Autobiografía Y Testimonio de La GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1975-2000)
Autobiografía Y Testimonio de La GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1975-2000)
Autobiografía Y Testimonio de La GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1975-2000)
AUTOBIOGRAFÍA Y TESTIMONIO DE LA
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AGRADECIMIENTOS
Esta tesis, supongo que como todas, tiene detrás a cuatro personas sin las cuales
nunca habría llegado a su término. La primera es Celia Fernández Prieto, cuyo carácter,
sentido común e ideas han hecho que la elaboración de la misma haya sido la tarea
intelectual más grata a la que me he enfrentado nunca. Las pocas o muchas aportaciones
que contenga esta investigación son suyas. La segunda es Lorenzo, al que agradezco su
domésticos y familiares. Los últimos son mis padres, que están hechos de dos palabras:
este trabajo y a Anna Caballé, Celia Fernández Prieto, Pozuelo Yvancos y Romera
Castillo, entre otros, por sus esfuerzos para situar el género en España en la categoría
Por último, ni este ni ningún estudio sobre autobiografías sería posible sin que
algunas personas hayan decidido poner su vida por escrito. A todos los autobiógrafos
les agradezco las muchas horas de placer estético e intelectual y de emociones que me
han regalado. Especialmente, a los cuatro que escribieron las obras que he investigado:
Pedro Laín Entralgo, José Manuel Caballero Bonald, Carlos Castilla del Pino y Jaime de
Armiñán.
3
Cuando la memoria de una serie de acontecimientos ya no se
4
ÍNDICE
METODOLÓGICAS………………………………………………………………8
1. CONCEPTOS DE MEMORIA………………………………………….......29
3. TESTIMONIO Y AUTOBIOGRAFÍA……………………………………..56
5
3.3 LA AUTOBIOGRAFÍA TESTIMONIAL EN ESPAÑA EN EL ÚLTIMO
4. CONCLUSIONES……………………………………………………………70
ESCRITURA………………………………………………………………….79
2. CONFESIÓN (AUTO)JUSTIFICATIVA………………………………….89
5. CONCLUSIONES...…………………………………………………………139
TESTIMONIO LITERARIO………………………………………………..143
6
2. NIÑO DE LA GUERRA…………………………………………………….166
4. ESPACIOS E IDENTIDAD………………………………………………....183
5. CONCLUSIONES…………………………………………………………....193
PINO………………………………………………………………………………..197
2. UN TESTIGO PRIVILEGIADO………………………………………......203
3. RETÓRICA DE LA VERACIDAD…………………………………….....227
3.2 ESTILO…………………………………………………………………..229
(PASADO Y PRESENTE)………………………………………………243
5. CONCLUSIONES………………………………………………………......253
7
CAPÍTULO 6. LA DULCE ESPAÑA: LA MEMORIA FAMILIAR DE
JAIME DE ARMIÑÁN……………………………………………………..257
DECEPCIÓN POLÍTICAS…………………………………………...275
AÑORANZA………………………………………………………….284
4. CONCLUSIONES………………………………………………………..309
CAPÍTULO 7. CONCLUSIONES………………………………………313
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………..321
1. BIBLIOGRAFÍA PRIMARIA…………………………………………...321
2. BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA……………………………………….325
8
CAPÍTULO 1. OBJETIVOS Y BASES TEÓRICO-
METODOLÓGICAS
índole del género a que pertenecen las memorias, donde el contenido quiere ser de
rigurosa verdad (…) pero cuya forma procura elaborar esa verdad literariamente, es
decir, confeccionarla de una manera creativa que algo añade, que algo modifica.
(el contenido quiere ser de rigurosa verdad) y por otro, la elaboración literaria de esa
dimensión (que algo añade, que algo modifica). En la primera parte de este capítulo se
hace un breve repaso del estado de las teorías autobiográficas que han intentado
conjugar ese carácter dual, con el propósito de enfocar los aspectos que creemos más
9
testimoniales objeto de esta investigación. En la segunda se fijan los objetivos del
de Lejeune1 puede servir de base para presentar los problemas teóricos de este tipo de
discurso: “relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia
(1994:61).
Desde que en los años cincuenta del siglo pasado Gusdorf (1991:9) planteó las
condiciones y los límites de la autobiografía, los estudios críticos sobre ella se han
retrospectivo en prosa” (-grafía), “vida individual” (-bio-) y “que una persona real
reconstrucción de una vida que lleva implícita la obra autobiográfica, de manera que el
bios concentró las indagaciones de los estudiosos, interesados en el aspecto histórico del
1
Esta definición apareció en Le pacte autobiographique, publicado en 1975.
10
género y en su fidelidad a los hechos. Así, según Weintraub (1991:21), al reunir los
de modo que los hechos quedan restablecidos como una unidad y adquieren un sentido
pasada se hace en función del sentido que desde el momento de la escritura se cree que
tiene. Esto ocurre porque el pasado adquiere significado en el presente, lo que, por otro
Por otra parte, la importancia del género nació en paralelo a la concepción del yo
como individualidad (un yo que se sabe diferente de todos los demás, de ahí que sea
Goethe el primero en escribir su propia vida presentada en armonía con la historia del
vivido, el género se convierte en uno de los métodos de conocimiento del yo. De esta
manera el enfoque de la crítica se deslizó del bios al autos (elemento que ya había
introducido Gusdorf), por lo que la relación entre el texto y la historia dejó paso a la
que se establece entre el texto y el sujeto. Como es este último el que elabora los hechos
2
“No soy como ninguno de cuantos he visto; me atrevo a creer que no soy como ninguno de cuantos
existen. Si no soy mejor, al menos soy distinto.” (Rousseau 1980:27)
11
convertirse el escritor no en un testigo fiel de los hechos sino en un ser en busca de una
identidad inasible, indecible, que se le escapa de las manos. Para Gusdorf (1991:15) hay
sobre una vida, adquiere una significación antropológica al convertirse en uno de los
la de una vida personal acabada, pues el ser humano se hace de continuo. Además, el
texto resultante es una obra de arte y, por tanto, la función poética es tan importante en
se ha dicho, el desarrollo del género vino de la mano del giro histórico hacia la
autobiografías publicadas en Europa desde el siglo XVI hasta el XX. Y así, en los
Essais (1580) de Montaigne, a pesar de los cambios y fluctuaciones del yo en los que se
12
insiste continuamente, el lector no tiene la impresión de encontrarse ante una
Montaigne tiene también presente algo universal, porque parte del hecho de que cada
que la certeza de la irrepetibilidad del yo aparece desde las primeras líneas de las
Confesiones (1782) de Rousseau y por eso el filósofo francés ocupa un lugar preminente
en la historia de la subjetividad.
radicalmente solo, inefable y que hace un esfuerzo ímprobo por expresar la soledad 3.
pueda alcanzar nunca provoca que la conciencia del individuo permanezca escindida
entre el yo que escribe y el descrito. Además, yendo y viniendo entre esos dos yoes, el
escritor se encuentra en cierto modo fuera de sí: moviéndose hacia el que era se aleja a
la vez del que es. De esta forma, del yo sufriente se escinde otro que observa y coloca
Roland Barthes par Roland Barthes (1975), niega la convención autobiográfica según la
3
En este sentido son elocuentes los títulos de los capítulos dedicados a Barthes y a Blanchot: “De la
dificultad de decir yo: Roland Barthes” y “La aniquilación del yo en el acto de escritura: Maurice
Blanchot”.
13
cual el yo del texto tiene un referente en la realidad. El autor francés parece seguir la
máxima de que “dans le champ du sujet, il n’y a pas de référent”, de manera que en
posmodernidad es tal vez el de la muerte del sujeto el más inquietante, pues parece
poner en tela de juicio eso de lo que más dependemos, la identidad de nuestro yo.”
en un artificio retórico que, lejos de reproducir una vida, lo que hace es desfigurarla.
Con estas ideas, argumentadas por Paul de Man en el artículo “La autobiografía como
grafé. Los problemas de carácter lingüístico en esta etapa vienen marcados por la
como mediador entre el sujeto y el texto. El lenguaje le sirve al autor para poder narrar
callado, tan mudo como los cuadros. El lenguaje, en tanto que tropo, es siempre
14
El lenguaje es despojador, porque, al mismo tiempo que da al autobiógrafo el poder
para “narrar” su vida, se lo quita pues adquiere una vida independiente de la voluntad
en un ser de ficción.
momento del lenguaje” (1985), plantea que la controversia entre si fue antes el lenguaje
como señala Pozuelo Yvancos (2006:64) cuando afirma que “la retórica es también una
apelación”, pues en todo hecho retórico hay un tú que fundamenta la forma persuasiva
que existe en prácticamente todo discurso autobiográfico. Son varios los críticos que
persona) se hace siempre por y para los otros. En este sentido, no basta considerar la
4
De Man (1991:116) se refiere a esta figura como “la ficción de un apóstrofe a una entidad ausente,
muerta o sin voz, por la cual se le confiere el poder de la palabra y se establece la posibilidad de que esta
entidad pueda replicar. La voz asume una boca, y un ojo, y finalmente una cara, en una cadena que queda
de manifiesto en la etimología del nombre del tropo, prosopon poien: conferir una máscara o un rostro
(prosopon).
15
relación del sujeto con el texto, sino que hay que abordar el nivel pragmático de este
en los “hechos” del pasado sino en la “elaboración” de los mismos que hace el escritor.
línea pragmática se sitúan los trabajos de Lejeune (1973, 1975, 1982 y 2004) y de
Bruss (1974 y 1976); esta última utiliza la clasificación de los actos de habla de Austin
fragmento del lenguaje y ciertos contextos, condiciones o intenciones; una pregunta, por
Bruss (1991:67) estableció tres reglas. que sustentan su fuerza ilocucionaria, porque
además de centrarse en las responsabilidades del autor, establecen también los derechos
de los lectores. Las tres reglas, resumidas, son las siguientes: 1ª. El autobiógrafo asume
texto; b) el individuo que aparece en la organización del texto se supone ser idéntico al
individuo al que se hace referencia a través del asunto del texto; c) se admite que la
16
Se considera que la información y los hechos relatados son, han sido o deben ser
verdaderos: a) se exige que sea tenido por verdadero lo que la autobiografía comunica;
de los años setenta del siglo pasado, aunque es su propuesta en “El pacto
ficción. Al ser textos referenciales, al igual que los discursos científicos o históricos,
testimoniales es más marcado que en otro tipo de autobiografías. Más adelante nos
ocuparemos de demostrar que incluso dentro de las obras estudiadas hay unas que
autobiografía. Este pacto va unido al referencial (Lejeune 1994:76) y apela a una prueba
de honestidad cuya fórmula es “Yo juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que
la verdad posible”, es decir, dejando márgenes para los olvidos, errores, deformaciones
involuntarias, etc. Eso sí, es indispensable que sea establecido y mantenido, aunque el
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resultado no sea del orden del parecido estricto. El pacto, que puede adoptar distintas
(1994:133) añade que el autobiógrafo incita al lector real a entrar en el juego, con lo que
parece que el acuerdo ha sido firmado por las dos partes. Posteriormente, el crítico
francés, a tenor de las críticas a la supuesta reciprocidad del pacto, matizó algunas de
pacto autobiográfico “hay una simple proposición que sólo compromete al autor: el
lector queda libre de leer o no, y sobre todo de leer como le apetezca.” (Lejeune
2004:162) Ahora bien, si lee, debe tener en cuenta esa propuesta para aceptarla,
Este enfoque también ha sido abordado por Derrida (1982), quien afirma que la
escucha; esto es, la oreja del otro firma por el autobiógrafo (Loureiro 1991b:7).
18
La referencialidad de la autobiografía, el pacto de veracidad y la teoría de Loureiro
presentada en el siguiente epígrafe son, como se explicará más adelante, las bases
La teoría literaria del género se movía entre dos corrientes críticas perfectamente
desarrollada por los teóricos de la deconstrucción (De Man, Derrida y Roland Barthes),
crea una identidad que no es previa al discurso. La segunda, que respaldan Lejeune y
Bruss entre otros, entiende que, si bien la autobiografía, como cualquier narración, lleva
manera que la identificación mediante el pacto de lectura del yo textual inmanente con
el yo que escribe compromete al autobiógrafo con la veracidad de los hechos que narra
y se admite que estos puedan ser sometidos a una prueba de verificación histórica.
desde distinto orden epistemológico. De ahí que abogue por el carácter híbrido de la
(Pozuelo Yvancos 2006:45). Este debate teórico penetró en los propios textos, como se
observa en el de Ayala citado al comienzo del capítulo o en Roland Barthes par Roland
Barthes (1975), L’écriture ou la vie (1994) de Jorge Semprún, Corre, Rocker (2000) de
19
Sabino Méndez, La costumbre de vivir (2001) y, en menor medida, Tiempo de guerras
Ángel G. Loureiro publicó en el año 2000 un libro indispensable para este trabajo
apenas atendido. Señala Loureiro (2000:ix) que las críticas que había hecho De Man a
género desde el punto de vista ético, perspectiva que permitía salir del atolladero en el
que se encontraban las discusiones entre las dos corrientes teóricas señaladas.
Afirma Loureiro (2000:xi) que, para Levinas, la ética es el dominio del otro y
sino que se origina como respuesta a y como una responsabilidad hacia el otro. Al
proponer que el otro antecede al sujeto, este queda desplazado de su posición central,
capacidades, pues sigue siendo una singularidad al no poder nadie responder por él. El
subtítulo del libro de Loureiro, “Replacing the subject”, alude precisamente al nuevo
lugar que asume tanto el sujeto de la autobiografía (el narrador) como el sujeto en la
2000:xii,xiii). En primer lugar, supone que el sujeto se constituye como una respuesta a
la llamada del otro, aunque en la escritura autobiográfica esa respuesta no puede ser
implica que uno no puede permanecer indiferente ante la petición del otro: la
20
compasión, la solidaridad, la generosidad y el sacrificio serían algunas de las
cualquier acuerdo legal o moral y obliga al sujeto más allá de esos convenios. La
autobiografía, plantea Loureiro (2000:24), como dicho (“as said”) se ocupa del pasado,
pero como decir (“as saying”) no solo se centra en el presente sino que también mira
firmar un texto autobiográfico un autor lleva a cabo una compleja operación que parece
cognitiva pero que, en realidad, es un gesto ético-político que implica una doble
responsabilidad. Por un lado, firmando, el yo responde ante el otro; y por otro, el texto
es un legado al otro, que no lo recibe simplemente, sino que lo tiene que co-firmar (“to
cosign”) y así “take responsability for it”6. El giro desde la consideración cognitiva del
género a una concepción que lo valore como una respuesta ética a los otros resuelve las
ahora englobados bajo los éticos, de ahí que, aunque la autobiografía fracase como
los demás:
5
Loureiro enlaza de este modo con la consideración derridiana de la autobiografía como “estructura
testamentaria” pues es “la oreja del otro” la que firma por el autobiógrafo. Solo cuando el otro lea lo que
se ha escrito para él, tendrá lugar la firma del autor. También Celia Fernández Prieto (2005:49) considera
que “Hay algo de epitafio en el texto autobiográfico, de despedida, de últimas palabras. (…) En este
sentido puede hablarse del carácter testamentario de algunas autobiografías.”
6
Celia Fernández Prieto (2004b:417) lo expresa de este modo: “narrar e interpretar la propia vida tiene
una fuerza ilocutiva y por tanto implica un destinatario al que persuadir, ante el que desplegar la
autorrepresentación y al que se le pide una respuesta activa y comprometida.”
21
will never achieve a representation of truth, it will nevertheless always present the
prueba de verificación y algunas pueden ser tomadas incluso como documentos. En este
existencia de ese pacto difícilmente tendrán los textos el valor testimonial que los
plantea que las dimensiones discursiva, retórica y ética de la autobiografía están tan
inextricablemente unidas que para acercarnos a ella de manera global, sin las
22
life but as an act that is at once discursive, intertextual, rhetorical, ethical and political”
Sobre este marco teórico nos proponemos trabajar con cuatro autobiografías que se
Bonald (1926), Pretérito imperfecto (1997) de Carlos Castilla del Pino (1922-2009) y
Las cuatro obras ofrecen un testimonio del acontecimiento histórico, político y social
más importante en la historia de España del siglo XX y que marcó de manera indeleble
Tres de los autores (Castilla del Pino, Caballero Bonald y Jaime de Armiñán) eran niños
en 1936; Laín Entralgo, sin embargo, era un adulto que participó activamente en uno de
los bandos. Hay que matizar que Caballero Bonald y Castilla del Pino dividieron su
casos también los segundos, La costumbre de vivir (2001) y Casa del olivo (2004)
respectivamente, en este trabajo solo se han analizado los primeros pues en ellos están
A pesar de que, como más adelante se verá, hay más obras que responden al reto
testimonial sobre la Guerra Civil, la selección del corpus se justifica porque las cuatro
originalidades que cada una presenta, que las convierten en autobiografías singulares.
23
Asimismo se ha delimitado el periodo de publicación de las autobiografías entre dos
fechas, 1975 y 2000. La primera obedece a razones históricas: con la muerte de Franco
y el fin de su dictadura empiezan a aparecer obras que no hubieran podido ver antes la
luz a causa de la censura, entre ellas las de los perdedores de la guerra, las víctimas que
Por otra parte, a partir del cambio de milenio surge de nuevo una eclosión de la
memoria, esta vez protagonizada no por los testigos directos de la contienda civil sino
por una tercera generación, la de los nietos de la guerra, que, sin apenas recuerdos
de la guerra civil en sendas autobiografías o memorias, que, por supuesto, han sido
memorias (1976) de Dionisio Ridruejo, Los hijos de los vencidos (1979) de Lidia
Falcón, Recuerdos y olvidos (1982) de Francisco Ayala, Una vida presente. V. 1 (1989)
7
Esta última se sale del periodo acotado pero también ha sido analizada. Además, habría que añadir
Homage to Catalonia (1938) de George Orwell, de un enorme valor testimonial.
24
siguientes autobiografías, referencias indiscutibles en este campo de trabajo: Si esto es
un hombre (1947) y Los hundidos y los salvados (1986) de Primo Levi, La escritura o
la vida (1994) y El largo viaje (2004) de Jorge Semprún o Sin destino (1975) de Imre
Kertész.
sentido estricto de modelos, de figuras o de estilos (ya lo han hecho en sendos trabajos
Anna Caballé (2004a), Celia Fernández Prieto (2004b) y José María Pozuelo Yvancos
(2006)), cabe establecer una línea continua en uno de cuyos extremos se sitúan las obras
en las que prima el componente testimonial, en las que el autobiógrafo pretende dar
cuenta lo más fielmente posible de los hechos históricos que ha vivido. Estaríamos ante
un modelo en el que el texto quiere valer como documento (testifical, histórico, etc.).
creación literaria de una identidad, de la construcción del yo. En este caso, el texto es no
hechos narrados), lo que ocurre en las autobiografías del primer modelo, sino una
relación entre el yo y el mismo texto. De ahí que en estas obras aparezca con frecuencia
8
En cierto modo, Anna Caballé (1995:115), ya lo había apuntado, pues, una vez que deja clara la tensión
que se establece en todo texto autobiográfico entre dos extremos (por un lado, la tendencia a la verdad y,
por otro, la búsqueda estética) distribuye las autobiografías por su posición ante estos extremos. Y así
establece que “partiendo de un hipotético centro de equilibrio todos tienden, con mayor o menor
intensidad hacia uno de dichos extremos: al arduo repaso de los datos que cabe esperar de un “curriculum
vitae” o bien la autobiografía tiende al lirismo, la experimentación y la fábula.”
25
teórico previamente trazado. En esta progresión pasaríamos por obras en las que el
para llegar a otras en las que difícilmente un juez encontraría fuerza probatoria, pues en
En este trabajo nos ha interesado uno de los extremos de esa línea, el de los
creación literaria de un yo, extremo en el que se colocan obras como Roland Barthes
par Roland Barthes (1975) o El niño republicano (1996) de Eduardo Haro Tecglen9.
este trabajo reside en la relevancia dada al testimonial, aspecto apenas abordado por la
los elementos clave para calificar estas obras de testimoniales ha sido el que los autores
hayan querido contar sus recuerdos para que los demás conozcan los hechos que
9
En las otras autobiografías testimoniales sobre la guerra civil mencionadas también se observa una
gradación que va desde las obras que se sustentan precisamente en el carácter testimonial (Homenaje a
Cataluña o Los hijos de los vencidos) hasta las que consideran el texto como un ejercicio retórico en el
que el componente testimonial queda diluido (Años de penitencia).
26
texto literario en Caballero Bonald, la construcción de un testigo fiable en Castilla del
obras con un esquema de trabajo parecido. En cada una se estudiarán, por tanto, los
aspectos que las hacen distintas y originales: las epicrisis de Descargo de conciencia, la
España.
primero corresponde a esta introducción, en la que se han expuesto las bases teórico-
dedicado, por un lado, a presentar los conceptos y las clases de memoria que van a ser
historia y las particularidades de esta relación en España. Por otro lado, se acotará el
pragmáticas que serán analizadas. En este parte se explicarán los rasgos que han sido
obras elegidas, ordenadas por fecha de publicación. En cada caso se seleccionan los
elementos que las caracterizan y las opciones retóricas que ha empleado cada narrador
formal del género, su riqueza y diversidad y justifica que no se utilicen los mismos
27
En el capítulo tercero, dedicado a Descargo de conciencia, se estudiarán con especial
detenimiento las epicrisis, la dramatización judicial a la que Laín Entralgo somete a sus
diferentes yoes para ofrecer al lector un pasado presentable que le permita seguir siendo
con los mismos mecanismos con los que se enfrenta a la ficción literaria. En el capítulo
vislumbran en una obra cuyo autor ha utilizado todos los recursos a su alcance para
dulce España, en el que Jaime de Armiñán, apoyado en los diarios de sus padres,
28
29
CAPÍTULO 2. MEMORIA Y TESTIMONIO
1. CONCEPTOS DE MEMORIA
recordar los hechos que hemos vivido o nos han contado. La segunda es la capacidad de
Si definimos la memoria como la capacidad que tienen los animales para adquirir,
hace tiempo que consiste en un conjunto de distintos sistemas que se manifiestan en los
y Tulving (1994), que distinguen entre un sistema a corto plazo (memoria operativa) y
30
1.1 MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA
memoria episódica es “la recuperación consciente del pasado personal” y, por tanto, esta
investigadores consideran que la memoria autobiográfica es una parte del contenido del
recuerdos que una persona tiene de su vida o, más exactamente, de las experiencias de
su vida”.
relaciones causa-efecto y para crear cierta coherencia en la historia, con lo que, en cierto
esquemas, se puede afirmar que los recuerdos autobiográficos no son exactos. En otras
original, sino que cada reconstrucción autobiográfica está determinada tanto por el
31
presente como por el futuro, en la imagen que cada uno quiera dejar de sí mismo; por lo
tanto, los contenidos de la memoria nunca son una copia literal de lo vivido sino el
sabida, y no sólo por los psicólogos sino por cualquiera que haya dedicado alguna
Los recuerdos que en nosotros yacen no están grabados sobre piedra; no sólo
tienden a borrarse con los años, sino que, con frecuencia, se modifican o incluso
describan del mismo modo y con las mismas palabras, aunque un suceso sea
reciente y ninguno de los dos tenga interés en deformarlo. Esta escasa fiabilidad de
inexactos en cuanto a los detalles, pueden ser muy precisos o fidedignos en cuanto a la
10
En un sentido muy parecido se manifiesta Anna Caballé (1995:114,115):”La memoria no es una
estructura mental inerte y repetitiva que devuelva, inmaculadas, las impresiones recibidas. Hay mucho de
inventivo, de creativo en su constitución” y “Los recuerdos crecen con los años (aunque el olvido
también), cambian de color y sufren severas desfiguraciones.”
También Halbwachs (2004:71) lo expresa de este modo: “el recuerdo es, en gran medida, una
reconstrucción del pasado con la ayuda de datos tomados del presente, y preparada de hecho con otras
reconstrucciones realizadas en épocas anteriores, por las que la imagen del pasado se ha visto ya muy
alterada.”
32
A pesar de las trampas que el imaginario tiende a la memoria, se puede afirmar
acontecimientos”, aunque añade que “esta transformación no se habrá dado más que en
exactitud. Según Lejeune (1994:76), el autor no jura decir la verdad y nada más que la
verdad en una fórmula total, sino restringida, como signo de honestidad, a “lo posible”:
promete decir la verdad tal como la recuerda, “dejando margen para los inevitables
veracidad al mismo.
Parece que la capacidad de memoria del ser humano es prácticamente ilimitada, pero
hay que disponer de “unas claves de recuperación” adecuadas que garanticen el rescate
33
nuevo Antonio Gamoneda (2009:236) explica de manera eficaz esta recuperación: “A
mi memoria y a estas memorias han venido recuerdos que no tenía; mejor dicho, que no
sabía que tenía. Han surgido engarzados con los que sí conservaba conscientemente.”
Escribiendo sus recuerdos, el poeta leonés ha dado con las claves de recuperación de
han tirado de otros, utilizando los dos, curiosamente, la misma metáfora de las cerezas
entrelazadas de un cesto11. Con un sentido idéntico utiliza Castilla del Pino (1997:12) la
tirador no es la magdalena sino su sabor). Pero también se puede conservar cierto objeto
forma que, como ocurre en el caso de Castilla del Pino (1997:10), el “tirador” active la
memoria voluntaria, la búsqueda de los recuerdos, pues como él mismo dice: “No me he
de selección pues es imposible contarlo todo, selección que lleva implícita una
11
“La memoria es canasta de cerezas. Se tira de un recuerdo y salen cinco a la rastra.” (Dionisio Ridruejo
2007: 88) y “…en la memoria surgen desordenadamente: unos tiran de otros, como las cerezas”
(Francisco Ayala 2006: 197)
12
Sobre el proceso de selección de la memoria afirma Todorov (2000:16): “la memoria, como tal, es
forzosamente una selección: algunos rasgos del suceso serán conservados, otros inmediata o
progresivamente marginados, y luego olvidados. Por ello resulta profundamente desconcertante cuando se
oye llamar “memoria” a la capacidad que tienen los ordenadores para conservar la información: a esta
última operación le falta un rasgo constitutivo de la memoria, esto es, la selección.”
34
mismo texto sobre lo que va o no a contar, sobre los aspectos de su biografía que le
interesa narrar y los que le interesa que permanezcan ocultos, o los que recuerda y los
que no, como por ejemplo Francisco Ayala (2006:27-29) en la Introducción a la primera
recuerdos: “Estas que he llamado señales, con otras de las que aún no he dicho nada y
declaraciones hechas por una persona con la que había tenido una relación sentimental,
se siente obligado a contar ese episodio autobiográfico que no tenía intención de sacar a
la luz pública. Hay una decisión por parte del autor a la hora de narrar o no un
recuerdo.
explicación. Algunas veces se deben a causas externas al propio autor, (como las
pudor: así lo ha manifestado Francisco Ayala (2006:30). En otros casos, como se verá
Un caso bien distinto es el de Jorge Semprún, quizá “el olvido voluntario” (expresión
35
(porque no parece posible), cuanto de dejarlo estar, de apartar el recuerdo del presente,
huir de una escritura que le obligaría a volver a él, que le supondría la muerte; de ahí la
vida. Él eligió la vida y solo muchos años después, decidió dar su testimonio sobre el
obras anteriores como en El largo viaje, publicada como una novela en 1963:
Tomé la decisión de no hablar más de aquel viaje. Por una parte, ya sabía que
eso no iba a ser posible para siempre. Pero, al menos, la única manera de salvarse
era guardar un largo periodo del silencio, Dios mío, años de silencio sobre aquel
viaje. Quizá más adelante, cuando ya nadie hable de estos viajes, quizás entonces
Hay que decir que, a lo largo de los años, algunos recuerdos me han asaltado en
ocasiones con perfecta precisión, surgiendo del olvido voluntario de este viaje, con
la pulida perfección de los diamantes que nada puede empañar. (2004:128) (Las
A pesar de estas intenciones, el narrador confiesa que se ha dado cuenta de que por
deber ético tiene que contar su experiencia y la de los que la compartieron con él.
puedo recordarlo todo. Ya puedo contar la historia de los niños judíos de Polonia,
no como una historia que me haya sucedido a mí particularmente, sino que les
sucedió ante todo a aquellos niños…Es decir, que ahora, tras estos largos años de
olvido voluntario, no sólo puedo ya contar la historia, sino que debo contarla.
36
de los niños judíos en nombre de los niños judíos. La historia de su muerte (…) en
En Ascona, pues, bajo un sol de invierno, decidí optar por el silencio rumoroso
radical, no cabía otra forma de proceder. Escogí el olvido, dispuse, sin demasiada
horror- y sin duda, el valor-de la experiencia del campo, todas las estratagemas, la
Excepto en este caso de “amnesia voluntaria”, está claro que, como dice Anna
Caballé (1995:117), el mecanismo del olvido no suele deberse a una decisión personal;
otra cosa distinta es la ocultación, que sí corresponde a la determinación del autor. Por
otro lado, los olvidos no pueden ser comprobados. Sin embargo, el silencio y la
Ahora bien, frente a las omisiones u ocultaciones, ¿es posible el reproche por parte
del lector? Pozuelo Yvancos (2006:44) equipara ciertos silencios a “un acto mendaz”,
pues el autor calla algo que debería decir. Hay que reconocer en el ejercicio
autobiográfico un acto de valentía que no todos los autores están dispuestos a llevar a
contar o no episodios que no dejan en buen lugar (sea en el aspecto ético, político o
social) al protagonista de los mismos es una elección personal del autor. Éticamente, no
37
como lectores del género, que admiramos a los autores que se arriesgan, que no se
información que allí aparece y para juzgarla según crea conveniente. El ser humano es
que se comprende mejor a sí mismo cuando descubre, también en los libros, que los
demás seres humanos son parecidos a él13. Una autobiografía sin fisuras no parece, no
ya veraz o verídica, ni siquiera verosímil. Por otra parte, hablar de los olvidos o
según Manzanero (2010:152), como “recuerdos sobre hechos con una valencia negativa
y alto impacto emocional” y se caracterizan por ser más exactas en lo central que en los
detalles porque
detalles periféricos, pero fuertes con respecto a los detalles centrales. Se produce
13
En una entrevista en la revista Mercurio (Nº 122, junio-julio 2010), Anna Caballé afirmaba que “A
todos nos interesa la vida de los otros porque es la única manera de tener un parámetro de referencia sobre
la propia.”
38
Sin embargo, algunos trabajos demuestran que los recuerdos traumáticos se
narrativa. Otros expertos, en cambio, aun encontrando diferencias entre las memorias
traumáticas y las no-traumáticas, afirman que las primeras no son tan “especiales”
En el lado opuesto, se han relacionado las memorias traumáticas con la amnesia por
posiciones clínicas, afirman que parte de las víctimas de un suceso traumático pueden
Manzanero (2010:152), parece más probable que las memorias traumáticas den lugar a
por la repercusión individual y/o social que implican, son recordados como si acabaran
de ocurrir, aparentando ser inmunes al deterioro producido por el paso del tiempo. Las
memorias vívidas no son más exactas que las memorias autobiográficas cotidianas a lo
largo del tiempo, pero sí presentan características diferentes, como la mayor confianza
esta manera:
vívidas que han demostrado ser muy exactas e inmunes al olvido en muchos de los
los recuerdos.
39
En todo caso, el impacto que los hechos traumáticos tiene sobre las personas
que, a largo plazo, los efectos dependerán no tanto de la gravedad de los hechos como
de las estrategias de afrontamiento, los apoyos sociales recibidos por las víctimas, su
Claro que no siempre esta terapia resulta tan eficaz como se podría esperar, como
liquidar de una vez por todas etapas dolorosas de mi propia existencia (la guerra
sido así. Muchos problemas que pensaba que quedarían resueltos se erigen una vez
más, por desgracia, ante mí mismo para advertirme, de pasada, que siguen ahí, tal
vez con mayor distanciamiento, pero nada más. Con la autobiografía pasa como
con las terapias en general: no existe la que creíamos la buena, la definitiva. Existe,
sin embargo, la mejor, que no es otra que la menos mala de todas. (Las cursivas
son mías)
40
1.2 MEMORIA COLECTIVA, MEMORIA CULTURAL
aislada pues, muchas veces, al evocar su pasado, el hombre necesita recurrir a los
recuerdos de los otros, remitiéndose, por tanto, a puntos de referencia exteriores a él,
ponemos de acuerdo con los demás. Otras veces, conocemos ciertos acontecimientos
por los periódicos, por las lecturas o por los testimonios de quienes estuvieron
directamente implicados en ellos, con lo que, cuando los evocamos, tenemos que tener
en cuenta también la memoria de los demás. Esta experiencia aparece expuesta por
De la contienda supe por lo que mis familiares me fueron contando poco a poco,
bombardeos, las huidas en las dos direcciones que permitían los frentes, a rastras
14
Castilla del Pino (1997:69) lo explica así: “Recuerdo una de estas representaciones con cierto detalle,
aunque es posible que con contaminaciones oídas a otros, mayores que yo, que también la presenciaron,
y que luego incorporé a mi memoria como vividos por mí.”
También Jaime de Armiñán (2000:44) se refiere a la misma experiencia: “No es que recuerde todos estos
detalles –lo cual sería casi imposible- sino que he oído contar tal historia en muchas ocasiones, unas
veces por María Luisa Arche y otras por Carmita Oliver.”
41
No hace falta haber asistido a unos hechos pues, según Halbwachs (2004:54) todos
llevamos “un bagaje de recuerdos históricos” de una memoria que no es la nuestra, que
podemos aumentar leyendo o conversando con los demás, por lo que en los recuerdos
como los recuerdos que guardamos de ellas (Ruiz-Vargas 2004a:193), pues una parte
para su historia, tendríamos que juntar todos los recuerdos parciales de sus miembros.
Así, continúa Halbwachs (2004:55), podemos suponer que los recuerdos tienen dos
formas de organizarse: la primera en torno a una persona determinada, que los ve desde
de una sociedad mayor o menor, de la que son imágenes parciales (memoria colectiva).
Hay una versión “fuerte” del concepto de memoria colectiva que, según Wertsch,
mencionado por Hans Lauge Hansen y Juan Carlos Cruz Suárez (2012:28), presupone la
existencia de una entidad colectiva parecida al sujeto individual que puede recordar y,
memoria colectiva puesto que con ese término nos referimos a la memoria de la gente
que no presenció un hecho, sino que le fue transmitido por crónicas familiares, la
conjugar el verbo recordar en plural a menos que nos refiramos a los que presenciaron
Rieff 2012:60).
42
Evidentemente las colectividades no “recuerdan” en sentido literal, no tienen
conocimientos del presente, de manera que los grupos sociales retienen en la memoria
colectiva aquellos aspectos del pasado que consideran relevantes para su identidad y/o
aspectos que han dejado de tener resonancia o podrían resultar de algún modo
grupo con toda legitimidad para expresarse en el espacio público y para reclamar sus
político” (Mercedes Yusta 2008:117). Esta memoria histórica debe ser protegida,
fomentada y explicada, “sin que por ello sea considerada como el único relato válido
Por último, Hans Lauge Hansen y Juan Carlos Cruz Suárez (2012:27), siguiendo a
José Colmeiro, utilizan como sinónimos los términos memoria colectiva y cultural para
hablar de un concepto más amplio que el de memoria histórica, porque además de esta,
grupo, de manera que se puede adoptar un punto de vista equidistante, como ha hecho
Wertsch (Hans Lauge Hansen y Juan Carlos Cruz Suárez 2012:28), quien considera la
43
colectivo con la facultad de recordar, sí sabemos, como defiende Halbwachs, que la
mayoría de los individuos afianza sus recuerdos en grupo y los transmiten unos a otros
dando lugar al surgimiento de otro tipo de memoria que logra que ciertas experiencias
como sinónimo) para referirnos, con un contenido más amplio que el de memoria
pero no se trata de algo estable, sino que está en constante proceso de selección, de
Aleida Assmann (2006:261) comienza su artículo “History, Memory and the Genre
pasado se ha vuelto más compleja y controvertida, entre otras razones por el continuo
impacto del Holocausto, “an event, both in history and in memory”. Después de repasar
44
la evolución en las relaciones entre memoria e historia15, Assmann (2006:264) llega a la
conclusión de que estas no deben ser consideradas rivales sino formas complementarias
from the inside, to evaluating the events of the past and to creating an ethical stance,
history is needed, as a view from the outside, to scrutinize and verify the remembered
events.”
Por su parte, Pierre Nora en Les lieux de mémoire (1984: XIX) había expuesto que
historiador trata de reconstruir lo que pudo haber sucedido y sobre todo, trata de integrar
acepta las informaciones que le convienen, mientras que la historia, que permanece, es
15
Assmann (2006:263) señala que antes de los años 80 del siglo pasado la memoria había tenido poco
prestigio entre los historiadores, al no ser considerada una fuente fidedigna. Fue a partir de 1989,
momento de la fundación por Saul Friedländer y Dan Diner de la revista académica History and Memory,
cuando se inició un productivo intercambio e incluso cierta fusión entre estas dos formas de
reconstrucción del pasado.
16
Maurice Halbwachs (2004:81-85) había establecido diferencias entre la memoria colectiva y la
historia, después de aclarar que la expresión “memoria histórica” no es muy afortunada, ya que asocia dos
términos que se oponen en más de un aspecto. La primera diferencia radica en que la memoria colectiva,
que tiene como soporte un grupo limitado en el espacio y en el tiempo, solo retiene del pasado lo que
queda vivo de él en la conciencia del grupo, de forma que esta memoria, en un desarrollo continuo en el
que no hay líneas de separación claramente trazadas, no va más allá de los límites de ese grupo. La
45
Quizás para apoyar la interrelación entre memoria e historia, Pierre Nora ha creado el
regreso reflexivo de la historia sobre ella misma, y otro propiamente histórico como es
el fin de una tradición de memoria. Estos dos movimientos se combinan para enviarnos
a la vez y con el mismo impulso a los instrumentos de base del trabajo histórico y a los
objetos más simbólicos de nuestra memoria. Los lugares de memoria nacen y viven del
sentimiento de que no hay memoria espontánea, de que hay que crear archivos,
humana o por el paso del tiempo se haya convertido en un elemento simbólico del
imágenes, discursos, signos visibles de algo que existió, como si este dossier cada vez
más grande se fuera a convertir en una prueba para utilizar en un tribunal de la historia.
Los lugares de la memoria formarían parte de una memoria cultural que, por otro
lado, puede sufrir manipulaciones por parte del poder y ser forzada e inculcada por
medio del adoctrinamiento y la propaganda como ocurre en las dictaduras, por ejemplo
historia, sin embargo, se sitúa fuera de los grupos y por encima de ellos y no duda en introducir en el
curso de los hechos divisiones que, asegura Halbwachs, se fijan de una vez para siempre.
46
países de Europa occidental (en cada uno de ellos por razones distintas), la necesidad de
ocuparse del pasado, de decidir dónde están las culpas y repararlas, ha dado lugar a que
la memoria haya pasado al primer plano. Esa expansión de la memoria ha sido, desde
los años 80 y especialmente desde la caída del muro de Berlín, tan avasalladora que
muchos historiadores y filósofos de la historia han llamado la atención sobre los riesgos
de su abuso y han protestado (sobre todo en Francia) contra la aprobación de las leyes
de memoria. Pierre Nora (Romrée de Vichenet 2009:236) declara a este respecto que se
opuso a la ley Gayssot, que en Francia prohíbe el negacionismo del Holocausto, porque
en una democracia, la historia no puede ser dictada por los legisladores ya que eso es lo
que precisamente ocurre en las dictaduras. Para Nora, si un hecho histórico se vuelve
memoria modesta de una cantidad de víctimas que querían que sus penas y sufrimientos
fueran tenidos en cuenta, a una memoria que se pretende dueña de la verdad histórica y
que está dispuesta incluso a querer cerrarles la boca a los mismos historiadores”
vigilancia contra los usos públicos de la historia porque, aseguran los historiadores, no
histórica. Pierre Nora comenta que, desde los años noventa del siglo pasado a la
derecho de la historia.
Asimismo en los últimos años han sido publicados distintos artículos y obras de
47
rememoración o el abuso de la memoria pueden, en algunos casos, evitar que miremos
historiadores como Todorov (2000), Santos Juliá (2005) o David Rieff (2012). Ricoeur
(2003:110) señala que de los tipos de abusos de la memoria (y del olvido 17) los más
peligrosos son los que se derivan de su manipulación concertada por quienes tienen el
la recurrencia continua a los recuerdos del horror y la violencia es buena para salir
adelante o si, por el contrario, esta reiteración de lo monstruoso paraliza el avance social
y no da lugar más que a odios y conflictos que no acaban de enterrarse. Para este
reparación de la memoria de las víctimas pero también por un “imperativo moral del
Unos años antes, Todorov (2000:16) defendía que memoria y olvido no son
antónimos sino que los términos contrapuestos son supresión (el olvido) y conservación
17
Santos Juliá (2005:351) también expone que la posibilidad de recordar remite al otro lado de la
memoria, al olvido, con lo que, por la misma razón que es posible una política de la memoria, lo es
también una política del olvido.
18
David Rieff utiliza en este libro como sinónimos los términos memoria histórica y memoria colectiva.
19
“Fue justamente Auschwitz lo que dio origen a la expresión “deber de memoria””. (Pierre Nora en
Romrée de Vichenet 2004:234).
48
tanto, el papel que el pasado debe desempeñar en el presente es un asunto complejo
modo de hacerla estéril. Por eso, una vez recuperado el pasado, a lo que todos tienen
derecho, hay que plantearse para qué puede servir y con qué fin.
aunque las posturas no están tan encontradas como a simple vista parecen. Cuando
David Rieff (2012:116) del “imperativo moral del olvido”, aunque parezca una
contradicción, están hablando de algo parecido. Ninguno de los dos niega la importancia
utilización. Todorov (2000:30) aboga por su uso ejemplar, que permite extraer una
lección de los hechos pasados para utilizarla en los presentes y futuros, frente al uso
literal que tendría efectos paralizantes sobre el presente20. David Rieff (2010:96)
reconoce que una sociedad no puede estar desprovista de memoria y que “no rendir
Yerushalmi (Santos Juliá 2010b) sostiene que tan patológico es no tener memoria como
perder capacidad de olvidar y que el culto a la memoria sin más finalidad que la
20
Todorov (2000:30-33) distingue entre dos formas de reminiscencia, de forma que el acontecimiento
recuperado puede ser leído de manera literal y o de manera ejemplar. La primera supone que el suceso
(alguno doloroso del pasado de una persona o del grupo a que pertenece) es preservado en su literalidad,
permaneciendo intransitivo y no conduciendo más allá de sí mismo. La segunda, la ejemplar, consiste en,
sin negar la singularidad del suceso, considerarlo como una manifestación de una categoría más general, y
servirse de él como de un modelo para comprender situaciones nuevas. Al abrir el recuerdo a la analogía
y a la generalización, se construye un exemplum y se extrae una lección. La diferencia en una primera
aproximación es que el uso literal, que convierte en insuperable el acontecimiento, desemboca en el
sometimiento del presente al pasado mientras que el uso ejemplar permite usar el pasado con vistas al
presente.
49
autocompasión es estéril. También Paul Ricoeur (2003:650) abunda en esta idea cuando
propios hasta el punto de volverse ciega y sorda a los sufrimientos de las otras
comunidades.
frontera entre amnistía y amnesia (más adelante se hablará de ello), tenemos que apelar
ocultar el mal, sino la de expresarlo de forma sosegada, sin cólera. Por otro lado, el
para asegurarnos de que algo, en muchos casos espantoso, les sucedió. Hay que
reivindicar, por tanto, aunque sea difícil y complicado, una “política de la justa
21
memoria” de la que habla Ricoeur (2003:13) , o lo que es lo mismo: que tanto la
21
La cita completa de Paul Ricoeur es la siguiente : “Preocupación pública: me quedo perplejo por el
inquietante espectáculo que dan el exceso de memoria aquí, el exceso de olvido allá, por no hablar de la
influencia de las conmemoraciones y de los abusos de la memoria –y de olvido-. En este sentido, la idea
de una política de la justa memoria es uno de mis temas cívicos reconocidos.”
50
2. LA MEMORIA CULTURAL EN ESPAÑA
propias porque, a diferencia de las guerras de otros países europeos, la nuestra fue un
enfrentamiento civil22, a lo que hay que añadir una dictadura y una transición pactada,
que dejó deudas pendientes que reconocer y satisfacer. Señala Todorov (2000:15) que el
aprecio por la memoria y la consiguiente recriminación del olvido se han extendido más
allá del contexto en el que nacieron (la lucha contra la supresión de la memoria que han
que viene sucediendo en España desde los últimos años del siglo pasado cuando de un
consenso prácticamente general con respecto a la amnistía del 77 se pasó al debate sobre
Para comprender este cambio hay que hacer un repaso a los diferentes periodos por los
que, desde la muerte de Franco hasta la actualidad, han pasado las complejas relaciones
como “pacto de olvido o de silencio”. Este primer periodo iría desde la muerte de
Franco hasta los años 90 y en él predominó la teoría de Yerushalmi (Santos Juliá 2010b)
de que la memoria se expresa también por la capacidad de olvido. Según Santos Juliá
22
Antonio Rabinad (2000:386) comenta: “Todas las guerras son injustas, salvajes y estúpidas, pero las
guerras civiles, es decir aquellas en que media población se dedica a asesinar a la otra media, son las más
crueles, las más estúpidas e injustas de todas.”
51
(2010b), esta etapa fue aprovechada por los historiadores para investigar sobre nuestro
pasado atendiendo a la complejidad de todos los elementos, sin ocultar nada, estudiando
archivos, documentos, periódicos… Esta mirada histórica dio curso a una pluralidad de
instituciones públicas, principalmente partidos políticos, por el que se hacía una especie
de “borrón y cuenta nueva” sobre lo que había ocurrido durante la guerra y la dictadura.
La amnistía de 1977 sería un ejemplo de este pacto, aunque esta figura jurídica plantee
también polémica como sostiene Ricoeur (2003:587-588), que habla de ella como de un
“olvido impuesto o institucional”, útil para poner fin a graves desórdenes políticos que
afectan a la paz social, entre ellos guerras civiles, episodios revolucionarios o cambios
expresión testificativa y a decir que nada pasó.” Por tanto, se pregunta Ricoeur
pueden ayudar a prevenir en el futuro los errores del pasado y condenar a las memorias
de las víctimas a una oculta vida malsana; la amnistía es un recurso que sirve de terapia
embargo, Santos Juliá sostiene que ninguno de los partidos políticos de la Transición
franquista, pero aprobaron la Ley de amnistía porque no querían utilizar el pasado como
23
En 2003 Santos Juliá ya había publicado “Echar al olvido: memoria y amnistía en la transición” en
Claves de razón práctica, n º 129, 2003, pp. 14-24.
52
el historiador pues “sabían lo que hacían e hicieron lo que debían”. También Aguilar
Fernández (2008:281-283) señala que, durante la Transición, entre las fuerzas políticas
que todos consideraban la guerra civil como una tragedia colectiva en la que ambos
silencio fue muy relativo; no hay más que tirar de hemerotecas y de bibliotecas para
con el objetivo de no debía repetirse jamás (Juliá 2005:354); es decir, se plasmó el uso
superar las diferencias, incluso los odios, por no haberse echado en cara el pasado unos
a otros, por no perseguir un ajuste de cuentas con el franquismo y por haber buscado
1981.
el pasado empieza a formar parte del debate político como instrumento en las campañas
electorales, con las acusaciones de pasado franquista que el PSOE hacía al PP.
gobernaba con mayoría absoluta desde el año 2000. El PSOE consiguió que en 2002 el
53
la violencia para cambiar el sistema político. También se propone una reparación y
reconocimiento a todas las víctimas. Este fue el último acuerdo institucional entre los
partidos políticos pues, desde entonces, el conflicto sobre el pasado continúa en la vida
política española.
Memoria, nacido en 2003. Al llegar al poder en 2004, el PSOE apoyó estas iniciativas
que intentaban conocer la verdad de lo que pasó y promover lo que Aguilar Fernández
Memoria Histórica24 que ha permitido, por ejemplo, exhumar algunos cadáveres de las
fosas comunes. También entre los intelectuales hay un cuestionamiento del modo de
2009 con las que justifica que los recuerdos de La costumbre de vivir acaben
remedio por razones de prudencia o de pacificación del país, pero yo creo que hizo
falta un tribunal que juzgara los crímenes del franquismo, y eso no se hizo. (…) Y
la verdad es que me cuesta mucho trabajo revisar, plantear todo eso en ese tercer
tomo posible de las memorias, más que nada porque sería muy complicado volver a
analizar los pros y los contras de aquellos terribles cinco o seis años, del paso tan
24
A este propósito es preciso recordar las opiniones, recogidas en el epígrafe anterior, de algunos
historiadores sobre las leyes de memoria histórica en Francia y la de Pierre Nora sobre la legislación de
la historia.
54
Aunque en ningún momento haya desaparecido el interés por la Guerra Civil, es
cierto que ha rebrotado en los primeros años del siglo XXI, por la aparición, como ya se
se enfrenta a la historia española reciente sin los miedos de sus antepasados y con el
deseo de saber qué ocurrió verdaderamente y cómo se puede reparar el daño ocasionado
permanecido ajeno a la polémica como lo demuestran los procesos abiertos por el juez
Garzón y las posteriores querellas que contra él presentaron, entre otros, el Colectivo
Manos Limpias.
Hans Lauge Hansen y Juan Carlos Cruz Suárez (2012:35) consideran que el interés
Por otra parte, quizá este afán por la recuperación de la memoria colectiva, tanto o
más que a razones específicamente internas, se deba a los cambios en las condiciones de
vida en las sociedades tardomodernas, pues, al erradicarse las bases sociales de las
las estructuras del modernismo industrial (la fábrica, el sindicato…), el individuo tiene
que cimentar una identidad propia a través de la construcción narrativa del pasado
55
El contexto que se acaba de trazar explica la eclosión de la autobiografía testimonial
sobre la guerra civil a partir de los años 9025, a la que me referiré más adelante. Los
autobiógrafos encuentran en esos años un auditorio formado por los nietos de la guerra
que cuestionan el mal llamado pacto de olvido y que están sensibilizados para escuchar
y leer versiones distintas a las que les habían contado. De esta manera, el emisor, que
películas) que han tenido una amplia repercusión mediática, lo que demuestra que en la
del franquismo27.
25
A las tres autobiografías de ese periodo que se investigarán se unen Una vida presente. V. 1 (1989) de
Julián Marías, El tiempo amarillo (1990) de Fernando Fernán Gómez, El niño republicano (1996) de
Eduardo Haro Tecglen, El hombre indigno (2000) de Antonio Rabinad y Un armario lleno de sombra
(2009) de Antonio Gamoneda.
26
A estas dos obras se pueden añadir: La mula (2003) de Juan Eslava Galán, Los girasoles ciegos (2004)
de Alberto Méndez, El vano ayer (2004) y ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007) de Isaac
Rosa, La noche de los tiempos (2009) de Antonio Muñoz Molina, Mañana no será lo que Dios quiera
(2009) de Luis García Montero, Ayer no más (2012) de Andrés Trapiello, las tres novelas de Almudena
Grandes que forman parte de “Episodios de una guerra interminable”: Inés y la alegría (2010), El lector
de Julio Verne (2012) y Las tres bodas de Manolita (2014) …
27
Hay algunos estudios sobre la utilización de “lieux de mémoire” en alguna de las novelas o
autoficciones sobre la guerra civil. Por ejemplo, Gero Arnscheidt (2006:39-40) ha analizado los usos e
invenciones de los lugares de memoria en la narrativa de Antonio Muñoz Molina, en cuyas obras
aparecen lugares materiales ampliamente reconocidos o al menos fácilmente reconocibles por la mayoría
de los lectores (por ejemplo, el edificio de la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol). Por
otro lado, Amscheidt menciona también la “construcción” de enclaves que adquieren el “aura
symbolique” necesaria para convertirse en lugares de memoria de toda la sociedad, como la localidad de
Mágina o su Plaza, que coincide con la imagen generalizada de cualquier pueblo de la España profunda,
que el lector puede reconocer sin esfuerzo.
56
3. TESTIMONIO Y AUTOBIOGRAFÍA
jurídico, histórico y autobiográfico con un vínculo entre ellos, pero a la vez con unas
En el ámbito jurídico, la palabra testimonio designa una de las formas que acreditan
fin de convencer al juez de su verdad o falsedad. Hay en este concepto tres elementos
Las pruebas judiciales que sirven para comprobar la verdad, pueden ser de dos tipos,
atendiendo al medio que se utiliza para lograr la convicción del juez: personales (la
persona física que sin ser parte en un proceso comparece ante el órgano jurisdiccional a
prestar declaración contestando a las preguntas que el Juez le formule sobre hechos de
proceso” porque establece algunas diferencias (de las que se hablará en el capítulo
Por ejemplo, el valor probatorio de las obras de Dionisio Ridruejo o de Laín Entralgo no
57
sería el mismo que el de otros autores, pues aquellos fueron parte de los hechos que
una de las partes declara ante el Juez. En sentido literario también podría aplicarse el
ella. La obra autobiográfica de Dionisio Ridruejo, Casi unas memorias (1996), plantea
tantos problemas editoriales que se convierte en tarea imposible dilucidar cuál fue su
propósito final28.
razón de ciencia que hubieran dado, las circunstancias que en ellos concurran y, en
su caso, las tachas formuladas y los resultados de la prueba que sobre éstas se
hubiere practicado.
Este artículo es válido para el ámbito del derecho civil. En el derecho penal, el
principio que rige es el de la libre valoración de la prueba por parte del juzgador como
28
Aunque ya había firmado un contrato con la editorial Planeta para publicarla, Ridruejo murió sin
terminar de preparar su obra autobiográfica. Para la primera edición (octubre de 1976), un antiguo
colaborador suyo se encargó de ordenar cronológicamente todos los escritos (artículos, cartas, diarios,
entrevistas…) que pudieran ofrecer una imagen del autor lo más exhaustiva posible. En 2007, Jordi Amat
prepara para Península una nueva edición (la manejada en este trabajo) en la que reordena los materiales e
incluye un relato de infancia que abrió su libro de ensayo Escrito en España, sesenta y ocho de los
artículos que publicó en Destino en los primeros años setenta y un apéndice documental. El título es, por
tanto, muy acertado.
El propio Ridruejo (2007:160) comenta con gran honestidad estos avatares: “Algunos amigos me
animan a continuar la escritura de mis recuerdos, aconsejándome que me incline hacia el lado más
político de mi vida y de mis relaciones. Sin embargo, ellos saben tan bien como yo que, en ese aspecto,
mis rememoraciones tendrían que ser, por ahora, incompletas y, por lo tanto, aunque veraces, no
suficientemente equilibradas. Procuraré, como hasta ahora he venido haciendo, esquivar el riesgo
enunciado en un viejo apólogo, de permitir que la media verdad pueda traducirse en mentira, lo que
exigirá que esta avanzadilla de mis memorias siga siendo relato a saltos y no historia continua. Y dicho
esto al lector, sigo adelante.”
58
se recoge en el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim), que no
juicio, las razones expuestas por la acusación y la defensa y lo manifestado por los
mismos procesados, dictará sentencia dentro del término fijado en esta Ley”. Este
principio no significa que el juez no tenga limitaciones sino que debe apreciar las
declaraciones testificales “según las reglas del criterio racional”29, como dicta el artículo
717 de LECrim. Es decir, las reglas de la lógica, “la sana crítica” de la que habla el
Código Civil.
En La verdad y las formas jurídicas, Foucault explica cuáles han sido las formas
históricas de la prueba de la verdad y para ello hace un recorrido por las aportaciones de
Imperio Romano durante varios siglos pero resurge en la Baja Edad Media, en una
representantes del rey tenían que solucionar un problema relacionado con el derecho,
con el poder, con los impuestos o con las costumbres. Para investigar sobre la verdad
los títulos de propiedad, las reunía, hacía que jurasen decir la verdad, les
29
El artículo 717 dice lo siguiente: “Las declaraciones de las Autoridades y funcionarios de policía
judicial tendrán el valor de declaraciones testificales, apreciables como éstas según las reglas del criterio
racional.”
59
preguntaba qué conocían, qué habían visto o qué sabían de oídas, y seguidamente
las dejaba a solas para que deliberasen. En este sistema, para determinar la verdad
el poder se dirige a los notables, personas que considera capaces de saber debido a
Una práctica parecida, llamada visitatio, fue utilizada por la Iglesia medieval, aunque,
procuraba averiguar lo que había ocurrido “a través de los testimonios de personas que,
por una razón u otra –por su sabiduría o por el hecho de haber presenciado el
Así pues, el testimonio era dado por personas dotadas de algún tipo de autoridad. En
la actualidad una de las acepciones que incluye el DRAE del término autoridad es la de
“prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por
de los autobiógrafos actuales viene dada por distintas razones, entre las que destacan su
prestigio intelectual (Carlos Castilla del Pino, Laín Entralgo, Francisco Ayala, Julián
Carlos Barral, Antonio Rabinad, George Orwell, Juan Goytisolo, Ramón Gómez de la
Lidia Falcón…) Alguno de los autores anteriores son autoridades por varias razones a
la vez (George Orwell o Semprún). Hay, también, otro motivo esencial en el caso
60
concreto de las autobiografías testimoniales: la autoridad moral de los supervivientes de
experiencias históricas atroces (Primo Levi, Kerstec, Jorge Semprún…) que, una vez
superadas las situaciones límites que vivieron, optaron por asumir voluntariamente un
compromiso moral que, entre otras razones, les llevó a escribir sobre sus experiencias.
pregunta sobre la fiabilidad del mismo, ya que es evidente que la sospecha aparece en
se apoya en las estrategias que este use para erigirse en autoridad. Una vez establecida
acoplamiento procede la fórmula tipo del testimonio, “yo estaba allí”, con la que se
testifica a la vez la realidad de la cosa pasada y la presencia del narrador en los lugares
30
Pierre Nora, en la entrevista de Romrée de Vichenet (2009:232) explica que la figura del testigo
empieza a ser valorada a raíz de las palabras de Goethe sobre la batalla de Valmy en el libro Campaña
61
tercero frente a los protagonistas de la acción, con lo que esta estructura dialogal resalta
el aspecto fiduciario de la figura: el testigo pide ser creído. Asimismo, hay una
ante cualquiera que le pida cuenta de ellas. En este sentido, la escritura autobiográfica es
transición entre la memoria y la historia y así lo utiliza Jorge Martínez Reverte, como
que recopila testimonios orales de hombres y mujeres nacidos en la década de los años
su juventud31.
estas lo que hay que transmitir “es la experiencia de la inhumanidad sin punto de
comparación con la experiencia del hombre ordinario.” Según Ricoeur, “para acoger un
de Francia. Cerco de Maguncia: “Usted podrá decir “Yo estuve”, o lo que es lo mismo, “no crea usted
que está viviendo un hecho anodino; está viviendo una batalla de gran importancia histórica”. A partir de
entonces, continua Nora, el testigo se transformó en alguien que conserva la memoria viva para hablar de
los acontecimientos históricos, aunque el valor de esta figura no sea decisivo.
31
Sus obras posteriores como La batalla del Ebro (2003), La batalla de Madrid (2004) y La caída de
Cataluña (2006) también han sido documentadas con diarios, cuadernos de notas, memorias y testimonios
orales que el autor ha ido reuniendo a lo largo de los años.
62
Cabría pasarse horas testimoniando acerca del horror cotidiano sin llegar a rozar lo
Auschwitz, los textos de Primo Levi, de Semprún, Kertész y tantos otros demuestran
que, de una manera u otra, estas experiencias se comunican. No importa que, como
de contar el horror y que los demás lo conozcan. El cómo contarlo forma parte del
Por ello, este libro mío, por lo que se refiere a detalles atroces, no añade nada a lo
ya sabido por los lectores de todo el mundo sobre el inquietante asunto de los
sino más bien proporcionar documentación para un estudio sereno de los aspectos
del alma humana. (…) La necesidad de hablar a “los demás”, de hacer que “los
que rivalizaba con nuestras demás necesidades más elementales; este libro lo
a que tuve suerte. (…) Quizás también me haya ayudado mi interés, que nunca
63
sino de sobrevivir con el fin preciso de relatar las cosas a las que habíamos
asistido y que habíamos soportado. (Primo Levi, 1995b: 211) (Las cursivas son
Esta reflexión de Primo Levi sirve para introducir el concepto de testimonio en las
experiencias de las que los autores se consideran, por distintas razones, protagonistas o
dejar testimonio de los acontecimientos históricos o públicos que el autor vio y vivió en
primera persona, que no solo le afectaron a él sino a toda la sociedad. A esta pulsión
responden las obras que relatan las vivencias traumáticas que han experimentado los
32
En palabras de Anna Caballé (2004b:11): “La autobiografía viene alimentada, en su origen, por esa
fuerza testimonial de quien quiere comunicar a otros la singularidad de una experiencia tan propia como
expresable (…), por más que historiadores o teóricos de la literatura hayan hecho de la desconfianza ante
el género una especie de carta magna.”
33
Basten estos dos ejemplos: “Por otra parte, el transcurso del tiempo está provocando otros efectos
históricamente negativos. La mayor parte de los testigos, de la defensa y de la acusación, han
desaparecido ya. Los que quedan y todavía están dispuestos a dar testimonio (superando sus
remordimientos o sus heridas), tienen recuerdos cada vez más borrosos y distorsionados.” (Primo Levi
1995b:18)
“Cabría pasarse horas testimoniando acerca del horror cotidiano sin llegar a rozar lo esencial de la
experiencia del campo. Incluso si se hubiera testimoniado con una precisión absoluta, con una objetividad
omnipresente –por definición vedada al testigo individual-, incluso en ese caso podría no acertar en lo
esencial.” (Jorge Semprún 1997:103)
64
(2004b:11), que la especificación testimonial puede ser aplicada a otras autobiografías
compromiso moral en los relatos del holocausto judío y que se rechace este
compromiso en todos los demás casos (…). Es decir, que no pueda hablarse (sin
pecar de ingenuidad) del valor testimonial que ofrecen textos como Amor y exilio
imperfecto de Carlos Castilla del Pino. Son relatos radicalmente distintos entre sí
A este fin esencial cada autobiógrafo añade otros: que no se repita lo que él vivió, que
no se olviden los hechos pues el paso del tiempo hace mella en la memoria colectiva,
adquiere, además, una resonancia pública, porque el autobiógrafo no habla solo por él,
sino por la colectividad que sufrió los mismos hechos o parecidos (es importante el uso
de la primera del plural en los verbos de las dos últimas líneas del texto de Primo Levi
utilizado para terminar el epígrafe anterior). Por tanto, a través del testimonio individual
Ahora bien, el testimonio solo es eficaz si logra ser creído, si genera confianza en la
distintas, que irán desde las que manifiestan una seguridad indudable en la
65
capacidad memorística del autobiógrafo hasta las que advierten sobre olvidos,
descuidos, etc.
repetirse.
señala Assmann (2006:269), al hablar de los testimonios del Holocausto, hay que
distinguir entre los testigos que sufrieron directamente la persecución, a los que Avishai
Margalit llamó “moral witness”, de los que escuchan ese testimonio con empatía y
Añade Assmann (2006:269) que “The Holocaust witness (…) depends on these
secondary witness who understand the historic significance of the testimony and make it
public.” En este caso hay una apelación a la humanidad en general, que se constituye
ella misma en una comunidad moral porque, concluye Assmann (2006:271), “testimony
arriba señalado.
demuestran las razones del éxito de la impostura de Enric Marco que expone Javier
Cercas (2014:42):
66
Porque lo cierto es que es difícil resistirse a pensar que determinadas flaquezas
a poner en duda la autoridad del testigo: la cesión pusilánime a este doble soborno
proceso civil o penal, ya que es quien debe aplicar las reglas de la "sana crítica" para
apreciar la fuerza probatoria del relato. Este tipo de autobiografía se sitúa por tanto
justificación, el lector puede actuar como un juez y admitir o no (o solo en parte) las
razones ofrecidas para justificar tal o cual comportamiento. Por lo tanto, el pacto
autobiografías en las que la verdad fáctica ocupa menos espacio. Nada de esto se opone
34
Enric Marco fingió durante casi treinta años haber sobrevivido a un campo de concentración nazi,
pronunció centenares de conferencias sobre su “experiencia” del nazismo, recibió condecoraciones y
honores y presidió la Amical Mauthausen, asociación que reúne a los antiguos deportados españoles en
los campos de concentración. Incluso pocos meses antes del descubrimiento de su farsa había conmovido
a todo el mundo con un discurso en el Parlamento español. A la biografía “real” de esta figura dedica
Javier Cercas su última obra: El impostor.
35
Una consecuencia de la consideración de las autobiografías como textos referenciales es lo que Castilla
del Pino llamó el “eco autobiográfico”, del que se hablará más adelante.
67
como Carlos Barral, Caballero Bonald, Antonio Rabinad o Gamoneda36. Los lectores no
de los hechos que se hacen según pasa el tiempo. Como afirma Loureiro (2000:29), “la
limitación discursiva resulta no solo del aplazamiento temporal entre el pasado de una
compatible con la responsabilidad del autor ante el lector y con la intención ética de
contar lo que se ha visto y oído, de narrar las experiencias con una exigencia de verdad.
XIX, podemos afirmar que la guerra civil ha sido el motivo fundamental de las obras
más importantes que ha dado la escritura autobiográfica en los últimos años del siglo
Mencionan Hans Lauge Hansen y Juan Carlos Cruz Suárez (2012:32) a Rothberg
como creador de un término (disparadores) para indicar ciertos hechos que originan un
36
Alguno de ellos reconocen en sus autobiografías que han utilizado sus vivencias en sus obras literarias:
“Estas que he llamado señales, con otras de las que aún no he dicho nada y no sé si lo voy a decir,
llegaron insistentemente a mi percepción primaria. De parte de ellas he dado cuenta en otros libros.”
Antonio Gamoneda (2009:56)
También Carlos Barral (1990:43) se expresa del mismo modo: “…montado en un gran perro de peluche
con ruedas, como cuentas en un poema que sigues convencido que se basa en un recuerdo verdadero.”
Antonio Rabinad (2000) en el título del capítulo “Antecedentes” de El hombre indigno, ha añadido “o lo
que no conté en El niño asombrado”
El mismo tipo de comentarios hace Caballero Bonald y se estudiarán en el capítulo dedicado a Tiempo de
guerras perdidas.
68
cambio en la cultura de la memoria. El disparador que sirve como punto de partida a la
posguerra. Los textos autobiográficos más madrugadores, por razones distintas en cada
caso, fueron Carlos Barral (1975), Laín Entralgo (1976) y Dionisio Ridruejo (1976).
Posteriormente, aparecieron los de Juan Gil-Albert (1977), María Teresa León (1977)37,
Lidia Falcón (1979), César González-Ruano (1979), Rosa Chacel (1981), Francisco
Ayala (1982), Francisco Umbral (1982)38, Juan Goytisolo (1985), Salvador Pániker
(1985), Rafael Alberti (1987), Julián Marías (1988-1989), María Zambrano (1989),
Fernando Fernán Gómez (1990), Terenci Moix (1990), Eduardo Haro Tecglen (1996),
Entre las causas de este auge autobiográfico, podemos hablar, en primer lugar, de la
necesidad, por parte de los perdedores, de verbalizar el sufrimiento que durante tantos
años tuvieron que soportar en silencio. A diferencia de los supervivientes del genocidio
nazi, que, como ya hemos señalado en el caso de Primo Levi, utilizaron la escritura
la guerra y de la represión franquista tuvieron que callar durante casi cuarenta años para
vencedores, que incluso abusaron de su derecho a llorar y a honrar a sus “caídos”. Los
37
María Teresa León había publicado sus Memorias de la melancolía en 1970 en Buenos Aires, en la
editorial Losada. En España fueron apareciendo ediciones a partir del año 1977.
38
Umbral publicó libros de memorias desde 1972 (Memorias de un niño de derechas) hasta 1982 (El hijo
de Greta Garbo) y algunos títulos de novelas en los que aparece la palabra memorias: 1940. Memorias de
un joven fascista (1993) y Los cuerpos gloriosos: memorias y semblanzas (1996).
39
En esta relación, son de obligada referencia los trabajos del profesor Romera Castillo (1991,1993 y
2006) en los que ofrece cumplidos repertorios de los textos autobiográficos (memorias, diarios,
autobiografías…) publicados en España en el último cuarto del siglo XX.
69
vencidos tuvieron que ocultar su dolor y sus ideas y autoimponerse el más férreo de los
duelo y de la superación de los horrores que vivieron. Basten para atestiguarlo estos dos
textos de Lidia Falcón (1979:14 y 20) cuyas palabras expresan con verdadera angustia y
escuchas casi imposibles de radio Moscú, (…) las carreras desesperadas por el
pasillo de la casa para acudir a tiempo a apagar la radio antes de que los acordes
miedo a que “supieran” nuestro pasado, (…) el pánico a que encontraran el original
del libro en que mi tía relataba su experiencia en la cárcel de África, que finalmente
del siglo XX y principios de XXI, Hans Lauge Hansen y Juan Carlos Cruz Suárez
silencio” de los primeros años de la transición. Después de este tácito acuerdo, y cuando
Comunidad Económica Europea (1986), hay un proceso inverso al del silencio y afloran
como afirma Santos Juliá (2010a:15), “son los problemas o los intereses del presente los
70
que determinan qué recordamos y cómo lo recordamos y son las gentes con poder
político y social (…) las que deciden qué se recuerda y desde qué lugares.” Como ya se
de la llamada “memoria histórica”; estaríamos, por tanto, ante una de las “políticas de la
memoria” ya mencionadas.
Para concluir, el tiempo juega en contra de los testigos directos que pudieran quedar
de los hechos ocurridos durante la guerra civil por lo que la escritura autobiográfica
testimonial sobre este suceso histórico tiene fecha de caducidad muy próxima.
4. CONCLUSIONES
la memoria cultural. La primera engloba los recuerdos que una persona tiene de su vida
o, más exactamente, de las experiencias de su vida. Tanto los especialistas como los
determinada también por el presente y, por tanto, sus contenidos son el resultado de una
Por otro lado, los recuerdos personales están profundamente imbricados con los de la
esencial el contexto social, por lo que se han analizado los conceptos de memoria
y matices diversos. Desde que Halbwachs creó el término memoria colectiva hasta los
71
trabajos más recientes que hablan de memoria cultural pasando por les lieux de
se forma con los recuerdos transmitidos de unos a otros y que logra que estos perduren
social que estaría formado por el conjunto de versiones de un pasado compartido que en
memoria.
suscitado controversias sobre su uso y abuso, como las que plantean Todorov en El
abuso de la memoria (1995) o David Rieff en Contra la memoria (2012). Los debates
no permita el olvido necesario para que una comunidad alcance una paz duradera. Nadie
defiende el olvido de las víctimas sino el uso ético de la memoria y del olvido; es decir,
72
denominó “pacto de olvido o de silencio”, ético y necesario, como defiende Santos
momento, alrededor del cambio de milenio y debido, entre otras causas, a la crispación
entre los dos principales partidos políticos (PP y PSOE), este “pacto” dejó paso a una
reivindicación pública de las víctimas tanto de la guerra como del franquismo. Esta
nueva eclosión de la memoria cultural ha sido apoyada desde el Estado con políticas de
Como las autobiografías objeto de este estudio son testimoniales, en la segunda parte
autoridad del testigo, que, como ha demostrado Foucault (1995) se utiliza desde la
personas a las que se consideraba capaces de saber por distintos motivos: su situación,
RAE, autoridad designa el prestigio o crédito que tiene alguien para hablar de alguna
materia.
73
unida a la autodesignación del sujeto que atestigua, acoplamiento que da lugar a la
fórmula tipo del testimonio, “yo estaba allí”, con lo que se testifica a la vez la realidad
de la cosa pasada y la presencia del narrador en el lugar de los hechos. Por otra parte, el
problema que queda atenuado con los numerosos ejemplos de memorias autobiográficas
en las que la pulsión a que los demás supieran ha superado el problema de la fiabilidad
del testimonio.
autobiográfico, que incorpora tres elementos del concepto jurídico (la existencia y
fórmula “yo estaba allí” del concepto historiográfico. Ahora bien, el testimonio
autobiográfico añade una dimensión ética, de forma que las autobiografías testimoniales
repetirse los hechos de los que el autobiógrafo ha sido testigo. Este último componente
civil o penal, ya que es quien debe aplicar las reglas de la "sana crítica" para apreciar la
fuerza probatoria del relato. El testimonio autobiográfico, por tanto, solo es eficaz si
logra ser creído, si genera confianza en la palabra. Para conseguirlo, el autor subraya el
74
esta forma estos relatos se sitúan en uno de los extremos de la línea imaginaria que
posible de los hechos históricos que ha vivido y el lector queda legitimado para
comprobarlos.
también los errores y las dudas; es decir, a dirigirse a los otros, a apelarlos para que
conozcan los hechos que protagonizaron o presenciaron. Pero también los lectores
veracidad del texto. Con la escritura de sus recuerdos, los autobiógrafos testimoniales
75
CAPÍTULO 3. PEDRO LAÍN ENTRALGO: ¿DESCARGO
durante los años del franquismo y de la transición, su labor como científico e historiador
etc. Como pensador y analista de la cultura fue también autor de numerosas obras entre
las que destacan La generación del 98 (1945), España como problema (1956) y A qué
llamamos España (1971), o las que dedica a la fe y a la religión, Creer, esperar, amar
(1993), Esperanza en tiempos de crisis (1993), Idea del hombre (1996) o El problema
de ser cristiano (1997). Gran amante del teatro, realizó las críticas semanales de La
gaceta ilustrada y publicó varios libros de ensayos sobre este género: Teatro del mundo
(1986) y Teatro y vida: Doce calas teatrales en la vida del siglo XX (1995). Asimismo
escribió seis obras dramáticas: Cuando se espera, Entre nosotros, Las voces y las
máscaras, Judit 44, A la luz de Marte y El empecinado. Las dos primeras fueron
76
restantes fueron compuestas entre los años 1966 y 1968 (Diego Gracia 2010, 497),
nunca han sido representadas y fueron publicadas en 1992 en un volumen titulado Tan
sólo hombres.
138, Breve biblioteca de respuesta 49) se dice que la obra está “a caballo entre las
vida española desde los años 20 a los 70 del siglo pasado. A pesar de esta afirmación, es
incuestionable que estamos ante una autobiografía si nos atenemos a las diferencias que
establecen entre esta y las memorias tanto Anna Caballé como Celia Fernández Prieto.
40
En este trabajo se ha manejado la edición que publicó en 2003 Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores
dentro de la Bilbioteca Pedro Laín Entralgo
77
También Celia Fernández Prieto (2004b:425) considera característica de la
que vio o lo que vivió, sino indagar en la huella que esas experiencias han impreso en
entre ellas las que El País recogió bajo el título “Muere un testigo del siglo XX”.
Valcárcel, José Manuel Sánchez Ron, Juan Cruz, Federico Mayor Zaragoza, José
autobiografía41, pero nos interesa destacar dos por sus dispares perspectivas: las de
Castilla del Pino y Reyes Mate. La del primero es un artículo de circunstancias, con un
profético título (“Una polémica para el futuro”), que no le impide enjuiciar tanto a Laín,
del que dice que es difícil encontrar en España una figura intelectual más polémica,
como Descargo de conciencia, del que realiza un análisis para concluir que su
testimonio ni satisfizo ni satisfará a nadie42. Por el contrario, Reyes Mate, que titula
que no solo sirvió para tranquilizar la conciencia del autor sino para “legitimar su nueva
al ajustar cuentas con su pasado y la lección de civismo que nos dejó. Termina
41
Javier Tusell en su artículo “Un intelectual y una época” comenta que de Descargo de conciencia
“llama la atención un exceso de compunción cuando, como le he oído a Marías, siempre la vida colectiva
española fue un poco mejor gracias a la presencia y la actividad de Laín. Ojalá siempre todos los
'descargos de conciencia' fueran tan leves como el suyo.”
José F. de la Sota habla de una “autobiografía moral sin precedentes, brillante y ejemplar.”
Amelia Valcárcel la califica como “una interesante obra autobiográfica”.
42
En Casa del Olivo Castilla del Pino (2004a:385) califica Descargo de conciencia como “uno de los
libros más mendaces, retóricos y cursis que se han escrito en nuestro país.”
78
manifestando que el lector “no tiene ningún derecho a juzgar a Laín porque no sabe qué
En ABC, en cuya portada apareció el titular “Muere Laín Entralgo, uno de los
intelectuales más controvertidos de las últimas décadas”, escribieron sobre él, entre
Julián Marías que publicó dos artículos: “El español Pedro Laín” y “Laín Entralgo: su
magnitud real”. En el primero, Marías, dolorido por la muerte del amigo, aun
excelencia”, pues intentó desde el final de la guerra tender puentes entre los dos bandos.
paréntesis dos fechas (1930-1960) que abarcan los casi treinta años que transcurren
entre la llegada del autor a Madrid para encauzar su carrera profesional en el mundo de
1956. A estos años están dedicados los siete capítulos en los que se divide el libro: I.
Madrid cambiante; II. No sólo psiquiatra; III. Guerra civil: de Santander a Pamplona;
IV. Guerra civil: Navarra y otras tierras; V. Guerra civil: de Burgos a Madrid; VI. Otro
43
Con ese razonamiento se entiende que algunos lectores sí pueden juzgarlo: los que vivieron las mismas
circunstancias y se comportaron de forma diferente a Laín.
79
Madrid, otros caminos; VII. Rector, ma non troppo. Este núcleo central va precedido de
una “Introducción” en la que narra brevemente los primeros treinta años de su biografía
y seguido de un “Epílogo” en el que cuenta lo que ha sido su vida desde la salida del
Rectorado hasta el momento de la escritura (1975). Tanto una como otro sintetizan un
tiempo irrelevante para el fin esencial de la obra. Los siete capítulos, la Introducción y
el Epílogo terminan con unos juicios razonados a los que Laín denomina epicrisis. Hay
ESCRITURA
A diferencia del resto de autores del estudio, ya vimos en el capítulo anterior que
Laín no puede ser considerado un testigo en el estricto sentido jurídico del término pues
fue parte de los hechos que narra. En el sentido literario la obra conjuga el testimonio
con la intención confesional, poniéndose aquel al servicio de esta. Mientras los demás
autores estudiados (Caballero Bonald, Castilla del Pino y Jaime de Armiñán) son niños
contienda y ejerce como figura intelectual destacada del régimen dictatorial, por tanto,
Todas las palabras del prólogo a la primera edición son fundamentales para entender
80
segunda, “un testimonio crítico de lo que durante los treinta años más centrales de mi
vida han sido ante mí y dentro de mí la historia y la sociedad de España.” Más adelante
crítico por un reflexivo testimonio y añade una interrogación clave en la intención final
(“Tal vez”), Laín Entralgo deja clara por primera vez la finalidad principal de la obra
que él intenta diluir en lo que denomina “otros fines”: 1. Una defensa del ejercicio de la
persona inclinada a ver con claridad y entender con precisión lo que le sucede a él
por Aristóteles (1971:214) para “retirar obstáculos”44, solicitando que el libro sea
juzgado a la vez como confesión y consejo “por quienes con buena voluntad lleguen a
prejuicios con los que él supone que el lector se enfrenta a su autobiografía. Laín ha
sido durante la época franquista una destacada figura política e intelectual y pretende
reclama benevolencia a los destinatarios pues sabe que algunos aspectos de su biografía
más intención que la de demostrar que la palinodia es compatible con la dignidad ética,
44
Aristóteles (1971:214) se expresa en estos términos tan adecuados a la autobiografía de Laín: “El que
se defiende tiene que atender lo primero a la odiosidad, para esto utiliza los prólogos, y el que acusa,
utiliza el epílogo. La razón no es oscura, porque el que se defiende, cuando va a presentarse a él mismo,
es preciso que retire los obstáculos, de manera que tiene que refutar primero la odiosidad; el que acusa
tiene que hacer al otro odioso en el epílogo (al final del discurso), para que se acuerden más.” (Las
cursivas son mías)
81
con lo que la retractación pública de lo que dijo o pensó se ha convertido en el único
pues había realizado su transición particular al sistema democrático sin dejar de ocupar
Según cuenta Diego Gracia (2010:40), el título provisional del libro fue En busca de
connotación de mala conciencia que tiene todo descargo: ¿de qué tendrá que descargar
presenta unas conexiones decisivas con la(s) finalidad(es) de esta autobiografía. Por un
confesión en las epicrisis finales de cada capítulo. Por otro, descargo implica
de la obra. La primera, en el capítulo VI, cuando recuerda que Dionisio Ridruejo, que
acababa de morir, había empezado a ser el historiador de lo que en verdad habían sido la
política y sociedad españolas bajo las grandilocuentes fórmulas rituales del franquismo,
propia experiencia, y sólo desde el punto de vista que el título del libro concisa y
carta, escrita en 1963, que había pensado enviar a unas cuantas personas de distinta
45
La cuarta acepción de descargo en el diccionario de la RAE dice: “Satisfacción de las obligaciones de
justicia y de las que gravan la conciencia.”
46
Todas las cursivas de los fragmentos transcritos en este capítulo son mías.
82
relevancia, donde justificaba su firma en un escrito en el que se pedía al Gobierno que
aclarara unos rumores acerca de los malos tratos sufridos por algunos mineros
asturianos. Esa carta finalmente no fue enviada pero Laín transcribe algunas de sus
páginas y explica: “Desistí, pues; mas no desisto ahora de copiar unas páginas que me
salieron de lo hondo del alma y que en modo alguno son incongruentes con el designio
contrición), o lo que es lo mismo, un sentimiento de culpa: “pero más aún que calidad
conciencia” (p.151), “Seis, siete lustros más tarde, desde mi personal insignificancia,
desde el seno de mi mala conciencia por omisión…” (p.267). Bastante más rotundo se
47
Sin utilizar expresamente el sintagma, vuelve a insistir en que la obra no es otra cosa que “una
indagación de mi propia conciencia, para liberarla de cargas pesadas y disponerla mejor hacia sus
singladuras finales…” (p.439). El libro termina así: “Confesando mi conciencia, la he descargado. Me
siento más humilde y más ligero. Humildemente, pues, diré ante el mañana incierto y transitable:
“Aún…Aún…” (p. 469)
48
Más expresiones que expresan el problema de conciencia: “mi conciencia en carne viva” (p.249), “el
recuerdo de ella todavía me quema la conciencia” (p.294), “ese indeleble dolor mío” (p.351).
49
“Un problema de conciencia que siempre mal resuelto llevo dentro de mí desde hace muchos años.”
(p.422), “tal es la raíz del personal problema de conciencia que malamente trató de resolver en mi alma
la firma de un documento…” (p.424)
83
Por todo ello, mi conciencia moral ha vivido íntimamente perturbada desde aquel
En este sentido cabe mencionar parte de un documento privado: una carta que
fue escrita por Laín en 1973 y está dirigida a Antonio Tovar, uno de los miembros del
famoso “gueto al revés” del que se hablará más adelante, a raíz de unas declaraciones en
las que Tovar cuestiona la calidad moral de los profesores que no abandonaron la
García Calvo. Laín, que se siente aludido, confía a su amigo “su permanente malestar
moral”:
profesor indecente y, puesto que sólo con violento artificio son separables la
profesión y el hombre que la ejerce, un hombre indecente? Tal vez, y desde hace
tiempo. Pese a todo, (…) desde hace muchos años, más de treinta, desde luego,
Aranguren, Tierno y García Calvo fueron expulsados de sus cátedras. Y sobre tal
84
malestar, la punzada de un adjetivo –“indecente”- puesto sobre mí por uno de los
Las razones de los diferentes remordimientos que empujan a Laín a la confesión son
errores concretos, por ejemplo, de algo de lo que escribió en Escorial (p.271), pero se
exculpa de dos hechos graves, la publicación del “librito” Los valores morales del
se extiende en una reflexión sobre las clases de arrepentimientos (por vergüenza, por
error y por deficiencia) para llegar a la conclusión de que los suyos corresponden
solamente a los dos últimos; por cierto, los menos culposos, porque no trasgreden los
principios éticos (p.265). Del segundo hecho afirma: “error grave, sí, y hoy para mí bien
ingrato, pero –así me atrevo a creerlo- no culposo” (p.295). También lleva sobre su
conciencia todas las cuestiones que se plantea en la nota 6 del capítulo VI, alguna de
ellas tan importante como la obligación de la Iglesia de preguntarse por las causas de la
violencia contra ella por parte del pueblo o la incapacidad de la derecha española de
hacer públicas las atrocidades cometidas durante la guerra (p.267). Sin embargo, es su
silencio ante los crímenes cometidos por el franquismo lo que le causa mayor
50
Esta carta aparece en El valor de la disidencia: Epistolario inédito de Dionisio Ridruejo. 1933-1975.
pp. 388-390, editada por Jordi Gracia. Diego Gracia (2010:589) explica que Laín Entralgo había enviado
a Dionisio Ridruejo una copia de esta carta que escribió a Antonio Tovar.
51
Según Laín, este pecado histórico consiste en la falta de reconocimiento público por parte del bando
nacional, sobre todo por los que han ocupado puestos ejecutivos o rectores en la vida pública, de los
crímenes perpetrados durante la guerra y la posterior represión,.
85
El problema moral del autor queda franca y públicamente expuesto en Descargo de
tradición desde que San Agustín escribiera las suyas. Loureiro (2000:xiii), al hacer
constituye como una respuesta a la llamada del otro), comenta que el cristianismo tuvo
responsabilidad y por tanto no es casualidad que dos de los más importantes ejemplos
entender el género fueron propuestas hace muchos años por María Zambrano en su
visiblemente aplicables al libro de Laín. Así, por ejemplo, considera que la confesión es
en este sentido, sería un género de crisis que no se hace necesaria cuando la vida y
relevante pues tuvo con él un trato muy cercano), encuadra Descargo de conciencia en
las Retractaciones o Rectificaciones (sic), género que él sitúa entre las Memorias puras
aunque en el libro aparezca algún sentimiento de culpa, no fue escrito para confesarla ni
para disculparse pues Laín Entralgo no tuvo conciencia de culpa, porque se equivocó
52
Ya se ha visto que Laín hace referencia al término en el prólogo a la primera edición y lo usa repetidas
veces: “esta paulatina confesión de mi vida” (p.192); “Quede constante la explícita confesión de este
grave error mío” (p.295); “En esta hora confesional, debo decir…” (p.334); “Sin la confesión que abierta
y amistosamente hago ahora…” (p.422)
86
con la mejor de las intenciones. Para Diego Gracia, la diferencia entre culpa y mala
conciencia es la que hay entre algo que se debe hacer (culpa) y algo que se debería
hacer (mala conciencia), de manera que lo primero es más exigente que lo segundo y así
Laín lo que sintió fue cargo de conciencia, o, dicho de otro modo, mala conciencia ya
que había cosas que debería haber hecho y no hizo y otras que debería no haber hecho e
hizo.
Castilla del Pino (1973:57), sin embargo, sostiene que la mala conciencia forma
Para poner algo de claridad en este embrollo nocional también se puede considerar
la diferenciación que hace Paul Ricoeur (2003:609-620), siguiendo a Karl Jaspers, entre
cuerpo político en cuyo nombre se cometieron los crímenes. Por último, la culpabilidad
moral es definida por el “conjunto de los actos individuales, pequeños o grandes, que
53
Esta culpabilidad será tratada más adelante, al hablar de la culpa colectiva.
87
Todo aquel que participe de algún modo en la vida pública, independientemente de
(…) Pues la pura verdad del asunto es que sólo quienes se retiraron por completo
legal y moral.
Tuviera sentimiento de culpa, mala conciencia o las dos cosas a la vez, la contrición
de Laín Entralgo podría haber dado lugar a una confesión privada. ¿Por qué la hace
pública? En primer lugar, porque el “leal ejercicio de la palinodia”, del que él se declara
(1990:22) argumenta, la revisión de una vida tiene que ser pública si la actividad
personal puede influir en las opiniones o decisiones de los otros, como ocurre con los
políticos o los intelectuales, de manera que el cambio de las ideas o de las creencias
personal un nostra culpa hondo y sincero” (p.426), pues los pecados personales exigen
54
Son múltiples las ocasiones que en Descargo de conciencia aprovecha para decirlo: “yo pertenezco a
una rara variedad de sus habitantes, la de los virtuosos de la palinodia” (p.139, nota 8); “virtuoso de la
palinodia” (…) me he llamado con frecuencia” (p.192); “aunque uno se llame a sí mismo virtuoso de la
palinodia” (p.350); “soy, ya lo he dicho, un virtuoso de la palinodia, más aún, un predicador de ella”
(p.416).
55
En este libro, Hacia la recta final (Revisión de una vida intelectual), Laín expone la idea de la revisión
como elemento cardinal de la vejez. “El recuerdo de lo que uno hizo, y por tanto la revisión aquiescente
o denegatoria de eso que uno hizo, es condición necesaria para que la ineludible osadía de lanzarse hacia
el futuro no sea un salto en el vacío.” (p.16)
“De un modo o de otro, el paso de los años impone la revisión de uno mismo, de lo que uno sabe y
recuerda de sí mismo. ¿Para qué? Después de lo dicho, pronto vendrán a la mente las dos principales
respuestas a esa ineludible interrogación. Una dice: “Para ganar libertad”. Dice la otra: “Para ganar
actualidad”. (p.22)
88
confesión privada y los históricos confesión pública. En resumen, como afirma Diego
manera.
Sin embargo, al lector avisado se le ocurren otros propósitos para publicar esta
conciencia Laín confiesa que su perturbación moral nació en agosto de 1936, por lo que
tarda cuarenta años en revelar esta zozobra 56. Él mismo sabe que es uno de los
reproches que pueden hacérsele y en la epicrisis del capítulo VI pone en palabras del
juez la objeción de “no haber hecho antes el descargo de conciencia que ahora haces”.
moralmente culpable?”(p.350)) avala la tesis de Diego Gracia de que Laín tuvo mala
Es probable que Laín esperara a publicar su libro a la muerte de Franco para evitar
posibles problemas con la censura y porque, al fin y al cabo, él nunca rompió de forma
abierta sus relaciones con el régimen franquista como sí hicieron algunos de sus amigos.
puede continuar siendo una figura política e intelectual de primer orden en la transición
que se avecina. Diego Gracia (2010:529) lo explica de esta manera: “Esta es la función
56
Andrés Trapiello (2006) afirma de forma tajante que “Pocos escritores de la España fascista se
arrepintieron, desde luego.” Y añade esta pregunta retórica: “¿Vale lo mismo un arrepentimiento de 1944
que otro de 1974 o de 1980?”
89
confesión pública de su postura anterior, en un momento en que los españoles necesitan
aligerar sus conciencias.” La década de los años 70 fue un periodo de crisis en la vida
de Laín, igual que en la del país, pues los cambios que se acercaban le exigen en ese
2. CONFESIÓN (AUTO)JUSTIFICATIVA
confesión ni palinodia sino un término que utiliza el propio Laín (1990:20): “la
del capítulo II reconoce esta voluntad con las siguientes palabras: “…mi yo actual,
obra está construida bajo la forma de excusatio hacia los demás (los lectores). El autor
57
Las justificaciones de Descargo de conciencia también le serán útiles años después, por ejemplo,
cuando en 1982 en un artículo publicado en El País el 30 de octubre (“14 de abril y 28 de octubre”)
declare públicamente haber votado al partido socialista.
90
llevaba años dándose íntimamente las, ahora sí, autojustificaciones que en Descargo de
resto del libro, proceder a la justificación. Asimismo, si el fin último de la obra no fuera
este ¿qué sentido tendrían las dramatizaciones de las epicrisis finales de cada capítulo
Castilla del Pino (1973:155) plantea que una culpa no resuelta se complica,
Las más de las veces, la elusión del objeto de la culpa se hace mediante otras
razones, mediante las cuales se explica a sí mismo la determinación del acto, antes
visto por él como culpable, como responsable, de manera que ahora aparece,
calmar en cierta forma la pesadumbre que la culpa entraña, sin por ello pasar por
pueda sumirse en el pasado, como cualquier otro problema resuelto, y así seguir
con la atención en el presente que la realidad de ahora requiere. (Castilla del Pino
1973:157)
91
Estas “racionalizaciones”, explica Castilla del Pino (1973:159), obligan a la
disociación del sujeto: por un lado ha de vivir para todo aquello que nada tiene que ver
con la culpa y actuar esforzándose para que sus efectos no interfieran con el resto de
actividades vitales. Laín lo expresa de esta manera en el epílogo: “La real existencia de
este problema ético dentro de mi alma no me ha impedido ir haciendo día a día mi vida,
ni gozar o sufrir, al margen de mi recuerdo de nuestra guerra civil, lo que esa vida me ha
Para cada acción reprobable que recuerda (las hay en toda biografía), Laín imagina un
reproche del lector, normalmente en forma de pregunta retórica, con cuya respuesta, en
forma de “racionalización”, pretende, por un lado desactivar los prejuicios con los que
aquel se aproxima a su obra y por otro explicar los motivos de su actitud (es decir,
justificarla). En general, las razones por las que explica la determinación del acto
concreto son poco convincentes y admiten claras objeciones, como por ejemplo cuando,
por dignidad o por ética, tendría que haber denunciado la situación del Instituto
Psiquiátrico Provincial valenciano, que no reunía las condiciones mínimas para que se
desarrollara allí una labor médica digna. Como no denunció aquello, inmediatamente
aparece la endeble excusa: “Pero frente a una Diputación gobernada por el chabacano
caciquismo del partido blasquista, ¿qué hubiera supuesto por aquellos meses la voz de
los tres únicos médicos verdaderamente dispuestos a levantarla en pro de tal causa,
para no haber renunciado a la cátedra (como hicieron sus amigos José María Valverde y
92
Antonio Tovar) a raíz de las expulsiones de Aranguren, Tierno y García Calvo, es tan
crea…” (p.430)58.
Sin embargo, las explicaciones que los lectores quieren encontrar se relacionan con
los aspectos más polémicos de la trayectoria política y pública de Laín Entralgo: sus
escritos de ideología falangista, la defensa del nazismo, su pasividad ante las durísimas
represiones del régimen franquista y su connivencia con él. Y para estos “errores”
la culpa colectiva.
descargos que utiliza para razonar su adhesión a las potencias del Eje 59, adhesión
suponemos que para restar importancia a su actitud, aunque es meridiano que su apoyo
no fue ocasional: duró exactamente lo mismo que el régimen nazi. Laín expone que
hasta 1945 no supo nada del exterminio judío ni de la existencia de los campos de
concentración, aunque visitó Alemania varias veces y conversó con amigos antinazis.
Como no puede dejar de reconocer que habría que estar ciego y sordo para no ver el
58
La misma justificación (“la consideración de los amigos y compañeros que entonces hubieran querido
dejar la universidad y no podían hacerlo, porque fuera de ella no disponían de los recursos a mi alcance
para ganar el pan de cada día”) junto a otras, aparece en la carta anteriormente citada de 1973 a Antonio
Tovar. (Diego Gracia 2010:590)
Esta justificación es considerada por su amigo López Aranguren (1976) como “argumento subjetivamente
válido”, en un clarísimo ejemplo de las diferentes lecturas a las que puede dar lugar la misma confesión.
59
Hay que añadir aquí la debilidad de otra de las razones que esgrime para explicar ese “grave error”: la
de su formación intelectual preponderantemente alemana. (p.295)
60
Como se verá más adelante, Gregorio Morán (2014:594) explica que este es el modelo autobiográfico
que inauguró Laín y que tuvo luego gran predicamento en los recuerdos de los padres de la transición:
“aunque yo estaba presente, en el fondo me repugnaba. ¡Qué otra cosa podría hacer que resignarme ante
aquellos espectáculos que me desagradaban!”
93
atónita de los arios y de no haber publicado su libro Medicina e historia en alemán por
negarse a suprimir los nombres de los judíos Bergson y Scheler. Como en tantas
ocasiones, lanza una pregunta retórica que se viene haciendo, según él, desde 1945:
“¿Cómo he podido estar al lado de un régimen político que, aun sin yo saberlo, estaba
El que parece su dolor más íntimo, el de su pasividad ante las atrocidades e injusticas
ignorancia: “Por aquellos días, bajo palabra de honor puedo asegurar que sólo una
vaga y deformadora noticia tuvimos –tuve yo, para ser enteramente preciso- acerca de
los sucesos que dieron lugar a la destitución de don Miguel de Unamuno como rector
te lo juro, no sabía entonces que la represión de que me hablas hubiese sido tan cruel
como realmente fue” (p.220). Sin embargo, unas páginas antes ha contado
detalladamente su viaje a Sevilla para enterarse del asesinato de su suegro por los
conmoción tan intensa que después corre a una iglesia y cae en una profunda y
vuelve a cuestionarse su adhesión a una causa que mataba sin piedad a indefensos y
justifica: “aún no sabía yo cómo y hasta qué punto” (p.184)… y eso que acababa de
Tal ignorancia no se sostiene cuando presta este juramento que intenta resolver la
cuadratura del círculo: “Porque al lado de los criminales que en la retaguardia “roja” o
61
Allí se hace la misma pregunta retórica “¿Dónde y con quién estaba yo?” (p.186)
94
en la retaguardia “nacional” hicieron lo que hicieron, por mi honor puedo jurar que
nunca estuve, como no fuese por modo topográfico, aun cuando políticamente yo
perteneciera a uno de los bandos de la contienda” (p.298). ¿No estuvo al lado de los
suegro reconoce que esto le puso ante “el problema de mi ya efectiva y activa adhesión
Pamplona, expresa consternado que “más y más obligado a pensar que sólo externa y
ocasionalmente –aunque tal ocasión fuera, ahí es nada, una guerra civil a muerte- podía
estar al lado de muchos junto a los cuales yo, mirado desde fuera, bélica y políticamente
estaba” (p.187). ¿Qué significa este galimatías? ¿Qué quiere decir que una persona que
pertenece bélica y políticamente a un bando sólo está al lado de los asesinos externa y
ocasional?
como “la decisión de integrar a todos los españoles de buena voluntad en una España
fiel a sí misma y al nivel de nuestro tiempo” (p.194) o “la incorporación leal de los
vencidos, de aquellos vencidos en quienes la buena voluntad era cosa cierta o probable,
“sueño” y “una ilusión adolescentes” (pp.193 y 252); incluso después de tener que
explicarle a su mujer lo que le habían hecho a su padre, repite que vivía con dolor ese
cúmulo de desgracias y que soñaba “con adolescente y redoblada ingenuidad” con que
95
en la historia de España aún era posible la síntesis asuntiva y superadora62. Sin
embargo, a partir de 1939, aparece el desengaño pues la España oficial de Franco había
desilusión le sirve como justificación para no denunciar públicamente lo que pasa y para
nuevo, la debilidad del argumento para defender su opción por el silencio queda patente.
descargo en la adhesión al nazismo: pensaba que la victoria del Eje ayudaría al triunfo
en España del falangismo puro del que era ferviente admirador (p.296).
Con los abundantes descargos y los reducidos cargos, Laín Entralgo utiliza su relato
para crear un personaje con buenas intenciones64, utópico, ingenuo, con una gran
“vocación de amigo”, defensor de las causas justas, incluso cuando eran las del bando
que él está realizando una palinodia que tendría que ser colectiva, como colectivo fue el
pecado que está confesando. En este sentido, tanto Hannah Arendt (2007) como Paul
62
En la epicrisis del capítulo IV le dice el juez al autor: “Diré en tu cargo que soñaste con tanta ambición
como ingenuidad, porque la situación en que existías, la realidad misma, no permitía convertir esos
ensueños en proyectos. Añadiré en tu descargo que el simple hecho de soñar para todos un determinado
bien, (…) alguna nobleza otorga al soñador.” (p.220)
63
La palabra aparece definida en el diccionario de la RAE como “acción de diferir, de aplazar”. Se trata
de una de los tantos vocablos de uso arcaizante y ampuloso que confieren al texto un estilo excesivamente
grave y envarado del que se hablará más adelante. Otros ejemplos: potísima (p.98), responsiva (p. 111),
roborante (p. 142), oblativa (p. 180), arrequives (p.226), elpídica (p.443), agapética (p. 444)…
64
Diego Gracia (2010:82) califica a Laín de “alma grande”.
96
Ricoeur (2003) han abordado el concepto de culpa o responsabilidad colectiva. Ya se
cuerpo político en cuyo nombre se cometieron los crímenes. Ricoeur (2003:616) añade
que “se puede llamar colectiva siempre que no se la criminalice”, pues debe rechazarse
política de Estado. Quién se benefició de los favores del orden público debe
responder, de una u otra forma, de los males creados por el Estado del que forma
parte.
Parece este el sentido del lainiano nostra culpa que subyace en toda la obra y que
pertenecieron al bando nacional, a los que hace continuos reproches por no haber
incluso al pueblo alemán66, a los que insinúa que tendrían que haber hecho confesiones
65
He aquí alguno de ellos: “la incapacidad de nuestra derecha para la denuncia de cualquier fechoría
cometida en aras del que ella considera “su orden” (p.187); “Sí, pero entre los otros siempre hubo alguna
voz denunciadora. La voz que ni durante la guerra civil, ni después de ella, ha sonado públicamente en las
filas “nacionales”.” (p.187. Nota 2); “¿por qué esta dura, cerrada resistencia de la derecha española al
examen crítico de su conducta colectiva, sea ésta la de hoy o la de ayer?” (p.269)
66
Del que comenta, a propósito de la tortura y matanza de judíos, que, salvo raras excepciones, “tal vez
no haya hecho suficiente confesión catártica” (p.298).
97
públicas. Laín utiliza esta clase de culpa para, por una parte, ajustar cuentas, además de
consigo mismo, con algunos más y, por otra, para extender su culpa a sus compañeros,
Arendt (2007:151) señala, “el grito “Todos somos culpables”, que de entrada sonaba
muy noble y tentador, en realidad solo ha servido para exculpar en gran medida a los
que realmente son culpables. Donde todos son culpables nadie lo es”67. Con estas
omisión: “Más que yo hicieron algunos; menos que yo, muchos” (p.269). Ahora bien, a
los lectores de una autobiografía que él publica voluntariamente les interesa lo que hizo
Después de afirmar que no es quién para juzgar la conducta personal de nadie y que
tampoco está “dispuesto a tolerar que ningún español de uno u otro bando se arrogue
ante mí (…) el papel del “justo” o del “puro”, me juzgue olímpicamente desde esa
(p.427)”
67
En una conferencia anterior, Arendt (2007:52) había hablado de la “falacia del concepto de culpa
colectiva”.
68
Manuel Alberca (2004:14) comenta a este respecto: “El autobiógrafo que decide escribir su vida sabe o
debe saber que ese acto le va a poner a prueba frente al pasado, frente a los demás y frente a sí mismo.”
69
Una persona tan poco sospechosa de adulación como es Carlos Castilla del Pino, declara en las páginas
que dedica a Laín en Casa del olivo (2004a:382): “Laín, cuando fue rector, hizo lo que pudo (muy poco)
98
decorosa obra intelectual. Ante la tan contrastada historia de España y en el seno de
(…) de lanzar los muertos propios contra el rostro del adversario. No pocos escritos
míos, públicos unas veces y privados otras, han expresado ante personas
responsables buena parte de mi sentir íntimo acerca de nuestra guerra civil y sus
Para el lector no son insuficientes sino inapropiados porque ninguno le eximió del
régimen del que era alto preboste. Ninguno de esos “expedientes aliviadores” se puede
La justificación más elocuente para llegar a entender las motivaciones del descargo
de Laín aparece en la epicrisis del capítulo VI (la más importante porque recoge todos
anteriores), cuando el juez comenta al autor que quizás solo tenga dos objeciones que
por reparar algunas de las indecencias que el régimen llevó a cabo en la universidad, con relación a la
reposición de algún catedrático.”
70
En este aspecto concreto, en descargo de Laín se pueden utilizar las palabras de Dionisio Ridruejo
(2007:272): “Aunque algunos nos embriagábamos de esperanza mesiánica, el costado trágico de la
guerra, su filo más penetrante (…) lo sentíamos todos. Pero creo que el más sensible para ese aspecto de
nuestra realidad era el propio Laín, como yo se lo recordaría en verso, desde Madison, muchos años
después. Aquel dolorido sentir suyo creo que despertó la conciencia de algunos de nosotros y avivó la de
todos, para contemplar nuestra situación de una manera más responsable y exigente; lo que se traduciría
luego en actitudes impensables por el momento.”
71
En este caso, el juez puede equiparse al lector, que se plantea al hilo del relato las mismas cuestiones,
sobre todo la primera: ¿Por qué no hizo antes el descargo?
99
trabajo intelectual no solamente por vocación sino por evasión. El autor tiene una
explicación para las dos, de nuevo en forma de pregunta retórica; para la segunda:
“Quien como poeta o como bioquímico sirve a su propia vocación, ¿no se está
(p.351) o por qué escribió esa carta en 1963 que le salió “de lo hondo del alma” y en la
que expresa que su “conciencia moral ha vivido íntimamente perturbada desde aquel
agosto de 1936 hasta hoy mismo?” (p.425). ¿A qué Laín hemos de creer, al que dice que
confiesa con desgarro un remordimiento íntimo que ha durado cuarenta años? En este
sentido son muy clarificadoras las afirmaciones que al respecto hace Castilla del Pino:
dando una prueba objetiva de su inauténtica exculpación. (…) Hay que dudar
siempre de la autenticidad del deseo del cambio que, tras la conciencia de culpa, se
(1973:178)
Laín, siempre según su versión, vivió con la conciencia atormentada durante muchos
años pero no dio el paso de la confesión pública que le hubiera servido para superar la
100
de culpa ni, por tanto, de arrepentimiento. Las siguientes palabras de Castilla del Pino
realidad, si quiere dejar de sufrir, puesto que sufre por ser culpable, solo hay una
para que se le perdone, sin que tenga que hacer de otra manera a como hizo.
En la confesión justificativa que Laín elabora los ejemplos de autocrítica son escasos
y alguno de ellos irrelevantes, como los que se refieren a alguno de sus escritos, por
ejemplo, el publicado en la revista Jerarquía, del que critica su estilo y alguna parte
206) o el que escribió sobre Joan Estelrich del que habla en otra nota a pie de página 72.
manual con finalidad escolar. Ahora bien, cuando lo compara con los publicados hasta
entonces sobre el mismo tema encuentra en él “no pocos progresos” (con litotes
sido obligados (él y Antonio Tovar) a retirar una enmienda a la Ley de Ordenación
72
“Hoy no escribiría ese artículo tal y como entonces lo escribí. Mea culpa.” (p.193)
101
amigos), reconoce que no tendrían que haber vuelto y que no tuvieron la valentía de
Dionisio Ridruejo73. Asimismo realiza una autocrítica cuando expone que, para
y otros fue reírse (en privado, se entiende) de “las copiosas excrecencias enfáticas y
grotescas del Régimen”, aunque luego se corrija para adelantarse a los supuestos
reproches del lector: “Pero reírse de una realidad que uno considera social o
cumplir otros deberes más graves, como la acción reformadora o la pública y seria
denuncia?” (p.303).
porque, a la postre, el autor está en todo su derecho de presentarlas para el fin que él
de su suegro por su fusilamiento. Laín fue a Sevilla para conocer cuál había sido el
destino de los padres de su mujer y allí se enteró del asesinato de su suegro por los
Nacionales. Ante el “no nos fue posible hacer nada” que le contestaron unos amigos de
requerido para salvarle, ya que, siempre según él, cualquiera de ellos habría podido
impedir el crimen (p.186). Llama la atención este duro reproche cuando él, en dos
ocasiones en concreto, confiesa que no pudo hacer nada por ayudar a los denunciados.
Juan Peset74. Una vez más, al lector se le plantea una cuestión: él no pudo hacer nada en
73
“Mal hecho. (…) Lo repetiré: mal hecho.” (p.280)
74
Sobre el primero de ellos dice: “en vano traté yo de ayudarle; uno más entre mis fracasos ante la
encampanada cerrazón derechista de 1939“(p.45). Más adelante en una nota a pie de página declara a
propósito del destino de su maestro Juan Peset: “Cuanto pude hice por él, personalmente o acompañando
102
algunos casos, como él mismo reconoce, pero acusa a los amigos de su suegro de no
largo de cuarenta años: su renuencia a la pública confesión por las gravísimas tropelías
que cometieron los del bando nacional (p.427) o la tímida actitud crítica frente a las
privaciones materiales de la posguerra (p.277). En uno de los episodios de los que fue
testigo en la República arremete contra la pasividad de los fieles que asistían sin
Pensé, en fin, que socialmente no podía esperarse gran cosa de una Iglesia cuyos
fieles, yo entre ellos, no eran capaces de defender con pública firmeza y a tan poca
costa lo que en la ciudad más propio les era; los lugares de su culto; y, por otra
parte, que acaso para esa misma Iglesia fuese oportuno un serio y amplio examen
Es evidente, con los ejemplos anteriores, que Laín utiliza dos raseros para medir las
mismas actitudes: el que le sirve para justificarse y el que utiliza para acusar a los
demás.
a su mujer. Todo se estrelló contra un muro, la terca negativa del general Varela a solicitar el indulto.
(p.269)”
103
justificación y depuración de su pasado, por eso solo se confesó públicamente cuando
Laín Entralgo expone en el prólogo a la primera edición que la obra quiere ser una
¿Qué hubiera sido mejor para mí: hacer lo que efectivamente hice o, como entre
españoles era práctica general, pedir a Pötzl a poco de llegar un tema de trabajo,
aplicarme a él e intentar luego que sus resultados fuesen la base de una tesis
104
dialogar pacientemente con un enfermo acerca de los entresijos de su enfermedad?
(p.121)
¿Qué hubiera hecho yo, de no haber sido así? ¿Me habría negado a cumplir la orden de
fuego, como en conciencia era mi deber? Muchas veces me lo he preguntado” (p.184) 75.
intelectual, sobre todo en los dos últimos capítulos del libro, cuando el autor ya ha
algunos casos, de sus profesores, tanto los de los institutos en los que estudió como los
anciano y sabio don Vicente Peset, ocupó la cátedra y desde ella nos dio aburridas
lecciones don Perfecto Amor, cuyo máximo mérito vital (…) acaso consistiese en
75
Otros ejemplos de estas interrogaciones, en este caso formuladas por un hipotético lector: ¿Es posible
que este hombre, al parecer inteligente y crítico, con tan boba ingenuidad adolescente haya creído en los
tópicos ideológicos y políticos que por entonces circulaban? (…) ¿Cómo puede y debe explicarse –se
preguntarán- el hecho de que un hombre al parecer inteligente y honesto haya pasado de aquella actitud
suya a la que hoy vemos en él? ¿Qué ha acontecido dentro de su alma y en torno a su persona para que en
él se haya producido tan mutación? (p.192);
“Y vosotros, los componentes del gueto al revés de Burgos, ¿qué hicisteis? ¿Qué hiciste tú mismo, qué
hizo el hombre que ha escrito lo que acabo de leer?” (p.268) “¿Por qué Laín habrá firmado ese escrito?
(…) ¿Qué es en rigor este hombre: un ingenuo rayano en la necedad, un veleidoso poco responsable o un
sediento de notoriedad a toda costa?” (p.421)
105
ser hijo de un padre que con su apellido había tenido el galaico tupé de llamar
Perfecto, Constante y Casto a sus tres vástagos varones. (…) ¿Para qué seguir?
(p.73)
médica por parte de Jiménez Díaz, aunque reconoce su enorme admiración por él:
Luego he pensado –y entonces comencé a pensar- que, juzgado según los cánones
a que una lección de cátedra debe atenerse, aquel alarde era manifiestamente
del aula, el noventa o el noventa y cinco por ciento de los alumnos y los jóvenes
médicos a quienes se había mostrado tan abrumador panorama? (…) Pero a través
de todas estas reservas, mi admiración por Jiménez Díaz (…) fue desde entonces
enorme. (p.91)
Castilla del Pino (1997:386-389) también dedica a Jiménez Díaz unas páginas en las
coincide en considerar sus lecciones en San Carlos como un espectáculo tanto por la
Aunque fue modelo de lo que debe ser un catedrático de universidad por su rigor
expositivo y por su capacidad para hacer razonar y analizar al estudiante, Castilla del
Pino no deja de comentar que es “la persona con mayor ambición de saber, y de saber
Laín no muestra, a diferencia de Carlos Castilla del Pino (como se verá en el capítulo
106
1936 cuando descubre lo que él denomina su vocación: la antropología filosófica y
“Epílogo” en el que se detiene a exponer con mayor detenimiento “la segunda etapa de
Merecen una atención especial, por la importancia del testimonio que ofrece, las
Antonio Tovar, Gonzalo Torrente Ballester, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco…), es
decir, los falangistas que se reunieron en Burgos a partir de la primavera de 1938 para
Laín fuera, por su relevancia política y pública, su cabeza más visible. La imagen
“España inteligente, justa, integrada y bastante más libre, por supuesto, que la que por
doquier empezaba a ser –otra vez- macizamente real” (p.227) y claro está, una “España
asuntiva y superadora”.
107
el pasado” en el que sostiene que Escorial no solo no fue liberal sino que fue una
“revista beligerante contra el liberalismo”. Para Santos Juliá, cuando Laín, Torrente o
de recordar lo que habían sido, sí habían llegado a ser liberales y hasta demócratas, pero
(2004) el papel que jugó el grupo en la cultura fascista española. Si es cierto que en la
posguerra no fueron liberales y el desengaño de alguno de ellos fue más por su fascismo
que por su liberalismo, también lo es que este círculo cumplió, por necesidad y por
voluntad, una función continuista liberal, aunque su propósito fuera la ruptura con ese
Según el crítico catalán, sus miembros sufren una esquizofrenia en la que hay que
distinguir una primera voz del actor fiel al libreto y al director de escena y una segunda
que representa a la persona que está detrás de ese actor, cuando habla fuera de escena o
entre bambalinas (Jordi Gracia 2004:240). Laín coloca a la persona por delante del actor
en los años 50, cuando publica España como problema y es nombrado rector de la
excepción de Ridruejo, contaron muy mal cómo dejaron de ser fascistas porque
pues consiguieron “hacer universitarios con otras cabezas, lectores de novelas vivas,
108
seguidores de articulistas que pautaban un pensamiento más abierto” (Jordi Gracia
2004:260) 78.
ni Laín ni los demás tuvieron el valor de seguir: “Pese a nuestra estrecha amistad y a
culpas, sin justificación alguna81: “Que la Falange vallisoletana era bronca, dura,
violenta lo he dicho ya más de una vez. No hablaré de ello como juez. Los jueces que no
se han puesto a tiempo la toga no son idóneos para el juicio final. Consigno, pues, sin
juzgar y sin señalar.” (Ridruejo 2007:172); “Cuando revivo aquella época me parece
pasado mis conclusiones tardías, pues entonces mi testimonio dejaría de serlo para
78
La relevancia de este grupo en la cultura franquista fue tal que en 1965 apareció un panfleto anónimo
difundido por el Ministerio de Información y Turismo, regido a la sazón por Manuel Fraga, en el que se
recordaba el pasado falangista y fascista de este grupo. El libelo se titulaba: “Los nuevos liberales.
Florilegio de un ideario político.”
79
Parece que el cariño y respeto entre los dos fue mutuo, a juzgar por las palabras que Dionisio Ridruejo
(2007:272) dedica a Laín en Casi unas memorias: “Laín, por otra parte, se manifestó pronto como la
figura de mayor peso y autoridad intelectual del equipo o, al menos de su parte más homogénea. Aunque
todavía era muy joven, su espíritu era ya muy maduro y su formación intelectual mucho más amplia y
rigurosa que la de cualquiera de nosotros. Para mí –ignorante intuitivo- empezó a ser –y nunca ha dejado
de serlo- el primero y mejor de mis maestros, y a nadie debo tanto como a él, ya se trate de algunos
saberes concretos (sin sus explicaciones, por ejemplo, nunca me habría asomado a los secretos de la física
o de la biología modernas), ya se tratase de indicaciones para ordenar lo que ya sabía de modo disperso y
lo que luego iría a buscar orientada y deliberadamente. Dicho de otro modo: él remedió, hasta donde me
era posible, mi falta absoluta de disciplina universitaria y me puso ante los ojos el mapa general de la
cultura. Y todo lo fue haciendo con sencillez y delicadeza extremas…”
80
En una nota a pie de página, Laín hace un doloroso comentario sobre su pérdida: “Recordándole yo
ahora, otra vez siento avivarse el desgarro que el abrazo a su cadáver, caliente aún, produjo en mi alma.”
(p.228)
81
En varias ocasiones utiliza la expresión “no escondo la mano” (pp.166,242)
109
convertirse en juicio, cosa que eludo tanto como me es posible en estos recuerdos”
transformado la sentencia platónica “Soy amigo de mis amigos pero más amigo de la
verdad” en “Soy amigo de mis amigos tanto como de la verdad” ) se refleja en las
(pp.287, 333 y 339) al que conoce poco después de terminada la guerra civil y con el
que comienza una relación amistosa que para Laín iba a ser “rigurosamente decisiva” en
“Introducción”, utilizada para contar sus primeros veintidós años de vida, se refiere a su
entorno familiar o afectivo, más allá de dos breves comentarios sobre sus padres (“Mi
Pablo Iglesias; (…) Mi madre, mujer dulce y bondadosa, fue católica sincera y como tal
82
Otras citas en Casi unas memorias al respecto: “Muchos españoles (…) éramos intervencionistas. Hoy
sería tan estúpido disimularlo como hacer de ello un alarde satisfecho. Los errores de perspectiva no se
deben callar ni deben tratarse según la vieja ley del “sostenella y no enmendalla”. Se confiesan y basta.”
(p.388); “Pero todo hay que contarlo –lo que produce satisfacción y lo que produce embarazo-, porque
estos recuerdos no se escriben para un proceso de canonización.” (p.390)
83
Asimismo comenta: “Cuando ya esté tranquilo (sic), pasado mañana, tal vez, reuniré bajo el título de
Vocación de amigo todas las páginas sueltas que acerca de españoles para mí contemporáneos (…)
amistosamente he escrito a lo largo de mi vida.” (p.331)
84
Según Diego Gracia (2010:167): “En el grupo de Pamplona, jóvenes intelectuales de mentalidad más o
menos tradicionalista, todos confesos católicos y con inquietudes literarias y estéticas, el mensaje de
D’Ors prendió como la pólvora. De él aprenden lo que cabe llamar la religión de la “catolicidad”, de la
jerarquía…”
85
También según Diego Gracia (2010:169), fue Zubiri el gran maestro de Laín porque D’Ors no fue su
maestro en el orden intelectual., aunque Laín lo trató con alguna amistad, lo leyó y lo admiró, Por otro
lado, frente al agnosticismo orteguiano, la reflexión de Zubiri siempre estuvo si no en la religión sí en el
ámbito de la trascendencia, con lo que Laín se sentía más cercano a este último que a Ortega.
110
educación católica (“Mis dos hermanos y yo, educados según las normas habituales en
padre se quitó la barba, el espanto que producían en las mujeres del pueblo los nombres
de Larache, África y Melilla y la dulzura con la que su madre calmaba los arrebatos
comportamientos del Laín adulto y público, apenas alude a sus relaciones afectivas,
cursos de doctorado con la que iba a ser su mujer o al nacimiento de sus dos hijos.
que sale al exilio ruso, y el del cuñado (pp.250-251), al que tuvieron que sacar de
gran silencio sobre la tensión que debió de existir en las relaciones con los miembros de
su familia castigados de manera tan cruel por los suyos, los nacionales. Es significativa
Sevilla:
nuestra hija ante una escena de lágrimas (…)? ¿Era evitable, por otra parte, que en
la masa del dolor filial de mi mujer se insinuase algo distinto de él: la amargura de
pensar que “aquellos”, el grupo humano de que era parte su propio marido,
habían sido los autores de una acción tan terrible e hiriente para su persona?
111
Porque mi mujer sentía especial ternura por su padre, y éste la sentía por su hija…”
(p.195)86.
para hablar en la primera de una visita a Zaragoza anterior a la de sus estudios en 1921
(p.42) y la segunda para relatar los vagos recuerdos que guardaba de una visita a
cuanto a las prolepsis, también son dos y de escaso valor, una para contar la aplicación
años después de las enseñanzas de don Juan Madinaveitia (p.92) y otra para anticipar en
conductas del autor porque sirve para que el lector se ponga en el lugar de Laín y se
haga cargo de las dificultades que sufrieron los que vivieron la guerra y la posguerra en
Como testigo y protagonista de treinta años en la historia del siglo XX español (1930-
1960), Laín informa con detalle sobre algunos de los episodios históricos más
que dedica cuatro páginas (pp.102-106) en las que narra con detalle su deambular por el
86
Anteriormente había expresado su preocupación por la reacción de su mujer cuando le diera la terrible
noticia: “Una constante y dolorosa comezón: ¿cómo, cuando llegase, diría a mi mujer lo sucedido? Frente
a la insospechable noticia del asesinato de su padre, precisamente por obra de aquellos a cuya “zona” se
acogía, era inevitable que ella lo pensase así, ¿cuál podría ser su reacción?” (p.187)
112
Madrid de los días anteriores al 14 de abril, el solitario y último relevo de la guardia del
multitud” en el Café de María Cristina en la noche del 13 al 14, a la que asistió junto a
su hermano, y en las que reflexiona sobre las causas de la caída de la monarquía. Relata
la quema de iglesias del 11 de mayo de 1931, en concreto del convento de los jesuitas
de la calle de la Flor, y denuncia la pasividad de los agentes del orden público, de los
católicos allí presentes y de Ramiro Ledesma Ramos que, mirando el espectáculo desde
un ventanal, comentó que a ellos ni les iba ni les venía el asunto y “que se defiendan
Sin embargo, como no podía ser de otro modo, sus vicisitudes y comportamientos
durante la guerra civil ocupan los capítulos centrales del libro. Desde el levantamiento
del 18 de julio, que él vivió en Santander a donde había acudido para impartir unos
Madrid.
ya citada fórmula “yo estaba allí”, el tópico que Mortara Garavelli (1988:100)
denomina del testimonio ocular: “Yo vi la alegría del 14 de abril recorriendo a pie la
ciudad y, poco más tarde, mirando el río de sus gentes desde un balcón de la calle del
Príncipe” (p.105), “Yo diré lo que vi, lo que no vi, lo que sentí, lo que pensé. (…) Algo
113
más vi y oí esa mañana” (p.107), “Yo me limitaré a decir lo que entonces vi.” (p.156) o
“Yo diré tan sólo algo de lo que por mí mismo vi” (p.243)…
son evidentes desde la expresión de sus dudas en las elecciones del 12 de abril de 1931
cuando, como “joven de derechas” y “joven católico”, no podía estar con la conjunción
1934 (“En el sentido que la palabra “republicano” tenía entonces, yo no era republicano.
Tampoco era cedista. p.144) y en la descripción de los primeros días del alzamiento en
Santander:
en un triunfo rápido del alzamiento militar; (…) sólo dábamos por cierto, en lo
tocante a las ciudades ya “nacionales” (…) aquello que se compadecía bien con la
transfiguradora concepción de lo que ese alzamiento tenía que ser… (…) ¿cómo
114
relata pormenorizadamente sus dificultosos encuentros con altos cargos del bando
nacional (Hedilla, Serrano Suñer) para interceder, por ejemplo, en favor de Jiménez
que entonces estaba viendo y oyendo, ¿qué otra cosa era sino el trasunto de una
grotesco? Y para que de su misma entraña brotase una escena como la que yo
un falangista sin vocación y sin aptitudes para la gestión política, al que la naciente
ciertos honores (…) y algunas franquías (…) había herido gravemente su esperanza
115
Al autor le interesa dejar constancia de que él también fue víctima “de los suyos”,
pues personalmente tuvo problemas con el régimen franquista (“Como tantos otros
minuciosamente saqueada por los “nacionales” del pueblo tan pronto como el
avance del ejército franquista hacia el Mediterráneo puso la localidad entera en sus
familiar, para qué hablar de muebles o de cuadros, hemos podido conservar mis
La opción política de Laín en los años de la Guerra Civil tuvo sus raíces en sus
exponiendo las sucesivas etapas por las que atraviesa su relación con la fe. Tras una
crisis religiosa adolescente, cuyas causas analiza detenidamente 87 y durante la cual dejó
páginas (pp.64-68) su conversio fidei, que tuvo lugar en el colegio Mayor del Beato
Juan de Ribera donde pasó “seis años rigurosamente decisivos”. Diego Gracia (2010:73
y 74) explica que esta conversión transformó a Laín en un “personalista cristiano” que
cristianismo, de manera que “no se entiende nada de la obra posterior de Laín sin este
87
“Una educación religiosa externa e inconsistente, tan torpe o tan zafiamente alejada de las vigencias
intelectuales, sociales y estéticas de la época (…); una vida católica en cuya apariencia mundana (…)
dominaban la rutina, el mal gusto, el fariseísmo y la tácita o expresa alianza entre el cura, el rico y el cabo
de la guardia civil…” (pp.48-49)
116
que le permitió ser más crítico con la extrínseca, que rechazaba casi instintivamente y
que fue una de las causas de su crisis adolescente. Lo anterior permite a Laín censurar la
unos juicios razonados a los que Laín ha denominado “epicrisis”, quizás la originalidad
más notoria de la obra, pues la utilización del género para la justificación y explicación
públicas aparece, como ya se vio, desde sus inicios con las Confesiones de San Agustín
y las de Rousseau. Para comprender la finalidad de estas epicrisis hay que volver a la
introducción de su libro Hacia la recta final: revisión de una vida intelectual donde se
expone que cada capítulo está dividido en dos momentos, que coinciden con el del
“recuerdo” y el de la “revisión”, los dos pilares en los que asienta el autor la libertad de
A continuación, y a la vista del texto impreso, trataré de ser juez de mí mismo, del
yo que yo era entonces. Esto es: procuraré juzgar lo que hice –su posible valor,
sus posibles errores, sus posibles deficiencias- no según lo que ante el tema en
117
juicio en este libro se realiza en las epicrisis, donde, en una interesante dramatización
En una nota al pie Laín explica el sentido y el uso del término “epicrisis”. La palabra,
proveniente del griego, se aplica “al juicio razonado que el médico establece acerca de
bien cuando ha transcurrido una etapa importante de ella” (p.80). Consecuente con esta
definición, utiliza las suyas para ofrecer un juicio razonado de lo que fue y lo que hizo
biográficos”, se incluye entre los que “tratando de realizarse a sí mismos según líneas
mismos se ven obligados a existir” (p.83). Efectivamente, a lo largo del libro, no deja
edición escribe: “años en los cuales, ahora lo veo, en el constante empeño de buscarme
a mí mismo tuvo mi existencia una de sus claves más secretas” (p.25) 89. E insiste en la
mismo” (p.468)90. ¿En qué consiste “buscarse a sí mismo”? Parece, por sus palabras,
que Laín lo consiguió tras salir del Rectorado en 1956, al sentirse liberado de
obligaciones impuestas. Esa conquista consistió en llegar a ser (“llega a ser quien eres”),
88
Ya se ha comentado que el primer título que barajó para la obra fue En busca de sí mismo.
89
Más adelante insiste en esta idea varias veces: “Pero de lo que yo trato ahora no es de escribir un
fragmento de nuestra historia, sino de relatar dentro de ella mi paulatino empeño de buscarme a mí
mismo.” (p.106); “Haré lo que yo –ilusionadamente- en conciencia creo que debo hacer. ¿Para, acaso sin
saberlo, seguir buscándome a mí mismo?” (p.175)
90
Gisèlle Mathie-Castellani (1996:47) señala que el relato autobiografíco persigue una búsqueda de
identidad y de identificación.
118
en la consideración del hombre como un faciendus, algo que tiene que irse haciendo. En
esto consiste una vida: en el proceso de hacer realidad el propio destino; el intento de
llegar a ser aquello que se es. El propio Laín lo expone en la epicrisis final:
cuantas cosas, aunque no las que él quisiera; un español que quiere de su país
mucho de lo que su país le ofrece (…); un hombre que siendo lo que es, (…)
consiste en tener invariablemente lo que tengo, esto es, lo que yo he ido haciendo
por necesidad me exige considerar lo que no tengo –lo que hubiera querido, lo que
En las epicrisis de los capítulos I al VI, Laín utiliza una escenificación judicial que
en tres personajes: el que antaño hizo lo que hizo (el actor de una pieza teatral), el que
conducta (el autor de la pieza) y el que, desde el presente, mira y juzga a los dos
anteriores (el juez). Entre estos tres yoes se establece una dramatización que reúne las
culpas, los arrepentimientos, los reproches y las justificaciones que Laín quiere
presentar al lector, de modo que todo lo que ha ido diseminando en los capítulos se
expone de manera reflexionada y organizada en las epicrisis; de ahí que estas sean
Para analizar esta puesta en escena, hay que considerar, en primer lugar, el
119
el objeto de la enunciación, entre el yo del momento de la escritura y los distintos yoes
que este fue en otros tiempos. De esta escisión deriva el diálogo interior que se
Zambrano (2001:37):
que es, la vida tal y como se le ha dado, el que se ha encontrado que es y que no
acepta. Amarga dualidad entre algo que en nosotros mira y decide, y otro, otro que
hablan en la autobiografía (en este caso el yo del presente interpela, reprocha y acusa al
yo del pasado) y permite un juego de papeles que muestra de manera más clara las
dissonances; d’ illuminer cette scène sur laquelle se jouent la cérémonie des aveux
120
Avant même d’être le narrateur de sa propre histoire, l’explorateur de son âme,
(…) celui qui écrit le discours de sa vie et de ses actions, selon la formule de
juge et du jugement, semble fixé, d’une certaine manière, par les plaintes de Job, se
cual se descarga el inculpado para que, después, dicte sentencia. Desde las de San
métamorphiques”. Son metamorfoseados porque, aunque los términos del contrato y las
respectivas posiciones de los actores aparecían con claridad y sin demasiados cambios
un papel a otro, de manera que el tribunal imaginario permite lo que uno real prohibiría,
por ejemplo que el juez se convierta en acusador o fiscal como ocurre en Descargo de
conciencia, donde el que tendría que dictar sentencia (el juez) se dedica a incriminar al
121
conciencia… Además, los acusados (tanto el actor como el autor) se convierten en sus
propios abogados defensores pues con sus palabras refutan las acusaciones que les lanza
y 218), “descargo” (pp.217 y 220), “cargo” (p.220), “reo” (p.218), “defensa” (p.220),
“condena” (p.252), el actor y el autor “comparecen” (pp.111, 172 y 217) ante el juez
que “dicta así su sentencia” (p.111), “juzgador de quien yo fui, de nuevo tengo que
absuelvo (…) Admito, por supuesto, la verdad de lo que en tu favor alegas”, “total
humanidad” (p.350), “denuncia moral” (p.352), “como juez y como parte” (p.406)…
Gran conocedor de la retórica clásica, Laín manejó varios de sus recursos, con fines
libro, tanto en las epicrisis como en los capítulos, “ha sido premeditado y aparece
Según Mortara Garavelli (1988:18) los fundadores de la retórica fueron los griegos
verdad cuenta mucho más que lo que es verdad. A raíz de este principio, Platón
91
En este artículo, López Aranguren afirma que el descenso al fondo de la conciencia es escenificado por
Laín “a modo de secularizado auto sacramental”.
122
estableció la diferencia entre la retórica, entendida como un ejercicio meramente formal
cada caso para persuadir, realizó su primera sistematización. Tras Cicerón, Quintiliano
que sostienen, como Aristóteles, que el centro es el auditorio, cuyo conocimiento (lo
más realista y preciso posible, y basado, sobre todo, en nociones de psicología social) es
De los tres géneros de discursos de los que habla Aristóteles, Descargo de conciencia
pertenece al judicial pues el lector se erige en juez que, una vez oídas las dos partes, la
acusación y la defensa, dictaminará acerca de los hechos que presenta el autor. Y dado
que la retórica existe para persuadir, no solo es necesario atender a que el discurso sea
orador son tres las cualidades que le otorgan credibilidad: la prudencia, la virtud y la
benevolencia92 (Aristóteles 1971:95). Laín Entralgo pone en pie un personaje con los
92
Sobre el uso de la benevolencia como coartada para múltiples justificaciones ya se ha hablado en el
segundo epígrafe.
123
atributos anteriores con el fin de anular los prejuicios con los que el lector se acerca a la
comentado, en forma de pregunta retórica. Quizás sea este el recurso más efectivo: el de
hacerse él mismo las recriminaciones que supone que le haría el lector, refutarlas y
Cuando expone tanto los argumentos como las refutaciones usa en muchas ocasiones
uno de los recursos de la retórica clásica: el de la partición, que según Mortara Garavelli
(1988:81), consiste en enumerar los puntos que han de tratarse. Como los ejemplos son
muy numerosos, bastarán con dos de los que aparecen en las epicrisis93. En el primero
numera y describe los seis tipos de entes biográficos: 1. Los que van siendo de hecho lo
que en el mundo tenían que ser; 2. Quienes son en su vida lo que se sienten llamados a
ser, y sólo eso; 3. Aquellos cuyo motor constante es su propia veleidad, su voluntad
antojadiza; 4. Los que en su vida cambian y cambian porque saben beneficiarse de los
golpes de su fortuna; 5. Los que se ven forzados a ser lo que de ningún modo quisieran
ser; 6. Aquellos en quienes late una vocación real pero excesivamente genérica, opera
una voluntad no demasiado firme y por azar van hallándose en situaciones que sólo de
vocación (pp.82 y 83). En la epicrisis del capítulo VI (p.352), el juez declara: “Por mi
93
En los capítulos el recurso es utilizado frecuentemente. Un ejemplo muy curioso es el de la ordenación
mediante las letras del alfabeto de lo que hicieron Barcia Goyanes y él en el mes que permanecieron en
Santander de julio a agosto de 1936: “a) recoger noticias, para luego comentarlas críticamente, de lo que
estaba sucediendo en España; b) conjeturar, a la vista de ellas, lo que de nuestras respectivas familias
estaría siendo; c) visitar diariamente a nuestros compañeros de infortunio…” y así hasta la letra g. (p.160)
También numera las conclusiones a las que llegó tras la revisión de sus convicciones políticas al terminar
la segunda guerra mundial (p.299)
Otros ejemplos: “La materia es tanta (…) que por fuerza debo encorsetarla dentro del esquema a que dan
nombre y figura los cuatro siguientes epígrafes: vida política; vida intelectual y universitaria; vida
familiar y amistosa; resto misceláneo.” (260); “Y para ello examinaré la no sé si unitaria diversidad de mi
obra escrita o profesada distinguiendo en ella cinco líneas principales: la antropología general, la
antropología médica, la historia de la medicina, el tema de España y el ensayismo latu sensu.” (442)
124
parte, yo entiendo que cuando en materia tocante a la vida pública uno ha errado de tan
grave modo, la integridad de su deber ante esa vida comprende hasta cuatro puntos:
tenía como condición previa el triunfo del Eje en la Segunda Guerra Mundial.
(p.295)
Caballero Bonald, por ejemplo, que intercala en el texto expresiones como “a lo que
un orden creciente, dejando para las epicrisis los argumentos más sólidos 95, a fin de
conseguir que perdure en la memoria del lector la última impresión. También inserta en
94
Aunque la partición ayuda, sin duda, a la claridad expositiva, Quintiliano defiende, según Mortara
Garvaelli (1988:81) que no siempre es recomendable su uso en la elocuencia forense “porque
generalmente son más placenteras las cosas que producen la impresión de que han sido improvisadas y de
que no han sido preparadas en casa, sino que han nacido a medida que avanzaba el discurso; por eso son
bien recibidas figuras como “he estado a punto de pasar por alto” y “se me había ocurrido” y “justamente
esto me recuerda…”
95
En las epicrisis aparece la expresión más dolorida de su mala conciencia (p.351), argumenta con la
ingenuidad el desconocimiento de la represión franquista (p.220) o muestra las posibles refutaciones del
lector, como el no haber hecho antes el descargo de conciencia (p.350).
125
el epílogo la carta ya mencionada en la que habla de confesión, de problema de
conciencia, del nostra culpa y del pecado histórico, con lo que se convierte en una
todo por parte del juez tanto al autor y como al actor: “Pero responsable (…) ¿puedes
decirme que lo fueras?” (p.111); “El modesto contemplador crítico y perplejo que tú
entonces fuiste, ¿lo hizo así?” (p.112); “Pero esto, que sin duda es verdad, ¿constituye
toda vuestra verdad?” (p.173); “Pero el cuidado de tu mujer y de tu hija, ¿no era
también, y bien hondo, un deber tuyo?” (p.174); “¿puedes decirme con seriedad,
tener en cuenta lo que con verdad te digo?” (p.350); “Entonces, ¿quién es el que debe
intervenciones del juez-acusador: “No habléis. Muy bien sé lo que vais a decirme.”
(p.172); “Sé sutil, amigo, frente a ti mismo; sé contigo mismo sincero.” (p.173); “Callad
los dos y oídme.” (p.218); “Por favor, no respondas hasta que haya terminado.” (p.253)
“Ahora, amigo, respóndeme con lealtad y dime si siendo entonces tú…” (p.255)
Asimismo esta modalidad oracional es utilizada en una ocasión por el autor al dirigirse
96
Más ejemplos: “¿Llamas acaso vida nueva y más alta a tu participación en el acto religioso-teatral de la
iglesia de San Agustín?” (p.217); “¿No es cierto, amigo, que tú debiste ver todo esto? Y si tu información
era deficiente, ¿acaso no tenías sobrados indicios para cultivar en ti el deseo de ampliarla? ¿No había en
tu alma, piénsalo, una verdad que había de dolerte?” (p.219); “¿Qué puedes responder tú a estas preguntas
mías?” (p.254); “¿Por qué te quedaste donde te quedaste?” (p.255)…
126
En la dialéctica o enfrentamiento entre los tres yoes lainianos destaca el uso de la
prosopopeya, que, como describía Quintiliano (Loureiro 2000:22), sirve para mostrar
queja, alabanza o compasión en las bocas de las personas apropiadas. Este aspecto de la
conciencia del autor. El actor, el autor y el juez de las epicrisis dan voz a los distintos
yoes de Laín, dramatizan un juicio en el que los dos primeros presentan sus descargos y
en el que el juez se adelanta a las posibles recriminaciones del lector97 para finalmente
sentenciar el juicio. Baste este ejemplo en el que el yo del presente (el juez) interpela al
crítica tu laxitud, acaso tu inacción, y al fin, aún tan joven, comenzaste a hacer un
explícita de los destinatarios aparecía tanto en las Confesiones de San Agustín (Dios y
97
En la presentación del libro en Madrid, Lázaro Carreter lo comenta: “Laín se ha adelantado a cualquier
reproche que pudiera plantearle el lector.” (ABC, 21 de mayo de 1976, p. 43)
98
Otros más: “tu catolicismo de entonces, ¿no fue por esta razón más derechista de lo que tú mismo
pensabas y querías?” (p.150) En este ejemplo el yo pasado se justifica ante el actual: “Pero en mi
defensa quiero decirte esto: yo, te lo juro, no sabía entonces que la represión de que me hablas hubiese
sido tan cruel como realmente fue.” (p.220) Y este último en el que hay una confesión: “Es verdad, algo
más pude hacer; y por eso que entonces no hice, deja que a través de ti (…) diga ahora mea culpa. Por
omisión pequé, lo reconozco sin reservas.” (p.255)
127
los lectores)99 como en las de Rousseau (el lector)100. Laín Entralgo, sin utilizar
juzgado mi libro por quienes con buena voluntad lleguen a leerlo.” (p.26) y
“Moralmente, de algo me sirve a mí el hecho de publicar, aunque con tanto retraso, este
viejo descargo de conciencia. ¿Les servirá también a quienes ahora lo lean?” (p.429).
es frecuente en las intervenciones del juez: “Soy, amigo autor, el yo que con el paso del
tiempo tú (…) has venido a dar” (p.111); “Tú, actor, te limitaste a ejecutar como mejor
pudiste el papel que para ti fue inventando tu autor. Tú, autor, no pasaste de
responder…” (p.172); “No como juez sino como persona voy a hablaros; muy en primer
102
término, a ti, autor.” (p.218) . También el actor y el autor las utilizan en sus
respuestas: “Ante ti, mi autor, tengo que dar cuenta de mi manera de representar el
papel que entonces me entregaste. Ante ti, mi juez, debo soportar que desde tu olímpica
altura vital -¡cuarenta años más que yo, no lo olvides!- censures lo que entonces yo
hice.” (p.252)
99
“Conocedor mío, que yo te conozca, que te conozca como tú me conoces. (…) Tú amaste la verdad,
pues quien la opera viene a la luz. Yo quiero también obrarla en mi corazón ante ti, en mi confesión. Pero,
ante muchos testigos más, mediante este escrito.” (San Agustín 2007:378,379)
100
“Quien quiera que seas tú, a quien mi destino o mi confianza te han hecho árbitro de la suerte de este
cuaderno, te ruego encarecidamente por mis desdichas, por tus entrañas y en nombre de todo el género
humano, que no destruyas una obra única y útil que puede servir de primera pieza de comparación para el
estudio de los hombres (…) ni que arrebates al honor de mi memoria del único monumento de mi carácter
que no haya sido desfigurado por mis enemigos implacables. Por último, si fueses tú mismo uno de esos
enemigos implacables, cesa de serlo de mis cenizas y no lleves tu cruel injusticia hasta el tiempo en que
ni tú ni yo viviremos…” (Rousseau 1980:26)
101
“Rousseau not only writes his life as an answer to the others, but he also passes the responsability of
its interpretation to the reader” (Loureiro 2000:25).
102
Otras citas más: “Con todo, te acepto” (p.149); “Amigo mío, la verdad de la verdad es para el hombre
no dormido…” (p.174); “Mientras tú, actor, hacías real ese papel…” (p.217); “Con dureza y ternura te he
hablado, padre e hijo de mí mismo.” (p.220); “Bravo, joven actor” (p.252); “Pues bien, amigo:” (p.253);
“No te condeno, pero tampoco te absuelvo; y mucho menos puedo aplaudirte, como parece ser tu deseo.”
(p.253); “Ya ves, amigo autor, cómo tu error de antaño…” (p.352).
128
La teatralización de las epicrisis no es original de Pedro Laín Entralgo. Como señala
el que intentó mostrar una objetividad perfecta. Esta obra presenta un diálogo tripolar
entre un francés (emblema de sus enemigos), Rousseau (el juez imparcial) y Jean-
dos: el pretérito y el actual. ¿Por qué dos Laínes en el pasado, el actor y el autor, el que
hace y el que “decide, contempla e interpreta” lo que el otro hace? Parece que ya en el
pasado tuvo Laín problemas de conciencia, de desajuste. El autor le sirve a Laín para
demostrar que el actor no actuaba como él en el fondo quería; es decir, no era el que
quería ser.
No sabemos si Laín conocía la obra de Rousseau, pero es evidente que sus epicrisis
escenificación está construida para interpelar al lector y que este acepte el veredicto.
Cuando el actor y el autor se dirigen al juez apuntan también a alguien más, el que en
verdad les importa: el lector. Por tanto, el juez es el elemento de relación entre lo que
juez representa en dos facetas: por un lado es un personaje que, al igual que haría el
lector, recrimina al autor sus culpas y, por otro, es el que absuelve a la vista de la
guerras perdidas), sino que, con la escisión no en dos sino en tres yoes y la estrategia de
129
confesión, buscando su comprensión, indulgencia y por último su absolución, ya que,
por un lado, la confesión es inútil si no es recibida por lectores benevolentes y por otro,
en el fondo de toda confesión hay un deseo de ser absuelto. También Castilla del Pino
(1973:161 y 162) sostiene que la tristeza que la culpa ocasiona se expresa a los otros
Así, la teatralización de las epicrisis enlaza con las dimensiones éticas de la escritura
La obra suscitó un enorme interés pues a los seis meses de su publicación hubo de
reimprimirse y estuvo en las listas de los diez libros de ensayo más vendidos. Laín
apelaba al juicio de “quienes con buena voluntad lleguen a leerlo”, pero en el prólogo a
103
Con el significado que le da Aristóteles (1971:16) de “pena por un mal que aparece grave y penoso en
quien no lo merece”. Con este fin se explican las expresiones de Laín “con dolor me arrepiento de ella” o
“mi conciencia moral ha vivido íntimamente perturbada desde aquel agosto de 1936 hasta hoy mismo”.
104
En el mismo sentido habla Lejeune (2004:162) en un texto ya utilizado en la Introducción a este
trabajo: “Sin embargo en el pacto autobiográfico, como en cualquier otro “contrato de lectura” ( …)el
lector queda libre de leer o no, y sobre todo de leer como le apetezca. Esto es cierto. Pero si lee, (…) ha
entrado en un campo magnético con líneas de fuerza que orientarán su reacción. Cuando leemos una
autobiografía, no nos quedamos desconectados (debrayés), como en el caso de un contrato de ficción,
(…) o de una lectura simplemente informativa, sino conectados (embrayés): alguien solicita ser amado y
ser juzgado, y es a nosotros a quien nos toca hacerlo.”
130
la edición de 1989, a la vista de las reacciones e interpretaciones de la obra 105, aclara
debió de ser muy polémica a juzgar por los comentarios de los periodistas, de algunos
asistentes y del propio Laín. Así, en ABC, el 29 de mayo en una sección titulada
“República de las letras”, Jacinto López Gorgé, comenta que “resultó uno de los actos
políticos-literarios más importantes de las últimas semanas” por “las descarnadas cosas
que durante dos horas “fue sometido Pedro Laín a las preguntas -la mayoría de ellas
Francisco Vega, Raúl Morodo, Fernando Lázaro106, Antonio Buero Vallejo107 y Juan
mayo se refiere a la presentación como un acontecimiento “tan poco dulce para mí”.
105
Algunas de ellas erróneas, según Diego Gracia (2010:578), pues no vieron el libro como lo que era: un
público descargo de mala conciencia: “No haber visto el libro así, dio lugar, al poco de su aparición, a
muchas interpretaciones erróneas.”
106
Lázaro Carreter comentó: “Es un libro dolorido y doloroso.” (ABC,21 de mayo de 1976, p. 43)
107
“El libro de Pedro es impagable, como lo es una confesión sincera. Que quede claro que ahora admiro
aún más a Laín, por este denegado gesto, nunca tardío, de confesar.” (ABC, 21 de mayo de 1976, p. 43)
108
El doctor Francisco Vega (1987:127) comenta que la sesión duró más de cuatro horas y que las
respuestas de Laín a los allí presentes fueron “piezas magistrales de argumentación convincente, más
elocuentes que el mismo libro por la naturalidad con que se expresaron.”
131
consistente de siempre, preocupado a la vez por la claridad y el rigor” y habla del
esfuerzo de Laín por explicarse y explicarnos su talante, “un esfuerzo que exige
junio, José Luis López Aranguren publica en La Vanguardia una reseña, ya citada, en la
que se pregunta de qué y por qué tendría que descargar públicamente Laín cuando desde
su época de falangista liberal “ha hecho cuanto en sus manos estaba por la cultura” y su
trayectoria pública ha sido enteramente coherente. Añade que políticamente sólo tiene
argumentos, expresiones del libro como “paria oficial”, “guetto al revés” o “virtuoso de
que
que sería peor, de rectificar ideologías con vistas a una colocación ventajosa en el
futuro. ¡Qué equivocado sería tan insidioso pensamiento! Porque Laín no renegó ni
quién cambió no fue él, fueron las instituciones políticas las desviadas de sus
primitivas directrices.
109
Ramón Pedrós se refiere al libro en los siguientes términos: “No nos puede una larga y rotunda
admiración por el Laín hombre y ensayista (…) cuando afirmamos que este libro estremecedor constituye
una de las piezas básicas de la reciente historia de España.” Y añade: “Descargo de conciencia es además
de una cala histórica fundamental y un documento insustituible, una pieza literaria singular en los
recuentos confesionales de nuestra cultura.” (ABC 18 de julio de 1976)
Por su parte, Miguel Masriera habla de la escritura del libro como “un acto de probidad moral y entereza
que nunca los españoles le agradeceremos bastante.” Y de la “lección de cordura, sensatez y honestidad
que tanta falta nos hace en estos momentos.” (La vanguardia, 27 de julio de 1976)
132
Para Masriera “todos tendríamos, por patriotismo, que seguir su ejemplo y hacer
Lo significativo de esta reseña es que Miguel Masriera declara que su posición al inicio
propia conciencia”.
Julián Marías escribió dos artículos. En el primero (“La confesión histórica”, El País,
22 de junio de 1976), después de relatar cómo conoció a Laín y dos casos en los que fue
ayudado por él, duda del acierto de la publicación de Descargo de conciencia, que
obsesión por buscar “culpabilidad”. Sostiene que Laín ha sido un juez muy severo de sí
mismo y que ha sido un desacierto “haber asociado a otros a esa función de jueces”. En
“se es culpable simplemente por haber estado al lado de los vencedores”, se pregunta
quién es nadie para pedirle cuentas a Laín por eso y sostiene que renunciar a la parte de
razón que se tiene es como negar la parte de razón del otro: una injusticia110.
Esta recepción de la obra en la línea pretendida por Laín, estos es, con mirada
Carlos Castilla del Pino, publicado en 1977, donde se arremete contra Laín Entralgo y
su “descargo”. Castilla del Pino utiliza el tópico del manuscrito encontrado para editar
unos papeles que un supuesto psiquiatra, Onofre Gil, dejó tras su suicidio, y que
110
Marías también utiliza terminología jurídica (“jueces”, “tribunal”, “injusticia”, “culpable”…) lo que
revela la influencia del modelo judicial que Laín ha manejado en su autobiografía.
133
casualmente acaban en sus manos111. En el discurso, Onofre habla de “los que por
afortunado azar fueron educados entre hijos de san ignacio, en el burjasot college”
(p.28), es decir, de López Ibor, Marco Merenciano y Laín Entralgo. Y añade: “Y qué
bien mataron o dejaron matar o lo incitaron, sin que les enturbiase el ánimo opuesta
reprobación:
porque es claro que por aquellos tiempos no dudaron. (…) Pasado el tiempo, (…)
contumaz palinodia. Sí, pero no así, que fue demasiado, reza la fórmula y viene el
las bragas de oro, premio Planeta de aquel año, en la que un escritor falangista, Luys
Forest, redacta unas memorias que revisa una y otra vez, usando la mentira y rehaciendo
interesadamente la verdad. La cita de Henry James que encabeza el libro (“Sus viejos
padres no podían hacer gran cosa con el porvenir y han hecho lo que han podido con el
pasado”), las dos primeras líneas de la novela (“Hay cosas que uno debe apresurarse a
contar antes de que nadie le pregunte”) y el evidente parecido entre algunos episodios
111
Celia Fernández Prieto (1987) ha analizado el recurso del autor-editor y las coincidencias
autobiográficas entre Onofre Gil y Castilla del Pino, para llegar a la conclusión de que el personaje es un
“alter ego de su autor, quien parece proponer al lector una forma indirecta de “pacto autobiográfico”.
134
biográficos de Luys Forest con los de Laín Entralgo (convalece en un hospital de
(Rodríguez Fischer 2008: 309), donde revela que el protagonista de la novela tiene
rasgos de algunos personajes públicos (el mismo Barral, Luys Santamarina, Eugenio
Además, el narrador utiliza varias expresiones que, al igual que ocurría con Discurso
“había evocado los primeros contactos con los camaradas plumíferos de la zona
en tu guarida?” (p.132).
cuando Luys Forest comenta la justificación como móvil secreto del libro113 y en el
quiso Luys Forest narrar escuetamente los hechos por temor a verlos desmentidos:
112
Jerarquía es el título de la revista que publicaron en Pamplona en la guerra civil, entre otros, Pedro
Laín y Fermín Yzurdiaga, con el subtítulo: “Revista Negra de la Falange.”
113
“Alto ahí, no te embales, se dijo: sería una buena pifia, desde el estricto punto de vista narrativo, no
concentrar la atención del lector en lo que ha sido y es el móvil secreto: justificarme.” (p. 176)
135
inventó, porque la invención sobrevive siempre a la dudosa realidad que dictan los
políticos. El hombre que durante tantos años escamoteó, saqueó y falsificó (él
autoridad del documento. (…) Su caso no es, como el de muchos de hoy, un sprint
flor del olvido- el autor pretende en esta obra magistral registrar los inundados
los amigos de Laín, influenciada por el espíritu de conciliación que imperaba entonces y
la molesta de desafectos al régimen franquista, como Castilla del Pino y Juan Marsé,
Pasados los años, cuando alrededor del cambio de milenio comienza a cuestionarse la
Transición como etapa modélica, resurgen las interpretaciones críticas, como se puede
Santos Juliá (2006) y sobre todo con uno de Isaac Rosa (2006a). El primero reiteraba la
necesidad durante la Transición de “echar al olvido” las cuentas del pasado para, en el
caso concreto español, reconstruir puentes y caminar juntos hacia la democracia. Sin
embargo, añade Juliá, hay que conocer el pasado tal como fue y para ello no hay que
fiarse de las memorias de los interesados, por ejemplo, de Descargo de conciencia del
136
que dice que es “un libro fundamental para conocer quién era su autor cuando lo publicó
en 1976 pero engañoso para tener una idea aproximada de lo que había sido treinta años
antes”. Para conocer lo que realmente fueron no hay peor manera que tomarlos por lo
que dicen de sí mismos o acercarse a sus biografías “para exigirles cuentas, juzgarlos y
condenarlos”, es decir, no vale ni “el recuerdo reprimido del presunto culpable” ni “el
depurado del régimen franquista. A esta acusación respondió José Lázaro (2006)
“polémica” sobre sus posturas políticas. En su respuesta a José Lázaro, Isaac Rosa
(2006b) utiliza también las palabras de Laín pero no se limita, como hace Lázaro, al
Supongo que muchos lectores del Descargo -no así Lázaro- tendrán cautela a la
hora de dar crédito al relato que de su vida hace Laín. Su trayectoria en guerra y
posguerra está narrado (sic) con remilgos y piruetas para disculpar su destacado
congreso del partido nazi en Alemania en actitud más turística que militante.
114
Isaac Rosa, nacido en Sevilla en 1974, colabora en prensa y radio y es autor de la novela El vano ayer
(2004), galardonada con el Premio Rómulo Gallegos, el Premio Ojo Crítico y el Premio Andalucía de la
crítica. También ha publicado ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007) y El país del miedo
(2008). En las elecciones de 2011 manifestó su apoyo a la candidatura de Izquierda Unida.
137
Días más tarde, Vidal Beneyto (2006) se sumó a la polémica con una “carta al
fueron los integrantes del grupo Escorial los que, a partir de 1957, se convirtieron en los
añadiendo que Laín ayudó a que los integrantes de esos grupos resistieran las agresiones
Esta controversia deja ver el contraste entre las diferentes lecturas del mismo texto.
Por un lado, la que realizan los que, de una manera u otra, tuvieron relación próxima
con el autor, que se han convertido en sus más auténticos valedores y la de aquellos que
ideológicos. Por otro, la lectura de una nueva generación que ha leído el libro en un
Por último, en 2014, Gregorio Morán, en un libro controvertido como todos los
suyos, El cura y los mandarines, ataca con dureza la figura y la autobiografía de Laín
Entralgo (pp.586-594):
Si había un hombre que representaba casi todos los aspectos más deleznables del
franquismo, como intelectual y como persona, ése era Pedro Laín Entralgo. Por
supuesto que había personajes del viejo Régimen cuya categoría moral y
trayectoria dejaban en un lugar discreto a don Pedro, pero en lo que no es fácil que
138
alguien le superara era en el difícil espectáculo de la desvergüenza. (…) Si hay un
conscientes de su papel, callaron ominosamente, ése es Laín Entralgo 115. (pp. 586-
587)
Entralgo en las “Cartas al director” de El País y termina manifestando que “No creo que
haya libro tan importante por lo que no hay en él como Descargo de conciencia. Porque
lo que quedará, lo trascendental, no será tanto lo que narra y evoca, como lo que oculta
y ningunea” (p.590)116. Como ya se adelantó, sostiene que sentó las bases de una
yo estaba presente, en el fondo me repugnaba. ¡Qué otra cosa podría hacer que
Transición.
estar en el pasado y el análisis de sus múltiples lecturas se justifica por las implicaciones
115
En unas páginas anteriores, Gregorio Morán ofrece una semblanza demoledora de Laín Entralgo: “uno
de los mediocres más ilustres del mandarinato cultural de posguerra, el émulo de Gregorio Marañón, que
evidentemente, límites aparte, no admiten comparaciones. Don Pedro Laín Entralgo, futuro director de la
Real Academia de la Lengua en la Transición democrática, en la que ejercía como mueble o consola, e
intelectual de modesto talento, causa ésta que suele provocar vanidades absolutas y orgullos sarracenos.
Su obra, como su vida, fue siempre un engaño ante los espejos de su trayectoria; ni sabía alemán como
para un párrafo entero, leído o hablado; ni sabía pensar; ni tuvo otros amigos que aquellos que traicionó
acoquinado, dejándoles en la estacada; Ridruejo y Aranguren, sin ir más lejos. Su inanidad intelectual era
tan llamativa que sin la Guerra Civil y la victoria de los suyos, y el interesado apoyo que dispensó a
Xavier Zubiri (…) no hubiera pasado de funcionario de la Enseñanza, sección frustrados…” (Gregorio
Morán 2014:448-449)
116
De manera parecida considera Castilla del Pino (2004a:385) que Descargo de conciencia es “un libro
en el que no se sabe si es más lo que calla que lo que enmascara”.
139
pragmáticas de una obra de este tipo, derivadas de la posición ideológica del lector y del
5. CONCLUSIONES
servicio de esta.
fue la de justificar su pasado, limpiarlo y hacerlo presentable para seguir siendo una
de la misma. Estas, que fundamentalmente son tres (el desconocimiento de lo que estaba
son presentadas ante el lector como las racionalizaciones que Laín ha elaborado para
calmar su presunto sentimiento de culpa sin tener que pasar por la confesión pública de
su mala conciencia. El autor solo se confesó públicamente cuando tuvo otras razones
Para conseguir las finalidades buscadas, Laín, gran conocedor de la retórica clásica,
utilizó una serie de estrategias que dejan todo organizado ante el lector. Entre ellas, las
epicrisis, una especie de juicios razonados con los que se cierra cada capítulo y donde el
juzgándose unos a otros. Aunque sean repetitivas, pues recogen las racionalizaciones
140
que Laín ha ido diseminando a lo largo del texto, tienen la ventaja de presentar una
teatralización en un espacio judicial con una separación entre los yoes del pasado (el
actor y el autor) y un yo del presente (el juez) que representa al lector en sus posibles
realidad, la escenificación está construida para interpelar al lector y que este emita el
veredicto.
Como testimonio, su valor radica en que su autor fue un personaje activo del bando
vencedor, a diferencia de los otros autobiógrafos estudiados, que fueron meros testigos
pues eran niños cuando se declaró la guerra. Laín constituyó la cabeza pública más
visible del grupo de amigos (el “gueto al revés”) que se unió al bando nacional en
Burgos al comenzar la guerra y que se configuró como el grupo intelectual más notorio
Esta autobiografía es, además, un documento histórico de primer orden sobre los
treinta años más importantes de la historia española del siglo XX pues es mucha la
.integrante del bando nacional. Los datos que presenta le sirven a Laín para explicar su
puede afirmar que el autor se vale del testimonio para conseguir que el lector
íntimamente perturbada desde aquel agosto de 1936 hasta hoy mismo”), Laín muestra
141
en otras una cierta arrogancia que hace difícil la percepción de la contrición (“Más que
yo hicieron algunos; menos que yo, muchos” o “Pero tampoco estoy dispuesto a tolerar
que ningún español de uno u otro bando se arrogue ante mí (…) el papel del “justo” o
diferentes lecturas que ha tenido la obra desde su publicación. Una primera, indulgente,
que encomia el esfuerzo hecho por el autor para confesarse y justificarse, realizada
generalmente por sus amigos y por los que en la Transición respaldaron el espíritu de
conciliación (Antonio Buero Vallejo, José Luis López Aranguren, Julián Marías…).
la publicación Carlos Castilla del Pino en Discurso de Onofre (1977) y Juan Marsé en
La muchacha de las bragas de oro (1978) y que hacen desde el cambio de milenio hasta
la actualidad algunos críticos (Santos Juliá y Gregorio Morán) y los llamados nietos de
la guerra (Isaac Rosa entre otros), que ven en Descargo de conciencia un ejemplo de
impostura de quien tiene que justificar su pasado para seguir siendo una importante
142
143
CAPÍTULO 4. TIEMPO DE GUERRAS PERDIDAS: UN
TESTIMONIO LITERARIO
José Manuel Caballero Bonald nació en Jerez de la Frontera en 1926. Sus comienzos
1952. A este poemario han seguido once a lo largo de más de 60 años ya que el último
apareció en 2015. Se han editado también varias antologías poéticas, entre las que
destaca Somos el tiempo que nos queda (2011). Se le considera miembro del grupo
poético del 50 del que formaron parte Jaime Gil de Biedma, Alfredo Costafreda, Carlos
Barral, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente, Ángel Crespo,
Biblioteca Breve, sirvió para situar al autor en la corriente del realismo social de los
años 50 junto a autores como Sánchez Ferlosio, Ignacio Aldecoa, Alfonso Grosso o
Jesús Fernández Santos118. En las siguientes, Ágata ojo de gato (1974) (Premio de la
117
Sobre este grupo, el mismo Caballero Bonald (2000:18) ha señalado que tuvo dos factores de
cohesión, la estrategia política y el beneficio corporativo, aunque “las afinidades literarias resultaban más
bien exiguas”. Muchos años antes, en 1971, había declarado: “Yo nunca me he sentido, como tal escritor,
integrado en ningún grupo profesional. Otra cosa es que me considere unido, en razón de unas distintas
afinidades particulares o editoriales, a determinados escritores.” (Pedrós-Gascón 2011:108)
118
A este respecto Caballero Bonald ha aclarado: “Lo que nos unía era una misma actitud moral y, como
dato aparte, una misma vía de propagación editorial: Seix Barral. Yo no me considero ligado al grupo del
realismo social más que por esas razones morales y, en otra medida, editoriales.” (Pedrós-Gascón
2011:92) En relación con la novela social añade: “Para mí –y para tantos otros- la novela debe cumplir,
144
Crítica), Toda la noche oyeron pasar pájaros (1981) (Premio Ateneo de Sevilla), En la
sino “un poeta que hizo algunas incursiones novelísticas” (Rodríguez Marcos 2012)119.
Asimismo ha escrito numerosos artículos y ensayos sobre los temas más diversos,
entre los que destacan los dedicados a la literatura y a sus escritores preferidos
(recogidos en Copias del natural (1999) y Oficio de lector (2013)) donde demuestra ser
son, entre otras, los poetas barrocos (Góngora, Carrillo y Sotomayor o Soto de Rojas),
En 1995, a punto de cumplir los setenta años, publicó Tiempo de guerras perdidas,
y se cierra en 1975. En 2010 Seix Barral editó las dos partes en un solo volumen, bajo el
pedía el carácter fluvial del poema, el propio flujo y reflujo de la memoria” y del que
dijo que sería su última obra (Rodríguez Marcos 2012). Sin embargo, en 2015 apareció
con independencia de sus valores puramente literarios, con una insoslayable función social.” (Pedrós-
Gascón 2011:64)
119
De hecho, confiesa que de sus novelas solo salvaría Campo de Agramante y sobre todo Ágata ojo de
gato, “que en el fondo responde a una formulación poética.” (Rodríguez Marcos 2012)
145
Ha sido galardonado con importantes premios como el Nacional de las Letras en
creación de una obra literaria, de ahí que comience hablando de “la ambigüedad
selectiva con que se coteja el pasado”, de “una simple coartada de la imaginación” o del
“desorden retrospectivo de los veranos”, para terminar confesando que lo único que
natural decrepitud” (p.7). Este aviso para navegantes que alude a la verosimilitud y no a
línea imaginaria de la que allí se hablaba, esta autobiografía ilustra un modelo más
cercano a lo literario que al valor documental del texto. Para Caballero Bonald la
exactitud no es un valor pertinente puesto que la memoria no puede dar cuenta fidedigna
que no hago en ningún caso es mentir, que eso sí me parece moralmente inaceptable,
120
Todas las cursivas en los fragmentos de este capítulo son mías.
146
Pozuelo Yvancos (2006:178) se extiende en explicar la diferencia entre los conceptos
completamente a la del narrador que cuenta hechos construidos en parte sobre sucesos
contexto cobran sentido tanto las declaraciones anteriores de Caballero Bonald como el
dos volúmenes autobiográficos. Sirvan como ejemplo las ideas que expuso en la
fiel a ellas:
1. “El germen de toda literatura procede de la memoria”, foco de donde irradian las
experiencias de que se vale cualquier escritor, aunque estas pueden ser verídicas
121
“Por mi obra anda pululando todo lo que he vivido o lo que me imaginé que vivía.” (Pedrós-Gascón
2011:193) Una declaración parecida hace Francisco Ayala (2006:28): “La biografía de una escritor son
sus escritos mismos.”
147
reconstruye a su manera, aprovechando “los escombros de la memoria”. Las
caos de su memoria porque “nunca es posible reproducir sin error los supuestos
materiales autobiográficos”.
novela de la memoria.
Estas reflexiones son también una constante en las distintas entrevistas que se le han
realizado. Basten como ejemplo las siguientes declaraciones en las que resume su teoría
autobiográfica:
Cuando escribo, lo que quiero hacer es un texto literario antes que nada. Empecé
retrato fidedigno del niño, del adolescente, que fue. De modo que he escrito este
libro como si fuera una novela –La novela de la memoria- en la que yo soy el
122
En una entrevista en 2002 insistía en estas ideas: “Pienso que las memorias son también un género de
ficción, porque es imposible que uno recuerde exactamente lo que vivió tal como lo vivió. Todo el que
recuerda se equivoca. Entonces los espacios vacíos, las zonas opacas, las he llenado con la ficción. De
modo que a lo que más se parece es a una novela en la que yo soy el protagonista. Aunque los personajes
que pululan por ella sean reales, hay muchos episodios ficticios.” (Pedrós-Gascón 2011:285-286)
123
Con escasísimas variaciones, las ideas expresadas en esta conferencia son las mismas que había
expuesto en el artículo “El paisaje como argumento de la memoria” incluido en Copias del natural
(1999b:358) y las de la ponencia de Autobiografía en España: un balance (2004:pp. 45-52).
148
protagonista. Muchas cosas que cuento a lo mejor no son verdad, pero son
posibles. Ese niño que fui de ninguna manera está ahí representado en toda su
amplitud humana, sino que solamente es una aproximación, una trampa a través del
tiempo. Cuando yo ya soy un adulto, un viejo, intento redescubrir a ese niño, a ese
adolescente, y eso es siempre imposible. Decía Castilla del Pino que toda
pero sobre todo en el segundo, a diferencia de las demás autobiografías de este trabajo,
abundan las reflexiones metaautobiográficas en las que insiste en las ideas anteriores:
Es fácil malformar al cabo de los años lo que verdaderamente se sintió ante esa
alteraciones deductivas, cuyo grado de verosimilitud apenas tiene otro sentido que
124
Unas declaraciones prácticamente idénticas le hace a Juan Ángel Juristo: “En realidad, el libro no está
concebido como el de unas memorias en sentido estricto. Son episodios fragmentados y elaborados como
una novela. Recuperar el recuerdo me costó mucho, me supuso mucho, hasta el extremo de que este libro
está elaborado unas cinco veces. El esfuerzo mayor se produjo cuando tenía que tratar al personaje
principal, que en este caso soy yo mismo. Mira, todo el que recuerda miente. En este libro hay cosas
ciertas pero otras inventadas pero verosímiles porque es muy difícil ponerse en la situación de un niño o
de un adolescente con cincuenta o sesenta años más a tus espaldas.” (Pedrós-Gascón 2011:262)
El verso final del poema “Soliloquio” (Diario de Argónida 1997:49) expresa la misma idea: “Evocar lo
vivido equivale a inventarlo.”
149
…a la hora de restablecer los suministros biográficos que se han quedado atrás, el
idóneo, es el que quiera facilitar la memoria. Y hasta es muy posible que, llegado
uno ni lo otro. (…) Nunca se puede ser objetivo o mínimamente ecuánime a este
respecto. Ni falta que hace, claro. Lo que importa es el método que se utilice en esa
labor de expurgo, aun sabiendo –lo he reiterado más de una vez- que todo el que
forma. La evocación, por muy apetecible que sea, siempre se ve interceptada por
novela porque en ambas los recuerdos pueden ser aderezados con la ficción
Soy consciente de que ahora, mientras rastreo todo ese anecdótico río revuelto, lo
que hago es reiterar con otros fines no pocas historias vividas por mí y
Quiero decir que los elementos que se usan para la composición de un texto
literario como éste pueden ser ciertos o presuntos según convenga al entramado
3. La construcción de un personaje
150
Por un mecanismo biológico nada impredecible, me veo sumergido en el magma
El relato de lo que he vivido, (…) sólo tendrá validez si se ocupan los intersticios
acabe en 1975: a partir de esta fecha los recuerdos son más claros y no hay tanta
van volviendo naturalmente menos dudosos, menos afectados por los menoscabos
151
de incurrir en el juego literario de los tanteos, supusiera un estorbo difícil de
salvar desde un punto de vista narrativo. Todo se filtra ya por los cedazos
documento histórico, sino crear una obra literaria125, por lo tanto, no duda en inventar si
es preciso y recordarnos a cada instante que la ficción tiene sus propias leyes que él,
como escritor, utiliza. Para corroborarlo, Julio Neira (2014:13) identifica en sus novelas
varios fragmentos que luego aparecen en sus memorias como verídicos, por ejemplo el
automóvil en la bodega del tío Rafael. Claro que Julio Neira se plantea la posibilidad de
que pudiera suceder al revés, es decir, “que incorporase episodios fabulados de sus
mantiene entre el componente testimonial que subyace en ella y la finalidad literaria que
título y el subtítulo del primer volumen se presenta este conflicto, porque el sintagma
que Caballero Bonald fue testigo y, por otro lado, el subtítulo Novela de la memoria
125
“¿A quién iba a importarle lo que me ha ocurrido o dejado de ocurrir en mis años mozos si no lo
contase con un mínimo cuidado estilístico?” (Caballero Bonald 1999a:129)
152
supone una declaración de intenciones para hacer constar que no le interesa construir
Benet de Otoño en Madrid hacia 1950 y, sobre todo, Carlos Barral126. Este último, en el
elemento principal: el curso natural del recuerdo. Para materializarlo, el relato responde
a “una metódica inexactitud”, que comporta una datación imprecisa y una buscada
imprecisiones se convierten así en “una característica tonal” del relato, que “quisiera
Aunque Barral pretendió “describir del modo menos personal posible el panorama
alma del testigo, minuciosamente educada para la poesía lírica, haya ido invadiendo
126
Pregunta de Juan Ángel Juristo: ¿Ha tenido algún referente en la tradición memorialística española a
la hora de escribir este libro (Tiempo de guerras perdidas)?
Respuesta: La memorialística es importante en el siglo XIX, sobre todo la autobiografía. (…) A partir del
libro de Julio Caro sobre los Baroja existen los libros que a mí me resultan ejemplares imprescindibles,
las memorias de Carlos Barral y Otoño en Madrid hacia 1950 de Juan Benet. Son espléndidos. (…) Estos
son los libros que más me han afectado y creo que tiene, respecto a ellos, similitud de intenciones.
(Pedrós-Gascón 2011: 264)
153
inexcusablemente el relato, embrollando las digresiones, particularizando la anécdota, y,
otras que implican la presencia del pacto autobiográfico y que responden a una práctica
textual que el lector identifica con lo que es habitual en la literatura del yo, como la
vemos a un joven, apoyado y algo escondido a la vez, tras lo que parece una pared o una
introversión, evasivo y quizás huidizo, más preocupado por lo que hay dentro de él que
por lo exterior.
154
En segundo lugar, si Caballero Bonald hubiera escrito una novela, como él quiere
se le grabaron indeleblemente y que todavía recuerda con nitidez: “Se me quedaron muy
grabadas en la memoria las marcas de los reptiles y las aves sobre la arena… (p.21),
“Todavía lo estoy viendo” (p.46), “Lo recuerdo con absoluta precisión” (p.86), “Es uno
de los episodios callejeros de mi infancia que recuerdo con mayor nitidez” (p.94), “No
127
A partir de ahora, salvo que se indique lo contrario, todas pertenecen a Tiempo de guerras perdidas ya
que es este el volumen analizado en este trabajo por ser en el que Caballero Bonald relata sus recuerdos
de la guerra civil.
128
Más ejemplos: “De eso sí que me acuerdo como si acabara de ocurrir.” (p. 117), “Yo fui a verla
repetidas veces a su casucha (…) y guardo un recuerdo imborrable de su manera de cantar, de su modo de
vivir.” (p. 164), “Me acuerdo nítidamente del viaje en tren desde Sevilla hasta El Puerto y luego, en el
vapor, desde El Puerto hasta Cádiz” (p. 252), “Ignoro por qué abigarradas fijaciones sentimentales, me
155
Algunas de estas certidumbres se refieren a la recuperación de recuerdos sensoriales,
mismo verano, (…) murió abuelo y lo único que recuerdo de ese trance es la
Mi madre solía esparcir sobre las brasas, con metódica frecuencia, un buen puñado
monte que todavía hoy forma parte, con la emanación de las sábanas húmedas y del
cuero recién curtido, de las emociones sensitivas que aún me siguen acompañando.
(p.108)
Estas certezas memorísticas aparecen mezcladas con las contrarias, es decir, las que
dudan de la fiabilidad de sus evocaciones o las que aluden al carácter difuso, turbio,
en las que no acierto a reconocerme sino con mucha dificultad.” (p.17), “…pero dudo
que las cosas sucedieran como ahora pienso” (p.20), “Hay como un espacio vacío en la
adolescencia” (p.30)129.
acuerdo muy bien de un hecho aparentemente anodino” (p. 260), “Uno de los recuerdos que conservo más
vivo de aquellas primeras jornadas madrileñas es el de la indefensión…” (p. 265), “Recuerdo con todo
detalle el momento en que leí ese comunicado no por presumible menos deplorable” (p. 331).
129
Se pueden añadir muchas más citas: “Un antojo que coincidió con un hecho luctuoso del que sólo
puedo recordar unos pocos segmentos desunidos.” (p.67), “También solía referirse a otras inciertas
andanzas (…) que ya no consigo extraer de los escombros de la memoria.” (p.129), “No puedo
acordarme bien. Las imágenes se ensamblan y se desarticulan a la vez (…) ¿Fue una evocación
simultánea a la presencia del cadáver del guerrillero muerto o me imagino ahora que así fue?” (p.141),
“Todos estos episodios, sin embargo, tienen ya algo de intermitencias volitivas dentro de la barahúnda
general de mi memoria. Ahora los veo como muy borrosos, como muy deslavazados entre la ventolera de
156
Caballero Bonald hace constar la diferencia entre los recuerdos nítidos y los difusos,
porque no quiere mostrar como realidades las posibles figuraciones que la memoria
hace de lo vivido. De esta forma, el lector se siente identificado con alguien que no
comprende por qué de algunos episodios vitales no guarda ningún recuerdo, de otros no
tiene más que barruntos y de unos pocos guarda detalles muy precisos. Asimismo,
ejemplificación del saber relativo, indirecto y parcial del autobiógrafo es “la tópica
apelación a las limitaciones de la memoria que sirven para sujetar e incluso estructurar
el discurso. Se garantiza de este modo ante el lector el esfuerzo por no deslizarse hacia
la tentadora ficción.”
constante en toda su obra literaria, con lo que es importante la tropología que utiliza
memoria, una cortina que intercepta los acontecimientos, un turbio recipiente del
la edad.” (p.164), “Hay como una cortina que intercepta en mi memoria la mayoría de los
acontecimientos de aquella noche: son recuerdos más bien sensitivos de los que se han desalojado
curiosamente los elementos visuales.” (p.186), “De mis oficios amatorios de aquellos años sólo conservo
una memoria informe, como si todas las muchachas que traté, que tampoco fueron muchas, estuviesen
alojadas en un turbio recipiente del recuerdo.” (p.223), “Mi llegada a la estación de Atocha, (…) se
reduce en mi recuerdo a un difuso rastro de ansiedad y prevención.” (p.264), “Sólo logro espigar unos
pocos reflujos anecdóticos distribuidos sin orden ni concierto por la memoria” (p.327).
157
en Adivinaciones y su siguiente libro se tituló Memorias de poco tiempo (1954), cuya
primera parte, “Mi propia profecía es mi memoria”, insiste en esta constante) y las
imágenes utilizadas tienen el mismo sentido que en sus libros autobiográficos: los
“Falso testigo”
“Plaza Mayor”
precisamente ahora
cuando ya no podría
158
que el difuso estupor de mi memoria.
memorialístico. Se trata casi siempre de opiniones acerca de sus gustos o manías, como
(p.348). También su irritación ante costumbres actuales, por ejemplo, cuando hablando
En otros momentos, los juicios son más extensos y se refieren, por ejemplo, a los
peligros medioambientales a los que se enfrenta Doñana (p.26), a las ciudades de Cádiz
De todas las digresiones vuelve al relato principal con expresiones propias de una
narración oral: “Decía que de ese primer verano en Sanlúcar…” (p.17), “Pues bien, una
tarde…” (p.34), “A lo que iba.” (pp.53 y 106), “Bien. Supongo que…” (pp.143 y 211),
“Pues bien, uno de aquellos lunes…” (p.173), “Pero todas estas divagaciones quedaban
aún muy lejos de mis apegos culturales cuando me asomé por primera vez al Sáhara,
que es lo que andaba rememorando al hilo de mis experiencias en las Milicias Navales.”
(p.181), “Decía que me fui a ver a Ory…” (p.268), “Decía que en Segovia traté…”
159
(p.327) “Bien. Entre las nubes y claros…” (p.337) Este tono oral es una manera de
frecuente uso de la litotes, ambos evidentes en cada una de las páginas del libro, de tal
manera que para Julio Neira (2014:15) estas memorias constituyen “una de las cimas de
explica por qué se siente tan identificado con este estilo que “elude la realidad, es cierto,
pero la suplanta por una nueva imagen del mundo” (Campbell, 1994: 275):
Supongo que soy barroco, por naturaleza, por contagio del paisaje físico que más
léxica ni una acumulación de bellos términos para llenar un vacío, sino una
130
En “Nota del autor” del Diario de Argónida Caballero Bonald declara lo siguiente: “Siempre me ha
parecido que, a efectos literarios, nadie es capaz de evocar lo que ha vivido sin incurrir en alguna
desviación engañosa o consecuentemente equívoca. Incluso se tiende a otorgarle al estilo mayor poder
argumental que al testimonio.” (Caballero Bonald 1997:155)
131
Cualquier fragmento del libro es ejemplo de ello: “Al manantial se accedía a través de un jardín de
corte romántico, una avenida central escoltada de eucaliptos gigantescos y una glorieta de la que
arrancaban dos pérgolas semicirculares que se reunían a media altura por encima de la fuente. Se oía
desde allí con una cóncava sonoridad el parloteo vespertino de las ranas que vivían en los tojos vecinos.
También había algunos airosos bancos de fundición pintados de verde y el suelo de albero parecía
siempre como recién regado. Todo tenía un aire primoroso y finisecular de balneario y los viandantes se
demoraban en aquel frescor ameno hasta que caía la noche.” (pp.27-28)
160
realidad. Eso es el barroco. (... ) Me interesa esa búsqueda del enigma que hay
autor le interesa contar qué, cómo y con quién leyó y aprovecha algunas de las
digresiones para opinar sobre distintos autores al hilo de sus lecturas poéticas, como por
ejemplo, las que realiza en la casa de Pedro Pérez Clotet en Villaluenga del Rosario:
Hugo- me resultaron más bien abrumadores y sólo tal vez Alfred de Vigny me
alemanes recuerdo sobre todo a Hölderlin, acaso porque creí percibir (…) ciertas
resonancias clásicas latinas que me eran muy queridas. Pero fueron los ingleses, sin
132
“A mí lo que me preocupa cada vez más es la palabra, el cargamento de seducción de las palabras, la
búsqueda de su capacidad mitológica para crear o inventar esa otra realidad artística subyacente bajo la
realidad cotidiana. Reconozco que me han enseñado mucho en este sentido los poetas y preceptistas
barrocos españoles.” (Campbell, 1994:275)
161
También se extiende en las obras leídas durante su convalecencia de la tuberculosis133
personal:
genera a partir de unas palabras que no han estado nunca juntas, con lo que la
poesía ocupa obviamente más espacio que el texto. Me sigue agradando en este
sentido la voluntad léxica con que tramito ciertas impresiones de la vida cotidiana,
Suponiendo que sea posible volver a enjuiciar ahora todo eso con la óptica de
entonces, me inclino a pensar que ya establecí una tajante disyunción entre las
133
“Fue éste (Todo más claro de Pedro Salinas) un libro muy relevante en el curso evolutivo de mi
purgatio poética y no sé si sentimental. Todavía recuerdo algunos poemas (…) que casi me aprendí de
memoria y cuya elocución me sigue pareciendo de una modernidad imperturbable. Pero fueron los
interludios metapoéticos que fluctúan en Todo más claro los que me infundieron un más apasionado
interés por esa suerte de tributo endogámico a la propia función creadora.” (p.197)
134
“Los poetas barrocos hicieron las veces de drenaje por el que se evacuaron, o se decantaron, algunos
de mis anteriores presupuestos clasicistas, concretados más que nada en el efectismo utilitario del
lenguaje y en las fastuosas normativas de la fonética...” (pp.199-200).
162
modelo de vida135. Del primer sentido hay numerosas muestras: “Parte de esa historia la
metí de rondón en mi novela En la casa del padre.” (p.11), “Algún remanente de ese
episodio quedó reconstruido años después en un poema” (p.35), “Al cabo del tiempo
de los primeros poemas que escribí intuyendo que no iba a menospreciarlo del todo con
el paso de los años” (p.86)136. Por último, su conocimiento del entramado social
jerezano le lleva a comentar: “Ciertas tribus sociales de Jerez siguen siendo para mí un
punto de referencia ocasionalmente atractivo, que creo conocer bastante bien y que
En algunos casos las referencias no son tan concretas y se limita a comentar: “Ya lo
137
he contado en algún sitio” (p.69), “Algo de eso he contado por ahí alguna vez”
(p.138).
aventuras infantiles basadas en los libros leídos (como la primera excursión a Doñana
con insolación incluida en la que “era el explorador que descubriría el escondite del
su aspiración a emular la vida de Espronceda tras leer una biografía suya o los
vagabundeos por Sevilla siguiendo los pasos del Cernuda de Ocnos. Incluso las
135
“Yo siempre he sido muy literario, una ingenuidad como otra cualquiera, eso forma parte de las
propias clandestinidades de cada uno como hombre y como escritor.” (Pedrós-Gascón 2011:187)
136
Más ejemplos: “Poco después, intentaría reproducir algunos de esos vacilantes soliloquios en un
poema de elegíaca narratividad que no es de los que peor han resistido el paso del tiempo” (p.202), “En
todo caso, quedé tan encandilado con las especialidades y pasiones de la Mojarrita que, al cabo de
muchos años, aún pude traspasar su figura desde los desagües de la memoria a un tramo de mi novela
Toda la noche oyeron pasar pájaros” (p.343).
137
También Antonio Gamoneda en su autobiografía Un armario lleno de sombra declara algo parecido:
“Estas que he llamado señales, con otras de las que aún no he dicho nada y no sé si lo voy a decir,
llegaron insistentemente a mi percepción primaria. De parte de ellas he dado cuenta en otros libros.”
(p.56)
163
Sin embargo, y por muy novelero que pueda parecer, fue aquella una experiencia
Asimismo, algunos de los episodios o los personajes que rememora tienen tono
novelesco como ocurre con el incendio del alambique en la azotea de su casa (p.11)
(este episodio fue narrado en su novela En la casa del padre), la confusión, entre
burdel (p.329) o la vida bohemia del personaje de Pedro Ardoy que terminó viviendo en
primer capítulo que redactó de Tiempo de guerras perdidas fue el dedicado a los
experiencias que pueda luego usar literariamente, como cuando de unas estancias en una
pensión de Arcos de la Frontera comenta: “Seguro que no era para tanto, pero yo
suponía que todo ese escarceo me situaba en el núcleo de una vida intensísima donde
extravagante amiga de su madre, doña Rosita Terán, que le “deparó, como preví, un
138
Las declaraciones que hace al respecto forman parte de la respuesta a la siguiente pregunta de Anna
Caballé (2006:12):
- ¿Qué te llevó a escribir tus memorias?
- Quién sabe, tal vez mi falta de imaginación. Recuerdo que, después de escribir Campo de Agramante, a
principios de los 90, pensé que lo que había hecho era ordenar un poco mis experiencias vividas,
canalizando literariamente una nueva versión de los hechos. Así que seguí haciéndolo, sólo que con
mayor acopio de datos provenientes de memoria. Tiempo de guerras perdidas es una consecuencia de
todo eso: una especie de novela en la que yo soy el protagonista. Y lo primero que redacté fue lo más
novelero, o lo más libresco: esos miembros de mi familia, todos Bonald de primer apellido, cinco
exactamente, que eligieron la cama como lugar más idóneo para pasar la vida a partir de los 40 o 45
años. No está mal como tema literario.
164
buen suministro de instigaciones literarias” (p.354). Incluso sus relaciones amorosas
aparecen intoxicadas por el virus literario: “…y pensando que al fin había encontrado el
móvil que me permitiría ser el más precoz e inspirado poeta de la provincia. (…) Me
magnificar mis relaciones con Fermina, a quién llegué a declarar una inclinación
amorosa acaso más acusada por lo que tenía de literario fingimiento” (p.183).Se trata,
Igualmente, los títulos de los capítulos son versos o títulos de poemas del autor:
lugar” y “Duelo a primera sangre” son poemas de Descrédito del héroe (1977) y “Solo
es verdad lo que aún no conozco” es un verso del poema “Cloto” de Las horas muertas
(1959). El último capítulo, “Somos el tiempo que nos queda”, es el título de un poema
literario que para Caballero Bonald supone la escritura de sus memorias y el carácter
139
El título del primero tomo autobiográfico de Carlos Barral, Años de penitencia, era un verso de su
poema “Prosa para un fin de capítulo” del libro Usuras (1965). También los títulos de ese primer
volumen de memorias de Barral responden a una intención literaria: “La calle redimida”, “Las
humedades del sueño”, “Moradas breves”, “Un lagarto en cada encina” o “Vigilia en armas”.
165
Caballero Bonald le ha faltado un compromiso sólido con el género autobiográfico, tal
Sin embargo, las reticencias a mostrar sus intimidades se pueden justificar a tenor de
nadie debe importar, o de mi vida interpolada con otras muchas en un tiempo histórico,
que a lo mejor puede interesar a alguien,…” (p.390). El poeta jerezano considera que
sus vivencias personales o íntimas no son “importantes” para el lector, solamente cierto
testimonio de las épocas históricas que ha vivido “puede interesar a alguien”. Quizás
esta idea explique que solamente en dos ocasiones y más por barruntos que por certezas
última etapa de su vida del que fue su amigo en la adolescencia y juventud, Juan
experiencia de amante “en todas las acepciones prescriptibles del término” (p.200). Con
madre y el carácter depresivo del padre (p.57) sin revelar en ningún caso el vínculo
afectivo que mantenía con ellos o con sus hermanos. Ese pudor podría también tener su
140
“Me enteré de su muerte cuando ya hacía más de un mes que lo habían enterrado, con lo que se me
recrudeció penosamente una ya aletargada sensación de contrito.” (p.121)
166
justificación en un rasgo del carácter del autor que él mismo explica a propósito de una
hábito que conservé durante muchos años, pues pocas veces he compartido con los
demás mis quebraderos de cabeza.” (p.16) En este sentido, Manuel Alberca (2004:16)
evitación de los aspectos más problemáticos o más íntimos del autor, señalando que “el
141
2. NIÑO DE LA GUERRA
entrevista que concedió a Juan Ángel Juristo (1995) para la revista Lateral:
generación del 50, a García Hortelano, a Juan Benet, a Alfonso Costafreda, a Gil de
141
La expresión “niños de la guerra” es usada por Josefina Aldecoa en 1983 en un libro titulado
precisamente Los niños de la guerra: “La mía es la generación de los niños de la guerra, de nuestra guerra
civil. Niños que habíamos nacido entre 1925 y 1928 o poco más y que al estallar la guerra teníamos 8,
9,10, 11 años; la edad de la infancia consciente.” En este libro, la autora leonesa hace una selección de
textos de algunos autores de la generación del 50, entre ellos del propio Caballero Bonald.
167
Lo que entonces era un aprendizaje de no reconocible significación, adquirió con
los años su exacto valor como punto de referencia moral. Son experiencias más o
(Pedrós-Gascón 2011:153-154)
Pozuelo Yvancos (2006:174) ha señalado que “tampoco la guerra civil es narrada con
pormenor, sino a través de unos reflejos muy fragmentarios, acoplados esta vez a lo que
podría saber un niño de la burguesía jerezana.” No podía ser de otro modo porque
Caballero Bonald tenía solamente nueve años en 1936 con lo que estamos ante un
recuerdo más afectivo que testimonial142, como él mismo explica en una entrevista de
1982:
recuerdos que tengo de la guerra son muy nebulosos. Tengo vagas memorias de
desde el balcón de mi casa un tiroteo. Pero todo ello son cosas muy nebulosas que
142
“Todavía era muy pronto para que yo pudiese testificar ni por aproximación el grado de miseria que
se expandía, al mismo compás que los despotismos doctrinarios, por todos los atajos populares de la
ciudad.” (Tiempo de guerras perdidas p.42).
168
Hay como un espacio vacío en la memoria lineal de aquellos dudosos años
elección de Azaña como presidente de gobierno y el golpe militar que daría paso a
Todavía era muy pronto para que yo pudiese testificar ni por aproximación el grado
de miseria que se expandía, al mismo compás que los despotismos doctrinarios, por
buena parte de mi obra literaria con un tenaz apremio persecutorio” (p.42) 143.
Hay una serie de datos precisos que jalonan todo el itinerario de esa evocación” (p.33).
Así ocurre con el momento en que se enteró de la sublevación militar de julio de 1936:
con quién le dijo que estaban en guerra) que finaliza con este comentario: “Es curioso
143
En una entrevista en el año 2002 todavía declaraba: “Yo no puedo evitar que la Guerra Civil aparezca
en mis escritos.” (Pedrós-Gascón 2011:283)
169
que recuerde todo eso con tan detallada veracidad –aun contando con que me
equivoque en la coordinación de los hechos- porque a partir de ahí se abre una laguna
que sólo consigo salvar a través de barruntos muy poco fiables” (pp. 32-33). ¿Por qué
aquí esa detallada veracidad? Por la vinculación emocional, como ocurre con el
“episodio inolvidable” del registro del despacho de su padre por parte de unos
falangistas:
Pues bien, una tarde, cuando volvíamos mi hermano y yo del colegio, vimos dos
coches parados delante de la casa, con el asiento del conductor ocupado por un
percibí como un disturbio tácito en las resonancias habituales del zaguán, pero no
pensé ni por asomo en la insólita escena que iba a presenciar cuando entré en casa.
Admite seguidamente que reconstruyó este episodio en un poema años después 144 y
reconoce que “ese registro fue como el punto de partida de una crisis o de una fijación
guardando absoluta lealtad al punto de vista del niño, de ahí que cuente los hechos que
144
Se trata del poema “El registro” publicado en Pliegos de cordel (1963).
170
miedo, como se observa en el anterior episodio del registro o en el del regreso
Recuerdo ese otro frío supletorio del infortunio que se unió al clima gélido de la
casa. (…) viví la primera desoladora constancia de un miedo distinto a todos los
miedos que con anterioridad había sentido, algo similar a una deficiencia de la
respiración, a un émbolo materialmente activado por dentro del pecho una y otra
realidad mal encajados, una desarticulación general del penoso trayecto hasta el
borde de la carretera cargando con las maletas, del vacío hostil de las calles entre
dos luces, de la subida al autobús de línea que venía de Algodonales y llegaba hasta
Jerez, con paradas en Bornos y en Arcos. Hay una pareja de la guardia civil
pidiendo las cédulas, hay unos rostros amoratados por el frío, hay una acrimonia de
olores de redil como saliendo todavía de las hondonadas del sueño. Asomado a la
ventanilla, con la cara medio tapada por una bufanda tejida con los desechos de un
autor, con los que este intenta recuperar la plasticidad de la escena. Asimismo, la
171
utilización del tiempo presente (“Hay una pareja de la guardia civil (…), hay unos
rostros amoratados por el frío, hay una acrimonia de olores…”) informa sobre la
finaliza el relato confesando: “Crecí en un solo día más de lo que había crecido desde
El desconcierto es también una emoción ligada a los recuerdos sobre la Guerra Civil,
como queda reflejado en el relato de sus visitas al cuartel de la Falange (“el recuerdo de
Ignoro cómo reaccionó mi padre ante esa atrocidad, pero sí me acuerdo de las
Torrent… ” (p.40).
dudosas imágenes145 de unos niños harapientos que cazaban un gato, una anciana que
cuartelera, unos críos con las cabezas rapadas a trasquilones y visibles estigmas del
piojo verde en Villamartín y, sobre todo, el frío, “un frío alevoso e inconsolable que se
145
Con sus sempiternas dudas: “¿Vi todo eso realmente o me imagino ahora que lo vi? Es igual.” (p.43)
146
Algunos de estos recuerdos están narrados en presente y con el ritmo poético que se ha apreciado en el
relato de su huida de Villamartín, aunque en este caso se ha utilizado el polisíndeton: “Veo como a través
172
La fidelidad a la perspectiva infantil se manifiesta en los comentarios acerca del final
afectara:
manera en los inciertos almanaques de mi memoria. Casi estoy por creer que esa
noticia de la victoria final del general Franco me fue sustraída por alguna razón que
militar, a pesar de la mucha pompa y regocijo de que harían gala los más adictos
El carácter testimonial a veces va unido a una buena dosis de ironía y sarcasmo, que
últimas líneas del fragmento anterior o en el comentario que realiza a propósito de los
cambios en las adhesiones de los señoritos jerezanos durante y después del Alzamiento
ademán, la camisa azul, despareció bien pronto del mapa patriótico jerezano.
las del requeté. (…) Me imagino que eso debió de durar hasta que el Caudillo
de un cristal esmerilado a las gentes que esperaban en una esquina de la plaza la llegada sigilosa de unas
mujerucas que vendían pan de maíz, y veo pasar por la calle a las recolectoras de cardos borriqueros y
tagarninas del monte, y veo como un desfile vespertino de niños medio harapientos (…) Y siento sobre
todo el frío, el frío…” (p.59)
173
hicieron adictos a Franco de por vida. Qué menos. Fue una alternancia de
sobre todo a raíz de la angustia por el registro del despacho paterno: “…creo que en
causante directo de aquel desaguisado” (p.35). Las diferencias ideológicas entre sus
Azaña (…) pues recuerdo unas cartas de don Melquíades Álvarez, fechadas en
del partido en la provincia de Cádiz. Las cartas andaban por casa y fueron
en aquellos inicios de la guerra civil (…) Todo esto me lo contaría tiempo después
147
Él mismo reconoce que, cuando a los veintidós años se marchó a estudiar a Sevilla, “andaba aún muy
poco enterado, por no decir desentendido, de las maniobras del régimen franquista” (p.203). Antes, en la
Milicia Naval Universitaria tuvo su primer conato de rebeldía, pero también admite que “aún estaba muy
lejos de plantearme ni siquiera por descuido ningún atisbo de confrontación ideológica” (p. 174)
174
la tradición, no le impidieron nunca ser muy indulgente y comprensiva con los
demás, sin que en ningún momento se permitiera recusar las ideas republicanas y
aplicado a todos los proyectos que quedaron “perdidos” a causa de la Guerra Civil y de
la posguerra. Estas “guerras perdidas” son las ilusiones que se frustraron por el camino
de los que vivieron la infancia y la adolescencia durante el conflicto y así parece usarse
regresa a Jerez sin saber qué rumbo dar a su vida: “Me convertí un poco en el
ser lo que luego fui, unas guerras perdidas en la niñez, todo eso de las frustraciones
dramático y lo he tratado con los ojos de un niño que no tenía criterio para discernir
pero que acaba dándose cuenta de que aquella experiencia es también una guerra
Asimismo, los títulos de los dos capítulos dedicados a la Guerra son también
del lenguaje, pues una de las regiones devastada será la de la infancia, además de la
175
de los recuerdos de la guerra y el capítulo “Nada es ya subalterno”, supone para el autor
aprecia ya en las primeras líneas del libro, una autorreflexión en la que utiliza los verbos
en presente para hablar de su infancia: “Las fronteras de la infancia suelen coincidir con
las del verano. (…) Las otras imágenes infantiles, por muy copiosas que sean,
mucho menos acusada, (…) Incluso tiendo instintivamente a desplazarlas de ese núcleo
él (“yo no fui ese o, al menos, no me reconozco en aquel que fui”) 148, al contrario de lo
que ocurre, como se verá más adelante, con Castilla del Pino.
En los recuerdos siempre hay un sustituto del que uno fue que trata de engañarlo.
memoria y que no se parece sino a ratos perdidos al que ahora creo que fui. 149
(p.291)
148
En palabras de Pozuelo Yvancos (2006:167), “quien escribe en el presente no es quien era en el
pasado.”
149
Este extrañamiento hacia los yoes del pasado también aparece en el prólogo que el propio Caballero
Bonald hace a la obra de Pedrós-Gascón (2011:9): “A veces tengo la sospecha de que algunas de las
176
Este distanciamiento marca la evocación del yo pasado en diversos momentos. Por
ejemplo, al mencionar el poema que años después dedicó al registro del escritorio de su
padre, recalca la distancia que ya por entonces mediaba entre el niño que vivió el suceso
y el autor que lo plasmó en un poema: “El autor del poema no pensaba ya lo mismo que
instrumentalización de la historia vivida” (p.35). Del primer poemario que publica, Las
solamente media docena de sus composiciones, porque “no es ni mucho menos que
repudie las demás, es que me parecen escritas por alguien que mantiene serias disputas
con quien yo creo que fui” (p.300). Vuelve el extrañamiento al leer unas notas tomadas
en los primeros años cincuenta: “Resulta curioso ese cotejo de fragmentos escritos en el
pasado con la mentalidad de quien ahora los relee. Qué extraño y monocorde sujeto,
apenas traspasable al que finalmente creo ser” (p.332). Tiempo de guerras perdidas
acaba con una reflexión que incluye tanto el distanciamiento al que somete el narrador
tienen de engaño:
consecutivamente fui cuando acaecieron todas estas historias abreviadas, así que –
una vez más- sólo puedo dejar fluir la memoria sin más arbitrio que el de su
respuestas que aquí aparecen como mías son más bien de alguien que me ha suplantado sin ningún
miramiento. Tampoco es que descarte esa posibilidad.”
177
Este desapego permite al narrador enjuiciar irónicamente los sentimientos o
pensamientos del personaje: “No es que yo asociara entonces todo eso a mi escueta
Cuando no hay un reconocimiento del niño por parte del adulto se puede buscar la
Bonald adulto (narrador) se siente muy alejado del mundo ideológico del niño y
Bonald para revistas y periódicos de Jerez, Sanlúcar y Sevilla. Basten como ejemplo
colaboración con su primo Rafael Bonald, en el periódico local Ayer, diario en el que
150
Julio Neira (2014:98) también comenta este olvido: “Las cartas archivadas en la Fundación Caballero
Bonald nos ofrecen algunas pistas muy valiosas para conocer episodios de aquellos inicios literarios que
él ha silenciado en sus memorias”
178
Julio Neira (2014:80) añade que quince días después de este reportaje apareció el
primer artículo en solitario de Caballero Bonald, que trataba sobre la feria de Jerez. De
podemos encontrar en el comentario que hace Julio Neira: “El texto cumple los
preceptos del “género”, ante todo la alabanza a las virtudes locales: vinos y bodegas,
caballos y albero, belleza de las mujeres, embrujo de la guitarra, pureza de una copla,
etc.” Es decir, es un canto a todos los resabios folklóricos de los que el autor renegaría
escritura151.
dudoso, adjetivo que permite colocar al protagonista/personaje152 entre las difusas lindes
Bonald en algunas ocasiones. El adjetivo es usado en una doble acepción del término.
persona a quien se considera posible autor de un delito antes de ser juzgado; en este
caso, posible autor y protagonista de los sucesos que se narran. De este modo, la
imagen poliédrica del yo, este se presenta de una manera determinada aunque podría
151
Este evidente distanciamiento ideológico-moral entre el narrador de las memorias y el joven Caballero
Bonald se observa también en las siguientes declaraciones que el joven jerezano hizo a un periódico (La
voz del Sur) y que Julio Neira (2014:102) incorpora a su biografía, en las que se observa un concepto de
la inspiración poética radicalmente diferente al que sostendría después: “La dedicación total a la poesía
tiene su génesis en un llamamiento celeste. Sentirse así señalado, es llegar a Dios por la belleza. Y es casi
imposible situar el momento en que se tuvo conciencia de esa voz, de esa luz. No obstante, estimo que en
mí fue cuando sólo contaba 13 o 14 años. Entonces empecé a descifrarla, no a comprender su
significación todavía.”
152
Pozuelo Yvancos (2006:165) ha titulado el capítulo que dedica a la obra autobiográfica de Caballero
Bonald “José Manuel Caballero Bonald: cuando el yo es personaje.”
179
Decía la profesora Celia Fernández Prieto que la palabra “presunto” forma parte de
mi repertorio predilecto de adjetivos. (…) Por algo será. De modo que termino con
una sibilina aclaración: el sujeto que aparece en mis memorias también puede tener
algo de presunto. No estoy muy seguro de que ese sujeto –ese personaje- sea igual
que yo, ni que todo lo que cuenta coincida con la verdad, suponiendo que la
sujeto que duda, inseguro, con tendencia a dejarse llevar y poco dotado para la
abúlicas. Incluso pienso que todavía lo están” (p.212) o “casi nunca he podido eludir la
abulia, (…) sobre todo cuando he tenido que enfrentarme a experiencias que
En un acto más o menos voluntario por parte del narrador, se nos presenta a un
personaje desubicado, empujado por el azar, con “una reiterada carencia de proyectos
vitales” (p.265), que destaca más por su fragilidad que por su capacidad de decisión.
Sus intereses son tan numerosos como efímeros (la investigación científica, la
de lo que quería hacer”. Prepara el ingreso a la Escuela Náutica de Cádiz porque piensa
que de esa forma emularía las aventuras narradas por sus admirados Conrad, London o
Stevenson y además, lo decide en un día. A su madre esa carrera “se le antojaba, y con
Más tarde, cuando decide, tras su postración tuberculosa, abandonar los estudios de
153
Las siguientes declaraciones confirman la misma idea: “Ese niño que fui de ninguna manera está ahí
representado en toda su amplitud humana, sino que solamente es una aproximación, una trampa a través
del tiempo.” (Anna Vilà y Anna Pi, 1995: p.32)
180
Náutica e iniciar los de Filosofía y Letras, confiesa que se equivocó de nuevo con esta
orden frecuente en las memorias y autobiografías: los primeros recuerdos, los orígenes
familiares, los escenarios infantiles (viviendas, colegio y parques), primeras lecturas, los
estudios y los sucesivos intentos por lograr una autonomía personal, aunque la
ordenación obedece más bien a resortes de carácter literario que de otro tipo: hay que
recordar que confesaba a Anna Caballé (2006:12) que el primer capítulo que redactó fue
el que él considera más novelesco, el de los acostados, que, sin embargo, en la edición
final es el sexto. El libro comienza con sus recuerdos veraniegos y con los de la guerra
civil y no es hasta el capítulo cuarto cuando habla de sus familias paterna y materna,
aunque a los “acostados” los deja para un capítulo exclusivo, anticipado en el cuarto:
“Ni siquiera sabía mucho de esa rama de los Bonald el tío Rafael, que era el único de la
familia que se preocupó de semejantes cuestiones, antes desde luego de que decidiera
todo en los siete primeros capítulos, los que corresponden con la etapa infantil. Así,
aprovecha que ya no podrá ir a los parques de la Alameda Vieja y del Tempul, tras la
mudanza a una nueva casa, para hablar de ellos o cuando en el capítulo séptimo se vale
181
Para valorar la temporalidad de Tiempo de guerras perdidas hay que tener en cuenta
“favorecer una determinada puesta en escena del personaje” (en el caso de Caballero
Bonald, la del personaje “dudoso”) o ayudar a la credibilidad del texto pues, al no poder
ordenar cronológicamente los acontecimientos, se opta por relatar las secuencias cuyo
tendría una doble lectura, válida en ambos casos para Tiempo de guerras perdidas.
interesa precisar las fechas de los sucesos ni se ha molestado en verificarlas 154 como
verdad les corresponde” 155. Prefiere la “metódica inexactitud” de Barral156: “Por esas
fechas o algo después…” (p.48), “Fue por entonces más o menos…” (p.56), “Ese
mismo año, o tal vez el siguiente…” (p.57), “Recién terminada la guerra, o algo
después…” (p.76), “Por esas fechas más o menos…” (p.161), “Pero el último curso, o el
penúltimo, no sé, me decidí…” (p.169), “Más o menos por entonces…” (p.186). Nada
154
En dos momentos de Tiempos de guerras perdidas hace alusión a que anota en una libreta algunos
datos: “Las pocas notas que tomé entonces sólo me proporcionan pistas muy inciertas o muy poco
aprovechables.” (p.292) y “He logrado desempolvar una libreta donde anoté la nutrida concurrencia de
adversidades entonces vividas.” (p.332)
155
Otra cita de la misma índole en La costumbre de vivir: “…a la hora de restablecer los suministros
biográficos que se han quedado atrás, el único procedimiento obviamente disponible, si no se cuenta con
algún archivo idóneo, es el que quiera facilitar la memoria. Y hasta es muy posible que, llegado el caso,
yo prefiera no recurrir a ninguna consulta o cotejo previo acerca de toda esa amalgama de conjeturas
sobre lo que ocurrió o pudo haber ocurrido o ni lo uno ni lo otro.” (p. 528)
156
Carlos Barral (1990:69) lo comenta de esta manera: “Poco me hubiera costado desenterrar cartas,
anotaciones, documentos administrativos con fechas selladas, o ajustar mi memoria a la de otras personas
que veo con frecuencia. Pero me parecía una traición al elemento principal del proyecto: el curso natural
del recuerdo.”
182
tiene que ver esta imprecisión con las exactas referencias temporales de Castilla del
en esta primera estancia en Madrid: la del despido de las oficinas de la Bienal, “abril o
mayo del 52” (p.308) y septiembre de 1952 cuando regresa a Jerez para cumplir los seis
meses de servicio pendientes en la Milicia Naval Universitaria y por último, “el quince
de febrero del 53” (p.360), fecha de la licencia definitiva de las Milicias. Pero ni
siquiera estas referencias han sido verificadas, pues Julio Neira (2014:565 Nota 36), que
esposa, aclara que son erróneas las fechas de la estancia en el campo para recuperarse de
la tuberculosis, pues “está bien documentado que el último verano de milicias fue el de
Por otro lado, son frecuentes las anacronías, sobre todo las prolepsis. En
necesidad de dar rienda suelta a los recuerdos sin importar su secuenciación lineal (lo
que Barral llama “el curso natural del recuerdo”). Muchas de ellas están relacionadas
con personajes de los que se está hablando como en el caso del encuentro del autor con
183
Las analepsis, más escasas, le sirven para rememorar episodios como el
nueva casa o la visión de su primer muerto en la Guerra Civil (p.140), narrada cuando
vuelve a ver otro muerto en Villaluenga del Rosario, en un impreciso y feliz verano de
posguerra.
Por otro lado, el ritmo del tiempo discursivo se ve remansado por la abundancia de
4. ESPACIOS E IDENTIDAD
El recorrido por el pasado necesita un lugar por el que desplazarse ya que los
espacios, como ya señaló Bajtín (1989) penetran en el movimiento del tiempo. El crítico
ruso creó el término cronotopo que sirve para unir los elementos espaciales y
temporales en un todo inteligible y concreto, de manera que los dos se convierten por un
lado en centros organizadores de los acontecimientos narrados y por otro adquieren una
importancia figurativa porque determinan la visión del mundo y la identidad del autor.
capítulo. Asimismo algunos de esos espacios, en concreto la azotea y los territorios del
mundo” 157.
157
El autor utiliza la misma expresión “compendio simbólico del mundo” para referirse en Tiempo de
guerras perdidas a la azotea de su vivienda (p.8) y en la conferencia “El paisaje como argumento de la
memoria” (2004:46) para aludir al territorio del bajo Guadalquivir.
184
En las referencias espaciales de Tiempo de guerras perdidas hay siempre un doble
Y así, al principio del libro, hay una descripción de la azotea de su casa y todo lo que
torretas”, paisaje que enseguida adquiere una relevancia imaginativa que lo lleva a
el niño descubre un territorio fabuloso que fue, con metáfora del autor, “el reino
experiencia”. Desde allí explora (con “mapa del tesoro” incluido) las vecindades y la
ciudad solar que se presentaba ante sus ojos e inaugura una de sus costumbres adultas
más persistente: la de flâneur. Incluso comenta que en el olor de uno de los cuartos de la
niñez. En ellos “el niño se refugia y retrasa su incorporación al mundo de los adultos; en
esos rincones de la casa el niño puede manifestarse como tal, crearse un mundo propio y
vivirlo”. En el caso de Caballero Bonald este refugio es la azotea; en Castilla del Pino,
También en el primer capítulo aparece el gran espacio mítico de la vida del autor,
gran parte de su obra narrativa. De nuevo, los elementos realistas del coto, “esa sucesión
185
de dunas reverberando bajo el sol, retenidas entre una opulenta masa de pinares y sobre
estar en un mundo antiguo y deshabitado y de seguir una ruta que a lo mejor solo habían
observo desde donde escribo. Y como normalmente escribo frente el coto de Doñana –
un lugar para mí muy querido-, pues esa es mi patria”, “Desde que yo era niño y andaba
por allí en funciones de buscador de tesoros, Doñana fue siempre para mí lo más
parecido que había al paraíso. Cada uno tiene su propia noción del edén y, en mi caso,
ese edén era –es- Doñana.” El Bajo Guadalquivir o la Baja Andalucía (o lo que es lo
mismo, los territorios de Jerez, Sanlúcar y el Coto de Doñana) son “el rincón del mundo
que creo conocer mejor y me proporciona más compensaciones humanas y literarias” 158.
que sigue prefiriendo a cualquier otro del mundo (p.22). Pasado el tiempo, en el último
verano antes de su primer viaje a Madrid, pasa varias veces a Doñana desde Sanlúcar y
Doñana me proponía entonces, una vez más, una tregua tan armónica, una tan
sensible sinopsis de reencuentros conmigo mismo, que siempre barrunté que todo
eso tenía que depender de algún pacto improbable entre mi voluntad filial y la de la
mater terrae. Una idea que muy rara vez ha dejado de asediarme humana y
158
Y añade que, a pesar de vivir tres años en Colombia y muchísimos más en Madrid, no ha podido
almacenar de estos lugares “el suficiente acopio de estímulos como para poder escribir una novela de
ambiente colombiano o madrileño” (Caballero Bonald 2004:47).
186
literariamente, hasta el punto de creer, en términos de mitólogo ocasional, que yo
no elegí Doñana como centro gravitatorio de mis predilecciones sino que fue
autobiografías, a la casa en la que vivió hasta los diecisiete años cuya significación se
ciudad natal., Caballero Bonald confiesa: “Aún puedo andar a ciegas por esa casa en
que viví hace medio siglo: todas sus habitaciones coinciden con las de mi memoria”
159
Aunque la identidad del autor esté indisolublemente ligada a este territorio, no puede evitar ironizar
sobre ello.
160
A esta casa le dedica el poema “Acerca de un derribo” en Diario de Argónida:
Aquella casa en que mi corazón
tuvo su sitio, tramitó
sus dispendios, sus fiebres, sus cansancios,
187
La repentina mudanza a una nueva casa161, más pequeña y alejada del centro de Jerez,
que el equilibrio mental resulta en buena medida de que los objetos materiales con los
estamos en contacto día a día no cambien o cambien poco, y nos ofrezcan una imagen
como si hubiésemos dejado atrás toda nuestra personalidad”. Esta es la sensación sobre
la que reflexiona Caballero Bonald desde el presente de la narración: “Al cabo de tantos
años, tengo la sensación de que también se modificó con ese brusco cambio de
proporcionado” (p.84).
Con el traslado desaparecen también otros referentes como los lugares de juego: la
sobre todo el Tempul, con el depósito de agua del mismo nombre, por una de cuyas
un convento donde el autor imaginaba liberar a las muchachas descarriadas que habían
aquella casa
de inconmensurable pasado,
es ya una innoble máquina de hormigón
y aluminio, una cruenta falacia municipal
que contra mi decoro
ha tramitado un sustituto del dios de los ejércitos.
188
sido retenidas contra su voluntad (p.89)162. También en la adolescencia, la bodega del
edificio (el de su primera vivienda) fue derribado hace ya mucho y en su lugar hay
del autor: Jerez, Cádiz, Sevilla y Madrid. Si los espacios de la infancia señalados
anteriormente han quedado asimilados a su identidad, las ciudades son tratadas desde
162
Hay una analogía entre esta fantasía y algunas de Castilla del Pino en las que también se convertía en
héroe que ayudaba a damas y niños en castillos asediados.
163
Esa sensación de decepción es común en las memorias de infancia, como afirma Celia Fernández
Prieto (1997a:540), cuando el adulto advierte el contraste entre las imágenes guardadas y el estado actual
de los espacios de su infancia. También Ricardo Fernández Romero (2007:70) menciona estas
sensaciones, esta vez relacionadas con el modelo vital del exiliado: “La vuelta al espacio de los años del
pasado suele ser en muchos casos decepcionante, pues la situación de destiempo ha congelado el pasado,
convirtiendo en imposible la aceptación de que el tiempo que se dejó allí interrumpido (…) haya podido
continuar su carrera independientemente del exiliado (…) El regreso, por tanto, puede convertirse en
fracaso o en asunción definitiva de la pérdida.”
189
una perspectiva multidisciplinar que aglutina elementos sociales, culturales, emotivos e
ideológico-política del autor, de manera que, por ejemplo, sus aspectos sociales se tratan
(p.149). Al final del libro se sirve de una metáfora para resaltar la importancia de esta
querencia del autor hacia la ciudad aparece reflejada en los términos de connotación
positiva utilizados para su descripción física y humana: tradición liberal, gente muy
de agudeza mental, juego bastante vistoso (p.151). La ciudad le abre las puertas a los
cabo de los años, para finalizar las Milicias Universitarias, Cádiz adquiere tintes
164
Las siguientes declaraciones del autor, hechas a Sol Alameda (2002:12) después de la publicación de
La costumbre de vivir, facilitan la comprensión de la metáfora utilizada para expresar su relación con
Cádiz: “Lo que pasa es que me parece que el pasado es como una casa con muchas habitaciones y que
uno tiene que meterse ahí cuando quiere sondear en el pasado, lo que suele ser agotador… En esa casa
donde empiezas a buscar, te encuentras con unas habitaciones que están muy amuebladas, otras casi
vacías. De pronto descubres rincones imprevistos, y tienes que ir modificando todo eso, porque también
es verdad que el presente modifica el curso del pasado. O sea, que estoy manipulando el pasado siempre
que me conviene. Eso hago en el libro.”
190
depresivos y sus paseos se convierten en alegorías del desarreglo de sus sensaciones, de
artículo (“Paseo a bordo de Cádiz”), que había sido publicado en la revista “Viajar” en
1978, del que se reutilizan aquí párrafos casi exactos. Se confirma por tanto que
autobiográfica porque, como afirma Julio Neira (2014:11), “los episodios de su vida y la
elaboración del resultado de su experiencia del mundo han sido el núcleo germinal de su
Una impresión muy distinta le produce la ciudad de Sevilla: “No me resultó fácil
sevillanos” (p.205). A diferencia de la gente gaditana, “muy bien dotada para limar toda
provocaba “algún intermitente rechazo, que venía a ser como una consecuencia de lo
concreto, reprocha a los sevillanos “la exacerbación popularista de los tópicos” (p.206),
aunque reconoce que seguramente entonces no estaba “en condiciones de acometer esos
191
Jerez, su ciudad natal, es descrita a través de sus paseos por los barrios que mejor se
de chicos “muy poco recomendables” para pasar las tardes en unos salones de billar, en
la creación de una academia de artes y letras, se despacha sin miramientos con ciertas
tribus sociales de Jerez, “que creo conocer bastante bien y que suelo usar con estrictos
fines literarios” (p.248). A la mayoría de estos industriales del vino 165 les reprocha “la
que las cualidades que definieron al consabido señorito de Jerez han languidecido
(p.250). Caballero Bonald considera la vida social de la ciudad como una copia
lacras sociales y culturales de la región. En todo caso reconoce cierto ajuste de cuentas
con su ciudad natal con la que mantuvo amores no correspondidos (p.248) y termina
interés de narrador” (p.248). Esta actitud está ligada a la figura del flâneur (al estilo de
165
Puntualiza que “era posible encontrar a personas de innegable refinamiento, bastante ecuánimes y
medianamente ilustradas. Pero eran más bien mirlos blancos” (p.248)
192
Baudelaire) que escruta las costumbres y vidas urbanas manteniéndose a una prudente
distancia de ellas. Incluso en algún caso, los espacios que no le son propios, como le
ocurrió en Sevilla, le producen una sensación de tedio o spleen: “Se trataba en todo caso
del regusto inicial de unos paseos propios del curioso sin posibles, y creo que en general
reticente.” (p.206)
Pasear por esas calles del centro de Madrid era una experiencia que no coincidía
con mis precedentes aficiones y que tampoco tendrían ningún parecido con otros
posteriores hábitos de errabundo. Uno de los recuerdos que conservo más vivo de
266)
siempre relacionados con los círculos artísticos (escritores y pintores) en los que se
193
imaginación, que ya sabemos que para el autor es prácticamente lo mismo): “Los sitios,
sospechas.” (p.292)
Para finalizar habría que añadir la especial atención que presta al desierto y a Galicia,
lugares que descubrió en sus travesías marítimas con las Milicias Navales y a los que
volvió varias veces por las efusiones que le proporcionaban. Después de la digresión
después del que bordea la desembocadura del Guadalquivir” (p.181). Como le ocurre
con Jerez y con Cádiz, cuando vuelve al cabo de los años, le invade una sensación de
que han modificado sustancialmente la arquitectura y los materiales que tan bien
armonizaban con el verde de la vegetación: “Volví por allí al cabo de muchos años y
tuve la prevista sensación de que yo había cambiado casi tanto como aquel paisaje de la
ría poco a poco acosado por los desatinos urbanísticos” (p.184). La constante crítica del
5. CONCLUSIONES
194
ningún valor y la escritura, cualquiera que sea su forma, tiene siempre una finalidad
estética. Caballero Bonald ha seguido estas premisas pero también ha adoptado alguna
de las formalidades del pacto autobiográfico como la fotografía propia en las portadas
de sus dos volúmenes, las continuas digresiones para opinar, aclarar o añadir algo a
propósito de lo narrado, las expresiones con las que no deja duda de la exactitud de sus
carácter testimonial que logra el relato como ejemplo de las vivencias de una generación
que el del resto de los autores estudiados y un protagonista de identidad dudosa que
deambula por el libro sin otro anclaje vital que el de la Literatura. Hay en el personaje
una constante interacción entre literatura y vida, de ahí que se narren algunos episodios
utilizados anteriormente como material literario tanto en sus novelas como en sus
poemas y otros con los que ha podido suceder lo contrario, es decir, que sucesos
fabulados hayan sido incorporados a sus memorias, según afirma su biógrafo Julio
Neira (2014:13). Asimismo, el autor, que se sabe frágil y vulnerable fuera de su mundo
apenas se reconoce.
duda pues los sucesos recordados sobre la Guerra Civil son los que le afectaron desde su
perspectiva infantil.
Otra actitud diferente adopta en el tratamiento de los espacios, que aborda desde dos
sus aspectos referenciales y metafóricos. Sin embargo, las ciudades en las que pasó su
195
infancia, adolescencia y primera juventud (Jerez, Cádiz, Sevilla y Madrid) se muestran
Para Caballero Bonald la escritura de una novela y la de sus memorias obedecen a los
mismos estímulos, entre los que destaca el de la calidad artística (“¿A quién iba a
las marcas distintivas del estilo del autor: riqueza y variedad léxicas, la sintaxis barroca,
ironía.
196
197
CAPÍTULO 5: LA CONSTRUCCIÓN DE UN TESTIGO
Carlos Castilla del Pino nació en San Roque (Cádiz) en 1922. De temprana vocación
Recuerdos de mi vida de Santiago Ramón y Cajal. Este libro, junto a la lectura de las
de Madrid.
en el que trabajó durante treinta y siete años, aunque su objetivo siempre fue la
obtención de una cátedra universitaria. Por eso el injusto resultado de las oposiciones a
198
de la psiquiatría oficial española de la época. A pesar del aislamiento académico, se
Córdoba, de la que fue también catedrático desde 1983 hasta su jubilación en 1987.
“el psiquiatra rojo”) e intelectual antifranquista mucho más allá del ámbito estricto de la
fue considerado maestro por una nueva generación de universitarios que confirió a su
sentimientos (2000).
Asimismo publicó dos novelas, El discurso de Onofre (1977) y Una alacena tapiada
(1991), y una obra autobiográfica en dos volúmenes, Pretérito imperfecto (1997), que
termina en 1949, año en que llega a Córdoba y Casa del Olivo (2004) que comprende
En 2003 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Murió en Castro del
un gran intelectual de la izquierda” entre las cuales, la de Emilio Lledó y Anna Caballé
199
importantes de nuestra memoria histórica” y como “una obra de referencia en la cultura
DEL PINO
revistas. Pretérito imperfecto no es una excepción y, además, Castilla del Pino dejó
objeto para otros”, siendo ese objeto la identidad que el autobiógrafo se construye en la
son ilusorias pues pocas veces el lector concede el crédito que el autor busca, ya que la
autor, con lo que para los lectores es “mentira o, todo lo más, una media verdad”. Por
ello, habla de “la gran frustración del autobiógrafo” (Castilla del Pino 1989:148).
200
permite a los lectores puntualizar, añadir o corregir algunos de los episodios narrados;
de lo que se deduce que los han leído como verdad. Igualmente, en unas conversaciones
Yo creo que una autobiografía tiene que estar bien escrita, eso por supuesto, pero
entendiendo que “bien escrita” significa en este contexto que todo debe estar
Lo que ocurrió es que entre estas dos opiniones contradictorias había publicado los
una excepción a la primera tesis de que las autobiografías son una “mentira o todo lo
más, una media verdad”. Enfrentado a la escritura autobiográfica, Castilla del Pino
guiño irónico, pues el supuesto autor, Máximo Temple, es un nombre inventado que el
autor utilizó en el verano de 1942 para salir airoso de algunas desobediencias en sus
166
En las citas de este capítulo las cursivas son mías, salvo que se señale lo contrario.
201
primeras Milicias Universitarias167. En esta cita, se advierte de la invención tanto de la
analiza esa nota preliminar, se comprueba que Castilla del Pino expone unas ideas muy
cercanas al pacto de veracidad del que hablaba con Anna Caballé. Aunque sospeche de
cursiva en el original) y antes de finalizar este aviso a navegantes, afirma: “Para mis
(p.13). Además, cuando los ha contrastado, se ha dado cuenta de que cada uno había
Castilla del Pino quiere escribir una autobiografía testimonial y demostrar que lo que
el texto dice que ocurrió es lo que efectivamente ocurrió; por tanto, se vale de datos
en los apéndices de las dos obras), y termina diciendo: “Estos datos –no la experiencia-
narro.”(p.13) De hecho, la primera cita que encabeza Casa del olivo reza: “Il vero è nel
fatto”.
Sin embargo, para avivar la contradicción entre sus ideas de 1987 y las posteriores, el
psiquiatra gaditano, en las Actas del Congreso- homenaje a Caballero Bonald en sus
167
Lo cuenta en las páginas 322 y 323.
168
La cita es la siguiente:
-La realidad, convénzase, es un invento.
-¿Un invento? ¿De quién?
-¿De quién va a ser? Del sujeto.
-Pero, entonces, ¿qué me dice de la memoria?
-¡Hombre!, ahí sí que no hay duda: la memoria es reinvención.
202
también la comunicación de la intimidad, tanto por el pudor como por la utilización de
fiabilidad de la memoria”:
Todo esto que he dicho antes tiene como objeto hacerles ver que las autobiografías
que ofrecemos los que las escribimos son las que queremos ofrecer y que tienen tan
serias limitaciones como para poder afirmar, como hice al principio, que una
Autobiografía en sentido estricto es imposible. Con otras palabras: que los autores
lo que queremos. Y los lectores hacen lo de siempre: o las toman o las dejan.
(2008:206)
Una figura de la talla intelectual de Castilla del Pino sabe que la realidad es
aprehendida de forma diferente por cada individuo; que, además, cuando uno se dispone
a contar su vida realiza una selección que implica automáticamente una manipulación y
que, al quedar conformados retóricamente, en los relatos de cualquier tipo hay tanto de
poiesis como de mimesis. Sin embargo, su compromiso moral con la verdad le lleva a
170
En conclusión, como afirma Celia Fernández Prieto (2001:163), “escribir una autobiografía supone
siempre un trabajo de invención verbal y literaria –de autoinvención- enmarcado en un compromiso de
veracidad”.
203
En todo caso, si hay un autor que ha aplicado concienzuda y escrupulosamente los
político de contar los hechos de los fue testigo para que no se olviden y para no que no
se vuelvan a repetir.
Aunque la obra autobiográfica de Castilla del Pino está dividida en dos volúmenes, el
2. UN TESTIGO PRIVILEGIADO
Hay un afán en Carlos Castilla del Pino por erigirse desde el comienzo de la obra en
testimonio y que utiliza todos los recursos retóricos y narrativos a su alcance para
conseguirlo.
superioridad: por ejemplo, cuando sus tías se encuentran en un paseo al que después
204
sería su mentor, don Federico Ruiz Castilla, le comentan “mi afición a la lectura y mi
apartamiento del tipo de juegos que caracterizaban a los demás niños de mi edad”
(p.133). También su madre se siente orgullosa de él, cuando a los once años, presencia
que enseñaba orgullosa los cuadernillos que el adolescente Castilla del Pino redactaba
las destrezas físicas sino por sus habilidades narrativas. Entonces ya aprendió que los
Narrar, narrar. Me hice un maestro frente a aquellos oyentes que apenas sabían
contar. Podía mantener en vilo a todo el grupo con mis historias, que yo vivía como
reales y que las hacía vivir así a los demás, recurriendo –ahora lo sé- a detalles
Más tarde, la reputación entre sus amigos fue debida a que era el único que estudiaba
que los otros tienen de él y la necesidad de reconocimiento por parte de los demás van
intensificándose a lo largo de su vida 171, de ahí que reitere el prestigio que adquiere en
171
Son muy significativas en este sentido las fantasías a las que se entregaba de niño: “Habituado en mi
casa a vivir solo muchas horas al día, con mis juegos tan varios de ensoñación, tardando algunos minutos
en conciliar el sueño, los suficientes para imaginarme siendo alguien a quien se admirase, por su valor y
su prestancia…” (pág. 125). Tras la muerte de su padre en el colegio salesiano de Ronda: “…lo pasaba
bien imaginándome protagonista de algunas novelas en las que el huérfano, después de inmensos
sacrificios y una voluntad de hierro, sacaba adelante a toda su familia y se convertía en acreedor de
admiraciones.” (p.128) Quizás esta necesidad de reconocimiento público explique su frustración al no
obtener la tan ansiada cátedra universitaria, situación que narra en Casa del olivo.
205
…pese a que no era un estudiante regularmente bueno, tenía prestigio basado en
que, si bien ignoraba mucho de lo que debía conocer, sabía algo de lo que
ignoraban los demás, gracias a las lecturas que años antes había realizado bajo la
Cuando aprueba el examen de reválida sin estudiar apenas (a muchos les costaba años
mi prestigio ante ella y su entorno subió mucho: eso de llegar allí poco menos que
como César en las Galias (…) cuando días antes había estado leyendo el libro de
confiesa que “mi prestigio de “promesa” ante los mayores, y desde luego, ante los algo
más jóvenes o de la misma edad que yo, me llenaba de satisfacción” (p. 425). Incluso al
llegar al Ferrol “ser el único médico y venir de Madrid ya como psiquiatra me otorgó
Pero quizás sea en el capítulo doce cuando mejor se observa ese afán de auto-
afirmación frente a los demás. Se trata del episodio del 27 de julio de 1936 en el que se
escapa de la casa familiar para ir a ver a su tío herido (pp. 190-194). A su regreso, se
siente un héroe:
Salvo los momentos en que lloré al ver a mi tío Pepe minutos antes de morir, todo
afirmación de mí mismo. Yo era el héroe, ese día fui héroe, porque, aunque me
206
reprendieran a mi llegada por la imprudencia de mi escapada, que la motivara el
ansia de ver a mi tío, que me atreviera a salir en medio del tiroteo y de muertos por
la calle elevó mi imagen hasta alturas imprevisibles. Era un héroe para los demás y
los demás lo decían (…) y yo me encontraba muy a gusto por ello. (p.192)
Esta imagen de héroe dentro de la familia se confirmó cuando, un mes después, sus
tías le encargan que desde Gibraltar le llevara un mensaje a don Servando Casas a la
Línea. Con estos actos, a la reputación intelectual se añade un carácter valeroso del que
dará muestra cuando, junto a dos de sus primos, se “escapa” de Gibraltar y se alista en
requeté de Algeciras, causó asombro: “se hablaba de mi sangre fría con gran
admiración” (p. 220). Esa necesidad de reconocimiento público era tal que él mismo
confiesa que una de sus fantasías en el corto exilio gibraltareño consistía en imaginarse
como un héroe defensor de un castillo sitiado cuyo valor “era reconocido públicamente,
especialmente, y eso era lo que más me importaba, por aquellas mujeres (todas de
Por otra parte, la identidad intelectual y científica se fragua a través del magisterio de
don Federico Ruiz Castilla, que le da a conocer las obras de Santiago Ramón y Cajal.
del Pino:
Cajal es una figura fundamental en mi vida. Es mi “sujeto ideal” (en el sentido del
aquella España de ¡hace 120 años!, su teoría del patriotismo, su idea del magisterio,
presente en mí desde mis diez años hasta ahora mismo. (Justo Serna 2003:71)
207
La vocación médica del niño se afianzó con la lectura de las memorias de Cajal, que
fue el primer libro que le prestó su maestro, y con la de Reglas y consejos para la
juventud, representan el modelo para Castilla del Pino, pues son, como se verá más
continuidad entre el personaje del pasado y el ser actual, de forma que del ser del
pasado deviene naturalmente el ser del presente que escribe (Fernández Romero
2007:175).
La curiosidad por prácticamente todos los campos del saber (la música, el arte, las
páginas, en las se dibuja a un niño con muchas horas de soledad para observar, aprender
e ir elaborando, con sus múltiples lecturas, un pensamiento crítico: con diez u once años
cuando llega a Madrid, lo primero que hace es conocer las librerías de viejo y comprar
pequeño uno de sus juegos favoritos era “hacer de director de banda de música” (p.22);
a los cinco años recibe clases de solfeo a petición propia y disfruta en el concierto del
172
Según el autor, este libro contiene un esbozo del proyecto vital e intelectual del Castilla del Pino de
entonces: “antes que la soledad llegue porque los demás te abandonen, búscala tú y entrégate a tu yo.
Vive sólo para tu yo. Pero frente al egoísmo interesado que rige las actuaciones de los humanos, el ente
yoísta era alguien vuelto hacia sí mismo, entregado a la soledad para el cultivo de su propio huerto, es
decir, para la tarea a la que se sentía llamado (en mí, la investigación científica, el leer y escribir.) El
triunfo del ente yoísta se alcanzaría a través de un gesto soberbio: aquel sujeto, hosco y excéntrico,
entrega al fin a los demás el resultado de su trabajo en soledad (el gran descubrimiento, la obra admirable,
el libro imprescindible).” (pp. 263 y 264)
Esta explicación (de influencia claramente nietzscheana pues reconoce que es el autor que más le influyó
en esa época de soledad y lecturas) da sentido a la fantasía desarrollada en las aburridas horas de estudio
del internado salesiano de Ronda: la creación de un dibujo en el que mostraba su ideal de vida, aislado e
incomunicado en su sótano, rodeado de libros, leyendo y escribiendo (p. 166).
208
domingo de la banda de exploradores aunque solo se encarga de llevar las partituras; en
Madrid, uno de sus propósitos fue incorporarse al mundo musical y asistió siempre que
Las virtudes anteriores sobresalen por encima de los sentimientos. Llama la atención
las pocas veces que el autor menciona su mundo afectivo, tan importante en la
presentar una personalidad ante todo intelectual y científica, por lo que en las numerosas
por parte de unos niños de San Roque, algunos comentarios sobre unas hermanas con
las que no tenía ninguna complicidad175, sobre algunos familiares de los que guarda
emotivos recuerdos176 y tres o cuatro confidencias sobre sus padres, escasas pero muy
elocuentes, que merecen una atención especial por ser ellos las dos figuras de referencia
afectiva en la infancia.
173
Esta extrañeza adquiere sentido si se tienen en cuenta las afirmaciones de Celia Fernández Prieto
(2001:169) sobre la importancia de las revelaciones de la vida privada de un autobiógrafo que, según
ella, “estimulan la introspección y aportan información esencial sobre la estructura sentimental y
axiológica del sujeto que se evoca, se narra y se juzga; por ello resultan muy relevantes para la
construcción de la identidad, para la imagen que el yo quiere ofrecer de sí mismo.”
174
“Pasé un curso torturado en mi compulsión por hacerme querer por Carlos sin conseguirlo (…) Si
alguien me hubiera dicho que lo que me ocurría era que estaba enamorado de Carlos Ramírez, no lo
habría aceptado.” (pp. 163 y 164).
175
“Yo utilizo la planta baja para mis juegos solitarios, aparte por completo de mis hermanas, que,
mayores que yo, hacen su vida con la que no tengo nada que ver, ni me interesa” (pp. 21 y 22); “Mis
hermanas hacían una vida completamente aparte de la mía. (..) Apenas regresé del colegio mi distancia
de ellas era cada vez mayor. No hablemos en la adolescencia…”(p. 64)
176
Sobre su tutor: “Mi tío Pepe, soltero, mi tutor a la muerte de mi padre, era un hombre callado,
prudente y educado, de muy buena planta, y al que yo tuve siempre un gran respeto y cariño.” (p.52) y su
prima Elena: “De todas las personas de mi familia, Elena ha sido la persona a quien más he querido y, en
muchos aspectos, admirado.” (p.267)
209
La relación con su padre está basada en la autoridad (y el miedo177) que este impone a
toda la familia Castilla, en la que, como jefe del clan, presidía la mesa familiar en un
sillón que le estaba reservado. Era “el gran padre de todos, aquel a quien se reconocía
como el patriarca temible pero justo” (p.54) 178. A su muerte, este puesto quedó vacío y
“el clan se cuarteó”. El hijo dice de él: “me imponía respeto y miedo. Al lado de él me
podría decir que le quisiera tanto como le temía” (p.47). Su padre representó “un peso
la protección.” (p.28)
(p.46) o “Lo recuerdo serio, entristecido por sus dolencias” (p.47). Su muerte le supuso
Imaginaba que nos sumiríamos en la miseria, que nadie podría dirigir nuestro
destino (…) No fue así. Meses después, cuando regresé del colegio (…) y me
encontré con la nueva casa (…), sin necesidad de cortarme el pelo al cero, con la
posibilidad de aspirar a ser médico sin que nadie me lo estorbara, viví la ausencia
reconozca que todas las cartas que su padre le enviaba al internado de Ronda
177
“El ambiente en casa de los Castilla, para los de dentro, era opresivo, sobre todo para aquellos de los
miembros que aún no habían compartido la complicidad del secreto.” (p.54)
178
Hay otra anécdota que ilustra esa autoridad: encolerizado por no poder atrapar a su hijo, le lanza un
bastón que se estrella contra la pared. (p.47)
210
…eran destruidas por mí a medida que las recibía en el colegio. Algo que he
lamentado. Se trata de una actuación que me resulta ininteligible 179 y que se opone
La relación con la madre presenta otro cariz, en este caso ligado al desapego. Su
imagen, que podría haber representado el contrapunto a la del padre y haber sido
experimentaba rechazo: “Era una persona de mal carácter, desabrida, a la que yo había
sentimientos hacia ella aparece enmascarado un sentimiento de culpa por no haber sido
Lejos de mi madre (en el colegio y luego en la universidad), sentía por ella una
desvelo hacia mí, me imponía ser atento con ella, dejarla que se entregase a la
sido así, pero ni siquiera pude tener éxito con unos minutos de fingimiento. (p. 62)
179
Resulta extraño para el lector que un psiquiatra no pueda explicar esta actuación. Parece que el no
poder es, en este caso, un no querer, como él mismo reconoce en otra de las escasas concesiones
confesionales que hace en Casa del olivo (2004a:149), en este caso en relación a su no deseada
paternidad.
211
Había vuelto a casa con el propósito de acariciar a mi madre, consciente de su
cariño y de su sacrificio, del orgullo pueril que sentía por mí ante sus amistades, de
amargura que surgiría en cuanto me alejara unos metros de casa sin haberlo
Falta, por tanto, en la esfera familiar, la figura que proporcione al niño la educación
reconoce:
relación, real e imaginaria, con ella (y con algunas otras figuras de mi familia, en
desearlo daba paso a una agresividad visible o soterrada sobre las mismas). (p. 63)
Cuando vuelve a San Roque después del primer invierno en Madrid ratifica: “Pasé en
San Roque la Navidad, días tristes, como siempre lo han sido para mí, porque se asocian
a días cortos (…), a la tensión e irritación que emergen cuando uno se siente obligado a
hablar de lo que sea con la familia, con la que poco o nada tiene en común.” (p.308)
Hay en esta última cita un uso impersonal de los pronombres “uno” y “se” que han
212
La carencia de vínculos afectivos es compensada con la imaginación, por eso inventa
historias ante sus amigos y fantasea heroicidades en la intimidad 180. Según Castilla del
modifica a lo largo de la vida del sujeto, de forma que se hace más extenso cuanto
menos lo son los escenarios privados y/o públicos; por ello, “el hombre intimista y
del sentimiento de soledad, al que dedica dos de las escasas digresiones de la obra; la
tenido hacia ella una actitud contradictoria” (p.22). La segunda, al final del capítulo 3:
La soledad, la retirada del mundo. He jugado siempre, desde niño hasta ahora
mismo, de adulto, a la soledad. (…) he tenido hacia la soledad una actitud plural y
también como una retirada activa ante la inhóspita compañía de muchos; pero
lejos de mis hermanas, hecho y construido por mí, mi soledad era un recurso
(p.40).
180
El propio Castilla del Pino en “Teoría de la intimidad” (1996) ha precisado la diferencia entre lo
público, lo privado y lo íntimo, señalando que es el escenario en el que se realizan las actuaciones el que
establece su carácter público (en el que son observables), privado (en el que se protegen de la observación
de los extraños) o íntimo (que tienen lugar en un espacio virtual, nuestra mente, y, por tanto, son
inobservables o solo observables para el sujeto).
181
En el internado tuvo que adaptarse a la imposibilidad de estar solo porque el solitario era visto como
alguien sospechoso: “Aprendí a sobrevivir en aquel ambiente inhóspito, en el que era imposible un solo
momento el refugio en la intimidad, en la fantasía. Entrar en el colegio significaba aceptar la dolorosa y
213
En todo caso, parece como si al autor le resultara doloroso transitar por los caminos
permite soslayar hábilmente los aspectos que menoscaben la figura intelectual que
pretende mostrar, de ahí que se escondan, se orillen las tensiones del autor en el terreno
emocional. Por otra parte, en contraposición con la complejidad y seguridad que exhibe
produce es porque el autor no tiene más remedio que hacerlo (hablar de las relaciones
con su familia más cercana o de la muerte de sus hijos en Casa del olivo). No obstante,
se aprecian en el texto ciertas fisuras íntimas sin resolver: su escasa vinculación afectiva
forzada privación de algunas horas de soledad. Habituado en mi casa a vivir solo muchas horas al día (…)
aquí me era imposible estar solo.” (p. 125) En el regreso al colegio tras la muerte de su padre: “Cuando se
marchó (su madre) experimenté un sentimiento de soledad y desvalimiento como pocas veces sentí en mi
vida.” (p. 127)
Ya se habló en la nota 169 del dibujo, ideado en el internado, que expresaba su ideal de vida: entregado al
trabajo en completa soledad, aislado e incomunicado.
182
“La atmósfera, no de nihilismo, sino de escepticismo respecto de los hombres (…) en que me creía
envuelto, se acrecentó cuando salí y me encontré persistentemente solo. Mis amigos habían comenzado
sus estudios. En la Alameda no quedaba ni uno. Paseaba solo (…) La escritura venía a ser una defensa
frente a la “solitariedad”, es decir, a la soledad forzada en que me veía.” (p.264)
183
“Me encontraba solo. A los de la pensión los veía a las horas de almorzar y cenar, sin nada en común
con ellos. Por las tardes de las primeras semanas paseaba solo…” (p.288)
184
En Casa del olivo (p.444) afirma a propósito de la muerte de su hija María: “Siempre sostuve la tesis
de que había que construir un compartimento estanco para la intimidad: una cosa era lo que yo sentía, y
cómo evolucionaba mi duelo; otra, las tareas a las que me debía, y que no podía, ni debía interrumpir.
Recordaba la lección de mi prima Elena a la muerte de su único hijo, tan querido por ella y por todos:
“Nadie tiene que saber acerca de mis sentimientos. Éstos quedan para mí sola.” Y más adelante, para
explicar cómo se enfrentó a la muerte de sus hijos: “Aprendí a vivir la “disociación” entre sentir y
expresar lo que se siente. Aprendí a guardar dentro de mí la angustia y el sobrecogimiento que me
atenazaban, y nadie se atrevió, a la vista de mi actitud, a romper la barrera de silencio que establecí en
torno a ese ámbito de mi vida privada…” (p.451)
214
con los miembros más cercanos de su familia, la incapacidad para demostrar ternura a la
españoles (con raras excepciones) como bien han señalado Anna Caballé (1995:68,69) y
Celia Fernández Prieto (2001:169). Las razones van desde la implicación de terceras
personas que pueden sentirse traicionadas en su privacidad hasta el pudor que alega, por
ejemplo, Francisco Ayala185. No hay que olvidar tampoco que la mayor parte de estos
emociones por parte de los varones no estaba bien vista, como lo demuestra la expresión
De todos modos, estamos ante una autobiografía arriesgada y valiente, rasgos que no
185
“En cuanto a estas ocultaciones (…) Pueden obedecer a motivos más dignos que el trivial respeto de
las convenciones sociales; antes que nada, al pudor que defiende la más delicada intimidad, hurtándola al
manoseo curioso –sin que tampoco hayan de achacarse siempre al olvido las reticencias y omisiones, por
más que el hoy bien conocido mecanismo de la supresión inconsciente sea tan activo y tan eficaz-.”
(Ayala, 2006: 30)
186
Como se verá más adelante, lo que aterró a Jaime de Armiñán al conocer, con diez años, la noticia de
la muerte de su tío Alel, fue ver llorar a su abuelo, porque “era la primera vez que veía llorar a un
hombre” (La dulce España, p.186).
187
En el extremo opuesto destacan las memorias de Ayala: “Las memorias de Francisco Ayala,
Recuerdos y olvidos (1988), son un ejemplo extremo de hasta dónde se pueden escamotear los contenidos
más personales.” (Manuel Alberca 2002:13).
188
The life of the Rev. Joseph Blanco White, written by himself; with portions of his correspondence.
(Londres, 1845).
189
Coto vedado (1985) y En los reinos de taifa (1986).
190
El peso de la paja, trilogía compuesta por El cine de los sábados (1990), El beso de Peter Pan (1993)
y Extraño en el paraíso (1998).
191
Autorretrato sin retoques (1996).
215
La capacidad intelectual de Castilla del Pino se asienta, al contrario de lo que ocurre
con Caballero Bonald, en una memoria excepcional que le permite narrar con una
del narrador y con ella su fiabilidad. El psiquiatra gaditano, como afirma Manuel
recordar todo.” Esto le lleva a guardar prácticamente todo lo relacionado con su pasado:
“algunos conservados por mí desde la época a que se hace referencia” (p.13), y que
debía llevar en la cesta para la comida (…) y muchos más detalles, me es posible
evocar estos episodios con bastante precisión. (Casa del olivo, 198)
aseveraciones del tipo: “Mi padre me respondió (lo recuerdo perfectamente, así como el
lugar de la casa en el que provoqué ese diálogo, con mis hermanas escuchando en la
o, fuera de ella, en la calle Colón, sé que procede de mis primeros diez años. Luego, lo
192
Sabemos por la primera nota a pie de página de Casa del olivo que empezó a escribir un diario
(Tagebuch) durante su estancia en el sanatorio Esquerdo Aunque en esa nota aparezca la fecha de 1956,
esa estancia terminó en 1949, año en que se traslada a Córdoba; por lo tanto la fecha podría ser la de
1946.
216
reajusto con otro u otros y obtengo más precisión, y hasta logro situarlo en un año o en
un mes concreto” (p.27), “Conservo muy estructurados los recuerdos que se refieren a
mismo” (p.151), aunque tiene once años en el momento en que sucedió. De igual modo,
no ha podido olvidar: “Al fondo, sentado en la cama, estaba mi tío, mi tutor, al que sólo
pude ver sus ojos tristísimos. Los tengo aún en mi memoria” (p.191) “Me ha
perseguido este recuerdo durante toda mi vida” (nota 35. pág. 228).
de esas interpretaciones con cierto detalle, aunque es posible que con contaminaciones
oídas a otros, mayores que yo, que también la presenciaron, y que incorporé luego a mi
193
memoria como vividos por mí.” (p.69) . En el segundo caso el ejemplo es menos
evidente pues habla de apreciaciones o sensaciones que tuvo de niño, una vez
un rechazo hacia él: “Por otra parte, tampoco aseguro que las cosas fueran ni como
de realidad y está sustentada, por un lado, en la buena memoria con que se precisan
193
En este sentido exclama Halbwachs (2004:73): “¡Cuántos recuerdos que creemos fielmente
conservados, cuya identidad nos parece dudosa, se han forjado casi por completo a partir de
reconocimientos falsos, sobre la base de relatos y testimonios!”
194
Es interesante observar que en otros libros autobiográficos aparece la misma apreciación: un desprecio
manifiesto hacia el burgués por parte de la clase obrera en la época de la República. Lo comentan Julián
Marías en Una vida presente y Moreno Villa en Vida en claro, como señala Manuel Alberca (2002:17 y
18), con lo que podemos pensar que las cosas sí fueron como el pequeño Castilla del Pino las imaginaba.
217
2.2. COMPROMISO MORAL Y PACTO AUTOBIOGRÁFICO
Castilla del Pino une a la autoridad cognitiva su compromiso moral con la verdad:
comportamientos suyos (p.176), como la ocultación ante su maestro, don Federico Ruiz
aspectos de mi vida que pudieran suscitarle desestima hacia mí. Por ejemplo mi
afición por las corridas de toros (…) Aprendí de esta forma a mostrar una
homogeneidad que no poseía, a presentar ante él sólo aquellas facetas que podían
¿Qué sería de mí si esas niñas, de las que yo anhelaba ser objeto de atención y
mí? (…) Tener que convivir con mis dos maneras de actuar me causó una dolorosa
y humillante experiencia: la del hipócrita y mendaz que, de cara a los demás, daba
218
una imagen lo más excelsa posible, y la del que en su intimidad era un verdadero
195
bochorno y de una vulgaridad absoluta. (pp. 176 y 177)
A continuación aparece una reflexión muy elocuente sobre esa “doble vida”, hecha
en el momento de la escritura:
Desde mi perspectiva actual, estoy convencido de que esa experiencia fue decisiva
a los demás, en el que podría, en adelante, esconder lo que nadie debería saber de
mí (…) Por esta razón, entendí la función del secreto y la ocultación, por una parte;
Estas confidencias son muy interesantes para calibrar las tensiones de la identidad
tenía un coste emocional tan alto que eran sus actuaciones íntimas las que le permitían
respirar y ser él mismo; de ahí la significación de las fantasías, los sueños y la soledad,
que supusieron un refugio, infranqueable a los otros, en el que ocultar los aspectos de sí
El sujeto dispone así de un ámbito de libertad que usa para actuaciones sin testigo.
los demás como de la posibilidad de que algo del contenido de ella se escape y
195
Por otra parte, el relato de sus primeras experiencias en la masturbación, lo que aquello supuso de
descalabro psicológico y sus reflexiones sobre la intimidad, demuestran que, además de usar la
autobiografía para contar su parcela pública o retratar a los demás, la ha usado para, como dice Anna
Caballé (1995:120), “bucear en el laberinto del espacio interior”.
219
yo que actúa en la intimidad de manera perversa o innoble. (…) La privacidad y la
intimidad son precisas, como manera de experimentar los yos más libres de
defensa narcisística que requiere toda actuación pública 196. (Castilla del Pino,
1996:24-26)
funcionamiento pragmático de las autobiografías, pues el lector las lee como un texto
referencial, que, al igual que los científicos o históricos, puede ser sometido a una
están, incluso en las memorias más testimoniales), el pacto de lectura de las obras
autobiográficas implica que los hechos se presenten por parte del narrador-testigo como
realmente ocurridos198.
comprobación. A este propósito hay que dejar claras las contraposiciones verdad/
sería el error. Así lo señaló Castilla del Pino en una entrevista a Justo Serna (2003:70):
el pacto de veracidad se cumple aunque haya errores, porque el sujeto está equivocado
pero es veraz y se incumple en la mentira, que no es un error sino algo activo, un “faltar
196
Este concepto del espacio íntimo justifica también, como ya se ha visto en la nota 184, alguna de sus
actuaciones de adulto.
197
Hay que recordar que la segunda regla del acto autobiográfico de Elizabeth Bruss (1991:67) defiende
la misma idea. Asimismo Lejeune (1994:76) y Pozuelo Yvancos (2006:28) inciden sobre este aspecto del
género.
198
En este sentido Anna Caballe (1995:36) apunta esta reflexión a propósito de las autobiografías: “la
condición ética de la sinceridad es, en mi opinión, una exigencia ineludible a la obra autobiográfica, y, tal
vez, su mayor atractivo puesto que en ella todavía es tolerable la distinción entre falso y verdadero,
impostura y rigor.”
220
a la verdad” o “no decir la verdad a sabiendas”199. En el capítulo dedicado a Caballero
fantasía”. Castilla del Pino ha optado, sin embargo, por la exactitud en los sucesos
apéndices con dos entrevistas realizadas en 1976 y 1977, un listado de los fallecidos en
San Roque los primeros días de la guerra y bandos y escritos de esa época relacionados
con los hechos de los que fue testigo el autor. Igualmente aparecen cuarenta
fotografías200, proporcionalmente repartidas entre las diez en las que figuran miembros
de su familia, las once en las que aparece el autor (solo o acompañado) y las once que
reproducen los lugares fundamentales en su infancia (la casa de la calle Colón, San
Roque y Ronda). Incluye una de su mentor don Federico Ruiz Castilla y, entre las
las páginas de sus trabajos en el laboratorio casero que habilitó en San Roque y de los
resúmenes que hizo después de la lectura de los diecisiete volúmenes de las obras
completas de Freud.
199
Lejeune (1994:77) lo expresa de la siguiente manera: “El estudio biográfico permite fácilmente reunir
información adicional y determinar el grado de exactitud de la narración. La diferencia no radica en eso
sino en el hecho, muy paradójico, de que esta exactitud no tiene una importancia capital. En la
autobiografía resulta indispensable que el pacto referencial sea establecido y sea mantenido: pero no es
necesario que el resultado sea del orden del parecido estricto.”
200
Susan Sontag (1981:15) asegura: “Las fotografías suministran evidencia. Algo que conocemos de
oídas pero de lo cual dudamos parece irrefutable cuando nos lo muestran en una fotografía.”
221
Casa de la calle Colón, 18
el montaje de la portada), dos durante la guerra civil (añade, además, la Ordenanza del
de Pretérito imperfecto. De las tres fotos de niño, en dos de ellas aparece solo (a los dos
selección porque coincide con los afectos familiares reflejados en el relato: no hay
ninguna foto del autor con sus padres, ninguna del matrimonio, ninguna de familia.
Solo aparecen juntas sus tres hermanas, que ya sabemos que formaban un mundo aparte
del suyo; y una de él con su hermana Victoria, la mediana, la más querida por él y la
222
El autor con su hermana Victoria
1936
223
Para la portada del libro se ha elegido un montaje con dos retratos del autor en dos
etapas de su vida201. Los dos muestran al Castilla del Pino investigador y científico (de
nuevo el modelo de Ramón y Cajal), vestido en ambas con una bata blanca (uniforme
la que el autor quiere ser recordado: en la adolescencia (cuando soñaba con convertirse
aparezcan fotografías del autor; aquí el montaje reproduce fielmente al personaje que el
autor ha querido crear: el del científico obsesionado por desarrollar un proyecto vital
Castilla del Pino adulto encare la cámara supone para el lector una información
201
Este montaje fue idea de la editora Beatriz de Moura, con el beneplácito del autor.
224
Dentro de los elementos paratextuales, destacamos el acierto del título, que el propio
autor ha explicado:
indicativo o del subjuntivo). “Imperfecto”, como titulo mis memorias (…), es ante
todo un juicio de valor sobre un pasado, que si atendiera solo al personal, al mío,
hubiera titulado Imperfecto pretérito. Como sin ninguna duda tiene también
imperfecto también de todos... Pero no; no he querido señalar algo así como la
del claustro materno. El título alude, sobre todo, a algo más singular: mi pretérito
Por otro lado, la idea de que el pasado gravita todavía en el presente del autor se
manifiesta en el uso gramatical del “pretérito imperfecto” que posee, según la Nueva
aspectual (imperfectivo):
En mi caso, el proyecto inicial de Pretérito fue no tanto poner en orden mis “cosas”
gravitara tan pesadamente en mi vida actual. Claro es que no toda mi vida pasada
gravitaba por igual. Lo que quería liquidar de una vez por todas era la experiencia
2003:70)
202
A la influencia del pasado sobre el presente del autor y a su deseo de acabar con aquella ya se ha
hecho mención más arriba al hablar de la finalidad terapéutica o catártica de la escritura autobiográfica:
225
El libro, en fin, consiguió lo que se proponía: ser leído como testimonio verdadero, de
lectores que han matizado, corregido o completado ciertos datos de la obra 203. No se ha
cumplido, por tanto, aquel primer vaticinio de que la autobiografía es para los lectores
“sencilla y llanamente, mentira, o, todo lo más, una media verdad.” (Castilla del Pino
1987:148); al contrario, aquellos comprenden que los recuerdos pueden ser confusos,
satisfacción: la de hacer saber al autor que se le reconoce veraz” (Castilla del Pino
2004:25).
asumir un compromiso ético que los lleva a escribir sobre ellas, una vez superadas las
situaciones límites que vivieron. Como afirma Pozuelo Yvancos (2005:139), para
Castilla del Pino, “la de intelectual es una condición ética”. Y, en efecto, el mismo
narrador confiesa que fue una cuestión estética y ética la que le lleva a distanciarse del
régimen franquista ya antes de terminar la Guerra Civil204. Aunque sus familiares fueran
asesinados por los republicanos y se alistara en el requeté con catorce años, desde muy
“A veces se escriben (las autobiografías) –es mi caso- con la pretensión de liquidar de una vez por todas
etapas dolorosas de mi propia existencia (la guerra civil, la posguerra)” (2004b:26)
203
De la importancia de esta repercusión también habla Castilla del Pino en “Una nota preliminar” de
Casa del olivo.
204
“Muchas veces me he preguntado cómo fue posible que me distanciara tan precozmente del régimen
franquista, aún en plena guerra. (…) Aunque no usara de estos términos, se trató de una cuestión estética
e intelectual, no política.” (Pretérito imperfecto, p. 269)
226
Además, Castilla del Pino pretendió desde muy joven que los hechos de “aquella
entronca con los textos testimoniales más importantes de los campos de concentración
(Primo Levi, Jorge Semprún, Kertész…). Esta preocupación se demuestra en las dos
entrevistas que añade a los apéndices de Pretérito imperfecto, realizadas en 1976 y 1977
a testigos de primera mano de lo que les ocurrió a sus familiares en julio de 1936 o en el
sigue siéndolo aún hoy). Me angustiaba el hecho de que quienes vivieron aquellos
En la fijación del testimonio hay implícito un deseo de hacer justicia a las víctimas y
algunos historiadores defienden, sobre el deber del olvido, para evitar que la
rememoración continuada abra viejas heridas históricas. La postura de Castilla del Pino
205
“La idea de redactar mi autobiografía viene de la adolescencia, de la necesidad de contar los dramas
que viví, la caída de la monarquía, la República, aquella guerra espantosa…” (Miguel Mora, 2004)
227
3. RETÓRICA DE LA VERACIDAD
Castilla del Pino ha utilizado una serie de recursos retóricos para construir un testigo
pasado y el del presente. Todo ello contribuye a lo que Celia Fernández Prieto
verdad autobiográfica”.
duración y contenido nos permite comprobar la forma “interesada” y “emotiva” con que
nuclear (el doce), el más extenso e importante de la obra (sesenta y tres páginas, frente a
las treinta y cinco del segundo más extenso), dedicado a narrar los acontecimientos que
ocurrieron en San Roque durante los días posteriores al levantamiento del 18 de julio de
1936, de los que fue testigo y que le marcaron para el resto de su vida. Este capítulo
pertenece a la tercera parte del libro, que es también la central de las cinco en las que se
divide.
228
En los once primeros capítulos (primera y segunda parte), traza un fresco de los
espacios de su infancia (casa de la calle Colón y los lugares en los que jugaba con sus
amigos, el pueblo de San Roque y su tejido social), retrata a las familias paterna y
salesiano de Ronda.
Después del primer año de guerra civil (capítulo 12), termina la tercera parte con el
relato del internado en los Escolapios de Sevilla (capítulo 13) y su preparación para el
examen de reválida (capítulo 14), hechos que tienen lugar durante la contienda.
Utiliza la cuarta parte para contar sus estudios de Medicina en la Facultad de San
quinta parte formada por un único capítulo de tres páginas, en el que describe su
llegada a Córdoba, que perfectamente podría servir de obertura a Casa del olivo (el
Solamente dos capítulos tienen título: el primero, “Un día”, y el número veintidós
titulado “Intermedio galaico” en el que cuenta los seis meses que tuvo que pasar en El
Ferrol para hacer las prácticas que le licenciarían del servicio militar. Las que sí tienen
títulos son las cinco partes, que señalan hitos (espaciales o temporales) fundamentales
en la infancia y juventud del autor: “Colón, 18”, “De Ronda al 36”, “17 de julio y
siguientes”, “De Madrid a psiquiatra” y “Córdoba, la elegida”, todos con cierto aire
literario.
229
3.2. ESTILO
imperfecto
instrucciones referenciales.
uso es una manera de “crear verdad”, de forma que si la autoridad intelectual es fuerte,
artificio, para dar la impresión de que las palabras llevan a los hechos. Abundan los
como colapsado” (p.81), “Apareció una mujer pequeñita, con moño, muy vivaz,
enérgica y simpática: era doña Eufemia” (p.284), “López Ibor era (lo fue siempre) un
230
intelectual. (…) De mediana estatura, canoso, la cabeza gruesa, gordezuelo, de manos
con dedos amorcillados” (p.358), “Era bajo, fuerte, de un tórax enorme, brazos que le
llegaban por debajo de las rodillas, algo encorvado hacia delante, y un mentón que
emergía con un fuerte prognatismo… Parecía un gorila.” (p.408), “Una era la hermana
Isabel, una muchacha joven, muy agraciada de rostro, bajita, con ojos muy vivos (…)
Tenía manos finas, de dedos largos y delgados, con las uñas, desgraciadamente,
descuidadas." (p.435) Este rápido trazo de caracteres, con pinceladas breves y precisas,
brazos cubiertos de vello negro.” (p.440), “Era una mujer de unos sesenta años, flaca,
con nariz de búho, y con unas gafas metálicas de cristal verde oscuro.” (p.445) o en las
topografías: “Desde Gaucín el tren iba en paralelo al río Gaudiaro, caudaloso, de aguas
limpias, que corría muy al fondo de por donde marchaba el tren.” (p.100), “Ronda,
entonces, era una ciudad en franca decadencia: muy mal iluminada, con las piedras de
sus calles, en la denominada “ciudad” (la parte vieja), sueltas, los palacios de (…)
cerrados a cal y canto, muchas de las antiguas casas señoriales en ruina o deshabitadas”
(p.103)…
206
Un ejemplo de descripción barojiana en El árbol de la ciencia (1982:157-158): “La patrona era una
mujer morena, de tez blanca, de cara casi perfecta; tenía un tipo de Dolorosa; ojos negrísimos y pelo
brillante como el azabache. El marido, Pepinito, era un hombre estúpido, con facha de degenerado, cara
juanetuda, las orejas muy separadas de la cabeza y el labio colgante.”
207
La admiración que sentía por Baroja queda manifestada en el relato del encuentro con él en Madrid en
1940. (Pretérito imperfecto, pp.291-293)
231
No obstante, a pesar de ese deseo de objetividad, la narración de un hecho implica
El preludio de la obra, “Un día”, posiblemente no existiera nunca tal como lo relata el
autor, pero representa una sinécdoque de su niñez, ya que condensa y focaliza en poco
más de tres páginas el mapa físico y emocional de una infancia infeliz208. La primera
Después de la lectura del fúnebre poema de Bécquer, su padre añade: “Para mí, morir
y se explicita en las palabras del padre: “Morir es descansar”. Además, el niño habla de
otros miedos infantiles, que más adelante concreta: el crujido de la escalera de subida a
la azotea, el reiterado sueño en el que se cae en el pozo que mandó construir su padre
sin que nadie oyera sus gritos de auxilio o la “tenebrosa pesadilla” del colchón de
208
Aunque por otras escenas deduzcamos esa niñez desdichada, el autor la confirma en estas líneas:
“Realmente la Hedionda era un lugar paradisíaco. Yo recuerdo mi estancia allí –junto con las varias que
pasé en Diente- como uno de los escasos períodos de felicidad de aquellos años, lejos de la sombría y
aterradora casa de Colón 18.” (p. 59)
209
Celia Fernández Prieto (2005) ha realizado un interesante análisis de este capítulo, con el que
ejemplifica la muerte como pulsión en algunos autobiógrafos.
232
matrimonio de la cama de sus padres que, gigantesco, avanzaba hacia él para
aplastarlo210.
enfermedad y vejez que su hijo guarda de él. Aquí nos lo presenta tosiendo
interminablemente, “con una tos que parece provenir de las profundidades”, sufriendo
para subir los escalones que lo llevan a casa, sentándose, para recuperarse, en un sillón
de sus hijas o su mujer, en unas almohadas que le permitían dormir lo más incorporado
posible.
alrededor de la gran mesa camilla, la familia lee (no charla) y él, en concreto, siente
predilección por un cuento de un castor que se pierde y que le “hace casi llorar”.
“Un día” está narrado en presente, cuyo uso es muy habitual en el relato de infancia
para, de esa forma, eliminar el pasado como pasado e intentar recuperarlo como se hace
adelante, hay en esta autobiografía una actualidad del pasado en el yo del momento de
Con una habilidad y una retórica emocional excepcionales, Castilla del Pino se gana
210
Resulta curioso para el lector que, siendo psiquiatra, no haga una interpretación de estos sueños.
233
3.2.2. Detallismo y precisión
algunos casos abrumador: las casas, calles y ciudades donde vive, las personas que se
cruzan en la vida del autor (los amigos con los que jugaba en las calles de San Roque,
los compañeros de escuela y los del internado de Ronda, sus maestros, los profesores de
la Universidad, los huéspedes de las pensiones de Madrid, los pacientes del sanatorio
con doce años, los acontecimientos del 27 de julio, los dos consejos de guerra a los que
cuenta de que el empleo de datos precisos reforzaba la veracidad. En este sentido Celia
propios de personas allegadas, las fechas y episodios concretos de la vida familiar, las
234
descripciones detalladas de lugares, personas, casas, objetos, etc. sugieren la impresión
de realidad y veracidad.”
detalles extra (…) es aumentar la confianza del propio sujeto que recuerda, así como la
del interlocutor, en la historia que cuenta; esto es, aumentar la fidelidad de su recuerdo.”
Hay abundante evidencia de que los recuerdos excesivamente detallados (le détail
inutile) son especialmente fiables, como han comprobado dos expertos en memoria de
testigos (Bell y Loftus), al estudiar cómo los miembros de los jurados utilizan la
Pretérito imperfecto:
A mitad de la calle Colón hay una hermosa casa que se conoce con el nombre de
casa de Regina. Ahora viven varios vecinos, pero debió de ser una casa de gente de
cierto rango, con una balconada muy bonita. El barandal largo, estrecho, se
pared que debieron de servir para colocar grandes esteras de esparto. Me atrae
mucho esa casa, tan espaciosa que, apenas atravesado el portón, da paso a un patio
hermosísimo con columnas y, a los lados y bajo ellas, las habitaciones de la planta
baja. (p.37)
Dos de mis vecinos de banco, mayores que yo, se llamaban Diego Vivas y José
María Villalta. Diego era un niño muy lacio, con un catarro nasal crónico y el
otro, José María, se apodaba “el Perro” porque tenía una boca enorme, la voz
235
bronca, el rostro con oquedades de viruela, una lengua ancha y agrietada, los ojos
como de perro pachón, con el párpado inferior caído, dejando ver una conjuntiva
cráneo del anciano, después de hacer una incisión de casi todo el cuero cabelludo.
que me pedía para que él pudiera serrar más fácilmente. El frío singular del
cadáver, el contacto directo con la piel del rostro, los crecidos y pinchosos pelos de
la barba, así como el líquido que rezumaba de sus fosas nasales me produjeron
hasta entonces no experimentadas. Sujeté fuertemente con mis dos manos la cara
del anciano por el mentón y la mejilla. Cuando sólo quedaba sin serrar una parte
del occipital, cogió el martillo. El extremo del mango se curvaba hasta hacer un
gancho, que introdujo en la frente ya serrada, apoyó el pie sobre la mesa y tiró de la
tapa del cráneo, mientras Cecilio sujetaba por los pies el cadáver. Sonó un
duramadre en la base del cráneo. Lo colocó sobre la mesa y abrió los hemisferios…
(p. 155)
que fue testigo y así en el capítulo siete hace una narración pormenorizada de lo que
día 14 de abril de 1931, hacia las seis de la tarde, aparece en mi memoria muy
vivamente” (p.86)) su padre les hace entrar en casa cuando estaban observando la
236
manifestación con la bandera tricolor a la cabeza. Al día siguiente, al salir a jugar a la
calle por la mañana (fue festivo), se siente rechazado por los amigos con los que había
Me encontré realmente solo, porque para mis amigos de la Alameda (…) Azaña,
Prieto y Alcalá Zamora eran figuras positivamente valoradas, de las que se hablaba
conversaciones. Además, tuve que escuchar los denuestos más infames contra
Alfonso XIII, a los que no podía replicar por falta de argumentos. Se vivía una
A pesar de tener solo ocho años, el niño, sin comprenderlo, se ve entre dos frentes:
por un lado, el de sus amigos (casi todos hijos de seguidores de la República), que
estaban muy politizados pues sus padres sí hablaban de política en casa, y por otro, el
de su familia (monárquica) para la que “la República iba ligada (…) a una cierta falta de
clase, a una tendencia a la populachería” y “la política quedaba reservada a los varones
adultos”.
Al paso de los meses se van produciendo los desórdenes antirreligiosos, que en San
iglesia, esta estaba protegida por soldados de infantería y las actitudes violentas cesaron
rápidamente. Estos disturbios obligan a la familia a recoger a su hija Sara que está
Nosotros, los pocos niños de familias monárquicas, los Vélez Vázquez y yo, entre
237
del populacho. (…) llegó el mes de junio y aparecieron por San Roque, para pasar
el verano, los dos hermanos Vélez Vázquez, cuyo padre, militar, se decía que era
vinieron en una actitud monárquica exacerbada, y los tres formamos una especie de
(…) “Verde” era algo así como el acrónimo de “Viva El Rey De España”… Nos
infantería, las que él consideraba heroicidades de algún joven monárquico (no quitarse
principalmente por dos razones: por la importancia y gravedad de los mismos y por la
edad del testigo, trece años frente a los ocho que tenía al proclamarse la República. El
apartado.
retrospectivo en prosa”. Lógicamente, el relato tiene que ser retrospectivo pues los
238
retrospección condiciona las técnicas narrativas de la elaboración del testimonio,
porque, como señala Paul Ricoeur (2003:212-213), “la actividad de testimoniar (…)
revela entonces la misma amplitud y el mismo alcance que la de narrar en virtud del
una constante unión entre los tiempos sucesivos de los hechos narrados y el tiempo de la
verbales pretéritos, el acto de escritura camina en el presente pues lo que vivió, vio y
escuchó el emisor es lo que ahora lee, ve y escucha el lector. En este sentido afirma
momento…”212
Las posibilidades de reflejar la temporalidad de los recuerdos son las mismas que
retrospectivo, agrupando sus recuerdos de manera temática (su familia, sus casas, los
211
En cuanto a la organización de los recuerdos, también Paul Ricoeur (2000:190) habla del carácter
temporal de la experiencia humana cuando trata la relación entre tiempo y narración: “Todo lo que se
cuenta sucede en el tiempo, arraiga en el mismo, se desarrolla temporalmente; y lo que se desarrolla en el
tiempo puede narrarse. Incluso cabe la posibilidad de que todo proceso temporal sólo se reconozca como
tal en la medida en que puede narrarse de un modo o de otro. (…) Esta supuesta reciprocidad constituye
el tema de Tiempo y relato.”
212
En un comentario metaautobiográfico de Antonio Gamoneda (2009:236) también aparecen en cierto
modo las ideas anteriores: “penetrar en el olvido y hacer intelectual y sentimentalmente presente lo que
parecía no estar ya en mí ni en nadie;(…) ha resultado ser, mucho más que un ejercicio literario, un hecho
vivido, duro, desconcertante en muchas ocasiones”.
239
colegios…), engarzando unos recuerdos con otros213, dejándose llevar por asociaciones
La elección de una u otra depende de muchos factores, entre ellos, la motivación final
del proyecto autobiográfico. Así los autobiógrafos para los que la credibilidad es lo más
importante (Castilla del Pino, Laín Entralgo o George Orwell) prefieren el orden
cronológico en el relato de los recuerdos, mientras que los memorialistas que anteponen
cronológico, de ahí que el testigo fiable en el que se erige Carlos Castilla del Pino
utilice este tipo de narración. Solamente leyendo los títulos de las partes en las que se
divide Pretérito imperfecto nos damos cuenta de que han sido razones temporales y
espaciales las que han determinado la estructura del libro. Excepto la primera parte,
“Colón, 18”, en la que narra los recuerdos infantiles, todas las demás utilizan una
memoria de esta etapa está llena de escenas fragmentarias que no se pueden concretar
Pretérito imperfecto:
Los recuerdos que poseo de los primeros años de mi vida son aislados,
213
Como ya se comentó en el capítulo 2, tanto Dionisio Ridruejo (2007:88) como Francisco Ayala
(2006:197) comentan que, en el proceso de la escritura, unos recuerdos han tirado de otros, utilizando los
dos la misma metáfora de las cerezas entrelazadas de un cesto.
240
por alguno. Emergen como islotes. Me he preguntado reiteradas veces cómo y
sobre todo por qué he retenido unos y no otros, y, más aún, cómo al cabo de los
años los evoco si, en apariencia, tienen escasa o nula relevancia. Pero pienso que
este raciocinio del que me valgo ahora no es válido para este tipo de cuestiones…
(p.31)
Para la narración de esta parte, el autor se apoya en núcleos temáticos codificados que
se repiten en todas las memorias de la infancia: su casa y el resto de la calle Colón, los
colegio… Celia Fernández Prieto (2001:173) hace un certero análisis del tratamiento
evocación de la infancia. Se opta así por un orden cronológico más o menos lineal,
cronológicas sucesivas constituye la forma habitual del relato histórico y del relato
octubre de 1940 estaba en Madrid.” (p.281), “Iba muchas veces a doña Pepita (…) sobre
todo a partir del segundo trimestre de 1941” (p.297), “Llegué a Madrid en los primeros
días de julio” (p.319), “Creo que debió de ser por febrero o marzo de 1943 cuando tuvo
decidí pasar a psiquiatría” (p.355), “Me parece que fue en los primeros meses de 1944,
cuando, a mi llegada, me dijo la monja que hacia las seis de la mañana había ingresado
241
un joven…” (p.367), “A mediados de 1945 se incorporaron al departamento varios
psiquiatras” (p.407), “En la madrugada del día 12 de octubre de 1949 (…) llegué por
II República, los marcadores temporales son abundantísimos: “El día 14 de abril, hacia
hermana Victoria y yo fuimos a Ronda en julio de 1932” (p.99), “En octubre, mi madre
aseo, el curilla vigilante me dijo que me vistiera deprisa porque el director me llamaba a
sus aposentos” (p.125), “Ese verano de 1933 se produjo un encuentro trascendente para
algunos momentos, los del 27 de julio cuando asesinaron a sus familiares, casi
horarias214: “A las siete de la mañana”, “Debían de ser las nueve de la mañana”, “Hacia
las doce de la mañana…”, “Hacia las siete de la tarde…” Esto se explica porque el
dramatismo es tal que hay una concentración angustiada de los sucesos. Según va
avanzando la jornada, lo que ocurría era cada vez más grave. También confirma la
importancia biográfica de los hechos que se narran: “La experiencia de lo que viví con
motivo de la guerra civil fue decisiva –y me ha marcado para toda la vida-: la gente,
214
La explicación a la morosidad del capítulo también la podemos encontrar en las siguientes palabras de
Celia Fernández Prieto (2001:173) a propósito de la cronología autobiográfica: “la autobiografía
representa una cronología íntima, ampliando o reduciendo la amplitud de las anacronías y dibujando un
ritmo narrativo en el que las elipsis o resúmenes de aquello que se ha olvidado o de aquello que no
interesa detallar (…) permiten detenerse en momentos privilegiado, que se describen con morosidad…”
242
guiada por intereses en los que a veces le va literalmente la vida, coloca su propio yo en
en el lector la sensación de asistir a los hechos tal y como el niño los vivió, como si se
hicieran presentes en ese momento. Además de ser acontecimientos vitales para el autor,
estamos ante hechos históricos que quieren ser narrados con la mayor exactitud posible,
infancia -donde reconoce que se constituyen todos los núcleos que dan soporte a su
personalidad- Castilla del Pino crea un proyecto vital del que no se aparta en ningún
va subiendo los peldaños necesarios para cumplir ese proyecto y, por tanto, su destino.
De esta manera el pasado prepara el futuro y este explica el pasado: “Mi vida me
aparece como una formación singular en la que las etapas anteriores de mi existencia
Por último, en Pretérito imperfecto son muy escasas las anacronías. No hay analepsis
y entre las reducidas prolepsis que aparecen, algunas están situadas en notas a pie de
página que no rompen por tanto la linealidad del texto principal216 y seis aparecen entre
paréntesis (pp. 84, 116, 150, 205, 389 y 393), la más larga de las cuales (p.389) habla de
sus relaciones con Jiménez Díaz una vez concluidos los estudios de Medicina en San
Carlos. Las que utiliza para hablar de Sarró y de López Ibor ya han sido analizadas por
215
Es interesante recordar en este punto las declaraciones a Miguel Mora (2004) :“Siempre he sido una
persona con ideas fijas sobre mi proyecto de vida y ese proyecto de vida no se ha torcido apenas.”
216
Estas notas sirven para narrar acontecimientos posteriores relacionados con personajes de los que
habla en el texto , por ejemplo, de su niñera en la nota 3 de la página 31 o una muy larga, en la página
111, en la que cuenta en qué circunstancias volvió a ver, pasados los años, a alguno de los más crueles
salesianos de Ronda.
243
Pozuelo Yvancos (2006:145) y explicadas por la importancia de estos dos personajes en
incorpora al grupo de formación de López Ibor, utiliza la prolepsis más extensa del libro
autor: “He seguido todos estos años interesado por saber de él y averiguar las
fiables, obtenidas cuarenta y cinco años después…” (p.377) Añade, además, en una
nota a pie de página que el tener datos contradictorios e imprecisos sobre la muerte de
PRESENTE)
Prieto 2004b:418). Entre esas relaciones son particularmente interesantes las que
establece el autor con los distintos yoes que se van sucediendo a lo largo del relato y
que obedecen a diferentes modelos narrativos entre los que el autor selecciona alguno
dependiendo de la imagen que quiera presentar, ya que, frente a los yoes del pasado, el
Caballero Bonald. En el caso de Castilla del Pino, hay una relación de continuidad pues
244
el narrador se reconoce en sus yoes anteriores: “Mi vida me aparece como una
formación singular en que las etapas anteriores de mi existencia son peldaños que me
conducen al que ahora soy.”(p.11) y “Al ganar libertad, entreví al que, sin serlo todavía
(p.28).
que el niño explica al adulto porque los valores de este último son el resultado de la
identidad definitiva y por tanto, en este modelo domina, por tanto, la continuidad, que
ya alcanzados y, en cierto modo, con la constatación del triunfo ante los demás
(Fernández Romero 2007:53 y 58). Castilla del Pino lo explica claramente en la nota
217
En este sentido se manifiesta Pozuelo Yvancos (2006:172) al constatar que “el primer volumen de
toda autobiografía tiene mucho de Bildungsroman o fijación narrativa de un aprendizaje. Y resulta
posible calibrar en las opciones de lo que se narra o se elude cualquier determinación del propio
proyecto.” También Fernández Romero (2007:58) señala que en el modelo progresivo de relato de
infancia “el autor consigue el efecto de ofrecer el relato de una porción de la vida como la base de una
identidad definitiva.”
245
Para demostrar esta continuidad, el autor propone un discurso que fluya sin
analizar, juzgar o reflexionar sobre sus actuaciones pasadas, de modo que la secuencia
significado y significa para él la soledad (pp. 22 y 40), el amor (p. 252) , analizar sus
Las distancias entre el yo enunciador y los yoes del enunciado quedan neutralizadas
los yoes y la actualidad del pasado en el presente íntimo del narrador (Celia Fernández
la obra, pues, aunque los hechos estén narrados desde la perspectiva infantil (cómo
conoce la noticia del levantamiento, su miedo inicial a una nueva invasión de los árabes,
los lugares que él busca en la casa para ver lo que ocurre en la calle 218, el
entonces. Este capítulo es el que mejor refleja la identificación del adulto con el niño.
218
“Asomado a la ventana de mi laboratorio-biblioteca vi entrar, desplegados en la plaza, a los primeros
moros…(p.184); “Yo abandoné el cuarto de estar y me fui al dormitorio que ocupaban mi tía Juana y su
marido, que daba a la calle. Me tendí en el suelo y me asomé al balcón, entreabiertas las persianas.” (p.
185); “Se marcharon, en efecto, y se llevaron consigo a mis tíos Pepe y Juan y a mi primo Augusto. Me
volví al balcón y, tirado en el suelo, los vi partir.” (p.187)
219
“En una de las baldas descubrí un gran bote de leche condensada. El Bebé Holandés. Estaba
entreabierto. No había tomado nunca leche condensada, porque, con mis escrúpulos, me daba cierto asco
al verla tan espesa y cremosa. Pero, sin pensarlo más, me fui al comedor, cogí una cuchara del aparador y
volví a la despensa para tomar alguna cucharada. Mi sorpresa fue enorme: la leche condensada era
maravillosa (…) El enorme bote, mediado, quedó vacío en menos de quince minutos.” (p.192)
220
Pozuelo Yvancos (2006: 168) ha señalado que el psiquiatra gaditano procura paliar las trampas del
recuerdo “por el procedimiento de desplazarse al momento de lo evocado”. El propio Castilla del Pino lo
expresa así en “Una nota preliminar”: “Esto vale también para las personas: mi opinión sobre ellas es la
que me formé en el momento a que me refiero en el texto.” (p.13)
246
La actualidad del pasado en el yo del momento de la escritura se aprecia igualmente
en el uso del tiempo presente en la redacción de los recuerdos más tempranos: “En estos
juegos paso mis horas de la tarde, desde que regreso de la escuela a las cinco y
calle, donde me reúno con niños de la vecindad… (p.22); “Yo soy casi siempre –ya lo
he dicho- el narrador. Todos están absortos en lo que cuento” (p.24). El presente tiene
también en estos ejemplos un uso habitual que se justifica por la reiteración de las
acciones.
narración de unos hechos que se suponen realizados por un niño, como ocurre en los
paseos por Ronda a su llegada al internado salesiano, que, al igual que el primero que da
reconstrucciones proyectadas en los yoes del pasado que hicieron esos recorridos por
primera vez. Celia Fernández Prieto (1997b:78) da una explicación a este recurso:
El narrador tiene que construir sus yoes pasados como personajes de la historia
narrada y esta reconstrucción se topa con una dificultad básica: es factible evocar
hipótesis del narrador actual sobre las que fueron o serían sus pasadas actitudes.
Es inverosímil que un niño de nueve años sea capaz de recordar los nombres de casas,
palacios, calles y de ver las diferentes Rondas en sus paseos por la ciudad y que el joven
plazas y zonas. La descripción de estos recorridos iniciales por Ronda y Córdoba está
247
contaminada por los paseos e impresiones posteriores del adulto, subyugado por el
semejante al suyo.
recuerdos. En el caso de Castilla del Pino, además, los objetos, como los espacios,
hablar del calzador como el objeto que “me remite a mi vida entera”. También le sirven
con el pito de latón y la camisa de explorador (de su grata etapa infantil de explorador
en la que tuvo una forma recreativa de educación musical, p.84), el libro de arte de
Salomón Reinach que le regaló su padre cuando estaba empeñado en dirigirlo hacia la
arquitectura y que le fue confiscado por los salesianos en el colegio de Ronda, los dos
libros que estaba leyendo su padre a su muerte, el atlas anatómico que compró la tarde
del 17 de julio de 1936 en La Línea y que conservaba intacto, un lápiz que dejó su tutor
a su muerte, la pluma que este le regaló y cuya pérdida relata en el segundo tomo de sus
memorias, la moneda que llegó a él arrojada por el mar en la playa de Valdoviños… 221
Por lo que a los espacios se refiere, en los recuerdos de la infancia adquieren más
importancia que el tiempo pues este aparece desdibujado en una conciencia atemporal
221
De esta última dice: “Constituye un objeto que se hinca en mi memoria, penetra en ella y tira de lo
que encuentra, es decir, de estos recuerdos míos, a los que otorga absoluta perennidad. Le hice, años
después, un orificio, la engarcé en mi llavero, y en todo momento (…) está conmigo.” (p.474)
248
guerras perdidas). Mientras que los adultos se mueven en su memoria por series
la infancia da unidad a la espacialidad (sobre todo las casas y los colegios) y explica la
profunda vinculación afectiva posterior con los paisajes de infancia. De esos lugares, los
narradores no presentan solamente una descripción física sino que añaden todas las
Castilla del Pino mantiene un vínculo muy especial con los espacios, de manera que
calle Colón de San Roque (…) donde nací y en la que viví hasta la muerte de mi padre,
a mis diez años, es una de las más lúgubres que he conocido en mi vida” (p.21). Cuando
que deseaba ser: “Además, mi madre había alquilado una nueva casa en el sitio más
céntrico de San Roque (…) Una casa alegre e interesante en la que yo podía mantener,
habitación exclusivamente para él con una mesa de despacho y una pequeña biblioteca
(p.129) y más tarde el pequeño laboratorio casero (p.152) que le permitió desligarse
222
Como se ha señalado en el capítulo de Caballero Bonald, a la importancia de estos espacios privados
en la vida del niño se ha referido Ricardo Fernández Romero (2007:112) pues “en ellos el niño se refugia
249
convierten en metonimias del narrador, espejos de su persona, proyecciones de sí
mismo.
infancia, rodeados de misterio y de secreto, como las casas abandonadas de la calle del
estancia en Gibraltar, en el palacio del gobernador, donde vive unos meses tras los
terribles sucesos de julio de 1936, el autor fantasea con ser un héroe que defiende en un
los rasgos que marcarán al personaje adulto, que servirán para conformar el proyecto al
personalidad: las casas y colegios de San Roque, los internados de Ronda y Sevilla, los
paisajes de sus paseos solitarios en su pueblo natal… y más tarde, en su juventud, las
En el relato de su vida, que siempre realiza en una localización precisa, Castilla del
ciertos lugares aparecen focalizados con una especie de zoom y representados en una
y retrasa su incorporación al mundo de los adultos; en esos rincones de la casa el niño puede manifestarse
como tal, crearse un mundo propio y vivirlo.”
223
“Ronda me fascinó, porque parecía remontarme a algunas ciudades misteriosas descritas en novelas
que había leído” (p.103)
224
“Córdoba silenciosa; Córdoba, impenetrable…Una ciudad, sí, ensimismada, y también ensimismante.”
(pp. 511 y 512)
225
Este palacio (“mi castillo”) sería otro de los espacios metonímicos pues fue el escenario de sus
ensoñaciones heroicas en el sórdido y triste internado de Ronda. Él mismo reconoce en una nota a pie de
página que este palacio fue un lugar mítico para él (p.125).
250
pequeña escala que permite al autor dibujar con detalle el ámbito que describe. Esto
ocurre con los que le sirven para titular cuatro de las cinco partes de la obra: “Colón,
18”, “De Ronda al 36”, “De Madrid a psiquiatra” y “Córdoba, la elegida”226. Con esta
distribución, Castilla del Pino ha utilizado la estructura externa del libro a modo de
mapa en el que ha colocado su cartografía personal, que comienza con la casa de la calle
Colón:
La casa tiene dos plantas y azotea con anteazotea. La planta baja de la casa no se
otra habitación, también vacía, que da al patio, y desde éste se llega a la cocina, sin
uso, con un aljibe debajo, del que se puede sacar agua mediante una bomba de
mano instalada en la pared. Al fondo del patio, la cuadra, con un largo pesebre
dividido en tres sectores. Desde el mismo zaguán, mediante una especie de túnel,
también se accede al patio, un recinto sombrío, estrecho, de paredes tan altas como
cual puede pasarse, primero a un salón de visitas (…) Luego viene el cuarto de
estar, donde pasamos las noches de invierno, después de la cena, hasta irnos a la
226
El título restante es el de la parte central, la tercera, en la que, por razones obvias, la referencia
temporal adquiere mayor relevancia, “17 de julio y siguientes”.
251
De su ciudad natal, de Ronda, de Madrid y de Córdoba ofrece detalladas
que parten calles que descienden, como radios, mientras otras las cortan y, como
circunferencias cada vez mayores, constituyen las únicas calles no en cuesta. (…)
Las calles que descienden en cuesta son la de Algeciras, San Felipe, (llamada así
Reyes, San José y Colón, Cruz, San Nicolás, Plata y Picón (Conde de Lomas). Y
las que las cortan son las de Málaga (General Lacy), Nueva, Larga, Herrería,
Ronda:
de Moctezuma, la plaza (el Campillo) desde la que se desciende al fondo del Tajo,
pasando por los restos de murallas y puertas árabes, los conventos de clarisas
227
Aprovecha el cambio de domicilio para hacer otras descripciones de San Roque en las páginas 129 y
130.
252
edificio, también del siglo XVIII (hoy el Ayuntamiento). En la plaza misma,
colegio. Entramos en el recinto del colegio por el amplio paseo entre verjas que
104)228
Madrid229:
Era cómodo vivir en Puebla. Con sólo recorrer la calle del Pez estaba en San
Bauer), más abajo el ministerio de Justicia. Además, los barrios colindantes eran
típicos del Madrid antiguo, con nombres como el de Malasaña, plaza de Daoíz y
Por la tarde, de acuerdo con mi plan de vida, estudiaba hasta las ocho. A esa hora
bajaba por Reina, Barquillo, Almirante o Prim hasta Recoletos y luego a Serrano,
esquina Goya. (…) Regresaba subiendo por Génova hasta la Glorieta de Bilbao,
bajando por Corredera Baja de San Pablo, Barco y Puebla. (p. 294)230
228
Hay más pasajes con descripciones de Ronda en las páginas 61 y 124.
229
Pozuelo Yvancos (2006:148) ha contrastado los tres modelos diferentes de autobiografía que se
observan precisamente en la descripción que Alberti, Caballero Bonald y Castilla del Pino hacen de su
llegada a Atocha. De Castilla del Pino dice que “el registro es topográfico, minucioso hasta llegar a (…)
su destino.”
230
Además del primer paseo desde Atocha a la pensión de doña Eufemia (pp. 283 y ss.), hay otras
descripciones de los cafés de la capital en las páginas 302-306.
253
Dejé toda aquella impedimenta en consigna y me interné en la ciudad. Estaba tan
pasos por el silencio atravesado por ellos, caminando aquella noche por Realejo,
Sigo por Cabezas, Jerónimo Paéz, Bataneros, Horno de Cristo, Cuesta de Pera
Esa noche paseé Córdoba. Me detuve ante sus casas, cerradas, también
personificaciones, asíndeton…) ese primer paseo y sus impresiones sobre la ciudad, de forma
que este cierre tan literario enlaza con la obertura, “Un día”, por el tono y por la emoción que
ambos transmiten.
5. CONCLUSIONES
acontecimientos históricos que le tocó vivir, selló un pacto de veracidad con el lector y
repitieran.
254
Para ello, construyó un personaje con una gran formación científica, con una vasta
cultura y con unas dotes intelectuales que sobresalen sobre las emotivas, como lo
una estrategia retórica perfectamente manejada para resaltar los aspectos del carácter
que le interesa hacer prevalecer. A pesar de esto, en algunas páginas, como en el primer
capítulo de la obra, aflora una infancia solitaria e infeliz, con un padre mayor y siempre
enfermo, una madre poco cariñosa y unas hermanas con las que no tenía nada en
referenciales. Por eso incluyó paratextos (fotografías, documentos sobre la guerra civil y
dos entrevistas que mantuvo el autor con testigos directos de lo que les ocurrió a sus
255
Y estas estrategias dieron su fruto en “el eco autobiográfico”, es decir, en la respuesta
de los lectores que se dirigieron al autor para matizar, ampliar o contradecir alguno de
los datos narrados. De esta forma, el pacto autobiográfico (de veracidad) se cumplió: los
256
257
CAPÍTULO 6: LA DULCE ESPAÑA: LA MEMORIA
Madrid el 9 de marzo de 1927. Fue hijo de la actriz de teatro Carmen Oliver (hija a su
Diputación de Madrid, publicó Biografía del circo (1958) y comenzó a dirigir grupos
de teatro, a escribir y a estrenar obras dramáticas. Así, después de una primera pieza no
con Eva sin manzana y, tras montar Sinfonía acabada, su segundo estreno, volvió a
resultar galardonado con Nuestro fantasma, premio “Lope de Vega” de 1956. También
fue durante muchos años guionista de Televisión Española, de series como Érase una
vez (1959), Cuentos para mayores (1959), Galería de maridos (1959), Galería de
esposas (1960), Mujeres solas (1961), Confidencias (1963-1965), Tiempo y hora (1965-
1966), Las doce caras de Juan (1967), Historias de la frivolidad (1968), Ramón y
258
Además trabajó como guionista en películas de José María Forqué, hasta que en 1969
debutó como director de cine en Carola de día, Carola de noche. A esta película
siguieron La Lola... dicen que no vive sola (1970), Mi querida señorita (1972), Un casto
varón español (1973), El amor del capitán Brando (1974), El nido (1980), La hora
bruja (1985), Mi general (1987), El palomo cojo (1995)... hasta un total de quince.
Juncal, Diario en blanco y negro (1994), Los amantes encuadernados (1997), Siete
pesadillas (1998) y La isla de los pájaros (1999). Asimismo en la década de los noventa
escribió una columna en ABC con el título del “Cine de la Flor” en la que demostró su
Se puede decir que es un contador de historias que ha utilizado los libros, el teatro, la
En el año 2000 publica La dulce España. Memorias de un niño partido en dos, unas
memorias de infancia en las que Jaime de Armiñán trata de reflejar los mundos en los
d’enfance” según Lejeune), que engloban la escritura del recuerdo desde los primeros
años de vida hasta el alcance de una primera madurez. Este último límite es variable y
relato formaba parte de un proyecto autobiográfico más amplio pues todos los autores
259
continúan la narración hasta bien entrada la madurez o la vejez: Caballero Bonald
finaliza su proyecto en el año 1975, cuando tenía cincuenta años, Laín Entralgo con casi
setenta y Castilla del Pino con ochenta. Sin embargo, Jaime de Armiñán cierra su relato
En esta modalidad no hay distinción entre los que son escritores profesionales y los
que no lo son ya que se siguen casi siempre unos modelos similares (Fernández Romero
2007:35). La denominación con la que se refieren los editores o los autores a esta clase
carácter fragmentario del género, tanto por la naturaleza del material rescatado de la
en una entrevista en El País (Torres 2000) precisó que no eran, en sentido estricto, unas
memorias personales pues el libro abarca setenta años de historia española, desde 1880
(él nació en 1927) hasta 1946, y porque en su redacción no solo había tenido en cuenta
los recuerdos de su niñez sino que había utilizado, además, los de sus familiares.
infancia y/o la juventud como el tiempo de formación del hombre. En este modelo, que
denomina de “formación del artista”, podríamos incluir el relato de infancia que realiza
continuidad entre el ser del pasado y el adulto actual y entre los espacios sociales que
260
atraviesa para cumplir su vocación, en el segundo modelo, la palabra clave es ruptura,
escisión de tiempos y espacios, entre dos partes interrumpidas por una catástrofe que
Armiñán mezcla características de los dos modelos: por un lado la infancia, en la que en
cierto modo hay una ruptura, es considerada como un paraíso perdido y por otro se
observa una continuidad (en este caso, una identificación) entre el niño y el adulto que
escribe.
Para Jaime de Armiñán la infancia es el paraíso perdido, “la dulce España” que
introductorio donde narra cómo un niño se deleita frente al escaparate de una confitería
(La Dulce España) que le tienta con todos los dulces imaginables y típicos de este país
incluso con una botella de anís Machaquito. En medio de esa dicha “una piedra hace
“se parte en pedazos”. La ruptura, es, sin lugar a dudas, la guerra civil, la piedra lanzada
por los sublevados en julio de 1936, y lo que se hace añicos, además de La Dulce
España (el país), es, de rebote, la infancia del autor. En “Las primeras imágenes”,
Armiñán (2004:55) explica que la escena “es una imagen inventada, claro está, una
al lado de su madre y la sangre, la guerra civil que unió la amargura al dulzor. Hay, por
tanto, un antes y un después de la guerra civil en la infancia del autor, aunque, como se
paraíso (la Dulce España, la infancia del autor) aparece inmediatamente en relación
dialéctica con su opuesto, la pérdida; el eje que permite esa relación es la posibilidad de
261
recuperación del paraíso mediante la función redentora de la memoria (Fernández
Romero 2007:72, 73), como lo demuestra el hecho de que, al morir su madre, Jaime de
un pasado feliz que se da en otros ejemplos de memorias de “exiliados” como podría ser
entre una infancia feliz y protegida por las figuras familiares, especialmente por su
publicadas el mismo año que La dulce España. A pesar de ser contemporáneos (los dos
autores nacieron en 1927), el relato de sus recuerdos de la guerra ha dado lugar a dos
las emociones con las que los dos autobiógrafos se enfrentan al recuerdo. Rabinad tiene
una experiencia de la guerra civil bastante más trágica que la de Armiñán pues su padre
económicos que los derivados del trabajo de su madre y hermanas, de ahí que, aunque
231
Rabinad extiende su relato hasta el año 1957, cuando tenía treinta años.
262
cataclísmico” es relatado por Rabinad con estas dos oraciones que destilan en su
sencillez toda la tragedia familiar: “Lo asesinan el 20 de agosto. Lo que deba pasar, ha
pasado ya” (En cursiva en el original) (p.59). A partir de este momento, un largo rosario
de mujeres plañideras acudían a su casa, en sustitución de sus maridos, los amigos del
aparecieron por el piso del Clot, que “con su amputada y alelada familia dentro, parecía
inanición” (p.64). Esas mujeres añaden más negrura al panorama pues, enlutadas y con
extenuados a la viuda y al pequeño Rabinad, tanto que este un día se atrevió, delante de
una visita, a gritarle a su madre que no iba a consentir que llorara más. En
contraposición, el contacto más cercano que tiene Jaime de Armiñán con la muerte no
puede ser más distinto: cuando a la casa de Salamanca llega el telegrama que anuncia la
muerte del tio Alel, lo que aterra al niño Paupico es ver llorar al abuelo, porque nunca
había visto llorar a ningún hombre. Asimismo, las escenas de hambre y miseria de las
que es testigo Rabinad232, tampoco aparecen en La dulce España. Para el autor catalán,
la guerra sí supuso el exilio de la infancia y con él, los sentimientos de desgarro, derrota
indigno:
…así empezó y así acabó. La llama que vi desde el terrado al inicio de la guerra
ardió durante tres años y, al apagarse, cayó sobre nosotros la ceniza. Todos los
232
“En estos meses finales de la guerra el hambre el frío y la miseria causan estragos. Esqueléticos
hombres harapientos queman muebles, puertas y ventanas de las casas y talan árboles en Horta, en el
Carmelo y en la montaña bien llamada Pelada, que acarrean troceados a su hogar sin que nadie diga
nada.” (p.80)
263
niños –una generación sacrificada aunque no hubiera perecido bajo las bombas
(Erich María Remarque)- andaríamos pisando esa ceniza durante tres interminables
al acostarnos y nos levantábamos con la boca llena de ceniza, todo estaba cubierto
de ceniza, un tristísimo polvo que seguía cayendo día tras día, año tras año, y
muerte. (p.87)
¡Qué alegorías tan distintas las de los dos autores! Armiñán rompiendo el cristal de la
España:
Fue un acto de asesinato colectivo llevado a cabo con toda impudicia y en la más
completa impunidad ante los ojos atónitos de los niños. Normalmente los hombres
Pero en la guerra todo se hace a ojos vistas. Y no hay peor obscenidad que la de la
pesar de que su padre fue asesinado por los republicanos) se expresa en las siguientes
reflexiones: “El Poder es el Mal; lo tenga quien lo tenga, adopta siempre una postura
negativa. (…) Pero el Poder solo negocia con la muerte. El Poder es el Mal. A más
233
Ya se aludió a esta expresión en la nota 141, en el capítulo dedicado a Caballero Bonald.
264
Poder, más Putrefacción, mayor cantidad de Mal” (p.88)234. Esta diferencia de tonos
entre El hombre indigno y La dulce España se puede explicar tanto por la disparidad de
hacia una nueva etapa vital, por lo que “considerar el valor performativo de este relato
supone reconocer que en tanto que acto autobiográfico reúne dos zonas distintas: la
extratextual (la realidad donde tiene lugar el acto autobiográfico) y la textual.” Por
tanto, las circunstancias que rodean la producción del relato de infancia son aspectos
inseparables del mismo, de modo que el proceso autobiográfico adquiere pleno sentido
como elucidación del presente, que aparece explícitamente mediante las referencias a
hallan explicadas en el paratexto (prólogo y epílogo). La muerte del padre, con la que
infancia:
mientras vive mamá, pero cuando muere se nos vienen los años encima y nos
234
También aparece el mismo tono en la siguiente afirmación: “Tras el aluvión salvaje de la guerra, a los
que entonces éramos unos niños sólo nos quedó una opción para definir la vida: Brutalidad y/o
contrasentido.” (p.374)
235
“Mi padre murió al amanecer del día 31 de julio de 1987 en el hospital Puerta de Hierro de Madrid.”
(p.15)
265
hacemos viejos de repente. Carmita Oliver, con los ojos abiertos, no me dejaba
su infancia, Jaime de Armiñán necesita orientarse a través del relato de su niñez, con lo
Se cumple en La dulce España lo que llama Fernández Romero “una doble iniciación”
(2007:86): por un lado la del niño que accede a un primer estadio de madurez y por otro,
la del escritor que al volver sobre ese acceso a la edad adulta, usa el acto de escritura
haber dejado sola a su madre muchas veces y no haberle dedicado la atención que
merecía: “Desde entonces me lo he reprochado día tras día, pero ya no tiene remedio.”
(p.404)
La dulce España es, de manera póstuma, un reconocimiento a los familiares a los que
dedica in memóriam la obra: sus padres, sus abuelos y sus tíos José Manuel de Armiñan
artística por ser madre y esposa, veló a su manera por la salud de su hijo en épocas de
que esperaba de él. Con este homenaje, Jaime de Armiñán alivia en cierta manera su
Estamos, por tanto, ante las memorias más sentimentales de las que se han analizado.
En ellas no hay ningún tono intelectual, porque la intencionalidad emotiva domina sobre
todas las demás posibles. A diferencia de otras obras estudiadas, como las de Castilla
del Pino o las de Laín Entralgo en las que los autores hacen constar que su infancia
236
Con la acepción de “Mutación importante en el desarrollo de otros procesos”. (RAE)
266
anunciaba su adultez, apenas aparecen en La dulce España referencias a la formación
académica del niño Paupico, más allá de las tópicas menciones a los colegios por los
que pasa sin demasiada brillantez. Tampoco la infancia de Jaime de Armiñán puede ser
trabajos relacionados con el mundo del espectáculo, no era esa la intención de su familia
que se sintió protegido y feliz fue superar el duelo de la pérdida de su madre, paliar de
Oliver, y conseguir que los escritos de sus padres quedaran como testimonios de la
explica en el prólogo el propio autor: “Tal vez a nadie le importen estas páginas, pero
perdiendo” (Las cursivas son mías) (p.20). De ese tiempo, que él vivió visitando a su
padre en las provincias de las que fue gobernador civil y luego acompañándolo en sus
267
el autor deja constancia de él a través de sus recuerdos y de los escritos y diarios de sus
padres que intercala en el texto, convirtiendo de esta forma su libro en una autobiografía
Me gustaría poder unir aquí a mis padres, Luis de Armiñán y Carmita Oliver. (…)
Yo soy el niño que las escribe y que tiene la suerte, la enorme suerte, de contar con
los testimonios de sus padres –de él y de ella- que fueron llenando cuartillas,
cuadernos y diarios, de los que ahora este niño viejo se va a servir. (Las cursivas
Al lado de la voz principal de la narración y sin mezclarse con ella, aparecen las de
cursiva. Algunas veces se utilizan fórmulas de introducción como: “Mi padre nos
empujó hacia el puente, y a él le dejo contarlo” (p.139) o “Luis de Armiñán tiene algo
que decir en este singular capítulo…” (p.182), “A él quiero dejar la explicación de aquel
milagro económico” (p.208), “Luis de Armiñán lo cuenta así” (p.228) o “Dice Luis de
Armiñán” (pp.238 y 273), “Mi padre dejó escrito el testimonio de su entrevista con el
general Mola” (p.191), “Se lo he oído contar en algunas ocasiones y aquí lo tengo junto
a mí, escrito en sus cuadernos”(p.215), “Luis de Armiñán (…) escribió setenta años
237
Otros ejemplos: “Cuenta mi padre” (p.352), “Escribe Luis de Armiñán” (p.359), “Escribió entonces mi
padre” (p.396), “En las notas de mi padre encuentro una última referencia a tan curioso personaje”
(p.386), “En sus cuadernos, después de disculparse por sus faltas gramaticales –que no eran tantas- lo
cuenta” (p.77). En el último caso se trata de un texto de Carmita Oliver.
268
Estos relatos muestran una perspectiva de los acontecimientos mucho menos amable
que la del niño, como sucede con la penosa experiencia de los últimos días de su padre
Tengo ante mí los folios que escribió Luis de Armiñán (…) primero revisados por
veía en Madrid, desde mi inconsciente niñez, y lo que nunca pude imaginar: (Las
escribió diciéndome: Ven con tu mujer y tu hijo. (…) En Madrid te van a dar un
disgusto cualquier día. (…) San Sebastián está más tranquilo. El norte es otra
En general, el autobiógrafo deja que sean sus padres los que narren los hechos de los
que fueron los verdaderos protagonistas. Y así es Carmita Oliver la que cuenta el parto
de testimoniar sobre sus vivencias como gobernador civil (pp. 63, 68, 71-73…), su
238
A partir de ahora, las citas correspondientes a los escritos de Luis de Armiñán y de Carmita Oliver irán
en cursiva, porque así aparecen en el texto original.
269
incorporación al bando nacional (pp.146-148), sus entrevistas con el embajador alemán
(p.179) y con el general Mola (p.191), y sus experiencias en la guerra civil al lado del
general Aranda, de forma que, una vez terminada la parte dedicada a la contienda civil,
testimonialmente hablando.
Como homenaje a su abuelo Luis de Armiñán, que “en esta historia de infancia, no es
protagonista pero sí actor invitado” (p.142), se incorporan unas líneas de unas cuartillas
escritas por él en 1936 (p.144), otras, muy emotivas, que sirven para introducir el relato
profusamente, el duelo entre Blasco Ibáñez y el teniente Alestuey del que el abuelo Luis
fue testigo por ser padrino del escritor valenciano (pp.348-351). La relevancia de los
abuelos fue tratada por Halbwachs (2004:65 y 66), al considerar que en la infancia el
contacto con ellos ayuda al niño a remontarse a un pasado todavía más remoto que el de
los padres. Los abuelos y los niños se sienten unidos porque, entre otros motivos, ambos
manera, el niño, al traspasar la casa de los abuelos, siente que entra en una región
distinta pero que no le resulta extraña porque coincide con el rostro y el carácter de las
personas de más edad de su familia. De los relatos que los mayores cuentan, no solo se
fijan en la memoria de los niños los hechos, sino las formas de ser y de pensar de la
época de sus abuelos, de modo que se entra en contacto directo con periodos que solo se
pueden conocer desde fuera, por la historia, el arte o la literatura. Esto explica la
tendencia del niño Paupico y del joven Armiñán a la compañía de los mayores y, en
especial, a la de su abuelo Luis: “Me gustaban los viejos, charlaba con ellos o
270
permanecía en silencio, también me gustaba escuchar lo que decían, aunque no seguía
entonces cuando mi abuelo Luis se hizo amigo mío, e incluso escribimos un guión
de cine (…) Cuando agonizaba estuve con él mucho rato –casi una larga
morir. (p.143)
El prolijo relato del periplo familiar durante la guerra civil ilustra el afán testimonial
de La dulce España: los primeros días que pasa en San Sebastián son narrados casi a
diario (la mañana del catorce de julio, la del 16 y la noche del 17 cuando una bala entró
escritos de su padre, como él mismo reconoce, para señalar, por ejemplo, fechas
239
“A las cinco de la mañana del día 13 de julio de 1936 salimos para San Sebastián…” (p.122); “La
mañana del 14 de julio…” (p.124); “La mañana del santo de mi madre -16 de julio, Virgen del Carmen-
fuimos a San Juan de Luz…” (p.124); “La noche del 17 de julio nos acostamos…” (p.125).
271
exactas: “Era el día 28 de septiembre de 1936 y no se me olvida la fecha, porque mi
fecha resulta inolvidable por los hechos de los que fue testigo, como el viaje desde
Salamanca a Vitoria cuando vio caer el avión del general Mola (p.194) o cuando salen
de vacaciones para San Sebastián, “A las cinco de la mañana del día 13 de julio de 1936
republicanos” (p.40) y era tanto el fervor republicano en la familia que los Reyes Magos
dejaron paso a las Monitas Republicanas (p.48). Sin embargo, conforme avanzaba la
República, la decepción se adueñó de todos ellos e incluso volvieron los Reyes Magos
(p.97). Comenta que la Puerta del Sol, a donde le encantaba ir, estaba empapelada de
los adultos, hacían la suya, repartiendo escritos a todo el que se cruzaba con ellos, por lo
que recibían algunas veces dinero y otras improperios según el partido del que fuera
Peluquín” (p.104). Ejemplo del ambiente de crispación es la inocente broma que al niño
colocó una pegatina de propaganda de la CEDA en la que ponía “votad a España”, lema
que el abuelo Federico detestaba, debajo de la servilleta que este iba a usar para comer.
Cuando el abuelo vio aquello, se encolerizó como nunca antes lo había hecho. La
240
Otra fecha precisa: “El 11 de septiembre de 1936 –tal vez fuera el mismo 12- el tío Alel vino a
buscarnos.” (p.138)
272
anécdota termina con este comentario con cierto sentido del humor, pero con mucha
seriedad en el fondo:
sonrisa equivocada: el mal venía de un siglo atrás, y estaba en carne viva desde
guerra civil, por los ambientes artísticos e intelectuales que rodeaban a sus familias
materna y paterna. El teatro y los cómicos ocupan muchas páginas de la obra pues fue
menciona el autor. Por lo que se refiere a su descubrimiento del cine, ocurrió durante la
guerra civil, en San Sebastián, donde vio películas para adultos pues todavía no se
había prohibido a los niños la entrada y en las que aprendió, además de a enamorarse de
mujeres hermosas, mucha historia, geografía, arte o literatura, materias que cuando las
una vez invadida Checoslovaquia por Hitler, cuando proyectaban los noticiarios de
fervorosamente. (p.238)
También alude a ciertos aspectos que regulaban los comportamientos sociales como
las normas de moralidad y decencia que había que guardar en las playas o el carácter tan
especial que tenía la Semana Santa en la posguerra, cuando se cerraban todos los
espectáculos (teatros, cabarets, salas de fiesta…) y las radios no emitían más que música
273
religiosa hasta que llegaba el sábado de Gloria (p.355). El narrador adulto adopta una
actitud crítica ante estas regulaciones pues comenta que las normas playeras (traje de
baño completo, incluso los niños, obligación del uso del albornoz, la prohibición de
(p.233).
por ejemplo, el que su abuelo, que en las tertulias utilizaba abundantes tacos, nunca
dijera ninguno delante de su mujer o de sus hijas o que, al finalizar la guerra, su padre
lo llevara al pueblo de Nules para que conociera de primera mano las consecuencias de
una actitud intolerante y fanática: “Mi padre me observaba con curiosidad. Yo creo que
quiso detenerse en Nules para enseñarme el horror que significa la guerra” (Las
cursivas son mías) (p.267). Quizás por todo esto la perspectiva comprensiva y
conciliadora impregna toda la narración, en la que no hay juicios de valor sobre los
Bonald, Castilla del Pino o Laín Entralgo, Armiñán no muestra su adhesión a alguno de
los bandos, aun cuando su padre y su tío pertenecieron al nacional. Solo hay sitio en su
Frutos que los acogió en Salamanca241 o los gudaris de San Sebastián, que salvaron la
vida a su familia y a todos los que huían o se escondían ante la llegada de los requetés:
Los gudaris arropaban a aquella multitud fugitiva (…), se movían entre aquella
gente confusa, ayudaban y vigilaban. Muchos de ellos sacrificaron sus vidas por
salvar a su ciudad, y muchos fueron fusilados por los requetés, los falangistas y los
241
“Muchas veces he recordado aquella casa y a sus habitantes, siempre con cariño y con cierta
nostalgia” (p.168)
274
legionarios. (…) Gracias a aquellos soldados de Euskadi seguimos nosotros
viviendo, para bien o para mal. (Las cursivas son mías) (pp.139 y140)
El carácter apacible del niño Paupico se observa en el efecto que le producen las
"impresionó muchísimo la bronca, porque mis abuelos discutían todos los días, pero
nunca con saña, con aquella rabia que yo había provocado” (p.106). Asimismo, en
Salamanca asiste a un pequeño altercado entre su madre y la dueña del piso en el que
mal gusto, porque según ella no había necesidad de andar dividiendo España con
insistió en que a ella no le molestaba, “Carmita Oliver –en una de sus raras muestras de
mal carácter- lo arrancó de un tirón”. Esta escena con “el mapa de la dulce España
dividido en dos partes” le impresionó de tal manera que nunca la olvidó, “tanto que
ahora la veo repetida, una y otra vez, como en un sinfín” (Las cursivas son mías)
(p.171) 242.
esperanzada del autor aparece en el deseo expresado en las últimas palabras del libro:
242
También en el relato del momento en que unos milicianos registran la casa e interrogan a su madre
sobre el paradero de su padre, hace una observación parecida: “Si cierro los ojos estoy viendo a los tres
milicianos que entraron, un poco cohibidos, en la casa de Iparraguirre. Iban con mono azul y pañuelos
negros y rojos al cuello, uno llevaba boina y fusil, todos cartucheras de cuero y grandes pistolones al
cinto.” (Las cursivas son mías) (p.137) A este respecto afirma Ruiz-Vargas (2004a:194) que esta
propiedad de “ver” el pasado apoya, ante uno mismo y los demás, la credibilidad y veracidad de los
recuerdos.
243
Hay una excepción cuando recuerda al hombre que en el tranvía 51 le “agarró de la picha”: “A través
del tiempo me cago en sus muertos.” (319)
275
El mundo sigue dando vueltas y en los escaparates ya no caben los piononos, las
todos nosotros depende que no vuelvan a amargar, que no amarguen nunca más.
POLÍTICAS
Ya se ha dicho que Jaime de Armiñán cede la palabra a su padre cuando llega la hora
de narrar los hechos de los que este fue protagonista. De los testimonios materno y
paterno, este último es el que más páginas ocupa y es relevante por los acontecimientos
históricos de los que trata. Luis de Armiñán había nacido en 1899 y murió con ochenta
y ocho años. Su vida no fue nada fácil, como se comprueba en los diarios que recoge su
hijo; durante la República, cuando ya había publicado un par de libros, uno de ellos
contra el dictador Primo de Rivera, fue gobernador civil en Lugo, Córdoba y Cádiz. En
la guerra civil se puso a disposición del bando franquista y se ganó la vida como
contienda, fue corresponsal de ABC en París y siguió escribiendo para ese y otros
Luis de Armiñán fue muy consciente de la importancia histórica de los momentos que
le tocó vivir y por eso escribió diarios sobre muchos de ellos, quizás con la esperanza de
que fueran publicados algún día. En esos documentos, Luis de Armiñán, afiliado al
política durante la República y revela alguno de los entresijos de un bando nacional con
276
Sobre Lerroux, importantes historiadores coinciden en señalar que la fama de
de Estado en 1936:
Lerroux, (…) líder del principal partido republicano, el Radical, y que sin embargo
había “un centro formado por los radicales de Alejandro Lerroux, muchos de los cuales
eran corruptos y simplemente querían beneficiarse del acceso a los resortes del poder”,
añade: “El venal líder del partido republicano radical Alejandro Lerroux fue ministro
de Estado y su segundo, Diego Martínez Barrio, hombre más recto y honrado, ministro
Sin embargo, Luis de Armiñán considera a Lerroux inocente de todas las acusaciones,
incluso en los casos de corrupción que acabaron con su carrera política. En el caso
estraperlo, señala como culpable a un sobrino de Lerroux, del que se había hecho cargo
244
Javier Tusell (1997:122) también se refiere a este asunto con estas palabras: “El verdadero comienzo
del naufragio de la coalición radical-cedista se produjo con la aparición pública de las inmoralidades
administrativas de los radicales. Sospechas acerca de ellas siempre habían estado presentes en las
mentes de sus compañeros de Gobierno; eran alimentadas por la bohemia de muchos de sus dirigentes y,
sobre todo, por la tolerancia senil que el propio Lerroux tenía acerca de sus colaboradores más
sospechosos. El primer escándalo fue el estraperlo, del que no se llegó a comprobar más que el soborno
con dos relojes de oro. Sin embargo, el asunto incidía sobre un partido que tenía merecida fama de
corrupto y uno de cuyos dirigentes, Emiliano Iglesias, había sido culpable de un caso de cohecho durante
el primer bienio republicano.” (Las cursivas son mías)
277
al morir su hermano y que le salió rana: “niño mimado, a quien le gustaban los
automóviles caros, diputado a Cortes por simple frivolidad (…) y mire usted por dónde
de los que se cargaron la República” (En cursiva en el original) (p.93). Es verdad que
Aurelio, hijo adoptivo de Lerroux, fue uno de los sobornados por Strauss y Pearl245,
distinta:
importancia y le contestó que sería muy difícil probar sus contactos con Strauss.
De todas formas sí es cierto, como afirma Luis de Armiñán, que todos, especialmente
Alcalá Zamora, estaban interesados en acabar con Lerroux: “Todos, desde la izquierda a
la derecha, pasando por Alcalá Zamora, que tenía mucho interés en ocupar el centro de
que conmovió a toda España y, por supuesto, a la familia Armiñán”, porque el general
245
Como señalan Tusell (1997:122) y Casanova (2007:148).
246
El caso Nombela, que saltó solamente un mes después del estraperlo. Se trató de un asunto de
corrupción administrativa en el que un funcionario denunció a un miembro del Partido Radical porque
había librado una orden de pago como indemnización a una compañía naviera sin que se hubiera
aprobado previamente por el Consejo de ministros. (Tusell 1997:124)
278
era íntimo amigo del abuelo Luis. Nada sobre Lerroux, aunque su implicación quedó
demostrada en un juicio:
Alcalá Zamora también creía que el jefe del Partido Radical estaba al menos
sobre las idas y venidas del viejo político con algunos conspiradores. Lerroux se
reunió varias veces con Sanjurjo antes de la República y dos al menos en los meses
antes del golpe de agosto de 1932 y conocía todos los planes de los subversivos y
sublevación. (…) Según observó el juez del proceso de Sanjurjo, el trato entre
Sanjurjo y el político radical era que “si triunfaba el movimiento, Lerroux llegaría
Casanova 2007:91-92)
Y efectivamente así ocurrió, pues Sanjurjo fue amnistiado por el gobierno que
encabezó en 1936 otro golpe de estado contra la República, esta vez sí, de fatales
por respeto a la relación de amistad de la familia Armiñán tanto con el dirigente del
partido radical como con el general golpista y por el tono conciliador que preside estas
memorias.
247
También González Calleja (2012:142) explica el golpe de Estado de Sanjurjo de esta manera: “La
Sanjurjada fue el resultado de la convergencia entre la conspiración que la extrema derecha carlista y
alfonsina estaban tejiendo en el exilio francés, las maniobras de los antiguos constitucionalistas relegados
de la escena política tras el 14 de abril y los turbios manejos de los radicales lerrouxistas.” (Las cursivas
son mías)
279
Sin embargo, el testimonio de Luis de Armiñán sobre la agitada y corrompida política
republicana sí coincide con los comentarios de los historiadores al respecto. Así Julián
Casanova (2007:120 y 178) reseña que el Partido Radical, que ya era considerado por
muchos como el puro exponente del clientelismo, al subir al poder en 1934 se convirtió
a republicanos y socialistas hasta que los echaron del poder. Paul Preston (2012b:75)
coincide con el análisis, aunque con un tono más crítico hacia el partido de Lerroux:
Lerroux colaboró con la imposición de una política social muy dura que
beneficiaba los intereses de los votantes más ricos de la CEDA. Una vez en el
poder, los radicales crearon una oficina para organizar la venta de monopolios,
alcaldes había destituido, porque quería hacerse con todos los ayuntamientos de la
que pertenecer al Partido Radical, pero sobre todo habían de ser incondicionales
280
que pidió a Lerroux que me destituyera. El presidente me llamó: -¿No puede usted
republicano aparece en las elecciones de febrero de 1936, que él vive como gobernador
de Cádiz y donde asiste a la compra de la abstención de los obreros por parte de don
líneas, cuando su hijo declara que murió “tan dignamente como vivió”. Cuando tras la
gobernador, sin dinero para el viaje de vuelta a Madrid, se limita a confesar: “La
política es dura, feroz. Lloré. Sí, lloré. Creo que, desde los diez años, sólo he llorado
tres veces. Esta fue la primera” (En cursiva en el original) (p.116). Más adelante, vuelve
Madrid, Von Faupel, a raíz de un artículo en el que comentaba que la División Azul no
había sido bien tratada en Alemania. El embajador intenta que el periodista escriba en
consigue (pp.179-181). La última prueba de su valentía moral fue la entereza con la que
afrontó la muerte: “Nunca he sentido nada igual, ni he visto morir a nadie con tal
248
A continuación, en otro caso de ceguera y subjetividad, achaca esta actuación de Lerroux, a la sazón
presidente del Gobierno, a la edad y al cansancio.
281
retrato de este general que tuvo una relación muy distante con el generalísimo (al que
llamaba “Franquito” y al que criticó en público por mentir para conseguir la Cruz
Laureada de San Fernando), que lo degradó y lo pasó a la reserva. Luis de Armiñán dice
que “el mayor defecto de Antonio Aranda es hablar y decir todo lo que tiene dentro, sin
veladuras. Y un poco de vanidad que le hace pensar que el mundo está por debajo de su
inteligencia (…) Sabía mucho de su oficio, era muy inteligente y muy torpe” (En cursiva
en el original) (p.209).
de Estado, que según los historiadores no fue precisamente ejemplar. Paul Preston
(2006:114) comenta que los nacionales obtuvieron mediante el engaño algunas victorias
Oviedo, simulando ser leal a la República, convenció a los líderes mineros para enviar a
sus hombres a ayudar a la defensa de Madrid y una vez que los trenes se hubieron
de un hecho que posiblemente conozcan pocos historiadores y del que deja un detallado
relato en su diario: la reunión que Franco tuvo con sus generales para preparar la
se atrevió a decirle que no consideraba posible su plan de ataque sin grandes pérdidas de
249
Hugh Thomas (1976:261-262) expone exactamente lo mismo: “el coronel Antonio Aranda (…)
primero se hizo pasar por “la espada de la República” ante el gobernador civil y los sindicatos. Insistió en
que la situación no era tan grave como para requerir que se armara a los trabajadores. González Peña, que
había dirigido el levantamiento asturiano de 1934 y Belarmino Tomás, el otro dirigente socialista de la
provincia, se dejaron convencer por Aranda (…) Por lo tanto, dando por supuesto que Oviedo estaba
segura, cuatro mil mineros salieron en tren para Madrid. Y, entonces, a las cinco de la tarde, después de
hablar con Mola por teléfono, Aranda declaró que estaba con los rebeldes.”
La misma versión de esta actuación da Juan Carlos Losada (2012:201): “Tras engañar a las autoridades
sobre su fidelidad a la República, Aranda animó a los mineros a partir hacia Madrid en sendas columnas
para defender la capital. A tal efecto les dio unos pocos y viejos fusiles. Unos 3.500 mineros y obreros
partieron en tren y por carretera, el 19 de julio a primera hora. Una vez desembarazado de ellos, Aranda
proclamó su adhesión a la rebelión, ocupando Oviedo con cierta facilidad.”
282
hombres, de material y de tiempo y presentó una operación alternativa para la batalla
del Alfambra. Franco salió de la reunión con un “Haced lo que queráis” (p.220). Todo
lo llevó, según Luis de Armiñán por decisión de Franco, el general Varela, cuando
Aranda había entrado en la ciudad a las seis de la mañana y Varela no llegó hasta las
once “con guantes blancos y cámaras de cine por delante” (En cursiva en el original)
Teruel no se decidió hasta que, a primeros de febrero de 1938, una maniobra de ataque
tan sólo tres días, lo que propició que en la segunda quincena de febrero Teruel, la única
capital de provincia tomada por el Ejército Popular, fuera reconquistada, hecho que
(2006:287) señala a Varela y Aranda como los responsables del contraataque nacional a
Teruel.
Asimismo, de su época como cronista de guerra recuerda una escena que no había
contado nunca porque pensaba que nadie iba a creerlo. Se trata de la entrevista con un
táctica que tenía pensada para entrar en Bilbao y una sorprendente declaración:
“Cuando tome Bilbao, pediré el retiro y me pondré a conspirar. (…) Sí… Me pondré a
conspirar para que los alemanes se vayan de España y no nos metan en su guerra. La
ayuda de Alemania era necesaria, pero no de hombres, y mucho menos de policía.” (En
cursiva en el original) (p.192) Como el general Mola murió poco después, no se puede
nacional por lo que, al terminar la guerra, en un nuevo gesto de moral irreprochable que
283
su hijo quiere resaltar, renuncia a un puesto en el cuerpo jurídico que le ofrece Alonso
con mi carrera política, porque estaba cansado y era incapaz de adular a nadie.
liberal, y nada tenía que hacer en una dictadura, que en sus albores había
combatido y que destruyó a mi padre: la guerra fue la guerra, había que sacar a
España del charco, pero que luego la secaran otros. Y, sobre todo, que otros se
También como homenaje a su labor periodística, se incluyen dos de sus crónicas: una,
celebrara en una España renacida, en ciudades llenas de luz y de paz” (En cursiva en el
original) y otra, que su hijo guarda con amor, sobre los vecinos de la calle en la que
Por último, todos los textos intercalados del padre, excepto uno250, aluden a su
actividad pública en una evidente contraposición con los de Carmita Oliver, que se
250
Cuatro líneas en las que habla, muy pudorosamente, de su familia y su boda: “Ni mis hermanas, ni
nadie, pusieron el menor interés en mi futuro hogar. Sólo me ayudó con dos mil pesetas mi madre y tuve
la certeza de que las había sacado empeñando la Cruz del Mérito Militar, que los malagueños regalaron
a mi padre por suscripción popular.” (En cursiva en el original) (p.37)
284
2.3 LOS ESCRITOS DE CARMITA OLIVER: FRUSTRACIÓN Y AÑORANZA
Mientras que este escribe desde muy joven y en la época en la que suceden los
ochenta y dos años, mucho después de que los hechos ocurrieran, lo que explica su tono
nostálgico. Por otro lado, Luis de Armiñán es consciente de que sus diarios se pueden
Aunque las páginas de Carmita Oliver sean proporcionalmente muchas menos que las
“fue La Dulce España para el niño Paupico” (p.404) y porque ella orienta sus recuerdos
y la escritura:
Ahora mi mano la guía Carmita Oliver; mi mano no hubiera existido sin ella, y si
recuerdo –desde casi un fondo de cenizas, por donde vienen llegando mis
soslayo y, en concreto, las madres no pasan de ser alguien con quien los autobiógrafos
tienen una relación más o menos problemática, en esta, Jaime de Armiñán, que se
285
infancia, su madre es una mujer, un ser humano con sus proyectos y frustraciones, cuyas
cualidades quedaron relegadas al ámbito doméstico por la época que le tocó vivir.
Como una auténtica protagonista, la madre aparece idealizada en la memoria del niño
Paupico, que durante un periodo de su infancia tuvo un temor casi obsesivo y enfermizo
a perderla. Desde las primeras líneas del prólogo (“Para Carmita Oliver (…) no existía
la palabra rencor, aún menos odio y no digamos venganza, porque estaba hecha de
ternura y lealtad”) hasta las últimas del epílogo, con la alusión a su muerte, toda la obra
Carmita Oliver era una persona extraordinaria y yo tuve la suerte de nacer de ella.
Tenía sentido del humor, a veces extravagante, timidez y miedo a llamar a las cosas
por su nombre. Estaba dispuesta a reírse de sí misma (…) Era una mujer dulce y
Pero son los textos de la propia Carmita Oliver los que reflejan sus sentimientos, sus
recorrió casi todo el siglo XX y que renunció a su carrera profesional para dedicarse a
expresión “la cusca mandinga”, que, además de ser el título del prólogo, era utilizada
por ella para expresar que algo o alguien le habían hecho “la puñeta o algo más
286
hijo que entre aquel y su madre le habían hecho la cusca mandinga251 porque al casarse,
sus padres, que la consideraban su sucesora natural. Aún muchos años después, Carmita
dedicado a la profesión que amaba. Jaime de Armiñán, que siente que se ha cometido
con su madre una injusticia que no se hubiera cometido con un hombre 252, la anima a
escribir todo lo que se le ocurra y, para compensar el agravio, inserta estas páginas en
llegar a la vejez, esa resignación deja paso a un sentimiento de fracaso y, por qué no, de
indignación: “¿Por qué tuve que dejar el teatro a los veinte años? (…) ¡Voto a bríos,
En los escritos de Carmita Oliver predomina el tono emotivo pero son especialmente
conmovedoras las dos notas que aparecen en el prólogo. La primera es una carta253,
momentos de su matrimonio a causa de la enemistad entre las dos familias, pero sobre
todo los últimos años juntos, llenos de amor y de ternura, cuando ella se dedicó en
cuerpo y alma a cuidar de él, de su “hijo mayor”, mostrando una vez más la entrega y el
última vez que cayó el telón, cuando tú y yo nos fuimos juntas del teatro? Yo no puedo
251
“Cada uno tiraba de una mano y a mí me partieron el corazón, aunque ahora la frase pueda parecer
melodramática, es decir, teatral.” (p.32)
252
Comenta Jaime de Armiñán en el prólogo: “Claro que a los hombres es mucho más difícil hacerles la
cusca mandinga.” (18)
Hay una frase significativa del machismo de la época que la niña Carmita Oliver escucha decir a su padre
y que se le queda tan grabada que la repetirá varias veces a lo largo de la obra: “Bastante tiene la
pobrecita con haber nacido mujer.” (26)
253
Mutatis mutandis, esta carta recuerda a la obra de Miguel Delibes Cinco horas con Mario en algunos
aspectos como los reproches a su marido y la sensación de insatisfacción vital que desprenden ambas.
287
olvidarlo” (En cursiva en el original) (p.21). Es a este mundo al que le dedica los
comentarios más nostálgicos pues, como le confesó a su hijo, “vivió siempre añorando
el teatro” (p.42). Su paseo por los recuerdos la lleva a la primera vez que ensayó un
retirada definitiva del teatro en 1943: “Cuando hice la última comedia, cuando oí el
golpe del telón al chocar contra el suelo se cortó mi vida y, cuando mis cómicos y mis
misma. Miedo.” (En cursiva en el original) (p.338) Los textos en los que Carmita Oliver
habla del teatro y de sus padres, le sirven a Jaime de Armiñán para homenajear también
valor de verdad que se les otorga), una especie de álbum familiar que abarca el periodo
de la historia narrada y que aparece ordenado por los personajes retratados. Este álbum
en los rasgos ya destacados. Por ejemplo, los abuelos que figuran en las primeras siete
Carmen Cobeña, Federico Oliver y Luis de Armiñán. Al igual que ocurre en el relato, en
la familia paterna las figuras masculinas (el abuelo Luis, su padre y su tío Alel) se
254
Quizás por haber sido publicados en la misma editorial, Pretérito imperfecto y La dulce España tienen
en las páginas centrales el mismo número de páginas con fotografías: doce.
288
familia materna sucede exactamente lo contrario, son las mujeres las que aparecen
masculina es el niño Paupico. Las cuatro restantes son mujeres, se supone que la
el relato ni en el álbum, pero tanto Carmen Cobeña como Luis de Armiñán aparecen en
más fotografías y en dos exhiben sus respectivas ocupaciones: ella como actriz y él en
compañía del general Sanjurjo. Hay, por tanto, una contraposición entre el patriarcado
corresponden a Luis de Armiñán son dieciocho, de las cuales solo cuatro representan su
255
Con respecto a esta última familia, es muy significativa la imagen que recuerda el niño Paupico de su
regreso a la casa de Agustina de Aragón tras pasar la guerra alejado de ella: “Mi madre saltó del coche,
echó a correr, llorando, y abrió la verja del jardín, mientras venía la abuela Carmen, y al fondo -como dos
sombras – el abuelo Federico y el tío Pepe.” (p.275)
289
vida privada: dos con su mujer y otras dos del matrimonio con el hijo. No hay ninguna
solo con Jaime de Armiñán; sin embargo sí aparecen tres de Carmita Oliver y su hijo, de
modo que también la selección de fotos confirma la especial relación que unió al autor
que certifica sus diarios y que representa su faceta pública, como gobernador, como
teniente jurídico o las más numerosas, como cronista al lado del general Aranda durante
la guerra civil, en las que encontramos a personajes tan importantes como Franco,
Serrano Súñer, Mola, Moscardó… Por el contrario, de las diez fotos en que aparece
Carmita Oliver, en dos está sola y las ocho restantes reflejan su mundo familiar o
privado, pues en ellas está con su marido, con su hijo o con ambos. Al igual que ocurría
gestualidad en los retratos familiares son propios de la retórica visual de las fotos de
Paupico con sus padres en 1932 Con su madre, en San Sebastián, en 1938
290
Luis de Armiñán, gobernador civil en Cádiz,
1934
El resto de fotos representan algunos familiares o amigos con los que Jaime de
Armiñán tuvo desde su infancia una relación especial: su tío Alel, algunos miembros de
Arche. Por el valor testimonial que refuerza el relato, destacan la fotografía del
despacho del general Miaja en la capitanía de Valencia donde el niño Paupico jugó a
en París por la diferencia abismal entre las costumbres españolas y las francesas en lo
291
3. ESTRUCTURA DEL RELATO
contribuyen los títulos de los capítulos de las tres primeras partes, que fijan los espacios:
los de la primera parte (“Las casas de Madrid”) están dedicados a la casa de su madre
se ordenan con la referencia a las ciudades en las que fue gobernador su padre durante la
República: Lugo, Córdoba y Cádiz; los de la tercera (“La guerra civil”) se sitúan en las
ciudades donde viven durante la contienda: Madrid, San Sebastián, Biarritz, Burgos,
Salamanca, Vitoria y de nuevo San Sebastián, “La ciudad alegre y confiada”256. Esta
parte, al igual que en Pretérito imperfecto, es la central y la que más número de páginas
guiño a la obra de Castilla del Pino y el último título está en francés (“La guerre est
finie”). En este caso el guiño es cinematográfico pues se trata del título de una película
dirigida en 1966 por Alain Resnais, con guion de Jorge Semprún. A su vez, “La guerre
est finie” es una traducción de la oración con la que concluye el último parte oficial de
256
Este es el título de una obra de teatro de Jacinto Benavente, continuación de Los intereses creados y
estrenada en 1916; por tanto, un guiño teatral de Armiñán.
292
En tres de los títulos se ofrecen datos cronológicos fundamentales: el primer capítulo
parte (“La posguerra”) que se titula “Verano del 43” en el que cuenta las visitas que
hizo a su madre a Bilbao, Sevilla y Barcelona cuando estaba de gira por provincias; y la
del autor.
Las cinco partes de la obra están encuadradas por un prólogo y un epílogo y el libro
presenta una estructura circular pues se inicia con la metáfora de La dulce España y
termina con el deseo de que los dulces del escaparate “no vuelvan a amargar, que no
amarguen nunca más”. Para conseguirlo, es decir, que aquel tiempo confuso del que
más agudamente consciente de la distancia que lo separa de su niñez, al ver este periodo
de su vida como algo definitivamente acabado. La relación del narrador con la infancia
favor de la imagen del niño construida, de manera que el escritor integra en su vida
adulta al niño que fue. En esta solución, el adulto se ve como alguien que ha conservado
293
en sí la infancia de forma efectiva, generadora. Esto es lo que ocurre con Jaime de
Armiñán. En otros casos, como el de Castilla del Pino, se considera que el niño explica,
perdidas.
En La dulce España podemos decir que hay una identificación absoluta entre los dos
Tal vez a nadie le importen estas páginas (…) Yo soy el niño que las escribe y que
tiene la suerte, la enorme fortuna de contar con los testimonios de sus padres –de él
y de ella- que fueron llenando cuartillas, cuadernos y diarios, de los que ahora este
dejado de ser el niño que fue, como lo demuestra la identificación de las dos edades en
aunque hay más de cincuenta años de diferencia entre el niño protagonista y el Armiñán
adulto, el lector no percibe esa distancia porque la perspectiva es la del niño Paupico,
guiado por la mano de su madre; de ahí que se refiera a sí mismo como “el niño”, por
ejemplo cuando se pierde el miráscopo que Carmita Oliver lleva a la casa del Pardo: “el
294
niño Paupico se quedó sin saber si aquél era un invento de Julio Verne o un recuerdo de
infancia.” (p.53) o cuando al volver a San Sebastián al final de la guerra civil “el niño
Pero lo mejor de aquellos bombardeos era salir al balcón, desde el que se veía todo
el mar y, en la línea del horizonte, la silueta del barco de guerra (…) Parecía un
(…) Lo que hacía es contar, desde el resplandor hasta el silbido cercano. Me parece
que pasaban cuatro segundos, o cinco, o puede que fueran quince. (Las cursivas
mi tío Alel- y tomaba aquella terrible circunstancia como una aventura de cuento.
hacían los italianos, escuchar la música militar y ver la propaganda, que invadía
San Sebastián y cuya sutileza se me escapaba casi siempre. (…) Una de las cosas
257
La misma imagen utiliza Rabinad (2000:53) cuando el 19 de julio de 1936 sube al terrado de su casa
desde donde observa la ciudad inundada de luz, de llamas y de columnas de humo: “Todo parece cosa de
juguete, o de película”
295
Otra emoción intensa fue la explosión en Vitoria del Parque de Artillería258, que
contempla desde la terraza de su edificio. Como existía la amenaza de que pudiera volar
la ciudad entera porque era agosto y cerca había un cobertizo y los subterráneos, donde
se guardaba una gran cantidad de dinamita, todos salen a la calle dispuestos a pasar la
noche en el campo:
Seguían las explosiones, y era de lo más emocionante, mucho más que cuando
El cartel que más me gustaba era el que tenía una gran oreja –seguramente peluda-
españoles eran los que más me desconcertaban, como uno que decía ¡HA
mental y las consiguientes preguntas calladas: ¿De dónde viene España, cómo va a
258
Lo curioso de este episodio es que jamás salió en los periódicos ni en la radio, aunque se dijo que
había sido un sabotaje de los marxistas. Solo años más tarde, Armiñán averiguó que fue un hijo de “una
familia de derechas de siempre” quien prendió fuego al polvorín.
259
Javier Marías, en su novela Tu rostro mañana. 3. Veneno y sombre y adiós (pp. 580-581) incluye
carteles muy parecidos a los que tanto gustaban al niño Paupico (con la oreja gigante recomendando
cuidado al hablar) que constatan la veracidad de este recuerdo. Los personajes de la novela de Marías los
comparan con los que, más tarde, en la segunda guerra mundial, usaron los ingleses, llegando a la
conclusión de que en los españoles había más odio porque se demonizaba a los enemigos y se hacía
hincapié en su persecución y destrucción.
296
llegar España si estamos en España? ¿Qué vamos a hablar los españoles, si no es el
español? (p.212)
como cuando estalló la guerra: “en cuanto se descuidaban mis padres me iba a mirar por
la ventana, como si estuviera en el cine260, ajeno al peligro, sin sentir miedo alguno”
(Las cursivas son mías) (p.126). Ni siquiera se asusta con el registro de la casa de San
ningún miedo a las bombas y los días sin aviones se me hacían eternos” (Las cursivas
son mías) (p.170). Bien es verdad que se había enamorado locamente de una niña, al
lado de la que deseaba sentarse cuando se refugiaban de las bombas. Allí una mañana en
la que paseaba con su tío Alel sonaron las sirenas y como ya no podían refugiarse en
ningún sitio estuvieron saltando y corriendo en la plaza porque, aunque el niño Paupico
no tenía miedo, su tío se reía y lo abrazaba para que no lo tuviera. Jaime de Armiñán no
olvidará ese momento porque nunca más volvió a ver a su tío y porque “quizá
representa para mí la imagen más clara de la guerra civil” (p.166). Hay que recordar que
en dos ocasiones corrió grave peligro su vida: cuando su padre lo sacó apresuradamente
de la cama en San Sebastián poco antes de que una bala entrara en su habitación y se
entre dos facciones falangistas y esta vez es su abuelo Luis el que lo saca del dormitorio
segundos antes de que las balas atravesaran los cristales de su alcoba262. También en
260
Se observa aquí la misma referencia al cine que había hecho Rabinad (nota 257) para expresar la
sensación de irrealidad y distancia de lo que están viviendo.
261
Las diferencias con una situación similar que vive Caballero Bonald (el registro del escritorio de su
padre por parte de dos falangistas) son considerables pues, en este último caso, el escritor gaditano
confiesa que “ese registro fue como el punto de partida de una crisis o de una fijación de contradicciones
de la que tardé años en desembarazarme.” (1995:35)
262
Jaime de Armiñán lo comenta así: “Por segunda vez, en menos de año y medio, se combatía a la puerta
de mi casa, y la guerra llegaba hasta los pies de mi cama: primero fueron los militares rebeldes y los
milicianos, y luego dos facciones de falange.” (p.190)
297
este aspecto, la experiencia de Antonio Rabinad (2000:75) es similar ya que durante los
quedaba en casa leyendo (“Nunca he leído tanto ni tan a gusto como entonces”) porque
era “incapaz de concebir un peligro que era patente para los mayores” y además “yo
Así pues, el niño no fue consciente, mientras lo vivió, del horror de la guerra;
solamente tomó conciencia de ello mucho tiempo después, cuando ya adulto evoca
De golpe se me vinieron encima los recuerdos de la guerra civil: las sirenas de San
calle y las bajadas a los sótanos. Yo, de pequeño, no tenía miedo, incluso me
divertía con los combates aéreos, porque aquello era –para un niño- como un
juego de guerra, pero ahora –de mocito, de jeune homme, como dicen los
franceses- sentía la garganta seca y me costaba trabajo respirar. (Las cursivas son
mías) (p.361)
Cuando de niño uno vive un acontecimiento histórico es posible que pase algún
hecho que nos ha sorprendido, sabíamos bien que merecía la pena que lo
298
La muerte aparece sin drama alguno, vivida de forma muy diferente a cómo se
Armiñán, incluso las primeras escenas de la guerra, “sin duda lo más terrible que he
presencia como algo “natural, lo de todos los días”, porque, aunque su madre le había
qué era la muerte (p.127). Al descubrir que por la noche fusilan a fascistas comenta:
“Era emocionante imaginarlo, me hubiera gustado ir a ver muertos de cerca, sobre todo
directamente en la persona del querido tío Alel, cambia su juicio sobre ella porque “ya
no eran los muertos abandonados en la calle, atisbados desde una ventana con más
curiosidad que dolor: era alguien a quien yo quería mucho, que había jugado conmigo y
que me trataba como a un hombrecito, no como a un niño” (p.161). La guerra que hasta
ese momento había sido un juego para él, presenta su cara más trágica y entonces
comprende que “la muerte no es un personaje de cuento de miedo, sino alguien real, que
podía llevarse a mis padres e incluso a mí mismo” (p.161). En uno de los pasajes más
niño Paupico delante, el abuelo Luis es informado de la muerte de su hijo José Manuel
El abuelo Luis recibió a los oficiales en el cuarto de estar y yo, medio escondido en
la oscuridad, no entendía una palabra. Muy terrible tenía que ser aquello, a juzgar
263
Recordemos la cita de Castilla del Pino (1997: 263) al respecto de lo que vivió en la guerra civil: “La
experiencia de lo que viví con motivo de la guerra civil fue decisiva –y me ha marcado para toda la vida-
299
por la actitud de mi abuelo y la rigidez de los visitantes. Luego los acompañó a lo
largo del pasillo, les dio la mano y por último los oficiales se cuadraron
militarmente. Mi abuelo, tras cerrar la puerta, se echó a llorar. Era la primera vez
que veía llorar a un hombre y tanto me aterró que corrí a mi cuarto y busqué
refugio sin saber dónde encontrarlo, como si la muerte fuera algo vergonzoso.
Porque era la muerte que revoloteaba en las habitaciones, que goteaba sangre por
los grifos cerrados, que se deslizaba por el suelo, que pasaba sobre los cristales de
El niño Paupico fue tímido y reservado264 debido, según él, a su condición de hijo
único: “Yo debía de ser, entonces, un niño raro, pero no toda la culpa era mía. No tenía
hermanos, ni con quien jugar…” (p.155), “Los hijos únicos viven en soledad, porque las
mamás, los abuelos (…) no pueden compensar tan injusto abandono. Sin advertirlo
están pidiendo compañía” (p.211), “Los hijos únicos tendemos a la soledad, y el vivir
aislados, sin niños parejos y rodeados de adultos, acaba marcando” (p.343). Estos
rasgos de carácter explican, por ejemplo, que un episodio común de todas las memorias
a sus pasiones platónicas hacia actrices de cine como Carole Lombard, Ginger Rogers,
La Jana, Jean Harlow o Veronica Lake. O que las problemáticas relaciones entre sus
padres y sus respectivas familias, aspecto que tuvo que ser importante en la infancia de
264
Son muchas las citas en este sentido: “No me hizo ninguna gracia, aunque, como de costumbre, me
callé la boca.” (p.69); “… porque cerraba la boca, y las impresiones me las guardaba para mí, las iba
archivando cuidadosamente.” (p.85); “Aquello de las banderas a mí me tenía un poco confuso, aunque
según costumbre establecida, pero no escrita, no me manifestara.” (p.152); “siguiendo mi natural
silencioso, no pregunté nada.” (p.153); “Yo iba atento a todo lo que me rodeaba, pero como de costumbre
sin abrir la boca y sin expresar emoción alguna.” (p.267); “…mi pobre bisabuela Julia, de la que no
habíamos hablado por timidez o pudor, territorio donde éramos maestros el tío Pepe y yo” (p.278);
“Como era de esperar estos retorcidos sentimientos no salieron de mi boca y jamás en la vida, ni cuando
fui mayor, se los confié a mi madre, y mucho menos a mi padre.” (p.314)
300
Armiñán porque es reiterado en el relato265, sean mencionadas de manera discreta y
pudorosa:
andadura y yo creo que si consiguió llegar –en buenas condiciones- hasta las
los hijos. Nunca advertí tensiones en casa hasta que fui bastante mayor, tal vez a
adulto, sobre la infancia (“Es mentira que los niños no se fijan en nada, porque muy al
contrario suelen estar muy atentos a todo lo que les rodea, y que raramente
comentan…” (p.66), “Los niños no deberían nunca olvidar que, al perder la inocencia, a
su vez los papás pierden la ilusión que da la fecha, y con las mismas se ahorran dinero”
(p.98), “Los niños son muy egoístas y están muy mal educados” (p.99)) 266, sobre los
cambios de nombres de los teatros en el Madrid republicano (“Digo yo que hubiera sido
más fácil darles un nombre completamente distinto, que andar con aquellos enjuagues”
301
“El joven general Franco, desde la sombra y a buen recaudo, compró todos los billetes
de la rifa. Juega con un peón blanco y pone a su hermano Nicolás en el camino del
jaque mate. (…) Nadie se atrevió a abrir la boca en cuarenta años” (p.158)
Todo estaba en el aire, hasta que Dadalier y el señor Chamberlain –los jefes de
íntimas ante el canciller Adolfo Hitler, que ganó la primera batalla de la guerra sin
Chamberlain, que era del partido conservador y aún llevaba chistera. El temible
desparpajo fueron las armas y, el resultado final, la destrucción de Europa. Por seis
(p.284)
observa asimismo cuando las monas republicanas sucedieron a los reyes magos (“el
guerra (“Sólo la chusma marxista y los sin Dios se tumbaban en la playa” (p.233)) o al
nombres, me parece que sí: don Leopoldo Eijo y Garay, Patriarca de las Indias
Occidentales; don Gabriel Maura y Gamazo; don José María Pemán y Pemartín; don
302
Eugenio D’Ors; don Gregorio Marañón…Me huelen a economato.” (Las cursivas son
mías) (p.299)
En cierto modo, el sentido del humor va unido al tono comprensivo y benévolo del
que se habló en el apartado anterior, con lo que estamos ante una ironía amable que, en
madre con su salud, lo hace con socarronería: “Si a un niño español le prohíben el
chorizo y el tocino, lo han deshonrado como hay Dios. Yo lo tenía todo prohibido, era
Salí indignado del teatro y ni siquiera me animó que me convidaran a una limonada
Donde lo pasé divinamente y me reí, sin miedo ni timidez, fue en una comedia
de Pedro Muñoz Seca (…) Al salir del teatro quise expresar mi entusiasmo, pero
Y no digamos los baños en el mar que tuvo prohibidos hasta que fue muy mayor o el
reposeo que le obligaba a echarse una hora en la cama, sin dormirse, después de comer.
estaba injustamente fuera del juego político. (…) La familia Oliver tampoco salía
ganadora. La gran esperanza había sido Carmita Oliver, pero el amor, y las
267
Del viaje a Córdoba guarda un recuerdo imborrable porque por primera vez en su vida probó el
chorizo y la auténtica tortilla de patatas. (p.76)
303
conveniencias, desgajaron aquella rama prometedora, que tanto mimaban los
señores –o señoras- hidalgos, y más aún si los hidalgos son pobres. (…) La
en manantial dorado (…) Pero se cruzó un chico de buena familia –que no tenía un
duro-y saltó la inocente chispa del amor. La familia bien –para hacer bodas- mandó
a los cómicos que vendieran sus carromatos, y lo que es más curioso: que
Para finalizar, parece que la palabra que rápidamente acude a la mente asociada con
relato nostálgico porque, entre otras razones, el narrador adulto sigue siendo el niño que
fue. No se aprecia añoranza al hablar de los espectáculos a los que asistió de pequeño y
que ya no existen, como el teatro de variedades (p.292) o las sesiones de cine en las que
entretenimiento:
Ya no existe ese tipo de cine, porque la televisión lo ha hecho imposible, pero era
verdaderamente útil, y me refiero a los mayores. Servía para matar una hora, entre
cita y cita, para guarecerse del frío o de la lluvia, para enterarse de lo bellísimas
que eran las islas Molucas o para reírse con el Gordo y el Flaco: todo por una
304
Al hablar del circo, espectáculo por el que siente predilección268 y en concreto del
circo Price, lo que lamenta es que el edificio haya sido destruido y lo que le “produce
cierto rubor” es que Madrid sea la única capital de Europa sin circo estable (p.316).
Tampoco al referirse a los toros, a los que es un gran aficionado, aparece la melancolía,
ya que se limita a hablar de la familia Bienvenida, por la que sintió y siente mucho
afecto, o a hacer unas crónicas objetivas sobre las corridas a las que asistió.
ternura y la gratitud hacia sus familiares y, en general, hacia todas las personas con las
que tuvo que convivir de una manera u otra en su infancia: el guardia de asalto Navajas
que estuvo a su cuidado y disposición en Cádiz, Diego Martínez Veloz y las niñas
Club Alpino Español… La mirada optimista y confiada del niño Paupico se despliega
en la selección de los recuerdos; si hubo alguna mala experiencia queda oculta porque
los recuerdos destilan afecto y dulzura: los que dedica a su bisabuela Julia (“A mí –y
también a todos mis amigos – me encantaba la abuela Julia”, p.50), el relato de la última
vez que vio a su tío Alel en Salamanca, saltando y riendo al toque de las sirenas de los
bombardeos, (“Yo no he olvidado aquella sonrisa, ni las patatas fritas, ni el ruido de los
aviones, ni el sol que daba de plano en la plaza Mayor.” p.167), la relación con su tío
Pepe, tímido como él, y con el que compartió cuarto, colección de sellos y una íntima
amistad el verano del 39 en Las Navas del Marqués, el vínculo tardío pero lleno de
268
Hay que recordar que el primer libro que publicó Jaime de Armiñán se tituló Biografía del circo.
305
3.3 TIEMPO Y ESPACIO
que cada capítulo esté separado en, podríamos denominarlos, escenas o episodios. Estos
espacios no aparecen en los textos de los padres ni en los otros libros analizados, en los
A pesar de que ese fragmentarismo, Jaime de Armiñán utiliza las memorias ajenas
para ser fiel a las fechas, de manera que ya se ha comentado la precisión cronológica en
los primeros momentos de la guerra civil al aprovechar los diarios de su padre. También
aparecen otras referencias temporales precisas, como las fechas de las muertes de sus
padres o abuelos o las de sus viajes a París: “Salí de Madrid el martes 27 de marzo de
orden cronológico. Apenas hay anacronías. Alguna está dedicada a personajes de los
que se cuenta su vida, como el relato de Luis de Armiñán sobre el cubano Diego Martín
Veloz (p.163) o la referencia a la carta que Valle Inclán había dirigido a su abuelo
Federico Oliver (p.56). La más importante se produce casi al final del libro, en el
justificada por el homenaje que el autor quiere dedicar a su madre, mediante la que se
306
La linealidad no le impide al narrador mostrar su percepción infantil del tiempo y
señalar que se le hicieron eternos los primeros meses de guerra, impresión que justifica
la morosidad del relato en esa parte: “Han pasado mil años, pero en realidad sólo fueron
nueve meses” (p.205) o “Sin embargo por allí andaba yo, asomándome a la playa de La
Concha, mirando hacia el mar, como cuando llegué –hace más de un siglo- por primera
vez a San Sebastián” (Las cursivas son mías) (p. 233). En la primera cita llama la
compuesto (han pasado) es el que usa el niño Paupico, mientras que el pretérito
perfecto simple (fueron) es el tiempo utilizado por el narrador adulto; de esta forma, la
Hay horas bajas y días vacíos, mientras que en otros momentos, cuando los
años en tan solo unas horas o unos días. (Las cursivas son mías)
imperfecto que la representación de la infancia aparece mucho más unida a los lugares
2006:112). Esto es evidente en La dulce España, empezando por los títulos de los
307
Ahora bien, son tantas las residencias que tuvo la familia, sobre todo durante la
guerra civil, que la relación afectiva del niño con todas ellas se hace prácticamente
imposible. En este relato de infancia es la figura de la madre (de nuevo la madre) la que
Carmita Oliver viaja siempre con su hijo, este no necesita el vínculo emotivo con los
espacios, pues aquella se erige en símbolo de la seguridad y la protección con las que
de cuyos vecinos nos habla con frecuencia, el resto de viviendas adquieren la condición
de lugares de paso. De las ciudades le queda el recuerdo de lo que más le gusta: las
murallas y el río en Lugo, la Semana Santa de Córdoba, el puerto de Cádiz, las bodegas
Sevilla…
tardaría años en asomar por el horizonte, libertad para enseñorear banderas rojas con la
hoz y el martillo o para ver, medio escondido en una esquina, cómo las parejas se
besaban en público con toda naturalidad. En este sentido París es la metáfora de las
libertades que no existían en España y con cierta sensación de delincuente, tomó unas
fotografías de mujeres en bikini, prohibidos aquí, para hacer unos reportajes sobre la
ciudad de la luz.
descripción de sus elementos materiales, sino que a esta se añaden la experiencia de las
emociones y sentimientos que sirven para diferenciar esos lugares de otros que se han
conocido a lo largo de la vida. Así ocurre con la imagen de la bahía de Cádiz desde el
308
vida he recibido una impresión semejante” p.84) o con su estancia en las Navas del
Marqués, en el verano de 1939, con el tío Pepe, mientras sus padres reformaban el
Los pinares eran gloriosos, se perdían de vista, la luz pasaba entre las ramas de los
pinos, formando dibujos, y al sol volaban los insectos que también se oían zumbar.
un conejo con todo descaro. Si íbamos al caer la tarde, el ruido de los pájaros era
ensordecedor. Cada uno de los pinos parecía una escultura sangrante. Los
quedaban en el aire colgados, como si fueran estalactitas. (…) Con la ayuda del tío
Pepe yo trepaba a los pinos y arrancaba piñas maduras, las que estaban llenas de
piñones. (p.283)
El tópico del primer recuerdo aparece en La dulce España asociado a la luz y los
colores: “Mis primeras sensaciones están relacionadas con la luz y, por tanto, con los
colores. Me parece ver una ventana brillando al sol” (p.39). En una de sus
observaciones sobre la niñez, explica el autor: “Los niños mezclan muchas sensaciones,
pero suelen quedarse con un resumen para los restos, sobre todo en las imágenes, en los
olores y también en el sonido” (p.78)269. Jaime de Armiñán reconoce que tuvo desde
siempre muy desarrollado el sentido del olfato (p.101) lo que le permite recordar el olor
de la Casa de Fieras de Madrid a donde le llevaba la criada Nati, el olor a puerros de una
casa en la que vivió en Biarritz, el del cabello de una niña, el de los calamares fritos de
la posguerra o el de la crema Nivea de las chicas del Club Alpino. Incluso añade una
nota escatológica y humorística cuando recuerda un pedo que le turbó en una visita de
269
Celia Fernández (1997:542) hace una observación parecida: “la evocación de los espacios de la
infancia se une inextricablemente a sensaciones olfativas, visuales o táctiles”.
309
compromiso. A lo largo del libro menciona olores que recuerda de sus distintos viajes
como el del primer tren en el que montó, el de las procesiones de Córdoba, “a cera y a
flores”, el olor a mar en Cádiz, nuevo para él, el de los pinares de las Navas del
Marqués… Hay, en fin, dos olores relacionados con la guerra civil que corresponden a
dos ciudades que vio en ruinas, devastadas por la guerra. La primera fue Irún, al cruzar
porque hay sensaciones que nunca se olvidan, el olor a chamusquina: un olor que, al
cabo del tiempo, si estoy en la oscuridad, cierro los ojos y trato de evocarlo, me vuelve.”
(p.146) La segunda, al terminar la guerra fue Nules, que es posible que “oliera a cal,
4. CONCLUSIONES
el periodo que abarca finaliza con la mayoría de edad del autor. Su escritura se debe al
culpa por no haber dedicado a Carmita Oliver el tiempo que debía, al homenaje que
quiere tributar a toda su familia y al deseo de dejar testimonio de “un tiempo confuso en
el que todos acabamos perdiendo”, con la esperanza de que no se vuelva a repetir y que
los pasteles del escaparate de “La Dulce España” no amarguen nunca más.
que confieren, como ocurre siempre con los documentos gráficos, un valor de verdad al
relato. Asimismo, esta finalidad se fortalece con los escritos de sus padres y abuelo que
310
con mucho de memoria familiar al dar cuenta de los hechos con tres enunciaciones
distintas:
1. la del niño Paupico, el “niño viejo”, que con tono conciliador y tolerante narra
especialmente por su madre. Para Jaime de Armiñán la niñez fue un paraíso (La
Dulce España) que ni siquiera perdió en los momentos más duros de la guerra,
de ahí la identificación niño-adulto (el adulto se siente el niño que fue, con el
como un juego con el que el niño disfruta y por otra, la ausencia del horror y el
identificación entre los yoes del pasado y del presente justifica que no sea la
2. la del padre, Luis de Armiñán, político del Partido Radical y periodista, que
de los que pretende dejar testimonio en sus cuadernos, cuyas páginas reflejan el
política.
311
Armiñán tributa a sus parientes, pues consiguieron entre todos que, a pesar de
312
313
CAPÍTULO 7. CONCLUSIONES
autobiografía y testimonio. Para ello, se han tenido en cuenta los dos elementos claves
noción de testimonio, que se desliza por los ámbitos jurídico e histórico hasta llegar al
autobiográfico. En este último se integran algunos elementos de los dos anteriores como
Levi (1995b:211): “La necesidad de hablar a “los demás”, de hacer que “los demás”
supiesen, había asumido entre nosotros, antes de nuestra liberación y después de ella, el
carácter de un impulso inmediato y violento” (las cursivas son mías). A esta voluntad
responden los autobiógrafos que se proponen como finalidad dominante hablar de los
acontecimientos históricos que vivieron y que no solo les afectaron a ellos sino a toda la
sociedad. De esta forma, a través del testimonio individual se puede reconstruir una
experiencia colectiva; de ahí que este tipo de autobiografías contribuyan a crear lo que
314
pasado de una comunidad que circulan a través de los medios sociales de comunicación,
Para que estos testimonios sean eficaces, es decir, logren ser creídos, las
y de veracidad y uno ético-político de apelación a los otros, los lectores, con el fin de
que los sucesos de los que ha sido testigo el autor no se olviden y no vuelvan a repetirse.
Este ha sido el marco teórico del estudio, pero, como decía Olney (1991:33), “la
género permite que la narración de los recuerdos de la guerra civil (el hecho histórico
más importante en la memoria cultural española del siglo XX) se plasme en poéticas
diferentes, que plantean problemas retóricos y pragmáticos distintos. Para ello, se han
efecto que quiere causar y que la perspectiva e ideología del autor condicionan su
retórica.
A pesar de que las cuatro obras giran en torno al eje temático de la guerra civil, Laín
Entralgo la aborda desde la ideología del bando vencedor, Caballero Bonald desde su
perspectiva de escritor, Castilla del Pino desde la del psiquiatra comprometido y Jaime
de Armiñán desde la del niño que cuenta cómo miraba e interpretaba los
acontecimientos.
315
Las intenciones explícitas y la fuerza ilocutiva de cada desafío autobiográfico
siendo una figura intelectual y política de primer orden en la Transición. Por eso no
una sugerente dramatización judicial. Caballero Bonald utiliza la forma literaria para la
exactitud del recuerdo como en su eficacia literaria. Castilla del Pino se plantea dos
histórica de los hechos que vivió y el segundo, el catártico que toda escritura de
autobiógrafo con un buen periodista, que pretende dar cuenta de una vida de manera
sobre la guerra civil y la posguerra. Por último, por las palabras del prólogo y del
intercalando en su narración los escritos y diarios de sus padres, que también testifican
veracidad con el lector. En concreto, se observa una clara contraposición entre dos de
convierten en paradigmas de los dos modelos extremos a los que puede dar lugar el
316
lo vivido. O lo que es lo mismo: el que defiende que es factible la narración fiel a los
hechos y que, para ello, hay que probar la verdad con todos los recursos narrativos y
la veracidad de lo narrado y recordándonos que la memoria tiene sus trampas, que hace
una recreación del pasado y que, por tanto, no hay que fiarse demasiado de ella ni de los
volumen), tal vez porque es el único que se enfrenta al pacto de una manera
propósito de lo narrado o las expresiones con las que no deja duda de la exactitud de sus
recuerdos (“Todavía lo estoy viendo” o “Lo recuerdo con absoluta precisión”). Castilla
del Pino, por el contrario, defiende a ultranza el contrato de veracidad y se esfuerza por
contenido.
observar un claro contraste entre Caballero Bonald y Castilla del Pino. El primero no
duda en utilizar los recursos retóricos que caracterizan su prosa literaria: la riqueza y
la litotes; sin embargo, Castilla del Pino se empeña en intentar eliminar cualquier
elemento que pueda enturbiar la ilusión de la transparencia, por lo que opta por un estilo
directo, sobrio, objetivo y sin artificio, que ofrece al lector un efecto de veracidad. Por
317
su parte, Laín Entralgo exhibe mediante el uso de la prosopopeya y el apóstrofe, sobre
todo en las epicrisis, sus amplios conocimientos de oratoria y retórica clásicas, que le
sirven para captar la atención del auditorio, convencerlo con su despliegue argumental y
ello expresado en una prosa excesivamente grave y envarada, lastrada por el uso de
la dimensión ética de la autobiografía pues no solo se limitan a recibir el texto, sino que
asumen su parte de responsabilidad (“take responsibility for it”). Laín Entralgo, con la
lector como cómplice literario, es decir, alguien que no debe pedir exactitud sino
necesaria como herramienta creativa. Castilla del Pino busca la credibilidad y se dirige
al destinatario como fiduciario de los hechos espantosos que evoca. En la misma línea,
Jaime de Armiñán lo utiliza como depositario de los escritos de sus padres, que, de otra
manera, no habrían sido nunca editados. Las estrategias de veracidad de Castilla del
Pino funcionaron, como lo prueba “el eco autobiográfico”, es decir, la respuesta de los
lectores que se dirigieron al autor para puntualizar o completar algunos datos de la obra,
que fue leída, por tanto, como verdad. Sin embargo, algunos lectores de Laín Entralgo
Marsé y posteriormente, Santos Juliá, Isaac Rosa y Gregorio Morán, entre otros)
318
Hay también una gradación en la relación entre el yo enunciador y los yoes
ser actual porque los valores de este último son el resultado de la perfección de los que
del texto lleven a pensar que Laín se enfrenta a sus yoes del pasado con sentimiento de
El hecho histórico del que estas obras dejan testimonio explica el que todas tengan
otra característica en común: las escasas concesiones que los autores hacen a su
intimidad o privacidad. Parece como si tuvieran claro que los sucesos de los que
poca cabida en sus obras, en las que, no obstante se observan distintos grados en la
el que sondea de manera más intensa y sincera en sus afectos, siempre desde la dulzura
primero muestra una gran capacidad de análisis en todo lo relacionado con las
evita no solo las referencias a la intimidad, sino también a la privacidad. Castilla del
Pino deja entrever algunos aspectos que no acaba de confesar directamente, como la
319
conflictiva relación con su padre, ausente pero presente o el sentimiento de culpa por su
España) presentan una estructura externa similar en la que predominan las referencias
espaciales para los títulos de las partes o de los capítulos: Madrid, Santander, Pamplona,
construcción sintáctica en el título de dos capítulos de las dos primeras: “De Ronda al
dulce España tienen una estructura externa prácticamente idéntica pues se dividen en
dedicada a la guerra civil. Cada una de las partes tiene varios capítulos con un total de
conciencia está dividido en siete capítulos y el relato sobre los recuerdos de la guerra
civil también ocupa los tres centrales. Tiempo de guerras perdidas, sin embargo, consta
de catorce capítulos sin nota preliminar, prólogo o epílogo (que sí tienen las otras tres
referencial utilizan una temporalización lineal con escasas anacronías. Así ocurre en
Bonald va dando rienda suelta a los recuerdos sin importarle su secuenciación lineal, de
ahí que sean más abundantes que en el resto de los relatos las analepsis y, sobre todo,
las prolepsis.
320
Hay disparidad en el vínculo de los autobiógrafos con sus espacios biográficos. Para
esencial vital y narrativamente hablando. También Castilla del Pino establece lazos
emotivos especiales con dos ciudades, Ronda y Córdoba. Jaime de Armiñán no expresa,
con excepción quizás del hotelito de Agustina de Aragón, una vinculación afectiva por
los espacios debido a su infancia itinerante, pero sí los une a sensaciones olfativas o
visuales.
componente testimonial.
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