JESÚS Transfiguracion

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JESÚS, EL TRANSFIGURADO

Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige


Del Evangelio según San Mateo. 17,1-8.
Tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte, a un monte alto. Y
se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron
blancos como la nieve. En esto se aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él... Una nube
luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo amado, en
quien tengo mis delicias. Escúchenle”. - Palabra del Señor

La Eucaristía es la gran prenda de nuestra resurrección futura. ¿Cómo será esa resurrección
nuestra? El apóstol San Pablo nos dice que Cristo “transformará nuestro cuerpo humilde
configurándolo con su propio cuerpo, lleno de esplendor” (Filipenses 3,21)

Esa gloria que nos espera a nosotros, sujetos ahora a tantas debilidades, nos la muestra y la
avanza Dios en la escena incomparable del Tabor. Cristo aparece ante los discípulos radiante,
brillantísimo, esplendoroso, y enciende la creación entera en torno suyo con todos los destellos de
la gloria.
Aparecen Moisés y Elías hablando con Jesús de la pasión que le espera en Jerusalén, nos dice
Lucas, que al narrar también los disparates que iba diciendo Pedro llevado de su entusiasmo,
anota: “no sabía lo que se decía”. Y es que la escena fue grandiosa de verdad... La gloria externa
de Jesús no es más que el reverbero de la inundación de luz que esconde dentro, aprisionada por
su cuerpo todavía mortal. Y el grito del Padre es la exteriorización de un gozo divino constante al
ver encarnada, en el Hombre Jesús, toda la belleza de la Divinidad.

Por otra parte, esta escena del Tabor es la manifestación de la realidad cristiana más honda: el
cristiano, por el Bautismo, es un hijo de Dios, “participante de la naturaleza divina” (2Pedro 1,4),
acrecentada continuamente por la Eucaristía, que recibida en la Comunión, le llena de toda la vida
de Dios: “Así como el Padre vive, y yo vivo por el Padre, así el que me come vivirá por mí” (Juan
6,57)
Todo culminará en la resurrección futura, porque Dios, “a quienes puso en camino de salvación,
les comunicará también su gloria” (Romanos 8,30). Y sacamos una consecuencia consoladora:
¿vale la pena luchar, esperar, confiar?... “Comprendo que los padecimientos del tiempo presente
no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará” (Romanos 8,18)

Así debemos ver a Jesús en la Eucaristía. Oculto bajo los velos sacramentales, está aquí, sin
embargo, con el mismo esplendor que en el Cielo, y diciéndonos de continuo: ¡Animo! ¡Adelante!
En medio de sus luchas, miren con los ojos de la fe mi gloria. Conmigo están en la prueba, y
conmigo estarán en el premio. Con ustedes estoy en su lucha, y pronto ustedes estarán en la dicha
de mi victoria...

Hablo al Señor Todos

Como Pedro, te digo casi fuera de mí: “¡Qué bien se está aquí, Señor!”. Pero el Tabor lo debo
dejar para después. Ahora he de subir a Jerusalén contigo que te diriges hacia el Calvario, donde
nos hemos de encontrar los dos, cada uno clavado en su propia cruz. Amo la esclavitud de mi
deber y de mi cruz de cada día. Así, sólo así, conquistaré tu propia gloria.

Contemplación afectiva Alternando con el que dirige


Porque quiero, Señor, contemplar un día tu gloria. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque el Padre me predestinó a ser imagen tuya. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque el Padre me eligió pensando en ti. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque el Padre me quiere glorificar contigo. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque me ilusiona tener un día tu misma gloria. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque el Bautismo me llenó de Dios. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque la Comunión mete en mí toda tu vida. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque me nutro con tu Cuerpo glorificado. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque al comulgar soy una sola cosa contigo. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque estoy contigo en una misma cruz. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque quiero mantenerme firme hasta el fin. - Hazme, Jesús, como Tú.
Porque quiero que el Padre se complazca en mí. - Hazme, Jesús, como Tú
Todos
Señor Jesús, iniciador y consumador de nuestra fe, que nos revelas la gloria que nos espera si
seguimos tus pasos sin desmayar. Sostén mi fe, mi esperanza y mi caridad. Que ellas me guíen
hasta tu morada celestial a través de todas las vicisitudes del mundo.
Preces
Mientras contemplamos gozosos al Señor Jesucristo, transfigurado tan gloriosamente en el Tabor,
le decimos suplicantes:
Te alabamos y damos gracias, Señor Dios nuestro.
 Para que todos los bautizados tengamos conciencia de nuestra dignidad de hijos e hijas de
Dios, y Dios pueda decir, como de Jesús, que en nosotros tiene todas sus complacencias,
- Señor, haz que nuestra vida sea como la vida de Jesús.
 Para que nos convenzamos todos de que sólo siguiendo a Jesús con la cruz se llega a la
gloria de la resurrección,
- haz, Señor Dios nuestro, que nos abracemos generosamente cada día con todos
nuestros deberes cristianos.
 Para que todos los que sufren: los pobres, los enfermos, los desterrados..., miren la gloria
futura que Dios les guarda,
- y no se desanimen en la lucha de cada día.
 Para que nosotros, los creyentes que en la Eucaristía nos encontramos con el mismo Jesús
del Tabor, pedimos:
- que sepamos vivir firmes en una esperanza que no nos engaña.
 Le pedimos a Dios que a nuestros hermanos difuntos les llene de los esplendores del
Señor Jesucristo resucitado,
- y gocen de la gloria que han merecido con sus buenas obras y la bondad
misericordiosa de Dios.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, tu Carne glorificada es prenda de resurrección y estímulo poderoso y fuerza
para la lucha. Haznos comensales constantes del banquete del Reino. Así esa gloria tuya, que
ahora nos entusiasma, como entusiasmó a los Apóstoles del Tabor, será nuestra para siempre en
la Casa del Padre. Así sea.

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