Cuento Las Medias de Los Flamencos
Cuento Las Medias de Los Flamencos
Cuento Las Medias de Los Flamencos
Cuentan que hace mucho tiempo, las víboras invitaron a unos cuantos animales a
un baile. Los afortunados en recibir la invitación fueron los sapos, las ranas, los
flamencos, los peces y los caimanes yacarés.
Los peces, como no podían bailar (porque no tienen pies), se asomaban en la orilla
y daban golpecitos en el agua con la cola…. Los yacarés acudieron con enormes
collares de bananas. Los sapos, se habían cubierto el cuerpo con escamas de
peces y daban saltitos por el agua intentando imitarlos. Los peces, claro, se reían
mucho y se burlaban de ellos. Las ranas llegaron muy tiesas, a dos patas, y con una
luciérnaga a modo de farolillo colgada del cuello.
Pero de entre todos los animales, las víboras eran las más hermosas. Se habían
vestido con trajes de tul, cada una, del color de su piel. Las verdes, con un tul
verde… las doradas, con un brillante tul del color del oro. Pero las más bonitas eran
las víboras corales, porque se habían hecho un larguísimo traje con tul de tres
colores: colorado, blanco y negro.
Y los flamencos, que eran más bien tontos, no tenían nada especial, porque no se
les ocurría qué ponerse… Hasta que vieron a las víboras coral. Entonces,
comenzaron a sentir una terrible envidia.
– Yo quiero ser como la víbora coral- dijo uno de los flamencos- ¡Todos la admiran!
– ¿Por qué no nos ponemos medias del color de las víboras coral? Así se
enamorarán de nosotras…
Y allá que fueron los flamencos al pueblo a buscar medias rojas, blancas y negras.
– ¡Largo de aquí! ¡Solo a unos pajarracos tan tontos como vosotros se os ocurriría
buscar medias así!- dijo otro de los tenderos.
– ¿En serio?
Y los flamencos, que eran tontos y no se dieron cuenta de que el tatú en realidad se
reía ‘por lo bajinis’ de su ocurrencia, fueron derechitas al árbol en donde vivía la
lechuza.
– ¿Medias coloradas, blancas y negras? Umm…. ¡Claro que sí! Tengo lo que
buscáis- dijo la lechuza al recibir a los flamencos.
Y el ave sacó unas pieles de víbora coral que guardaba de aquellas que había
cazado.
Los flamencos, locos de contentos, se pusieron las pieles de las víboras en las
patas. Estaban tan felices de poder ser como ellas, que no se dieron ni cuenta del
peligro que podían correr…
Nada más llegar al baile, causaron sensación. Todos los animales miraban sus
patas. Sobre todo, las víboras coral, que no podían dejar de mirarlas. Al principio,
obnubiladas y luego, con mucha curiosidad.
– ¿No se parecen esas medias demasiado a nuestra piel?- dijo una de ellas.
Pero los flamencos no dejaban de bailar, y así no había manera de fijarse bien en
aquello que llevaban en las patas. Hasta que el cansancio terminó haciendo mella
en los flamencos y uno de ellos, tropezó. Al caer al suelo, una de las víboras coral
se acercó y tocó la media con la lengua.
– ¡Son pieles! ¡Son nuestras pieles!- dijo enfadada la víbora- ¡Son las pieles de
nuestras hermanas!
HORACIO QUIROGA