TEMA4
TEMA4
TEMA4
El Papa Francisco, este Papa cercano y al que se le entiende con meridiana claridad, dedica unas
palabras a la Virgen María en su exhortación apostólica Gaudete et exultate, sobre la llamada a la
santidad en el momento actual, que me
Pureza divina
Una de las virtudes más sublimes que caracteriza a la Santísima Virgen María, es la de su pureza sin
mancha; María es conocida como la Inmaculada. En Fátima, Nuestra Señora expresó con tristeza que la
mayoría de las almas se pierden en el fuego eterno del infierno debido a los pecados contra la virtud de
la santa pureza. María es la Virgen Perpetua.
Ella fue virgen antes del nacimiento de Jesús, durante el nacimiento de Jesús y después del nacimiento
de Jesús. La verdadera devoción a María puede ayudarnos a mantener nuestra pureza, y si la hemos
perdido, a buscar la restauración a través de la Confesión Sacramental. Contemplar la belleza de una
imagen, pintura o estatua de la Virgen puede infundir en nosotros nobles aspiraciones de pureza.
La Inmaculada Concepción
490 Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión
tan importante" (LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de
gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era
preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.
491 A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María "llena de gracia" por Dios
(Lc 1, 28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada
Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:
«... la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el
primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a
los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus: DS, 2803).
Amor ardiente.
De todas las virtudes que estamos llamados a practicar, la del amor ardiente, a veces llamada caridad,
es la más grande de todas. La Virgen practicó el amor en grado sublime y de dos maneras, pues el amor
o la caridad tiene dos dimensiones. María, en todo momento y lugar, amó ante todo a Dios.
Sin embargo, María expresó concretamente su amor a Dios mediante su ardiente amor al prójimo. En la
Anunciación, a través de su Sí incondicional, María mostró su amor total y sin reservas a Dios. Al ir de
prisa a visitar a su prima Isabel, María manifestó un gran amor al prójimo. Que podamos decir, a
imitación de María y con palabras de San Pablo: “El amor de Cristo nos urge” (2 Cor 5,14). Que
aprendamos este doble mandamiento, el amor a Dios y el amor al prójimo, y nos esforcemos por vivirlo
a diario. San Juan de la Cruz afirma: “En el ocaso de nuestra existencia, seremos juzgados por el
amor”.
NOTAS:
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