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Este documento analiza cómo los jóvenes construyen su identidad a través del uso de Internet y las redes sociales. Se describe Internet como un espacio público donde las personas interactúan y establecen vínculos. También se explica que la identidad se construye a través de las miradas de los otros y que Internet permite interactuar con más personas de diferentes comunidades. Finalmente, se señala que Internet puede operar como un igualador que facilita las oportunidades de acercamiento entre personas.

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Este documento analiza cómo los jóvenes construyen su identidad a través del uso de Internet y las redes sociales. Se describe Internet como un espacio público donde las personas interactúan y establecen vínculos. También se explica que la identidad se construye a través de las miradas de los otros y que Internet permite interactuar con más personas de diferentes comunidades. Finalmente, se señala que Internet puede operar como un igualador que facilita las oportunidades de acercamiento entre personas.

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Educar en la

era digital
Docencia, tecnología
y aprendizaje

Héctor Sevilla,
Fabio Tarasow
y Marisol Luna
(coordinadores)
IDENTIDADES DIGITALES
EN CONSTRUCCIÓN

Valeria Odetti
y Graciela Caldeiro

Introducción

A
sumir Internet como espacio público implica pensar que las in-
teracciones allí presentes inciden en la construcción de la iden-
tidad de los sujetos. En este capítulo nos proponemos analizar
cómo esta identidad se va construyendo, especialmente entre los jóve-
nes, a través del uso de diferentes dispositivos, redes de intercambio y
formas de vinculación con otros.
El texto se encuentra organizado en tres apartados. En el primero,
Internet como espacio público, se propone caracterizar a la red de redes
como un espacio de intercambio social en el que se construye identi-
dad y se ejerce ciudadanía. En el segundo apartado, Identidad en red,
se aborda la idea de construcción de la identidad en este espacio social.
En el tercer apartado, Identidad y autonomía, se hace foco en los límites
entre lo público y lo privado en el ámbito de la red de redes. Por último,
en el cierre del capítulo, nos adentramos en debates aún incipientes en
torno del derecho al olvido y el derecho a la desconexión.

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Educar en la era digital

Internet como espacio público

Concebir Internet como un espacio público supone hacer foco sobre


las interacciones de naturaleza social que son posibles en él a través de
la arquitectura tecnológica en red que propone. A partir de esta idea, la
analogía es simple: podemos pensar el espacio digital como un pueblo
o una ciudad en la cual las personas conviven y establecen vínculos con
diferentes tipos de intereses. Así como los seres humanos han sido, des-
de el principio de la historia, habitantes de pueblos, ciudades y países,
hoy pueden “habitar”, también, una geografía digital.
Javier Echeverría sostiene que las llamadas nuevas tecnologías de
la información y la comunicación posibilitan crear un espacio social
para las interacciones humanas. A este espacio el autor lo denomina
tercer entorno y lo distingue del entorno natural (primer entorno) y
del urbano (segundo entorno) (Echeverría, 2000, p. 18). Cada uno de
estos entornos posee formas particulares de habitarlos en función de
la regulación que establecen entre las variables de espacio y tiempo.
Consecuentemente, la geografía digital tiene características que la hacen
diferente del mundo físico: en ella, las fronteras son mucho más débiles
y el tiempo de viaje es, en términos prácticos, inmediato. El autor carac-
teriza este espacio de la siguiente manera:

no es presencial, sino representacional, no es proximal, sino distal, no


es sincrónico, sino multicrónico, y no se basa en recintos espaciales con
interior, frontera y exterior, sino que depende de redes electrónicas cuyos
nodos de interacción pueden estar diseminados por diversos países. De
estas y otras propiedades se derivan cambios importantes para las interre-
laciones entre los seres humanos, y en particular para los procesos educa-
tivos (Echeverría, 2000, p. 21).

Tal como señala Echeverría, establecer vínculos y relaciones con los


otros a través de la red de redes implica, en la actualidad, compartir
algún tipo de información personal en un entorno regido por la inma-
terialidad y la inmediatez. Mediante el soporte de diversos dispositivos

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Identidades digitales en construcción

electrónicos y recursos de software, la red de redes facilita y promueve


intercambios de todo tipo comerciales, artísticos, científicos, humani-
tarios, afectivos, educativos, etc. Internet es, en este sentido, un espacio
digital público, dinámico y socialmente significativo en el cual los su-
jetos construyen una identidad personal siendo influidos por las parti-
cularidades del mundo digital. Porque, en efecto, la configuración de la
identidad es posible a partir de los vínculos que se establecen con otras
personas. En palabras de Manuel Castells (2001), internet es el tejido de
nuestras vidas, es un medio para todo, que interactúa con el conjunto
de la sociedad.
Ahora bien ¿habitar un espacio nos convierte, automáticamente, en
ciudadanos? No exactamente. De acuerdo con la Real Academia Es-
pañola, un ciudadano es un sujeto de derechos políticos por lo que
puede intervenir en el gobierno de un país. Esto implica, desde luego,
derechos y obligaciones. La pregunta es entonces: ¿en qué medida es
posible hablar de una “ciudadanía digital” en los mismos términos en
que hablamos de “habitar” el espacio público de la red de redes? Es po-
sible hablar de ciudadanía digital en tanto se asume que Internet es un
espacio social de características peculiares, en el que es necesario cons-
truir, reconocer o discutir las reglas que lo rigen para acordar derechos
y obligaciones. Estas reglas no están aún instituidas, es decir reguladas,
por alguna institución, sino que están siendo construidas a partir de
la apropiación y discusión de estos espacios. Podemos mencionar, sin
embargo, que existen dos formas de ejercicio ciudadano en Internet.
Una de ellas, la más habitual, es la utilización del espacio digital para
visibilizar reclamos que pertenecen a otros espacios públicos: adhesión
a campañas ambientales o manifestaciones políticas, por ejemplo. Más
adelante veremos casos concretos de este tipo de uso por parte de los
jóvenes. Otra de las formas de ejercicio ciudadano es mucho más res-
tringida en términos de participación efectiva y tiene que ver con la dis-
cusión sobre la ciudadanía en internet y, como veremos luego, atiende a
los derechos de las personas en ese espacio de interacción.
Efectivamente, como hemos señalado, Internet ha adquirido una
relevancia central en nuestras vidas como espacio público. En conse-

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Educar en la era digital

cuencia, desempeña un papel muy importante en la constitución de


nuestra identidad. Veamos en profundidad esta idea.

Identidad en red

La identidad es una construcción dialógica que es posible a través de la


mirada de los otros. Las interacciones sociales que rodean nuestra vida
desde que nacemos van configurando, progresivamente, la forma en
que nos percibimos y reconocemos a nosotros mismos. Esto significa
que la identidad no es un fenómeno natural o estrictamente biológico,
sino que supone un proceso subjetivo que depende de nuestro entorno
social. En las palabras de Bolaños-Gordillo (2007, p. 419):

(…) normalmente se alude a la identidad como algo construido, como


algo que ya está dado en los seres humanos, lo que puede remitirnos me-
todológicamente a enfoques descriptivos superficiales; pero no se nace con
ella, no se trae genéticamente, se va adquiriendo a lo largo de la existencia,
a través de la relación con los padres, hermanos, demás familiares, amigos,
profesores, entre muchas figuras más que pueden tener influencias especí-
ficas mediante sus discursos o sus actos.

La identidad, por lo tanto, está influida por el contexto familiar


y social en el que nacemos. De hecho, la familia primero y la escuela
luego actúan como instituciones de socialización, es decir como estruc-
turas que van modelando nuestra identidad para ser parte de lo que
la comunidad en la que vivimos considera aceptable. Pero estas con-
diciones de aceptabilidad son definidas y cuestionadas por los sujetos
y, en consecuencia, son susceptibles al cambio y a la transformación.
Esto puede observarse, por ejemplo, cuando determinadas identidades
son excluidas en un determinado momento histórico, mientras que, en
otro, son socialmente aceptadas. Las creencias religiosas y la identidad
de género son ejemplos cercanos a cómo pueden cambiar las conven-
ciones sociales.

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Identidades digitales en construcción

En la actualidad, existe una diversidad de miradas a partir de las


cuales construimos nuestras identidades. El espacio público digital nos
permite interactuar con un número mucho más grande de personas.
Estas personas pueden pertenecer a nuestro círculo cercano, a nuestra
comunidad, pero también puede incluir a mucha gente que pertenece
a comunidades distantes. En consecuencia, aspectos que antes podían
ser muy significativos en la conformación de nuestra identidad como,
por ejemplo, la nacionalidad, hoy pueden tener un peso diferente al
momento de presentarnos ante otros.
El espacio público digital ofrece, también, la posibilidad de prescin-
dir, en algunos casos, de elementos identitarios que, muchas veces, in-
visibilizan al sujeto. Veamos un ejemplo: una persona con discapacidad
motora requiere una serie de adaptaciones arquitectónicas para circular
por el espacio público (rampas de acceso, ascensores especiales, ómni-
bus con espacio y medidas de seguridad para subir una silla de ruedas,
entre otras). Cuando esa misma persona circula por el espacio público
geográfico lo primero que de ella ven los demás, probablemente, es su
discapacidad. Luego, si se entabla un vínculo con ella tal vez logren
conocer qué otras cosas es esa persona, además de una persona con dis-
capacidad. En el espacio público digital, en cambio, la persona puede
presentarse y entablar vínculos sociales sin comunicar su discapacidad
(o eligiendo cuándo y cómo hacerlo). En este sentido, el entorno digital
puede operar como un igualador equitativo que facilita las oportuni-
dades de acercamiento entre personas que de otro modo encontrarían
obstáculos diversos para establecer un vínculo. Existen, en este mismo
sentido, muchos otros ejemplos similares, que se desprenden de la re-
lativización de factores que, en la presencialidad, suelen incidir en los
vínculos que se construyen entre las personas: el aspecto físico, la vesti-
menta, las jerarquías sociales, el grupo etario, entre muchos otros.
Esta identidad construida en la red de redes nos ofrece otro tipo
de libertad para habitarla y tiene, también, otra dimensión: la perdu-
rabilidad de los datos. Todo lo que hacemos en la red permanecerá allí
durante mucho tiempo. Esta persistencia de los datos personales en el
espacio colectivo significa, en parte, que hay memorias que ya no nos

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Educar en la era digital

pertenecen completamente o, al menos, que resultará difícil (sino im-


posible) mantener esos datos bajo control directo. Consecuentemente,
en el espacio digital, lo público y lo privado se redefinen a partir de lo
que se elige compartir o no allí. Es una decisión que significa asumir
que compartir implica resignar el control de la privacidad.

Identidad y autonomía

Las generaciones suelen tener características compartidas propias del


tiempo en el que han vivido tales como gustos musicales, formas de in-
terpretar la realidad, un vocabulario específico, códigos. De esta forma,
los jóvenes se diferencian de las generaciones adultas en la forma en que
construyen su propia identidad. Esta construcción supone, además, el
pasaje de la heteronomía infantil a la autonomía adulta. Y este proceso,
que años atrás se llevaba principalmente dentro de la escuela, el barrio,
o el club, actualmente tiene la particularidad de desarrollarse, en gran
parte, dentro del espacio digital, funcionando a veces como una exten-
sión de los vínculos ya existentes en el mundo físico y en otras situacio-
nes, ampliado las relaciones hacia vínculos que sólo existen a través de
medios electrónicos.
En una reciente investigación que hemos realizado entre jóvenes de 15
años en Argentina1 se observó que los adolescentes dicen utilizar los medios
digitales para consumos tradicionales como escuchar música, ver vídeos o
jugar. Estas actividades, vinculadas al entretenimiento, no conforman, ne-
cesariamente, una novedad en sí misma en cuanto a consumos juveniles.
Pero lo que aparece como novedoso es la frecuencia con que estos consu-
mos se dan en el marco de las redes digitales, compartiendo intereses con
otros y extendiendo los alcances espaciales de la experiencia social. En efec-
to, el entretenimiento y las conversaciones en red parecen encontrarse muy
1
Nuevas tendencias de comunicación y participación en las escuelas 2.0 fue una
investigación realizada por el pent Flacso con el financiamiento de ciecti y bajo la direc-
ción de la Dra Silvina Casablancas. Puede accederse al informe de la misma así como a los
productos comunicaciones en http://www.pent.org.ar/investigaciones/ciecti

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Identidades digitales en construcción

naturalizadas y forman, a partir de la masificación de los teléfonos celulares


inteligentes, parte de la cultura juvenil. La consecuencia natural de este es-
cenario es que el consumo cultural digital en red es parte de la identidad
generacional. En ocasiones, los jóvenes reconocen diferencias significativas
en los usos que los adultos hacen de espacios digitales que comparten. Estas
diferencias se reflejan no sólo en el tipo de redes que eligen o el vocabulario
que prevalece, sino también en diferentes criterios para sopesar lo privaci-
dad en el espacio público digital. Al respecto, resulta interesante lo sucedido
durante la investigación referida respecto a la red social Twitter. En el diseño
de investigación, había sido previsto que los jóvenes, sujetos de la investiga-
ción, participaran en Twitter utilizando un hashtag (etiqueta presidida por
el signo “#”) con el que se los invitaba a contar de qué modo utilizaban las
tecnologías de la información y la comunicación. Si bien la consigna fue
transmitida con claridad, entregándose incluso recordatorios por escrito, y
percibíamos, en el momento inmediato de ser explicada por los investiga-
dores, el despertar de cierto entusiasmo, esta nunca llegó a reunir la convo-
catoria necesaria como para dar entidad a un análisis de contenido.
A raíz de este fenómeno, comenzamos a estudiar el tipo de uso es-
pontáneo que los adolescentes convocados hacían por lo general de la
plataforma Twitter y pudimos observar que este era mucho más auto-
rreferente (vinculados a vivencias cotidianas no descifrables desde nues-
tra perspectiva por falta de contexto) y/o centrado en temas de consu-
mo juvenil que nos resultaban desconocidos. Concluimos, entonces,
que el diseño de nuestra propuesta de actividad fue concebido desde
un uso diferente de Twitter (el que realizan los adultos especialmente
interesados en el debate de temas que acaparan el interés de la opinión
pública) y no el que, mayoritariamente, hacen habitualmente los jó-
venes. La lección fue clara: los adolescentes, fuera del espacio formal
de las entrevistas que proponía la investigación, no se interesaron en
continuar interactuando en el espacio digital con los adultos que pro-
ponían un uso de Twitter que, para ellos, no tenía sentido ni despertaba
entusiasmo trascendente.
A partir de esta experiencia fallida fue inevitable, entonces, pregun-
tarnos en qué medida los jóvenes aprovechan el potencial del espacio

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Educar en la era digital

público digital para construir sus identidades, sus propios códigos y


criterios y, finalmente, su autonomía.
Hace unos pocos años se impuso el anglicismo selfie para referirse
a los autorretratos que se toman con el celular u otros dispositivos y,
generalmente, se publican en plataformas para redes sociales que per-
miten alojar imágenes. En este sentido, la autorreferencia en las redes
podría entenderse como parte de la forma en que los jóvenes eligen para
construir su propia identidad frente a los otros que también acceden a
la red. El uso de la selfie, en particular, pareciera ser habitual entre los
jóvenes en las redes sociales. Estas selfies o autofotos funcionan, a veces,
como plataformas para ver imágenes idealizadas de sí mismos (retoque
fotográfico digital mediante) aunque en apariencia pareciera que se está
estableciendo una comunicación con otros, lo que resultaría consisten-
te con el uso retórico y autorreferente de Twitter que mencionamos a
propósito de nuestra experiencia fallida. Se observa así que, para los
jóvenes, por momentos, no parecería ser tan importante quién lee o
quién mira un mensaje, sino que la importancia está dada en términos
de imaginar ese destinatario a través de un espejo en el que el joven se
ve a sí mismo, asumiendo el riesgo implícito de la exhibición pública.
Una suerte de ejercicio individual que busca reafirmar la identidad pro-
pia para reconocerse primero y ser reconocido después, quizá incluso
como parte de un descuido simulado. Ante esta forma de manifestar la
identidad en los espacios digitales podemos pensar en el concepto de
performance. Este concepto proviene de las artes plásticas y se enmarca
en la modalidad de arte en acción en la que el artista pone en juego ac-
ciones en el espacio, combinando diferentes objetos y lenguajes, con el
fin de provocar algún tipo de reacción entre los espectadores.
Evidentemente algo de lo que hacemos las personas en las redes so-
ciales puede asimilarse a esta idea. Podemos hablar de una identidad
performativa en la medida en que el Yo se despliega en las pantallas
buscando la aprobación de la mirada externa. A través del uso de deter-
minados filtros o tratamientos de la imagen, se construye una identidad
para los otros tal como lo mencionamos en los párrafos anteriores.

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Identidades digitales en construcción

Este hecho suele leerse, en general, de forma negativa, asumien-


do que esa identidad es “falsa”. Sin embargo, desde el punto de vista
educativo, puede pensarse esta forma identitaria como un juego en el
que puedan emerger conflictos, ideas, percepciones del mundo que no
siempre los niños y jóvenes pueden decir desde su Yo institucionalizado
por la familia o la escuela. Tal como señala Javier Abad Molina:

De esta manera, el arte de acción puede contribuir a promover la reflexión


y la actitud crítica en contextos escolares o académicos, valorando formas
de expresión diferentes a las habituales y ampliando e intensificando su
experiencia estética. Los alumnos deberán adoptar en todo momento una
actitud activa, siendo creadores, público y participantes a un mismo tiem-
po, en un continuo intercambio de roles. Se potencia la experiencia grupal
para la libre expresión de sus sentimientos, vivencias o ideas, con la posi-
bilidad de explorar un medio de expresión, su propio cuerpo, y el apoyo
de objetos mediadores de comunicación que poseen ciertas características
sensoriales y simbólicas. Se favorece de esta manera, la participación, la
cooperación, la solidaridad, la alteridad y el respeto a través de una me-
todología integradora para despertar conciencias y afianzar valores (Abad
Molina, 2007, p. 51)

Especialmente la idea de una identidad performativa puede ser va-


liosa en la medida en que implica una reflexión acerca de qué mostra-
mos de nosotros mismos en las redes.
Pero el uso de los espacios digitales no se agota en la autorreferen-
cia. Indagando respecto de los usos de las redes sociales, hemos hallado
que la participación ciudadana se relaciona espontáneamente (especial-
mente cuando les preguntamos a los docentes) con ciertas formas de
activismo. La investigación que referimos fue realizada durante 2015,
año de elecciones presidenciales en Argentina, por lo que era una hi-
pótesis considerar que el eco de las campañas de propaganda política
tuviera importancia entre los jóvenes (en Argentina están habilitados
para votar los mayores de 16 años) y que las redes sociales funcionarían
como un terreno de propagación de ideas, propuestas y convocatorias.

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Educar en la era digital

Sin embargo, este interés si bien era referido en algunos casos, no pa-
recía tener una relevancia significativa. Lo que se observó, en cambio,
fueron otras formas de partición en temas cuyos formatos difieren de
las concepciones más tradicionales del activismo. La modalidad más
típica era, por ejemplo, utilizar el botón “me gusta” en un comentario
de Facebook. Este tipo de participación digitalizada (en cierta forma
“pasiva”) podría implicar compartir una opinión o adherir a una causa,
sin embargo, la importancia asignada a esta forma de participación no
siempre era valorada de forma homogénea por los jóvenes. Al profun-
dizar el nivel de reflexión, no pocos jóvenes dijeron desconfiar de las
causas promovidas por las redes por razones diferentes, como expresó,
durante el desarrollo de un grupo focal en la investigación referida,
una adolescente de 15 años de la provincia argentina de Río Negro:
“No podés ayudar a una persona dando un ‘me gusta’ a una foto”. Pero
esta mirada crítica adquiere matices diferentes. De la misma forma que
se manifiesta la desconfianza respecto a algunas campañas, también
el espacio público puede ser un territorio que permite opinar sobre
situaciones de interés público y tomar posición. En esta investigación,
además, se mencionaron otro tipo de intervenciones que podrían in-
dicar mayores niveles de involucramiento en las redes sociales digitales
como la publicación de fotografías, el compartir y buscar información,
o difundir consignas. Convocar marchas o diseminar campañas era
también mencionado por los jóvenes, aunque esto aparecía en último
lugar.
La conclusión es que, aun cuando el entretenimiento en red sea
mucho más habitual, el ciberactivismo también está presente entre los
jóvenes y forma parte también de la construcción de la autonomía y
la identidad. Por ejemplo, frente a las formas de partición en el espa-
cio público digital, se observa una mirada crítica y escéptica. Y en este
escenario general se detectan, también, otras formas de participación
que se diferencian del ciberactivismo más frecuentemente difundido.
Algunos jóvenes contaron, por ejemplo, cómo pueden involucrarse en
tareas comunitarias al tiempo que utilizan los espacios públicos digitales
(y con ellos sus redes de contactos) para difundir actividades con interés

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Identidades digitales en construcción

claramente social; una joven de 15 años de la provincia argentina de


Entre Ríos comenta:
“Una amiga me invitó a participar de scout, y. bueno me gusta mu-
cho ayudar a los demás. Empecé y me gustó, empecé hace dos meses
y me gusta. Y bueno hemos hecho campañas solidarias como hacer el
registro de dadores de sangre (...) hacemos carteles, hacemos y pegamos
en el Facebook y compartimos con amigos. (...) Con la campaña de
dadores de sangre que nosotros hicimos, muchos profes se prendieron,
y nos ayudaron y se habló en la clase y todo.”
La red como espacio público puede ser, además, un territorio en el
cual se presentan las preocupaciones juveniles. En esta línea, la red pue-
de parecer tanto un espacio amenazante del cual protegerse como, por
el contrario, un espacio que puede brindar protección. Esta aparente
contradicción reproduce el mismo enfoque complementario de todo
espacio público físico donde los riesgos y los beneficios dependen de
un comportamiento responsable. ¿Hasta qué punto son conscientes los
jóvenes de esta paradoja? ¿Qué preocupaciones expresaron los jóvenes
en este sentido? Cuestiones como la seguridad personal en general y
situaciones más puntuales como por ejemplo casos de bullying son men-
cionadas espontáneamente. Al respecto, algunos jóvenes entrevistados
señalaron que utilizaban un grupo de Whatsapp (una red de mensajería
que permite comunicaciones individuales y grupales a través de los te-
léfonos celulares, muy popular actualmente en Argentina) para acom-
pañarse, ya que tenían miedo a causa de unos eventos de inseguridad
que habían sucedido recientemente. En este sentido, la ubicuidad de
las redes pone en evidencia una paradoja controversial sobre el espacio
digital como una forma de estar solos o acompañados, de exponerse y
de protegerse con la misma exposición, de estar cerca y lejos a la vez;
como señala un adolescente: “Te acerca de los que están lejos y te aleja de
los que están cerca”.
Del mismo modo, existe también cierta presunción respecto a que el
espacio público digital puede albergar peligros propios de la naturaleza
de los vínculos que se establecen en estos entornos. De allí que pro-
yecten también una mirada crítica a partir de la comparación respecto

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Educar en la era digital

de los usos que los adultos hacen de las redes con los que consideran
convenientes para ellos mismos, como el caso de una adolescente que
juzga negativamente a su madre por “conocer un novio por Internet”,
reconociendo, quizá, que se trata de riesgos que aún ellos no están capa-
citados para asumir. Se admite así que la autonomía está aún en proceso
de construcción.
En definitiva, las tensiones que se dan entre el espacio público y el
espacio privado, así como la construcción de vínculos en entornos digi-
tales, parecen percibirse como el escenario natural de una realidad a la
que los jóvenes sienten pertenecer. Pero este sentimiento de pertenencia
es aún una identidad en proceso, una diferenciación que se construye a
medida que la generación de jóvenes va consolidando su propia auto-
nomía.

Cierre

En gran medida los jóvenes utilizan las redes para construir su propia
identidad, códigos generacionales e incluso también involucrarse en
cuestiones de interés social que los interpelan y preocupan. Estas cons-
trucciones se cristalizan en imágenes y frases verbales que, digitalizadas,
permanecen ancladas en algún lugar del ciberespacio por un tiempo
difícil de determinar. Pero la construcción de la identidad personal es
un proceso cambiante y es posible que estos jóvenes, al transformarse
en adultos quieran borrar las huellas del adolescente que fueron. Sin
embargo, el espacio público digital presenta desafíos muy diferentes a
esconder una vieja caja de fotos o un antiguo “diario íntimo”, ya que no
siempre el usuario es dueño de sus producciones publicadas que, una vez
puestas en circulación en las plataformas para redes sociales, exceden a
su control directo (Kelly, Caldeiro y Odetti, 2014, pp. 59-62). Se trata,
en definitiva, de una variante más sobre los límites entre lo público y lo
privado que afectan, en este caso, la historia personal que atraviesa hoy
un joven, que construye su identidad, inmerso en el mundo digital. En
efecto, al publicar un contenido (y aceptar los términos y condiciones

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Identidades digitales en construcción

que impone cada servicio) se pierde el control sobre la posibilidad de


eliminarlo por completo debido a la inserción de los metadatos y a la
indexación de estos metadatos en motores de búsqueda. De este modo,
el hecho de que no se eliminen definitivamente los datos asociados a un
individuo puede acarrear diversos problemas personales. Es cierto que
un adulto debería tener el criterio suficiente para discernir entre qué
resulta o no conveniente publicar, ¿pero por qué debería ser esperable
que los jóvenes asuman responsabilidades por un futuro que todavía no
les pertenece ni les preocupa? O, en todo caso, ¿no debería la educación
asumir como fundamental el enseñar los riesgos y las posibilidades de
habitar este espacio? El debate pone sobre la mesa, también, la cuestión
del “derecho al olvido” y es aún muy incipiente. Creemos incluso que,
muy probablemente, la discusión se revitalice a medida que los jóvenes
de hoy vayan incorporándose al mundo adulto.
Otro aspecto interesante que aparece como corolario es el dere-
cho a la desconexión. Los jóvenes parecen mostrar, por lo general, una
enorme dependencia de la conectividad. Sin embargo, comienzan a
surgir movimientos que reclaman el derecho a limitar la conectividad.
Especialmente se evidencia en relación con el ámbito laboral donde
uno puede conectarse por medios digitales mientras está en horario de
trabajo y desconectarse cuando este finaliza. Por otro lado, detractores
de estos movimientos plantean que es imposible establecer una regu-
lación de los tiempos laborales bajo las lógicas del modelo fabril de la
modernidad.
Evidentemente, aspectos como la memoria, la percepción de sí mis-
mo y de los otros, la distinción de los espacios públicos y privados y la
regulación de los tiempos por parte de las instituciones, son temas en
discusión que inciden, directamente, en la construcción de las nuevas
identidades. Es muy pronto para pensar cuál será el alcance de estos
cambios y cómo serán los nuevos sujetos. Pero es imperioso instalar
estos debates en la agenda educativa para acompañar estos modos de
habitar el espacio público digital por parte de nuestros niños y jóvenes.

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Educar en la era digital

Referencias

Abad, Javier (s/f ). Experiencia Estética y Arte de Participación: Juego,


Símbolo y Celebración. OEI. Disponible en: http://www.oei.es/histori-
co/artistica/articulos01.htm
Bolaños-Gordillo, L. (2007). ¿Cómo se construyen las identidades
en la persona? Ra Ximhai, vol. 3, núm. 2, pp. 417-428. Universidad
Autónoma Indígena de México. Disponible en: http://www.redalyc.org/
articulo.oa?id=46130211
Castells, M. (2001). “Internet y la sociedad red”. La factoría, núm.
14-15. Disponible en: http://www.cabuenes.org/03/documentos/cursos/
globalizacion/bloque2/glob_blq2_08.pdf
Echeverría, Javier (2000). “Educación y tecnologías telemáticas”.
Revista Iberoamericana, 24, pp. 17-36
Kelly, V; Caldeiro, G. y Odetti, V. (2014). “Encuentros en el labe-
rinto: espacios públicos en las redes”. Stella, Buenos Aires: Ediciones La
Crujía,

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