Guà A de Oraciã N - PERDONAR

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comunidad de oración y ayuda para el

duelo por la muerte de un ser querido


Guía de oración Nº 8

¿Puedo perdonar, puedo perdonarme?


Día 1

Me predispongo
Al descansar en el momento presente, puedes imaginar cómo Dios pronuncia tu nombre o
cómo lo pronunciaría. Con ternura, intenta escuchar tu nombre ser repetido una y otra vez al
compás de tu respiración lenta y en calma.

Me preparo
Señor mío y Dios mío, compañero de mis batallas, de mis caídas, de mis esperanzas; aumenta
mi fe para que crea que es posible dar perdón y recibir el perdón que me abre a una vida
reconciliada conmigo, Contigo, con los demás.

Durante estas semanas has ido contemplando aquella parte frágil y vulnerable que te hace
humano, habrás caído en la cuenta de cómo la culpa, el resentimiento, la ira, la tristeza que no
ha sido confrontada ha ido generando dinámicas de autodestrucción. Frente a ellas pregúntate:

1. A la hora de perdonar, ¿qué te resulta más difícil: perdonar a quien te ha herido?, ¿pedir
perdón por los errores cometidos? o ¿perdonarte a ti mismo por las inadvertencias o
los fallos que has tenido?
2. ¿Hay alguna herida, en la relación con tu ser querido fallecido que todavía te produzca
dolor? ¿Cuál es?

Dios nos invita una y otra vez a nacer de nuevo, a mirar las heridas, a morir a lo yerto.
Ve sintiendo y gustando las palabras que a continuación se escriben. Dales sentido con
lo que ha surgido en ti luego de responder las preguntas:

Nacer de nuevo

Nací una vez,


a la luz, a la vida,
al ruido, a los olores,
al calor y al frío,
a los abrazos,
al hambre,
a los sabores,
a la saciedad,
al gusto,
a la música,
a la ternura,
a los encuentros.
Después,
pequeñas muertes
fueron matando sueños,
anhelos, inocencia
y pasión.

Si tú tiras de mí,
naceré de nuevo,
al reino y al evangelio,
al amor y la esperanza,
a la voz de los profetas,
a una misión.

Cada vez que muera,


volveré a nacer.
La verdad
se irá curtiendo
en mil duelos.

El espíritu
irá renovando
mi yo gastado.
El agua viva
lavará
cada herida vieja.
Hasta esa muerte final,
que será antesala
de un último nacimiento,
a la Luz, a la Vida,
y al Amor.
Y esta vez ya para siempre.

José María R. Olaizola sj

Para terminar
¿Con qué te quedas? ¿Qué invitación ha resonado en ti?
Día 2

Empiezo la oración predisponiendo el corazón como en el Día 1.

Voy sintiendo y gustando las palabras

La muerte pone fin a la relación física, pero no a la relación interior con la persona amada. El
diálogo prosigue, y a veces es más intenso después de la muerte del ser querido que cuando
éste estaba vivo. Una persona no muere sin dejar huellas profundas de su paso, una intensa
nostalgia de su presencia, en ocasiones incluso una estela de amargura por heridas
ocasionadas o responsabilidades desatendidas. Son muchas las relaciones que quedan
cargadas de detritos e inacabadas, con una enorme cantidad de remordimientos y/o
sentimientos de hastío que piden a gritos curación.

A veces, el perdón concierne al que se considera responsable, directa o indirectamente, de la


muerte del ser querido, por asesinato en alguna circunstancia, por negligencia, por falta de
asistencia, por un grave error en la conducción que ha provocado un accidente mortal. El
perdón es el fármaco que puede sanar muchos corazones heridos y muchas vidas
destrozadas. El perdón no significa olvidar lo sucedido, sino asumirlo y transformarlo; tampoco
significa justificar o excusar a quien ha hecho sufrir a muchas personas.

El perdón es una decisión, no un sentimiento. Comporta fatiga y trabajo y se basa en el


convencimiento de que perdonando nos ayudamos a nosotros mismos, aun antes de ser
benévolos con quienes nos han ocasionado algún disgusto.

Decía Lewis B. Smedes: “Perdonar significa liberar a un prisionero y descubrir que ese
prisionero eras tú”. Quien practica el perdón ha descubierto la vía de la salvación capaz de
sanar su propia alma. Por otro lado, quien antepone a él el honor o el deseo de venganza,
se consume lentamente y queda prisionero de su orgullo.

El perdón presenta diversas provocaciones en la vivencia luctuosa: para algunos, el desafío


consiste en perdonar a quien nos ha herido con su conducta; para otros, en perdonarse a sí
mismos por ser humanos y pecadores; e incluso, para otros el trago más amargo consiste en
pedir perdón por las ocasiones perdidas, por los conflictos generados, por los gestos no
realizados. “El perdón –escribe Andrew M. Greeley– es la esencia del amor: amar es
perdonar, perdonar es amar”.

En general, cuanto más se perdona, más se aprende a perdonar; mientras que cuanto más
nos enfocamos en el orgullo, tanto más contaminamos nuestra propia salud integral.

Para terminar
¿Qué te dice tu duelo con relación al perdón?

Agradece por el tiempo compartido.


Día 3

Te pido, Señor…

Ve sintiendo y gustando en quietud la oración que se escribe a continuación, sin prisa,


dejando que cada palabra resuene con los sentimientos que ella provoca en tu interior.

Plegarias del hijo (fragmento)

Voy a la casa de mi Padre, sé que su corazón


clemente tiene locura de misericordia,
sé que perdona seis veces seis,
y aún siete veces siete, sé que abraza
estrechando con ternura materna hasta el
despilfarro de setenta veces siete,
sé que como un volcán vigilante irrumpe con
ardor de entrañas
y los números del perdón explotan, porque nadie
puede contar las olas del océano de su desvarío,
de su enloquecimiento por este hijo que retorna
a casa tambaleante, seguro y destrozado en
pena,
pero cantando bajo el almendral:
“aquí estoy, Padre, abrázame, límpiame,
aliméntame, vísteme, coróname, cántame tú”.

Joaquín Alliende

Cierra tus ojos. Compón el lugar, imagina que eres tú el hijo que vuelve a la casa del Padre.
Reconócete en su mirada que te busca y te espera, siente su abrazo y el beso cálido. Déjate
perdonar, atrévete a perdonarte.

Para terminar

Escribe cada una de las sensaciones que en ti se provocaron luego de esta oración.

Agradece lo vivido y guárdalo en tu corazón.


Día 4

Empiezo la oración predisponiendo el corazón como en el Día 1.

Compongo el lugar

Con el Señor, traigo a la mente las situaciones, palabras, gestos, acciones por las que quisiera
pedir perdón a mi ser querido que ha fallecido o a su vez perdonarme.

Hago mi camino de duelo

1. Todas las relaciones llevan el sello del límite y la imperfección. Pensando en el vínculo
con tu ser querido, ¿qué te duele o produce pesar y querrías corregir de algún modo?
¿Puedes intentar perdonarte por ser frágil, por no saber, por no haber comunicado lo
que sentías?
2. Si has resultado herido por tu ser querido, en particular por algo que dijo o hizo, ¿qué
puede ayudarte, no a olvidar, sino a perdonarlo/a?
3. La elaboración del duelo requiere terminar lo inconcluso, a fin de no consumir energías
psíquicas y espirituales. ¿Qué pasos podrían ayudarte a hacer las paces con lo sucedido,
a despedirte de tu ser querido y a conservar su recuerdo en el corazón?

En un momento de silencio interior y de la mano del Señor, le pido perdón a mi ser querido
por mis faltas, errores u omisiones y que no pude expresarle en el momento adecuado. Le
pido al Señor que me enseñe a perdonarme y a acoger mi vida con la misericordia que Él lo
hace.

SÍMBOLO:

CREANDO: Para este símbolo te sentarás en diferentes sillas para ayudarte a entrar en contacto
con distintas partes de ti, experimentando cómo se siente cada aspecto en el momento
presente.
Para empezar, toma tres sillas y colócalas de manera que se miren entre sí y estén en disposición
triangular. Designa una de las sillas como el lugar que va a ocupar ese crítico interno tuyo que
juzga alguna situación o persona y no puede perdonar, otra silla es para la parte de ti que se
siente juzgada y criticada e incapaz de auto-perdonarse, y la tercera es el lugar para aquella
parte de ti sabia y compasiva, que es capaz de mirar con ternura y misericordia. Vas a interpretar
estas tres partes de ti en cada silla -tú, tú y tú-. En cada silla coloca un símbolo. En el centro de
las sillas coloca una vela encendida en el suelo. En la primera silla escribe en un papel el nombre
de la persona a quien no puedes perdonar, puede ser también alguna situación. En la segunda
silla escribe en un papel las situaciones frecuentes que te impiden perdonarte. En la tercera silla
coloca una cruz.

Empecemos…
PRIMERA SILLA. Siéntate en la primera silla, la de tu parte que juzga alguna situación o
persona y no puede perdonar.

Piensa sobre la “situación/aspecto de ti misma/o”, que ha generado en tu interior


sentimientos de ira, venganza, culpa. Una vez que has tomado asiento, expresa en voz alta
lo que tu parte autocrítica piensa y siente, por ejemplo “no puedo perdonar a la persona que
cuidaba a mi madre, porque…”. Nota las palabras y el tono de voz que usas al hablarte así y
cómo se siente: ¿preocupado, rígido, exasperado, enfadado…? Nota la postura que adopta
tu cuerpo, ¿hay rigidez, fuerza, tensión…? ¿Qué emociones surgen?... Escribe en tu diario
cómo te sientes. Levántate y pasa a la segunda silla. Coloca el papel que estuvo en la silla
junto a la vela encendida.

SEGUNDA SILLA. Toma el asiento en la silla de esa parte de ti que se siente juzgada y
criticada e incapaz de auto-perdonarse. Intenta contactar con la manera en que te sientes
cuando eres criticada/o de esta forma. Ahora, verbaliza cómo te sientes, respondiendo
directamente a tu crítico interior. Por ejemplo “soy culpable por haber autorizado la
hospitalización; no puedo perdonarme el no haber pasado más tiempo con…?

Simplemente habla tal y como los pensamientos aparezcan, sin manipularlos o forzarlos, deja
que aparezcan libremente. Quizá muchas de las críticas vienen desde ti y otras llegan desde
afuera. Nuevamente, nota el tono de tu voz (triste, disgustado, infantil, asustado,
desconsolado, etc.). ¿Qué postura has adoptado? Quizá estás cabizbaja/o, desplomada/o,
con el ceño fruncido, etc. ¿Qué emociones surgen?... Escribe en tu diario cómo te sientes.
Levántate y pasa a la tercera silla. Coloca el papel que estuvo en la silla junto a la vela
encendida.

TERCERA SILLA: Ahora ocupa la silla del observador compasivo. Pide el auxilio del Espíritu
Santo, invítale a que sea Él quien hable a las dos partes permitiendo que muestre Su
comprensión, misericordia. ¿Qué le diría tu voz compasiva a la crítica que no puede
perdonar?, ¿qué percepción tiene? ¿ Qué le dice la voz compasiva del Señor a esa parte tuya
que no puede auto-perdonarse? Permite que el corazón se calme y abra. ¿Qué palabras
compasivas brotan? ¿Cuál es el tono de tu voz? Tierno, amable, cálido… ¿Qué postura has
adoptado, relajada, equilibrada, centrada…? Permanece por el tiempo que necesites
mirando con tu vista interior esa parte tuya que no puede perdonar y no puede perdonarse.
Invita al Señor a que contemple esas partes tuyas.

PARA TERMINAR

Acércate al centro de las sillas en donde están los papeles y la vela encendida. Con la cruz entre
tus manos pídele al Señor que te ayude a iniciar este camino de perdón, que su luz abrigue las
entrañas de tu corazón en las que el resentimiento, la ira, la venganza habitan. Si sientes que
puedes perdonar o perdonarte, quema el papel. Si sientes que aún no es el momento haz una
oración pidiéndole al Señor la gracia del perdón que te ha sido regalado antes de pedirlo, en
algún momento o etapa de tu vida en la que sientas que pudiste perdonar regresa a los papeles
que escribiste y quémalos, ellos estarán esperando por ti. Tómate el tiempo que necesites.
Recuerda lo más importante es sentir y gustar. Luego de ello apaga la vela y guárdala en tu
sobre. Si lograste quemar los papeles, guárdalos en una funda pequeña y colócala en tu sobre.

Para terminar

Escribe una oración de agradecimiento a Dios Padre que te llena con su misericordia. Dibuja
un signo que represente el abrazo del Padrara ti, guárdalo en tu sob
Día 5

Empiezo la oración predisponiendo el corazón como en el Día 1.

Te escucho, Señor…

Lc 15, 20-24: “Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando


todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente,
corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: "Padre, pequé
contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo". Pero el
padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo,
pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el
ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo
estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y
comenzó la fiesta.

El centro de la parábola la tiene la actitud del Padre, ante la ingratitud e infamia de su


hijo rebelde, esperó con paciencia que su hijo recapacitara; sin presionarlo ni
chantajearlo supo respetar su decisión asumiendo el costo: tristeza, preocupación,
dolor. Por su parte el hijo recuerda que en la casa de su padre jamás le hizo falta nada,
más aún tenía el cariño sincero y desinteresado de su familia. Fracasado y herido,
regresa y piensa pedir perdón, pero antes de pronunciar palabra el Padre se lanza a
acoger al hijo, el mayor regalo es el abrazo del perdón de un amor misericordioso y
compasivo.

Al ser acogido como hijo reconoce su verdad, la expresa y en lugar de recibir el


reproche y el castigo merecido, le visten con la mejor ropa que es la dignidad de ser
Hijo del Padre, con el anillo de pertenencia a la familia del amor sin límites, con las
sandalias de la protección y sostén de la casa paterna para que pueda vivir en paz desde
el amor. El proceso de reconciliación ha finalizado, por ello es momento de celebrar
que ha vuelto a la vida, ha sido reencontrado por el amor.

Esta parábola expresa el corazón del Evangelio, revela el misterio del corazón de Dios
como Padre que ama con todo su ser. Dios es amor, por tanto, su existencia consiste
en amar infinitamente. Nosotros aprendemos a amar con el tiempo, a partir de los
errores y aciertos, nos damos a los demás a pesar de las heridas que implica amar. Por
eso, Dios nos regala el tiempo para poder aprender a nuestro ritmo.

El perdón, la posibilidad de reconciliarnos, es la otra cara del amor. Sólo podemos amar
con el regalo del amor de Dios que nos permite perdonarnos, entregarnos,
compadecernos, sacrificarnos por los demás. Para eso hay que abandonar la culpa,

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atravesar el dolor, aprender del sufrimiento para que podamos amar como Dios nos
ama; en libertad, con respeto, desde nuestra verdad y belleza. En una relación que
siempre va a necesitar de la misericordia, el perdón y la paciencia.

Medita sobre tu capacidad de amar: ¿a quiénes necesitas perdonar? ¿a quiénes


necesitas pedir perdón? En este momento de sufrimiento y vulnerabilidad, ¿no
necesitas volver a la casa paterna (Dios)? ¿Dejarte abrazar por el amor de Dios? Te
invito a reconciliarte con el amor para que puedas amar más misericordiosamente.

Para terminar

¿A qué te sientes invitado/a?

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Día 6

Empiezo la oración predisponiendo el corazón como en el Día 1.

Te hablo Señor…

Gracias por este tiempo de encuentro, espacio de intimidad en el que nos miramos
con el corazón abierto Señor. Que es lo que quiero guardar en el corazón, que
necesita ser transformado por ti, como un amigo lo comparto contigo y lo escribo.
Guárdame contigo Señor.

Te agradezco Señor…

Doy gracias por este tiempo compartido, por lo vivido, por lo sentido.

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