, en la cual el mestizaje se hace realidad en la música, pues se com-
binan instrumentos como el acordeón, de origen europeo, la guacha-
raca,14 de origen indígena, y la caja, de origen africano. Al parecer, la
incorporación del acordeón se da posteriormente, pues las primeras
composiciones vallenatas fueron tocadas con guitarra y no con acor-
deón (Posada 2002). De acuerdo con José Antonio Figueroa (2009), la
génesis del vallenato se remonta a las llamadas colitas, que eran fiestas
de los empleados del servicio y tenían lugar después de las celebracio-
nes de los dueños de la casa —oficiadas con música europea— al ritmo
de vals. A las colitas solían adherirse los señores o patrones, quienes,
ebrios, querían hacer uso de sus derechos sexuales sobre sus empleadas.
La Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata caracteriza las colitas
de la siguiente manera:

En estos tiempos, la música, como el vestido y las costumbres, dividía vertical-


mente las clases sociales. De un lado la aristocracia criolla se divertía al son del
piano, la guitarra y el acordeón que acompañaban los valses, cuadrillas y lanceros,
mientras que el pueblo se divertía bailando al son del tambor y la flauta. Las Coli-
tas eran una prolongación de las diversiones de los ricos en el ambiente de la gente
del pueblo, mezclándose momentáneamente unos y otros. (Fundación Festival de
la Leyenda Vallenata 2014)

Hay diferentes voces críticas que cuestionan tanto el origen geográ-


fico del vallenato como el evento del festival. Una de ellas es Consuelo

14. Luis Carlos Ramírez señala en su artículo “Vallenato, ¿etiqueta para una moda?”
que en las investigaciones de Egberto Bermúdez en su ensayo de 2004 ¿Qué es el
Vallenato? Una aproximación musicológica se pueden encontrar suficientes argu-
mentos que deniegan la trietnicidad instrumental del vallenato porque las gua-
characas se encuentran en los contextos afrocolombianos y no en los ambientes
indígenas.
Capítulo iii 145

Posada, quien afirma que el Festival de la Leyenda Vallenata atiende a


propósitos diferentes y da menos importancia a lo cultural: “Estos in-
tereses han impuesto el predominio de lo mercantil sobre lo artístico y
han conducido al Festival a una comercialización incontrolada” (2002:
75). Por otra parte, la existencia del acordeón como instrumento ori-
ginario de la interpretación del ritmo vallenato es cuestionada también
por algunos expertos como Jaques Gilard (1986, 1993). Este autor
sostiene que nadie puede asegurar totalmente que el acordeón haya
sido adoptado en Valledupar ni tampoco que de esa región se derive la
influencia del nombre del ritmo. Según sus indagaciones, antes de la
década de los treinta, los grandes acordeoneros realizaban las interpre-
taciones sin acompañamiento instrumental. En cuanto a las contro-
versias respecto al nombre de este ritmo musical, algunos piensan que
existe efectivamente una relación entre este y el origen geográfico, el
Valle de Upar. Los que se oponen a esa consideración afirman que no
se pueden marcar fronteras definidas a los nacimientos musicales y fa-
vorecen la idea de que es toda la región la que da lugar a la aparición de
ese ritmo. Jacques Gilard considera, además, que la élite de Valledupar
adoptó el ritmo vallenato como exclusivo de su zona, desconociendo
que en toda la región del Caribe colombiano predomina la interpreta-
ción musical acompañada del acordeón.
Otras críticas que se le hacen al Festival de la Leyenda Vallenata van
dirigidas a los criterios de selección para elegir las temáticas en el certa-
men. Al parecer, eso criterios están vinculados con lo que se considera
el canon vallenato, en donde las variaciones instrumentales son veta-
das. Algunos argumentos relacionados con esas apreciaciones sugieren
que muchas de las composiciones son expresiones del descontento de
las poblaciones caribeñas ante las estructuras de poder y su imposición
en la cultura musical. Ariel Castillo, excelente conocedor y especialis-
ta en la temática, comparte la posición crítica frente al Festival de la
Leyenda Vallenata y se refiere a su reglamento y a sus procedimientos
poco transparentes para elegir a los reyes vallenatos, considerando que
se asimilan más a un andamiaje de favoritismos y desafectos que refleja
más los beneficios de quienes son jurado que la calidad de los elegidos.
146 Paisajes sonoros

EL VALLENATO Y LA ORALIDAD

Las letras de las canciones vallenatas se componen tanto de historias


insólitas como de relatos cotidianos extraídos de las vivencias de los
pueblos en la región del Caribe: “Hacer música es solamente una for-
ma diferente de percibir la vida”, afirmaba Monchi, compositor de Las
Pavas, durante las conversaciones que mantuve con él en la hacienda
de Las Pavas. Esta forma exclusiva de percepción sobre la creación mu-
sical también ha sido integrada al universo escrito y aparece ilustrada
de forma brillante por Gabriel García Márquez en muchas de sus re-
conocidas obras literarias. A este respecto, Ariel Castillo (1986) afirma
que algunos compositores de vallenato que se han hecho conocidos a
nivel nacional aparecen en fragmentos de Cien años de soledad (1994)
y El coronel no tiene quien le escriba (1986). Uno de esos personajes es
el gran compositor Rafael Escalona.
Castillo (1986) señala que una de las similitudes entre la narrativa
de García Márquez y la canción vallenata es la existencia de una rela-
ción de “afinidad genérica” entre ellas. Para él, “ambas formas relatan
historias, constituyen acontecimientos, y poseen una estructuración
narrativa” (52). La canción vallenata emerge de la tradición oral en la
costa Atlántica de Colombia y, gracias a la representación de persona-
jes importantes en el ámbito tanto literario como musical, ha logrado
ganarse un lugar relevante en la herencia cultural colombiana. Dentro
de las temáticas de la composición vallenata se encuentran numerosas
leyendas sobre figuras de la mitología y la religiosidad popular, cuyas
historias han sido conservadas a través de generaciones y retratan parte
de las convicciones del pueblo caribeño.

EL VALLENATO Y EL ROMANCE

Jacques Gilard (1993) reitera que en las letras vallenatas se halla la


presencia de una sola matriz: “La poesía oral hispánica que se recono-
ce bajo variaciones siempre identificables (el papel de las condiciones
locales) desde los Estados Unidos hasta la Patagonia” (32). En cuan-
to a la herencia hispánica, Consuelo Posada (2002) ha investigado
Capítulo iii 147

exhaustivamente las relaciones entre los versos populares del romance


y las canciones vallenatas, con un importante trabajo comparativo en
el cual “se encontraron en las coplas colombianas y latinoamericanas
nuevas relaciones con los versos populares del romance, heredado de la
influencia española: vigencia de temas, moldes, formas, y aparecieron
estrofas y versos sueltos integrados a la canción popular y en general
a la canción vallenata en particular” (70). Sus hallazgos indican que,
además de la organización estrófica que comparte con el romance espa-
ñol, en el vallenato hay similitudes también en otros aspectos como el
“paralelismo, repetición de una misma palabra a comienzo de estrofa”
(70). El vallenato se nutre de la tradición y la historia orales y se cons-
truye a partir de las vivencias colectivas, los imaginarios y las creencias
de los habitantes de las comarcas. La similitud no es solo temática, sino
también a nivel de su estructura textual, pues muchos de los cantos es-
tán compuestos en octosílabos y en ellos parecen mezclarse tanto la he-
rencia colonial como la ancestral. Sin embargo, la apreciación que hace
Gabriel García Márquez a este respecto es que en las interpretaciones
de Rafael Escalona y otros compositores se puede observar una nueva
trova vallenata que se aleja del esquema tradicional y se convierte en
canto en construcciones isométricas y diseños asimétricos.15
En sus trabajos sobre la difusión del Romancero en ultramar, Geor-
ge List (1973) y Gisela Beutler (1985) señalaron la proliferación de
romances religiosos en el litoral Pacífico de Colombia. Susana Fried-
mann (1989) retoma esos estudios y considera que existen también
romances en los cantos festivos. De acuerdo con Antonio Sánchez Ro-
meralo (1989), la tradición oral hace una selección temática en la cual
los temas que logran conservarse son los tópicos vitales para la preser-
vación de la memoria. Este género sigue la tradición de los antiguos
romances españoles en los que se tematizaba también el destierro; en
Colombia la temática del desarraigo es más que actual como temática
de las composiciones. Este trabajo sobre la presencia del romancero en
la literatura contemporánea en Colombia lo ha retomado Adrián F.
Freja de la Hoz para mostrar que “existe un campo de la literatura oral

15. Algunas consideraciones de Gabriel García Márquez sobre la música vallenata las
menciona González (2014).
148 Paisajes sonoros

poco estudiado y conocido en los ámbitos académicos”. Las compo-


siciones en romance, si bien surgen de la época medieval o aun antes,
siguen estando vigentes en diversas regiones del continente latinoame-
ricano, como sucede en Colombia, y se verá en detalle en el análisis de
los cantos.

TRADICIÓN TRANSCULTURALIZADORA EN EL VALLENATO

La construcción narrativa de la lírica vallenata recupera los aconteci-


mientos pasados y se convierte en multiplicadora de historias locales
que adquieren trascendencia en el ámbito tanto nacional como inter-
nacional.16 No es necesario un evento excéntrico para dar rienda suelta
a la construcción de la oralidad popular, es justamente la historia co-
tidiana del caribeño, campesino, pescador o habitante de las pequeñas
ciudades intermedias, la que aparece como protagonista en el universo
lírico de las canciones. Gabriel García Márquez (1950), citado en Cas-
tillo (1986), llama a esa actitud lírica “estirpe juglaresca” y comenta al
respecto:

Quien haya tratado de cerca a los juglares del Magdalena […] podrá salirme fiador
en la afirmación de que no hay una sola letra en los vallenatos que no corresponda
a un episodio cierto de la vida real, a una experiencia del autor. Un juglar del río
Cesar no canta porque sí ni cuando le viene en gana, sino cuando siente el apre-
mio de hacerlo después de haber sido estimulado por un hecho real. Exactamente
como el verdadero poeta (1986: 50).

El posicionamiento del vallenato como ritmo emblemático de lo


nacional en Colombia se da con la dinámica continental de la década

16. Luis Carlos Ramírez Lascarro (2017) presenta una reflexión en la que sugiere que
en la historia del vallenato existe una manifestación recurrente a la protesta. En
su ensayo cita compositores muy conocidos como Rafael Escalona, con la canción
“El hambre del Liceo”, Gildardo Montoya, con “Plegaria Vallenata”, y otros me-
nos conocidos como Horacio Mora y Lucho Cobo. Según Ramírez, estos y otros
compositores han sido relegados y dejados al margen de la industria musical por
tratar temáticas que denuncian abiertamente los poderes —gobernantes y élites—
locales y regionales.
Capítulo iii 149

de los años cuarenta, especialmente en el tópico literario, cuando las


vanguardias que se habían gestado desde principios de siglo querían
darle una nueva orientación a la producción literaria del continente.
La vanguardia cosmopolita se acercó a modelos más europeos,
mientras que la otra, realista-crítica, apeló a lo llamado auténtico y tra-
dicional. Esta última optó decididamente por las prácticas y los valores
culturales que habían sido mantenidos durante siglos y que habían
pasado de generación en generación por medio de la tradición oral.
Como se mencionó antes, Jacques Gilard, Consuelo Posada y otros
autores consideran que el vallenato que se difunde a través de los me-
dios masivos y de la industria musical no es la música originalmente po-
pular. Se podría decir que sus críticas se refieren al estilo popularizante
apropiado por las élites del Valle de Upar para crear otro que se acercara
tanto a lo cortesano como a lo moderno. Sin embargo, no se puede
negar que, pese a todos los usos que se le han querido dar a la música
vallenata, sigue conservando su atributo inicial de ser poesía oral. Así,
tal y como lo presenta Jacques Gilard, el elemento popularizante de las
composiciones recreadas por las élites tomó mayor fuerza y se difundió
con propósitos vinculados a lo económico y lo político, pero presenta-
dos como tradición e identidad cultural regional. Egberto Bermúdez
asegura que para Gilard “la única continuidad que observaba en el va-
llenato para considerarlo una tradición era aquella de la permanencia
en el poder de la clase política que siempre lo ha auspiciado” (Bermúdez
2009: 36). Para ejemplificar esa continuidad, el autor menciona algu-
nas familias que controlan el poder económico y político en la región
Caribe, como los Dangond, Celedón, Castro, De la Spriella y Villazón,
que forman parte de las actuales figuras vallenatas. Además, y no por
mera casualidad, algunas de esas familias hayan tenido alguna relación
con actividades y negocios en la industria de la palma.
Si bien las composiciones musicales autóctonas de la costa Caribe
de Colombia, el vallenato, los paseos, las pullas, los bullerengues y las
cumbias, entre otros, conforman un abanico musical portador de la
cultura caribeña colombiana, tienen un acervo predominantemente
africano. Tanto la evolución como el entramado de las músicas caribe-
ñas han recibido la influencia de los flujos migratorios de otras músicas
del Caribe antillano y afroamericano. De acuerdo con Bermúdez, las
150 Paisajes sonoros

composiciones en cinquillo y tresillo,17 que son variaciones típicas del


vallenato, se pueden encontrar en muchos otros ritmos del Caribe in-
sular. Peter Wade (2003) coincide con la apreciación de Bermúdez y
señala que atribuir a la música caribeña en Colombia una pertenencia
exclusivamente ligada al origen territorial sería desconocer las influen-
cias musicales que ha recibido, no solo en el ámbito de intercambios
migratorios, sino también en la formación y los conocimientos de mú-
sicas europeas que tuvieron destacadas figuras de la música caribeña,
como lo fue el maestro Lucho Bermúdez.
Si se toma un corpus de las composiciones en ritmo vallenato pa-
ralelo a aquellas que participan en el Festival de la Leyenda Vallenata,
se puede apreciar que en muchas de ellas se manifiesta el sentir del
poblador marginal que se enfrenta a los desequilibrios del sistema a
nivel económico, social y político. La estructura de esas temáticas varía
entre textos narrativos, descriptivos y líricos. Jacques Gilard —según
Bermúdez (2009)— no solo cuestiona, sino que también refuta que
la narración sea la técnica más extendida en los textos vallenatos. Por
otra parte, Ismael Medina Lima (2003) también se muestra escéptico
ante esa aseveración y lo deja claro en el análisis que realiza sobre la
obra musical de Rafael Escalona. Conocidos expertos en los análisis
de la música vallenata como Ariel Castillo y Julio Escamilla coinciden
en afirmar que existe una preponderancia lírica y descriptiva en las
letras vallenatas. Ese carácter narrativo y un tono descriptivo es pre-
dominante en los cantos que se recolectaron en este estudio, pues la
técnica narrativa permite elaborar un discurso que conecta temporali-
dades. Además, la creación vallenata de las comunidades logra rescatar
la esencia de lo colectivo resaltando la vinculación multitemporal que
vincula el carácter comunitario, la acción común ante el despojo de
tierras y la proyección en un escenario futuro de retorno. En este senti-
do, las medialidades y sus mediaciones tienen un papel preponderante.
Las expresiones musicales son portadoras de mensajes y simbologías,
antes latentes pero no explícitas ni difundidas, como lo indica Jesús
Martín-Barbero.

17. Cinquillo y tresillo son grupos de valoración especial dentro del lenguaje musical;
el cinquillo se caracteriza por tener cinco notas musicales y el tresillo, tres.
Capítulo iii 151

Hasta hace unos cincuenta años las composiciones vallenatas no


tenían la importancia que han adquirido hoy en día en el plano nacio-
nal, y mucho menos en el escenario internacional. Su difusión y auge
a nivel global se debe a varios factores y los procesos de difusión de lo
que se considera popular. Por lo general, esos procesos han estado do-
minados por los intereses lucrativos de la industria discográfica y han
sido sometidos a juicios de reconocimiento para tener la aprobación
como ritmos dignos de ser escuchados. Óscar Hernández Salgar (2007)
señala que la incorporación de algunos ritmos pasa por un proceso
de blanqueamiento para poder ser aceptados dentro de los estándares
deseados de la industria musical. Ritmos como el vallenato y otros,
provenientes de las culturas litorales, han sido rechazados durante mu-
chos años y mantenidos al margen de lo musicalmente consumible en
el ámbito social y juzgados con desprecio en las representaciones de la
identidad nacional.
Muchas de las melodías emergentes de los sectores socialmente
marginados estaban supeditadas a una expresión que estuvo ligada a
la cuestión racial, factor determinante de aceptación o rechazo en el
sistema colonial. Hernández Salgar considera que las relaciones de po-
der se expresan precisamente a través de las formas de exclusión de la
producción musical de las comunidades afrocolombianas o indígenas;
esto hace parte del sistema de exclusión en el que están subordinados
diversos grupos sociales. En sus palabras:

Tanto para los nacionalismos europeos como para la construcción de la música


nacional colombiana a partir de géneros andinos en la segunda mitad del siglo xix,
es la raza y su ubicación en una escala de clasificación social, la que sigue determi-
nando las relaciones de poder en el mundo eurocentrado (2007: 253)

VALLENATO Y PODER EN LA INDUSTRIA MUSICAL

Se ha señalado antes la gran controversia y los dominios del poder


local en torno a las temáticas, los cantantes y el canon en los procesos
de selección para el Festival de la Leyenda Vallenata. Óscar Hernán-
dez Salgar (2007) y Ana María Ochoa (2002) señalan que el poder se
percibe no solo en eventos locales o regionales, sino sobre todo en el
152 Paisajes sonoros

tratamiento de la difusión. En especial, existe un interés de grupos de


la élite por incorporar ritmos de esencia popular, pero adaptándolo a
las tendencias musicales de la industria global. Ochoa señala que el
vallenato ha sido incorporado dentro de la gama de ritmos que tien-
den a difundirse a escala global y de la categoría world music a través
de la figura de Carlos Vives, conocido cantante de vallenato. Desde la
perspectiva de esta autora, sucede el fenómeno del cross-over, mediante
el cual un artista de un origen racial diferente al de la música tiene
gran influencia en clases medias y altas para la aceptación y difusión de
melodías tradicionales que antes no fueron valoradas. A este fenómeno
Peter Wade, Óscar Hernández Salgar y otros autores lo denominan
blanqueamiento. Ana María Ochoa, por su parte, argumenta que se da
un proceso de redefinición de la industria musical en los años ochenta
e indica al respecto:

La música del mundo, lo es de la imaginación y tecnologías que caracterizan a la


modernidad-mundo y a las nuevas relaciones entre procesos de globalización y
regionalización. De hecho, una categoría como esta depende exclusivamente de
los modos como las nuevas tecnologías han posibilitado el posicionamiento de las
regiones a nivel global. (2002)

Aunque los dos autores citados anteriormente enfatizan aspectos


diferentes en su argumentación, Hernández sobre la cuestión racial y
Ochoa sobre el concepto de autenticidad, ambos coinciden en señalar
que la industria musical transnacional ha tenido un papel protagónico
en la difusión del vallenato e impone parámetros transformacionales
que responden en primera instancia a rasgos determinados por el apa-
rato industrial musical. Esto implica muchas veces dejar de lado la
intención original de la creación oral vallenata: expresar las problemá-
ticas de las realidades locales de las cuales emerge. Hernández también
agrega al respecto que ese fenómeno se da en el marco de un discurso
postcolonial que se diferencia de los preceptos de la modernidad por-
que intenta ser incluyente, pero en realidad solo lo es en apariencia,
pues se enmascara una forma de participación, mientras que los proce-
sos de selección siguen modelos estandarizados que buscan lo popular,
como se ha señalado anteriormente. Si bien los procesos de hibridez
cultural han procurado espacios de encuentro de la diversidad en las
Capítulo iii 153

sociedades latinoamericanas, esos espacios siguen estado administra-


dos por los mismos poderes y sus representantes: las élites.

El rap: historia y difusión

En este estudio, las composiciones en ritmo de rap y hip hop las realizan
grupos de jóvenes de las zonas humanitarias de Cacarica y Las Came-
lias. Uno de ellos, cuya agrupación musical se llama Los Renacientes,
ha logrado lanzar una producción de tres CD y ha visitado Europa con
el apoyo de Amnistía Internacional. Esta agrupación forma parte de la
organización Comunidades de Autodeterminación, Vida Dignidad del
Cacarica (CAVIDA). Junto con otros músicos del Cacarica grabaron
tres compilaciones, una en 1999, titulada Óyeme Chocó; otra en 2002,
A nuestros mártires, y la tercera, Los Renacientes 97, en 2008.
El segundo grupo de jóvenes se ubica en la Zona Humanitaria Las
Camelias y es un grupo naciente que compone rap como parte de su
acción comunitaria. La difusión de sus cantos es uno de sus actuales
proyectos, pero hasta ahora no han logrado llevarlo a cabo. Sin em-
bargo, las canciones que interpretan son conocidas y cantadas por los
miembros de la comunidad y son también difundidas en la página web
de la Brigada de Paz. Existe un lazo de apoyo mutuo entre estas dos
agrupaciones musicales porque están conformadas por jóvenes que han
estado expuestos a circunstancias de desplazamiento forzado y que en-
cuentran en la música un catalizador. Respecto al origen del rap, que es
esencialmente la expresión rítmica que eligen los jóvenes para manifes-
tarse, veremos que se trata de una zona de contacto en creación, porque
allí se articula una simbología que emerge de dos categorías de repre-
sentación social, por un lado, lo étnico y, por otra parte, lo campesino.

HISTORIA Y SURGIMIENTO

El rap pertenece a lo que se conoce como cultura del hip hop. Su origen
tuvo lugar en las comunidades afroamericanas y latinas que habita-
ban en los barrios del Bronx en Nueva York durante la década de los
154 Paisajes sonoros

años sesenta. Una de sus manifestaciones fue el grafiti, que empezó a


inundar las paredes de las ciudades, del metro y de gran parte del mo-
biliario neoyorquino. La cultura del grafiti estuvo acompañada por las
figuras de los disc jockey (DJ) y maestro de ceremonias y también por
los breakdancers.
La producción de la música rap estuvo muy influenciada por las
particularidades culturales que caracterizaban a los pobladores de los
guetos en la ciudad de Nueva York. En las formas de celebración que
tenían lugar en ellos se fueron integrando prácticas tradicionales de sus
países de origen. Este es el caso de la música dub, técnica que se usaba
en Jamaica con la cual se podía extender el sonido de la percusión para
hacer el ritmo más bailable. En sus albores, la música hip hop se gesta
en las fiestas callejeras y se va transformando en las décadas posteriores.
A finales de los años ochenta se extiende a varios países de América
Latina y alcanza niveles de difusión también en otros continentes.
Los ritmos iniciales que caracterizaban al hip hop fueron el funk y
el soul, que se han transformado paulatinamente debido a las diversas
mezclas de audio como el scratching y las interrupciones del break-
dance. Asimismo, los motivos del texto lírico han cambiado, pues, al
principio, las letras se caracterizaban por enfocarse en temas sexuales
o escatológicos y luego adoptaron los retos de desafío y contrapunteo
conocidos como the dozens, confrontaciones de creación improvisada
entre cantantes en cuyos repertorios el insulto hacia la familia era el
tema central, nutrido de la fortaleza emocional de los contrincantes
para responder a los retos. El perdedor era quien primero se encoleri-
zaba a causa del ultraje.

ÁMBITO NACIONAL

En Colombia, el hip hop y el rap han tenido una gran acogida, en es-
pecial, por parte del público joven. Incluso, desde hace algunos años,
tiene lugar un evento anual llamado Hip Hop al Parque y, de acuerdo
con las estimaciones de Arlene Tickner, “en Colombia el hip hop ha
disfrutado relativamente de amplia cobertura de los medios a nivel na-
cional, pero ha fallado en atraer los mismos niveles de atención a nivel
Capítulo iii 155

internacional y en ganar atención de los sellos discográficos” (2008:


133).18 De acuerdo con la misma autora, algunos grupos como La
Etnia fueron pioneros en el proceso de internacionalización del hip
hop colombiano y su éxito fue reconocido por las distribuidoras nacio-
nales, logrando crear su propio sello discográfico.
Otra de las producciones conocidas es el mixtape titulado Esto es Co-
lombia, que ya ha alcanzado su quinto volumen. Los productores son
DJ Impereal y Demolition Men. DJ Impereal es un colombiano que
reside en Estados Unidos y tiene una gran trayectoria y conocimiento
del género y de la industria musical. Apoya y promueve la producción
nacional de hip hop y agrupa en sus mixtapes voces de diferentes re-
giones. En el último volumen participan grupos de Medellín, Bogotá,
Cúcuta, Manizales y Cali, entre otras ciudades. Uno de los grupos que
ha alcanzado mayor difusión tanto nacional como internacionalmente
en el hip hop es ChocQuibTown. Este grupo compone temas en ritmos
hip hop y funk, pero sus composiciones también abarcan otros ritmos
colombianos como el currulao, el bunde y la cumbia. Es un grupo ori-
ginario de la región Pacífico y su nombre se compone de la abreviación
de la capital, Quibdó, y el departamento, Chocó.

Sensaciones alternativas en lo rítmico: visiones críticas

Los productores de la world music consideran de gran importancia que


las músicas que se difundan desde sus estudios lleven el sello de lo
global, es decir, que su música sea de carácter supranacional, lo cual
supone que distintos ritmos contengan y transmitan esencialmente el
lenguaje de las emociones. Al parecer, la tendencia es convertir la ex-
periencia musical en un ente portador de sensaciones, en un espacio
aterritorial dislocado y con posibilidad de reubicación en cualquier
lugar. De hecho, los desarrollos tecnológicos, aplicados también en
la industria musical, han hecho posible este desplazamiento sonoro.

18. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “In Colombia


hip hop has enjoyed relatively ample media coverage nationally but has failed to
attract similar levels of international press and record label attention”.
156 Paisajes sonoros

Pero ¿qué sucede con las músicas que no han entrado en el sistema
industrial? En términos de difusión, hay muchos ritmos que seguirán
quedando reducidos a lo local y tal vez nunca den el salto de lo regio-
nal a lo transnacional, pero es justo allí donde se engendran nuevos
puntos de anclaje y expresión que en algunos casos parecen seguir una
dinámica diferente a las músicas del mundo. Por otra parte, un ritmo
local como el vallenato —versión autóctona— crea a partir de su filia-
ción con el contexto lugareño producciones en las se revelan realidades
que afrontan las comunidades del Caribe. En el caso de los cantos
compuestos por las poblaciones rurales se expresan los impactos de la
industria de la palma y otras actividades de la extracción minera. Las
temáticas corresponden, entonces, a una denuncia sobre las carencias
estructurales, los abusos a los campesinos y la discriminación racial,
entre otros.
Algunos temas logran difundirse, sirviéndose de las ventajas del
universo medial, en especial, de las redes que ofrece el mundo virtual,
pero sin pasar por la industria musical. Veremos más adelante cómo los
aires vallenatos y otras músicas locales no solo representan la conflicti-
vidad, sino que recorren la memoria histórica agraria. La dinámica de
esa difusión musical opera de forma contraria a como lo hacen las dis-
queras, pues nace desde lo local y no tiene el propósito de unificar, sino
justamente de pluralizar la creación discursiva a través de la lírica y, a
su vez, de singularizar las experiencias del lugar. Este hecho se puede,
incluso, rastrear en los diversos canales de la red virtual, en donde tam-
bién es posible ver cómo un mismo evento o fenómeno de tendencia
global tiene diferentes formas de recepción y causa diferentes impactos
en los espacios locales, así como ocurre con la producción musical que
tematiza sobre la tierra y el territorio. Por otra parte, esas producciones
se diferencian de la música popular en tanto que no tienen el propósito
central de generar emociones exclusivamente. Si en la música popular
parecen suscitarse formatos emotivos que estén relacionados con lo
placentero, el hedonismo, las experiencias individuales intensivamente
efímeras y las sensaciones polarizadas entre lo dramático y lo especta-
cular, en las composiciones locales, la sensación que produce la lírica
musical se orienta a transmitir una impresión, una huella anclada en
una temporalidad que supera lo espontáneo o lo fugaz.
Capítulo iii 157

Es interesante, además, ver cómo en la música popular los temas


que contienen diversos ritmos reflejan casi una banalización de la vida,
se convierten en apologías de lo superficial. Así, un hecho insignifican-
te es reconstruido melódica y textualmente con el propósito de dar la
sensación de magnificencia, de modo tal que lo trivial impera en nues-
tro sentir —como se observa en muchas de las canciones populares en
ritmos de reguetón, merengue e incluso en los vallenatos actuales, en-
tre otras—, mientras que las composiciones musicales de las comuni-
dades tematizan asuntos cruciales y contienen elementos trascendentes
de la vida local, donde aparecen vínculos temporales y multidimensio-
nales de la ruralidad. Sin embargo, esas composiciones no tienen, ni
en lo melódico ni en lo textual, la ambición de presentar ese formato
sensacionalista —que se percibe tanto en la música popular como en la
prensa escrita—, en la dimensión temporal, lo que intentan transmitir
es lo sustancial, lo profundo, y, a diferencia del formato industrial, lo
que allí se evoca son tanto las experiencias como la acción comunita-
rias. Es por esta razón que las composiciones narran los significados,
los sentires y la construcción de la vida colectiva. Si bien el relato de lo
comunitario y de lo colectivo es de gran importancia para el eje temá-
tico de la construcción de la paz, también se singularizan las acciones
de personajes importantes en la cotidianidad del colectivo.
CAPÍTULO IV

Marco contextual
Agrocombustibles, conflicto y tierra

Antes de abordar los casos de estudio de las comunidades y sus diver-


sos impactos a nivel socioambiental en Colombia, en este capítulo se
presenta el contexto actual de los agrocombustibles y el negocio con
la tierra en América Latina. Los temas de las composiciones en los
cantos relatan las experiencias de diferentes comunidades que se han
visto afectadas y han llegado a sufrir el desplazamiento forzado de sus
territorios. La lírica testimonial que nace de esas comunidades es una
expresión que nos acerca a las lecturas que hacen los campesinos sobre
las tendencias globales y la forma como estas afectan su vida familiar
y comunitaria. Estos cantos son narrativas que documentan cómo re-
ciben algunas de las poblaciones rurales los impactos de las políticas
globales, en nuestro caso, aquellas que se derivan de la agroindustria de
la palma de aceite. En otros casos, se trata de denunciar las estrategias
ilegales que se utilizan para implementar localmente las demandas de
los países industrializados.
La producción de palma de aceite es una tendencia que se sigue im-
poniendo en los paisajes de diversos países del hemisferio sur y que, en
algunos casos, como en Malasia e Indonesia, países con mayor produc-
ción a nivel mundial, ha alcanzado niveles alarmantes de extensión,
160 Paisajes sonoros

con altas repercusiones socioambientales. En Indonesia los alarmantes


niveles de deforestación han ido de la mano de la implementación de
políticas gubernamentales que favorecen las concesiones para la agroin-
dustria impidiendo el acceso a la tierra a las comunidades campesinas
(Znoj et al. 2018); un cuarto del total de su bosque ha sido deforestado
a causa de la industria de la palma. Eso corresponde a 31 millones de
hectáreas1 (un área cercana al tamaño de Alemania). Diversos grupos
locales presentan a través del video ¿Proceso o retroceso? testimonios de
desplazamientos forzados y agresiones contra comunidades indígenas.2
A continuación, se describen algunos lineamientos de la agroindus-
tria que se identifican a nivel global. Se plantean algunas reflexiones
sobre la situación de la tierra en América Latina, así como también las
tendencias energéticas en el subcontinente. En la tercera parte, se pre-
senta el contexto de los agrocombustibles, con énfasis en la producción
de palma de aceite en Colombia.

Aproximaciones a los agrocombustibles:


diferentes perspectivas

La dominante expansión del cultivo de palma de aceite, especialmente


en las regiones tropicales del planeta, guarda estrecha relación con la
industria de los agrocombustibles. Existe una gran controversia con
respecto a los beneficios como también a los riesgos que se derivan
de esta actividad. La literatura que tematiza ese debate es diversa y
representa distintos paradigmas. Gran número de estudios, especia-
lizados en los elementos técnicos y tecnológicos para la obtención de
agrocombustibles, centran sus argumentos en las ventajas del costo-be-
neficio que representa la agroindustria, como por ejemplo los de auto-
res como Hazell y Pachauri (2006); Fischer y Schrattenholzer (2001);

1. Para más información al respecto, se puede consultar la página de Greenpeace:


<http://www.greenpeace.org/international/Global/international/publications/fo-
rests/2015/Under-Fire-Eng.pdf>.
2. Disponible en <http://www.lifemosaic.net/esp/recursos/video/progreso-o-retro-
ceso-1era-parte/>.
Capítulo iv 161

Hall y Scrase (1998), y Speight (2011). Otras reflexiones se ocupan


menos de la parte técnica y ponen mayor énfasis en las repercusiones
de los agrocombustibles en el medio ambiente. Esos estudios evalúan
las alteraciones producidas en los ecosistemas y las repercusiones a ni-
vel medioambiental. Por otra parte, existe también un gran número de
informes en los que se analizan las dimensiones sociales y políticas de
la producción de agrocombustibles en distintos lugares, en particular
en países del hemisferio sur. De especial interés son los estudios de
Saturnino y Franco (2012) y de Cotula, Dyer y Vermeulen (2008). En
los análisis tanto cuantitativos como cualitativos se revelan enfoques
diferentes en los que domina el énfasis en el tema energético, algu-
nos de ellos son los de Lal y Stewart, que en su volumen Soil Quality
and Biofuel Production (2010) y a través de datos empíricos y modelos
matemáticos se analiza la relación entre las cosechas de producción
de granos y el comportamiento del agua y la tierra para producir la
cantidad de biomasa esperada. Blum et al. (2010) examinan las posi-
bles consecuencias de los agrocombustibles en relación a la intensidad
de los cultivos y a los requerimientos climáticos y ecológicos. Estos
autores hacen referencia a lo que llaman los “juegos de manejo”, y su
reflexión también indaga si la estructura del diseño para la producción
de monocultivos puede perjudicar a algunas especies de animales, sue-
los o incluso a los mismos cazadores dentro del territorio europeo.

LOS AGROCOMBUSTIBLES EN EL ESCENARIO GLOBAL

La seguridad en términos energéticos ha ido adquiriendo mayor im-


portancia en las agendas políticas nacionales y a nivel global. La esca-
sez de combustibles obtenidos de materiales fósiles —estrechamente
relacionada con los patrones de consumo de sociedades industriales—
empezó a hacerse evidente en las últimas décadas del siglo pasado y en
la primera década del presente siglo. La finitud de los combustibles fó-
siles, la rápida demanda del crudo, precipitada —entre otras razones—
por la emergencia de países como China e India, la volatilidad de los
precios del petróleo y los patrones de consumo de las sociedades con
altos niveles industriales y tecnológicos conforman un escenario en el
162 Paisajes sonoros

que pareciera ser urgente la diversificación de las fuentes energéticas.


La obtención de energía a través de la utilización de material extraído
del agro es una de las alternativas que se exploran con mayor interés a
nivel global. Los argumentos que se tejen a su favor se relacionan tanto
con el consumo energético a nivel mundial como con los supuestos
efectos de la reducción del efecto invernadero. Los actores globales que
promueven y lideran la industria del combustible extraído del agro jus-
tifican la necesidad de continuar incrementando los niveles de produc-
ción. Sus argumentos sugieren que las circunstancias de esa demanda
son de orden global, y entre ellos se encuentran los siguientes:

— las fuentes de petróleo en la superficie terrestre están alcanzando el punto máxi-


mo de su capacidad de extracción;3
— la reducción de gas de dióxido de carbono, producido especialmente por los
combustibles fósiles, debe ser menguada a través de otras formas de extracción;
— el crecimiento del sector del transporte a nivel global es altamente dependiente
del combustible fósil;
— el transporte de larga distancia tanto de bienes como de personas implica un
gran gasto de energía y está estrechamente vinculado con el mercado de importa-
ciones y exportaciones.

Hazell y Pachauri señalan que, según las metas propuestas por la


Unión Europea en materia energética, para el año 2020 los países miem-
bros deberían ser capaces de abastecer el 10% de su consumo de com-
bustible para transporte con materias provenientes de energías renova-
bles (2006: 3).4 De acuerdo con el informe de la Comisión Económica

3. Las recientes exploraciones sobre hallazgos de petróleo en el Ártico no parecen


representar una opción. Por un lado, se estiman los efectos medioambientales que
ello pueda tener y, por otro, la existencia del Tratado Antártico, refrendado en el
Protocolo de Madrid, prohíbe hasta 2041 la explotación de sus recursos naturales,
excepto que se trate de fines científicos.
4. De acuerdo con Hebebrand y Laney (2007), el consumo energético de Estados
Unidos y la Unión Europea excede en mucho sus recursos energéticos autóctonos.
Estados Unidos necesitó cuatro mil ochocientos millones de barriles de petróleo
en el 2004 para el sector de trasportes y se estima que en 2030 será superior a los
seis mil ochocientos millones de barriles. En la Unión Europea se usaron dos mil
cuatrocientos millones de barriles de petróleo en el 2005 y se cree que en el año
2020 serán dos mil novecientos millones.
Capítulo iv 163

para América Latina y el Caribe (CEPAL) del año 2013, el impulso de


los agrocombustibles continuó en ascenso: “En el año 2010, la produc-
ción mundial de agrocombustibles alcanzó un récord de ciento cinco
mil millones de litros, incrementándose en un 17% respecto al 2009”
(2013: 44). La caña de azúcar y las oleaginosas tendrán gran demanda
porque el consumo en China aumenta a gran velocidad. Según las pers-
pectivas del mercado mundial de los agrocombustibles, “hacia el 2023 se
espera que el 12% de la producción mundial de cereales secundarios, así
como el 28% de la producción mundial de caña de azúcar y el 14% del
aceite vegetal sean utilizados para la producción de agrocombustible”.5

LA PALMA DE ACEITE

La palma de aceite pertenece al grupo de las oleaginosas que crecen en


zonas de hasta 500 m de altitud; es conocida también como palma afri-
cana por ser originaria de ese continente (golfo de Guinea, en el África
centro-occidental). La mayor producción de la palma de aceite a nivel
mundial procede de Malasia e Indonesia, países que proveen el 85% de
la que se comercializa en el mundo. De acuerdo con la información de
la red virtual LifeMosaic (2013), “Indonesia sola cultiva más allá de 20
millones de hectáreas de plantaciones para el 2020, un área del tama-
ño de Inglaterra, Holanda y Suiza juntas”.6 Las estadísticas del índice
mundial de producción (Indexmundi) muestran que Colombia ocupa
el cuarto puesto de producción de palma de aceite, después de Indo-
nesia, Malasia y Tailandia. Entre los primeros once países productores
se encuentran cinco del subcontinente latinoamericano: Colombia,

5. Consultado en: <http://www.prospectiva2020.com/sites/default/files/report/fi-


les/82_i2020_biocombustibles_persp_merc_mundial_sit_argentina_lima_web.
pdf>. [consultado: 22.4 2013].
6. LifeMosaic es una organización que trabaja con las comunidades afectadas por
la palma de aceite y coordina el proyecto “Impacto de las plantaciones de palma
aceitera en Indonesia”. Además, ha realizado la película Voces de las plantaciones de
palma, en la cual se recogen los testimonios de veinte comunidades indígenas de
Indonesia que narran los efectos de la agroindustria palmera. Para mayor informa-
ción, consultar en: <http://www.lifemosaic.net/esp/proyectos/palma-de-aceite/>.
164 Paisajes sonoros

Ecuador, Honduras, Brasil y Costa Rica. Guatemala y México apare-


cen también entre los veinte primeros.
El término genérico para indicar el material biológico del cual se
extrae el combustible es biomasa, y existen diversas razones por las que
se incentiva su uso; mientras que el petróleo y el gas son recursos mi-
nerales propios de ciertos subsuelos y, por lo tanto, no los poseen todos
los países, la biomasa puede ser obtenida por cualquier país dentro de
sus límites territoriales, lo que representa independencia energética.
De acuerdo a los datos proporcionados por Sasson (2011), la biomasa
se utiliza de manera distinta en porcentaje y modalidad en los países
industrializados y en los países en desarrollo: los primeros la utilizan
especialmente para la generación de electricidad y energía calorífica,
mientras que los segundos hacen uso de ella en el ámbito doméstico,
como combustible o para el calentamiento de viviendas.

ALIANZAS EN LA PRODUCCIÓN GLOBAL

La producción de agrocombustibles se ha convertido en muchos lugares


del planeta en una de las alternativas más usadas para sustituir el con-
sumo de hidrocarburos. Muchos gobiernos han incluido en sus agendas
políticas la promoción de este tipo de energía como bandera emblemáti-
ca para el suministro energético. No solo el sector público, sino también
el sector privado, así como organizaciones internacionales e interguber-
namentales se muestran cada vez más interesadas en el crecimiento de la
industria de los agrocombustibles. La marcada tendencia que se encami-
na a nivel global está caracterizada por los siguientes aspectos:
1. El desarrollo e investigación tecnológica se pone al servicio de
la agroindustria. En muchos países se destinan fondos tanto públicos
como privados para el desarrollo de investigaciones en torno a los agro-
combustibles: variedades, cultivos transgénicos, nuevos recursos po-
tenciales para la explotación y exploración de combustibles de segunda
y tercera generación.7

7. Se habla de una segunda y hasta de una tercera generación de combustibles que no


involucran de forma directa cultivos utilizados originalmente para la alimentación
Capítulo iv 165

2. La creación de diferentes instituciones locales que se encargan


de la promoción y al mismo tiempo ejercen presión para adelantar y
poner en marcha las políticas agrícolas e instaurar los marcos jurídicos
que amparen las leyes de producción. En este sentido, las instituciones
están concebidas como entes reguladores de conductas, pero también
actúan como instancias de inclusión o exclusión dentro de las cuales
se puede acoger o sancionar la participación de un actor determinado.
Tales instituciones representan normas de funcionamiento que no es-
tán en consonancia con una sociedad empresarial local, sino con pa-
trones exógenos, regidos por principios económicos y con incidencia
en la acción pública, los sistemas políticos y los sistemas económicos.
Esta concepción de la creación de nuevas instituciones posee algunas
de las características atribuidas al nuevo institucionalismo; desde esa
perspectiva, estas adquieren rasgos en los que el quehacer sociopolítico
es la base fundamental de la interacción institucional en una sociedad.8
3. La cooperación tecnológica entre países y entre grupos empre-
sariales internacionales se basa en la rentabilidad que proporcionen las
inversiones en este campo. Es interesante observar que las fusiones y
la cooperación entre dichos grupos no está supeditada a las áreas de
competencia originales de cada uno, sino que se articulan con filiales
de otros ámbitos de producción y ejercen gran influencia más allá de
sus campos de dominio originales. En esa composición se encuentran
desde consorcios especializados en informática hasta empresas especia-
listas en producción de oleaginosas.
Respecto a las tendencias que se vislumbran en torno al uso de los
recursos energéticos, De Greiff anota:

El auge de los gases anuncia ya las transiciones que se vislumbran para la primera
mitad del siglo xxi. El advenimiento de las celdas de combustible y de la energía
de los combustibles ecológicos, biocombustibles y demás derivados del reciclaje
masivo de los desechos orgánicos de los centros urbanos y de la biomasa (metanos
solares); y la de la hidroelectricidad verde (2009: 29).

y que hacen uso de técnicas que toman como base los residuos dejados por la
producción agrícola.
8. Para ver más al respecto, consultar Hall y Taylor (1996).
166 Paisajes sonoros

El panorama energético está dominado por los patrones de gru-


pos poderosos de las naciones industrializadas y que es presentado
como global. Los desafíos que se exportan al mundo se derivan de las
demandas energéticas, en especial para satisfacer las necesidades que
generan los centros más industrializados, localizados en los dos hemis-
ferios. Entre las posibles alternativas evaluadas se encuentran las dife-
rentes generaciones de agrocombustibles, pero también la producción
de energía a través de la fusión termonuclear. Las nuevas tecnologías
apuntan al hallazgo de fuentes inagotables de energía, como parece ser
la que se obtiene a través del hidrógeno y de fusiones termonuclea-
res. La composición de nuevas realidades energéticas se da de forma
recíproca entre los actores consumidores y productores y además se
transforma según la demanda. La conformación de la Organización de
Países Exportadores de Petróleo (OPEP), por ejemplo, ha dado lugar a
comportamientos en la arena política tanto nacional como global que
evidencian claramente una geo-estrategia en torno al abastecimiento.
Asimismo, la acelerada búsqueda de alternativas para el combustible
a través del uso agrícola genera una nueva cartografía energética, da
origen a otras alianzas en la organización interestatal e interinstitu-
cional y también genera modificaciones en el interior de los tejidos
sociales, tanto en el espacio urbano como en el rural, especialmente,
ocasionando impactos en detrimento del bienestar de conjuntos po-
blacionales rurales, quienes experimentan los efectos de manera más
directa y drástica.

ACAPARAMIENTO DE TIERRAS O LAND GRABBING

De acuerdo con los estudios preliminares que han realizado Saturnino


Borras et al. (2012)9 entre otros, existen ciertos rasgos afines que

9. En este estudio se examina el fenómeno land grabbing desde tres dimensiones


específicas: “i) una parte significativa de las recientes adquisiciones de tierras a
gran escala; ii) la participación de gobiernos extranjeros en estos acuerdos sobre
tierras; y iii) el impacto negativo de estas renovadas inversiones en tierras en la
seguridad alimentaria del país receptor”. La traducción es mía. El texto original en
inglés es el siguiente: “i) significant extent of recent large-scale land acquisitions;
Capítulo iv 167

parecen tener un carácter transversal y que conducen a deducir que se


trata de una anomalía que se propaga a nivel global. El fenómeno se
conoce con el nombre de land grabbing, lo que en español se conoce
como usurpación de tierras. Según con Borras et al. (2011), esta situa-
ción está estrechamente vinculada al uso de tierras para agrocombusti-
bles, sin embargo, no es su única causa, como afirman:

La usurpación de tierras ha emergido como una frase comodín para referirse a


la explosión de transacciones comerciales de tierra (trans)nacionales y a la espe-
culación de la tierra, principalmente en los años recientes, pero no solamente a
los relacionados con producción a larga escala y a la exportación de alimentos y
agrocombustibles (2011: 1).10

En otros informes que siguen las dinámicas del acaparamiento de


tierras se confirma que la tendencia muestra rasgos similares a nivel glo-
bal. Se observa que existen vínculos entre los gobiernos y el sector pri-
vado que derivan en asociaciones público-privadas con el propósito de
desarrollar proyectos que van etiquetados con sellos de sustentabilidad
o de inversiones responsables. En realidad, se trata de procedimientos
simulados para apropiarse de tierras fértiles y desplazar comunidades
campesinas. De acuerdo con el informe de la organización no guber-
namental Grain (2016), se observa un cierto descenso en la dinámica
de apropiación de tierras para producción agrícola, en la cual algunos
países compraban extensiones en territorios extranjeros para asegurar
la producción de sus países de origen. Sin embargo, se comprueba un
aumento en la adquisición de tierras para el negocio de los agrocom-
bustibles. Este informe afirma que “las plantaciones de palma por sí
solas son responsables de la mayor parte del acaparamiento de tierras
en el sector de alimentos y agrícola en los últimos años” (Grain 2016:
7). El sector financiero, por su parte, tiene una corresponsabilidad en

ii) involvement of foreign governments in these land deals; and iii) negative impact
of such renewed land investments on food security of the recipient country”
(Borras et al. 2012: 4).
10. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Global land
grab’ has emerged as a catch-all phrase to refer to the explosion of (trans)national
commercial land transactions and land speculation in recent years mainly, but not
solely, around the large-scale production and export of food and biofuels”.
168 Paisajes sonoros

ese fenómeno y se identifica la participación de nuevos actores que


aparecen en escena. Por un lado, están algunos fondos de pensiones
que optan por invertir en el negocio de la tierra para poder aumentar
su capital. Por otra parte, las instituciones de financiamiento para el
‘desarrollo’, cuyas inversiones deberían estar destinadas al mejoramien-
to del sector agrícola, también pasan a engrosar los capitales privados.
De una manera menos evidente, los paraísos fiscales ayudan a que el
financiamiento ilícito pueda ser usado para el negocio y el acapara-
miento de tierras. Una de las recientes tendencias que se vislumbra
es “una repartición colonial en las inversiones” (Grain 2016: 9). De
acuerdo con los datos que proporciona el informe de Grain, hay zo-
nas geográficas en las que el despliegue de esta práctica es mayor: por
ejemplo, compañías japonesas se concentran en Brasil y Mozambique
para producir soja y empresas chinas están más interesadas en Nueva
Zelanda, Australia y en la zona oriental de Rusia. Mientras algunas
compañías europeas han comprado tierras en el occidente de Rusia,
las compañías indias se inclinan más por las tierras de Etiopía. Países
como Francia y Portugal prefieren adquirir terrenos en sus antiguas
colonias en el continente africano y Estados Unidos y el Reino Unido,
por su parte, están presentes en muchos lugares de forma simultánea.

El negocio de la tierra en América Latina y el Caribe

Como lo sugieren Borras et al. (2011), la transacción de tierras que se


ha disparado en los últimos años está causada por diferentes factores.
Uno de los motivos más importantes es la introducción de monocul-
tivos destinados a la obtención de combustibles cuyo uso final suele
ser el sector del transporte. En ese estudio se analiza el fenómeno en la
región de América Latina y el Caribe y se datan hallazgos específicos,
dos de ellos, de especial interés para este análisis.
1. La transacción de tierras no se da principalmente por la voca-
ción agrícola para consumo de alimentos, sino que obedece a varias
categorías, entre las que se encuentran la adquisición de terrenos para
sectores distintos al alimentario, la plantación industrial de árboles y la
conservación de terrenos a larga escala.
Capítulo iv 169

2. Hay escenarios de usurpación de tierras en América Latina: el


desplazamiento poblacional y la incorporación. Respecto al primero,
no se indican casos de desplazamientos masivos, excepto en Colombia.
Con relación al segundo, se involucra a los pequeños agricultores en
proyectos ventures en las plantaciones de nuevos enclaves. Si bien en
América Latina la problemática del desplazamiento de la población
rural no alcanza la dimensión que adquiere en otros continentes (por
ejemplo, en África), sí se produce a través de mecanismos que mantie-
nen enmascarado ese fenómeno. En Colombia, es de carácter forzado
—en la mayoría de casos— y no muestra una relación monocausal con
la actividad del agrocombustible; sin embargo, ese nuevo marco de
usurpación acentúa la confrontación por la tierra, tornándose en una
causa recurrente.
En ese mismo análisis de tierras, Borras et al. (2011) señalan que
se observa un cambio en la estructura del poder y la gobernanza de la
tierra, en el que se distinguen categorías de uso y diversas incidencias
en la distribución y la concentración. Por una parte, las corporaciones
transnacionales están involucradas en diversos sectores de la economía
de manera simultánea: en el área alimenticia, en el área energética y
en la ecológica, entre otras. La tendencia que se observa en América
Latina, en términos de actores involucrados en ese fenómeno, son las
inversiones de transnacionales regionales que están buscando cobertu-
ra regional y quieren alcanzar una extensión a nivel continental. Un
aspecto singular que llama la atención es que algunos países de la re-
gión son simultáneamente inversores en territorios foráneos y a la vez
experimentan una gran oleada de inversiones extranjeras en sus territo-
rios nacionales, y uno de ellos es Brasil. De acuerdo con las cifras que
provee este estudio, en la región continental, Brasil es un país receptor
de inversiones e inversionista a la vez. La siguiente tabla muestra la ten-
dencia de inversiones en tierra que está en marcha en América Latina.
170 Paisajes sonoros

Países de origen
Países activos en
de inversores extranjeros
Internacional
Estados del Golfo Argentina, Brasil
China Argentina, Brasil
EE UU Colombia, Perú, México
Europa Colombia, Perú, Uruguay, México
Corea del Sur Argentina, Brasil
Japón Brasil, Colombia, Ecuador

América Latina
Argentina Brasil, Uruguay, Paraguay
Bolivia, Colombia, Paraguay, Uru-
Brasil
guay, Chile
Argentina, Brasil, Uruguay, Colom-
Chile
bia, Ecuador, Perú
Colombia Bolivia, Perú

4. Países con inversión en tierras de América Latina y el Caribe

Países inversores en América Latina y el Caribe


(Fuente: FAO Seventeen country studies, plus the summary paper, 2011.
Tomado de Borras et al. 2011: 24).

La emergencia de las translatinas en el negocio de adquisición de


tierras en el continente responde a dos procesos: por un lado, se ha
generado una configuración sistémica global en la cual se perfila una
dinámica policéntrica y multidimensional —policéntrica, pues, si bien
se sigue constatando una marcada influencia de la relación Norte-Sur,
aflora con ímpetu una relación Sur-Sur que replica los modelos y los
mecanismos en el interior de la región— y, por otra parte, las nacientes
translatinas están concebidas dentro de los planes de integración ener-
gética que han venido promoviendo los gobiernos más progresistas, en
cuyo grupo, el rol de Brasil y los objetivos que persigue no son clara-
mente visibles. Me referiré a este asunto de la integración continental
Capítulo iv 171

en materia energética más adelante. Es de notar que la relación Sur-Sur


no se restringe a la esfera continental en América, sino que se extiende
hacia los países asiáticos, con quienes existen intereses especiales —por
lo menos así se observa— en llevar a cabo intercambios de transferen-
cia tecnológica.

La gobernanza y la adquisición de la tierra

La producción de agrocombustibles en los países del hemisferio sur


muestra similitudes. De acuerdo con los estudios de caso que reportan
Fritz (2008) y Franco et al. (2010), los mecanismos de promoción para
diferentes cultivos como la palma de aceite, la soja, el maíz y otros pro-
ductos destinados para los hidrocarburos son estructuralmente homo-
géneos. Esto quiere decir que se utilizan instrumentos normativos para
reducir las tasas fiscales para las empresas, se facilitan los porcentajes
de inversión y, en algunas ocasiones con dinero del Estado, se suavizan
o transforman las legislaciones medioambientales para desplazar a po-
blaciones rurales, especialmente indígenas y campesinas. Los impactos
locales que causa la producción de esta clase de cultivos también se
asemejan entre sí, especialmente en el ámbito medioambiental y en el
social. Las consecuencias que afrontan las poblaciones son similares,
sin embargo, y como se ha reiterado antes, la recepción a nivel lo-
cal tiene algunas variaciones dependiendo de las especificidades de los
contextos particulares.
Un factor preocupante de las relaciones Sur-Sur es el discurso de
cooperación al desarrollo (en términos occidentales) que se ha instau-
rado, especialmente, entre las relaciones de Brasil con otros países del
sur continental y hemisférico. La recepción del Gobierno brasilero ha
sido de plena acogida hacia las políticas propuestas por los dos bloques
económicos —la Unión Europea y Estados Unidos—para terminar a
medio y largo plazo con la dependencia de los recursos minerales. El
rol que tiene Brasil en el plano continental se puede ver en la dinámica
de tierras —antes expuesta— y su desempeño en las relaciones tanto
Sur-Sur como Norte-Sur.
172 Paisajes sonoros

CAMBIO EN LOS USOS

En cuanto al cambio en los usos agrícolas, se constata que los suelos


que estaban destinados anteriormente a cultivos de alimentación bási-
ca para los habitantes de las zonas rurales se han sustituido paulatina-
mente por los sembrados de caña de azúcar, soja y palma de aceite. La
concentración de grandes expansiones para la producción de un solo
cultivo lleva consigo implicaciones no solo de orden medioambiental,
sino, y sobre todo, fuertes implicaciones en los requerimientos alimen-
tarios de las poblaciones, pues los sembrados de pancoger son despla-
zados o disminuidos. La extensión de la frontera agrícola es un hecho
que se detecta en varios de los países productores, y la deforestación
de bosques tropicales y Zonas de Biodiversidad se reporta por parte
de varias organizaciones de derechos humanos y por las comunidades
afectadas. También existe una gran contradicción con respecto a polí-
ticas propuestas por la Unión Europea y Estados Unidos para mitigar
las emisiones de gas. A pesar del potencial reductor que parecen tener
cultivos como la palma de aceite o la caña de azúcar, se desestiman los
efectos que tienen los monocultivos a larga escala, como lo afirman
Franco et al.: “El ahorro energético se ve perjudicado por las planta-
ciones de caña de azúcar que destruyen los sumideros de carbono en
la sabana del Cerrado y el bosque Amazonas, así como también por su
considerable daño ambiental que ocasionan” (2010: 689).11
Por otra parte, es necesario tener en cuenta los efectos directos del
cambio de uso de la tierra en la población rural. La gráfica que se ve a
continuación muestra la evolución de los monocultivos de caña en Bra-
sil y las cifras de extensión de palma de aceite en Colombia, así como
el caso de Argentina (periodo 1995-2009, donde los cultivos de soja
crecieron un 287%), revelan un aumento de estas plantaciones. El drás-
tico cambio en el uso de la tierra incidió en la crisis por alimentos que
se presentó en el 2009 y, si bien no se ha comprobado la competencia
entre la producción de alimentos básicos y los cultivos para carburantes,

11. La traducción es mía. El texto en inglés es el siguiente: “But savings are under-
mined by sugarcane plantations destroying carbon sinks in the Cerrado savannah
and Amazon rainforest, as well as by wider environmental harm”.
Capítulo iv 173

sí hay evidencias de las desproporciones y dominio en la extensión de


cultivos industriales y sus efectos en la soberanía alimentaria. En lo que
a Colombia se refiere, se sabe que ha pasado de ser un país altamente
productor de bienes primarios a ser importador de ellos, así como lo
revela este fragmento de un artículo en el diario El País:

Eso nos indica que el 28,5% de todo lo que consumimos en cada comida diaria
es importado. […] Lamentablemente las compras agrícolas desde Estados Unidos
pasaron de representar el 24% al 58%, es decir, que se duplicaron (García 2015).

Soja Caña de azúcar Palma de aceite


América del Sur
1961 259,534 2,124,775 38,700
1970 1,443,590 2,485,528 57,081
1980 11,467,985 3,623,922 83,088
1990 17,725,284 5,290,929 210,906
2000 24,156,087 5,995,162 341,709
2009 42,792,479 9,878,744 448,313
América Central
1961 9943 500,207 22,910
1970 111,844 761,258 21,986
1980 155,287 882,750 35,447
1990 309,996 875,047 57,197
2000 85,992 1,071,684 109,430
2009 83,444 1,231,025 239,204

Fuente: FAOSTAT (2012)

5. Registro del área cultivada en hectáreas en América del Sur


y Centro América (tomado de Borras et al. 2012: 853)

MODALIDADES DE ADQUISICIÓN

Las grandes proporciones de monocultivo de caña de azúcar, palma de


aceite y soja están relacionadas con la concentración de tierra y el aumen-
to en el mercado de precios de los terrenos. En Brasil, la expansión de
la caña de azúcar ha sido posible porque se ha hecho uso de tierras que
174 Paisajes sonoros

originalmente tenían vocación forestal o pastoral. Otra de las estrategias


para la expansión es el arrendamiento masivo de pequeños terrenos a agri-
cultores con propiedades medianas, que incide en la cultura tradicional de
sostenimiento de las familias campesinas, impidiendo la continuidad de
cultivos básicos. Se crea una forma de mercadeo de la tierra que no está
regulada ni amparada en estamentos legales y reproduce transacciones caó-
ticas y desordenadas que exacerban las fluctuaciones sobre el precio de la
tierra.12 Este fenómeno ocurre también en Colombia, donde el catastro y
los procesos de titulación de tierras están dominados por los intereses polí-
ticos y económicos de las élites. El arrendamiento de la tierra lleva consigo
efectos que repercuten en los parámetros de ocupación de la población
rural: por un lado, el modelo de alquiler de las tierras implica el vínculo
de los campesinos con las actividades de la agroindustria, lo que cambia
esencialmente los cultivos pancoger o los tradicionales de las regiones, y,
por otro lado, el cambio del rol del campesino, pues de ser propietario o
productor pasa a ser asalariado, lo que transforma la dinámica del carácter
agrícola y la identidad comunitaria de las asociaciones campesinas.
Otro aspecto de gran controversia es la estipulación sobre el tipo de
tierras que se destinan para los cultivos de agricultura extensiva. Los go-
biernos se refieren a tierras marginales en términos de su fertilidad y
también señalan los territorios como espacios baldíos. Sea cual sea la
denominación, existen grandes divergencias en cuanto al efecto que pro-
duce esa categorización y las repercusiones que causan en los habitantes
del campo. En este sentido, nuevamente la clarificación sobre la titula-
ción de tierras, sea individual o colectiva, vuelve a tener una importancia
vital, especialmente porque el despojo es una de las características que se
aprecia en muchos de los países productores. En Colombia ese aspecto
tiene un precedente histórico por el conflicto armado, pero las prácticas
agroindustriales han agudizado tanto el conflicto por la tierra como el
desplazamiento forzado. En este sentido, la incidencia se observa no solo
en el desplazamiento forzado, sino en la migración estructural o cíclica:

12. Según datos revelados por el Ministério da Agricultura Pecuária e Abastecimien-


to de Brasil (MAPA), se produjo un aumento del 10% de los valores sobre la
tierra entre los años de 2000 y 2006 a causa de los agrocombustibles (Monsalve,
2008).
Capítulo iv 175

migración-colonización-conflicto-migración, hipótesis trabajada por


Fals Borda y retomada por Fajardo (2006). La expulsión de la población
rural hacia las zonas urbanas sigue ese esquema y se constata como ten-
dencia en el plano nacional y también en el continente.

Tendencias energéticas en América Latina

ARTICULACIÓN GEOPOLÍTICA

Si bien las realidades energéticas en América Latina se configuran des-


de escenarios diferentes a los de las demandas energéticas de los países
de la Europa Central y de Estados Unidos, la mayoría de los proyectos
emprendidos se orientan a atender los requerimientos de las econo-
mías industrializadas y desestiman las implicaciones y repercusiones
en el plano regional-local. De acuerdo con algunos autores, las fuentes
en recursos naturales que posee el continente latinoamericano están
altamente concentradas en unos países.
En el caso específico de la producción de petróleo, seis países la lideran,
a la cabeza, Venezuela y México. La región se abastece de los exportadores
regionales y los excedentes van hacia los Estados Unidos. En los últimos
diez años se han vivido procesos continentales que muestran una clara
conciencia de los recursos naturales que posee la región y su uso. Esa con-
cientización ha estado presente de manera latente y se ha manifestado de
forma más clara en los escenarios políticos nacionales, específicamente a
través de los gobiernos, en cuyas administraciones se han acogido posturas
de centro-izquierda e izquierda. Desde hace unas dos décadas, el tema
medioambiental, no solamente el energético, ha pasado a ocupar un lugar
preponderante en las relaciones interestatales, Sur-Sur y Norte-Sur.

TENDENCIAS EN ASUNTOS ENERGÉTICOS: ¿INTEGRACIÓN REGIONAL?

Según los planteamientos de Diego F. Otero Prada, la dinámica en los


asuntos energéticos en el continente muestra un cambio fundamen-
tal a partir de 2007, año en el que se “delinean dos grupos: por un
176 Paisajes sonoros

lado, los Estados Unidos, México, Perú y Colombia y, por otra parte,
Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba, Nicaragua, Uruguay, Brasil y Ar-
gentina con el resto de los países de Sur América en posición variable”
(2009: 168). En la década de los noventa, los proyectos energéticos
estuvieron impulsados especialmente por compañías trasnacionales y
la participación de los gobiernos era mucho más reducida. El tema de
la integración continental sobre proyectos energéticos ha formado par-
te de las agendas incluso desde los años sesenta, sin embargo, el matiz
que ha tomado esa idea, en el marco de gobiernos progresistas, parece
estar más inclinado hacia la administración de los recursos naturales.
La integración regional que se había venido gestando desde co-
mienzos del presente siglo parece estar determinada en gran parte por
el tema energético y el uso de los recursos naturales. Iniciativas como
la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe (ALBA) pa-
recían mostrar un cambio en el paradigma integrativo del continente y
competían en el escenario regional junto con agrupaciones ya estable-
cidas, como la Comunidad Andina (CAN) y el Mercado Común del
Sur (MERCOSUR), que difieren en sus principios constitutivos. Ob-
servemos que las tres áreas de integración energética que se vislumbran
con mayor claridad en el continente son la eléctrica, la del gas natural
y la de los combustibles líquidos.
Los procesos nacientes de interacción en el bloque regional indican
que en América Latina existen dos tendencias de integración energé-
tica. Una está promovida por los Estados Unidos y la Unión Europea
y apoyada por México y Colombia. Esta tendencia ve las transnacio-
nales como agentes centrales para ejecutar proyectos de explotación de
recursos naturales, y el sector privado juega un papel vertebral para la
integración. Los proyectos de las empresas transnacionales estarían favo-
recidos por mecanismos como los Tratados de Libre Comercio (TLC)
bilaterales. El proyecto Plan Puebla Panamá,13 que expresa de manera
concreta esta visión en sus argumentos, afirma que busca “desarrollar la
infraestructura de Centroamérica con el fin de facilitar la operación de

13. Los países integrantes del acuerdo Plan Puebla Panamá son Belice, Colombia,
Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Panamá y
República Dominicana.
Capítulo iv 177

las transnacionales” (Otero Prada 2009: 172). Se trata de un acuerdo del


1994, año en el cual se lanzó el proyecto de la creación del Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA) el con propósito de dotar de una
infraestructura vial que conectase Centroamérica con México, construir
allí una refinería y lograr la conexión eléctrica a través de gaseoductos.14
La segunda visión de integración está impulsada por países progresis-
tas como Venezuela, Bolivia, Cuba y Ecuador, entre otros, y su propósito
principal fue durante algún tiempo integrarse a través de los proyectos
ejecutados por empresas estatales, con miras a buscar un desarrollo a par-
tir de la complementariedad en materia energética. Mecanismos como la
renacionalización de empresas y el liderazgo estatal tuvieron un carácter
central. La creación del plan Iniciativa para la Integración de la Infraes-
tructura Regional Suramericana15 representa un proyecto acogido por
varios países de la región y ha sido apoyado por una serie de pactos que
se concretizan a través de entidades como PetroCaribe, PetroAndina, Pe-
troSur, el Gaseoducto del Sur, el Gasoducto Andino y la Unión de Na-
ciones Suramericanas (UNASUR). El marco de entendimiento de estos
pactos está respaldado a través de las declaraciones realizadas en Monte-
video y en Caracas, expedidas por la Organización Latinoamericana de
Energía (OLADE) en 2004. En ese mismo año surgió una propuesta
de integración energética para Latinoamericana y el Caribe, la cual bus-
caba ser una alternativa regional que intensificara el desarrollo Sur-Sur.
Su principio fundacional está basado en la integración a través de una
plataforma energética común y pretendía convertirse, especialmente, en
un intento de interconexión. Según algunos gobiernos del continente,
el criterio de interconexión ha primado en los grupos de integración ya
existentes en la región. Las redes eléctricas regionales han empezado a ser
una realidad, ya que su construcción se inició en el 2006 y están desarro-
llándose en subgrupos geográficamente determinados: Centroamérica,
la región Andina y MERCOSUR.

14. Las empresas multinacionales que han estado liderando en el sector energético en
Latinoamérica desde la década de los noventa son Endesa, Repsol, Gas Natural,
Unión Fenosa, Redes Eléctricas e Iberdrol, todas ellas de origen español.
15. Una de las críticas que se hace a esta iniciativa es que parece haber un interés ma-
yor por el desarrollo de megaproyectos de grandes compañías regionales, mientras
los objetivos de desarrollo social adquieren poco alcance.
178 Paisajes sonoros

No solamente el tema de la electricidad, sino también la integración


gasífera —que se inició con acuerdos para conexiones binacionales a
partir del 2005—, ha seguido una estrategia de extensión regional. Se
dieron algunos pactos intergubernamentales, como el caso Chávez-Kir-
chner para el Gaseoducto del Sur, proyecto integrado por Argentina,
Brasil y Venezuela, pero en 2007 se congeló su planificación. Por su
parte, MERCOSUR también ha diseñado planes de interconexión bi-
nacionales y enlaces para completar planes adicionales a nivel nacional.
Tras los intentos de integración en el tema petrolífero en América La-
tina, en la actualidad las empresas más grandes del continente en este
sector (Pemex, Petrobras y PDVSA) pasan por graves crisis financieras.
Como se ha presentado grosso modo, el tema energético, en el esce-
nario global está estrechamente vinculado con la seguridad e influye en
los paradigmas de integración regional latinoamericana. En el espacio
continental, el tópico energético ha encauzado procesos tanto de in-
tegración como de disgregación. Estas dos visiones integrativas antes
expuestas llevan consigo transformaciones esenciales en los escenarios
nacionales. La promoción de los agrocombustibles en el continente
podría ser considerada como uno de esos mecanismos de ejecución
apoyado especialmente por bloques extra regionales, es decir, la Unión
Europea y los Estados Unidos a nivel global, pues también países asiá-
ticos y africanos están participando en el negocio de los agrocombusti-
bles. En Latinoamérica, Brasil tiene un liderazgo especial y en algunos
temas específicos, su actuación en asuntos internacionales e interregio-
nales permitiría deducir que promueve la producción de agrocombus-
tibles como matriz principal de su actividad energética.
La producción de sembrados para agrocombustibles es un fenóme-
no que se puede observar en todo el continente. Así como lo especifi-
can Borras y Franco (2012), en la evolución del crecimiento de los mo-
nocultivos se puede registrar un aumento gigantesco para las últimas
cuatro décadas en Suramérica y en Centroamérica. Argentina y Brasil
no solo aumentaron la producción de soja y caña de azúcar, sino que
a nivel mundial participan en el comercio de alimentos de manera
significativa, gracias también a la demanda de China. Los pronósticos
indicados respecto a los agrocombustibles en el informe de la CEPAL
“Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas:
Capítulo iv 179

Una mirada hacia América Latina y el Caribe” (2013) estiman que su


crecimiento seguirá en ascenso. De todos modos, consideran que se
darán algunos cambios. Uno de ellos es la preferencia del etanol res-
pecto al biodiésel, pues un estudio reciente afirma que es más eficiente
el primero que el segundo. Otro aspecto es la orientación hacia el uso
de las segundas generaciones extraídas de residuos de biomasa, aunque
este cambio parece ser menos prometedor.

La palma de aceite y los agrocombustibles en Colombia

POLÍTICA AGRÍCOLA EN EL CONTEXTO DE LOS AGROCOMBUSTIBLES

La producción de los agrocombustibles en Colombia, su impacto y re-


percusiones, requieren ser abordados desde una perspectiva diacrónica.
Aunque es una actividad de la industria agrícola que se intensificó hace
pocas décadas, su gran auge se inscribe dentro de la lógica derivada de
las políticas agrarias iniciadas en décadas anteriores. En Colombia, el
sistema de manejo de tierras está caracterizado aún por mecanismos
heredados de la época colonial: los latifundios, junto con el minifun-
dio, siguen siendo los modelos para administrar la pobreza para los
campesinos y la riqueza para los terratenientes (Jaramillo 2010).

REFORMAS AGRARIAS

La primera reforma agraria que se llevó a cabo en Colombia data


del año 1936 y sus directrices se centraron en la repartición de bal-
díos y en la distribución de terrenos dentro de la frontera agríco-
la, ocasionando conflictos entre terratenientes, colonos y pequeños
propietarios.16 La década de los treinta se caracterizó por la gran

16. Durante las dos primeras décadas del siglo xx, los colonos migraron a regiones en
las que se suponía que había abundancia de tierras, pero encontraron que muchos
de esos territorios estaban ocupados por terratenientes y agricultores a gran escala,
quienes los expulsaron y contrataron trabajadores asalariados (Ibáñez 2008: 22).
180 Paisajes sonoros

expulsión de campesinos e indígenas, quienes buscaron —de alguna


forma— la adherencia partidista como estrategia de protección para
asegurar sus propiedades. Esa ley de reforma agraria ya se mostraba
sesgada, porque favorecía los intereses de los grandes terratenientes.
La nueva reforma agraria, realizada en 1961, tenía el propósito de
apaciguar los enfrentamientos violentos generados por las disputas sobre
tierra heredadas de décadas anteriores, y, para ello, se puso en marcha el
mecanismo de cabildeo y se promovieron programas tributarios y cre-
diticios que desembocaron en una mayor concentración de la propie-
dad agrícola. El fracaso de esa nueva reforma estuvo relacionado con la
asignación de tierras desde una lógica mercantilista, que desfavoreció a
muchas familias campesinas y exacerbó la violencia en el entorno rural.
Más tarde, en el año 1994, la ley 160 pretendió ser una salvaguardia a
las anteriores reformas e impulsó un programa agresivo de desarrollo
rural y legalización de terrenos baldíos. La redistribución de territorios
y las hectáreas asignadas durante la última década del siglo pasado no
cambiaron en lo fundamental la dinámica que se había impuesto en
la primera mitad del siglo, pues no hubo variaciones importantes en la
concentración territorial.
La introducción de la agroindustria, específicamente en el caso de
la palma de aceite, ha logrado consolidarse con ímpetu a lo largo del
territorio nacional, pero no muestra modificaciones orientadas hacia
la equidad en la distribución de tierras, por el contrario, es uno de los
monocultivos que mantiene la alta concentración de tierra en unas
pocas manos. Uno de los casos más conocidos es la situación en la
región de los Montes de María, departamento del Bolívar: de acuerdo
con las declaraciones de la población campesina afrodescendiente que
habita en la zona, en el estudio que realizaron Luis Sánchez-Ayala y
Cindia Arango-López (2015), la incursión de cultivos de palma ha
estado acompañado de una excesiva intensidad en la adquisición de
predios, ya sea la compra y venta o la invasión de los territorios. Según
la investigación que llevó a cabo Iván Cépeda,17 representante del Polo
democrático,

17. Iván Cepeda es representante del partido político Polo Democrático.


Capítulo iv 181

los estudios hechos con títulos de propiedad por el Representante a la Cámara


Iván Cepeda, por un lado, y la Superintendencia de Notariado y Registro, por
otro, auguran que un grupo pequeño de empresarios que hoy en día tienen la
mayoría de las tierras en esta zona argumentará que las compraron legalmente.
Compraron, sin embargo, en una zona donde fueron desplazados más de 120.000
campesinos por la guerrilla y los paramilitares (Osorio 2011).

De acuerdo con las cifras que suministró el Instituto Geográfico


Agustín Codazzi (IGAC) en el 2012, “en el sector predominan las uni-
dades productivas la pequeña escala, en donde el 67,6% de los propie-
tarios tienen parcelas inferiores a 5 ha (un 4,2% de la tierra agrícola)
mientras que un 0,4% de los propietarios es dueño de extensiones de
terreno superiores a 500 ha (lo cual representa el 46,5% del suelo)
(IGAC 2012). La gráfica que aparece a continuación, realizada por
Darío Fajardo en su estudio “Conflicto armado y proyección en el
campo” (2004), muestra la estructura de la tenencia de la tierra en
Colombia. Este autor señala que la posesión de la tierra en pocas ma-
nos sigue aumentando la concentración territorial y económica. Los
modelos introducidos no han contemplado las prácticas locales y en su
mayoría han seguido las fórmulas de los organismos internacionales.
La adquisición de créditos desemboca, muchas veces, en la pérdida de
los terrenos, pues los campesinos no alcanzan a devolver las deudas
adquiridas y son ellos quienes tienen que afrontar los imprevistos del
temporal para sus cosechas.
Respecto a los mecanismos de empoderamiento para los pobla-
dores rurales, en la reforma constitucional de 1991 se han logrado
algunos avances. Por ejemplo, en el nuevo documento de la Consti-
tución se incorpora la dimensión ambiental en relación a las activida-
des económicas en diferentes niveles, ya que se habla del valor de los
costos ambientales y se insiste en la función ecológica de la propiedad
individual y colectiva. La introducción de lo ambiental parece haber
tenido incidencia en el giro del discurso y la legitimidad de los actores,
así lo señala Liliana Díaz (1999): “Son casi ochenta los artículos que
establecen criterios y normas para el manejo de la conservación de los
recursos naturales y el ambiente” (366). Esta autora afirma que la am-
bientalización extendió una visión de perspectiva sobre los conflictos
ya existentes y catalogados como políticos, sociales o de otra índole.
182 Paisajes sonoros

6. Estructura de tenencia de la tierra en Colombia


Fuente: Darío Fajardo (2004) a partir de datos del Instituto Geográfico
Agustín Codazzi (IGAC)18

La transformación en la normativa también favoreció a grupos mi-


noritarios en la lucha legal por sus territorios en términos ambientales.
Uno de los mecanismos de acción jurídica que se introdujo es la tutela
y otro es el cumplimiento, que permite que toda persona pueda acudir
ante un juez para denunciar el incumplimiento de cualquiera de las
instancias gubernamentales. Según Liliana Díaz, las normas en materia
ambiental están orientadas a darle visibilidad al conflicto por la tierra,
lo que puede desencadenar en mayores disputas, pero, al mismo tiem-
po, habilita espacios de acción política para las comunidades rurales.

El cultivo de palma de aceite en Colombia

La palma de aceite es uno de los cultivos bandera que ha logrado ex-


tenderse en casi todas las regiones del territorio nacional; en los últi-
mos diez años, se ha elevado de manera vertiginosa y sigue en ascenso.
Los escenarios en los que se da la producción son tan variados como
las particularidades de las mismas regiones, por esta razón no se puede
presentar un solo escenario nacional sobre los impactos que generan

18. Gráfico suministrado por la página ADITAL, noticias de América Latina y el


Caribe.
Capítulo iv 183

los monocultivos en la población rural colombiana. En el mapa que se


ve a continuación, se presenta la producción por zonas y se distingue
entre el aceite de palma crudo y el aceite de almendra de palma:

7. Regiones palmeras de Colombia. Fuente: Fedepalma (2018a: 4)


184 Paisajes sonoros

REGIONES PALMERAS EN COLOMBIA

La extensión del cultivo de palma está abarcando cada vez más una ma-
yor parte del territorio colombiano. Las estadísticas para el año 2018
reveladas por FEDEPALMA indicaban que la zona oriental ocupa ac-
tualmente el mayor número de hectáreas para el cultivo con 106 317 ha,
le siguen la zona norte, con 97 861 ha, la central, con 77 594 ha, y la
occidental, con 34 610 ha. Esa enorme expansión se puede apreciar en
el número de municipios en los que está presente este cultivo: mientras
que en 1970 se extendían en diecisiete, para el año 2012 ya abarcaba
ciento cinco.19 Los balances que hacía el gremio FEDEPALMA en fe-
brero de 2016 señalaban que la zona oriental había alcanzado un mayor
rendimiento en la producción, como se puede observar en la tabla que
se encuentra a continuación:

8. Producción de aceite de palma crudo por zonas


Fuente: FEDEPALMA (2018b: 2).

19. Datos suministrados por FEDEPALMA: <http://www.sispa.fedepalma.org/sis-


paweb/>.
Capítulo iv 185

En el orden mundial, Colombia ocupa actualmente el cuarto lugar


en los países productores de palma de aceite y, en el contexto continen-
tal, el primero. Tanto la incursión del monocultivo como sus caracte-
rísticas y especificidades respecto a los impactos ambientales y sociales
presentan variaciones en cada una de las zonas. Esto está relacionado
con diversos factores, entre otros, las particularidades regionales en
relación con la densidad de la población, el tipo de asentamientos que
haya precedido al monocultivo, etc. Los palmicultores consideran que
el incremento de las cifras en extensión del cultivo es un indicador
de que la industria colombiana ha logrado incursionar en el mercado
internacional posicionándose y mostrando competitividad.
No solo el cultivo como tal, sino también los mecanismos utiliza-
dos antes de iniciar la expansión de la industria agrícola —o justo para
habilitar el espacio territorial con esos propósitos— causan repercusio-
nes que afectan y transforman de manera drástica el escenario rural.
Algunos de los estudios y de las investigaciones que se han hecho sobre
la afectación de los monocultivos de palma de aceite a nivel nacional
analizan los impactos sociales y medioambientales que se derivan de
ese negocio (Roa 2007; Hildebrando Vélez 2008; Irene Vélez 2008
Vargas 2008; Mejía 2008; Pérez Rincón 2008; Goebertus 2008; Co-
ronado y Dietz 2013; Castiblanco 2015). La mayoría de estos análisis
proporciona elementos de reflexión sobre los efectos directos e indirec-
tos causados por los monocultivos de producción de palma de aceite y
algunos otros tematizan también el cultivo de caña de azúcar.
Las reflexiones aportadas por Hildebrando Vélez e Irene Vélez in-
dican que en el contexto colombiano existe una situación diferenciada
en torno al uso de la tierra en relación con la agroenergía y señalan,
de manera especial, dos aspectos singulares en comparación con otros
países del continente. El primero es el cambio de la orientación de los
terratenientes vinculados a la industria de la caña y la palma aceitera:
estos se enfocan cada vez más en una producción agrícola que atienda
de forma exclusiva las necesidades de la industria de carburantes. Existe
una creciente tendencia a vincular a pequeños y medianos propietarios
con capital transnacional. Un segundo aspecto se refiere a la ocupación
de las tierras calificadas por el Gobierno como terrenos baldíos, pre-
dios que en muchos casos aún son objeto de litigio por ser tierras que
186 Paisajes sonoros

reclaman las comunidades campesinas o indígenas. Estos terrenos son


adjudicados a empresarios para llevar a cabo diversos megaproyectos,
como es el caso de las comunidades que se analizan en este estudio.
En torno a los impactos medioambientales que han venido ocasio-
nando los monocultivos de palma aceite en el territorio colombiano,
como la deforestación, la reducción de la biodiversidad y la reducción
y la precarización de las fuentes hídricas, el Instituto de Hidrología,
Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) presentó en noviem-
bre de 2018 un avance de los estudios que está realizando con apoyo
de imágenes satelitales de la NASA para determinar la totalidad de la
palma cultivada en el país, que ayudarán a determinar la incidencia de
los monocultivos de palma en la pérdida de bosque.20 De acuerdo con
los resultados preliminares del estudio, para noviembre de 2018 se te-
nía un área sembrada de 551 810 ha en todo el territorio colombiano.

MECANISMOS DE PROMOCIÓN

Instituciones de la agroindustria palmera

El proyecto de monocultivo de la palma de aceite ha estado liderado a


nivel nacional por el gremio palmero, representado en la institución
FEDEPALMA. El Estado colombiano ha intervenido a través de diferen-
tes políticas gubernamentales para la promoción de este cultivo. Depen-
diendo de la administración de turno se ha fomentado con mayor o menor
intensidad la agroindustria palmera. La gran mayoría de cultivadores de
palma son miembros de FEDEPALMA y, de acuerdo con las estimaciones
de uno de los miembros de la junta directiva,21 el gremio aglutina aproxi-
madamente un 70% de los productores de palma en el país; no todos son
miembros de FEDEPALMA, pero todos deben poseer un registro que los
acredite como palmeros, como se consigna en el siguiente fragmento:

20. Para ampliar información al respecto, se puede consultar la siguiente fuente en


internet: <https://www.sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/co-
lombia-conocera-que-tanta-palma-de-aceite-alberga-en-su-territorio/42244>.
21. Entrevista concedida por un ex miembro de la junta directiva de FEDEPALMA, reali-
zada en Bogotá en agosto de 2013 (archivo de entrevistas: visitas de campo, la autora).
Capítulo iv 187

El Registro nacional de palmicultores (RNP) es el instrumento mediante el cual


se acredita la condición de “palmicultor” de las personas naturales o jurídicas que,
dentro del territorio nacional, se dedican al cultivo de la palma de aceite o a su
beneficio. Constituye una herramienta invaluable para identificar a los distintos
actores de la agroindustria palmera, al igual que a los beneficiarios de la inversión
de los recursos del Fondo de Fomento Palmero.22

Dentro del marco organizativo se encuentra FEDEPALMA como


gremio principal y entidad administradora en la que se articulan otras
instancias, como la corporación Centro de Investigación en Palma de
Aceite (CENIPALMA), gestada en 1991 y que se ocupa especialmente
de la “generación y transferencia de tecnologías, procesos y productos
de interés para el sector palmero colombiano”.23 CENIPALMA desa-
rrolla proyectos de investigación en cooperación con el Departamento
Administrativo de Ciencia y Tecnología e Innovación (Colciencias) y
el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). También está el Fondo
de Fomento Palmero, que es una cuenta especial para recaudar fondos
destinados a las necesidades de investigación y fomento de la agroin-
dustria palmera en Colombia.
FEDEPALMA funciona como una entidad corporativa que lleva a
cabo actividades junto con CENIPALMA y la comercializadora inter-
nacional ACEPALMA. La agremiación tiene claros lineamientos es-
tratégicos para impulsar el negocio de la palma en Colombia, articula
sus actividades de manera sectorial y recomienda a todos sus afiliados
seguir normas que cumplan con los requisitos en materia medioam-
biental y social. Sin embargo, su carácter gremial no la habilita para
exigir que todos sus afiliados ejecuten efectivamente sus exigencias. De
acuerdo con las conversaciones sostenidas con uno de los miembros
de la junta directiva de FEDEPALMA,24 la mayoría de los asociados

22. El RNP fue creado y reglamentado mediante el Acuerdo nº 001/95 de la junta


directiva de FEDEPALMA para atender los compromisos y las obligaciones que
señala la ley 138 de 1994 y demás normas que regulan su fondo.
23. Véase Bandeja de entra de la Corporación Centro de Investigación en Palma de
Aceite, CENIPALMA. Para mayor información se puede consultar la siguiente
página: <https://sibcolombia.net/socios/cenipalma/>.
24. Entrevista concedida por un empresario de Inparme SA; efectuada en agosto de
2013 (archivo entrevistas: visitas de campo, la autora).
188 Paisajes sonoros

conocen los lineamientos y la filosofía del gremio y actualmente está


en proceso una sistematización sobre su gestión y ejecución para que
cada miembro pueda mostrarlo públicamente de forma escrita.
En otra entrevista realizada a un miembro de la Unidad de Gestión
Comercial de FEDEPALMA, este señaló que su labor como gremio
se centra en fomentar la industria palmera en Colombia a través de la
investigación y las diversas informaciones en materia técnica, ambien-
tal y laboral para que los palmicultores dispongan de las herramientas
necesarias para llevar a cabo las labores de forma eficaz. Al parecer, las
competencias del gremio se concentran en actividades para impulsar
el crecimiento de la industria de palma de aceite, pero no contraen
responsabilidades de las actuaciones irregulares de las personas jurídi-
cas o naturales asociadas a su entidad. Al rastrear las declaraciones que
aparecen en los estatutos del gremio, las disposiciones se ciñen explíci-
tamente a la importancia del cumplimiento como miembros afiliados
y a las estipulaciones señaladas por el Gobierno. Existe un manual
sobre el código de ética y buen gobierno, en el cual se menciona que la
Federación actuará como veedor ante conflictos de interés:

La Junta Directiva Nacional de FEDEPALMA, determinará el conducto regular


para la declaratoria de conflictos de interés. Una vez identificados posibles conflic-
tos de intereses, la Federación deberá implementar los mecanismos conducentes
para realizar periódicamente el seguimiento de estas situaciones. […] La Junta Di-
rectiva Nacional de FEDEPALMA y la Administración de la Federación actuarán
como veedores permanentes (FEDEPALMA 2010: 9).

En algunos de los apartados se hace mención a la sanción del afilia-


do que no cumpla con las normas judiciales, pero el gremio como en-
tidad no dispone de los mecanismos para determinar las falencias en el
cumplimiento pleno de sus socios. En ese mismo documento se men-
ciona que lo establecido en la Mesa Redonda de Aceite de Palma Sos-
tenible, RSPO (por sus siglas en inglés), es la guía para la Federación:
“El sector se ha fijado como objetivo el avance hacia el cumplimiento
de los principios y criterios del desarrollo sostenible consagrados en el
documento de la […] RSPO” (FEDEPALMA 2010: 1).
Capítulo iv 189

Normativas para la promoción

Como lo señalan Irene Vélez et al. (2010), la implementación de un


marco legal que favorece la producción y el consumo de los agrocom-
bustibles en Colombia busca sentar disposiciones legales para dar vía
libre a las subvenciones y preferencias fiscales para el gremio palmero.
Algunas de las estipulaciones en materia legal son las siguientes:

LEYES DECRETOS
Ley 101 de 1993, a través de la cual se Decreto 1970 de 2005, por el cual se
crea el Incentivo de Capitalización exime de la renta líquida gravable a
Rural (ICR), definido como un los cultivos de tardío rendimiento por
“aporte en dinero”. diez años.
Ley 939 de 2004, por la cual se estimula Decreto 2629 de 2007, por medio del
la producción y comercialización de cual se dictan disposiciones para
agrocombustibles de origen vegetal o promover el uso de agrocombustibles
animal para uso en motores diésel. en el país, así como medidas aplicables
a los vehículos y demás artefactos a
motor que utilicen combustibles para
su funcionamiento.
Ley 1111 de 2006, que establece una Decreto 383 de 2007, modificado
deducción del impuesto de renta del parcialmente por el Decreto 4051 de
40% de las inversiones en activos 2007, que establece estímulos para
fijos reales productivos en proyectos la implementación de zonas francas
agroindustriales, incluyendo leasing para proyectos agroindustriales en
financiero. materia de agrocombustibles. Renta
de 15% (vs. 34%) e introducción de
equipos libres de arancel e IVA cuando
Ley 1133 de 2007, por medio de la cual la inversión sea superior a 1.775.000
se crea e implementa el programa (USD dieciocho millones) o genere
Agro Ingreso Seguro (AIS), que busca quinientos empleos.
mejorar la competitividad del sector
agropecuario colombiano en un 16%.

El programa de Agro Ingreso Seguro que se llevó a cabo durante


la presidencia de Álvaro Uribe y bajo la administración del ministro
Andrés Felipe Arias ha sido uno de los casos más conocidos de corrup-
ción, ya que las adjudicaciones del dinero fueron a parar en manos
190 Paisajes sonoros

de terratenientes y reinas de la belleza, así como se documenta en el


fragmento de un artículo en la revista Semana:

Como lo señala el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes, el programa, que


apenas ahora se convierte en escándalo de medios de comunicación, ya había sido
criticado en foros académicos “por sus efectos nocivos sobre la distribución del
ingreso y porque, en lugar de fomentar inversión productiva, desconoce principios
básicos de justicia distributiva y de eficiencia en el gasto” (Semana 2009).

DIACRONÍA DE LA INDUSTRIA DE PALMA DE ACEITE

Aunque las versiones sobre la introducción de la palma de aceite en


el territorio colombiano difieren entre sí, lo que parece estar claro es
que desde sus inicios no ha habido un programa uniforme a nivel na-
cional que articule el cultivo con políticas de desarrollo rural. Para
comprender los impactos que genera la producción de palma de aceite
en Colombia, es necesario conocer las fases por las que ha atravesado
el desarrollo del cultivo. Veamos su evolución.
Hacia finales de los años cuarenta, la introducción del cultivo de
palma de aceite para fines comerciales fue promovida a través de una
política de fomento de la agricultura comercial en el marco de la sus-
titución de importaciones. Varios factores marcaron de manera funda-
mental el derrotero que seguiría la incursión de ese nuevo cultivo en el
país, algunos de ellos son los siguientes:
— La gestión emprendida por el Instituto de Fomento Algodonero
(IFA) para aventurarse hacia la promoción de algodón y otras oleagi-
nosas.
— El programa fue dirigido como proyecto gubernamental pro-
porcionando condiciones en el campo técnico y financiero para su
consolidación; es decir, se trataba de un decidido trabajo conjunto
entre Gobierno y empresa privada. Este proyecto buscaba suplir las
necesidades nacionales en materia de aceites y grasas a través del fo-
mento de la producción nacional.
— En el marco de esa política de sustitución de importaciones se
creó el Programa de Fomento para el Cultivo de la Palma y se esta-
blecieron sociedades entre el Gobierno y la empresa privada. De esta
Capítulo iv 191

forma se introdujo una plataforma para incentivar el desarrollo de lo


que empezaba a ser una industria. De acuerdo con Martha Ospina y
Doris Ochoa, el estímulo financiero por parte del Gobierno “trataba
de adecuar la financiación a las características del ciclo productivo […]
concediéndole créditos con tasas preferenciales” (1998: 64).
Durante esa década se iniciaron los cultivos de palma de diferentes
variedades como parte de la política de fomento a las oleaginosas. El
Instituto de Fomento Algodonero gestionó el cultivo de semillas para
la producción, seleccionando y distribuyendo el material y realizando
cruzamientos para obtener mejor calidad en las plantaciones. Durante
este mismo tiempo se encargó a la hacienda Patuca, departamento del
Magdalena, la administración de la plantación. En ese mismo lugar, la
United Fruit Company había iniciado este cultivo a inicios de la déca-
da de los años cuarenta y había introducido la primera plantación de
palma en Colombia tras haber comenzado ya con cultivos en Hondu-
ras, Guatemala y Costa Rica. Ante la coyuntura de la Segunda Guerra
Mundial, la United Fruit Company retomó los cultivos de banano
bajo el nombre Magdalena Fruit Company y además introdujo las
plantaciones de palma con un objetivo comercial: “Esta escasez de gra-
sas y aceites en Europa y América debió mostrar a la United Fruit nue-
vas oportunidades de hacer negocios”, así lo señalan Ospina y Ochoa
(1998: 1). Como lo sugiere Fajardo (2006), la introducción de los
cultivos del banano y de la palma africana fueron simultáneas, primero
en el Urabá y luego extendiéndose hacia otras zonas del país. En el
estudio que hace Goebertus (2008), no se refiere a una simultaneidad,
sino a una transición del banano a la palma y trata de establecer algu-
nas trayectorias de estos cultivos en relación al desplazamiento forzado.
En 1962 las plantaciones de palma se iniciaron en zonas apartadas
del país, lo que se llamó “colonización con base en palma africana”. El
cultivo inicial era de 2000 hectáreas sembradas en cinco regiones defi-
nidas: Norte de Santander; Magdalena, en la zona sur; Cauca; Nariño,
en la zona de la costa; y Caquetá, (Ospina y Ochoa 1998:70) y ríos o
aluviones importantes de cada región. Las hectáreas se debían extender
de manera paulatina de acuerdo con las posibilidades. En cuanto a la
distribución de la tierra, se estableció localizar en cada región ochenta
parcelas de 25 ha cada una, dentro de las cuales 10 ha se dispondrían
192 Paisajes sonoros

para el sembrado y las otras 15 para la reserva de la extensión prevista.


Las tierras se darían para el trabajo de campesinos en unidades agríco-
las familiares (UAF), a quienes se les otorgaría créditos para pagar las
tierras durante un periodo de doce años. El trabajo en cooperativas de
colonización también fue uno de los mecanismos que se utilizó para
garantizar la compra del fruto a los colonos sin intermediarios. No hay
mucha información detallada ni sobre la estructura de las cooperativas
ni tampoco sobre su funcionamiento durante esa fase inicial. Tampo-
co se encuentra documentación sobre los impactos o beneficios para
las poblaciones locales. Las cooperativas son un mecanismo que se ha
mantenido a lo largo de la historia de la palma de aceite en Colombia,
como lo veremos posteriormente.
La palma de aceite es catalogada como un cultivo de carácter per-
manente (o semipermanente), junto con el café, la caña de azúcar, la
caña panelera, el plátano, el banano y los cultivos ilícitos, y es el que
mayor crecimiento ha representado en los últimos años en el territorio
colombiano. Su dinámica va en ascenso y seguirá la misma tendencia,
comprometiendo cada vez más áreas, extendiendo la frontera agrícola
e invadiendo la diversidad del paisaje agrario nacional. Los pronósticos
se basan en la serie de proyectos que están en marcha para ampliar los
cultivos de palma de aceite y de caña de azúcar, que son los productos
destinados a la energía carburante:

Se podría decir que a futuro el área de ocupación del territorio en este tipo de siste-
mas productivos va a ser el de mayor crecimiento […] en proceso de investigación
y desarrollo para los mismos fines se tienen cultivos de maíz, jathropa, sorgo dulce,
higuerilla, girasol, soja, maní, aguacate y cocotero entre otros (Agencia Presiden-
cial para la Acción Social y la Cooperación Internacional 2010: 94).

Se han empezado a explorar proyectos agrícolas con la remolacha y


la yuca como productos alternativos para las materias orgánicas de los
carburantes. En mi visita en agosto del 2013 recorrí parte de la región
Oriental y pude apreciar cómo gran parte de los campos que tradi-
cionalmente estuvieron dedicados a la ganadería se han convertido en
enormes extensiones ocupadas por el cultivo de palma. En mis conver-
saciones con miembros del gremio de FEDEPALMA se evidenció que
el cambio de vocación de las tierras para usos agrícolas es visto como
Capítulo iv 193

un desarrollo en el país. Sin embargo, la transición de un uso a otro no


puede ser vista de manera parcial. La concentración de tierras muestra
la aguda asimetría en las actividades agrícolas y tiene serias influencias
en la seguridad alimentaria de las poblaciones rurales. Por otra parte,
la relación entre los cultivos permanentes y semipermanentes muestra
una ventajosa extensión de los segundos: en un área de 24,56% de
tierras aptas para cultivos agrícolas en el país, aquella destinada para los
cultivos semipermanentes ocupa menos porcentaje (1,56%), mientras
que a los cultivos permanentes se les asigna un 2,20% del total (Agen-
cia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional
2010: 45).

ESTRATEGIAS DE PRODUCCIÓN

Las dos estrategias que se ponen en práctica a nivel global para promo-
ver la industria de los agrocombustibles se implementan también en
Colombia. Por un lado, existen los grandes complejos palmeros que or-
ganizan todo el engranaje de la infraestructura y adquieren territorios
en propiedad (o en alquiler) para llevar a cabo la cadena productiva. La
otra forma es vincular y comprometer a los agricultores de pequeños
y medianos terrenos para incentivarles a incursionar en el cultivo. La
demanda de tierras requerida para la agricultura extensiva reproduce
escenarios de contención en los cuales se aplican mecanismos de hos-
tigamiento hacia las poblaciones rurales. En diversos contextos se usan
procedimientos irregulares para hacer legítimas las adquisiciones de
grandes predios. La segunda modalidad funciona bajo lo que se conoce
como las alianzas estratégicas.

Cadena productiva

Las zonas más aptas para la producción de palma son aquellas de cli-
mas cálidos, característicos de sitios cercanos a la franja ecuatorial.
La cadena productiva en Colombia estaría compuesta por tres fases
principales, según señala Mingorance: “La agroindustria de la palma
194 Paisajes sonoros

de aceite, las industrias de transformación del aceite y los procesos


de comercialización” (2006: 11). La extracción del aceite proviene del
fruto prensado, y, dependiendo de la parte que sea procesada, se pue-
den obtener cuatro productos distintos: el aceite de palma crudo, la
almendra de palma, el aceite crudo de palmiste y la torta de palmiste.
Los escenarios de conflictividad están relacionados con lo que Pérez
Rincón llama “el ciclo agrícola, el cual corresponde a la siembra, culti-
vo y cosecha de la planta el ciclo industrial o de transformación de la
materia prima en etanol o biodiésel ” (2008: 84), es decir, la primera
fase de la cadena, que es la que involucra y afecta directamente a las
comunidades rurales. En esta fase es donde se han implementado las
alianzas estratégicas como parte del concepto de desarrollo rural.

Alianzas productivas estratégicas

Las alianzas productivas estratégicas son un modelo que se introdujo


en Colombia y que ya se había desarrollado en Malasia, Costa Rica y
Venezuela a finales del siglo pasado. Se cambió el modelo de produc-
ción a gran escala para introducir uno a pequeña escala, vinculando a
pequeños agricultores. Este concepto se fundamenta en la práctica de
negocio inclusivo, que profetiza supuestos beneficios para los campesi-
nos, para que se atrevan a convertirse en empresarios. Volveré a este tema
más adelante para contrastarlo con las experiencias de los campesinos
en sus composiciones líricas. Existen dos tipos de alianzas productivas
estratégicas: organizaciones de productores, vinculadas directamente a
la comercialización con las empresas extractoras, y organizaciones de
productores cuyo nexo es indirecto. De acuerdo con una evaluación
de consultoría, “Alianzas productivas estratégicas en palma de aceite”,
llevada a cabo en el 2010, las organizaciones con vinculación directa
tienen mejores resultados. En ese informe se evalúan cuatro dimen-
siones: organizacional, productiva/ambiental, comercial/financiera y
administrativa. La conclusión a la que llega el reporte de evaluación
indica que el desempeño depende más de las empresas y menos de los
vinculados en la alianza, como lo expresa el siguiente fragmento:
Capítulo iv 195

Las Alianzas con mejor desempeño son aquellas donde las organizaciones de pro-
ductores tienen vínculos comerciales y de otros servicios con las empresas extrac-
toras (Tipología 1), aunque la estrategia de interacción de cada empresa palmera
con los productores con los que establecen Alianzas es particular y heterogénea, y
depende en buena parte de las características gerenciales de las empresas. (Alianza
SNV y CECODES 2010: 11)25

Sin embargo, no hay detalles sobre el efecto real en términos de


empoderamiento para las pequeñas organizaciones. El desarrollo de las
alianzas se ha dado de forma diferente en las regiones, ya que se han
asociado pequeños agricultores, algunos propietarios y otros sin pro-
piedades. Algunas de esas alianzas han sido un instrumento utilizado
para la erradicación de cultivos ilícitos, que se implementó especial-
mente durante el Gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010). Las alianzas
productivas estratégicas son formas de organización vertical en las que
los pequeños agricultores están vinculados a la producción mediante
el otorgamiento de un crédito. Para la compañía se trataba de engrosar
“la capacidad empresarial, incrementado los rendimientos del negocio”
(Rangel, Ramírez y Betancourt 2009: 56). Para el gremio, las alianzas
productivas estratégicas cumplen con la demanda de responsabilidad
social que tienen las compañías hoy en día. Sin embargo, los criterios y
gestiones de responsabilidad social son muy controvertidos, pues gran
parte de su gestión se enfoca hacia la construcción de un discurso retó-
rico que muestre los supuestos beneficios que aportan las compañías.
En términos prácticos, los CSR (por sus siglas en inglés) son sistemas
para proteger y favorecer los intereses de las compañías.
En la conversación que sostuve con los empresarios palmeros, una de
las preocupaciones actuales es que las empresas afiliadas a FEDEPALMA
deben obtener las certificaciones requeridas para poder comercializar en
el mercado de la industria de palma. De acuerdo con los datos revelados
por ese gremio en el año 2018, 11 empresas contaban con la certifica-
ción de la RSPO y 24 estaban en proceso de evaluación para obtener
la certificación en 2020 (La Opinión, 2018) en la que se contempla no
solo el cumplimiento de lineamientos y códigos a nivel medioambiental

25. La evaluación es realizada por una empresa holandesa SNV y el Consejo Empre-
sarial Colombiano para el Desarrollo Sostenible CECODES.
196 Paisajes sonoros

y social, sino también las transformaciones reales que transfiere el nego-


cio de los agrocombustibles a los pequeños productores. Muchas de las
compañías señalan la generación de empleo, la construcción de escue-
las o carreteras y las viviendas como indicadores del mejoramiento en
las zonas rurales. El índice de la creación de empleo directo e indirecto
entre banano y palma de aceite calculado por Joaquín Virola de Hoz
(2008) muestra que la palma genera el 0,16%, mientras el banano el
0,83% (43) por hectárea. Además, las plantaciones de palma tienen una
repercusión negativa en la generación de empleos indirectos, mientras
que el banano tiene un comportamiento positivo en este sentido. La
sustitución del cultivo de banano por el de palma de aceite ha causado
fuertes impactos en la generación de empleo en la Zona Bananera del
Departamento del Magdalena.
Si bien se garantizan aportes al desarrollo en la infraestructura, la
adquisición de terrenos en los contextos agrarios en los que se cultiva
palma queda fuera del tema de la responsabilidad social. Por otra parte,
las certificaciones deberían tener en cuenta las dinámicas de la tenencia
de la tierra, atendiendo a mitigar la concentración o el acaparamiento
territorial. Contemplar esas dinámicas ayudaría a determinar paráme-
tros para medir el impacto en términos de sustentabilidad de los sem-
brados de palma en relación con el ordenamiento territorial.
Es un hecho que las áreas con presencia de alianzas productivas es-
tratégicas se han extendido y, al respecto, Rangel, Ramírez y Betancourt
(2009) indican que “para el año 2005, el 25% del área nueva sembrada
desde 1998 pertenecía a 83 Alianzas Estratégicas. […] distribuidas ma-
yoritariamente en las zonas palmeras Norte central del país con 45.379
hectáreas” (56). Los testimonios de campesinos de las regiones en las
que se lleva a cabo la expansión de los monocultivos tanto de caña de
azúcar como de palma de aceite reportan que hay demandas interpues-
tas a las empresas por diversas razones, entre ellas están las siguientes:

Uso y propiedad de la tierra, paramilitarismo, desplazamiento forzado, la flexibili-


zación laboral y las condiciones infrahumanas del trabajo, pérdida de la soberanía
alimentaria, violación de derechos colectivos de pueblos indígenas y afrodescen-
dientes (H. Vélez 2008: 20).
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO V

Casos de estudio

Comunidades de enfoque para el análisis

En este capítulo, se aborda cada uno de los casos de estudio, es decir,


cada una de las comunidades, de forma individual. La parte inicial se
abre con un preámbulo introductorio en el que se cita una o varias
estrofas para ilustrar la creación lírica comunitaria en relación a las
confrontaciones ocasionadas por los cultivos de palma de aceite. El
propósito es analizar en las letras la construcción discursiva y temática
que hacen las comunidades como consecuencia de la usurpación de
las tierras, el desplazamiento y el despojo, que no solo se da a nivel del
capital material, representado a través de las hectáreas de tierra, sino
que ocasiona un resquebrajamiento de los bienes culturales que han
cultivado ancestralmente las comunidades. Es de vital importancia re-
conocer que desde el lenguaje de las comunidades, la naturaleza y su
diversidad no representan solamente recursos, sino, sobre todo, repre-
sentan bienes comunitarios. De ahí que el valor que se les otorga no
está en relación con la acumulación. En este sentido es útil el concepto
del intercambio que Foucault (2010) propone, pues considera que los
análisis de los utilitaristas y los fisiócratas se acercan y son complemen-
tarios cuando se trata de asignar un valor: “Los unos se preguntan en
200 Paisajes sonoros

qué condiciones —y a qué precio— puede un bien convertirse en un


valor dentro de un sistema de intercambios; los otros, en qué condicio-
nes puede transformarse un juicio de apreciación en un precio dentro
de este mismo sistema de intercambios” (Foucault 2010: 213). Los
juicios de apreciación sobre la tierra en términos de necesidad y utili-
dad son dos aspectos fundamentales que se revelan tanto en el discurso
lírico de las composiciones como en las acciones emprendidas por las
comunidades.
Después de ilustrar la lírica musical, se analizan los diferentes fac-
tores contextuales que han dado lugar a las tensiones entre comuni-
dades e industria palmera. En esta sección se elabora un diagnóstico
del conflicto: cronología, actores, temas, intereses, motivaciones y
desarrollo de las disputas, entre otros. A efectos metodológicos se uti-
liza el modelo de análisis propuesto por Grundmann y Stahl (2002),
el cual integra diferentes aspectos que contribuyen a determinar las
especificidades que caracterizan cada uno de los casos. Además, este
instrumento de valoración tiene como propósito central buscar los
elementos invisibles1 que no se pueden detectar desde la observación
exclusiva en un solo plano. Estos factores también se pueden rastrear a
través del repertorio sociocultural almacenado en los cantos, en donde
se combinan diferentes niveles narrativos que están representados en
el texto lírico.

1. Johan Galtung (1998) se refiere a los factores invisibles latentes en los conflictos.
En este estudio, parte de esos factores invisibles se examinan a través de la creación
lírica.
Capítulo v 201

Definir el conflicto

Idenficar los
mecanismos del Especificar
manejo de contenidos e
conflicto y su intereses
valoración (*) Análisis del
conflicto

Describir la Idenficar actores


historia del Definir la fase de involucrados, sus
conflicto desarrollo del relaciones y sus
conflicto alianzas

9. Instrumentos de diagnóstico y análisis


Fuente: modelo tomado de Grundmann y Stahl (2002:118)
(*) Modificado por la autora

Comunidad de Las Pavas

Diversas organizaciones de acompañamiento a las comunidades rura-


les coinciden en que la de Las Pavas representa el caso emblemático de
tierras en la actualidad en Colombia. En el informe presentado por La
Clínica Jurídica de Derecho y Territorio de la Facultad de Ciencias Ju-
rídicas de la Universidad Javeriana considera, además, que es un “caso
difícil” no solo en términos jurídicos, sino que “podía servir de base
para el diseño de una dogmática jurídica para el proceso de restitución
de tierras” (4) en Colombia.
Las imágenes que aparecen a continuación ilustran el trabajo y los
anhelos comunitarios. En la foto de la izquierda aparece una de las
consignas que suele ambientar la entrada de la hacienda de donde han
sido desplazados los paveros. La mayor parte de la hacienda está inva-
dida por los monocultivos de la empresa palmera. En la otra parte que
aún no ha sido ocupada es donde se asientan algunos integrantes de la
202 Paisajes sonoros

comunidad, que son parte de la Asociación de Campesinos de Buenos


Aires (ASOCAB). En la imagen de la derecha, se encuentra el logo que
ha adoptado la comunidad tras haber iniciado su proceso de nuevo
retorno: “Regresando a la tierra prometida”.

10. Comunidad Las Pavas


Fuente: archivo propio de la autora, visita al terreno, febrero de 2012
Fuente: página virtual Retorno a Las Pavas
(<https://www.retornoalaspavas.wordpress.com/>)

MÚSICA Y TERRITORIO

Desarraigo y retorno

El desarraigo marca una ruptura abrupta e involuntaria con el presen-


te, es decir, con la existencia de una contemporaneidad que se retro-
alimenta de experiencias, convicciones y rituales conectados con las
raíces de la tradición. Una de las primeras premisas que se manifiesta
Capítulo v 203

en los cantos es la relación entre bienes naturales y ser humano. El


valor fundamental del sentido de pertenencia en las composiciones de
esta comunidad reside en la máxima “El campesinado pertenece a la
tierra, así como la tierra pertenece al campesino”. Esa noción de perte-
nencia se fundamenta en la racionalidad que se explicó en el segundo
capítulo y contiene en su significado una dualidad conceptual formada
por los principios de reciprocidad y complementariedad, a partir de
los cuales se construye una idea central sobre la necesidad del retorno.
La prioridad de la subsistencia representa lo más inmediato, pero está
conectada con el cuidado de valores culturales, la organización cultural
y social que se adapta y respeta los ciclos naturales, las interacciones
con los mundos espirituales y demás fundamentos de la subjetividad
campesina.
La noción de pertenencia se ubica en un orden arquetípico y fun-
dacional del origen mítico, que es expresado en los cantos, en lo que
me detendré en detalle más adelante. Existe una correlación entre la
naturaleza y el campesinado, no como idea romántica, sino como uno
de los juicios sobre los que se funda la existencia misma, así como
también las lógicas de organización social, política y económica de los
habitantes rurales. No solo las comunidades desplazadas en Colombia
se pronuncian sobre la soberanía territorial y acuífera, los procesos de
migración forzada se están viviendo en muchas otras partes del he-
misferio sur. En Malasia e Indonesia también se puede identificar una
resistencia por la usurpación de territorios campesinos en favor de la
industria palmera, como se documentó en el capítulo anterior.
La producción del CD Les voy a cantar la historia, de la comunidad
de Las Pavas, retrata en su creación musical el fenómeno del despla-
zamiento y resalta las acciones comunitarias por el retorno, el cual
construirá el programa lírico de los cantos, como lo vemos en lo que
expresa Etni Torres, cantautor de la comunidad, en esta estrofa:

Llegó la hora de regresar a mi tierra


Donde pienso plasmar mis proyectos
De donde nos sacaron a precio de guerra
Y nos humillaron en aquellos tiempos.
(Etni Torres, “Llegó la hora”)
204 Paisajes sonoros

Retomemos la idea del retorno con relación a un concepto funda-


cional mencionado antes. El deseo de retornar, en el caso específico del
desplazado, no solamente está relacionado con la conexión natural y la
necesidad biológica de la tierra como dadora de vida, sino que expresa la
necesidad de “plasmar [sus] proyectos”, sociales, económicos y políticos.
La expulsión como eje central desencadena dos motivos que se en-
cuentran descritos en las composiciones: por un lado, el proyecto fun-
damental en la noción de retorno, porque se vincula al concepto de lo
utópico-alcanzable, y, por otro, la modificación del statu quo. Es impor-
tante y necesario reiterar que estas composiciones se gestan dentro del
desplazamiento forzado, ocurrido en espacios de alta tensión y enfrenta-
mientos armados, por ello, la relación de pertenencia y filiación presente
en la lírica comunitaria tiene componentes diferentes de los que pudiera
tener una composición lírica proveniente de un contexto de migración
no forzada. En realidad, los flujos migratorios voluntarios, que debaten
varios de los representantes de los estudios culturales, tienen otra caracte-
rización. La alusión a la expulsión —forzada— se aprecia en la expresión
“nos sacaron a precio de guerra”. Esta frase no solo hace referencia a la
situación singular de esta comunidad, sino que ilustra el fenómeno del
desplazamiento forzado en Colombia dentro del marco de una estrate-
gia de guerra, concebida en términos de valor monetario. Respecto a la
situación de la migración involuntaria Ibáñez (2008), Fajardo (2002)
y otros expertos consideran que la relación entre conflicto y desplaza-
miento no es una relación de causa y efecto respectivamente, sino que
en el caso colombiano se da de manera inversa: se crea el desplazamiento
forzado para dar lugar al conflicto y así tener el control de la tierra.2
Incluso la frase “precio de guerra”, escrita por Etni, cantautor pavero,
confirma lo que estos investigadores sugieren sobre la relación inversa al
producirse los desplazamientos forzados como estrategia.
El último verso de la estrofa antes citada expresa un mecanismo de
interacción entre los campesinos y los expulsores. La “humillación”
como acción de degradación y desprecio empieza a dar cuenta de las
relaciones de poder que marcan la disputa, y este aspecto es reiterativo

2. Un excelente estudio sobre la evolución del desplazamiento forzado se puede con-


sultar en César Rodríguez Garavito (2010).
Capítulo v 205

en varios cantos. La asimetría en las relaciones de poder enfrenta al


campesino a la búsqueda de instrumentos de sobrevivencia. Uno de
esos elementos, inherentes a su entorno cultural y que le permite ex-
plicarse su situación de desplazado, se representa a través de la figura
de lo sagrado. No se trata solo de retornar, sino de poder hacerlo para
vincularse esencialmente a lo vital e integrarse a lo mítico-original,
como se recoge en el siguiente fragmento del canto:

Primera estrofa Tercera estrofa

Me puse a contemplar los Dioses Mi Cristo está cumpliendo la promesa


Con ese Dios tan grande que es el de Porque de la tierra, él es dueño también
Israel Aunque estas palmeras tengan mucha
Allí yo pude comprender fuerza
Que él que tiene la fuerza y también Pero no tienen más fuerza
tiene la gloria Que el Dios de Israel.
Es el que profesa Eliud y Misael
(Edwin Torres, “Los dioses de la tierra”)

Significados de lo sagrado

En esta y muchas otras composiciones se observa que, con frecuencia, se


integran los nombres propios de los miembros de la comunidad, como
aparece en el primer fragmento de la primera estrofa. Mencionar en el
canto a Eliud y a Misael, dos líderes de la Asociación de Campesinos
de Buenos Aires (ASOCAB), es una estrategia discursiva empleada para
reafirmar en el relato lírico el profundo significado que tiene la filiación
comunitaria para dicha asociación. Estas dos personalidades profesan
confesiones religiosas diferentes, y, aunque eso podría representar un
obstáculo, no lo es, por el contrario, este hecho se convierte en una
fuente de mayor vinculación para la acción pública de la colectividad.
Por otra parte, se representa un poder que esos personajes reciben
a través de su acervo religioso, lo que se expresa como una conexión
entre quien tiene la fuerza y la gloria, que en el canto es Dios, y los
personajes que están en el compromiso de mostrarse como testimonio
y portan esos mismos atributos. Pero el tema de la fuerza y el poder no
se expresa exclusivamente en un dominio supranatural y humano, y
206 Paisajes sonoros

este es uno de los aspectos que resulta más interesante en la construc-


ción cognitiva y perceptiva de la lírica campesina. Se trata de un poder
expresado por la naturaleza, en el que esta es partícipe del mensaje del
mundo espiritual. Entonces, en este sentido, la fuerza de la naturaleza
no es solamente una percepción sensorial que se manifiesta a través
de la degradación material, sino que se instaura como conocimiento
entre dos entidades: una humana, el campesino, y otra no humana,
la naturaleza. El conocimiento se inscribe en la experiencia plena de
relación actancial expresada en “yo pude comprender”. Ahora tenemos
una tríada —conocimiento, fuerza y poder— que se interconecta de
una forma especial y que relaciona a los dos actantes o personajes de los
cantos, pero siempre se inserta dentro de un dador o creador de quien
emana ese poder. Por ello, el poder se muestra como un estímulo de
acciones armónicas o como una energía que sacude y castiga.
En el pasaje de las estrofas antes citadas, no hay amonestación, pero
más adelante en otros fragmentos, se manifiesta un antagonismo de po-
deres, como se observa en la segunda estrofa. Allí se aprecia también
cómo la fuerza de la divinidad tiene mayor alcance y su poderío se con-
trapone a la fuerza de la planta de palma de aceite, que a su vez se com-
para con la industria palmera. El término las palmeras puede tener una
doble connotación: por un lado, se reconstruye como una metáfora que
representa la incursión del negocio industrial y, por el otro, la planta
misma, cuyo monocultivo ha invadido los territorios comunitarios.
El tema del campesino- tierra es recurrente como motivo de la
composición en diferentes estilos musicales. Jorge Artel (2002), un
poeta de antaño, consigna en sus versos la búsqueda campesina por el
asentamiento. Sus versos están inspirados en las sabanas del Sinú, en
el departamento de Córdoba (la misma Región Atlántica en la que se
encuentra ubicada la comunidad de Las Pavas), y consignan el éxodo
de campesinos a finales del siglo xix tras haber sido expulsados por
franceses y norteamericanos, que habían llegado para establecer encla-
ves y plantaciones de cacao con fines de exportación, como se observa
en el siguiente fragmento:

¿Adónde va el pensamiento
Por tres calles solitarias,
Capítulo v 207

Desde la tienda del pueblo?


¿A la orilla desolada?
Acaso tras el cansancio
Que sobre el río bogaba,
En pos del alto Sinú
Como en pos de una esperanza.
(Jorge Artel, “Asombro jubiloso del Sinú”).3

La poesía de Artel y los cantos de la comunidad de Las Pavas coin-


ciden en retratar la experiencia del habitante rural a través de la trashu-
mancia, ámbito en el que se articula la relación campesino-tierra. Esta
dualidad ha estado presente en la narrativa rural y persiste aún en la
tradición lírica. Sin embargo, existe una diferencia en la construcción
discursiva: en la lírica y la narrativa oral campesina contemporánea,
la fuerza ilocutiva de la reclamación revela la inequidad sistémica. No
solo se expresa un lamento, sino que se construye la afirmación so-
bre la necesidad de transformación estructural. El matiz comunitario
se manifiesta e insiste en contrarrestar los mecanismos que sostienen
las estructuras señoriales, manteniendo relaciones de tierra-jornalero,
tierra-arrendatario y tierra-peón, entre otras. De acuerdo con los plan-
teamientos de Fals Borda (2009), lo que se dio a finales del siglo xviii
fue “una transición de las relaciones sociales de producción colonia-
les (señoriales, esclavistas) a las capitalistas” (68).4 En la lírica reciente
aparece de forma más pronunciada un tono crítico, pero, a su vez, se
incluye en la construcción discursiva el quehacer político y la inclusión
sociopolítica como derroteros para la transformación; concretamente,
se expresa un claro rechazo a la exclusión y el despojo territorial.
En las tres estrofas presentadas previamente encontramos una rela-
ción de fuerzas triangular entre campesino-palmera (agroindustria)-Dios
en la que existen alianzas y disputas. En el lenguaje del manejo del con-
flicto, el término alianza es importante para poder referirse también
a la negociación. Más adelante veremos en qué consisten las alianzas

3. Citado por Fals Borda (2009: 82).


4. Mecanismos como la libertad de vientre, la matrícula, el concierto remunerado y
el concierto forzoso, entre otros, fomentaron la dependencia y la desigualdad. Para
mayor información, consultar Fals Borda (2009).
208 Paisajes sonoros

y qué papel juegan en el marco de la transformación del conflicto. En


el contenido lírico que presenta el fragmento citado, esa alianza se re-
fiere a la idea judeocristiana de la tierra prometida: Dios establece una
alianza con el pueblo. Sin embargo, esa fuerza divina no actúa por sí
sola. Aunque en el canto no se exprese explícitamente, profesar, lo que
hacen Eliud y Misael, líderes de la comunidad, es justamente poner en
práctica ese vínculo entre el campesino y esa instancia superior, Dios,
que los impulsa a continuar la lucha por la tierra prometida.
Si vemos detenidamente la construcción del relato en los cantos,
su retórica recurre poco al uso de las metáforas, el discurso está consti-
tuido en su mayoría por figuras simbólicas que se ocupan de entregar
al oyente un sentido y un significado que va más allá de la semejanza.
Los símbolos se convierten en agentes que reviven atributos de lo sa-
grado, especialmente en lo relacionado a lo mítico-poderoso. Como lo
plantea Ricoeur (2011), “los símbolos tienen raíces. Los símbolos nos
hunden en la sombreada experiencia de lo que es poderoso” (82). En
los cantos la noción de ‘tierra’ aparece como un símbolo que contiene
—como lo llama Ricoeur— un “excedente de sentido”, que está rela-
cionado con la idea fundacional del origen, tanto del inicio como del
final que vuelve al origen. En ese sentido, la tierra como símbolo en el
texto lírico recrea nuevamente esa proposición de experiencia sagrada
que conecta la experiencia campesina con un carácter preverbal. No
se trata de un enlace metafórico que apela a la lógica semántica, sino
de un discurso que trasciende la lógica lingüística y se instaura en la
simbología de lo sagrado. Adicionalmente, a través de la tierra como
símbolo se expresa el resultado de una significación intersubjetiva que
no solo ha tenido lugar en las comunidades en cuestión, sino en la
diacronía campesina colombiana y latinoamericana.

Simbolismos

El simbolismo de lo sagrado se representa en la figura de la tierra,


no como instancia suprema, sino como parte fundamental del engra-
naje de un todo. En las entrevistas realizadas durante mi visita a las
comunidades, se pudo constatar que, para la mayoría de los campesinos
Capítulo v 209

desplazados, la tierra significa el todo: aun cuando en las composicio-


nes se representa como un agente natural y mediador entre un poder
supranatural, los pobladores rurales le atribuyen esa razón absoluta de
su existencia. El nivel de integración campesino-tierra genera vínculos
de filiación casi únicos entre ellos, de tal manera que se recrea una
dialéctica complementaria en la que estos dos agentes se retroalimen-
tan entre sí, casi hasta llegar a ser idénticos. La reivindicación de esa
identificación se expresa en la necesidad que reclaman los campesinos
de poseer sus tierras y de que esos reconocimientos estén respaldados
por procesos legítimos y de legalización de títulos de propiedad. La
situación actual de muchas comunidades campesinas es justamente el
limbo de la no titulación de sus territorios, lo que les impide ejercer la
autodeterminación territorial y tener plenos derechos sobre los terre-
nos. Muy a su pesar, permanece viva la esperanza del campesino por
una situación mejor. La posibilidad de obtener la propiedad legal sobre
los territorios en los que han trabajado y habitado por mucho tiempo
alienta su lucha cotidiana y la realización de sus proyectos en un futuro
próximo, como lo ilustra este canto:

Pero yo no me preocupo
Porque sé que un día es mañana
Viene la peste cogollera
Para la palma africana
Como yo no tengo fuerza
Para hacer una venganza
Se la dejo a Dios del cielo
Que es el dueño de mi alma.
(Edwin Torres, “Algún día es mañana”)

En la representación simbólica están contenidas dos posibilidades del


poder natural: la tierra, en su comprensión mayor, naturaleza, como da-
dora y portadora de vida, pero también con un poder punitivo; es de-
cir, que es la naturaleza en su papel de agente quien recibe la facultad de
sancionar, como se relata en la estrofa anterior, sobre la peste cogollera,
enfermedad que le cae a la palma africana y que atacó duramente los sem-
brados del Chocó, acabando con gran parte de las plantaciones. Estas dos
manifestaciones de la fuerza y el poder son cruciales al tratar de entender
qué conceptos guían los procesos de interacción de las comunidades en
210 Paisajes sonoros

conflicto por la tierra. En esta simbología se asume la sanción como parte


del poderío natural que se vuelve cómplice del campesino desplazado. En
otras palabras, estaríamos refiriéndonos a la venganza como mecanismo
de interacción, pero aquí se trata de un resarcimiento que procede de un
poder superior y emana desde lo sagrado. La misma acción de retornar y
la reterritorialización material de las comunidades desplazadas adquiere en
algunas composiciones un matiz de vindicación. Esto significa que el po-
der sobrenatural que se manifiesta en las entidades naturales se interpreta
como una complicidad que surge de esa unión de binarios campesino-tie-
rra. La naturaleza convoca, favorece y anima la lucha campesina.
Las comunidades campesinas contempladas en este estudio no le
atribuyen a la tierra un estatus de deidad, no establecen una relación
transcendental con la materia natural. Este aspecto se constituye como
una de las diferencias esenciales respecto a la construcción conceptual
entre los agentes naturales y los agentes humanos, pues muchas comu-
nidades indígenas sacralizan y reconocen como deidades a entidades
naturales —o que están habitadas por espíritus o dioses— como las
montañas, los ríos, la tierra y otros elementos de la naturaleza.
Esta introducción sobre las composiciones líricas de la comunidad
Las Pavas ilustra cómo en el potencial figurativo de los pasajes pre-
sentados se consignan algunas de las temáticas de confrontación entre
el campesinado y la agroindustria. A continuación, veremos aspectos
sobre el contexto ambiental, social y político de la zona donde se ubica
la comunidad para poder comprender mejor las características con-
textuales en las que emerge el conflicto. Con apoyo del esquema pro-
puesto al inicio, se hace un diagnóstico del contexto de las disputas en
torno a la producción de palma de aceite en el territorio de Las Pavas.

CONTEXTO LOCAL Y CONFLICTO

Contexto histórico

Las Pavas es quizá uno de los casos de conflicto por tierras en Co-
lombia que ha tenido mayor difusión tanto a nivel nacional como
internacional. Este proceso lleva más de una década sin ser resuelto por
Capítulo v 211

las instituciones pertinentes. En el tiempo que se culmina este escrito,


se publicó el auto del 25 de agosto de 2017 para resolver la solicitud de
medidas cautelares que había solicitado ASOCAB. En ese documento
se confirma que los actos de extinción de dominio se encuentran en
firme y tienen plena ejecutoriedad. Asimismo, se le reconoce la fun-
ción administrativa del caso a la Agencia Nacional de Tierras.
La finca Las Pavas está ubicada en el municipio de San Martín de
Loba, departamento de Bolívar. De acuerdo con Shawn Van (s. p.),
al territorio de San Martín de Loba llegaron los mormones a inicios
del siglo xx para trabajar en agricultura, ganadería y minería. Tiene
una extensión de 2.842 hectáreas y se compone de una agregación
territorial conformada a mediados de la década de los sesenta en la que
se distinguen cuatro predios: Si Dios Quiere (42 ha), No Te Canses
(473 ha), Peñaloza (198 ha) y Las Pavas (471 ha). Esta comunidad
desarrolla uno de los procesos más admirables de construcción de paz
desde hace más de quince años y ha seguido pasos muy consecuentes
en el contexto comunitario por la reivindicación del territorio. La co-
munidad, y, en representación suya, la Asociación de Campesinos de
Buenos Aires (ASOCAB), se ha enfrentado a procesos legales que les
han costado serias amenazas a sus miembros, amenazas que provienen
de diversos actores, tanto grupos armados como otros, no armados.
En ese proceso, el acontecimiento más reciente tiene que ver con la
detención el 10 de noviembre del 2016 de un hombre de los grupos
paramilitares que “dirigió la expulsión y desplazamiento de la comu-
nidad de La Pavas en el año 2003”.5 Este mapa de la hacienda Las Pa-
vas fue realizado por la Clínica Jurídica sobre Derecho y Territorio de
la Pontificia Universidad Javeriana gracias a la información de Efraín
Alvear Olivares, uno de los cantautores y miembro de la comunidad:

5. El artículo, que se reveló justo el 10 de noviembre de 2016, confirma esa informa-


ción. Se puede consultar en el diario Vanguardia: <http://www.vanguardia.com/
colombia/379476-capturan-a-alias-rapidito-por-el-desplazamiento-de-123-fami-
lias-de-las-pavas>.
212 Paisajes sonoros

11. Ubicación geográfica: comunidad Las Pavas


Fuente: página virtual Retorno a Las Pavas
Tomado de Clínica Jurídica sobre Derecho y Territorio
(Pontificia Universidad Javeriana)
Capítulo v 213

La redistribución de tierras se remonta a la década de los años vein-


te, época en la cual los habitantes del corregimiento de Buenos Aires
vivían de las actividades pesquera y maderera principalmente. El flujo
de migraciones que se origina en el interior de los departamentos de
la región, en especial del de Sucre, modificó la ocupación de los po-
bladores, así que la actividad agrícola y la ganadera se convirtieron en
actividades fundamentales para los habitantes de esa región. La pro-
ducción agrícola se concentra en el cultivo de productos tradicionales
de pancoger6 como la yuca, el plátano, la batata, el arroz y el maíz. Los
habitantes de estas zonas han mantenido una cultura anfibia, en tanto
que son habitantes ribereños y agricultores a la vez. En noviembre de
2013, la comunidad Las Pavas fue galardonada con el premio Nacional
de Paz que otorgan el diario El Tiempo, Caracol Radio, Caracol Televi-
sión, Proantioquia, FESCOL y el PNUD.

Características ambientales de la región

La hacienda Las Pavas está ubicada en la depresión Momposina, una


de las áreas de mayor riqueza hídrica en el país. Geográficamente está
situada en la isla de Papayal, que se compone de dos brazos: Río Viejo
y Río Morales, procedentes del río Magdalena. Esta zona es una de las
más cenagosas de la nación y está conformada por tres islas: la isla de
Papayal, la isla de Mompox y la isla de Morales. En toda la depresión
Momposina abundan caños, ciénagas y pantanos, que están interco-
nectados entre sí y comparten torrentes hídricos con los tres ríos que
atraviesan la región: Magdalena, Cauca y San Jorge.

6. Se llaman productos pancoger a los alimentos cultivados tradicionalmente por las


comunidades campesinas y que forman parte de su cultura alimentaria.
214 Paisajes sonoros

12. Cuerpos de agua de la región y los cultivos de palma


Fuente: Clínica Jurídica sobre Derecho y Territorio
(Pontificia Universidad Javeriana)
Capítulo v 215

De acuerdo con un informe realizado por la Comisión Indepen-


diente que fue contratada por Body-Shop y Christian Aid para analizar
las disputas por tierras en el caso de la hacienda Las Pavas (Vargas et al.
2010), Bolívar es el departamento con mayor número de humedales7
si se toma el conjunto de los departamentos del país. Tiene seiscientas
cuarenta y cinco ciénagas con nombre, lo cual corresponde al 34% de
las ciénagas plenamente identificadas de todo el país (mil novecien-
tas).8 Su localización en la parte sur del departamento de Bolívar hace
que sea un área importante de flujo hídrico, ya que está justamente en
la parte baja del río Magdalena. Su conformación sistémica ambiental
es muy variada debido a la riqueza mineral de los suelos, la abundante
cuenca hidrográfica y la gran diversidad de flora y fauna. Estos atribu-
tos ecológicos son de categórica importancia porque convierten a esa
región en una zona estratégica para la sostenibilidad del ecosistema
regional. De acuerdo con los especialistas, en esa área se producen im-
portantes procesos hidrológicos, de filtración y almacenamiento del
agua, así como la reproducción de diferentes especies. Además, la gran
diversidad que posee la región proporciona un aporte esencial para
la formación de nutrientes y sedimentos que actúan contra la conta-
minación del río. Adicionalmente, tiene funciones reguladoras para
evitar inundaciones y mitigar la contaminación por el carbono; tam-
bién contribuye a la formación de su microclima. En otras palabras,
la hacienda Las Pavas se encuentra en una zona vital para proteger al
ecosistema y aportar en términos de sostenibilidad medioambiental al
equilibro del entorno regional.
De acuerdo a estas especificidades regionales, el agua (más que la
tierra) es un elemento esencial para la convivencia de la flora y la fauna,

7. En un estudio sobre los humedales en Colombia publicado en el año 2015 por


el Instituto Humboldt, se hace una evaluación de sus beneficios, incluyendo la
identidad cultural y el sentido de pertenencia que representan. En todas las áreas
estudiadas, los resultados muestran una importancia muy alta en la matriz de
valores (Jaramillo Villa, Cortés-Duque y Flórez-Ayala 2015: 26).
8. Estas cubren una superficie de 113.736 m2 y 3.549 ciénagas sin nombre, corres-
pondientes al 26,6% sin identificar de todo el país (13.334), las cuales cubren una
superficie superior a los 35.000 m2. La depresión Momposina es la parte de mayor
concentración de ciénagas, alcanzando el 80% del área (Vargas et al. 2010: 21).
216 Paisajes sonoros

para las actividades agrícolas y para la misma autorregulación del eco-


sistema. La estructura hídrica determina el funcionamiento de otras
actividades como el sembrado y la pesca artesanal. La isla se encuentra
en un perímetro territorial en el cual convergen varios departamentos,9
lo que hace de ella un lugar estratégico para el intercambio económico.
La composición boscosa es también fundamental en la isla del Papa-
yal: de acuerdo a las estimaciones realizadas por el mismo informe
mencionado anteriormente, es una zona catalogada como un bosque
secundario, y en las extensiones de la hacienda Las Pavas se encuentra
el 30% de su extensión total, de 500 ha. En otro estudio realizado en
el 2008, citado en el informe elaborado por Soler y León (2009),10
los bosques secundarios son zonas escasas de encontrar, caracterizadas
por su alta capacidad de transformación y que actúan como bancos
genéticos in situ con una función altamente reguladora. Otro aspecto
de la composición ecológica de estos bosques son las zonas de rastrojo:
los humedales y la vegetación lacustre son primordiales para la preser-
vación de las funciones reguladoras que se articulan en ese ecosistema
regional. De acuerdo con normas establecidas en el Convenio RAM-
SAR,11 los humedales son espacios de dominio público y, por su gran
importancia en la constitución sistémica ambiental, deben ser zonas
sumamente protegidas y conservadas.12

9. Los límites son los siguientes: hacia el norte, el municipio El Banco, correspon-
diente al departamento de Magdalena; al oriente, Tamalameque, en el departa-
mento de Cesar, y, al occidente, San Martín de Loba, ubicada en el departamento
de Bolívar.
10. Evaluación Ambiental Estratégica del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desa-
rrollo Territorial y el Instituto de Biodiversidad.
11. La Convención sobre los Humedales (Ramsar, Irán, 1971) —llamada Conven-
ción de Ramsar— es un tratado intergubernamental en el que se consagran los
compromisos contraídos por sus países miembros para mantener las características
ecológicas de sus Humedales de Importancia Internacional y planificar su uso
racional y sostenible.
12. El informe sobre impactos ambientales de la expansión de la palma aceitera en el
Magdalena Medio, elaborado en 2009, describe de manera detallada las afectacio-
nes en los ecosistemas en el caso de Las Pavas.
Capítulo v 217

13. Mapa detallado de las características geográficas de Las Pavas


Fuente: página virtual Retorno a Las Pavas. Tomado de Clínica Jurídica
sobre Derecho y Territorio (Pontificia Universidad Javeriana)

Cronología del conflicto

En los años cuarenta los terrenos de la hacienda Las Pavas fueron po-
blados por campesinos que procedían de la región norte de la depre-
sión Momposina. A finales de la década de los setenta, la instancia
gubernamental que se ocupaba de los asuntos agrícolas, el Instituto
Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), llevó a cabo un pro-
ceso de adjudicación de terrenos baldíos cuyos instrumentos de im-
plementación no fueron eficaces en el establecimiento de contratos,
sino que produjeron el efecto contrario. Las tierras fueron adquiridas
por personas ajenas a la comunidad, quienes las destinaron al pastoreo
de ganado vacuno. De acuerdo con el informe final sobre Derecho y
218 Paisajes sonoros

Territorio de 2015, “entre 1966 y 1969, en desarrollo de la ley 135


de 1961, el INCORA titula a pequeños ganaderos foráneos un total
de 1.184 hectáreas de predios baldíos” (Clínica Jurídica: 5). No están
claros los procedimientos realizados ni sobre el manejo del proceso,
así como tampoco por qué razones los cuatro predios nombrados an-
teriormente (Si Dios Quiere, No Te Canses, Peñaloza y Las Pavas) ter-
minaron siendo propiedad de Jesús Emilio Escobar en la década de los
ochenta. Según diversas fuentes, esta persona, considerada el testaferro
de Pablo Escobar, permaneció en los predios y dispuso la vocación del
terreno para la ganadería.
Se impuso entonces la ganadería extensiva en la zona de 1983 a
1993. De acuerdo con la cronología que se presenta en la página vir-
tual que narra la historia de la comunidad, el aparente propietario de
la finca unificó los cuatro predios y compró mejoras en predios veci-
nos. Posteriormente, la isla del Papayal, la zona que rodea los predios,
empezó a convertirse en zona de influencia de la guerrilla Ejército de
Liberación Nacional (ELN). En los inicios de los años noventa, el
entonces propietario abandona los predios de Las Pavas. Este hecho
parece guardar una relación con el desmantelamiento del cartel de Me-
dellín. Sin embargo, desde 1998 se instala un grupo de paramilitares
en el pueblo del Papayal para ejercer el control sobre las poblaciones
aledañas y sus respectivos territorios, sembrando el terror en la región y
asesinando campesinos. Durante el año 2003 se empiezan a presentar
situaciones de amenaza que atemorizan a los pobladores y se les ordena
desalojar los predios, ocasionando un desplazamiento masivo, que es
registrado oficialmente en el municipio del Peñón.
En el año 2005, cuando los paramilitares salen de la zona, ante la
situación de abandono de esos terrenos, la comunidad decide hacer
uso de ellos y retorna a los predios, cultivando cacao y maíz. Además
del desplazamiento de la población, se habían destruido los sembrados
que tenía la comunidad. Para el año 2006, la Asociación de Campe-
sinos de Buenos Aires (ASOCAB) buscó los medios para adquirir le-
galmente los predios y establecer contacto con el supuesto propietario,
pero no tuvo éxito en su propósito. Para ese entonces, esta organización
había crecido y contaba con doscientos miembros, quienes decidieron
emprender una estrategia de recuperación de los predios a través de
Capítulo v 219

un proyecto de producción de maíz y para ello recurrieron a la fi-


nanciación del Fondo para el Financiamiento del Sector Agropecuario
(FINAGRO). Además, esta Asociación creó una filial, la Asociación
de Productores de Cacao (ASOPRODCACAO), para sembrar cacao
certificado en la hacienda. Sin embargo, ni la producción de maíz ni el
sembrado de cacao lograron consolidarse, pues las inundaciones afec-
taron las cosechas. Además, FINAGRO no depositó el segundo reem-
bolso para los insumos necesarios. ASOCAB diseñó un bosquejo de
parcelación a través del reconocimiento del área total que corresponde
a 2678 ha, en las que se parcelan ciento veintinueve predios (como se
ve en la ilustración 15). Tras esta gestión, ASOCAB, en nombre de su
representante legal Misael Payares, radicó una petición de extinción
del derecho de dominio en el año 2007 sobre la hacienda Las Pavas
ante el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (INCODER).13
Jesús Emilio Escobar, supuesto anterior propietario, regresa a
la zona y amenaza a la comunidad; en marzo de 2007, realiza una
compraventa de los predios y estos pasan a manos del consorcio El
Labrador, formado por C. I. San Isidro y C. I. Tequendama (Grupo
Daabon). El consorcio tenía como objetivo los sembrados de palma
de aceite en ese territorio. Hacia finales del año 2008 se confirma que
se han ocupado 70 ha del terreno con sembrados de palma a cargo de
la empresa Aportes San Isidro. En ese mismo año, ASOCAB reclama
formalmente de nuevo la extinción del dominio de los predios ante la
Unidad Nacional de Tierras Rurales. En enero del 2009, los campesi-
nos de Buenos Aires ingresaron al terreno para hacer un reclamo pa-
cífico sobre la usurpación de los territorios, ocupación respaldada por
una carta que envió el INCODER a la alcaldía del Peñón, en la cual
se reconocía la posesión de las familias y se advertía que el proceso de
extinción del dominio se encontraba en curso. El consorcio reaccionó
ante este reclamo y se profirió una orden policiva, de tal manera que la

13. La petición se realizó el 13 de junio del 2006. La ley 160 de 1994 señala que se
puede establecer la extinción del dominio por la no explotación económica. En
este documento se reconoció la posesión de los predios de parte de ciento doce
familias en los predios de Peñaloza y Si Dios Quiere. La comunidad puso una
tutela, que fue registrada bajo la sentencia T267/11.
220 Paisajes sonoros

población fue nuevamente expulsada del territorio. Los representantes


legales de ASOCAB se manifestaron esta vez ante el Parlamento Euro-
peo. Tras repetidos desplazamientos, los campesinos paveros lograron
retornar en el año 2009, pero no pudieron asentarse nuevamente en
sus territorios ni tampoco hacer uso de ellos para la actividad agrícola.
Por esta razón, establecieron cambuches14 —disposiciones en forma de
refugios improvisados— (como se ve en la ilustración 14) contiguos a
la casa de administración de las empresas palmeras. Adicionalmente,
organizaron grupos de relevos para mantenerse en el terreno. En 2010,
INCODER cambió la decisión antes manifestada y declaró nulo el
proceso de extinción del dominio; en consecuencia, decidió iniciar un
nuevo proceso. La comunidad emprendió entonces un retorno pacífi-
co a la hacienda las Pavas en abril de 2011 y desde entonces los hostiga-
mientos se hicieron más intensos. Diferentes episodios, como destruc-
ción de cultivos, quema de ranchos, amenazas y bloqueos en el acceso a
la finca, son frecuentes. En 2012, el INCODER y el Instituto Agustín
Codazzi realizaron una nueva visita de inspección ocular como parte
del procedimiento de clarificación de la propiedad. En septiembre de
ese mismo año, tras varios procedimientos para la resolución de las
disputas, INCODER concluyó que diez de los lotes que son objeto de
disputa entre la empresa Aportes San Isidro y ASOCAB eran baldíos
de la nación con una extensión de 1338 ha.
El proceso de extinción del dominio se reanudó en octubre de
2013. En el marco del mismo, una delegación del INCODER estuvo
a cargo de la inspección ocular en la hacienda Las Pavas. Durante la
evolución de esas disputas surgió una asociación paralela a ASOCAB,
llamada Nuevo Liderazgo Campesino, algunos de cuyos miembros
pertenecían anteriormente a ASOCAB y ahora trabajaban para el con-
sorcio. Al parecer, estas asociaciones paralelas están apoyadas por las
compañías palmeras para desmentir las declaraciones de ASOCAB,
incluso algunas de las personas de esa asociación llegaron a asegurar
que no ha habido desplazamientos. En la siguiente imagen se puede
ver la formación de los ranchos improvisados:

14. El término que aparece en el DRAE es ‘cambucho’, que significa ‘habitación muy
pequeña’.
Capítulo v 221

14. Cambuches fabricados por los miembros de ASOCAB


Fuente: archivo propio de la autora, visita al terreno, febrero de 2012

En una entrevista, uno de los miembros de la comunidad, confir-


mó que, a pesar del último fallo del INCODER, se resolvió la extin-
ción del dominio y se declaró un terreno de más de 1300 ha como
baldíos de la nación. La situación de la comunidad muestra un em-
peoramiento severo debido a la presencia de compañías de seguridad
privada contratadas por la compañía palmera, lo que quiere decir que
hay hombres armados que amenazan a la población. Uno de los líderes
ha tenido que salir del corregimiento por serias amenazas contra su
vida. Las medidas de seguridad que ha proporcionado el Gobierno son
guardaespaldas y chalecos antibalas para los líderes. Esa decisión signi-
fica que se revoca la petición del consorcio y se confirma la validez de
la extinción del dominio de los predios que había adquirido la empresa
a través de las compraventas ilícitas, de manera tal que los miembros
de la comunidad recibieron nuevamente, y de manera formal, el reco-
nocimiento como víctimas del desplazamiento forzado por la Unidad
de Atención y Reparación Integral de Víctimas.
222 Paisajes sonoros

En términos prácticos este reconocimiento se debería haber tradu-


cido en “dar cumplimiento a la sentencia T-267 de 2011 de la Corte
Constitucional” y proceder a la restitución de tierras a la comunidad,
lo que no ha sucedido. Los campesinos se han manifestado a través de
diversos medios: dirigiéndole una carta al entonces presidente, Juan
Manuel Santos, haciendo denuncias en su página web emitiendo co-
municados mediante las organizaciones que los acompañan. El único
reconocimiento al proceso de resistencia pacífica que lleva la comuni-
dad ha sido simbólico: se les ha otorgado un galardón en el año 2013
por la producción del CD Les voy a contar la historia como una de las
mejores producciones musicales.
En esa ocasión varios representantes de la comunidad viajaron a la
capital a hacer la presentación de sus cantos en el marco del Festival
Internacional de Teatro. En un análisis jurídico que realizó Pablo Gó-
mez Pinilla sobre el caso de Las Pavas para su tesis de grado aparece
que “el grupo de Protección de Tierras y Patrimonio de Acción So-
cial, realizó un ejercicio de cartografía social en el cual las familias de
ASOCAB dividieron y delimitaron los predios de la hacienda, según la
forma en la cual se ubicaban las familias, para que estas pudieran (po-
siblemente) ser incluidas en el Registro Único de Predios y Territorios
Abandonados RUPTA” (2014: 8). A continuación, se puede observar
el resultado de ese ejercicio en el mapa que la comunidad realizó con
el acompañamiento institucional de la distribución cartográfica de los
terrenos de Las Pavas:
15. Cartografía general del caso Las Pavas. Fuente: tomado de la Clínica Jurídica sobre Derecho y Territorio
(Pontificia Universidad Javeriana)
224 Paisajes sonoros

El 2 de septiembre de 2017, se le comunica a ASOCAB que se hizo


público el auto “mediante el que se resuelven medidas cautelares que
había solicitado ASOCAB en el proceso de extinción de dominio de
los tres predios en disputa. Queda en manos de la Agencia Nacional de
Tierras el papel de administrar los predios para que no sean ocupados
indebidamente los baldíos por parte de Aportes San Isidro y defender
el derecho de fundamental de retorno para la población desplazada”.15

Actores en disputa

Al pensar en los actores en disputa es preciso preguntarse si el Estado


es uno de ellos. En realidad, en el caso de la hacienda Las Pavas, no
se puede afirmar que sea un agente que esté en litigio con los otros
dos actores. Aunque las actuaciones del Estado han sido ambiguas y
poco eficaces, de acuerdo con el informe de la Clínica Jurídica sobre
Derecho y Territorio, la comunidad “tiene un alto grado de confianza
[…] en la resolución de conflictos por medio de la intervención del
Estado” (Informe Clínica Jurídica: 3). Según ese mismo estudio jurídi-
co realizado por Pablo Gómez Pinilla, el tratamiento que se le dio a la
extinción del dominio mostró serios fallos por parte de los organismos
estatales. INCODER tuvo que reiniciar nuevamente el caso después
de que la fiscal presentara la nulidad del mismo. Esta decisión tenía
implicaciones en el proceso probatorio para la comunidad, pues se
omitía la historia de despojos y de uso de las tierras por parte de los
campesinos; es decir, los procesos jurídicos y legales han sido cuestio-
nados y las diferentes instancias estatales que han asumido la responsa-
bilidad del proceso, en sus diferentes etapas, han optado por dilatar los
procedimientos y hacerlos más engorrosos.
Asociación de Campesinos de Buenos Aires (ASOCAB): a partir
del año 1994, las mujeres del corregimiento de Buenos Aires se orga-
nizan en la Asociación Mujeres en Acción y promueven el sembrado
de diversos productos. Durante el tiempo que pudieron ocupar los
predios, los campesinos del corregimiento trabajaban en los predios y

15. Documento 46699, medidas cautelares


Capítulo v 225

se autoabastecían con los cultivos de pancoger. En 1998 surge la Aso-


ciación de Campesinos de Buenos Aires (ASOCAB) y se llevan a cabo
proyectos agrícolas, así como también de salubridad y organización
comunitaria. Actualmente ASOCAB es la agrupación que representa
el proceso, se ha consolidado y sigue llevando el liderazgo. Se compone
de ciento trece miembros cabeza de familia y un total de cuatrocientas
cincuenta y ocho personas.16
Aportes San Isidro (empresas palmera): esta empresa realiza la com-
praventa de un conjunto de terrenos que había entrado en proceso de
extinción de dominio tras haberse establecido nexos con el propietario
Jesús Emilio Escobar. Aportes San Isidro compra esos terrenos aun sa-
biendo que sobre ellos existía un litigio. La adquisición de los predios
fue un proceso dudoso de compraventa.17 En el transcurso del año
2004, ASOCAB constató que la empresa palmera Aportes San Isidro
realizaba visitas a la hacienda Las Pavas, donde comprobó que los pre-
dios estaban inhabitados y utilizó ese argumento para realizar gestiones
de la compra del sembrado de palma aceitera. Aportes San Isidro forma
parte del consorcio El Labrador junto con C. I. Tequendama, quienes
a su vez participan con el grupo empresarial Daabon. Miembros de las
familias propietarias del grupo empresarial han participado en el cuer-
po directivo de FEDEPALMA. Paradójicamente, el grupo empresarial
Daabon aparece como una de las cincuenta empresas productoras de
aceite de palma más sostenibles a nivel mundial.18

Aspectos de incidencia y repercusión

La población de la hacienda Las Pavas ha estado enfrentada durante


varias décadas a las disputas por la tierra. Los procesos jurídicos en
materia agraria demuestran que el acceso a la tierra es claramente la

16. Datos que provee el informe del año 2015 realizado por la Clínica Jurídica sobre
Derecho y Territorio.
17. Jerez (2002: 210, 211).
18. Para mayor información al respecto, se puede consultar en la página virtual de
Fedepalma: <http://www.web.fedepalma.org/grupo-daabon-recibe-reconocimiento-
mundial>.
226 Paisajes sonoros

temática principal, sin embargo, hay otros temas de conflicto que sub-
yacen en el plano latente: penales, de lavado de activos, de corrupción
en la administración pública, ilegalidad grupos armados, de títulos de
propiedad y de violación de los derechos humanos.

Acceso y usos de la tierra: espacios productivos

Titulación: la titulación de los predios garantiza a las familias campesi-


nas poder cultivar sus territorios, tener el sustento alimentario y volver
a emprender proyectos productivos en la región.
Los cultivos pancoger: la población de Buenos Aires, compuesta
fundamentalmente por campesinos y pescadores, tiene una dependen-
cia directa de los territorios para el abastecimiento y consumo requeri-
do de los alimentos que se producen. La carencia de territorio significa
una reducción significativa sobre el aporte nutricional de los poblado-
res y, por ende, el detrimento de su bienestar.
Las áreas de reserva: la cosmovisión campesina asume como parte
vital de su existencia la convivencia en zonas de recuperación para la
naturaleza en las que se pueden regenerar los suelos que contribuyen
a la fertilidad de las cosechas. Además, las áreas protegidas son indis-
pensables para la supervivencia de la fauna y la flora. La conservación
de los ecosistemas, antes de ser un discurso verde es una necesidad
imperante para el campesinado que trabaja permanente en el agro y ex-
perimenta en su labor diaria los efectos medioambientales que causan
los monocultivos. A esto se le suma el estrés hídrico que ocasionan los
monocultivos: no solo el cambio en el uso de la tierra, sino la densidad
e intensidad de la actividad agraria tienen impactos en la irrigación
de los suelos y en la distribución acuífera de las zonas aledañas a los
cultivos. Los monocultivos como la palma de aceite se convierten en
sembrados perennes que ocasionan fuertes cambios en el comporta-
miento hídrico local y regional.
Capítulo v 227

Vida comunitaria: espacios socioculturales

Disgregación comunitaria: el desplazamiento forzado y violento pro-


duce rupturas importantes en el tejido social y cultural de la comu-
nidad. Los integrantes que forman parte de ASOCAB pertenecen al
corregimiento de Buenos Aires, pero no todos los habitantes del mis-
mo son miembros de la asociación, aunque no solo la participación
en la misma es importante, sino también el apoyo de la comunidad.
Algunos campesinos han sido captados por las empresas palmeras para
trabajar como jornaleros. Las disidencias entre la asociación y la vida
comunitaria afectan gravemente el desarrollo del capital social comu-
nitario y el debilitamiento interno de la comunidad.

Gobernabilidad y cultura

Gestión y manejo de los recursos: impedir el acceso a la tierra y al


manejo de los recursos naturales a través de desplazamientos forza-
dos, hostigamientos, amenazas y otras formas de violencia socava los
espacios de participación, decisión y gestión de los recursos naturales.
Además, se les niega sus derechos como grupo social y se han dado
manejos ilegítimos por parte de las instituciones.

Comunidad El Garzal

MÚSICA Y TERRITORIO

Las composiciones musicales de la comunidad El Garzal surgen de la


adhesión religiosa a la que pertenece una buena parte de su población.
Otros cantos son interpretados por uno de sus habitantes, pero no han
alcanzado tanta difusión intracomunitaria. La producción lírica y la
interpretación musical, en este caso, están en función de la filiación re-
ligiosa en primera instancia. Aunque aparecen también temas sobre el
despojo, la unificación colectiva y la negociación con otros actores, la
228 Paisajes sonoros

intensidad del contenido lírico se dirige al sentimiento religioso, como


se observa en los siguientes fragmentos:

Este gozo que tenemos


Nadie más lo puede dar
Tan sólo mi Jesús Cristo
Porque él sí nos sabe amar.
(Daniel Retamoza, sin título)

Con todas las fuerzas


Que me dan
Quiero gritar para que vivamos felices
Porque tú eres mi seguridad
Mi solución a lo que yo necesite.
(Samuel Mendoza, “Cuán grande eres”)

En estos versos el discurso apologético es predominante, la expe-


riencia de interacción con el mundo que rodea al ser humano emana
de una conexión idílica con Dios. Se puede ver que el regocijo mani-
festado en las expresiones “gozo que nadie más lo puede dar” y “porque
tú eres mi seguridad” excluyen un deslinde entre el sentimiento hu-
mano y la revelación divina. En la representación lírica, la experiencia
de vida guiada por esa conexión mística constituye la fuente principal
de resolución ante las carencias del yo lírico, es decir, la vinculación
creador-ser humano se convierte en el axioma que estructura lo na-
tural-cultural. El espacio interior se impone sobre el exterior, de tal
modo que la comunicación individual con Dios es un puente cataliza-
dor que amortigua la intensidad de los avatares del mundo de afuera,
la conflictividad.

CONTEXTO LOCAL Y CONFLICTO

El Garzal está ubicado en la parte norte de Colombia, departamen-


to de Bolívar, en el municipio de Simití, en la región geográfica del
Magdalena Medio. Su extensión abarca cerca de las 25.000 hectáreas.
La población asentada en este municipio procede de diferentes de-
partamentos, especialmente de la región Atlántica, entre ellos Bolívar,
Capítulo v 229

Cesar, Córdoba y Santander. El asentamiento, desde los años sesenta,


está relacionado con las situaciones de expulsión y violencia por las que
los pobladores abandonaron sus lugares de origen. Durante esa década,
la guerrilla del ELN fue la primera que hizo incursión en esos territo-
rios. Unos años después, también se instaló en el Magdalena Medio
la guerrilla de las FARC, y ambos grupos empezaron a disputarse los
territorios. En los inicios de la colonización de estos territorios, la eco-
nomía de la región estuvo dominada especialmente por la extracción
de maderas para el comercio y la actividad pesquera.
El Garzal es un corregimiento que se compone de trescientas sesen-
ta y siete familias, de acuerdo con los datos proporcionados por Wi-
lliam Plata y Sergio Cáceres (2015), integradas por setecientas ochenta
y ocho personas, que están vinculadas a la Asociación de Productores
Alternativos de Simití (ASPROAS). El corregimiento se compone de
cuatro veredas: Tierra Firme, El Garzal, Belén y Nueva Esperanza, que
en conjunto comprenden una extensión de aproximadamente unas
11.000 hectáreas. Estas comunidades están orientadas esencialmente
a la producción agrícola de maíz, cacao, arroz y plátano, entre otros
sembrados, que constituyen su mayor fuente de abastecimiento.
Los territorios pertenecientes a este corregimiento se han visto
afectados por litigios de tierras que se caracterizan por la interven-
ción de diferentes actores, tanto armados como no armados. Se han
presentado irregularidades que afectan decisivamente el tejido social
y que no están relacionadas solamente con la utilización de tierras o
las repercusiones sobre el subsuelo en términos medioambientales. El
control territorial de los actores armados pone a los habitantes de esta
zona en un inminente riesgo de desplazamiento. De acuerdo con un
estudio realizado por la Defensoría del Pueblo en 2012, en el que se
determina la localización geográfica de riesgo19 y se detectan Sistemas
de Alerta Tempranas, se describe que las poblaciones de los municipios
de San Pablo, Simití y Santa Rosa del Sur están dentro de los posibles
escenarios de riesgo que se diferencian en relación a la ofensiva de los
actores armados.

19. Informe de riesgo número 008-12A.I. Defensoría del Pueblo. Defensoría delegada
para la prevención del riesgo de violaciones a los derechos humanos y DIH.
230 Paisajes sonoros

Uno de los aspectos cruciales del contexto local que caracteriza la


comunidad del Garzal es la confesión religiosa: casi la mitad de sus
habitantes son de filiación católica y la otra mitad, aproximadamente,
pertenecen a una iglesia protestante, la Iglesia Internacional del Evan-
gelio Cuadrangular, de línea pentecostal, cuya aparición en Colombia
se remonta a las décadas de los años cuarenta y cincuenta, cuando se
inician oleadas fuertes de evangelización en Colombia, en los dos San-
tanderes y en otros departamentos del Magdalena Medio.

16. Ubicación geográfica de la comunidad El Garzal


Fuente: tomado del documento Misión mixta de verificación 2011
(SUIPPCOL 2011).
Capítulo v 231

Características ambientales de la región

La región del sur del departamento de Bolívar es una zona de arti-


culación tanto de áreas políticamente establecidas como de áreas que
conforman ecosistemas importantes. Está compuesta por las poblacio-
nes de Cantagallo, San Pablo y Santa Rosa. Las dos regiones Andina
y Caribe se encuentran en esos territorios y en sus límites político-ad-
ministrativos hay cinco departamentos: Santander, Antioquia, Boya-
cá, Bolívar y Cesar. Su ubicación se conoce geográficamente como el
Magdalena Medio. Esta zona cuenta con gran abundancia de recursos
hídricos, puesto que allí se encuentra un importante drenaje natural
hacia el Atlántico y está en articulación con las irrigaciones del río
Magdalena. Se estima que el 40% de los territorios son baldíos de pro-
piedad de la nación y un 60% de ellos está conformado por los nichos
hídricos en los que se sitúan ciénagas y humedales (SUIPPCOL 2011:
2). Sábanas y playones también hacen parte de ese ecosistema, que está
protegido legalmente por la nación.
En una composición de aproximadamente treinta municipios,
Barrancabermeja es la única ciudad reconocida como tal en la región.
El Garzal y Nueva Esperanza son las veredas con mayor extensión de
superficie, mientras las otras dos, Tierra Firme y Belén, tienen menor
extensión y los usos del suelo están compartidos entre la actividad agrí-
cola y la ganadera extensiva. Por otra parte, la configuración sistémica
de esta zona ofrece una gran riqueza en recursos naturales, puesto que
se pueden extraer oro y petróleo, especialmente en la parte de San Lu-
cas, donde se ha comprobado la existencia de reservas del hidrocarburo
que son explotadas de forma rudimentaria y artesanal por los habi-
tantes del lugar y vendidas a compañías multinacionales como Anglo
Gold Ashanti. El comportamiento climático de la región se caracteriza
por altas temperaturas, de más de 30ºC y con altos rangos de hume-
dad. Se localiza en un valle circundado por el río Magdalena, que se
convierte en vía casi exclusiva de acceso al corregimiento.
232 Paisajes sonoros

Cronología del conflicto

Para comprender la historia de la comunidad, es importante tener en


cuenta que, en El Garzal, los predios están organizados de manera tal
que se componen de unidades agrícolas familiares (UAF). De acuerdo
con las estipulaciones del INCODER, una UAF

es la empresa básica de producción agrícola, pecuaria, acuícola o forestal, cuya


extensión permite, con su proyecto productivo y tecnología adecuada, generar
como mínimo dos salarios mínimos legales mensuales vigentes. Además, permite
a la familia remunerar su trabajo y disponer de un capital que contribuya a la
formación de su patrimonio (INCODER: s. p.).

Este mecanismo, introducido en el año 1961 en el marco de la re-


forma agrícola llevada a cabo en el territorio colombiano, ha sido con-
cebido desde un interrogante fundamental: ¿cuánta tierra necesita una
familia campesina para vivir dignamente? En otras palabras, ¿cuánta
porción de tierra debe ser otorgada a una familia en el programa de
titulación? En el caso del Garzal, más de 5.000 hectáreas son terrenos
baldíos y 6.000 corresponden a humedales.20
La población que actualmente forma parte de estas cuatro vere-
das procede de departamentos vecinos o de otras zonas del mismo
departamento. En la década de los años sesenta, habitantes de diversas
poblaciones se asentaron en esa zona a raíz de procesos de desplaza-
miento de sus zonas de origen. Dos décadas después se experimenta
una oleada de violencia y, en la vereda la Nueva Esperanza, se constató
que un hombre llamado Manuel Enrique Barreto había adquirido par-
te de los predios con procedimientos fraudulentos, instaurando una
finca llamada La Carolina. Las tierras se adquirieron a la fuerza, así
que muchos campesinos fueron asesinados si se resistían a su venta. Al
parecer, en esa finca se almacenaba la producción de coca proveniente
de otras partes de los municipios de Santa Rosa y Simití. Hoy en día
está ocupada con 100 hectáreas de sembrados de palma africana. De

20. Caracterización del caso El Garzal (SUIPPCOL 2011).


Capítulo v 233

acuerdo con el informe “Caracterización del caso el Garzal”, del Pro-


grama Suizo para la Promoción de la Paz en Colombia:

La expansión regional de la palma africana, que debe alcanzar el monto en el Mag-


dalena Medio de 200.000 hectáreas para el 2012 según las proyecciones del Minis-
terio de Agricultura, incluye las Sabanas de Simití y por supuesto el corregimiento
El Garzal, áreas que ya han sido identificadas para la implementación del cultivo
según estudios del Observatorio de Paz Integral del Programa de Desarrollo y Paz
del Magdalena Medio (Figueroa 2011: 12).

La utilización de esa finca como almacenamiento de un produc-


to ilícito generó en la población un ambiente de fuerte tensión por-
que no correspondía con las prácticas productivas iniciadas por los
campesinos y porque el uso del territorio no conservaba la vocación
agrícola que les había caracterizado en esa área. Hacia finales de esa
misma década, exactamente en el año 1989, la fuerza pública des-
montó el centro de acopio, que había sido utilizado, hasta entonces,
como sitio de tránsito de la producción de coca. A consecuencia de
esa acción, los predios fueron abandonados por los supuestos propie-
tarios. A inicios de la década de los noventa, la situación no cambió
fundamentalmente, pues el área siguió siendo usada como sitio de
enlace para la movilización de la producción del alcaloide. Todo este
proceso estuvo acompañado de fuertes amenazas a los campesinos y
de la constitución de bloques armados de la paramilicia para controlar
la zona. Hacia finales de los años 90, se da una segunda oleada de vio-
lencia, pues el Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de
Colombia fue comisionada por el supuesto propietario para recobrar
las tierras. Así volvieron también los hostigamientos a los habitantes
del corregimiento con el propósito de expulsarlos de la región. La par-
te sur del departamento de Bolívar ha experimentado una dinámica
agitada y se ha visto enfrentada a diferentes formas de conflicto. Sin
duda, la tierra sigue siendo la causa fundamental de las disputas; la
agroindustria ha transformado sus usos y ha involucrado nuevos acto-
res. El Garzal se sitúa en una especie de corredor topográfico que per-
mite enlazar vías terrestres y fluviales, en las cuales los actores armados
234 Paisajes sonoros

han creado rutas que son utilizadas especialmente para la circulación


de drogas ilícitas.21
En el año 1997 se crea la Asociación de Productores Alternativos
del Simití (ASPROAS), que obtiene representación legal con proyectos
de soberanía alimentaria y solicita la adjudicación de terrenos baldíos.
Ante las amenazas y el miedo a ser expulsados de los campesinos, el
señor Salvador Alcántara, pastor y líder comunitario del Garzal, asu-
mió la vocería y el proceso de resistencia para defender la comunidad y
sus territorios. No fue una decisión propia, él mismo lo relató —en la
entrevista que mantuve con él en el año 2012— como un llamado que
le hizo Dios, que se manifestó en la profunda necesidad que sentía de
entrar a un templo y después iniciar un camino de total compromiso
con su comunidad por la defensa del territorio. La situación en la zona
del Magdalena Medio se tornó más tensa tras el retorno de Manuel E.
Barreto al Garzal, pues su presencia estuvo acompañada por grupos
paramilitares que cometían crímenes, lanzaban amenazas y hostigaban
a la población. En medio de ese ambiente de tensión, la comunidad El
Garzal decidió pedir al Estado la verificación de la propiedad de esos
terrenos y solicitó también la titulación de algunos de los predios que
habían sido ocupados por los campesinos por más de tres décadas. Ese
proceso fue lento y engorroso, y mientras esa verificación se sumía en
una plena parálisis, la situación para la comunidad era de total angus-
tia. El anuncio que hizo Manuel E. Barreto de regresar para obtener sus
tierras contenía una táctica de intimidación con la amenaza del posible
exterminio de la comunidad que habitaba en ellas.
Salvador Alcántara tomó la decisión de hablar con Manuel E. Ba-
rreto, a quien había conocido previamente, con el fin de discutir las
amenazas a la comunidad y persuadirlo para que cesaran. Este encuen-
tro tuvo lugar con el supuesto propietario, quien le propuso a Salvador
Alcántara ocuparse de sus propios beneficios, induciéndolo a obtener

21. La Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito —UNODC por
sus siglas en inglés— lleva una serie anual sobre los registros del censo de cultivos
ilícitos en Colombia. De acuerdo con el último monitoreo de finales del 2012, se
muestra una reducción. Para una información detallada al respecto, véase <http://
www.reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/Colombia_Monitoreo_de_
Cultivos_de_Coca_2012_web.pdf>.
Capítulo v 235

títulos de propiedad para su familia, en tanto el resto de las familias de


la comunidad deberían abandonar los terrenos. La decisión de Salva-
dor fue contundente, no aceptó dichos sobornos y continuó el proceso
comunitario de defensa por el territorio, bajo las más fuertes amenazas
contra su vida, pero con una profundísima convicción de seguir el
camino que le había indicado esa revelación divina. En consecuencia,
convocó a la comunidad a una junta de acción comunal para hablarles
con franqueza sobre la situación en la que se encontraban. Gracias a
su liderazgo y al fortalecimiento a través de los principios religiosos,
animó a la comunidad a resistir pacíficamente y a buscar apoyo de
organizaciones de acompañamiento para poder continuar en el terri-
torio. La comunidad emprendió diferentes acciones de movilización
comunitaria, cuya base fundamental ha sido la fe. En esa búsqueda de
apoyo, contaban con la Iglesia Cuadrangular, de la que hacían parte,
pero esa filiación tal vez no tendría alcance suficiente para proporcio-
narles las herramientas en pro de una resistencia ante actores armados.
Por otra parte, en las actividades económicas, la comunidad participa-
ba de la asociación ASPROAS, que sí sería uno de los vínculos que les
beneficiaría. Salvador contactó también con el Programa de Desarrollo
y Paz del Magdalena Medio y a través de ASPROAS tuvo acceso a
la organización Swissaid, que más adelante le proporcionaría un gran
apoyo en su lucha.
Otra manifestación divina que fue decisiva para asumir su liderazgo
fue la revelación que hizo Dios a través de su esposa en el año 2004.
En una especie de sueño revelador, una voz divina le hizo saber que él
había sido escogido para predicar la palabra de Jesús y para asumir las
riendas de ese proceso comunitario. Unos años atrás, había iniciado
su formación en la Iglesia y por sus cualidades personales se destacó
y fue enviado al Garzal en 1995. En el mensaje se anunciaba previa-
mente la elección de Salvador como pastor, pero también que tendría
la protección de Dios durante su camino, para que no tuviera temor.
Además, le fue revelado que su proceso estaría acompañado por mucha
gente que aparecería de otras partes del mundo para darlo a conocer y
visibilizarlo.
En lo concerniente a la titulación irregular, las comunidades han
realizado trámites de revocatoria de la adjudicación de los predios
236 Paisajes sonoros

otorgados a Manuel Enrique Barreto. Se han adelantado varias


inspecciones judiciales, cuyos procesos no fueron resueltos, sino que
se dilataron y se ignoraron las adjudicaciones de baldíos realizados en
1994 y 1995 por el INCODER. En el año 2006, las Autodefensas
Unidas de Colombia se desmovilizaron y con ello parecía que la fi-
gura de Manuel E. Barreto había desaparecido, pero sus herederos y
sucesores siguieron ejerciendo presión en la comunidad y acusando a
los habitantes del Garzal de ser guerrilleros. En el año 2004, se habían
imputado cargos de posesión a la comunidad El Garzal a través de
demandas a algunos de sus habitantes. Las irregularidades en la titula-
ción muestran cómo los títulos han sido expandidos nominalmente,
aunque el área material no corresponda con la extensión del corregi-
miento. De acuerdo con Alfredo Molano (2012),

la superficie demandada por los Barreto-Esguerra fue aumentando y hoy reclaman


un terreno mucho mayor que el original y que engloba casi todo El Garzal. Más
claro: los linderos del corregimiento se traslapan con los demandados por los te-
rratenientes.

Adicionalmente, en un artículo de prensa titulado “Campesinos,


narcos y humedales”, publicado en 2011, Alfredo Molano, gran inves-
tigador sobre el desplazamiento forzado en Colombia, asegura:

Y mientras ocurrían las amenazas y las masacres, las tierras del corregimiento se
movían. De un momento a otro, Barreto se hizo de los títulos de estos predios.
Títulos que sumados dan más de las 11 mil hectáreas del corregimiento, incluyen-
do incluso las ciénagas, humedales y playones. Hoy El Garzal está dividido en 14
títulos, todos a nombre de la familia Barreto Esguerra.

En el año 2011, el veredicto de un juez de Simití fue la revocación


de las titulaciones que ya habían obtenido los campesinos, adjudicán-
dolas a los familiares del señor Manuel E. Barreto, primero vinculado
a las actividades del narcotráfico y después comandante del paramili-
tarismo. La actuación organizada y estratégica de la comunidad y, sin
duda, el inmenso apoyo de diversos organismos en el ámbito jurídico
tuvo efectos en ese dictamen y logró que, en 2013, el INCODER revo-
cara esa decisión, mientras que de forma simultánea se anunciaba que
Capítulo v 237

la asignación de títulos de propiedad para los campesinos del Garzal


estaba adelantándose en las instancias del INCODER.
Durante mi segunda visita de campo a las comunidades en agosto
de 2013, me encontré en Bogotá con Salvador y me confirmó que tuvo
que abandonar su casa en El Garzal a causa de las amenazas, relacio-
nadas con el hecho de que, en abril de ese mismo año, el INCODER
había realizado una misión de verificación. Sin embargo, Salvador
consideraba exitosa esa visita porque la comunidad logró demostrar
que no eran invasores y se había entregado formalmente la titulación
de predios a sesenta y cuatro familias. Fue una noticia alentadora, aun-
que esa titulación carecía de planos y con ello se dificultaba el registro
en el catastro. Esos trámites de adjudicación ya habían sido expedidos
en 1999 por esa misma institución. No obstante, aún quedan por re-
solver las demás solicitudes de titulación. El acompañamiento de las
diferentes organizaciones tanto nacionales como internacionales le ha
aportado a la comunidad herramientas para actuar jurídicamente y
le ha dado respaldo en el proceso. Por otra parte, el rol de liderazgo
de Salvador siguió puliéndose a través de cursos de formación que le
permitieron desarrollar más habilidades a ese respecto. Se sabe que la
demanda que se le había hecho a la comunidad carece de argumen-
tos que la sustenten. Salvador ha tenido que seguir ausentándose del
Garzal transitoriamente por las amenazas, ya que, aunque tenía guar-
daespaldas, su preocupación era que brindaran protección colectiva a
toda la comunidad.

Actores en disputa

El Garzal ha sido diagnosticado como una zona de alarma de des-


plazamiento. La tensión es latente y creciente en la población. Re-
tomando la historia de décadas atrás, en las que el conflicto por la
tierra se había recrudecido, se puede observar el ambiente de tensión
debido a la restitución y titulación durante ese largo periodo. Para el
presente análisis se retoman principalmente los actores que han estado
involucrados en el conflicto por las tierras y aquellos que tienen una
coparticipación en el mismo.
238 Paisajes sonoros

La comunidad El Garzal está representada a través de la organi-


zación campesina Asociación de Productores Alternativos de Simití
(ASPROAS), establecida desde 1997. De acuerdo con lo expuesto por
el vicepresidente de esa asociación en el marco del seminario interna-
cional “Las configuraciones de los territorios rurales en el siglo xxi.
Eje temático: La reconfiguración productiva de los territorios rura-
les” (2008,22 la Asociación representa diez veredas de Simití y Puerto
Wilches. Según las entrevistas realizadas durante mi visita de campo
en febrero de 2012, los habitantes confirmaron que los primeros ha-
bitantes que poblaron El Garzal fueron ciento diez familias (quince
de ellas eran fundadoras desde la década de los años setenta), pues la
comunidad logró demostrar que no eran invasores y que el supuesto
propietario quería quitarles las tierras. La organización campesina ha
iniciado sus actividades centrándose en el cultivo de plátano y maíz. Su
abastecimiento era fundamentalmente con enfoque regional y alcanza-
ba los trescientos bultos de plátano y las trescientas treinta toneladas de
maíz por cosecha. A causa de las fuertes inundaciones ocurridas duran-
te el año 2004, la producción de estos dos alimentos se redujo conside-
rablemente, ya que para ese tiempo se había introducido el cultivo de
cacao. De acuerdo con el estudio realizado por Plata y Cáceres (2105),
el cacao es el cultivo que más prosperidad ha brindado a la comunidad:

El cacao surgió como una alternativa consistente; por medio de Asproas se soli-
citaron semillas y financiación internacional para este cultivo, con muy buenos
resultados. De esta manera, el cacao de El Garzal ha llegado a ser reconocido como
uno de los mejores de Colombia. (516)

Esta organización agrupa tanto a campesinos como a pescadores,


quienes, según ASPROAS, están interesados en reivindicar la dignidad
del trabajo del campo y al campesino. La asociación está constituida
dentro de la comunidad campesina y pesquera por cuatrocientos se-
senta y cuatro miembros y se organiza en veintitrés comités de muje-
res y doce de hombres. Trabajan en el sembrado de productos como

22. El seminario se realizó por la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la


Universidad Javeriana en Bogotá, Colombia, 26 de marzo de 2008.
Capítulo v 239

el maíz y el cacao y además se ocupan de actividades de agricultura


orgánica, piscicultura, ganadería y cultivo de productos menores. En
ese mismo documento se reconoce en primera instancia el saber y el
conocimiento campesino como base fundamental de la organización y
su funcionamiento: “Nuestras mayores fortalezas están en nuestra pro-
pia gente, nuestros conocimientos, nuestras semillas y los aprendizajes
que hemos ganado.” (ASPROAS). Dentro de sus principales objetivos,
están los siguientes:

Ganar en el manejo y la gestión del territorio y de nuestras formas propias de go-


bierno campesino. 2. Promover y practicar la agroecología y el buen manejo de los
recursos naturales. 3. Estimular la participación, decisión y vinculación de las muje-
res y los jóvenes en los asuntos claves de nuestra sociedad. 4. Fortalecernos institu-
cionalmente para ser una alternativa y un actor de la región. 5. Procurarnos nuestra
seguridad y soberanía alimentaria y contribuir a la economía local. (ASPROAS).

En este proceso, el papel que han tenido las mujeres en la orga-


nización de los proyectos económicos ha sido destacado. Las situa-
ciones de amenaza y vulnerabilidad en la que se encuentran muchas
comunidades exigen que estas tomen las riendas de la casa en todos los
ámbitos, en muchos casos porque sus compañeros han sido víctimas
de la violencia. En el caso del Garzal, las mujeres han asumido un lide-
razgo fundamental para coordinar actividades de comercialización de
los productos, especialmente del cacao. De acuerdo con las entrevistas
que Salvador me concedió para el estudio del año 2015, resalta la im-
portante labor femenina en la sostenibilidad económica de la comuni-
dad. Nidia, la esposa de Salvador, ha liderado una asociación femenina
llamada El Porvenir para contribuir en la adquisición de productos de
mercado. Las mujeres también se han organizado para sacar adelante
una panadería y gestionar proyectos de siembra.
Las empresas palmicultoras, especialmente Yarima SA, que está
ubicada en la parte sur del corregimiento, han ejercido presión sobre
los campesinos para poder adquirir las tierras. Otras, como la compa-
ñía Agricolombia SA, han extendido sus cultivos de palma de aceite en
la zona usando la modalidad del arrendamiento para involucrar a los
campesinos en las actividades de los cultivos de palma de aceite. Esta
compañía ha realizado contratos de usufructo en los que los pobladores
240 Paisajes sonoros

alquilan sus terrenos por treinta años. Esas tierras son reclamadas por
los hijos del supuesto propietario, quienes manejan la compañía Equi-
pos y Soluciones Logísticas y trabajan como contratistas de empresas
petroleras y del Ministerio de Defensa. De acuerdo con los relatos de
la población, otra de las palmicultoras interesadas en los terrenos de las
veredas es Alianza Palmicultora. La compañía La Carolina ha utilizado
métodos de presión y de cohesión que ponen en riesgo la integridad de
las comunidades, es decir, que de forma camuflada, algunas empresas
de la industria palmera han sido utilizadas como medio para desplazar
a las comunidades con métodos aparentemente legales, pero con estra-
tegias de usurpación de tierras.

Aspectos de incidencia y repercusión

La comunidad logró consolidar su cohesión a través de la profunda


fe religiosa y de la estrategia de los cultivos para la subsistencia ali-
mentaria. Lograron tal nivel de unidad que decidieron quedarse en
el territorio a pesar de las amenazas, los hostigamientos e incluso las
presiones para sembrar palma africana en sus territorios y mantuvieron
sigilosamente vigilancia para cuidarse mutuamente.

Acceso y usos de la tierra

Titulación: la titulación de los predios a 278 familias de la comunidad


para poder tener dominio territorial y así continuar con sus actividades
como asociación campesina.
Cultivos pancoger y productividad agrícola: la comunidad del Gar-
zal no ha logrado ser desplazada de sus territorios. Su decidida per-
manencia en la tierra a través del sembrado de diversos cultivos les
permite aún seguir plantando para su sustento.
Preservación de ecosistemas: la ubicación geográfica de la comuni-
dad coincide con la localización de humedales. La población recalca la
importancia de tener en cuenta la composición topográfica de la zona
y de preservar el ecosistema.
Capítulo v 241

Sustentabilidad: en la última década se ha podido observar que los


cultivos de gran extensión con carácter perenne constituyen una fuente
de confrontación entre un discurso sostenible y uno sustentable, pues
el cultivo de este tipo de palma tiene una proyección de décadas. Si
su cultivo sigue invadiendo los terrenos aledaños a la comunidad, sus
miembros pronostican un escenario de esterilidad que afectará a sus
descendientes.23

Gestión local

Asociación y consolidación comunitaria: la oferta que hacen las em-


presas de adherirse como trabajadores o socios pone en riesgo el pro-
yecto de asociación campesina. Algunos ven en ello una retribución
atractiva, y esto puede volverse en contra de los intereses colectivos.
Durante mi primera estadía en la comunidad pude presenciar la
visita de una empresa delegada por una compañía petrolera para deter-
minar si la zona disponía también de recursos naturales como el petró-
leo. Convocó a toda la comunidad del Garzal y les ofreció prebendas
para que permitieran el acceso al terreno para realizar estudios de fac-
tibilidad dentro de sus linderos. La negociación estuvo acompañada
de una presentación sesgada sobre las ventajas que traería para sus ha-
bitantes el yacimiento petrolífero. Ante las inquietudes planteadas por
la comunidad, inquiriendo sobre cuáles serían las implicaciones y sus
derechos en caso de encontrar petróleo, la empresa no tuvo respuesta
alguna: su responsabilidad no cubría estos propósitos y se dispondrían
solamente a explorar la zona. Finalmente, al año siguiente se llevó a
cabo la búsqueda y se le dio a la comunidad un modesto agradecimien-
to monetario.

23. Las dudas sobre lo que pasará con los terrenos después de tres décadas de cultivo
de palma es una preocupación general expresada por los líderes locales y por los
demás habitantes de todas las comunidades.
242 Paisajes sonoros

Gobernabilidad y cultura ecológica

Manejo de recursos naturales: en especial, las cooperativas llevan a


cabo los proyectos de cultivo de cacao para comercializarlos local y
regionalmente, lo que implica poder decidir sobre qué tipo de cultivos
son agroecológicos, cómo pueden desarrollar y consolidar sus sistemas
de producción y estipular colectivamente formas de organización para
el cultivo, la producción y la comercialización de sus cosechas.

Comunidades de las cuencas del Curvaradó


y Jiguamiandó, región del Pacífico colombiano

MÚSICA Y TERRITORIO

“Los cantos deben ser como huellas de la historia, para que los niños
los conserven en su memoria”: fueron las palabras de Erasmo durante
la conversación que sostuvimos en mi visita a la región, en febrero de
2012. He tenido la fortuna de compartir con muchas personas de las
zonas humanitarias sus historias de vida, sus miedos, sus experiencias
y sus inquietudes por la construcción de la paz. Esos diálogos a media
tarde en tierra tropical estaban acompañados de un armonioso sonido,
pero no como acorde agregado o como telón de fondo ameno de la
charla, sino como una melodía impetuosa y reposada a la vez, vestida
de palabras, de cantos y de cuentos que se intercalaban indistintamen-
te en nuestras conversaciones. Estos cantos son conocidos por la co-
munidad, y tal vez por otras poblaciones cercanas, y compuestos como
parte de la vivencia del desarraigo y con la plena esperanza de un re-
torno en condiciones dignas. Muchos son inéditos y algunos otros han
sido divulgados a través de la Comisión Eclesial de Justicia y Paz, que
con mucha dedicación y eficacia ha acompañado a estas comunidades.
En la actualidad diversos procesos comunitarios que viven la re-
cuperación y conservación del medio ambiente apelan a su capital
cultural para transmitirle a las nuevas generaciones las prácticas de
sostenibilidad tradicionales de las comunidades. Ese es el caso de una
Capítulo v 243

comunidad en el consejo comunitario de la cuenca del río Yuruman-


guí, en el Pacífico colombiano, que ha logrado preservar más de 64.000
hectáreas de bosques. Esto se ha logrado gracias a que las comunidades
apelan al uso de tradiciones y costumbres haciendo conscientes los ci-
clos temporales y las actividades de recolección de madera. De acuerdo
a lo relatado por un líder del consejo, el monitoreo en esa zona tiene
una característica específica que lo diferencia de otros sistemas:

Cuando hablamos de monitoreo, estamos hablando primero de la construcción


artística de la defensa del territorio”, […] recordó la erradicación que hicieron de
cultivos ilícitos en 2007, en la que, mediante cantos, generaron la apropiación
de los jóvenes. Aseguró que el activar esa esencia del canto, de lo que son en sus
prácticas y costumbres, ha fortalecido la cultura de cuidado del entorno (Semana
Sostenible 2018a).

Plasmar el dolor de agresiones violentas en la lírica musical es una


forma de reconstruir una experiencia de aflicción a través del canto,
es transmitir el significado del dolor, pero con sensaciones que se des-
lindan del sufrimiento como razón principal de la composición. Eso
es lo que han intentado hacer los diferentes compositores que recons-
truyen a través de la lírica las experiencias de despojo vividas por sus
comunidades. Esto confirma, una vez más, que la lírica que nace en
esos ambientes cumple una función testimonial que contribuye a la
resignificación estética del canto. La representación de la confronta-
ción emerge como un relato que narra un episodio de agresión en el
cual se aprecian las formas de interacción o los mecanismos utilizados
por algunos de los actores. El relato está estructurado en su mayoría en
discursos descriptivos y reflexivos. Se narra el desarrollo de lo sucedido,
pero aquí lo más impactante son los juicios que revela el cantautor,
como se ve en las siguientes estrofas:

El miércoles en la mañana
A las Palomas llegaron
Disparándole a la gente
Sin tenerle compasión (bis)
Y hasta un niño asesinaron
En presencia de la gente.
(E. Cuadrado, sin título)
244 Paisajes sonoros

En el fragmento anterior se pueden identificar dos elementos que se


intercalan: por una parte, está el relato de la acción, con los verbos lle-
garon, atacaron, incursionaron, quemaron, tomaron y asesinaron. Por otra
parte, se evoca la sensación emotiva con los sustantivos remordimiento,
dolor, indignación, perplejidad y reivindicación. La expresión lírica nos
permite acceder a un interludio entre lo íntimo-colectivo y lo exterior a
la comunidad; en estos dos espacios enunciativos se verbalizan emocio-
nes que, en el marco de una negociación, normalmente no manifiestan
las contrapartes. Esta revelación devela las percepciones de un actor con
relación al otro y cumple una doble función discursiva: por una parte,
contribuye al proceso de reflexión del actuar comunitario (o manifesta-
ción de la posición frente a la disputa) y, por otra parte, es una ilustración
sobre cómo se asume, desde la mirada campesina, la agresión misma.

Percepción sobre otros actores

En diversas composiciones se narra la intervención de los demás actores


involucrados en el conflicto, un conjunto de diversos agentes impulsa-
dos por motivaciones compartidas; es decir, se les describe como grupos
que persiguen los mismos intereses: el poder y el control de la tierra y el
territorio. Se hace referencia al sistema capitalista y a las alianzas entre
Gobierno y empresa privada, como se consigna en los siguientes versos:

Por medio de los empresarios


Hemos sido amenazados (bis)
Por esos capitalistas
Y por parte del Estado (bis)

Y nosotros, el campesino
No podemos reclamar
Porque de inmediatamente
Nos vienen a masacrar.
(E. Cuadrado, “La palma”).

Las letras no revelan mucho sobre las motivaciones individuales de


cada actor, sino que dan cuenta de las acciones que estos han causado.
Además, se expresa la necesidad de cuestionar tanto los juicios de valor
Capítulo v 245

como los parámetros de distribución sobre los recursos naturales que


representan esos actores. Especialmente, se hace referencia a aquellos
que tienen mayores mecanismos de poder, como el Estado y las em-
presas. La voz lírica expresa la imposibilidad de pronunciarse ante la
agresión a causa de las retaliaciones por parte de otros actores, como se
veía en la estrofa anterior.
La exuberancia natural en contraste con la incertidumbre ante la
pérdida de su hábitat es una temática recurrente, como se ve en la
siguiente estrofa de música rap:

Ríos, aves, vegetales


Sopla el viento
Se me eriza el cuerpo
Cuando pienso que mañana
Esto será un desierto
Qué será de mi simiente
Protejamos el medio ambiente
Digamos “no más”
A los destrozos de la gente.
(Los Renacientes, “Todos vamos caminando”).

En la primera parte del fragmento, la composición entre ríos, aves


y viento introduce la idea de movimiento libre en el ambiente natu-
ral-rural. Lo etéreo y lo sensorial se confabulan en una dimensión sin
gravitación, indicando un flujo horizontal plano. La sonoridad entra
en el entorno, complementando un paisaje que pareciera ser armó-
nico, pero no lo es, porque la simultaneidad entre razón y sensación
detienen ese fluir a través de la inquietud corporal del yo lírico al eri-
zarse. Se revela allí un antagonismo entre estoicismo y desasosiego y se
recurre a una antítesis para construir una imagen visual que aporta la
perspectiva vertical del espacio, en tanto que se recalca la autoconcien-
cia de la corporalidad humana.
En la segunda parte, es la inquietud del yo lírico la que domina
el contenido textual. Esa intranquilidad se genera por la pérdida del
paisaje armonioso, con su sonido y su cadencia llana. La voz lírica sitúa
la idea del tiempo “mañana” y la posibilidad de encontrarse en un hábi-
tat desértico. Esta noción de desierto, de soledad y de extinción agudiza
la inquietud de su existencia misma: “¿Qué será de mi simiente?”. Ese
246 Paisajes sonoros

interrogante constituye el núcleo temático de todo el canto, no solo en


el verso citado, ya que la “simiente” da cuenta de una simbología dual
de la cultura comunitaria y de la cultura ecológica de los habitantes de
esa región. La semilla dadora de vida debe ser conservada y preserva-
da por su origen ancestral, por ello surge la voz que transita hacia un
nosotros lírico en “digamos no”. Asimismo, esa voz insta a proteger la
simiente y a pronunciarse ante los destrozos de la “gente”, es decir, la
comunidad como portadora de fecundidad.

Percepciones respecto al conflicto

Algunos cantos aluden claramente al conflicto por los territorios, pero


integran la perspectiva histórica y étnica. También hay claras referen-
cias a las pocas respuestas del Estado para resolver las disputas; junto
con ello, se denuncian las prácticas erróneas de un sistema de supues-
ta “transparencia”. En algunos pasajes se manifiestan las percepciones
y las prácticas institucionales que causan fuertes impactos en la clase
campesina, como se ilustra en este pasaje:

Y ahora me pregunto yo
Lleno de remordimiento:
¿Dónde está la transparencia
Del gobierno nacional?
(E. Cuadrado, sin título)

Fija, gobierno corrupto


Lo que hoy día estás haciendo
Con tantos niños ya huérfanos
Que de hambre están muriendo.
(E. Cuadrado “Un 2 de junio”).

Presencia y ausencia: lugar y espacio locales

La narrativa de los cantos hace referencia tanto a las relaciones de po-


der como al ejercicio del poder, como lo hemos visto antes. Las letras
reivindican la comprensión de la práctica cultural desde dos aspectos
Capítulo v 247

importantes: por un lado, se manifiesta la deconstrucción del concepto


de dominación en contraposición a los valores que se han cultivado
en el acervo étnico-comunitario y, por el otro, se recupera el concep-
to de espacio-tierra como parte de la vitalidad local, con atributos de
abundancia y diversidad, en los cuales está implícito el concepto de
autogestión territorial.
El territorio está representado en la lírica como espacio de ausen-
cias, bien sea porque ya no lo habita el campesino afrodescendiente o
porque las actividades extractivistas han degradado el hábitat natural.
Se hace referencia al territorio arrebatado, es decir, a la ausencia del
mismo. Muchas alusiones que encontramos en los cantos están relacio-
nadas con los rasgos que recrean el imaginario rural étnico-campesino:
vida, agua, vitalidad, hábitat y acción pública:

¡Ay! el territorio nuestro


Tiene una riqueza inmensa (bis)
Minerales flora y fauna
Embellecen nuestras cuencas (bis)
De las penas que yo tengo
Algunas les he contado.
(E. Cuadrado, “La palma”)

En esta estrofa, se manifiesta una de las ausencias concretas sobre


lo que requiere el campesino. No hay escasez de recursos naturales,
sino que hay una situación estructural de crisis. Los versos siguientes,
si bien hacen referencia a la “crisis”, no permiten determinar con exac-
titud lo que denota ese término en concreto, pero por el contenido del
canto se puede deducir que su referente es un sistema de ausencias que
le impiden al campesino trabajar la tierra:

Con esta crisis tan dura


¿Dónde iremos a parar?
Aunque vivamos en el campo
No podremos trabajar (bis).
(E. Cuadrado, “El 2 de junio”)

Concebir la palma como cultivo ilegal, como lo vemos en la es-


trofa siguiente, es un acto trasgresor y deliberado de la voz lírica. El
248 Paisajes sonoros

campesino utiliza una formulación impetuosa en su composición para


reivindicar su posición como actor social desfavorecido. A su vez, pone
en tela de juicio el concepto mismo de legitimidad y cuestiona también
la instancia que otorga legalidad a la palma de aceite. Además, el relato
lírico emite un juicio de valor que objeta profundamente los cambios
en el uso de las tierras; es decir, la proposición que subyace en esta es-
trofa cuestiona con vehemencia tanto el cambio drástico de la produc-
ción agrícola campesina como también a los ejecutores de ese cambio.
La siembra de palma como cultivo “maldito” puede aludir tanto a un
castigo o a un elemento perverso en el contexto de la cultura agrícola:

Ellos invitan a empresarios


Que vengan a trabajar
Para que siembren la palma
Viendo que eso es ilegal (bis)
Por esa maldita palma
Nos han venido a matar (bis)
El cultivo de la palma
Es un cultivo ilegal (bis).
(E. Cuadrado, “Ciento veinte muertos”)

Algunos cantos contienen un preámbulo que sitúa primero las in-


teracciones de los actores en contienda y luego da cuenta de la legiti-
midad de la acción comunitaria. En ese esquema narrativo, esta surge
como reacción a la agresión y se sitúa como obra compensatoria en
el marco de las ausencias estructurales que se acumulan en diferentes
niveles. Se encuentran cantos en los que en la primera parte se narra el
mundo circunstancial de privaciones y en la segunda se manifiesta la
interacción de las comunidades, como lo vemos en estos versos:

Por eso los campesinos


Allá fuimos a mochar (bis).

Congregarse para “mochar” (que quiere decir ‘cortar’) parte de la


plantación es una acción que fue llevada a cabo por algunos de los
miembros de las comunidades que emprendieron el retorno para fun-
dar las zonas humanitarias. Se trata de un acto acordado colectiva-
mente para reclamar las tierras usurpadas e instaurar un precedente
Capítulo v 249

para situar la autogestión territorial como parte esencial de la vida


comunitaria. La esencia de esta estética desde lo rural24 revela un uso
del capital cultural mediante el cual se comunica la cosmovisión de lo
colectivo.
La segunda perspectiva de representación del espacio se ilustra como
un universo colectivo conectado a través de múltiples intersecciones.
Esta idea de conexión se contrapone a la de fragmentación. El concep-
to de la relación espacial es análogo a la relación social. Allí la querella
y la denuncia manifiestan la reivindicación de un espacio de participa-
ción inclusivo y en cierta medida se pronuncia ante las relaciones de
poder ancladas en la configuración sistémica de inequidad.
En estas dos nociones de espacialidad antes referidas se combina una
dualidad pendular entre el espacio físico, que está representado por la
tierra, y el espacio ficcionalizado, que es la convivencia armónica en la
tríada tierra-campesino-comunidad. La imagen del lugar físico-material
aparece con mayor intensidad y cobra vida a través de la representación
figurada de las ausencias. Sin embargo, el retorno a la tierra —propó-
sito que persigue la comunidad— aparece con menos frecuencia en
la representación temática de estos cantos. Ese asunto del regreso se
inserta en la temática de la despedida sin partida, que se explicará pos-
teriormente. Sería pertinente explorar muchas otras composiciones de
literatura oral que reconstruyan los contextos del retorno, ya que esto
podría arrojar datos interesantes sobre cómo se articulan esas dos te-
máticas de desplazamiento y regreso a la tierra, así como también qué
simbologías se representan en los textos.

CONTEXTO LOCAL Y CONFLICTO

En el selvático territorio de la zona del Bajo Atrato han convivido por


mucho tiempo comunidades de indígenas, afrodescendientes y ci-
marrones practicando una agricultura poco extensiva, caza y pesca.
Esa zona fue habitada más tarde por campesinos cordobeses, quienes

24. Héctor D. Fernández L’Hoeste analiza “un fenómeno de marcada empatía con el
ser urbano: el llamado ‘rock nacional’ argentino” (1998: 115).
250 Paisajes sonoros

fueron despojados de sus tierras, y por colonos que huyeron a causa


de la violencia política. Estos colonos mestizos, llamados chilapos, se
acogieron a las costumbres de los otros grupos y formaron un entra-
mado pluriétnico en la región. Las comunidades de la región del Pací-
fico colombiano son poblaciones esencialmente ribereñas, cuya vida es
acuática. En los relatos del video La libélula25 un mestizo afirma: “Yo
me siento negro porque verdaderamente, tengo toda la cultura negra”.
La Nueva Esperanza es una pequeñísima población compuesta por
cuarenta y siete familias que se han reasentado en las zonas de la cuenca
de Jiguamiandó, después de una larga historia de despojos, una Zona
Humanitaria en la cuenca del Jiguamiandó, Urabá chocoano, en el
Bajo Atrato (región del Pacífico). Sus habitantes han sufrido más de
catorce desplazamientos masivos a manos de los grupos armados, se-
gún lo revela Erasmo Cuadrado.26 La cuenca comprende una extensión
territorial de 46.530 km2. Es una zona de alta diversidad ecológica y
biogeográfica, considerada bosque húmedo tropical, y ha sido decla-
rada Reserva Forestal en 1957, “para conservación de los suelos de las
aguas y la vida silvestre” (Consejo Nacional de Política Económica y
Social: 6). Un 82,68% de su población se compone de afrodescendien-
tes, el 11,9% son comunidades indígenas (waunanas, emberas, kunas y
calimas) y el 6% restante son mestizos (Vélez et al. 2010: 67).27
Entre 1996-199728 se efectuaron diferentes operaciones militares;
la peor de ellas fue la Operación Génesis, que violentó a la mayor par-
te de la población. Además, las continuas desapariciones, masacres y

25. La libélula es el título de un video que forma parte de los archivos de la Comisión
Intereclesial de Justicia y Paz. El material se me suministro durante las entrevistas
que realicé a los coordinadores y acompañantes de los procesos de resistencia y de
las zonas humanitarias. Archivo de la Comisión.
26. Entrevista concedida por Erasmo Cuadrado (febrero de 2002), cuencas de
Curvaradó y Jiguamiandó (archivo entrevistas: visitas de campo, la autora). Eras-
mo Cuadrado es uno de los líderes de la organización comunal de las zonas huma-
nitarias.
27. La editora del texto es Irene Vélez, pero la investigación fue realizada por diferentes
organizaciones que elaboran el informe sobre llamado Misión Internacional para
la verificación del impacto de los agrocombustibles.
28. Por orden del comandante Rito Alejo del Río durante la administración de Álvaro
Uribe Vélez como gobernador de Antioquia.
Capítulo v 251

desplazamientos forzados dieron origen a más de cinco mil refugiados


en Pavarandó. Entre 1998 y 2001, los pobladores se reagruparon y una
parte de los habitantes emprendió el retorno. Se organizaron en comi-
tés, se establecieron comunidades de paz, y posteriormente se articu-
laron a través de una estructura más sólida, los consejos comunitarios
mayores.29
Durante el año 2001, el clima de violencia se intensificó y las con-
frontaciones entre los grupos armados (guerrilla, paramilitares y ejérci-
to) se recrudecieron. Los testimonios de los desplazados y los informes
de Justicia y Paz señalan que el éxodo de las familias coincidió con la
usurpación de territorios pertenecientes a las comunidades autóctonas.
Sus derechos de propiedad colectiva habían sido ya reconocidos por
el Estado colombiano a través del Instituto Colombiano de Reforma
Agraria (INCORA), “en consideración a lo preceptuado en el artículo
55, numeral T de la Constitución Nacional, la ley 70 de 1993 y el
Decreto 1745 de 1995” (Comisión Intereclesial de Justicia y Paz 2005:
95). De acuerdo con esa ley, se contempla que “en cada comunidad, la
parte de la tierra de la comunidad negra30 destinada a su uso es inalie-
nable, imprescindible e inembargable (artículo III, reconocimiento del
derecho a la propiedad colectiva). El informe “Caracterización de las
tierras rurales”, elaborado por la Agencia Presidencial para la Acción
Social y la Cooperación Internacional (2010), indica que la titulación
colectiva de comunidades negras corresponde a un 4,6% del terri-
torio nacional, cuya área cartográfica es de 5.231.883,31 hectáreas.

29. Los consejos comunitarios son formas de organización de las comunidades. Se


definen como entidad “administrativa interna” […] para “delimitar y asignar áreas
al interior de las tierras adjudicadas, velar por la conservación y preservación de
los derechos de la propiedad colectiva, la preservación de la identidad cultural, el
aprovechamiento y conservación de los recursos naturales, escoger al representante
legal de cada comunidad en tanto persona jurídica y hacer de amigables compone-
dores en los conflictos internos factibles de conciliación” (ley 70 de 1993, capítulo
III, artículo 5).
30. En la Constitución, “comunidad negra” se define como el conjunto de familias
de ascendencia afrocolombiana que poseen una cultura propia, comparten una
historia y tienen las mismas tradiciones y costumbres dentro de la relación cam-
po-poblado, y revelan y conservan una consciencia de identidad que las distingue
de otros grupos étnicos (ley 70 de 1993, capítulo I, artículo 2).
252 Paisajes sonoros

Las comunidades negras cuentan con ciento cincuenta y cinco títulos


colectivos que se localizan en la región del Pacífico, departamentos de
Chocó, Cauca, Valle del Cauca y Nariño (34). A continuación, vemos
en los mapas la ubicación de las zonas humanitarias analizadas en este
estudio:

17. Ubicación geográfica de las zonas humanitarias


Fuente: OCHA

Características ambientales de la región

El área del bajo Atrato es un ecosistema frágil de selva húmeda tropical,


considerado una de las zonas con mayor biodiversidad del mundo. En
algunos estudios se ha detectado que en un metro cuadrado del Cho-
có biogeográfico31 hay mayor variedad biológica que en un kilómetro
cuadrado de un país templado. El clima tropical de la región favorece

31. El Chocó biogeográfico está compuesto por Chocó, Valle del Cauca, Cauca, Nariño
y, en menor proporción, Antioquia.
Capítulo v 253

la confluencia exuberante de agua, luz y aire. Además, su localización,


alejada de las tierras bajas y rodeada por la cordillera de los Andes, le
proporciona una barrera natural a la que se deben sus endemismos. Se
estima que cerca del 25% de las especies de aves, mariposas y plantas
que habitan en el Chocó biogeográfico no se encuentra en ningún otro
lugar del planeta. La alta capacidad de pluviosidad lo convierte en una
de las zonas de mayor reserva hídrica en el mundo.
De acuerdo con recientes investigaciones, esta región presenta el
mayor valor de precipitaciones que se mantiene en una selva lluviosa
tropical (8,494 a 13,670 m3). La cuenca hidrográfica la forman varios
ríos el Atrato, el San Juan y el Patía, entre otros, y se caracteriza por
tener afluentes de corto alcance, pero de corriente intensa. De acuerdo
con el informe “Caracterización de las tierras rurales” (Agencia Presi-
dencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional 2010), la
mayoría del territorio de la región pacífica es Área Protegida de orden
nacional o Reservas (ley 2 de 1959); el 18,32% del total de zonas fo-
restales comparte una fracción de su extensión con las Áreas Protegidas
(38) y el 71,97% de los territorios colectivos se encuentran en esas
zonas de Reserva Forestal (42).

Cronología del conflicto

La dimensión territorial de las áreas respectivas de titulación colecti-


va comprende 43.700 hectáreas en la cuenca del Curvaradó y 54.973
hectáreas en la cuenca de Jiguamiandó. Como se indicó antes, desde
inicios de la segunda mitad de los años noventa, las poblaciones de
la zona empezaron a ser blanco de ataques armados, bombardeos y
otras formas de agresión. En el año 2001, cuando las comunidades
emprendieron un nuevo retorno, encontraron gran parte de sus terri-
torios ocupados con cultivos de palma. De acuerdo con la comisión de
verificación compuesta por el INCODER y la Defensoría del Pueblo,
22.022 ha de los territorios de las dos cuencas fueron invadidas.32 Las

32. Defensoría del Pueblo. Resolución Defensorial N. 39.


254 Paisajes sonoros

empresas palmeras33 efectuaron diferentes tipos de contratos fraudu-


lentos para legitimar sus actividades y utilizaron varios mecanismos
para desplazar a las comunidades de sus territorios. Los habitantes de
estas zonas tenían gran temor de sucumbir en los ataques armados o
de ser víctimas de torturas, casos que ya habían sucedido con algunos
de sus miembros, por ello, vivieron durante largo tiempo en completa
inestabilidad, ocultándose en el monte o trasladándose a otras veredas
cercanas.
Los testimonios que aparecen en el informe “La Tramoya” (Comi-
sión Intereclesial de Justicia y Paz 2005) relatan las incursiones de los
paramilitares y de los militares, quienes acusaban a los campesinos de
ser guerrilleros o de colaborar con ese actor armado. En el año 2000,
una parte de las comunidades logra reagruparse y se organiza en comi-
tés de diferente índole. Aunque no consiguen retornar al territorio, se
mantienen en las proximidades de su región. Además, denuncian los
atropellos a través de comunicados y cartas al Gobierno. Las moviliza-
ciones por causa del desplazamiento tienen lugar principalmente en las
áreas cercanas a las dos cuencas.
Entre los años 1996 y 2001 se presentaron más de doce incursiones
armadas en contra de la población. A finales de 2001, las comunida-
des reúnen pruebas y verificaciones sobre los cultivos de palma en sus
territorios y llevan el caso a la Corte Interamericana de Derechos Hu-
manos (CIDH) para pedir protección. La consolidación comunitaria
se debe a los procesos de organización y resistencia. La formación de la
Asociación de Campesinos del Atrato (ACAT) fue fundamental para
tener cohesión, resistir en los territorios y movilizar diferentes medios
de protección. En el año 2003, la Corte adopta medidas provisiona-
les para las comunidades y se pronuncia ante el Estado colombiano.
Durante esos años de continuos hostigamientos y violencia, tanto por
parte de los actores armados como por parte de las actividades neoex-
tractivistas, la comunidad, con el acompañamiento de Justicia y Paz,

33. Algunas de las empresas que realizan negocios de palma y tienen proyectos de ga-
nadería en la región son Urapalma S.A., Palmas de Curvaradó, Inversiones Fregni
Ochoa, Empresa La Tukeka, Palmera del Curvaradó, Palmadó Ltda. entre otras
(Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, 2005, p. 13).
Capítulo v 255

decide habilitar un espacio de neutralidad para la población civil: las


zonas humanitarias. Tras continuas agresiones de forma consecutiva
en los años 2004, 2005, 2008 y nuevamente en 2010, se dictamina un
pronunciamiento de la CIDH:

En el Derecho Internacional de los Derechos Humanos las medidas provisionales


tienen un carácter no sólo cautelar, en el sentido de que preservan una situación
jurídica, sino fundamentalmente tutelar, por cuanto protegen derechos huma-
nos, en la medida en que buscan evitar daños irreparables a las personas. (Corte
Interamericana de Derechos Humanos 2010: 3)

De acuerdo con el informe sobre la verificación del impacto, Irene


Vélez et al. (2010) señalan que se calcula que el área de territorios
colectivos ocupados con palma equivale a unas 7.000 hectáreas. El
INCODER también había señalado que cerca del 95% de la palma
sembrada en la región se encontraba en territorios colectivos. Ante esta
constatación, la Corte Constitucional de Colombia dictó tres órdenes
judiciales en los años 2009, 2010 y 2011 para garantizar el derecho de
la restitución material de los territorios. El Gobierno había presentado
una resolución en favor de las industrias palmeras que estaban en plei-
to, pero fue revocada por la Notaría de Superintendencia y Registro en
el año 2009. Ya dos años antes, se había iniciado un proceso jurídico
contra algunos empresarios de la industria de palma. Después de va-
rias reclamaciones por usurpación de tierras, falsedad en documentos,
delitos contra el medio ambiente, desplazamientos, amenazas y hosti-
gamientos, la Fiscalía General inició el proceso de investigación 3.856
contra veintitrés empresarios; algunos de ellos fueron encarcelados y
otros fueron investigados por apropiación de los territorios colectivos.
En 2010, el Consejo de Estado volvió a ordenar la expulsión de los
ocupantes de mala fe, como se ha hecho en repetidas ocasiones.34 Aun-
que las arremetidas continuaban, la población resistía en las zonas hu-
manitarias que habían establecido. Según los relatos de los pobladores,

34. En el capítulo III, artículo 15 de la ley 70 de 1993, se establece que las ocupacio-
nes que se realicen por personas no pertenecientes a las comunidades negras en
propiedades colectivas, no darán derecho al interesado, ni tendrán efectos legales
y serán considerados como “poseedor de mala fe” (Ley 70 de 1993).
256 Paisajes sonoros

las fuerzas militares y los paramilitares tienen objetivos muy similares:


expulsar a las poblaciones de sus territorios. El proceso de retorno se
inició en 2006, volviendo a reubicarse en una extensión de 5 hectáreas
cedida por uno de los campesinos —el de mayor antigüedad en la
región— para constituir la primera Zona Humanitaria en Curvaradó.
Los otros pobladores llegaron posteriormente y trabajaron de forma
mancomunada para habilitar zonas de biodiversidad. De acuerdo con
Catherina Bouley y Danilo Rueda (2009), estos espacios surgen como
mecanismos de protección para defender el derecho a la vida y la paz.
Su concepción se funda sobre “el principio humanitario de distinción
entre combatientes y no combatientes y exigen la protección que co-
bija a la población civil cuando se presentan conflictos armados sin
carácter internacional” (15).
A pesar del respaldo de la Comisión Eclesial de Justicia y Paz, la
presencia de organizaciones internacionales y el acompañamiento lo-
cal, los hostigamientos persisten. Además, no se respetan los derechos
humanos y se desatienden las peticiones de las comunidades, tal como
lo confirman la organización Peace Brigades International, que sigue
acompañando las poblaciones en la región. Sin embargo, los pobladores
de las zonas humanitarias continúan resistiendo pacíficamente. En la
actualidad hay ocho zonas humanitarias y más de cincuenta zonas de
biodiversidad. No solamente la agroindustria de la palma ha usurpado
territorios colectivos, también lo ha hecho la industria bananera, a tra-
vés de Banacol.35 Al respecto, Fajardo (2006) considera que se da un
proceso de expropiación territorial que persigue “no solamente contro-
lar la tierra sino también controlar la población” (30).
Un nuevo actor que hace parte de este rompecabezas son las em-
presas de seguridad, integradas por ex miembros de las desarticuladas
Autodefensas Unidas de Colombia. Las poblaciones ya han hecho pú-
blicos los intentos de apropiación de sus tierras para siembra de banano
y señalan que se repite la misma estrategia: las empresas llevan gente de
otros lugares para que ocupen los territorios. En el mes de octubre de

35. Un informe realizado por la FIAN en mayo del 2012 provee información más de-
tallada sobre los acontecimientos respecto a las actividades de Banacol en la zona
de los territorios colectivos (Comisión Intereclesial de Justicia y paz 2012)
Capítulo v 257

2013, los miembros de algunas comunidades se reunieron para discutir


la decisión que tomó el Comité ad hoc en la que se niega a los afromesti-
zos voz y voto en la elección de las directivas de los territorios.36

Actores en disputa

La experiencia de desalojo causó fisuras en el interior de la misma co-


munidad. Algunos de sus miembros, como se mencionó antes, cedie-
ron ante la presión o ante las ofertas de venta o alquiler de la tierra. Es-
tos hechos tuvieron incidencia en los alcances de la titulación colectiva
y complejizaron aún más los escenarios de fragmentación comunitaria
en el conflicto. La figura política representativa de las comunidades
en las zonas humanitarias son los consejos comunitarios mayores y los
consejos comunitarios menores.
Las empresas de la industria de la palma están implicadas directa-
mente en las disputas por la usurpación de terrenos. Los palmicultores
locales han aprovechado la coyuntura de desarticulación comunitaria
o tienen alguna responsabilidad en la segregación en las poblaciones,
ya que utilizaron prebendas y beneficios especiales para tener algunos
miembros a su favor. También han involucrado a grupos ilegales arma-
dos o han camuflado su participación a través de las llamadas empresas
de seguridad para apropiarse de algunas áreas, causar desplazamientos
forzados y ejercer el control sobre parte de los territorios colectivos.
Además, cometieron prevaricación para falsificar documentos públicos.

Aspectos de incidencia y repercusión

Usurpación territorial

Invasión y uso de territorios colectivos: la invasión y el saqueo de los


pobladores y el uso de los terrenos colectivos es una fuerte violación a la

36. Corte Constitucional, sala especial de seguimiento. Sentencia T-025 de 2004, ma-
gistrado presidente: Luis Ernesto Vargas Silva, auto 096 de 2013.
258 Paisajes sonoros

reglamentación de las comunidades negras sobre los títulos colectivos


y su carácter “inalienable, imprescindible e inembargable”, así como el
uso de los territorios para cultivos de palma de aceite cuyos beneficios
son industriales y no comunales.
Aspecto ambiental: se cambia la vocación agraria en los territorios,
la transición de cultivos semestrales a cultivos perennes agota la ferti-
lidad de los suelos, lo que causa erosión y produce una carga hídrica
adicional —estrés hídrico—. La presión de los subsistemas, tanto por
la cantidad de agua requerida como por la cantidad de tierra utilizada,
genera fuertes impactos en los ecosistemas.
Cultivos pancoger los cultivos de pancoger son el fundamento ali-
menticio para las poblaciones. Se trata de cultivos tradicionales que
garantizan su autoabastecimiento y que al desaparecer ponen en riesgo
la existencia de diversas poblaciones.
Cultura ecológica y gobernanza: la usurpación y apropiación de
los territorios lacera las formas de organización tradicionales que han
preservado las comunidades afrodescendientes en el Pacífico colom-
biano. La posibilidad de gestionar y autodeterminar los usos, el mane-
jo y la producción territorial queda anulada y, además, desdibuja las
funciones de las figuras políticas locales, como los consejos mayores y
menores.
Cultura étnica: este aspecto tiene incidencia no solo en las frac-
turas que causa en el tejido social-comunitario, sino también en la
tradición y la cultura étnica. Se violentan las prácticas ancestrales, se
desestructuran los intercambios intra e intercomunitarios y se socavan
las prácticas y los significados de territorialidad que caracterizan a las
culturas afrodescendientes.
CAPÍTULO VI

Manejo del conflicto


Acciones comunitarias, convivencia
y construcción de paz. Análisis
comparativo

Como se ha señalado en el capítulo segundo, los conflictos relaciona-


dos con el medio ambiente se caracterizan por presentar estructuras
complejas debido a que abarcan varias dimensiones. La mayoría de
las veces, dichos conflictos emergen con una apariencia distinta a lo
medioambiental, pero en su núcleo causal aparece siempre la confron-
tación por los recursos naturales. En los casos que aquí se analizan, las
comunidades no están reclamando las ganancias o dividendos de las
actividades productivas de la tierra. Por un lado, los conflictos se dan
en relación con la restitución y la titulación de tierras, lo que entra-
ría dentro del dominio jurídico. Por el otro, las diferencias se dan en
relación a la disposición de uso y autodeterminación de bienes natu-
rales, lo que se encuadraría en el ámbito sociocultural y político. Un
elemento central es que las luchas por la tierra llevan a las comunida-
des a determinar acciones conjuntas que van más allá de reclamar lo
estrictamente material. La tenencia de la tierra es el principal elemento
de confrontación, pero no es el único. El desplazamiento forzado, que
260 Paisajes sonoros

afecta a muchos habitantes rurales, no desplaza solo seres humanos,


sino también culturas, racionalidades comunitarias, formas de organi-
zación, tradiciones, visiones del mundo, formas de convivencia y cons-
trucciones arquetípicas del pasado y del futuro; es decir, con todo ello,
se pone en peligro también la posibilidad de cultivar procesos locales
que han construido las comunidades rurales por la paz.
Si bien los tres casos elegidos para este estudio comparten simili-
tudes en la composición de su perfil comunitario, se puede apreciar
que, respecto a las estrategias usadas para el manejo del conflicto, hay
algunos rasgos singulares. En este capítulo se analizan, de forma com-
parativa, las que ponen en práctica las comunidades afectadas por el
despojo, o ante la amenaza del mismo, ocasionado por la agroindustria
palmera. Se examinan los procedimientos que emplean las comunida-
des para retornar a sus lugares de origen y, asimismo, se estudian los
fundamentos que subyacen en la cultura política, social, ecológica y
económica de estas comunidades y que conforman la base y los funda-
mentos filosóficos de las acciones colectivas.
Ese procedimiento está guiado por la búsqueda de un cambio sis-
temático en el manejo del conflicto enfocado en el caso y no en la
variable.1 Existen dos puntos de partida para observar alternativas en
las relaciones que desencadena un fenómeno en diferentes contextos.
Los dos diseños que se suelen utilizar para la comparación de estudios
de caso son most similar systems y most different systems.2

1. Charles Ragin (1987) distingue entre dos estrategias de comparación: la que se


centra en los casos y la que se enfoca en la variable, es decir, el fenómeno. Este au-
tor propone un método de análisis conocido como qualitative comparative analysis.
Aunque este estudio parte de la búsqueda de la variación a partir de una relación
multicausal, considero que el método sugerido por Ragin no es lo suficientemente
adecuado para este análisis debido a la rigidez de la codificación de las variables:
solo pueden tener dos valores. Esta rigidez no aportaría mucho para analizar la re-
lación de intensidad que alguna de las variables pueda mostrar respecto al manejo
del conflicto.
2. Adam Przworski y Henry Teune, en su libro The Logic of Comparative Social In-
quiry (1970), señalan varios análisis sobre movilidad social y votaciones electorales
(entre otros) que utilizan este diseño e indican que los diseños most similar “se
basan en la idea de que los sistemas que son lo más posiblemente semejantes entre
sí, con respecto a la mayoría de rasgos posibles constituyen el muestreo óptimo
Capítulo vi 261

En nuestro estudio la comparación entre diferencias y similitudes se


realizará a través de dos planos. En primer lugar, el de la realidad contex-
tual, al cual se dedica este capítulo. Allí se identifican las estrategias de
acción de las comunidades, el papel de los intermediarios y las relaciones
de poder estructurales. En segundo lugar, en el plano representado, que
será objeto de análisis del capítulo séptimo, se analizan las composicio-
nes líricas y la representación de las temáticas relacionadas con las dispu-
tas, es decir, los significados y las simbologías contenidos en los cantos.
Metodológicamente es pertinente y necesario realizar esta compa-
ración. Por un lado, porque podemos indagar contenidos explícitos y
subyacentes del conflicto. Por el otro, porque es posible ahondar en la
comprensión de cuáles son los significados más relevantes de la cultura
campesina y comunitaria que pueden revelar las prácticas locales para
manejar el conflicto. Estas reflexiones permiten distinguir qué acciones
se podrían catalogar como mayormente efectivas en la construcción de
la paz y de qué manera se pueden vislumbrar como estrategias con
incidencia en la transformación del conflicto. Si bien la restitución de
tierras es uno de los temas fundamentales en el marco del postconflic-
to, y se ha avanzado mucho en el dominio jurídico dentro del marco
de la justicia transicional, es importante considerar qué otros ámbitos
estarían ligados a un desarrollo apropiado para que la restitución res-
ponda a las necesidades locales. Revisar esos otros ámbitos es una de las
contribuciones que este estudio busca aportar.

Consideraciones preliminares en el contexto


del postconflicto

Indagar cómo perciben y experimentan las comunidades rurales los


desafíos de la confrontación es de vital importancia, por una parte,
porque se hace urgente contemplar qué transferencias y transacciones
tienen lugar en el contexto de las disputas a nivel intracomunitario y
extracomunitario y, por otra parte, porque es ineludible reconocer la

para el análisis comparativo […]. Tanto las similitudes como las diferencias inter-
sistémicas son el centro del estudio de los sistemas más semejantes” (32).
262 Paisajes sonoros

transformación como un proceso de microcambios en la estructura de


confrontación. Además, con el propósito de conocer las culturas campe-
sinas es necesario comprender que, tras una historia de marginalización
de los pobladores rurales en Colombia, se han marginado también su
memoria y sus identidades. Paralelos a los escenarios de guerra, se han
venido cultivando espacios por la paz en el ámbito rural colombiano. El
despojo, como estrategia utilizada por diversos actores, se ha encargado
de silenciar esos procesos o esas culturas de convivencia; sin embargo,
las comunidades han buscado siempre formas creativas para organizarse
y concebir escenarios de vida en común. Esas culturas de convivencia
comunitaria siguen vivas, aunque no hayan tenido voz en el concierto
nacional. Por ello, volcar la mirada hacia ellas para empezar a descubrir
y a recuperar escenarios locales y pacíficos que funcionan a escala micro
brinda la posibilidad de ver con otros lentes pasos efectivos hacia la
transformación del conflicto y la construcción de paz. Quienes usurpan
los territorios quieren comprar y vender no solo las tierras, sino también
ideas, acordes a las estrategias de mercado con aparentes legalidades y en
las que domina una estética mercantil. Las medialidades y los medios
son sumamente proclives a difundir esas estéticas moldeando los ima-
ginarios de progreso y desarrollo que se acomoden a modelos netamente
utilitaristas. En consecuencia, es necesario acceder a otros discursos,
si se quiere, subalternos o alternos. De igual modo, es imprescindible
acceder y conocer estéticas nacientes, emergentes, que muestran las car-
tografías de insostenibilidad y vulnerabilidad que crea el llamado desa-
rrollo. Por ello, es de vital importancia considerar el poder del canto y
de las literaturas orales rurales y visualizar el trabajo de los campesinos,
a quienes las estrategias del mercado neoliberal los están desdibujando
del mapa nacional. En el informe “El campo colombiano: un camino
hacia el bienestar y la paz. Misión para la transformación del campo”
(2015), se formula esa problemática de la siguiente manera:

Por lo general la solución a los conflictos por intereses se basa en sistemas de


poder económico y político, sin tener en cuenta en muchos casos la vocación del
territorio. Este tipo de procesos dan origen a la subutilización y sobreutilización
del suelo y a la generación de condiciones de insostenibilidad del desarrollo de
las actividades tanto rurales como urbanas y en otros casos a situaciones de riesgo
(Departamento Nacional de Planeación 2015: 233).
Capítulo vi 263

La necesidad urgente de reconocer las voces y las huellas de quie-


nes han soportado con tenacidad el despojo nos exige admitir que, en
la praxis rural, existen otras formas y otros modos de relación social,
económica, ecológica y política que emergen desde la comunidad y
las prácticas de convivencia comunitaria. Justamente esos modelos de
los poderes económicos y políticos a los que se refiere la cita anterior
han promovido estrategias neocolonizadoras de extracción. Además, se
han impuesto en el sistema de transacciones políticas y económicas no
solo impidiendo la transformación de los conflictos por la tierra, sino
agudizando esos mismos escenarios. Las graves disputas por la tierra no
pueden ser superadas si se siguen utilizando los mismos mecanismos
para contrarrestarlos: reformas inocuas, participaciones no vinculan-
tes, economías en completa ilegalidad y muchos otros más. En la im-
plementación de dichos mecanismos, no se han contemplado las expe-
riencias ni los conocimientos locales comunitarios, no se han incluido
sus saberes sobre la naturaleza, sobre la administración de los recursos,
sobre agricultura, etc. Conocer esos procesos comunitarios de fondo
en todos sus ámbitos es uno de los primeros pasos para poder entablar
una conversación descolonizadora y auténtica sobre lo que se podría
entender como la paz en el campo. El estudio de Forero, Rodríguez y
León (2015) sobre la agricultura familiar en la altillanura colombiana
muestra diez familias que han recibido terrenos del INCODER y que
han estado trabajando en proyectos a pequeña escala con resultados
económicos muy favorables, como lo expresa el siguiente fragmento:

Los ingresos por hectárea mes oscilan entre $36,922 y $152,467. Esto es aproxi-
madamente entre 3,7 y 15,2 veces lo que obtendrían por arrendar sus tierras a los
agricultores empresariales de la región. A la fecha del estudio, estos agricultores
empresariales principalmente de soya y maíz, pagaban aproximadamente $10,000
pesos por hectárea mes (50).

En el contexto actual de Colombia existen muchas razones por las


cuales se amerita optar por análisis académicos con enfoque de base
o de abajo hacia arriba (bottom-up). Dos de esas razones tienen un
carácter excepcional. La primera corresponde a un proceso social de
reconciliación que se ha venido cultivando desde hace casi un lustro y
que finalmente se cristalizó en las negociaciones y en el Acuerdo Final
264 Paisajes sonoros

de paz que fue refrendado por el Congreso en diciembre de 2016.


Reiterar que es un proceso social de construcción de paz es reconocer
que la sociedad colombiana se ha encaminado hacia la búsqueda de
transformaciones sociales desde diferentes segmentos de la sociedad
—la academia, la escuela, la familia, la Iglesia— y desde muchos otros
ámbitos en donde se teje la vida cotidiana. En este sentido, el Acuerdo,
que actualmente está en el curso de su implementación, brinda un
marco de principios guía que se consignan en el papel, pero que en la
práctica deben ir encontrando espacios, modos y posiciones para que
se hagan efectivas las transformaciones hacia una paz con equidad.
La segunda razón, igual de importante que la anterior, es que exis-
ten formas de determinación comunitaria que deben ser consideradas,
incluidas e implementadas como parte de las prácticas políticas del
intercambio social. Las racionalidades comunitarias y sus fundamen-
tos para administrar la tierra y para relacionarse con el ambiente son
propuestas conceptuales sobre cómo convivir de manera sustentable.

Espacialidad rural

En el contexto colombiano, las relaciones entre el espacio rural y el


espacio urbano se han agravado por la dinámica de la guerra. Los usos
y las formas de distribución de los ámbitos agrarios muestran cada vez
mayores desequilibrios en las relaciones población/territorio. Los pro-
cesos de urbanización y la saturación de las periferias citadinas parecen
ser un fenómeno paralelo a la desolación paulatina del campo. En los
paisajes urbanos, los efectos del desplazamiento forzado exacerban las
condiciones infrahumanas de las poblaciones vulnerables que llegan a
habitar en los sectores con amplios márgenes de pobreza. De acuerdo
con Jesús Bejarano (1998), países como Argentina, Brasil y Ecuador
han necesitado más de tres décadas para reducir los niveles de partici-
pación de la mano de obra agrícola del 50% al 30% en sus economías.
En el caso colombiano, esto ocurrió en el término de dieciocho años.
Es lo que se conoce como desagriculturización del empleo. De acuerdo
con Bejarano (1998), citado por Fajardo (2004): “En 1938 la pobla-
ción rural representaba el 69,1% y en 1951 el 57% pero en 1973 la
Capítulo vi 265

población localizada en los medios rurales había descendido al 40.7%


y en 1993 al 31,0%”, y actualmente, según el Informe detallado de la
Misión para la transformación del campo del 2014, coordinado por
T. Ángel Y G. Llinas para el Departamento Nacional de Planeación,
el 30% de la población colombiana, que en cifras reales corresponde
a cuarenta y siete millones de personas, habita en el campo (2015:
68). En ese mismo Informe, se señala que “de acuerdo con el IGAC,
el índice Gini de la propiedad de la tierra se ha mantenido en niveles
de 0,86 con una ligera tendencia a aumentar y se ve reflejado en que el
63% de los predios del país son microfundios con menos de 3 hectá-
reas (UPRA)” (2015: 241).
Pero ¿qué pasa con la gente que aún permanece en el campo? A
pesar de las grandes tensiones, buena parte de la población rural que
habita en la ciudad (la gran mayoría de ellos en condiciones de des-
plazamiento forzado) quiere regresar a su terruño. De igual manera, la
mayoría de la escasa población que permanece en el campo reivindica
su derecho a la tierra, a la gestión territorial, a la soberanía alimentaria
y a la inclusión en un desarrollo sustentable. Si seguimos las cifras
que nos muestran los movimientos migratorios entre campo-ciudad,
como lo indica Bejarano (1998), podríamos advertir que el grupo so-
cial campesino es una franja cada vez más minoritaria de las sociedades
latinoamericanas y que, en especial en Colombia, tiende a desaparecer.
Orlando Fals Borda (2009) había planteado ya hace algunas dé-
cadas la “descomposición del campesinado”. Esta idea estaba basada
especialmente en una reflexión sobre la tierra y su tenencia en torno
a los mecanismos que se introdujeron a finales de la colonia. En los
últimos treinta años, la clase campesina muestra mayores rasgos de
exclusión social y se ve amenazada por mecanismos de desterritoria-
lización provenientes de distintos actores. Fals Borda indica que su
composición ha estado afectada por diferentes factores, que varían con
mayor o menor intensidad en la historia colombiana. Los megapro-
yectos en áreas rurales, la ganadería extensiva, los cultivos ilícitos y, en
últimas, el control de las áreas rurales han agudizado drásticamente los
procesos de la migración campesina, dando origen al desplazamiento
forzado. Es necesario conocer los procesos de las comunidades que
optan por economías agrícolas de pequeña escala, que, pese a la escasez
266 Paisajes sonoros

de recursos económicos y a la poca asistencia técnica que reciben, de-


sarrollan competencias significativas, como es el caso de familias cam-
pesinas en la altillanura colombiana:

Estas familias han implementado en sus predios sistemas de producción campe-


sina, caracterizada por la baja inversión monetaria y la maximización de la utili-
zación de la mano de obra familiar disponible, el uso de los recursos existentes
en el entorno natural y el intercambio entre vecinos de trabajo, conocimientos y
materiales genéticos (Forero, Rodríguez y León 2015: 25).

Comparación distintiva por roles y causas

El informe “El campo colombiano” (2015) del Departamento Nacio-


nal de Planeación ofrece una tipología de los conflictos por uso de tie-
rras e indica que los llamados proyectos de desarrollo agrario tienen co-
rresponsabilidad en esa situación, como se indica en la siguiente nota:

El segundo tipo de conflicto territorial está relacionado con la definición de priori-


dades para la explotación del territorio, sin tener en cuenta los modelos de territorio
regionales ni la existencia de reglas claras sobre prioridades de uso. Esta situación
genera tensiones sociales entre diversos actores nacionales y locales. Por ejemplo,
la construcción de obras de infraestructura como vías, represas, puertos, desarrollos
agroindustriales, etc. por lo general contrasta con los modelos de territorio definidos
por las comunidades que habitan estos territorios (235) (las cursivas son mías).

En el capítulo IV se hizo referencia en detalle a las estrategias de


promoción que utiliza la industria palmera para acrecentar su negocio.
A continuación, observamos un esquema aproximativo a la propuesta
que hace Bächler (1999) para distinguir qué roles puede adoptar una
misma causa en los actores. En este caso, me detendré de especial ma-
nera a puntualizar las estrategias que utilizan las comunidades rurales
enfrentadas a la problemática de tierras por la agroindustria palme-
ra. Veremos de forma comparativa en la siguiente tabla las categorías
propuestas por Dessler (1994) y reelaboradas por Bächler (1999) para
analizar los aspectos del manejo de conflicto en cuanto a la dinámica y
el contenido. En la primera parte se brindan algunas reflexiones sobre
las categorías que aparecen propuestas en la tabla. Posteriormente, se
Capítulo vi 267

analizarán la interlocución y el diálogo entre actores, las estrategias de


acción y las relaciones de poder estructural, observando el trabajo en
redes. Después se estudiará el contenido del conflicto, haciendo refe-
rencia en concreto a los paradigmas contrapuestos.

Objetivos Razones Desencadenantes* Catalizador Canales


Causa histórica Causa contextual
Las Pavas Asentamiento, — Desplazamiento — Desalojo — Acciones —Red de paz
posesión de forzado por parte del jurídicas
Consolidarse territorios: Consorcio — Asociación
como asociación agricultura local — Acción — Acciones campesina
campesina con para elevar su comunitaria: — Amenazas y públicas local: ASOCAB
titulación territorial. producción permanencia en la hostigamientos
Desarrollar acciones y mejorar hacienda y retornos — Decisiones del
de productividad y su situación — Plantaciones de — Fragmentación INCODER
comercio regional económica palma de aceite comunitaria
— Resignificación
en el arte musical
El Garzal Posesión de — Amenaza de Exigencia y — Cooperativas: — Red de paz
territorios: desplazamientos negociación para producción de
Consolidarse agricultura local y expulsión de las titulación cacao — Asociación
Comunidades campesinas

como comunidad para elevar su tierras campesina


campesina producción — Acciones Regional:
con titulación y mejorar — Reclamación Hostigamientos jurídicas ASPROAS
territorial. Llevar su situación de territorios por y amenazas a la
a cabo actividades económica parte de empresas comunidad y sus — Adhesión a
de producción palmeras líderes la congregación
cooperativa y religiosa local
productiva
Comunidades Hábitat ancestral: — Invasión de A partir de la — Constitución — CAVIDA
de las cuencas identidad étnica los territorios con titulación: de los consejos — Zonas
Jiguamiandó y sembrado de palma desplazamientos y locales humanitarias
Curvaradó de aceite hostigamientos a la — Trabajo en
— Violación de comunidad — Intervención redes
Consolidarse como titulación colectiva de la — Asociación
comunidades Corte de Campesinos
afrocolombianas Constitucional y del Atrato,
y campesinas con La Corte ACAT
derechos sobre Interamericana
su territorio y de Derechos
autogestión local Humanos

— Resignificación
en diferentes tipos
de arte

18. Roles de una misma causa: desplazamiento forzado para producción


de palma de aceite en tres comunidades rurales en Colombia
Fuente: elaboración propia, basado en Baechler (1999)
268 Paisajes sonoros

OBJETIVOS

Restitución y titulación: la titulación de los territorios corresponde al


marco legal. La titulación en los casos de Las Pavas y el Garzal es la
prioridad apremiante, mientras que en las comunidades del Pacífico
lo es la restitución. Reclaman la devolución de los territorios que han
sido invadidos y adquiridos por los empresarios con procesos fraudu-
lentos. Sin embargo, no solo existen irregularidades en cuanto a los
procedimientos de la titulación de tierras, sino que la titulación misma
se ha convertido en un detonante de conflicto, como se observa en el
caso de las comunidades de las cuencas del Pacífico y de El Garzal, que
recibieron en el 2013 algunas titulaciones. De acuerdo con el informe
“Colombia rural. Razones para la esperanza” (uno de los más comple-
tos sobre la distribución de las tierras en Colombia), elaborado por el
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se señala
que la carencia de un sistema de titulación ha estado también influen-
ciada por las burguesías, el tráfico de tierras dentro de la lógica del nar-
cotráfico y por la alta concentración de tierra que existe en Colombia:

El país y los poderes constituidos nunca han optado por una decisión política de
modificar sustancialmente la estructura de tenencia de la tierra. Cuando se han
intentado reformas agrarias redistributivas, la oposición abierta o velada ha estado
presente por parte de gremios y élites agrarias (2011: 207).

El informe presenta una descripción sobre la evolución de la con-


centración de tierra en el país. Además, allí se indica que la consecución
de la paz en Colombia pasa por la solución de conflictos por la tierra
como una condición necesaria pero no suficiente. Como se mencionó
antes, en los procesos de titulación en los que se ha restituido la tierra
a los campesinos se han desencadenado situaciones de mayor tensión
para la población, como en El Garzal. Incluso, en algunos casos, los
habitantes se han visto forzados nuevamente a ausentarse del territorio
por los hostigamientos y las amenazas.
Gestión territorial y autodeterminación: este objetivo correspon-
dería a la gobernanza territorial. Existe una historia de despojo que
ha sido causada por diferentes actores y actividades para controlar los
Capítulo vi 269

territorios colectivos, algunos para cultivos ilícitos y otros para pro-


yectos agroindustriales. Como hemos visto en los tres casos, la gestión
territorial no ha podido darse de hecho: las comunidades que se esta-
blecen en las demarcaciones geográficas específicas han huido de otros
entornos similares. Lograr la gestión y la autodeterminación significa
empoderarse como culturas comunitarias, consolidar prácticas colecti-
vas en diferentes ámbitos, establecer economías productivas y coparti-
cipar en decisiones político-administrativas, en especial las que tienen
que ver con el uso de los recursos naturales.

RAZONES

Desplazamiento y usurpación de territorios: como se aprecia en la ta-


bla anterior, tanto las razones contextuales como las causas históricas
son semejantes en las tres comunidades. Históricamente, el despla-
zamiento de la población rural —ya sea forzado o semiforzado— ha
sido una constante en la historia nacional.3 La usurpación territorial
se da a causa de las irregularidades en la titulación, lo que impide a
las poblaciones ejercer los derechos de propiedad, pero se da incluso
teniendo títulos de propiedad, como en el caso de las comunidades
de las cuencas del Curvaradó y Jiguamiandó. Diferentes autores han
afirmado que el desplazamiento o el despojo es una estrategia para
controlar las tierras. En realidad, muchos de los proyectos agroindus-
triales y extractivos se convierten en cadenas de acaparamiento rural y
se presentan modelos económicos de alta rentabilidad donde la parti-
cipación de las comunidades es irrisoria. Una de las problemáticas es el
espacio temporal que prevén muchos de esos proyectos. En el caso de
la minería, las empresas firman contratos que permiten hasta treinta
años de beneficios para las compañías, de tal manera que no existen
marcos temporales para cambiar el curso de esos proyectos. El caso de
la industria de aceite de palma es similar porque la producción prevé
dividendos recién después de los cinco años y se contemplan cultivos

3. De acuerdo con el informe del PNUD sobre la situación rural en Colombia (ela-
borado en el 2011), esta posee un sistema de catastro sumamente desactualizado.
270 Paisajes sonoros

que permanecen unos veinticinco años produciendo ganancias para


los empresarios.
Negligencia institucional: esta razón tiene incidencias en la inten-
sidad y la duración de las disputas. En los casos de este estudio, las
instancias institucionales han mostrado descuido y han postergado la
resolución y la terminación de los litigios. No se les ha dado curso a
procesos judiciales como el de la extinción de dominio y se han detec-
tado procedimientos irregulares que favorecen a los empresarios y, por
ende, la usurpación de territorios. Se potencia el uso del poder de los
actores con mayores recursos para utilizar la violencia. Se puede ver
en la corresponsabilidad de las instituciones que representan, como
el INCODER, o las amonestaciones que le ha hecho la Corte Inte-
ramericana de Derechos Humanos al Estado colombiano, entre otros
muchos ejemplos.

CANALES

Los canales, como los entienden Bächler y Dessler, son líneas políticas,
sociales, económicas o nacionales. Estos autores indican las causas que
han llevado a que se conformen los grupos (en disputa) existentes. Los
canales de agrupación que son visibles en este estudio se aglutinan en
la filiación, la identidad étnica y la subjetividad campesina.
Identificación étnica: los símbolos y significados de la identidad
étnica están codeterminados por la autodeterminación territorial.
Aunque algunos estudios argumenten que la etnicidad se convierte
en un instrumento para reclamar el dominio territorial, las comuni-
dades afrodescendientes buscan emplazar su identidad como actores
sociopolíticos, ese emplazamiento está materializado en su hábitat: el
territorio.
La religión: un canal para aunarse como agrupación. Se convierte
en un mecanismo de cohesión entre las diferentes confesiones. Mu-
chas de las comunidades campesinas tienen la religión como bastión
para lidiar con las circunstancias del conflicto que los aqueja. En el
caso del Garzal, su pertenencia a la Iglesia Internacional del Evangelio
Cuadrangular ha sido fundamental para que la comunidad lleve a cabo
Capítulo vi 271

acciones de resistencia contra el despojo territorial. En este sentido,


en general, en los estudios sobre el conflicto, su manejo y su transfor-
mación, se subestima la influencia que puede alcanzar la religión en
términos de acción política.
Subjetividad comunitaria: la construcción de una subjetividad co-
munitaria se ve influenciada por dos procesos y figuras de organiza-
ción: por un lado, la asociación campesina, que aparece como ente
aglutinador en todos los casos, y, por el otro, el trabajo en red que lle-
van a cabo las comunidades campesinas de diferentes regiones del país.
Las asociaciones campesinas: las asociaciones no son solamente
agentes que asumen funciones diversas en los ámbitos políticos, socia-
les y económicos, muchas de ellas se han convertido en verdaderos nú-
cleos y focos vertebrales da la cultura de convivencia y de las prácticas
de la equidad. En la dinámica paralela al conflicto, se erigen vigorosas
alternativas por la construcción de la paz que tienen muy poca divul-
gación en los medios. Algunos de ellos son movimientos de obreros,
de mujeres, de artistas, de vendedores ambulantes y de estudiantes.
Respecto a los movimientos campesinos, Héctor Mondragón, en su
ensayo “Movimientos sociales: una alternativa democrática al conflic-
to”, señala que estos movimientos aparecen en Colombia a inicios del
siglo xx a través de organizaciones locales que logran ser apoyadas por
las plataformas políticas y se consolidan a nivel nacional en la Con-
federación Campesina e Indígena, la cual fue aniquilada de 1946 a
1958. Mondragón anota lo siguiente:

Un nuevo proceso de organización campesina ha surgido en las últimas dos déca-


das, pero en medio de la dispersión organizativa. La mayoría de las organizaciones
campesinas, tanto las que conformaban entonces el Consejo Nacional Campesi-
no, como la ANUC y otras de índole regional y/o local, aprobaron el 8 de abril
de 2003, un programa común con los indígenas y afrocolombianos: El Mandato
Agrario, por vida digna, tierra, territorialidad y soberanía alimentaria (2006: 17).

Redes desde la base: las comunidades, no solo campesinas, sino


también afrodescendientes e indígenas, se congregan en un trabajo de
red llamado Red de Iniciativas y Comunidades de Paz desde la Base.
Esa red y sus objetivos reiteran el trabajo de construcción de la paz,
es decir, que coexisten diferentes grupos que trabajan articulados por
272 Paisajes sonoros

motivos sumamente afines. En este caso, podríamos decir que los ca-
nales son motivos de convocatoria local que conforman un supracanal
de expresión e interlocución entre los grupos más débiles para interac-
tuar ante la sociedad civil y los actores armados. Más adelante, en el
apartado “Relaciones de poder estructurales” de este capítulo, veremos
en detalle los roles de las redes en relación a las relaciones de poder
estructural.

DETONANTES

El establecimiento de los monocultivos de la palma de aceite y el des-


plazamiento forzado: los monocultivos de palma aparecen en la casilla
de las causas contextuales. La dimensión de los cultivos y el surgimien-
to de una nueva estructura en la cultura agrícola, centrada en la extrac-
ción, es un detonante que desata nuevos conflictos. Hay dos aspectos
relevantes en relación a las causas contextuales. En primera instancia,
una relación sistémica global agrava la disposición de la distribución
regional económica que caracteriza al país. Esto quiere decir que las
regiones que estaban al servicio de la producción nacional para los
centros desarrollados pasan al servicio de la producción global. Como
se presentó en el capítulo IV, los proyectos agroindustriales tienen una
conexión con las demandas de los países que mayor energía consumen,
que son los que imponen gran parte de las políticas energéticas a nivel
mundial. Con esta dinámica se exacerba la concentración del poder no
solo en términos productivos, sino también financieros y administra-
tivos. En cuanto al espacio productivo, eso significa que determinadas
localidades han sido sobreexplotadas exclusivamente para el mercado
internacional. El Departamento de Planeación Nacional indica que un
estudio realizado por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC)
en el 2012 señala que en el país existe un 13% de tierras con vocación
agrícola que es subutilizada para otros usos, mientras que el 15% del
territorio colombiano es sobreutilizado. Justo en esos desequilibrios de
los usos es en donde mayor conflictividad se presenta.
En segunda instancia, en el plano nacional se distinguen dos ejes:
uno, netamente económico, la inserción de Colombia en el mercado
Capítulo vi 273

global de las oleaginosas, y otro maquillado con la política de seguri-


dad nacional, la consolidación como proyecto agrario para combatir
la erradicación de cultivos ilícitos, que empezó a ser impulsado en la
administración de Álvaro Uribe (2002-2010). Rangel, Ramírez y Be-
tancourt (2009) señalan al respecto que “la nueva etapa de cultivo de
la palma africana empieza en 2002 con las políticas de sustitución de
cultivos ilícitos, implementadas por el Gobierno nacional de la región
(zona Central) a través del Plan Colombia” (60).4 En realidad, ese plan
fue fallido, porque su efecto en la reducción de cultivos ilícitos no mos-
tró resultados significativos. En la mayoría de las regiones se pueden
encontrar ejemplos en los cuales la sustitución de estos por cultivos de
palma desencadena confrontaciones adicionales y, además, exacerba las
brechas de desigualdad en la distribución territorial. Entre otros, está el
caso de los Montes de María. Como lo señalan Bouley y Rueda:

El “desarrollo” del campo en este caso consiste en reemplazar los pequeños cam-
pesinos que resultan improductivos para la lógica del mercado global por “empre-
sarios” del campo, o sea grandes empresas que manejan plantaciones extensivas
de monocultivo a las cuales la población campesina se habrá de vincular como
obreros del campo (2009: 7).

Existen experiencias interesantes e innovadoras en algunas de las


zonas de mayor conflictividad, entre otras por la presencia de cultivos
ilícitos, como es la región de Tumaco. Los consejos comunitarios de
algunas de las poblaciones de Tumaco, como Alto Mira y Frontea, han
iniciado proyectos de sustitución con cultivos tradicionales como el
cacao, el coco y el plátano. Los líderes ambientalistas y sociales han
impulsado esas iniciativas, que han derivado en economías productivas
con un efecto positivo también en la conservación del medio ambien-
te. Esos proyectos están apoyados por el Programa Nacional Integral
de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS) del gobierno. Estos
modelos de producción son diferentes al modelo de la cadena de valor

4. El Plan Colombia fue un programa cuya apariencia mostraba un proyecto de desa-


rrollo para el país, pero en realidad su orientación estuvo basada en la lucha contra
el narcotráfico, desafortunadamente, sin una verdadera propuesta de desarrollo
rural.
274 Paisajes sonoros

que caracteriza al cultivo de palma de aceite a larga escala. Por otra


parte, al darle vía a los cultivos tradicionales, se activan posibilidades
que fortalecen las culturas agrícola regionales y tienen efectos en el
bienestar familiar y comunitario.

Modalidades de ingreso de la industria palmera


a nivel local

En el caso específico de la región geográfica del Magdalena Medio, en


donde están ubicadas las comunidades Las Pavas y El Garzal, se dan
características muy similares de la incursión de la industria de palma
de aceite: ninguna de las dos comunidades quiere involucrarse en el
negocio de la agroindustria de palma. La incursión de la palma en el
municipio de Simití es posterior a los sembrados de cultivos ilícitos y
se pueden distinguir tres procedimientos simultáneos y diferentes, de
acuerdo con Astrid Álvarez y Fernando Castrillón (2007):

— La modalidad que vinculó a las familias campesinas en el proceso de sembrado.


— La modalidad que vinculó a los pequeños y medianos agricultores en el cultivo
de la palma.
— La modalidad que implantó la palma como un cultivo a gran escala, aprove-
chando para ello, los contextos de violencia y las diferentes formas de desplaza-
miento. (84)

Estas tres modalidades se han ido adoptando en la región —y tam-


bién en diversas zonas del país— y son parte de las estrategias utiliza-
das por los consorcios palmeros. La vinculación de los campesinos y
los pescadores con las actividades de cultivo se hace desde el concepto
de arrendatarios de tierras, prestadores de servicios y como asalariados.
Los procesos de implantación de monocultivos de palma —a menor o
mayor escala— han influido de manera drástica sobre los patrones de
la cultura local. Algunos de los aspectos que señalan Álvarez y Castri-
llón (2007) sobre la expansión de la palma en Simití son los siguientes:
Capítulo vi 275

— Seis de cada diez familias no tiene tierra. El caso más extremo se presentó en
Ánimas, población en la que el 90% de sus habitantes quedaron sin acceso a la
tierra.
— Del 40% de los habitantes que poseen tierra, sólo el 15% de ellos tiene una
titulación que los acredite como propietarios.
— De ese mismo 40%, solamente un 29% cuenta con una extensión de tierra
suficiente para realizar los sembrados, es decir 37 hectáreas.
— De las familias que tienen acceso a la tierra, el promedio por familia es de 8.4
hectáreas lo que indica que es una cantidad menor a la que necesita una familia
para sobrevivir dignamente (86).

De acuerdo con los relatos de los campesinos, el sembrado de dos


tipos de palma en la región, la palma mangué y la palma amarga, había
formado parte de los cultivos utilizados para los bienes de consumo:
eran utilizadas especialmente para la construcción de los techos de
las casas. Ninguno de esos otros tipos de palma ha sido contemplado
para el cultivo ni tomado en cuenta por los gremios que promueven
la industria de palma de aceite en Colombia para conservar la cultura
agrícola de las regiones.
En la zona del Pacífico colombiano, en donde se ubican las cuencas
del Curvaradó y Jiguamiandó, el ingreso del agronegocio estuvo vin-
culado a la utilización de territorios colectivos, aun teniendo estas su-
perficies carácter “inalienable, imprescindible e inembargable”, como
se estipula en la Constitución colombiana de 1991. El ingreso de la
palma como monocultivo ocurre durante la última década de los años
noventa; en la apropiación de los territorios para realizar proyectos de
agricultura industrial de palma de aceite se distinguen varias modali-
dades:

— Compraventa de mejoras: las empresas le compraron las tierras a personas par-


ticulares que alegan la ocupación de los territorios antes de la expedición de la
titulación.
— Contratos de usufructo: las empresas realizaron contratos con personas que
actúan en nombre de varios consejos comunitarios, pero que no los representan
legalmente.
— Actas de compromiso: Las empresas han firmado actas de compromiso con
miembros de las comunidades sin autorización de la Asamblea; es decir, eran
miembros de la comunidad sin tener las facultades jurídicas.
276 Paisajes sonoros

Siendo la vocación agrícola de esta región especialmente la de las


palmas, la industria palmicultora ha optado exclusivamente por el
monocultivo del tipo palma africana, desconociendo otros tipos que
crecen tradicionalmente en la región Pacífica y la variedad de usos que
les dan los pobladores locales, así como lo documentan R. Bernal y G.
Galeano:

Una gran parte de la vida del hombre del Pacífico está ligada a las palmas. Al
igual que en otras áreas del trópico, las palmas cubren numerosas necesidades de
la vida diaria, que incluyen alimento, vivienda, herramientas, utensilios, juguetes
y adornos. Otras especies están ligadas a las ceremonias y otras más hacen parte
de la mitología. Por lo menos, cuarenta y seis de las ciento seis especies de palmas
del Pacífico tienen algún uso reconocido y algunas de ellas tienen gran potencial
económico. Ningún otro grupo de plantas presta al hombre tantos y tan diversos
servicios como las palmas (1993: 229).5

Composición de actores

En la siguiente figura se puede observar la composición de los actores6


y los grupos en su interior. Esa primera distinción nos permite acercar-
nos al potencial participativo de los actores en la estructura del conflic-
to. Allí se muestran dos tipos de relación: la primera, directa, actores
en confrontación; la segunda, indirecta, actores que guardan un nexo
por las alianzas o por su interacción en el conflicto.

5. Se puede encontrar también al mismo documento en el siguiente enlace: <https://


www.academia.edu/11569202/Las_palmas_del_and%C3%A9n_Pac%C3%AD-
fico>.
6. Aunque en el lenguaje del análisis del conflicto se llaman actores, es necesario en-
tender que las instancias involucradas en una disputa se transforman, se articulan
y desarticulan de acuerdo con la constelación de acciones que se dé en la marcha.
Algunos académicos como Röling y Wagemakers (1998) prefieren utilizar el tér-
mino interesados, porque esa denominación integra una amplia gama de personas
naturales, jurídicas, individuales o colectivas.
Capítulo vi 277

19. Relación de actores en el conflicto


Fuente: elaboración propia

ACTORES INVOLUCRADOS DE FORMA DIRECTA

Asociaciones campesinas: la estrategia que utilizan las comunidades se


orienta, en primer lugar, a organizarse como una agrupación rural. En
el caso de la comunidad de Las Pavas, el mantenerse en la asociación
campesina ASOCAB es un mecanismo dentro del cual existen funcio-
nes regulatorias y normativas. Está creada en el ámbito rural, que ha
dotado de sentido la lucha campesina en comunidad. La institucio-
nalización de la actividad campesina y su constitución como persona
jurídica será de vital importancia tanto en la acción intracomunitaria
como en la interacción e interlocución con los actores en disputa.
La constitución y el empoderamiento a través de una asociación
campesina se observa especialmente en dos comunidades. En el
caso del Garzal, la aglutinación de las poblaciones se da en torno a
la constitución de una cooperativa que cultiva y comercializa cacao.
278 Paisajes sonoros

La adherencia a la Iglesia pentecostal influye notablemente en la ac-


ción social, pero en términos de representatividad es la Asociación de
Productores Alternativos de Simití (ASPROAS) el núcleo organizativo
regional. En las conversaciones con uno de los líderes del Garzal, este
expresaba tres elementos que han sido definitivos en la permanencia
en el territorio: “La fe, la visibilización, acompañamiento y el cultivo
de cacao coordinado a través de la cooperativa”.7
En el caso de las comunidades de las cuencas de Curvaradó y Ji-
guamiandó, si bien la Asociación de Campesinos del Atrato es una
estructura que animó y motivó el retorno a los territorios, la consti-
tución oficial se da a través de la figura de los consejos comunitarios,
divididos en consejos mayores y consejos menores. La constitución de
las zonas humanitarias y zonas de biodiversidad tiene una incidencia
en la deconstrucción discursiva sobre el derecho a la tierra, los bienes
y los recursos naturales. Además, estas son dos figuras que incorporan
estratégicamente elementos jurídicos del Estado en defensa por la cos-
mología y la cultura de los pueblos ancestrales que habitan en la región
de estas cuencas.
Compañías palmeras: por compañías palmeras debe entenderse las
empresas que operan en los predios que habían estado en litigio pre-
viamente y de los cuales hacen uso para cultivar palma. En algunos
casos se trata de representación de consorcios y en otros de compañías
independientes que pertenecen al gremio palmicultor y que pueden ser
medianas o grandes. A este respecto, es importante tener presente que
las que realizan la producción de la palma de aceite están asociadas en
el gremio FEDEPALMA. Los nexos corporativos de los miembros se
determinan en mayor medida por el beneficio empresarial que el gre-
mio les brinda; más específicamente, se trata de una plataforma para
la comercialización y exportación de los productos que se extraen de la
palma. De acuerdo con las descripciones de FEDEPALMA, estos son
los motivos de su existencia:

Apoyar a los palmicultores en la defensa de sus intereses y el logro de la competi-


tividad de una agroindustria de una oleaginosa que transforma la calidad de vida

7. Archivo de entrevistas realizadas por la autora en las visitas de campo.


Capítulo vi 279

de las comunidades que la acogen y promueve el progreso y el bienestar. Repre-


senta fielmente los intereses de sus asociados como es su papel irrenunciable, y
está orientado a satisfacer sus necesidades inclusive más allá de sus expectativas
(Fedepalma).8

En cada uno de los tres casos, el conflicto se ha presentado con


las compañías palmeras que tienen interés en las tierras que habían
sido ocupadas o con compañías que han ocupado territorios de las
comunidades campesinas para extender su actividad agroindustrial. En
los perfiles de las empresas o de los empresarios hay también algunas
diferencias en relación a sus características. En el caso de la comunidad
de Las Pavas se trata del consorcio El Labrador y la empresa Aportes
San Isidro (que forman parte del grupo Daabon), la cual adquirió los
predios de propiedades supuestamente privadas con procedimientos
poco claros. En la compraventa que se realizó con Jesús Emilio Escobar
se adquirieron cuatro terrenos definidos, como se mostró en la crono-
logía del caso, en el capítulo V. En el caso de las zonas humanitarias, la
empresa Urapalma SA se apropió del territorio colectivo perteneciente,
por orden legal, a las comunidades. En el caso de la comunidad El
Garzal, se trata de la compañía Equipos y Soluciones Logísticas, que,
de acuerdo con los reportajes de Alfredo Molano, les pertenece a fami-
liares o a los hijos del presunto propietario Manuel Enrique Barreto.9
Aunque no todas las empresas de la industria palmera en Colom-
bia están involucradas en conflictos de tierra, las reclamaciones desde
diferentes zonas del país salen cada vez más a la luz pública. El despojo
lo denuncian también otras poblaciones, uno en la zona atlántica (el
caso de Montes de María) y otro en la zona sur-occidental, región
del Pacífico (Tumaco y poblaciones de Bajo Mira y Alto Mira). De
acuerdo con Sergio Coronado y Cristina Dietz (2013), en la zona at-
lántica las alianzas estratégicas que promueven las compañías utilizan

8. Este fragmento aparece en la página de Fedepalma y describe la institución. Se


encuentra disponible en <http://web.fedepalma.org/quienes-somos-fedepalma>.
9. Recientes investigaciones sobre las dinámicas de apropiación de tierras en la zona
norte de Colombia indican que los propietarios de esta empresa son herederos
de una de las personas que estuvo involucrada en actividades de cultivos ilícitos
(Molano 2012).
280 Paisajes sonoros

mecanismos excluyentes, las posibilidades de participación están ve-


tadas para campesinos que no tienen acceso a las tierras. Además, a
quienes han optado por no vincularse al negocio de la palma, se les
restringe el uso del distrito de riego, priorizando, de manera casi ex-
clusiva, su utilización para las plantaciones de palma. En el caso de las
comunidades de Alto Mira y Bajo Mira, la expansión de este cultivo
amenaza las comunidades afrocolombianas, constituidas en sus territo-
rios colectivos. Un reporte realizado por Mark James Maughan (2011)
indica que el costo económico, social y político no muestra una opción
de sostenibilidad. Este autor afirma que las empresas utilizan un tras-
fondo neocolonial para la introducción de los monocultivos.

Narrativas de la industria palmera

En un análisis sobre la expansión de monocultivos de palma de aceite


para la producción de agrocombustibles Giampietro y Mayumi (2009)
hacen una aproximación diferente al debate, tanto académico como so-
cial, sobre la agroindustria de los hidrocarburos. Estos autores reflexio-
nan sobre cómo diferentes segmentos de la sociedad, los gobiernos, la
academia, las instituciones financieras y las organizaciones no guber-
namentales, han construido narrativas sobre los beneficios de los agro-
combustibles sin haber dado cuenta de los inminentes problemas que
acarrearían. En su estudio ilustran diversas narrativas que se encuentran
en contraposición con los diferentes preceptos de valoración sobre los
recursos naturales. Estos autores señalan que “cuando se tratan análisis
cuantitativos aplicados a la sostenibilidad, el énfasis del debate debe estar
en la calidad de las narrativas seleccionadas para hacer esos cálculos y no
en los resultados numéricos” (Giampietro y Mayumi 2009: 12).
A continuación, veremos dos aspectos que son parte importante en
la filosofía del gremio FEDEPALMA y que guardan una relación con
los efectos de la industria palmera en las comunidades rurales. Como
ya se ha visto en el capítulo IV, la industria de la palma de aceite en
Colombia funciona bajo el liderazgo de este gremio. De acuerdo con
las conversaciones sostenidas con sus directivos, está comprometido en
la búsqueda del bienestar de sus afiliados, pero se pueden identificar
Capítulo vi 281

prácticas empresariales que van en detrimento de la clase campesina.


Por ello, es indispensable conocer cuál es la filosofía y cuáles son las
líneas directrices que guían el concepto empresarial de la producción
de palma de aceite.
En los documentos publicados en la página virtual de FEDEPALMA
y en material impreso, la construcción narrativa del gremio se centra,
especialmente, en la productividad agrícola que provee el cultivo de
palma de aceite. Asimismo, se resaltan los beneficios que los cam-
pesinos (o potenciales asociados) tendrán si se adhieren al proyecto
palmero que ofrecen las empresas. La construcción de esos dos ejes,
beneficio y productividad, sostiene el discurso agroindustrial de la pal-
ma como motor para la transformación de la ruralidad en Colombia.
Este gremio ilustra la magnitud que ha alcanzado la industria palmera
colombiana en los últimos cincuenta años: se documenta el desarrollo
tecnológico, la producción ecológicamente limpia, los aportes fiscales
a la nación, la generación de contratación, la construcción de infraes-
tructuras a nivel local y regional y el aumento de las exportaciones. Un
aspecto vertebral de su discurso es el concepto de ‘asociatividad’.
Asociatividad: el carácter asociativo promueve la composición de nue-
vas instancias de comercio dentro de un sistema de producción propio. Ser
socio de la industria palmera significa agregarse a la cultura de la palma,
que se estimula desde dos enfoques: por un lado, la introducción y fami-
liarización con las labores del cultivo, que varían dependiendo de las que
se realicen y de la fase de la cadena productiva en la que participen o a la
que se vinculen los campesinos,10 y, por otro lado, se promociona la asocia-
tividad como un elemento simbólico de heredad: “El mayor patrimonio
de la agroindustria en Colombia es uno de los argumentos que aportan a
considerar la asociatividad como beneficio” (Ospina 2007: 41). Esto no es
exclusivo de este gremio, de hecho, la vinculación de miembros es lo que
un gremio, una asociación o una fundación, entre otras formas de organi-
zación, promueve. En este caso, se trata más de qué tipo de valoraciones

10. Para quienes se involucran en labores agrícolas, implica adquirir un conocimiento


técnico y tecnológico para lograr éxito en las cosechas, conocer las características
del cultivo, sus malezas, los tipos de producción y los procedimientos de poda y
recolección, entre otros.
282 Paisajes sonoros

y juicios se derivan de la noción de asociatividad. Es importante tener en


cuenta que esta representa beneficios en la medida en que se den utilidades
al gremio, y el gremio, por su parte, estimula la idea de convertir al agricul-
tor en un campesino empresario. Sin embargo, no es lo mismo asociarse
a un gremio como miembro que dispone de un capital económico para la
inversión que como un miembro que cuenta con pocos recursos financie-
ros; esta es la situación de muchos campesinos. Si bien la mayoría de los
agricultores no tienen recursos monetarios, algunos de ellos cuentan aún
con tierras, un bien capital.
Casa vs. tierra-territorio: en el perfil de asociatividad que promueve
el gremio, las ideas de bienestar y progreso forman parte central de ese
concepto. Adquirir una propiedad, es decir, tener casa propia, es un as-
pecto esencial que las empresas presentan como indicador de éxito para
los campesinos. Entre los documentos de FEDEPALMA, la publicación
Habitando el lugar. Una mirada a la vivienda desde el arte y la arquitectu-
ra, elaborado por María Eugenia Niño y Santiago Pradilla (2010), mues-
tra especial interés por el tema de la vivienda. Se ilustran los resultados
de un taller realizado en el marco del programa cultural “Diálogos de las
regiones palmeras”, que ha sido desarrollado en varias de estas regiones
y concebido como diseño participativo para imaginar la arquitectura de
la vivienda propia, aunque en el documento se especifica que “en los
talleres, los participantes no llegan a la ejecución de un proyecto, pero
marcan un punto de partida” (9). Se promueve la adquisición de vivien-
da como eje central del desarrollo comunitario, una las prioridades que
presenta ese documento, y dentro de sus objetivos aparece “encontrar el
punto donde los imaginarios de progreso se articulen de la mejor mane-
ra con lo ambiental, lo cultural y lo social” (9). Este programa cultural
está orientado a crear y reforzar la idea de que la posibilidad de adquirir
vivienda propia se logra, con mayor probabilidad, a través de la partici-
pación y adhesión a la cultura de la palma. La noción de “construcción
de identidad” que se promueve en la agroindustria está directamente
relacionada con la creación de una comunidad palmera, lo que signifi-
ca ser empleado o trabajar para las empresas de palma. El concepto de
comunidad y, en especial, la identificación comunitaria se comprende
a través de la adhesión a las empresas palmeras y a los beneficios que
de estas puedan derivarse. Lo que determina la identidad comunitaria,
Capítulo vi 283

desde la narrativa del gremio, es la asociatividad; mientras que para las


comunidades que han sido desplazadas forzadamente está vinculada a la
idea de territorialidad y no exclusivamente a la posesión de una vivienda,
como lo veremos más adelante.
Si bien la posesión de una vivienda es importante para cualquier fa-
milia, ya sea urbana o campesina, este aspecto se toma como argumento
para justificar discursivamente su adquisición y otorgarle un valor ma-
yor. En las condiciones de precariedad en las que viven las comunidades
rurales, este tipo de estímulos refuerza la racionalidad de la optimización
individual, no solo la idea de la vivienda propia, sino también muchos
otros elementos. Esta forma de construir la narrativa sobre los beneficios
que ofrecen las empresas de la industria palmera tiene repercusiones en
el tejido social y la cohesión de las comunidades porque, tras la ilusión
de poseer una casa moderna y lograr beneficios individuales, se da un
deslinde del trabajo comunitario y se tienden a romper los nexos con las
asociaciones campesinas originarias. El taller que se mencionó antes se
ha realizado con diferentes tipos de población: niños, jóvenes y adultos.
La imagen que aparece a continuación es el resultado de “las conclusio-
nes a aportes de los participantes de las comunidades palmeras”, según el
arquitecto y tallerista que ha elaborado el boceto del diseño de vivienda:

20. Prospecto de casa para trabajadores de la industria palmera


Fuente: Habitando el lugar (Niño y Pradilla 2010: 41)
284 Paisajes sonoros

Las construcciones discursivas sobre el lugar representan posicio-


nes y principios contradictorios entre los actores involucrados en las
disputas. La vivienda, en su connotación de casa como motivo esen-
cial del concepto lugar, aparece con relevancia en los documentos del
gremio. Dicho concepto, que promueve la agroindustria en su estra-
tegia de asociatividad, difiere substancialmente del significado que las
comunidades rurales le confieren a la noción asociarse: dentro de la
dimensión territorial, la vivienda —casa— es para las comunidades un
elemento integrativo del hábitat, se comprende como parte importan-
te del territorio, pero no es el territorio mismo. Esta idea de la casa que
promueven las empresas podría resultar un arma de doble filo porque
la compra de una casa no asegura el bienestar familiar o comunitario,
sino que está también ligada a la responsabilidad de la deuda que los
campesinos adquieren y que, en la mayoría de casos, no son capaces de
afrontar con la retribución monetaria que reciben. Al dejar sus territo-
rios, muchas familias campesinas aceptan condiciones de pago por una
vivienda que los pone en una situación económica difícil y que están
conectadas con la única salida de ser obreros en las empresas palmeras.

ACTORES INVOLUCRADOS DE FORMA INDIRECTA

Grupos armados: los grupos armados, aunque no son actores directa-


mente involucrados en las disputas por la tierra, tienen gran interés en
mantener el control de algunas zonas estratégicas. Entre estos apare-
cen las antes llamadas Autodefensas de Colombia, que, tras la desmo-
vilización en el año 2006, han creado otras estructuras. De acuerdo
con Rangel, Ramírez y Betancourt (2009), “en el centro y norte del
departamento del Cesar —zona norte—, después de las desmoviliza-
ciones se han registrado varias estructuras de bandas emergentes. Una
está conformada por desmovilizados del Bloque Norte de las AUC,
[…] otra es la de las Águilas Negras, […] otra más la de los Mellizos
que cubren varias partes del departamento de sur a norte” (82-83).
Llama la atención que muchos de los proyectos de palma de aceite
se encuentran precisamente en zonas de mayor conflictividad y don-
de hay presencia de esas bandas. En los casos específicos de las zonas
Capítulo vi 285

humanitarias y de Las Pavas, las alianzas, al parecer, se dan entre gru-


pos paramilitares y compañías palmeras; especialmente, en las zonas
humanitarias ha habido varias denuncias por la actuación conjunta de
los empresarios y los grupos armados o empresas de seguridad. La ope-
ración de los grupos desmovilizados pasó de ser centralizada —en la
antigua estructura— a formar diferentes células que están presentes en
diversas regiones del país y siguen imponiendo el terror y atemorizan-
do a la población rural. Las vinculaciones entre estos dos grupos han
sido corroboradas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
citadas en el informe “La Tramoya” (Comisión Intereclesial de Justicia
y Paz 2005). En el caso de los otros actores, tanto el Estado como las
compañías, se constituyen alianzas con el propósito de incrementar el
dominio económico a través del control territorial y desplazar a la po-
blación de sus hogares. Sin embargo, esas alianzas no se dan solamente
entre los actores que ostentan el poder de forma legítima:

Desde el año 2001 la empresa Urapalma S.A. ha promovido la siembra de palma


aceitera en aproximadamente 1.500 hectáreas de la zona del territorio colectivo de
estas comunidades, con ayuda de la protección armada perimetral y concéntrica
de la Brigada XVII del Ejército y de civiles armados en sus factorías y bancos de
semillas. Los operativos e incursiones armados en estos territorios has tenido el
objetivo de intimidar a los miembros de las Comunidades (114).

Organizaciones de apoyo y asistencia: Existe otro grupo de actores,


las organizaciones no gubernamentales. Estos grupos están acompa-
ñando a la población campesina de la región, algunas de los cuales
forman parte de SUIPPCOL.11 Trabajan en una red coordinada con

11. El programa SUIPPCOL surge en 2001, guardando coherencia y complementa-


riedad con los esfuerzos que el gobierno suizo realiza por la paz sostenible y justa
en el marco de la política exterior para Colombia, tanto por la vía diplomática,
manteniendo la disponibilidad de buenos oficios para las eventuales conversacio-
nes y procesos de paz como por la cooperación al desarrollo llevada a cabo des-
de hace muchos años por sus organizaciones especializadas: Grupo de Trabajo
Suiza-Colombia ASK!, Cáritas Schweiz, Acción Cuaresmal, HEKS/EPER, Terre
des Hommes Schweiz, Peace Brigades International Schweiz, Swissaid, Amnistía
Internacional Schweiz, E-changer, Bethlehem Mission Immensee BMI y Peace
Watch Switzerland. SUIPPCOL.
286 Paisajes sonoros

organizaciones internacionales, que les brindan apoyo financiero y


promueven algunas de las acciones que emprenden las comunidades.
El acompañamiento está reforzado en algunos casos con la presencia
permanente en las zonas donde se encuentra asentada la población, es
decir, que visitan las zonas con regularidad y, en el caso de las comu-
nidades El Garzal y Las Pavas, existe un convenio con la ONG Peace
Watchers para enviar observadores por un tiempo definido a la región.
Las zonas humanitarias están acompañadas especialmente por la Co-
misión Intereclesial de Justicia y Paz, también presentes en la región.
Las organizaciones acompañantes de las comunidades se podrían defi-
nir como una filiación en red que incide en su empoderamiento y en la
construcción de su interacción social.

Aspectos del manejo del conflicto

Los estudios sobre el manejo del conflicto por recursos naturales en


América Latina se han iniciado como una búsqueda de herramientas
que atendieran a necesidades inmediatas y poco a poco se han exten-
dido hacia el análisis de temas estructurales con perspectivas desde lo
global, lo regional y lo local, es decir, se ha pasado de la comprensión
exclusiva del manejo hacia el entendimiento sobre la transformación
de estructuras. Borel (2005) plantea la necesidad de reconstruir un
marco teórico sobre el manejo del conflicto y hace énfasis en el ca-
mino recorrido. Junto con otros investigadores regionales, hace parte
de un colectivo de reflexión continental que está inscrito en el marco
de la construcción del Observatorio Latinoamericano de Conflictos
Ambientales (OLCA). Este colectivo empezó a elaborar un marco con-
ceptual y metodológico que se concentra en la temática del manejo
de los conflictos socioambientales y reflexiona también acerca de su
transformación y su incidencia en los contextos sociales. Uno de los
planteamientos principales que guían esos estudios es la concepción de
lo ambiental como un “universo enmarcado culturalmente”, en pala-
bras de Rodríguez y Correa (2005):
Capítulo vi 287

La cultura se asume como síntesis de procesos biológicos y conductuales; y el desa-


rrollo sostenible como política desde lo deseable localmente; lo natural y lo social
integrado y autorregulado, con vínculos entre la base físico-natural, la economía
y la sociedad local. (366)

El conflicto se considera, dentro de la acción pública, como una


transferencia a la vez positiva y negativa de valores entre las partes en
contienda (Ortiz 1999).12 En ese sentido, esta transferencia no solo
ocurre entre los actores involucrados, sino que busca tener claras in-
cidencias en la regulación de un marco sociocultural en el contexto
nacional. Además, a largo plazo esos procesos derivan en marcos de
transformación basados en valoraciones que den validez a las concep-
ciones locales y de los actores menos favorecidos, como lo recalcan Ro-
dríguez y Correa (2005). Veremos a continuación algunos elementos,
técnicas y estrategias de manejo del conflicto que son identificables en
los procesos de estas tres comunidades.

INTERLOCUCIÓN Y DIÁLOGO

Diferentes actores, especialmente regionales, han buscado espacios de


interlocución para tematizar las repercusiones e incidencias de los mo-
nocultivos de la palma aceitera en la región: ad hoc y encuentros para
el diálogo directo entre las partes involucradas. En el caso de Las Pavas,
el consorcio El Labrador ha expresado el interés de participar en un es-
pacio de diálogo para conversar sobre la palma y, en especial, sobre las
alianzas estratégicas: la mesa de diálogo organizada por el Programa de
Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (PDPMM). En lo relacionado
con el conflicto entre ASOCAB y el consorcio El Labrador, FEDE-
PALMA fue invitado como instancia mediadora a la reunión a la que

12. Ortiz anota que las formulaciones sobre el manejo del conflicto socioambiental
emergen del trabajo que se ha llevado con comunidades rurales en el continente
latinoamericano, especialmente, y sugiere cinco aspectos fundamentales que las
comunidades deben tener en cuenta: 1. origen del conflicto; 2. identificar incom-
patibilidades reales, no solo posiciones; 3. análisis de la transferencia de valores en
lo conductual; 4. análisis serio sobre incompatibilidades; y 5. diseño de estrategias
de manejo del conflicto en torno a los recursos naturales.
288 Paisajes sonoros

no asistieron varias entidades invitadas porque percibían un manejo


parcializado de la convocatoria y la mediación. La Corporación Autó-
noma Regional anunció sanciones a los palmicultores por sus errados
procedimientos con el medio ambiente y FEDEPALMA argumentó
que “las empresas no estaban incumpliendo, porque la ley no exigía
planes de manejo” (Vargas et al. 2010: 15).
Los diálogos se iniciaron después de que el consorcio hubiera ad-
quirido los predios, es decir, este conocía el litigio por las tierras. Las
conversaciones en la mesa de diálogo tuvieron lugar en dos ocasiones.
La oferta del consorcio fue devolver gradualmente 200 ha de tierra,
100 al inicio y 100 a su discreción, dependiendo del uso que les diera
ASOCAB. Esta propuesta estaba sustentada en la inseguridad alimen-
taria ocasionada por el cultivo de palma en el corregimiento, pero fue
rechazada por ASOCAB. De acuerdo con el informe, el PDPMM te-
nía fundadas sospechas sobre la dudosa actuación del consorcio afue-
ra de la mesa de diálogo, por lo cual desistió de seguir participando,
Pero los diálogos se restablecieron posteriormente con su presencia.
Para reiniciar las conversaciones, el consorcio pidió que los campesinos
abandonaran los predios que estaban ocupando, propuesta que no fue
aceptada por ASOCAB ni por el PDPMM.
En el caso del Garzal, la comunidad ha tomado la decisión de per-
manecer en el territorio, lo cual ha obligado a una gran coordinación
de las juntas de acción comunal que trabajan unidas. La persuasión
ha sido utilizada como estrategia: la comunidad ha recibido enviados
de las empresas con propuestas para que las familias campesinas se
adhieran a sus proyectos. En los relatos, uno de los líderes comunita-
rios afirma que el proyecto campesino comunitario difiere totalmente
de la propuesta que hacen las palmeras: “Es un proyecto ambicioso
por treinta años […], pero después ¿qué nos espera? Porque la tierra
donde se cultiva palma queda improductiva. Y nosotros tenemos que
pensar en una tierra para nosotros y para los que vienen detrás de
nosotros”.13 Algunas de las familias que recibieron las recientes titula-
ciones ya tenían previamente una forma de título, así que el proceso
fue en realidad su legalización y no su otorgamiento. Además, la región

13. Archivo de entrevistas realizadas por la autora.


Capítulo vi 289

es geoestratégicamente importante, como se ha señalado antes, y por


ello es codiciada por distintos actores, Algunos de los cuales ejercen
presión con medios violentos, ocasionando desplazamientos indivi-
duales y familiares.

PAPEL DE LOS INTERMEDIARIOS O ACTORES DE INFLUENCIA

Las organizaciones acompañantes de los procesos de las comunidades


de estudio conforman un grupo diverso en el cual se pueden identifi-
car organizaciones no gubernamentales, eclesiales, seculares y jurídicas,
entre otras. En cada uno de los procesos, el acompañamiento ha apor-
tado conocimientos y reflexiones sobre el manejo y la transformación
del conflicto con las empresas palmeras. La autorreflexión ha vislum-
brado posibilidades de acción, movilización y aprovechamiento de los
recursos propios de las comunidades para diseñar opciones de cambio.
Algunas herramientas como talleres, capacitaciones, encuentros inte-
rregionales, trabajos en red, socialización de experiencias y otros han
posibilitado que las comunidades conozcan más y mejor sus derechos,
así como también sus marcos de legalidad y los de otros actores involu-
crados. Identificar los perfiles de los actores y sus niveles de legitimidad
ha sido valioso, sobre todo, para estimar los límites de una acción y las
posibilidades de acercamiento y negociación. En este sentido, se puede
decir que se ha aplicado la técnica de investigación-acción, que explora
de forma crítica y reflexiva las herramientas que tienen los actores para
hacer efectivas sus demandas. Además, esos análisis han sido de gran
importancia para la identificación de las fortalezas y debilidades en el
interior de las comunidades; así como también para el fortalecimiento
de sus formas de organización a partir de sus historias comunitarias y
sus capacidades de negociación en el contexto de la industria palmera.
La planeación de las acciones y los procedimientos para realizarlas ha
sido evaluada en el marco de los talleres y los encuentros intercomu-
nitarios, por ejemplo, en el Programa Acción Social (PAS), que acom-
paña a las comunidades del Magdalena Medio, y Justicia y Paz, en el
caso de las comunidades de las cuencas de Curvaradó y Jiguamiandó.
La técnica mapa de conflicto, por ejemplo, se ha utilizado en El Garzal
290 Paisajes sonoros

por la Clínica Jurídica sobre Derecho y Territorio. De la misma mane-


ra, en El Garzal y en las cuencas se ha mapeado geográficamente el te-
rritorio de las comunidades, lo que ha tenido efectos tanto en el mane-
jo de la información como en los planes sobre ordenamiento territorial
que proponen las comunidades. Pero, sobre todo, el acompañamiento
jurídico ha tenido alcances más decisivos, como se verá más adelante,
en las acciones jurídicas. En las estrategias de acción, veremos de ma-
nera detallada cómo las comunidades reterritorializan los espacios para
reconstruir la vitalidad comunitaria y su concepto territorial.
El acompañamiento de los diferentes actores ha sido fundamental en
los procesos de resistencia y defensa de la tierra y del territorio. Si bien
me he referido antes a las incidencias en el interior de las comunidades,
este acompañamiento es perceptible también a otras escalas: en los tres
casos, se puede confirmar que las comunidades han ido desarrollando
una mayor capacidad para habilitar espacios de negociación a nivel ins-
titucional y a nivel jurídico La percepción y la valoración respecto a los
diferentes organismos que han brindado su apoyo han sido definitivas
para la reconstrucción del tejido comunitario. Sin embargo, en unas de
las entrevistas que realicé a miembros de las organizaciones de acompa-
ñantes, la sensación de algunos representantes era que la coparticipación
de diferentes organismos de forma simultánea podría ocasionar confu-
sión en las comunidades en relación a las decisiones a largo plazo, así
como también a inquietudes relacionadas con la pertinencia de acciones
comunitarias para abordar asuntos específicos en la dinámica del manejo
del conflicto. En relación a esto, es preciso mencionar que la lucha por
el territorio es un proceso de larga duración: las comunidades llevan más
de una década sufriendo los despojos y otras formas de violencia. Esto
ha ocasionado que esas poblaciones hagan uso de esa experiencia y pue-
dan responder así ante situaciones que parezcan desbordarlas o que otros
perciban como inmanejables.
Capítulo vi 291

Estrategias de acción autónoma: convivencia territorial

Hemos visto cómo el marco contextual político y económico en el


que se dan los conflictos por el territorio y los recursos naturales se
caracteriza por la gran asimetría de poderes y por incompatibilidades
sobre juicios de valoración. Las comunidades locales se enfrentan no
solo a un actor, sino a un engranaje que maneja y regula, en gran
parte, los aparatos de poder y de distribución de poderes. Por ello,
no resulta sorprendente que, en los casos aquí presentados, así como
en muchos otros en América Latina, Asia y África, los Estados y sus
instancias representantes actúen en pro de mantener y favorecer ese
engranaje. Las realidades de los procesos de litigio revelan que, aunque
las comunidades pongan en práctica las herramientas para la nego-
ciación y el consenso, sus intereses comunitarios seguirán socavados.
Existen formas de dominación que se han legitimado en un sistema
de intercambios y transacciones sociales y políticas ante las cuales las
comunidades campesinas están en gran desventaja. Por ello, la búsque-
da de estas poblaciones se orienta a transformar, más que el marco del
conflicto, los marcos de dominación estructural. La construcción de
la subjetividad comunitaria, que es el fundamento conductor de mu-
chas de las acciones colectivas, se inscribe dentro del quehacer político
transformador y la acción política participativa. Desde esa perspectiva,
las acciones emprendidas por las comunidades están concebidas como
estrategias de construcción de paz que se consolidan en el proceso de
resistencia pacífica ante el despojo y el conflicto.
Pablo Ortiz (1999) sugiere que el diseño de estrategias de manejo
del conflicto debe considerar escenarios tanto de agudización como de
colaboración. A este respecto es preciso considerar que la situación de
las comunidades está determinada por historias de muerte, no solo de
agresión. Ese ambiente de violencia desgasta el tejido colectivo con una
intensidad tal que la prioridad más apremiante es el fortalecimiento de
la comunidad para poder recuperarse como actor social. Esto quiere
decir que los escenarios de colaboración se vuelcan, en primer lugar,
en la restitución del actor colectivo, que es la comunidad o la asocia-
ción como instancia representativa y, posteriormente, se emprenden
292 Paisajes sonoros

acciones en búsqueda de espacios de equidad para recuperar sus terri-


torios y su hábitat.
Cuando hablamos de conflicto podemos pensar que la situación
de muchas comunidades rurales en Colombia tiene que ver no solo
con manejar las disputas por el territorio y los recursos naturales, sino
también con enfrentar el conflicto armado. Por esa razón, el diálo-
go y los acercamientos no son siempre opciones posibles y viables,
cuando se está interactuando con actores que han tomado las armas
para violentar y asesinar a los campesinos. El desafío es mucho mayor
cuando la vida de poblaciones enteras está comprometida y los he-
chos horrendos tienen implicaciones en todos los ámbitos de la vida
comunitaria rural. La tenacidad y la determinación de los pobladores
campesinos que emprenden acciones por la defensa del territorio no
pueden ser subestimadas: “La tierra es la vida y la vida no se vende,
se ama y se defiende” es una de las consignas que se escuchan en las
manifestaciones para recuperar el territorio. Como veremos, las ac-
ciones directas para reterritorializar los espacios del destierro pueden
concebirse como actos de construcción de la convivencia territorial.
En la siguiente tabla, se pueden diferenciar algunas de las accio-
nes que han sido emprendidas por las tres comunidades. Este listado
nos permite visualizar las diferencias y las similitudes respecto a las
acciones entre los casos elegidos: se puede observar de manera más
específica las estrategias de cada comunidad y posteriormente se pre-
senta un análisis sobre los diferentes niveles en los que se interconec-
tan esas acciones.
Capítulo vi 293

Comunidades Acciones directas Acciones en los medios Acciones legales Alianzas

— Retorno — Trabajo en redes


— Declaraciones en la
— Construcción de campesinas
prensa — Tutelas
cambuches — Trabajo con ONG
Las Pavas —Declaraciones en — Denuncias
— Sembrados maíz y nacionales
televisión — Peticiones
pancoger — Trabajo con ONG
— Producción musical
internacionales.

— Denuncias — Trabajo en redes


— Incrementar cultivos
— Tutelas nacionales
El Garzal — Permanecer en el
Reportajes escritos — Trámites de — Acompañamiento de
territorio
representación directa ONG internacionales

— Trabajo en redes
— Retorno — Declaraciones — Tutelas campesinas indígenas a
— Tumbar plantaciones — Difusión en la redes — Querella en la nivel continental
Zonas
— Construcción de virtuales Corte Interamericana — Trabajo con ONG
humanitarias
zonas humanitarias — Comunicados — Verificación de nacionales
y zonas de biodiversidad — Producción musical cultivos ilegales — Trabajo con ONG
internacionales

21. Acciones comunitarias específicas en cada comunidad


Fuente: elaboración propia.

ACCIONES DIRECTAS

De acuerdo a lo que plantea Carlos Crespo, una acción directa es

cualquier método de lucha inmediata de las organizaciones u otros sectores, […]


parte del principio de la actuación autónoma. […] Su rasgo principal da cuenta
de una acción organizada por gente común para lograr cambios por sus propios
esfuerzos, sin intermediarios (Crespo 2005: 253).

Señala que algunas de las acciones directas pueden ser entendidas


como “iniciativas locales proactivas”, es decir, con acción propositiva.
Estas acciones se mueven entre la esfera de lo privado, porque nacen
como propuestas de personas, y la esfera de lo público, porque tie-
nen una incidencia en el ejercicio del derecho público. A este tipo
de iniciativas se las ha llamado también lo privado-comunitario, por
guardar relación tanto con el Estado como con el mercado. Ramón
294 Paisajes sonoros

Galo (1999) considera que el surgimiento de esas iniciativas es una


respuesta a la implementación fallida de los sistemas democráticos en
los países del Sur.
El retorno: este es uno de los mecanismos comunitarios que im-
plica un alto grado de trabajo y de consciencia intracomunitarios. En
realidad, pocas comunidades logran retornos colectivos. Detrás de una
acción de esta envergadura, y contemplando los escenarios de agresión
en los que han sido expulsadas estas comunidades, se evidencia que
en esas poblaciones existe un capital humano, comunitario y social
robusto y muy sólido. De acuerdo con un artículo publicado en el
periódico nacional El Mundo en 2016, “es un mito que los campesi-
nos desplazados no quieran retornar a sus tierras, así lo evidenció la
Primera encuesta nacional [en marzo del año 2016] sobre restitución
de tierras y retorno, realizada por la Consultoría para los Derechos
Humanos y Desplazamiento (Codhes)” (Rendón Marulanda 2016).
El retorno se puede catalogar como una acción directa. Es un mecanis-
mo estratégico que utilizan dos de las tres comunidades de este estudio
para reclamar los territorios que les han sido arrebatados por empresas
de la industria de palma de aceite. Los campesinos me relataron que en
la zona humanitaria de Nueva Esperanza, tras los innumerables des-
plazamientos, han tenido que refugiarse en el monte. Los testimonios
que aparecen recopilados en “La Tramoya” (Comisión Intereclesial de
Justicia y Paz 2005) narran la muerte de niños a causa de la ingesta de
aguas contaminadas. Todas las zonas humanitarias se declaran, abier-
tamente y de forma escrita, lugares exclusivos para la población civil
no vinculada con los actores armados, como se puede apreciar en la
siguiente imagen:
Capítulo vi 295

22. Zonas humanitarias


Fuente: archivo propio de la autora, visita al terreno, febrero de 2012

Las poblaciones en el Pacífico colombiano14 tienen, lamentable-


mente, una historia de abandono más intensa que la de otras regiones
del país, aunque también en la región Atlántica existen varios con-
flictos irresueltos por la tenencia y concentración de tierras utilizadas
tradicionalmente para la ganadería, además de los usos para cultivos
ilícitos. Tanto las comunidades de las zonas humanitarias como la
comunidad de Las Pavas se empeñan en un retorno definitivo y em-
prenden también acciones legales y de difusión en los medios, como
lo veremos más adelante. A continuación, se caracteriza en detalle la
acción directa del retorno de dos comunidades:

14. Las cifras proporcionadas por el Departamento Administrativo Nacional de Es-


tadística (DANE) respecto al indicador Necesidades Básicas Insatisfechas son del
81,94% para el Chocó y la población en cabecera y de un 76,11% en el resto del
departamento (Fuente: DANE. Último censo, realizado en el año 2005).
296 Paisajes sonoros

Zonas humanitarias Las Pavas


Las condiciones del retorno se dan en situaciones de alta conflictividad por parte de los actores armados, con
profunda ausencia del Estado. Las garantías del retorno son casi nulas y la ley de restitución de tierras muestra
serias falencias
Primero: el regreso estaba sustentado como Primero: el reasentamiento estaba fundamentado en
propuesta política de reordenamiento territorial. el derecho por la posesión de los predios de manera
Segundo: el apelar a una instancia jurídica pacífica y se quería continuar sin interrupción.
continental tuvo y sigue teniendo efectos legales que
amonestan al Estado colombiano. Segundo: el retorno fue una decisión planeada por la
Tercero: la titulación colectiva promulgada en 1993 comunidad y apoyada por la mesa de interlocución.
respaldaba la acción misma.
Cuarto: las comunidades, si bien habían Tercero: las inconsistencias institucionales de manejo
sufrido graves pérdidas por la multiplicidad de entre instancias jurídicas locales y regionales se
desplazamientos, mostraban fuerte cohesión por la hicieron visibles con el retorno, aunque se prolongó el
historia de construcción étnica-comunitaria. tiempo de duración para la comunidad.
Quinto: los integrantes de las comunidades estaban
informados sobre los procesos jurídicos, las leyes de Cuarto: el retorno se da como un proyecto de
titulación y las acciones de las demás zonas. reclamación territorial, pero, por la falta de recursos
Sexto: la constitución de consejos comunitarios y por los hostigamientos sufridos, las condiciones de
mayores y menores funcionaba como canal de permanencia en la hacienda son aún muy inestables.
procesamiento y órgano de retroalimentación y
consulta comunitaria. Quinto: la acción de retorno ha estado liderada
Séptimo: el factor étnico fue fundamental para la por ASOCAB, aunque hay fracturas importantes en
reivindicación del espacio territorial en la reafirmación el tejido comunitario generadas en gran parte por el
cultural y del patrimonio natural. consorcio El Labrador, lo que derivó en la formación
Octavo: se llevaron —y se siguen llevando— a cabo de una asociación campesina paralela.
acciones de verificación y denuncia de cultivos ilícitos
y cultivos ilegales de palma en los territorios colectivos
Sexto: se ha gestado una discusión nacional en torno
una vez retornados.
a los impactos de la palma en regiones específicas,
Noveno: la zona del Chocó dejó de ser un área
como la zona de Bolívar, uno de los departamentos de
estratégica para el programa nacional y gremial de
mayor importancia en la zona norte del país.
sembrado de palma aceitera.

Transformación: incidencias de transformación en ámbitos específicos


Muestra incidencia en el ámbito político, código Muestra incidencia en el ámbito social, político y
jurídico. jurídico.

23. Circunstancias del retorno


Fuente: elaboración propia
Capítulo vi 297

En las circunstancias que han enfrentado las poblaciones objeto


de este estudio, el retorno es un proceso traumático, especialmente
cuando existe el precedente de la migración forzada. Existen diversos
factores que inciden en la decisión para retornar al lugar de origen. En
el contexto de expulsión en el conflicto armado, las comunidades han
tenido que sopesar el valor de regresar: la pérdida de seres queridos
antes, durante y después del retorno ha sido una de las más duras ex-
periencias para estos colectivos y las garantías de seguridad representan
uno de los factores que más influye en la decisión. A este respecto, Ana
María Ibáñez (2008) afirma lo siguiente:

El retorno de población desplazada debe, además, estar enmarcado en el Derecho


Internacional Humanitario y contemplar las dinámicas que provocaron el despla-
zamiento inicial. En primer lugar, el retorno […] no es ni siquiera una alternativa
cuando persisten las condiciones de violencia y conflicto que causaron el despla-
zamiento. (216)

Como indica esta autora, no hay unas buenas condiciones estruc-


turales para el retorno, pero, aun así, las comunidades de este estudio
regresan a sus lugares de origen. Retornar es una acción que ejerce
presión en las instancias gubernamentales para que cumplan con las
demandas de la población civil. En la misma encuesta realizada por la
Consultoría para los Derechos Humanos y Desplazamiento (Codhes)
en el año 2016 sobre los procesos de retorno y recogida en el artículo
de El Mundo citado anteriormente, los resultados arrojan que “cerca
del 72,6% de las personas que reciben una sentencia con la restitución
material efectivamente retorna a sus tierras, el 12,8% realiza una ex-
plotación económica pero no vive en él y el 1,5% permite que familia-
res vivan en el predio o lo exploten económicamente” (Rendón Maru-
landa 2016). Además, Ricardo Sabogal Urrego, director de la Unidad
de Restitución de Tierras, afirma en este mismo artículo que “lo que
muestra esta encuesta del Codhes es que la gente sí quiere regresar si
se le da los incentivos para que vuelvan, si se le da tierra, proyecto pro-
ductivo, vivienda y seguridad” (Rendón Marulanda 2016).
Los relatos de los campesinos de las comunidades de este estudio
indican que, efectivamente, no toda la población logró o quiso retor-
nar: en algunos casos, el trauma sufrido sobrepasaba la intención o
298 Paisajes sonoros

las ganas de hacer efectivo el regreso y, en otros, las amenazas fueron


decisivas para quedarse en el sitio en el que habían migrado. Ana Ma-
ría Ibáñez (2008) señala también que los retornos que se han dado
en Colombia son pocos y se carece de datos de los retornantes, por
esta razón no está claro qué políticas públicas son más efectivas para
promover el regreso con garantías. Esta autora considera que “llevar a
cabo un análisis para explorar estos interrogantes, no es posible” (24).
Si bien existen dificultades para obtener información en los lugares de
retorno, una primera exploración debería apelar a otras fuentes, como
son las diferentes acciones comunitarias. Este estudio quiere ser una
contribución también en ese sentido.
En el modelo que realizó Ana María Ibáñez sobre el deseo de retor-
nar, se estima que hay dos variables que influyen de manera importante
respecto a esta decisión: por un lado, ser víctima de nuevas agresiones
y, por el otro, el porcentaje del predio que puede ser recuperado. Sin
embargo, en las comunidades de este estudio hay otros elementos rele-
vantes que tienen influencia, como, por ejemplo, la filiación étnica, las
prácticas socioculturales y las acciones políticas en miras de la gober-
nanza territorial. Un retorno sostenible es lo que buscan las comunida-
des que regresan, sean campesinas, indígenas o afrocolombianas; estas
dos últimas son quienes muestran procesos de regreso más exitosos. Si
bien esas categorías dan una idea de la composición comunitaria, esta
puede aparecer sesgada porque existen diversas identidades entrecruza-
das, ya que muchas comunidades indígenas son también campesinas,
y viceversa. Del mismo modo, buena parte de las comunidades afroco-
lombianas están asentadas en ambientes rurales y conservan la cultura
agrícola. En el marco jurídico, la ley 387 de 1997 (modificada en los
años 1999, 2000 y 2005) presenta el retorno como una medida de
estabilización económica y un derecho de la población expulsada de su
territorio. La Corte Constitucional, por su parte, redimensiona las im-
plicaciones y aduce que dicho retorno debe estar enmarcado dentro de
un contexto de reparación integral a la población afectada. En el año
2009, surgió uno de los mayores aportes que ha hecho este organismo
a los planteamientos sobre el retorno: el goce efectivo de derechos, para
lo cual las políticas públicas estipularon estos doce componentes:
Capítulo vi 299

i) acceso a programas de subsidio de vivienda; (ii) acceso a tierras productivas


a través de la recuperación de tierras abandonadas y la formalización legal de la
propiedad; (iii) inclusión de la población en el sistema de salud pública; (iv) edu-
cación para los niños menores de 15 años; (v) rehabilitación de las rutas de acceso
a los lugares de retorno; (vi) facilitación del acceso a la justicia para hacer efectivo
los derechos de verdad, justicia y reparación; (vii) servicios básicos como electrici-
dad, agua y alcantarillado; (viii) acceso a una alimentación suficiente y adecuada;
(ix) acceso a fuentes de ingreso y trabajo; (x) seguimiento humanitario, que es
considerado como una garantía para el ejercicio de los derechos de la población en
retorno; (xi) apoyo a la organización social; y (xii) ayuda psicológica a las comuni-
dades que retornan (Ley 387 de 1997).

En el actual Acuerdo Final de paz, el retorno es contemplado como


una de las estrategias que se favorecerán y estimularán en el marco de la
creación de una jurisdicción especial para la paz. El texto del Acuerdo
señala que se pondrán en marcha retornos colectivos con un enfoque
territorial y de género y se emprenderán retornos acompañados que
contemplan programas de reparación colectiva y restitución de tierras
y otros elementos acordes a la reparación de las víctimas. De acuerdo
con las declaraciones del ex magistrado Manuel José Cepeda, la crea-
ción de esa jurisdicción especial para la paz (JEP) tiene el propósito de
“administrar justicia, ejercer funciones judiciales. No tendrá ni fun-
ciones constituyentes ni facultades supraconstitucionales. Las normas
mediante las cuales sea creada la JEP, como es usual en Colombia,
serán sujetas al control de la Corte Constitucional” (El Tiempo 2016).
Existen aún diversas críticas respecto al Tribunal para la Paz y a los
procedimientos de Justicia Transicional que tienen que ver con los pro-
cesos de investigación, restauración y reparación de las víctimas.

La comunidad El Garzal: la ética religiosa

Esta comunidad es la única de las tres que no logró ser desplazada


de forma colectiva, ya que ha trabajado mancomunadamente con las
demás veredas que fueron varias veces amenazadas y hostigadas tanto
para vender las tierras como para salir de los territorios. La decisión
que tomó la comunidad El Garzal fue un no rotundo a abandonar el
territorio. De acuerdo con los relatos, la vigilia y la fe, rasgos afines a
300 Paisajes sonoros

todos los integrantes de la comunidad, contribuyeron a mantenerlos


unidos. Además, se construyó un proceso de confianza mutua basado
en el proyecto campesino comunitario fundamentado en la convicción
religiosa: “Se hacían vigilias y ayunos y las alabanzas a Dios en las cele-
braciones eran formas de pedirle protección”.
En las conversaciones que sostenían los miembros del Garzal so-
bre las propuestas que recibían de las empresas, establecían puntos de
contraste entre los planes agroindustriales y los proyectos agrícolas de
la comunidad. Mencionan que una figura política de la localidad fue
persuadida por algunos empresarios, pero, gracias a la unidad basada
en la fe, los miembros de la comunidad dialogaban periódicamente y
se mantuvo finalmente la cohesión comunitaria y la membresía de ese
importante líder dentro del proyecto comunitario. No solo las empre-
sas, sino también familias pudientes de la región han tratado de ingre-
sar a la comunidad para incitar las ventas de los terrenos. Los líderes y
las organizaciones de mujeres han sido fundamentales para la perma-
nencia, pues han sido figuras centrales para la movilización colectiva.
Como se explicó en la narración cronológica del conflicto, el ca-
rácter religioso ha sido el motor para emprender y mantener la acción
comunitaria. En este proceso es interesante observar que las acciones
siguen una corriente diferente a lo que suelen ser los preceptos religio-
sos que guían a las iglesias evangélicas. Mientras la tradición eclesial
tiende a recalcar la importancia de profesar una profunda fe que se
aísla o quiere aislarse casi por completo del orden social o político
establecido, la comunidad El Garzal logra una enorme transformación
en esos dos ámbitos, pues sus miembros —como lo indican Plata y
Cáceres (2015)— han sabido resignificar esos preceptos y trasladarlos
a sus contextos locales, en los que se requerían acciones concretas para
negociar, planear, etc. Algunos de los rasgos que indican estos actores
están enmarcados también en lo que John Paul Lederach denomina
los procesos de “sanación social”: una nueva interpretación de la fe,
una fe que permite trasladar el lenguaje y la simbología religiosos para
hacerlos análogos en las acciones comunitarias políticas. Sentirse una
comunidad de fe les proporcionó —y les sigue proporcionando— a los
miembros de la comunidad la persistencia y el valor necesarios para
resistir pacíficamente. Además, la certeza de que Dios los protege y
Capítulo vi 301

apoya la causa de permanecer en su territorio les fortaleció y fortalece.


Así, dentro de un marco que vincula las acciones sociales y políticas
con la cultura religiosa y las consagra en lo espiritual, ha sido posi-
ble persistir y no abandonar el territorio. Compartir los temores y los
aciertos e intercambiar informaciones relevantes que se daban durante
las reuniones semanales contribuyó a la cohesión del colectivo. Salva-
dor Alcántara afirma que “no tomar decisiones individuales era una de
las máximas previas a cualquier decisión o acción que pudiera afectar
a la comunidad” (entrevista)15. Esto surtió efecto en todos los líderes
de las comunidades que hacían parte de la planeación, evaluación e
implementación de las decisiones acordadas. Otro de los líderes pre-
cisó que cuando no encontraron consenso entre ellos se abstuvieron
de orientarse por una de las resoluciones propuestas y optaron por
someterla a consideración de toda la comunidad, convocando a la po-
blación a asambleas extraordinarias.
El retorno en dos de las tres comunidades analizadas no es un hecho
singular ni completamente aislado en el contexto actual en Colombia.
La Defensoría Delegada para los Derechos de la Población Desplazada,
en su informe de agosto del año 2012 “Análisis y valoración de la po-
lítica pública de retornos y reubicaciones”, describe los alcances de la
respuesta institucional ante el fenómeno del desplazamiento masivo y
se señalan los logros y las falencias. Se describen treinta y tres casos de
retorno y siete reubicaciones en treinta y dos municipios de Colombia.
Volver al territorio supone la planeación de una nueva vida que brinde
las condiciones para poder rehacer la cotidianidad, la institucionalidad
y el tejido social. El uso del espacio territorial, en los casos en que es
posible efectuar el retorno, es uno de los puntos centrales para recons-
truir una comunidad rural en los territorios de origen. Es necesario
documentar más y mejor los procesos de retorno en el país, ese podría
ser un primer paso para empezar a comprender los mecanismos utili-
zados por las comunidades en sus procesos de reconstrucción social.

15. La entrevista realizada a Salvador Alcántara es parte del material del archivo obte-
nido en el trabajo de campo en 2013.
302 Paisajes sonoros

Reapropiación del espacio local: el significado del lugar

Las comunidades se han reasentado en sus lugares de origen, insta-


lándose en condiciones realmente precarias. En el caso de las zonas
humanitarias, la reterritorialización estuvo concebida como práctica
de reafirmación del espacio que les pertenece, cuyo reconocimiento
jurídico prevalecía y la comunidad de Las Pavas ha logrado el reasen-
tamiento en medio de serias disputas por la titulación de los predios.
Permanecer en el territorio se convierte en una amenaza debido a la
presencia y el hostigamiento de los actores armados y a la gran incerti-
dumbre respecto a la legalización.
El lugar como referencia cultural existe a través de espacios mate-
rialmente definidos. La necesidad de pertenencia y la representación
social y política están estrechamente vinculadas a unos sitios concre-
tos. La construcción de la experiencia vital, natural y social se aferra
a la existencia de un espacio real. Respecto al lugar como concepto,
Arturo Escobar (2000) plantea que, en el contexto de la globalización,
en la que se relativiza la espacialidad, se construyen una cantidad de
metáforas para asignarle significados a la movilidad, lo que crea un
efecto mayor en la concientización sobre el concepto del espacio. Esa
consciencia se traduce en la inquietud por discernir los cambios de las
dinámicas culturales, siendo muchas de ellas consecuencia de la deste-
rritorialización en varios ámbitos. Este autor lo expresa así:

Existe un sentimiento de pertenencia que es más importante de lo que queremos


admitir, lo cual hace que uno considere si la idea de “regresar al lugar” —para usar
la expresión de Casey— o la defensa del lugar como proyecto —en el caso de Dir-
lik— no son cuestiones tan irrelevantes después de todo (2000: 113).

Observemos estos aspectos en cada una de las comunidades en la


siguiente tabla:
Capítulo vi 303

Zonas humanitarias Las Pavas El Garzal

Constitución de zonas humanita-


Construcción de cambuches Finca campesina
rias y zonas de biodiversidad

— La constitución de zonas — La construcción de cambuches — Cuenta con varios espa-


humanitarias y zonas de biodiver- es un mecanismo de presión que cios de producción:
sidad que están amparadas por la alerta tanto a las empresas como • parcela agroforestal
Corte Interamericana posibilita un a la opinión pública respecto al • sembrado de cacao,
marco de acción para la población tema de la tierra. plátano, frutales
y es un medio de protección por la — Las circunstancias de titulación • el patio productivo
presencia de grupos armados en la irresuelta son sin duda la mayor diversificado
zona y sus constantes amenazas. desventaja para la población.
— Espacios menores, horta-
— Es un instrumento de afirma- — La instalación de cambuches se lizas, plantas medicinales
ción jurídica y constitucional. hace de manera pacífica y mani- — Parcelas de cultivos de
fiesta la recuperación del espacio maíz, arroz, rastrojos y
— Las zonas humanitarias para la defensa del territorio. potreros.
están organizadas en torno a un — Juntas de acción comu-
concepto de red, en el cual existe — Es un instrumento para hacer nal, con carácter autóctono,
una distribución del espacio para un llamado a la alta concentración han coorganizado esta
diferentes labores. De este modo de tierras que se ha venido dando estructura de las fincas.
se cristaliza la reafirmación de la en la región a través de diferentes
comunidad y su concepto interac- formas, en este caso, la siembra de
tivo de paz. palma de aceite a larga escala.

— Es un instrumento para
reconstruir nuevas formas de go-
bernabilidad tanto en la práctica
comunitaria como de los recursos
naturales; esto último, especial-
mente a través de las zonas de
biodiversidad.

— Recupera el trauma y el dolor


como dispositivo de reconstruc-
ción histórica y da continuidad a
la historia colectiva y ancestral.

24. Reapropiación del espacio local


Fuente: elaboración propia
304 Paisajes sonoros

Las acciones que emprenden estas tres comunidades están justa-


mente encaminadas a defender el territorio para la construcción cultu-
ral de su colectivo: en el caso de las zonas humanitarias, ese propósito
está estrechamente ligado a una historia ancestral de cohesión étnica y
en el caso de Las Pavas y El Garzal, su canal es el carácter campesino.
Aunque la defensa del lugar se refiera en primera instancia a la tierra,
es preciso recordar que las comunidades de enfoque son esencialmente
ribereñas, por lo que una dimensión integral de los recursos naturales
para garantizar la vida y las condiciones dignas de las poblaciones es
preponderante. Algunos de los planteamientos de los estudios cultu-
rales sobre los procesos de migración se centran sobre todo en analizar
los flujos migratorios internacionales y prestan poca atención a los del
interior de los territorios nacionales, flujos que se siguen dando aún
entre los escenarios urbanos y rurales. Los planteamientos de Néstor
García Canclini (2001), por ejemplo, sobre la pérdida de la relación
entre el territorio geográfico y la construcción cultural son pertinentes
para comprender los procesos de las migraciones voluntarias, pero en
el contexto de la migración forzada, como es el caso de estas comuni-
dades, pierden su validez. Las comunidades afrodescendientes, indí-
genas y campesinas, no solo en el territorio nacional, sino en muchos
países del hemisferio sur, abogan por sus derechos territoriales y ven en
la tierra la materia de legitimación de sus culturas ancestrales.
Por otra parte, la reflexión de Homi K. Bhabha (2004 sobre las
zonas intervienes (in-between spaces) como lugares de negociación y
articulación de la diferencia señala con más énfasis el desenvolvimien-
to del sujeto colonial —ahora postcolonial—, pero le confieren poca
importancia a las nuevas formas de poder que se gestan en esos espa-
cios. Mientras desde la perspectiva de los flujos migratorios se crean
zonas intermedias que son figurativas y no necesariamente materiales,
en los contextos de migración forzada y en los casos del conflicto por
la tierra, existe una necesidad urgente de recuperar zonas con claros
límites materiales y geográficos, territorios que han sido usurpados y
vetados de la reproducción cultural campesina y comunitaria. La ma-
terialidad representa esa parte física, que es fundamental, del concepto
de territorio, en concreto los recursos naturales, las fuentes hídricas,
las zonas de cultivo y la diversidad de los ecosistemas. Sin embargo,
Capítulo vi 305

esa construcción del territorio sería incompleta si no existieran otros


espacios a través de los cuales se retroalimentan las significaciones de lo
material: aquellos espacios dinámicos de reconstrucción y cruce entre
las dimensiones materiales, humanas y espirituales en los que se culti-
van discursos, se recrean semánticas y se regeneran las simbologías que
componen el entramado territorial. Este es un aspecto determinante
para comprender cómo las prácticas comunitarias cultivan espacios de
convivencia con la naturaleza, con lo humano y con lo inmaterial y
proveen un potencial social para construir relaciones de justicia y paz,
además de convertirse en creación factual de la representación hete-
rocultural. Por ello, más que advertir la creación de los espacios de
intervalo, resulta necesario poner en consideración qué términos, qué
paradigmas, qué ideologías y qué estéticas guían las negociaciones y las
transformaciones que puedan tener lugar en los espacios intermedios.
La constitución de las zonas humanitarias y la instalación de los
cambuches representan intentos de reterritorializar el espacio que les
ha sido arrebatado a las poblaciones afrodescendientes. Estas accio-
nes son mecanismos de protección y resistencia ante los procesos de
usurpación de las tierras. Si revisamos la simbología de lo fronterizo,
sugerida por Bhabha (2004), cambia de la noción de división lineal a
una idea de conexión: se trata de un espacio de transición que comu-
nica las realidades en contacto, lo que implicaría la convergencia de
prácticas, saberes y conocimientos. Esta noción de conectividad, que
sería perceptible en los flujos migratorios, se desdibuja en el contexto
de la migración forzada, con lo que surge la idea de lo limítrofe como
reacción al destierro físico.
En la situación concreta del conflicto por la tierra podríamos visua-
lizar la noción fronteriza desde dos ángulos: las fronteras del espacio
material y de lo inmaterial y las alianzas y la hibridación. Respecto al
primero, la frontera en el espacio material no se difumina, sino que,
por el contrario, adquiere mucha más relevancia porque la demarca-
ción territorial de lo que ha sido usurpado es fundamental para resta-
blecer los derechos del hábitat territorial y porque la negociación en
el terreno de lo ambiguo tiende a tornar el camino de la resolución
mucho más complejo. La construcción de las zonas humanitarias es
una clara muestra de la frontera como instrumento de contención ante
306 Paisajes sonoros

la agresión y de validación de lo cultural-local. Tal vez sea necesario


recurrir a la noción de frontera para recuperar la idea de equidad en la
diferencia, que se ha diluido en el discurso simbólico y de hibridación
y que se reproduce con inequidad y crudeza en las relaciones de poder.
El segundo ángulo es el de las alianzas y lo híbrido. Desde esa com-
prensión, podríamos decir que, efectivamente, la formación de espacios
intertextuales entre lo regional, lo nacional y lo internacional ha posi-
bilitado el renacimiento de estas comunidades y la refundación de los
espacios colectivos. Los espacios de reformulación que sugiere Bhabha
(2004) se simbolizan en las comunidades a través de la creación de
inter-redes. En el caso de las poblaciones rurales de enfoque, esas inter-
secciones de intercambio han dado lugar a la creación de nuevos lugares
culturales y de nuevas formas de representar la diversidad cultural que
emergen desde la pluralidad étnica, cultural, confesional, etc. Las arti-
culaciones y los flujos sociales que se plantean como espacios híbridos y
como representaciones con cruces de elementos de diferente naturaleza
no se dan como una mezcla: si hay creación cultural, esta emerge en el
marco de lo que representa la diferencia o la singularidad dentro de un
marco de unidad colectiva. En ese sentido sería más apropiado usar el
término abigarramiento propuesto por René Zavaleta Mercado (1986)
para referirse a procesos culturales cuyas singularidades son visibles y
forman un conjunto heterogéneo, pero no son necesariamente híbri-
dos. En la representación territorial existen ejes de conexión y ejes de
deslinde, por ejemplo, si observamos cómo las comunidades afrodes-
cendientes y las indígenas representan o se relacionan con la Pacha-
mama, puede existir el rito del chayar en unas etnias y en otras no, sin
embargo, la figura común de representación reseguirá siendo la misma.

LA CASA DE LA MEMORIA (ZONAS HUMANITARIAS)

La reconstrucción del espacio interior de las zonas humanitarias se


simboliza en forma de red —como la de una telaraña— y aparece
dibujada como orientación cartográfica al ingresar al área donde se lo-
calizan estas. En el centro de la Nueva Esperanza se encuentra situada
la casa de la memoria, que es el sitio de encuentro de la comunidad y
Capítulo vi 307

el lugar de recuperación de la memoria histórica. Allí cada una de las


paredes está reservada para un motivo especial: en una de ellas se en-
cuentra una lista con los nombres de diferentes personas de las comu-
nidades que han fallecido de forma violenta; en otra, aparecen diversas
informaciones sobre los cultivos que se producen, el tiempo de las
cosechas y demás prácticas agrícolas. En las siguientes imágenes se ve
esta casa de la memoria, la primera muestra el perfil exterior y las otras
dos, el ambiente interior:

25. La casa de la memoria


Fuente: archivo propio de la autora, visita al terreno, febrero de 2012
308 Paisajes sonoros

26a y 26b. Reterritorialización ASOCAB


Fuente: archivo propio de la autora, visita al terreno, febrero de 2012
Capítulo vi 309

CAMBUCHES (HACIENDA LAS PAVAS)

Los procesos de retorno son experiencias sumamente complejas que


demandan cohesión, confianza, unión y mucha fortaleza comunitaria.
Las estrategias de reterritorialización que ha emprendido ASOCAB
han sido planeadas para lograr sostenibilidad en la hacienda. El propó-
sito de recuperar las tierras y habilitarlas nuevamente para actividades
de subsistencia a través del cultivo ha tenido sus altas y bajas: las con-
diciones de hábitat para las familias son precarias, pues no cuentan con
servicios públicos ni de agua ni de electricidad, y el terreno donde es-
tán los cambuches está vigilado por la empresa de seguridad de la com-
pañía palmera. En diferentes ocasiones, los paveros han encontrado los
sembrados destruidos y, de acuerdo con las últimas declaraciones de
los líderes de la comunidad, siguen los hostigamientos a los miembros
de ASOCAB por parte de hombres armados. En la ilustración 26a se
puede ver las construcciones improvisadas de la comunidad, y en la
26b las instalaciones ocupadas por la administración de la empresa.

Resistencia y permanencia: usos del espacio común

Como se ha mencionado anteriormente, el acceso a la tierra per se no


es suficiente para garantizar el desarrollo rural ni tampoco el bienestar
comunitario. La tierra como recurso material y económico está ligada
de forma inherente a la consecución y el incremento de otros recursos
inmateriales y simbólicos, como la dignificación de la vida y su hábitat,
la participación en la toma de decisiones, la reproducción de reperto-
rios culturales y la formación de filiaciones colectivas, entre muchos
otros. Un aspecto central en el proceso de autogestión comunitaria es
la recuperación de la actividad agrícola como base fundamental de la
independencia económica y el autodesarrollo. Los cultivos de maíz, en
el caso de las comunidades de Las Pavas y El Garzal, han sido estratégi-
cos para reafirmarse en el territorio. En los dos casos, las inundaciones
les han destruido los sembrados, causando grandes pérdidas. Después
de estos episodios, las comunidades han tenido muchas dificultades
para volver a reanudar las cosechas. Uno de los grandes obstáculos con
310 Paisajes sonoros

los que se enfrentan son las carencias en la financiación para desarrollar


proyectos que fomenten la agricultura campesina y fortalezcan las pro-
puestas de desarrollo comunitario. Asimismo, las ayudas tecnológicas
del Gobierno han sido precarias o incluso nulas. Muchas de las comu-
nidades deben afrontar los riesgos, sean climáticos o del mercado, por
sus propios medios, es decir, deben asumir las llamadas externalidades
del sistema a las que se refiere Martínez Alier (2011). En la tabla que
se ve a continuación, se especifican los usos que le han dado las comu-
nidades a sus territorios:

Zonas humanitarias/
Las Pavas El Garzal
zonas de biodiversidad
Tumbar parte de las
Cultivar las tierras como
plantaciones y sembrar Cultivar las tierras.
estrategia de resistencia.
productos de pancoger.
— Derribar las — Cultivos de maíz.
Los sembrados de maíz
plantaciones que estaban — Cultivos de cacao:
fueron dispuestos para
ocupando sus territorios. fortalecimiento para la
restablecer las labores
— Instalar zonas de comunidad.
agrarias de la comunidad
biodiversidad para — Organización de la
y poder así reactivar sus
reactivar la producción cooperativa para la venta
economías.
agrícola y ecológica. de cacao.

27. Habilitar las tierras: permanencia y resistencia


Fuente: elaboración propia

Las acciones de permanencia en el terreno no son un capricho,


están fundamentadas en un paradigma de participación productiva
horizontal. En primer lugar, las localidades aledañas se suplen de la
generación de alimentos que se produce en la zona: las asociaciones y
cooperativas no trabajan solamente para sí mismas, sino que desarro-
llan actividades de comercio productivo regional para distribuir sus
productos. Un ejemplo es la cooperativa de cacao de la comunidad El
Garzal. La asociación decidió diversificar la producción agrícola para
afrontar mejor los reveses climáticos y propuso a los miembros realizar
una distribución de los espacios de producción en cada una de sus
Capítulo vi 311

fincas, como se aprecia en la primera imagen; en la segunda imagen se


ve la recolección de cacao en la cooperativa y en la tercera se ilustra una
finca en la comunidad El Garzal:

28. Distribución de una finca campesina en El Garzal


Arriba, fuente: tomado de Alcántara (2008: 11)
Abajo, fuente: archivo propio. Visita al terreno, 2012
312 Paisajes sonoros

En algunos momentos del conflicto, el manejo de la disputa entre


las comunidades y las compañías ha posibilitado llegar al diálogo para
escuchar las propuestas de estas últimas. La búsqueda de compatibili-
dades es una de las estrategias que señala Ortiz (1999); sin embargo,
ese intento se hace más difícil si se trata de valoraciones que se sitúan
en paradigmas diferentes. Una de las grandes incompatibilidades en los
procesos de manejo del conflicto vividos por estas comunidades radica
en el uso de los territorios: la industria palmera quiere destinarlos cul-
tivos para las plantaciones industriales, mientras que las asociaciones
campesinas quieren realizar proyectos agrícolas para suplirse y comer-
cializar en la región. Este es un punto esencial que muestra la diversidad
en la utilización de las tierras. En primer lugar, el sembrado de pal-
ma cambia drásticamente la práctica agrícola comunitaria, por tratarse
de un producto perenne. Además, excluye a muchos campesinos de
la comercialización diversificada, pues la distribución de los frutos de
la palma se da en una estructura vertical, en la que una sola instancia
compra las cosechas, que son procesadas en la destiladora más cercana,
lo que implica una mayor dependencia de los campesinos de una parte
de la cadena de mercado. Adicionalmente, los productos de la palma
requieren un procesamiento tecnológico al que no tienen acceso todos
los integrantes de la cadena productiva. A estos factores se suma la ca-
tegorización que se le da al campesino como asociado (el aspecto de la
asociatividad se especifica previamente en este estudio al referirse a la
narrativa de la industria palmera). En esta misma línea, es preciso recor-
dar que los cultivos de palma de aceite estuvieron contemplados dentro
del Plan Colombia como parte de los mecanismos para la sustitución de
los cultivos ilícitos y también fueron concebidos desde una perspectiva
de desarrollo alternativo que no se hizo efectivo para los pequeños agri-
cultores y en la que no hubo adjudicaciones de créditos para estimular
las dinámicas de producción agrícola campesina.
Capítulo vi 313

Acciones legales

Respecto a las acciones legales que emprendieron las tres comunida-


des, no existen grandes diferencias: las zonas humanitarias apelaron a
la Corte Constitucional y, posteriormente, a la Corte Interamericana
de Derechos Humanos; la comunidad Las Pavas acudió al Parlamento
Europeo para conseguir la solidaridad internacional como víctimas del
conflicto y en condición de desplazados, y El Garzal recurrió a la pro-
tección de seguridad para la defensa de la vida y de sus familias.
Las acciones legales llevadas a cabo por las tres comunidades han
tenido consecuencias en el ámbito jurídico y político. De acuerdo con
Liliana Díaz (1999), la introducción del código ambiental, con meca-
nismos y espacios de participación concretos, ha tenido un efecto posi-
tivo para las comunidades rurales porque, entre otras cosas, les permite
argumentar desde lo ambiental situaciones que ya habían sido expues-
tas desde otros términos; es decir, son marcos que dan legitimidad para
argumentar una situación preexistente e incuestionable. A su vez, hacen
posible deslegitimar acciones que antes se consideraban inocuas por la
inexistencia de normas adecuadas o la insuficiencia en la aplicación de
las mismas. Liliana Díaz (1999) y Fernando Cepeda (2013) coinciden
en afirmar que la Carta Constitucional contiene numerosas normas so-
bre la participación ciudadana y comunitaria. Lo que se debería reforzar
es la interpretación y la aplicación de alternativas de las normas y del
derecho para que incidan de manera efectiva como instrumentos legales
en el fortalecimiento de las comunidades; en otras palabras, poner la
normatividad al servicio de los procesos de participación y crear meca-
nismos de una acción vinculante de cara a la toma de decisiones.
En relación al manejo jurídico y legal en el marco del conflicto de
Las Pavas, existe una intervención por parte de la Clínica Jurídica so-
bre Derecho y Territorio: un “modelo de intervención social” enfocado
a aumentar los instrumentos jurídicos para que la comunidad pudiera
enfrentar mejor la situación de conflicto. De acuerdo con el informe
de la Clínica Jurídica (2015), se pueden observar tres resultados que
están en consonancia con los objetivos a conseguir —como se espe-
cifican a continuación— y cada uno de los cuales deriva en efectos
jurídicos concretos:
314 Paisajes sonoros

— Diseño y ejecución de estrategia de la obligación por parte del Estado para


persecución de los delitos cometidos en la Hacienda de Las Pavas.
— Diseño y ejecución de estrategias para activar herramientas de verdad, justicia
y reparación en el marco de la justicia transicional.
— Diseño y ejecución de estrategias para la garantía de los derechos sobre el uso.

Es preciso mencionar que ese modelo de intervención les propor-


ciona a las comunidades la posibilidad de contar con un actor que
ejerce el rol de interlocutor con el Estado. De la misma manera, se
constata que la participación de este tiene un peso simbólico, indepen-
dientemente de su intervención per se. Al parecer, “sólo los actores de
un poder análogo, al menos en un nivel simbólico, logran construir
un equilibrio en disputas jurídicas y políticas que parecieran perdidas,
incluso para los campesinos mismos” (Clínica Jurídica 2015: 14).

Acciones en los medios

Todas las comunidades han emprendido acciones para difundir su


situación y darse a conocer a nivel nacional o incluso internacional:
con el apoyo de las diversas organizaciones de acompañamiento han
creado canales de difusión para divulgar los procesos colectivos. Las
Pavas cuenta con un blog en la red, en el cual se pueden seguir paso
a paso los acontecimientos y las interacciones con otros actores; un
reportaje sobre su retorno, que se ha convertido en documental y se ha
empezado a difundir en Suiza , entre otros; un CD con los cantos com-
puestos por miembros de la comunidad en donde narran su historia,
las percepciones sobre el conflicto y sus proyectos comunitarios, entre
otros temas. Además, Las Pavas y El Garzal también forman parte de
la Red de Iniciativas y Comunidades de Paz desde la Base. Las comu-
nidades de las zonas humanitarias cuentan también con un espacio
virtual en la página de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, en
el cual se va consignando la historia del proceso. El grupo musical Los
Renacientes —quienes pertenecen a la comunidad del Cacarica— han
grabado tres CD, con los cuales han dado a conocer su experiencia de
despojo del territorio y a su vez han difundido la existencia de otras
Capítulo vi 315

comunidades del departamento del Chocó que se enfrentan a condi-


ciones de destierro similares.
Respecto a la presencia de estos casos en los medios, hay quienes
consideran que las grandes controversias tienden a polarizar aún más el
terreno, ya tenso, entre los actores en disputa. Si bien este argumento
puede contribuir a la captación de grupos a favor y en contra, lo defi-
nitivo es el efecto que tenga en la sociedad civil. La visibilización de los
procesos comunitarios es más que necesaria en la sociedad colombiana.
Además, la pluralidad de versiones permite juzgar desde diversos ángu-
los un mismo evento. Por otra parte, los procesos de representación de
las realidades y su difusión conducen a una mayor concientización en
relación a temas fundamentales de la convivencia social. En Colom-
bia, esas informaciones y su divulgación contribuyen a que diferentes
segmentos de la sociedad se formen una opinión sobre los procesos
rurales, de tal manera que logre transcender el propósito sensaciona-
lista que persigue gran parte de la información de los medios masivos.

Relaciones de poder estructurales

TRABAJO EN RED Y GOBERNANZA

Las prácticas de cooperación interna de las comunidades estudiadas16


y la organización de una Red de Iniciativas y Comunidades de Paz
desde la Base son propuestas que aplican principios de participación
democrática y articulación comunitaria. En Latinoamérica se vienen
dando procesos de articulación entre grupos de base en los que cola-
boran principalmente campesinos, indígenas y afrodescendientes. Los
movimientos que han surgido en estos países persiguen objetivos muy
similares en relación al manejo de los recursos naturales y a los sistemas
de participación y administración institucional y política. Boaventura
de Sousa Santos (2010) los llamaría procesos para “democratizar la

16. Las comunidades que hacen parte de esa Red tienen entre sus principios de acción
la concertación consensuada entre sus miembros y la participación equitativa en la
diferencia.
316 Paisajes sonoros

democracia”. Afirma que en el contexto de América Latina se viven dos


tipos de lucha: “La coexistencia de luchas defensivas y luchas ofensivas,
que distinguen la región en este momento, produce una turbulencia
muy específica en el cuadro político democrático” (65). Las luchas
defensivas son las que llevan a cabo los grupos marginados y vetados
de participación sociopolítica, quienes sienten con mayor vehemencia
los estragos de los modelos económicos. Estas luchas se orientan hacia
la defensa de los bienes naturales y de las prácticas del lugar. En ese
sentido, De Sousa Santos señala que

las luchas de vocación se manifiestan en los procesos […] de la democracia par-


ticipativa, comunitaria e intercultural; la democratización del acceso a la tierra;
de la redistribución de las rentas de explotación de los recursos naturales; de la
promoción de alternativas de desarrollo, como lo son el buen vivir (sumak kawasay
o suma qamaña) o de la negación de la separación entre sociedad y naturaleza,
concebida como Madre Tierra (la Pachamama) (2010: 65).

En el caso de los ambientes rurales en Colombia, se deben contra-


rrestar las asimetrías de poder tanto en la administración como en el
uso de recursos naturales. Los consejos comunitarios de las cuencas de
Curvaradó y Jiguamiandó, la Asociación Campesina de Buenos Aires
y la Asociación Productora Alternativa del Simití son organizaciones
cuyo funcionamiento parte de la consultación directa a los miembros
para la toma de decisiones, es decir, apelan a prácticas de democracia
directa en sus contextos locales, en las que se fomentan marcos de dis-
cusión y aquiescencia comunitaria. Las estrategias sobre cómo tratar las
desavenencias y los desacuerdos con otros actores en el interior de la
red funcionan en una perspectiva del manejo conjunto del conflicto. Al
respecto, Chevalier y Buckles (2010) indican que la presencia de con-
flictos en las comunidades les alerta para reconocer singularidades, pero
actuando por el bien común. Estos autores resaltan la distinción entre
iguales como punto de adherencia al colectivo: la acción comunitaria
está determinada por las diferencias que las comunidades de una red ten-
gan con “el mundo exterior”, representado en la estructura social. Existe
una conciencia comunitaria muy clara de la diferencia, la equidad y la
complementariedad, lo que se expresa con relaciones recíprocas de mu-
tualidad en la búsqueda de intereses que favorecen a todos los miembros
Capítulo vi 317

de la red. Como lo afirma uno de los líderes del Garzal, la comunidad


logró permanecer en el lugar gracias a la participación, la información y
el intercambio de todos los integrantes de la misma.
El trabajo en red, como hacen las comunidades de este estudio, se
caracteriza por la implementación de mecanismos de interacción y de
representación actoral para movilizar los recursos políticos y de poder.
Al respecto, Kooiman (2003) plantea que las disputas que surjan de
la interacción entre diversos actores tienen que ser solucionadas tam-
bién con respuestas de esa misma diversidad y no de un grupo exclu-
sivo. La interacción en redes es también una estrategia para ajustar las
disparidades que se producen en el flujo de diferencias entre actores
distintos (Cerrillo Martínez 2005). Si bien Agustí Cerrillo se refiere
a la formación de redes en el contexto europeo, en donde estas están
constituidas por actores públicos y privados, para nuestros casos es
pertinente analizar las incidencias con relación a la red misma. Hay
diversos planteamientos acerca de la red como concepto en los estu-
dios políticos que son pertinentes a cualquier organización que emplee
ese sistema. Algunos autores denominan las redes como “comunidades
políticas” y otros apelan a la noción de “redes sectoriales”, establecien-
do diferencias en los niveles de cohesión. Más allá de la denominación,
me importa observar la relación en términos de gobernanza y su inci-
dencia en el ejercicio de la democracia en el contexto rural.
En el marco del conflicto, la Red de Iniciativas surge como un me-
canismo de interacción y trabajo entre actores que han quedado al mar-
gen de los procesos de decisión y que son apoyados por organizaciones
no gubernamentales como SUIPPCOL. Todos ellos son procesos que
están articulados en torno al derecho a la tierra y al territorio. Treinta
comunidades, entre comunidades de afrodescendientes, comunidades
indígenas y comunidades campesinas mestizas, jóvenes y mujeres, con-
forman la Red. En su concepto, la paz es inherente al equilibrio natural
territorial y se especifica en el documento Enfoque y propuesta de paz
desde la base (Ruta Pacífica de las Mujeres et al. 2007)17:

17. El documento “Enfoque y propuestas de paz desde la base” forma parte de los
documentos del programa suizo SUIPPCOL que apoyó procesos locales de cons-
trucción de paz. Ese documento no se encuentra en la red.
318 Paisajes sonoros

La paz para las comunidades la entendemos como la cohesión equilibrada y ar-


mónica con la madre naturaleza; y el escenario del territorio como espacio de
creación y procreación de la vida como el todo integral y como el reconocimiento
a la tenencia de la tierra, en donde libremente y de diferentes maneras se construye
el proyecto de vida individual y/o colectivo. Donde se fortalece la cultura social,
política y espiritual, desarrollada en un país pluriétnico y multicultural de las co-
munidades y organizaciones sociales rurales y urbanas de Colombia (8).

Se trata de una diversidad de actores que funcionan en el entorno


regional y local y se constituyen en ejes de articulación. Los principios
base de su trabajo se fundamentan en el respeto a la singularidad y
la diferencia entre sus miembros, así como en los ejes temáticos que
articulan el proyecto colectivo. El carácter pluriétnico redimensiona
la construcción en el significado de equidad participativa y a través
del enfoque específico que cada comunidad atribuye al concepto de
territorialidad. La puesta en marcha de las acciones emprendidas por
las comunidades tiene efectos en la conquista de espacios de goberna-
bilidad que pueden tener incidencia en la transformación del conflicto
en diferentes niveles, por ejemplo, los siguientes.
Capacidad de generar propuestas o iniciativas: esto implica el cono-
cimiento de los temas de conflicto, de su posicionamiento como actor
y los instrumentos que puede habilitar para la negociación y el manejo.
En consecuencia, se deben conocer o, como mínimo, informarse sobre
las competencias de sus adversarios y los recursos e instrumentos con
los que cuentan los diversos actores. La concientización sobre los pun-
tos compatibles puede aportar a la transformación de las percepciones
negativas sobre los oponentes.
Fortaleza de grupos sociales y ejercicio de la democracia: el trabajo
en red posibilita una retroalimentación entre las debilidades y las for-
talezas que posee una organización y la participación proactiva en el
diseño de políticas públicas.
Reconfigurar los espacios y el ejercicio de gobierno: la redefinición
de lo local-territorial, la distinción entre tierra-territorio, la integración
de las diversas dimensiones, como la espiritual y la cultural, inciden en
la reconfiguración de espacios rurales, así como en el uso y la adminis-
tración de los recursos naturales.
Capítulo vi 319

Nuevas dimensiones políticas sobre lo público y lo privado: el te-


rritorio como espacio de creación y de reproducción de conocimientos
trascienden la perspectiva mercantil que le asignan otros actores a los
recursos naturales. La valoración del dominio público se redimensiona
y reconstruye la participación de los actores sociales y los poderes pú-
blicos respecto a sus derechos y también a sus responsabilidades.
Valor de legitimidad: las comunidades campesinas encuentran una
plataforma para reconstruir sus capacidades de acción y función como
actores sociales. El trabajo en red fortalece el ejercicio de sus derechos.

Contenidos inconmensurables: paradigmas contrapuestos

TIERRA-TERRITORIO: CONCEPTOS

Dentro del marco de las negociaciones para el Acuerdo Final de paz,


se consideran para el primer punto, titulado “Hacia un nuevo campo
colombiano. Reforma integral rural”, catorce principios, de los cuales
seis están estrictamente relacionados con los casos de las comunida-
des de este estudio: transformación estructural, desarrollo integral del
campo, restablecimiento y regulación de la propiedad, derecho a la ali-
mentación, participación, democratización del acceso y uso adecuado
de la tierra (Nuevo Acuerdo Final). El concepto ‘tierra-territorio’ es una
dualidad que prevalece para las culturas rurales, sean estas indígenas,
afrodescendientes o campesinas, y es un fundamento que motiva el ma-
nejo del conflicto —tal y como lo han hecho las comunidades antes re-
feridas— hacia la búsqueda de acciones transformativas para equilibrar
las asimetrías de poder. En esa línea, los Programas de Desarrollo con
Enfoque Territorial (PDET), concebidos en el Acuerdo de Paz (2016),
pueden ser un instrumento que aporte a la inclusión y al diseño del
ordenamiento territorial que proponen los distintos actores. Es indis-
pensable tener claro que es necesario fomentar el desarrollo regional
diferenciado según las necesidades y características de cada región.
Para las comunidades indígenas, la díada tierra-territorio está de-
terminada por el ámbito sociocultural y jurídico-político. Respecto a
lo sociocultural, el territorio es el espacio que fue proporcionado para
320 Paisajes sonoros

habitar y allí están interconectadas la historia, la tradición, la espiritua-


lidad y la comunidad. En lo jurídico-político, la figura del resguardo
cumple la función de delimitar el territorio habitado, es decir, es la
entidad territorial que goza de autonomía. La tierra es la gestora de un
poder trascendental y una cultura propia que con el hombre-comuni-
dad forma vínculos inquebrantables. La ruptura de ese lazo ancestral
significaría la desaparición de la existencia comunitaria indígena. De
acuerdo con el documento Enfoque y propuesta de paz desde la base
elaborado por Ruta Pacífica de las Mujeres et al. (2007), “el Consejo
Nacional Indígena de Paz considera importante distinguir entre tierra
y territorio: la tierra es la Madre; el territorio es el espacio de vida, de
relaciones con lo social, lo cultural y lo espiritual” (11).
Para las comunidades afrodescendientes, el territorio está compues-
to por los mismos ámbitos. Respecto al primero, se refieren a la orga-
nización social y cultural y el aprovechamiento del entorno, que son
el núcleo de su existencia y su permanencia como comunidad. Este
ámbito sociocultural está conformado por elementos materiales, como
el agua, la tierra y la fauna, e inmateriales, como el conocimiento y las
costumbres. “Lo étnico-cultural orienta los procesos de apropiación
territorial y constituye el eje conductor de la construcción de la paz, a
través de sus planes de etno-desarrollo” (Ruta Pacífica de las Mujeres et
al. 2007: 13). Este concepto está ligado a la asimilación de los recursos
y a las formas de organización a través de la construcción social. Para
las demás comunidades campesinas, el territorio significa

un espacio y escenario de cohesión, movilización y transformación social.


Alrededor de ocho principios se construye y defiende el territorio campesino:
integración, autonomía, vocería, movilización, democracia, identidad, historia
y lenguaje (12).

El territorio permite la vida digna de las comunidades porque es


el medio de trabajo, sustento y alimento y es el espacio en el cual se
vivencian las prácticas campesinas que se constituyen en identidad y
tradición de los pueblos rurales. El Mandato Agrario del 2003, que
surgió en el Congreso Nacional Agrario y en el que participaron más
de setenta y cinco organizaciones campesinas, se pronuncia contra la
Capítulo vi 321

crisis nacional en el agro y la negativa al Área de Libre Comercio de las


Américas (ALCA) y a los Tratados de Libre Comercio (TLC). En ese
documento se estipulan el derecho a la tierra y el territorio:

El derecho a la tierra y el territorio es parte fundamental de la vida y la cultura de


los pueblos y las comunidades rurales. Se garantizará este derecho a las comunida-
des afrocolombianas e indígenas y a los campesinos que han carecido de tierra o
la tienen en cantidad insuficiente, así como a quienes la han perdido o a quienes
teniéndola estén amenazados de perderla como consecuencia de la violencia, el
latifundio o la quiebra de los productores. (Mandato Agrario 2003: 5)

En ese mismo documento, con relación al derecho a la territoriali-


dad, se anota lo siguiente:

— Se reconocerá la diversidad e identidad cultural regional, local, étnica y la re-


lación con la naturaleza y el ambiente como partes esenciales de la territorialidad.
— La territorialidad no es solamente un concepto que hace referencia a lo local y
propio, sino que incluye las relaciones con otros sectores y la capacidad de unidad
con y entre las diferentes comunidades, pueblos y sectores sociales (8).

De acuerdo con un informe de la Comisión Nacional de Repa-


ración y Reconciliación, la figura jurídico-política de la díada tie-
rra-territorio está representada en las zonas de reserva campesina,18
promulgadas en la ley 160 de 1994. En el año 1996 se formalizó el
establecimiento de estas zonas con el decreto 1777, cuyas áreas de de-
limitación serían fijadas por el INCORA. Posteriormente, se intro-
dujo una modificación en el año 2007, limitándolas solo a las áreas
de la frontera agrícola. En el actual Acuerdo Final de paz se estipula
el uso de las zonas de reserva campesina para lograr la formalización
masiva de la pequeña y la mediana propiedad rural. En términos de

18. Son zonas de reserva campesina las áreas geográficas seleccionadas por la junta
directiva del INCORA teniendo en cuenta las características agroecológicas y so-
cioeconómicas regionales. En los reglamentos respectivos se indicarán las exten-
siones mínimas y máximas que podrán adjudicarse, determinadas en unidades
agrícolas familiares, el número de estas que podrá darse o tenerse en propiedad,
los requisitos, las condiciones y las obligaciones que deberán acreditar y cumplir
los ocupantes de los terrenos.
322 Paisajes sonoros

formalidad constitucional, existen diversos artículos que definen esta


figura de ordenamiento territorial y en donde no solo se les reconoce
una función en las economías campesinas, sino también se describen
como medida de conservación del medio ambiente y como elemento
social porque preservan la cultura de las comunidades rurales. Estas
zonas han sido creadas para contener o “cultivar las economías campe-
sinas” y la concentración de tierras y ponerle freno al latifundio. Esta
figura de ordenamiento territorial rural contempla la conservación y el
uso de los recursos naturales dentro de la sostenibilidad. Su incorpora-
ción en el marco jurídico de la Constitución fue el resultado de las rei-
vindicaciones campesinas por la tierra a mediados de los años ochenta
para atender a los cuestionamientos de ordenamiento territorial y a la
expansión de la frontera agrícola. La Asociación Nacional de Zonas de
Reserva Campesina (ANZORC), que surgió en los años noventa y se
reactivó a partir de 2011, lleva un proceso organizativo que muestra
la eficacia de la gestión campesina. La zona de reserva campesina del
valle del río Cimitarra es un modelo ejemplar, pues tiene un plan de
desarrollo sostenible planeado para el año 2022 y contempla la conser-
vación de la serranía de San Lucas.
Existe una figura casi paralela que son las zonas de interés de desa-
rrollo rural, económico y social (ZIDRES). De acuerdo con la misma
ley 160 de 1994, se hará un deslinde de los baldíos y no todos serán
destinados a las zonas de reserva campesina, sino que serán utilizados
como zonas de desarrollo empresarial en las diferentes regiones con el
propósito de

permitir la incorporación de sistemas sustentables de producción en áreas ya in-


tervenidas, conservando un equilibrio entre la oferta ambiental y el aumento de la
producción agropecuaria, a través de la inversión de capital, dentro de criterios de
racionalidad y eficiencia y conforme a las políticas que adopten los Ministerios de
Agricultura y del Medio Ambiente. (Ley 160 de 1994, artículo 82)
Capítulo vi 323

29. Zonas de reserva campesina


Fuente: tomado de Caracol Radio (2013)19

Según la descripción del decreto anterior, la zonas de reserva cam-


pesina tienen como propósito “superar las causas de los conflictos so-
ciales que las afecten y, en general, crear las condiciones para el logro
de la paz y la justicia social en las áreas respectivas”, es decir, si los pro-
cesos de titulación de baldíos toman algunos conceptos de esta figura
territorial, favorecerán no solo de la terminación del conflicto, sino
la productividad y el bienestar locales con incidencia regional. Por el
contrario, lo que ha sucedido hasta el momento es que el Gobierno ha
favorecido el uso y el abuso de los terrenos baldíos para sembrados no
sustentables y sin criterios de racionalidad, como se estipula en dicho
artículo.
En el marco general del Acuerdo Final de paz, aparecen diferentes
formulaciones que reiteran la necesidad de atender a las poblaciones
rurales, que han sido las mayormente afectadas por el conflicto. Las

19. <http://www.caracol.com.co/radio/2013/07/16/media/1373986020_933902.
html>.
324 Paisajes sonoros

disputas por la tierra no se reducen exclusivamente a los actores en


combate. La terminación del conflicto ayudará, sin duda, a liberar
grandes extensiones del territorio colombiano que los grupos armados
han controlado por mucho tiempo, pero el desafío que se plantea es
cómo dar vía a proyectos que generen productividad y bienestar para
las comunidades rurales y cómo recuperar esos territorios para activi-
dades legales, que no vuelvan a caer bajo el dominio de grupos que
controlen poblaciones y sus economías. El conflicto por la tierra no
termina en el momento en que los actores armados entregan las armas:
se empieza a transformar verdaderamente cuando se negocian salidas
concretas con pautas vinculantes de participación y que favorezcan los
intereses de los habitantes del campo. La restitución de tierras y el sis-
tema legal de titulaciones en el marco de una paz sostenible solo serán
posibles si se restablecen los saberes, los modos de vida y las relaciones
comunitarias que le han dado sentido y significado a la tierra. Las
estrategias de reterritorialización deben concebir la tríada campesino-
tierra-vida comunitaria como fundamento base de la implementación
en el trabajo de restitución territorial. En los últimos tiempos, tras la
firma del Acuerdo Final de paz (2016) con la guerrilla de las FARC,
se han registrado un gran número de muertes de líderes campesinos y
de organizaciones rurales.20 El control territorial lo quieren seguir ejer-
ciendo las bandas organizadas, sea de origen paramilitar o aquellas que
quieren permanecer en economías ilegales, especialmente vinculadas al
sector de la extracción minera.
Para hacer efectivos esos procesos de restitución, tienen que poner-
se en marcha investigaciones de esclarecimiento de la verdad y de la no
repetición. Si bien estos son misiones controvertidas de la Jurispruden-
cia Especial para la Paz (JEP) y están enfocadas a tratar los crímenes de
lesa humanidad, no está claro el procedimiento ante la responsabilidad
de algunas industrias de la usurpación por parte de territorios que han
pertenecido a las comunidades.

20. Para más detalles, se puede consultar la siguiente dirección: <http://www.resumen-


latinoamericano.org/2017/02/09/lista-de-lideres-comunales-asesinados-en-co-
lombia-desde-la-firma-del-acuerdo-de-paz/>.
Capítulo vi 325

Segmentos de la industria y de la extracción minera que son pro-


motores de esas dinámicas aprovechan en muchas ocasiones la ilega-
lidad o la legalidad disfrazada y utilizan empresas de seguridad para
continuar con el despojo. En la Colombia rural se han introducido
medidas llamadas reformas, cuando lo único que han ocasionado es
la conservación del modelo latifundista y la concentración territorial
en manos de unos pocos. Sin ser un caso aislado en América Latina,
se puede constatar que las llamadas reformas agrarias no se han sido
efectivas. En Venezuela, en 1960, se distribuyeron parte de los terrenos
baldíos, pero no se tocó a los latifundistas. En Brasil, en 1964, en el
contexto de la dictadura, restituyeron más tierras a los terratenientes, a
quienes gobiernos anteriores les habían expropiado las tierras, que a los
campesinos. También en 1964, en Ecuador, el Gobierno distribuyó las
tierras más improductivas y facilitó así que los grandes terratenientes
se quedaran con las mejores. En Argentina, los intentos de reforma del
Gobierno de Juan Domingo Perón fueron anulados por la oligarquía,
así que no tuvieron consecuencias en la transformación estructural del
campo argentino.
En ese gris panorama de reformas, las fórmulas de los paquetes
económicos, que parecen ser la solución al sistema asimétrico de dis-
tribución territorial, resultan fallidos: los créditos para que los campe-
sinos tengan mejores condiciones de vida son una ilusión. Incluso la
introducción de nuevas y mejores tecnologías para la agricultura no
serán efectivas si permanecen intocables los regímenes de propiedad
actuales: no sería un problema si existiera la voluntad empresarial y
política para apostar por el verdadero bienestar campesino. Esas volun-
tades han estado ausentes en la historia agrícola, y en el acuerdo actual
de paz no aparece suficientemente explícito cómo se va a confrontar
el modelo del latifundio. Las alternativas de modificar la distribución
territorial, que pueden generar nichos de convivencia en el país y pro-
ductividad en el campo y frenar la excesiva importación de alimentos,
pueden ser parcialmente viables si se parte de las propuestas que hacen
las comunidades y las figuras que fortalecen los procesos locales, entre
ellos las zonas de reserva campesina.
326 Paisajes sonoros

TERRITORIOS, ESPACIOS Y GOBERNANZA: ¿LOCALES VS. GLOBALES?

En los estudios culturales, las reflexiones sobre espacialidad y movi-


lidad dirigen su atención a los procesos y las dinámicas que tienen
lugar en el espacio urbano y a la migración entre naciones. Algunos
análisis exploran las relaciones que se establecen entre campo y ciudad,
pero pocos se dedican a examinar exclusivamente el espacio rural. En
Colombia y en otros países de Latinoamérica, desde hace ya más de
dos décadas, gran parte de las problemáticas nacionales guardan al-
guna relación con los escenarios económicos y políticos que se crean
en los ambientes rurales. Muchos estudios examinan las transferencias
de valores y prácticas entre lo global y lo local: las circunstancias del
contexto rural en el hemisferio sur ameritan efectuar ese mismo aná-
lisis, pero cambiando el punto de partida, es decir, observando qué
transferencias se producen desde lo local hacia lo global. Esto significa
indagar qué visiones del mundo emergen desde los espacios locales y
qué contenidos discursivos representan la pluralidad y la particulari-
dad culturales. Es importante tener en cuenta que muchas especifici-
dades locales surgen no como resultado de impactos en la relación de
fuerzas y las tendencias de unificación globalizantes (Martin Barbero
y Herlinghaus 2000), sino como prácticas y saberes distintos que re-
claman legitimidad y representación en los sistemas sociopolíticos y en
la economía.
El manejo de los recursos naturales parece estar suspendido en la
tensión entre prácticas globales y locales. Hemos identificado ante-
riormente los actores locales —comunidades campesinas—, con sus
características específicas. Las empresas palmeras de origen nacional
son actores que tienen el dominio económico para incidir en las deci-
siones respecto de la administración de los recursos naturales. El Esta-
do, representado en sus diferentes instancias gubernamentales, ostenta
el poder político que determina el manejo de los recursos, incluyendo
los naturales. Las estrategias de la economía global han reformulado
el papel del Estado en el escenario de los mercados internacionales.
Comparto la idea de algunos analistas respecto a que el Estado no ha
perdido poder, sino que ha cambiado las prácticas del mismo. Desde
esa perspectiva, los preceptos democráticos, fundamentos del principio
Capítulo vi 327

republicano, reproducen modelos de libertad, orden y justicia basados


en la maximización de los bienes individuales. El papel regulador del
Estado, que debería garantizar el derecho para la sociedad civil y na-
cional, queda cada vez más en la penumbra; por lo menos, en gran
parte de las realidades del hemisferio del sur se puede constatar esa
tendencia.
Las prácticas que emergen de grupos específicos y que se han ven-
dido como globales se apoyan especialmente en un sistema que regula
las economías de mercado a nivel internacional, es decir, la interna-
cionalización de políticas económicas. Para adoptar estos ajustes, la
mayoría de los Estados introduce reformas que se orientan hacia el
paradigma de economía neoliberal, aplicadas en diferentes ámbitos.
Uno de los puntos neurálgicos son los procesos de decisión política
que tienen lugar en los espacios nacionales: los grupos de influencia
económica, tanto a nivel nacional como a nivel internacional, man-
tienen las fronteras de los acuerdos casi de manera exclusiva con el
aparato estatal. Las discusiones democráticas en torno a la economía
de mercado quedan reducidas a estos dos actores, con lo cual el resto
del capital social nacional, grupos sindicales, asociaciones campesinas
e indígenas, entre otros, queda al margen de esos procesos, aunque
exista reglamentación jurídica que estipule mecanismos de consulta
para desarrollar proyectos a las localidades rurales; es decir, se produce
un efecto de despolitización de los medios, de los recursos y, en gene-
ral, del fuero económico de la sociedad civil. Es más, la tendencia es
deslocalizar, cada vez más, esas discusiones, lo que significa sacarlas del
ámbito nacional. Ese hecho tiene repercusiones directas en los actores
de la sociedad civil y en la creciente disminución de sus competencias
en el contrato social.
El nuevo orden económico global supone un ordenamiento local
que dispone los espacios de concentración de recursos en función de
los órganos de poder. Solo en el seno de ese marco es posible enten-
der que el índice de gobernanza de los recursos naturales,21 en el cual

21. En un reciente estudio realizado por la agencia Revenue Watch Institute, se evalúa
la gobernanza usando el índice de gobernanza de los recursos naturales (Revenue
Watch Index RGI9), donde se estudia la calidad de cuatro componentes: marco
328 Paisajes sonoros

Colombia ocupa el noveno lugar, incorpore elementos de validación


que desconocen los impactos locales en términos sociales. En este esce-
nario, la gobernabilidad, lejos de ser un discurso en construcción por
las fuerzas sociales públicas y privadas, se convierte en un discurso ex-
clusivo de actores que dominan el poder público y el poder económi-
co. El informe “Colombia rural. Razones para la esperanza” (PNUD
2011) indica que “el poder político está sobrerrepresentado por los
terratenientes y los propietarios en las instancias legislativas y normati-
vas […]. El Estado colombiano por acción y omisión ha sido cómplice
de esos deberes y no ha tomado decisiones políticas que posibiliten el
cambio de la tenencia y distribución de la tierra” (195).
La participación es uno de los principios fundamentales de la go-
bernanza, que en el marco de ese contexto queda socavada, y no pode-
mos contemplarla sin el poder de decisión y la incorporación de actores
directamente implicados, como lo son, en este caso, las comunidades
rurales. Si se dan procesos de participación en el manejo de los recursos
naturales (sea en monocultivos, actividades extracción u otros), estos
se limitan a usar mecanismos de adhesión, lo que quiere decir que las
comunidades estarían casi obligadas a incorporarse a procesos de ac-
ción ya puestos en marcha, no a procesos de decisión y consulta previa,
como está estipulado por la ley. Incluso las consultas populares, si bien
tienen el poder de veto, no les permiten a las pequeñas poblaciones
tener pleno derecho sobre los recursos naturales de sus territorios.
Se trata de un flujo de transferencias, que, de acuerdo con Bruno
Latour (2016), se constituyen en parte de una invención —europea—
para la dominación conocida como globalización, de tal manera que
los modelos económicos se imponen con carácter homogéneo en lati-
tudes y territorios geográfica y culturalmente diferentes. Como se ha
documentado en el caso de las plantaciones de palma, la participación
de las comunidades se entiende como su vinculación a las cooperati-
vas ya establecidas o las alianzas estratégicas propuestas por las em-
presas. En las zonas humanitarias, incluso el mecanismo de consulta
estipulado en la ley no fue utilizado ni respetado por las empresas y,

legal institucional, prácticas de reporte, controles de calidad y de salvaguarda y


ambiente favorable.
Capítulo vi 329

en Las Pavas, el consorcio El Labrador no contempló los litigios sobre


la tierra previos a la compra de los terrenos; por tanto, el contacto con
la comunidad se buscó solo para concretar los costos y los beneficios
económicos que sus miembros podrían recibir y acordar si se vincula-
ban a la empresa como trabajadores o socios. En las zonas humanitarias
no hubo ni siquiera ese tipo de participación. Las comunidades que
hemos examinado en este estudio proporcionan elementos concretos
para reconstruir los conceptos de gobernanza y democracia a partir de
valores, normas y estructuras definidas con características locales y re-
gionales, formuladas en el ejercicio de las acciones que las poblaciones
mismas han emprendido. Sus conceptos de espacialidad y continuidad
comunitarias contemplan el uso de la tierra en la multidimensiona-
lidad que vincula la tríada tierra-campesino-comunidad de relaciones
recíprocas, en la que se expresa lo sustancial a través del valor étnico,
cultural, social, organizativo y colectivo. Eso no implica que las po-
blaciones rurales no quieran los beneficios que pueda representar para
la agricultura el avance tecnológico y el acceso a otros conocimientos
sobre el manejo, la producción, el sembrado y la comercialización,
entre otros aspectos. Esa es, paradójicamente, una de las razones por
las cuales las comunidades se manifiestan, pues los beneficios de ese
progreso no están puestos al servicio de la cultura agrícola campesina,
sino exclusivamente de la industria agrícola.
CAPÍTULO VII

Representación en la lírica
musical: contenidos
y dinámicas del conflicto

Este capítulo final se orienta a indagar qué se representa en los cantos


y cómo responde a la imperante necesidad de comprender los signi-
ficados y las proposiciones que plantean las comunidades a través del
arte. Gran parte de la tradición oral recopila vivencias individuales y
colectivas que interconectan dos universos: el fáctico-contextual y el
lírico-narrativo. A diferencia de muchos análisis en los cuales el tex-
to —entiéndase, texto lírico— es el centro en sí, el presente estudio
integra también el contexto de elaboración, el proceso de recepción y
la interpretación de los cantos compuestos en las comunidades. Esa
integración constituye una parte importante de la acción comunicativa
del texto lírico. En la categorización que se presenta en la ilustración
18 se observa que dentro de los catalizadores del conflicto aparece en
la lista “la resignificación en el arte musical o en otros tipos de arte”. La
producción de material artístico es uno de los elementos que permite
comprender cómo los actores del conflicto viven, afrontan y producen
significados para reconstruir sus vidas tras el desplazamiento forzado.
332 Paisajes sonoros

En este capítulo veremos en detalle cómo las composiciones constru-


yen una lírica que narra el antes, el durante y el después del conflicto.
En los cantos encontraremos proposiciones subyacentes que manifies-
tan percepciones sobre las interacciones de los actores, experiencias so-
bre lo divino y lo supranatural, significados de la territorialidad, etc. La
composición lírica, como se ha explicado en el capítulo sobre música
y conflicto, es un instrumento para lidiar con el duelo, reconstruir la
memoria colectiva, mitigar las pérdidas, comunicar niveles cognitivos
y emotivos, estimular acciones e iniciar procesos de construcción del
retorno. La música representa en Colombia una de las estrategias de
convivencia para crear melodías para la paz.

¿Quién canta?

Una obra artística, sea individual o comunitaria, posee vínculos con un


contexto referencial. Manuel Alberca sugiere que “la obra literaria no
puede ser un espejo fiel, sino un complejo juego de espejos que se refle-
jan unos a otros, sometidos a las más extrañas deformaciones” (2007:
63). Si nos trasladamos al terreno de lo musical, vemos que el canto
difiere del texto escrito en cuanto a las formas de recepción y el origen
de su naturaleza; es decir, se trata de otro género. El autor, como lo
manifiestan los textos líricos del corpus, es la figura que canta lo vivido
y que puede testimoniar los acontecimientos, una instancia donde se
reelabora y se resignifica la experiencia de la comunidad y se expresa
a través del canto; es decir, no hay un deslinde total entre la voz lírica
y el cantautor. La autoría en estos cantos posee matices culturales que
difieren de los paradigmas en los cuales se producen los textos escritos
de la tradición moderna: rebasa la figura del autor individual porque
la creación de sentido y el significado de lo experimentado se vincula
con una concepción arquetípica de lo colectivo, en donde se funden
el yo y el nosotros.
En los cantos de vallenato (que son aproximadamente veinticinco
de un repertorio de treinta y siete) se puede observar que el yo represen-
ta una colectividad: “nosotros el campesinado”. Es posible identificar
en esa voz lírica un cambio de roles, ya sea en la voz de un campesino
Capítulo vii 333

—“campesino bonaerense”, “mi pueblo”—; en el nombre propio de


un campesino —“Martín Valiente”—; en la naturaleza —“la voz en la
montaña”, “el mico desplazado”, “la guartinaja”—; en la voz de la co-
munidad —“mi pueblo”, “pueblito”—; en la condición actual —“des-
plazado”—, o en el artista —“cantor”—.
En las poblaciones rurales con identidad comunitaria, el canto es
un bien común. En estas composiciones líricas se constata también
lo que señala Antonio Sánchez Romeralo (1989) sobre el mérito de
la poesía oral: “Su funcionamiento en el contexto propio de la poesía
oral tiende a hacer de esta un bien común, de grupo, res ómnium, cosa
de todos, no apropiable por ninguno. La voz une y exalta el sentido de
la comunidad, lo que en el acto vital de la dicción o el canto se siente
como común y propio” (20). El canto es un patrimonio estratégico
para revelar el destierro del hábitat y el anhelo del retorno al lugar, el
profundo sentido de pertenencia y la unión con el territorio. En las
composiciones de las zonas humanitarias, la voz lírica transita entre la
segunda persona del plural —“nosotros campesinos”—, la tercera del
singular —“él”, “ella”— y la primera del singular —el “yo” testigo—.
En su rol de testigo, ese “yo” evalúa la situación del desplazamiento,
contrapone la historia y su presente y proyecta la acción comunitaria
hacia un futuro que es el retorno.
El acto comunicativo en el que se configura la composición vallena-
ta adopta una pluralidad de voces que cuentan y cantan, expresan una
relación de la vocería con su entorno. Las relaciones se refieren a lo que
define a la comunidad como cultura medioambiental: “Chocó”, “la
tierra”, “los ríos”, “las montañas”, “cuencas”, “campesino de verdad”.
Los impactos hacia la cultura campesina se ven en expresiones como
“todos los desplazados hermanos”, “a mi pueblo desplazado”, “lo que
hay es desplazados”, “vienen matando campesinos”, “yo soy un campe-
sino desplazado” o “compraron las tierras del campesino”. Esas expre-
siones no solo pretenden revelar lo que está sucediendo en el campo,
sino que se concentran en una reflexión acerca de los medios que se
utilizan y de las relaciones de poder de quienes intervienen, como se
aprecia en las siguientes frases: “Por esa maldita palma, que nos han
venido a matar”, “yo creo que el hambre los va a matar” o “por medio
de los empresarios hemos sido amenazados”. La voz lírica se manifiesta
334 Paisajes sonoros

a sí misma como metáfora de representación, pues existe una profunda


necesidad de ser escuchado ante la experiencia de despojo. En relación
a las sensaciones sobre el desplazamiento, John Paul Lederach (2010)
anota: “Muchas víctimas de la violencia experimentan un profundo
sentido de impotencia […]. La voz como metáfora tiene una asocia-
ción con términos como inclusión, poder y con significado” (65).1

Lírica testimonial

En la mayoría de los cantos vallenatos y de rap que se han recolectado


en este corpus se pueden identificar rasgos muy similares a los que
posee la literatura testimonial.2 Sin embargo, existe una diferencia fun-
damental: mientras en la literatura testimonial siempre hay una figura
mediadora que se encarga de reunir la información contenida en el
texto, en el canto no se requiere de esa figura. Lo que hace más fide-
digna la construcción del relato, porque aquí quien canta es la misma
persona que ha creado la letra de la composición. Como lo hemos visto
en la tipología que se presentó en el capítulo III, las letras se refieren a
temáticas sociales, reiterando la función política del canto: se revelan
datos como fechas de los acontecimientos o nombres de los sitios en
donde estos han tenido lugar. El relato cantado recurre a las marcas
testimoniales para aportar veracidad, contando lo que se ha visto o
escuchado: “Lo que aquí nos sucedió”, “lo que pasó en la cuenca del
Jiguamiandó”, “el martes treinta de marzo”, “son ciento veinte perso-
nas las que han asesinado”, “Martín Valiente se encuentra muy tiste
porque el 14 de julio la palmera lo desplazó”, etc.

1. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Many victims of


violence experience a profound sense of powerlessness […]. Voice as metaphor has
association with terms like inclusion, power and meaningfulness”.
2. Renato Prada Oropeza (1986) distingue cuatro características para identificar los
textos testimoniales. Si bien en los cantos hay algunos de estos elementos, no
existe un mediador que haya transformado los textos para llevarlos a la escritura,
por lo tanto, no los catalogo como literatura testimonial, pero sugiero la expresión
lírica testimonial.
Capítulo vii 335

En las entrevistas que realicé a varios miembros de estas comunida-


des, muchos relatos se centraban en la necesidad de resignificar lo que
en la sociedad colombiana denota y connota ser campesino. Los relato-
res contaban con pesadumbre cómo las actividades del campo ocupan
un lugar residual en el imaginario nacional, como ya se hizo referencia
previamente. Existe una preocupación de fondo de la población rural
por encontrar una interlocución, especialmente en el interior de otras
narrativas nacionales. El canto opera como un espejo en el que se refle-
ja la naturaleza del habitante rural, pues existe un trayecto narrativo del
sentimiento en el cual canto y vida se retroalimentan. La composición
lírica le permite al campesinado representar sus realidades y se convier-
te en parte del proceso mismo de transformación ante el conflicto. Al
respecto, Martín-Barbero y Herlinghaus (2000) se refieren a lo que
permanece en el cambio y a lo que cambia en la permanencia. En esa
mutación existe, definitivamente, un dinamismo trasformador que no
altera lo tradicional, sino que, por el contrario, lo enriquece.
Plasmar en el canto la posibilidad de reelaborar y superar el trauma
es uno de los cometidos con los que cumplen estas composiciones. Sin
embargo, no basta considerar la creación artística como terapia del do-
lor, pues en ella subyace un terreno en el cual se entrelazan relaciones
espacio-temporales y acontecimientos de la construcción sociocolec-
tiva. Los cantos muestran las tensiones dentro de una estructura de
fragmentación en la que el imaginario comunal campesino interactúa,
busca rearticularse y quiere ser representado dentro de la diversidad de
la cultural nacional.

¿A quién se le canta?

La voz lírica del canto busca un “encuentro con un destinatario implí-


cito o explícito al que se quiere afectar mediante un mensaje elaborado
literariamente” (Castillo 2010: 112). No siempre aparecen de forma
explícita los destinatarios a quienes va dirigido el relato lírico, algu-
nas veces va destinado a una persona específica y en otras ocasiones
a un oyente implícito. Pero lo interesante es, en efecto, el contrato
discursivo presupuesto en la canción vallenata, melodía en la cual están
336 Paisajes sonoros

compuestos la mayoría de estos cantos. A este respecto, Escamilla, Mo-


rales y Grandfield (1993) señalan: “El contrato discursivo de la can-
ción vallenata no es más que ese ‘ritual sociolingüístico’ relacionado
con las prácticas sociales propias de la comunidad en que surge” (40).
La mayoría de los cantos del corpus seleccionado contiene en su relato
uno o varios destinatarios. Esta gran pluralidad de oyentes manifiesta
la apertura de diálogo e interlocución que entablan las voces de las co-
munidades con los diferentes actores sociales. Muchas veces se trata de
una forma de conversación que establece el intérprete con su audien-
cia, pero se pueden encontrar también formulaciones en imperativo o
inquisiciones sobre actos realizados por esos oyentes: el universo lírico
se construye de exhortaciones y querellas.
Uno de los destinatarios que aparece especialmente en los cantos
de las zonas humanitarias es el Gobierno, que está algunas veces re-
presentado por la figura del poder ejecutivo —“señor presidente”— o
se apela al nombre propio —“doctor Samper”, “doctor Uribe”—. En
algunos pasajes se hace referencia al Estado, no al Gobierno. Uno de
los cantos toma como título el programa presidencial “El gobierno
de la gente”, del ex presidente Ernesto Samper (1994-1998) durante
su mandato. Otros destinatarios a los que se hace referencia son “los
empresarios”, “el campesino”, “el labriego”, “el pueblo”, “el niño”, “los
animales”, “las organizaciones”, “el proceso”, “los actores armados”,
“Chocó”, “hermanos míos”, “la gente que no valora al campesino” y
“Dios”. En la mayoría de cantos existe más de un destinatario.
En la comunidad El Garzal, la composición musical está vinculada
a la práctica religiosa: todos los cantos tienen como destinatario prin-
cipal a Dios. Este hecho no es sorprendente porque, por un lado, el
carácter religioso se manifiesta en el repertorio narrativo del vallenato
y, por otra parte, la dimensión espiritual está presente en las líricas po-
pulares, especialmente en las más autóctonas. Un aspecto importante
con relación a la dimensión religiosa es que, en la práctica de la fe, el
canto es entendido también como una forma de comunicación de lo
supranatural con lo humano y construye un simbolismo que expresa la
relación entre esas dos entidades.
Como hemos visto en la tipología propuesta en el tercer capítulo,
las temáticas se dirigen hacia distintos personajes en el texto lírico,
Capítulo vii 337

construyendo y ordenando el discurso de forma diferente. Si pensamos


en la composición de algunos de los cantos, aquellos que se refieren a
los adversarios inician el relato señalando sus acciones de agresión. Las
composiciones que siguen este esquema están elaboradas como discur-
sos retóricos que apelan a una sentencia. El género judicial pertenece a
la práctica retórica y, como lo anotan Antonio Azaustre y Juan Casas,
“está encarnado básicamente por los discursos pronunciados ante el
juez; el objetivo del orador es acusar o defender en torno a la alternati-
va justicia vs. injusticia” (2006: 14).
Los cantos cuyo destinatario es la comunidad se enmarcan en
un discurso demostrativo que exalta su proceso y los diferentes me-
canismos que emplean para afrontar el conflicto sobre la tierra. Las
composiciones en las que se enfatiza el objeto de contienda tienden
a reconstruir el relato lírico a partir de la deliberación: abundan las
proposiciones reflexivas, por lo cual es posible encontrar ideas opuestas
sobre lo que es útil y perjudicial para las comunidades en relación a los
usos y el manejo de los recursos naturales. Nuevamente la voz, como
metáfora de interlocución, sirve de conexión en términos de tiempo
y de espacio. Al presentar un destinatario, la voz lírica dibuja recipro-
cidades que rompen la idea de soledad y desamparo. En palabras de
John Paul Lederach:

La voz se organiza alrededor de una metáfora fonética y auditiva. Es interesante


que el sonido es multidimensional y multidireccional. Él envuelve y puede crear
una sensación de ser captado. […] Cuando la gente habla de la voz como cone-
xión de cambio a nivel comunitario, ellos usan el lenguaje del eco: la sensación de
sentir que el sonido emerge desde dentro y toma la forma de palabras que entran
a un espacio compartido […]. En este proceso la gente participa en la creación de
resonancia (2010: 67).3

3. La traducción es mía. El texto original en inglés es el siguiente: “Voice organises


around an aural, sound-based metaphor. Sound, interestingly, is multidimensio-
nal and multidirectional. It surrounds and can create a sensation of being held.
[…] When people speak of voice as having connection to change at the commu-
nity level they use the language of echo: the sensation of feeling sound rise from
within and take the form of words that enter a shared space […]. In this process
people participate in creating resonance”.
338 Paisajes sonoros

Contenidos transversales

Podemos identificar ejes temáticos de los cantos, en los cuales hay sub-
temas e ideas específicas que son seleccionadas por los cantautores para
construir su mensaje. En la parte introductoria a cada comunidad, he
realizado una primera aproximación a las temáticas de los cantos que
han compuesto algunos de sus miembros, ahora veremos cuáles son
los tres temas transversales y las relaciones que los agrupan:, como se
observa en la ilustración 29.
Los temas se distribuyen de esa manera porque es la articulación
que se encuentra presente en el corpus. Esa conexión no es unívoca,
sino que se intercambian y matizan los discursos dando mayor expre-
sión a una de las tres tipologías que se describen previamente en el
capítulo tercero:

Desterritorialización
Cultura agrícola Clase campesina
y retorno
El trabajo El desplazamiento El saber
La memoria La naturaleza La lucha
El sembrado La etnicidad El dolor
El futuro local El territorio El proceso campesino
El proyecto comunitario La tierra La resistencia
La lucha en el campo El retorno La experiencia
El monocultivo El poder La espiritualidad
El territorio Valor y antivalor
La agresión
Las creencias

30. Temas transversales en los cantos


Fuente: elaboración propia
Capítulo vii 339

Sistema de equivalencias: nuevos significados del agro


y los agricultores

Es pertinente iniciar este análisis refiriéndonos a la estrategia metadis-


cursiva recurrente en todo el corpus. La memoria se almacena a través
del registro cantado y contado. El ejercicio lírico se toma como objeto
de interlocución y de acción de forma simultánea. La reiteración de la
misma acción sugiere la personificación de la voz en el canto, como lo
ha señalado John Paul Lederach (2010): la voz, en los cantos, parece
ser una metáfora de sí misma. Observemos el siguiente fragmento:

Es aquí donde tengo la oportunidad


De hacer las canciones y cantarle a mi pueblo.
(Monchi Pavero, “Campesino de verdad”)

Cantándole sigo yo
A mi pueblo desplazado
Debemos vivir unidos
Para volver al Chocó
Porque esa tierra querida
Nos la dio nuestro Dios
(Augusto Gómez, “Cómo fue”).

Como se observa en los dos fragmentos anteriores, el canto se con-


vierte en el vehículo que tiene la facultad de mantener viva la cultura
agraria, el instrumento de interacción intracomunitario ante la adver-
sidad. La situación de desplazamiento se pondera como metadiscurso
lírico a la vez: el “aquí” reactualiza la necesidad de darle continuidad
a la ruptura que ha causado el desarraigo, pero también se manifiesta
como voz-sonido y posibilidad, tanto de expresión como de interlocu-
ción. La convergencia de voz y práctica agrícola se reitera en diferentes
pasajes. El inicio del segundo fragmento, citado anteriormente, utiliza
el hipérbaton para invertir el orden sintáctico de la frase y así enfati-
zar la acción —“cantándole sigo yo”—, de tal manera que se refuerza
el cantar como acción alternativa para enfatizar la preservación de la
cultura agrícola en “aquí”.
340 Paisajes sonoros

El yo lírico se compone de una voz que se articula entre esos dos


espacios: canta contando y cuenta cantando. El cuento contiene una
fuerza constitutiva en lo generacional, por lo que “aquí” aparece no
solo como testimonio —como se señaló antes—, sino que cumple una
función adicional de enlace temporal. Este hecho indica que la orali-
dad, como parte de la construcción histórica propia y significativa de
la vida rural, se revitaliza a través de la música.
Con respecto a la transmisión de la historia, se pueden encontrar
dos estilos de composición que organizan la construcción semánti-
co-lógica de estos cantos: en algunos, corresponde a un relato estruc-
turado temporalmente, así que cada parte estructura un razonamiento
propio y autónomo, mientras que en otros predomina un estilo suelto
en el que se suman diferentes ideas que se coordinan entre sí. El primer
estilo predomina en composiciones que focalizan el relato de la agre-
sión y el segundo es habitual en los otros tipos de relato lírico. En algu-
nas ocasiones, la historia se condensa en una especie de microrrelato:

Les vengo a contar la historia


De nuestro desplazamiento.
(Augusto Gómez, “Cómo fue”)

Les voy a contar la historia que ha pasado aquí en mi pueblo


Me quemaron la casita que tenía yo en Las Pavas
Por culpa de las palmeras he quedado a la deriva
Por culpa de las palmeras tengo un dolor en el alma.
(Monchi Pavero, “Algún día es mañana”)

En este fragmento, el recurso metadiscursivo —“les voy a contar”—


tiene la intención de involucrar al oyente y lograr su atención. De los
cuatro versos que componen este microrrelato, dos condensan el hecho
histórico y los otros dos recogen actores y sentimientos que forman
parte del universo lírico. Estos microcuentos construyen el principio
y el fin del universo lírico en unas pocas líneas. Allí aparece no solo la
dimensión espacial del contenido factual, sino la dimensión temporal
que vincula la duración y el momento de lo sucedido. Respecto a la
brevedad de estos relatos, no solo en el discurso lírico, sino en general,
Lauro Zavala señala: “Hoy en día, la brevedad es una virtud. Y en la
Capítulo vii 341

escritura contemporánea algunas formas de ficción ultracorta alcanzan


una riqueza y una complejidad extremas” (2007: 129).

La cultura agrícola campesina

Una de las macroproposiciones que se encuentra al rastrear el material


del corpus es la oposición cultura agrícola versus industria agrícola: la
agricultura concebida como actividad industrial extractivista destruye
la cultura agrícola campesina.
En los fragmentos anteriores, la voz lírica focaliza su mensaje en
el tópico de la destrucción. En los dos últimos versos, se repite “por
culpa de las palmeras” para reiterar la responsabilidad del causante del
conflicto; se distingue su sensación de tristeza: “un dolor en el alma”
y la pesadumbre por la pérdida del terruño: “he quedado a la deriva”,
es decir, sin orientación ni rumbo. La expresión de dolor confirma la
ruptura del entorno agrícola en la hacienda: “Las Pavas”. El destrozo
no solo está presente en la separación de la díada campesino-tierra,
sino también en actos de agresión concretos: “me quemaron la casita
que tenía yo en Las Pavas”.
En algunos de los pasajes se nombran explícitamente los actores in-
volucrados, mientras que en otros se tematiza la actividad del monocul-
tivo. Las proposiciones que se construyen en estas dos estrofas repre-
sentan un discurso declarativo en el que subyace la lógica de contrarios:
la presencia del monocultivo equivale a la ausencia (despojo y muerte)
de los campesinos y, por lo tanto, la muerte también para la cultura
agrícola. Estas lógicas no son coexistentes, sino excluyentes, su formu-
lación se hace a través de la antítesis de valores contrarios. Esa oposición
remite al valor que se le da a tierra: en el caso de los agricultores, es útil
porque representa diversas dimensiones de su cosmovisión, a las que las
comunidades denominan territorio, y el agricultor se sitúa en un marco
de utilidades recíprocas donde él también interactúa y crea utilidad; en
el caso de la industria extractiva, la valoración se reduce a la rentabilidad
que se deriva de la producción agrícola. Mientras los agricultores adap-
tan sus estilos de vida y patrones de subsistencia a los ciclos naturales,
la industria quiere adaptar la naturaleza a sus necesidades, orientadas al
342 Paisajes sonoros

excesivo consumo y a la generación de riqueza. Si analizamos esta repre-


sentación lírica en relación al manejo del conflicto y las posibilidades de
negociación, encontramos que estas dos lógicas son opuestas, pues sus
juicios de valoración surgen de epistemes diferentes.

Por esa maldita palma


Nos han venido a matar (bis)
El cultivo de la palma
Es un cultivo ilegal.
(Erasmo Cuadrado, “La palma”)

La consideración del cultivo de palma como ilegal, que plantea el


cantante lírico en el ejemplo anterior, introduce una nueva dimensión:
resalta la diferencia entre la cultura agrícola y el uso de la industria
foránea, desligada de los contextos locales. El acto de deslegitimación
se refiere a los procedimientos del sistema político y jurídico que le-
galizan aquellas prácticas que descomponen grupos sociales, especial-
mente en el entorno rural. Es justo allí en donde la significación de lo
local interactúa a través de la voz lírica para manifestar y reivindicar
un panorama alternativo que les dé validez a los fundamentos de la
ontología campesina.
El despojo y el desplazamiento forzado subyacen como temas prin-
cipales en el entramado lírico y están entrelazados con los efectos que
estos causan en el quehacer agrario: la defunción de la práctica agríco-
la, que es la base del sustento alimentario y uno de los mayores bienes
culturales. Muchas comunidades rurales subsisten gracias a los cultivos
de pancoger. El cambio del uso agrícola al industrial quebranta la rela-
ción entre recursos naturales y campesinado y se vuelve incompatible
con los preceptos recogidos por la memoria cultural agrícola, como se
expresa en las siguientes estrofas:

Me arrancaron el mafufo, el cacao y también la ahuyama


Todo eso lo destruyeron pa’ sembrar palma africana
En el tiempo que cultivaba, me sentía muy contento
La comida me sobraba y también el bastimento
Pobrecita de mi vida y hoy no tengo que comer
No tengo pa’ la panela y me hace falta el café
(Orlando Ospino, “Historia de mi vida”).
Capítulo vii 343

Explorar más en profundidad las representaciones de la memoria


agrícola significa descubrir distintos grados y dimensiones de la in-
cidencia entre las prácticas globales y las locales. Los nuevos usos del
agro manifiestan una afectación en diferentes niveles: el tema de la
soberanía alimentaria es un tópico que se expresa claramente en varias
composiciones. Nuevamente encontramos aquí una relación de opues-
tos; en este pasaje se contrapone la idea de abundancia a la de escasez:
“la comida me sobraba”/ “hoy no tengo que comer”. La escasez se sitúa
en la espacialidad agrícola del territorio: “todo eso destruyeron”. En
ese proceso de destrucción, el espacio agrícola, que antes era de la co-
munidad, ha sido invadido pues se le da otro uso: “pa’ sembrar palma
africana”. Los impactos en el ámbito nutricional y alimentario se están
dando en muchos países del continente. La devastación del panorama
agrícola es análoga a la del hábitat local, entre un pasado sosegado y un
presente yermo, como se observa en el pasaje anterior y en los primeros
dos versos del siguiente fragmento:

Aquí solo ahora se pueden ver


Colegios sin niños y casas sin mujer
Razón del destino marcado ayer
Por las palmeras, el nuevo cartel
(Efraín Alvear, “Lamento por mi pueblo”).

En la primera parte de la estrofa anterior, la voz lírica ilustra la


desolación que ha traído consigo la agroindustria: a través de “colegios
sin niños y casas sin mujer”. La primera parte expone la idea de vacío,
en donde existe la materia, “casa”, “colegio”; pero ha desaparecido la
esencia humana y, por lo tanto, la vida. En el verso posterior, “razón
del destino, marcado de ayer”, se recupera la perspectiva temporal,
dando la idea de un tránsito progresivo hacia lo inerte y reforzando la
idea del vacío antes introducida.
“Cartel” se plasma como figura a través de la cual la voz lírica de-
nota la irrupción de prácticas mercantiles autoprotegidas que regulan
la distribución, el uso y el funcionamiento de su territorio: una nueva
composición de empresas que disponen de los bienes territoriales para
el monocultivo de palma. La connotación de ilícito se hace presente
una vez más en el canto, es decir, se pone en cuestión lo que está visto
344 Paisajes sonoros

en el sistema económico como algo legal. Ese carácter legal que se les
da las actividades extractivistas atenta contra la integridad y existencia
comunitaria de los habitantes rurales. La noción del cartel sugiere una
serie de informaciones implícitas: la existencia de una red de actores y
factores que favorecen una gobernanza foránea y que ocasionan des-
equilibrios en los aquí locales y transforman las fuentes de producción
de sembrados para un allá,. referido este a la práctica global que se
apropia de los recursos naturales e impone el modelo neoextractivista
que ya se ha mencionado anteriormente.
Los relatos líricos describen relaciones antagónicas entre un “noso-
tros” y un “ellos”, como la incompatibilidad entre destrucción y traba-
jo. El trabajo en la tierra, con la tierra y por la tierra aparece de forma
reiterativa en la mayoría de los cantos. La imposibilidad de trabajar
a consecuencia del despojo no se expresa como una insuficiencia de
recursos naturales, sino como una carencia de oportunidades: “Ya no
dejan trabajar al pueblo campesinado” o “mis hijos también se fueron,
no había donde trabajar”. El trabajo en torno a la tierra es expresión de
la acción comunitaria: este es uno de los planteamientos preponderan-
tes que, en el caso de la comunidad del Garzal, aparece como estrategia
para evitar el desplazamiento, como lo presenta el siguiente fragmento:

Muchachos a trabajar
Pongámosle fin a esto
Todos juntos hay que sembrar
Para reforzar el proceso
Porque si no trabajamos
No podemos ayudar
A Rafa y a Salvador
Y a la demás entidad.
(Daniel Mendoza, “Los veinte años de lucha”)

La desterritorialización

La relación entre campesino y naturaleza —entendida como territo-


rio— está lejos de ser idílica y armónica, como se pudiera pensar: los
cantos revelan ese vínculo como una interacción de fuerzas en las que
el campesino es puesto a prueba. Las inclemencias climáticas se suman
Capítulo vii 345

a la precariedad de instrumentos tecnológicos para enfrentar dichas


adversidades. Esa valentía con la que se autodescribe el campesino se
contempla como resultado/consecuencia de los conocimientos trasmi-
tidos y adquiridos de generación en generación y como fruto de la ex-
periencia de la población rural al compenetrarse profundamente para
interpretar el lenguaje de la naturaleza y adaptarse al entorno agreste,
como se observa en el siguiente fragmento:

Martín Valiente era un campesino bravo


Que a las montañas de Las Pavas se le midió
No le importaba que el tigre lo asechara
Y en su matica de caña Martín se refugió
(Monchi Pavero, “Martín Valiente”).

Se podría decir que es una relación de sometimiento mutuo, ya


que la naturaleza tiene esa característica dual de ser depredadora y pro-
tectora a la vez, por eso el hablante lírico nos canta que Martín puede
refugiarse en “la matica”. El uso del diminutivo también se presenta
con frecuencia en las composiciones; aquí muestra afecto.
El lenguaje cotidiano y regional está presente en todas las compo-
siciones. La actitud del campesino Martín implica tanto riesgo como
valentía para sortear lo inesperado, lo que expresa la habilidad de la
población rural para afrontar los desafíos de la naturaleza, como las
inundaciones —“porque es que el bendito, río no nos deja trabajar”—,
que aparecen en la siguiente estrofa:

Aquí veinte años de lucha


De lucha, pero con paz
Porque es que el bendito río
No nos deja trabajar
(Daniel Mendoza, “Los veinte años de lucha”).

El río se presenta como símbolo de alerta para el campesino, la


denotación semántica del caudal y la inundación juegan un doble
papel respecto al contenido discursivo: por un lado, representan la
dimensión propiamente ambiental en las consecuencias que sufren las
poblaciones rurales y, por el otro, la simbología del tiempo y el caudal
del río componen una imagen que ilustra el desbordamiento en una
346 Paisajes sonoros

doble vía, la climática y la social. Las imágenes con las que se asocia
el río son múltiples y pueden aparecer relacionadas con la cadencia de
palabras, de dimensiones temporales o espaciales.
En los cantos, el impacto de la agroindustria denota un poder des-
tructivo que se compara con la fuerza de la naturaleza: esta puede ser
amenazadora y también protectora, pero la agroindustria palmera solo
tiene poder destructor, lo cual no le permite al campesino interactuar
con esa entidad; es decir, los monocultivos son implacables y devasta-
dores, como lo relata Efraín en estos versos:

El desastre por las palmeras


Ha sido peor que una inundación
Porque arrasaron con las veredas
Que eran orgullo en mi región
(Efraín Alvear, “Lamento por mi pueblo”).

El marcador temporal entre el pasado y el presente es reiterativo en


la revelación del yo lírico para señalar los diferentes significados que
otorgan las comunidades a la concepción sobre tierra-territorio en los
cantos. Las descripciones sobre la abundancia y la exuberancia natura-
les y ecológicas están acompañadas de indicadores que se refieren a la
dificultad para la construcción comunitaria, sea por la agresión armada
o por la insuficiencia de recursos. La descripción de la abundancia se
conecta con el contexto del trabajo del campesino y se retratan ac-
tividades campesinas que involucran a los diferentes ecosistemas, la
pesca, la caza, la convivencia con animales domésticos y una serie de
prácticas de la economía tradicional. Todas ellas hacen referencia al uso
del territorio, no solo de la tierra. El uso del tiempo pasado “salíamos”
hace énfasis en las prácticas cotidianas que han sido fracturadas por el
despojo, como lo muestra este fragmento:

Playones libres con muchas crías


A donde salíamos en algarabía
Aquí se tenía todo lo que se quería
Cerdos y burros y vacas a montón
El que no pescaba, salía a cacería
Trayendo chigüiro y patos del playón
(Efraín Alvear, “Lamento por mi pueblo”).
Capítulo vii 347

Como hemos podido ver a través de las ilustraciones, el tópico de


la naturaleza converge en el universo lírico de estos cantos de dos for-
mas: como un motivo de remembranza o como motivo de lucha. Para
introducir el tema de la naturaleza, la voz lírica apela a la digresión
como recurso que dinamiza la estructura textual: su propósito es apor-
tar al relato discursivo un efecto sinestésico. En la estructura textual
del canto esas digresiones representan un oasis de traslación de discur-
sos, convocan la simultaneidad sentipensante, situándose en un oasis
de sosiego, en contraposición a la carga semántica llena de tópicos
de agresión. Esta representación no tiene que ser interpretada como
mímesis de la realidad, sino como reconstrucción de sentido ante el
sinsentido que causa la violencia tanto armada como estructural en las
poblaciones rurales.

Tierra, territorio y etnicidad

La tierra es un concepto inherente a la construcción social y comuni-


taria de los habitantes de las zonas rurales, pero en él están contenidos
diferentes matices. En los cantos se pueden identificar distintas con-
notaciones asociadas con ese tópico: las interrelaciones con la tierra,
los usos, la distribución, la conservación, las propiedades y su manejo.
Al indagar sobre la problemática de la tierra, es indispensable conce-
bir cada uno de esos matices como componentes fundamentales que
se revelan a través del potencial figurativo y simbólico del canto. Las
composiciones que emergen en el contexto del conflicto por la tierra
revelan discursos en disputa y permiten escudriñar la composición de
los actores invisibles que se deben tomar en consideración para el aná-
lisis de su manejo y su transformación.
Una meta-proposición primaria que subyace en la información y
está implícita en todas las composiciones es la siguiente: la tierra y el
territorio constituyen bienes (no riquezas) no transferibles y proveen
un beneficio comunitario. El carácter inalienable es un principio de la
historia cultural y comunitaria de muchas poblaciones rurales, en espe-
cial, de las afrocolombianas. En los cantos, la voz lírica expone el dolor
ante la problemática de la tierra con la intención de trasladar al oyente
348 Paisajes sonoros

al plano local y referencial para establecer una mayor complicidad con


el relato lírico, como se observa en estas estrofas:

Que aquí en el Sur de Bolívar ¡Óyeme, Chocó! Campesino bonaerense,


Hay tierra pa’trabajar. ¡Oye, por favor! tú que quieres trabajar
Aquí se encuentra un pueblito Tú no tienes por qué Tienes que tener primero
Que se llama El Garzal. estar sufriendo así. la tierra pa’ cultivar.

(Daniel Retamoza, “Los (Deyanira Mosquera, (Orlando Ospino,


veinte años de lucha”) “Óyeme, Chocó”) “Historia de mi vida”)

En cada uno de estos fragmentos, la voz lírica se dirige a un des-


tinatario: el pueblo o la región. En estas letras, la colectividad es un
constituyente fundamental en el concepto asociado con la tierra. La
expresión de afecto se reconoce en el uso del diminutivo “pueblito” y
en la perspectiva de pertenencia en “campesino bonaerense”. Mientras
en la primera estrofa se afirma que hay tierra, en las otras dos se expre-
sa el dolor y la carencia. En la segunda, la deprecación aparece como
estrategia para implorar por la transformación ante el dolor: “¡Óyeme,
Chocó!, ¡Oye, por favor!”. En la primera estrofa, se menciona el nom-
bre de la comunidad El Garzal, que estuvo en riesgo de desplazamiento
colectivo, evitado a través de la oración y el sembrado de pancoger,
como se mencionó anteriormente. En las otras dos se hace alusión al
sufrimiento por la carencia de la tierra a causa del destierro: esta se
expresa en los cantos como resultado de las fuerzas y los mecanismos
de poder empleados por otros actores y no por el deterioro natural. Un
asunto relacionado con esto es la titulación de tierras:

Estas son tierras baldías Con esta crisis tan dura Compraron las tierras del campesino
Hoy son tierras del Estado ¿A dónde iremos a parar? Diciendo que en ellas podían quedar
Propias para los campesinos Aunque vivamos en el campo Así les marcaron a todos camino
Que somos muy maltratados. no podremos trabajar. Por donde tuvieron todo que dejar.

(Daniel Retamoza, (Erasmo Cuadrado, (Efraín Alvear,


“Los veinte años de lucha”) “2 de Junio”) “Lamento por mi pueblo”)

En estas tres estrofas, el yo lírico expresa el acontecer circunstancial


como resultado de determinaciones exógenas que afectan a su entor-
no. En la primera estrofa, el uso del vocablo “propias” aglutina tres
Capítulo vii 349

acepciones diferentes relacionadas con la tierra. Por una parte, propio


es sinónimo de natural, adecuado. En este sentido, hay una proposición
conceptual, no solo deontológica, sino también fundacional: se sugie-
re, con sutileza, la necesidad del equilibrio de poderes tras una historia
campesina de desarraigo semipermanente, es decir, la voz lírica insta
a la redistribución de las tierras con equidad. Por otra parte, propio
sugiere pertenencia: en este sentido, se alude al marco de la legalidad
en el que deberían ser asignadas las tierras a la comunidad. El debería
como posibilidad futura es omitido por la voz lírica, pero se infiere en
el curso semántico-temporal, y vendría después de la primera parte:
“tierras baldías / hoy son tierras del Estado / propias”. En la segunda
estrofa se insiste en la imposibilidad de usar las tierras para el trabajo
agrario de la comunidad. En el relato previo a esta estrofa, el yo lírico
ilustra la incursión de las fuerzas militares y describe cómo se produjo
el desplazamiento. Se documenta en primer lugar la crisis rural como
resultado de la confrontación, no al contrario: pone de relieve la in-
terdependencia de las estructuras sociales y los pocos instrumentos de
poder de los que disponen los campesinos, lo que la voz lírica expresa
a través de la incertidumbre: “¿A dónde iremos a parar?”.
La misma macroproposición esbozada anteriormente se hace más
enfática en el marco de la reivindicación étnica. En los cantos vallena-
tos de Las Pavas y El Garzal, la identificación campesino-tierra repre-
senta la díada que aglutina una pluralidad de relaciones, mientras que
en las composiciones de las zonas humanitarias el carácter étnico apa-
rece con mayor énfasis: la etnicidad es sin duda uno de los componen-
tes importantes en la lucha de la defensa por la tierra y se convierte en
un canal de filiación en el caso de estas zonas. En los cantos recopilados
en “Óyeme, Chocó” —vallenato—, como también en los del grupo
Los Renacientes —rap—, la temática de la tierra está estrechamente
vinculada a los principios étnicos y, desde esa perspectiva, la voz lírica
construye el relato. En el siguiente fragmento se retrata el sentido de
pertenencia y nuevamente se localiza topográficamente la región:

Yo tengo una tierra


Una tierra allá
¿Y cuál es esa tierra? (bis)
350 Paisajes sonoros

Es la tierra natal
¿Y dónde es esa tierra? (bis)
Es el Chocó
¿Y dónde es el Chocó?
Donde somos desplazados.
(Los Renacientes, “Tierra querida”)

En estas letras se incorpora la dialéctica ausencia-presencia como


elemento que insta a una mayor cohesión con la tierra: la ausencia está
marcada por la situación de desplazamiento forzado en el que se en-
cuentra el yo-nosotros de la voz lírica y la presencia se introduce ya con
el indicativo tener. La noción de pertenencia a la tierra se amplifica en
la estrofa contigua, “tierra natal”, a través de la cual el “nosotros” lírico
plasma la adhesión. Luego se hace una transición hacia lo topográfi-
co-local: “El Chocó”. Posteriormente, la voz utiliza hábilmente una
construcción declaratoria para dar una respuesta que rompe la posible
banalidad de la pregunta: “¿Dónde es el Chocó? Donde somos des-
plazados”. Esa respuesta alude nuevamente a la relación ausencia-pre-
sencia: la actualización temporal “somos” da cuenta de la situación
de destierro y la voz lírica se pronuncia desde esa condición, la de su
presencia misma. El siguiente fragmento del canto “Llanto” integra
la historia del origen africano como parte de la identificación de las
comunidades chocoanas:

Soy chocoano, colombiano


Origen africano
La melancolía me envuelve a recordar mi pasado
Pero aquel que lo olvida
Él mismo se ha condenado

Seguiremos luchando por el sendero soñado


Desde atrás los negros hemos sido golpeados
Recordar mi pasado, un pueblo encadenado
Seguiremos luchando por lo que están pensando
Porque con otros medios nos están esclavizando
Diremos ¡no! a lo planeado
Carretera Panamericana
Para destruir nuestra tierra amada:
¡Cacarica!
(Los Renacientes, “Llanto”)
Capítulo vii 351

En este fragmento hay una mutación de la voz lírica —aparece en


un yo y se transforma en un nosotros—, lo que es propio en el universo
lírico de las composiciones sobre la reafirmación de la tierra y, en espe-
cial, en aquellas que se refieren al proceso comunitario de lucha. Aquí
se utiliza la metáfora “el sendero soñado”, en la que se manifiestan
varios temas que aparecen en otros elementos del canto. En primer
lugar, la noción de sendero está asociada a un desplazamiento y a una
dinámica de movimiento. Ese vaivén lo expresa la voz lírica a partir de
una visión diacrónica de desigualdad y sometimiento: “Desde atrás los
negros hemos sido golpeados”. A través de ello, se manifiesta la histo-
ria de dominación sobre los afrocolombianos en el contexto nacional:
las poblaciones del Pacífico han estado subyugadas a un proyecto de
país impuesto por otros grupos nacionales, la conformación de zonas y
regiones se ha gestado desde epicentros de poder que han captado los
recursos y la distribución de los mismos y, para ello, han sectorializado
el espacio nacional, como afirma Fajardo:

En el proceso de formación del mercado nacional tienden a definirse relaciones


jerarquizadas entre las regiones (“sistemas regionales”), que expresan la espaciali-
dad de la división social del trabajo. La comprensión de estas y de sus dinámicas
dentro del proceso general de la producción y, más concretamente, “dentro de
la teoría del capital”. Es a partir de los procesos de división social del trabajo y
de espacialidad, al igual que de las tendencias hacia la acumulación (también en
términos espaciales) que se propone la comprensión de la existencia de regiones o
epicentros que “acumulan y concentran funciones productivas financieras y admi-
nistrativas” (1993: 24).

La dimensión étnica tiene un efecto en la concepción de lo regional


y lo nacional a partir de una constitución heterogénea. La voz lírica ex-
presa la necesidad de romper con esa jerarquización y muestra su lucha
en contra de propósitos ajenos a su estructura organizacional, de ahí,
la negativa a una “carretera panamericana”; es decir, en la espacialidad
y la territorialidad locales se afirma una propuesta diferente de usos
de la tierra dentro de la nación. La lírica se convierte en un proyecto
cultural. A este respecto, Fajardo (1993) considera que

la heterogeneidad social que se configura en el interior de las regiones tiene


manifestaciones étnico-culturales y también políticas; estas últimas expresan la
352 Paisajes sonoros

diversidad de intereses en torno a la apropiación de recursos excedentes y alrede-


dor del acceso al control del poder, entre muchas otras motivaciones. (26)

En las composiciones se manifiesta la identificación regional, que se


refuerza en el aspecto étnico. Esa etnicidad se instaura como proyecto
político que recoge una decisión colectiva que la voz lírica expresa así:
“Recordar mi pasado, un pueblo encadenado / Seguiremos luchando
por lo que están pensando”. Esta consigna reitera el firme propósito de
distinguirse como población afrocolombiana y renegociar en el marco
nacional tanto las formas como los mecanismos de participación en las
decisiones políticas, sociales y económicas del país.
En los cantos del rap se puede apreciar que en casi todas las letras la
tierra aparece como concepto integral del universo y es codestinataria
del relato lírico. Aquí la designación se compone del término aimara
y quechua Pachamama y de la palabra castellana tierra, que contiene
un eco fonético que se alimenta de dos orígenes lingüísticos diferentes
pero que, semánticamente, son semejantes. La expresión “Pacha tierra
mama” reitera ese vínculo semántico para darle una connotación prag-
malingüística, de manera que enfatiza en una relación entre lo ances-
tral que conecta lo inmaterial y lo suprahumano, creando lazos filiales
y míticos, como se ilustra en el siguiente fragmento:

¡Oh! Pacha tierra mama no vamos a callar.


Aquí están los renacientes que de ti cuidarán
¡Aquí están los renacientes!
(Los Renacientes, “Llanto”)

Otros actores: las palmeras y el Estado

La voz lírica configura el escenario de los desacuerdos constatando la


participación de diferentes actores, pero también revelando las trans-
ferencias de valores y juicios que emanan de sus acciones. El empleo
de los sujetos tácitos en los cantos, por un lado, podría indicar la per-
cepción de la voz lírica respecto a la corresponsabilidad de diferentes
grupos sociales, pero, por otro, esa omisión puede estar construida en
lo que no se dice, pero se significa.
Capítulo vii 353

LAS PALMERAS

La referencia a las palmeras en el texto lírico tiene dos connotaciones:


las empresas palmeras y las plantas de palma africana. Respecto a las
empresas palmeras, aparecen en los cantos como actores que estable-
cen alianzas con el Gobierno. En todos los cantos, este actor aparece
en relación con el desplazamiento y la usurpación de tierras, pero no
como interlocutor de la voz lírica, como se observa en los siguientes
fragmentos:

El desastre por las Palmeras


Ha sido peor que una inundación
Porque arrasaron con las veredas
Que eran orgullo en mi región.
(Efraín Alvelar, “Lamento por mi pueblo”)

Martín Valiente ahora se encuentra muy triste


Porque el 14 de julio la Palmera lo desplazó
Y ahora se encuentra con el alma destrozada
Porque su hermosa niña solito lo dejó.
(Edwin Torres, “Martín Valiente”)

Las diferentes acciones que se significan en la lírica cuando la voz


que canta se refiere a las palmeras pueden connotar tanto las empresas
como la planta. En sus efectos, se pueden identificar dos categorías:
por un lado, las acciones adversas, donde aparecen los hechos o bien
ejecutados o bien propiciados por las palmeras y que tienen efectos
nocivos para las comunidades, y. por otro lado, aparecen algunas ac-
ciones, de forma más bien aislada, que se podrían catalogar como cola-
borativas. Este tipo de acciones se refieren exclusivamente a las plantas
de palma africana, lo que se podría interpretar como una expresión de
complicidad de la naturaleza con los campesinos. En la siguiente tabla
se deslindan las connotaciones representadas a través de la voz lírica:4

4. El programa “Conflicto y colaboración en el manejo de recursos naturales”, refe-


rido en Rodríguez y Correa (2005), las llama “estrategias adversariales” y “estra-
tegias colaborativas”. Aquí se toman los calificativos exclusivamente para llamar
354 Paisajes sonoros

Acciones
Acciones adversas
colaborativas
— Causa dolor al campesino
— Explota oro y siembra palma
— Desplazó al campesino Palmeras
— Causan desastre (Empresas)
— Arrasaron las veredas
— Compraron las tierras del campesino
con engaño
— Marcaron el camino de partida
— Desplaza la fauna: Guartinaja y el mico

Acciones
Acciones adversas
colaborativas
— Cortaron los frutos Palmera
— Secaron las aguas (planta)
Peste cogollera
— No se encuentra comida
— Envenenan la semilla

31. Resignificación del actor: las palmeras. Fuente: elaboración propia

EL ESTADO

En la representación lírica, el Estado aparece de dos formas. En las


composiciones cuyo programa narrativo focaliza la acción campesina,
el interlocutor a quien se dirige el canto es el Gobierno o el presidente.
Esta forma de diálogo cantado es también característica de algunas de
las composiciones que muestra Juan Manuel Echavarría en su exposi-
ción Bocas de ceniza, donde aparecen rostros cantando y contando la
historia sucedida en la masacre de Bojayá, en el Chocó, Región Pacífi-
co, el 2 de mayo de 2002.5 Por otra parte, en los cantos cuyo programa

la atención sobre las percepciones que tiene el campesinado. Además, se optó por
llamarlas acciones y no estrategias porque no todas son premeditadas.
5. Juan Manuel Echavarría es un artista colombiano que ha tematizado en sus expo-
siciones el desplazamiento.
Capítulo vii 355

lírico lo constituye el episodio de violencia, el Gobierno aparece como


actor aliado de la violencia, tanto física como estructural y se le imputa
una corresponsabilidad en la violencia hacia la clase campesina, com-
parándolo con los actores armados en varias de las canciones.
Muchos de los cantos interpelan en sus letras querellas sobre la
marginación y el sometimiento de la clase campesina, sugiriendo que
el Gobierno actúa a través de la omisión o de la prolongación estructu-
ral de la inequidad. Este aparece también en muchos de las canciones
como promotor que impulsa las grandes empresas y los consorcios,
omitiendo las necesidades populares en el área rural.

Mientras que los pobres niños


Son los que se están muriendo
Allá están los asesinos
En el palacio nacional
(Erasmo Cuadrado: sin título)

Se recurre al simbolismo de lo espacial para ilustrar las asimetrías:


“el palacio”, sitio de reunión de los gobernantes, en contraposición al
sin lugar de los campesinos. Las composiciones incorporan la denun-
cia, haciendo uso de la fuerza ilocutiva, como en “¡Oiga, señor presi-
dente!”, “el gobierno de la gente”, de denuncias, como en “gobierno
corrupto”, o sencillamente expresando la desconfianza ante los gober-
nantes, como lo observamos en la siguiente estrofa:

Hay un proceso en el Sur de Bolívar


Donde tratamos de arreglar muchas cosas
Y hay un gobierno que dice mentiras
Y hasta nos mata pa’callarnos la boca.
(Etni Torres, “De aquí no nos vamos a ir”)

Siguiendo la misma idea de cómo pueden influir los actores en el


desarrollo del conflicto, se pueden distinguir las siguientes acciones.
356 Paisajes sonoros

Acciones adversas Acciones colaborativas


— Cuida al de la plata — Gobierno que crea
— Desplaza al pobre esperanzas
— Quitan las tierras
— El campesino no vale Estado — Expectativas: que el
nada para el Gobierno Gobierno los pueda
— El Gobierno que dice escuchar
mentiras

32. Resignificación del Estado. Fuente: elaboración propia

El retorno en el relato lírico

La vida agrícola como camino y destino está retratada en varios pasajes


de los cantos. La voz lírica reconstruye la ontología campesina, atribu-
yéndole su destino a la mano divina, que configura las circunstancias
de la vida del hombre, ya sea marcado por la fuerza suprema de Dios o
como construcción entre hombre-naturaleza y deidad. La experiencia
del desarraigo impone un camino de destierro y, de forma paralela a
esa idea, se reconstruye en el relato lírico la noción del retorno. Este es
el camino simbólico que une al hombre con su entorno y, ante todo,
con la esencia arquetípica de la existencia humana: Dios, como se ob-
serva en el siguiente pasaje:

Por eso damos gracias a mi Dios del cielo


Porque de allá nos está ayudando
Con Cristo de la mano, hemos sido guerreros
Por eso el tiempo ya nos ha llegado.
(Etni Torres, “Llegó la hora”)

La despedida

La despedida es un tema que aparece de manera iterativa a lo largo


de todo el corpus. Expresada a través de un sentimiento de pesar o de
una reminiscencia, es tanto un motivo principal en las composiciones
Capítulo vii 357

como un tema secundario que está anclado a la concepción transitoria


del desplazamiento y el retorno. Sea expresión de despedida o par-
tida, de ruptura o de alguna otra forma temporalmente ubicada, se
establece una conexión entre el yo lírico y su entorno. Mientras en las
canciones románticas esta partida está estrechamente vinculada con el
distanciamiento de un ser amado, sea hombre o mujer, en este tipo de
composiciones ese sujeto amoroso está constituido por la relación del
campesino con la tierra y el territorio. Ese hábitat territorial comparte
los sentimientos de despojo que brotan en el yo lírico campesino, que
se manifiesta a través de figuras del reino animal, como, por ejemplo,
la guartinaja, que establece un diálogo con un mico narrando su triste-
za por el destierro en el siguiente fragmento:

En una mata de monte hay una guartinaja oculta


Ella vio venir de lejos a un mico y su familia

Ella le preguntó: ”Amigo, ¿para dónde viaja?”


El mico contestó: “Miren qué cipote vaina”
El hombre me desplazó, con grandes maquinarias
Tumbaron las montañas, tierra donde yo habitaba

Entonces ella le dijo: “Yo también soy desplazada […]


Entre los animales, sola he quedado yo”
(Edwin Torres, “El mico desplazado”).

Muchas de las composiciones del vallenato tradicional se refieren


a las relaciones que se tejen en el entorno local y natural. Las historias
que se derivan de la construcción social están enmarcadas en escenarios
de desavenencias o de complicidad. Los temas vallenatos que emergen
de un contexto de desplazamiento forzado están matizados por dos
aspectos: la profunda pesadumbre por el despojo y la expresión de
impotencia del yo lírico en lograr el retorno a su territorio. Respecto al
primer aspecto, la mayoría de cantos cuyo contenido emotivo está más
focalizado hacia la tristeza profunda narran la incursión o el ataque de
un actor armado a su población, mientras que aquellos cuyo núcleo
expresivo-emotivo se concentran en la impotencia tienden a relatar
en mayor grado las relaciones de poder y sometimiento a las que está
expuesta la población rural.
358 Paisajes sonoros

La despedida como negación de la negación: uno de los primeros


matices de la temática de la despedida está concebido desde una dialéc-
tica en la que esta se deconstruye como alternativa para el sujeto lírico:
se considera como espacio transitorio que se niega a sí mismo, con el
propósito de construir un preámbulo semántico que retrata el retorno.
Cada referencia a la despedida como negación sugiere un estadio en
transición que recupera la construcción temporal del futuro y se aleja
de la mera noción de la despedida en relación con el pasado, como se
expresa en los siguientes versos:

Después de tanta amargura


De dolor y de pensar
Por fin unidos
Lograremos retornar

Esta historia sucedida


No quisiera recordar
Mis hermanos asesinados
Y hoy vamos a retornar.
(Deyanira Mosquera, “Óyeme, Chocó)

El olvido como opción para mitigar el dolor de la despedida, que,


en este caso, no está solo causado por dejar la tierra, sino también los
compañeros, es una opción para el desterrado. Sin embargo, en estos
versos anteriores, se formula una antítesis que hace posible la coexis-
tencia del no recordar con el acto del recuerdo: “No quisiera recordar /
Mis hermanos asesinados”. Además, la elipsis verbal en el segundo verso
refuerza el deseo de ese olvido voluntario y remeda la expresión del con-
tenido en la estructura misma del relato, aunque justamente esa es la
dialéctica en la que se reconstruye la idea del regreso. El dolor, la muer-
te, el despojo, la zozobra y las ausencias no pueden ser olvidadas, por
lo que el retorno es la posibilidad de transformar la “historia sucedida”.
Desde esta dialéctica el canto no es una oda del distanciamiento,
sino una composición transversal propuesta en la continuidad hacia el
retorno. El razonamiento del retorno se reconstruye en la posibilidad
de crear en el discurso una despedida sin despedida, es decir, se niega
la ruptura como parte ontológica de la esencia campesina porque la
despedida de la tierra, que es elemento fundamental de la naturaleza
Capítulo vii 359

rural, significaría la negación del mismo campesino y de su colectivo.


En consecuencia, la temática de la despedida no es el tema de la com-
posición, sino que sirve como instrumento para construir la posibili-
dad de retorno en el relato lírico:

Llegó la hora de regresar a mi tierra


Donde pienso plasmar mis proyectos
De donde nos sacaron a peso de guerra
Y nos humillaron en aquellos tiempos.
(Etni Torres, “Llegó la hora”)

La idea de regreso está construida en un tiempo arquetípico, es


expresado en los cantos como una acción del presente, más que como
una opción futura. En los fragmentos anteriores el retorno se mencio-
na en la culminación del relato lírico, lo cual podría relacionarse con el
objetivo máximo al que llega la voz lírica. En la estrofa anterior, por el
contrario, el regreso no es un punto de llegada, sino de partida y la voz
lírica pone de manifiesto la intención que lo motiva a retornar.
El retorno también se expresa como posibilidad futura. En la estro-
fa anterior, el dolor como referencia previa a la despedida es superado
por un estado de no preocupación que aparece directamente asociado
con una utopía cercana, expresada a través de ”un día es mañana”. La
idea del futuro que emerge desde la experiencia interior del hablan-
te lírico se construye usando una coexistencia temporal entre el uso
sintáctico del tiempo verbal ser y la referencia semántica del adverbio
mañana. Esto quiere decir que, dentro de la permanencia y la trayec-
toria de la confrontación, la expectativa mayor es la transformación,
específicamente, el cambio de las circunstancias de despojo, y la im-
posibilidad del dominio territorial que expresa el yo lírico. El regreso
también se vislumbra con un proyecto futuro que guía el presente, así
como lo muestra la estrofa siguiente:

Tenemos en mente
Que seremos un municipio
En la isla de Papayal
Partiendo de este principio
Que seremos la despensa territorial
(Efraín Alvear, “Sentimiento de mi pueblo”).
360 Paisajes sonoros

El retorno como transición hacia la nueva ruralidad en estas com-


posiciones apela a una axiología en la que se propone y, al mismo tiem-
po, se reivindica la necesidad de un estatuto constitutivo campesino:
me refiero tanto a las directrices de las políticas agrarias como a los atri-
butos que componen dicho imaginario. Estos dos aspectos están con-
templados dentro de los escenarios de globalización en los que suceden
profundas transformaciones de las identidades. Las propuestas guber-
namentales de una nueva ruralidad contemplan un campesino que esté
en plena coherencia con los desarrollos tecnológicos que demandan los
intercambios globales, sin repensar los reajustes de los proyectos regio-
nales que surgen desde las estructuras populares. Los movimientos y
las traslaciones entre los espacios urbanos y los rurales son entendidos,
desde esta nueva perspectiva, como piezas complementarias de un de-
sarrollo global. Esta nueva ruralidad articula discursos de lo global a
partir de conceptos de desarrollo mercantilista y, por ende, pondera
valoraciones de la tierra y, en general, de los recursos naturales basadas
exclusivamente en el comercio y la producción. Estos supuestos no in-
cluyen funciones sociales, ecológicas y culturales en las relaciones entre
recursos naturales y recursos humanos. En este canto esta relación se
expresa de la siguiente manera:

Falta nobleza con los campesinos (bis)


Porque al campo quieren retornar
A trabajar sin temor ninguno
Así podemos vivir en paz.
(Efraín Ávila, “El sufrimiento”)

El yo lírico usa el concepto de nobleza para expresar un valor trans-


ferido por otros actores del conflicto como reacción al deseo del retor-
no. Es posible identificar esa percepción a través de dos acepciones:
una de ellas, “falta nobleza” en relación a la carencia de valoración por
parte de la sociedad y el Gobierno de la clase campesina en cuanto a su
aportación en el capital económico, en el ámbito ecológico, sus saberes
y su importancia como grupo social y como capital humano nacional
—la voz lírica sugiere que el desdén es la forma de trato a los pobla-
dores de las áreas rurales— y, por otra parte, “falta nobleza” entendida
Capítulo vii 361

como ausencia de honestidad y de lealtad en las interacciones con el


Gobierno.6

Resignificación del campesino y acciones comunitarias

En algunos textos líricos, la constitución orgánica de la asociación se


convierte en motivo de la narración: se hace referencia a la instancia cam-
pesino-campesinado con el propósito de reconstruir los atributos de la po-
blación rural y redefinir ese concepto. Esa redefinición se articula en las
nociones sobre la acción y determinación comunitarias. Si bien hay dos
canales de filiación entre los miembros de las comunidades (lo étnico y
lo regional), el elemento de mayor cohesión es la identificación como
campesinos. La representación del actor campesino/campesinado pasa por
un proceso de deconstrucción que intenta desmontar una arquitectura
natural que ha dominado por largo tiempo el imaginario nacional. A
continuación, presentamos una síntesis de los términos que se usan en
los cantos para representar la gestión y la autodefinición campesinas:

Gestión campesina Autodefinición campesina


— Organización comunitaria Atributos: bravo, valiente,
— Federación luchador, orgulloso de sí,
no es empresario, con historia
Campesino
Unión Sentimientos: tristeza, pérdida,
soledad, amargura, silencio
Paralelismos:
Liderazgo — La guartinaja Condición: desplazado, sin tierras,
— El mico ruptura, a la deriva
Reclamación de derechos Espacio: anhelado, tierra,
montaña, pueblo Buenos Aires,
región, vereda, sur de Bolívar
Retorno Tiempo: sin agricultura, sin casas,
sin frutos
— Alianzas Instrumentos: experiencia, fe,
— Resistencia memoria, canción

33. Resignificación del concepto campesino-campesinado


Fuente: elaboración propia

6. En las dos estrofas previas a este fragmento, el canto “El sufrimiento” de Efraín
Ávila menciona que el actor es el Gobierno.
362 Paisajes sonoros

En las composiciones es perceptible esa profunda intención de


resignificar el concepto de campesino, integrando dimensiones hasta
entonces no pertenecientes a esa categoría. Los relatos contados por
los campesinos durante la jornada ecuménica y ecológica en febrero
de 2012 también expresan la necesidad de rehacer y desmitificar el
significado del término. Este hecho pone al descubierto el desatino
de las políticas agrarias, que han conducido a la descomposición de la
clase campesina, reduciendo su acción a tareas específicas —labrador,
cultivador, labriego o peón—. Es de crucial importancia comprender
que el discurso lírico tiene como propósito edificar una semántica re-
novadora y autónoma que hace parte del proceso de la construcción
de la paz.
En la canción “Campesino embejucao”,7 aunque no pertenece a las
comunidades de este estudio, la voz lírica se pronuncia en contra de
una sobrecarga de identidades que se le dan al campesino. Esta compo-
sición, referida a un contexto histórico anterior, refleja un hastío acerca
los múltiples interrogantes a los que están expuestos los trabajadores
del campo respecto a sus filiaciones partidistas o ideológicas, especial-
mente en el marco del conflicto armado:

Me tienen arrecho con tanta juepuerca preguntadera


Que qué color tiene mi bandera que si yo soy godo o soy liberal
Me tienen verraco con tanta juepuerca averiguadera
Que si soy eleno que pelo si quiera, apoyo a las AUC o soy de las FARC
Me tienen mamao con tanta juepuerca interrogadera
Que si yo a la tropa le abro las cercas y les doy el agua de mi manantial
Que si soy comunista, de ANAPO, de la izquierda, o de la derecha
Que si imperialista, que joda arrecha resulta querer vivir uno en paz
Yo soy campesino trabajador, pobre, muy honrao
Vivía muy alegre, pero me tienen embejucao.
(Óscar Humberto Gómez, “Campesino embejucao”)

En las diferentes composiciones se da una resignficación de lo que


es el sujeto campesino y la labor campesina: una propuesta desde un
sistema de equivalencias cultivadas en el acervo rural y que quiere ser

7. Óscar Humberto Gómez, “Campesino embejucado”; véase <https://www.youtu-


be.com/watch?v=j2QN6MDLHzEfxM>.
Capítulo vii 363

alternativa en las consideraciones de la reforma integral. Se tiene la ten-


dencia a considerar reforma a un paquete de medidas económicas que
debería significar las estrategias de superávit en el tema agrario; erró-
neamente, insisto en ello, porque esa reforma debe primero conside-
rar el sistema de equivalencias que hacen del campo y del campesino
justamente espacios rurales. El sistema de intercambio que establece el
campesino con la tierra no está mediado solo por el excedente econó-
mico que la producción le proporciona, sino por la plusvalía física y no
física, pues, en situaciones de ausencia de conflicto y si las condiciones
del terreno no han llegado a la degradación, por lo general, la tierra
que se trabaja provee una cantidad de productos superior a lo que
consume el campesino.
En cuanto a las acciones comunitarias emprendidas por las colecti-
vidades campesinas, la lucha como idea de cohesión aparece en todos
los cantos: “hay motivos de luchar”, “lucha y defiende tu honor”, “lu-
chemos con más amor”, “luchando por nuestro deber”, “por nuestro
derecho a seguir luchando, “gente valiente que no cesa de luchar”,
“aquí veinte años de lucha, de lucha, pero con paz”, entre otras.

Lucha pueblito ancestral


Lucha y defiende tu herencia (bis)
Lucha por lo de tus hijos
Y no olvides tus creencias (bis)

Creencias de esos ancestros


Ay, que luchaban como hermanos (bis)
Qué cultura tan hermosa
Que tenía nuestra gente.
(Isidro Omaña, “Negros en Palenque”)

En estos versos se muestra no solo la acción, sino los elementos


sustantivos con los que la voz lírica reconstruye la esencia comunita-
ria: la valentía de continuar para perseverar en la lucha; el amor como
sinónimo de la unión colectiva y en un sentido de convicción y de
compromiso ante la paz; la lucha como herramienta de trascendencia,
no como instrumento mediático y cortoplacista, y como fuente diná-
mica de la transformación gradual de la conflictividad; la unión como
364 Paisajes sonoros

valor fundamental para la acción social y la cohesión comunitaria. En


el pasaje anterior podemos ver que esa cohesión comunitaria se expresa
como parte de la herencia cultural y ancestral que ha sido transmitida
durante generaciones. La permanencia en el territorio como forma de
resistencia tiene incidencias tanto en el dominio social como en el po-
lítico. Observemos la siguiente composición:

De aquí no nos vamos a ir


Aquí nos vamos a quedar
Y aquí nos toca luchar
Pa’ poder sobrevivir

Pertenecemos a la Federación
Y allí luchamos toditos unidos
Tenemos mesa de interlocución
Y ahí nos sentamos con muchos amigos.
(Etni Torres, “De aquí no nos vamos a ir”)

La permanencia en el “aquí”, referido al territorio comunitario, es


una de las estrategias de lucha pacífica que manifiestan los relatos líri-
cos. Este fragmento del canto ilustra la lucha decidida de la comuni-
dad de Las Pavas: “sobrevivir” significa actuar conjuntamente. Como
se expone en la segunda estrofa, las alianzas son parte de esa lucha. La
mesa de interlocución es el espacio de encuentro con “los amigos” (las
organizaciones que les acompañan), el cual les posibilita reflexionar
sobre las formas de actuar y las decisiones que deben tomar. Esas alian-
zas son atribuidas atribuyen a la conexión con una instancia superior,
el poder divino:

Por eso damos gracias a mi Dios del cielo


Porque de allá muchas estrellas bajaron
A alumbrar el camino como aquel lucero
Para que el triunfo se quede en nuestras manos (bis)
(Etni Torres, “Llegó la hora”).

A través de los símiles “estrella” y “lucero” se consigna la aportación


que percibe el yo-nosotros lírico de los acompañantes en el proceso
de desplazamiento y retorno. En las dos estrofas, como en muchos
Capítulo vii 365

otros fragmentos de los cantos, el camino es el símbolo fundamental


del dinamismo comunitario: en él se consagra la dimensión espacial y
temporal y se recorre el proceso y los aprendizajes recibidos:

Y hemos conocido muchas organizaciones


Que nos van mostrando el camino
Nos dieron apoyo y nos enseñaron
Por nuestros derechos a seguir luchando
(Etni Torres, “Llegó la hora”).

El camino de retorno que han trazado estas comunidades es un


sendero en construcción que une circuitos temporales, espaciales y ma-
teriales y articula vínculos entre grupos humanos a diferentes escalas y
en diferentes latitudes. El camino del canto se fusiona con él y juntos
emprenden la ruta de vuelta al territorio.
CAPÍTULO VIII

Conclusiones

Gran parte de los conflictos relacionados con el acceso a y el uso de


bienes naturales en América Latina se enmarcan en una matriz cuyas
relaciones de poder son profundamente asimétricas. El Sur Global está
enfrentándose a una dinámica de adquisición de tierras que, a través
de tácticas de usurpación para la expansión de monocultivos de palma
de aceite y otras plantaciones extensivas, repercute severamente en la
reconfiguración espacial y temporal de las cartografías nacionales. Los
mayores impactos los afrontan las poblaciones locales, pues no solo se
les despoja de sus tierras, sino que se desplazan sus modos de vida, sus
formas de organización, sus economías, sus patrones de relación y, en
general, su cultura campesina o étnica.
Los impactos del desplazamiento forzado en la ruralidad colom-
biana han venido retando a las comunidades afectadas a buscar estra-
tegias de resiliencia para actuar ante las asimétricas configuraciones de
poder, dominio y concentración de tierras. El desplazamiento forzado
ha sido usado como estrategia sistemática por actores armados y no
armados para ejercer control territorial en diversas regiones del país.
Si bien la agroindustria ha sido presentada como uno de los caminos
para promover el desarrollo del campo, sus efectos y beneficios en la
sostenibilidad ambiental y social de las comunidades involucradas son
altamente controvertidos. En específico, los cultivos de palma de aceite
368 Paisajes sonoros

a larga escala han exacerbado las dinámicas de desplazamiento forza-


do y han conducido a profundas transformaciones en detrimento de
las poblaciones campesinas, afectando no solamente a los ecosistemas,
sino causando fisuras en las estructuras del tejido social y comunitario.
Si bien estos cambios no se presentan de forma homogénea en todas
las regiones, se evidencian afectaciones importantes en los sistemas
productivos locales, la soberanía alimentaria de las comunidades, la
explotación de la mano de obra entre otros.
Los procesos de transformación de conflictos están estrechamente
vinculados a los espacios de construcción de paz, pues juntos emergen
paralelamente a través de diversos mecanismos que tienen efectos en
la mitigación de las disputas y, a su vez, permiten reconfigurar la di-
námica de la confrontación. Para comprender la complejidad de los
procesos y las experiencias en la transformación del conflicto y en la
construcción de paz es necesario alejarse del enfoque lineal que ha do-
minado en el análisis académico. En consecuencia, es indispensable re-
considerar esa complejidad en el marco de una estructura de naturale-
za multifacética, en la que el cambio y la reconstrucción no siguen una
dirección secuencial, sino que están incorporados y relacionados entre
sí en diferentes intensidades y niveles. La evolución de estos procesos
se hace mucho más perceptible a escala local, dado que allí se configura
una simultaneidad espacio-temporal en la que se vinculan diferentes
elementos, pero que tiene un fluir concatenado a escala nacional. La
memoria cultural, las visiones de mundo, las acciones colectivas, entre
otros, se convierten en catalizadores que inciden en la transformación
de las realidades que ha generado el conflicto prolongado, aportando
las simientes para la reconstrucción de la estructura social, comunitaria
e institucional.
Antes de diseñar mecanismos para abordar las confrontaciones con
los actores en disputa, las comunidades inician procesos organizativos
para restaurar el tejido comunitario que ha sido fracturado. La asocia-
ción campesina se convierte en una figura vertebral, a través de la cual
se reedifican las posibilidades de acción comunitaria, cumplen dife-
rentes funciones en lo político, lo social, lo jurídico y lo cultural. Estas
poblaciones se concentran en la autogeneración de potencialidades y la
selección de elementos del repertorio sociocultural para reconstituirse
Conclusiones 369

como actores sociales nuevamente. Ese repertorio está fundamentado


en la cohesión, la identificación y la movilización de la subjetividad
comunitaria, que se basa en principios de reciprocidad y complemen-
tariedad con entidades humanas, materiales, inmateriales y espiritua-
les. Es importante observar que la fase de reconstrucción comunitaria
surge como estadio previo al manejo de la confrontación con las em-
presas de industria palmera, pero va aconteciendo de forma simultánea
en el marco del manejo del conflicto. Cada una de las asociaciones
campesinas ASOCAB, ASPROAS y ACAT que han sido analizadas
en este estudio han tenido roles fundamentales en la reconstrucción
de la vida comunitaria y su representación en diversos ámbitos y, por
lo tanto, indiscutibles efectos en la transformación del conflicto y la
construcción de paz.
Para restablecer el tejido comunitario, las comunidades apelan a
rescatar la noción de lo pasado como pieza fundamental para la pro-
yección futura. Por ello, más que narrar la conflictividad del presen-
te, las comunidades inician un rescate de la memoria colectiva en sus
diferentes matices: lo agrario, lo étnico, lo religioso y lo organizativo,
entre otros. El volver al pasado mitiga la fractura del tejido comuni-
tario y abre la posibilidad de recrear nuevas realidades que se orientan
hacia la idea del futuro, concretizado en el retorno a la tierra. En este
proceso de recuperación colectiva se activan un cúmulo de lenguajes
que han servido de vehículo para la transmisión de saberes, cosmolo-
gías, experiencias, sentidos y todo aquello que une a los miembros y
los identifica como comunidad. La constitución comunitaria integra
diferentes tipos de lenguaje y los convierte en signos de representación,
y, para estas comunidades estudiadas, el lenguaje musical es podero-
samente vital e imprescindible. Tal vez no podemos afirmar que este
lenguaje que usan para reconstruir circuitos espaciales y temporales de
lo colectivo sea nuevo, pero lo que sí se puede constatar es que se trata
de un lenguaje musical renovado. El lenguaje musical regional tiene
una importancia preponderante, por ello el ritmo vallenato, propio de
la Región Caribe de Colombia, es una de las melodías predilectas para
recomponer la memoria colectiva en sus distintos matices. Esa renova-
ción del lenguaje musical se puede identificar tanto en el significante
como en el significado; pues, por un lado, la composición vallenata se
370 Paisajes sonoros

compromete a seguir ese ritual sociolingüístico que la identifica con su


origen local, como a su discurso narrativo y propositivo, alejándose
de un carácter estereotipado. Además, si bien retoma la esencia origi-
nal del cantar vallenato, no se asemeja a la lírica tradicional antigua,
sino que sigue el estilo de la canción popular moderna, en tanto que
contiene una denuncia hacia los usos y abusos de la agroindustria de
la palmera, que ocasiona serios impactos al ambiente colectivo. Los
cancioneros populares antiguos no reflejaban en sus versos la tensión
de la relación entre amo y trabajadores sino que retrataban un entorno
afable e idílico del campo.
Los procesos que están teniendo lugar en el espacio rural contra el
despojo de tierras son también perceptibles en los ambientes urbanos,
aunque con otros matices. Podríamos sugerir que se trata de la recons-
trucción de la memoria histórica desde otras racionalidades y con otros
lenguajes. El espacio rural en Colombia viene dando pasos determi-
nantes hacia la reafirmación de marcos de pensamiento y de acción
que consoliden la subjetividad comunitaria y refuercen la gobernanza
ambiental y social fuera de los parámetros utilitaristas y mercantiles
en los que se conciben actualmente el manejo de la naturaleza y los
recursos naturales. Desde hace varias décadas, se ha venido revelando
un dinamismo social y organizativo desde la base y, aunque las con-
diciones estructurales existentes han querido truncar esas dinámicas,
estos procesos, al parecer, siguen tomando mayor fuerza.
El uso de los bienes culturales al que apelan las comunidades locales
tiene eco a nivel nacional, porque la afectación que causa el despojo es
un fenómeno que por un lado, es recurrente en varias regiones de la
Colombia rural, y por otra parte, tiene efectos en la institucionalidad
tanto en el campo como en la ciudad. La recomposición del tejido
comunitario emerge de la naturaleza del campo que está emparentada
con la naturaleza del canto; este, la lírica y la oralidad pertenecen a esos
bienes comunes que permiten no solo reconstruir la voz comunitaria,
sino también constituir la epistemología del ethos comunitario. En ese
proceso de restauración, las comunidades recrean y negocian nuevos
significados en el contexto de la violencia que se materializan a través
de la composición musical. Se manifiesta una polifonía de voces que
ha sido desplazada y que reconstruye en la sonoridad, la melodía y el
Conclusiones 371

canto los fundamentos de la cultura agrícola. En este sentido, hay dos


procesos de reterritorialización que ocurren de forma paralela y que se
retroalimentan entre sí. Por un lado, el poder del canto: el repertorio
de la oralidad se instaura con determinación en el territorio de los dis-
cursos para reafirmar su validez y ampliar los significados en lo verbal
y no verbal. Por el otro lado, el empoderamiento comunitario: la voz
cantora recobra presencia para interpelar por la comunidad y rescatar
su validez como actor social e interlocutor. Así, se podría afirmar que
esa dualidad de reterritorializaciones constituye una plataforma que
formaría parte de los factores invisibles que contribuyen a la transfor-
mación simétrica de las relaciones estructurales de poder.
Una vez que las comunidades logran reafirmarse con la fuerza de la
melodía, el poder del lenguaje musical transciende el ámbito comuni-
tario y se convierte en instrumento de comunicación e interlocución
ante otros actores. En este sentido, el empoderamiento a través de la
voz melódica incide también en los factores visibles del manejo y la
transformación del conflicto. En realidad, no es solo el canto como voz
lo que aporta un nuevo lenguaje en estos procesos, sino que sus pro-
fundos aportes se pueden evidenciar en la significación textual y con-
textual, ya que es portador de los significados tanto cognitivos como
emotivos de la experiencia comunitaria campesina y étnica.
Los textos de los cantos tematizan la reconstrucción de sus esti-
los de vida, sus valoraciones sobre la naturaleza, sus relaciones con
los ciclos de cultivo y sus interacciones con los mundos espirituales,
materiales y no materiales; es decir, en ellos se plasma la recuperación
de esa cosmología campesina y étnica que sitúa las temporalidades y
enlaza las continuidades de la vida rural. El proceso de producción
en el que surgen esas composiciones debe ser entendido como una
movilización de los bienes socioculturales para recuperar la vida terri-
torial y, al mismo tiempo, el poder explicar el sinsentido causado por la
violencia del destierro. Esa movilización tiene claras incidencias tanto
en la dinámica como en el desarrollo del conflicto, pues, si bien las
acciones que emprenden las comunidades no dependen directamente
de la gestación del canto ni de su proceso de producción, el material
sonoro y lírico sí actúa dentro de un conjunto semiótico y se convierte
en signo que refuerza y motiva los significados comunitarios. Desde
372 Paisajes sonoros

esa perspectiva, la producción, el consumo y la difusión de la lírica


campesina testimonial generan significados de relación que influyen
en las acciones comunitarias y en el quehacer político, ya que a través
de ellos se resguardan las semillas de lo que se traduce en acciones po-
líticas, jurídicas y de resiliencia, entre otras.
El proceso de producción musical supone un lugar de reflexión
sobre los valores fundamentales y las racionalidades que caracterizan a
las comunidades. Asimismo, la creación oral implica deliberar cuáles
son los pilares sobre los que se diseña el retorno al territorio del que
fueron desplazados forzadamente, por eso los cantos ponen en consi-
deración la gestión y la gobernanza de lo territorial, la labor agrícola,
el rol del campesino, la soberanía alimentaria, la sustentabilidad, la
economía agrícola, etcétera. Estos panoramas de continuidad tempo-
ral son el fruto de las reflexiones sobre cómo proceder, qué comunicar
y cómo interactuar en los contextos de la confrontación. No es preciso
deslindar el texto lírico del contexto comunitario: la naturaleza de la
producción musical emana del contexto extra-artístico.
El texto lírico recrea un marco conceptual donde se representan
nuevas equivalencias en torno a las valoraciones sobre la naturaleza,
la tierra, el campesinado y la paz que germinan desde la racionalidad
de la unidad-común o comunitaria. Se trata de la resignificación de
las temáticas que han ocasionado la confrontación. Esas equivalencias
deconstruyen los postulados de la agroindustria respecto al uso y el
acceso de los bienes naturales y a la subjetividad comunitaria de la
identidad campesina; es decir, a través de la producción del discurso
lírico se reconfiguran categorías de valoración de la tierra y el territorio
que cuestionan los términos de intercambio mercantil que han con-
vertido los recursos naturales en riquezas individuales. Se reafirman
los significados de la territorialidad situando al agricultor, a los bienes
naturales y a los bienes inmateriales como piezas de un circuito de
reciprocidades y complementos. Esta concepción devuelve los recursos
naturales a la condición de sujetos y los libera de la función puramente
utilitarista que les ha dado la agroindustria. Esas equivalencias y su
resignificación aportan una comprensión de la naturaleza como ser no
dominable, no cuantificable.
Conclusiones 373

La creación lírico-musical actúa en la reconstrucción de significa-


dos no solo de la razón, sino de la emoción. Por un lado, es un dispo-
sitivo de recepción del dolor social y, por el otro, es un artefacto que
va a incidir en la motivación colectiva. La relación entre producir y
consumir los cantos, que es lo que sucede en las poblaciones de es-
tudio, acontece en el marco de un cúmulo de sentidos, asociaciones
y sensaciones. Esto es evidente en la idea de resistencia y resiliencia
comunitarias, de tal manera que la reiteración de esos actos musicales
hace que se conviertan en referentes culturales comunitarios asociados
con la lucha pacífica. En esa medida, algunas de estas composiciones
se vuelven fuentes líricas con un alto contenido visual que evocan al
campesino, la tierra, el territorio, lo ancestral, lo étnico, el origen, etc.,
y que tienen incidencia porque estimulan la acción y la interacción en
la búsqueda de la equidad y la construcción de la paz. En las acciones
de retorno, el acompañamiento de las melodías compuestas por la co-
munidad de Las Pavas, por ejemplo, es representativa: se refuerza la
evocación visual del regreso y en muchos cantos hay una imbricación
entre presente y futuro que contribuye a esas asociaciones entre la ra-
zón y la emoción.
En la práctica cotidiana de las comunidades el manejo del conflicto
no corresponde a un acto aislado en la evolución y desarrollo para
solventar las disputas, sino que está incorporado en las estrategias de
resiliencia. A pesar de los ambientes de hostilidad y violencia abierta,
las comunidades han propiciado procesos de mediación y encuentro
dentro de en un marco estructural creado para la concertación; algu-
nas veces con participación de actores externos y otras, dentro de las
alianzas en red de la que forman parte los colectivos. Es preciso resaltar
que se percibe un giro importante en los paradigmas sobre los que se
basa la negociación del conflicto. Mientras algunas comunidades afec-
tadas por la usurpación de territorios negocian en la distribución de los
dividendos que pueda generar un sistema productivo agrícola, las co-
munidades objeto de enfoque de este estudio no negocian la relación,
tenencia y gobernanza de la tierra dentro de los parámetros mercanti-
listas, sino dentro de los parámetros de una ecología cultural que inte-
gra otras dimensiones y posibilidades de relación entre seres humanos
y naturaleza basados en principios de reciprocidad y complemento.
374 Paisajes sonoros

Por eso, sus acuerdos no están orientados a la distribución de la plus-


valía o los dividendos provenientes de los recursos naturales, sino a
la creación y reproducción de sistemas que favorezcan los modos de
vida comunitarios y locales, el acervo cultural campesino y el ethos
campesino y étnico. De ahí que los conceptos de espacialidad, lugar y
pertenencia constituyan matrices sustanciales en los mecanismos uti-
lizados por estas comunidades. Una particularidad en el proceso del
manejo del conflicto es que se distingue la búsqueda de la paz en el
marco de un cambio estructural, en contraposición a un pacifismo sin
fruto. En este sentido, las acciones que llevan a cabo las comunidades
podrían ser catalogadas como actos provocativos o renuentes, pero,
desde la perspectiva de transformación del conflicto, son precisamente
esas acciones las que puede tener mayor incidencia en las modificacio-
nes estructurales que conducen a la equidad. No siempre las acciones
de cooperación entre actores desembocan en equilibrio de poder. Por
el contrario, la aparente cooperación lleva a que los actores con mayor
poder obliguen a los actores más vulnerables a alinearse con sus objeti-
vos. En este orden de ideas, la no cooperación bajo esas circunstancias
potencializará la exacerbación del conflicto. Las comunidades de este
estudio, no son casos aislados, sino que son representativas para una
amplia franja de colectivos en el territorio nacional que buscan la re-
solución del conflicto apelando a los parámetros ecológico-culturales
para encontrar marcos de concertación. Las acciones de retorno al te-
rritorio emprendidas por algunas de las comunidades aquí estudiadas
son actos que han demandado mayor cohesión y fuerza comunitarias.
Los retornos están concebidos como una búsqueda de espacios de con-
vivencia y diseñados como parte de las acciones de resiliencia, por lo
tanto, pueden ser entendidos como parte del proceso de construcción
de la paz.
Aunque en el contexto del postconflicto se hable de una transi-
ción y de una justicia transicional, sería casi más acertado hablar de
procesos de transmutación. Este concepto se acerca más a la noción
de cambio en las formas y las prácticas y se aleja de la idea lineal de
un orden progresivo. Si concebimos las acciones autónomas de las
comunidades, las estrategias de movilización para tener presencia en
los medios y los mecanismos para emprender acciones jurídicas entre
Conclusiones 375

otras, podemos afirmar que estas formas del manejo del conflicto han
cultivado espacios de resistencia pacífica en sus diversas expresiones y
han erigido, paralelamente, lugares simbólicos y físicos para impulsar
prácticas de convivencia. Las culturas de convivencia son interludios
en los que se administran la distribución de la equidad y las correspon-
dencias entre las dimensiones de la cosmología comunitaria; pueden
ser de naturaleza material o inmaterial y su razón de ser es la búsqueda
del bienestar común, y sus elementos constitutivos son multitempo-
rales o multiespaciales; se encuentran interconectados entre sí pero no
son híbridos, sino heterogéneos y abigarrados.
El acto de retornar a las regiones de origen, les permite a las co-
munidades desplazadas situar cartográficamente esos espacios y darles
vida plena. Las comunidades de las zonas humanitarias, la comunidad
de Las Pavas, la comunidad de El Garzal y muchas otras que no han
sido estudiadas aquí, al volver a sus territorios logran recomponer el
espacio físico y adecuarlo con sus funcionalidades que corresponden a
su cultura étnica y campesina. En el caso de las zonas humanitarias, el
diseño de organización espacial en forma de telaraña ilustra de forma
grandiosa cómo la construcción de espacios de convivencia es análo-
ga a las relaciones de reciprocidad y de complemento. Así como hay
una relación de equidad, se busca una relación donde se reconoce la
diferencia. De igual manera, La diferencia es resignificada y entendida
como punto de confluencia y no de divergencia. Los múltiples lugares,
espacios, interludios, sitios de la convivencia que han protegido las cul-
turas comunitarias, tanto en Colombia como en otros puntos del Sur
Global, en medio del despojo territorial, están aún por ser explorados.
Lo importante es que, por lo menos, sepamos que existen y que haya
razones que despierten nuestra curiosidad para conocerlos. Lo que ne-
cesitaríamos, definitivamente, con profunda urgencia como sociedad,
en tiempo transformación es tener la capacidad de despojarnos de la ra-
cionalidad individualista y permitir que las melodías comunitarias por
la paz se conviertan en sonidos polifónicos de nuestra cotidianidad.
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Desarrollo Territorial y el Instituto de Biodiversidad, 2008.
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de diciembre de 2007.
Anexo. Corpus de cantos recopilados
Cantos de las zonas humanitarias
Cacarica y Nueva Esperanza

CANTO 1 El error que cometieron


TÍTULO: Sin título Se llevaron al cadáver
CANTAUTOR: Erasmo Cuadrado Y a sus padres también (bis)

Pongan cuidado señores Pensando que con dinero


Lo que aquí nos sucedió Iban a recuperar
El martes treinta de marzo La vida de un ser humano
En la cuenca del Jiguamiandó (bis) Que nada tiene que ver (bis)

Llegaron los militares Y ahora me pregunto yo


Y de sorpresa nos cogió. Lleno de remordimiento:
Entraron por todas partes ¿Dónde está la transparencia
Metiendo miedo y terror (bis) Del gobierno nacional? (bis)

El miércoles en la mañana Mientras que los pobres niños


A las Palomas llegaron Son los que se están muriendo
Disparándole a la gente Allá están los asesinos
Sin tenerle compasión (bis) En el palacio nacional (bis)

Y hasta un niño asesinaron Haciendo su comitiva


En presencia de la gente Invitando a celebrar
Y después pa’ disculparse La vida de un campesino
Dijeron que era un error (bis) Que acá vienen a matar (bis)
Y después pa’ subsanar
404 Paisajes sonoros

CANTO 2 CANTO 3
TÍTULO: “El dos de Junio” TÍTULO: “Ciento veinte muertos”
CANTAUTOR: Erasmo Cuadrado CANTAUTOR: Erasmo Cuadrado

Me acuerdo aquel dos de junio Tengo el corazón herido


Cuando al campo salí a jugar Y lleno de remordimiento
Que nos atacó el gobierno Y esto es culpa del gobierno
Vestido de paramilitar (bis) Que ha causado tanto muertos (bis)

Le damos gracias a un labriego Son ciento veinte personas


Que salió a trabajar Las que han asesinado
Que cuando el vio este grupo Y esto ha sido con la cara del
Al pueblo corrió a avisar (bis) Gobierno ParaEstado (bis)

Cuando ellos incursionaron Por eso el Jiguamiandó se imita


Que no nos pudieron matar, Diciéndole al mundo entero
Solo para desquitarse Que estos ciento veinte muertos
Quemaron nuestro hábitat (bis) Es por causa del dinero (bis)

Y ellos son como la rata Ellos invitan a empresarios


Donde pueden atacar Que vengan a trabajar
Lo que no llevan lo dañan Para que siembren la palma
Es su forma de actuar (bis) Viendo que eso es ilegal (bis)

Fija, gobierno corrupto Y nosotros el campesino


Lo que hoy día estás haciendo No podemos reclamar
Con tantos niños ya huérfanos Porque de inmediatamente
Que de hambre están muriendo (bis) Nos vienen a masacrar (bis)

Y ellos son como la rata CANTO 4


Donde pueden atacar TÍTULO: “La palma”
Lo que no llevan lo dañan CANTAUTOR: Erasmo Cuadrado
Es su forma de actuar (bis)
Póngame cuidado amigo(h)
Con esta crisis tan dura Lo que les voy a contar (bis)
Dónde iremos a parar
Aunque vivamos en el campo Por esa maldita palma
No podremos trabajar (bis) Nos han venido a matar (bis)

Y ellos son como la rata El cultivo de la palma


Donde pueden atacar Es un cultivo ilegal (bis)
Lo que no llevan lo dañan
Es su forma de actuar (bis) Por eso los campesinos
Allá fuimos a mochar (bis)
Corpus de cantos recopilados 405

Por medio de los empresarios Lucha por lo de tus hijos


Hemos sido amenazados (bis) Y no olvides tus creencias (bis)
Por esos capitalistas
Y por parte del Estado (bis) Creencias de esos ancestros
Ay, que luchaban como hermanos (bis)
¡Ay! el territorio nuestro Qué cultura tan hermosa
Tiene una riqueza inmensa (bis) Que tenía nuestra gente
Minerales flora y fauna Lucha y defiende su honor
Embellecen nuestras cuencas (bis) Como negros de Palenque
De las penas que yo tengo
Algunas les he contado (bis)
CANTO 6
TÍTULO: Sin título
En todos estos problemas
CANTAUTOR: Erasmo Cuadrado
Ha estado metido el Estado (bis)
Y ha estado metido el Estado
Tengo una pena en el corazón
Mis penas no han terminado (bis)
Que me lastima los sentimientos (bis)
Mis penas no han terminado
Al ver los niños en un sufrimiento
Y ha estado metido el Estado (bis)
Sin poder darle una solución (bis)

CANTO 5 Ellos hoy no cuentan con recreación


TÍTULO: “Negros en Palenque” Tampoco pueden ir a estudiar (bis)
CANTAUTOR: Isidro Romaña Viven sufriendo desnutrición
Yo creo que el hambre los va a matar
Miren el tiempo que estamos (bis)
Que todos estamos sufriendo (bis)
Hay motivos de luchar Ya hoy los dineros de Bienestar
Unidos y organizados (bis) Ya bien están en otros bolsillos (bis)
Entre caimanes y caimancillos
Si hay fracaso en el camino Que siempre logran acaparar (bis)
Luchemos con más amor (bis)
Ay, que morimos es por el pueblo Ay, la población infantil
Y por darle la solución (bis) Que es el futuro de nuestra patria
No nos quedemos atrás
Ay, luchemos con más amor (bis) Hoy, la población infantil
Que morimos es por el pueblo Que es el futuro de nuestra patria
Por darle la solución Está condenado es a sufrir
Y a vivir sin una esperanza
Que abogados ya tenemos
En el tribunal de Dios (bis) Ay, ya los niños de esta región
Investigando los casos Siempre reciben tratos infames
Que a todos nos sucedió (bis) Viven sufriendo desnutrición
Lucha pueblito ancestral Y ya se mueren en los hospitales
Lucha y defiende tu herencia (bis)
406 Paisajes sonoros

CANTO 7 Pero lo que si más me duele


TÍTULO: “Óyeme Chocó” Fue que allá todo se perdió (bis)
CANTAUTORA: Deyanira Mosquera,
CD Óyeme Chocó Le exigimos al presidente
Todos los desplazados hermanos (bis)
¡Óyeme Chocó! Que nos dé una reubicación
Te quiero besar En el casco urbano e Turbo (bis)
Era un sueño y se hizo realidad
Nosotros no somos perezosos
Coro Y nos gusta de trabajar (bis)
¡Óyeme Chocó! Con qué cara volvemos allá
¡Oye por favor! Con semejante corretear (bis)
Tú no tienes por qué estar sufriendo así
La resignación Hablado:
De tu corazón Pedimos una reubicación digna.
Algún día llegará la redención (bis) Y esto es para que lo escuche Colombia y
el mundo entero.
Después de tanta amargura
De dolor y de pensar
CANTO 9
Por fin unidos
TÍTULO: “El sufrimiento”
Lograremos retornar
CANTAUTOR: Efraín Ávila, CD Óyeme
Chocó
Coro
Esta historia sucedida
El sufrimiento que hay en mi pueblo
No quisiera recordar
Lo estoy sufriendo con mucho dolor
Mis hermanos asesinado(h)
(bis)
Y hoy vamos a retornar
Lo digo porque esta situación
Coro (bis)
No la había vivido en esta región (bis)

CANTO 8 Lo digo porque esta situación


TÍTULO: “El sofoco” Me tiene muy triste con mucho dolor
CANTAUTORA: Julia Valdemar, CD (bis)
Óyeme Chocó
Ellos salieron de su ranchito
La gente salió del Chocó Dejando todo tirado a perder (bis)
No con gusto ni ganas tampoco (bis)
A nosotros no nos mataron Unos salieron acompaños
Pero sí mataron un poco (bis) Con los hijitos y la mujer (bis)

Yo le doy gracias a Dios Más sin embargo vivo hacinado


Que a mí nada me sucedió (bis) Luchando por nuestro deber (bis)
Corpus de cantos recopilados 407

Porque el gobierno ha hecho cosas Vivimos soñado en esa bonita tierra


Que nunca en la vida debería de hacer Y también contamos con esos recursos
Matando los hombres y las mujeres de ella
Dejando niños sin parecer (bis)
Oiga Doctor Samper
A quién le importa la guerra en Colombia Con fusiles y metrallas
Ya no se vive con tranquilidad Dejaste quitar la tierra con esa violencia
Los hombres lloran pidiéndole a Cristo brava
Dios mío esta guerra dónde irá a parar
CANTO 11
Porque el sonido de estas metralletas
TÍTULO: “Cómo fue”
No hacen silencio en el Urabá
CANTAUTOR: Augusto Gómez
No hacen silencio en el Urabá
Porque el sonido de las metralletas
Les vengo a contar la historia
No hacen silencio en el Urabá
De nuestro desplazamiento
Como fue que sucedió
Falta nobleza con los campesinos (bis)
Estando allá en el Chocó
Porque al campo quieren retornar
Este es un caso muy moro
A trabajar sin temor ninguno
Para que el mundo lo sepa
Así podemos vivir en paz
Nos sacaron a la fuerza
CANTO 10 Con bombas y metralleta (bis)
TÍTULO: “Violencia Brava”
CANTAUTOR: Javier Ávila, CD Óyeme Con bombas y metralleta
Chocó Y fue la pública fuerza

Yo voy a contarles lo que nos pasó El 24 de febrero del año 97


Con toda mi gente en la tierra del Chocó Un lunes de mañanita
(bis) Estando allá en montañita
La gente se levantaba
Y las mujeres gritaban Pa’ su tarea cotidiana
Y los niños que lloraban Cuando en el cielo escuchamos
Y los actores armados, ellos no Unos grandísimos ruidos
reflexionaban (bis) De los pájaros cristales
Que venían a su destino
Hace treinta años que vivíamos es esa tierra Que venían a su destino
Los patriarcas aquí la (...) son los que A sacar el campesino
refieren de ella
Ya siendo la hora siete
Oiga señor Presidente Esto si me dolió a mí
Usted qué es lo que le pasa
Con esta violencia brava De seguido allá explotaban
Que cometió la desgracia Las bombas en el Salaquí
408 Paisajes sonoros

De los aviones safir Porque esa tierra querida


Que allá rápido volaban Nos la dio fue nuestro Dios
Cumpliendo con su misión
Pa’ cabar la población Ella nos da nuestro pan
Cumpliendo con su misión para darle a nuestra familia (bis)
Pa’ cabar la población
De esa bella región Póngame mucho cuidado
Usted señor Presidente (bis)
Como a las seis de la tarde En su gobierno e la gente
El caso nos preocupaba Lo que hay es desplazados
Allá en la comunidad
La fuerza también se entraba Nos tiene aguantando hambre
Con ráfagas de metralla Siendo todos colombianos
Y bombas también tiraban
Cuando salimos corriendo Y estamos decepcionados
Huyendo pa’ la montaña Con su gobierno tan malo (bis)

Y en mis brazos yo cargaba


CANTO 13
Una niña que lloraba
TÍTULO: El señalamiento
Una niña que lloraba
CANTAUTOR: Augusto Gómez
Su madre desesperada
Me siento muy preocupado
CANTO 12 En mi país
TÍTULO: “El gobierno de la gente” Y porque somos de aquí
CANTAUTOR: Augusto Gómez No podemos vivir
Es por la tanta injusticia
En el gobierno de la gente Con el pueblo campesinado
Ahora sí estamos fregados Porque somos señalados
Ya no dejan trabajar el pueblo Objetivo militar
campesinado De los gobiernos de turno
Ya no dejan trabajar a este pueblo Pa’ podernos asesinar
chocoano
Por lo que me he dado cuenta
Nos sacan de nuestra tierra Ya está comprobado
Porque es zona guerrillera Cuando entramos a denunciar
Y eso todo lo hacen para quedarse con ella El atropello social (bis)
Para quedarse con ella, con nuestra Esos actores armados
querida tierra Que nunca quieren la paz
Por eso que es que están violando
Cantando le sigo yo Aquellos grandes tratados
A mi pueblo desplazado Del derecho humanitario
Debemos vivir unidos Y los derechos humanos
Para volver a Chocó
Corpus de cantos recopilados 409

Otro caso sucedido el 7 de junio Sólo le pido una cosa


En el año 2001 llegó otra invasión Que me de valentía
De ejército irregular Para seguir luchando por el resto de mis
Con su paramilitar días
Allí otra vez fue violado
El territorio de vida Llanto el que vive mi gente
Por sus actores armados No sé qué vamos a hacer con estos
En el pliego de petición dementes

Y son los planes que incrementan a la


CANTOS DE LA ZONA HUMANITARIA
guerra
CACARICA
Siembras de monocultivos que dañan a
la tierra
CANTO 14
Por otro lado la carretera amenazando
TÍTULO: “Llanto”
Un sector pobre que la tierra está cui-
CANTAUTOR: Los Renacientes
dando
Como lo hicieron también nuestros
Soy chocoano, colombiano
ancestros
Origen africano
Teniendo en cuenta que la tierra no tiene
La melancolía me envuelve a recordar mi
precio
pasado
Ellos murieron, hoy no están con
Pero aquel que lo olvida
nosotros
El mismo se ha condenado
Pero en nuestra mente se reflejan sus
Seguiremos luchando por el sendero
rostros
soñado
Lucha civil,
Soy hermano te sueño lo que están
Con la pacha tierra linda que nos da el
burlando
vivir
Aquellos leones que lo están devorando
(…) Hermano que nos han matado
Desde atrás los negros hemos sido
Por luchar en contra de vivir encadenado
golpeados
La gente pobre es la que siempre matan
Recordar mi pasado
Los asesinos felices en hoteles con buena
Un pueblo encadenado
plata
Seguiremos luchando por lo que están
pensando
Esta es la enseñanza del maldito sistema
Porque con otros medios nos están
La gente que lo rechaza la tratan como el
esclavizando
problema
Diremos no a lo planeado
Oh pacha tierra mama
Carretera panamericana
No vamos a callar
Para destruir nuestra tierra amada
Aquí están Los Renacientes
Cacarica
Que de ti cuidarán (bis)
Estas ratas podridas
Imponen nuestras vidas
Llanto el que vive mi gente
Que nos prepara el destino
No sé qué vamos a hacer con estos
Le pregunto al de arriba
dementes
410 Paisajes sonoros

CANTO 15 perdonar
TÍTULO: “Vaguay” Aquellos que oprimen
CANTAUTOR: Los Renacientes Y nos siembran la miseria
Ya estoy cansado
Oye, Vaguay ¿qué te está pasando? Que se vayan a la mierda
Los Rena vienen rompiendo cadenas
Oye Vaguay ¿qué te está pasando? Oye Vaguay, ¿qué te está pasando?
La historia de nuestros negros, que nos Los Rena vienen rompiendo cadenas
quedan Oye Vaguay ¿qué te está pasando?
No estamos felices en esta puta nación La historia de estos negros es que nos
Que persiguen y humillan quedan
A la gente sin razón
Humillando a mi gente
La tierra es nuestra madre De miles maneras
La madre de la vida
Los indígenas vivían No le des mente a eso
Con la madre en la armonía Lucha hasta que puedas

No queremos lo(s) que se deleiten Penas cobrará


Con el dedo metido dentro de la gente Una a una, diferentes maneras
Como un tierno cordero Meterte con mi gente
Malvado hijueputas Que nada malo de ella espera
Que atropellan nuestro pueblo
Ya estoy fatigado Arranca al negro
Que se vayan al infierno Del África madre tierra
Lo traen como esclavo
Oye Vaguay, ¿qué te está pasando? A laborar (…) sin tierra
Los Rena vienen rompiendo cadenas
Oye Vaguay ¿qué te está pasando? El negro utilizado
La historia de estos negros es que nos Como una herramienta
quedan No tiene valor
Interesa es su fuerza
Humillando a mi gente
De miles maneras Por eso nos maltratan
No le des mente a eso Y nos tratan por las duras
Lucha hasta que puedas Pa’ desintegrarnos de nuestras culturas

Aquí nos invadieron Oye Vaguay, ¿qué te está pasando?


Se robaron todo el oro Los Rena vienen rompiendo cadenas
De la tierra se adueñaron Oye Vaguay, ¿qué te está pasando?
Muchos negros maltrataron La historia de estos negros es que nos
quedan
En esta madre tierra nadie se va a quedar
Y mi Dios tu cuenta no se las va
Corpus de cantos recopilados 411

Parece que algunos afros Cuánto soñamos con retornar


Se olvidaron del ayer Ahora sí este sueño se nos hizo realidad
Sirviendo a ciertos ricos Yo les cantaré y también les rapearé
Que nos quieren es joder Cuando estemos en la Cuenca
Vienen del norte Nos vamos a sentir muy bien
Con plata y tecnología
A robar nuestros recursos Porque esa es la tierra que nos vio nacer
Y a acabar con nuestras vidas
¿Por qué?, ¿por qué? ¿Por qué?, ¿por qué?
Nosotros no comemos Porque esa es la tierra que nuestro Dios
De amenazas de oligarcas nos dejó (tres veces)
Por eso nos persiguen como si fuéramos
ratas Oiga pues mi hermano
Ratas, ¿por qué? por cuidar nuestra tierra Óigame mi señor
Y así nuestros niños puedan vivir en ella Que ahora si nos vamos
Para el Chocó
CANTO 16
TÍTULO: “Tierra querida” CANTO 17
CANTAUTOR: Los Renacientes TÍTULO: “Homenaje a nuestros
mártires”
Yo tengo una tierra CANTAUTOR: Los Renacientes
Una tierra allá
¿Y cuál es esa tierra? (bis) Coro
Es la tierra natal Llora mi pueblo al recordar los hermanos
¿Y dónde es esa tierra? (bis) que hoy no están
Es el Chocó (bis)
¿Y dónde es el Chocó?
Donde somos desplazados Tierra santa y bendita la cual habitamos
Soñar vivir en comunidad amando a su
Oiga pues mi amigo hermano
Lo que le voy a contar (bis) La gente se levantaba a sus áreas
Que ahora sí es verdad que vamos a cotidianas
retornar (bis) Y no morirse de hambre acostado en la
cama
Coro Un pueblo que es feliz rodeado de la
Oiga pues mi hermano fauna
Óigame mi señor Que en el mundo no es nada sin nuestra
Que ahora si nos vamos pacha mama
Para el Chocó Pero ha llegado el día más inesperado
La mañana gris y aún en verano
Porque esa es la tierra que nuestro Dios Fecha inolvidable como el 97
nos dejó (tres veces) Donde mataron hermanos con
motosierra y machete
412 Paisajes sonoros

Es triste recordar tanta gente que corría Situaciones injustas hemos vivido
Mujeres embarazadas y niños que nacie- Por defender los derechos de este pueblo
ron ese día sufrido
Pero algo doloroso en nuestras mentes Empresas que arrasan nuestra
se quedó biodiversidad
Ver como masacraban tanta gente en el Una vez más afirmamos en este tribunal
Chocó Hoy dejamos bien claro lo que nos está
De forma inhumana un hermano mataron pasando
Cortándole la cabeza y con ella jugaron Que las multinacionales nos están
Hermano Marino López has regresado a masacrando
tu tierra Apoyando con recursos al
Lo triste que son tus restos esto es pro- paramilitarismo
ducto de la guerra Para que vayan al campo a masacrar
Tú y otros hermanos que la tierra cobijó campesinos
El culpable es el gobierno y Rito Alejo Momentos difíciles nos tocó pasar
porque ordenó En el coliseo de Turbo para poder
Que porquería desgraciado que al senado retornar
se lanzó Toda la gente lloraba de la persecución
Haciéndose el inocente después que el Del mismo gobierno que nos desplazó
pueblo sangró Con metralletas y bombas nos sacaron
Vimos que desunidos no se puede seguir. de aquí
Entonces nos organizamos para poder Pruebas palpables están en el Salaquí
resistir Donde existe una bomba que no explotó
Díganme si eso justicia, lo que se vivió
Coro en el Chocó
Queremos decirle al mundo todo lo que Fecha inolvidable la de Curvaradó
está pasando Donde destrozaron una niña porque por
Con estos proyectos que nos están miedo corrió
perjudicando Con la memoria de Marino queremos
Hoy le decimos al pueblo que siga recordar
luchando Nuestros mártires burlados en esta guerra
Para que estos ricos cabrones no nos sin piedad
sigan esclavizando. Con dolor la frontera Planes sobre planes, en mi territorio
muchos hermanos cruzaron Hoy estamos aquí para defender el
Al llegar a Cúpica, allí se refugiaron patrimonio
Días interminables de dolor y amargura
Donde mataron hermanos, las fosas eran Coro
sepulturas Malhechores inoportunos que nos siem-
bran la miseria
Coro Engañando al pueblo y quedarse con la
Con el dolor en el alma por lo que nos tierra
pasó Que desgracia que viven estos pueblos
Regresamos a Cacarica a resistir con colombianos
amor Unifiquemos propuestas y luchemos
Corpus de cantos recopilados 413

como hermanos Con paciencia


Hoy recordamos Orlando en el Jigua- No queremos más sevicia
miandó Por poca conciencia
Que luchar por su gente la vida le costó
Su cuerpo no se encuentra, su espíritu Coro
nos apoya Todos vamos caminando...
Aquí estamos los renacientes que conser-
vamos su memoria Ríos, aves, vegetales
Sopla el viento
Se me eriza el cuerpo
CANTO 18
Cuando pienso que mañana
TÍTULO: Sin título
Esto será un desierto
CANTAUTOR: Los Renacientes
¿Qué será de mi cimiente?
Protejamos el medio ambiente
Coro
Digamos “no más”
Todos vamos caminando
A los destrozos de la gente
Y las cosas van pasando
Entro en ambiente
Hasta cuándo/dónde este silencio
Rápidamente,
Yo te pregunto mi hermano (bis)
Con este calor
Que pica como serpiente
Renaciente, presente
¿Cuándo vamos a vivir feliz, mi gente?
Uno más sobreviviente
Una mañana lluviosa
De la cual expresa
Y muy espesa
Lo que en su corazón se siente.
Como cae la lluvia
Tenlo presente
Sobre la naturaleza
Representando
Los micos jugando
Toda mi gente
Las aves volando
Que camina con claridad
Los niños contentos
Tranquilidad, justicia y solidaridad.
Con su aire sao
Nuestro rap como objetivo es
Si tú eres consciente
Construcción de paz.
No lo destruyamos
Agarrados de la mano
Te brinda amor y mucha fortaleza
No nos matemos
Que todos somos seres humanos.
Coro
Toma conciencia
Yo te pregunto mi hermano...
Pueblo maltratado
Yo represento al campesinado
Desde el Chocó
Con talento y rimas
Vengo caliente
Brotadas desde adentro
Pegao, con armonía
Tierra fértil
Resistiendo un nuevo día
Y productora maíz, plátanos y arroz
Con melodía
Es una parte de la economía en el
En la sevicia
Choco.
Que se ve todos los días, hermano
Oh, así es como rimo yo
Ten conciencia
414 Paisajes sonoros

Y no apoyes la delincuencia Y ahora les digo cantando


No más violencia, despojo Que esto no sirvió de nada
Ni discriminaciones sin consciencia Cuidan es al de la plata
Que atropellan estos pueblos Y al pobre si lo desplazan
De las forma más dura Para quitarle las tierras
Con desplazamientos, masacres y Y sembrar palma africana
torturas
Golpeado por el capitalismo y el Estado Coro
enmascarado que... Pero yo no me preocupo
Porque sé que un día es mañana
Coro Viene la peste cogollera
Desde Chocó, Colombia Cacarica, Para la palma africana
Renacientes Como yo no tengo fuerza
Para hacer una venganza
Se la dejo a Dios del cielo
CANTOS
Que es el dueño de mi alma
DE LA COMUNIDAD DE LAS PAVAS

CANTO 19 CANTO 20
TÍTULO: “Algún día es mañana” TÍTULO: “Bonaerenses de ASOCAB”
CANTAUTOR: Edwin Torres CANTAUTOR: Efraín Alvear

Les voy a contar la historia Bonaerenses campesinos


Les voy a contar la historia Agricultores asociados
Que ha pasado aquí en mi pueblo Que en seis letras se dice
Me quemaron la casita Y es la empresa de ASOCAB
Que tenía yo en Las Pavas Es un arma poderosa
Por culpa de las palmeras En manos de un abogado
He quedado a la deriva Y también es una fuerza
Por culpa de las palmeras Que nadie puede aguantar
Tengo un dolor en el alma
Coro
Coro Ay Buenos Aires, te queremos invitar
Pero yo no me preocupo Que no te apartes de la empresa
Porque sé que un día es mañana de ASOCAB
Viene la peste cogollera Que estando unidos
Para la palma africana Es como podemos lograr
Como yo no tengo fuerza El objetivo, que queremos alcanzar
Para hacer una venganza
Se la dejo a Dios del cielo ASOCAB es una empresa
Que es el dueño de mi alma De un mil de agricultores
Que sólo tienen machete
Yo vivía esperanzado Y también un barretón
En este bendito gobierno
Corpus de cantos recopilados 415

Pero tienen honestidad Estos eran los cultivos


Y también otros valores Con que yo podía vivir (bis)

Garantía que te invitan Me arrancaron el mafufo


A hacer en ella inversión (coro) El cacao y también la ahuyama
Todo eso lo destruyeron
Siendo solidarios Pa’ sembrar palma africana (bis)
Es cómo tenemos la paz
Entre hermanos y amigos El tiempo que cultivaba
Esta es nuestra gran unión Me sentía muy contento
Abiertos al conocimiento, La comida me sobraba
Fuente de la libertad Y también el bastimento (bis)
Y esto ha hecho al pequeño
Grande en nuestra gran asociación Pobrecita de mi vida
Y hoy no tengo que comer (bis)
Coro No tengo pa’ la panela
De los grandes poderosos, Y me hace falta el café (bis)
ASOCAB rescata tierra
Para darlas a los pobres Mis hijos también se fueron
Y campesinos en posesión No había donde trabajar (bis)
No derrama sangre, Uno se fue para Arauca
Tampoco hace guerra y otros para Bogotá
ASOCAB es laboratorio Como allá el sueldo es muy poco
De paz en nuestra región A mí no me mandan nada (bis)

Coro (bis) Mi esposa se quiere ir


Yo sé que se desespera (bis)
Le digo que hay que esperar
CANTO 21
Que nos regresen la tierra (bis)
TÍTULO: “Historia de mi vida”
CANTAUTOR: Orlando Ospino
Pobrecita de mi vida
Y hoy no tengo que comer (bis)
Campesino bonaerense
No tengo pa’ la panela
Tú que quieres trabajar
Y me hace falta el café (bis)
Tienes que tener primero
La tierra pa’ cultivar
Yo duermo es en un cambuche
Lo digo por experiencia
Entre tablas que saqué (bis)
Que tengo una edad avanzada (bis)
Con mi compañero Pedro
Un hombre de mucha fe (bis)
Me sacaron de Las Pavas
Tierra donde cultivaba
Sembraba maíz y yuca,
Patilla y ajonjolí (bis)
416 Paisajes sonoros

CANTO 22 CANTO 23
TÍTULO: “Llegó la hora” TÍTULO: “Los Dioses de la Tierra”
CANTAUTOR: Etni Torres CANTAUTOR: Edwin Torres

Llegó la hora de regresar a mi tierra Me puse a contemplar los Dioses


Donde pienso plasmar mis proyectos Los Dioses de la tierra con este dios tan
De donde nos sacaron a peso de guerra grande que es el de Israel
Y nos humillaron en aquellos tiempos Allí yo pude comprender
(bis) Que él que tiene la fuerza y también
tiene la gloria
Por el riachuelo, pasaban los cadáveres Es el que profesa Eliud y Misael
Para atemorizar, a mi pueblo
Y haciendo disparos por las calles Coro
Arruinando, hasta los cantineros Y como yo he creído en su promesa
Así como Eliud y Misael
Y eso ha quedado grabado en nuestra Y si alguno no lo tiene en cuenta
memoria Tarde o temprano se tendrá que con-
Que no lo hemos olvidado (bis) vencer

Para sacarnos de nuestras tierras Ahora me siento seguro


Mataron a nuestros hermanos (bis) Que en él tengo mi futuro
Pues eso no lo dudo, me pude convencer
Y así robando y matando mi pueblo Que él que no[h] ha dado el triunfo
Todo quedó desolado Eso es tan solo uno porque él tiene el
Pero nos fuimos uniendo poder
Para luchar organizados (bis)
Mi Cristo está cumpliendo la promesa
Y aprendimos a defender nuestros Porque de la tierra, él es dueño también
derechos Aunque estas palmeras tengan mucha
Con las otras comunidades fuerza
Con los hermanos de Río Viejo Pero no tienen más fuerza
Tiquicio, Arenal y Morales (bis) Que el Dios temible de Israel

Por eso damos gracias a mi Dios del cielo


CANTO 24
Porque de allá muchas estrellas bajaron
TÍTULO: “Martin Valiente y Su Mata de
A alumbrar el camino como aquel lucero
Caña”
Para que el triunfo se quede en nuestras
CANTAUTOR: Edwin Torres
manos (bis)
Martín Valiente era un campesino bravo
Que a las montañas de Las Pavas se le
midió
No le importaba que el tigre lo asechara
Y en su matica de caña Martín se refugió
Corpus de cantos recopilados 417

Coro Empecé a preguntarle


Martín Valiente ahora se encuentra muy Para que me dijeran
triste Y empecé a preguntarle
Porque el catorce de Julio, la palmera lo Pero no me respondió
desplazó
Y ahora se encuentra con el alma des- Y minero pajarito
trozada En el camino me contó
Por su matica’e caña que a Martín se le Lo que viene sucediendo
perdió Por toda la región
Vienen matando campesinos
Martín Valiente se encontraba muy A los negros y a los indios
contento Para robar su región
Porque el doctor Uribe era su legislador
Pero cuando se dio cuenta que lo des- Y un minero pajarito
plazaba En el camino me contó
Martín Valiente de Uribe renegó Lo que viene sucediendo
En las tierras del Chocó
Coro Vienen matando campesinos
Yo he contado todo y no he contado lo A los negros y a los indios
más triste Para robar su honor
Que a Martín Valiente después le sucedió
Se le enfermó una de sus hijas Y esto es injusto, pero es la realidad
Y por no tener dinero, la niña falleció Que otros países nos manden a matar
(bis)
Coro Que otros países nos vengan a robar
Martín Valiente ahora se encuentra muy Y esto es injusto, pero es la realidad
triste
Porque el 14 de Julio la palmera lo Y esto es algo tan bello
desplazó Que no encuentro palabras
Y ahora se encuentra con el alma Un tesoro tan grande
destrozada Que mi dios nos regaló (bis)
Porque su hermosa niña solito lo dejó

Sur de Bolívar dispuesto a movilizarse


CANTO 25
A defendernos para así vivir en paz
TÍTULO: “Palo de letras”
CANTAUTOR: Etni Torres
Y esto es injusto, pero es la realidad
Que otros países nos manden a matar
Yo subí a la montaña
Y esto es injusto pero es la realidad
En el sur de Bolívar
Que otros países nos vengan a robar
De Palo de letra
Y esto es injusto pero es la realidad
Y encontré una tristeza
Las trasversal para podernos saquear
Y un silencio muy grande
418 Paisajes sonoros

CANTO 26 CANTO 27
TÍTULO: “Pueblito bello” TÍTULO: “Lamento por mi pueblo”
CANTAUTOR: Efraín Alvear CANTAUTOR: Efraín Alvear

Tengo que inspirarme En Buenos Aires todo lo había


Para hacerle una canción Pesca, madera y también cacería
Al pueblo de Buenos Aires Playones libres con muchas crías
Que llevo en mi corazón Donde salíamos en algarabía

Recuerdo inolvidable Aquí se tenía todo lo que se quería


Para aquella institución Cerdos y burros, vacas a montón
Adonde quiero educarme El que no pescaba, salía a cacería
Para un mañana mejor Trayendo chigüiro y patos del playón

Coro Guadalajara, Mataperro y El Cerro


Pueblito mío Por el Peñón, Buenos Aires perdió
Pueblito bello Y por los cadáveres en el brazuelo
Ahora yo quiero En mi pueblo, la tienda se acabó
Dedicarte mi canción
Si un día me muero Ahora les toca a muchos vender
Aunque no quiero Los cerdos, los burros y la vacas también
Pero me toca Dejar su casita aunque esa de zinc
Porque así dispuso Dios Marcharse a otra parte para no morir

Hace más de ochenta años Porque en mi pueblo


Que Luciano lo fundó No hay nada que hacer
Con machete y hacha No hay la agricultura
Pepe Torres trabajó Como en el ayer
Con un cariño sincero
Y con el más profundo amor El desastre por las palmeras
Para que fundaran Ha sido peor que una inundación
Esta gran institución Porque arrasaron con las veredas
Que eran orgullo de mi región
Coro
Es un pueblo sencillo Esperanza de Dios y mi Solera
Humilde y trabajador De sus muchos caminos ni rastro quedó
Donde vive el cosechero Aquí no hay quien vaya
Y también el pescador Tampoco quien venga
Donde todas las mañanas Porque la palmera todo despojó
Se paran con la ilusión
De ver crecer un pueblo Compraron las tierras del campesino
Orgullo de la región Diciendo que en ellas se podía quedar
Así le marcaron a todos el camino
Coro (bis) Por donde tuvieron todo que dejar
Corpus de cantos recopilados 419

Cortaron los frutos y secaron las aguas CANTO 29


Aquí no se encuentra nada que comer TÍTULO: “El mico desplazado”
Por eso no hay niños que acudan las aulas CANTAUTOR: Edwin Torres
No están las familias que había ayer
En una mata de monte
Aquí ahora sólo se pueden ver Hay una guartinaja oculta
Colegios sin niños y casas sin mujer Ella vio venir de lejos
Razón del destino, marcado ayer A un mico y su familia
Por las Palmeras, el nuevo cartel
Ella le preguntó:
“Amigo, ¿para dónde viaja?
CANTO 28
Y el mico le contesto:
TÍTULO: “Sentimiento de mi pueblo”
“Miren, que cipote vaina:
CANTAUTOR: Efraín Alvear
El hombre me desplazó
Con grandes maquinarias
En este canto
Tumbaron las montañas
Yo quiero declarar
Tierra donde yo habitaba
El sentimiento
Tumbaron las montañas
Que en mi pueblo puedo ver
De Solera y Las Pavas”
Gente valiente
Que no cesa de luchar
Entonces, ella le dijo:
Por un mañana
“Yo también soy desplazada,
Que será mejor que el ayer
Mataron a mi padre
Y mi madre falleció
Tenemos en mente
Y sola he quedado,
Que seremos un municipio
Yo entre los animales
En la Isla de Papayal
Entre los animales,
Partiendo de este principio
Sola he quedado yo
Que seremos la despensa territorial
Sola he quedado yo
Entre los matorrales
Teniendo agricultura
Entre los matorrales
Y también ganadería
Sola he quedado yo
Llegaremos a ser
Una zona industrial
Porque transformaremos CANTO 30
Con la eléctrica energía TÍTULO: “Una voz en la montaña”
La materia prima CANTAUTOR: Edwin Torres
Hasta ponerla a comerciar
Si se escucha una voz dentro de la montaña
Es el Monchi Pavero que va cantando
Le canta con amor a las mujeres
Y al proceso de Las Pavas
420 Paisajes sonoros

Yo soy un campesino desplazado CANTO 32


Aunque pa’ mucha gente no valgo nada TÍTULO: “Campesino de verdad”
Yo soy un campesino desplazado CANTAUTOR: Edwin Torres
Aunque para el gobierno no valgo nada
Soy campesino, un campesino de verdad
Porque no soy un empresario Orgullosamente yo soy un buen Pavero
Que explota oro y siembra palma Es aquí donde tengo la oportunidad
De hace canciones y cantarle a mi pueblo
Yo tengo mucha gente que me critica
Que por qué mis derechos yo reclamo Soy bonaerense, nunca lo podré negar
Porque he crecido en las calles de pueblo
Y esto es lo digno de un ser humano Ay Buenos Aires, ¿cómo te voy a olvidar?
Por eso mis derechos yo los reclamo Fuiste la cuna donde me criaron mis
Y esto es lo digno de un colombiano viejos
Por eso mis derechos yo reclamo
Desde muy niño yo aprendí a valorar
CANTO 31 Esa cultura que tiene mi bello pueblo
TÍTULO: “De aquí no nos vamos a ir” Ay Buenos Aires que es tierra de paz
CANTAUTOR: Etni Torres A donde nacen muchos hombres buenos

Hay un proceso en el sur de Bolívar De aquellos hombres que yo les quiero


Donde tratamos de arreglar las cosas hablar
Y hay un gobierno que dice mentiras De aquellos hombres que les dicen
Y hasta nos mata pa’ callarnos la boca cambucheros
Yo los admiro por su capacidad
De aquí no nos vamos a ir De resistencia y se ser buenos obreros
Aquí nos vamos a quedar
Y aquí nos toca luchar
CANTO 33
Pa’ poder sobrevivir
TÍTULO: Digamos sí al plebiscito
CANTAUTOR: Etni Torres
Pertenecemos a la Federación
Y allí luchamos toditos unidos
Digamos Sí al plebiscito
Tenemos mesa de interlocución
Sé que mañana sale un sol distinto
Y ahí nos sentamos con muchos amigos
La nueva luz a mi país yo veo llegar
Feliz me siento al ver correr mis hijos
Ahí presentamos todos los problemas
Y que una mina, no escuche explotar (bis)
Pa’ que el gobierno nos pueda escuchar
Estamos cansados de tanta guerra
Toda mi gente tiene la esperanza
Llego el momento de buscar la paz
Que ahora las cosas sí pueden cambiar
Solo pongamos un poco de confianza
Si conocieran lo que hemos vivido
Y al plebiscito sí hay que votar
En esta historia les voy a contar
Ahí han matado muchos amigos
Y la semilla terminó envenenada
Corpus de cantos recopilados 421

Allá en Las Pavas hay un grano de arena Y la justicia comprada


Por esa paz que ha luchado ASOCAB Por eso no da la cara
Hay acabemos esta bendita guerra Para poder comprobar
Llegó el momento de perdonar Que son dueños de esta tierra
Y al plebiscito sí hay que votar Y que hay que desocupar

Ay mi país ya se encuentra cansado Muchachos a trabajar


De esta guerra que tocó librar Pongámosle fin a esto
Pero si hay unos que han aprovechado Todos juntos hay que sembrar
Y a los del campo nos toca llorar Para reforzar el proceso
Al plebiscito sí hay que votar
Porque si no trabajamos
CANTOS COMUNIDAD EL GARZAL No podemos ayudar
A Rafa y a Salvador
CANTO 34 Y a la demás entidad
TÍTULO: “Los veinte años de Lucha” Que ellos pelean por nosotros
CANTAUTOR: Daniel Retamoza Para este pleito ganar

Pongan cuidado muchachos Hay unos que trabajamos


Lo que les vengo a cantar Y otros nada más que ven
Que aquí en el Sur de Bolívar Viven pendientes de los títulos
Hay tierra pa’trabajar. Yo no sé porque será
Aquí se encuentra un pueblito Sea por mal o sea por bien
Que se llama Garzal Pero es la pura verdad

Garzal es corregimiento Habiendo buenos trabajos


Y está cerca de Vijagual Nada nos preocupará
Vivimos en la parcela Que llegue la Comisión
Para poder comprobar De inspección ocular
Que somos dueños de la tierra Porque así de esa manera
Y que queremos trabajar (bis) Los títulos puedan dar (bis)

Estas son tierras baldías


CANTO 35
Hoy son tierras del Estado
TÍTULO: Sin título
Propias para los campesinos
CANTAUTOR: Daniel Retamoza
Que somos muy maltratados
Aquí veinte años de lucha
Escuchen hermanos míos
De lucha, pero con paz
Lo que a mí me sucedió
Porque es que el bendito río
En este mundo perdido
No nos deja trabajar
En el cual andaba yo
Y ahora ha aparecido un capo
Y le doy gracias a Dios
Que no la quiere quitar
Porque él de allí me saco
Tiene documentos falsos
422 Paisajes sonoros

Y yo alabo a mi Cristo Porque esto cuando


Porque mi alma alimentó Esto era hacienda
Y al espíritu santo Aquí nadie podía entrar
Que de gozo me llenó Porque si se descuidaba
Al (…) iba a dar
Por eso yo siento gozo Para que allí descansara
Gozo es lo que siento yo Por toda su eternidad
Gozo sentimos nosotros
Cuando alabamos a mi Dios Hablado:
O sino que lo diga mi amigo Juaco
Este gozo que tenemos Que lo andaban buscando para mostrar el
Nadie más lo puede dar camino y prefirió
Tan sólo mi Jesús Cristo Tirarse al río
Porque él sí nos sabe amar Dos horas hundiendo y saliendo
Que nada más se le veía el sombrero
Él es nuestro padre amado Para no dejarse mostrar el camino
Que nos ha dado el perdón
El murió crucificado El gobierno se enteró
Por darnos la salvación El gobierno se enteró
Porque hasta allá llegó el rumor
Por eso mi amado hermano Y fue cuando bombardearon
No vamos a desmayar La pista en el Totumo
Porque pasito adelante
A la meta hay que llegar Porque había mucho ganado
Mucho ganado escogido
No le vamos a abofetear Y de aquí lo transportaban
Ni le causemos dolores A los Estados Unidos
Porque con Cristo Jesús
Somos más que vencedores Hablado:
Y ese kilo de carne
Valía era dólares
CANTO 36
Porque era pura novilla fina
TÍTULO: “Los comentarios”
CANTAUTOR: Daniel Retamoza
De Arauca traían la hoja (bis)
A la hacienda a procesar
Yo compuse esta canción
Porque la Hacienda dizque era (bis)
Y aquí la vengo a cantar
De Gacha y Pablo Escobar
Ahora que ha llegado el juez
Esto lo vamos a arreglar
Yo que todo lo creía,
Yo no me podía creer esto
La tierra donde trabajamos
Que él que les administraba
Ya nos la quieren quitar
Era Luis Enrique Barreto.
Y en esta tierra partida
Y entonces porque carajos
Y lo podemos comprobar
Él puede ser dueño de’ sto
Corpus de cantos recopilados 423

Miren lo que sucedió (bis) Pero en ese momento de la nada salieron


Esto tenía que pasar Hombres extraños
Primero matan a Gacha Con un tono imponente
Y después a Pablo Escobar
Y Luis Enrique Barreto Hoy don Carmelo está triste
A Simití fue a pararse Camina a su lado en la calle
Para arreglar los papeles Una moneda que alguno le regale
Y con la hacienda quedarse Como un salario para poder vivir

Y él que arregló los papeles Hoy don Carmelo está triste


Mejor que se vaya huyendo Entre personas que lo miran muy raro
No como víctima sino como el malo
Hablado: Si es que está vivo Acá tampoco lo quieren recibir

Porque todos los corruptos Don Carmelo no hizo nada malo


A la cárcel ‘tán cayendo. Él solo quería vivir en paz
Y él que se encuentre empolvado Don Carmelo pertenece al campo
Que se vaya sacudiendo Porque allá es tierra feliz
Lo dicho del presidente De allá lo echaron pero allá no lo reciben
Hasta ahorita lo están cumpliendo
Y él que se encuentre embarrado Tres días tienen los niños sin comer
Pues que se vaya limpiando Uno se encuentra enfermo
Porque es que la fiscalía Y don Carmelo está llorando
Ahora sí está investigando. Pobrecito ya no encuentra ni que hacer
Cuando lo quiere poner
CANTO 37
Ay, Don Carmelo está llorando
TÍTULO: “Don Carmelo”
Don Carmelo regresa
CANTAUTOR: Samuel Mendoza y Ovidio
Como una gran princesa
Aguilar
Se encuentra su mujer en el suelo
llorando
Don Carmelo camina por la ciudad
El pequeñito los había abandonado
Con su esposa y sus tres hijos
Pero se sienten extraños
Don Carmelo extraña todo lo de allá CANTO 38
Las montañas, los cultivos, TÍTULO: “Creación Universal”
La brisa cerca del campo CANTAUTOR: Canto eclesiástico

El primero de enero Siento que te quiero más y más


Estrenando Año Nuevo Que no te puedo olvidar
Don Carmelo estaba alegre Olvidarte es imposible
Pues fue muy buena la cosecha en Eres la razón de mi cantar
diciembre Fundamento de mi andar
Y estaba dándole gracias a Dios Esperanza que se vive
424 Paisajes sonoros

[…] Va una sonrisa tan natural


Con todas las fuerzas Del vaivén del ancho mar
Que me dan De los cerros o jardines
Quiero gritar para que vivamos felices Pero no puedo comparar el amor que tú
Porque tú eres mi seguridad me das
Mi solución a lo que yo necesite No lo encuentro, ¿dónde existe?
Solo al pensar que un día estaré
Mi dicha, mi felicidad Arrullado en tus brazos padre querido
Eres todo lo que mi corazón te brinde Siento que el calor corre en mi ser
Que solo siento y no puedo decirlo
Eres mi felicidad
Eres todo lo que mi corazón te brinde Explicarlo yo no podre
Mi pensamiento, al caminar Lo que sí sé es que por tu amor yo vivo
Mi ocupación al trabajar Es mi amor que llevo en mi ser
Mi mejor canción y mi baluarte Me fortaleció y me dio el poder
Mi pensamiento, mi ansiedad Para vencer el enemigo
El aroma fresco al despertar No sé cómo agradecer
En un día lleno, de deberes No encuentro palabras, callaré
[…] Que mi corazón hable contigo.
Te doy las gracias para contemplar
La creación universal ya tornada de arco
iris

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