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SALUD Y ADOLESCENCIA

MARÍA MERCEDES RECALDE


EDICIONES AULA TALLER
CAPÍTULO I
LA ADOLESCENCIA
La adolescencia como categoría social no ha existido siempre: surge como consecuencia de nuevas condiciones de
vida, en un intento de retardar el acceso a la vida adulta a fin de llevar a cabo las obligaciones escolares. Y, a lo largo
de la historia, ha sido caracterizada de distintas formas.
Decía Duprat en 1909:
«El adolescente es un vagabundo nato, loco por viajar, por moverse y profundamente
inestable. Realiza fugas análogas a las de los histéricos y los epilépticos porque
es incapaz de resistirse a la impulsión de viajar. La adolescencia es una enfermedad
en potencia, con su patología propia (como la hebefrenia) y puede ser definida
como una necesidad de actuar que entraña desdén por todo obstáculo o peligro
y empuja al asesinato. De allí la necesidad de vigilar este estado mórbido».
(Citado por KONTERLINIK, I. y JACINTO, C., op. cit.).

Si bien en la actualidad la concepción del adolescente parecería ser, por lo general, muy distinta a ésta, algunos
tratos que reciben los jóvenes se asemejan a esta forma de entender esta etapa. Es así como vulgarmente se asocian
diversas problemáticas con aspectos negativos de este período vital. Es común escuchar decir «todos los
adolescentes son drogadictos», «los que se visten con ‘looks’ raros andan con mala junta», por ejemplo. Sin
embargo, la adolescencia es una etapa de la vida y presenta determinadas características generales y patrones socio-
culturales e individuales propios de cada sujeto.
Nos interesa entender la adolescencia como etapa, sus características y tratar de precisar qué patrones aparecen en
forma general en los adolescentes de nuestra sociedad. Si bien hablaremos de características generales, debemos
considerar que las variaciones individuales imprimirán un sello particular a cada joven. También influye en cada uno
de ellos la condición socio-económica y cultural de su familia de origen.

¿CUÁNDO COMIENZA LA ADOLESCENCIA?


Según lo estableció Freud, quien no hablaba de adolescencia sino de pubertad, ésta empieza cuando
‘la pulsión sexual, hasta este momento predominantemente autoerótica, encuentra por fin el objeto
sexual’. Esto significa que se entra en la adolescencia cuando existe un primer momento de búsqueda y
hallazgo de relaciones de objeto por fuera del medio familiar, lo cual sobreviene conjuntamente con el
desarrollo y la maduración corporal del joven.

El concepto de adolescencia no existió siempre,


por lo menos tal como lo entendemos hoy. Por ejemplo,
los pueblos primitivos, como no conocían nada
parecido a la adolescencia, contaban con numerosos
y diversos ritos de iniciación que marcaban la
transformación del niño en adulto. De este modo,
estos grupos desconocían el proceso de transición
y búsqueda adolescente. Se pasaba de la niñez a la
adultez sin existir los procesos de ensayo y error
que aparecen hoy en nuestra sociedad.
De lo que se trataba era de la introducción del
iniciado a la cultura de la comunidad, sabiendo que
esta introducción implicaba en si misma una experiencia
de muerte y pasaje. En determinadas tribus,
el rito consistía en una transmisión oral: se
anoticiaba al joven de un secreto desconocido hasta
ese momento. Éste podía ser el nombre de una
divinidad. Sólo los hombres de la tribu podían saber
de él, permaneciendo desconocido por aquellos que
no formaban parte de la comunidad, o que aún no
habían sido iniciados (como los niños, las mujeres o
los extranjeros). Luego de la iniciación el sujeto era
distinto, marcando la iniciación un momento de pasaje.
La persona se tornaba distinta, tan distinta que
en algunas tribus no eran reconocidos por sus propias
madres al recibirlos después del rito iniciático.

En otras tribus, lo que cambiaba era el nombre del iniciado, o el cambio aparecía representado en el
cuerpo a través de una marca que mostraba el pasaje.

Los ritos de iniciación posibilitaban al sujeto caminos claros acerca lo que era ser hombre y de
lo que era ser mujer. En nuestra sociedad estos caminos no existen, el adolescente toma la
palabra como puede según cómo hayan sido los modelos parentales infantiles.

Una vez atravesado este período llamado


adolescencia, que transcurre según el tiempo
interno de cada sujeto, el joven deberá estar preparado
para su funcionamiento en un mundo
de adultos: amar, trabajar y ser padre. Sólo
luego del pasaje por esta etapa será posible el
logro de estas tres metas propias de un mundo
adulto.

Etapas evolutivas
Freud estableció que ya desde los primeros
años de la infancia existe en los niños un
interés por la sexualidad. Entre los tres y los
cinco años se inicia un proceso de investigación
que él denominó ‘pulsión de saber’. Los
chicos despliegan todo su interés por aquello
desconocido, en especial el propio cuerpo, a
través de la exploración y de las preguntas formuladas
a los adultos de su confianza. Sin embargo,
si bien la pulsión de saber incluye la investigación
acerca de la vida sexual, no queda reducida a ésta.
Muchos otros aspectos del
mundo circundante se descubren a través de
las diversas inquietudes que el niño va formulando.
Es decir que existe una vida sexual infantil,
lo cual no significa que exista la genitalidad en
la infancia. Debemos saber que sexualidad no
es sinónimo de genitalidad. Si bien en la adolescencia
esta última queda incluida dentro de
la vida sexual, es recién a partir de este momento que aparece. La sexualidad en la infancia es esencialmente
autoerótica, es decir que su satisfacción se encuentra en el cuerpo propio y en los vínculos con los primeros objetos
de amor: los padres.
Freud distinguió dentro del desarrollo sexual humano dos tiempos (ambos separados por el
período de latencia):
1. La organización genital infantil
2. y la organización genital propiamente dicha, que se instaura en la pubertad.

Según Freud el complejo de Edipo es vivido entre los tres y los cinco años, durante la fase fálica. Su
declinación señala la entrada en el período de latencia. Experimenta cierta reviviscencia durante
la pubertad y es superado, con mayor o menor éxito, a través de la constitución de una elección de
pareja. Podemos decir que el complejo de Edipo desempeña un papel fundamental en la estructuración de
la personalidad y en la orientación del deseo humano.

Período de Latencia:
«Período comprendido entre la declinación de la sexualidad infantil (quinto o sexto año) y el comienzo de la
pubertad, y que representa una etapa de detención en la evolución de la sexualidad. Durante él se observa, desde
este punto de vista, una disminución de las actividades sexuales, la desexualización de las relaciones de objeto y de
los sentimientos (especialmente el predominio de la ternura sobre los deseos sexuales) y la aparición de
sentimientos como el pudor y el asco y de aspiraciones morales y estéticas.
El empuje propio de la pubertad hace declinar el período de latencia. Durante esta etapa aparecen nuevos cambios.
En síntesis, debemos establecer que existen dos tiempos en la vida sexual de los seres humanos:
 un primer tiempo que transcurre entre los dos y los cinco años. Luego sobreviene el período de latencia.
 El segundo tiempo viene con la pubertad y determina la conformación de la vida sexual definitiva.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA PUBERTAD Y LA


ADOLESCENCIA
La adolescencia aparece como una etapa que transcurre entre la infancia y el momento en que se accede a una
sexualidad adulta. Es concebida como un ‘túnel’ en cuyos extremos están la niñez y la adultez. Se trata de una
metamorfosis, un momento de cambios, que se desencadenan a partir de la maduración sexual del joven.
Conjuntamente, toda una revolución interna moviliza los patrones de referencia que ordenaban el mundo hasta ese
momento. Es entonces cuando los saberes hasta entonces válidos se vuelven carentes de sentido para ordenar el
mundo.
En este paso de un espacio a otro deberán producirse ciertas adquisiciones, como la reconstrucción de la identidad y
la emancipación. Los fracasos en estos logros conducen a vivencias de vaciamiento emocional, anomia y sujeción a
pautas arcaicas o infantiles, bloqueos o directamente detención del desarrollo. El fracaso en cualquiera de estos
logros deja marcas irreversibles.
Francoise Doltó, psicoanalista francesa, toma el modelo de la langosta de mar o del bogavante que en un
determinado momento pierden su concha y se ocultan bajo la roca mientras segregan una nueva. Si reciben un golpe
quedan heridas para siempre. Reconstruyen su caparazón que recubrirá sus heridas, formará cicatrices pero no las
borrará.
El adolescente atraviesa una etapa caracterizada por sucesivos duelos, lo cual lo vuelve sumamente vulnerable. A
esto se agrega que la sociedad actual le ofrece muy pocas «rocas» protectoras. Es vulnerable, entonces, porque
mientras realiza esta operación de cambio, de duelo, de pérdida -igual que la langosta de mar- , no encuentra
demasiados espacios de contención social que permitan aminorar el dolor de las heridas.
La presencia de la familia y de la escuela será de gran importancia para el joven en este momento de grandes
incertidumbres. Si se ubican adecuadamente frente a la conflictiva de los adolescentes, una y otra pueden brindarle
apoyo y seguridad para que transiten con más éxito una etapa de por sí conflictiva.

Uno de los logros más dolorosos de esta etapa es el desasimiento de la autoridad parental. Doltó identifica el valor
de la emancipación para el joven:
«Aquellos que de entrada no hayan consumado la ruptura que realiza la toma de autonomía...estarán en
condiciones de inferioridad respecto de los otros, pero todos necesitarán de toda su voluntad de vivir, de toda la
energía de su deseo de llegar para afrontar esta muerte de la infancia».

LA SEXUALIDAD EN LA ADOLESCENCIA
La sexualidad no aparece en la vida de las personas en la adolescencia: somos seres sexuados desde el nacimiento,
por lo cual la sexualidad aparece desde la infancia y se reorganiza a partir del segundo tiempo que es la pubertad.
Para entender más acabadamente esta nueva sexualidad, debemos conocer primero las características de la
sexualidad en la infancia.
Sabemos que ya en la niñez se consuma una elección de objeto. A esto Freud aludía bajo el
concepto de «Complejo de Edipo», como el enamoramiento o la atracción que el varoncito
siente hacia la madre, así como la niña hacia el papá. Aquí se da una primera elección de objeto
infantil. Esta sexualidad infantil Freud la denominó ‘perversa polimorfa’, ya que busca su satisfacción
a través de diversas vías y no tiene como fin la reproducción. Llama la atención el
enterarnos de que parte de ella se lleva a cabo a través del contacto de los niños al satisfacer sus
necesidades vitales, como el amamantamiento o el aseo. Es así que a través del acto de mamar
el niño satisface su necesidad de alimento y de contacto con el otro materno, prolongando el
acto de mamar a través del chupeteo, que le produce un ‘plus de satisfacción’.
Con el advenimiento de la pubertad y el cambio corporal, se renuncia -parcialmente- a las
satisfacciones sexuales infantiles y aparece una nueva sexualidad, entrando en contradicción la
vieja forma de satisfacción infantil. En la nueva etapa, la elección de objeto va a realizarse fuera
del ámbito familiar. El púber busca objetos de amor extra-familiares (compañeros, compañeras,
vecinos, amigos de club, etc.), pero todos ellos van a estar marcados por las primeras elecciones
infantiles. Es decir que la nueva elección de objeto del adolescente va a tener las características
que han tenido los primeros vínculos con los objetos de amor de la primera infancia.
De este modo, la sexualidad infantil determina los modos de elección que se llevan a cabo en
la adolescencia y en la juventud.

Los duelos del adolescente


La adolescencia está marcada por sucesivos duelos:
1- Duelo por el cuerpo infantil
2- Duelo por los padres de la infancia
3- Duelo por la identidad infantil
4- El joven es convocado a tomar la palabra

Estas pérdidas conllevan situaciones de crisis, es decir que para atravesar estos duelos el
adolescente vivenciará el dolor de estas pérdidas. Es por esto que resulta ser una etapa sumamente
conflictiva. Los antiguos modos de ordenamiento del mundo interno (los modos infantiles) aparecen cuestionados,
ya que a esta altura deben dejarse atrás las antiguas formas de entender el mundo infantil.

1- Duelo por el cuerpo infantil


Aparece un cuerpo con características distintas a las de la infancia, empieza a configurarse una
relación distinta con los padres y una identidad diferente comienza a construirse.
Es decir que, a los cambios corporales se suman los cambios psicológicos. A partir de este momento, que variará de
un joven a otro, se emprenderá la busqueda de nuevos saberes, propios y distintos a los que transmitieron los
padres. Aparecen nuevos modelos, nuevos ideales y se inicia el proceso de construcción de una identidad distinta
a la infantil, pero marcada por los patrones predominantes en el núcleo familiar de la infancia.

2- La relación con los padres cambia y aparecen los grupos


La pubertad aparece para el sujeto como un momento en que se torna conflictivo el vínculo con los padres. Pero,
¿por qué? Podemos explicarlo sencillamente: cambia el cuerpo, cambia la mente y es necesario que la identidad
infantil sea
cambiada también, y es en esto que hacemos referencia al vínculo con los padres. Si el púber tiene que dejar de ser
un niño, su relación frente a los papás debe ser necesariamente otra. El joven necesita hacerse un nuevo lugar frente
a ellos, lo cual al comienzo no es muy fácil por lo cual el vínculo con ellos se torna conflictivo. El púber necesita
liberarse de la autoridad de sus padres y, por momentos, la confrontación con ellos aparece como el primer intento
de lograr esta meta. Aparecen nuevos intereses: el grupo de amigos, las bandas adolescentes, las salidas. Si antes
el mundo estaba compuesto por sus parientes más cercanos (tíos, abuelos, hermanos, padres), ahora el grupo de
pares va a suplantar a éstos, volviéndose el centro de interés. Existe ya en la infancia una elección de objeto.
Con la maduración sexual, estos objetos de amor primarios (los padres) deben ser abandonados y reemplazados por
objetos eróticos no incestuosos.

3- Duelo por la identidad infantil


Lo específico de la pubertad no es otra cosa que lo traumático del enfrentamiento con la posibilidad efectiva del acto
sexual y del ser padre. La confrontación con este cambio implica todo un reordenamiento interno del joven que
conlleva el abandono de la identidad infantil.

4- El joven es convocado a tomar la palabra


¿Qué significa que el adolescente es convocado a tomar la palabra?
Significa que, en el proceso de desprendimiento de la autoridad de sus padres, deberá «hacerse responsable de su
propia palabra», es decir, ya no serán ellos (sus padres) quienes decidan por él (si bien es bueno que estén presentes
en este momento), sino que el adolescente irá tomando pequeñas e importantes decisiones.
El sujeto debe liberarse de la autoridad de sus padres y, quizás sea esta una de las cuestiones más dolorosas de la
pubertad. Si en la infancia su palabra no podía diferenciarse de la de sus padres, llegado este momento el joven
deberá comenzar a diferenciarse, asumiendo sus semejanzas y diferencias respecto de ellos. Aparece la posibilidad
de cuestionar sus ideas, pensamientos y formas de actuar, a partir de cierta capacidad del adolescente de revisar
estas verdades que en la infancia aparecían como incuestionables.

Diferencia entre pubertad y adolescencia

Adolescencia proviene de un término latino que significa ‘crecer, padecer, sufrir, ir creciendo para convertirse en
adulto’. Implica un período de crisis entendido como proceso de cambio a través del cual el joven alcanza la
autonomía psicológica y se inserta en el medio social, sin la mediatización de la familia. En esta etapa hay dos tareas
fundamentales a realizar:
1- El logro de la propia identidad, el alcanzar una definición de si mismo, una valoración y una seguridad personal,
partiendo de la reorganización de la personalidad con la revisión de los procesos de identificación con las figuras
primarias y de la integración con otras nuevas identificaciones con personas y con grupos.
2- La apertura al mundo socio-cultural con una búsqueda del sentido de la vida y el desarrollo de un proyecto
personal.

Pubertad no es sinónimo de adolescencia.


La pubertad podemos caracterizarla por los cambios físicos que suceden a partir de los 9 y 10 años; siendo la
adolescencia un fenómeno psico-cultural que no tiene un tiempo definido que la separe de la anterior y que dura
hasta comenzar la adultez.

Con el desarrollo y los cambios sociales, esta ‘antesala del mundo adulto’ que es la adolescencia se ha ido
prolongando, alcanzado en la actualidad una extensa duración que varía según las clases sociales. En los sectores
socio-económicos medios y altos y en las zonas urbanas desarrolladas, por ejemplo, la necesidad de una mayor
capacitación y educación origina una tendencia a favorecer la prolongación de la adolescencia. Así, por ejemplo, los
estudios universitarios en los adolescentes de los estratos medios y altos dificultan o retardan la formación de una
nueva familia, incrementando la dependencia económica y emocional del joven respecto de sus padres.
Esto dificulta el logro de la autonomía, esperable de la vida adulta.
Sin embargo, esta extensión de la duración de la etapa adolescente no suele darse en los estratos sociales más bajos.
En éstos, las necesidades económicas empujan al joven, y en muchos casos a los niños, a insertarse precozmente en
el mundo adulto. De esta manera, la duración del período adolescente no solamente varía según las épocas, los
países y las culturas, sino que también es diferente dentro de una misma comunidad, en los distintos sectores
sociales.

Características de la adolescencia en nuestra sociedad

En la actualidad la adolescencia aparece investida de ciertas características valiosas. Los medios masivos de
comunicación muestran a esta etapa como un ideal a alcanzar por el conjunto de la población. Asociada a ella
aparecen valores y representaciones como el éxito, la felicidad, el bienestar y la belleza. La adolescencia y la
juventud parecieran quedar ligadas a estos valores sociales, siendo deseable permanecer el mayor tiempo posible en
ella.
Por eso, la imagen de muchos adultos termina confundiéndose con la de los adolescentes. Esto hace que los jóvenes
no encuentren un lugar de diferenciación entre el mundo propio y el adulto, desapareciendo este último como un
referente a seguir.
En nuestra época se impone la fugacidad. El tiempo cobra una especial medida y ritmo. Todo es más rápido, todo es
descartable, recargable, reciclable, tiende a durar poco tiempo y a cambiar infinitas veces. La necesidad del cambio,
en el mundo de hoy es constante. Cambian los modos de relacionarse, los vínculos se tornan superficiales y poco
duraderos, la tolerancia respecto del otro disminuye.

«El éxito económico, como ideal a ser alcanzado, es una de las principales utopías que conserva una sociedad
posmoderna que se ufana de no sufrir de utopismo. Porque hasta los sectores carenciados, que difícilmente puedan
obtener este tipo de éxito, se arroban mirando por TV divas despampanantes, ídolos televisivos, que al decirles a sus
anónimos admiradores ‘te quiero’, ‘sos divina’, ‘te mando un beso’ desde la pantalla le hacen creer que se comparte
con ellos la mullida butaca de un Mercedes Benz».(Díaz, Esther, Posmodernidad, Ed. Biblos, Buenos Aires, 2000, p.
19).

Los adolescentes están inmersos en esta cultura y asimilan los valores que aparecen como válidos en ella. En
congruencia con esto, muestran interés por lo fugaz y lo inmediato. No hay tiempo de espera, el esfuerzo para llegar
a una meta pierde valor, todo debe lograrse ya. Si bien el adolescente es por naturaleza rebelde y cuestionador,
parecería que la ausencia de modelos provenientes del mundo de los adultos los confronta con un gran vacío. Una
de las características de la adolescencia es el cuestionamiento de los saberes transmitidos por los padres de la
infancia, la pérdida de la identidad de niño y la construcción de una nueva identidad que se llevará a cabo en función
de nuevos modelos. Aparece una gran necesidad de suplantar a los antiguos modelos infantiles por otros nuevos. Sin
embargo, el adolescente actual no tiene a qué oponerse, al menos no claramente, en la medida en que no existen
ideologías fuertes con las que elaborar un contraste. Esto hace que las características de la adolescencia hoy sean
muy distintas a las de otros tiempos donde los adultos aparecían como modelos fuertemente idealizados a alcanzar,
una especie de guía que indicaba la forma de ser adulto. Hoy, ante la carencia de modelos adultos claros, los
adolescentes desarrollan problemáticas asociadas a esta carencia: adicciones, alcoholismo, problemas de límites,
conductas disruptivas, etc
SALUD Y ADOLESCENCIA
EDITORIAL MANDIOCA

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