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La eficiencia en el sistema Procesal…, Cartapacio de Derecho, Vol.

35 (2019), Facultad de
Derecho, Unicen.

LA EFICIENCIA EN EL SISTEMA PROCESAL.


UN NUEVO VALOR EN EL DERECHO
PROCESAL DEL SIGLO XXI

MARIO CÉSAR BARUCCA1


UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

En estos tiempos de permanente reformas, de un tiempo a esta parte se observa que


se ha consagrado un presunto nuevo valor, la eficiencia, que intenta justificar todos los
atropellos que se están cometiendo sobre los distintos poderes judiciales, derivando con ello
en una constante violación del Debido Proceso.

El profesor Guido Aguila Grados, nos enseñó en su intervención en el


Congreso Nacional de Derecho Procesal Garantista, aquí en Azul, allá por el

1
El autor es Magíster en Derecho Procesal por la Facultad de Derecho, UNR. Docente
Estable de la Maestría en Derecho Procesal de la Facultad de Derecho, UNR. Profesor de
Grado y de Posgrado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y de Ciencias Económi-
cas, UNdel Litoral y de Derecho y Ciencia Política de la UCA de Santa Fe. Docente de Gra-
do en la Facultad de Derecho de la UCA de Santiago del Estero. Juez de Cámara de la Cáma-
ra de Apelaciones de circuito – Santa Fe – Argentina.

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año 2007, que si hubiera un octavo mandamiento, ese sería el desagradeci-


miento.
Por el año 1989/90/91 Adolfo Alvarado Velloso era para mí un libro, y
fue a la Universidad Nacional del Litoral, a la Facultad de Derecho, a dar una
conferencia, a la sazón, la última que dio en esa casa de estudios.
En esa oportunidad, el libro se materializó y Adolfo se despachó con
“El debido Proceso es el Proceso”, y para uno, un imberbe, intespetuoso e
irrespetuoso y novel profesor de Derecho Procesal, eso le sonó ridículo y me
acuerdo que me fui protestando.
En el año 1998 comencé a cursar la Maestría en Derecho Procesal, la
Primera Cohorte, cohorte que, con la número 2, vinimos a inaugurar esta her-
mosura que es el Congreso de Azul, y allí en la Maestría realmente comprendí
qué era eso de que el debido proceso era el proceso, y muchas otras cosas más.
Adolfo Alvarado Velloso fue el que nos enseñó que más importante que
la congresalidad es la comensalidad, y así 21 años después cuando me junté
con Adolfo ya no hablamos de Derecho, sino de cocina o de vinos.
Por eso quiero agradecer a Adolfo Alvarado Velloso el que me haya
distinguido con su afecto, a los organizadores de estas Jornadas el permitirme
participar y a Dios el dejarme estar aquí. A todos gracias.
El tema elegido es un tema apasionante y que lamentablemente es tra-
tado superficialmente, atado a los vaivenes de los momentos políticos de turno
y a las decisiones de dicho tenor que muchas veces no se llevan bien con algo
tan preciado como es la institucionalidad de un Estado, con la Constitución de
un país.
En Argentina, y prácticamente en toda América Latina, en los últimos
25 años se ha experimentado un proceso muy intenso de reformas, especial-
mente en materia de justicia criminal, que ha transformado muchas de las ca-

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racterísticas de los sistemas judiciales de los países que lo conforman (CEJA,
2017).
En el último tiempo se ha podido constatar un creciente interés de mu-
chos países de la región por abordar ahora reformas en materias civiles, y lo
que antes era intentar unas reformas encabezadas por ciertos sectores de la
doctrina procesalista que sólo buscaban dotar de mayores poderes a los jueces,
los autores ahora mutaron y pasaron a ser burócratas, teóricos del Derecho
Civil o Político, que han encontrado un nuevo bálsamo que todo lo justifica.
La eficiencia.
Y así las respuestas a los problemas que requería la gente comenzaron a
ser brindadas por otros sectores, quienes critican a la doctrina procesalista de
ser eminentemente formal.
La cuestión es que, si bien cierto grado de razón tienen, en ese afán de
reformar, de parecer de avanzada, de ser políticamente correcto, no han trepi-
dado de violar cuanta garantía constitucional se cruza por el camino, alterar e
influir en la labor de los jueces y finalmente, destruir cualquier poder judicial
en aquellos lugares donde se hace necesario encarar una reforma.
La otra pregunta es, ¿qué es lo que se quiere reformar?, ¿una norma?,
¿un código?, ¿un sistema?. Y la verdad es que, como lo sostuvo Andrea Meroi
en un seminario acerca de cómo hacer una justicia civil más simple y eficien-
te: “Si se quiere hacer una reforma de todos los componentes del, vuelvo a la
idea, sistema de justicia, el código será lo último que se va a reformar”; como
así también convencerse de que la reforma de un sistema de justicia más que
de un código procesal es una política pública.
En Santa Fe, se formó una comisión para la reforma del sistema de jus-
ticia civil. Todo debe ser pensado en clave de un sistema. De un sistema donde

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el código es una parte. Pero lamentablemente lo único que se está intentando


modificar, es el código.
Ahora bien, ¿qué es un sistema?. Utilizamos el concepto de sistema de
justicia precisamente para denotar que aquí hay en juego un conjunto de arre-
glos institucionales que exceden al Poder Judicial y a los procedimientos que
estos utilizan, por muy relevante que ambos sean en esta temática. Por ello
resulta relevante al momento de discutir una reforma a la justicia civil, deter-
minar cuáles serán los objetivos que se busca cumplir como política pública
(CEJA, 2017).
Lamentablemente nada de esto está ocurriendo y todo se va convirtien-
do en letra muerta y, tras la búsqueda de la eficiencia, lo único que se está lo-
grando es deteriorar la labor del Poder Judicial, contribuyendo aún más a su
destrucción.
Digo esto porque de un tiempo a esta parte todo se mide en clave de
eficiencia, simplemente de números de cumplimiento de estadísticas y de me-
tas, cual call center de cobranzas de empresas multinacionales. Sólo falta que
les impongan a los jueces cuántas sentencias tienen que emitir por semana pa-
ra alcanzar los objetivos.
Y esto no es una locura, es lo que ocurre actualmente en la justicia pe-
nal de mi provincia de Santa Fe, nada más que, en vez de sentencias, se mide
por cantidad de audiencias que realizan por mes los distintos jueces que inte-
gran ese fuero.
Medir la eficiencia o no eficiencia de un sistema de justicia por la can-
tidad de sentencias que se emiten, no deja de ser un estudio equivocado y par-
cializado de la realidad y que cuenta con muchos peligros en ciernes.
Organizaciones tribunalicias sin contenido que sólo buscan cumplir ob-
jetivos, sin importar si hay justicia en sus decisiones, llegando entonces a en-

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contrarnos sentencias vacías de contenido, con terribles fallas técnicas que
sólo apuntan a obtener un número.
De esta manera no se sabe bien quién falla, cómo falla y por qué falla
de esta manera. La justicia cuando es previsible desalienta la litigación opor-
tunista, pues los sujetos tenderán a litigar en aquellos casos en que es altamen-
te probable que la justicia les dé la razón y abstenerse de ello en la situación
contraria. Si los fallos no entregan ese tipo de información (sino simplemente
una decisión de ganador o perdedor) y si se trata de decisiones que no generan
jurisprudencia (certeza de que se van a repetir en el futuro), el efecto preventi-
vo se reduce o desaparece, alentándose así la litigación oportunista (CEJA
2017).
En un discurso que hizo el presidente de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación, Dr. Rosenkratz, ante el Club Político Argentino- y que refleja
INFOBAE-, señalaba, explicando cómo podría contribuir un juez argentino a
que la sociedad pueda creer en la Justicia, en un párrafo que “ los jueces deben
ser muy diferentes a los académicos. La virtud intelectual más característica de
un académico es la originalidad. Nosotros los jueces no debemos ser origina-
les. Por el contrario, debemos ser predecibles” (Rosenkratz, discurso “Cómo
podría contribuir un juez argentino a que la sociedad pueda creer en la Justicia
2019”, en https://www.perfil.com/noticias/politica/opinion-carlos-rosenkrantz-
como-podria-contribuir-juez-argentino-a-que-sociedad-pueda-creer-en-la-
justicia.phtml).
Extraña paradoja, perseguimos a cualquier precio ser eficientes, para
parecer de avanzada y dar un salto de calidad en el servicio de justicia, enton-
ces exigimos sacar más sentencias, pero a su vez, con ello no desalentamos la
litigiosidad que sigue y sigue aumentando.
Y ya no se es eficiente.

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Evidentemente la cuestión pasa por saber quién maneja el eficientóme-


tro y más aún qué es lo que estamos midiendo. ¿Medimos cantidad de senten-
cias?, ¿cantidad de audiencias?, ¿o respuestas positivas a las necesidades de la
gente que, de esa manera y observando la calidad de las sentencias con las que
se resuelve su litigio, va construyendo una sociedad que sabe hacia dónde va,
o con qué grado de previsibilidad cuenta?.
Ante este escenario quedó perdido en el tiempo lo que nos enseñaba
Jorge Peyrano (1994), (aún sin coincidir), en tanto y en cuanto propugnaba la
llegada del cuarto estadío de los estudios procesales, luego de la práctica fo-
rense, el procedimentalismo y el procesalismo. Propugnaba en el año 1994 el
eficientismo procesal, muy distinto a lo que se propugna ahora.

El eficientismo procesal apunta entonces a poner en rendidor


contacto el qué es con el para qué es, para así estar en buenas
condiciones de aceptar (por servicial) o de rechazar (por inser-
vible) por ejemplo, una nueva institución procesal. No se cierra
a las novedades y tampoco a la especulación teorética, pero
menos aun a la realidad que imperiosamente reclama ser aten-
dida, y como se merece. El eficientismo, en definitiva, no es
otra cosa que el paladino reconocimiento de que ya no resulta
suficiente hallar una bella idea (sea para legislar, para fallar
en una causa, o bien para construir una teoría), puesto que
además es necesario probarla, para saber así acerca de sus
bondades o de sus defectos (Peyrano, 1994: 13-14).

O Adolfo Alvarado Velloso (2008) que en todos los institutos nos ense-
ña la presencia de la línea de eficacia (que se presenta siempre dentro del mar-

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co estricto de la pura actividad de procesar), y la línea de eficiencia que tiende
a la solución del litigio y por tanto, apunta a la sentencia, objeto del proceso.
“De tal modo, la línea de eficacia se relaciona con el desarrollo del proceso,
en tanto que la línea de eficiencia lo hace con su utilidad para la emisión de la
sentencia” (Alvarado Velloso, 2008: 30-31).
Siempre hablamos de eficientismo como sinónimo de dar la respuesta
adecuada que reclama el justiciable, no en el menor tiempo posible, sino en el
momento adecuado. Si es ya, bienvenido sea, si se debe demorar porque hay
otros aspectos a considerar para garantizar la plena vigencia del debido proce-
so, también lo recibiremos. Pero, lo que observamos – iteramos- es esto.
Medir eficiencia en términos de cantidad, en términos matemáticos no
se puede.
No se puede medir cuestiones humanas, jurídicas, con criterio matemá-
tico porque forzosamente caeremos en el error.
Si un juez tarda dos días en emitir su sentencia porque la conflictividad
del asunto, los intereses en juego, la complejidad del caso así lo requiere, y el
de al lado, en esos dos días dictó cuatro sentencias, dos en rebeldía, y dos de
mínima complejidad, a los ojos de las estadísticas será más eficiente que
aquel. Y sabemos muy bien que no es así. Seguramente nuestro primer juez
será mucho más eficiente al sentar su doctrina y evitar nuevos planteos sobre
el mismo tema, y ello nos lleva nuevamente a lo que siempre sostenemos.
La estadística es el arte de mentir con los números. Si mi vecino come
un pollo y yo no como, para las estadísticas los dos comemos medio pollo.
Tengamos en cuenta, también, que los valores son aquellos principios,
virtudes o cualidades que caracterizan a una persona, una acción o un objeto
que se consideran típicamente positivos o de gran importancia por un grupo
social.

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Los valores son aquellas cualidades que se destacan en cada individuo y


que, a su vez, le impulsan a actuar de una u otra manera porque forman parte
de sus creencias, determinan sus conductas y expresan sus intereses y senti-
mientos.
En este sentido, los valores definen los pensamientos de las personas y
la manera en cómo desean vivir y compartir sus experiencias con quienes les
rodean.
Son importantes para una convivencia social armoniosa. Sin los valores
como referencia frente a nuestra forma de actuar individual y hacia los demás,
las relaciones humanas se debilitan al no albergar criterios comunes para la
vida en sociedad.
Los valores son características positivas de gran importancia que
nos ayudan a ser mejores individual y socialmente. Se pueden enumerar mu-
chos valores claves para la construcción de una mejor sociedad, pero siempre
se debe tomar en cuenta que todos se encuentran interligados. Respeto, amor,
libertad, justicia, tolerancia, equidad, paz, honestidad, responsabilidad y paz,
son ejemplos de valores. Como vemos todos son relativos, salvo la libertad,
conforme cómo vive y piensa esa sociedad en ese momento determinado (CE-
JA 2017)
Lamentablemente hoy en día se ha consagrado un nuevo valor supremo
que todo lo justifica, la eficiencia, eficiencia entendida como la explicamos en
estos nuevos tiempos, y nos hemos olvidado que detrás de todo esto sigue vi-
gente una Constitución que consagra nada más y nada menos que el debido
proceso. El hombre de a pie que reclama justicia, solución a su reclamo. Ese
es nuestro desafío, defender eficientemente que siempre esté presente y garan-
tice nuestro accionar nada más y nada menos que el debido proceso. Que el
árbol no nos tape el bosque, no seamos políticamente correctos, y que si nues-

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tra actuación va a ser eficiente, que lo sea por la respuesta justa que damos al
reclamo y no un número más.

Conclusiones
Eficiencia no es igual a velocidad en el juzgamiento.
Eficiencia no es igual a número de sentencias en un tiempo determinado.
Eficiencia es igual a soluciones justas en el tiempo necesario.
La eficiencia no es un valor.
Y ahora para terminar, les dejo una pregunta.
¿Fui eficiente en mi relato?. Muchas Gracias.

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Referencias bibliográficas

Centro de Estudios de Justicia para la Américas – CEJA (2017): “La Reforma


como Política Pública”, material entregado en el II Programa Interamericano
de Capacitación sobre la Reforma a la Justicia Civil, Santiago de Chile, 2017;

PEYRANO, Jorge (1994): “Procedimiento Civil y Comercial”, T. 3, Rosario:


Juris;

ALVARADO VELLOSO, Adolfo (2008): Cautela procesal. Temas procesa-


les conflictivos 2, Rosario, Juris.

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