Efectos Hombre Sobre La Biósfera. Problemas Ambientales

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL 1

FACULTAD DE BIOQUÍMICA Y CIENCIAS BIOLÓGICAS


ESCUELA SUPERIOR DE SANIDAD “DR. RAMÓN CARRILLO”

EFECTOS HOMBRE SOBRE LA BIÓSFERA. PROBLEMAS AMBIENTALES


La gestión sostenible del ambiente y los recursos naturales es crucial para el
crecimiento económico y el bienestar humano. Cuando se administran bien, los
recursos naturales renovables, las cuencas hidrográficas y los paisajes terrestres y
marinos productivos pueden ser la base del crecimiento sostenido e inclusivo, la
seguridad alimentaria y la reducción de la pobreza. Los recursos naturales
proporcionan medios de subsistencia a cientos de millones de personas y generan
cuantiosos ingresos tributarios.
Los ecosistemas del mundo regulan el aire, el agua y el suelo de los que
todos dependemos y constituyen un mecanismo de defensa único y eficaz en función
de los costos contra los fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático.
Los ecosistemas saludables son esenciales para el crecimiento a largo plazo de
sectores económicos como la agricultura, la silvicultura, la pesca y el turismo. Proveen
cientos de millones de empleos.

Un tercio de las 100 ciudades más grandes del mundo se abastece de agua a
partir de áreas protegidas. Tres cuartas partes de los 115 principales cultivos
alimentarios del mundo se basan en la polinización animal. En los países en
desarrollo, los bosques, lagos, ríos y océanos aportan una proporción considerable de
los alimentos, combustibles e ingresos de los hogares, y constituyen una red de
protección social valiosísima en épocas de crisis, particularmente para los pobres que
viven en zonas rurales.

Cátedra Ecología Humana. Año 2021. Mg. Lic. Norberto Muzzachiodi


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La UICN avanza en la definición de la lista de la lista con los diez ecosistemas


más amenazados, que son aquellos considerados en colapso (Mar de Aral) y en
peligro crítico de extinción (los nueve restantes). La explicación a la aparición de
cuatro lugares de Australia reside en que todos se concentran en el área de mayor
desarrollo urbano, industrial y agrícola de la isla, la costa sureste, con una población
que sobrepasa los trece millones de habitantes.
Estos primeros seleccionados son 1. Mar de Aral (Uzbekistán-Kazajistán); 2.
Bosques de acacias en la cuenca del Río Senegal (Senegal, Malí y Mauritania); 3.
Turberas elevadas de Renania (Alemania); 4. Matorrales de 'fynbos' de El Cabo
(Sudáfrica); 5. Lagunas Coorong y estuario del río Murray (Australia); 6. Manantiales
kársticos del sur (Australia); 7. Pantanos costeros de la cuenca de Sídney (Australia),
8- Humedales de la cuenca Murray-Darling (Australia); 9- Bosques de laminariales de
Alaska (Estados Unidos); 10- Arrecifes de coral del Caribe
A la primera lista habría que añadir los 19 ecosistemas presentes entre los 48
lugares declarados Patrimonio Mundial por la Unesco que considera en peligro.
Algunos coinciden con la primera, como los arrecifes de coral del Caribe (Belice) y los
bosques de galería de la cuenca del río Senegal (Parque Nacional Niokolo-Koba). El
Parque Nacional de los Everglades (Estados Unidos), junto a los bosques tropicales,
sobre todo los de la cuenca del Congo en la República Democrática del Congo,
además de los de Honduras (Río Plátano), Indonesia (Sumatra) y Madagascar
(Atsinanana), aparecen también en la lista roja de la UNESCO.
Ahora bien, la integridad y la funcionalidad de estos activos naturales
esenciales se ven cada vez más comprometidas, ya que entre el 60 % y el 70 % de
los ecosistemas del mundo se están degradando más rápido de lo que pueden
recuperarse. La gestión inadecuada del ambiente y los recursos naturales da lugar a
pérdidas económicas considerables; por ejemplo, un monto estimado de
USD 80 000 millones al año se desaprovecha debido a la mala gestión de la pesca en
los océanos.

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La contaminación atmosférica ahora es el cuarto factor de riesgo más


importante de muertes prematuras, y contribuye a 1 de cada 10 muertes en todo el
mundo y causa grandes pérdidas de bienestar e ingresos. La naturaleza está bajo
amenaza y 1 millón de especies de animales y plantas, de un total estimado de 8
millones, están en riesgo de extinción, muchas de ellas en unas décadas, según el
último informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y
Servicios de los Ecosistemas (IPBES).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 90% de la humanidad
respira aire contaminado y, en consecuencia, solicita una disminución de la polución
para reducir el índice de enfermedades respiratorias, evitando así siete millones de
muertes al año. El agua contaminada también causa problemas importantes de salud,
además de cinco millones de fallecimientos anuales según Oxfam Intermón. La ONU
aboga por eliminar los vertidos, minimizar el uso de productos químicos y depurar más
cantidad de aguas residuales, entre otras medidas.
La protección de los océanos, se vuelve imperativa. Los mares se han
convertido en los grandes vertederos de plástico del planeta. Además, existen otros
graves problemas medioambientales relacionados con los océanos como el deterioro
de los ecosistemas por el calentamiento global, los vertidos contaminantes, las aguas
residuales y el derrame de combustibles. La ONU insta a mejorar la administración de
los espacios protegidos, dotarlos de recursos suficientes y disminuir la sobrepesca, la
contaminación y la acidificación de los océanos causada por el aumento de la
temperatura terrestre.
Mientras la energía supone un 60% de todas las emisiones mundiales de
gases de efecto invernadero (GEI), la ONU calcula que el 13% de la humanidad carece
de electricidad y que 3.000 millones de personas dependen de los combustibles fósiles
para cocinar. Esta situación requiere de una transición energética hacia un modelo
más limpio, accesible, eficiente y basado en el uso de fuentes renovables para formar
comunidades más sostenibles, inclusivas y resistentes a problemas
medioambientales como el cambio climático.
El estrés hídrico y la escasez de agua será el próximo conflicto mundial para
muchos autores. La falta de este recurso, vital para la supervivencia humana, animal
y vegetal, afecta a más del 40% de la población mundial y, según el Foro Económico
del Agua, la agricultura representa más del 70% del agua utilizada en los países más
áridos del planeta. Un uso responsable de los recursos hídricos mejorará la
producción alimentaria y energética, además de proteger la biodiversidad de nuestros
ecosistemas hídricos y ayudarnos a frenar el cambio climático.
Los fenómenos meteorológicos extremos, se manifiesta con mayor
recurrencia. Asi el aumento de la temperatura terrestre está propiciando eventos
climáticos cada vez más frecuentes, intensos y devastadores como sequías,
huracanes y olas de calor. Mantener el termómetro a raya, como se viene impulsando
en las negociaciones al más alto nivel, y mejorar nuestra capacidad de respuesta ante
las emergencias climáticas son las claves para minimizar el número de estas
catástrofes y aprender a adaptarnos y defendernos de ellas.
La producción intensiva de alimentos tiene consecuencias nefastas para el
medio ambiente al empobrecer el suelo y los ecosistemas marinos, siendo necesario
pensar en un modelo alimentario sostenible. Además, la sobreexplotación de los
recursos naturales ha puesto en peligro la seguridad alimentaria y el abastecimiento
de agua potable. La ONU considera imprescindible un cambio del modelo productivo
y de nuestros hábitos alimenticios, apostando por una dieta más vegetariana y con
alimentos de proximidad para ahorrar energía y emisiones de CO2.
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La protección de la biodiversidad es un desafío vigente, ya que el 8% de las


especies animales conocidas ha desaparecido ya, mientras el 22% se encuentra en
peligro de extinción debido, sobre todo, a la destrucción de sus hábitats naturales, la
caza furtiva y la introducción de especies invasoras. La ONU ha pedido acciones
contundentes para terminar con estas amenazas y preservar nuestro patrimonio
natural, como los cada vez más amenazados bosques.
La biodiversidad está integrada por la variedad y abundancia de especies, así
como la extensión y calidad de los ecosistemas donde estas habitan. En 46 años, las
poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios han disminuido a nivel
global. En América Latina y el Caribe, esa pérdida fue de 94%. Así lo dio a conocer la
organización World Wild Fund en informe Planeta Vivo 2020, tras medir la abundancia
de aproximadamente 21.000 poblaciones de animales desde 1970 hasta 2016.

En la Latinoamérica, los grupos que presentaron tendencias negativas fueron


los reptiles, anfibios y peces. Los reptiles, por ejemplo, se ven afectados por el cambio
de uso de suelo y la sobreexplotación, mientras que los peces de agua dulce sufren
debido a la fragmentación del hábitat derivada del desarrollo de proyectos
hidroeléctricos. En cuanto a los anfibios, las enfermedades y la pérdida de hábitat son
las mayores amenazas. Existe un creciente riesgo de extinción de las especies
vegetales. De hecho, la cantidad de especies vegetales extintas es el doble que la
cantidad de mamíferos, aves y anfibios extintos. Se calcula que una de cada cinco
especies vegetales -alrededor del 22%- se encuentra en peligro de extinción, la
mayoría de ellas se hallan en los trópicos.

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En América Latina y el Caribe, los motores de la degradación son la pérdida de


hábitat (51,2%), la sobreexplotación de especies (21,8%), el cambio climático (12,5%),
las especies invasoras (12,2%) y la contaminación (2,3%).
De hecho, el cambio de uso de suelo para producir alimentos es una de las
principales causas. La producción de alimentos, tiene un alto costo para el ambiente
ya que es el responsable del 80% de la deforestación global, el 70% de la pérdida de
biodiversidad terrestre, el 29% de las emisiones globales de gases de efecto
invernadero, el 70% del uso del agua y el 50% de la pérdida de biodiversidad acuática.
La transformación de hábitats nativos prístinos -como bosques, praderas y
manglares- en sistemas agrícolas implica la modificación del entorno donde habitan
las especies por remoción completa, fragmentación o reducción de la calidad del
hábitat. El otro que sufre es el suelo. Sin la biodiversidad del suelo, los ecosistemas
terrestres pueden colapsar, ya que el 90% de los organismos vivos -incluidos algunos
polinizadores- pasan parte de su vida en este.
El crecimiento de las ciudades, que tendrán que albergar a unos 5.000
millones de personas en 2030, será otro de los grandes desafíos ambientales de la
década. Las metrópolis del futuro tendrán que ser compactas, seguras, inclusivas,
ecológicas y eficientes a nivel energético, con más zonas verdes, construcciones
respetuosas con el medio ambiente y medios de transporte más sostenibles que le
resten protagonismo al tráfico para dárselo a los espacios peatonales.
La superpoblación y la gestión ordenada de los residuos sigue sin poder
controlarse. La ONU prevé que la población mundial supere los 8.500 millones de
personas en 2030, obligándonos a reducir notablemente la generación de residuos
mediante actividades de prevención, reducción, reciclado y reutilización propias de la
conocida como economía circular con el objetivo de minimizar su impacto en la salud
y el medio ambiente.

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Los recursos extraídos de la tierra alcanzaron 90.000 millones de toneladas


métricas y menos del 10 por ciento de esos recursos fueron reciclados nuevamente a
la economía. Además, millones de toneladas de plástico fluyen hacia nuestros
océanos, con consecuencias devastadoras para la vida marina. “Todos los días
vivimos con las deficiencias de un modelo económico lineal basado en ‘Tomar, hacer
y disponer’”, explicó las Naciones Unidas, quien señaló que todas esas deficiencias
se plasman “en la forma en que producimos, usamos y descartamos los teléfonos
móviles”. Estos teléfonos que todos usamos se construyen normalmente con al menos
60 metales diferentes, desde el grafito hasta el silicio y el oro. La extracción de muchos
de estos metales es extremadamente dañina para el medio ambiente y para las
personas y comunidades involucradas en la extracción.
Mientras tanto, en el otro extremo de la cadena de producción y consumo, cada
año se generan alrededor de 45 millones de toneladas de desechos electrónicos, por
un valor aproximado de 55.000 millones de dólares. Y esta cifra está creciendo,
mientras se recicla o reutiliza menos del 20% de esa basura.
Los niveles crecientes de desechos electrónicos desechados representan
riesgos para la salud humana, el cambio climático y el desarrollo: filtran las toxinas en
los suelos y las capas acuáticas, afectan la calidad del agua que bebemos y emiten
metano, que contribuye al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Frente a esos retos, existen distintos ejemplos de medidas que reducen la
sobreexplotación de recursos naturales o eliminan la contaminación, como por
ejemplo la decisión de la cadena de hoteles Hilton de reducir en un 50% el consumo
y desperdicio de agua o la de Costa Rica y la India de prohibir los plásticos de un solo
uso.
“Nuestra solución para salir de estos ciclos insostenibles de consumo y
producción es clara: debemos cambiar nuestra percepción de que el progreso
económico requiere un agotamiento de los recursos naturales. Debemos centrarnos
en crear productos con pocos componentes y productos que duren, en lugar de
lanzarlos después de un solo uso. Debemos asegurarnos de que cada producto roto,
desechado o agotado se pueda reciclar o reutilizar, en lugar de terminar en un
vertedero o en un lado de una carretera. Y debemos apoyar el recrecimiento de todos
los recursos renovables, para garantizar que estén disponibles para las generaciones
futuras. Debemos, en efecto, crear una economía circular”.
Tal y como se describe en el informe del PNUMA Prevenir la próxima
pandemia: zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión, ambas actividades
humanas suponen la mayor amenaza para la supervivencia de las especies
migratorias en peligro de extinción y el mayor riesgo de que la zoonosis se extienda
de los animales a las personas. Esas actividades suponen el uso consuntivo de las
especies silvestres y la destrucción y fragmentación del hábitat.
Más de dos terceras partes de las enfermedades emergentes (tales como el
ébola, el zika y la encefalitis por virus Nipah) y casi todas las pandemias conocidas
(como la gripe, el VIH/SIDA y la COVID-19) tienen su origen en los microbios
presentes en animales. Dichos microbios pueden extenderse de tal manera que
afecten a las personas como resultado del contacto con la vida silvestre o el ganado.
Aproximadamente 1,7 millones de virus que aún no han sido descubiertos existen en
especies mamíferas y aves, y entre una tercera parte y la mitad de ellos podrían llegar
a infectar a los humanos. Los principales reservorios de patógenos que pueden llegar
a convertirse en pandemias se encuentran en mamíferos y algunas aves, además de
en el ganado, como, por ejemplo, en los cerdos, camellos y aves de corral.

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Expertos proponen crear un Consejo Intergubernamental para la Prevención de


Pandemias, abordar los factores de riesgo, incluida la deforestación y el comercio de
vida silvestre, y proponen impuestos a las actividades de alto riesgo pandémico.
Pandemias en el futuro surgirán con más frecuencia, se propagarán más
rápidamente, tendrán mayor impacto en la economía mundial y podrían matar a más
personas que COVID-19. Un nuevo informe sobre biodiversidad y pandemias
elaborado por 22 expertos líderes de todo el mundo propone un cambio transformador
en nuestro enfoque global para hacer frente a las enfermedades infecciosas.
COVID-19 es la sexta pandemia global desde la pandemia de gripe de 1918, y
aunque tiene su origen en microbios transportados por animales —como todas las
pandemias— su aparición ha sido impulsada enteramente por actividades humanas,
reporta el informe publicado recientemente. Se estima que otros 1,7 millones de virus
actualmente “no descubiertos” existen en mamíferos y aves, de los cuales hasta
850.000 podrían tener la capacidad de infectar a las personas.
Cambios en la forma en que usamos el suelo, la expansión e intensificación de
la agricultura, y el comercio, la producción y el consumo insostenibles perturban la
naturaleza y aumentan el contacto entre la vida silvestre, el ganado, los patógenos y
las personas. Este es el camino que conduce hacia las pandemias.
El riesgo de pandemias puede disminuir significativamente si se reducen las
actividades humanas que impulsan la pérdida de biodiversidad, mediante una mayor
conservación de las áreas protegidas y medidas que reduzcan la explotación
insostenible de las regiones de alta biodiversidad. Esto reducirá el contacto entre la
vida silvestre, el ganado y los humanos, y ayudará a prevenir la propagación de
nuevas enfermedades.
Otro de los grandes enemigos es el cambio climático que amenaza nuestra
salud, nuestros ecosistemas naturales, nuestra agricultura, nuestras economías,
nuestra salud y nuestra seguridad.
“El cambio climático también está vinculado a nuestros hábitos insostenibles
de consumo y producción. Supimos esta semana que el 53% de las emisiones son
causadas por la extracción y el procesamiento de recursos. El año pasado, el Panel
Intergubernamental sobre el Cambio Climático dijo que solo tenemos 12 años para
cambiar de rumbo.

Para hacer frente a este inmenso desafío recordó que el Secretario General,
António Guterres, ha convocado una reunión de líderes mundiales que tiene lugar este
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septiembre en Nueva York, “no para que vengan con discursos sino con un plan”, ya
que el Acuerdo de París no es suficiente para detener el cambio climático.
Avances en la ciencia desde el informe anterior en 2013 permitieron a los más
de 200 científicos que participaron en el reporte dar un mensaje tan serio como
inequívoco: la influencia humana ha calentado el planeta a un ritmo sin precedentes
en al menos 2000 años.
Y aún si se logran reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto
invernadero, la temperatura seguirá aumentando y es probable que para 2040 exceda
los 1,5 °C, el límite considerado seguro por el Acuerdo de París. (Sólo en un escenario
futuro de muy bajas emisiones se proyecta que la temperatura media global pueda
descender a fin de siglo por debajo de 1,5 °C).
Algunos cambios, como el incremento en el nivel del mar, son además
irreversibles en cientos o miles de años.
Y añadió: “Un plan para reducir las emisiones en un 45% durante la próxima
década y alcanzar la meta de cero emisiones netas en 2050. Un plan para
descarbonizar la electricidad y finalmente construir infraestructuras y ciudades más
sostenibles. Un plan para crear no solo empleos verdes, sino empleos verdes
decentes, lo suficientemente ambicioso y lo suficientemente creíble para convencer a
todas las personas que salen a las calles de que se los toma en serio”.

El IPCC señala con alta confianza que es "extremadamente probable que el


aumento del nivel del mar continúe en los océanos en torno a América Central y del
Sur, lo que contribuirá a un incremento de inundaciones costeras en áreas bajas.
En el caso del norte de Sudamérica, que incluye Venezuela, las Guyanas y
parte de la Amazonía, se señala con alta confianza que va a aumentar el número de
días secos y la frecuencia de sequías.
En esta conclusión hay dos indicadores distintos, uno es el aumento en el
número de días secos, un indicador de la aridez. Pero lo otro es que aumenta la
frecuencia de sequías. En el informe hablamos de tres tipos de sequías: la sequía
meteorológica (un déficit de precipitación), la sequía hidrológica (déficit de caudales
de ríos), y la sequía agrícola y ecológica (déficit de agua en el suelo).
En el caso del noreste de Sudamérica, que incluye parte de Brasil, el informe
del IPCC afirma con alta confianza que aumentará la duración de las sequías.
Habrá pérdidas en los glaciares, por disminuciones en la nieve y el hielo y
aumentos en las inundaciones pluviales y de ríos; asi como existen proyecciones de
índices de condiciones favorables a incendios forestales (cálidas, secas y ventosas)
indican un aumento en el riesgo de estos eventos (alta confianza).

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