Aproximaciones Al Pragmatismo en La Educación Mexicana en El Contexto de La Globalización
Aproximaciones Al Pragmatismo en La Educación Mexicana en El Contexto de La Globalización
Aproximaciones Al Pragmatismo en La Educación Mexicana en El Contexto de La Globalización
Práctica calificada
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Carlos Eduardo Massé Narváez, investigador del Centro de Investigación Multidisciplinaria en Educación de la Universidad Autónoma del Estado de México.
enfrentar a este gran poder, se han separado de la población a la que dicen “representar” y solo ven por sus intereses familiares y de grupo o partido
político; actúan como gerentes de empresas que se prestan a dar informes a los que podríamos llamar –“accionistas” dueños del mundo– de esta nueva
tiranía mundial llamada eufemísticamente globalización. También la realidad actual, está sufriendo un flagelo más con la aparición de la pandemia pues la
necesidad del uso de la cuarentena o confinamiento para frenar los contagios y las muertes por esta nueva calamidad mundial, creemos que afectará
mayormente a los países más pobres como México.
Por todo ello, esta realidad tan pauperizada para quienes se, nos, ubicamos en el Sur, en donde también hay una enorme brecha local, nacional, entre
ricos, clases medias (en vías de pauperización) y los más pauperizados, marginados y excluidos del sistema. El cual ha acotado paulatinamente los espacios
de inclusión. Si antes no había espacios educativos ni laborales para todos, hoy los que tuvieron acceso son despedidos por las empresas, aunque en
México, es justo decirlo, se están haciendo enormes esfuerzos con base en una política de austeridad del gobierno y, lucha anticorrupción sin precedentes
(en donde la actuación de la derecha es de golpeteo y crítica constante a través de la desinformación; porque la pobreza solo se simulaba combatir, porque
era rentable políticamente en algunos estados sureños, en donde las dictaduras nacionales (antes llamadas oligarquías), hoy se sustentan en su mayoría
en regímenes aparentemente democráticos pues en el trasfondo lo que ha surgido, es una partidocracia . Estado de partidos (contra los que está luchando
el actual gobierno con iniciativas de leyes ya aprobadas contra la corrupción electoral); aliada al gran poder financiero internacional, al menos en México
hasta antes de la llegada del actual presidente de la República Andrés Manuel López Obrador.
1.1. Las universidades públicas
Lo peor de todo es que, en este contexto los que fueron bastiones de vanguardia nacionalista –las universidades públicas–, han devenido sometidas a su
vez a la lógica del capital en la esfera del conocimiento a través del discurso pragmático: eficientista, productivo, competitivo y utilitarista. Sometidas no
sería el término más adecuado porque los universitarios, de los últimos casi 40 años, criticamos al neoliberalismo pero nos beneficiamos penosamente de
él, con los conocidos bonos a la productividad, etc. Penosamente por dos razones al menos: porque para obtener dichos bonos nos sobre-explotamos y,
porque otros trabajadores no tuvieron esa posibilidad. Este es un tema de muchos más factores a discutir, pero aquí no es el espacio para hacerlo.
Sin embargo, también hay que decirlo, para “vivir como ricos, tuvimos que trabajar como esclavos, todo en aras de dos objetivos; 1) elevar el consumo de
necesidades creadas por el capital, para hacernos creer que la “american why of life”); y 2) elevar también los dígitos de la producción que pudiese valorar
más a las instituciones y, o, estas justificaban demandar mayores presupuestos; mientras la población en general alcanzó cifras vergonzosas de desigualdad,
marginalidad, pobreza y pobreza extrema.
“El mito de la mundialización”, como lo plantea Bourdieu, citado en Araujo (1999), se manifiesta como discurso de ciertos sectores de poder, que
legitimaban como inevitable el avance de la globalización. Éste, deja al Estado moderno cada vez más atrapado en las redes de interconexión mundial
permeabilizado por fuerzas supranacionales, intergubernamentales y transnacionales, aunque todo ello no significa la presencia de un Estado mundial, ni
tampoco la constitución de una sociedad mundial, sino la difusión de un capitalismo globalmente desorganizado, regido por las reglas de la competencia
del mercado (Beck, 2000).
Viendo el asunto desde una situación de dominación y conflicto, se observa la realidad como una dinámica de tensión entre la hegemonía y sus víctimas.
Aquí la globalización es vista como expresión de los intereses de grupos transnacionales que encuentran en los organismos multilaterales a sus
representantes para la imposición de políticas públicas, incluyendo las indigenistas, que aumentan la desigualdad y la explotación. En este trabajo nos
oponemos y rechazamos el uso de términos como competitividad, flexibilización, sistemas de evaluación de aprendizajes estandarizados, a los que se
considera funcionales al modelo globalizador neoliberal.
En esta perspectiva ad hoc al sistema se afirma, que la globalización expresa en nuestro tiempo “la necesidad expansionista de la sociedad burguesa”,
manifestada primero en el colonialismo y luego en el imperialismo (Chomsky & Dieterich, 1996, p.60). En un ataque a la aplicación en América Latina de
las anteriores concepciones, los autores señalan que: “es ciertamente demagógico sostener que la miseria latinoamericana sea el resultado de la deficiente
educación del subcontinente, cuando hay una serie de variables determinantes de igual o mayor importancia”, como la deuda externa, la corrupción de
las elites, el proteccionismo del primer mundo, la pobreza y extrema desigualdad, etcétera: (Chomsky & Dieterich, 1996, p.80). No obstante, en efecto,
aquí consideramos que, al interior de los sistemas educativos nacionales el pragmatismo se filtró e insuflo sus valores, los que, de la mano con perspectivas
como la de coste beneficio, abonan con valores del mercado a una educación que se quisiera humanista, ética y ecológica.
1.2. El pragmatismo
Una muestra de los antecedentes del pragmatismo en México, se lo debemos a Guevara Niebla (2001) entre otros, quien apuntó:
Los bisoños liberales mexicanos buscaron fórmulas pedagógicas para su proyecto en Europa y creyeron encontrarlas, primero, en el modelo del inglés
Lancaster; luego, en algunos mentores españoles de tendencia laica; finalmente, en el positivismo francés que introdujo en México en 1867 el célebre
maestro Gabino Barreda (1818-1881). A fines del siglo XIX, en el marco de la paz porfiriana, México vivió una Edad de Oro en educación y obras pedagógicas
de diverso origen proliferaron en el país. Esa diversificación de influencias fue, probablemente, del desarrollo general de las naciones y del exitoso
movimiento pedagógico internacional de la Escuela Nueva.
Se preveía que la educación en México podría haberse constituido enriquecedoramente con bastantes y diversas bases pedagógicas con la llegada
pedagogos europeos y norteamericanos, per ejemplo, el alemán Friedrich Froebel y el estadunidense John Dewey. Pero la Revolución mexicana de 1910
clausuró ese auge pedagógico. No obstante, en tal momento, uno de los primeros docentes que había ido a los EEUU, y se nutrió del pragmatismo fue don
Rafael Ramírez y Moisés Sáenz, quien llego a suceder a Vasconcelos en esa época, pero este vínculo académico se vio restringido por circunstancias
inopinadas.
Primero, por el estallido de la Revolución y el surgimiento de vigorosos sentimientos nacionalistas entre la población y, segundo, por la creciente influencia
en México y América Latina del movimiento cultural que se conoció como el Arielismo.
El arielismo sostenía Según Gevara Niebla (Op. Cit.) que: la cultura estaba dividida en dos campos antagónicos: 1) el campo de la cultura anglosajona,
materialista, pragmática, todo el tiempo interesada, que tendía a conquistar una posición hegemónica en América Latina a través de las acciones
imperialistas de Estados Unidos. Esta modalidad cultural fue representada por Rodó con la imagen de Calibán, esclavo negro de aspecto monstruoso que
es personaje en La Tempestad de Shakespeare. 2) El otro campo, que Rodó identificaba como el nuestro (latinoamericano), era la cultura mediterránea,
grecolatina, cultura espiritual, libre y desinteresada.
Lo que hasta aquí hemos esbozado, más allá de apoyar la hipótesis implícita en este trabajo de que: el pragmatismo fue y es dañino para los sistemas
educativos (faltó decirlo antes), en la medida de que sus valores conllevan el uso de la acción, lo cual no es maligno, pero se sustenta en un individualismo
implícito aunque no necesariamente explícito que a la postre se introduce como un valor que va en contra de la solidaridad social que, no contribuye a la
formación de un mejor ciudadano.
Pero también nos muestra la gran complejidad que nos enseña el autor que venimos citando, ya que nos re-ubica a reconocer y practicar una modestia
intelectual que, conlleve a que los ensayos que hacemos, sirvan para su socialización, más que para pretender que sean investigaciones propiamente
dichas, sino aproximaciones a las problemáticas que abordamos.
Una muestra de la complejidad del tema la obtenemos del mismo Guevara Niebla cuando señala que:
No obstante, en la práctica escolar real de México, la influencia del pedagogo estadunidense John Dewey, sus ideas se afirmaron en la escuela rural
mexicana y muchas de sus recomendaciones fueron adoptadas por los maestros rurales (la “parcela escolar” todavía existente es un ejemplo vivo de
pedagogía deweyana). John Dewey, en persona, visitó México en 1925 y 1935 y tuvo expresiones muy elogiosas para las realizaciones de la escuela rural
de México. El triunfo posterior de las tendencias socialistas frenó la influencia de esta corriente que tratamos de ubicar dentro del sistema educativo
mexicano que, como estos valiosos antecedentes nos permiten ver no penetraron en la base del sistema, sino que, este está conformado históricamente
con numerosos vuelcos de una corriente pedagógica a otra.
Lo que nos interesa en este modesto trabajo, es divulgar la idea de que el pragmatismo posterior en los mismos EEUU, se desarrollo en sus universidades
en el espíritu de las escuelas de negocios y ello influencio a los estudiantes mexicanos de postgrado que fueron a terminar de formarse, a “especializarse
allá”; quedando por analizar en qué instituciones privadas se adopto en sus programas, la perspectiva pragmatista de las escuelas de negocios
estadounidenses. Por ello, pasamos enseguida a abordar el asunto planteado.
Consideramos que el discurso político administrativo de la tecnocracia mexicana, hace años se invocaba al pragmatismo. La palabra pragmatismo proviene
del vocablo griego pragma que significa “hecho” o “acto”; su concepción de base es que sólo es verdadero aquello que funciona, enfocándose así en el
mundo real objetivo) como la mejor fórmula para el cumplimiento de metas gubernamentales y empresariales, ignorándose que el pragmatismo constituye
un modo de razonamiento y acción que caracteriza la historia contemporánea norteamericana, de manera sumamente irregular y con altos costos políticos,
intelectuales y morales, particularmente dirigido hacia el exterior.
El pragmatismo constituye una visión del mundo propia de un país cuya hegemonía se vuelve global, que pretende establecerse –y lo hace– como una
civilización universal. La aristocracia intelectual de la Universidad de Harvard sirvió de medio institucional para insertar la visión empresarial básica en
todas las disciplinas sociales y también en la filosofía (Orozco & Guerrero, 1997).
A partir de los poderosos departamentos de negocios, derecho, economía, gobierno y filosofía de Harvard, varias generaciones de universitarios, que luego
fueron muy influyentes, se educaron de acuerdo con esa visión empresarial del mundo. Vale anotar que, a través de Jhon Dewey y Sidney Hook, el
pragmatismo se extendió a otros ámbitos universitarios (Chicago y New York) y se filtró hacia otras concepciones ideológicas como las del socialismo
democrático, etc. (Orozco & Guerrero, 1997).
En el plano internacional, tuvo sus cultores en Europa, con M. Weber en Alemania, en Francia con G. Sorel, en Italia con B. Mussolini. En A. Latina, en
Argentina y México en los años cuarenta del siglo pasado, penetraron las obras de William James y Jhon Dewey circulando en versiones castellanas, pero
fueron consideradas como novedades educativas por el desconocimiento de la historia de la educación en México (Ibidem.) como lo acabamos de ver. En
México no obstante la generación que conoció estas obras, y las siguientes generaciones, se inclinaron más por las tradiciones europeas que por las
novedades norteamericanas. Por ello, el impacto del pragmatismo no se dio en México significativamente, sino hasta los años ochenta y siguientes, sobre
todo con base en la obra de M. Weber y sus epígonos, quienes más tarde se adhirieron e impulsaron el pragmatismo implícito en la falacia de las políticas
públicas, como disciplina que pretende sea posible que, las decisiones de política pública sean hechas en co-participación entre los gobiernos y sus
ciudadanos. Decimos que es una falacia porque no creemos que existan países (aunque podría haberlos) que lleven a la práctica dicha propuesta.
Ya no se trata sólo de hablar de la Ciencia de la Política: hay una corriente académica que nos habla de las ciencias de las políticas, la que en la actualidad
conocemos como políticas públicas. El conocimiento comprende el proceso de toma de decisiones y es de ahí de donde se llevan a cabo las políticas, como
lo menciona el autor Harold Lasswell, “En parte las ciencias políticas buscan tener siempre la distinción entre lo que verdaderamente importa para lo
público y civil”. (1994). Pero aquí preguntamos al pragmatismo, ¿quiénes deciden, lo que verdaderamente importa?
Ahora bien, al parecer hacia el inicio de los años de 1990, no existía un estudio sistemático sobre el pragmatismo como la versión original de la llamada
postmodernidad y su impacto a lo largo de las disciplinas sociales y humanistas. El término de pragmatismo también ha sido descuidado e
indiscriminadamente utilizado. Las referencias a él habían sido de carácter histórico y se le consideraba una filosofía que no tenía correspondencia ni con
la tradición intelectual ni con los proyectos nacionales de México, no obstante, desde esa década y aún antes, muchos servidores públicos se habían
formado en la Escuela de Chicago, y en Harvard y se les conocía a dichos cuadros –que participaban en el diseño de políticas públicas (incluidas las
educativas)–, como a los “chicago boys”, quienes fueron así bautizados por haber estudiado en dicha escuela, cuna del positivismo, el matematicismo y el
pragmatismo.
Aun cuando estos servidores no fueran significativos como representantes de tradiciones intelectuales mexicanas, su formación pragmática ha venido a
incidir con mucho en el diseño y el estilo de hacer “políticas” lo que no escapa al ámbito educativo, por decir sólo un área de esta que se entrecruza con la
educación técnica y con la producción. Es ahí en donde el pragmatismo sienta sus reales, sólo recordemos el término de formación profesional:
“polivalentes y flexibles” como el ideal de “formación” mano de obra o, formación profesional.
En el mismo sentido, solo a partir de la segunda mitad de la década de los noventa en México, se empezaron a hacer estudios sobre el pragmatismo y el
globalismo, por lo menos en la Universidad Nacional Autónoma de México (Orozco & Guerrero, 1997). Estos autores cayeron en cuenta de la ausencia de
estudios sistemáticos del pragmatismo, pero también del globalismo y lo que realmente representa. Se propusieron establecer los vínculos de la visión
pragmática del mundo en los círculos políticos de los Estado Unidos y en el resto del sistema capitalista.
Una razón para ocuparnos de lo anterior, aunque sea brevemente, es el desdén (pero también la ignorancia) que del pragmatismo se tiene, como una
simple filosofía de los negocios. La misma noción pragma, traducida como business, da la sensación de que el pragmatismo se propuso siempre como una
suerte de auxiliar ideológico contable o método práctico de trabajo y de logro de eficiencia. Lo que ha ayudado a pensar que es un simple instrumento
neutral al aplicarse a la práctica política. No obstante, los autores antes citados piensan que el pragmatismo configura toda una civilización que se extiende
desde los negocios hasta la vida familiar y deportiva. Desde esa visión constituye en sentido estricto, una ideología que no se conforma con lo puramente
instrumental. Se puede considerar a la vieja visión maquiavélica de que “el fin justifica los medios”
Podría decirse que el pragmatismo es la base de la configuración del viejo taylorismo y el fordismo estudiados por la sociología del trabajo, denunciando
el control excesivo de los obreros de la industria, solo que el pragmatismo responde al grado de desarrollo de la grandes empresas o corporaciones y del
poder del capital financiero del fin del siglo pasado y del presente. Incluye a las compañías multinacionales, transnacionales y supranacionales. Su análisis
ha de ser interdisciplinario, comparativo e histórico para captar la complejidad de su devenir en el fenómeno de la globalización. Más aún, partiendo de la
premisa teórica de que el pragmatismo constituye una filosofía móvil expandida hacia diversos planos culturales e históricamente condicionada por el
desenvolvimiento de los grandes negocios, los protagonistas poderosos no dudaron ni dudan en pasar de la etapa colonialista a una etapa imperialista y
o, mantenerse en ella aún con los costos sociales que ello implica.
Lo anterior fue una visión profética ya que, a fines del siglo pasado nos dice Echeverría (2008, p.11): “el Estado norteamericano ha tomado en los últimos
quince años decisiones económicas y ha emprendido acciones bélicas, unas y otras de alcance mundial, cuyos efectos destructivos tanto sobre los demás
países como sobre sí mismo han sido reconocidos hasta por sus admiradores más incondicionales. Se trata de un comportamiento que se auto-atribuye
una peculiar racionalidad a la luz de la cual esas decisiones y esas acciones serían necesarias para salvaguardar la vida civilizada sobre el planeta”. Pero en
mi opinión y creo que en la del propio Echeverría, son para salvaguardar los intereses de las empresas transnacionales y multinacionales.
2. La educación en el umbral de la posmodernidad
2.1. La educación, el sistema educativo
Cuántas pruebas hay actualmente de que la escuela, como antaño, no garantiza la movilidad social, y no se diga el insertarse en el mercado laboral. Hago
la acotación de que esto ocurre también en países que se consideraron desarrollados pues hace ya un par de años con los indignados de la eurozona se
quejaban de lo que afirmo (el Ministerio del Empleo de España dio a conocer en marzo de 2013 que el número de desempleados en ese país supera ya
cinco millones y en la eurozona llegaba entonces a 19.2 millones de personas). La indignación no es sólo una manifestación de repudio al sistema financiero
sino a todo el sistema socio político y económico, sin duda genera un malestar más que cultural, pues hunde sus raíces en un desencanto unipersonal y
social de unas condiciones de vida que, jamás se advirtió que podrían ser parte de las crisis capitalistas.
La vida de un joven en España, al menos desde mi experiencia, es desesperanzadora. Tienes que concientizarte de que tendrás que irte afuera a buscar
trabajo, de lo que sea. Aunque yo sea periodista, de nada me va a servir, porque es posible que no haya trabajo de lo que realmente he estudiado. Esta
situación me crea impotencia, inestabilidad, tristeza y ganas de irme de aquí”, cuenta Kris, quien tiene 22 años y vive con su mamá en Cama, una localidad
cercana a Sevilla. https://www.lavoz.com.ar/noticias/mundo/indignados-simbo-lo-desilusion-europea
Al respecto, hay que comentar que tampoco fue una garantía para los graduados de los países dependientes, ni siquiera en la época “industrialista o del
agotamiento en la economía del segundo sector de la economía (industrial) y el paso al tercer sector (los servicios). Los graduados universitarios en esas
décadas en México, por ejemplo, aunque fueron un número no significativo con respecto al total de la población, se insertaba mejor salarialmente
hablando, que los no graduados o con sólo educación básica y media superior. Los jóvenes que hoy están matriculados en los niveles de educación media
superior y superior, están escépticos de que, al egresar, encuentren un trabajo digno (no creemos necesario conceptuar lo que eso significa para cualquier
matriculado).
Pero la época industrialista cedió ante el sector pujante de los servicios. Servicios que paradójicamente no son alcanzables para todos no obstante los
planificadores de la educación no previeron o no creyeron lo acordado en la OCDE en los años ochenta del pasado siglo: crecimiento con desempleo y, el
sistema educativo ya había hecho detonar a la educación técnica o formación para el trabajo, generando erróneamente establecimientos educativos para
así formar técnicos que demandaba una industria que no tardaría en perecer. El sistema educativo mexicano y toda su maquinaria administrativa aquí la
conceptuamos como “una super corporación volcada en la administración de sí misma.
A estos grandes males, se sumaban los objetivos del neoliberalismo que puede ser un sinónimo de globalismo propugnado por el “Consenso de
Washington” (Martínez & Soto, 2012), consenso que ha impulsado desde hace más de cuarenta años (la era de la posguerra) un embate hacia los estados
nacionales para esquilmar (despojar) sus recursos naturales y humanos. Para insuflar más aún los valores del individualismo y el utilitarismo y, o
pragmatismo y con ello minar la cosmovisión de comunidad, ha penetrado aún más en las clases políticas, comprándolas para el logro de sus intereses,
generando una nueva oligarquía en la que los perdedores son la gran masa de connacionales. Para ello, sus agentes han convencido u obligado a las clases
empresariales de asociarse con el capital transnacional y para dictar políticas, llamadas “recomendaciones” de los organismos multinacionales como el
FMI, el BM y la OCDE, el BID, etc., interviniendo en la política educativa para que la educación no sea un motor del cambio ni de movilidad social. Al
respecto, es sabido que el espíritu de dichas instituciones es hacer prevalecer el orden establecido, con lo que se necesita seguir formado mano de obra
barata para las empresas; las cuales paradójicamente invierten en la robótica para poder sustituir esa mano de obra por máquinas que hagan el trabajo
que los trabajadores vienen haciendo. Si a eso le agregamos que el sistema educativo pueda aceptarse ser definido como lo acabo de hacer, es el símil de
un elefante reumático que, más que ser un medio de apoyo a la educación, viene a ser no solo un estorbo sino un gasto irrecuperable su mantenimiento.
Quizá Guevara Niebla se convenció antes de ello, cuando escribió su célebre: La catástrofe silenciosa.
Bajo esta injerencia el resultado es que los docentes se transforman en entes de un mercado cuya profesionalidad se resquebraja. La docencia es una
profesión uniformizada y su proletarización acentuada por la perspectiva de las competencias. El conocimiento de la educación es un bien material capaz
de crear riqueza, en tal lógica las instituciones escolares se transforman en empresas de saber y de cultura. Ya no se estudia para arribar a un modo de
pensar y de reflexionar, se hace para alcanzar un diploma. Estas instituciones certifican las competencias laborales como conocimiento de las nuevas
prácticas de las profesiones, los oficios y las artes. La normatividad del mercado global expulsa cualquier intento público de educación. Las instituciones se
obligan a ser autosuficientes y aquellos que se desempeñan como actores de saber y de cultura se transforman en agentes de producción económica.
En este contexto postmoderno el profesor pierde su especificidad al desaparecer como sujeto de cultura, adviene como un obrero del neoliberalismo
educativo o globalizado. El profesorado cumple otras funciones en la economía global: Debe preparar la mano de obra tecnológica y participar en las
prácticas de selección. Su saber no es reflexivo sino aplicativo. Sus conocimientos didácticos, pedagógicos y vivenciales son administrados por la
racionalidad de los formatos. El profesorado ya no enseña una forma de pensar, su función consiste ahora en administrar su disciplina. Al ser dominado
por un poder instrumental (racional y técnico), la potencia de su saber pierde lugar en su espíritu. A pesar de estas prácticas, el profesorado crítico vive en
un dilema: liberar o someter. Pero si libera, corre el riesgo de perder su puesto de trabajo; si reproduce el saber para el mercado, será juzgado como
cómplice de los neoliberales. De ahí que, nuestra responsabilidad de enseñar en el aula, la paradoja que confronta lo global con lo local, la globalización
(como fenómeno -hasta ahora imparable-), su devenir, su espíritu capitalista y el trastocamiento que genera en lo local. Más aún, esto nos conduce a la
pregunta; cómo pensar y cómo enseñar, en una articulación de lo local con la globalización en términos de sufrir el menor daño. Este punto de vista puede
sonar derrotista y, lamentablemente lo es, pero es, también, lamentablemente, realista. (Zambrano, 2012).
No obstante, los esfuerzos por resistir a lo global en aras de proteger la herencia y tradiciones culturales, nos enfrentamos al hecho –dice Zambrano (2012)
de que el profesorado ha sido y sigue siendo colonizado, de forma sofisticada a veces, a través de discursos administrativos que han minado su espíritu
resistente y han menguado su creencia en la educación como factor de cambio.
Incluso, la formación inicial de éste vehiculiza el lenguaje sublime de la competitividad. Un profesor formado en competencias y un currículum flexible
encierra una paradoja y expone la distancia entre lo local y lo global. Vivir en lo local, pero pertenecer a lo global, he aquí la esencia de la paradoja. ¿A
dónde resistir y cómo hacerlo? Resignarse o resistir, esta es la cuestión crucial de las nuevas luchas del profesorado. Los escenarios locales –aula de clase–
, se pueden considerar como el último lugar de resistencia de lo global. Lugar moral si queremos, espacio de sublevación contra toda forma de
uniformización del pensamiento” (Zambrano, 2012, p.51).
Hasta aquí llegamos con estas consideraciones contextuales del proceso de desenvolvimiento educativo y perspectiva del mercado y gubernamental con
influencia pragmatista de las sociedades occidentales en general y de las dependientes latinoamericanas en particular, como el caso de México.
Conclusiones
Estas aproximaciones al pragmatismo en la educación mexicana pero que en mucho consideramos similar relativamente con otros Países de Latinoamérica
y, como nos permitimos referir, algunos de los países desarrollados padecen del mismo mal. Malestar generado por el propio sistema de mercado, el cual
es altamente pragmático con respecto sus políticas de educación y formación profesional. La no garantía de tener un derecho al trabajo digno. La desilusión
que genera en los cuadros de jóvenes cuyas perspectivas de creer vivir en un país democrático, pero anclado en la perspectiva de las competencias para
ser funcional al sistema del mercado, competir para ser el número uno, el más apto (ese es el único que pueda elevase a un nivel de clase un poco más
alto, siempre que no lo despidan. Perspectiva de origen darwinista y durkheimiano (competitivo y funcional. Nacido en un país desarrollado o dependiente
(lo cual es peor aún), pero clasista, en donde los beneficios de ese nivel de desarrollo o subdesarrollo es un triunfo, pero solo para las corporaciones pues
no llega abajo, a donde se encuentra la mayoría de adultos y jóvenes ciudadanos de casi todos los países. Obviamente, si de todo ello se hace consciente
el estudiante y el ciudadano común, no podrá mitigar el temor al desempleo porque como lo han demostrado “los indignados”, antes y después la
pandemia, la globalización neoliberal es indiferente a proporcionar los derechos más elementales: salud, educación, al trabajo, etc.
Pero hay otra razón por la que el pragmatismo está y estará presente en los sistemas educativos –si la pandemia no impacta como lo quisiéramos para
hacer posible un mundo más justo–, para cambiar ese valor a toda costa de la ganancia económica, la que para colmo sirve de medio para el consumo
depredador. El cual ha puesto al planeta Tierra al borde del desastre ecológico. El capitalismo con base en el pragmatismo, el utilitarismo y su ciencia
positivista, conlleva en su seno un antihumanismo que empezó con la perspectiva galileana por dominar, aprovechar y adueñarse de la Naturaleza. Su
“aportación” radica en haber separado al hombre de la Naturaleza y hacerle creer que era dueño de ella. Este ego-humano-centrista surgido con la
emergencia del capitalismo, nos ha puesto en la perspectiva nada esperanzadora del fin del mundo.
Reconocemos que, como lo señalamos arriba, el asunto de poder aproximarse a qué tanto pragmatismo hay en la educación en México es de una gran
complejidad y sería una labor titánica de tipo enciclopedista. Lo que realmente importa es, aportar un grano de arena a las reflexiones y autoreflexiones
que, confluyendo con otras auto-reflexiones, devengan en medios para una educación con valores más solidarios y que pudieran tomarse en cuenta, en la
planeación de las políticas públicas educativas nacionales en aras de educar y formar una ciudadanía con valores humanos, conciencia ecológica y espíritu
solidario para con nuestros connacionales y para con nuestros herman@s latinoamerican@s de igual espíritu.
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