Artículo 2 Inciso 3
Artículo 2 Inciso 3
Artículo 2 Inciso 3
Según la Constitución Política del Perú de 1993: Art. 2 Inc. 3. Libertad de conciencia y de opinión
señala que: “A la libertad de conciencia y de religión, en forma individual o asociada. No hay
persecución por razón de ideas o creencias. No hay delito de opinión. El ejercicio público de
todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la moral ni altere el orden público”.
La libertad de conciencia y de religión está garantizada por este artículo en el Perú. Este artículo
establece que tanto los individuos como los grupos son libres de adherirse a sus propios puntos
de vista y prácticas religiosas. También es ilegal la criminalización de opiniones, así como la
persecución basada en ideas o creencias.
Sin embargo, también se establece que todas las confesiones religiosas podrán practicarse
libremente en público siempre que no atente contra la moral ni perturbe la paz. Esto significa
que, si bien se protege el derecho a practicar la propia religión, debe hacerse de manera
adecuada y dentro de los límites establecidos por la ley, particularmente a la luz de la moralidad
y el orden público.
d) Creencias: Las creencias son opiniones sólidas que tiene un individuo o un grupo sobre
lo que es real o verdadero en el mundo. Estas opiniones pueden relacionarse con una
amplia gama de temas, como política, religión, moralidad, ciencia, cultura y otras facetas
de la vida. Las creencias desempeñan un papel crucial en la forma en que las personas
perciben y comprenden el mundo y pueden tener un impacto en su moral, sus
elecciones y sus acciones.
El espacio donde se mueve el derecho a la vida, reconocido como el primero de todos los
derechos en el orden existencial, es más profundo que el ámbito donde debe afirmarse la
posición de la libertad de conciencia. Sin socavar el significado supremo de este derecho, es
importante enfatizar que la libertad de conciencia, junto con la libertad de pensamiento y la
libertad de religión, se sitúa en un orden superior y, en cierta medida, más importante que el
derecho a la vida. Estas libertades son parte de la estructura fundamental del ser humano. De
ello se deduce que el derecho a la libertad de conciencia es una garantía de que una persona
vivirá y crecerá de una manera adecuada y digna de su ser humano: su naturaleza racional.
La capacidad que tiene cada persona de establecer su propio juicio moral y de actuar de acuerdo
con ese juicio que libremente ha emitido se conoce como derecho a la libertad de conciencia.
En otras palabras, este derecho permite a cada uno modificar su comportamiento de acuerdo
con lo que lo bueno o lo malo está determinado por la razón. El juicio moral práctico, o "juicio
de conformidad de una acción concreta con una regla de moralidad que forma parte del sistema
moral de una religión o de una ética natural", está así protegido por la libertad de conciencia.
Al definirse de esta manera, el derecho a la libertad de conciencia debe dejar claro que su
alcance abarca dos dimensiones: primero, una dimensión positiva, que se traduce en la libertad
de cada persona de crear su conciencia y actuar en consonancia con ella; y segundo, una
dimensión negativa, aspecto negativo, según el cual nadie puede ser obligado a actuar en contra
de la guía de su conciencia.
Por lo tanto, para estar libre de conciencia, siempre hay que crear un juicio práctico que valore
ciertos hechos o actitudes como buenos o malos, aceptables o inaceptables. Dado este
supuesto, es evidente que la libertad de conciencia está relacionada con el derecho a una pronta
objeción de conciencia.
El factor que subyace a la libertad religiosa es la religión, ese sistema de interacciones entre el
creador y la creación, que nacen tanto en la persona como en la dimensión, en contraposición
al derecho a la libertad de pensamiento y al derecho a la libertad de conciencia.
Dado que simboliza una realidad positiva de la sociedad, debe ser apoyado y preservado por el
Estado.
La libertad de conciencia, por otra parte, salvaguarda la capacidad de cada persona de adoptar
un juicio moral práctico y actuar de acuerdo con esa convicción. Según Hervada, la libertad de
conciencia tiene un impacto en la libertad de expresión y la libertad de pensamiento religioso.
Por ejemplo, la ética natural u otros principios axiológicos que el sujeto entendió libremente
(libertad de pensamiento) o el sistema moral de la religión que practicó libremente (libertad
religiosa) son las fuentes del juicio práctico o regla de moralidad que se protege por la libertad.
de conciencia.
Desde la Segunda Guerra Mundial, cuando se fundó el movimiento internacional a favor de los
derechos humanos, el derecho a la libertad de conciencia ha sido reconocido a escala mundial
como un derecho humano fundamental.
A nivel de las Naciones Unidas, este derecho está expresamente reconocido, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), así como la Declaración Universal de
Derechos Humanos (DUDH).
En su artículo 18, la DUDH, que fue adoptada por la Asamblea General de la ONU el 10 de
diciembre de 1948, reconoce la libertad de conciencia en las siguientes palabras, junto con la
libertad de pensamiento y religión:
Como se puede observar, este acuerdo internacional reconoce las libertades antes mencionadas
como un derecho único. La DUDH busca dar el mismo respeto a todas las convicciones, sean
religiosas o no. Sin embargo, es necesario protegerlos de otra manera. Por este motivo se
reconocen tres libertades diferentes.
El PIDCP del 19 de diciembre de 1966 muestra esta propensión similar a combinar el derecho a
la libertad de conciencia con los derechos a la libertad de opinión y la libertad de religión.
Según el artículo 18.1 de este Acuerdo, “Toda persona tiene derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de tener o adoptar la
religión o las creencias de su elección, así como la libertad de manifestar su religión o sus
creencias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, mediante el culto, la
celebración de los ritos, las prácticas y la enseñanza”.
“Toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión. Este derecho implica la
libertad de conservar su religión o sus creencias, o de cambiar de religión o de creencias, así
como la libertad de profesar y divulgar su religión o sus creencias, individual o colectivamente,
tanto en público como en privado”.
Como puede verse, las creencias también se tratan simultáneamente a nivel estadounidense,
tanto religiosos como agnósticos. Sin embargo, es factible observar una mejora menor en la
separación de las libertades de religión y de creencias en comparación con lo que ocurre a nivel
de las Naciones Unidas en religión, conciencia y pensamiento. Dado que el derecho a la libertad
de pensamiento va acompañado del derecho a la libertad de expresión en el artículo 13 de la
Convención Americana, sólo simultáneamente se reconocen a nivel de la OEA la libertad de
conciencia y la libertad de religión.
“Toda persona tiene derecho: (…) A la libertad de conciencia y de religión, en forma individual o
asociada. No hay persecución por razón de ideas o creencias. No hay delito de opinión. El
ejercicio público de todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la moral ni altere el
orden público”.
Aunque el componente parece haber pasado por alto el hecho de que la libertad religiosa, como
mencioné anteriormente, presenta una dimensión tanto individual como colectiva, el
reconocimiento no es exacto.
La tercera frase del artículo 14 de la Ley Suprema peruana menciona tranquilamente el derecho
a la libertad de conciencia: "La educación religiosa se enseña con respeto a la libertad de
conciencia".
“(…) es asumida, por lo general, como la facultad del individuo de actuar y realizar su vida en
consonancia con su personal concepción deontológica. En otras palabras, es la libertad de la
persona de poseer su propio juicio ético o moral y de actuar conforme a dicho juicio en su
entorno social o en el contexto en el que se desenvuelve”.
“supone la capacidad de toda persona para autodeterminarse de acuerdo con sus convicciones
y creencias en el plano de la fe religiosa, así como para la práctica de la religión en todas sus
manifestaciones, individuales o colectivas, tanto públicas como privadas, con libertad para su
enseñanza, culto, observancia y cambio de religión”.
Conclusión:
Bibliografía:
Raúl Chanamé Orbe (2023). Constitución Política del Perú Didáctica. Editora y Librería
Jurídica Grijley E.I.R.L.
LLAMAZARES FERNÁNDEZ, Dionisio, Derecho de la libertad de conciencia I. Libertad de
conciencia y laicidad, 3ª edición, Editorial Aranzadi, Navarra, 2007, p. 17.
Convención Americana sobre Derechos Humanos. Artículo 13: “1. Toda persona tiene
derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la
libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística,
o por cualquier otro procedimiento de su elección”.