Copia de Rosa y Toscani

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Habitantes intermitentes, entre la calle y el


hotel-pensión. Nuevas aproximaciones a una
vieja problemática en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires * 1

Intermittent inhabitants, between the street and the


hotel-pension. New approaches to an old problem in the
Autonomous City of Buenos Aires
Habitantes intermitentes, entre a rua e a pensão do hotel.
P P. 2 3 - 4 4

Novas abordagens para um antigo problema na cidade


autônoma de Buenos Aires
B O G O TÁ - C O L O M B I A

Paula Rosa ** 2

María de la Paz Toscani *** 3

Centro de Estudios Urbanos y Regionales (ceur-Conicet),


Buenos Aires, Argentina

Cómo citar: Rosa. P y Toscani M. P. (2020). Habitantes intermitentes, entre la calle y el hotel pensión.
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Nuevas aproximaciones a una vieja problemática en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Revista
Colombiana de Sociología, 43(2), pp. 23-44.

doi: https://doi.org/10.15446/rcs.v43n2.82811

Este trabajo se encuentra bajo la licencia Creative Commons Attribution 4.0.

Artículo de investigación e innovación


Recibido: 12 de octubre del 2019 Aprobado: 16 de marzo del 2020
*
Los resultados presentes en este artículo están basados en los hallazgos y reflexiones surgidos
de las tesis doctorales de las autoras. La tesis de Paula Rosa (2012) Entramado de relaciones:
Organizaciones de la Sociedad Civil y la asistencia a los habitantes de la calle en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires fue realizada en el Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional General Sarmiento–Instituto de Desarrollo Económico y Social (ungs-ides). Por su
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parte, la tesis doctoral de María de la Paz Toscani (2019) Procesos organizativos de los habitantes
de hoteles-pensión. Problemática de vivienda y desalojos en Constitución entre los años 2007 y 2018
fue realizada en el Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (uba). Ambas
fueron financiadas por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet),
institución dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y Tecnología (Mincyt),
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a partir de la obtención de becas doctorales por parte de las autoras.


**
Profesora y licenciada en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Doctora en Ciencias Sociales
(Universidad Nacional General Sarmiento–Instituto de Desarrollo Económico y Social). Investi-
gadora Adjunta de la Carrera de Investigador Científico y Tecnológico del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en el Centro de Estudios Urbanos y Regionales
R E V. C O L O M B . S O C .

(ceur/Conicet). Docente de la Carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad


de Buenos Aires.
Correo electrónico: [email protected]–orcid: https://orcid.org/0000-0002-7529-5232
***
Licenciada en Trabajo Social (Universidad de Buenos Aires). Doctora en Ciencias Sociales
(Universidad de Buenos Aires). Becaria Posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Conicet) en el Centro de Estudios Urbanos y Regionales (ceur/Conicet).
Correo electrónico: [email protected]–orcid: https://orcid.org/0000-0001-8136-4700
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Paula Rosa y María de la Paz Toscani

Resumen
En este artículo se propone caracterizar a un subgrupo de los habitantes de la calle
que vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (caba). Hacemos referencia a una po-
blación inscripta en un circuito habitacional que articula la residencia en una habitación
de alquiler en un hotel-pensión con el habitar en el espacio público. Este grupo posee
ciertas particularidades frente al “tradicional” habitante de la calle, que es quien desarro-
lla su vida cotidiana principalmente en el ámbito de la calle, situación también existente
de manera habitual y creciente. Interesa detenerse en la experiencia del habitar la calle,
desde una mirada amplia que contemple a quienes de manera “discontinua” también ha-
bitan en ella. Esta población, denominada habitantes de la calle intermitentes, se produce
y reproduce a partir de la forma que asume la política pública dirigida a estos sectores.
Hacemos referencia a un programa que se basa en la entrega de “subsidios habitaciona-
les” para alquilar una habitación en un hotel-pensión. Este programa resulta ser una de las
principales políticas que posee la ciudad para mitigar la problemática habitacional. Desde
la política se concibe que el acceder a este subsidio resulta una respuesta o “solución” a
la emergencia que suscita encontrarse habitando en la calle. Sin embargo, como se inten-
tará plasmar en este trabajo, este tipo de intervenciones no solo no llevan a una solución
definitiva, sino que, por el contrario, colaboran en la reproducción de la problemática
social y habitacional en la cual los/as beneficiarios/as del programa se encuentran. Los
resultados presentes en este artículo están fundamentados en los hallazgos, basados en
fuentes primarias, de las tesis doctorales de las autoras. Una de ellas, analizó la experiencia
de vida de los habitantes de la calle y la otra trabajó la problemática de los habitantes de
los hoteles-pensión. A partir de la búsqueda de puntos de contacto y de diferenciación
entre ambas investigaciones se originó el presente artículo.
Palabras clave: estigma, habitantes de hoteles-pensión, habitantes de la calle, pro-
blemática habitacional, políticas públicas, subsidio habitacional.
Descriptores: Argentina, necesidad de vivienda, persona sin hogar, pobreza, perso-
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

na sin hogar, sociología urbana.


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Habitantes intermitentes, entre la calle y el hotel-pensión. Nuevas aproximaciones a una vieja problemática...
Abstract
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This article aims to characterize a sub-group of street inhabitants living in the City
of Buenos Aires (caba). We refer to a population that is part of a housing “circuit” that
articulates residence in a rented room in a hotel-pension with living in public space. This
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group presents particularities towards the “traditional” street inhabitant who mainly de-
velops his daily life in the streets, a situation also existing in a habitual and increasing
way. It is interesting to analyze the experience of living in the street, from a wide perspec-
tive that contemplates those who live in a “discontinuous” way. This population called
intermittent street inhabitants, is produced and reproduced from the way that the public
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policies aimed at these sectors. We refer to a program based on the delivery of “housing
subsidies” to rent a room in a hotel-pension. This program turns out to be one of the main
policies that the city has to mitigate the housing problem. From the policy, it is conceived
that the access to this aid is an answer or “solution” to the emergency that causes to be liv-
ing in the street. However, as we will try to show in this work, this type of intervention not
only does not lead to a definitive solution but also deepens the reproduction of the social
and housing problems that involve the beneficiaries of the program. The results presented
in this article based on the results, on primary sources from the authors’ doctoral Thesis.
One of them analyzed the life experience of street inhabitants and the other worked on the
problematic of the inhabitants of hotel-pension. The present article based on the search
for points of contact and differentiation between both investigations.
Keywords: hotel-pension inhabitants, housing allowance, housing problem, inhab-
itants of the street, public politics, stigma.
JUL .-DIC. 2020

Descriptors: Argentina, homeless, housing needs, poverty, social programmes, ur-


ban sociology.
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Paula Rosa y María de la Paz Toscani

Resumo
Neste artigo pretende-se caracterizar um subgrupo de moradores de rua que vivem
na Cidade Autônoma de Buenos Aires (caba). Referimo-nos a uma população registrada
em um circuito habitacional que articula a residência em um quarto alugado em um hotel-
-pensão com a moradia em espaço público. Esse grupo tem certas particularidades em
relação ao habitante “tradicional” da rua, que é quem desenvolve sua vida cotidiana prin-
cipalmente no âmbito da rua, situação que também existe de forma habitual e crescente.
É interessante analisar a experiência de habitar a rua, a partir de uma perspectiva ampla
que contempla quem de uma forma “descontínua” também a habita. Essa população
denominada como moradores de rua intermitentes, é produzida e reproduzida a partir
da forma que assume a política pública direcionada para esses setores. Referencia-se a
um programa que tem como base a entrega de “subsídios habitacionais” para alugar um
quarto em um hotel-pensão. Esse programa acaba sendo uma das principais políticas que
a cidade tem para mitigar o problema habitacional. A partir da política é concebido que
o acesso a este subsídio é uma resposta ou “solução” para a emergência causada pelo
fato de morar na rua. Entretanto, como tentaremos mostrar neste trabalho, esse tipo de
intervenção não leva a uma solução definitiva, pelo contrário, colabora na reprodução dos
problemas sociais e habitacionais em que se encontram os beneficiários do programa.
Os resultados apresentados neste artigo são fundamentados nos achados, com base em
fontes primárias das teses de doutorado das autoras. Um deles analisou a experiência
de vida dos moradores de rua e o outro trabalhou sobre os problemas dos moradores de
hotel-pensão. O presente artigo é elaborado a partir da busca por pontos de contato e
diferenciação entre ambas as investigações.
Palavras-chave: estigma, moradores de hotel-pensão, moradores de rua, políticas
públicas, problemas de moradia, subsídio habitacional.
Descritores: Argentina, necessidade de moradia, pessoa sem abrigo, programas
sociais, sociologia urbana.
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Introducción [ 27]
me sentía tan pequeña, no sabía a dónde caminar, no sabía qué

Habitantes intermitentes, entre la calle y el hotel-pensión. Nuevas aproximaciones a una vieja problemática...
hacer en ese momento. Tenía todas las cosas, hasta las 3 de la ma-
ñana, ahí afuera, en la calle […] yo ese día pensé que ese momento
nunca se iba a terminar la noche, que nunca se iba a terminar el día.
(Habitante de hotel-pensión, 2017, noviembre)

Este fragmento es tomado de una entrevista realizada a una mujer que


había sido desalojada de una habitación en la cual residía con su familia en
un hotel-pensión1, alojamiento de alquiler de habitaciones tradicional de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (en adelante caba). Ella y toda su
familia experimentaban por primera vez la situación de pasar la noche en
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la calle. Su relato expresa una problemática que es común a una parte de


la sociedad argentina: la dificultad para acceder a una vivienda adecuada
y permanente, situación que en muchos casos conduce a habitar las calles
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de la ciudad.
La presencia de personas viviendo en la calle no es un fenómeno
reciente dentro de la caba. Si bien es una situación persistente desde hace
varias décadas, es posible afirmar que en los últimos años se ha extendido
como expresión de la consolidación y profundización de la emergencia
habitacional (Consejo Económico y Social de la caba, 2015). Ello se vincula
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con la escasa presencia de políticas públicas que regulen el valor de suelo


y de los inmuebles y, por consiguiente, se genera una fuerte especulación
en torno al acceso a la vivienda en la cual “el desarrollo inmobiliario se
orienta hacia la población de mayores ingresos y con ahorro suficiente para
comprar vivienda pagando al contado” (Baer, 2012, p. 44). Ello conlleva al
afianzamiento de un mercado inmobiliario de difícil acceso2, especialmente
para los sectores de menores recursos económicos3. Estos son quienes se ven
más afectados por las consecuencias que traen aparejadas las sucesivas crisis
sociales y económicas que ha atravesado el país: el aumento de la pobreza,
la precarización y el desempleo. De este modo, a la problemática del habitar
la calle se la puede vincular con la desigualdad para el acceso a la vivienda
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1. Antiguas edificaciones, generalmente de principios del siglo xx, que han sido
refuncionalizadas para alojar personas o familias de bajos ingresos a partir del
arrendamiento de las diferentes habitaciones de la vivienda en la que original-
mente residía una sola familia.
2. Entre ellos se puede mencionar: contar con empleo formal e ingresos que en
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ocasiones tripliquen el valor del alquiler, garantía de familiar directo que sea
propietario (preferentemente con un inmueble de caba), uno o dos meses de
depósito y un mes de adelanto.
3. Ello se evidencia en la persistencia de formas precarias de vivir dentro de la
caba. En el caso de las villas de emergencia, se puede señalar que su población
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ha ido aumentando, según datos censales, del 0,6 % del total de la población
que representaba en 1991, a un 1,8 % en 2001 y un 5,6 % en 2010. Por su parte,
el submercado de piezas en alquiler reúne, según el último Censo, el 3,38 % de
stock de viviendas de la ciudad y su población significa el 10 % de los inquilinos
en la caba (Consejo Económico y Social de la caba, 2015).
[28] y con la prolongada inestabilidad económica. Sumado a estos aspectos, es
posible mencionar aquellos de tipo individual, que se interrelacionan con
los estructurales. Estos pueden ser: conflictos familiares (ej.: separaciones,
Paula Rosa y María de la Paz Toscani

peleas y distanciamientos con familiares cercanos), problemas de salud


(ej.: discapacidades, adicciones al alcohol o las drogas) y emocionales (ej.:
muerte de familiares, depresión por pérdida de empleo).
La persistencia y consolidación de esta problemática se observa en el
cambio de la composición de esta población, es decir que junto al “típico”
representante de la situación (hombre solo, denominado vagabundo o
mendigo) existente en el caso de la caba de manera habitual y creciente4,
encontramos una población más heterogénea, diversificada y vinculada
a otros sectores sociales (familias enteras, mujeres solas, desempleados
recientes, niños/as y jóvenes solos). En este sentido,
encontrarse sin techo, es hoy en día algo que no tiene mucho que
ver, ni puede confundirse, con el submundo de los “vagos transeún-
tes” de otros tiempos, por más que pervivan múltiples adhesiones,
institucionales, simbólicas y lingüísticas que continúan propiciando
tal confusión. (Cabrera, 1998, p. 88)

En este artículo interesa caracterizar a un grupo o parte de los/as


habitantes de la calle que alterna este modo de habitar con la residencia
en una habitación de un hotel-pensión. Este grupo está inscripto en un
circuito habitacional que posee ciertas particularidades frente al “tradicio-
nal” habitante de la calle, quien desarrolla su vida cotidiana solamente, o
principalmente, en el ámbito de la calle. Por ello, interesa detenerse en la
experiencia del habitar la calle desde una mirada amplia que contemple a
quienes de manera “discontinua” también habitan en ella. Esta modalidad
resulta una dimensión poco explorada de la vida en la calle. Por ello puede
resultar una novedad no solo para el área de estudio de las formas de vida
de los/as habitantes de la calle en las grandes ciudades, sino que también
puede resultar un aporte para el campo de análisis de las formas que asume la
experiencia urbana en la actualidad. Esta población, denominada aquí como
habitantes de la calle intermitentes, tiene la particularidad de constituirse
como tal a partir de la forma que asume la política pública dirigida a estos
sectores en la caba. Específicamente, hacemos referencia a un programa
que se basa en la entrega de “subsidios habitacionales” como respuesta o
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4. Según el último relevamiento realizado por organizaciones sociales, en abril del


2019, en caba 7251 personas se hallan en situación de calle. De ellas, 5412 duer-
men en la vía pública. El 80 % son varones, el 19 % son mujeres y el 1 % declara
ser travesti o trans, 871 son niños y niñas y 40 son mujeres embarazadas. En 2017,
el primer censo arrojó que había 4394 personas viviendo en las calles y 5872 si se
sumaban aquellas que dormían en paradores nocturnos (alojamientos para pasar
solo la noche, administrados por el gobierno de la ciudad). Es decir que, en dos
años, se incrementó un 23 % la cantidad de personas sin ningún tipo de acceso a
políticas habitacionales. Un dato significativo es que 1461 personas declararon estar
residiendo en la calle por primera vez (Centro de Estudios Legales y Sociales, 2019).
“solución” a la emergencia que suscita encontrarse habitando en la calle. [29]
Sin embargo, desde la mirada propuesta en este trabajo consideramos

Habitantes intermitentes, entre la calle y el hotel-pensión. Nuevas aproximaciones a una vieja problemática...
que, con el otorgamiento del subsidio, se recrudece la vulnerabilidad y la
desigualdad en la cual ya se ve inmersa esta población. Esto sucede ya que
se proporciona una suma de dinero que es utilizada en alojamientos que
están en condiciones precarias tanto en términos edilicios como legales,
no poseen los controles estatales necesarios y, además, no resultan una
vivienda estable en el tiempo para el pleno desarrollo de la vida. En este
sentido, se ahondará en los corolarios que trae aparejada esta política en la
vida cotidiana de esta población. Esto último versará sobre el tratamiento
de la noción de estigma.
Los resultados presentes en este artículo están basados en los hallazgos
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y reflexiones surgidos de las tesis doctorales de las autoras. Una de ellas


se centró en la experiencia de los/as habitantes de la calle en la caba y la
otra trabajó la problemática de los/as habitantes de los hoteles-pensión
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localizados en la misma ciudad, principalmente en los barrios del centro-sur.


A partir de la realización de comparaciones entre ambas y con el objetivo
de la búsqueda de puntos de contacto se originó el presente artículo.
Ambas tesis se desarrollaron a partir de la metodología cualitativa. Esta
perspectiva se basa en la idea de la unidad de la realidad y en la fidelidad a
la perspectiva de los actores involucrados (Sautu, 2003). La implementación
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de esta metodología posibilitó, tanto en lo que refiere al estudio de los/


as habitantes de la calle como de los/as habitantes de hoteles-pensión,
acercarse a las particularidades que presenta cada modo de habitar desde
la perspectiva de los sujetos y también permitió analizar el campo de las
políticas públicas desarrolladas para cada problemática, las cuales, como
se verá más adelante, tienen múltiples puntos de contacto. Asimismo, dado
que ambas situaciones habitacionales permanecen escasamente exploradas,
la recolección de la información se basó en trabajos de campo prolonga-
dos —de cinco años de duración aproximadamente5— que requirieron
el trabajo con fuentes primarias. En tal sentido, se realizaron entrevistas
semiestructuradas a habitantes de la calle, de hoteles-pensión, funcionarios
y a referentes de distintas organizaciones sociales que intervienen en la
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problemática. También se realizaron observaciones participantes de la vida


diaria en la vía pública y en hoteles, de las asambleas, las movilizaciones,
de las reuniones de las organizaciones y de situaciones de desalojo, y se
tuvieron encuentros informales con la población analizada.
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El trabajo está organizado de la siguiente manera: en primer lugar,


partimos de conceptualizar a los/as habitantes de la calle para el caso de
la caba, como una categoría específica desde la cual entender el vínculo
de dichos habitantes con el espacio urbano y con los “otros” habitantes
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urbanos; en segundo lugar, caracterizamos la política habitacional men-


cionada; en tercer lugar, planteamos los tres componentes que hacen a la

5. El trabajo de indagación se inicia, en el caso de los habitantes de la calle, en el año


2007, y en el de hoteles- pensión, en el año 2010, continuando estos hasta la actualidad.
[30] producción y reproducción de los/as habitantes de la calle intermitentes y
los diferentes circuitos que atraviesan en su vida diaria: hacemos referencia
al circuito habitacional, estatal-judicial y al de red-social, y, finalmente,
Paula Rosa y María de la Paz Toscani

analizaremos los efectos, a partir de la noción de estigma, que este modo


de vida, generado a través del programa analizado, tiene en las poblaciones
más vulnerables de la ciudad. Por último, presentaremos las reflexiones
finales. Estas retoman las cuestiones centrales analizadas.

Diferentes formas de habitar la calle


En términos generales, podemos decir que en la caba los/as habitantes
de la calle que en su vida diaria habitan el espacio de la calle entablan en
ella una relación con el entorno y establecen vínculos e interacciones con
diferentes personas y grupos que se encuentran en su misma situación
como también con otros que no (vecinos, comerciantes, transeúntes,
policía, miembros de organizaciones sociales, trabajadores de los programas
sociales, entre otros). En este caso, el habitar la calle no solo remite a una
condición física territorial, sino que esta se les presenta como “un espacio
de redes de relaciones que vehiculizan las interacciones sociales” (Marcús,
2006, p. 102). Los/as habitantes de la calle se apropian y hacen uso de
este espacio en su cotidianeidad, lo significan y modifican; es por esto
por lo que se entiende el habitar como “el proceso de significación, uso y
apropiación del entorno que se realiza en el tiempo” (Signorelli, citado en
Duhau y Giglia, 2008, p. 22). De este modo, el ámbito de la calle cobra un
sentido particular para quienes viven allí y se torna central, pues es donde
gestan vínculos con otros y donde logran los recursos necesarios para la
sobrevivencia diaria (como los provistos por las organizaciones sociales).
Es un lugar dotado de códigos, reglas, actitudes y recorridos que deben
aprenderse y gestionarse para poder “ser” habitante de la calle.
En este sentido es que Grigsby, Baumann, Gregorich y Roberts (1990)
identificaron que existe un proceso de resocialización6 por parte de estos
sujetos a partir de la internalización de ciertos códigos y reglas de la vida
en la calle. Estos aprenden a vivir en un espacio con otras características,
un mundo en movimiento que posee ritmos diferentes. Después de un
tiempo en la calle saben cómo moverse y qué estrategias desplegar, dónde
conseguir alimentos, ropas, cuáles son los mejores lugares para dormir7,
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6. Para Berger y Luckman (1999) la resocialización se asemeja a la socialización


primaria porque “radicalmente tienen que volver a atribuir acentos de realidad
y, consecuentemente, deben reproducir en gran medida la identificación fuerte-
mente afectiva con los elencos socializadores que era característica de la niñez.
Son diferentes de la socialización primaria porque no surgen ex nihilo y, como
resultado, deben contender con un problema de desmantelamiento, al desinte-
grar la anterior estructura nómica de la realidad subjetiva” (p. 197).
7. Como señala Bachiller (2013) “a los pocos días de ingresar en el proceso de ca-
lle, el sujeto comprende que debe reaccionar, y su respuesta en buena medida
consiste en apropiarse lentamente de un territorio […] en este caso, implican
delimitar y personalizar una porción del espacio público” (p. 85).
etc. Los miembros de este grupo, denominado por los autores como parte [31]
de la subcultura marginal, generalmente consideran que el vivir en la calle

Habitantes intermitentes, entre la calle y el hotel-pensión. Nuevas aproximaciones a una vieja problemática...
forma parte de una elección personal y manifiestan que no quieren salir
de la misma, aunque algunas veces concurren a algún servicio social como
puede ser el de duchas o el de ropería. En este caso, la calle se torna su lugar
de pertenencia, pues “es resignificada como un contexto de estabilidad,
es decir, como el hogar mismo” (Berhó, 2006, p. 25). Los autores también
señalan la existencia de otro subgrupo, estos son quienes desarrollan
una vida solitaria por la continua pérdida de apoyos sociales, y poseen
un gran deterioro de la salud física y mental. Este grupo es identificado
por el descuido físico y la suciedad, sus cuerpos muestran las marcas de
la experiencia de vida a la intemperie, su apariencia física y su estado de
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salud son su reflejo. Más allá de las diferencias entre los dos subgrupos,
ambos tienen una característica compartida: atravesaron un proceso de
transformación subjetivo dado que debieron adaptarse a tener un nuevo
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estilo de vida.
Esta diferenciación entre subgrupos resulta replicable para caracterizar
algunos de los subgrupos encontrados en los/as habitantes de la calle en
la caba. Sin embargo, cabría incorporar un tercer subgrupo diferente a los
descriptos. Este tiene la particularidad de no residir de manera permanente
en la calle, sino de manera aleatoria. Por ello, en el marco de este trabajo,
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fue denominado como habitante intermitente de la calle. Estas son personas


adultas o grupos familiares que habitan en la calle de manera errante y
circunstancial combinando este ámbito con el alquiler de una habitación
en un hotel-pensión localizado en la ciudad8. Este grupo, que se consolida
en los últimos años, tiene la particularidad de generarse a partir de la lógica
planteada por el propio programa creado para atender las necesidades en
materia habitacional de las poblaciones vulnerables de la ciudad. A través
de esta política, los/as beneficiarios/as obtienen un subsidio por un lapso de
tiempo, que es utilizado generalmente para arrendar por su propia cuenta
una habitación en un hotel-pensión. Este tipo específico de residencia a
la que acceden los/as beneficiarios/as del programa no casualmente forma
parte del recorrido habitacional de estas poblaciones. Estos alojamientos, a
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partir de la década de 1980, se constituyeron en una alternativa habitacional


promovida por la propia política de vivienda social del gobierno de la
ciudad (Cuenya y Toscani, 2018).
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Los componentes de la intermitencia: el hotel-pensión,


el desalojo y el programa
Para aproximarnos a las particularidades de este tipo de habitante de la
calle y comprender el proceso de ir y volver de la calle al hotel y del hotel a
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la calle, es necesario identificar ciertos componentes específicos: a) el modo

8. Esta delimitación no excluye la existencia en la caba de otros grupos vulnerables


que también residen de manera intermitente en las calles de la ciudad, por caso,
los recolectores de residuos o “cartoneros”.
[32] específico de funcionamiento y de habitar dentro de los hoteles-pensión;
b) los procesos de desalojos a los cuales se ven expuestos quienes residen
en ellos; y, por último, c) el programa y sus derivaciones para atender
Paula Rosa y María de la Paz Toscani

la problemática de situación de calle en la ciudad. El encuentro entre


estos tres componentes es lo que posibilita el surgimiento del habitante
intermitente de la calle.
Los hoteles-pensión9 son una tipología de hábitat singular en la
Argentina, que conforma, junto con los conventillos e inquilinatos, el
submercado de arrendamiento de piezas (Rivas, 1977). La particularidad de
estos establecimientos es que se trata de inmuebles obsoletos, con escaso
mantenimiento, que se encuentran ubicados en zonas centrales de la ciudad.
Quienes los administran subdividen el inmueble y rentan las habitaciones a
diferentes personas. Por ejemplo, ingresan grupos familiares enteros a vivir
en una pieza y comparten la cocina y el baño con los/as demás inquilinos/
as10. Al ser catalogados como “hoteles” se encuentran regulados por la
ley hotelera (Ley 4631) y sus dueños/as poseen el derecho de determinar
la admisión y tiempo de permanencia de quienes duermen allí (Marcús,
2017). donde “la casa se reserva el derecho de admisión y permanencia”.
Estos son considerados pasajeros en tránsito y por lo tanto no es obligatorio
precisar un precio fijo de alquiler y firmar un contrato de locación. El pago
de las habitaciones puede ser diario, quincenal o mensual. El valor es fijado
por quien administra el inmueble y se establece un contrato verbal de
permanencia (Rivas, 1977; Cuenya 1988; Pastrana, Álvarez, Bellardi y Di
Franceso 2012). Estos inmuebles poseen escasos controles gubernamentales
y se gestionan en un vacío legal en el cual quedan registrados como “hoteles”
(en donde la estadía suele ser por un lapso breve de tiempo), pero en realidad
funcionan como lugares de residencia de largo plazo (Marcús, 2017). Esto
abre paso a que el tiempo de permanencia en dichos lugares esté sujeto,
además de la capacidad de pago, a la relación que se tenga con el dueño/a
o encargado/a de administrar el lugar y al cumplimiento de las normas de

9. La denominación hotel-pensión surge para “particularizar a aquellos estable-


cimientos que teniendo la fachada de hoteles y cumpliendo con los requisitos
mínimos para obtener su habilitación, en la práctica no prestan los servicios re-
queridos para esa calidad” (Rivas, 1977, p. 30). Su origen se identifica a partir de
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la sanción de la Ley 14821/59 en el año 1959 que excluía del régimen de alquileres
al hospedaje de hoteles. A partir de esto, propietarios de viejos conventillos e
inquilinatos fueron transformando sus inmuebles bajo la categoría de hoteles,
consolidando así una mutación del mercado de arrendamiento de piezas.
10. Esta intensificación en el uso del espacio genera hacinamiento al interior de las
habitaciones y en el resto del hotel. Ello genera conflictos de convivencia en el
uso de los espacios y problemas vinculados a la falta de intimidad. Asimismo,
por tratarse de edificios antiguos en su mayoría se encuentran en malas condi-
ciones de habitabilidad: pasillos angostos, tendido eléctrico precario, mucha hu-
medad en las paredes y baños deficientes para la cantidad de inquilinos/as. Estas
condiciones también ocasionan problemas de salud a nivel físico y psicológico.
uso que son impuestas por estos/as11. La contraparte de ello es el riesgo y [33]
temor constante de ser desalojado/a (Toscani, 2018).

Habitantes intermitentes, entre la calle y el hotel-pensión. Nuevas aproximaciones a una vieja problemática...
El proceso de desalojo puede realizarse de diferentes maneras. Interesa
aquí recuperar los desalojos de tipo informal que se realizan más frecuen-
temente porque garantizan mayor celeridad de expulsión y circulación de
las personas, en contraposición a aquellos de tipo formal12. Se distinguen
dos maneras: a) directa, a través de hostigamiento y maltrato para que las
personas o las familias decidan irse, o bien, puede ser a través del uso de
la fuerza pública13 o grupos parapoliciales contratados por el dueño/a
para lograr la expulsión de la familia y b) indirecta, a través del aumento
del valor de la habitación por parte del dueño/a sin previo aviso. Esto,
que sucede de manera habitual, se logra, pues, como señalamos, quienes
P P. 2 3 - 4 4

residen en estos lugares lo hacen sin contrato de alquiler formal por lo


cual no tienen ningún tipo de protección legal frente a estas situaciones,
quedando de un momento a otro en “la calle”. Lo mismo sucede, si el
B O G O TÁ - C O L O M B I A

subsidio finaliza, o se demora con el pago, y la familia no llega a cubrir


por sus propios medios el valor del alquiler. En estos casos, también el
dueño/a, por diferentes mecanismos, generalmente violentos, expulsa a la
familia a la vía pública. Estos desalojos se realizan de manera constante e
invisibilizada, garantizando una circulación de personas dentro del hotel,
a la vez que un aumento de la rentabilidad14 por el alquiler permanente
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de las habitaciones (Toscani, 2019).


Para comprender la lógica de funcionamiento y financiamiento de los
hoteles-pensión, resulta necesario introducir algunos de los lineamientos de
la política pública que utiliza a estos establecimientos como medio para dar

11. Entre ellas se puede señalar el establecimiento de horarios para el ingreso y sa-
lida del hotel, la utilización de la cocina y el agua caliente (en caso de que haya),
prohibición de recibir visitas, para los niños está prohibido jugar en el patio,
entre otras. Incluso algunos hoteles tampoco reciben a familias con niños/as.
12. Los desalojos formales implican la realización de procesos judiciales. Estos
pueden ser civiles, por falta de pago, o penales, cuando se acusa de usurpación
JUL .-DIC. 2020

del inmueble. A pesar de la “legalidad” del proceso, en ocasiones se realizan


con irregularidades que vulneran el debido derecho a la defensa de las perso-
nas implicadas y a la vez, incumplen el protocolo de desalojo establecido para
estas acciones. Además, se advierten sucesivas situaciones de abuso de la fuer-
za policial que han llevado a agresión física de las personas a ser desalojadas,
V O L . 4 3 , N .0 2

incluyendo a niños/as. Si bien no existen cifras oficiales, en los últimos años se


advierte un claro aumento de la realización de este tipo de desalojos (Verón,
2013; Toscani, 2017).
13. Se ha podido identificar en el trabajo de campo que en algunos casos se realizan
con la complicidad de la fuerza policial, la cual recibe una suma de dinero por
R E V. C O L O M B . S O C .

parte de los dueños para hacerlos. Este procedimiento se lleva a cabo sin orden
judicial que lo respalde.
14. Con el objetivo de aumentar la rentabilidad se desarrolla una diversificación de
las condiciones de los hoteles a partir de nuevos usos, hacemos referencia a la
utilización de las piezas para la venta de drogas o la prostitución (Toscani, 2019).
[34] respuesta a la problemática habitacional. Dichos programas15, que tienen
su origen en la caba en el año 1985, surgen como respuesta transitoria a la
emergencia habitacional de ese entonces, la cual era consideraba excepcional
Paula Rosa y María de la Paz Toscani

y circunstancial (Ávila y Pallares, 2014). Sin embargo, a fines de la década


de 1990, “se convirtieron en una práctica institucional habitual pasando a
ser parte de hecho de la política habitacional del gobierno” (Arcidiácono
y Gamallo, 2014, s. p.). Precisamente, en el año 1997, se crea el “Programa
Integrador para personas o grupos en Situación de Emergencia habitacional”.
Este contemplaba el alojamiento en dormitorios nocturnos y hogares de
tránsito para personas solas (Programa para las Personas Sin Techo) y
alojamiento por quince días en hoteles contratados por el gobierno de la
ciudad para grupos familiares (Programa para las Familias Sin Techo). Este
programa, conocido como “Programa Hotelados”, establecía convenios
con hoteles-pensión para derivar a personas o grupos familiares. El con-
venio garantizaba el pago por el alojamiento al dueño del hotel, pero no
regulaba las condiciones habitacionales en la que este recibía a las familias.
Luego de diferentes críticas y demandas realizadas (por las condiciones
degradadas en que estos se encontraban y por la sobreocupación respecto
de la cantidad de plazas para las cuales están habilitados) por parte de
organizaciones sociales y de las Defensorías de la Ciudad, el programa
dejó de incorporar nuevos beneficiarios/as16 (Royo, 2011). La finalización
de este se complementó en el año 2002 con el Decreto 895/02 que se basó
en el otorgamiento de un “subsidio habitacional” directamente a los/as
beneficiarios/as para ser utilizado solo con fines habitacionales (que, en
la práctica, es principalmente utilizado para el pago de una habitación
en un hotel-pensión principalmente por el monto entregado y por ser
establecimientos con casi nulos requisitos de ingresos). Con este decreto
se modifican los modos de ejecución de los programas existentes y aparece
por primera vez la condición de realizar una contraprestación por parte de
los/as beneficiarios/as. Entre estas se establecen: a) asistencia de menores
a establecimientos escolares en los niveles de educación obligatoria, lo
cual deben acreditar bimensualmente; b) cumplimiento de los planes de
vacunación; c) presentación de comprobantes que den cuenta de que
el subsidio es utilizado para una solución habitacional (ejemplo, recibo
de pago de alquiler). En el año 2006 se crea el Programa “Atención para
Familias en Situación de Calle” que, con modificaciones, continúa vigente
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

en la actualidad. Este otorga un subsidio habitacional en cuotas cuyo monto


varía de acuerdo a la composición del grupo familiar17. Posteriormente, se

15. Para una visión detallada de los mismos y sus modificatorias, véase Ávila y Palla-
res (2014) y Toscani (2019).
16. Si bien no se incorporan nuevos beneficiarios/as, el programa sigue en fun-
cionamiento en tanto las familias que aún están en el programa acepten el
pago de este subsidio por única vez para mudarse del hotel.
17. Este ha representado siempre entre un 50 % y un 75 % del valor de la pieza y no
llega a cubrir el alquiler en su totalidad. Los constantes incrementos del alquiler
de las piezas fueron generando la necesidad de modificar el monto del subsidio
sancionaron diferentes decretos que fueron modificando este programa (por [35]
ejemplo, algunos actualizaron el monto de dinero otorgado o restringían

Habitantes intermitentes, entre la calle y el hotel-pensión. Nuevas aproximaciones a una vieja problemática...
los requisitos de acceso). Más allá de las distintas modificaciones, un rasgo
común entre todos ellos es que el subsidio es entregado por un periodo
acotado en el tiempo durante el cual se considera que la persona o familia,
por sus propios medios, debe encontrar una solución habitacional. Cumplido
ese periodo, el beneficiario pierde la posibilidad de continuar percibiendo
esa asistencia por parte del Gobierno. En este contexto, algunos de los/as
beneficiarios/as, especialmente mujeres solas con niños/as a su cargo, han
optado por presentar un recurso de amparo18 para continuar percibiendo
el subsidio, dado que su situación de vulnerabilidad habitacional persiste
(Arcidiácono y Gamallo, 2017; Marino, 2015).
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Los diferentes componentes señalados hasta aquí configuran la


intermitencia de este subgrupo de habitantes de la calle. Estos se ven
inmersos en un circuito habitacional del cual es difícil salir. Hacemos
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referencia, de manera esquemática, a la siguiente secuencia: de la calle


al hotel, en el hotel el desalojo, de vuelta a la calle y con el subsidio se
vuelve al hotel. Esto se constituye a partir de intercalar la residencia en el
hotel-pensión, mientras se tiene otorgado el subsidio habitacional, y el
habitar en la calle cuando se termina el subsidio, o se es desalojado, no
se puede continuar pagando la habitación por sus propios medios (y en
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caso de que así sea, lo pueden hacer solo por algunos días extra) y no se
tiene otro lugar donde residir. De esta manera, “su cotidianeidad se torna
en un ‘círculo vicioso’ de entradas y salidas, de idas y vueltas entre estas
formas de habitar que van socavando las subjetividades, aumentando las
incertidumbres y debilitando las posibilidades reales de una salida duradera
y sólida” (Toscani, Belcastro y Rosa, 2015, p. 8). En tal sentido, si bien
con el programa se logra la salida de la calle, esta es transitoria, y, además,
el techo al que se accede, como se pudo ver, no reúne las condiciones de
habitabilidad adecuadas para el correcto desarrollo de la vida. Por ello,
en realidad, el programa
naturaliza o legitima condiciones habitacionales totalmente
inadecuadas al consagrar como la meta del proceso de gestión una
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vivienda sumamente precaria, apenas menos indeseable que la si-


tuación de calle, y muy lejos de constituirse en una respuesta al de-
recho a una vivienda digna. (Battistessa y Matisevicius, 2012, p. 11)
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entregado. Actualmente se otorgan doce cuotas de un máximo de 8000 pesos


argentinos (135 dólares aproximadamente). Estas cuestiones dan cuenta de que,
sin el control gubernamental, dichos alquileres continúan aumentando y el sub-
sidio actúa financiando la ganancia de los dueños de los hoteles-pensión (Cuen-
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ya y Toscani, 2018).
18. El amparo dentro de la caba está regulado por la Ley 2145/06. Se trata de una
demanda al Estado, ya que este no estaría cumpliendo con el artículo 31bis de
la Constitución de la caba que establece el derecho a la vivienda y determina la
obligación por parte del Estado de garantizarlo a sus habitantes.
[36] Dentro de todo este circuito habitacional se identifica también el
atravesamiento de un circuito denominado estatal-judicial. Este se ca-
racteriza por la entrada y salida del programa, la realización de amparos
Paula Rosa y María de la Paz Toscani

judiciales frente a la finalización del subsidio, la gestión de trámites para


la prolongación del subsidio, la obtención de certificados que aseveren
la residencia en calle, el encuentro con trabajadoras sociales y abogados,
la espera para conseguir turnos y la realización de largas filas para ser
atendidos en las diferentes ventanillas estatales. La forma que adquiere el
circuito estatal-judicial se torna altamente burocrática, lo cual implica que
gran parte del día se estén realizando trámites, cuestión que les impide
encontrar o conservar un trabajo, lograr hacer otras actividades o bien que
los/as niños/as cumplan correctamente con la escolaridad o que cuenten
con espacios recreativos, dado que en muchos casos acompañan a los
padres y madres a hacer estas gestiones. Todas estas situaciones se ven
acompañadas por falta de información clara, cambios constantes en las
normativas y maltratos y discriminaciones de forma recurrente19 por el
propio personal estatal. Asimismo, en la vida cotidiana de los/as habitan-
tes de la calle intermitentes se encuentra el circuito red-social. Este está
caracterizado por los espacios generados por las organizaciones sociales
quienes desarrollan en la ciudad una red asistencial para los/as habitantes
de la calle20. Concurren a comedores —lugares para almorzar, merendar o
cenar—, duchas, ropería y talleres. Las organizaciones sociales son las que
generan un “colchón” cotidiano, ya que desde el programa no se generan
espacios para garantizar la reproducción cotidiana de esta población que
en muchos casos no cuenta con ingresos suficientes para sus gastos diarios;
son poblaciones con trabajos precarios, mal pagos o discontinuados, en
el caso de que lo tengan.
Como se observa, generalmente quienes acceden al programa y residen
en un hotel-pensión continúan con las prácticas que tenían en la calle, y
“circulan por la ciudad de un servicio a otro, ideando estrategias, coordinando
horarios y necesidades durante el día y la noche” (Rosa, 2012b, p. 273). En
este sentido, existe una resocialización vinculada al circuito habitacional,
estatal-judicial y de red-social. Adaptan sus pertenencias a esta intermi-
tencia habitacional, deben entablar vínculos en cada nuevo ámbito, revisar
constantemente su situación económica financiera, adquirir los recursos
necesarios para cada hábitat y aprender modos de vida diferentes (lo cual
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

19. Según los resultados del último Censo Popular para Personas en Situación de
Calle, del año 2017, el 70 % de los habitantes de la calle encuestados declaró que
había sufrido violencia institucional, en primer lugar, por parte de las fuerzas
de seguridad y, en segundo lugar, por funcionarios públicos de instituciones y
programas estatales (Observatorio del Derecho a la ciudad, 2017).
20. “Existe un número importante de organizaciones que con diferentes orígenes (re-
ligiosos, laicos, políticos), con diversidad de miembros (voluntarios, militantes,
religiosos, habitantes de la calle, etc.), financiamientos (subsidio estatal, donación
privada, colectas, etc.) y ubicadas en distintos barrios de la ciudad, tienen como
objetivo trabajar con la problemática del “habitar la calle” (Rosa, 2017, p. 15).
implica el aprendizaje de códigos y normas). De este modo, podemos decir [ 37]
que su realidad está inscripta “en un mundo en movimiento y que posee

Habitantes intermitentes, entre la calle y el hotel-pensión. Nuevas aproximaciones a una vieja problemática...
tiempos y sentidos diferentes” (Rosa, 2015b, p. 524).

Efectos persistentes: la estigmatización


Lo descripto hasta aquí posee efectos persistentes y concretos en
cada habitante de la calle. La forma de vida de los/as habitantes de la calle
tensiona lo considerado como el modo “normal” y “aceptado” de habitar
la ciudad y el espacio público. Ello se traduce en una visión estigmatizada
hacia esta forma de habitar y hacia quienes la llevan a cabo. La noción
de estigma posibilita identificar “la situación del individuo inhabilitado
para una plena aceptación social” (Goffman 2006, p. 7). Ello, como señala
P P. 2 3 - 4 4

Goffman (2006), se relaciona con el ser portador de un atributo que lo


vuelve diferente a los demás, a aquellos considerados “los normales”, y se
lo deja de ver como “una persona total y corriente para reducirlo a un ser
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inficionado y menospreciado” (Goffman 2006, p. 7). Estas cuestiones, como


señala Rosa (2012a), se complejizan al considerar las consecuencias que
tiene en los sujetos el ser permanentemente estigmatizados y reprobados
por ser quienes son, dado que “la descalificación social va penetrando en
la propia imagen de sí mismos y también transformando su capacidad de
acción” (p.112).
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En relación con estos planteos, Boy, Marcús y Perelman (2013) señalan


que el espacio urbano “emite mensajes de bienvenida y de rechazo hacia
los ‘indeseables’ de la ciudad (migrantes, villeros, cirujas, etc.) y configura
‘zonas permitidas’ y ‘zonas prohibidas’ de circulación y permanencia”
(p. 17). Estos mensajes son internalizados por aquellos que son objeto de
discriminación. La construcción del estigma contribuye a la constitución
de una subjetividad específica para los sujetos portadores del mismo. Se
trata de un atributo definido en y para la interacción social y por eso opera
tanto en la segregación como en las formas de contacto mixto. Ello posee
implicancias también en la esfera laboral, dado que dichos prejuicios operan
descalificando a la persona. En este sentido, “la discriminación residencial
obstaculiza la búsqueda de trabajo y contribuye a afianzar la desocupación.
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Se topan con mayor desconfianza y reticencia entre los empleadores tan


pronto como mencionan su domicilio” (Boy, Marcús y Perelman, 2013, p.
18). Cuando se vive en una situación de intermitencia habitacional se torna
aún más difícil sostener un trabajo a largo plazo o un tratamiento médico,
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lo mismo sucede con la posibilidad de sostener la escolarización de los/


as niños/as, quienes deben readaptarse permanentemente a estos nuevos
entornos y también son objeto de diferentes estigmatizaciones.
Estos procesos también pueden advertirse al interior de las instituciones
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estatales que contribuyen en la construcción y en la reproducción de la


estigmatización hacia estos sectores. En este sentido, podemos señalar
cuestiones relacionadas con la forma de gestión del programa para dar
cuenta de la manera en que participa de los procesos de estigmatización.
Al respecto, Lijterman (2015) realiza un análisis acerca del encuentro que
[38] se da entre profesionales ejecutores de la política habitacional y los/as
beneficiarios/as, en la instancia de inscripción y otorgamiento del pro-
grama, en la que se “acredita” la situación de pobreza y de emergencia
Paula Rosa y María de la Paz Toscani

habitacional. Como plantea la autora, la solicitud de asistencia pública da


cuenta de una negación a la condición de autovalía que supone las formas
legítimas en que cada persona debe desarrollar su vida. En cuanto tal, esto
en muchos casos puede ocasionar la construcción de un estigma en torno a
los sujetos “desacreditando a los mismos en su “integración” a la sociedad
como individuos “normales” (Lijterman, 2015, p. 248). Continuando
con lo planteado por la autora podemos señalar que, en este “contacto
mixto”, los profesionales examinan la situación familiar y trayectoria de
los sujetos en búsqueda de información que demuestre la necesidad de
solicitar la asistencia estatal, dado que “no todos los pobres son legítimos,
existen dependencias admitidas y otras desacreditadas. El merecimiento
se desliza en esa línea y las definiciones del estigma, por ende, también”
(Lijterman, 2015, p. 249).
Asimismo, quienes quieren tener acceso al programa de subsidio habi-
tacional entran, en muchos casos, en rutinas que no tienden a la búsqueda
de una integración efectiva, sino que tienden a la generación de un sujeto
pasivo que pasa días recorriendo ventanillas y esperando (Rosa, 2012b,
2015a). De este modo, quedan atrapados dentro del circuito que ofrece
este tipo de sistema de atención. Battistesa y Matusevisius (2012) señalan
diferentes obstáculos dentro de dicho circuito. Por un lado, mencionan
la dificultad para conseguir un turno dentro del Ministerio de Desarrollo
Social de la ciudad, en medio de la urgencia que implica encontrarse en
situación de calle. Igualmente, señalan la negativa por parte de diferentes
efectores de realizar el informe social que se requiere para acreditar la
situación de calle del beneficiario/a (ello genera a su vez, una sobrecarga
para aquellas instituciones públicas que sí los realizan y, por lo tanto, una
mayor demora para obtener turnos); como tercer componente, mencionan
que la intervención que se propone desde el programa remite solamente a
brindar una compensación económica y focalizada en el grupo familiar. Ello
opera individualizando la problemática habitacional a quienes se acercan
a solicitar el subsidio y, a la vez, invisibilizando los factores estructurales
que inciden en el acceso a la vivienda dentro de la ciudad. De este modo,
se torna una asistencia que realiza un “abordaje de los efectos visibles
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del problema a través de una intervención paliativa ante la emergencia y


sobre un supuesto de transitoriedad del problema que encubre sus causas
estructurales” (Batistessa y Matusevicius, 2012, p. 11). En tal sentido, lejos
de promover una salida definitiva de su situación, actúa en la emergencia,
cuando los derechos ya fueron vulnerados, y contribuye a continuar
profundizando la situación de vulnerabilidad y desigualdad en la que se
encuentran.
Todo este recorrido por las diferentes instituciones y sus lógicas, sumado
a los diferentes maltratos y discriminaciones, va socavando poco a poco su
subjetividad y contribuyendo a la consolidación de sujetos pasivos, que
deben adaptarse a los tiempos burocráticos, llenar formularios, realizar [39]
largas filas, relatar su situación una y mil veces, etc. Aquella actitud pasiva

Habitantes intermitentes, entre la calle y el hotel-pensión. Nuevas aproximaciones a una vieja problemática...
y a disposición de la institución estatal y sus operarios se torna necesaria
para poder constituirse en pobres merecedores/as de asistencia (Hopp y
Lijterman, 2018).

Reflexiones finales
Los/as habitantes de la calle son una población compuesta por diversidad
de subgrupos que comparten tener poca visibilidad y aceptación social. Sus
recorridos, experiencias y movimientos por la ciudad son prácticamente
invisibles. Sin embargo, todos los días en la mayoría de los barrios de la
ciudad hay miles de personas y familias que circulan de un lugar a otro
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intentando reproducir su vida y lograr un lugar de pertenencia.


Quienes habitan la calle generalmente han tenido la experiencia de
habitar en un hotel-pensión. Ambas situaciones habitacionales pueden
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pensarse como una experiencia imbricada, ya que es usual que quienes


residen dentro de hoteles-pensión han vivido en calle, y, probablemente,
quienes habitan la calle han pasado alguna noche o un tiempo más pro-
longado en un hotel-pensión.
Los programas presentados poseen la característica de no concebir a los
hoteles-pensión como hábitats precarios, sino que en realidad los colocan
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como una respuesta o “solución” a la emergencia que suscita encontrarse


habitando en la calle. El subsidio habitacional actúa ante la emergencia,
una vez que los derechos de las personas ya fueron vulnerados, dado que,
para percibirlo, hay que encontrarse efectivamente en la calle. Esto se
agrava con los tiempos de atención que tiene el Ministerio de Desarrollo
Social; dada la cantidad de personas que se encuentran en esta situación, la
disponibilidad de turnos no responde a la urgencia de la problemática. Por
otro lado, una vez que cobran el subsidio, se han registrado demoras en el
cobro, y esas demoras someten a las personas nuevamente a las amenazas
de ser desalojadas. Por último, con el subsidio se logra el acceso a un lugar
precario, donde las condiciones edilicias no son las indicadas para vivir de
manera adecuada (presencia de humedad, malas instalaciones eléctricas,
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goteras, lugares compartidos con otros residentes como son baño y cocina,
sin ventanas, habitaciones abiertas y sin puertas, hacinamiento, etc.), que a
su vez genera un estigma a quienes residen allí. En tal sentido, el programa
legitima una forma de habitar que expone a nuevas problemáticas como
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maltrato de los dueños, problemas de convivencia con los/as vecinos/as,


problemas de salud, violencia, incertidumbre permanente, dificultad de
acceso a un empleo por vivir en un hotel, etc. Como se puede observar,
el proceso de otorgamiento del subsidio se encuentra atravesado por
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estigmatizaciones múltiples.
Asimismo, el “techo” no es lo único que necesita la población que
habita en la calle. Una vez que ingresan a un hotel, si no tienen los recursos
económicos para comprar alimentos y productos de aseo, continúan
dependiendo del circuito red-social para los/as habitantes de la calle.
[40] La imposibilidad de sostener el alquiler dentro del hotel-pensión los deja
más vulnerables a las situaciones de desalojos informales que realizan los
dueños o encargados. De esta manera, su cotidianeidad está atravesada por
Paula Rosa y María de la Paz Toscani

la incertidumbre y los cambios constantes de formas de habitar que van


socavando las subjetividades. Esto los lleva a recrear su presente, readaptar
sus vínculos, sus costumbres y sus recorridos de manera permanente.
Su vida cotidiana se identifica con la falta de lo estable, lo duradero y lo
“propio”. Se constituye una realidad atravesada por el cambio y movimiento
constante. Todo esto trae aparejados efectos concretos en sus percepciones
sobre sí mismos y sus posibilidades futuras para poder encontrar una
salida a esta situación.
Todo lo relatado previamente da cuenta de que el acceso a un subsidio
habitacional no garantiza la solución a la problemática habitacional para los
sectores más vulnerables de la ciudad. Es necesario pensar en una política
pública para estos sectores que pueda considerar su situación desde una
mirada amplia, integral, no estigmatizante y que posibilite trazar líneas
de intervención multidimensionales. En tal sentido, se necesitan políticas
que se basen en un real acompañamiento a las personas afectadas, que
garanticen un control efectivo de las condiciones de habitabilidad de los
hoteles-pensión, pero que también realicen acciones que contribuyan a
garantizar el acceso a modo de vida seguro y estable para poder revertir
todos los efectos de la intermitencia habitacional y su pasaje por los dife-
rentes circuitos. El desafío es la generación de políticas que se anticipen,
que pueden prever y prevenir las situaciones de vulnerabilidad extrema y
abonen a garantizar el ejercicio pleno de los derechos.

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Entrevista
Habitante de hotel-pensión (noviembre del 2017), Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, Argentina.
[44] Leyes
Ley 14821. Boletín Oficial de la República Argentina. 31 de julio de 1959.
Paula Rosa y María de la Paz Toscani

Ley 2145. Boletín Oficial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 05 de


diciembre de 2006.
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de 2013.
Decreto 895. Boletín Oficial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 13 de
agosto de 2002.

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