Adonde Va La Ciencia Politica Reflexiones Sobre La
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DAVID D. LAITIN'
iva ciencia política sigue siendo una disciplina joven, pero la investigación
dentro de ella se ha solidificado en un conjunto de programas bien definidos
que ha involucrado a una comunidad internacional de estudiosos. Aquí identi-
ficaré tres de esos programas, a fin de mostrar la constante vitalidad intelec-
tual de la disciplina. Primero, en teoría normativa, los politólogos están desa-
rrollando las implicaciones de la Teoría de la justicia de John Rawls (1971) en
un programa que ha revitalizado el liberalismo para que tenga en cuenta temas
políticos importantes de nuestro tiempo. Segundo, en un programa que alguna
vez estuvo insertado de manera burocrática en la "Política Estadounidense"
(American Politics), los científicos políticos están dilucidando las implicacio-
nes del teorema del votante mediano de Duncan Black en un conjunto amplia-
do de países democráticos con diferentes detalles institucionales para abordar
los temas políticos centrales de representación y rendición de cuentas. Terce-
ro, con base en amplios datos longitudinales y transversales de los que no se
disponía antes, en programas de cómputo inimaginables una generación atrás
y en desarrollos teóricos en la econometría, los científicos políticos están cum-
• David D. Laitin es profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Stanford Enci-
na Hall West, Room 100, Stanford, CA 94305-6044. Correo electrónico: dlaitin^stanford.edu.
Traducción del inglés de Susana .Moreno Parada. El autor agradece los comentarios y el apoyo intelec-
tual de Josep Colomer, G. Bingham Powell Jr, Rob Reich y Sydney Tarrow a los primeros borradores.
La obra de Rawls ofreció una nueva base teórica para un sistema de gobierno
liberal y durante toda una generación los teóricos políticos han organizado su
investigación en contra de sus afirmaciones centrales o a fin de desarrollar las
implicaciones de la teoría para las políticas públicas contemporáneas. Siguien-
do el criterio economicista de Vilfredo Pareto, Rawls postuló que sólo puede
considerarse que el bienestar social ha aumentado en una sociedad si y sólo si
un cambio en las políticas públicas no empeora el bienestar de una persona y
mejora el bienestar de, por lo menos, alguna otra. Rawls insistía en que este
principio de eficiencia no puede constituir por sí mismo una noción de justi-
cia; debe ser complementado por una teoría que explique cómo, a lo largo del
tiempo, debe determinarse una distribución inicial de derechos y activos (na-
turales y sociales). Esta teoría, sostenía Rawls, se entiende mejor con la heu-
rística de la "posición original", en donde un individuo racional seleccionaría
los principios de justicia detrás de un velo de ignorancia, inconsciente de su
futura posición en la sociedad. De esta teoría surgirían dos principios: prime-
ro, un conjunto de libertades básicas equitativamente distribuido y, segundo,
una genuina igualdad de oportunidades. Como corolario del segundo, y más
provocativamente, las políticas social y económica (sin contradecir los puntos
previos) deberían dirigir sus mayores beneficios a los miembros menos privile-
giados de la sociedad. Esos principios provocaron una generación de debate y
El teorema del votante mediano tiene una elegancia sencilla y hermosa. Dadas
preferencias de pico único a lo largo de alguna dimensión de política pública y
comités del congreso y hasta dónde pueden vigilar las agencias que están den-
tro de su ámbito de modo que sirvan a los intereses del miembro mediano del
comité a costa de los intereses del legislador mediano. Una tercera es la pre-
gunta de la selección endógena de instituciones electorales y cuánto se alejan
los distintos procesos de selección de los intereses del votante mediano. Una
cuarta se refiere a la pregunta de si a mayor crecimiento económico (en vista
de las menores rentas), las políticas públicas se acercan más a los deseos del
votante mediano. Una quinta es la pregunta de las coaliciones complejas y los
gobiernos de minoría en sistemas parlamentarios multipartidistas, y hasta dón-
de representan al votante mediano. Aquí, una plétora de estudiosos que cola-
boran desde ambos lados del Atlántico (Michael Laver, Kaare Strom, Norman
Schofield y otros) han mostrado, para una variedad de temas, una sorprenden-
te conexión entre los puntos ideales del votante mediano y las políticas de los
gobiernos minoritarios y de coalición. Todas estas preguntas están siendo plan-
teadas ahora en los artículos que aparecen en nuestras principales revistas. Si
bien esos artículos emplean modelos crípticos y pruebas estadísticas comple-
jas, son parte de un programa de investigación común que intenta responder
preguntas fundamentales en la teoría democrática.
En la obra clásica de Stein Rokkan y sus colaboradores, las rutas hacia el Es-
tado democrático moderno eran exploradas sistemáticamente mediante matri-
ces complejas y diagramas de árbol. Karl Deutsch y sus colaboradores previe-
ron un programa en donde los datos cuantitativos serían recopilados de
manera que esas matrices y árboles pudieran reducirse a una descripción es-
tadística. En sus primeros artículos que anunciaban el potencial de este méto-
do imaginado, las bases de datos de Deutsch estaban llenas de valores perdi-
dos; peor aún, incluso si hubiese tenido los conjuntos de datos que soñaba
recopilar, no tenía los programas estadísticos para analizarlos o teorías para re-
solver los inevitables problemas de endogeneidad.
Recientemente, los politólogos le dieron un nuevo ímpetu al programa pre-
visto por Rokkan, Lipset y Deutsch para tratar con nuevos métodos las pregun-
tas históricas y comparativas que habían planteado. Primero, está la pregunta de
qué diferencia a los países que se vuelven democráticos de los que no lo hacen.
Un proyecto encabezado por Adam Przeworski parcialmente confirma —aun-
que lo modifica de manera sustancial— el estudio clásico de Lipset que vincula
la modernización y la democracia en El hombre político (1959). El equipo de
Przeworski se basó en amplios datos que cubren medio siglo para demostrar
que, mientras las democracias surgen casi al azar en un corte transversal de
países, es más probable que sobrevivan una vez que un país pasó cierto umbral
del PIB per cápita. Garles Boix, al promover este programa, ofreció nuevas prue-
bas que sugieren que en los últimos dos siglos, las democracias no se genera-
ron al azar, sino que surgieron en condiciones de igualdad económica relativa
cuando los activos se volvieron móviles.
Otros científicos políticos se ocupan no de las bases de la democracia, sino
más bien de las bases del orden político: ¿qué países mantienen el orden polí-
tico, en vez de enfrentar guerras civiles y/o el colapso del Estado? Varios equi-
pos de investigación, utilizando conjuntos de datos recientemente elaborados por
país y año, han llegado a la conclusión de que el bienestar económico y la capa-
cidad del Estado para controlar la insurgencia son los factores que garantizan
mejor el orden. Lo interesante de estos estudios (junto con los del surgimiento
de la democracia) es que las variables que se refieren a las "líneas divisorias de
civilización" o la "cultura" han tenido muy poco o nada de poder de explica-
ción. Por ello, a pesar de que en la tradición de Rokkan (al buscar los patrones
históricos de largo plazo para el Estado-nación) las variables religiosas y cultu-
rales desempeñan un papel fundamental, en los estudios recientes sobre la de-
mocracia y la guerra civil se ha encontrado poca significancia a dichas varia-
bles. Si bien es dudoso que las variables culturales e históricas, una vez que
reaparezcan en nuestros modelos estadísticos en formas más sutiles, sigan sin
tener significancia, este trabajo representa un avance científico en la manera
en que Rokkan lo habría apreciado.
CONCLUSIONES
REP'ERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS