AUTOBIOGRAFíA DE NURIA CORTADA DE KOHAN

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AUTOBIOGRAFíA DE NURIA CORTADA DE KOHAN*

INTERDISCIPLINARIA, 2013, 30, 1, 163-172

* Los editores agradecen a su hija Ana Kohan Cortada, quien gentilmente facilitó y autorizó la publicación de este
documento.

Nací en Mendoza el 5 de noviembre de 1921 y viví allí hasta los 4 años, cuando mis padres, oriundos
de Catalunya, deciden volver a España.
Mi educación primaria fue como anárquica, ya que asistí durante muy poco tiempo a la escuela; sin
embargo, parecería no haber sido tal pues mi padre, médico, catalán y muy republicano, muy culto y
muy emprendedor, fue un cuidadoso organizador de mi carrera académica. También mi madre, brillante
maestra y sus dos hermanos, 10 años mayores, me dieron la formación básica. La anarquía a la que
me refiero expresa el sentimiento que experimenté de ni ña debido a las idas y venidas de la familia entre
Barcelona y Mendoza, según los vaivenes políticos de Europa, por lo que recibí la formación fundamentalmente
en la familia. Además estudié varios idiomas con institutrices. Viví en Barcelona desde los
4 a los 15 años y cuando estalla la Guerra Civil Española, en 1936, mi familia emigra a Argentina. Esta
formación, variada y ecléctica, incluyó un aspecto importante como instrumento de mi futura actividad:
el aprendizaje y el gusto por la matemática, los idiomas, la música, las personas y los viajes.
Lo que más recuerdo es nuestro perro, un precioso setter que merece estar en el paraíso perruno,
pues aguantaba mis caricias y ejercicios como un santo. Esto debe haber fijado en mí el gran cariño que
siempre he sentido por los perros y hace que usualmente tenga alguno cerca de mí. También vislumbro
el color lila de una enorme glicina que perfumaba con sus flores el patio y bajo la cual jugaba con las cajitas
vacías de inyectables que me daba mi padre al salir de su consultorio y que eran mis tesoros.
A los 4 años mis padres volvieron a Europa y en el trasatlántico, mi madre en 15 días, me enseñó a
leer. Llegamos a Barcelona y allí descubrí que tenía un hermano y una hermana, 10 y 9 años mayores
que yo y que funcionaron como otro par de padres con el mismo cariño y autoridad que los propios. Ellos
se habían adelantado un año al viaje a Barcelona con mi abuela, para iniciar sus estudios secundarios.
Mi educación primaria fue muy anárquica. Comencé a ir a la escuela a los 6 años; pero cada 2 ó 3
días volvía a mi casa con anginas o alguna enfermedad infantil y mi padre a la cuarta o quinta repetición,
decidió que sería mejor que aprendiera en casa con mi madre y mis hermanos. Mi madre era
maestra y mi hermano que entonces estaba terminando el bachillerato, tenía un don especial para enseñarme
Matemática. Debo decir que mis padres tenían ideas muy abiertas: nunca nos impusieron
nada, ni tampoco nos prohibieron nada. Siempre leí cuanto libro caía en mis manos y mi casa estaba
llena de libros. Para nuestros padres solo dos valores eran los fundamentales, la educación y la honestidad.
No nos inculcaron ideas religiosas ni políticas de ninguna clase; pero siempre propiciaron
toda actividad que tuviera que ver con el arte, la cultura, la salud, la historia, la ciencia o las letras. Muy
pronto, a los 7 años, me pusieron una profesora de francés y a los 8 ó 9 años empecé a aprender a tocar
el piano y a estudiar inglés y alemán. Debo decir que los idiomas siempre me resultaron fáciles pues
he sido siempre bilingüe hablando y escribiendo desde muy pequeña, en castellano y en catalán. A los
10 años di examen de ingreso para comenzar el bachillerato y entonces sí, entre los 11 y 14 años cursé
4 años de bachillerato regularmente.
Fueron años muy felices. Con mi familia pasaba parte del verano en una playa de la Costa Brava
sobre el azul Mediterráneo y parte en la casa en que mi madre había nacido, en un pueblito del interior,
cerca de Barcelona, en donde se cultivan viñedos. Durante el invierno concurríamos a cuanto espectáculo
había: allí pude escuchar a Pablo Casals, a Rubinstein, a Stern, a Horovitz y a tantos otros. En
esta época empecé a leer Alicia en el País de las Maravillas, los Cuentos de Calleja, los Cuentos de Andersen,
las novelitas de Salgari, las aventuras de Julio Verne, Mark Twain, Edgar Alan Poe, Dickens, etc.
Luego seguí leyendo casi todos los clásicos españoles y franceses, pues en esta época comenzó mi
costumbre que no he dejado nunca, de leer un ratito en la cama antes de dormir. Creo que es importante
hacer notar aquí que mi padre era una persona muy inteligente y que pensaba que las chicas tenían
tanto derecho a estudiar y a formarse intelectualmente como los jóvenes; además era muy culto,
leía en varios idiomas y lo que más le preocupaba sobre los hijos era que tuvieran una buena formación
intelectual. Mi hermano a los 21 años se graduó de médico y mi hermana también estudiaba y mi
casa cuando yo era muy pequeña, estaba siempre llena de jóvenes estudiantes y todos jugaban y se
reían conmigo. Los domingos por la tarde íbamos al cine con todos los primos indefectiblemente y también
recuerdo estos años por las grandes amistades con compañeras de curso y las interminables y románticas
conversaciones sobre si era mejor actor o más atrayente, Glark Gable o Gary Cooper! Pero,
¡ay! parece que nada bueno perdura y en un fatídico julio de 1936 empezó la Guerra Civil Española. Mis
padres decidieron volver a la Argentina y un 5 de noviembre, el día que cumplía 15 años, llegamos a
Buenos Aires. Teníamos poco más que lo puesto, pues no habíamos podido traer casi nada de la casa.
Allí quedaron muebles, ropa, piano, libros y diccionarios en manos de mi pobre abuela a quien no pude
ver más. Fue un desastre general y familiar que me hizo crecer de golpe.
Seguramente se habrá advertido que fui bastante mimada por la suerte en mi infancia, y aunque era
muy leida como algunos dirían, también era bastante inmadura. Viví en esta época un año en Buenos
Aires haciendo trámites para lograr la equivalencia que el Ministerio de Educación hizo de mis estudios
secundarios. Lo que más me gustó de Buenos Aires fueron los enormes árboles de las plazas, los inmensos
gomeros de la Plaza San Martín y Lavalle y también el delicioso color de los jacarandaes en
flor. Eso no lo teníamos en Barcelona, y me hacía sentir que estábamos realmente en la América de los
libros! Al terminar los trámites de equivalencia, tras algunas indecisiones familiares que no vienen al
caso, mis padres volvieron conmigo a Mendoza, en donde algún tiempo después terminé el bachillerato
dando casi todas las materias como alumna libre en el Colegio Nacional Agustín Alvarez. Creo que esto
fue, a pesar de todo el esfuerzo que me costó, un gran aprendizaje pues al tener que dar tantas materias
como libre aprendí mucho a estudiar y a enfrentar las situaciones de examen.
Y llegó el momento de decidir sobre mis futuros estudios. Yo seguía leyendo mucho. En esta época
me interesaba sobre todo la literatura rusa y el enfoque psicológico de los angustiados personajes de
Dovstoyewski y de Tolstoi me apasionaba más que nada y comencé a pensar que eso era lo que me
gustaría saber a fondo. Mi padre conversaba mucho conmigo. Mis hermanos se habían casado y vivían
lejos; así que en este momento yo era su mayor preocupación y se daba cuenta de que era importante
que cualquier carrera que eligiera, debía hacerla con gusto. Entonces en un viaje a Buenos Aires, lo visitamos
al Dr. Emilio Mira y López que mi padre conocía mucho de Barcelona y le pedimos que me
orientara vocacionalmente. Fui un día sola; el Dr. Mira habló largamente conmigo de muchas cosas, por
cierto no me hizo ningún test, y cuando mi padre me vino a buscar le dijo: “¡Esta chica puede seguir cualquier
carrera; en cualquier cosa va a tener éxito!” Yo me reía, lo que quería es que me dijera qué carrera
seguir, si Medicina o Filosofía. Pero Mira dijo: “Si le interesa Psicología va a tener que irse al
extranjero, acá la carrera no existe.” Y en ese momento se quedó callado, pensando, y de pronto dijo:
“¡Ah! Ahora recuerdo que Houssay me dijo el otro día, que pronto llegaría a Mendoza un profesor de Psicología
contratado por la Universidad Nacional de Cuyo, que viene de Inglaterra y está muy preparado
en Psicología. Pónganse en contacto con él, se llama Horacio Rimoldi”.
Y así es como decidí estudiar Filosofía y Letras en Mendoza. Mi paso por la Universidad de Cuyo
fue breve, pero muy agradable. La universidad, que hacía apenas un año se había creado, tenía un
rector, el Dr. Edmundo Correas, que con criterio muy amplio, hizo nombrar a profesores jóvenes, todos
muy prometedores. Aparte del Dr. Rimoldi con quien me formé aprendiendo en su Instituto de Psicología
Experimental, recuerdo bien a otros profesores como el Dr. Pro, el Dr. Juan Corominas, a Julio Cortázar,
a Manlio Lugaresi, a Roberto Salmón, al Dr. Mavridis, al Dr. García de Onrubia, al Dr. Cruz, a
Horacio Schindler, etc. También recuerdo con afecto, aunque a muchos de ellos no los he vuelto a ver,
a mis compañeros, los hermanos Roig, a Zamorano, al malogrado Mauricio López, a las hermanas Quiroga,
a Susana Velasco, a Hilda Calderón, a Irma Suárez, etc. etc. Terminé la carrera de Filosofía en 4
años (pues di un año libre), pero creo que fueron muy formativos. Sobre todo, la posibilidad sin par, de
trabajar al lado del Dr. Rimoldi plasmó definitivamente mi vocación. A él debo gran parte de lo que soy
y por esto le estaré siempre agradecida. Con otros ayudantes del Instituto como Vevette Metraux, Raquel
San Martín, Susana Velazco y Lidia Bührer, formábamos un equipo lleno de entusiasmo y entre
risas y tropiezos aprendimos del Dr. Rimoldi no solo los primeros pasos de la investigación científica,
sino la importancia del esfuerzo y el trabajo sostenido y el saber seguir siempre adelante y no ceder a
pesar de las dificultades y frustraciones. El Dr. Rimoldi había organizado el Instituto de Psicología Experimental
en la Universidad de Cuyo con gran entusiasmo. Con él tuve la oportunidad de aprender trabajando
las técnicas estadísticas descriptivas y de correlación. Allí se hizo la primera estandarización
del Test de Raven en el país, en 1943. Creo que este ha sido un trabajo bastante importante por ser la
primera vez que en la Argentina se estandarizaba un instrumento de medición psicológica. Tomamos el
test en forma individual a más de 1.400 niños de las escuelas de Mendoza y realizamos todo el trabajo
estadístico necesario para tener un verdadero baremo con los valores descriptivos, la transformación
en percentiles, la comparación con los valores hallados en Inglaterra, etc. En el Instituto también se encararon
otros problemas, como los de adecuación al trabajo y un estudio comparativo de algunas funciones
psicomotoras entre débiles físicos y normales. Todos estos trabajos aparecieron en una serie de
publicaciones del Instituto entre 1943 y 1945.
Al terminar la carrera de Filosofía y Letras, en 1945 me presenté a concurso para una cátedra de Psicología
Infantil en la Escuela Normal Pringles de San Luis. Aquella fue mi primera experiencia docente.
Recuerdo que sentía bastante miedo de enfrentar a los alumnos, pero el Profesor Plácido Horas siempre
tan comprensivo, me animó mucho y así salí del paso. Desde entonces siempre mantuve con el Profesor
Horas una profunda y sincera amistad.
Enseguida gané mi beca del Institute of International Education para estudiar en los Estados Unidos.
Ahora viajar es cosa de todos los días, pero entonces todavía se viajaba en barco y para una joven
sola era toda una hazaña. Recuerdo que el viaje me pareció interminable pues era un buque de carga
cuya única ventaja fue la de entrar en muchos puertos y estar allí 2 ó 3 días, lo que me permitió conocer
Río de Janeiro, Santos, Curaçao, La Habana, Norfolk y finalmente Nueva York. Estuve 5 días en
Nueva York y a principios de septiembre de 1946 llegué a la Universidad del Estado de Ohio en Columbia
para estudiar Psicología. En esta época The Ohio State University era un centro muy importante
para la Psicología Clínica. Allí había una serie de seguidores del Dr. Carl Rogers, entre ellos, el Dr. Victor
Raimy, una persona extraordinaria que fue mi adviser. Además estaban el Dr. George Kelly, conocido
por su teoría de los personal constructs, el Dr. Julian Rotter, que enseñaba técnicas proyectivas,
el Dr. Renshaw que era un maestro muy reconocido en Psicología de la Gestalt, el Dr. Toops que era
el terror de los alumnos en Estadística, el Dr. John Horrocks especialista en Psicología Infantil, etc.
Tuve mucha suerte en estudiar con todos estos profesores que me hicieron conocer la Psicología Clínica
y me trataron no solo muy bien, sino que casi podría decirse que me mimaron, pues les parecía
raro que hubiera ido de tan lejos -la Argentina- a estudiar en Ohio. En esos años el Dr. Rimoldi también
estaba en los Estados Unidos, en la Universidad de Chicago y solía invitarme durante las breves vacaciones
a pasar unos días en su casa. Así fue como pude conocer muy de cerca al Dr. Thusrtone y también
a algunos de sus discípulos como el español Mariano Yela, con quien siempre mantuve una buena
amistad. Estudié en los Estados Unidos casi 3 años: obtuve el Master of Arts en Psicología Clínica y entonces
decidí volver a Buenos Aires donde estaban mis padres. Podría haberme quedado en los Estados
Unidos… nunca sabré si mi decisión de volver a la Argentina fue acertada o no…
Aquellos años en Buenos Aires fueron difíciles. Conocía a poca gente, tenía que trabajar y empecé
a moverme. “¿Qué es un psicólogo?” me preguntaba mucha gente. En este momento pocos sabían
que era eso. He sido la primera persona en mi país con título de Psicóloga. Entré a trabajar en el Ministerio
de Educación en un Centro de Orientación Vocacional y Educativa que estaba en el Instituto Bernasconi
y luego en Sanidad Escolar. Fue en esta época que aproveché el tiempo, tipificando el Test de
Raven para la ciudad de Buenos Aires. Un día, casualmente, me encontré en la calle con el Dr. Felipe
García de Onrubia. El me conocía de Mendoza y fue muy amable conmigo haciéndome entrar en la
Universidad
de Buenos Aires como Jefe de Seminario en la materia Psicología II que él dictaba en la carrera
de Filosofía. Allí di varios seminarios sobre Estadística Aplicada y teoría de los tests. En este
momento, entre 1950 y 1955, ya se estaba despertando en muchas personas el interés y la necesidad
de que se creara la carrera de Psicología: existía un centro muy bueno en el Hospital de Clínicas, el de
Psiquiatría Infantil de la Dra. Telma Reca con quien yo me había puesto en contacto y a donde concurría
algunos días de la semana para aplicar el Test de Rorschach a los niños que ella me indicaba. También
estaba en contacto a menudo con la Dra. Carolina Tobar García y su grupo de visitadoras sociales,
algunas de las cuales trabajaban conmigo en el Centro de Orientación Vocacional y Educativa.
En 1952 gané la beca francesa para estudiar en París. Esto fue para mi muy positivo. Trabajé alrededor
de 9 meses en el Hospital Sainte Anne bajo el asesoramiento del Dr. Pierre Pichot haciendo sobre
todo Psicometría. Tuve oportunidad de conocer a Faverge y a Zazzo, y de seguir un curso con ellos:
pero sobre todo esta beca me hizo tomar conciencia de que mi preparación era muy superior en Psico-
logía, a la de muchos jóvenes franceses. En este viaje tuve oportunidad de conocer Francia, Inglaterra,
Italia y finalmente España en donde tenía a mis tíos. España en pleno franquismo me pareció muy triste,
opresiva, sobre todo al recordar los días luminosos de la República, que siendo chica había vivido. Aunque
también allí estuve en contacto con el Dr. Mariano Yela que había conocido en Chicago y me hizo
ver los esfuerzos de algunas personas como él mismo y el Profesor Germain por iniciar una Psicología
científica en España.
En 1954 el Prof. Oñativia y el Prof. Moreno de Tucumán tuvieron la oportuna idea de organizar el Primer
Congreso Argentino de Psicología. Allí nos encontramos muchos especialistas, médicos, profesores,
psicoanalistas, etc. que teníamos la idea de que era necesario crear la Carrera de Psicología y
tuvimos algunas primeras conversaciones. En Buenos Aires el Dr. Gino Germani estaba interesado en
la creación de la Carrera de Sociología. El fue quien me llamó a una primera reunión, pues sabía de mi
formación en Estadística Aplicada y me pidió que colaborara con él y con la Dra. Telma Reca, el Prof.
Jaime Berstein y el Dr. Marcos Victoria, para la elaboración de los primeros planes de estudio de Psicología
en la Universidad de Buenos Aires. Era la única psicóloga del grupo, dado que todos eran médicos,
profesores en Filosofía o en Ciencias de la Educación. Pronto se nos unieron otras personas
interesadas, y en 1957 al crear el Dr. Rizieri Frondizi la Carrera de Psicología ya empecé a dictar Metodología
Estadística para los alumnos de Psicología y Sociología, primero en forma interina y en 1959
gané por concurso la cátedra que tuve hasta 1984. Estos primeros años fueron la época de oro de las
carreras de Psicología y Sociología, mientras fueron rectores de la Universidad de Buenos Aires
sucesivamente,
el Dr. Risieri Frondizi, el Dr. Olivera y el Ing. Fernández Long. La Carrera de Psicología se
inició con gran entusiasmo, tanto por parte de los primeros alumnos como por parte de los profesores.
En realidad nos formábamos mutuamente pues nunca se aprende tanto algo como cuando hay que enseñarlo.
En mi materia tuve la suerte de contar con algunos jefes de trabajos prácticos y adjuntos muy
preparados como el Ing. José Carro, el Ing. Cavallini y la Prof. Malvina Segre y al mismo tiempo al hacerse
más numeroso el estudiantado formamos a un gran grupo de ayudantes de todos los cuales me
siento muy orgullosa pues actualmente todos ellos son profesores en diversas universidades y siguen
trabajando seriamente en investigación como Alfredo López Alonso, Alejandro Doublier, Nélida Rodríguez
Feijóo, Cristina Richaud, Dorina Stefani, Miko Mandilovich, Alicia Bertoni, Marta Schufer, Marta Locatelli,
Alicia Casullo y otros cuyos nombres he olvidado.
Fue en esta época cuando escribí con Carro mi primer libro, Estadística Aplicada que tuvo gran éxito
y del que Eudeba hiciera muchas reediciones. Hay que pensar que enseñar Estadística en esos años
era bastante complicado. En primer lugar porque no contábamos como ahora con programas estadísticos.
No teníamos computadoras ni fotocopiadoras, ni siquiera las usuales calculadoras de bolsillo. Sin
embargo, un verano Malvina y yo nos pasamos 3 meses haciendo los cálculos para un análisis factorial
que nos pidió Germani para sus investigaciones sobre el NES (Nivel Económico Social). Creo que
este ha sido el primer análisis factorial que se ha realizado en nuestro país. A pesar de la precariedad
de los recursos y teniendo en cuenta que la Estadística no estimula precisamente ‘los amores fáciles’,
en mi cátedra se comenzó a formar en investigación un grupo de ayudantes de quienes guardo los mejores
recuerdos y sin cuya ayuda y dedicación habría sido muy difícil llevar adelante el trabajo. En fin,
no sé si mis alumnos aprendieron mucha Estadística conmigo; pero si sé que yo aprendí mucho de
ellos, por lo que siempre recuerdo con nostalgia los primeros años de la creación de la Carrera de Psicología
como uno de los períodos más productivos y agradables de mi vida. Todo esto, junto al hecho
de tener que tratar de compensar con nuestro esfuerzo la actitud negativa hacia los números que sue-
len tener quienes están en una Facultad de Filosofía, no hacía nada fácil la enseñanza de la Estadística.
A veces me sentía algo deprimida y pensaba que yo sabía poca matemática para enseñar la materia. Un
día fui a verlo al Dr. Luis Santaló, el gran matemático, nacido en un pueblito cerca de Gerona, como mi
padre, y le expuse mi problema. “Nuria -me dijo - quédate tranquila. La Estadística es una ciencia experimental
y aplicada y tú sabes muy bien las aplicaciones a la Psicología. Explica esto que sabes y deja
que los matemáticos resuelvan los problemas teóricos.” Esto me tranquilizó un poco y seguí adelante.
Alrededor de 1958 fui nombrada Jefe del Departamento de Orientación Vocacional (DOV) de la Universidad
de Buenos Aires cuyo primer director fue el Profesor Jaime Berstein, quien estuvo solo un año,
luego un tiempo muy corto estuvo el Prof. Nicolás Tavella y finalmente me nombraron Directora y estuve
más de 6 años. Si bien la Orientación Vocacional clásica establecía que cada cual debe ocuparse de
aquello para lo que está más dotado, nosotros pensábamos que aunque esto es cierto en términos generales,
el joven debe orientarse para que sepa mantener la flexibilidad de pensamiento para el constante
ajuste al cambio que le exige el mundo moderno y postmoderno. Organizamos el DOV para que
siempre se tuvieran en cuenta en la orientación vocacional tres enfoques: el psicológico dirigido al bienestar
personal, el educativo, promoviendo el ideal de la educación continua y el socioeconómico para que
el hombre colabore con el progreso y desarrollo y se integre al mundo social y del trabajo. En nuestro
departamento se subrayó especialmente el aspecto dinámico del proceso de desarrollo vocacional frente
a los conceptos clásicos de la elección puntual y estática. Se rechazó la noción del mero ajuste entre persona
y trabajo y se valoró en cambio una perspectiva con el conjunto de elecciones que el sujeto realiza
a lo largo de la vida, encadenadas unas a otras configurando una ‘carrera académica’.
La misma división del trabajo de la primera experiencia del DOV de la UBA acentuó la importancia que
dimos a la información, la exploración y la documentación, creando la ya famosa Guía del Estudiante.
También se pensó en la evaluación y medición de los constructos con la elaboración de muchos instrumentos
propios y otros que fueron estandarizados, y a la orientación psicológica con el enfoque clínico
de las entrevistas individuales y grupales. Con esta organización atendíamos a los aspectos cognitivos
y a los motivacionales que conforman el modelo de carrera que cada joven es capaz de elegir, a medida
que se encamina hacia su maduración y concreta sus imágenes sobre las representaciones sociales de
la vida profesional. Siempre tuvimos en cuenta que lo más importante es hacer comprender a los adolescentes
que los factores de satisfacción profesional están estrechamente ligados a la libertad y autonomía
en la organización y la realización del trabajo, así como en el sentimiento de ser responsables ellos
mismos de estos. El Departamento de Orientación Vocacional fue concebido desde el primer momento,
no solo como un centro de la Universidad donde podían concurrir los propios alumnos cuando tenían
problemas
de elección de carrera, sino también como un servicio a la comunidad para jóvenes de todas las
escuelas de la Capital que necesitaran orientarse para elegir estudios, y además como un centro de formación
e investigación en Orientación Vocacional que se consideraba una especialización muy importante
de los psicólogos. Creo que es conveniente que nombre a algunos de los múltiples jóvenes que se
formaron allí, entre ellos la actual Directora de la Dirección de Orientación al Estudiante de nuestra Universidad
de Buenos Aires, Diana Aisenson. Además entre lo que ahora puedo recordar, pues han pasado
muchos años, estaban: Miguelina Guirao, Carlos Cuidet, Ederville Cagnone, Irene Orlando, Nora Sturm,
Adela Leivovitch de Duarte, Marta Brea, Rodolfo Bohoslavsky, Sara Slapak, María Martina Casullo, Raquel
Lutsky, Clelia Ca, Graciela Canesa, Julia García, Federico Kaufman, Angela Canavesi, Lucy Wolf,
Edith Adamosky, Celia Jaes, Nestor Yoguel, Ricardo Sheffick, Liliana Misrahi, Sarita Leibeshutz, Elvira
Nicolini, etc. En el DOV de la Universidad de Buenos Aires tuvimos horas más felices y menos felices,
tuvimos mucho diálogo y también controversia; pero no me cabe duda alguna de que todos los que
participamos
en aquella época lo recordamos con gran afecto y un dejo de nostalgia. En esta época tuve
oportunidad de realizar una gran cantidad de tipificaciones de tests para orientación vocacional como el
DAT, el Test de las Aptitudes Primarias de Thurstone y otros. Cuando dejé el DOV, escribí un libro sobre
el proceso de orientación, El Profesor y la Orientación Vocacional que fue publicado en 1977 por la Editorial
Trillas con un prólogo del Dr. Wayne Holtzman y del que se han hecho múltiples reediciones. Estos
fueron años muy productivos.
En 1956 me casé y debo decir que fue gracias a la enorme comprensión y compañerismo de mi esposo
que pude desarrollar tanta actividad. Durante muchos años tuve la Cátedra de Metodología Estadística,
dirigía el Departamento de Orientación Vocacional, formé parte de innumerables jurados,
concurrí a múltiples congresos y jornadas, di algunos cursos de Estadística en La Plata y en Salta y todavía
me quedó tiempo para traducir del inglés más de una docena de libros, algunos de ellos muy importantes
como La Psicología Experimental de Woodwoth y Schlosberg, para EUDEBA, La Estadística
de Yamane y La Naturaleza de la Inteligencia de Guilford para la Editorial Paidós. En 1961, con mi esposo
decidimos probar suerte en los Estados Unidos. Allí viajamos con nuestra hijita de 6 meses hasta
que cumplió 2 años. Era un año difícil para los Estados Unidos. Para mi esposo, que era Ingeniero
Agrónomo fue muy difícil. Pero yo encontré trabajo como Senior Clinical Psychologist en el Saint
Lawrence State Hospital, un hospital psiquiátrico al norte del Estado de Nueva York sobre el río Saint
Lawrence, a 50 millas de Otawa. En este hospital por primera vez trabajé con toda la responsabilidad
de un psicólogo clínico, realizando muchos psicodiagnósticos para los psiquiatras, organizando grupos
operativos con los pacientes, la mayoría de los cuales eran dipsómanos y estuve en contacto directo
con la experiencia psiquiátrica de aquel momento, que por cierto era bastante traumática y deprimente.
Pasamos allí un año; pero se nos terminaban las licencias de nuestros trabajos en Buenos Aires y decidimos
volver. Fue una gran experiencia, no sólo desde el punto de vista profesional sino porque pudimos
conocer muy bien recorriendo en auto, los Estados Unidos y Canadá.
Debo decir que la profesión me ha proporcionado muchas oportunidades de viajar y conocer centros
importantes. En 1964 fui comisionada por la Universidad de Buenos Aires con el auspicio de la Ford
Foundation para asistir a un workshop para estudiosos extranjeros en el Educational Testing Service de
Princeton. Allí, que como es sabido es uno de los centros psicométricos más importantes del mundo,
tuve oportunidad de estar 2 meses especializándome con el Prof. Wantman y el Prof. Angoff y de conocer
a los mejores psicómetras de América Latina. Volqué esta experiencia extraordinaria en mi tercer
libro, Manual para la Construcción de Pruebas Objetivas de Rendimiento Escolar publicado por
Editorial Paidós en 1968.
En l967 fui invitada a concurrir como relatora al Paedagogisches Zentrum de Berlin y en 1971 fui invitada
por el Dr. Lee Cronbach a concurrir a un congreso de Mental Testing en Estambul (Turquía).
En 1970 volvió el Dr Rimoldi a la Argentina para organizar su centro de investigación, el CIIPME
(Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Psicología Matemática y Experimental) que dirigió durante
muchos años en el CONICET. Yo colaboré invitando a quienes por aquel entonces eran mis ayudantes
de cátedra en la UBA y así se conformó el primer equipo del Instituto. Trabajé nuevamente con
él como Vicedirectora del CIIPME durante un año en forma totalmente honoraria y me sentí muy feliz
de que pudieran comenzar a trabajar con él 8 ó 9 de mis mejores ayudantes de las cátedras de Metodología
de la Investigación y de Estadística que ya tenían alguna formación en esta materia y deseaban
especializarse en investigación. Ellos conformaron con el Dr. Rimoldi uno de los equipos más
sólidos del país en investigación psicológica. Actualmente en el CIIPME se sigue trabajando mucho
bajo la eficiente dirección de la Dra. Cristina Richaud de Minzi.
Un poco más tarde comenzaron los problemas políticos de todo tipo en la Universidad de Buenos
Aires con vaivenes de extrema izquierda y de extrema derecha y yo, como todos, los sufrí. Por suerte
frente a algunas incomprensiones encontré a un excelente amigo, el Dr. Horacio Difrieri que me ayudó
a pasar los duros años de la dictadura militar, antes de poder jubilarme, refugiada enseñando Estadística
en la Carrera de Geografía, período del que guardo también buenos recuerdos.
El resto es casi presente y es difícil escribir objetivamente sobre ello. En 1984 me jubilé y con mi esposo
viajamos a los Estados Unidos y a Europa. Pasé unos 6 años alejada de la carrera. En 1992 pensé
que tal vez podría hacer algo en investigación y por tercera vez el Dr. Rimoldi tuvo la generosidad de
aceptarme para que trabajara en el CIIPME con un contrato del CONICET como Investigador Principal.
Allí con un subsidio para un PID realicé una investigación sobre la relación entre logros en educación,
inteligencia y resolución de problemas nuevos. Al mismo tiempo en 1994 publiqué mi cuarto libro Diseño
Estadístico en el que amplié con varios capítulos sobre técnicas multivariadas y puse al día, mi primer
Manual de Estadística, que aún en nuestros días se sigue utilizando como manual de estudio. Finalmente
dado que el CONICET no me renovaba el contrato desde 1996 volví nuevamente a la Universidad
de Buenos Aires donde el Consejo Directivo de la Facultad de Psicología que dirigía el Decano Dr.
Raúl Courel pudo hacerme un contrato como Asesora en Metodología y Estadística para trabajar en el
Instituto de Investigación de la Facultad. Además al poco tiempo tuve el honor de que la Universidad de
Buenos Aires me diera el Diploma de Profesora Honoraria de la misma. Durante estos últimos años de
mi carrera procuro dedicar el mayor tiempo posible a la investigación en forma libre pero siempre doy
algunos cursos de postgrado en la Universidad de Buenos Aires y en otras universidades privadas que
me suelen contratar.
Comparto muchos proyectos con mi hija Ana, también psicóloga, quien sigue mis pasos. Le gusta
mucho la docencia y se entusiasma mucho con hacer investigación. Además siempre tengo ocasión de
formar a algunos estudiosos que hacen conmigo su doctorado y concentrarnos en algunos problemas
que nos interesan. Por ejemplo, ahora estoy sumamente interesada en los problemas del programa de
sesgos y heurísticos iniciado por Tversky y Kahneman, y también estoy profundizando las modernas teorías
psicométricas. Así, en el 2004 la Editorial TEA de Madrid me ha publicado un test de aptitud verbal,
llamado BAIRES en el que he utilizado la Teoría de la Respuesta al Item. Últimamente he asesorado
en Metodología de la Investigación en la Dirección de Orientación al Estudiante. Allí uno de los problemas
que más se observa es la poca formación de los alumnos secundarios para seguir estudios universitarios
y su falta de información, no solo respecto de las carreras sino hacia el trabajo y las
decisiones que han de tomar a través de su trayectoria vital y estamos trabajando en estos problemas
que son por otro lado comunes en toda América Latina.
El último gran esfuerzo para mí, ha sido la elaboración del libro Técnicas de Investigación Científica
publicado en el año 2008 por Lugar Editorial y que hemos escrito junto con el Dr. López Alonso y y el
Dr. Guillermo Macbeth. Este libro me ha hecho reflexionar mucho sobre toda la investigación actual en
Psicología y me ha llevado a la conclusión de que es un gran error dividir la investigación psicológica
en cualitativa y cuantitativa. La investigación cualitativa tan de moda actualmente, creo que solo debe
usarse cuando se comienza un estudio exploratorio para descubrir y entender lo que yace detrás de un
fenómeno que se conoce muy poco; pero siempre hay que tener en cuenta que con sus procedimientos
nunca se puede constatar una hipótesis y que la investigación es solo una. La verdadera Psicolo-
gía, si quiere ser ciencia, pienso que debe seguir reforzando sus métodos cuantitativos, como ya se está
haciendo, al introducir el análisis de las ecuaciones estructurales, el análisis factorial confirmatorio y
otros métodos multivariados, pues pocas veces se puede trabajar con pocas variables. Por otro lado,
la gran vía del futuro creo que son los estudios cognitivos neuropsicológicos, en los que en realidad se
está muy al comienzo, pero que es un campo sumamente promisorio, sobre todo teniendo en cuenta
las nuevas tecnologías para el estudio del cerebro.
En fin, para terminar creo que la Psicología me ha proporcionado una vida muy rica en experiencias.
He tenido oportunidad de vivir en varios países diferentes y de viajar a muchos otros. Esto no ha sido
obstáculo para que al mismo tiempo construyera con mi esposo, una persona excepcional sin la cual
no hubiera podido llegar hasta aquí, una linda familia, con una hija, Ana muy felizmente casada con un
excelente compañero, Claudio. Ella también ha querido ser psicóloga, ser docente e investigar, y me ha
dado un nieto muy inteligente, llamado Nahuel.
Creo que desde chica tuve gran suerte con los padres y los hermanos que tuve, y posiblemente esto
fue lo que me hizo pensar que lo más interesante para conocer en este mundo, era el ser humano. Soy
muy sociable y he conocido a toda clase de gente alrededor del mundo y tengo muchos amigos a los
que les gustan las mismas cosas que a mí, especialmente los libros y la música clásica.
Y, aunque he tenido como todo el mundo, fracasos y frustraciones, nunca me he arrepentido de
haber querido ser psicóloga.

NURIA CORTADA DE KOHAN, BUENOS AIRES, 8 DE ABRIL DE 2009

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