3.cuadernos CMN 1952 Casas Chilena

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..

CV ADER NOS
del
CONSEJO
de
MONVMENTOS
NACIONALES

3
LA CASA CHILENA
HASTA EL SIGLO JT I /'·

por

Eduard o Se . c h i

0983
4c
Z
ANTIAGO - -1 HILE '
----------

_ . EDUARDO S E C C H I

LA CASA CHILENA
HASTA EL SIGLO XIX

INTRODUCCIÓN DE
EUGENIO PEREIRA SALAS

CUADERNOS DEL
CONSEJO DE MONUMENTOS NACIONALES
TIRADA DE 500 EJEMPLARES

DERECHOS RESERVADOS
INSCRIPCIÓN
BIBLIOTECA NACIONAL

IMPRESO Y HECHO EN CHILE


PRIr-.ED AND MADE IN CHILE
IMPRENTA UNIVERSITARIA
VALENZUELA BASTERRICA ycfA.

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INTRODUCCION

<La vivienda del hombre»-ha escrito uno de los valores de la h is-


toriografía artística hispano-american a, el Profesor Edwin Walter Palm-
es un o de los índices más seguros de su vida. Toda la «condit io» humana
suele reflejarse en ella. Clima , costu mbres, posición social, hast a la po-
lítica y la religión form an en ella un conj unto que se ofrece claro a las
generaciones futuras. Lo arbit ra rio queda o excluído o limit ado a una
esfera est recha por un conserva ntismo inh erent e al homb re frente a los
datos inm ediatos de la vida» (l).
Por est as razones, el Consejo de M onumentos Naciona les ha creído
conveniente dedicar este nu evo "Cuaderno» al estudio de la casa solariega
chilena que agoniza ahora, ap lastada por la mole imponent e del progreso.
N uevos ti empos, nu eva arqu itectura , es, sin duda, un a fórmula inobje-
t ab le, pero también hay que respetar el pasado y así como en E uropa
se han conservado la hu milde piedra Stonehenge, los palafitos y los dól-
menes, nosotros en América debemos respetar las construcciones modestas
pero señeras, etap as de ese mismo pr ogreso que hay que estudiar objet i-
va mente.
Van qu edando ya pocas mansiones en Chile que ostenten la aristo-
crática pátina de los tiempos idos. Poseemos por fortuna las reconstruc-
ciones ideales que brotaran con raudal poético de la pluma sugerente de
don Benj amín Vicuñ a M ackenna, ese Intend ent e-historiador que unió en

(1) Edwin Walter Palm, Ecos de la arquitectura clásica en el Nuevo Mundo. La for-
mación de la casa dominicana (Añales de la Hniversidad de Sant o D omingo, Enero-
J unio. 1941) .

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su vida dinámica e! progreso y la tradición. La bibli ogr afía histórica
cuenta con páginas m aestras qu e ayudan a la comp rensión de la casa chi-
lena : la sobria y científica descripción que trae don E rnes to G reve, en
su Hi storia de la In geniería en Chile; el estudio estilístico y conce pt ual
del profesor Alfred o Benavides en su Hist oria de 'la Arquitectura en el
Virreinato del Perú y la Capitanía General de Chile; la evocación dom és-
ti ca de det alles en las páginas del Arte en la Epoca Colonial de Chile del
Pbo. Luis Roa Urz úa : la lírica y elocuente defensa de La P ortad a del
a rqu itecto Ricardo Dávila Carson , en su libro De Nuestra Arquitectura
del pasado.
Se comprende de hecho que el t ema es apasionante y los autores se-
ñalados han cont ribuido a seguir la trayectori a de la m ansión chilena
desde aquellas primerísimas, levant adas con t anto esfue rzo por las gene-
raciones criollas del siglo X VI hast a los palacios neo-clásicos que id eara
J oaquín T oesca.
Ceñido al delibe rado formato de estos Cuadernos y dentro de! espí,
ritu qu e los anima, es dec ir, la divu lgació n, .M anuel E duardo Secchi, dis-
ti ngu ido arquitecto de la Municipalidad de Santiago , ha escrito por espe-
cial encargo del Consejo de M onumentos N acionales, este folleto.
El señor Secchi siente como llamado imperioso la labor del Consejo
d estinada a salvar del olvido o de la pico ta dinámica del sep ult urero ,
nuestro pat rimonio ar tístico y ha acompañado de buena voluntad sus
campañas. Conoce como pocos el país; ha buscado las huellas del pasado
cual peregrino rom ántico y artista. H a sido un defensor de la línea ar -
quitectónica de la casona chilena y en ot ro de sus libros fundam entales
para e! conocimiento de! pasado santiaguino , ha escrito con oportuno
énfasis: «El ti po m ás ca racteríst ico, m ás exac tamente e! único que dentro
de nuestra arq uitect ura se ha produ cido, es la casa. Es la única ' forma
de la arquitectura española que llegó a chilenizarse, a consti t uir un caso
típico» (2) .
E l texto qu e condensa e! pensamiento del seño r Secc hi está subrayado
de una manera cas i musical por sus dibujos. Con. firm e trazo de línea en
que e! rigor objetvo no daña la espontánea .expresión estética, el auto r

(2) M. E. Secchí, La A rquitectu ra en Santiago. Siglo XVII a siglo XIX. E ditado


por la Comisión del IV Cent enario de Santiago. Pr ólogo de Rodulfo Oyarzún Ph. Santia-
go, 1941.

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nos ofrece una admirable antología gráfica de la casa chilena, en su evo-


lución estilística, en sus detalles característicos y tradicionales.
E l dibujo se carga de una atmósfera de sobria poesía que destaca el
alma de las cosas pasadas, reflejo de la fina sensibilidad de ese auténtico
artista que dob la la personalidad técnica y científica del arquitecto señor
Manuel Eduardo Secchi.

EUGEN IO PERE IRA SALAS.

Sant iago, Mayo de 1952.

l--
LA CA SA CHIL ENA
HASTA EL SIGLO X IX

r- -

En nu estra arquitec tura del pasado, la casa ha llegado a ser el máxi-


mo exponente de su desar rollo. Ningún otro t ipo de edificio alcanzó como
ella, fisonomía t an propia y evolución t an representativa, y en tal forma
ha sa tisfecho las necesidades de t odo orden que la inspiraron, que el ca-
rácter fund am ental de su plan ta se ha mantenido casi inalterable a t ra-
vés de tres centurias.
La casa chilena carac te rística ha sido , por tradición, una organiza-
ción const ruct iva cuyo núcleo es el patio. Alrededor de éste , se desarrolla
la distribución genera l. Est a unidad, mínim a en la casa modesta, se am-
plía a dos, t res o más espa cios abiertos rodeados de piezas y salas, en las
grandes casas.
Al igual qu e en la planta, en la fachada t ambién hay un elemento ma-
tri z, la portada. Mínima pero 10 suficiente como para destacarse en la fa-
chad a humil de, se ext iende y aumenta en importancia hasta aba rca r, en
el siglo pasad o, cas i un t ercio del frente t otal, en las grandes mansiones.
El dibujo de la Lám. 1 es un buen ejemp lo de casa mínima urban a, ubi-
cada en t err eno muy amplio, en que la mayor parte es un huerto inm enso.
Las casas de dos patios, no por escasez de t err eno sino dete rminadas
por pocas exigencias domést icas o por menor capacidad económica, son
numerosísimas. Pero par a nuestro estudio, difícilment e encontraríamos
en ellas el tipo de arquit ectu ra interesante y completo , necesari o par a ana-
lizar el arquetipo que nos mu estre el t ránsit o arquit ectónico en toda su

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etapa de origen, desarro llo y transformación. Es lo que nos ha llevad o,
pa ra este somero análisis, a ocuparnos de los tipos de casas más repr esen-
t at ivos.
T enemos en nu estra arquitectura pr ivada una t rayectoria elocuente
y una prueba de aquella verdad que, no por ser demas iado evidente deja
de ser menos actua l ; «la arquitectura es un reflejo del estado social y de
la cultura». Creemos que un estudio min ucioso y p rofun do de! proceso
constructivo de la vivienda en Chile, sería un a aportación valiosa a nu es-
t ra historia, ya que pod ría dar una idea fiel de los div ersos estados socia-
les que nuestro país ha .debido experimentar .

Al referirnos a las casas urb an as, pode mos observar qu e los solares
en que éstas se edificaban eran superficies aproximadament e rect angula -
res, de un cuarto (y después de un octavo) de manzana . La casa t radicio-
na l, derivada directamente del tipo mediterráneo, tiene su origen en la
casa hispano-romana, la que a su vez remonta a G recia . D e ahí qu e, en
la superficie seña lada y partiendo de la calle hacia el fond o, se desa rrolla-
ra tres partes-recuerdo del at rio, e! peristil o y el xistus o j ar dines- for-
madas por hileras de piezas longitudin ales y t ran sversales, qu e, dejando
tres espacios ab iertos y sucesivos de la calle hacia el interior, formaran
t res patios, siendo el segundo el centro de la casa . Es ta dist ribución gene-
ral con t res patios, con muy pocas va riantes de detalle, permanece duran-
t e tres siglos como el modelo de la casa chilena . Solamente a mediados .

.j de! siglo X IX, aparecen plantas de casas totalmente inspiradas en mode-


los foráneos y con muy distinta idea de! confort y de la belleza .
Al cent ro de la fachada, había una gran puerta que daba acceso a un
amplio zaguán por el cua l se entraba a la casa, y en el que se colocaba un
asiento de piedra destinado para e! descanso de la gente de fuera. E n e!
lado opuesto a aquél, se ab ría la puerta qu e correspondía a la pieza del
criado o portero.
Del zaguán, se pasaba al primer pa tio , amplio recinto cuadrado pa-
viment ado con piedra de río y rodeado de un a acera de losas de pied ra .
E ste patio, en el que entraba cabalgad ura y carretas, estaba circundado
por sus cuatro costados por edificios de un piso, teniendo el cuerpo que
daba a la calle, un alt illo agregado a modo de segundo piso. Las piezas
que rodeaban el pa t io lat eralm ent e, se ocupaban para guardar las pro vi-
siones y productos de la chácara o de la hacienda. En cua nto a las piezas
que daban a la calle, eran frecuentemente arrendadas, sobre to do si e! edi-
ficio daba a dos calles, pues la esquina se alqu ilaba para negocio.
La parte pr incipal de la casa estaba situada en e! segundo patio, qu e
formaba el cuerpo cent ral. Allí se distribuían los tres apose ntos más im-

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portantes, es decir la sala , la cuadra y la antesala. La cuadra era un vasto


recinto cuyas ventanas daban, en el lado opuesto, frent e al zaguán de en-
trad a a la casa; era la pieza céntrica y en ella estaba el estrado. La sala
era el forum del domicilio, y llamábase antesala, al dormitorio principal
de la casa, ubicado generalmente a la derecha de la cuadra. Las habita-
ciones de l segundo patio constituían los aposentos privados de la fami- .
lia. Sus puertas y vent anas daban sobre cor redores y pórticos, los que ro-
deaban el patio mismo, cuyos jardines y fuentes de agua convertían a esta
parte de la casa, en el sitio más agradable de toda ella .
Seguía po r último un patio interior, donde estaban la cocina, despen-
sas y piezas de la servidumbre, y que se prolongaba, mu y a menudo, en
form a de huerto, con una aceq uia de agua corriente.
Toda esta construcción era de adobes, excepto la portada que era de
a lbañilería de piedra o de ladrillo, por requerirlo así sus detalles y mayor
labor. Teja romana de a rcilla cubría el edificio y los pisos eran de ladri-
llos cuadrangulares llamados pastelones-algunos hubo también de for-
ma exagonal- , y de madera. En los corredores, los pilares de madera eran
empotrados en bases de piedra. E n todos los muros estucos de cal y los
int eriores afinados, decorados algunas veces «con romanas labores» al de-
cir de un cronista. E l gran patio principal era empedrado con piedra de
río y la acera circundante con losas de piedra. Todo sencillo y primitivo
si se quiere, mas , cuanta var ieda d y encanto en el colorido; en el ocre de
los pastelones, en el azu l o el rojo pálido de los paramentos, en el siena
int enso de los tejados. Volumen, color , ambiente, conseguido sin buscar-
lo. Paz y armonía elemental en que la ciencia no int ervino. Corredores
en penumbra, apilarados, exornados de madreselvas y de jazmines, en
que el agua de las fuent es en el patio, era un complemento cristalino.
Había en todo esto, en el conjunto, un encanto que hoy no sabemos
con certeza a qué atribuir, pero que formaba parte del espíritu de las co-
sas . «Las generaciones vecinas son impermeables », dijo Maurois, y acaso
por eso, cosas de ayer, no sabemos traducirlas. Llegará un mañana y en-
t onces habrá perspectiva suficiente para verlo mejor y juzgarlo en su me-
dida, porque acaso la era presente, demasiado realista, nos lleve a defor-
mar la verdad pretérita.
En cuanto a la fachada, ésta era el resu ltado de la planta, simple y
lógica como ella . En un comienzo, y dentro de los escasos med ios mate-
riales disponibles y la falta de ar tífices, se reducía tan sólo a los elementos
indispensables. Sin embargo, la entrada a la casa era tratada de un modo
espec ial poniendo en ella todo el énfasis posible y de ahí nació la portada,
que había de constituir siempre el motivo predominante. Acusándose al
principio como una simple elevación de la fachada (Serena) Lám. JI , cons-
ti t uyendo después un modesto altillo (Rancagua) Lám. III, o un más ele-
vado mirador (San Felipe) Lám. IV, llegó a constituir una composición

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arquitectónica en dominante vertical (Casa Colorada) Lám. V, o a incor-
porarse a la dominante horizontal (Merced y Mosqueto) Lám. VI.
Ahora bien, dentro de la evolución de este tipo clásico de habitación
urbana, pueden distinguirse tres etapas fundamentales:
1) La casa colonial que hemos descrito se mantiene inalterable des-
de los primeros tiempos de la Colonia y hasta muy avanzado el siglo
XVIII. El avance paulatino de la arquitectura se ve interrumpido por
los terremotos que, sin embargo, no hacen cambiar esencialmente la edi-
ficación doméstica. Después de cada cataclismo, se revisan los sistemas
constructivos, se recurre a materiales que respondan mejor, pero el con-
cepto de la casa prevalece vigorosamente. Lám. IX.
2) El primer patio cambia un poco y aparece, en algunos casos, un
corredor, visible desde la calle, adosado al primer cuerpo transversal del
edificio. El altillo de la casa primitiva se convierte en un segundo piso que
abarca el total de la fachada y esto hace cambiar, también, el tratamien-
to de la portada. Lám. X.
3) En el' siglo XIX se produce la transformación más importante,
en dos etapas secundarias:
a) El primer patio pierde por completo su carácter primitivo
(no entrarán a él, cabalgaduras ni vehículos), y se le rodea de corredores
por sus cuatro lados. Lám, XI.
b) Este mismo patio, o el segundo, se transforma en gran recin-
to cubierto con linterna o claraboya y aparece, en cierto modo, la idea del
atrio de la casa romana. El segundo piso, ya establecido, se extiende en
dos alas perpendiculares a la calle, rodeando el primer patio en tres de
sus costados en forma de una U abierta hacia el fondo.
En la segunda mitad del siglo pasado y cuando el uso de los vidrios
se hace general, los corredores abiertos se transforman en galerías cerra-
das con vidrieras.

El fin del siglo XVIII marca un acontecimiento importantísimo para


la arquitectura chilena. Llegó entonces a este país, el primer arquitecto,
don Joaquín Toesca. Antes de la llegada de Toesca, la construcción civil
estaba a cargo de alarifes y la religiosa, de monjes, sobre todo jesuítas,
constructores también de las casas en sus haciendas. Los guiaba la expe-
riencia y la intuición; la ciencia reemplazaría ahora a "ambas. Sin embar-
go, la presencia en Chile del ilustre arquitecto, no repercutió de modo de-
cisivo en la arquitectura privada, ya que edificios de gran importancia,
entre ellos la admirable 'Casa de Moneda, absorbieron sus preocupacio-
nes. Una sola casa, la de Ramírez Saldaña (después del Mayorazgo de
Alcalde), situada en Merced esquina de San Antonio, .fué proyectada por

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él. Seguía en general, la tradicional distribución interna, consultando no )
obstante para la fachada, un orden dórico muy semejante a lo que vemos
en la Moneda. El prematuro fallecimiento de Toesca interrumpió -el des-
arrollo de una labor considerable. De no ser así, tendríamos sin duda mu-
chas mansiones frutos de su talento; mas, no creemos que Toesca hubiera
innovado fundamentalmente en la planta clásica; para ejemplo, tenemos
la casa de Alcalde.

A mediados del siglo XIX, la casa tradicional cede el paso a la inva-


sión de ideas extranjeras y poco después se desarrolla la tendencia a las
arquitecturas nórdicas, llámense Tudores o Georgianas, olvidando la gran
tradición latina. Antes ya, se había adaptado estilos, pero casi siempre,
eran los hermanos mediterráneos de nuestro antiguo español, influencias
italianas o francesas, las que produjeron ob ras de gran belleza y señorío.
Naturalmente, las transformaciones de la planta, ya indicadas, afec-
tan de Igual modo a las fachadas. Estas se enriquecen y se complican y,
bajo las influencias europeas anotadas, llegan a realizar ejemplares como
en la casa de Monjitas y Mac-Iver, Lám. XII, que acusan una sobria or-
denación de elementos. Pero siempre, y a través de todo su desarrollo, la
portada ha significado el eje central, la evidente simetrfa de la fachada.
Paralelamente a este fenómeno, se inicia, cada vez con mayor celeri-
dad, la transformación de las condiciones económico-sociales de vida, cu-
ya repercusión en la arquitectura doméstica es evidente. La vivienda fa-
miliar, espaciosa y completa, va desapareciendo a medida que se multi-
plica el tipo de la casa más pequeña en el cual predomina la idea del
<home» inglés, tan grata en muchos aspectos, pero tan desconectada de
nuestro clima y de nuestra idiosincrasia, hasta llegar a la vivienda colec-
tiva con los grandes edificios de departamentos de nuestros días, confor-
tables, pero sin carácter.

Como lo hemos señalado más arriba, la etapa más interesante de


transformaciones de la casa urbana, es la que se opera a través del siglo
XIX, es decir, entre el espíritu propiamente colonial español y el propia-
mente extranjero o por mejor decir, contemporáneo. Deja de ser la arqui-
tectura, representación de localidad y de raza, para pasar a ser símbolo
del tiempo en que se vive. Mucho se estudia y se admira y con razón, el
período colonial, mas, se olvida la trascendencia del período de transición
a que nos referimos, que vincula el pasado con el presente. En el siglo
XIX, la antigua casa se enriqueció con aportaciones extranjeras inteli-

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gen temenre asimiladas y el cambio en su organización funcional y en su
estética fueron de t al suerte oportunas que, conservando su rango colo-
nial, noble pero algo tosco, llegó al refinamiento en su más cumplida ex-
presión . La casa chilena no decayó en ese período, como suele creerse; se
volvió hacia algo mejor y más completo.
Al respecto, pueden considerarse tres casas típicas: 1) La casa que
hasta hace poco ocupó el Ministerio de Educación en Avenida Bernardo
O'Híggins, Lám. XI II , cuya planta sigue aún la idea clásica de tres pa-
t ios, tratando el primero en forma novedosa para la época en que fué cons-
truído . 2) El llamado Palacio Cousiño, que se aparta por completo de la
tradición española y que tiene más opulencia que belleza. Lám. XI V. 3)
La casa que ocupa actualmente la Embajada del Brasil en Avenida Ber-
nardo O'Higgins, y que es, sin duda, la mejor y más equilibrada residen-
cia de ese período. Lám. XV.
Mientras no se perdió el punto de vista de la gran tradición hispana,
la arquitectura doméstica evolucionó en gran forma; pero una vez que el
movimiento hubo adquirido fuerza propia y empezó a actuar 'por si solo,
empezó la decadencia que ya a fines de siglo era evidente. Se anunciaba
en mala forma, el reemplazo total de la arquitectura del pasado, por otra
en que no había pobreza sino mezquindad y no había grandeza sino os-
tentación. Yanas hemos referido en otra ocasión a este fenómeno que tan-
ta importancia ha tenido en él desarrollo arquitectónico de Chile.

En la arquitectura sub-urbana y con los mismos caracteres de sobrie-


dad y funcionalismo que le son propios hay, sin embargo, mayor varie-
dad de plantas y de: soluciones de terminados, sobre todo por la ubicación
de la casa y los recursos de la zona en que se edifica. El corredor es el ele-
mento principal y más característico. Algunas veces , se mantiene la solu-
ción urbana de tres patios. A menudo, se adopta el gran patio central ro-
deado de los aposentos, enorme construcción rectangular o cuadrangular
con una sola abertura (ancho portón), fácilmente defendible. Lám. XV I.
Se construye también en forma de U primero de un piso, más tarde de
dos, con corredores y galerías abiertos en los tres costados interiores de
esa U. Lám. XVII. Pero, y en términos generales, la mayor amplitud del
terreno y la relación necesaria entre la casa de campo y las demás cons-
trucciones que son su complemento, han creado un conjunto de edificios
ligados entre sí por patios y corredores, conjunto bien coordinado que la
gente denomina hasta hoy, «las casas». De estos tipos de construcción
quedan muchos, diseminados en el campo chileno, constituyendo un her-
moso ejemplo de lo que, con escasos medios puede conseguirse, cuando el
arte de construír está animado por una noble y sincera intención, Láms.

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X VI I I Y XIX. Nuestra naturaleza generosa crea un marco de belleza


extrao rdinaria a estas construcciones cuya contemplación es fascinant e.
Las provincias centrales de Chile, tan fav orecidas de sol, conservan
admirables ejemplos de esa arquitectura que si bien es cierto no podría
llam arse chilena propiamente tal, porque der ivada de la española;' tiene
un fuerte rasgo característico criollo. En esa arquitectura simple, desta-
cada la mayoría de las veces sobre un fondo de cord illera, se observa un
principio de solución sencilla y raciona l. Aunque no significa un a revela-
ción de forma desconocida, ni de algo en absoluto diferente de lo llamado
colonial, impresiona por su libre y segura belleza, habiendo elementos
como el .corre dor, e! patio, e! oratorio, po r ejemplo, que constituyen un
valor estético apreciable. Y es que esta belleza no es producto de rebusca-
miento ni de combinaciones arbitrarias; es resultado de un plan orgánica-
ment e desarrollado ; es la repr esent ación sensible de una función, princi-
pio de t oda arq uitec tura verdadera, independiente de la decoración y el
ornamento .
E l sentido vital de nu est ras viviendas rurales aparece animado de
un a gran significación, porque v emos en su plást ica un sentido act ua l,
un sello de autenticidad que se ha bía perdido y que sólo ahora se empieza
a recu perar. En su pu reza ar caica, se filtra ese algo de genuino que asoma,
mu y su til ; algo hondo, ent rañab le, que para aquellos espíritus que sepan
captarlo, cristaliza en depurada geometría .

N o podríamos cerrar este breve estudio, sin recordar algunos elemen-


t os muy tí picos de nuestra arquitectura, comunes a menudo a nuestras
casas t anto urbanas como ru rales . Fo rman ellos parte de la distribución
espacial o de la estructura . A veces, agregan un motivo decorativo, sobrio
como t oda nu est ra arquitectura colonial, pe ro nunca se apa rtan de un
sano funcionalismo. Nos referimos aquí a los balcones, rej as , pilares de
esquina . . . , elementos que dentro de los caracteres generales señalados ,
llegan a ser clásicos en estos edificios y que con el desarrollo de la cons-
trucción, adquieren cierta varied ad y gracia . Las port adas, los corredo-
res, los balcones , entre otras, son partes de alta importancia en que la ca-
pacidad y el gusto de los alari fes logran, a veces, expresarse en magníficas
realizaciones. A med ida que avanza e! a rt e de la construcción, aparecen
div ersas ob ras en piedra, madera y hierro, que constituyen un verdadero
acierto. Las ilust raciones que acompañan este estudio dan una ligera idea
de 10 mu cho que los elementos constructivos hubieron de desa rrollarse a
través de! tiempo y de la importancia estilística que alcanzaron. E l recor te
d e las vigas y sopandas, por ej emp lo, e! dibujo de las rejas, el t ab leraj e
de las pu ertas, denotan un a fantasía y a veces una exuberancia que hace
recordar e! ancestro orient al. Láms. XX a XX IV.

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Ha habido que esperar un medio siglo para que; a través de la deso-
rientación reinante, la verdadera tradición trasmutada en voluntad ar-
. tística, animara el espíritu que hoy, sobre un fondo de inquietudes y reti-
cencias, se aspira a desarrollar.
Después del vendaval de estilos y caprichos de fines del siglo XIX
y primer cuarto del actual, se vuelve los ojos a la olvidada tradición y,
dentro de moldes nuevos, se construye algunas casas hables y hermosas:
la de Edwards en San Isidro de Quillota, la de Ossandón en Zapallar, el
llamado «Palacio de los Presidentes» en Viña del Mar. Hay 'en todo esto
un encomiable afán que nos acerca al pasado con discreción y buen gusto.
Hoy, bajo el signo de los nuevos tiempos, en plena era maquinista,
no siempre bien comprendida y a menudo mal interpretada, la casa chi-
lena queda distante en una luminosa lejanía. En la perspectiva del tiem-
po, aprendamos a valorizar la arquitectura sin vacilaciones, digna y 16-
gica que fué la de nuestras casas. Felizmente, a lo largo de Chile, en nues-
tros campos, pueblos y ciudades, algunas de estas viejas casas quedan
como testimonio, para invitarnos a la meditación y para enseñanza de lo
que es es el verdadero concepto de la arquitectura.

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r
INDICE DE LAS ILUSTRACIONES

DIBUJOS DEL AUTOR


LAMINA 1 TIPO DE CASA MÍ NIMA .
II CASA DEL MARQUÉS DE VILLA SE ÑOR; LA SERE NA.
» III CASA DE SANTI BÁÑEZ ; RANCAGUA .
IV CASA DE PARRASÍA ; S AN F ELIPE (SEGÚN HAGEL).
V CASA COLORADA ; S ANTI AGO.
VI CASA E N M ERCED ES Q. MOSQUETO; S ANTI AGO.
VII CASA DE PARRASÍA; PLANTA (SEGÚN HAGEL) .
VIII CASA COLORADA; PLANTA.
» IX E SQUEMA 1. ° TIPO DE CASA.
X E SQUEMA 2.° TIPO DE CASA.
X I E SQUEMA 3.° TIPO DE CASA.
X II CASA MONJITAS E SQ. MAC IVER; S ANTI AGO.
X III Ex-MINISTERIO DE EDUCACIÓN; PLA NTA.
X IV PALACIO COU5I ÑO ; S ANTI AGO ; PLAN TA .
XV EMBAJADA DE BRASIL; S ANTIAGO; PLANTA.
XVI PLANTA TÍPICA SUB-URBANA Y RURAL.
» X V II PLANTA TÍPICA SUB- URBANA Y RURAL.
» X V I II CASA EN ~EL TAMBO » ; PROVI NCIA ACONCAGUA .
X IX C ASA EN <EL ALMENDRAL >; PROVINCIA A CONCAGUA.
XX BALCÓN DE MADERA; S ANTI AGO.
XXI C ORRE DOR ; S ANTI AGO.
XXII PILARES DE E SQUI NA EN P E TOR CA y Los ANDE S.
XXIII REJAS DE FIERRO; S ANTI AGO ; SIGLOS X V II -XV I II - SIG L O
X IX.
» X IV REJA DE MADE RA; ILLAPEL.

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24 LAMINAS
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LAMINA I TIPO DE CASA Mí NnIA .


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LAMINA IV CASA DE PARRASÍA; S AN FELIPE (SEGÚN HAGEL) .
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LAMINA V CASA COLORADA ; S ANTIA GO.
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LAMI NA XV E~BAJADA DE BRASIL; S ANTI AGO; PLAN TA.

LAMI NA X VI PLANTA TÍPICA SU B- U R BANA Y RUR.<\.L.

LAMI NA X VII PLANTA TÍPI CA SUB-U RBA NA Y RUR.<\.L.

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LAMINA XX BALCÓN DE: MADERA ; S ANTIAGO.

LAM INA XXI CORRED OR ; S ANTIA GO.


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L A MI N A XXII PILARES DE: ESQUINA EN PETORCA y Los ANDES.

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LAMINA XX III REJAS DE FIERRO ; S ANTI AGO; SI GLOS XVII-X VIII - SIGLO X IX.

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LA M INA X I V R EJA DE MADERA; ILLAPEL.
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P UBLICADOS AL CUIDADO DE
LA OFICI NA TÉCNICA DEL
CON SEJO DE MON UME NT O S
NACIONALES

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