El Pecado de Adán
El Pecado de Adán
El Pecado de Adán
7-13
1. SE CONVIERTE EN EL PRIMER PECADOR HUMANO. Cronológicamente Eva comió primero, pero desde la perspectiva
teológica Adán es declarado por el Nuevo Testamento como el pecador original. La razón de ello es que Adán era cabeza
de la raza humana y. por consiguiente, responsable de sus acciones.
«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron» (Ro. 5:12).
«Y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión» (1 Ti. 2:14).
2. INTENTÓ DE PRIMERAS ESCONDER SU DESNUDEZ ANTE DIOS (3:7). Aparentemente ocurrieron algunos cambios
drásticos concernientes tanto a la condición física como espiritual de Adán. Puede ser que los cuerpos de Adán y Eva
estaban, en la creación, cubiertos de una suave luz de inocencia. Nuestro Señor estuvo revestido de una luz más
brillante que la del sol durante su transfiguración (Mt. 17:2).
Pero ahora esta protección había desaparecido. y en un esfuerzo desesperado por corregir la situación «cosieron hojas
de higuera, y se hicieron delantales» (3:7).
Tenemos aquí el primer ejemplo en la historia del esfuerzo religioso humano. La religión es un intento de vestirnos a
nosotros mismos de justicia aparte de la justicia de Cristo. Adán y Eva lo procuraron con hojas de higuera. Los hombres
lo intentan hoy mediante la educación, la membresía de iglesia, el bautismo, las ofrendas, la confirmación, las buenas
obras, etc. Pero de nada sirve todo eso.
«Si bien todos nosotros somos como suciedad. y todas nuestras justicias como trapos de inmundicia; y caímos todos
nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como el viento» (Is. 64:6).
Hasta este momento hemos visto solamente aquellos atributos de Dios que aparecen directamente involucrados en sus
actos creativos. Estos incluyen su poder y sabiduría. Sin embargo, a partir de ahora, después del pecado del hombre,
conoceremos sus atributos redentores a su santidad y justicia. Pero también veremos atributos como su gracia, su
amor, y misericordia.
Ahora no solo el obtuvo la victoria, sobre Satanás nuestro enemigo sino que el también pondrá a Satanás bajo nuestros
pies. «Y el Dios de paz. Aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con
todos vosotros» (Ro. 16:20).
Fue en este momento que entró en efecto el principio científico inmutable conocido corno la «segunda ley de la
termodinámica». Esta ley establece que cuando la energía pasa de un estado a otro, una parte se transforma en energía
calórica, la cual no puede volver a convertirse en una forma útil de energía. En otras palabras, podemos considerar este
universo como un reloj al que se le está acabando la cuerda. Esta ley se menciona en el Salmo 102:25.26 y Hebreos 1:10-
12.
«Y: Tú. Oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, más tú
permaneces: y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero
tú eres el mismo, y tus años no acabarán» (He. 1:10-12).
«Venid luego, dice Jehová. y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana» (Is. 1:18).
«Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de
la vida gratuitamente» (Ap. 22:17).
«... y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida...» (3:24).
Los querubines son aparentemente una clase especial de seres angelicales que tienen que ver con los asuntos
relacionados con la santidad de Dios. (Véanse Ex. 25:18-22; Ez. 10:1-20; Ap. 4:6-8.) Esta es la primera de dos clases de
ángeles mencionados en la Biblia. La otra clase mencionada son los serafines. (Véase Is. 6.) «En el año que murió el rey
Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había
serafines: cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al
otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria. Y los
quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo» (Is. 6:1-4).
«Para guardar el camino del árbol de la vida» (Gn. 3:24).
A partir de este momento, el árbol de la vida desaparece de las páginas de la Biblia. Reaparece una vez más durante el
milenio y la era eterna.
«Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del
Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos,
dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones» (Ap. 22:1, 2).