Implicate Mac 3 Sonia Lopez Souto
Implicate Mac 3 Sonia Lopez Souto
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5 MESES DESPUÉS
—¿Quieres darte prisa, nena? —estoy muy nervioso y ni siquiera me
concierne directamente.
—Tranquilízate, Rory —Cameron ríe—. Kath está bien. Y Alec se las
arreglará unos minutos más sin nosotros.
—Mi pequeña hada me está esperando —le digo, impaciente—. Va a ser la
hermana mayor en unas horas.
Nos llamó Alec en plena noche para decirnos que Kath se había puesto de
parto y que nos esperaba en el hospital para cuidar de Faith mientras él entraba
en el paritorio con su mujer. Pero al parecer, Cameron se está tomando su tiempo
en prepararse y yo estoy histérico.
—El día que te toque estar en el lugar de Alec, directamente te morirás —
ríe, sin ser consciente de que lo que acaba de decir me ha dejado paralizado.
¿Estar en su lugar? ¿Tener un hijo con Cameron? Nunca se había pasado
por la cabeza hasta el momento, la verdad. De hecho, ni siquiera he pensado en
llevar nuestra relación más lejos de lo que tenemos ahora. Sé que ella quiere
casarse algún día y que también quiere formar su propia familia, pero yo no me
lo había planteado en ningún momento. Estamos bien así. ¿O no?
—No quise decir ahora, Rory —dice al descubrir mi desconcierto—. Puedo
esperar unos años más. No hay prisa.
Se acerca y me besa antes de tirar por mí hacia la salida. Puedo ver su
sonrisa y sé que no le ha molestado que me asustase por lo que ha dicho. Aún
así, yo ya tengo algo en lo que pensar en las horas en que estemos esperando a
que Kath dé a luz. Sobre todo mientras la veo jugar con Faith.
Las risas que le provoca, la paciencia con que atiende a todas sus
demandas, las muestras de cariño que se dan. Me gusta verlas así y no dejo de
sonreír. Poco a poco, la imagen de Cameron con nuestro propio hijo se va
formando en mi cabeza con nitidez y, aunque unas horas antes la idea me
espantaba, ahora no estoy tan seguro de que sea tan terrible.
Para cuando Kath le permite tomar en brazos al pequeño Colin McNeil, un
niño tan pelirrojo como su madre, que no deja de removerse a pesar de tener solo
dos horas de vida, siento que no seríamos tan malos padres si decidiésemos dar
el paso.
—Ya tienes la parejita, Kath —le digo— ¿Te llegan o irás por más?
—¿Por qué tanto interés en eso? ¿Es que quieres igualarme? —no ha dejado
de burlarse de mí desde que supo de nuestra relación. Para compensar todas las
que yo le hice, dijo—. Pues tendrás que empezar pronto o te quedarás rezagado.
—En realidad estaba pensando en que si tienes otra niña, podrías regalarme
a mi pequeña hada. Está medio criada y nos llevamos muy bien, ¿verdad,
pequeña hada? —la tengo en brazos y asiente mientras nos deleita con una de
sus sonrisas más bellas. Adoro a esta niña.
—Lo siento, pero tendrás que hacer los tuyos propios, Rory —me dice—.
Seguro que Cameron estará encantada de ayudarte.
—Ven con papi —le dice Alec a Faith—. Deja que tío Rory cargue a Colin
un poquito. A ver si así se anima y fabrica uno pronto.
—Muy graciosos estáis todos hoy —rio mientras Cameron me pasa al bebé.
Le susurro al oído—. Te sienta fenomenal.
—No mejor que a ti —me responde, sonriendo.
Todavía recuerdo la primera vez que sostuve a Faith en brazos. Tenía tanto
miedo a que se rompiera, que me quedé totalmente paralizado y con la cara
descompuesta. Mis brazos temblaban. Ahora con Colin es diferente. Sé cómo
debo sujetarlo bien y me dedico simplemente a disfrutar. Es un niño muy
inquieto y me saca más de una sonrisa.
—¿De verdad no quieres uno? —Kath me mira divertida.
—¿Me lo regalas?
—Ni lo sueñes.
Después de permanecer un par de horas más con ellos y que las enfermeras
nos echen de la habitación, nos llevamos a Faith con nosotros a casa. Y por más
que Kath le insiste a Alec en que se venga con nosotros, finalmente se queda con
ella y con el bebé.
Aunque ya es de día, mi pequeña hada se duerme por el camino y tengo que
subirla en brazos hasta el apartamento. Cameron se encarga de ponerle el pijama
sin despertarla y yo las observo, con una tonta sonrisa en los labios e infinito
amor en la mirada. En cuanto está bien arropada, Cameron se gira hacia mí para
salir del cuarto y me mira con curiosidad.
—¿Y esa cara? —me pregunta una vez fuera.
—Es la cara que te enamoró —bromeo.
—Contigo no se puede —ríe. Me sobrepasa y se va a la sala.
—Kath sabe bien cuándo dar a luz —me siento a su lado y la rodeo con mi
brazo—. Un domingo, para que todos estemos disponibles para ella.
—Es una mujer previsora —sonríe—. Tiene visión de futuro.
—Hablando de futuro —me mira, todavía más curiosa—. No estoy
diciendo que vaya a ser ahora mismo, porque preferiría disfrutar de ti para mí
solo todavía algún tiempo más, pero creo que me encantaría tener un hijo
contigo.
—Vaya. Esa es toda una concesión, viniendo de ti —ahora sí está
sorprendida—. Creía que no querías.
—Tampoco quería tener una sola mujer y mírame ahora —rio—.
Condenado a soportarte día sí y día también.
—No sé quien sufre más en esta relación —me golpea con cariño en el
pecho y aprovecho para apoderarme de su mano y besarla.
—Lo digo en serio, Cam. Cuando los dos estemos preparados para dar el
paso, estaré encantado de recorrer ese camino junto a ti.
—De vez en cuando te sale la vena romántica —me sonríe— y haces que
me enamore un poco más de ti.
—Creía que te gustaba mi parte granuja —alzo una ceja, fingiendo que me
ha ofendido con su declaración.
—Me gustan todas tus partes. Incluso esa —se me adelanta, antes de que
pueda soltar una de mis gracias.
—Sobre todo esa —digo, no obstante.
—Bueno, ten en cuenta que es la parte que necesitaremos para hacer un hijo
juntos —se coloca en mi regazo—. El día en que decidamos ir a por él.
—Mientas tanto —la beso— podemos ir practicando.
—Me parece una excelente idea, señor MacBay.
—Y a mí también, señorita Waters.
—Te amo —me besa.
—No, yo te amo más.
—Cursi —ríe.
—Pero me adoras.
FIN DE AÑO
Después de dos años viviendo juntos, puedo decir que ya me conozco cada
faceta, escondida o no, de Cameron. Supongo que a ella le sucede lo mismo
conmigo. Y extrañamente, todavía no nos hemos cansado el uno del otro. Al
final tendrá razón y la convivencia no es algo malo.
Sin embargo, yo intento sorprenderla cada poco tiempo con algo nuevo, no
sea que decida cambiarme por otro más divertido. Eso dolería en mi ego. Y en
mi corazón, por qué no decirlo, aunque ella no lo sabrá nunca. Es una buena
alumna y si no me ando con cuidado, pronto me pasará delante con las bromas.
Y yo soy el rey, por supuesto.
—¿Cuánto tarda una mujer en estar lista, Cam? —le grito a través de la
puerta del baño. Lleva más de una hora dentro.
No es que me importe esperarla, pero me encanta meterme con ella. Adoro
la forma en que me enfrenta, hasta que comprende que estoy bromeando. Su
lado serio todavía le puede a veces.
—Déjame en paz, Rory —me devuelve el grito—. Me lo agradecerás
después.
—Sí —admito—. Cuando salgas por fin, haré una fiesta. Justo antes de
irnos a la verdadera fiesta.
La conozco tan bien que sé que estará sacando su dedo corazón hacia mí y
sonrío al imaginarla. Regreso al salón y me siento a esperarla. También sé que
merecerá la pena hacerlo. Siempre está impresionante cuando decide arreglarse.
Claro que para mí lo está incluso sudorosa y despeinada. Y si es en una cama, ni
me quejaría por ello.
Hoy es la última noche del año y la pasaremos con Alec y Kath. Kelly ha
invitado a Casey a su casa con su nueva familia, que marcha de maravilla y los
niños estarán con la niñera. Son pocas las ocasiones en que podemos estar los
cuatro solos. Aunque no me importa si no es así. Faith es mi pequeña hada y la
adoro, siempre lo haré. Y Colin ha resultado ser toda una revelación. Creo que
será de los míos, para desesperación de su madre.
Pero este fin de año, es nuestro. De los cuatro. Es algo que llevo planeando
unos cuantos meses y ahora estoy un poco nervioso. Quiero que todo salga a la
perfección.
Ya me han fallado Duncan y Sally por culpa de ese reportaje fotográfico
que está realizando en algún maldito lugar perdido de la mano de dios y que lo
tiene incomunicado la mayor parte del tiempo. No quiero que nada más se
estropee.
—Lista. ¿Mereció la pena esperar?
Me giro hacia ella y me quedo mudo por un momento. ¿Que si merece la
pena? Por verla así, esperaría toda una eternidad. Está hermosa. Más que eso. No
hay palabras para describir lo que me ha hecho sentir al verla. Mierda, me estoy
volviendo un maldito romántico.
—Tampoco es para tanto —le digo, levantándome para acercarme a ella—.
Te lo podría haber hecho yo en la mitad del tiempo. De hecho, te lo desharé en
menos todavía.
—Ni se te ocurra —me dice, colocando una mano sobre mi pecho.
—Solo quería decirte algo, mujer —rio—. No voy a estropearte.
Quita la mano y le rodeo la cintura para pegarla a mí. Justo ahí es donde
quisiera tenerla siempre, tan cerca de mí, que no se sepa dónde empieza uno y
dónde acaba el otro. Acerco mi boca a su oído y aprovecho para besarle antes el
cuello, provocando que se estremezca. Adoro eso.
—Me encantas, Cam —le susurro—, pero lo harías incluso sin nada
encima.
—Sobre todo sin nada encima —ríe, rodeando mi cuello con sus brazos—.
Tú estás impresionante también.
—Como siempre —le guiño un ojo—. Y en mucho menos tiempo.
—No em...
—Vámonos —la interrumpo—, antes de que cambie de opinión y empiece
la fiesta privada antes que la pública.
La tomo de la mano y la arrastro a la salida pensando en que si no hubiese
planeado la velada durante tanto tiempo, tal vez la estuviese llevando realmente
hacia el dormitorio y no a la cena con nuestros amigos.
Cuando llegamos, Kath y Alec ya nos esperan tomando una copa en la barra
y hablando entre ellos, tan concentrados que ni nos ven acercarnos.
—¿No forman una bonita pareja? —me dice Cameron.
—La mejor —contesto sin pensármelo.
—Vaya —la miro y está sorprendida—. Creía que tú eras el mejor en todo.
—Por más que te quiera, nena —admito, sin pena—. Kath y Alec siempre
serán la mejor pareja.
—Eso es amor del bueno —me besa en la mejilla y luego la limpia con sus
dedos—. Te he pintado.
—Podías haberlo dejado —sonrío con picardía—. Así entenderían el
porqué de nuestro retraso.
—No llegamos tarde —protesta.
—¿Quién ha dicho nada de eso?
—Eres imposible —me golpea en el pecho.
—Pero me adoras —mi frase favorita para ella y para Kath.
—Hago más que eso —la rodeo por la cintura—. Te amo.
—Y yo a ti, nena.
—Pero qué bonito. La parejita feliz haciéndose arrumacos.
Alec no deja lo pasar y se burla de mí. Como ha estado haciendo durante
los últimos dos años y medio. Claro que no me importa, porque yo hago lo
mismo con él.
—Teníamos que entretenernos de algún modo —sonrío—, porque los
tórtolos parecían ignorarnos.
—Cam, estás guapísima —Kath simplemente nos ignora.
—Tú también, Kath —Cameron la imita.
—Muy bonito, Kath. ¿Para mí no hay piropo?
—Tú siempre estás hermoso, Rory —intenta besarme en la mejilla.
—Tarde —me yergo para que no llegue. Soy mucho más alto que ella así
que no es complicado—. Ya no es lo mismo.
—Tú te lo pierdes.
Cuando se va hacia el restaurante, la tomo de la cintura y soy yo quien le da
el beso en su mejilla, tan sonoro, que consigo que se sonroje intensamente. Me
encanta eso.
—Maldito —susurra.
—Pero me adoras —repito mi frase favorita.
—Por desgracia, sí —finge estar enfadada pero no lo hace tan bien porque
se le escapa la sonrisa.
Nos escoltan hasta nuestra mesa y comienzan a servirnos nada más
tomamos asiento. La buena conversación no falta durante la cena, pero estoy tan
nervioso, que mi toque especial falla en demasiadas ocasiones y todos lo notan.
Y es por eso que decido que ha llegado la hora. Pensaba esperar al brindis final,
pero ya no importa.
—Disculpadme un momento —les pido y me levanto.
Finjo ir al baño, pero me desvío hasta las cocinas. Mi amigo Mike está
dando los últimos retoques al que será nuestro postre.
—Ya veo que está listo —le digo.
—Casi —me sonríe—. Falta el detalle final.
—He cambiado de opinión —le digo, borrando su sonrisa—. No en lo
básico, sino en la forma.
—Ya me habías asustado, tío —ríe.
—¿Podrías poner un mensaje en la tarta?
—Creo que sé lo que quieres que escriba y será un placer.
—De cuerdo. En cuanto vayas a sacar la tarta, empiezo la función.
—Quien lo diría... el gran Rory MacBay...
—Ni lo digas —lo interrumpo—. No vaya a estropearse.
Salgo de la cocina y le doy los cinco minutos de margen que me pidió.
Aprovecho para comprar champán en la barra del bar y espero que la ocasión lo
merezca.
—Ya estoy de vuelta —coloco las botellas en el centro de la mesa, pero no
me siento en la silla todavía.
Me giro hacia Cameron e inspiro profundamente. Me mira con curiosidad,
sin decir nada, algo que le agradezco porque no sé bien cómo empezar y necesito
pensarlo bien.
—Sabes que estas mierdas no me van —empiezo, fiel a mi estilo—. Y que
nunca he sido un romántico ni lo seré, pero por ti, estoy dispuesto a intentarlo, al
menos por esta noche.
—Rory —frunce el ceño— ¿Estás bien?
—Déjale seguir —dicen Kath y Alec al mismo tiempo. Estos dos ya se
imaginan a dónde quiero llegar.
—Solo diré que estos dos últimos años han sido los mejores de mi vida —
continúo.
La tarta sale de la cocina y la miro, interrumpiendo mi discurso, que no se
parece en nada al que tenía preparado.
—Espero que te guste —le digo en cuanto colocan la tarta frente a ella— y
que digas que sí.
Veo cómo lee el mensaje que Mike ha escrito minutos antes y su boca se
abre por la sorpresa casi tanto como sus ojos.
—No creo en eso y lo sabes —le digo—, pero una vez me dijiste que era
algo que esperabas obtener algún día y quiero dártelo. Si lo aceptas.
—Rory —las lágrimas brillan en sus ojos y las está conteniendo a duras
penas—. Claro que acepto.
Se levanta y me abraza. La beso delante de todos mientras Kath lee en voz
alta el mensaje.
—¿Quieres casarte conmigo? —abre los ojos también— ¡Oh, por Dios,
Rory! Y luego dices que no eres romántico. Alec, le ha pedido matrimonio.
Salta de emoción y se abraza a él como si se lo hubiesen pedido a ella. Ni
siquiera le importa que la vean llorar. Kath es un caso.
—Rory —me abraza a mí, después—, qué orgullosa estoy de ti. Me has
hecho una mujer feliz.
—No me voy a casar contigo, Kath.
—Pero te vas a casar —sonríe, emocionada— ¿Y cuándo viene el bebé?
Quiero un bebé vuestro, Rory.
—Con calma, mamá Kath —me saca la lengua—. Vamos por pasos.
—Aburrido —me suelta para ir a felicitar a Cameron.
Ambas miran el anillo de compromiso que le he regalado y que me costó
encontrar porque no pude pedir consejo. Quería que fuese una sorpresa para
todos.
Cuando Alec se acerca a mí me preparo para sus burlas. Porque sé que las
habrá, su sonrisa lo delata.
—Alguien ha decidido perder sus bolas al fin —me dice, dándome un
fuerte abrazo—. Me alegro de que des el paso, hermano. No te arrepentirás.
—Lo hago por ella, Alec —le confieso—. No necesito firmar un papel para
demostrarle que voy en serio.
—Lo sé y Cam también. Eso lo hace más especial para ella —sonríe
maliciosamente—. Y me da carta blanca para meterme contigo, blando.
—Eh —lo amenazo con el dedo—, sigo siendo el gran Rory MacBay.
—El gran romántico y enamorado Rory MacBay —matiza.
—El mejor e incomparable Rory MacBay —lo corrijo.
—El más dulce y amoroso Rory MacBay —dice Kath, abrazándome de
nuevo—. Ya vas a estar del otro lado. Qué ganas tenía de que llegara ese día.
—Todavía puedo volverme atrás.
—No, si quieres vivir —dice Cameron.
—Era broma, nena —la acerco a mí—, pero no me van a dejar en paz
nunca más.
—Lo sé —sonríe satisfecha.
—Quien me mandaría a mí hacer esto con testigos —elevo los ojos al cielo
—. Debí secuestrarte y llevarte a Gretna Green. Habríamos regresado casados y
nadie tenía por qué saberlo.
—Te habría colgado de las pelotas, Rory —ese vocabulario saliendo de
boca de Kath, nos sorprende a todos— ¿Qué? ¿Acaso sois los únicos que podéis
hablar así?
Estallamos en carcajadas y las bromas sobre el compromiso terminan. No
así la noche, que continúa mucho después de la cena. Para cuando se acerca la
medianoche, ya hemos bebido bastante y la Kath divertida está haciendo de las
suyas.
No sé cómo, pero consigue meternos en primera fila ante la gran pantalla
donde se realizará la cuenta atrás. La adoro y se lo hago saber con un beso en la
mejilla.
—Reserva tu beso para tu mujer, Rory —me dice—. Yo ya tengo quien me
bese en Año Nuevo. Hoy y cada día del resto de mi vida.
Dicho eso, se abraza a Alec y se sumergen en su propio mundo. En ese
donde solo existen ellos dos. Yo me acerco a Cameron y rodeo su cintura con
mis brazos.
—Nunca quise estar con una sola mujer —le digo, mientras cantan la
cuenta atrás—, pero si he de hacerlo, no hay nadie mejor que tú. Te amo,
Cameron.
—Te amo, Rory —me sonríe—. Y que sepas que superas todas mis
expectativas.
—Lo sé, nena. Soy el gran Rory MacBay.
La beso en cuanto entramos en un nuevo año. Y sé que este será nuestro
año. Yo me encargaré de ello.