Revista Interuniversitaria de Formación Del Profesorado 0213-8646
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Revista Interuniversitaria de Formación Del Profesorado 0213-8646
Profesorado
ISSN: 0213-8646
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Universidad de Zaragoza
España
RESUMEN
Profesorado 62
ISSN 0213-8646 • Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 62 (22,2)
(22,2) (2008),
(2008), 165-174
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María Rosario Fernández Domínguez
ABSTRACT
This paper analyses the important role that the body plays in the structure of personality. From
the explanatory framework of PRH (Personality and Human Relations) psychopedagogy within
the humanist perspective of psychology, put forward by André Rochais, and which is currently
spread all over the world, this paper explores the different components of personality and
its interactions, focusing on the analysis of the body as a reality which cannot be separated
from our psyche and which is part of our personality. Our body helps us get into contact
with the world and the others, enabling us to feel, experience and express what we are, feel
or need. In this respect it is important to listen to our body, as it never lies. In fact, the body,
which is very closely linked to sensitivity, sends us messages through which we can discover
sensations in ourselves and in our relationships with the others. The analysis of sensations
is the tool used in PHR to get access to what we feel and understand the unconscious
aspects of personality, which are essential in a development and treatment process. Finally
some considerations are offered with respect to the importance of corporal education and
psychomotricity for the development of children’s personality and, more particularly, on the
contribution of the PHR model to the psychomotricist’s work and training.
Introducción
En este trabajo voy a centrarme en la importancia del cuerpo en la estructura
de la personalidad, una cuestión de especial relevancia para los psicomotricistas.
Haré asimismo referencias a la educación corporal y a la formación personal de
los psicomotricistas.
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El cuerpo en la estructura de la personalidad: PRH como modelo de referencia
medio muy valioso para su desarrollo y para trabajar los aspectos emocionales y
relacionales de la misma. A través del trabajo corporal es posible ayudar a descubrir
sensaciones, conectadas con la vivencia interior y con las relaciones interpersonales,
que favorecen el autoconocimiento y la comprensión de uno mismo. Además, el
trabajo corporal permite la expresión de sentimientos y emociones, y favorece
la libre expresión de lo que el niño es y vive en profundidad. En este sentido,
es fundamental que el psicomotricista esté disponible ante el cuerpo del niño y
sus mensajes, para aprender a descifrar sus vivencias, emociones y sentimientos,
acompañándole en su proceso de crecimiento. Por otra parte, es muy importante
que el psicomotricista esté junto al niño y sepa verle en lo que es, reconociendo
todo lo que de positivo y genuino lleva dentro. Y también es fundamental el amor
incondicional y las actitudes de respeto, escucha, atención, cuidado y paciencia. Es
evidente que el psicomotricista maduro, que sabe ver al niño, que confía en él, que
tiene todas las actitudes positivas de respeto y cuidado por su crecimiento, va a ser
un auténtico revulsivo, va a ayudar a que el niño crezca sin necesidad de actuar
para buscar aprobación porque ya es aceptado tal cual es.
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María Rosario Fernández Domínguez
Rochais nace en 1921 en Francia, en una familia humilde. Desde muy pronto
comienza a interesarse por la educación y por las relaciones entre el ser humano
y la sociedad (PRH, 1997). Su investigación estuvo impulsada por el deseo de
contribuir a la realización de los hombres y las mujeres y a la humanización de
la sociedad. Centró sus trabajos en todo lo relacionado con el ser humano y su
crecimiento. Su deseo era llegar a describir la estructura básica de la personalidad
humana, aquella que está presente en todas las personas, sea cual sea la cultura
a la que pertenecen. Así fue elaborando un sistema explicativo del ser humano
dinámico, es decir, en crecimiento. Desde el principio presintió que en todas las
personas existe una zona sana a partir de la cual es posible conocer la propia
personalidad y vivir de una forma armoniosa. Además, deseaba encontrar medios
eficaces que favorecieran el autoconocimiento, la comprensión de uno mismo
y, ante todo, el crecimiento personal. Todo esto le condujo a una investigación
psicológica exhaustiva para descubrir la estructura de la personalidad y sus modos
de funcionamiento.
André Rochais estuvo muy marcado por el ambiente obrero en el que vivió
su familia. Era un hombre sencillo y le gustaba expresarse para que todo el
mundo pudiera comprenderle y acceder a lo que él iba descubriendo. También
le influyeron los métodos pedagógicos activos (Freinet, Montessori), que le
condujeron a elaborar su metodología de autodescubrimiento, así como su
formación psicosociológica y los movimientos de contestación social de la época,
como el mayo francés del 68.
Pero sobre todo le influyó Rogers (PRH, 1997, 26-27). Los libros El proceso
de convertirse en persona (1961) y Psicoterapia y relaciones humanas (1971),
marcaron decisivamente su investigación. También influyeron mucho en él Freud
–sobre todo por sus estudios del inconsciente–, Adler y Jung, V. E. Frankl, Maslow y
Max Pagés, con su obra La orientación no directiva en psicoterapia y en psicología
social; así como Nacht, el psicoanalista que defendió la existencia de un fondo
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Sin embargo, él era muy riguroso y su deseo de encontrar lo esencial del ser
humano, le conducía a situarse a distancia de todo, concediendo una importancia
máxima a la observación de los fenómenos en directo.
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El ser
El ser es la instancia principal de la persona y constituye el núcleo de la
personalidad. Es una realidad positiva que se encuentra en lo profundo de
todo ser humano (PRH, 1997; 1990, 4). Es lo que somos de fondo, el conjunto
de cualidades que nos caracterizan y conforman nuestra identidad. En otros
planteamientos, como los de Rogers, Maslow, E. Fromm o Nacht, encontramos
analogías con el ser en PRH.
En el ser existen tres zonas: 1) la roca del ser, que es la zona sólida de la
personalidad. Está constituida por certezas y evidencias de lo que somos; 2) la
zona del ser aún no emergido, que es una zona inconsciente donde están las
potencialidades aún no conscientes; y 3) la zona profunda, que está situada en
la sensibilidad profunda. Es una zona de paz y reposo, y cuando la persona se
sumerge en ella experimenta vida, paz, calma, bienestar, lo que influye de forma
positiva en el funcionamiento del resto de las instancias; y así, nuestra inteligencia
funciona mejor o el cuerpo se encuentra más relajado.
El yo cerebral
Es la instancia que permite a la persona decidir, dirigir y gestionar su vida. Ahí
tenemos registradas imágenes, normas, principios, esquemas y pensamientos.
Es una instancia con exigencias de racionalidad y coherencia, que necesita
comprender la realidad, decidir y actuar de forma razonable, que tiene unos
intereses, una memoria y una visión de las cosas, unos proyectos y expectativas
(PRH, 1997).
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Todo guarda también relación con la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Por eso, una persona que se cree amable y que piensa que siempre debe ser
amable con los otros, se sentirá inadecuada o culpable cuando se comporta con
irritación o siente que otra persona es un fastidio.
La sensibilidad
La sensibilidad es una instancia de la personalidad muy relacionada con el
cuerpo, en la que la vivencia psicológica y afectiva está muy presente. Permite
a la persona vibrar, reaccionar, ser tocada por la realidad, transmitir mensajes y
grabarlos, así como recuperarlos.
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transmite todos los mensajes, y como una cinta magnetofónica que guarda
memoria de los acontecimientos vitales. Lo agradable deja huellas armoniosas,
y lo desagradable unas huellas desarmoniosas en forma de miedo, ansiedad,
culpabilidad, crispación… (FILLIOZAT, 2003).
La conciencia profunda
Es un lugar síntesis de la persona en crecimiento, donde puede sentir lo que es
bueno para ella: para el ser, que aspira a crecer; para el cuerpo, que tiene unas
fuerzas determinadas; para la sensibilidad, que debe soportar las molestias de cada
decisión; para el yo cerebral, que necesita coherencia en sus principios; para toda
la persona, su situación y su entorno.
Se trata de una conciencia que impulsa a la persona a ser fiel a sí misma en cada
momento y a vivir de forma libre, aunque eso le conduzca a actuar en direcciones
opuestas a las costumbres o leyes sociales o familiares, o a lo que está bien visto.
Es una especie de ley interior que es buena para la persona y su crecimiento, que
viene a ser un reflejo de lo que la persona es, de su identidad. Es un punto de
referencia para vivir en coherencia con lo que somos (PRH, 1988). Podríamos
decir que es una especie de ley de vida y de salud psicológica puesto que, cuando
la persona la escucha, no decide ni hace nada que vaya en contra de lo que ella
es y de lo que es bueno para su crecimiento y realización (PRH, 1997).
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Podemos hablar del ambiente más inmediato, la familia, los amigos, los
grupos con los que se relaciona. Asimismo, del medio social, ideológico,
religioso, el contexto político, democrático o dictatorial, las situaciones bélicas,
de discriminación, de justicia o injusticia, y todo ello inscrito en una historia. Un
ambiente favorecedor del crecimiento contiene personas maduras, que satisfacen
las necesidades infantiles, que por su forma de ser despierten lo mejor del ser
del niño, que son auténticas, sólidas y libres para expresar lo que sienten. En un
ambiente así, el niño es estimulado a existir y a afirmar su propia personalidad
(PRH, 1997).
El cuerpo
Los seres humanos somos seres corpóreos, de forma que lo que somos y
vivimos a nivel psicológico y corporal está profundamente imbricado. Se trata
de una realidad sexuada, que determina nuestra identidad e influye en nuestros
comportamientos, relaciones y decisiones. Es más, el cuerpo tiene un valor
incalculable puesto que sin él no viviríamos ninguna experiencia, ni la vida tal y
como la conocemos.
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sin mediar reflexión alguna y sin que exista libertad ni responsabilidad consciente.
Este funcionamiento es normal en el niño.
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Por ello, a través de los mensajes que el cuerpo nos envía, podemos descubrir
todo tipo de sensaciones ligadas a nosotros y a nuestras relaciones con los demás.
El cuerpo no miente (MILLER, 2006). Expresa lo que la persona vive en un
momento determinado, a través de sensaciones corporales.
Además, buena parte de las reacciones del cuerpo tienen un origen psicológico,
y muchas se explican porque la sensibilidad está herida. Algunas de ellas son
más desproporcionadas y tienden a repetirse. El análisis de las reacciones
desproporcionadas y repetitivas del cuerpo puede conducir a su origen, que
se encuentra en el pasado de la persona y normalmente no se conoce. Suelen
aparecer en circunstancias similares a aquellas en las que la persona ha tenido
experiencias de sufrimiento. Es decir, que este tipo de reacciones son síntomas de
viejas heridas, de carencias afectivas, de conflictos intrapsíquicos, de sufrimientos
pasados, que se registran en el cuerpo y la sensibilidad. Entre ellas podemos
citar las reacciones psicosomáticas, como el dolor de cabeza o de estómago o las
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Por otra parte, los síntomas a través de los que el cuerpo expresa los problemas
psicológicos están relacionados con las debilidades del propio organismo, de forma
que cada persona tiene un terreno favorable para ciertas somatizaciones, pero
también hay, como señala Lowen (1995), una relación casi «simbólica» entre el
problema psicológico y el síntoma corporal. Así, por ejemplo, una dificultad para
digerir puede estar relacionada con dificultades de asimilación de un acontecimiento,
o un gran peso en la espalda o en los brazos, puede estar relacionada con una
«carga» soportada largo tiempo, con la que la persona no puede.
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Algunas sensaciones son poco duraderas y están provocadas por algo exterior.
Un acontecimiento o la actitud de alguien, puede despertar una reacción de
la sensibilidad, que experimenta miedo, ansiedad, culpa, malestar… Otras
sensaciones son más duraderas y guardan menos relación con una causa cercana,
incluso puede suceder que no se conozca su origen. La persona no sabe por
qué experimenta, por ejemplo, miedo, o ese nudo en la garganta que no tiene
causa aparente y que no querría tener. Aunque en un principio la causa de la
reacción sea desconocida, ésta puede llegar a descubrirse a través del análisis de la
sensación que puede conducir a su origen, que está en heridas o acontecimientos
traumáticos del pasado. Como afirma LeDoux (1999, 336),
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La educación corporal es muy importante para que los niños lleguen a poder
gestionar adecuadamente su cuerpo. Esto implica que aprendan a conocerlo bien,
con sus posibilidades y límites, sus ritmos, sus debilidades y síntomas, así como
aquello que le beneficia o le perjudica. Además implica que se hagan conscientes
de las reglas que rigen su vida en lo relativo al cuerpo, pues muchas de ellas no
son constructivas, sino que tan sólo se derivan de lo que es costumbre hacer. Una
gestión adecuada del cuerpo permite actualizar todo lo que la persona es y aspira
a hacer. Por todo esto es necesario enseñar a los niños a escuchar los mensajes que
el cuerpo les envía, para así tenerlo en cuenta y cuidarlo.
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ante los errores. Todo ello se expresa en su mirada, sus gestos, su tono…, en
las palabras que emplea, así como en el tiempo y atención personalizados
que ofrece al niño. En este sentido, es esencial que dé su mirada y su escucha
a cada niño y les reafirme en su particular especificidad.
6) Por otra parte, es importante que el psicomotricista esté atento para percibir
lo que el niño siente, y ayudarle a que lo reconozca (FERNÁNDEZ y RAMOS,
2002), aceptándole y acogiéndole con ello, porque, al sentirse acogido y
no juzgado, puede expresar sus sentimientos, sin necesidad de ocultarlos.
El psicomotricista, en cuanto imagen securizante para el niño, debe estar
a su lado para enfrentar lo que le inquieta, ayudándole, por ejemplo, a
expresar su miedo en lugar de esconderlo, o enseñándole a buscar el modo
de apaciguarlo; o, simplemente, acogiéndole con lo que siente, sin censurarle
ni ridiculizarle. Además, para que el niño se sienta seguro, el psicomotricista
debe evitar las amenazas y no transmitirle sus inquietudes o temores. De
ahí la importancia de que éste trabaje sus propias inseguridades, que están
ocultas detrás de ciertas exigencias o de las conductas hiperprotectoras o
dominadoras.
7) Según como se desarrolle el trabajo en el aula de psicomotricidad, el niño puede
satisfacer las necesidades de seguridad, de ser reconocido y querido y de ser
considerado como un niño (PRH, 1997, 259-274). De ahí la importancia de
que el psicomotricista muestre actitudes de paciencia, escucha, flexibilidad,
disponibilidad, apertura, bondad, acogida, no juicio y aceptación del ritmo
de cada uno (PRH, 1997; ROVIRA I TODA, 2005).
Tal como hemos dicho, Personalidad y Relaciones Humanas puede ser un modelo
de referencia que contribuya a la formación personal de los psicomotricistas. No es
posible ayudar a niños y adolescentes a crecer como personas y ser más maduros
emocionalmente, si el psicomotricista no es una persona madura. «No podemos
llevar a los niños y adolescentes… más allá del camino que nosotros mismos hemos
recorrido. Nuestra tarea de educadores pasa por nuestro propio camino personal»
(PRH, 2005, 10). Este trabajo puede ayudar al psicomotricista a entenderse a sí
mismo, a descubrir sus cualidades, sus modos de funcionar, sus dificultades, el
modo en que se relaciona con su cuerpo, su disponibilidad para acoger, escuchar
y sostener al otro. Teniendo en cuenta que en el trabajo psicomotriz está presente
la propia corporeidad del psicomotricista, si éste es más sensible a sus vivencias
psicológicas y corporales, podrá también estar más abierto a lo que viven y
sienten los niños, pudiendo de este modo encontrar los medios para vincularse y
comunicarse con ellos y para comprenderles mejor.
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Referencias bibliográficas
AJURIAGUERRA, J. (1986). “Organización neuropsicológica de algunas funciones: de los
movimientos espontáneos al diálogo tónico-postural y a las formas precoces de
comunicación”. Revista Psicomotricidad, 23, 17-34.
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WALLON, H. (1979). Los orígenes del carácter en el niño. Buenos Aires: Nueva Visión.
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