Material Bibliografico Adolescencias
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Si bien en la actualidad la concepción del adolescente parecería ser, por lo general, muy distinta a ésta, algunos
tratos que reciben los jóvenes se asemejan a esta forma de entender esta etapa. Es así como vulgarmente se asocian
diversas problemáticas con aspectos negativos de este período vital. Es común escuchar decir «todos los
adolescentes son drogadictos», «los que se visten con ‘looks’ raros andan con mala junta», por ejemplo. Sin
embargo, la adolescencia es una etapa de la vida y presenta determinadas características generales y patrones socio-
culturales e individuales propios de cada sujeto.
Nos interesa entender la adolescencia como etapa, sus características y tratar de precisar qué patrones aparecen en
forma general en los adolescentes de nuestra sociedad. Si bien hablaremos de características generales, debemos
considerar que las variaciones individuales imprimirán un sello particular a cada joven. También influye en cada uno
de ellos la condición socio-económica y cultural de su familia de origen.
En otras tribus, lo que cambiaba era el nombre del iniciado, o el cambio aparecía representado en el
cuerpo a través de una marca que mostraba el pasaje.
Los ritos de iniciación posibilitaban al sujeto caminos claros acerca lo que era ser hombre y de
lo que era ser mujer. En nuestra sociedad estos caminos no existen, el adolescente toma la
palabra como puede según cómo hayan sido los modelos parentales infantiles.
Etapas evolutivas
Freud estableció que ya desde los primeros
años de la infancia existe en los niños un
interés por la sexualidad. Entre los tres y los
cinco años se inicia un proceso de investigación
que él denominó ‘pulsión de saber’. Los
chicos despliegan todo su interés por aquello
desconocido, en especial el propio cuerpo, a
través de la exploración y de las preguntas formuladas
a los adultos de su confianza. Sin embargo,
si bien la pulsión de saber incluye la investigación
acerca de la vida sexual, no queda reducida a ésta.
Muchos otros aspectos del
mundo circundante se descubren a través de
las diversas inquietudes que el niño va formulando.
Es decir que existe una vida sexual infantil,
lo cual no significa que exista la genitalidad en
la infancia. Debemos saber que sexualidad no
es sinónimo de genitalidad. Si bien en la adolescencia
esta última queda incluida dentro de
la vida sexual, es recién a partir de este momento que aparece. La sexualidad en la infancia es esencialmente
autoerótica, es decir que su satisfacción se encuentra en el cuerpo propio y en los vínculos con los primeros objetos
de amor: los padres.
Freud distinguió dentro del desarrollo sexual humano dos tiempos (ambos separados por el
período de latencia):
1. La organización genital infantil
2. y la organización genital propiamente dicha, que se instaura en la pubertad.
Según Freud el complejo de Edipo es vivido entre los tres y los cinco años, durante la fase fálica. Su
declinación señala la entrada en el período de latencia. Experimenta cierta reviviscencia durante
la pubertad y es superado, con mayor o menor éxito, a través de la constitución de una elección de
pareja. Podemos decir que el complejo de Edipo desempeña un papel fundamental en la estructuración de
la personalidad y en la orientación del deseo humano.
Período de Latencia:
«Período comprendido entre la declinación de la sexualidad infantil (quinto o sexto año) y el comienzo de la
pubertad, y que representa una etapa de detención en la evolución de la sexualidad. Durante él se observa, desde
este punto de vista, una disminución de las actividades sexuales, la desexualización de las relaciones de objeto y de
los sentimientos (especialmente el predominio de la ternura sobre los deseos sexuales) y la aparición de
sentimientos como el pudor y el asco y de aspiraciones morales y estéticas.
El empuje propio de la pubertad hace declinar el período de latencia. Durante esta etapa aparecen nuevos cambios.
En síntesis, debemos establecer que existen dos tiempos en la vida sexual de los seres humanos:
un primer tiempo que transcurre entre los dos y los cinco años. Luego sobreviene el período de latencia.
El segundo tiempo viene con la pubertad y determina la conformación de la vida sexual definitiva.
Uno de los logros más dolorosos de esta etapa es el desasimiento de la autoridad parental. Doltó identifica el valor
de la emancipación para el joven:
«Aquellos que de entrada no hayan consumado la ruptura que realiza la toma de autonomía...estarán en
condiciones de inferioridad respecto de los otros, pero todos necesitarán de toda su voluntad de vivir, de toda la
energía de su deseo de llegar para afrontar esta muerte de la infancia».
LA SEXUALIDAD EN LA ADOLESCENCIA
La sexualidad no aparece en la vida de las personas en la adolescencia: somos seres sexuados desde el nacimiento,
por lo cual la sexualidad aparece desde la infancia y se reorganiza a partir del segundo tiempo que es la pubertad.
Para entender más acabadamente esta nueva sexualidad, debemos conocer primero las características de la
sexualidad en la infancia.
Sabemos que ya en la niñez se consuma una elección de objeto. A esto Freud aludía bajo el
concepto de «Complejo de Edipo», como el enamoramiento o la atracción que el varoncito
siente hacia la madre, así como la niña hacia el papá. Aquí se da una primera elección de objeto
infantil. Esta sexualidad infantil Freud la denominó ‘perversa polimorfa’, ya que busca su satisfacción
a través de diversas vías y no tiene como fin la reproducción. Llama la atención el
enterarnos de que parte de ella se lleva a cabo a través del contacto de los niños al satisfacer sus
necesidades vitales, como el amamantamiento o el aseo. Es así que a través del acto de mamar
el niño satisface su necesidad de alimento y de contacto con el otro materno, prolongando el
acto de mamar a través del chupeteo, que le produce un ‘plus de satisfacción’.
Con el advenimiento de la pubertad y el cambio corporal, se renuncia -parcialmente- a las
satisfacciones sexuales infantiles y aparece una nueva sexualidad, entrando en contradicción la
vieja forma de satisfacción infantil. En la nueva etapa, la elección de objeto va a realizarse fuera
del ámbito familiar. El púber busca objetos de amor extra-familiares (compañeros, compañeras,
vecinos, amigos de club, etc.), pero todos ellos van a estar marcados por las primeras elecciones
infantiles. Es decir que la nueva elección de objeto del adolescente va a tener las características
que han tenido los primeros vínculos con los objetos de amor de la primera infancia.
De este modo, la sexualidad infantil determina los modos de elección que se llevan a cabo en
la adolescencia y en la juventud.
Estas pérdidas conllevan situaciones de crisis, es decir que para atravesar estos duelos el
adolescente vivenciará el dolor de estas pérdidas. Es por esto que resulta ser una etapa sumamente
conflictiva. Los antiguos modos de ordenamiento del mundo interno (los modos infantiles) aparecen cuestionados,
ya que a esta altura deben dejarse atrás las antiguas formas de entender el mundo infantil.
Adolescencia proviene de un término latino que significa ‘crecer, padecer, sufrir, ir creciendo para convertirse en
adulto’. Implica un período de crisis entendido como proceso de cambio a través del cual el joven alcanza la
autonomía psicológica y se inserta en el medio social, sin la mediatización de la familia. En esta etapa hay dos tareas
fundamentales a realizar:
1- El logro de la propia identidad, el alcanzar una definición de si mismo, una valoración y una seguridad personal,
partiendo de la reorganización de la personalidad con la revisión de los procesos de identificación con las figuras
primarias y de la integración con otras nuevas identificaciones con personas y con grupos.
2- La apertura al mundo socio-cultural con una búsqueda del sentido de la vida y el desarrollo de un proyecto
personal.
Con el desarrollo y los cambios sociales, esta ‘antesala del mundo adulto’ que es la adolescencia se ha ido
prolongando, alcanzado en la actualidad una extensa duración que varía según las clases sociales. En los sectores
socio-económicos medios y altos y en las zonas urbanas desarrolladas, por ejemplo, la necesidad de una mayor
capacitación y educación origina una tendencia a favorecer la prolongación de la adolescencia. Así, por ejemplo, los
estudios universitarios en los adolescentes de los estratos medios y altos dificultan o retardan la formación de una
nueva familia, incrementando la dependencia económica y emocional del joven respecto de sus padres.
Esto dificulta el logro de la autonomía, esperable de la vida adulta.
Sin embargo, esta extensión de la duración de la etapa adolescente no suele darse en los estratos sociales más bajos.
En éstos, las necesidades económicas empujan al joven, y en muchos casos a los niños, a insertarse precozmente en
el mundo adulto. De esta manera, la duración del período adolescente no solamente varía según las épocas, los
países y las culturas, sino que también es diferente dentro de una misma comunidad, en los distintos sectores
sociales.
En la actualidad la adolescencia aparece investida de ciertas características valiosas. Los medios masivos de
comunicación muestran a esta etapa como un ideal a alcanzar por el conjunto de la población. Asociada a ella
aparecen valores y representaciones como el éxito, la felicidad, el bienestar y la belleza. La adolescencia y la
juventud parecieran quedar ligadas a estos valores sociales, siendo deseable permanecer el mayor tiempo posible en
ella.
Por eso, la imagen de muchos adultos termina confundiéndose con la de los adolescentes. Esto hace que los jóvenes
no encuentren un lugar de diferenciación entre el mundo propio y el adulto, desapareciendo este último como un
referente a seguir.
En nuestra época se impone la fugacidad. El tiempo cobra una especial medida y ritmo. Todo es más rápido, todo es
descartable, recargable, reciclable, tiende a durar poco tiempo y a cambiar infinitas veces. La necesidad del cambio,
en el mundo de hoy es constante. Cambian los modos de relacionarse, los vínculos se tornan superficiales y poco
duraderos, la tolerancia respecto del otro disminuye.
«El éxito económico, como ideal a ser alcanzado, es una de las principales utopías que conserva una sociedad
posmoderna que se ufana de no sufrir de utopismo. Porque hasta los sectores carenciados, que difícilmente puedan
obtener este tipo de éxito, se arroban mirando por TV divas despampanantes, ídolos televisivos, que al decirles a sus
anónimos admiradores ‘te quiero’, ‘sos divina’, ‘te mando un beso’ desde la pantalla le hacen creer que se comparte
con ellos la mullida butaca de un Mercedes Benz».(Díaz, Esther, Posmodernidad, Ed. Biblos, Buenos Aires, 2000, p.
19).
Los adolescentes están inmersos en esta cultura y asimilan los valores que aparecen como válidos en ella. En
congruencia con esto, muestran interés por lo fugaz y lo inmediato. No hay tiempo de espera, el esfuerzo para llegar
a una meta pierde valor, todo debe lograrse ya. Si bien el adolescente es por naturaleza rebelde y cuestionador,
parecería que la ausencia de modelos provenientes del mundo de los adultos los confronta con un gran vacío. Una
de las características de la adolescencia es el cuestionamiento de los saberes transmitidos por los padres de la
infancia, la pérdida de la identidad de niño y la construcción de una nueva identidad que se llevará a cabo en función
de nuevos modelos. Aparece una gran necesidad de suplantar a los antiguos modelos infantiles por otros nuevos. Sin
embargo, el adolescente actual no tiene a qué oponerse, al menos no claramente, en la medida en que no existen
ideologías fuertes con las que elaborar un contraste. Esto hace que las características de la adolescencia hoy sean
muy distintas a las de otros tiempos donde los adultos aparecían como modelos fuertemente idealizados a alcanzar,
una especie de guía que indicaba la forma de ser adulto. Hoy, ante la carencia de modelos adultos claros, los
adolescentes desarrollan problemáticas asociadas a esta carencia: adicciones, alcoholismo, problemas de límites,
conductas disruptivas, etc
SALUD Y ADOLESCENCIA
EDITORIAL MANDIOCA