Reseña 2

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UNIVERSIDAD DE CARTAGENA

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS


PROGRAMA DE FILOSOFÍA
CURSO: HISTORIA GLOBAL
PROFESOR: WILSON FERNEY JIMÉNEZ
HERNÁNDEZ
(Facultad de Ciencias Humanas – Departamento de Humanidades)

RESEÑA No. 2

Nombres: Lizeth de Ávila González


Shallulys Julio Sayabedra

I. Datos bibliográficos:
Autor: Eric Hobsbawm
Título de la obra: “La época de la guerra total” En: Historia del siglo XX.
Editorial: Buenos Aires, Argentina. 1998. Biblioteca E. J. Hobsbawm de Historia
Contemporánea.
Páginas: 35

II. Primera lectura: Comprender el texto en su conjunto. Reconocer las hipótesis, tesis o
problemas planteados por el autor, que deben ser seleccionados y citados textualmente
(entre comillas y número de página).
El recorrido de las causas históricas, los antecedentes contextuales, las motivaciones y el
furor ideológico que combustió la declaración y el posterior desarrollo de las guerras del
siglo XX es presentado por Eric Hobsbawm a modo de recopilación de datos, presentados
de manera clara, garantizando una rastreabilidad que permite al lector distinguir con certeza
el ambiente bélico de entonces y las repercusiones en la estructura institucional y política
de los regímenes nacionales que se vieron afectados.

Es importante vislumbrar en la exposición del historiador las causas, y especialmente, las


consecuencias de la guerra, que luego funcionaron como el material que catapultó las
condiciones de vida en las que se sumieron las naciones al pasar de un estado ofensivo-
defensivo a una condición factual de recesión bélica, característica del estado mundial de
posguerra.

Así, en cuatro incisos textuales, la comprensión, exposición, contrastación e indagación de


los hechos situados en la extensión temporal que se identifica como “la época de las
guerras”, tematiza respectivamente los acontecimientos históricos correspondientes al
recorrido epocal del belicismo en el siglo XX:

La primera guerra mundial, en materia de antecedentes, aspectos contextuales y


asentamientos ideológicos eclosionados en torno a la “brutalización de la guerra y la
política” (Hobsbawm, 1998. pp. 33) supone el primer enfrentamiento con gran
participación de potencias, cuya finalidad es, como nunca antes, la consideración del
conflicto en tanto cuestión terminante, de vida o muerte. “En el pasado, prácticamente
ninguna de las guerras no revolucionarias y no ideológicas se había librado como una lucha
a muerte o hasta el agotamiento total” (Hobsbawm, 1998. pp. 36)

La segunda guerra mundial, cuyo nódulo explosivo no es otro que el erróneamente


identificado como “tratado de Versalles”, o bien, el acuerdo de paz que culminó con el
enfrentamiento de 31 años, estalló tan solo veinte años después de la primera. La causa
inmediata de este regreso al belicismo resulta ser la agresión de las tres potencias
descontentas de Alemania, Japón y, en menor medida, Italia. Entre algunos de los
acontecimientos emblemáticos, el que marca la “resolución de la guerra” y el advenimiento
de la derrota de Alemania es la batalla de Stalingrado.

El desmejoramiento de la economía de la guerra, o bien, durante la guerra, obligó a las


naciones a expandir el poder de las organizaciones obreras e incluir a la mujer al trabajo
fuera del hogar, por cuanto la necesidad de sostener la movilización de elevados
porcentajes de mano de obra era cada vez mayor. Es así como se establece un clima
temporal que exige mayor producción y por ende, mayor gestión y burocratización. Se
esperaba que el funcionamiento de la economía se diera igual o similar que en épocas de
paz.

La derrota de Estados Unidos a Japón, los crímenes de guerra y el deceso del humanismo
que rezagó del clima antihumanitario de la guerra es lo que interesa en el último inciso a
Hobsbawn. El decrecimiento de la sensibilidad ante la muerte trastocó la percepción en
torno a la pérdida en la masa civil, así como en la masa militar; la impresionabilidad
adscrita a las bajas, considerablemente menores, de la primera guerra mundial, no fue igual
en contraste con la recepción ante los hechos de deceso de la segunda guerra mundial. Se
configuró una actitud “impersonal” de la guerra. “Uno de los aspectos más trágicos de esta
catástrofe es que la humanidad ha aprendido a vivir en un mundo en el que la matanza, la
tortura y el exilio masivo han adquirido la condición de experiencias cotidianas que ya no
sorprenden a nadie.” (Hobsbawm, 1998. pp. 34)

III. Segunda lectura: Selección y comentario crítico de los argumentos principales y


secundarios.

La “crónica” histórica propuesta por Hobsbawn sobre el siglo xx, contempla de manera
transversal sucesos que para este no deben quedarse nunca al margen de la narración “El
siglo xx no puede concebirse disociado de la guerra, siempre presente aun en los momentos
en los que no se escuchaba el sonido de las armas y las explosiones de las bombas”
(Hobsbawm. E, 1998. pp. 30) puesto que, esta fue una época de “guerra total” en momentos
absurda y sin sentido, cuyas causas se encuentran entramadas y cuyas consecuencias fueron
históricamente mortales.

Atendiendo a esto, podemos encontrar como en un primer ejercicio argumentativo, la


caracterización que hace de los distintos conflictos; distingue entre las “grandes potencias”
que participaron en ambas guerras, “En la primera guerra mundial participaron todas las
grandes potencias y todos los estados europeos excepto España, los Países Bajos, los tres
países escandinavos y Suiza” (Hobsbawm. E, 1998. pp. 31), detallando en qué tiempos y de
que manera fue la participación que les otorgaría carácter mundial “Que la segunda guerra
mundial fue un conflicto literalmente mundial es un hecho que no necesita ser demostrado”.
Allí deja entrever, que estas eran grandes potencias por los imperio económico y productivo
que poseían a consecuencia, por seguro, de las explotaciones en las colonias y que su
colaboración llega especialmente por el interés de proteger botines, territorios y población,
sobre todo, los imperios, lo que subraya el carácter imperial de la primera guerra.

Luego, el contraste que realiza entre las dos guerras mundiales, respecto de las muertes y
los daños materiales causado por cada una de estas incursiones bélicas y su extensión en
globo; de la I Guerra, destaca el sin sentido de esta y el carácter sangriento que permitiera
por ejemplo hacer uso de casi todo el patrimonio material de las naciones y que produciría
tanto infinitas muertes, como posteriores odios, contra revoluciones, aunque entre
imperialistas. De la II Guerra, destaca el gran desarrollo químico y tecnológico por parte de
algunos bandos y un carácter participativo más popular refiriéndose a las repúblicas
latinoamericanas, aunque destacando su carácter no militar. “Prácticamente todos los
estados independientes del mundo se vieron involucrados en la contienda, voluntaria o
involuntariamente, aunque la participación de las repúblicas de América Latina fue más
bien de carácter nominal” (Hobsbawm. E, 1998. pp. 32)

Uno de los argumentos que en el texto constamente se encuentra como sustrato de los
anteriores, es el declive tanto de los valores, que derivaron en la brutalización de lo humano
y lo político en el que cayeron tanto los imperios antes de la primera guerra, como luego
países independientes, naciones y sociedades del mundo entero durante las guerras y en el
período intermedio “Indudablemente, tanto el carácter total de la guerra como la
determinación de ambos bandos de proseguir la lucha hasta el final sin importar el precio
dejaron su impronta” (Hobsbawm. E, 1998. pp. 57). A esto podemos sumar lo económico,
que derivó en desplazamiento y hambre.

Otro de los argumentos secundarios gira en torno al gran avance tecnológico y químico, y
al avance en los sistemas de gestión de las sociedades que, si bien debía servir al desarrollo
de las civilizaciones en términos productivos y de bienestar, fue mas bien consecuencia del
interés irracional de ganar la guerra, Otros avances tecnológicos conseguidos en primera
instancia para fines bélicos han resultado mucho más fáciles de aplicar en tiempo de paz —
cabe pensar en la aeronáutica y en los ordenadores—, pero eso no modifica el hecho de que
la guerra, o la preparación para la guerra, ha sido el factor fundamental para acelerar el
progreso técnico” (Hobsbawm. E, 1998. pp. 55).
………………………………………………………………………………………………...

IV. Los dos conceptos más importantes:

a) Brutalidad: se puede definir según el contexto ofrecido por la lectura de dos


maneras: por un lado, como el estado de irracionalidad e insensibilidad en que
quedaron muchas personas, gracias a la experiencia de guerra en los distintos
frentes en la Primera Guerra Mundial, “El aumento de la brutalidad no se debió sólo
a la liberación del potencial de crueldad y violencia latente en el ser humano que la
guerra legitima...” (Hobsbawm. E, 1998. pp. 57) un estado que habría sido la causa
de los altos niveles de violencia política que se vivieron en el posterior período que
los historiadores llaman entreguerras y que fueran grandes promotores de una
Segunda Guerra Mundial; por otro lado, puede entenderse también como una
estrategia política democratizadora utilizada para volcar a todo un pueblo a
trabajar para la guerra, un proyecto de brutalización caracterizado por personas al
mando cuyos objetivos ilimitados iban mas allá de toda racionalidad humana.

b) Democratización: el concepto indica la democratización de las cosas y en el texto es


interesante, cuando se usa para indicar de qué manera las masivas y mundiales
guerras que se percibían como un asunto meramente militar, penetraron en los
pueblos, satanizándolos para convertirlos en objetivos militares, a la vez que su
política y economía y vidas se fusionaban en una llamada economía de guerra, que
ocupaba además dimensiones culturales

V. Comentario intertextual. (Emitir una crítica personal sobre el contenido del texto en
comparación y diálogo con otros textos trabajados en el curso).
La época del imperialismo y el colonialismo, trabajada en la obra de los historiadores Jan
Jansen y Jürgen Osterhammel, “Colonialismo e imperios coloniales”, “Épocas del
colonialismo”, funciona como cimiento para la comprensión del carácter expansionista
adscrito a los móviles bélicos de muchas de las potencias que participaron en la época de
las guerras. Antes de la primera guerra mundial, los enfrentamientos entre naciones
mundialmente fuertes no solían exceder más allá de su región de influencia inmediata,
además de comportar una duración temporal de meses, e incluso, semanas. Es quizá, este
afán expansionista, el que llevó a algunas de las naciones en disputa a disponerse, a través
de sus fuerzas militares y navales –y, entre otras cosas, su primacía económica sobre otras
naciones–, a invadir y tomar territorios que resultaban arduamente combatidos, en un
sentido defensivo y ofensivo, con el propósito de hacerse con ellos a través del vencimiento
y la rendición.

Es posible que la derrota de naciones considerablemente menos avanzadas en materia de


armamento bélico y ofensivo, durante la época colonialista y posteriormente imperialista,
opere como el antecedente directo de las guerras del siglo XX. Por otro lado, las ideologías
democráticas, únicamente aplicables a naciones “autosuficientes”, como la creciente unión
estatal de los Estados Unidos, eran la contraparte del recorrido mundial de subordinación y
subversión dirigidas hacia los espacios territoriales identificados al margen de la
civilización. Así, una justificación del ya sembrado trato inhumano dirigido hacia el
vencido se estaba gestando.

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