TP 2 Control de Convencionalidad

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Alehia Milena Ramirez

DNI: 39.628.875

Trabajo práctico derecho de la integración. Septiembre de 2020.

1) Leer las siguientes sentencias de la Corte Interamericana de


Derechos Humanos:
 “Almonacid Arellano y otros vs. Chile” (26 de septiembre de 2006)
 “Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú”
(24 de noviembre de 2006).
 “Radilla Pacheco, Rosendo vs. Mexico” (23 de noviembre de 2009)
 “Gelman, Juan vs. Uruguay” (24 de febrero de 2011)
 “Fontevecchia y D´Amico vs. Argentina” (29 de noviembre de 2011)

2) Relacionar el control de convencionalidad con:

a) Las Constituciones de los Estados en términos de jerarquía y el


control de constitucionalidad de las normas.

Para comenzar debemos definir a qué nos estamos refiriendo, el control


de constitucionalidad es aquel que se ejerce a fin de realizar una
comparación entre el texto de la Constitución y el resto de las normas
internas de un país, debiendo prevalecer siempre la primera por ser el
texto consagrado como superior que sienta las bases para el resto del
ordenamiento. En nuestro país el control es difuso, pudiendo cualquier
juez de cualquier instancia realizarlo. El control de convencionalidad por
otro lado, puede ser entendido como una concordancia que realizan los
jueces de las normas de derecho interno vigentes de cada país
subscriptos a la Convención Americana de Derechos Humanos y el
mismo instrumento supranacional. De los fallos mencionados ut supra se
desprende que: la CIDH establece que los jueces de Estados que hayan
ratificado un tratado internacional como la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en su carácter de instrumentos del Estado deben
velar por los derechos consagrados en dicha convención, ejerciendo el
control de convencionalidad entre las normas de derecho interno que
sean aplicables a casos particulares, sean estas consagradas dentro de
la propia constitución o inferiores, y la propia Convención Americana
sobre Derechos Humanos, otorgando a esta última supremacía respecto
a las demás. Además se agrega que los jueces no solo deben tener en
cuenta el tratado, sino también las interpretaciones de la CIDH sobre
este. (Fallo: Almonacid Arellano y otros vs. Chile)
También se hace hincapié que la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, junto a los demás tratados sobre derechos
humanos, tenga un efecto útil y pone en cabeza de las autoridades
judiciales tal funcionamiento. (Fallo:“Trabajadores Cesados del
Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú”) Por lo que podemos afirmar
entonces que sobre los jueces recae una doble tarea, por un lado
asegurar el funcionamiento interno de su propio derecho, realizando un
control de constitucionalidad sobre las normas inferiores con respecto a
lo establecido en su Carta Magna y por otro que dichas normas no se
contrapongan con los derechos protegidos en la Convención Americana
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sobre Derechos Humanos, dando de este modo lugar a una


jerarquización parcial que pondría por encima a la Convención, luego la
Constitución Nacional del país en cuestión y por último las normas de
derecho interno.

b) La declaración de inconvencionalidad de oficio.

Tanto en el caso Almonacid Arellano como en el caso Trabajadores


Cesados del Congreso, la Corte IDH establece el criterio de control de
convencionalidad y la necesidad que la CADH y los demás tratados
internacionales de derechos humanos tengan un efecto útil, por lo que
establece que los órganos del Poder Judicial deben ejercer no sólo un
control de constitucionalidad, sino también de convencionalidad de
oficio entre las normas internas y la Convención Americana, dentro del
marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones
procesales correspondientes. En el Caso Gelman vs. Uruguay por otro
lado plantea un control más allá de los jueces, estableciendo que en un
Estado parte de la Convención, todos sus órganos, incluidos sus jueces,
están sometidos a aquél, por lo que deben velar por que los efectos de
las disposiciones de la Convención no se vean perjudicados por la
aplicación de normas contrarias a su objeto y fin, debiendo tener en
cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del
mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la
Convención Americana.
Por lo tanto, los jueces y órganos nacionales tienen el deber de proteger
no sólo los derechos fundamentales previstos en el ámbito interno, sino
también el conjunto de valores, principios y derechos humanos que el
Estado ha reconocido en los instrumentos internacionales y cuyo
compromiso internacional asumió. Aunque las partes no lo soliciten, los
jueces deben declarar de oficio la inconvencionalidad de una norma
cuando esta sea contraria a la Convención, pues su superioridad sobre
las restantes disposiciones es una cuestión de orden público que es
extraño y va más allá del deseo de las partes.

c) Las decisiones de la ciudadanía mediante mecanismos de


democracia semidirecta.
La CIDH en el fallo “Gelman vs. Uruguay” deja en claro que, la
protección de los derechos humanos constituye un limite infranqueable,
por lo que ya sea que una ley opuesta a los principios consagrados en
textos convencionales de derechos humanos sea sancionada
democráticamente o avalada por la voluntad popular como fue el caso
de la Ley de Caducidad uruguaya no puede ser considerada legítima en
el ámbito del Derecho Internacional. Esto, es debido a que la
legitimación democrática de hechos y actos sociales se encuentra
limitada por las normas y obligaciones internacionales de protección de
los derechos humanos reconocidos por el Estado en tratados como en
este caso la Convención Americana de Derechos Humanos. Por lo tanto
las leyes sancionadas ordinariamente o por mecanismos de democracia
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semidirecta son susceptibles de ser sometidos al control de


convencionalidad.

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