UNIDAD IV Derecho Romano

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UNIDAD IV derecho romano

1.- El principado: acumulación del poder en Augusto. Naturaleza jurídica, diversas teorías.
2.- Ciudadanía y clases sociales. Organización del ámbito hegemónico. Provincias.
3.- Distintas clases de provincias. El sistema financiero del Principado.
EL PRINCIPADO: HISTORIA POLÍTICA Y CONSTITUCIONAL
Se denomina principado al sistema de gobierno que se implantó en Roma entre los años 27 a.C (momento en el que Augusto
logra concentrar el poder en su persona al ser nombrado tribuno vitalicio) y 284 d.C (año en que Diocleciano termina con la
anarquía del siglo III y asume el poder absoluto implantando la Tetrarquía). Este lapso histórico también es denominado en
algunas obras como "Alto Imperio"
EL PRINCIPADO Augusto: Proceso de acumulación de poder
Octavio, que después va a ser conocido como Augusto, venció a Marco Antonio en la batalla de Accio (año 31 a.C.) con lo que
quedó como único heredero de la fortuna y, sobre todo, del prestigio popular de Julio César y quedó como indiscutible jefe de
Roma. En el año 29 a.C. revisó la lista de senadores y expulsó a ciento noventa miembros que consideró indignos de formar
parte del cuerpo, ya que habían sido incorporados por César y no pertenecían a la clase senatorial. Algunos de ellos, inclusive,
acababan de recibir la ciudadanía romana.
A partir de esta reducción en el número de senadores, el cuerpo volvió a representar a la nobleza romana quedando excluidos
los partidarios de los sectores menos favorecidos.
Como jefe militar, conservó el título que ostentaba desde el año 40 a.C. Después de dos años de transición, en una reunión del
Senado del año 27 a.C., recibió por parte de ese cuerpo una serie de atribuciones militares y administrativas, que fijaron su
posición como jefe del Senado y Primer Ciudadano o princeps. Así surgió la nueva forma de gobierno que denominamos
Principado. En esa misma ocasión, Octavio recibió el título de Augusto, como “incrementador” y restaurador del Estado, que
agregó a su anterior denominación y que se convirtió en el nombre por el cual lo conocemos.
El Senado le confirió el poder proconsular maius et infinitum y el imperium consulare, en virtud del cual tenía el gobierno
absoluto de las provincias en donde hubiera tropas destacadas, salvo África y Macedonia y la supervisión de todas las otras.
Recibió también la potestas tribunicia, lo que lo convirtió en inviolable y le permitió utilizar la intercessio para oponerse a
cualquier decisión de otro órgano de poder. Por la potestas censoria podía designar a los miembros del senado y removerlos
cuando quisiera y por ser pontífice máximo pudo controlar toda la vida religiosa de Roma.
Se le habían ido confiriendo, además, diversas prerrogativas que le permitían:
a. dirigir la política exterior,
b. legislar mediante el dictado de disposiciones que recibieron el nombre común de constituciones,
c. el control total de la política financiera y económica incluyendo emisión de moneda,
d. designar a los magistrados, mediante el método de proponer candidatos únicos,
e. estar exento del veto de cualquier magistrado incluyendo los tribunos, y
f. tener el absoluto control de las fuerzas militares.
Mediante ese paulatino pero constante proceso de acumulación de poder Augusto reunió en su persona los poderes y
facultades que antes estaban repartidos entre los magistrados y sacerdotes y pudo controlar y supervisar al Senado y a los
comicios. Se convirtió, entonces, en detentador de la suma del poder político.
Al título de prínceps senatus se le sumó el de Augusto (adjetivo que significaba a la vez "santo", "excelso", "venerado" y
"majestuoso") y, por si estos fueran pocos honores, el de Padre de la Patria.
Todas estas facultades y prerrogativas eran en principio sólo otorgadas al propio Augusto, pero, cuando murió, su sucesor
(Tiberio) las heredó como si fueran bienes propios y de allí en más cada emperador recibió en bloque todos esos poderes,
consolidándose un sistema de gobierno que recibió la denominación de "Principado" y que se organizó como verdaderas
dinastías.
El punto más débil de esta etapa del Principado era la forma de determinar la sucesión al trono del nuevo princeps. En un
principio se seguía el sistema de la cooptación: el príncipe elige al siguiente, adoptándolo y compartiendo el gobierno en vida.
Fue así que se sucedieron durante el Principado cuatro dinastías.
La primera de ellas es la dinastía Julio-Claudiana (29 a.C. a 68 d.C.), que recibe esa denominación porque todos los príncipes
pertenecían a la alta nobleza romana y llevaban el nombre de las gens julia y de la gens claudia. El primero de esta dinastía fue
el propio Augusto (29 a.C- 14 d.C) que gobernó Roma por más de cuarenta años y adoptó a Tiberio, hijo del primer matrimonio
de su esposa Livia. El segundo fue Tiberio (14-37) quien murió asesinado por quien iba a sucederlo, Calígula (37-41), único
miembro de la familia Julia (por adopción) que sobrevivió a la muerte de Tiberio. El ascenso al trono lo trastornó y en su corto
gobierno demostró su desequilibrio mental. También murió asesinado y lo sucedió su tío Claudio (41-54), que no pertenecía a
la familia Julia y nunca imaginó que subiría al trono porque en su niñez había sufrido poliomielitis y tenía severas
discapacidades. No obstante, Claudio fue un gran emperador que conquistó las islas británicas e hizo construir importantes
obras. A su turno fue también envenenado por su esposa Agripina que logró hacerlo suceder por su hijo del primer
matrimonio, Nerón (54-68). En el año 64 se produce el incendio de Roma que Nerón atribuye a los cristianos y se suicida luego
de la rebelión de Galba.
Luego del suicidio de Nerón y en el lapso de un año se sucedieron varios emperadores que no llegaron a consolidarse hasta
que adviene la segunda dinastía, llamada de los Flavios (años 69- 96). Contrariamente a lo que sucedía con la dinastía anterior,
los Flavios no provienen de la nobleza romana sino de la burguesía y son, en realidad, un jefe militar, Vespaciano (69-79)
Militar victorioso y con mucho prestigio, restablece el orden interno y define por escrito las relaciones entre el prínceps y el
Estado. y sus dos hijos: Tito (79-81) y Domiciano (81-96) que muere por una intriga palaciega.
La dinastía que más años gobernó fue la tercera: la de los Antoninos (96-192), En realidad no conforman propiamente una
dinastía ya que, salvo entre los dos últimos emperadores, no existía vínculo familiar entre ellos. integrada por Nerva (96-98);
Trajano (98-117) Adriano (117-138), Antonino Pío (138-161), Marco Aurelio (161-180) y Cómodo (180-192), un demente
peligroso que murió asesinado. Durante el gobierno de los Antoninos, Roma alcanzó la mayor amplitud geográfica y su poderío
militar le permitió no sólo extender sus fronteras sino mantener alejados todos los peligros sobre ellas. Casi todos los
emperadores de esta dinastía provenían de las provincias más romanizadas, pero, a excepción de Nerva, no habían nacido en
la ciudad de Roma.
La última de las dinastías fue la de los Severos (193-235), integrada por Septimio Severo (193-211), de origen africano, que se
dijo hijo de Marco Aurelio y hermano de Cómodo; Caracalla (211-217); En el año 212, por medio de la Constitutio Antoniniana
concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio. Heliogábalo (218-222), de origen sirio y que introdujo en
Roma los modales y costumbres de la teocracia siria y terminó asesinado por sus soldados; Alejandro (222-235) quien tuvo
igual muerte que su antecesor, iniciándose un período de anarquía militar que durará casi medio siglo. Como se ha visto, estos
emperadores eran los menos romanizados y provenían de África y Asia, por lo que implantaron sistemas de gobierno cada vez
más alejados de los antecedentes republicanos.
La característica principal de estas dinastías es que cada una de ellas representa una mentalidad distinta que va acompañando
la grandeza primero y la paulatina decadencia siguiente del imperio. La dinastía julioclaudiana introduce en el poder a los
miembros de las grandes familias aristocráticas romanas. Sus componentes son aristócratas romanos emparentados entre sí,
que no pocas veces intentaron regresar al sistema republicano, como se hizo más patente en el caso de Claudia. La dinastía de
los Flavios significó el acceso al poder de la burguesía romana en la figura de sus generales más aguerridos. Son más toscos,
pero mucho menos sometidos a las intrigas palaciegas propias de la aristocracia. El momento culminante desde el punto de
vista de extensión territorial y poderío militar va a llegar con la dinastía de los Antoninos que pertenecen a las provincias más
romanizadas y está integrada por emperadores que tenían de Roma una visión idealista. Es una dinastía fuertemente
influenciada por la filosofía estoica que va preparando el camino para la irrupción del cristianismo. Los Severos son, en cambio,
provenientes de las provincias más recientemente incorporadas al Imperio y tienen componentes culturales fuertemente
vinculados con el modelo oriental de revolución urbana. Los recuerdos de la tradición republicana son para ellos un estorbo,
más que un ideal.
Como puede apreciarse, el Principado va derivando desde un sistema de gobierno todavía con apariencias republicanas al
absolutismo más cerrado.
Pax Romana
Se denomina así al período de casi dos siglos (los primeros de nuestra era) en que se pudo vivir en paz y prosperidad en el
Imperio. Se trató de un excepcional momento de la historia universal. El Imperio Romano, tanto en el llamado siglo de
Augusto, como bajo los Antoninos (salvo el convulsionado gobierno de Marco Aurelio), disfrutó de una profunda paz, sólo
interrumpida por distantes guerras fronterizas.
La paz y la incorporación de nuevos territorios trajeron un período de grandes beneficios económicos y permitieron un cierto
grado de industrialización que redundó en un mejoramiento de la situación general, aunque se continuó con el viejo sistema
de producir y vender en el mismo sitio, lo que limitó grandemente el desarrollo de establecimientos que requirieran mucha
mano de obra. La paz y el mejoramiento y cuidado de caminos y puentes, como la desaparición de los peligros que significaban
los piratas, benefició el comercio interno y aun el externo con India y China, como lo comprueban las monedas romanas allí
encontradas.
Cabe recordar asimismo que es durante estos dos primeros siglos que florecen los mejores momentos del arte y la
arquitectura romana. Las obras de Virgilio y Horacio como la construcción del Coliseo, son de esta época.
La muerte de Alejandro Severo fue seguida de un colapso total de las instituciones. Los diferentes ejércitos, uno tras otro,
proclamaban emperadores a sus comandantes, y también los deponían ante la más mínima queja contra su severidad o
flaqueza. Utilizaban su fuerza para saquear sin piedad a las pacíficas y prósperas ciudades del Imperio. Entre los años 235 y 284
hubo veintiséis emperadores y sólo uno de ellos murió de muerte natural.
Por otra parte, nuevos grupos bárbaros se apretaban sobre las fronteras imperiales. La anarquía militar y la lucha contra el
Imperio Persa posibilitaron la penetración de los germanos dentro de las fronteras del Rin y el Danubio.
Los impuestos se elevaron enormemente en el siglo III. Las requisas extraordinarias para las necesidades del ejército se
convirtieron en costumbre y ese estado general abrió el camino para la implantación de un sistema mucho más oriental,
llamado Dominado
La naturaleza jurídica- política del Principado: diversas teorías. Los poderes del princeps. Decadencia de los antiguos órganos
republicanos
Una cuestión muy debatida en doctrina es cuál era la naturaleza jurídico-política del sistema institucional llamado Principado.
Resulta claro que antes de Augusto existía un sistema que -formalmente- podemos llamar “Republicano”. Ese era el nombre
que los romanos de su tiempo le daban y el que siguieron usando hasta la caída del Imperio.
Tampoco hay ninguna duda ya en calificar al sistema llamado Dominado como una verdadera Monarquía Militar. Pero el
sistema que modeló Augusto y que se conoce como Principado ha recibido diversas calificaciones que cubren un amplio arco
del espectro institucional.
Los escritores de aquella época se dividen tajantemente entre los partidarios del sistema (Polibio) que se inclinaban por definir
al Principado como una “República” o a lo sumo como una “República Protegida” (se entiende que el protector era -
precisamente- el princeps) y los opositores que la clasificaban como una “Monarquía” (abierta o encubierta).
El jurista e historiador alemán Teodoro Mommsen hizo célebre su caracterización del sistema institucional del Principado
como una Diarquía, es decir, un gobierno de dos cabezas. En ese sentido Mommsen decía que el Príncipe y el Senado
compartían el poder, basándose en las siguientes razones:
a) Había provincias gobernadas por el princeps y otras por el Senado. Esto era efectivamente así: las provincias más
“romanizadas” (es decir, aquellas que por el largo tiempo transcurrido desde su incorporación a Roma habían adoptado
ya una cultura romana y aceptaban pacíficamente su dominación) estaban a cargo de gobernadores designados por el
Senado, como -por ejemplo- Hispania.
En cambio, las provincias recientemente incorporadas, donde subsistían aún bolsones de resistencia que requerían la
presencia de tropas romanas para asegurar la paz, estaban a cargo de Gobernadores designados por el Príncipe, como Siria.
No obstante, quienes critican la teoría de Mommsen recuerdan que el princeps ejercía la supervisión del gobierno de las
Provincias Senatoriales mientras que el Senado no tenía injerencia alguna en los que gobernaba el prínceps
b) El Príncipe designaba a los Senadores y los Senadores designaban al princeps. Esta afirmación de Mommsen merece una
aclaración: mientras el Príncipe efectivamente designaba y removía a los Senadores a través de la Lectio Senatus que
emitía en su carácter de poseedor de la Potestas Censoria, el Senado se limitaba a “recibir” o “reconocer” formalmente al
princeps una vez que éste había asumido. De manera similar a la que el Congreso de la Nación recibe en nuestros días al
presidente electo, cuando este asume el cargo.
c) El Senado y el Príncipe emitían moneda. Efectivamente, ambos órganos de poder emitían moneda. Pero, mientras el
Príncipe se encargaba de las de oro y plata (es decir: las más importantes), el Senado emitía las de bronce y cobre (un
equivalente de los centavos modernos). De esa manera, el verdadero control de la emisión de moneda -y por ende de su
valor y estabilidad- lo tenía el princeps.
d) Había dos cajas del tesoro separadas. El princeps recaudaba para su fortuna personal, que recibía el nombre de Fisco y el
Senado tenía su propia caja que se llamaba Erario. Con el tiempo, el Erario se fue reduciendo a ser, en la práctica, la caja
de ciudad de Roma, mientras que el Fisco hacía frente a los cada vez mayores gastos del Estado.
De todo lo expuesto surge que la teoría de Mommsen resulta difícil de sostener, a pesar de la jerarquía científica de su
creador.
A la luz de los estudios modernos aparecen elementos indubitables que nos llevan a concluir que el Principado, lejos de ser
una Diarquía donde compartían el poder el princeps y el Senado, era -en realidad- un sistema atípico, pero mucho más
cercano a la Monarquía que a la República. En efecto: las más importantes instituciones republicanas decaen a partir del siglo
I. Las magistraturas quedan reducidas a funciones meramente simbólicas o religiosas y los comicios directamente
desaparecen. El populus, como tal, ya no tiene forma de expresarse y el Senado cambia su esencia, culminando la
transformación iniciada a fines de la República. Los Senadores ya no serán ex magistrados sino que son designados “a dedo”
por quien ejerce el poder. En cuanto al presunto equilibrio entre Senado y princeps, no cabe ya duda de que no es tal. El
poder de los Príncipes va en constante aumento, fundamentalmente, porque -a medida que se van sucediendo las distintas
dinastías- la mentalidad de los gobernantes es cada vez más autocrática y autoritaria hasta que termina en el siglo III por
tornarse francamente oriental. Ya no habrá “principales entre pares” sino que ahora el Imperator será un Dominus, cuando
no, directamente, un Dios, con monumento y culto propio.
Poderes del príncipe
Además de los títulos que recibió, Augusto se preocupó por obtener tres potestades de las magistraturas republicanas, a
saber:
a) la potestad tribunicia, por la cual se lo consideraba inviolable y gozaba de la intercessio contra las iniciativas del resto de los
magistrados republicanos,
b) el imperio proconsular maius et infinitum, que le otorgaba poder sobre las provincias y sobre el ejército,
c) la potestad censoria, con la cual tenía el control del Senado, a través de la lectio senatus.
Estas potestades ya las poseían los magistrados republicanos. Pero lo que no era republicano era la concentración de todas
esas potestades en una sola persona y en forma vitalicia.
Augusto gobernó por cuarenta años y fue el jefe indiscutido del Imperio Romano, el princeps de la población civil y el
Imperator del ejército. Lentamente se fue desarrollando la concepción de que la religión y el Estado se combinaban en su
persona, y la figura de Augusto comienza a verse junto a las deidades. En su carácter de pontifex maximus, el Emperador era el
eje de la religión estatal. Además, se le rendía culto personal en todo el Imperio.
Era considerado también el máximo intérprete del derecho, y el Príncipe se convirtió en el tribunal de apelación en las
provincias imperiales. Sus decisiones pronto adquirieron fuerza de ley y se convirtieron en una de las principales fuentes de
derecho (constituciones imperiales).
Como curator rei publicae establece, en la ciudad de Roma y en las provincias, una serie de funcionarios burocráticos que lo
ayudarán en sus tareas y que fueron sustituyendo a los magistrados y promagistrados en el manejo de los intereses públicos.
De esa manera, las magistraturas pierden la mayoría de sus atribuciones o competencias, aunque dan algún prestigio y
permiten el acceso al Senado.
Ciudadanía y clases sociales durante el Principado
La antigua división en clases de los ciudadanos continuaba y se encontraba aún más definida que antes. Un ciudadano
ordinario no podía ascender a una clase superior, salvo que existiera una concesión especial del Emperador.
La primera clase social era la de los llamados honestiores, que incluía a la clase senatorial (constituida por las familias de los
que alguna vez habían sido senadores y mantuvieran una importante riqueza) y a la de los caballeros (clase poderosa de
hombres de negocios que había salido fortalecida de las guerras civiles y aceptaron la situación creada por Augusto).
La otra clase social era la de los humiliores constituida en general por ciudadanos pertenecientes al proletariado romano que
aceptaron la pérdida de su importancia política ya que el princeps se ocupaba de mantener a unas 200.000 personas a las que
entregaba una ración de cereal.
A la clase de los honestiores les estaban reservados todos los cargos públicos de importancia y gozaban de ciertos privilegios:
exención de munera personales, exención de sanciones corporales, fueros especiales y penas más leves en caso de ser
condenados por delitos.
Los príncipes habían continuado la política de ir otorgando la ciudadanía romana individual o colectivamente a los grupos
romanizados cultural o políticamente. La forma colectiva suponía un paso previo: el de dar la condición latina. Los latinos que
desempeñaban alguna magistratura, automáticamente, adquirían la ciudadanía. Caracalla, en el año 212, concede la
ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio.
Organización del ámbito hegemónico romano. Territorios del princeps y distintas clases de provincias
Durante el Principado, el territorio dominado por Roma se conformó en forma unitaria bajo el gobierno directo o indirecto del
princeps. Italia se mantuvo como territorio gobernado directamente y uniformemente por el princeps, que permitía que las
pequeñas comunas tuvieran una especie de administración propia en lo que aparecía
como un principio de descentralización. Estas atendían las necesidades primarias y proveía de los servicios imprescindibles
Fuera de Italia el territorio estaba dividido en provincias, las cuales tenían al frente un gobernador designado directamente
por el princeps (provincias principales). Eran los territorios más recientemente incorporados al Imperio, donde se suponía que
aún podía haber necesidad de ejercer el poderío militar o por el Senado (provincias senatoriales) con la anuencia y supervisión
del princeps si eran provincias definitivamente pacificadas.
Los gobernadores tenían la función de vigilar el funcionamiento de los gobiernos municipales, ejercer la jurisdicción civil y
penal y resguardar el orden aún mediante el uso de fuerzas militares si fuera necesario.
Además de las provincias había territorios que estaban bajo el directo poder del princeps y que le pertenecían por sucesivas
herencias. Recibían el nombre de territorios del princeps (Egipto, Mauritania y Judea, entre otros) y estaban a cargo
“procuradores” (palabra que significa algo así como “encargados del cuidado”).
LAS COMUNAS
Una de las tareas principales del Imperio en su misión civilizadora fue difundir el modo urbano de vida en sitios que no lo
habían conocido antes de la conquista romana. Las pequeñas ciudades se convirtieron en la base de la vida social y económica
en todos los territorios del Imperio Romano y también en Italia. El princeps concedió a los habitantes de las ciudades de
reciente creación los derechos y privilegios que Roma había otorgado siempre a los aliados itálicos que se convirtieron, más
tarde, en ciudadanos.
El grado de autonomía del que disfrutaba cada ciudad dependía de su historia pasada y de la buena disposición de Roma para
tener en cuenta tal historia.
De acuerdo con su desarrollo y con los servicios prestados al Imperio o al Emperador, cada comunidad provincial tenía tres
posibilidades: ponerse al nivel de las comunidades aliadas, con una exención tributaria parcial y una autonomía ilimitada, al
menos teóricamente; podía recibir la categoría y derechos de una colonia latina o, finalmente, podía gozar de los derechos de
los municipia romanos. Una etapa conducía a la otra, de modo que una ciudad provincial podía alcanzar la categoría de una
ciudad itálica habitada por ciudadanos romanos.
Dentro de los límites de cada provincia, Roma quedaba satisfecha si los impuestos, calculados según un censo romano, eran
pagados puntualmente y se suministraban reclutas para las tropas auxiliares.
Territorios del Prínceps
Había ciertos territorios del Imperio que eran directamente administrados por el Prínceps pero que no eran técnicamente
provincias, ya que habían sido adquiridos por herencia de los gobernantes locales, como el caso de Tracia y Judea, además de
Egipto, recibido directamente de los Ptolomeos. Estos territorios pertenecían a la fortuna personal del Príncipe y eran
inherentes al cargo.
Las provincias
Ya fue dicho que había dos tipos de provincias: las totalmente pacificadas que estaban bajo administración del senado y las
más recientemente incorporadas, donde todavía había tropas de ocupación que quedaban a cargo del Príncipe, todas ellas al
mando directo de un gobernador o un legado designados respectivamente por el Senado o por el Príncipe.
Los gobernadores eran designados por sorteo entre los senadores y los legados eran elegidos a dedo por el prínceps. Todos
ellos tenían jurisdicción civil y penal y de sus decisiones sólo se podía apelar ante el emperador.
Los gobernadores y legados estaban sometidos al control de un concilio de delegados de las comunas que podían emitir un
voto de censura o de aplauso al gobernante y tenían acceso directo al príncipe para darle a conocer sus quejas, denuncias y
reclamos.
Sistema financiero durante la República y el Principado: los publicanos y el erario. Munera: distintas clases. Evolución del
sistema durante el Dominado
El principio general era que ni los ciudadanos romanos ni sus fundos que no fueran fruto de conquistas de las legiones
romanas, debían pagar impuestos. No obstante, en ocasiones extraordinarias se podía pedir compulsivamente préstamos a los
ciudadanos que eran, generalmente, repuestos.
Durante la república la caja del tesoro era denominada erario y está formada por los ingresos provenientes de las rentas que
se pagaban por el uso permanente de las tierras que los romanos habían conquistado (ager publicus) y por los derechos que se
cobraban en aduanas internas, peajes, puertos y mercados.
Durante el Dominado las necesidades impuestas por las guerras cada vez más costosas obligaron a hacer más gravoso el
sistema impositivo. Se creó un impuesto directo muy parecido a lo que se conoce como “renta potencial de la tierra”, por el
cual se creaban unidades de cálculo llamadas jugatio-capitatio que permitían estimar cuanto podía rendir un predio (no es lo
mismo un campo sembrado con trigo que un viñedo).
También las munera cambiaron, haciéndose más rígidas y frecuentes hasta convertirse en una carga pesadísima para los
ciudadanos.

Los ingresos financieros durante el Principado pueden clasificarse de la siguiente manera:


1. Un impuesto del cinco por ciento de las herencias y legados,
2. Un impuesto del uno por ciento sobre las ventas en remates,
3. Un impuesto del cuatro por ciento sobre las ventas de esclavos,
4. Un impuesto proporcional al valor del suelo en las provincias, y
5. Una tributación personal aparentemente impuesta en las provincias a los ciudadanos, cuyos alcances y características se
ignoran totalmente.
Los encargados de la percepción de impuestos seguían siendo los publicanos, pero ese sistema fue paulatinamente
reemplazado por la percepción directa.
Es en este momento histórico cuando se formalizan las dos cajas receptoras de impuestos:
A. El erario, con fondos provenientes de los tributos percibidos de las provincias senatoriales y de Italia y
B. El fisco, con fondos provenientes de los impuestos percibidos en las provincias y los territorios del Prínceps.
Esta realidad fue cambiando hasta que todos los fondos fueron al fisco y el erario quedó, de hecho, convertido en la caja de
fondos de la ciudad de Roma.
Munera
Se denominaba así a las cargas públicas que tenían los ciudadanos y podían clasificarse en:
1. personales (requerían tareas personales destinadas a cuidar obras y servicios públicos como, por ejemplo, preservar un
puente),
2. patrimoniales (consistían en gastos destinados a preservar servicios públicos, como, por ejemplo, pagar la comida de
tropas), y
3. mixtos (eran tareas personales y acumulativamente gastos, como hacer frente a falencias en la percepción de impuestos).

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