Fundamentación de La Metafísica de Las Costumbres - Kant
Fundamentación de La Metafísica de Las Costumbres - Kant
Fundamentación de La Metafísica de Las Costumbres - Kant
Emilio Cuello 1
Filosofía / Rep. 11
Fragmentos de
Fundamentación de la metafísica de las costumbres
De Immanuel Kant
1. La buena voluntad
(…) una acción hecha por deber no tiene su valor La encrucijada de la voluntad
moral en el propósito que por medio de ella se
quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha Lo que Kant intenta expresar, es que los
sido resuelta; no depende, pues, de la realidad propósitos que pudiéramos tener en las
del objeto de la acción, sino meramente del acciones, así como sus efectos, en cuanto fines
principio del querer según el cual ha sucedido la y móviles de la voluntad, no pueden conferir a
acción, prescindiendo de todos los objetos de la las acciones ningún valor moral incondicionado
facultad de desear. Por lo anteriormente dicho se (es decir, ningún valor absolutamente moral),
ve claramente que los propósitos que podamos pero entonces, ¿dónde puede residir dicho
tener al realizar las acciones, y los efectos de valor, si no reside en la relación de la voluntad
éstas, considerados como fines y motores de la con los efectos esperados? Kant contesta que
voluntad, no pueden proporcionar a las acciones no puede residir sino en el principio de la
ningún valor absolutamente moral. Así pues, voluntad, al margen de los fines que puedan ser
¿dónde puede residir este valor, ya que no debe producidos por tales acciones. La voluntad,
entonces, está en medio de una encrucijada,
residir en la relación de la voluntad con los
entre su principio a priori (es decir, con
efectos esperados? No puede residir más que en
independencia al curso de los
el principio de la voluntad, prescindiendo de los
acontecimientos), y su móvil a posteriori. Sobre
fines que puedan realizarse por medio de la
esto se profundizará más adelante.
acción, (…)
Una acción realizada por deber tiene que excluir completamente, por tanto, el influjo de la inclinación, y
con éste, todo objeto de la voluntad. No queda, pues, otra cosa que pueda determinar la voluntad más
que, objetivamente, la ley, y subjetivamente, el respeto puro a esa ley práctica, y, por tanto, la máxima
de obedecer siempre a esa ley, incluso con perjuicio de todas mis inclinaciones.
Así pues, el valor moral de la acción no reside en el efecto que de ella se espera, ni tampoco, por
consiguiente, en ningún principio de la acción que necesite tomar su fundamento determinante en ese
efecto esperado. (…) Por tanto, ninguna otra cosa, sino sólo la representación de la ley en sí misma
(que desde luego no se encuentra más que en un ser racional) en cuanto que ella, y no el efecto
esperado, es el fundamento determinante de la voluntad, puede constituir ese bien tan excelente que
Prof. Emilio Cuello 4
Filosofía / Rep. 11
llamamos bien moral, el cual está ya presente en la persona misma que obra según esa ley, y que no
es lícito esperar de ningún efecto de la acción.
Ahora bien, ¿cuál puede ser esa ley cuya La ley que tiene que determinar la voluntad
representación, aun sin referirnos al efecto que
se espera de ella, tiene que determinar la Es recién en este momento en que Kant explicita
voluntad para que ésta pueda llamarse, sin la ley que debe determinar la voluntad, para
ninguna restricción, absolutamente buena? que ésta pueda ser calificada de buena en
Puesto que he sustraído la voluntad a todos los términos absolutos. Como ha despojado a la
impulsos que podrían apartarla del voluntad de todos los impulsos, no queda nada
cumplimiento de una ley, no queda nada más salvo la legitimidad universal de las acciones en
que la legalidad universal de las acciones en general, que debe servir como único principio
general (que debe ser el único principio de la para la voluntad, es decir, yo nunca debo
voluntad); es decir, yo no debo obrar nunca más proceder de otro modo salvo que pueda querer
también ver convertida en ley universal a mi
que de modo que pueda querer que mi máxima
máxima, y aquí es la simple legitimidad en
se convierta en ley universal. Aquí, la mera
general (sin una determinada ley para ciertas
legalidad en general (sin poner como
acciones). El respeto a esta ley práctica es lo que
fundamento ninguna ley adecuada a acciones
constituye el deber, y es la condición de una
particulares) es la que sirve de principio a la
voluntad buena en sí.
voluntad, (…)
Sea, por ejemplo, la pregunta siguiente: ¿me es Actuar por prudencia, y actuar por deber
lícito, cuando me encuentro en un apuro, hacer
una promesa con el propósito de no cumplirla? Kant plantea el ejemplo para distinguir entre ser
Fácilmente hago aquí la diferencia que puede veraz por prudencia, y ser veraz por deber, lo
comportar la significación de la pregunta de si es que equivale a la distinción entre una voluntad
prudente o de si es conforme al deber hacer una determinada a posteriori (la máxima de la
falsa promesa. (…) Ciertamente veo con gran prudencia, que tiene como fundamento el
claridad que (…) hay que considerar miedo a las consecuencias) y aquella que es
detenidamente si no podrá ocasionarme luego determinada a priori (la máxima del deber, que
esa mentira contratiempos mucho más graves es independiente de las consecuencias). Frente
que éstos que ahora consigo eludir; y como las a esta encrucijada, Kant propone un test muy
consecuencias, a pesar de cuanta astucia me sencillo, y consiste en cuestionarse si uno mismo
precie de tener, no son tan fácilmente previsibles se contentaría con que la máxima en cuestión
que no pueda suceder que la pérdida de la (librarse de un apuro gracias a una promesa
confianza en mí sea mucho más desventajosa ficticia) valiera como ley universal (es decir,
tanto para mí como para los demás),
para mí que el daño que pretendo evitar ahora,
asumiendo que cualquiera puede hacer una
habré de considerar si no sería más sagaz
promesa hipócrita, si se halla en un apuro del
conducirme en este asunto según una máxima
que no puede salir de otro modo. ¿Podríamos
universal y adquirir la costumbre de no prometer
querer una ley universal del mentir?
nada sino con el propósito de cumplirlo. Pero
Prof. Emilio Cuello 5
Filosofía / Rep. 11
5. El imperativo categórico
El imperativo dice que las máximas de nuestras acciones tienen que ser elegidas como si debieran
valer de leyes universales, es decir que siempre debemos obrar como si nuestra máxima debiera servir
al mismo tiempo de ley universal. Según Kant, esta es la única condición bajo la cual una voluntad no
puede estar nunca en contradicción consigo misma, y este imperativo es categórico. El imperativo
categórico es la ley moral para la voluntad de todo ser racional, es decir que es una ley necesaria
para todos los seres racionales juzgar siempre sus acciones según máximas tales que puedan ellos
querer que deban servir de leyes universales. No olvidemos que no se trata de lo que sucede, sino de
lo que debe suceder (aun cuando ello no suceda nunca). Según este principio, son rechazadas todas
las máximas que no puedan estar en consonancia con la propia legislación universal de la voluntad,
por lo cual el imperativo universal del deber (es decir, el imperativo categórico) también puede
formularse de la siguiente manera: obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu
voluntad, ley universal de la naturaleza.