Dialnet BocetoYDisenoFuncionYExpresion 4550689
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* Universidad de Málaga
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Definir gráficamente lo que es el boceto frente al concepto básico ordinario que
tenemos del dibujo propiamente dicho, supone profundizar en la estructuración propia
del objeto o de la idea representada y en su relación relativa con el orden ‘inestable’ de
su entorno gráfico.
Creo haber logrado el tipo de dibujo que más se adecua a mis necesidades pues
es capaz de expresar lo que siento (...) Sin embargo, he dado con el tipo de
dibujo que, después de varios trabajos de aproximación, tiene suficiente
espontaneidad como para descargarme totalmente de lo que siento (1)
El boceto hace ostensible el carácter del diseñador, sus emociones, la naturaleza de ese
gesto que asegura el reconocimiento de un estilo propio gesto; gesto que, a su vez, es
expresión y como fruto de su evolución fija la estructura de lo que surge en el
pensamiento; deja una huella evidente del percepto imaginario, constatando sus
propiedades y reduciéndolo a una imagen gráfica determinante y representativa: el
dibujo gestual subjetivo, del mismo modo que la caligrafía constituye el rasgo visible de
quien la origina, estableciéndose como propia e intransferible
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Evidentemente, somos conscientes del lugar específico que ocupa el boceto en la fase
creativa íntima del proceso de diseño y que, por ello, generalmente no llega a ver la luz,
a efectos ilustrativos, en la presentación final del producto.(2) Pero, ello no es óbice
para reconocer la importancia de su influencia en el muestrario de medios gráficos,
infográficos o multimedia utilizados para la exposición pública del proyecto, ya que su
gesto está ahí, formando parte de la estructura gráfica que conforma la fórmula elegida
para ilustrar la muestra; constituye un modo de hacer y de argumentación gráfica propia
de su autor que acaba produciendo un determinado ‘estilo’ particular. Estilo que,
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gráficamente, y como síntesis de los elementos de la alfabetidad visual que satisfacen
un determinado entorno cultural, no puede evitar la autoridad que impone un tipo
específico de expresión acorde a un modus vivendi profesional preestablecido. A modo
de ejemplo, podríamos considerar cómo el estilo de vida japonés influye
determinantemente en la cualidad de su diseño —a tenor de su deferencia a la ‘norma’—
creando una manera particular de armonizar sus pautas de conducta, ya sea en el
ámbito social, cultural o artístico-creativo. La fórmula está ajustada a criterios elevados
que imponen un código —aunque flexible dentro de su disciplina estructural—.
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trazo que lo representa y que informa de la intención creativa. Pero, debemos
considerar que el objetivo de su acción gráfica no es, por lo general, el de informar de
conceptos preexistentes y reconocidos, sino el de ofrecer nuevas expectativas a esos
conceptos; exponer diferentes variables que enriquezcan la intención. El boceto
manifiesta la presencia de la idea a través de la generación de una imagen
particularizada y esa peculiaridad remite a un gesto distintivo, a una expresión natural
en la que se reconoce la acción del propio autor.
Por otro lado, en el marco del diseño el boceto organiza su discurso en función de una
propuesta concreta, ya sea como “expresión biográfica”, es decir, como la “primera
manifestación de la concepción intuitiva del diseñador” o bien, como enunciación o
descripción de unos “acontecimientos-efectos”.(3)
Con el boceto, el diseñador modula ciertos recursos propios de éste para formalizar
dicha propuesta, es decir, para determinar la intención adecuada a las exigencias de la
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proposición. Para ello, la intención se ha de ajustar a lo que muchos autores reconocen y
según la teoría de Gilles Deleuze,(4) como las tres relaciones distintas en la proposición:
designación, manifestación y significación, lo que, aplicado al lenguaje del dibujo
podríamos denominar, representación, expresión e interpretación.
‘Representación’ es un término que se utiliza, por lo general, para describir los distintos
tipos de aprehensión del percepto o de la idea. Epistemológicamente, se aceptan
básicamente dos acepciones: representación como contenido mental —en el sentido de
la acción subjetiva y particular— que coincide con la descripción propia argumentada en
el ámbito de la psicología y, representación como vehículo descriptivo de la forma —
acción esencialmente comunicativa—.
En este último sentido, el signo icónico, concebido intuitivamente o elaborado por la
propia acción constructiva, siempre se ha ocupado de re-presentar o hacer constar
gráficamente —mediante los artificios adecuados— el objeto de la experiencia
imaginativa. Nos ayuda a visualizar la forma del producto antes de ser materializado
físicamente y nos puede advertir, en su caso, de los diversos espacios o lugares que
podría ocupar en una posible aplicación futura.
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Ahora bien, la imagen descriptiva que podamos obtener —a través de los bocetos— de un
determinado objeto o concepto, remite de modo alegórico a éstos con independencia de
la propiedad icónica con que se manifieste pero, hemos de considerar que un grado
extremo de iconicidad representativa puede dificultar la identificación de los rasgos
estructurales fundamentales de un determinado diseño. Por lo tanto, una exagerada
demostración de virtuosismo gráfico no siempre cumple con el objetivo de mostrar, con
claridad, la forma significativa del objeto perseguido.
Expresar gráficamente no significa exponer solo imágenes objetivas, sino subjetivar esas
imágenes, manifestar la propia intención en el proceso de la exposición.
El diseñador mediante sus bocetos exterioriza esta proposición desde el fondo mismo de
su experiencia; desde el reconocimiento de los gestos más convulsivos que acaban
dejando huella de su propia acción, evidenciando, también, la naturaleza de su trazo en
respuesta a sus condicionantes secundarios (duda, ansiedad, tiempo, etc.). El mero
hecho de su gestión gráfica le identifica, esclarece los itinerarios de su pensamiento
hasta hacerlos visibles en la configuración del producto pertinente.
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no proceden sólo del esfuerzo directo de la voluntad con que actúa —aunque resulte
necesaria— sino también de la activación de “aliados inconscientes” y ocultos que le
conducen correctamente hacia la dirección que apunta al objetivo prefigurado. El
“ingenio y la voluntad” precisan de la colaboración de estos aliados inconscientes para
la consecución real del acto creativo. Sin ellos, el resultado de su acción carecería de
singularidad.
El gesto expresivo, aquel que muestra las intenciones, debe ser el que inicia el asunto
creativo, seguido de la representación como declaración de intenciones y de la
interpretación como conclusión o como generadora de la conclusión.
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trazos indica la expresión; lo que se quiso decir con esos trazos constituye la
interpretación; y el acontecimiento es el sentido mismo.
En el ámbito de la acción gráfica, lo que hace posible que el diseñador lleve a cabo sus
intenciones supone el sentido con el que se expresa, es lo que le motiva para mostrarse;
la intención no es una entidad visible, por ello se vale del trazo para expresarse, lo
orienta y con él extrae la esencia de la imagen subyacente, la expresión de su
naturaleza.
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Por ‘sentido’ entiendo paradigmáticamente el significado de una palabra o una
oración. Parto, pues, de que no existe algo así como intenciones puras o previas
del hablante; el sentido tiene o encuentra siempre una expresión simbólica; las
intenciones, para cobrar claridad, tienen que poder adoptar siempre una forma
simbólica y poder ser expresadas o manifestadas.(8)
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caso de las actividades artísticas, este material son sus propiedades o cualidades) que
consiste en signos o símbolos que, como meros intermediarios, ejercitan una neta labor
descriptiva, aunque aprovechados como sustitutos de objetos o cosas pueden emanar
una cierta cualidad expresiva. En definitiva, lo estético forma parte de la experiencia
intelectual, es lo que completa su naturaleza.
Es la zona donde el boceto engendra las figuras que organizan la acción gráfica
representativa de la experiencia subjetiva del autor; la manifestación de sus intenciones
y que concluye como parte de una experiencia objetiva
‘particularizada’.
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Referencias:
1. MATISSE, H. Sobre arte, Barral, Barcelona 1974, p. 102.
2. Esta postura no tiene que constituir, taxativamente, una práctica habitual ni obligatoria en
la ilustración pública del proyecto puesto que, con el uso del boceto no sólo se puede
ofrecer una importante contribución en la clarificación de la intención proyectual
desarrollada, sino que, en muchos casos, también interviene claramente en la concreción de
la idea en el mismo momento de la entrevista inicial con el promotor de la propuesta.
4. Ibidem.
5. CABEZAS, L. “Le Corbusier. Estrategia y proceso. El cuaderno de notas como viaje iniciático”, en
GÓMEZ MOLINA, J.J. (coord.) Estrategias del Dibujo en el arte contemporáneo, Cátedra, Madrid 1999, p.
98.
7. Ibidem. p. 219.
9. Ibidem. p. 495.
11. ARGAN, J.C. Proyecto y destino, Universidad Central de Venezuela, Caracas 1969, p. 73.
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