Amores Tóxicos

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Amores tóxicos

“Olvídalo querida, ya vendrán otros mejores. Hay cientos de


chicos, sólo debes tener paciencia”, intentaba consolar Silvia a su
sobrina Tamara, que había terminado con su novio, el cual ya
llevaban más de un año juntos.
Lejos de las minimizaciones de las personas que más nos quieren,
esas que no pueden vernos sufrir bajo ningún aspecto, se esconde
un dolor intenso -difícilmente descriptible- en lo más profundo de
las entrañas. Los vínculos afectivos son por demás delicados de
tratar, mucho más aun, cuando se produce un corte en la relación.

Esas tías quizá olviden que el dolor de un amor pasado hasta puede
resultar más doloroso que la muerte misma de otro ser (Di-s no
permita): el deceso de un ser humano no es algo que podamos
evitar, a fin de cuentas la muerte es parte de la vida también, no
resulta ser una decisión propia. En cambio, el distanciamiento de
una pareja forma parte de una decisión de alguna (o ambas) de las
partes.
El amor pasado se transforma en un “muerto vivo”, pues, existe
una parte que ya no está con nosotros, que “murió”, pero a la vez
está “viva”, pudiéndonos cruzarlo en cualquier momento.

Más allá del posible dolor post corte, este factor no debería ser
tomado en cuenta si se percibe que la relación no da para más.
Es preferible sacrificar el pasado, a fin de proyectar un presente y
un futuro más feliz.
No es pecado cortar una relación a tiempo. No existen ni “malos”
ni “pobrecitos”… concluir que aquella persona no era la indiciada,
no significa que seamos malas personas.

Existen casos en donde se debe evaluar lo más pronto posible si


continuar con la relación. Esto sucede cuando el amor, lejos de
aproximarse a la salud y a lo placentero, se transforma en un
vínculo patológico, demandante y -hasta quizá- enfermizo.

Veamos algunos casos:

a) Amor dependiente. Absoluta dependencia de la otra mitad.


Nada hace sin consultarle a él/ella. Mensajes de texto, llamados

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telefónicos, chateando hasta largas horas de la noche. Sin límites
de horario. Avasallando a su par.
Si bien esta dependencia puede sentirse agradable para el
demandado, este vínculo –con el tiempo- puede provocar serios
inconvenientes en la pareja como ser: celos desmedidos, libertad
limitada, desgaste de la relación, etc.

b) Amor desganado. Cuando producirte para salir te incomoda,


cuando conversar por teléfono te resulta pesado, si el hecho de
comunicarte con tu pareja para pactar una cita resulta una carga,
verifica con tu otra mitad qué anda pasando entre ustedes.
Blanqueen la situación lo antes posible mediante una comunicación
fluida. Si existe una confianza importante, lo mejor sería que
expreses libremente (y con la delicadeza que ello conlleva) lo que
te está sucediendo internamente.

Es doblemente importante que puedas realizar este último paso.


Podrás encontrarte como respuesta con un: “sí, de hecho a mí me
pasa lo mismo, ya no me siento como en las primeras citas”; o
bien: “no, yo sigo encantado contigo”. Las dos variables son
posibles (y más también…) Pero lo importante aquí es el planteo, y
luego sí, en otra instancia, la resolución.

Algunas parejas pueden poner un punto final a la relación; otras


decidir que se darán un tiempo para luego reencontrarse en un par
de semanas y observar las reacciones de la abstinencia (es
aconsejable); otro podrán preguntarse: “¿qué podemos hacer para
alimentar la relación?, ¿qué puntos podríamos solucionar?”.
Infinidad de propuestas. Lo importante aquí es que exista el
planteo. Y, por sobre todo, tener claro que solucionar el conflicto
no necesariamente signifique que la pareja siga su curso normal.
Pocos comprenden que a veces la mejor solución es que
justamente no haya solución: estar con el otro debería ser algo
placentero, no insoportable y fastidioso. Una relación en donde
ambos se sientan cómodos, libres en su accionar.
A fin de cuentas, obligar a querer no es saludable para ninguna de
las partes.

c) Amor sin rumbo. Para formar algo serio se deben tener claros
los objetivos de vida: la manera de alcanzarlos, los sueños, los
proyectos en común. Antes que nada tú debes tenerlos caros. La
atracción física no es amor sino pasión y, como todo lo pasional,
en algún momento termina.

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A fin de evitar personas inmaduras que aun no saben qué quieren
de sus vidas, chequeamos lo antes posible qué tipo de metas tiene
(y obviamente si se adecuan a las nuestras). Un filtro para
evitarnos dolores de cabeza es intentar esclarecer este punto en
las primeras citas. El tiempo es valioso para ambas partes.
Hagámonos (y hagamos) un favor.

d) Amor condicionado. El más letal. No sólo se humilla a la


persona en sí, sino a su propia esencia. “Te quiero si eres de tal o
cual manera”, “si haces tal o cual cosa”, “si tu trabajo te deja
tantos y tantos dólares”. Trivializa a la persona por lo que tiene y
no por lo que es (que resulta ser lo más valioso para el ser
humano).

Existe un intento de manipulación en el cual uno exige, en vez de


aceptarlo tal cual es. Eso no es amor. Amor no es tapar los
defectos ni echarlos de menos, todo lo contrario: amor significa
conocerlos y aun así aceptarlos. Amar resulta ser un acto
incondicional. ¿O acaso se debería estar midiendo cada palabra
antes de hablar con la pareja, con tal de gustarle? (no sea cosa que
se “enoje”) Si llegas al punto de tener que simular o medir con
escuadra tus palabras, chequea a ver qué está pasando, que
aunque te sientes atado y con libertad limitad, decides seguir con
la relación (¿quizá baja autoestima pensando que no conseguirás
algo mejor?). Recuerda que un amor condicionado es un amor
estrangulado, que no lleva a ningún lado (hoy te quiere por esto,
¿y mañana por qué será?, ¿cambiarás tu esencia en cada estación
estival, en base a lo que se le ocurra a otro?).
Personas conformistas y con baja autoestima deben verificar muy
bien este punto. Aquellas seguramente son muy propensas a
deprimirse antes una posible ruptura y quizá el sólo hecho de
pensar el dolor que significaría “dejar ir”, los compromete aun
más para no “soltar”.

e) Amor con poco condimento. “Ya le dije que la amo, ¡no sé que
más quiere!”. Sucede cuando la relación ya está afianzada y como
nadie se tiene que ganar el cariño de nadie, pues todo marcha
viento en popa, se deja de regar el amor. No olvidemos que el
amor no es algo que se produce automáticamente, sino que hay
que trabajar en ello, se debe construir. Por eso existe un precepto
de “amar al prójimo como a uno mismo” (Levítico 19:18), si sería
algo que vendría “solo”, pues, no habría precepto. El hecho de

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exigirnos aquello, significa que está en nuestras manos –y es
nuestra obligación- promocionarlo.

Mientras que este conflicto sea por desatención o falta de


comprensión de la pareja frente a la importancia de los halagos,
no por un real desinterés y sintomatología de cansancio de las
partes, este tipo de amor es más sencillo de curar (siempre y
cuando exista un diálogo y apertura entre los pares…) Eso sí: no
olvidemos que “regar” al amor no necesariamente signifique
“ahogarlo”…

A fin de evitar todos estos mal de amores, lo ideal es facilitar un


clima de absoluta libertad, en donde la crítica no tenga lugar y en
donde cada uno pueda expresarse libremente. Ser lo que se es.
Que el diálogo fluya y exista una confianza mutua.
Ir chequeando percepciones a medida que avanza la relación,
facilitará un buen y normal desarrollo de la pareja.

No olvidemos que, a diferencia de tener que “soportar” al jefe en


la oficina, aquel que nos es impuesto apabullándonos y
exigiéndonos constantemente (también existen jefes buenos…), el
noviazgo es una elección propia (o al menos así debería serlo…)
Hay que disfrutar de ese estado. El no estarlo es el síntoma que
nos marca que algo no está funcionando bien.

Si haz dejado atrás un amor tóxico, luego de agradecerle a Di-s por


haberte ahorrado tiempo y desazón, toma impulso para conocer a
la próxima persona y esta vez sí, estar más atento a lo que se
presente…

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