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Ensayo 2 DDHH

Este documento presenta una crítica jurídica a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Señala que la Declaración tiene deficiencias como la falta de definiciones claras de los derechos, la ausencia de jerarquía entre los derechos y la falta de mecanismos efectivos para garantizar su aplicación. También critica que los derechos se plantean de forma universal pero su garantía queda en manos de los Estados nacionales. Concluye que para que los derechos humanos sean realmente universales se requiere de

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Ensayo 2 DDHH

Este documento presenta una crítica jurídica a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Señala que la Declaración tiene deficiencias como la falta de definiciones claras de los derechos, la ausencia de jerarquía entre los derechos y la falta de mecanismos efectivos para garantizar su aplicación. También critica que los derechos se plantean de forma universal pero su garantía queda en manos de los Estados nacionales. Concluye que para que los derechos humanos sean realmente universales se requiere de

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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZOLANA

MINISTERIO PARA EL PP DE LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA


UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA
EJE GEOPOLÍTICO REGIONAL GENERAL CIPRIANO CASTRO
EJE MUNICIPAL TAMA – SEDE TÁCHIRA
PROGRAMA DE FORMACIÓN DE GRADO EN ESTUDIOS JURÍDICOS (PFGEJ)
UC.: DERECHOS HUMANOS Y MODELOS DE DESARROLLO

CRITICA JURIDICA A LA DECLARACIÓN DE


LOS DERECHOS HUMANOS

PROFESOR: Dr. Manuel Casanova


Carlos Arturo, Armas Sojo
PARTICIPANTES:
C.I. N° 5683608
Rodolfo Alfonso, Márquez Delgado
C.I. N° 9146598
PERIODO ACADÉMICO: 2022-II Trayecto /Tramo: 3/7
Sección: 1
OCTUBRE, 2022

CRITICA JURÍDICA A LA DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS


HUMANOS

El 74º aniversario de la adopción de la Declaración Universal de los

Derechos Humanos llega en un momento en el que nos encontramos en una

situación compleja, cuya ambigüedad caracteriza la política internacional

contemporánea. En este escenario, por un lado, existe una especie de consenso

internacional que nos compromete con los derechos humanos tal y como los

conocemos hoy. Hemos alcanzado un nivel de normas e instituciones de derechos

humanos sin precedentes. Además, el respeto a los derechos humanos es una

presencia masiva y casi ineludible en el discurso de los políticos y los gobiernos

de la mayor parte del mundo.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, redactada en 1948, en

plena Guerra Fría, presenta graves deficiencias, ambigüedades y lagunas que

dificultan la protección de los derechos fundamentales.

En primer lugar, la Declaración no contiene una definición de los derechos y

las libertades, por lo que los derechos, las libertades y las prohibiciones se

mezclan al azar, se repiten tópicos y se omiten declaraciones importantes.

Además, no existe una jerarquía de derechos, lo que hace que se violen otros
derechos, a veces más importantes, para defender algunos de ellos. Por ejemplo,

el derecho a la propiedad intelectual suele tener prioridad sobre el derecho a la

salud.

Por último, los poderes conferidos por la Declaración de la ONU para

garantizar la aplicación efectiva de los derechos humanos son totalmente

inadecuados, ya que se deja a los gobiernos nacionales la libertad de adoptar

normas para la aplicación "progresiva" de los derechos, cuyo incumplimiento

debería dar lugar a una acción internacional inmediata.

Los derechos humanos como objeto de estudio se examinan desde

diferentes enfoques y perspectivas teóricas. Los derechos humanos como

concepto son ambiguos y como tal no tienen una unidad conceptual en su

definición; pueden ser definidos por diferentes corrientes filosóficas, justificados

por diferentes ideologías políticas o contenidos normativos; para el propósito de

este capítulo, los derechos humanos serán examinados desde la perspectiva del

núcleo liberal de la narrativa occidental, que servirá de base para elaborar algunas

corrientes críticas.

Desde una perspectiva liberal, los derechos humanos no pueden invertirse;

se ven como un todo unificado cuyos axiomas se aplican a toda la humanidad.

Hay varios momentos significativos en la historia moderna de Occidente que están

relacionados con la aparición de la idea que hoy conocemos como derechos

humanos.
Pérez Luño recuerda la existencia de una serie de documentos esenciales

para la afirmación de los derechos fundamentales y se refiere explícitamente a la

turbulenta realidad sociopolítica de Inglaterra a lo largo de varios siglos, que dio

lugar a textos cruciales para el desarrollo del derecho moderno, como la Petición

de Derecho (1628), el Habeas Corpus (1679) y la Carta de Derechos (1689), esta

última obra de la Carta Magna, documento firmado en 1215 por el rey Juan sin

Tierra y la nobleza inglesa. Más tarde, en el siglo XVIII, los derechos humanos se

incorporaron a las revoluciones civiles liberales de Estados Unidos y Francia, y

ambas revoluciones produjeron documentos en los que se reconocían ciertos

derechos a los ciudadanos, una ciudadanía que ahora se basa en derechos

penosos, ya que sólo se considera como tales a los hombres, propietarios y

ciudadanos ilustrados.

Las disposiciones de estos documentos se ajustaban a los principios

liberales de propiedad privada, igualdad, libertad y búsqueda de la felicidad y

reflejaban los principios cientificistas e individualistas que los inspiraban (Pérez

Luño, 1984, pp. 34-35). La Declaración de Independencia de Estados Unidos

(1776) y la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

(1789), publicadas en la época de los acontecimientos mencionados, se

encuentran entre los precursores más importantes de la idea de los derechos

humanos.

En el siglo XX, la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948),

adoptada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se inspiró en gran

medida en las declaraciones anteriores. La DUDH es un renacimiento de los


principios liberales de las declaraciones anteriores, pero con una orientación casi

universal, abarcando y abarcando abstractamente a toda la humanidad, aunque

Eleanor Roosevelt, Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la

organización, presentó el documento a la Asamblea General de la ONU con la

idea de que "esta Declaración puede convertirse en una Carta Magna

internacional para todos los pueblos del mundo" (Roosevelt, 1948). ), pero esta

visión particularista reitera los principios liberales heredados de las revoluciones

burguesas declaradas. Esto marca el inicio de una nueva era en la historia

moderna de Occidente, en la que los derechos ya no sólo son reconocidos por los

Estados Partes, sino que son creados, consolidados o reconocidos por

organismos supranacionales que los formulan en el sentido universal y abstracto

de que deben ser respetados y garantizados por todos los Estados dentro de sus

fronteras, sin excepción.

Pues bien, cuando en el Artículo 1 de La Declaración se dice que todos los

seres humanos nacen libres; cuando en el Artículo 3 se afirma que todo individuo

tiene derecho a la libertad; o en el Artículo 4, que nadie estará sometido a

esclavitud ni a servidumbre, o en el Artículo 13, que toda persona tiene derecho a

circular libremente y a elegir su residencia, asistimos a un absurdo circunloquio

sobre un derecho no reconocido abiertamente, el de la autodeterminación. Tratar

de afirmar un derecho a partir de las libertades que de él emanan, es una vasta

labor que arriesga ser insuficiente, pues es muy probable que queden acciones

legítimas sin enunciar.


Cuando en el Artículo 5 se dice que nadie será sometido a torturas ni a

penas o tratos inhumanos, crueles o degradantes ¿qué derecho está expresado

así, de forma negativa? ¿El derecho a la presunción de inocencia, el no

mencionado derecho a la integridad física y moral, o el aún más vago derecho a la

dignidad? La dificultad de reconocer un derecho a partir de una prohibición, es que

no quedan claros los límites, lo cual lo vuelve inexigible en términos positivos, y

permite que sea vulnerado en circunstancias no previstas o cuando varía la

interpretación de lo que se prohíbe.

El Artículo 6, que dice: «Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al

reconocimiento de su personalidad jurídica» nos lleva directamente al problema de

la nacionalidad. No es lo mismo reconocer un derecho que otorgarlo. El Artículo 6

está redactado de tal forma que ni las instituciones internacionales ni los gobiernos

nacionales se ven obligados a otorgar personalidad jurídica, sino a reconocerla

cuando ya ha sido otorgada. Esto deja a millones de personas en la indefensión,

pues viven en países cuyos gobiernos carecen de los recursos necesarios (o la

voluntad) para identificar y tener el historial de cada uno de sus habitantes. Aquí

se pierde la fabulosa oportunidad de que la personalidad jurídica no sea otorgada

por un gobierno nacional, sino por una instancia internacional capaz de velar por

derechos de todos.

Uno de los problemas centrales de La Declaración es que plantea derechos

universales que sin embargo deben ser garantizados por gobiernos nacionales,

que privilegian a sus ciudadanos y funcionan como sistemas de exclusión.


Todos los hombres tienen derecho a la educación, a la salud, a la vida, al

trabajo, etc. en su país y no fuera de él, y como los países están en continua lucha

comercial, resulta que unas naciones se esfuerzan para que otras (la mayoría) no

puedan garantizar los derechos humanos de sus habitantes.

En este contexto queda evidente el cinismo del segundo inciso del Artículo

15, que dice: «A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho

a cambiar de nacionalidad». La palabra «arbitrariamente» permite que el mundo

sea un sistema de explotación basado en la imposibilidad de miles de millones de

personas de cambiar de nacionalidad, a pesar de que en sus países no tienen

garantizado ningún derecho.

Mientras no exista un organismo internacional democrático, capaz de

imponerse sobre las arbitrariedades de las grandes potencias, La Declaración

Universal de los Derechos Humanos no será más que una bella declaración o, en

el mejor de los casos, un ideal. La universalidad de los derechos humanos implica

necesariamente la existencia de un gobierno internacional capaz de garantizarlos;

lo demás son palabras y buenos deseos.

El Artículo 16 que trata sobre el derecho a casarse (que en realidad sería

una libertad otorgada por el derecho a la autodeterminación) omite

escandalosamente desarrollar los temas de la paternidad y los derechos del niño,

que al ser considerados años después en declaraciones independientes, pierden

la contundencia de ser incluidos en una sola declaración. Además, comete el error

de considerar que los matrimonios sólo pueden ser formados por hombres y

mujeres.
Los Artículos 18, 19 y 20 hablan del «derecho a la libertad de», lo cual es

absurdo. Como se menciona al principio, las libertades emanan de los derechos y

no al revés. En vez de hablar de libertad «de pensamiento, de conciencia, de

religión, de opinión, de expresión», bastaría afirmar que los hombres tenemos

derecho a expresar nuestras ideas, rendirle culto a nuestras creencias y tener

acceso a los medios masivos de comunicación.

Más allá del Artículo 27, el tema de la investigación científica (como la de

otra índole) y la socialización de sus beneficios, merece tratarse en un artículo

aparte, al igual que el derecho a la información, cuya naturaleza y oportunidad

deberían especificarse.

Los derechos expresados en los Artículos 22, 23, 24 y 25, son los que

menos se respetan, y esto es grave, pues no tener alimentación, vestido, vivienda,

trabajo o asistencia médica, pone en peligro la vida, que es sin duda el derecho

universal más importante.

El mundo ha cambiado mucho desde 1948. Hoy en día, tenemos suficientes

conocimientos y medios de producción para mantener a todos, pero valoramos los

derechos de propiedad. Creemos que es correcto que las naciones ricas gasten

en exceso mientras las naciones pobres tienen obligaciones y deudas que

amenazan los derechos fundamentales de sus pueblos. Nos parece encomiable

que algunas personas ganen millones más de lo que necesitan, mientras la

mayoría vegeta en la pobreza.


Esta concepción errónea debe cambiar con la redacción de una nueva

Declaración Universal de los Derechos Humanos que destaque claramente la

primacía de la vida sobre la propiedad, elimine el sistema de explotación creado

por las fronteras y abra el camino a un replanteamiento de las estructuras

fundamentales de las Naciones Unidas.

Por otro lado, la aplicación de los derechos humanos es un punto débil en

muchos países. En México, la situación de los derechos humanos se ha

deteriorado aún más. Los gobiernos han aprendido a utilizar la retórica de los

derechos humanos mientras ignoran su obligación de aplicarlos impunemente o

incluso participan activamente en su violación. La impunidad es generalizada.

Por lo tanto, puede ser útil preguntarse a qué retos se han enfrentado los

derechos humanos en su desarrollo para seguir siendo relevantes en el contexto

actual. ¿Son los derechos humanos el proyecto cultural que deberían ser?

Es claro que desde la promulgación de la Declaración Universal han

sucedido demasiados cambios: las políticas imperialistas de países como Francia

o Inglaterra han cedido, los regímenes internos de apartheid se han agotado, la

guerra fría terminó y la distinción entre derechos civiles y políticos y derechos

económicos, sociales y culturales, parece cada vez más superada (aunque la gran

mayoría de las organizaciones de derechos humanos en su práctica y a veces

contra su propio discurso – siga enfocándose en los derechos civiles y políticos).

No obstante, a pesar de los éxitos de su codificación e institucionalización,

la eficacia y los efectos prácticos de los derechos humanos han enfrentado


siempre desafíos enormes, no sólo como resultado de un defecto de construcción

normativa, sino como expresión de los desafíos sociales, políticos y económicos

de cada momento y sus propias contradicciones.

Las principales críticas a los derechos humanos durante la Guerra Fría

obedecían a que ambos bloques (uno encabezado por EEUU y otro por la extinta

URSS) adecuaron los derechos humanos en su lucha, construyendo una

contradicción de agenda entre los derechos políticos individuales frente a los

derechos económicos y sociales colectivos. La priorización de unos sobre otros, al

extremo del desconocimiento de toda importancia de la agenda opuesta, restó

operatividad y disminuyó ciertos avances.

En cambio, a la caída del bloque socialista parece darse un auge de la

política internacional de implementación de los derechos humanos. Este intenso

avance en la agenda no estuvo exento de fuertes críticas, pues la nueva política

estaba vinculada al y dependía del poder económico-militar de los EEUU y

apoyaba su proyecto de expandir la democracia representativa-liberal,

acompañada de la expansión del capital trasnacional de los países del Norte. Las

sangrientas intervenciones militares realizadas en nombre de los derechos

humanos tuvieron por efecto que mucha gente en los países del Sur Global se

convenciera de que los derechos humanos eran un proyecto de los países

industrializados. En una línea, estos críticos han identificado a los Derechos

Humanos con un proyecto de los EEUU y sus aliados del Norte global.

Trascendidos los tiempos de la guerra fría, y dado el avance de la política

internacional de implementación, los derechos humanos hoy están codificados en


el derecho internacional, resultan legalmente vinculantes para un gran número de

países. Además, han sido introducidos en un número creciente de constituciones

nacionales.

En el caso de diversos países, se sucedió una ola de aprobación de

reformas constitucionales que vinculan el derecho internacional de los Derechos

Humanos con el ámbito doméstico. Vino una cascada de tratados internacionales

aprobados y ratificados, el funcionamiento de tribunales internacionales de

derechos humanos se hizo realidad y la creación de instituciones altamente

especializadas en derechos humanos terminaron siendo la marca de las últimas

décadas. Desde esta perspectiva, hay quienes sostienen que, dada esta

aproximación normativa, los derechos humanos resultan supra-ideológicos.

Pero analistas como Stephen Hopgood y otros sostienen que los derechos

humanos en Occidente han adquirido el carácter de una religión secular moderna.

Según esta crítica, la sacralización de los derechos humanos impide su realización

efectiva. Estos analistas sostienen que los derechos humanos deben considerarse

y conceptualizarse como un instrumento político pragmático. Como tales, serán

objeto de compromiso, negociación, limitaciones y contestación como medio para

alcanzar objetivos políticos específicos. En la práctica, sin embargo, esto

significaría limitar los derechos humanos a un puñado de derechos que tienen un

alcance más amplio para la revisión y aplicación judicial, como la prohibición de la

tortura o el asesinato ilegal. Según este punto de vista, apoyado por Michael

Ignatieff y otros, la justicia social no debe ser conceptualizada en términos de

derechos humanos.
En cualquier caso, hay que señalar que estos autores sostienen que los

derechos humanos se forman como una ideología o más bien como una creencia

sui generis. Tal vez por eso las organizaciones de derechos humanos son reacias

a abordar esta crítica.

En el contexto Global, la persistencia de la pobreza y enorme desigualdad

social es justo lo que provoca una crítica de los derechos humanos como

incapaces de resolver los problemas más urgentes en sus países. Frente a esto,

un conjunto de críticos apuntan la compatibilidad entre un régimen (neo) liberal

que perpetúa desigualdad y pobreza y los derechos humanos. Incluso, en casos

como el de Samuel Moyn, señalando que existe un descuido o desinterés en los

defensores en torno a las cuestiones relativas a las extremas desigualdades

económicas.

Hay, sin embargo, otra corriente de críticas en países postcoloniales del Sur

global a los derechos humanos. Amplios sectores de la sociedad ven los derechos

humanos como “los derechos de los delincuentes”, que dificultan o impiden un

régimen de combate efectivo a la delincuencia a través del ejercicio indiscriminado

de la fuerza. Esta aproximación, si bien menos sofisticada en términos de análisis

y lectura de la geopolítica, tiene considerables efectos políticos y por tal razón

prácticos, para la eficiencia y la implementación de los derechos humanos. En

resumen, no puede obviarse que los derechos humanos son leídos por amplios

sectores como una fuente de impunidad.

En suma, desde el punto de vista de la aplicabilidad; los derechos humanos

enfrentan importantes críticas y agudos señalamientos. Algunos resultados de la


lectura geopolítica e ideológica de su contenido, con críticas y disensos señalados

por movimientos que no necesariamente comulgan con el consenso de los

derechos humanos por considerarla una imposición o incluso por tener un enfoque

occidental que no incorpora plenamente otras cosmovisiones, como la indígena. Y

esto, tal como lo han demostrado el movimiento indígena de varios países y la

lucha por el pluralismo jurídico.

Otras críticas encuentran su validez frente al hecho de los desafíos de

desigualdad económica no resueltos por los derechos humanos. A esto se suma la

emergencia de actores no estatales, la proliferación de nuevas formas de

violaciones a derechos humanos o los impactos de la tecnología convencional y

digital, entre otros.

A través de una mirada a la evolución y mínimo recuento de las críticas más

frecuentes como una invitación a una reflexión crítica sobre la importancia e

impacto de los derechos humanos, justo con motivo de la conmemoración de 74

años de la promulgación de la Declaración Universal.

El derecho como código sabio elaborado y utilizado por los profesionales

(del derecho) está diseñado para fungir como un artefacto cuyo acceso

privilegiado y restringido garantiza la hegemonía de lo jurídico en el campo social;

los eruditos (jueces, fiscales, maestros y abogados en general) se convierten

entonces en una suerte de gurú a quien acuden los profanos (del derecho) para

(intentar) resolver sus conflictos, aun cuando es posible que estos terminen por

agravarse (Bourdieu, 2000, p. 183).


Lo jurídico termina entonces teniendo incidencia no solo en el campo que le

es propio (campo jurídico) sino que también influye –y quizá determina– las

relaciones en otros campos como el social y el político. En los ordenamientos

jurídicos internos, al igual que en el derecho internacional, y de manera particular,

en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, en adelante DIDH, el

campo jurídico es nutrido por los doctos a través de normas jurídicas, sentencias,

principios o doctrina, y estas regulaciones o prescripciones afectan en mayor o

menor medida la vida de los actores que interactúan en el campo social; desde

este punto de vista “Los agentes sociales son el producto de la historia del campo

social en su conjunto y de la experiencia acumulada por un trayecto dentro de un

sub campo específico” (Bourdieu y Wacquant, 2005, p. 199).

Desde una lectura de la teoría de campos como la propone Bourdieu

(social, jurídico, político) es posible advertir una construcción múltiple de las

realidades sociales, pues estas no están compuestas por una única dimensión,

sino que son el resultado de la interacción o el relacionamiento de esos distintos

campos en la configuración de los fenómenos sociales. Así, la experiencia

epistémica de los sujetos o agentes sociales contribuye a enriquecer el campo

jurídico a través de la interacción entre estos, en ese gran campo social al cual

pertenecen.

El concepto de derechos humanos desde dos dimensiones, la primera

desde el DIDH, como la manera clásica de describir y explicar el origen, el

fundamento y las consecuencias prácticas de los derechos humanos, cuya cuna

positiva con vocación universal es atribuida a procesos normativos de creación de


instrumentos internacionales desde la década de 1940 hasta la actualidad, y que

se materializan en los ordenamientos jurídicos de los Estados con la ratificación e

incorporación de estos instrumentos en sus legislaciones.

La segunda dimensión que se explorará, será la del concepto de derechos

humanos pensados desde algunas perspectivas críticas, esta visión resulta

apropiada en términos analíticos porque no le atribuye a los derechos humanos un

fundamento meramente normativo en el campo jurídico, sino que también le da

cabida al campo social y político en la configuración de los derechos humanos

reconocidos jurídicamente, advirtiendo que, ese reconocimiento en términos

positivos no es el único proceso a través del cual pueden consolidarse estos, y a

su vez, que ese vínculo con los otros campos abre la posibilidad al reconocimiento

de nuevos derechos humanos a partir de las pugnas y conflictos que surgen en el

relacionamiento de los sujetos, bajo una idea de constituir derechos desde el

interaccionismo de diversos actores en el campo social y político.


Conclusiones

Los derechos humanos, la paz y la democracia son una ecuación

netamente occidental, son inventos, artefactos, construcciones modernas en las

que se basa el Estado de Derecho moderno, y han sido la base del Estado de

Derecho desde el siglo XX. Desde el siglo XX, han tenido un lugar importante en el

derecho internacional como expresión de nuevas formas de colonialismo

discursivo que superan el plano simbólico, utilizando el discurso de los derechos

humanos y la defensa de los mismos para marginar a cierto tipo de sujetos que,

en principio, deberían ser los portadores de estos derechos en todo el mundo,

como ha dicho Sánchez Rubio. ...) la lucha contra el terrorismo y el

fundamentalismo islámico en nombre de la seguridad mundial es un pretexto claro

y público para violar el derecho internacional y para eliminar y destruir a quienes

ya no pertenecen a la categoría de "terroristas". ... ), la lucha contra el terrorismo y

el fundamentalismo islámico en nombre de la seguridad mundial es un pretexto

claro y público para la violación del derecho internacional y para la eliminación y

destrucción de quienes, por sus cargos criminales, ya no pertenecen a la categoría

de "seres humanos" y, por tanto, son sujetos de derechos. Bajo el dominio de los

Estados que dicen respetar los derechos, muchos casos se reproducen con buena

y cínica conciencia sobre la base de buenas razones para matar. En nombre de

los derechos humanos, sin embargo, se justifican las guerras con el argumento de

que para protegerlos es necesario dañar a quienes se consideran enemigos de la

humanidad (Sánchez Rubio, 2015, pp. 184-185). En este sentido, Butler señala

cómo ciertas normas en el debate de Guantánamo o el acoso y persecución

policial a los musulmanes y la abolición de los derechos civiles en Estados Unidos


han servido para determinar quién es humano y, por tanto, portador de estos

derechos humanos y quién no, y añade a este discurso de humanidad o

deshumanización "(... Es obvio que el hombre no es el hombre, pero la

humanización es el hombre. . está implícita la cuestión de si la pérdida de la vida

debe ser llorada o no: qué vidas serán lloradas públicamente si se pierden, y qué

vidas no se permitirá que sean lloradas en la esfera pública" (Butler, 2017, p. 111).

La primera corresponde a una comprensión institucional de la cuestión, en

particular por parte de organizaciones internacionales como las Naciones Unidas y

sus diversos órganos, que a través de declaraciones, tratados, resoluciones y

otros instrumentos proporcionan una comprensión concreta de los derechos

humanos y su relación con la paz y la seguridad internacionales, estableciendo

criterios para prever o imaginar la existencia de amenazas y concebir mecanismos

para combatirlas, incluidos los mecanismos que implican el uso de la fuerza y que

tienen por objeto un enfoque crítico de los derechos humanos debe, entre otras

cosas, disipar la idea de que los derechos humanos están determinados

exclusivamente por el Estado y que éste está obligado a respetarlos y

garantizarlos. Como dijo un antiguo director de la UNESCO: "En medio de la

guerra no se pueden reclamar derechos (...) La paz, como la libertad y el amor, no

es un regalo.

Es un deber personal que no puede ser transferido. Las respuestas no se

esconden fuera. Están dentro de cada persona" (Alcalde de Zaragoza, 1996, p. 1).

El hecho de que en la actualidad no exista ningún tratado (pacto, convención,

acuerdo) que desarrolle el concepto de derecho humano a la paz y, por tanto,


ninguna obligación para los Estados miembros de respetar su contenido, pone de

manifiesto la limitación más fundamental del derecho internacional, ya que no

puede obligar a los Estados a cumplirlo, aunque sea un instrumento vinculante.

Este texto, que es el resultado de un estudio, pretende por tanto refutar la lógica

institucionalista y legalista que ha caracterizado claramente a los derechos

humanos desde mediados de los años 20. Es un intento de repensar los derechos

humanos en el siglo XX y ofrecerlos en una dimensión relativa y verdaderamente

humana a las personas que los portan. Recordemos las palabras del profesor

Carlos Gaviria Díaz, quien al preguntársele por qué necesitamos la paz, contestó:

"(...) necesitamos la paz por una razón, porque los derechos humanos sólo

pueden ser plenamente efectivos cuando se ha logrado la paz" (Gaviria Díaz,

2006, pp. 64-65).

Por lo tanto, es necesario abandonar la idea de que los derechos humanos

sólo pueden existir mientras existan leyes internacionales, declaraciones,

convenios internacionales o Estados que ratifiquen e incorporen estos

instrumentos a su legislación.

Dado que los derechos humanos son un ámbito controvertido en el que el

aspecto jurídico es sólo una de las dimensiones y en el que los aspectos

relacionales, morales, políticos y económicos también desempeñan un papel en la

configuración de estos derechos, es necesario refutar la idea de que los derechos

humanos existen sólo en la medida en que hay normas jurídicas que los

establecen, defienden, reconocen o garantizan.


Referencias

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Organización de las Naciones Unidas. (1966). Pacto Internacional de Derechos


Civiles y Políticos. https://doi.org/10.1017/CBO9781107415324.004.

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Roosevelt. Youth for human rights. Obtenido de
http://es.youthforhumanrights.org/voices-for-human-rights/champions/
eleanor-roosevelt.html

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desde la complejidad, las tramas sociales y los condicionales
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