Ernesto SÁBATO - Tres Aproximaciones A La Literatura de Nuestro Tiempo. Robbe-Grillet, Borges, Sartre
Ernesto SÁBATO - Tres Aproximaciones A La Literatura de Nuestro Tiempo. Robbe-Grillet, Borges, Sartre
Ernesto SÁBATO - Tres Aproximaciones A La Literatura de Nuestro Tiempo. Robbe-Grillet, Borges, Sartre
A LA LITERATURi
DE NUESTROTIEMPI
^^Kt ^^K' ^HT ^^m,
Robbe-Grillet Borges
\
TRES
APROXIMACIONES
A LA
LITERATURA
DE
NUESTRO
TIEMPO
COLECCIÓN
LETRAS DE AMERICA
© Editorial Universitaria, S. A.
Inscripción N^ 35.756.
de nuestro
Sartre
tiempo
EDITORIAL UNIVERSITARIA, S. A. íi
Colección
Letras de América
Director Pedro Lastra
:
Volúmenes publicados:
11
31
63
Nota preliminar
de
Robbe-Grillet
Un falso dilema
Hay para este escritor dos manera de construir
una narración. En la primera, en esa turbia pro-
tohistoria que precedió a su revelación, el escri-
tor pretende descender alalma de sus personajes
mediante el análisis sicológico, descomponien-
do la conciencia como un químico una sustancia
[ 12
desconocida. En lasegunda, consciente de que
esa tentativa es falaz, se linúta a dar
una visión
obje-
externa de los seres de ficción, registrando
tivamente, a la manera de una cámara filmadora,
la superficie de sus rostros, sus voces y
sus gestos,
13 1
res en que al ser humano se refiere el de ima-
lo :
[14
mi sujeto sobre lo que siente y piensa, escuchar
fueran.
El auténtico dilema no es por lo tanto ése,
sino el de una equívoca concepción analítica
frente a una concepción que podría llamarse fe-
nomenológico-estructural. Ya los románticos ale-
15 ]
descripción total de esa interacción entre la con-
ciencia y el mundo que es peculiar de la existen-
El perfecto objetivismo
DE ACUERDO con la doctrina de la prescin-
dencia, no se comprende por qué Robbe-Grillet
escribe novelas como La Jalousie, Una novela en
que el creador — ^y ya la palabra "creador" ha-
bría que reemplazarla por otra — no interviniese
con su particular punto de vista y sus propias
opiniones debería ser una vasta, qué digo, una
total descripción del universo, de todo lo que se
puede ver, tocar, oler, gustar y palpar, para no
salirse del sensorialismo básico de la doctrina.
Cualquier elección de un tema sobre otro, de un
personaje determinado, de un drama en particu-
una intolerable intervención del autor,
lar sería
mucho menos tolerable que las modestísimas in-
[ 16
terveiiciones que Robbe-Grillet denuncia en los
17 ]
mueven en cuántos grados y con qué
los brazos,
azimut, con cuánta velocidad en centímetros por
segundo el antebrazo izquierdo mientras el de-
recho se mantiene a 47^ de inclinación con res-
pecto a la vertical de la torre de televisión que se
divisa a la mano derecha del tubo de dentífrico.
No olvidando, por favor, la marca de ese intere-
sante producto higienizante, el perfiune que
exhala, la cantidad y forma de sus abolladuras.
Tampoco deberá ahorrarnos los movimientos de
ese brazo mientras describe sucesivamente (mal-
dita precariedad del discurso temporal) los mo-
vimientos de otros brazos y piernas, de los auto-
buses y camiones que aciertan a pasar, así como
el desplazamiento de caballos y muías, perros y
gatos, ciclistas y cebras (si estamos en el zooló-
gico o en el África, y tarde o temprano habremos
de estar, dada la condición infinita de este pro-
ducto literario), nenes de corta edad, nodrizas
que acompañan, conscriptos que acompañan
los
a las nodrizas, moscas y mosquitos, cucarachas y
grillos que se hallan en las inmediaciones. Me-
diante reglas milimetradas, compases, gonióme-
tros y taquímetros, se ofrecerá un cuadro com-
pleto de sus respectivas distancias y dimensiones.
Y eso, claro, a cada segundo. ¿Pero por qué a
cada segundo? ¿Qué clase de preferencia está re-
[ 18
juicios científicos se está interponiendo entre el
lector y el Universo? No, señor: a cada décimo
de segundo, a cada centesimo, a cada cienmillo-
nésimo de segundo. Atareado con un radiotrans-
misor o una estación de servicio (realidades ri-
Precariedades,
inconsecuencias y trucos
NATURALMENTE, a pesar de lo que diga en
sus manifiestos, en la práctica tiene que sosegar-
19]
se. Y aprovechando la increíble capacidad de los
seres humanos para absorber sofismas y paralo-
gismos, no lleva a cabo su grandioso programa
panestésico, y se limita a darnos un drama deter-
minado en un lugarcito preciso: pequeña inter-
[ 20
tor le concede a su héroe este apacible cinemas-
cope. Claro, con la conciencia culpable de haber
intervenido en la elección de una aldea, tres per-
sonajes y un drama, necesita probar de alguna
manera que mantiene su doctrina de la descrip-
ción prescindente, ofreciéndonos con la misma
exactitud datos sobre la posición de la mujer
respecto al lugar geométrico del sospechoso e
informaciones sobre el desarrollo de la agricul-
tura en las regiones de África Central.
Además, podría aceptarse que el protagonista
21 ]
clase de respeto del autor por el Objeto es éste
que empieza tergiversándolo?
Me temo que lejos de ser este escamoteo el
cumplimiento de una prohibición filosófica es,
simplemente, un truco destinado a aumentar la
ambigüedad del relato, agregándole un interés
ilegítimo. Es evidente comenzó por elegir por su
:
[ 22
los casos, un aparato que va or-
panestésico, sino
denando esos datos de los sentidos en formas,
convirtiendo paulatinamente el caos en estructu-
ras. Cuando un novelista que pretende prescin-
23 ]
legítimo de una novela, sino como el portavoz
de la gran literatura actual es un misterio que
en la capilla francesa sólo puede explicarse por
el bizantinismo, y en estos países periféricos por
el simple snobismo hacia todo lo que proviene de
París.
El objetivismo
en la dialéctica
de las escuelas
ad-infinitum,
Al terminar la Primera Guerra, hartos los
[ 24
artistas serios de la grandilocuencia en que termi-
nó el expresionismo, una vez más se preconizó
severidad de forma, impasilile objetividad. Ini-
ciándose aquella Neue Sachlichkeit, aquella
Nueva Objetividad, que sin embargo hubiese si-
do más apropiado designar "realismo mágico",
como prudentemente hizo Franz Roth, habida
cuenta de la falacia que implica hablar de obje-
tividad en arte. Como justamente observa Erich
von Kahler, en aquellos cuadros de Chirico o de
Carra, encontramos una cruel y encarnizada in-
sistencia en los hechos, una exhibición del obje-
to en su inexorable mismidad, produciéndose una
como emoción invertida que emana silenciosa y
mágicamente del mismo modo que en los prime-
;
[ 26
por ser gastados son sicológicamente inoperan-
tes,por maneras nuevas y llamativas, por combi-
naciones que atraen por lo inesperado. La misión
de este lenguaje no es comunicar las abstractas
e indiscutibles verdades de la lógica o de la ma-
temática, sino las verdades de la existencia, vin-
culadas a la fe o a la ilusión, a la esperanza o a
los terrores, a las angustias o a las convicciones
27 ]
tores preconicen elparadigma del lenguaje cien-
tífico. Recomendación que hay que tomar con las
En conclusión
A LO LARGO de la historiapueden observar-
se dos tipos de vicisitudes en el arte: las que re-
sultan o forman parte de la dinámica interna, ta-
les como la lucha entre capillas y escuelas, el
cansancio de tendencias, el agotamiento de cier-
[ 28
En lo que se refiere, en cambio, a los grandes
arcos de la historia, es evidente que, a pesar de
su reacción contra un aspecto de la mentalidad
científica, esuna manifestación literaria de la
mentalidad científica, aunque lo sea de modo es-
colástico e inconsecuente. Los Tiempos Moder-
nos, en efecto, están tipificados por la ciencia, su
gran paradigma es el Objeto, y la preocupación
general de los espíritus dominados por esta ma-
nera de ver el mundo es el de la objetividad.
29 ]
Sobre
los dos
Borges
El argentino y la metafísica
[ 32
sas civilizaciones indígenas sino tribus nómades
y primitivas. Mientras los mayorazgos de la no-
bleza hispánica se instalaban en las cortes de Li-
ma o de México, aquí llegaban los amargados se-
gundones para probar fortuna en este gigantesco
territorio vacío, en este paisaje abstracto y desO'
lado, Y así como las tres religiones occidentales
331 ]
otra cosa que la expresión de los sentimientos
que experimenta un hombre cuando en medio
de lo desconocido y las tinieblas busca la seguri-
[ 34
Pocos países en el mundo deben de haber en
que se hayan producido en tan corto tiempo tan-
tas sustituciones de valores y jerarquías, y con
ellas, un tan reiterado sentimiento de transito'
riedad y de nostalgia. Primero fueron los con-
quistadores, que liquidan un sistema de vida in-
dígena y (jue al mismo tiempo añoran su tierra
remota; luego, los indios que pierden su propio
sentido de vida y añoran la libertad perdida ; más
gaucho desplazado de su propia condi-
tarde, el
ción por el emigrante agricultor; simultánea-
mente, los viejos patriarcas criollos que ven
reemplazar los viejos valores de la generosidad y
de la cortesía, del desinterés, por una civilización
materialista y despiadada; y por fin, en los emi-
grantes que han abandonado un tipo de vida y
añoran la tierra de sus antepasados, abandona-
dos para siempre en este continente desconocido.
Yno habíamos terminado de definir nuestra
nacionalidad cuando el mundo del que surgía-
mos empezó a derrumbarse en la mayor crisis
que registra la historia. Y, para mayor desdicha,
a esa fractura en el tiempo, que es general a toda
civilización de Occidente, se une aquí una frac-
tura en el espacio, pues no somos ni exactamen-
te Europa ni exactamente América. Estamos así
en el fin de una civilización y en uno de sus con-
fines. Doble fractura, doble crisis, doble motivo
de angustia y problematicidad.
35 ]
Que los europeos que ignoran este complejo
proceso se sorprendan de la índole metafísica de
nuestra mejor literatura, es comprensible. Más
singular es que se sorprendan los argentinos, que
lo viven. Pero también tiene su explicación. Cier-
to tipo de nacionalista de derecha que añora una
Argentina químicamente pura, quiere que siga-
[ 36
losmonumentos milenarios del pasado, ¿cómo es
posible que una literatura profunda pueda no
ser metafísica?
Y la prueba de que esta angustia no es cosa
de intelectuales sofisticados y europeizantes, co-
mo esos críticos pretenden, es que la encontra-
mos hasta en humilde suburbio de la lite-
ese
ratura que son los letristas de tango: también
ellos hacen metafísica, sin saberlo. Es que para
37 ]
sobre piedra. Qué digo: no dejó ladrillo sobre la-
drillo; material éste técnicamente más delezna-
ble y, como consecuencia, filosóficamente más
angustioso. Nada permanecía en la ciudad fantas-
ma. Y el poeta popular canta su nostalgia del
viejo Buenos Aires:
[ 38
to triste que Aforismo en que hay dos
se baila".
palabras claves para juzgar el alma de Buenos
Aires; pensamiento y tristeza. Que una danza
tenga que ver con el pensamiento es rigurosa-
mente insólito.
El tango es el único baile introvertido. A la
Argentinidad de Borges
EN EL PROLOGO que Ibarra redactó para
la versión francesa de Ficciones, al lado de inte-
ligentes aciertos, sostiene equivocadamente que
"personne n'a moins de patrie que J. L. Borges".
Yo pienso, por el contrario, que tanto sus virtu-
des como sus defectos caracterizan a cierto tipo
de argentino.
En primer término, su constante preocupa-
39 ]
ción por el tiempo y la consecuente inclinación
metafísica. Pero, además, un léxico y un estilo
[ 40
rales de comienzos de siglo como esos señores que
habitan las novelas de Turguéniev o los cuentos
de Puchkin. Hasta la disputa entre eslavófilos y
occidentalistas es la prefiguración de esta dispu-
ta entre nacionalistas y europeístas de aquí. Y
hoy advertimos que el pobre y vilipendiado Tur
guéniev, con su filosofía alemana y sus toros in
gleses, era tan entrañablemente ruso como el zar
La riqueza de la clase agropecuaria, su refina
miento, la posibilidad de lectura y de ocio prepa
ró el advenimiento de artistas de primer rango
Pero esos artistas surgieron desgarrados por fuer
como sucedía a un Turguéniev
zas contrarias, tal
en Rusia por un lado veían a Europa como para
:
41 ]
chársele, pues nadie puede ser culpado de no
ser poderoso.
Sin embargo, con raras excepciones, la iz-
quierda lo acusa de ser lo que es. Escritores que
no le llegan ni a las rodillas repudian en forma
total su literatura, con
que demuestran que
lo
ni siquiera son buenos revolucionarios; ya que
un movimiento que no advierte lo que hay de
trascendente en una sociedad no está maduro pa-
ra reemplazarla.
[ 42
lon-
mon, doctrina que expresan en venerable y
gevo lenguaje castellano. Para ser consecuentes
con esos críticos inconsecuentes, nosotros, escri-
43]
La originalidad no consiste en la carencia de
antepasados sino en el tono o impulso novedoso
que esa herencia muestra en sus herederos. Y el
carácter nacional no se revela con los (fáciles)
recursos del folklore, sino con algo más sutil
[ 44
Y ahí es cierto que denota falta de grandeza, una
incapacidad para entender y sentir la totalidad
de su nación, que es lo mismo que decir la tota-
lidad de su contemporáneo carnal. De entenderlo
y sentirlo hasta en su sucia y menesterosa com-
plejidad. Esa comprensión, en fin, que tuvieron
escritores como Dickens o Thomas Hardy, Go-
gol o Chéjov, Shakespeare o Balzac con sus pro-
pias y compatriotas almas.
El juego metafísico
EL CIRCULO DE VIENA SOStUVO que
la metafísica es una rama de la literatura fan-
tástica. Y este aforismo que enfureció a los filó-
45 ]
que trascienden lo racional .". En un par de
. .
¡
qué extraño Que en un tiempo infinito, amon-
!
[ 46
temas de hermosos cuentos. Y como hará un re-
47]
par en el siempre duro proceso de la verdad, to-
Y
aun cuando en el caso de la teología el
problema es más grave, también allí todo será co-
sa verbal, todo literatura. Las herejías son varian-
tes de la ortodoxia, tal como más apaciblemente
sucede en la filosofía, pero aquí se paga con la
cruz o con la hoguera: no con el tormento de
Borges que considera esas historias con ironía,
con distancia, con moderado (intelectual) asom-
bro, como que el Demonio
arte combinatorio:
pueda ser Dios, que Judas pueda ser Cristo. Di-
ce: "Durante los primeros siglos de nuestra era
[ 48
los gnósticos disputaron con los cristianos. Fue-
ron aniquilados, pero nos podemos representar su
victoria imposible. De haber triunfado Alejan-
dría yno Roma, las estrambóticas historias que
he resumido aquí para solaz dominical del lec-
tor, serían coherentes, majestuosas y cotidianas".
En ningún relato como en Tlón, Uqbar, Or-
bis Tertius se resume mejor ese eclecticismo : allí
49 ]
Negativa al tiempo que hiere
SIN EMBARGO, hay una constante que te-
nazmente se reitera, tal vez por su temor a la
dura realidad: la hipótesis de que esta realidad
sea un sueño. Y como esta es la hipótesis que el
racionalismo ha defendido desde sus comienzos,
el auténtico patrono de Borges es Parménides. Y
debajo de esa fantasmagoría, como lo quiere
Leibniz, hay siempre una explicación. De este
modo, para este poeta la razón gobierna al mun-
do y hasta sus sueños y magias han de ser armo-
niosos e inteligibles, y sus enigmas, como las de
las novelas policiales, tienen finalmente una
dave.
Para Leibniz no hay casualidades y todo tiene
su ^'raison d^étre\ y si muchas veces no la com-
prendemos, es porque nos parecemos a Dios pero
no lo bastante. Y el ideal del conocimiento es el
[ 50
Edgar Poe inventó ese relato estrictamente ra-
cional en que el detective no corre por los tejados
sino que construye cadenas de silogismos; y en
que su criminal podría (y tal vez debería) ser de-
signado por un símbolo algebraico. Borges, en
colaboración con Bioy-Casares, lleva hasta el ex-
tremo lógico el invento de su antecesor, haciendo
que el detective don Isidro Parodi resuelva los
enigmas encerrado entre cuatro paredes: répli-
ca exacta del matemático Le Verrier, que en-
claustrado en su cuarto de calculista indica a los
astrónomos de un observatorio la presencia de
un nuevo planeta. Modesto simulacro del dios
leibniziano, don Isidro Parodi realiza una subur-
bana versión de la characteristica universalis.
Con el suplementario (e irónico) agregado de
que el cuarto en que calcula los crímenes es su
celda de la penitenciaría.
X cualquiera".
[ 52
Casi podríamos afirmar que Borges ejemplifica
literariamente el ilustre problema de la racio-
nalidad de lo real y su (temible) consecuencia:
la inmovilidad. ¿Cómo sería posible comprender
53 ]
a conjeturas de este género: ¿No seremos noso-
trostambién un libro que Alguien lee? ¿Y no será
nuestra vida el tiempo de la Lectura?
Visto el problema así, es absiurdo que nos
señalen como un mérito la (indirecta) pintura
de Buenos Aires que el autor realiza en ese cuen-
to. El mismo Borges ha declarado que nunca co-
mo allí cree haber dado el tono secreto de nues-
tro monstruo. Lo que, de ser cierto, constituiría
una lamentable falla con respecto a lo que él
mismo debería haberse propuesto con rigor: ¿que-
ría hacer folklore o demostrar un teorema? Tan
impertinente sería esa pretensión descriptiva co-
mo la de Pitágoras tratando de darnos el color
[ 54
na. Este mundo cruel que nos rodea lo fascina a
Borges, al mismo tiempo que lo atemoriza. Y se
aleja hacia su torre de marfil en virtud de la
misma potencia que lo fascina. El mundo plató-
nico es su hermoso refugio : es invulnerable, y él
55 ]
verbios que, efectivamente, aparecen en esos re-
latos que querrían ser puros pero que no lo lo-
gran. Y el hombre que quiso ser desterrado rea-
parece siquiera sea tenuemente, siquiera sea
fugaz y equívocamente, con sus pasiones y sen-
timientos. Y
hasta la ciudad X cualquiera donde
Red Scharlach comete sus crímenes empieza a
recordarnos a Buenos Aires.
Y el Borges oculto, el Borges que tiene pa-
siones y mezquindades como todos nosotros, lo
vemos o lo adivinamos detrás de sus abstraccio-
nes contradictorio y culpable. Así, este autor que
:
[ 56
españolas, nos dice en otra parte (y con razón)
que la literatura como juego formal es inferior
a la literatura de hombres como Cervantes o
Dante, que jamás la ejercieron de semejante ma-
nera.
57]
hipótesis de que el responsable del imperio ruso
puede no ser el zar sino su lustrabotas ; del vasto
Quijote nos recomendará sus "magias parciales";
del áspero Dante se recreará en su complicada
y libresca teología, o en la forma de su infierno;
del complejo Joyce se deleitará con el inventor
de palabras y recursos técnicos, con el erudito e
ingenioso; del tremendo Nietzsche retendrá la
(atractiva y literaria) tesis del eterno retorno;
del hosco y atormentado Schopenhauer su pa-
sión por las artes y su idea del mundo como re-
[ 58
And yet, and
YET...
[ 60
:
61 ]
de suburbio. Este es (me atrevo a profetizar) el
Borges que quedará. El Borges que después de su
frivolo periplo por filosofías y teologías en las
que no cree vuelve a este mundo menos brillan-
te pero que cree; este mundo en que nacemos,
sufrimos, amamos y morimos. No esa ciudad X
cualquiera en que un simbólico Red Scharlach
comete sus crímenes geométricos, sino esta Bue-
nos Aires real y concreta, sucia y turbulenta,
aborrecible y querida en que Borges y yo vivimos
y sufrimos.
[ 62
Sartre
contra
Sartre
o
la misión
trascendente
de la
novela
EN ABRIL de 1964 Sartre renegó de su obra
de ficción, llegando a decir en un reportaje que
una novela como La nausee no tiene sentido
cuando en alguna parte del mundo hay un niño
que muere de hambre. Y aunque admitió que
sigue pensando que los hombres son animales si-
niestros, sostuvo que sus males metafísicos de-
ben ser relegados a un segundo término, como un
lujo y una traición.
Estas declaraciones desencadenaron una po-
lémica que aún perdura. A pesar de compartir
su preocupación por la miseria y la injusticia so-
cial, me niego en absoluto a aceptar esta perento-
ria afirmación que, de ser aplicada consecuente-
mente, no sólo invalidaría una novela metafísica
sino la literatura toda y hasta el arte en su inte-
gridad ; ya que ni la música de Bach, ni la pintu-
ra de Van Gogh, ni la poesía de Rilke son útiles
para salvar la vida de una sola criatura desvalida.!
El arte tiene otras posibilidades y otras misiones.]
[ 64
Y, sin embargo, me adelanto a decir que, co-
mo siempre, y aun antes de juzgar su tesis, me
inclino ante un hombre que no sólo constituye
uno de los testimonios más representativos de
nuestro tiempo por su lucidez sino también por
su coraje. Atacado e insultado por los comunistas
cuando levantó su voz contra sus estupideces y
sus atropellos, atacado e insultado por los antico-
munistas cuando se ha pronunciado por los pue-
blos oprimidos,ha mostrado invariablemente su
independencia de criterio y ha constituido un
ejemplo de lo que debe ser un gran escritor: un
testigo insobornable. O sea, atendiendo a la siem-
65 ]
acaso derivaban de su fealdad. La autobiografía,
publicada muchos años después, confirma aque-
lla Fue un niño horriblemente feo,
presunción.
hasta el punto de describirse a sí mismo como "un
sapo" en esas páginas dolorosas. Y aun imaginan-
do todo lo que en esa creencia pudo haber de
masoquista exageración, esa era su creencia; y
en esto, como se comprende, basta con la convic-
ción íntima que tiene el que sufre.
Ignoro si se una sicología de los sis-
ha escrito
temas filosóficos. Pero, en lo que a Sartre se re-
fiere, me parece que la mirada de los otros es el
[ 66
para toda la eternidad, en un cuarto cerrado don-
de ni el sueño ni el olvido son posibles.
Si, como decía Ibsen, los personajes salen del
corazón del autor, ¿cómo no suponer que este
obsesivo sentimiento es la proyección del propio
y obsesivo sentimiento que imaginó esas ficcio-
nes? Así lo corrobora Uétre et le neant, en cuyas
páginas aparece de modo significativamente rei-
terado el tema de la invisibilidad y del sobrevue-
lo. Como sus propias proyecciones, Sartre padece
lo que podría llamarse el "complejo de Acteón".
Y si se tiene en cuenta la importancia que en fi-
¿debemos
losofía tiene la libertad de elección,
considerar como puro azar que su propia mujer
se llame Simone de Beauvoir?
67]
un vínculo entre Sartre y Sócrates, un vínculo
revelador con respecto a su pensamiento y a su
sentido de la existencia. Los dos son feos, los dos
odian el cuerpo, los dos ansian un orden espiri-
[ 68
losófica,aunque sea en la forma contradictoria
de Sartre, que si conscientemente ha sido un
existencialista, sicoanalíticamente fue siempre un
platónico, un racionalista.
[ 70
cuales trata de petrificar a la adversaria. Al ves-
tirnos, al disimular, al enmascararnos tratamos
de despistar al enemigo. La esclavitud alcanza su
máxima y más degradante culminación en el ac-
El compromiso político
INTROVERTIDO y solitario, un ser que ve
al semejante como a un enemigo, y con una in-
fancia marcada por el sentido cristiano del deber
hacia el prójimo; aterrorizado por el mundo y
al propio tiempo sintiéndose culpable por su ego-
centrismo, ¿cómo extrañarnos de que preconice
la acción política y el colectivismo?
que no procuro una explicación
Inútil aclarar
puramente sicológica de una filosofía y de una
actitud política; es harto sabido que formamos
parte de un contexto social, y que un pensamien-
to como el de Sartre no podía haber surgido en-
tre los polinesios o en el período medieval. In-
tento sólo mostrar que si las condiciones históri-
cas propician tal o cual doctrina, esas doctrinas
no siu*gen en cualquier hombre sino en aquel
que sicológicamente es más apropiado. Sin olvi-
dar, por otra parte, que no existen individuos
aislados, y que cada sicología es el resultado de
71 ]
la interacción entre el yo de ese individuo y el
[ 72
dónde agarrarse? ¿de la nada? ¿en el absurdo to-
tal? Pienso que es precisamente esta contradic-
ción entre su visión profunda y sombría de La
nausee y su sentimiento jansenista de culpa lo que
lo induce a la lucha social: su activismo político
es una reacción de la voluntad que su ontología
socava por la base.
El tenebroso universo
de las ficciones
EL DRAMA filosófico de un hombre como
Sartre es que al repudiar su propia novelística
se inclina a esa inautenticidad que toda su vida
ha denunciado y que muy notoriamente denun-
cia el protagonista de su novela más reveladora.
Desde los órficos se mantuvo una corriente
que veía en la vida terrenal nada más que pena y
tristeza: únicamente por purificación y renun-
ciamiento era posible evadirse de la prisión cor-
poral para ascender hacia los astros. El desdén
de los órficos es heredado por Sócrates (aunque
fuera por turbias motivaciones) y de él, a través
de Platón, migrará hacia el cristianismo. De entre
los pensadores cristianos es Pascal el que más su-
gestivamente prepara elcamino de Sartre: "bas-
tará" que se le quite a Dios. La educación de Sar-
tre fue hecha bajo la influencia de la rama pro-
testante de su familia. Su concepto del Bien y del
73 ]
Mal lo conduce, una vez eliminado Dios, a una
suerte de protestantismo ateo, a un áspero mora-
lismo. Sin que desaparezca debajo su otro yo,
el oscuro inconsciente que tiene fatalmente que
un profesor progresista.
[ 74
autobiografías ni en sus ensayos, sino en sus fic-
75]
cariedad. Y como en alguien de su honradez
intelectual es imposible la demagogia, no queda
sino la hipótesis sobre la oculta (y para él culpa-
ble) antinomia que existe entre su visión filosó-
fica y su militancia política. Pues, ¿cómo expli-
car de otro modo que una cabeza como la suya
inadvierta que esa tesis conduciría no sólo al re-
pudio de una novela metafísica sino a la extirpa-
ción del arte, la ciencia pura y la filosofía en su
totalidad? Porque ¿de qué modo puede salvar a
un niño no ya la música de Bach sino la teoría
[ 76
Luego (aunque el adverbio no es de tiempo
ni de lugar, ya que todas las misiones del arte se
dan de modo sutilmente simultáneo), porque sir-
ve a la necesidad que el hombre tiene de comu-
nión, como uno de los instrumentos que le permi-
ten salvar el abismo entre las conciencias. Abismo
propio de su condición en cualquier época y ré-
gimen social, pero ahondado vertiginosamente por
el enajenamiento que sobre el ser humano han
maciones.
77 ]
El descubrimiento
DE LA Razón
EL GRIEGO armonioso es un invento del
sigloxvm, y forma parte de ese arsenal de los lu-
gares comunes al que también pertenecen la fle-
ma de los británicos y el espíritu de medida de
los franceses.Las mortíferas y angustiosas trage-
dias griegas bastarían para aniquilar esta tonte-
ría si no tuviéramos pruebas más filosóficas, y
particularmente la invención del platonismo. Ca-
da uno invoca lo que no tiene, y si Sócrates invo-
ca la Razón es porque precisamente la necesita
como defensa contra las temibles potencias de su
inconsciente. Y si Platón la instituye luego como
instrumento de la Verdad es porque desconfía de
sus propias emociones de poeta. Somos imperfec-
tos,nuestro cuerpo es falible y mortal, nuestras
pasiones nos enceguecen: ¿cómo no aspirar a un
conocimiento que sea infalible y universal? Por
otra parte, estamos angustiados por la muerte, al
levantarnos sobre las dos patas traseras hemos
abandonado la felicidad zoológica e inaugurado
la infelicidad metafísica: ¿cómo no ansiar algún
género de eternidad? Entonces acaso pensamos en
las pirámides faraónicas que, aunque levantadas
con la sangre y las lágrimas de miles de esclavos,
aunque construidas con dura piedra, son final-
mente deterioradas por el viento y las arenas del
[ 78
desierto, mientras la ingrávida pirámide mate-
mática que es un modelo permanece invulnera-
ble a los poderes destructivos del tiempo. ¿Y este
teorema que demostramos no vale para todos y
en cualquier lengua, no es indiferente al furor
o a la piedad, a la simpatía o a la pasión? He
camino secreto a la eternidad. Las
ahí, pues, el
matemáticas nos dan la clave y la ruta hacia el
más allá.
El repudio del arte era entonces inevitable
(como en cierto modo lo vuelve a ser en la po-
sición sartriana), repudio que, como el mismo
Platón lo sugiere cuando critica a Homero, no
es tanto moral como metafísico. En los primeros
diálogos todavía habla bien de los poetas, pero
en los últimos los execra al par de los sofistas co-
mo traficantes del No-Ser, como técnicos de la
mentira y la ilusión. Y es natural, si se tiene pre-
sente lo que dice en La república: Dios creó el
arquetipo de la mesa, el carpintero crea un si-
79 ]
estos propiciadores del Principio de Contradic-
ción ! Hecho que simplemente muestra que la Ló-
[ 80
La Reacción como Progreso
EN EL PROPIO Hegel existían ya los ele-
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cialismo que, después de Husserl, logrará supe-
rar el subjetivismo extremo de Kierkegaard: su
interés por el hombre concreto, su rebelión con-
tra la razón abstracta, su idea de la alienación, su
reivindicación de la praxis sobre la ratio. Así
nos encontramos que de la doble vertiente que
proviene de Hegel se llegará a una síntesis que
en nuestro siglo la ofrecen los filósofos de la exis-
tencia. No obstante, hay que decir que en lo que
se refiere a la ciencia,y a pesar de su personali-
dad fuertemente romántica (que lo llevaba hasta
a recitar a Shakespeare de memoria), Marx pagó
tributo al cientificismo de su época. Es cierto que
la praxis significaba la superioridad de la expe-
riencia y de la acción sobre la razón pura (y en
esto se oponía al criterio del Iluminismo) ; pero
también es cierto que compartía con esos filóso-
fos el mito de la Ciencia con mayúscula, el mito
de la Luz contra las Potencias Oscuras. Siendo
estas potencias de gran importancia en el hombre
concreto, al repudiar ese mundo resistente a la
lógica y hasta a la dialéctica racional, repudiaba
en buena medida a ese mismo hombre concreto
que por el otro lado trataba de salvar. Y eso no
era todo. Si bien la razón pura conduce a una
especie de entelequia en lugar del hombre, tam-
bién es verdad que la ciencia experimental, hecha
de razón más experiencia, asimismo conduce a un
esquema abstracto del universo y a la inevitable
[ 82
enajenación del hombre en favor del mundo ob-
jetivo. De ese modo, si la desocupación, la mise-
riay la explotación de clases o países enteros son
males inherentes al régimen capitalista, la meca-
nización de la vida entera, la taylorización general
83 ]
en que advierte el carácter complicado y ambi-
guo de todo lo espiritual. Este fenómeno de la
reacción como progreso y del progreso como reac-
ción se repite a lo largo de toda la historia de la
cultura. Y en el caso particular de la Ilustración,
debe decirse que si la Razón ha constituido un
formidable factor de progreso, cuando sus per-
niciosos excesos han llevado a un género de alie-
[ 84
ciudadanos, entre ellos a muchos de sus entu-
siastas partidarios; y en nuestro propio siglo, el
¿ Un lujo
o uno de los instrumentos
de la salvación?
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racionalismo. La auténtica rebelión y la verda-
dera síntesis no podía provenir sino de aquella
actividad del espíritu que nunca separó lo inse-
parable: la novela. Que por su misma bibridez,
a medio camino entre las ideas y las pasiones, es-
taba destinada a dar la real integración del hom-
bre escindido; a lo menos en sus más vastas y
complejas realizaciones. En estas novelas cum-
bres se da la síntesis que el existencialismo feno-
menológico recomienda. Ni la pura objetividad
de la ciencia, ni la piura subjetividad de la primera
rebelión la realidad desde
: un yo ; la síntesis entre
[ 86
de los románticos alemanes, que veían en el arte
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do*. Si hemos de buscar una fecha más o menos
definida, creo que podemos fijarla en el siglo
cuando comienza la desintegración del Sacro
XIII,
[ 88
caballerescos del Medioevo son puestos en la
picota del ridículo, de donde no sólo la sen-
sación de sátira sino el doloroso sentimien-
to tragicómico, el tristísimo desgarramiento
que evidentemente siente su creador y que,
a través de su grotesca máscara, transmite a
todos sus lectores. Aquí tenemos, precisamen-
te, la prueba de que nuestra novela es algo más
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mana, a este pavoroso proceso de desmitificación
del mundo. Entre estas dos grandes crisis se for-
ma, desarrolla y culmina la novela occidental.
Y por eso y ocioso estudiarla sin refe-
es inútil
rencia a este formidable período, que no hay
más remedio que llamar "Los Tiempos Moder-
nos". Sin el cristianismo que los precede, no ha-
bría existido la conciencia intranquila y proble-
mática; sin la técnica que los tipifica no habría
habido ni desmitificación, ni inseguridad cósmi-
ca, ni alienación, ni soledad urbana. De ese mo-
do, Europa inyecta en el viejo relato legendario
o en la simple aventura épica esa inquietud so-
[ 90
dad primitiva, para proporcionar imágenes sin
sangre. Es posible que el gran pensador alemán
al escribir estas palabras haya tenido presente
[ 92
conturbado por la gran crisis de nuestro tiempo.
En resumen, la gran novela no sólo hace al
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CORMORÁN
El libro de bolsillo de
Editorial Universitaria
Chile
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