Evangelio de Marcos-Anonimo

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Evangelio de Marcos

Anónimo

Publicado: año 60-70 del siglo I d. C.


Fuente: Wikisource
Edición: Biblia Reina-Valera, 1909
1. Título
2. Biblia Reina-Valera
3. Capítulo 1
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
4. Capítulo 2
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
5. Capítulo 3
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
6. Capítulo 4
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
7. Capítulo 5
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
8. Capítulo 6
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
9. Capítulo 7
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
10. Capítulo 8
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
11. Capítulo 9
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
12. Capítulo 10
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
13. Capítulo 11
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
14. Capítulo 12
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
15. Capítulo 13
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
16. Capítulo 14
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
17. Capítulo 15
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16
18. Capítulo 16
1. Biblia Reina-Valera, Revisión 1909
2. Marcos
3. 1
4. 2
5. 3
6. 4
7. 5
8. 6
9. 7
10. 8
11. 9
12. 10
13. 11
14. 12
15. 13
16. 14
17. 15
18. 16

Hitos

1. Biblia Reina-Valera
2. Portada
Índice

Capítulo 1 - Capítulo 2 - Capítulo 3 - Capítulo 4 - Capítulo 5


Capítulo 6 - Capítulo 7 - Capítulo 8 - Capítulo 9 - Capítulo 10
Capítulo 11 - Capítulo 12 - Capítulo 13 - Capítulo 14 - Capítulo 15
Capítulo 16
I

1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.


2 Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío á mi
mensajero delante de tu faz, Que apareje tu camino delante de ti.
3 Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor;
Enderezad sus veredas.
4 Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo del
arrepentimiento para remisión de pecados.
5 Y salía á él toda la provincia de Judea, y los de Jerusalem; y eran
todos, bautizados por él en el río de Jordán, confesando sus
pecados.
6 Y Juan andaba vestido de pelos de camello, y con un cinto de
cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.
7 Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que
yo, al cual no soy digno de desatar encorvado la correa de sus
zapatos.
8 Yo á la verdad os he bautizado con agua; mas él os bautizará con
Espíritu Santo.
9 Y aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de
Galilea, y fué bautizado por Juan en el Jordán.
10 Y luego, subiendo del agua, vió abrirse los cielos, y al Espíritu
como paloma, que descendía sobre él.
11 Y hubo una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado;
en ti tomo contentamiento.
12 Y luego el Espíritu le impele al desierto.
13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado de
Satanás; y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.
14 Mas después que Juan fué encarcelado, Jesús vino á Galilea
predicando el evangelio del reino de Dios,
15 Y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca:
arrepentíos, y creed al evangelio.
16 Y pasando junto á la mar de Galilea, vió á Simón, y á Andrés su
hermano, que echaban la red en la mar; porque eran pescadores.
17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis
pescadores de hombres.
18 Y luego, dejadas sus redes, le siguieron.
19 Y pasando de allí un poco más adelante, vió á Jacobo, hijo de
Zebedeo, y á Juan su hermano, también ellos en el navío, que
aderezaban las redes.
20 Y luego los llamó: y dejando á su padre Zebedeo en el barco con
los jornaleros, fueron en pos de él.
21 Y entraron en Capernaum; y luego los sábados, entrando en la
sinagoga, enseñaba.
22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien
tiene potestad, y no como los escribas.
23 Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo,
el cual dió voces,
24 Diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has
venido á destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
25 Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él.
26 Y el espíritu inmundo, haciéndole pedazos, y clamando á gran
voz, salió de él.
27 Y todos se maravillaron, de tal manera que inquirían entre sí,
diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con
potestad aun á los espíritus inmundos manda, y le obedecen?
28 Y vino luego su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
29 Y luego saliendo de la sinagoga, vinieron á casa de Simón y de
Andrés, con Jacobo y Juan.
30 Y la suegra de Simón estaba acostada con calentura; y le
hablaron luego de ella.
31 Entonces llegando él, la tomó de su mano y la levantó; y luego la
dejó la calentura, y les servía.
32 Y cuando fué la tarde, luego que el sol se puso, traían á él todos
los que tenían mal, y endemoniados;
33 Y toda la ciudad se juntó á la puerta.
34 Y sanó á muchos que estaban enfermos de diversas
enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba decir á
los demonios que le conocían.
35 Y levantándose muy de mañana, aun muy de noche, salió y se
fué á un lugar desierto, y allí oraba.
36 Y le siguió Simón, y los que estaban con él;
37 Y hallándole, le dicen: Todos te buscan.
38 Y les dice: Vamos á los lugares vecinos, para que predique
también allí; porque para esto he venido.
39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba
fuera los demonios.
40 Y un leproso vino á él, rogándole; é hincada la rodilla, le dice: Si
quieres, puedes limpiarme.
41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió su mano, y le tocó,
y le dice: Quiero, sé limpio.
42 Y así que hubo él hablado, la lepra se fué luego de aquél, y fué
limpio.
43 Entonces le apercibió, y despidióle luego,
44 Y le dice: Mira, no digas á nadie nada; sino ve, muéstrate al
sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para
testimonio á ellos.
45 Mas él salido, comenzó á publicarlo mucho, y á divulgar el hecho,
de manera que ya Jesús no podía entrar manifiestamente en la
ciudad, sino que estaba fuera en los lugares desiertos; y venían á él
de todas partes.
Biblia Reina-Valera, Revisión 1909 : Marcos
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II

1 Y entró otra vez en Capernaum después de algunos días, y se oyó


que estaba en casa.
2 Y luego se juntaron á él muchos, que ya no cabían ni aun á la
puerta; y les predicaba la palabra.
3 Entonces vinieron á él unos trayendo un paralítico, que era traído
por cuatro.
4 Y como no podían llegar á él á causa del gentío, descubrieron el
techo de donde estaba, y haciendo abertura, bajaron el lecho en que
yacía el paralítico.
5 Y viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados
te son perdonados.
6 Y estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales
pensando en sus corazones,
7 Decían: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede
perdonar pecados, sino solo Dios?
8 Y conociendo luego Jesús en su espíritu que pensaban así dentro
de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros
corazones?
9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son
perdonados, ó decirle: Levántate, y toma tu lecho y anda?
10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la
tierra de perdonar los pecados, (dice al paralítico):
11 A ti te digo: Levántate, y toma tu lecho, y vete á tu casa.
12 Entonces él se levantó luego, y tomando su lecho, se salió
delante de todos, de manera que todos se asombraron, y
glorificaron á Dios, diciendo: Nunca tal hemos visto.
13 Y volvió á salir á la mar, y toda la gente venía á él, y los
enseñaba.
14 Y pasando, vió á Leví, hijo de Alfeo, sentado al banco de los
públicos tributos, y le dice: Sígueme. Y levantándose le siguió.
15 Y aconteció que estando Jesús á la mesa en casa de él, muchos
publicanos y pecadores estaban también á la mesa juntamente con
Jesús y con sus discípulos: porque había muchos, y le habían
seguido.
16 Y los escribas y los Fariseos, viéndole comer con los publicanos y
con los pecadores, dijeron á sus discípulos: ¿Qué es esto, que él
come y bebe con los publicanos y con los pecadores?
17 Y oyéndolo Jesús, les dice: Los sanos no tienen necesidad de
médico, mas los que tienen mal. No he venido á llamar á los justos,
sino á los pecadores.
18 Y los discípulos de Juan, y de los Fariseos ayunaban; y vienen, y
le dicen: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los Fariseos
ayunan, y tus discípulos no ayunan?
19 Y Jesús les dice: ¿Pueden ayunar los que están de bodas,
cuando el esposo está con ellos? Entre tanto que tienen consigo al
esposo no pueden ayunar.
20 Mas vendrán días, cuando el esposo les será quitado, y entonces
en aquellos días ayunarán.
21 Nadie echa remiendo de paño recio en vestido viejo; de otra
manera el mismo remiendo nuevo tira del viejo, y la rotura se hace
peor.
22 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino
nuevo rompe los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden;
mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
23 Y aconteció que pasando él por los sembrados en sábado, sus
discípulos andando comenzaron á arrancar espigas.
24 Entonces los Fariseos le dijeron: He aquí, ¿por qué hacen en
sábado lo que no es lícito?
25 Y él les dijo: ¿Nunca leísteis qué hizo David cuando tuvo
necesidad, y tuvo hambre, él y los que con él estaban:
26 Cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiathar sumo pontífice, y
comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer
sino á los sacerdotes, y aun dió á los que con él estaban?
27 También les dijo: El sábado por causa del hombre es hecho; no el
hombre por causa del sábado.
28 Así que el Hijo del hombre es Señor aun del sábado.
Biblia Reina-Valera, Revisión 1909 : Marcos
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III

1 Y otra vez entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía


una mano seca.
2 Y le acechaban si en sábado le sanaría, para acusarle.
3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate en
medio.
4 Y les dice: ¿Es lícito hacer bien en sábado, ó hacer mal? ¿salvar
la vida, ó quitarla? Mas ellos callaban.
5 Y mirándolos alrededor con enojo, condoleciéndose de la
ceguedad de su corazón, dice al hombre: Extiende tu mano. Y la
extendió, y su mano fué restituída sana.
6 Entonces saliendo los Fariseos, tomaron consejo con los
Herodianos contra él, para matarle.
7 Mas Jesús se apartó á la mar con sus discípulos: y le siguió gran
multitud de Galilea, y de Judea.
8 Y de Jerusalem, y de Idumea, y de la otra parte del Jordán. Y los
de alrededor de Tiro y de Sidón, grande multitud, oyendo cuán
grandes cosas hacía, vinieron á él.
9 Y dijo á sus discípulos que le estuviese siempre apercibida la
barquilla, por causa del gentío, para que no le oprimiesen.
10 Porque había sanado á muchos; de manera que caían sobre él
cuantos tenían plagas, por tocarle.
11 Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y
daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
12 Mas él les reñía mucho que no le manifestasen.
13 Y subió al monte, y llamó á sí á los que él quiso; y vinieron á él.
14 Y estableció doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos á
predicar.
15 Y que tuviesen potestad de sanar enfermedades, y de echar
fuera demonios:
16 A Simón, al cual puso por nombre Pedro;
17 Y á Jacobo, hijo de Zebedeo, y á Juan hermano de Jacobo; y les
apellidó Boanerges, que es, Hijos del trueno;
18 Y á Andrés, y á Felipe, y á Bartolomé, y á Mateo, y á Tomas, y á
Jacobo hijo de Alfeo, y á Tadeo, y á Simón el Cananita,
19 Y á Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron á casa.
20 Y agolpóse de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían
comer pan.
21 Y como lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle: porque
decían: Está fuera de sí.
22 Y los escribas que habían venido de Jerusalem, decían que tenía
á Beelzebub, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los
demonios.
23 Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede
Satanás echar fuera á Satanás?
24 Y si algún reino contra sí mismo fuere dividido, no puede
permanecer el tal reino.
25 Y si alguna casa fuere dividida contra sí misma, no puede
permanecer la tal casa.
26 Y si Satanás se levantare contra sí mismo, y fuere dividido, no
puede permanecer; antes tiene fin.
27 Nadie puede saquear las alhajas del valiente entrando en su
casa, si antes no atare al valiente y entonces saqueará su casa.
28 De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados á los
hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera con que
blasfemaren;
29 Mas cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene
jamás perdón, mas está expuesto á eterno juicio.
30 Porque decían: Tiene espíritu inmundo.
31 Vienen después sus hermanos y su madre, y estando fuera,
enviaron á él llamándole.
32 Y la gente estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: He aquí,
tu madre y tus hermanos te buscan fuera.
33 Y él les respondió, diciendo: ¿Quién es mi madre y mis
hermanos?
34 Y mirando á los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He
aquí mi madre y hermanos.
35 Porque cualquiera que hiciere la voluntad de Dios, éste es mi
hermano, y mi hermana, y mi madre.
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IV

1 Y otra vez comenzó á enseñar junto á la mar, y se juntó á él mucha


gente; tanto, que entrándose él en un barco, se sentó en la mar: y
toda la gente estaba en tierra junto á la mar.
2 Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su
doctrina:
3 Oid: He aquí, el sembrador salió á sembrar.
4 Y aconteció sembrando, que una parte cayó junto al camino; y
vinieron las aves del cielo, y la tragaron.
5 Y otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y
luego salió, porque no tenía la tierra profunda:
6 Mas salido el sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó.
7 Y otra parte cayó en espinas; y subieron las espinas, y la
ahogaron, y no dió fruto.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y dió fruto, que subió y creció: y
llevó uno á treinta, y otro á sesenta, y otro á ciento.
9 Entonces les dijo: El que tiene oídos para oir, oiga.
10 Y cuando estuvo solo, le preguntaron los que estaban cerca de él
con los doce, sobre la parábola.
11 Y les dijo: A vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios;
mas á los que están fuera, por parábolas todas las cosas;
12 Para que viendo, vean y no echen de ver; y oyendo, oigan y no
entiendan: porque no se conviertan, y les sean perdonados los
pecados.
13 Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis
todas las parábolas?
14 El que siembra es el que siembra la palabra.
15 Y éstos son los de junto al camino: en los que la palabra es
sembrada: mas después que la oyeron, luego viene Satanás, y quita
la palabra que fué sembrada en sus corazones.
16 Y asimismo éstos son los que son sembrados en pedregales: los
que cuando han oído la palabra, luego la toman con gozo;
17 Mas no tienen raíz en sí, antes son temporales, que en
levantándose la tribulación ó la persecución por causa de la palabra,
luego se escandalizan.
18 Y éstos son los que son sembrados entre espinas: los que oyen
la palabra;
19 Mas los cuidados de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las
codicias que hay en las otras cosas, entrando, ahogan la palabra, y
se hace infructuosa.
20 Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que
oyen la palabra, y la reciben, y hacen fruto, uno á treinta, otro á
sesenta, y otro á ciento.
21 También les dijo: ¿Tráese la antorcha para ser puesta debajo del
almud, ó debajo de la cama? ¿No es para ser puesta en el
candelero?
22 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni
secreto que no haya de descubrirse.
23 Si alguno tiene oídos para oir, oiga.
24 Les dijo también: Mirad lo que oís: con la medida que medís, os
medirán otros, y será añadido á vosotros los que oís.
25 Porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que
tiene le será quitado.
26 Decía más: Así es el reino de Dios, como si un hombre echa
simiente en la tierra;
27 Y duerme, y se levanta de noche y de día, y la simiente brota y
crece como él no sabe.
28 Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga,
después grano lleno en la espiga;
29 Y cuando el fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque
la siega es llegada.
30 Y decía: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿ó con
qué parábola le compararemos?
31 Es como el grano de mostaza, que, cuando se siembra en tierra,
es la más pequeña de todas las simientes que hay en la tierra;
32 Mas después de sembrado, sube, y se hace la mayor de todas
las legumbres, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves
del cielo puedan morar bajo su sombra.
33 Y con muchas tales parábolas les hablaba la palabra, conforme á
lo que podían oir.
34 Y sin parábola no les hablaba; mas á sus discípulos en particular
declaraba todo.
35 Y les dijo aquel día cuando fué tarde: Pasemos de la otra parte.
36 Y despachando la multitud, le tomaron como estaba, en el barco;
y había también con él otros barquitos.
37 Y se levantó una grande tempestad de viento, y echaba las olas
en el barco, de tal manera que ya se henchía.
38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, y le
despertaron, y le dicen: ¿Maestro, no tienes cuidado que
perecemos?
39 Y levantándose, increpó al viento, y dijo á la mar: Calla,
enmudece. Y cesó el viento, y fué hecha grande bonanza.
40 Y á ellos dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no
tenéis fe?
41 Y temieron con gran temor, y decían el uno al otro. ¿Quién es
éste, que aun el viento y la mar le obedecen?
Biblia Reina-Valera, Revisión 1909 : Marcos
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V

1 Y vinieron de la otra parte de la mar á la provincia de los


Gadarenos.
2 Y salido él del barco, luego le salió al encuentro, de los sepulcros,
un hombre con un espíritu inmundo,
3 Que tenía domicilio en los sepulcros, y ni aun con cadenas le
podía alguien atar;
4 Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas
las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y los grillos
desmenuzados; y nadie le podía domar.
5 Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes
y en los sepulcros, é hiriéndose con las piedras.
6 Y como vió á Jesús de lejos, corrió, y le adoró.
7 Y clamando á gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del
Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
8 Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me
llamo; porque somos muchos.
10 Y le rogaba mucho que no le enviase fuera de aquella provincia.
11 Y estaba allí cerca del monte una grande manada de puercos
paciendo.
12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos á los
puercos para que entremos en ellos.
13 Y luego Jesús se lo permitió. Y saliendo aquellos espíritus
inmundos, entraron en los puercos, y la manada cayó por un
despeñadero en la mar; los cuales eran como dos mil; y en la mar
se ahogaron.
14 Y los que apacentaban los puercos huyeron, y dieron aviso en la
ciudad y en los campos. Y salieron para ver qué era aquello que
había acontecido.
15 Y vienen á Jesús, y ven al que había sido atormentado del
demonio, y que había tenido la legión, sentado y vestido, y en su
juicio cabal; y tuvieron miedo.
16 Y les contaron los que lo habían visto, cómo había acontecido al
que había tenido el demonio, y lo de los puercos.
17 Y comenzaron á rogarle que se fuese de los términos de ellos.
18 Y entrando él en el barco, le rogaba el que había sido fatigado del
demonio, para estar con él.
19 Mas Jesús no le permitió, sino le dijo: Vete á tu casa, á los tuyos,
y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo
ha tenido misericordia de ti.
20 Y se fué, y comenzó á publicar en Decápolis cuan grandes cosas
Jesús había hecho con él: y todos se maravillaban.
21 Y pasando otra vez Jesús en un barco á la otra parte, se juntó á
él gran compañía; y estaba junto á la mar.
22 Y vino uno de los príncipes de la sinagoga, llamado Jairo; y luego
que le vió, se postró á sus pies,
23 Y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está á la muerte: ven y
pondrás las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.
24 Y fué con él, y le seguía gran compañía, y le apretaban.
25 Y una mujer que estaba con flujo de sangre doce años hacía,
26 Y había sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo
lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,
27 Como oyó hablar de Jesús, llegó por detrás entre la compañía, y
tocó su vestido.
28 Porque decía: Si tocare tan solamente su vestido, seré salva.
29 Y luego la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que
estaba sana de aquel azote.
30 Y luego Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que había salido
de él, volviéndose á la compañía, dijo: ¿Quién ha tocado mis
vestidos?
31 Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices:
¿Quién me ha tocado?
32 Y él miraba alrededor para ver á la que había hecho esto.
33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en sí
había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la
verdad.
34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva: ve en paz, y queda sana
de tu azote.
35 Hablando aún él, vinieron de casa del príncipe de la sinagoga,
diciendo: Tu hija es muerta; ¿para qué fatigas más al Maestro?
36 Mas luego Jesús, oyendo esta razón que se decía, dijo al
príncipe de la sinagoga: No temas, cree solamente.
37 Y no permitió que alguno viniese tras él sino Pedro, y Jacobo, y
Juan hermano de Jacobo.
38 Y vino á casa del príncipe de la sinagoga, y vió el alboroto, los
que lloraban y gemían mucho.
39 Y entrando, les dice: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha
no es muerta, mas duerme.
40 Y hacían burla de él: mas él, echados fuera todos, toma al padre
y á la madre de la muchacha, y á los que estaban con él, y entra
donde la muchacha estaba.
41 Y tomando la mano de la muchacha, le dice: Talitha cumi; que es,
si lo interpretares: Muchacha, á ti digo, levántate.
42 Y luego la muchacha se levantó, y andaba; porque tenía doce
años. Y se espantaron de grande espanto.
43 Mas él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que le
diesen de comer.
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VI

1 Y salió de allí, y vino á su tierra, y le siguieron sus discípulos.


2 Y llegado el sábado, comenzó á enseñar en la sinagoga; y
muchos oyéndole, estaban atónitos, diciendo: ¿De dónde tiene éste
estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, y tales
maravillas que por sus manos son hechas?
3 ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, y de
José, y de Judas, y de Simón? ¿No están también aquí con
nosotros, sus hermanas? Y se escandalizaban en él.
4 Mas Jesús les decía: No hay profeta deshonrado sino en su tierra,
y entre sus parientes, y en su casa.
5 Y no pudo hacer allí alguna maravilla; solamente sanó unos pocos
enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6 Y estaba maravillado de la incredulidad de ellos. Y rodeaba las
aldeas de alrededor, enseñando.
7 Y llamó á los doce, y comenzó á enviarlos de dos en dos: y les dió
potestad sobre los espíritus inmundos.
8 Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente
báculo; no alforja, ni pan, ni dinero en la bolsa;
9 Mas que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
10 Y les decía: Donde quiera que entréis en una casa, posad en ella
hasta que salgáis de allí.
11 Y todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de
allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, en testimonio
á ellos. De cierto os digo que más tolerable será el castigo de los de
Sodoma y Gomorra el día del juicio, que el de aquella ciudad.
12 Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite á
muchos enfermos, y sanaban.
14 Y oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se
había hecho notorio; y dijo: Juan el que bautizaba, ha resucitado de
los muertos, y por tanto, virtudes obran en él.
15 Otros decían: Elías es. Y otros decían: Profeta es, ó alguno de los
profetas.
16 Y oyéndo lo Herodes, dijo: Este es Juan el que yo degollé: él ha
resucitado de los muertos.
17 Porque el mismo Herodes había enviado, y prendido á Juan, y le
había aprisionado en la cárcel á causa de Herodías, mujer de Felipe
su hermano; pues la había tomado por mujer.
18 Porque Juan decía á Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu
hermano.
19 Mas Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía:
20 Porque Herodes temía á Juan, sabiendo que era varón justo y
santo, y le tenía respeto: y oyéndole, hacía muchas cosas; y le oía
de buena gana.
21 Y venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su
nacimiento, daba una cena á sus príncipes y tribunos, y á los
principales de Galilea;
22 Y entrando la hija de Herodías, y danzando, y agradando á
Herodes y á los que estaban con él á la mesa, el rey dijo á la
muchacha: Pídeme lo que quisieres, que yo te lo daré.
23 Y le juró: Todo lo que me pidieres te daré, hasta la mitad de mi
reino.
24 Y saliendo ella, dijo á su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La
cabeza de Juan Bautista.
25 Entonces ella entró prestamente al rey, y pidió, diciendo: Quiero
que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan Bautista.
26 Y el rey se entristeció mucho; mas á causa del juramento, y de
los que estaban con él á la mesa, no quiso desecharla.
27 Y luego el rey, enviando uno de la guardia, mandó que fuese
traída su cabeza;
28 El cual fué, y le degolló en la cárcel, y trajó su cabeza en un
plato, y la dió á la muchacha, y la muchacha la dió á su madre.
29 Y oyéndo lo sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y le
pusieron en un sepulcro.
30 Y los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que
habían hecho, y lo que habían enseñado.
31 Y él les dijo: Venid vosotros aparte al lugar desierto, y reposad un
poco. Porque eran muchos los que iban y venían, que ni aun tenían
lugar de comer.
32 Y se fueron en un barco al lugar desierto aparte.
33 Y los vieron ir muchos, y le conocieron; y concurrieron allá
muchos á pie de las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se
juntaron á él.
34 Y saliendo Jesús vió grande multitud, y tuvo compasión de ellos,
porque eran como ovejas que no tenían pastor; y les comenzó á
enseñar muchas cosas.
35 Y como ya fuese el día muy entrado, sus discípulos llegaron á él,
diciendo: El lugar es desierto, y el día ya muy entrado;
36 Envíalos para que vayan á los cortijos y aldeas de alrededor, y
compren para sí pan; porque no tienen qué comer.
37 Y respondiendo él, les dijo: Dadles de comer vosotros. Y le
dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y
les demos de comer?
38 Y él les dice: ¿Cuántos panes tenéis? Id, y vedlo. Y sabiéndolo,
dijeron: Cinco, y dos peces.
39 Y les mandó que hiciesen recostar á todos por partidas sobre la
hierba verde.
40 Y se recostaron por partidas, de ciento en ciento, y de cincuenta
en cincuenta.
41 Y tomados los cinco panes y los dos peces, mirando al cielo,
bendijo, y partió los panes, y dió á sus discípulos para que los
pusiesen delante: y repartió á todos los dos peces.
42 Y comieron todos, y se hartaron.
43 Y alzaron de los pedazos doce cofines llenos, y de los peces.
44 Y los que comieron eran cinco mil hombres.
45 Y luego dió priesa á sus discípulos á subir en el barco, é ir
delante de él á Bethsaida de la otra parte, entre tanto que él
despedía la multitud.
46 Y después que los hubo despedido, se fué al monte á orar.
47 Y como fué la tarde, el barco estaba en medio de la mar, y él solo
en tierra.
48 Y los vió fatigados bogando, porque el viento les era contrario: y
cerca de la cuarta vigilia de la noche, vino á ellos andando sobre la
mar, y quería precederlos.
49 Y viéndole ellos, que andaba sobre la mar, pensaron que era
fantasma, y dieron voces;
50 Porque todos le veían, y se turbaron. Mas luego habló con ellos,
y les dijo: Alentaos; yo soy, no temáis.
51 Y subió á ellos en el barco, y calmó el viento: y ellos en gran
manera estaban fuera de sí, y se maravillaban:
52 Porque aun no habían considerado lo de los panes, por cuanto
estaban ofuscados sus corazones.
53 Y cuando estuvieron de la otra parte, vinieron á tierra de
Genezaret, y tomaron puerto.
54 Y saliendo ellos del barco, luego le conocieron.
55 Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron á traer de
todas partes enfermos en lechos, á donde oían que estaba.
56 Y donde quiera que entraba, en aldeas, ó ciudades, ó heredades,
ponían en las calles á los que estaban enfermos, y le rogaban que
tocasen siquiera el borde de su vestido; y todos los que le tocaban
quedaban sanos.
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VII

1 Y se juntaron á él los Fariseos, y algunos de los escribas, que


habían venido de Jerusalem;
2 Los cuales, viendo á algunos de sus discípulos comer pan con
manos comunes, es á saber, no lavadas, los condenaban.
3 (Porque los Fariseos y todos los Judíos, teniendo la tradición de
los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
4 Y volviendo de la plaza, si no se lavaren, no comen. Y otras
muchas cosas hay, que tomaron para guardar, como las lavaduras
de los vasos de beber, y de los jarros, y de los vasos de metal, y de
los lechos.)
5 Y le preguntaron los Fariseos y los escribas: ¿Por qué tus
discípulos no andan conforme á la tradición de los ancianos, sino
que comen pan con manos comunes?
6 Y respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros
Isaías, como está escrito: Este pueblo con los labios me honra, Mas
su corazón lejos está de mí.
7 Y en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos
de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, tenéis la tradición de los
hombres; las lavaduras de los jarros y de los vasos de beber: y
hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para
guardar vuestra tradición.
10 Porque Moisés dijo: Honra á tu padre y á tu madre, y: El que
maldijere al padre ó á la madre, morirá de muerte.
11 Y vosotros decís: Basta si dijere un hombre al padre ó á la madre:
Es Corbán (quiere decir, don mío á Dios) todo aquello con que
pudiera valerte;
12 Y no le dejáis hacer más por su padre ó por su madre,
13 Invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que disteis: y
muchas cosas hacéis semejantes á éstas.
14 Y llamando á toda la multitud, les dijo: Oidme todos, y entended:
15 Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda
contaminar: mas lo que sale de él, aquello es lo que contamina al
hombre.
16 Si alguno tiene oídos para oir, oiga.
17 Y apartado de la multitud, habiendo entrado en casa, le
preguntaron sus discípulos sobre la parábola.
18 Y díjoles: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No
entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede
contaminar;
19 Porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale á la
secreta? Esto decía, haciendo limpias todas las viandas.
20 Mas decía, que lo que del hombre sale, aquello contamina al
hombre.
21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos
pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
22 Los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, las
desvergüenzas, el ojo maligno, las injurias, la soberbia, la
insensatez.
23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
24 Y levantándose de allí, se fué á los términos de Tiro y de Sidón; y
entrando en casa, quiso que nadie lo supiese; mas no pudo
esconderse.
25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que
oyó de él, vino y se echó á sus pies.
26 Y la mujer era Griega, Sirofenisa de nación; y le rogaba que
echase fuera de su hija al demonio.
27 Más Jesús le dijo: Deja primero hartarse los hijos, porque no es
bien tomar el pan de los hijos y echarlo á los perrillos.
28 Y respondió ella, y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos debajo
de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29 Entonces le dice: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu
hija.
30 Y como fué á su casa, halló que el demonio había salido, y á la
hija echada sobre la cama.
31 Y volviendo á salir de los términos de Tiro, vino por Sidón á la
mar de Galilea, por mitad de los términos de Decápolis.
32 Y le traen un sordo y tartamudo, y le ruegan que le ponga la
mano encima.
33 Y tomándole aparte de la gente, metió sus dedos en las orejas de
él, y escupiendo, tocó su lengua;
34 Y mirando al cielo, gimió, y le dijo: Ephphatha: que es decir: Sé
abierto.
35 Y luego fueron abiertos sus oídos, y fué desatada la ligadura de
su lengua, y hablaba bien.
36 Y les mandó que no lo dijesen á nadie; pero cuanto más les
mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
37 Y en gran manera se maravillaban, diciendo: Bien lo ha hecho
todo: hace á los sordos oir, y á los mudos hablar.
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VIII

1 En aquellos días, como hubo gran gentío, y no tenían qué comer,


Jesús llamó á sus discípulos, y les dijo:
2 Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que
están conmigo, y no tienen qué comer:
3 Y si los enviare en ayunas á sus casas, desmayarán en el camino;
porque algunos de ellos han venido de lejos.
4 Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien hartar
á estos de pan aquí en el desierto?
5 Y les pregunto: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.
6 Entonces mandó á la multitud que se recostase en tierra; y
tomando los siete panes, habiendo dado gracias, partió, y dió á sus
discípulos que los pusiesen delante: y los pusieron delante á la
multitud.
7 Tenían también unos pocos pececillos: y los bendijo, y mandó que
también los pusiesen delante.
8 Y comieron, y se hartaron: y levantaron de los pedazos que
habían sobrado, siete espuertas.
9 Y eran los que comieron, como cuatro mil: y los despidió.
10 Y luego entrando en el barco con sus discípulos, vino á las partes
de Dalmanutha.
11 Y vinieron los Fariseos, y comenzaron á altercar con él, pidiéndole
señal del cielo, tentándole.
12 Y gimiendo en su espíritu, dice: ¿Por qué pide señal esta
generación? De cierto os digo que no se dará señal á esta
generación.
13 Y dejándolos, volvió á entrar en el barco, y se fué de la otra parte.
14 Y se habían olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan
consigo en el barco.
15 Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los
Fariseos, y de la levadura de Herodes.
16 Y altercaban los unos con los otros diciendo: Pan no tenemos.
17 Y como Jesús lo entendió, les dice: ¿Qué altercáis, porque no
tenéis pan? ¿no consideráis ni entendéis? ¿aun tenéis endurecido
vuestro corazón?
18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿y no os
acordáis?
19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas espuertas
llenas de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Doce.
20 Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas espuertas
llenas de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Siete.
21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
22 Y vino á Bethsaida; y le traen un ciego, y le ruegan que le tocase.
23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea;
y escupiendo en sus ojos, y poniéndole las manos encima, le
preguntó si veía algo.
24 Y él mirando, dijo: Veo los hombres, pues veo que andan como
árboles.
25 Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que
mirase; y fué restablecido, y vió de lejos y claramente á todos.
26 Y envióle á su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas á
nadie en la aldea.
27 Y salió Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de
Filipo. Y en el camino preguntó á sus discípulos, diciéndoles:
¿Quién dicen los hombres que soy yo?
28 Y ellos respondieron: Juan Bautista; y otros, Elías; y otros,
Alguno de los profetas.
29 Entonces él les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y
respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo.
30 Y les apercibió que no hablasen de él á ninguno.
31 Y comenzó á enseñarles, que convenía que el Hijo del hombre
padeciese mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los
príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y
resucitar después de tres días.
32 Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro le tomó, y le
comenzó á reprender.
33 Y él, volviéndose y mirando á sus discípulos, riñó á Pedro,
diciendo: Apártate de mí, Satanás; porque no sabes las cosas que
son de Dios, sino las que son de los hombres.
34 Y llamando á la gente con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que
quisiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y
sígame.
35 Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que
perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
36 Porque ¿qué aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo,
y pierde su alma?
37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
38 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta
generación adulterina y pecadora, el Hijo del hombre se
avergonzará también de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre
con los santos ángeles.
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IX

1 También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que
están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino
de Dios que viene con potencia.
2 Y seis días después tomó Jesús á Pedro, y á Jacobo, y á Juan, y
los sacó aparte solos á un monte alto; y fué transfigurado delante de
ellos.
3 Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como
la nieve; tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan
blancos.
4 Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.
5 Entonces respondiendo Pedro, dice á Jesús: Maestro, bien será
que nos quedemos aquí, y hagamos tres pabellones: para ti uno, y
para Moisés otro, y para Elías otro;
6 Porque no sabía lo que hablaba; que estaban espantados.
7 Y vino una nube que les hizo sombra, y una voz de la nube, que
decía: Este es mi Hijo amado: á él oíd.
8 Y luego, como miraron, no vieron más á nadie consigo, sino á
Jesús solo.
9 Y descendiendo ellos del monte, les mandó que á nadie dijesen lo
que habían visto, sino cuando el Hijo del hombre hubiese resucitado
de los muertos.
10 Y retuvieron la palabra en sí, altercando qué sería aquéllo:
Resucitar de los muertos.
11 Y le preguntaron, diciendo: ¿Qué es lo que los escribas dicen,
que es necesario que Elías venga antes?
12 Y respondiendo él, les dijo: Elías á la verdad, viniendo antes,
restituirá todas las cosas: y como está escrito del Hijo del hombre,
que padezca mucho y sea tenido en nada.
13 Empero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que
quisieron, como está escrito de él.
14 Y como vino á los discípulos, vió grande compañía alrededor de
ellos, y escribas que disputaban con ellos.
15 Y luego toda la gente, viéndole, se espantó, y corriendo á él, le
saludaron.
16 Y preguntóles: ¿Qué disputáis con ellos?
17 Y respondiendo uno de la compañía, dijo: Maestro, traje á ti mi
hijo, que tiene un espíritu mudo,
18 El cual, donde quiera que le toma, le despedaza; y echa
espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando: y dije á tus
discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
19 Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación infiel! ¿hasta cuándo
estaré con vosotros? ¿hasta cuándo os tengo de sufrir? Traédmele.
20 Y se le trajeron: y como le vió, luego el espíritu le desgarraba; y
cayendo en tierra, se revolcaba, echando espumarajos.
21 Y Jesús preguntó á su padre: ¿Cuánto tiempo há que le
aconteció esto? Y él dijo: Desde niño:
22 Y muchas veces le echa en el fuego y en aguas, para matarle;
mas, si puedes algo, ayúdanos, teniendo misericordia de nosotros.
23 Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo es posible.
24 Y luego el padre del muchacho dijo clamando: Creo, ayuda mi
incredulidad.
25 Y como Jesús vió que la multitud se agolpaba, reprendió al
espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando,
sal de él, y no entres más en él.
26 Entonces el espíritu clamando y desgarrándole mucho, salió; y él
quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.
27 Mas Jesús tomándole de la mano, enderezóle; y se levantó.
28 Y como él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte:
¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?
29 Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y
ayuno.
30 Y habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que
nadie lo supiese.
31 Porque enseñaba á sus discípulos, y les decía: El Hijo del
hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas
muerto él, resucitará al tercer día.
32 Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de
preguntarle.
33 Y llegó á Capernaum; y así que estuvo en casa, les preguntó:
¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?
34 Mas ellos callaron; porque los unos con los otros habían
disputado en el camino quién había de ser el mayor.
35 Entonces sentándose, llamó á los doce, y les dice: Si alguno
quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de
todos.
36 Y tomando un niño, púsolo en medio de ellos; y tomándole en
sus brazos, les dice:
37 El que recibiere en mi nombre uno de los tales niños, á mí recibe;
y el que á mí recibe, no recibe á mí, mas al que me envió.
38 Y respondióle Juan, diciendo: Maestro, hemos visto á uno que en
tu nombre echaba fuera los demonios, el cual no nos sigue; y se lo
prohibimos, porque no nos sigue.
39 Y Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga
milagro en mi nombre que luego pueda decir mal de mí.
40 Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
41 Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque
sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
42 Y cualquiera que escandalizare á uno de estos pequeñitos que
creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al
cuello, y fuera echado en la mar.
43 Y si tu mano te escandalizare, córtala: mejor te es entrar á la vida
manco, que teniendo dos manos ir á la Gehenna, al fuego que no
puede ser apagado;
44 Donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga.
45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo: mejor te es entrar á
la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en la Gehenna, al
fuego que no puede ser apagado;
46 Donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo: mejor te es entrar al
reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado á la
Gehenna;
48 Donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
49 Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será
salado con sal.
50 Buena es la sal; mas si la sal fuere desabrida, ¿con qué la
adobaréis? Tened en vosotros mismos sal; y tened paz los unos con
los otros.
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X

1 Y partiéndose de allí, vino á los términos de Judea y tras el Jordán:


y volvió el pueblo á juntarse á él; y de nuevo les enseñaba como
solía.
2 Y llegándose los Fariseos, le preguntaron, para tentarle, si era
lícito al marido repudiar á su mujer.
3 Mas él respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
4 Y ellos dijeron: Moisés permitió escribir carta de divorcio, y
repudiar.
5 Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón
os escribió este mandamiento;
6 Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.
7 Por esto dejará el hombre á su padre y á su madre, y se juntará á
su mujer.
8 Y los que eran dos, serán hechos una carne: así que no son más
dos, sino una carne.
9 Pues lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre.
10 Y en casa volvieron los discípulos á preguntarle de lo mismo.
11 Y les dice: Cualquiera que repudiare á su mujer, y se casare con
otra, comete adulterio contra ella:
12 Y si la mujer repudiare á su marido y se casare con otro, comete
adulterio.
13 Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos
reñían á los que los presentaban.
14 Y viéndolo Jesús, se enojó, y les dijo: Dejad los niños venir, y no
se lo estorbéis; porque de los tales es el reino de Dios.
15 De cierto os digo, que el que no recibiere el reino de Dios como
un niño, no entrará en él.
16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los
bendecía.
17 Y saliendo él para ir su camino, vino uno corriendo, é hincando la
rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para
poseer la vida eterna?
18 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me dices bueno? Ninguno hay bueno,
sino sólo uno, Dios.
19 Los mandamientos sabes: No adulteres: No mates: No hurtes: No
digas falso testimonio: No defraudes: Honra á tu padre y á tu madre.
20 El entonces respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto he
guardado desde mi mocedad.
21 Entonces Jesús mirándole, amóle, y díjole: Una cosa te falta: ve,
vende todo lo que tienes, y da á los pobres, y tendrás tesoro en el
cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
22 Mas él, entristecido por esta palabra, se fué triste, porque tenía
muchas posesiones.
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dice á sus discípulos: ¡Cuán
dificilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Y los discípulos se espantaron de sus palabras; mas Jesús
respondiendo, les volvió á decir: ¡Hijos, cuán dificil es entrar en el
reino de Dios, los que confían en las riquezas!
25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que el rico
entrar en el reino de Dios.
26 Y ellos se espantaban más, diciendo dentro de sí: ¿Y quién
podrá salvarse?
27 Entonces Jesús mirándolos, dice: Para los hombres es imposible;
mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.
28 Entonces Pedro comenzó á decirle: He aquí, nosotros hemos
dejado todas las cosas, y te hemos seguido.
29 Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo, que no hay
ninguno que haya dejado casa, ó hermanos, ó hermanas, ó padre, ó
madre, ó mujer, ó hijos, ó heredades, por causa de mí y del
evangelio,
30 Que no reciba cien tantos ahora en este tiempo, casas, y
hermanos, y hermanas, y madres, é hijos, y heredades, con
persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
31 Empero muchos primeros serán postreros, y postreros primeros.
32 Y estaban en el camino subiendo á Jerusalem; y Jesús iba
delante de ellos, y se espantaban, y le seguían con miedo: entonces
volviendo á tomar á los doce aparte, les comenzó á decir las cosas
que le habían de acontecer:
33 He aquí subimos á Jerusalem, y el Hijo del hombre será
entregado á los principes de los sacerdotes, y á los escribas, y le
condenarán á muerte, y le entregarán á los Gentiles:
34 Y le escarnecerán, y le azotarán, y escupirán en él, y le matarán;
mas al tercer día resucitará.
35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se llegaron á él,
diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
36 Y él les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
37 Y ellos le dijeron: Danos que en tu gloria nos sentemos el uno á
tu diestra, y el otro á tu siniestra.
38 Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber
del vaso que yo bebo, ó ser bautizados del bautismo de que yo soy
bautizado?
39 Y ellos dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, del vaso
que yo bebo, beberéis; y del bautismo de que yo soy bautizado,
seréis bautizados.
40 Mas que os sentéis á mi diestra y á mi siniestra, no es mío darlo,
sino á quienes está aparejado.
41 Y como lo oyeron los diez, comenzaron á enojarse de Jacobo y
de Juan.
42 Mas Jesús, llamándolos, les dice: Sabéis que los que se ven ser
príncipes entre las gentes, se enseñorean de ellas, y los que entre
ellas son grandes, tienen sobre ellas potestad.
43 Mas no será así entre vosotros: antes cualquiera que quisiere
hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor;
44 Y cualquiera de vosotros que quisiere hacerse el primero, será
siervo de todos.
45 Porque el Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, mas
para servir, y dar su vida en rescate por muchos.
46 Entonces vienen á Jericó: y saliendo él de Jericó y sus discípulos
y una gran compañía, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba
sentado junto al camino mendigando.
47 Y oyendo que era Jesús el Nazareno, comenzó á dar voces y
decir: Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí.
48 Y muchos le reñían, que callase: mas él daba mayores voces:
Hijo de David, ten misericordia de mí.
49 Entonces Jesús parándose, mandó llamarle: y llaman al ciego,
diciéndole: Ten confianza: levántate, te llama.
50 El entonces, echando su capa, se levantó, y vino á Jesús.
51 Y respondiendo Jesús, le dice: ¿Qué quieres que te haga? Y el
ciego le dice: Maestro, que cobre la vista.
52 Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado. Y luego cobró la vista, y
seguía á Jesús en el camino.
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XI

1 Y como fueron cerca de Jerusalem, de Bethphagé, y de Bethania,


al monte de las Olivas, envía dos de sus discípulos,
2 Y les dice: Id al lugar que está delante de vosotros, y luego
entrados en él, hallaréis un pollino atado, sobre el cual ningún
hombre ha subido; desatadlo y traedlo.
3 Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo
ha menester: y luego lo enviará acá.
4 Y fueron, y hallaron el pollino atado á la puerta fuera, entre dos
caminos; y le desataron.
5 Y unos de los que estaban allí, les dijeron: ¿Qué hacéis desatando
el pollino?
6 Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado: y los
dejaron.
7 Y trajeron el pollino á Jesús, y echaron sobre él sus vestidos, y se
sentó sobre él.
8 Y muchos tendían sus vestidos por el camino, y otros cortaban
hojas de los árboles, y las tendían por el camino.
9 Y los que iban delante, y los que iban detrás, daban voces
diciendo: ¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor.
10 Bendito el reino de nuestro padre David que viene: ¡Hosanna en
las alturas!
11 Y entró Jesús en Jerusalem, y en el templo: y habiendo mirado
alrededor todas las cosas, y siendo ya tarde, salióse á Bethania con
los doce.
12 Y el día siguiente, como salieron de Bethania, tuvo hambre.
13 Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó, si quizá
hallaría en ella algo: y como vino á ella, nada halló sino hojas;
porque no era tiempo de higos.
14 Entonces Jesús respondiendo, dijo á la higuera: Nunca más
coma nadie fruto de ti para siempre. Y lo oyeron sus discípulos.
15 Vienen, pues, á Jerusalem; y entrando Jesús en el templo,
comenzó á echar fuera á los que vendían y compraban en el templo;
y trastornó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que
vendían palomas;
16 Y no consentía que alguien llevase vaso por el templo.
17 Y les enseñaba diciendo: ¿No está escrito que mi casa, casa de
oración será llamada por todas las gentes? Mas vosotros la habéis
hecho cueva de ladrones.
18 Y lo oyeron los escribas y los príncipes de los sacerdotes, y
procuraban cómo le matarían; porque le tenían miedo, por cuanto
todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.
19 Mas como fué tarde, Jesús salió de la ciudad.
20 Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado
desde las raíces.
21 Entonces Pedro acordándose, le dice: Maestro, he aquí la
higuera que maldijiste, se ha secado.
22 Y respondiendo Jesús, les dice: Tened fe en Dios.
23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere á este monte:
Quítate, y échate en la mar, y no dudare en su corazón, mas creyere
que será hecho lo que dice, lo que dijere le será hecho.
24 Por tanto, os digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo
recibiréis, y os vendrá.
25 Y cuando estuviereis orando, perdonad, si tenéis algo contra
alguno, para que vuestro Padre que está en los cielos os perdone
también á vosotros vuestras ofensas.
26 Porque si vosotros no perdonareis, tampoco vuestro Padre que
está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
27 Y volvieron á Jerusalem; y andando él por el templo, vienen á él
los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los ancianos;
28 Y le dicen: ¿Con qué facultad haces estas cosas? ¿y quién te ha
dado esta facultad para hacer estas cosas?
29 Y Jesús respondiendo entonces, les dice: Os preguntaré también
yo una palabra; y respondedme, y os diré con qué facultad hago
estas cosas:
30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, ó de los hombres?
Respondedme.
31 Entonces ellos pensaron dentro de sí, diciendo: Si dijéremos, del
cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
32 Y si dijéremos, de los hombres, tememos al pueblo: porque todos
juzgaban de Juan, que verdaderamente era profeta.
33 Y respondiendo, dicen á Jesús: No sabemos. Entonces
respondiendo Jesús, les dice: Tampoco yo os diré con qué facultad
hago estas cosas.
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XII

1 Y comenzó á hablarles por parábolas: Plantó un hombre una viña,


y la cercó con seto, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó
á labradores, y se partió lejos.
2 Y envió un siervo á los labradores, al tiempo, para que tomase de
los labradores del fruto de la viña.
3 Mas ellos, tomándole, le hirieron, y le enviaron vacío.
4 Y volvió á enviarles otro siervo; mas apedreándole, le hirieron en
la cabeza, y volvieron á enviarle afrentado.
5 Y volvió á enviar otro, y á aquél mataron; y á otros muchos,
hiriendo á unos y matando á otros.
6 Teniendo pues aún un hijo suyo amado, enviólo también á ellos el
postrero, diciendo: Tendrán en reverencia á mi hijo.
7 Mas aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el heredero;
venid, matémosle, y la heredad será nuestra.
8 Y prendiéndole, le mataron, y echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá á estos
labradores, y dará su viña á otros.
10 ¿Ni aun esta Escritura habéis leído: La piedra que desecharon los
que edificaban, Esta es puesta por cabeza de esquina;
11 Por el Señor es hecho esto, Y es cosa maravillosa en nuestros
ojos?
12 Y procuraban prenderle, porque entendían que decía á ellos
aquella parábola; mas temían á la multitud; y dejándole, se fueron.
13 Y envían á él algunos de los Fariseos y de los Herodianos, para
que le sorprendiesen en alguna palabra.
14 Y viniendo ellos, le dicen: Maestro, sabemos que eres hombre de
verdad, y que no te cuidas de nadie; porque no miras á la apariencia
de hombres, antes con verdad enseñas el camino de Dios: ¿Es lícito
dar tributo á César, ó no? ¿Daremos, ó no daremos?
15 Entonces él, como entendía la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por
qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea.
16 Y ellos se la trajeron y les dice: ¿Cúya es esta imagen y esta
inscripción? Y ellos le dijeron: De César.
17 Y respondiendo Jesús, les dijo: Dad lo que es de César á César;
y lo que es de Dios, á Dios. Y se maravillaron de ello.
18 Entonces vienen á el los Saduceos, que dicen que no hay
resurrección, y le preguntaron, diciendo:
19 Maestro, Moisés nos escribió, que si el hermano de alguno
muriese, y dejase mujer, y no dejase hijos, que su hermano tome su
mujer, y levante linaje á su hermano.
20 Fueron siete hermanos: y el primero tomó mujer, y muriendo, no
dejó simiente;
21 Y la tomó el segundo, y murió, y ni aquél tampoco dejó simiente;
y el tercero, de la misma manera.
22 Y la tomaron los siete, y tampoco dejaron simiente: á la postre
murió también la mujer.
23 En la resurrección, pues, cuando resucitaren, ¿de cuál de ellos
será mujer? porque los siete la tuvieron por mujer.
24 Entonces respondiendo Jesús, les dice: ¿No erráis por eso,
porque no sabéis las Escrituras, ni la potencia de Dios?
25 Porque cuando resucitarán de los muertos, ni se casarán, ni
serán dados en casamiento, mas son como los ángeles que están
en los cielos.
26 Y de que los muertos hayan de resucitar, ¿no habéis leído en el
libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el
Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob?
27 No es Dios de muertos, mas Dios de vivos; así que vosotros
mucho erráis.
28 Y llegándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y
sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer
mandamiento de todos?
29 Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye,
Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
30 Amarás pues al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu
alma, y de toda tu mente, y de todas tus fuerzas; este es el principal
mandamiento.
31 Y el segundo es semejante á él: Amarás á tu prójimo como á ti
mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que
uno es Dios, y no hay otro fuera de él;
33 Y que amarle de todo corazón, y de todo entendimiento, y de
toda el alma, y de todas las fuerzas, y amar al prójimo como á sí
mismo, más es que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le
dice: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba
preguntarle.
35 Y respondiendo Jesús decía, enseñando en el templo: ¿Cómo
dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
36 Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor á
mi Señor: Siéntate á mi diestra, Hasta que ponga tus enemigos por
estrado de tus pies.
37 Luego llamándole el mismo David Señor, ¿de dónde, pues, es su
hijo? Y los que eran del común del pueblo le oían de buena gana.
38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que
quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las
plazas,
39 Y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en
las cenas;
40 Que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas
oraciones. Estos recibirán mayor juicio.
41 Y estando sentado Jesús delante del arca de la ofrenda, miraba
cómo el pueblo echaba dinero en el arca: y muchos ricos echaban
mucho.
42 Y como vino una viuda pobre, echó dos blancas, que son un
maravedí.
43 Entonces llamando á sus discípulos, les dice: De cierto os digo
que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el
arca:
44 Porque todos han echado de lo que les sobra; mas ésta, de su
pobreza echó todo lo que tenía, todo su alimento.
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XIII

1 Y saliendo del templo, le dice uno de sus discípulos: Maestro, mira


qué piedras, y qué edificios.
2 Y Jesús respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? no
quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
3 Y sentándose en el monte de las Olivas delante del templo, le
preguntaron aparte Pedro y Jacobo y Juan y Andrés:
4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿y qué señal habrá cuando
todas estas cosas han de cumplirse?
5 Y Jesús respondiéndoles, comenzó á decir: Mirad, que nadie os
engañe;
6 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo;
y engañaran á muchos.
7 Mas cuando oyereis de guerras y de rumores de guerras no os
turbéis, porque conviene hacerse así; mas aun no será el fin.
8 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y
habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos;
principios de dolores serán estos.
9 Mas vosotros mirad por vosotros: porque os entregarán en los
concilios, y en sinagogas seréis azotados: y delante de presidentes
y de reyes seréis llamados por causa de mí, en testimonio á ellos.
10 Y á todas las gentes conviene que el evangelio sea predicado
antes.
11 Y cuando os trajeren para entregaros, no premeditéis qué habéis
de decir, ni lo penséis: mas lo que os fuere dado en aquella hora,
eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu
Santo.
12 Y entregará á la muerte el hermano al hermano, y el padre al hijo:
y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán.
13 Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre: mas el que
perseverare hasta el fin, éste será salvo.
14 Empero cuando viereis la abominación de asolamiento, que fué
dicha por el profeta Daniel, que estará donde no debe (el que lee,
entienda), entonces los que estén en Judea huyan á los montes;
15 Y el que esté sobre el terrado, no descienda á la casa, ni entre
para tomar algo de su casa;
16 Y el que estuviere en el campo, no vuelva atrás á tomar su capa.
17 Mas ¡ay de las preñadas, y de las que criaren en aquellos días!
18 Orad pues, que no acontezca vuestra huída en invierno.
19 Porque aquellos días serán de aflicción, cual nunca fué desde el
principio de la creación que crió Dios, hasta este tiempo, ni será.
20 Y si el Señor no hubiese abreviado aquellos días, ninguna carne
se salvaría; mas por causa de los escogidos que él escogió, abrevió
aquellos días.
21 Y entonces si alguno os dijere: He aquí, aquí está el Cristo; ó, He
aquí, allí está, no le creáis.
22 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán
señales y prodigios, para engañar, si se pudiese hacer, aun á los
escogidos.
23 Mas vosotros mirad; os lo he dicho antes todo.
24 Empero en aquellos días, después de aquella aflicción, el sol se
obscurecerá, y la luna no dará su resplandor;
25 Y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes que están en los
cielos serán conmovidas;
26 Y entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en las nubes
con mucha potestad y gloria.
27 Y entonces enviará sus ángeles, y juntará sus escogidos de los
cuatro vientos, desde el cabo de la tierra hasta el cabo del cielo.
28 De la higuera aprended la semejanza: Cuando su rama ya se
enternece, y brota hojas, conocéis que el verano está cerca:
29 Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas,
conoced que está cerca, á las puertas.
30 De cierto os digo que no pasará esta generación, que todas
estas cosas no sean hechas.
31 El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
32 Empero de aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aun los ángeles
que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
33 Mirad, velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo.
34 Como el hombre que partiéndose lejos, dejó su casa, y dió
facultad á sus siervos, y á cada uno su obra, y al portero mandó que
velase:
35 Velad pues, porque no sabéis cuándo el señor de la casa vendrá;
si á la tarde, ó á la media noche, ó al canto del gallo, ó á la mañana;
36 Porque cuando viniere de repente, no os halle durmiendo.
37 Y las cosas que á vosotros digo, á todos las digo: Velad.
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XIV

1 Y dos días después era la Pascua y los días de los panes sin
levadura: y procuraban los príncipes de los sacerdotes y los
escribas cómo le prenderían por engaño, y le matarían.
2 Y decían: No en el día de la fiesta, porque no se haga alboroto del
pueblo.
3 Y estando él en Bethania en casa de Simón el leproso, y sentado
á la mesa, vino una mujer teniendo un alabastro de ungüento de
nardo espique de mucho precio; y quebrando el alabastro,
derramóselo sobre su cabeza.
4 Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué
se ha hecho este desperdicio de ungüento?
5 Porque podía esto ser vendido por más de trescientos denarios, y
darse á los pobres. Y murmuraban contra ella.
6 Mas Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la fatigáis? Buena obra me ha
hecho;
7 Que siempre tendréis los pobres con vosotros, y cuando quisiereis
les podréis hacer bien; mas á mí no siempre me tendréis.
8 Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado á ungir mi
cuerpo para la sepultura.
9 De cierto os digo que donde quiera que fuere predicado este
evangelio en todo el mundo, también esto que ha hecho ésta, será
dicho para memoria de ella.
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, vino á los príncipes de
los sacerdotes, para entregársele.
11 Y ellos oyéndolo se holgaron, y prometieron que le darían dineros.
Y buscaba oportunidad cómo le entregaría.
12 Y el primer día de los panes sin levadura, cuando sacrificaban la
pascua, sus discípulos le dicen: ¿Dónde quieres que vayamos á
disponer para que comas la pascua?
13 Y envía dos de sus discípulos, y les dice: Id á la ciudad, y os
encontrará un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle;
14 Y donde entrare, decid al señor de la casa: El Maestro dice:
¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis
discípulos?
15 Y él os mostrará un gran cenáculo ya preparado: aderezad para
nosotros allí.
16 Y fueron sus discípulos, y vinieron á la ciudad, y hallaron como
les había dicho; y aderezaron la pascua.
17 Y llegada la tarde, fué con los doce.
18 Y como se sentaron á la mesa y comiesen, dice Jesús: De cierto
os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me ha de entregar.
19 Entonces ellos comenzaron á entristecerse, y á decirle cada uno
por sí: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?
20 Y él respondiendo les dijo: Es uno de los doce que moja conmigo
en el plato.
21 A la verdad el Hijo del hombre va, como está de él escrito; mas
¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado!
bueno le fuera á aquel hombre si nunca hubiera nacido.
22 Y estando ellos comiendo, tomó Jesús pan, y bendiciendo, partió
y les dió, y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo.
23 Y tomando el vaso, habiendo hecho gracias, les dió: y bebieron
de él todos.
24 Y les dice: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos
es derramada.
25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta
aquel día cundo lo beberé nuevo en el reino de Dios.
26 Y como hubieron cantado el himno, se salieron al monte de las
Olivas.
27 Jesús entonces les dice: Todos seréis escandalizados en mí esta
noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y serán derramadas las
ovejas.
28 Mas después que haya resucitado, iré delante de vosotros á
Galilea.
29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos sean escandalizados, mas
no yo.
30 Y le dice Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche,
antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.
31 Mas él con mayor porfía decía: Si me fuere menester morir
contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
32 Y vienen al lugar que se llama Gethsemaní, y dice á sus
discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.
33 Y toma consigo á Pedro y á Jacobo y á Juan, y comenzó á
atemorizarse, y á angustiarse.
34 Y les dice: Está muy triste mi alma, hasta la muerte: esperad aquí
y velad.
35 Y yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oro que si
fuese posible, pasase de él aquella hora,
36 Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son á ti posibles: traspasa
de mí este vaso; empero no lo que yo quiero, sino lo que tú.
37 Y vino y los halló durmiendo; y dice á Pedro: ¿Simón, duermes?
¿No has podido velar una hora?
38 Velad y orad, para que no entréis en tentación: el espíritu á la
verdad es presto, mas la carne enferma.
39 Y volviéndose á ir, oró, y dijo las mismas palabras.
40 Y vuelto, los halló otra vez durmiendo, porque los ojos de ellos
estaban cargados; y no sabían qué responderle.
41 Y vino la tercera vez, y les dice: Dormid ya y descansad: basta, la
hora es venida; he aquí, el Hijo del hombre es entregado en manos
de los pecadores.
42 Levantaos, vamos: he aquí, el que me entrega está cerca.
43 Y luego, aun hablando él, vino Judas, que era uno de los doce, y
con él una compañía con espadas y palos, de parte de los príncipes
de los sacerdotes, y de los escribas y de los ancianos.
44 Y el que le entregaba les había dado señal común, diciendo: Al
que yo besare, aquél es: prendedle, y llevadle con seguridad.
45 Y como vino, se acercó luego á él, y le dice: Maestro, Maestro. Y
le besó.
46 Entonces ellos echaron en él sus manos, y le prendieron.
47 Y uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo
del sumo sacerdote, y le cortó la oreja.
48 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como á ladrón habéis salido
con espadas y con palos á tomarme?
49 Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me
tomasteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.
50 Entonces dejándole todos sus discípulos, huyeron.
51 Empero un mancebillo le seguía cubierto de una sábana sobre el
cuerpo desnudo; y los mancebos le prendieron:
52 Mas él, dejando la sábana, se huyó de ellos desnudo.
53 Y trajeron á Jesús al sumo sacerdote; y se juntaron á él todos los
príncipes de los sacerdotes y los ancianos y los escribas.
54 Empero Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo
sacerdote; y estaba sentado con los servidores, y calentándose al
fuego.
55 Y los príncipes de los sacerdotes y todo el concilio buscaban
testimonio contra Jesús, para entregarle á la muerte; mas no lo
hallaban.
56 Porque muchos decían falso testimonio contra él; mas sus
testimonios no concertaban.
57 Entonces levantandose unos, dieron falso testimonio contra él,
diciendo:
58 Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo que es
hecho de mano, y en tres días edificaré otro echo sin mano.
59 Mas ni aun así se concertaba el testimonio de ellos.
60 Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó á
Jesús, diciendo: ¿No respondes algo? ¿Qué atestiguan estos contra
ti?
61 Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió á
preguntar, y le dice: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado á la
diestra de la potencia de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestidos, dijo: ¿Qué
más tenemos necesidad de testigos?
64 Oído habéis la blasfemia: ¿qué os parece? Y ellos todos le
condenaron ser culpado de muerte.
65 Y algunos comenzaron á escupir en él, y cubrir su rostro, y á
darle bofetadas, y decirle: Profetiza. Y los servidores le herían de
bofetadas.
66 Y estando Pedro abajo en el atrio, vino una de las criadas del
sumo sacerdote;
67 Y como vió á Pedro que se calentaba, mirándole, dice: Y tú con
Jesús el Nazareno estabas.
68 Mas él negó, diciendo: No conozco, ni sé lo que dices. Y se salió
fuera á la entrada; y cantó el gallo.
69 Y la criada viéndole otra vez, comenzó á decir á los que estaban
allí: Este es de ellos.
70 Mas él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí
dijeron otra vez á Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque
eres Galileo, y tu habla es semejante.
71 Y él comenzó á maldecir y á jurar: No conozco á este hombre de
quien habláis.
72 Y el gallo cantó la segunda vez: y Pedro se acordó de las
palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos
veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
Biblia Reina-Valera, Revisión 1909 : Marcos
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XV

1 Y luego por la mañana, habiendo tenido consejo los príncipes de


los sacerdotes con los ancianos, y con los escribas, y con todo el
concilio, llevaron á Jesús atado, y le entregaron á Pilato.
2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y
respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.
3 Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban mucho.
4 Y le preguntó otra vez Pilato, diciendo: ¿No respondes algo? Mira
de cuántas cosas te acusan.
5 Mas Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se
maravillaba.
6 Empero en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que
pidiesen.
7 Y había uno, que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros
de motín que habían hecho muerte en una revuelta.
8 Y viniendo la multitud, comenzó á pedir hiciese como siempre les
había hecho.
9 Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de
los Judíos?
10 Porque conocía que por envidia le habían entregado los príncipes
de los sacerdotes.
11 Mas los príncipes de los sacerdotes incitaron á la multitud, que les
soltase antes á Barrabás.
12 Y respondiendo Pilato, les dice otra vez: ¿Qué pues queréis que
haga del que llamáis Rey de los Judíos?
13 Y ellos volvieron á dar voces: Crucifícale.
14 Mas Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos daban
más voces: Crucifícale.
15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó á Barrabás, y
entregó á Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.
16 Entonces los soldados le llevaron dentro de la sala, es á saber al
Pretorio; y convocan toda la cohorte.
17 Y le visten de púrpura; y poniéndole una corona tejida de espinas,
18 Comenzaron luego á saludarle: ¡Salve, Rey de los Judíos!
19 Y le herían en la cabeza con una caña, y escupían en él, y le
adoraban hincadas las rodillas.
20 Y cuando le hubieron escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le
vistieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle.
21 Y cargaron á uno que pasaba, Simón Cireneo, padre de
Alejandro y de Rufo, que venía del campo, para que llevase su cruz.
22 Y le llevan al lugar de Gólgotha, que declarado quiere decir:
Lugar de la Calavera.
23 Y le dieron á beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó.
24 Y cuando le hubieron crucificado, repartieron sus vestidos,
echando suertes sobre ellos, qué llevaría cada uno.
25 Y era la hora de las tres cuando le crucificaron.
26 Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDIOS.
27 Y crucificaron con él dos ladrones, uno á su derecha, y el otro á
su izquierda.
28 Y se cumplió la Escritura, que dice: Y con los inicuos fué
contado.
29 Y los que pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y
diciendo: ¡Ah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo
edificas,
30 Sálvate á ti mismo, y desciende de la cruz.
31 Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes
escarneciendo, decían unos á otros, con los escribas: A otros salvó,
á sí mismo no se puede salvar.
32 El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que
veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le
denostaban.
33 Y cuando vino la hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre
toda la tierra hasta la hora de nona.
34 Y á la hora de nona, exclamó Jesús á gran voz, diciendo: Eloi,
Eloi, ¿lama sabachthani? que declarado, quiere decir: Dios mío,
Díos mío, ¿por qué me has desamparado?
35 Y oyéndole unos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama á
Elías.
36 Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola
en una caña, le dió á beber, diciendo: Dejad, veamos si vendrá Elías
á quitarle.
37 Mas Jesús, dando una grande voz, espiró.
38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de alto á bajo.
39 Y el centurión que estaba delante de él, viendo que había
espirado así clamando, dijo: Verdaderamente este hombre era el
Hijo de Dios.
40 Y también estaban algunas mujeres mirando de lejos; entre las
cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Jacobo el
menor y de José, y Salomé;
41 Las cuales, estando aún él en Galilea, le habían seguido, y le
servían; y otras muchas que juntamente con él habían subido á
Jerusalem.
42 Y cuando fué la tarde, porque era la preparación, es decir, la
víspera del sábado,
43 José de Arimatea, senador noble, que también esperaba el reino
de Dios, vino, y osadamente entró á Pilato, y pidió el cuerpo de
Jesús.
44 Y Pilato se maravilló que ya fuese muerto; y haciendo venir al
centurión, preguntóle si era ya muerto.
45 Y enterado del centurión, dió el cuerpo á José.
46 El cual compró una sábana, y quitándole, le envolvió en la
sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, y
revolvió una piedra á la puerta del sepulcro.
47 Y María Magdalena, y María madre de José, miraban donde era
puesto.
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XVI

1 Y como pasó el sábado, María Magdalena, y María madre de


Jacobo, y Salomé, compraron drogas aromáticas, para venir á
ungirle.
2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vienen al sepulcro,
ya salido el sol.
3 Y decían entre sí: ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del
sepulcro?
4 Y como miraron, ven la piedra revuelta; que era muy grande.
5 Y entradas en el sepulcro, vieron un mancebo sentado al lado
derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron.
6 Más él les dice: No os asustéis: buscáis á Jesús Nazareno, el que
fué crucificado; resucitado há, no está aquí; he aquí el lugar en
donde le pusieron.
7 Mas id, decid á sus discípulos y á Pedro, que él va antes que
vosotros á Galilea: allí le veréis, como os dijo.
8 Y ellas se fueron huyendo del sepulcro; porque las había tomado
temblor y espanto; ni decían nada á nadie, porque tenían miedo.
9 Mas como Jesús resucitó por la mañana, el primer día de la
semana, apareció primeramente á María Magdalena, de la cual
había echado siete demonios.
10 Yendo ella, lo hizo saber á los que habían estado con él, que
estaban tristes y llorando.
11 Y ellos como oyeron que vivía, y que había sido visto de ella, no
lo creyeron.
12 Mas después apareció en otra forma á dos de ellos que iban
caminando, yendo al campo.
13 Y ellos fueron, y lo hicieron saber á los otros; y ni aun á éllos
creyeron.
14 Finalmente se apareció á los once mismos, estando sentados á la
mesa, y censuróles su incredulidad y dureza de corazón, que no
hubiesen creído á los que le habían visto resucitado.
15 Y les dijo: Id por todo el mundo; predicad el evangelio á toda
criatura.
16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no
creyere, será condenado.
17 Y estas señales seguirán á los que creyeren: En mi nombre
echarán fuera demonios; hablaran nuevas lenguas;
18 Quitarán serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les dañará;
sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
19 Y el Señor, después que les habló, fué recibido arriba en el cielo,
y sentóse á la diestra de Dios.
20 Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos
el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían.
Amen.

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