Doctrina y Jurisprudencia

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DOCTRINA Y JURISPRUDENCIA CHOMIRA

El propietario frentista y el Estado son responsables por la caída de una persona en una vereda
como consecuencia del deficiente estado de la misma

Ed. Microjuris.com Argentinaon 7 septiembre 2017

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Partes: Schreiber Lía c/ Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y otro s/ daños y
perjuicios

Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal

Sala/Juzgado: II

Fecha: 3-mar-2017

Cita: MJ-JU-M-105830-AR | MJJ105830 | MJJ105830

El propietario frentista y el Estado son responsables por la caída de una persona en una vereda
como consecuencia del deficiente estado de la misma. Cuadro de rubros indemnizatorios.

Sumario:

1.-El propietario frentista de la vereda en donde cayó la actora y sufrió lesiones es responsable
y tiene la obligación de reparar los daños y perjuicios ocasionados, en tanto que los sucesos
relatados por la accionante relativos a la existencia del accidente y el lugar donde ocurrió se
encuentran corroborados con la prueba testimonial, la documental acompañada y la fotografía
del lugar que se encuentra certificada mediante escribana pública.

2.-La declaración del testigo único es válida, pues es susceptible de fundar las conclusiones de
una sentencia acerca de la existencia o inexistencia de uno o más hechos controvertidos,
siempre que merezca fe y apreciándola más estrictamente que cuando media una pluralidad
de testigos.

3.-El Estado tiene responsabilidad por la caída de una persona en una vereda pública como
consecuencia de su mal estado, dado que, por su calidad de propietario de las calles
destinadas al uso del dominio público, tiene la obligación de asegurar que tengan un mínimo y
razonable estado de conservación.

Fallo:

En Buenos Aires, a los 03 días del mes de marzo de 2017, se reúnen en Acuerdo los señores
jueces de la Sala II de esta Cámara para dictar sentencia en los autos del epígrafe. Conforme
con el orden de sorteo efectuado, el doctor Alfredo Silverio Gusman dice:

I.- La sentencia de la anterior instancia hizo lugar parcialmente a la demanda incoada por Lía
SCHREIBER contra el GOBIERNO DE LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES -al que me
referiré como G.C.B.A. o Gobierno de la Ciudad- y la UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (Facultad
de Farmacia y Bioquímica) -en adelante también mencionaré a esta demandada como U.B.A.-,
en la que persigue el resarcimiento de los daños irrogados como consecuencia del accidente
sufrido el día 15 de setiembre de 2004 a las 10 hs. cuando se dirigía – caminando por la calle
Junín- a tomar el colectivo de la línea 101 y sufrió una caída por causa de unas baldosas rotas.
Tal circunstancia le ocasionó fractura en su muñeca izquierda, hombro izquierdo y en la
columna, zona cervical y lumbar.

Para resolver de tal modo, el a quo, haciendo mérito de la pericia médica, de las declaraciones
de los testigos y de la fotografía certificada por escribana sobre el estado de la vereda,
consideró que concurrían todos los factores que comprometen la responsabilidad
extracontractual de las demandadas (arg. arts. 43, 1109, 1113 del Código Civil). Respecto a la
Universidad de Buenos Aires, agregó que no concurrían circunstancias que justifiquen eximirla
de responsabilidad como propietaria de la cosa riesgosa, generadora del daño sufrido, pues no
había aportado ninguna prueba tendiente a demostrar la culpa de la víctima o de un tercero
por el cual no deba responder.Por otra parte, relativo a la responsabilidad del Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, sostuvo que en su condición de órgano de vigilancia, control y
fiscalización del estado de las aceras, efectivamente pesaba sobre esa parte el deber de
controlar la vía pública para evitar que se conviertan en cosas riesgosas. En ese sentido,
destacó que si la cosa cuyo riesgo o vicio produjo el daño se encontraba en la vía pública, debe
responder por el perjuicio ocasionado en virtud del art. 1113, segunda parte, párrafo 2° del
Código Civil. Sobre dicha base, concluyó que ambas demandadas debían responder en forma
concurrente a pagar la suma de $ 41.000 con más los intereses y las costas.
II.- Dicha sentencia fue materia de apelación por el Gobierno de la Ciudad (fs. 258bis) y por la
Universidad de Buenos Aires (fs. 265).

A fs. 289/290vta., la Universidad de Buenos Aires funda su expresión de agravios, pieza en la


que, a grandes rasgos, aduce que no se encuentra probada la relación de causalidad entre el
estado de la vereda y la caída de la actora. Por lo demás, sostiene que es la actora quien debe
probar el contacto con la cosa riesgosa y el daño derivado del mismo.

Por último, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires expone sus quejas a fs. 292/301, que en
esencia fincan en que: a) El sentenciante no analizó correctamente la prueba arrimada en
autos, siendo que no se encuentra probada la relación de causalidad entre la caída de la Sra.
SCHREIBER y los daños alegados. En este sentido, sólo tomó en cuenta la declaración de la
testigo ENQUÍN, única persona que vio la aparente caída; b) El a quo erróneamente consagra la
responsabilidad concurrente de ambas demandadas con fundamento en un supuesto
incumplimiento del ejercicio del poder de policía. Sin embargo, es el propietario frentista quien
no podía desconocer que su vereda adolecía de defectos y que dicha situación generaba un
riesgo para terceros.Por ello, es la U.B.A. la responsable directa por su omisión en el
cumplimiento de la ley; c) Resultan elevados los rubros indemnizatorios reconocidos y d)
Finalmente, se agravia por la forma en que fueron establecidos los intereses.

III.- Para una mejor comprensión del asunto, intentaré repasar brevemente las circunstancias
fácticas que rodearon el accidente de la Sra. Lía SCHREIBER, sin dejar de advertir algunas
dificultades que se plantean a la hora de determinar con certeza el modo en que se sucedieron
los hechos:

3.1. El 15 de septiembre de 2004, la Señora Lía SCHREIBER se dirigía a tomar el colectivo de la


línea 101 con dirección a Pueyrredón y Avenida Corrientes. Cuando se encontraba caminando
por la calle Junín, por la vereda de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, sufrió una sorpresiva
caída por causa de haber en ese lugar varias baldosas rotas.

3.2. Como consecuencia de dicho accidente padeció un traumatismo en su muñeca izquierda,


hombro izquierdo y en la columna cervical y lumbar. Agrega que fue socorrida por la Sra.
Daelia Rubi ENQUIN, quien la ayudo a incorporarse y la acompañó al Centro Valls, donde fue
atendida por el Dr. Salvador H. CUSA quien, luego de realizarle varias placas radiográficas, le
diagnosticó una fractura de muñeca izquierda (ver fs. 6). Ante ese cuadro le realizaron una
reducción por desplazamiento del radio y le colocaron un yeso, el cual le retiraron el día 29 de
octubre de 2004 en la misma clínica.

3.3. En razón de aquél infortunio, le prescribieron varias sesiones de rehabilitación.Sin


embargo, aún después de esa terapia posee una limitación en pronosupinación con
exacerbación de temblor en mano izquierda, pérdida de fuerza en un 70% parateosis en mano
izquierda, una limitación de la articulación del hombro en un 70% en elevación y un 30% en
extensión, lumbalgia persistente, columna cervical limitación 40% a la elevación y 30% a la
flexión, movimiento lateral limitado al 35% a la izquierda y 30% a la derecha. Persiste con
trastorno de la marcha, perdida de la fuerza y dolor en la columna lumbar en la rotación,
flexión y extensión (ver fs. 3/4 y fs. 12).

3.4. Finalmente, en su demanda agrega que como consecuencia de la lesión, requiere


tratamiento psicológico por estrés post traumático depresivo grado III y la toma de medicación
para superar la crisis de pánico (ver fs. 4).

IV.- Atento al extenso desarrollo que formula el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con
relación al punto, conviene precisar el marco jurídico aplicable. La cuestión debe resolverse a
la luz del derecho público que, en el caso de autos, proviene de lo normado por la Ley N°
11.545 y la Ordenanza N° 33.721 de la entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
En forma complementaria, de ser necesario, habrá de estarse a las disposiciones del Código
Civil (conf. C.S.J.N., “Vadell” , del 18-12-1984, pub. En E.D.A. 114 pág. 215; “Barreto” , Fallos:
329:759)

En lo que concierne a la U.B.A. frentista, sus agravios se relacionan con cuestiones fácticas y
probatorias, mas no jurídicas. En consecuencia nada corresponde esclarecer sobre la
normativa aplicable para sustentar su responsabilidad.

V.- Como punto de partida, comenzaré con el análisis de los agravios de la Universidad de
Buenos Aires.Como adelanté, sus críticas trasuntan por cuestiones relativas a la carga de la
prueba y a la valoración de las conclusiones de las constancias de la causa.

Ahora bien, del análisis de las evidencias de autos tengo por demostrado que el día 15 de
septiembre de 2004, alrededor de las 10 hs., la Sra. Lia tropezó y cayó sobre la acera por una
baldosa rota. En tal sentido, del informe médico de fs. 3/4 surge que la actora debió ser
asistida por una fractura en su muñeca izquierda y se le colocó un yeso. Por su parte, a fs. 6
obra un certificado médico del Centro Valls que acredita que el día 15 de septiembre la Sra.
SCHREIBER fue asistida como consecuencia de una caída que le causa traumatismo en su
muñeca izquierda.

Por último, es válido destacar para advertir la causalidad existente entre la cosa generadora
del daño y el perjuicio sufrido por la demandante, las declaraciones testimoniales obrantes a
fs. 132/132vta. y a fs. 134. En ese sentido, afirma la Sra. ENQUIN que “.la actora estaba
esperando un colectivo, yo venía del club y venia de la inmobiliaria que quedaba en Marcelo T.
de Alvear, y justo pasaba y veo que una persona se cae y no me di cuenta que era ella y me
acerque a socorrerla y me di cuenta que era ella y me acerque a ayudarla como cualquier ser
humano, estaba en el suelo, estaba dolorida del cuerpo, le dolía el brazo, yo la acompañe
hasta la casa que estaba el encargado y la deje ahí y me fui”(sic). Cuando le preguntan cómo se
encontraba la vereda de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, agrega que “.una baldosa rota y
otra en declive, hinchada, no si ella piso en la parte rota, cuando la vi ya estaba caída” (sic
conf. fs. 131/132). Refuerza la declaración de la testigo la exposición categórica del
Sr.VILLAFAÑE cuando afirma que la actora “se fracturó el brazo izquierdo, se fracturó el brazo
a raíz de la caída que tuvo, me consta porque la vi cuando llego, y yo la ayude a ir al
departamento para abrirle la puerta, cuando ella llegó yo estaba ahí” (sic respuesta tercera fs.
134). Añade que el sitio donde se produjo el episodio “.está todo roto, yo conozco la zona, casi
toda esa zona están todas rotas.” (conf. fs. 134, pregunta cuarta).

Respecto del agravio vinculado con dar mérito a la declaración de un solo testigo, cabe acotar
que la máxima testis unus testis nullus, que consagraron las Partidas por influencia del
Derecho Canónico, resulta inaplicable como criterio regulador de la valoración del testimonio.
Por lo tanto, la declaración de un testigo singular es susceptible de fundar las conclusiones de
una sentencia acerca de la existencia o inexistencia de uno o más hechos controvertidos,
siempre que merezca fe y apreciándola más estrictamente que cuando media una pluralidad
de testigos (conf. PALACIO, Lino E., Lexis Nexis, Abeledo-Perrot, “Derecho Procesal Civil”, 1999,
Lexis n. 2507/004573, cita extraída del fallo de esta Sala, en un caso análogo, 30.12.2013,
“Kellemberg”). En definitiva, se trata de una derivación más de la aplicación de la regla de la
sana crítica que reconoce el art. 386 del Código Pr ocesal.

De lo expuesto se colige que los sucesos relatados por la actora relativos a la existencia del
accidente y el lugar donde ocurrió se encuentran corroborados con la prueba testimonial, la
documental acompañada y la fotografía del lugar que se encuentra certificada mediante
escribana pública.

Por otra parte, la U.B.A. tiene razón en que corresponde a la víctima probar la existencia del
daño y la intervención de la cosa con la que se produjo. Sin embargo, también se presume que
el daño se ha generado por el riesgo de la cosa.Admitir lo contrario importaría un retroceso en
la interpretación del art. 1113 y desconocer su sentido en cuanto a que la culpa del dueño o
guardián va presumida tanto en los daños causados con las cosas como en los derivados del
riesgo o vicio (conf. KEMELMAJER DE CARLUCCI, en BELLUSCIO-ZANNONI, “Código Civil
Comentado”, t.5, pág. 581).

En mérito de lo expuesto, propongo que sean desestimados los agravios esbozados por la
Universidad de Buenos Aires.

VI.- En cuanto a la responsabilidad del restante co-demandado, el municipio (hoy Gobierno de


la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), posee la titularidad de las aceras y, por otro lado, pone
a cargo de los propietarios frentistas su conservación, así como a las empresas prestatarias de
servicios públicos la reparación si el deterioro fuera resultado de trabajos emprendidos por
ellas (conf. esta Sala, “Kellemberg”, ya citada).
Desde ya que, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no puede descargar toda su
responsabilidad en el frentista. La Corte Suprema, en reiteradas oportunidades, sostuvo que el
uso y goce de bienes de dominio público por parte de los particulares importa para el Estado la
obligación de ponerlos en condiciones de ser utilizados sin riesgos (conf. 01.03.1994,
“Bullorini”, pub. en L.L. 1994-C, 179).

Por lo tanto, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, por su calidad de propietaria de las
calles destinadas al uso del dominio público, tiene la obligación de asegurar que tengan un
mínimo y razonable estado de conservación (conf. C.S.J.N., 28.07.1994, “Olmedo, Ricardo L. vs.
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires”, JA 1997-II, síntesis y esta Sala, Causa n°
10252/08 “Kellemberg” del 30.12.13).

En efecto, el artículo 2339 del Código Civil establecía para la época de los hechos que:”Las
cosas son bienes públicos del Estado general que forma la Nación, o de los Estados particulares
de que ella se compone, según la distribución de los poderes hecha por la Constitución
Nacional; o son bienes privados del Estado general o de los Estados particulares.”. Por su parte
el artículo 2340, inc. 7 agregaba que: “Quedan comprendidos entre los bienes públicos:.Las
calles, plazas, caminos, canales, puentes y cualquier otra obra pública construida para utilidad
o comodidad común.”. En virtud de ello, las distintas municipalidades tienen la obligación de
construirlas y conservarlas en buen estado.

Por lo tanto, el G.C.B.A. debe ejecutar las normas que regulan la materia y, en su caso,
implementar los mecanismos adecuados a fin de reparar las aceras que no se encuentran en
condiciones óptimas para ser transitadas (conf. esta Sala, causa n° 10252/08 “Kellemberg” del
30.12.13).

El factor de imputación jurídico para que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires responda por el
perjuicio ocasionado reside en que era su deber mantener en condiciones la vía pública para
evitar perjuicios a terceros. Ello surge tanto de la actividad de policía administrativa que le
atañe, como ser el cuidado de las arterias y calles, por ser parte del dominio público del
Estado, quien tiene el deber de atender la seguridad y salubridad de los habitantes. En
consecuencia resulta insoslayable la responsabilidad que le cabe (conf., en sentido similar,
Cámara Civil, Sala K, causa n° 77.474/03 del 14/06/10; conf. esta Cámara, Sala III, causa n°
4.997/98 del 24/04/2008; entre muchas otras).

Como consecuencia de ello, el Gobierno de la Ciudad no puede ser excluido de su deber


original, como dueño de la acera y en razón de que tiene que controlar la vía pública para que
las personas puedan transitar en ellas sin peligro, por su obligación de atender a la seguridad y
salubridad de los habitantes.Toda vez que en autos no existe constancia alguna de que el
Gobierno de la Ciudad haya tomado alguna medida que permita eximirlo de responder (por
ejemplo, intimar al propietario frentista a efectuar las reparaciones necesarias), no ha
cumplido su obligación de contralor de las condiciones que permitan transitar sin riesgo por la
vía pública (conf. esta Sala, “Kellemberg” ya citada).

En consecuencia, corresponde rechazar el agravio respecto a la responsabilidad del Gobierno


de la Ciudad.

VII.- Decidida la confirmación de la sentencia apelada en punto a la responsabilidad de las


demandadas, me abocaré a la cuestión relativa al quantum indemnizatorio que le corresponde
percibir a la actora.

7.1. Respecto a la incapacidad sobreviniente, recuerdo que en casos como el de autos debe ser
apreciada computando la situación actual de la minusvalía económica en que la víctima quedó
frente a la vida. Su resarcimiento ha de ser determinado siguiendo un criterio flexible, que
pondere el conjunto de todos aquellos elementos demostrativos de la concreta influencia
negativa de la minoración física de la víctima en el campo laboral y en las actividades de ésta
con contenido económico, descartando cálculos matemáticos respecto de los eventuales
ingresos del reclamante durante su probable vida laboral útil. A tal fin, debe valorarse su edad,
condición social, económica, familiar, actividad y capacitación laboral, estado civil, etc.; como
así también el efecto producido sobre el damnificado en sus distintos aspectos vitales (conf.
esta Sala, causas n° 2850/98 del 20.9.96; n° 21.830/94 del 26.12.06; entre otras).

Ahora bien, de acuerdo a las pruebas que en este punto han sido aportadas en autos, resulta
que la actora tenía setenta años de edad al tiempo en que se sucedió el suceso dañoso (ver fs.
5/6 y fs. 166vta.). Lamentablemente la Sra. Lía falleció el día 08.07.13 a los 79 años de edad
(ver fs. 226).

Señalado ello, corresponde ahora indicar que está probado que la Sra.Lía se desempeñaba
como trabajadora de comercio y luego se dedicó a las tareas del hogar (confr. fs. 167).
Asimismo, cabe señalar que era de estado civil casada con una hija (ver fs. 235). El perito
médico en su dictamen señala que la actora “.padeció una brusca y sorpresiva lesión que
modifica su cuerpo dejando secuelas dolorosas y molestias físicas y psíquicas que aún
perduran y modificaron su integridad psicofísica. El accidente ha agravado el estado previo al
accidente.” (ver pto. III Consideraciones medico legales y conclusiones a fs. 169vta.). A lo que
cabe agregar que “.la incapacidad desde el punto de vista físico se estima en un 15% por el
traumatismo de muñeca y dorso lumbar.”. Por su parte, en cuanto a “.la patología que padece
desde el punto de vista psíquico esta descripta en el informe y su diagnóstico es Neurosis Post
Traumática de tipo Depresivo”. Finalmente, agrega que “.la incapacidad desde el punto de
vista psíquico se estima en un 20%” (sic ver fs. 170).

Evaluando ese cúmulo de factores, ponderando el grado de incapacidad de la actora, sus


condiciones personales, su edad al momento del evento (setenta años), su estado civil (casada
con una hija), lo dictaminado en el informe médico obrante en autos a fs. 166/171, juzgo
razonable el monto fijado en la sentencia de grado con relación a este ítem ($25.000).

7.2. En lo concerniente a la reparación del daño moral, el apelante se limita a señalar en un


escueto párrafo que se le reconoció la suma de $15.000 y que dicha compensación no resulta
acorde al daño causado (ver fs. 299vta.). Se advierte a todas luces que dicha queja no llega a
ser una crítica concreta del modo que lo exige el art. 265 del Código Procesal. Por ello, se
propone declarar desierto el recurso del G.C.B.A. respecto a la suma reconocida en la
sentencia apelada en concepto de daño moral (arg. arts.265 y 266 del C.P.C.C.N.).

7.3. En lo que respecta al rubro gastos, el señor Juez fijó el resarcimiento en la suma de $700
por medicamentos y atención médica y $300 para cubrir traslados, decisión que es
cuestionada por la codemandada Gobierno de la Ciudad.

Sobre este punto, advierto que no asiste razón al recurrente. En primer lugar, la fijación
efectuada por el Magistrado de la anterior instancia no resulta arbitraria, si se repara que en
virtud del evento dañoso se infiere que la actora debió realizar algunas erogaciones en
traslados. Piénsese, a ese efecto, que la lesión padecida exige tomar cierta medicación,
concurrir a consultas médicas tales como las que obran a fs. 3/6, lo que implica ciertos costos.
En tales condiciones, la existencia de esos pagos no necesariamente requiere ser acreditada
por prueba documental, porque es la consecuencia natural del padecimiento.

Por lo tanto, corresponde rechazar el agravio en este aspecto.

VIII.- Por último, y con relación a la tasa de interés aplicable, la queja del Gobierno de la Ciudad
tampoco puede prosperar. Sobre este punto, sólo basta mencionar que esta Sala -a partir de la
causa “Grossi Juan José c/CNAS” del 8.8.95- adhirió al criterio de las otras dos salas de la
Excma. Cámara y consideró, en términos generales, que los intereses habrían de ser los que
percibe el Banco de la Nación Argentina en sus operaciones habituales de descuento a treinta
días, plazo vencido. En razón de lo expuesto, corresponde que los accesorios sean calculados
desde la fecha ya indicada y hasta su efectivo pago a la tasa dispuesta por el senteciante.

IX.- En atención a lo expuesto, voto por confirmar la sentencia apelada en cuanto fue materia
de agravios. Las costas en esta instancia también deberán ser sufragadas por las demandadas
por resultar vencidas (art. 68 C.P.C.C.N.).

Los doctores Ricardo Víctor Guarinoni y Graciela Medina, por razone s análogas a las expuestas
por el doctor Alfredo Silverio Gusman, adhieren a su voto.
En virtud del resultado que instruye el Acuerdo que antecede, esta Sala RESUELVE: confirmar
la sentencia apelada en cuanto fue materia de agravios. Las costas en esta instancia también
Se cayó de su bicicleta por el mal estado de la calle

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

Ahora jueces ordenan al Estado indemnizarla, repararle los daños

EJERCIENDO NUESTROS DERECHOSVIAJES, VUELOS, HOTELES, DERECHOS

El Dic 23, 2018

Qué hacer cuando por un bache, pozo o cráter de la calle donde circulamos nos caemos de la
bicicleta. A continuación un caso que salió favorable hacia la ciclista que se la pegó por una
alcantarilla en mal estado.

Cómo reclamar por daños de la calle al circular en bicicleta

La chica circulaba tranquila a bordo de su bicicleta por la Avenida Virrey Vértiz con Sucre,
barrio de Belgrano. De repente, su rueda delantera se atasca entre las barras metálicas que
formaban la alcantarilla cercana al cordón de la vereda.

Por el impactó contra el asfalto se golpeó la mandíbula y su boca, provocándose la pequeña


ruptura de dos de sus dientes y “resultando extraviadas las pequeñas partes desprendidas”,
relató en la demanda.

Llamó al SAME, llegó un patrullero y tras un tiempo inició una demanda contra el gobierno de
la ciudad auto. Como punto de partida, la jueza dijo que se garantiza la seguridad vial y
peatonal (arts. 27 inciso 9, de la Constitución de la CABA).

Tras aalizar las fotografías del lugar, la jueza expresó: “Puede observarse que la separación
entre dos de las barras metálicas del sumidero en cuestión tendría un tamaño
considerablemente mayor que el existente entre las otras que lo componen, a más de lo cual
también puede apreciarse a simple vista que dichas barras están desalineadas”.

Luego cotejó el tamaño de esa grieta y la dimensión de la rueda de una bicicleta, por lo que
resulta razonable concluir en que la rueda delantera de la bicicleta de la actora pudo
introducirse fácilmente en esa ranura provocando su caída, publicó el sitio iJudicial.
Así, determinó la responsabilidad del GCBA por haber mediado una omisión ilegítima, por
cuanto de haber ejercido en debida forma las funciones que tenía a su cargo (ejercer el
mantenimiento adecuado del sumidero), el hecho dañoso no habría ocurrido.

Finalmente ordenó indemnizarla con más de 100 mil, lo que incluye intereses a valor actual.
Para el caso, es importante anotar datos de testigos, ver si hay cámaras de seguridad en la
zona y llamar de inmediato al SAME que luego hará un informe médico.

Anexo con sentencia completa sobre estado de la calzada e indemnización

Juzgado Nº11, Secretaría Nº21 Expte Nº: C4745-2016/0: “G. Y. c/ GCBA s/ Daños

y Perjuicios (excepto Responsabilidad Médica)”.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de diciembre de 2018.

Y VISTOS:

Para dictar sentencia en estos autos caratulados “G. Y. c/ GCBA s/ Daños y Perjuicios

(excepto Responsabilidad Médica)”, Expte. Nº C4745-2016/0, de cuyas actuaciones;

RESULTA:

I. Que, a fs. 1/10 vta., la sra. Y. G. promovió demanda contra el Gobierno de la Ciudad

de Buenos Aires (en adelante, GCBA), persiguiendo el cobro de la indemnización que

le correspondería por los daños y perjuicios que habría sufrido, como consecuencia del

hecho del que habría sido víctima, ocurrido el día 25 de noviembre del 2015. En este

sentido, relató que aquel día se encontraba circulando a bordo de su bicicleta marca

“Vairo” color verde, siendo aproximadamente las 21:00 hs., dirigiéndose por la ciclovía

dispuesta sobre Avenida del Libertador, con sentido desde Palermo hacia el lado de

Belgrano. Señaló que al llegar a la intersección con la calle La Pampa, continuó su

rumbo hacia su domicilio por la Avenida Virrey Vertiz y que, habiendo llegado a la

calle Sucre e inmediatamente realizado el cruce, sufrió el siniestro al caer bruscamente

la rueda delantera de su bicicleta entre las barras metálicas que formaban la alcantarilla

cercana al cordón de la vereda. Expresó que ese sumidero se encontraba ubicado en un


sector donde resultaba dificultosa su visión, no estando debidamente señalizado.

Asimismo, enfatizó que las barras metálicas que lo conformaban poseían una separación

entre ellas de modo que tornaba imposible que quien circulaba en bicicleta pudiese

evitar caer allí. Así las cosas, destacó que al caer tan repentinamente no alcanzó a soltar

el manubrio de su bicicleta, de manera tal que impactó contra el asfalto golpeándolo con

su mandíbula y su boca, provocándose la pequeña ruptura de dos de sus dientes y

resultando extraviadas las pequeñas partes desprendidas. Indicó que algunas personas

que circulaban por el lugar la socorrieron y la ayudaron a levantarse del piso, retirándola

de la calle por la cual circulaban gran cantidad de U S O O F I C I A L vehículos. Dijo

recordar que entre las personas que la ayudaron había dos chicas, siendo una de ellas la

que llamó a la policía de su teléfono celular para dar aviso de lo sucedido. Así fue que,

según recordaba, llegó al lugar de los hechos un patrullero de la Policía Federal

Argentina (en adelante, PFA) cuyos efectivos procedieron a tomar sus datos y

consultarla acerca de lo sucedido. Sostuvo que en aquel momento tenía los labios de su

boca muy hinchados por lo que no podía hablar bien, motivo por el cual las chicas

mencionadas anteriormente relataron a la policía lo que había sucedido. Indicó haber

padecido de una baja de presión por la cual estuvo a punto de desmayarse, no habiendo

podido moverse por los mareos que sufría. Continuó diciendo que, ante tal situación, y

luego de que la policía llamó al SAME, al no llegar la ambulancia, le solicitó a la mujer

que se había comunicado con la policía que requiriese asistencia a su obra social

particular (OSDE 210). Adujo que habiendo pasado un tiempo, ambas ambulancias

llegaron al mismo momento; que la madre de una de las chicas que la asistió solicitó a

la policía que se llevara la bicicleta a la comisaría; que en un primer momento, fue

revisada por la médica del SAME que bajó de la ambulancia, la cual refirió que le

realizarían placas y que la trasladarían a un hospital. Expresó que luego se presentó el

galeno de la ambulancia de “ACUDIR” (perteneciente a OSDE) y que entre ambos

médicos, acordaron que “ACUDIR” sería quien la iba a trasladar al nosocomio para que

le realizaran placas. Hizo saber que le fue muy difícil subirse a la camilla por los

intensos dolores de cabeza, rodilla, cadera y hombro derecho que padecía, destacando

que, producto de su estado de salud, no pensó en pedirle datos a los testigos del hecho.

Continuó relatando que la ambulancia la trasladó a la Clínica Adventista, donde


procedieron a revisarla y limpiarle la herida del labio superior de su boca y le fue

realizada una tomografía computada del cuello y de la cabeza, cuyos resultados no

presentaron complicaciones. Hizo notar que el médico le recetó antibiótico

“CEFALEXINA” por 7 días y le ordenó “antitetánica” inyectable y por suero. Luego,

indicó que siendo aproximadamente las 24 hs. pudo retirarse del nosocomio en el auto

de su padre, quien asistió a buscarla atento a que no podía retirarse sola del lugar.

Sostuvo que había sentido mucho miedo de que le ocurriera algo o de volver a caer en

un pozo o alcantarilla peligrosa. También refirió no haber podido realizar sus tareas

habituales por un lapso de quince (15) días. Manifestó que el sábado 28 de noviembre

fue a la guardia de la clínica ….a, donde fue revisada y donde le

recetaron una crema para el labio superior de su boca, y que ese mismo día, junto a su

padre, se dirigieron a la comisaría n°33 de la Policía Federal Argentina (en adelante,

PFA) donde realizaron la correspondiente denuncia de lo ocurrido. Expresó que allí se

labraron las actuaciones caratuladas “AV. LESIONES”, Sumario N° 4604, habiéndo

tomado intervención la Fiscalía en lo Correcional N° 4 a cargo del Dr. Daniel Rodolfo

Pablovsky, y que luego, por disposición del magistrado interviniente, fue examinada por

un facultativo de la División de Medicina Legal de la PFA el día lunes 30 de noviembre

del año 2015. En lo que respecta a la responsabilidad de la demandada, remarcó que el

GCBA era responsable “por el vicio o mal estado de la calle (…),considerando lo

dispuesto en el art. 235 inc. F del Código Civil y Comercial de la Nación (…) siendo que

la calle es un bien de dominio público y por lo tanto es el Estado local que lo detenta,

quien debe responder por los daños que por su vicio o mal estado se produzcan” (confr.

fs. 2/2 vta.). Destacó que la responsabilidad era objetiva en virtud de los artículos 1737

a 1741, 1747 y 1748, 1753, 1757, 1758, 1763, 1770 y concordantes del Cödigo Civil y

Comercial de la Nación (en adelante, CCyCN) y conforme a los criterios establecidos en

el artículo 3 de la ley 26944. También realizó un planteo de inconstitucionalidad de los

artículos 1764 a 1766 del CCyCN y de la ley 26.944. En lo atinente a la indemnización

pretendida, puso de manifiesto que su reclamo pecuniario se plasmaba en los siguientes

rubros, a saber: – Daño emergente: Adujo haber realizado considerables gastos en

medicamentos, reclamando el pago de mil ciento noventa y nueve pesos con setenta y

cinco centavos ($1.199,75). – Daño moral: por el dolor, la tristeza y las penurias
ocasionadas por el siniestro que indicó haber padecido y que continuaba sufriendo,

reclamó el pago de la suma de cuarenta y cinco mil pesos ($45.000). – Daño físico: por

la herida sufrida en el labio superior de su boca y la rotura de parte de sus dos piezas

dentarias, requirió el pago de dieciocho mil pesos ($18.000). – Daño psíquico: por los

daños causados en esta esfera de su vida, peticionó la suma de veinticuatro mil pesos

($24.000). – Perjuicio estético: hizo hincapié en la cicatriz derivada de la herida en el

labio superior de su boca y en la roturac de sus dos piezas dentarias, solicitando la suma

de veintiseis mil pesos ($26.000). – Gasto médico futuro: indicó que le correspondía por

este rubro el resarcimiento de la suma de cinco mil pesos ($5.000), estimando que

incurriría a futuro en gastos de medicamentos por aproximadamente seis meses y en

gastos por psicoterapia individual por un año más. -Lucro cesante: alegó no haber

podido dar las clases de escultura que realizaba de manera informal, por lo que reclamó

la suma de mil quinientos pesos ($1.500). Finalmente, fundó en derecho su pretensión,

ofreció prueba en sustento de sus dichos, hizo reserva del caso constitucional y solicitó

que se hiciera lugar a la demanda, con intereses y costas.

II. Que, a fs. 34, se declaró la competencia de este juzgado para conocer en las presentes

actuaciones, se tuvo por habilitada la instancia y se corrió traslado de la demanda.

III. Que, a fs. 60/74, se presentó el GCBA y contestó la demanda incoada en su contra.

Sobre el particular, y luego de una serie de negativas genéricas, rechazó que el hecho

dañoso hubiera acaecido de la forma relatada por la parte actora. Señaló que, en el caso

de autos, no había existido nexo causal entre la conducta o el accionar del GCBA, el

presunto accidente y las consecuencias que dijo haber sufrido la demandante. Remarcó

la imprudencia de la actora, toda vez que fue ella quien “pudo optar por otra vía menos

riesgosa…” (confr. fs. 63 vta.) en el regreso a su domicilio, no realizando su trayecto por

la Av. Virrey Vertiz, por la cual circulaban numerosas líneas de colectivos. También

indicó que en la Av. Del Libertador no había ciclovías y que la actora realizó una cuadra

en contramano sobre la calle La Pampa, catalogando así su conducta como “imprudente

y antirreglamentaria” (confr. fs. 63 vta.). Asimismo, destacó que “[l]a señora G.

circulaba de noche debiendo usar luces reglamentarias blanca adelante y roja atrás para

visualizar el trayecto llamando poderosamente la atención que la misma circulara tan

pegada al cordón más aun si es una asidua ciclista de ciudad y montaña como lo relata
en su escrito de demanda” (confr. fs. 64). Enfatizó la imprudencia por parte de la actora

al decidir conducir su rodado en la oscuridad y sin la debida precaución. Indicó que “si

se se analizan las consecuencias del supuesto accidente fácilmente se deduce que la

actora se desplazaba en forma antirreglamentaria” (confr. fs. 64). Es así que sostuvo que

no se encontraba acreditado el nexo causal, puesto que habría sido el obrar imprudente

de la Sra. G. el que habría causado el daño. Expresó que “la bicicleta manipulada por [la

actora] no poseía ningún tipo de iluminación, como lo prevé el art. 4.2.4. inc. H) de la

ley 2148. Por lo cual, sería lógico que, al desplazarse a las 21 hrs., por la cinta asfáltica,

su visibilidad se hubiera visto claramente disminuida, cuando no opacada, por no poseer

el rodado algún elemento que pudiera mejorar su visual” (confr. fs. 65). Agregó que “si

bien es cierto que la parte actora sostiene que llevaba protección, por otro lado, dicha

afirmación no se condice con las supuestas lesiones sufridas. De la lectura de sus

dichos, se desprende que la misma no llevaba casco, infringiendo así las pautas del art.

6.10.7 de la mencionada ley que obliga al uso del casco” (confr. fs. 65/65 vta.).

Concluyó exponiendo que la Sra. G. expuso su vida al adoptar una conducta imprudente

que sería la que la que la habría conducido al resultado descripto. Con respecto al

sumidero pluvial, sostuvo que había constatado que el mismo se encontraba “pegado al

cordón siendo reglamentario, ubicado estratégicamente para evitar inundaciones no

requiriendo señalización ya que utilizando el sentido común resulta ilógico transitar con

una bicicleta sobre la mano derecha en una avenida por donde circulan más de cinco

líneas de colectivos con gran movimiento de peatones ya que a metros se encuentra la

estación Belgrano de la línea de Ferrocarriles General Urquiza” (confr. fs. 63 vta.). Con

relación a los daños, toda vez que no le constaba la existencia del siniestro, rechazó los

rubros reclamados por improcedentes. Respecto del daño emergente, sostuvo que la

actora no había “arrimado comprobante alguno que permita tener por efectuadas las

erogaciones denunciadas” (confr. fs. 69); indicó que tampoco correspondía indemnizar

el lucro cesante, enfatizando “la completa inverosimilitud del mismo”, toda vez que “no

ha acompañado facturas que acrediten sus honorarios como así tampoco extracto

bancario alguno que permita dar algún grado de veracidad a la suma reclamada” (confr.

fs. 69 vta.). Con relación al daño moral, hizo hincapié en la falta de elementos

probatorios de los padecimientos sufridos por la actora de índole moral. Finalmente, en


lo atinente a la indemnización por incapacidad físico-psíquica, recalcó que la

demandante nada decía respecto de qué porcentaje y cuantía habían sido las lesiones

físicas sufridas, y que no existía lesión psíquica que justificase la realización de

tratamiento alguno en este sentido. Por último, ofreció la prueba que estimó procedente,

hizo reserva del caso federal y solicitó el rechazo de la demanda, con costas. IV. Que, a

fs. 86/87, obra el acta correspondiente a la audiencia prevista en el artículo 288 del

Código Contencioso Administrativo y Tributario (en adelante, CCAyT), en la que se

ordenó la producción de la prueba procedente ofrecida por las partes. A fs. 90/175 vta,

obra en autos la prueba producida en los presentes actuados. A fs. 198 se pusieron los

autos para alegar, habiendo sido ejercido este derecho por la parte actora a fs. 244/249

vta., y por la parte demandada a fs. 251/254. A fs. 261, y en virtud del planteo de

inconstitucionalidad efectuado por la actora en su escrito liminar, se dio vista al

Ministerio Público Fiscal, el cual dictaminó a fs. 263/265. A fs. 266, se llamaron los

autos para dictar sentencia; y, CONSIDERANDO: I. Que, en primer lugar, se ha de

puntualizar que los jueces no están obligados a analizar todas y cada una de las

argumentaciones de las partes, sino tan sólo aquellas que sean conducentes y posean

relevancia para decidir el caso (confr. C.S.J.N., Fallos: 306:444; 302:235; 301:676;

300:535; 272:225; entre otros). En sentido análogo, tampoco es obligación del juzgador

ponderar todas las pruebas agregadas para resolver el caso (confr. C.S.J.N., Fallos:

308:950; 308:2263; 280:320; 274:113, etc.). En otras palabras, se han de considerar los

hechos jurídicamente relevantes. II. Que, en el marco de las presentes actuaciones, es

oportuno recordar que el objeto de la acción radica en obtener el cobro de una

indemnización como consecuencia de los daños que habría sufrido la actora a raíz de

una caída de su propia bicicleta en una calzada de la Ciudad, al quedar atascada su

rueda delantera entre las barras metálicas que forman la alcantarilla cercana al cordón

de la vereda. Ello, en el entendimiento de que el obrar de la demandada habría sido

ilegítimo, por cuanto era ésta última quien tenía la obligación de cuidar, preservar y

controlar el espacio público, a fin de evitar daños a las personas y las cosas. III.1 Que,

en primer lugar, corresponde determinar cuál es el basamento constitucional,

convencional o legal que regula la responsabilidad del Estado en el ámbito de la Ciudad

de Buenos Aires para casos como el de autos. Si bien en nuestra Constitución Nacional
(en adelante, CN) no se hace mención expresa alguna al derecho a una indemnización

por los daños provocados por la acción o inacción del Estado (tal como por ejemplo sí

sucede en otros textos constitucionales: v.gr. la constitución de la República Oriental

del Uruguay), es posible señalar que ella contiene, sin embargo, normas específicas a las

que, claramente, uno se puede remitir. Así, por ejemplo, en su artículo 17 se reconoció

el derecho a la propiedad privada y a una indemnización en las expropiaciones por

causa de utilidad pública. Pero, fundamentalmente, ha de destacarse que el Estado, al

igual que los particulares, se encuentra alcanzado por el principio alterum non laedere o,

dicho de otra forma, el principio de no dañar a otro, que fue receptado en el artículo 19

de la CN en el que se estableció la prohibición de perjudicar a un tercero, y que fue

tenido en cuenta por la Corte Suprema de Justicia de la Nación (en adelante, CSJN) en

numerosos precedentes (Fallos 308:1160, entre otros). En efecto, la Corte Suprema de

Justicia de la Nación (en adelante, CSJN) sostuvo “…que el ‘principio general’ que

establece el art. 19 de la Constitución Nacional, según el cual se ‘prohíbe a los hombres

perjudicar los derechos de un tercero’, se encuentra ‘entrañablemente vinculado a la

idea de reparación’, y que la reglamentación que hace el Código Civil, en cuanto a las

personas y las responsabilidades consecuentes no las arraiga con carácter exclusivo y

excluyente en el derecho privado, sino que expresa un principio general que regula

cualquier disciplina jurídica (conf. Fallos 308:1118; 327:3753)” (confr. “Rodríguez

Pereyra Jorge Luis y otra c. Ejército Argentino s/daños y perjuicios”, Fallos 335:2333).

De igual modo, es el deber general de no dañar al otro el que determina la

responsabilidad del Estado y éste también se infringe en el momento en que, en ciertos

casos, el Estado omite actuar causando un daño injustificado a un tercero. Por ello, la

CSJN ha expresado, asimismo, que en el ámbito de la inactividad estatal debían

distinguirse “los casos de omisiones a mandatos expresos y determinados en una regla

de derecho (…) de aquellos otros casos en los que el Estado está obligado a cumplir una

serie de objetivos fijados por la ley sólo de un modo general e indeterminado como

propósitos a lograr en la mejor medida posible” (Fallos 330:653). Es decir que, ya sobre

esas bases, tanto la acción como la omisión Estadual son constitucionalmente

reprochables cuando sus consecuencias provoquen daños y/o perjuicios a terceros. En el

mismo sentido, la Convención Americana de Derechos Humanos -que tiene jerarquía


constitucional en las condiciones de su vigencia (confr. art. 75 inc. 22 de la CN)- previó

la protección del derecho a la propiedad privada y a las personas, en lo que respecta al

uso y goce de sus bienes (art. 21). En ella se pactó que ninguna persona puede ser

privada de sus bienes, excepto mediante el pago de una indemnización justa, por

razones de utilidad pública o de interés social y en los casos y según las formas

establecidas por la ley. En sintonía con ello, en el artículo 63 de dicha Convención se

tutela a quien se haya visto lesionado respecto del goce de un derecho o libertad,

mediante la reparación de sus consecuencias y el pago de una justa indemnización. III.2.

Que, por otro lado, a decir verdad, la situación de índole legal que se planteó con la

entrada en vigencia del nuevo CCyCN no dista mucho de la que existía con anterioridad

a ese momento. Me refiero a ello, en virtud de que los fundamentos que se utilizaron

casi uniformemente en la jurisprudencia nacional y local fueron extraídos de la

interpretación que la doctrina más autorizada o la CSJN le supieron dar a la redacción

del artículo 1112 del Código Civil velezano (confr. CSJN in re “Vadell” – Fallos

306:2027, entre otros), más no de la interpretación de una ley especial emanada del

Congreso de la Nación o de los Poderes Legislativos locales, en las que se

reglamentaran los derechos y garantías consagrados por la Constitución Nacional o las

Constituciones locales. De ese modo, la jurisprudencia en forma pacífica y -si se quiere,

uniformemente- fundaba la responsabilidad del Estado en la falta de servicio. Esa idea

objetiva de la falta de servicio encontraba fundamento en la aplicación -por vía

subsidiaria- del citado artículo 1112 del código velezano que establecía un régimen de

responsabilidad por los hechos y las omisiones de los funcionarios públicos por no

cumplir sino de una manera irregular las obligaciones legales que les estaban impuestas.

Ahora bien, como se dijo, la normativa referida ha quedado expresamente derogada,

disponiéndose, por otro lado, en el artículo 1764 del nuevo CCyCN que “[l]as

disposiciones del Capítulo 1 de este Título no son aplicables a la responsabilidad del

Estado de manera directa ni subsidiaria” (el subrayado me pertenece). Cabe aclarar que

el artículo transcripto refiere al Título V (“Otras fuentes de las obligaciones”), Capítulo

1 (“Responsabilidad Civil”). Asimismo, en el artículo 1765 del CCyCN se previó que

“[l]a responsabilidad del Estado se rige por las normas y principios del derecho

administrativo nacional o local según corresponda”. En el contexto descripto, aun


cuando (tal como precedentemente se dijo) ya se cuente con el fundamento

constitucional y convencional que permite responsabilizar al Estado en casos como los

de estos autos, si quisiésemos encontrar esas respuestas en leyes regulatorias

específicas, ya sea a nivel nacional o local, no pasa inadvertido el dictado de la Ley

26.944. Esta norma, sancionada por el Congreso Nacional y que fue publicada en el

Boletín Oficial el 08 de Agosto de 2014, “rige la responsabilidad del Estado [Nacional]

por los daños que su actividad o inactividad les produzca a los bienes o derechos de las

personas” y, por su parte, establece expresamente que “Las disposiciones del Código

Civil no son aplicables a la responsabilidad del Estado de manera directa ni subsidiaria”

(confr. art. 1°). Luego, en su artículo 11, se invitó “…a las provincias y a la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires a adherir a los términos de esta ley para la regulación de la

responsabilidad estatal en sus ámbitos respectivos”. Sin embargo, la Ciudad Autónoma

de Buenos Aires no ha adherido a los términos de esa ley ni tampoco ha dictado -por el

momento- una que regule de forma expresa la responsabilidad estatal a nivel local. ¿Qué

sucede entonces? Los jueces de la Ciudad nos encontramos frente a la “imposibilidad”

de aplicar respecto del Estado (nacional o local) el CCyCN, sea de manera directa o

subsidiaria, en lo que a responsabilidad civil refiere. Al tiempo que si bien contamos

con una ley de responsabilidad estatal en el orden nacional, en tanto la Ciudad no ha

adherido a ella, ni ha dictado una que fuese de aplicación estricta en el ámbito local, no

contamos con una norma local que rija la materia. Eso en modo alguno implica, a mi

criterio, que nos encontremos ante una denominada “laguna jurídica” puesto que, en

coincidencia de lo que afirmaba Juan Francisco Linares, considero al derecho como una

unidad en la que no cabe admitir, estrictamente, la existencia de “lagunas jurídicas”,

puesto que todo caso encuentra solución y fundamento en alguna de las fuentes del

derecho (ver Linares, Juan F., “El caso administrativo no previsto y la analogía jurídica

en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”, LL. 24:178). Por

consiguiente, habrá que recurrir a otras fuentes como la analogía para encuadrar los

casos de responsabilidad del Estado Local por los daños o perjuicios que su actividad o

inactividad les produzca a los bienes o derechos de las restantes personas, que es muy

diverso a la subsidiariedad a la que se refieren tanto el CCyCN como la Ley 26.944 (ver

en el mismo sentido ver: Cassagne, Juan C., “El fundamento constitucional de la


responsabilidad del Estado y su regulación por el Código Civil o por las leyes

administrativas”, LL. 2014-C-885). Según lo expuesto, si bien en el artículo 1764 del

CCyCN antes citado se estableció la imposibilidad de aplicar las disposiciones

contenidas en el Capítulo 1 del Título V del Libro Tercero de dicho cuerpo legal, en

momento alguno podría afirmarse que el resto de su articulado se encuentra excluido de

la masa normativa útil para casos como los de autos. Por tal motivo, e

independientemente de la conclusión que subyace en el punto 1 de este considerando, de

conformidad con lo dispuesto en el artículo 2 del CCyCN (directamente aplicable para

todo el ordenamiento jurídico y en todo el territorio de la Nación Argentina), sin dudas

podría acudirse a la analogía para aplicar, sólo en lo que sea necesario y pertinente, la

normativa especial dictada en el orden nacional; esto es la Ley 26.994. Y aun ante la

expresa prohibición de aplicar el CCyCN de forma directa o subsidiaria, también podría

hacerse analogía y recurrirse a él cuando sea necesario, puesto que no existe otro cuerpo

normativo que regule la estructura de la responsabilidad. Refuerza la postura aquí

sustentada, lo expresado por la CSJN en la causa “Barreto, Alberto D. y otra c/

Provincia de Buenos Aires y otro s/ daños y perjuicios”, del 21/03/2006, en el sentido

de que cuando se trata de pretensiones indemnizatorias de daños y perjuicios originados

por la presunta falta de servicio imputable a cualquiera de los órganos que integran los

poderes de los gobiernos de las provincias, éstas deben ser encuadradas en el ámbito del

derecho público local y más específicamente en el ámbito del derecho administrativo,

destacando que no obstaba “…a tal conclusión la circunstancia de que para resolver el

sub lite se invoquen eventualmente disposiciones contenidas en el Código Civil, pues

todos los principios jurídicos —entre los que se encuentra el de la responsabilidad y el

resarcimiento por daños ocasionados— que aunque contenidos en aquel cuerpo legal no

son patrimonio exclusivo de ninguna disciplina jurídica y menos aún del derecho

privado, pues constituyen principios generales del derecho aplicables a cualquiera de

ellas, aunque interpretándolos teniendo en cuenta el origen y naturaleza de la relación

jurídica de que se trate (Fiorini, op. cit., primera parte, págs. 90 y sgtes.)”. A lo que

añadió que tampoco obstaba a la solución auspiciada “…la circunstancia de que, ante la

ausencia de normas propias del derecho público local se apliquen subsidiariamente

disposiciones de derecho común, toda vez que ellas pasan a integrarse en el plexo de
principios de derecho administrativo en el que, prima facie, se encuadra el presente caso

(Fiorini, op. cit., primera parte, pág. 92 y sgtes.; Fallos: 187:436; 306:2030; 307:1942;

312:1297; 314:620; 315:1231)”. Siguiendo esta línea argumental, cabe mencionar que

en uno de sus últimos artículos, el profesor Carlos Ghersi sintetizó claramente esta

situación. Afirmó “…que no hay (…) ninguna rama del derecho que posea desarrollada y

regulada la estructura responsabilidad y los elementos de esa estructura, ni la

interrelación entre sí de esos elementos, como base para [la] aplicación de las

particularidades de cada rama del derecho, convirtiéndose así la responsabilidad en una

parte general del derecho (…). Un solo ejemplo demostrativo de nuestra postura: con la

intención de limitar la responsabilidad del Estado y los funcionarios públicos se

sancionó la ley 26.994, que entre sus artículos establece algunos supuestos de

responsabilidad subjetiva y objetiva, sin que en el texto se enuncien, al menos, cuáles

son los elementos constitutivos y referenciales de tales factores de atribución (elementos

de la estructura), lo que deben ir a indagarse a la estructura ‘responsabilidad’ que

aludimos. En la misma línea, en el Código Civil y Comercial, desde los arts. 1764 al

1766 se establece que la responsabilidad del Estado y los funcionarios públicos no se

regula por este Código, sino por el derecho administrativo, en el cual tampoco existe un

desarrollo de la estructura ‘responsabilidad’ o de sus elementos. En suma, no existe

ningún otro cuerpo legal que regule o desarrolle la responsabilidad como estructura y

sus elementos, factores de atribución, atenuantes, etc., convirtiéndose, la estructura

‘responsabilidad’ del Código Civil y Comercial en base de responsabilidad y estructura

autónoma para todas las materias o disciplinas que integran el derecho” (confr. Ghersi,

Carlos A. “La ‘defunción’ de la responsabilidad civil”, LL on-line,

AR/DOC//1540/2018). Por último, aun cuando no haya sido incluida la jurisprudencia

como fuente material del derecho en la redacción del artículo 1° del CCyCN, no puede

desconocerse que es en ella en donde se interpreta la ley aplicada a casos concretos que

forman parte de la realidad que nos circunda día a día; razón por la cual, pese a esa

omisión, al no haber norma formal alguna que prohíba su aplicación, con carácter de

fuente del derecho material, al momento de fundar una decisión judicial, también

corresponderá hacer uso de ella en caso de resultar pertinente. IV. Que, asentado ello y

teniendo en cuenta el carácter público de sujeto demandado, resulta oportuno recordar


que el reconocimiento de la responsabilidad estatal por su actividad tanto lícita como

ilícita, exige para su procedencia el cumplimiento de ciertos requisitos imprescindibles,

esto es: a) la existencia de un daño actual y cierto; b) la relación de causalidad entre el

accionar lícito (que lo coloque en una situación de afectación especial) o ilícito del

Estado -hecho o acto ilegítimo, o funcionamiento irregular o defectuoso del servicio,

por no cumplirse de una manera regular las obligaciones impuestas por las normas y

aquél perjuicio y, c) la posibilidad de imputar jurídicamente esos daños a dicho Estado

(confr. CSJN, Fallos: 306:2030; 307:821; 318:1531; 320:113; 321:1776; 321:2144;

entre otros). Por ello, cuando un derecho patrimonial ha sufrido menoscabo frente a la

preeminencia de un interés público o por el obrar irregular del Estado, no basta la

existencia de tal menoscabo para justificar por sí la procedencia del resarcimiento, sino

que corresponde examinar si concurren los requisitos antes enumerados. Es bajo esta

línea de razonamiento que será analizado el caso traído a examen. V. Que, ante todo,

corresponde arribar a una convicción acerca de la producción misma del evento

generador del daño, puesto que si su acaecimiento no logró ser acreditado en debida

forma, resultaría inoficioso expedirse respecto a la imputación y extensión de

responsabilidad de la persona demandada. Recuérdese que “…teniendo en cuenta el

carácter de juicio pleno en que se desenvuelve la acción contencioso administrativa, y

que las facultades con que cuentan las partes para probar los hechos justificativos de la

pretensión son particularmente amplias, incumbe al actor la carga de demostrar la

realidad de la situación fáctica en que sustenta su reclamo…” (confr. SCBA, doctrina de

las causas B. 49.170, sent. 15-III-1988; B. 49.255, sent. de 12-IV-1989; B. 50.087, sent.

de 8-IX-1992; B. 51.667, sent. de 2-IX-1997; B. 57.150, sent. de 6-IV-1999; B. 55.353,

sent. de 21-VI-2000; B 61442 S 29-10-2003). Es ella la regla más básica que en materia

probatoria se establece en el artículo 301, primer párrafo, del CCAyT. V. 1.- Que

respecto de la forma de ocurrencia, cobra relevancia la causa penal “N.N. Lec. 196

s/lesiones Culposas (art. 94 -1° párrafo del CP)”, expediente 21748/2016, arrimada a las

presentes actuaciones en carácter de prueba (ver fs. 186). Es así, que más allá de la

inexistencia de un testigo ocular directo que haya presenciado el acaecimiento del

siniestro de marras, puede inferirse razonablemente que el evento relatado por la actora

en su escrito de inicio ha acontecido. A tal efecto cabe destacar que en su declaración


testimonial, el Sargento 1ro. JULIO CHAVEZ relató que siendo aproximadamente las

21:20 hs. fue desplazado por el Departamento Federal de Emergencias a la intersección

de Virrey Vertiz y Sucre, donde se encontraba la actora, quien le manifestó lo ocurrido

en concordancia con lo relatado en el escrito de inicio. Asimismo, da cuenta de la

llegada de la ambulancia de la empresa ACUDIR, la cual trasladó a la actora a la

Clínica Adventista ya que, según él, tenía “politraumatismos en el rostro”. Manifestó

también que se procedió a labrar un acta de secuestro de una bicicleta color verde con

inscripción XR r.5 Vairo (ver fs. 1 vta. de la citada causa penal). V.2.- Que, por otra

parte y continuando con una valoración integral de la prueba, conforme las reglas de la

sana crítica, toma especial relevancia para la correcta dilucidación de los hechos las

contestaciones de oficios agregadas en autos. En tal sentido, debe destacarse que la

empresa ACUDIR S.A. informó que había “tomado conocimiento, por la empresa

OSDE, para asistir en el siniestro de fecha 25 de noviembre de 2015, de la Sra. G. Y.,

ocurrido en la Av. Virrey Vertiz 1800, CABA.” (confr. fs. 99). También detalló el

cuadro de salud de la actora en aquel momento y la derivación de la misma al Sanatorio

Adventista (ver, al respecto, fs. 99). De igual modo se expidió el SAME en su

contestación de oficio de fs. 100/109, donde relató que acudió un móvil a la intersección

de las calles Virrey Vertiz y Sucre, en virtud de un pedido de auxilio médico del día 25

de noviembre del 2015 a las 21:07 hs., arribando al lugar, según dijo a las 21:24 hs (ver

fs. 105). Sobre la base de lo precedentemente expresado, y al no existir en autos prueba

alguna en contrario que permita desvirtuar tales elementos, lo antes relatado me lleva a

concluir en que el hecho denunciado en la demanda efectivamente se produjo. VI. Que,

asentado lo que antecede y adentrándonos en el estudio específico de la responsabilidad,

en primer lugar debe determinarse si la lesión que la actora alegó haber sufrido fue

como consecuencia de una omisión del GCBA, generándose con ello, en tal caso, la

responsabilidad extracontractual de la Administración local. En segundo lugar, y

encontrándose en íntima relación con lo anterior, habría que establecer si tal lesión se

tradujo en un daño cierto y pasible de ser indemnizado. Y por último, si se lograra

establecer lo expresado en el párrafo precedente (imputabilidad material del acto, daño

cierto y relación de causalidad), será menester analizar la procedencia de los rubros

reclamados y su cuantía. VII. Que, con respecto a la existencia del daño, cabe citar
nuevamente la declaración del testigo en la causa penal, cuando refirió que la

demandante se encontraba con “politraumatismos en el rostro”. Ello resulta coincidente

con los informes incorporados a fs. 99 y 100/109 mencionados anteriormente. A su

turno, en la contestación de oficio de fs. 149, la Clínica Adventista Belgrano informó el

estado físico con el que llegó la paciente y acompañó su historia clínica. En igual

sentido resulta lo descripto en el informe de la perito médico oficial que examinó a la

actora cinco (5) días después de acaecido el siniestro. En aquel se indicó que “al

momento del examen se evidencia excoriación en labio superior derecho de la boca,

producto del choque o roce con o contra superficie u objeto duro, de una data

aproximada de 5 a 10 días (…) Se evidencia pequeña ruptura en región distal de incisivo

central derecho y lateral derecho superiores” (confr. fs. 17 de la causa penal, el

subrayado me pertenece). Por su parte, es inevitable no pasar por alto que, luego de más

de un año y medio de haber acaecido el hecho dañoso, la perito actuante en carácter de

médica del Servicio de Medicina Forense del Poder Judicial de esta Ciudad, concluyó

en que, “las lesiones son compatibles con la mecánica del hecho relatado” (confr. fs.

158), situación que, a mi entender, da por zanjada la discusión en lo relativo a la

producción del daño. De lo expuesto se colige entonces la existencia cierta de

determinadas lesiones sufridas por la actora, como consecuencia de la caída que sufrió

con su bicicleta. VIII. Que, por otro lado, respecto a la responsabilidad que podría

corresponderle en el asunto al GCBA, es dable señalar que su examen debe realizarse a

partir de determinar si le cabía el control sobre la vía pública en donde se produjo el

hecho dañoso y, en su caso, si la omisión de tal control fue la que incidió en que éste se

produjera. Así, como punto de partida, corresponde subrayar que en la Constitución

local, el GCBA se comprometió a instrumentar un proceso de ordenamiento territorial y

ambiental participativo y permanente que promueva, entre otras cosas, la seguridad vial

y peatonal (confr. art. 27 inciso 9, de la Constitución de la CABA). Por otro lado, en el

CCyCN se establece que “son bienes pertenecientes al dominio público (…) las calles,

plazas, caminos, canales, puentes y cualquier obra pública construida para utilidad o

comodidad común” (confr. artículo 235 inc. F). De ello se desprende que cualquier

accidente o infortunio que ocurra en las calles, si es producido por el vicio o riesgo que

contengan (en el caso de autos, las barras metálicas que forman la alcantarilla en
cuestión), necesariamente importará la responsabilidad del GCBA, en tanto a éste le

corresponde su guarda jurídica. En este contexto, la CSJN ha señalado que aunque los

conceptos de riesgo o vicio no son asimilables, pues el primero presupone la

eventualidad de que una cosa llegue a causar daño y el segundo un defecto de

fabricación o funcionamiento que la haga impropia para su destino normal, en el

supuesto de que no concurrieran las causales de exoneración de responsabilidad, la

acreditación de una de ellas bastaría para determinar la admisibilidad de las

indemnizaciones reclamadas. Esto es, al damnificado sólo le incumbe probar que la cosa

jugó un papel causal, acreditando -cuando se trata de cosas inertes-la posición o el

comportamiento anormal de la cosa o su vicio (confr. fallos 314:1505). De la normativa

reseñada se desprende el deber de control que la comuna tenía –y tiene- a su cargo, a

partir de la atribución que allí se le confiere en cuanto al ejercicio del poder de policía

sobre las materias de su competencia, como la seguridad de las personas y/o bienes. Por

lo expuesto, si existiese relación de causalidad entre la omisión del GCBA y los

perjuicios sufridos por la actora, al GCBA demandado le cabría responsabilidad en el

caso. IX. Que, respecto de ese último punto, se ha sostenido que la omisión en la

conducta –en el caso, de control sobre el estado del mentado sumidero-, para que genere

responsabilidad debe estar causalmente ligada con el resultado final, de modo que pueda

afirmarse que la abstención ha actuado como factor eficiente de su consumación. Desde

el punto de vista de la relación de causalidad, ese no hacer viene a ser una condición

apta o adecuada para que el desmedro se produzca. Prueba de lo expuesto es que de

haberse observado el comportamiento positivo que las circunstancias exigían, se podría

haber interrumpido el proceso causal, evitándose el desenlace dañoso (confr.

Goldenberg, Isidoro H., “La relación de causalidad en la responsabilidad civil”, Astrea,

Buenos Aires, 1984, pág. 212). En el caso de autos corresponde determinar si la rejilla

del desagüe pluvial se encontraba en mal estado de conservación (imputable al GCBA

en virtud del poder de policía que detenta sobre los bienes de dominio público), lo cual

habría sido el factor determinante en la producción del resultado. En este orden de ideas

y sin perjuicio de la negativa genérica efectuada por el GCBA respecto de las

fotografías acompañadas por la actora, lo cierto es que a fs. 7 de la ya mencionada causa

penal se dispuso tomar fotos del lugar de los hechos, pudiendo visualizarse las mismas a
fs. 14 de aquellas actuaciones, las cuales coinciden con las aportadas a esta causa por la

actora en formato de disco compacto (ver nota de fs. 31). Analizadas dichas fotografías

puede observarse que la separación entre dos de las barras metálicas del sumidero en

cuestión tendría un tamaño considerablemente mayor que el existente entre las otras que

lo componen, a más de lo cual también puede apreciarse a simple vista que dichas

barras están desalineadas. En función de ello y tomando en consideración la dimensión

de la rueda de una bicicleta, resulta razonable concluir en que la rueda delantera de la

bicicleta de la actora pudo introducirse fácilmente en esa ranura provocando su caída

conforme lo relató en el escrito de inicio. En consecuencia, cabe tener por acreditado

que en el caso ha mediado una omisión ilegítima imputable al GCBA, por cuanto de

haber ejercido en debida forma las funciones que tenía a su cargo (ejercer el

mantenimiento adecuado del sumidero), el hecho dañoso no habría ocurrido. Lo dicho

constituye un deber genérico que el GCBA tiene a su cargo, derivado del poder de

policía que detenta, siendo que ello en momento alguno de la causa ha sido puesto en

duda por aquél. Nótese en tal sentido que con relación a este punto el GCBA al

contestar demanda se ha limitado a negar el mal estado del sumidero, pero más allá de

esa aseveración no aportó elementos de juicio o de prueba alguno que me lleven a

descartar las pruebas obrantes en la causa que demuestran el mal estado de conservación

del sumidero ya descripto al momento del siniestro. Solo resta destacar que lo

expresado por el GCBA en sus alegatos, sosteniendo que refrendaría la antedicha

afirmación –buen estado de la rejilla- lo manifestado por el señor fiscal en la causa

penal, tampoco me lleva a tener por acreditada dicha aserción. Ello así por cuanto si

bien es cierto que el Sr. Fiscal en aquellas actuaciones expresó respecto al estado de la

alcantarilla que “la rejilla no se encontraba en mal estado” (ver fs. 25 de la citada causa

penal), no es menos exacto que tal y como se señaló líneas arriba las fotografías

agregadas a esas mismas actuaciones dan cuenta de lo contrario (ver fs. 14 de la causa

penal). Lo expuesto, a criterio de la proveyente, basta para desestimar la mentada

afirmación del GCBA. Ello no obstante, no puede pasar inadvertido que con

posterioridad al accidente el GCBA remplazó la rejilla del sumidero en cuestión por

otra, en donde se aprecia que las aberturas que la componen tienen una dimensión

menor que la existente al momento del hecho dañoso aquí analizado –obsérvese en ese
sentido las fotografías obrantes en la causa penal a fs. 14 y aquellas agregadas a fs. 229

de las presentes actuaciones-, que fueron, aunque tardíamente, el resultado de la prueba

informativa producida en esta causa y que no mereció impugnación oportuna alguna

(confr. art. 331 CCAyT). IX. Que no modifican la conclusión antedicha las aludidas

alegaciones del GCBA destinadas a involucrar entre los factores determinantes del

accidente una pretendida conducta imprudente de la actora que, a su entender, habría

sido lo que originó su caída. IX. 1. Que, al respecto, es preciso destacar, que la

afirmación del GCBA con relación a que la actora habría obrado de modo negligente

por conducir su bicicleta a través de una avenida por donde circulaban muchos

vehículos, carece de asidero, toda vez que no existe preceptiva alguna que prohíba a los

circular por avenidas en las cuales circulan gran cantidad de vehículos. Por lo tanto,

resulta que la actora el día de los hechos se encontraba desplazándose en su bicicleta sin

infringir norma alguna, haciendo uso de su derecho a la libertad de tránsito o

locomoción, consagrado en el art. 14 de la Constitución Nacional. En el mismo sentido

el GCBA sostuvo que la demandante también había sido imprudente por circular por

mano derecha cuando y, precisamente, en el Código de Tránsito y Transporte de la

Ciudad de Buenos Aires (Ley 2148), se establece que las bicicletas, en los casos en que

no exista una ciclovía, deben circular por el borde derecho (ver anexo I, capítulo 6.10.8

de la ley 2148). Por ello, contrariamente a lo sostenido por el demandado, la actora no

sólo circulaba por un lugar por el que no le estaba prohibido hacerlo sino que, además,

lo habría hecho de conformidad con lo que se exige en la ley que regula la materia.

IX.2. Que, lo propio cabe concluir respecto a lo manifestado por el GCBA en lo atinente

a que existiría una cuadra en la cual la actora habría circulado en contra mano sobre la

calle La Pampa. Ello así por cuanto no se encuentra probado en modo alguno que la

demandante hubiese realizado el referido trayecto, razón por la cual, nuevamente, se

trata de una mera afirmación del GCBA que carece de sustento probatorio alguno, por

lo que no cabe entrar a ponderar si dicha circunstancia hubiese modificado el resultado

dañoso. IX.3. Que, en lo que se refiere a las luces reglamentarias con las que debe

circular una bicicleta por la Ciudad, corresponde recordar que en la ley 24.449 se prevé

en su artículo 40 bis inciso G) que “para poder circular con bicicleta es indispensable

que el vehículo tenga (…) luces y señalización reflectiva”. Asimismo, debemos


complementar dicha ley con lo prescripto en el artículo 4.2.4 inciso H) de la ley 2148,

en el cual se determina que “En marcha nocturna se debe utilizar una luz de color rojo

orientada hacia atrás y una luz de color blanco o destellador orientada hacia delante,

ambas visibles a no menos de cien metros en el sentido correspondiente. La Autoridad

de Aplicación establece en la reglamentación el coeficiente mínimo de intensidad

luminosa para los elementos catadióptricos exigidos en el presente artículo”. Resulta

entonces que el único requisito necesario para la circulación de una bicicleta en las

calles de la Ciudad es contar con la presencia de ambos elementos catadióptricos. Sobre

este tema cabe puntualizar que un sistema catadióptrico es “… un sistema óptico: Que

produce la refracción total del rayo incidente, con independencia de su orientación”

(confr. Diccionario de la Real Academia Española, en su página web www.rae.es). Es

decir, que éstos dispositivos tienen por finalidad indicar la presencia del vehículo

mediante la reflexión de la luz procedente de una fuente luminosa independiente de

dicho vehículo. Esto es, permitir que las bicicletas puedan ser vistas claramente por los

restantes vehículos y, eventualmente, por los transeúntes. Por consiguiente, la defensa

del GCBA en cuanto a que si la bicicleta de la actora hubiera poseído las luces

reglamentarias hubiera tenido una mejor visión que le hubiera permitido visualizar el

sumidero y así evitar el accidente, carece de sustento, por cuanto dichas luces no tienen

por finalidad, tal y como ya se explicó ut supra, iluminar el trayecto del conductor de la

bicicleta. Es más, se supone que tratándose de una avenida cuya iluminación también

corresponde al GCBA en ejercicio del poder de policía, aquélla debió haber estado lo

suficientemente iluminada como para que los automóviles y ciclistas circulen con

seguridad. Pero de manera alguna, puede imputarse a la actora la omisión de previsión

reglamentaria alguna que le exija circular en su bicicleta con luces que le mejoren la

visión. IX. 4. Que, finalmente, en lo que respecta al no uso del casco reglamentario

exigido de conformidad a lo establecido en el artículo 6.10.7 de la ley 2148, más allá de

que la actora se limitó a afirmar que circulaba con el casco puesto, lo cierto es que no

cuento con elementos de juicio o de prueba que demuestren lo contrario, no bastando

para descalificar tal aserción lo manifestado por el GCBA en el sentido de que “…dicha

afirmación no se condice con las supuestas lesiones sufridas” (confr. fs. 65). Máxime si

se toma en cuenta que las lesiones que presenta la actora son en su boca y mandíbula, es
decir, en una zona del rostro que, en principio, no queda protegida por el casco. Por

consiguiente, siendo imposible atribuirle algún tipo de responsabilidad a la damnificada,

y no habiéndose probado de forma alguna que las consecuencias del siniestro fueron

causadas o agravadas por la culpa de la víctima, resulta razonable concluir que el suceso

dañoso fue consecuencia de una falta de servicio imputable al GCBA, de conformidad a

lo analizado en el considerando VIII. X. Que, determinada la responsabilidad del

GCBA, cabe adentrarse en el examen de los rubros indemnizatorios reclamados por la

parte actora. En este contexto, vale recordar que en el artículo 301 del CCAyT se

establece que “incumbe la carga de la prueba a la parte que afirme la existencia de un

hecho controvertido o de un precepto jurídico que el tribunal no tenga el deber de

conocer. Cada una de las partes tiene la carga de probar el presupuesto de hecho de la

norma o normas que invocare como fundamento de su pretensión, defensa o excepción”.

Sobre tal instituto se ha dicho que “…la carga de la prueba es prescripta por la ley al

litigante, a fin de que sus afirmaciones sean verificadas y produzcan convicción en el

juez sobre la razón que le asiste y constituye un imperativo de su propio interés; es una

circunstancia de riesgo, referida a que quien no prueba los hechos pertinentes pierde el

pleito si de ello depende la suerte de la litis” (confr. José V. Acosta; “Visión

Jurisprudencial de la prueba civil”, Editorial Rubinzal-Culzoni, 1996, T. II., pág. 129).

Ahora bien, sentado lo antedicho, queda por analizar el quantum de los daños que

corresponde resarcir. XI. Cuantificación de los daños: XI.1. Daño Emergente: Con

relación a este rubro, la actora solicitó el monto de mil ciento noventa y nueve pesos

con setenta y cinco centavos ($1.199,75), correspondientes a los gastos en medicamento

en que habría incurrido. Acerca de este punto, se ha dicho que este tpo de resarcimiento

“se traduce en un empobrecimiento del contenido económico actual del sujeto y que

puede generarse tanto por la destrucción, deterioro, privación del uso y goce, etc., de

bienes existentes en el patrimonio al momento del evento dañoso, [como] por los gastos

que, en razón de ese evento, la víctima ha debido realizar” (confr. Zannoni, Eduardo, El

daño en la responsabilidad civil, 2ª ed., Buenos Aires, Astrea, 1993, pág. 60). Sentado

lo expuesto, y de conformidad con las constancias de la causa, toda vez que la parte

actora ha acreditado los gastos con las correspondientes facturas (confr. fs. 46/48), se

hará lugar al reclamo en concepto de daño emergente por la suma de DOS MIL
NOVECIENTOS TREINTA Y DOS PESOS CON CINCUENTA Y NUEVE

CENTAVOS ($2.932,59), a valores actuales (ver https://calculadoradeinflacion.com/ –

confr. 148 CCAyT). XI.2. Incapacidad sobreviniente: Con relación a este rubro, la

demandante requirió el monto de sesenta y ocho mil pesos ($68.000), comprendiendo

esta suma el daño físico ($18.000), el daño psíquico ($24.000) y la lesión estética

($26.000). En este contexto, es preciso poner de relieve que “…la incapacidad

sobreviniente tiene por finalidad cubrir no sólo las limitaciones de orden laborativo,

sino también la proyección que aquélla tiene con relación a todas las esferas de su

personalidad, es decir, la disminución de su seguridad, la reducción de su capacidad

vital, el empobrecimiento de sus perspectivas futuras, etc. (…) En suma, el resarcimiento

por incapacidad comprende, con excepción del daño moral, todos los supuestos

susceptibles de reparación patrimonial, incluso los daños a la salud y a la integridad

física y psíquica” (confr. CNCiv., Sala F, “Stabile Villanustre, Mariano Ignacio c/

Nesci, Margarita Emma y otros s/ daños y perjuicios”, 31/08/04). Siguiendo ese camino,

se ha dicho también que la vida tiene un valor en sí misma y que toda disminución de

ella importa una afectación a la energía vital, generadora a su vez de todas las

actividades del sujeto, razón por la cual no puede reducirse la cuestión a un cálculo

matemático. En definitiva, lo que se intenta resarcir por este concepto es únicamente

aquella merma permanente en la aptitud vital del ser humano, sin perjuicio de la

procedencia de otros ítems que las lesiones temporarias padecidas pudieran haber

generado, como gastos originados en los tratamientos o la afección que configure el

daño moral (confr. Sala citada, en los autos “Eslejer, Julio c/ Minissale de Moranchele,

Elena s/ daños y perjuicios”, L.L. 1994-B-397). Con relación al daño estético, se ha

señalado que “…[e]ste daño carece de autonomía indemnizatoria dado que en tanto daño

patrimonial indirecto, integra el rubro incapacidad y en cuanto a aspectos extrapatrimoniales,


el daño moral. Es que en realidad, no cabe confundir el bien jurídico

afectado, esto es la integridad física y psíquica con los perjuicios que de ella derivan que

sólo pueden comportar daños patrimoniales indirectos – incapacidad – o daño

extrapatrimonial – moral -” (confr. CNCiv., Sala M, “Valdez José Enrique y otros c/

Acuña Ariel Alejandro y otros s/ daños y perjuicios”, expte. 440.611) Sentado lo

expuesto, y de conformidad con las constancias de la causa, vale señalar que, del
dictamen pericial obrante a fs. 156/159, surge que el perito médico actuante concluyó en

que de las secuelas del hecho dañoso “se estima que la actora presenta acorde a los

baremos de uso corriente una incapacidad de carácter Parcial y Permanente de un 4% de

la Total” (confr. fs. 157). Por su parte, en el informe elaborado por la perito psicóloga

actuante, se concluye en que “puede decirse que el material analizado no muestra foco

de conflicto y/o manifestaciones psicopatológicas desencadenadas y/o causadas por el

hecho que se investiga” (confr. fs. 173 vta.). En suma, de acuerdo con lo expuesto y

tomando en consideración que ni la actora ni la demandada realizaron impugnación

alguna respecto de ambos informes periciales, se hará lugar al reclamo en concepto de

incapacidad sobreviniente por la suma de CUARENTA Y CINCO MIL PESOS

($45.000), a valores actuales (confr. art. 148 del CCAyT). XI.3. Daño Moral: Respecto

de este tópico, es apropiado destacar que “…se proyecta sobre derechos subjetivos

extrapatrimoniales, consiste en el sufrimiento causado como dolor, o como daño en las

afecciones” (confr. Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M.,

“Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales”, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1995,

pág. 289). En tal sentido, es preciso señalar que “para obtener indemnización del

agravio moral sufrido no es necesaria su demostración, ya que la prueba de la

producción del hecho ilícito y la relación causal son elementos suficientes para

determinar la procedencia del reclamo” (confr. CNCiv. Sala J, junio 11-992 “MCR c/

MUNIC. CIUDAD BS.AS., LL T° 1994, págs. 269 y s.s.). En el caso, se trata de una

persona joven, que hasta el momento del hecho gozaba de buena salud y que, fruto del

siniestro, se vio impedida de realizar diversas actividades que eran de su rutina habitual.

Así las cosas, “… Cabe recordar que si bien por principio general estos daños deben ser

acreditados al igual que los demás presupuestos de la responsabilidad, dicha prueba

operará normalmente por vía de presunciones judiciales u hominis (o sea, por

inferencias efectuadas a partir de otros elementos) atento la imposibilidad de mensurar

el daño moral de la misma forma material, rotunda y directamente perceptible a los

sentidos que el caso del daño patrimonial…” (confr. Cam. CAyT, Sala II in re

“Huberman, Daniel Alberto c/ GCBA s/ Daños y Perjuicios”, del 23/11/2010). En igual

sentido se ha dicho que “…partiendo de la base de que el daño moral es el menoscabo a

intereses no patrimoniales por el evento dañoso, no cabe ninguna duda que el mismo
queda probado con el solo hecho de la acción antijurídica” (confr. CNCom, sala A,

sentencia del 20 de junio de 1999; ED, t. 185-544). Por este concepto, la actora solicitó

en concepto de indemnización la suma de cuarenta y cinco mil pesos ($45.000). Bajo

esos parámetros, y a los fines de cuantificar la indemnización, ha de considerarse la

repercusión que el hecho dañoso le ha provocado. En ese orden de ideas, debe

recordarse que “… la fijación del importe por daño moral es de difícil determinación,

sujeta a la prudente ponderación sobre la lesión a las afecciones íntimas de los

damnificados, los padecimientos experimentados, o sea, agravios que se configuren en

el ámbito espiritual de las víctimas y que no siempre resultan claramente exteriorizados,

hallándose así sujeto su monto a una adecuada discrecionalidad del sentenciante…”

(confr. Cám CAyT, Sala I in re “Martín Hortal, Carlos Alberto c/ GCBA s/ Daños y

Perjuicios”, del 8/3/2004). En definitiva, más allá de lo dificultoso que resulta mensurar

este tipo de afecciones, las cuales no pueden dejar de estar netamente impregnadas de la

subjetividad del criterio del magistrado que las deba examinar, entiendo que los

padecimientos que la parte actora tuvo que soportar como consecuencia del hecho

dañoso, justifican otorgarle, en concepto de daño moral, la suma de QUINCE MIL

PESOS ($15.000), a valores actuales (confr. art. 148 del CCAyT). XI.4. Gasto médico

futuro: Por este rubro, la demandante reclamó la suma de cinco mil pesos ($5.000),

alegando que a futuro “tendr[á] gastos en medicamentos por [la] herida del labio por

aproximadamente seis meses en adelante, y de psicoterapia individual un año en

adelante” (confr. fs. 8). En primer lugar, cabe hacer notar que más allá de la citada

afirmación, no se han aportado elementos de juicio o de prueba (vgr. prescipciones

médicas) que me permitan tener por acreditado que a la actora le será necesario incurrir

en gastos por médicamentos, más allá de aquellos que ya le han sido reconocidos ut

supra. Por otra parte y en lo que se refiere a posibles gastos por psicoterapia, la perito

psicóloga determinó que “no muestra foco de conflicto y/o manifestaciones

psicopatológicas desencadenadas y/o causadas por el hecho que se investiga” (confr. fs.

173 vta.). Asimismo, relató que “la forma de funcionamiento del aparato psíquico de la

actora (…) no se constituyen ni se origina a partir del hecho de marras, sino que

evidencian un estilo de actividad psíquica que le es propio a cada uno” (confr. fs. 173

vta./174). Así las cosas, siendo que no solamente no se advierte que la demandante
hubiese realizado erogaciones por este concepto, sino que, además, no surge que los

profesionales intervinientes hubieran recomendado un tratamiento en este sentido,

corresponde rechazar la indemnización por este concepto. XI.5. Lucro cesante: Por este

rubro, la actora reclama la suma de mil quinientos pesos ($1.500), alegando que no

pudo dar las clases de escultura, que le son abonadas en razón de quinientos pesos por

clase. En este aspecto, cabe señalar que “…se entiende por lucro cesante el quebranto

patrimonial representativo de las ganancias efectivamente dejadas de percibir, como

cesación de un lucro específico relacionado causalmente con el accidente. Este lucro

cesante o privación de la ganancia esperada en relación de la ocurrencia del hecho

ilícito, para poder ser indemnizado requiere una prueba concreta del detrimento

económico efectivamente sufrido por el damnificado o cuando menos que éste aporte

los datos necesarios que permitan presumirlo de un modo fidedigno, pues de otra

manera el hecho ilícito podría fácilmente convertirse en fuente de enriquecimiento

injustificado” (confr. CNCiv., Sala K, “Lanzavechia Miguel A. c/ S.A. Alba fábrica de

pinturas, esmaltes y barnices s/ sumario”, 30/05/97; íd, Sala M, “De Viana Javier

Edgardo c/ Kitairorodsky Sergio Néstor y otro s/ daños y perjuicios”, 06/07/05). Así las

cosas, cabe poner de relieve que la actora pretende el cobro de una indemnización por

este daño simplemente alegando que a raíz del accidente se vio privada de los ingresos

que le generaban las clases que de manera informal solía brindar. Sin embargo, más allá

de esa aserción, a lo largo del proceso no peticionó ni realizó actividad probatoria

alguna tendiente a demostrar tal extremo (vgr. testigos). Por ende, corresponde rechazar

la indemnización por este concepto. XII. Que, respecto de los intereses, éstos deberán

ser calculados de conformidad a lo establecido en el plenario “Eiben” de la Cámara de

Apelaciones del fuero. En consecuencia, teniendo en cuenta que el cálculo de la

indemnización se efectuó a valores actuales, deberá aplicarse una tasa pura del 6% anual

desde la mora –día del hecho generador del daño- hasta la fecha de la sentencia. Y a

partir de allí, el promedio que resulte de las sumas líquidas que se obtengan de (i) la tasa

activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a 30 días del Banco de la

Nación Argentina y de (ii) la tasa pasiva promedio que publica el BCRA (comunicado

14.290), hasta la fecha del efectivo pago. XIII. Que, por último, con relación al planteo

de inconstitucionalidad realizado por la actora en el escrito de inicio, corresponde


puntualizar que no merece favorable acogida por cuanto la declaración judicial de

inconstitucionalidad es la “última ratio” del orden jurídico y no se debe acudir a ella

cuando exista, como acontece en el presente caso, otra posibilidad de resolver

adecuadamente la cuestión litigiosa.

En virtud de todo lo expuesto, FALLO:

I. Haciendo lugar, parcialmente, a la demanda interpuesta por la señora Y. G.

contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA).

II. Ordenando a la demandada que le abone a la actora la sumas de SESENTA

Y DOS MIL NOVECIENTOS TREINTA Y DOS PESOS CON

CINCUENTA Y NUEVE CENTAVOS ($62.932,59) en concepto de

indemnización por daños y perjuicios, con más los intereses que deberán

calcularse de conformidad con lo establecido en el considerando XII.

III. Ordenando al GCBA que en el plazo de diez (10) días de encontrarse firme

la resolución por la que se apruebe la liquidación definitiva, abone las

diferencias que se hubiesen devengado de conformidad con lo dispuesto en

el punto II del presente decisorio.

IV. Imponiendo las costas del pleito a la demandada, por no encontrar razones

para apartarse del principio objetivo de la derrota (art. 62 CCAyT).

V. Rechazando el planteo de inconstitucionalidad incoado.

VI. Regulando los honorarios del Dr. Diego G. Cancogni por la dirección letrada

de la parte actora, teniendo en cuenta la labor desarrollada en todo el

proceso, el tiempo transcurrido y considerando las evidentes diferencias que

existen entre los mínimos establecidos para otros tipos de procesos sin tanta

complejidad; y en tanto en el artículo 60 del arancel sólo se fijó el mínimo

que los jueces debemos respetar mas no así el máximo, en la suma de

TREINTA MIL QUINIENTOS PESOS ($30.500), de conformidad con los

artículos 15, 23, 24, 29 inc. a), 54 y 60 de la ley 5134. Regístrese,

notifíquese –a la Sra. Fiscal en su despacho- y, oportunamente, archívese.

alcantarillabachebicibicicletaBuenos Airescaída de la bici por el mal estado de la callecaída de


la bicicletaciclismo en zapatillasdeberán ser sufragadas por las demandadas por resultar
vencidas
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

Una caída de 257 mil pesos


28 de mayo de 2018
Un tribunal porteño ordenó al GCBA indemnizar a
un ciclista que sufrió un accidente debido a
los pozos que había en el pavimento. El golpe le
generó diversas fracturas y debió someterse a una
cirugía.
El Gobierno porteño deberá indemnizar con 257 mil pesos a un ciclista por un
accidente debido a los pozos que había en el pavimento. Así lo resolvió la
Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la
Ciudad en los autos "R., E. M. c/ GCBA s/ Daños y Perjuicios (Excepto
Responsabilidad Médica)”.
El hecho ocurrió en 2013, cuando el demandante circulaba en bicicleta junto a
un amigo. En ese momento, el ciclista se topó con un pozo en el pavimento que
provocó su caída en forma brusca y violenta. Fue socorrido por su compañero,
que conducía su bicicleta un poco más atrás que él, y dos personas que se
encontraban a la salida de un negocio cercano.
El ciclista acudió a la Justicia y reclamó una indemnización de 614 mil pesos,
más intereses y costas. Sin embargo, el juez de grado rechazó la demanda tras
considerar que “estaban demostrados los daños físicos padecidos por el actor y
las irregularidades que presentaba la calle en cuestión”, pero que “no había sido
acreditada una relación de causalidad suficiente y adecuada entre los hechos
dañosos y el obrar omisivo estatal”.
El demandante apeló el fallo y se agravió por la "valoración de la prueba, el
encuadre jurídico y la falta de acreditación por el Estado local de las eximentes
de responsabilidad previstas en el artículo 1113 del Código Civil".

Los jueces consideraron acreditada la “circunstancia de que el actor


sufrió daños vinculados con una caída, sumado al incumplimiento
de mantener la vía pública en condiciones óptimas para la
circulación".

En este escenario, la Sala III de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso


Administrativo y Tributario de la Ciudad de Buenos Aires hizo lugar
parcialmente al recurso y ordenó al GCBA pagar 257 mil pesos en concepto de
daños y perjuicios.
Los jueces consideraron acreditada la “circunstancia de que el actor sufrió daños
vinculados con una caída, sumado al incumplimiento de mantener la vía pública
en condiciones óptimas para la circulación, así como la falta de comprobación
de una causa ajena, como el hecho de la víctima o de un tercero”.
En este sentido, el Tribunal señaló que "las calles, plazas, caminos, puentes y
cualquier otra obra pública construida para utilidad o comodidad común (…) en
tanto revisten medios de vialidad urbana, se encuentran afectados al uso
público y forman parte del dominio público municipal”.
“De ello se desprende que cualquier accidente que ocurra en las calles o aceras,
si encuentra como factor determinante el riesgo o vicio que ellas contengan,
necesariamente generará la responsabilidad civil de la comuna, en tanto a ésta
le corresponde su guarda jurídica”, concluyó el fallo.
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
VIALIDAD NACIONAL CONDENADA A
PAGAR MÁS DE $ 1,7 MILLONES POR UN
POZO EN LA RUTA 2
LA DIRECCIÓN NACIONAL DE VIALIDAD (DNV) FUE CONDENADA
HOY A PAGAR UNA SUMA MULTIMILLONARIA EN CONCEPTO DE
INDEMNIZACIÓN POR LOS DAÑOS QUE SUFRIÓ UNA MUJER QUE
CHOCÓ CON SU VEHÍCULO AL TRATAR DE ESQUIVAR UNOS
POZOS EN UNA RUTA, INFORMARON FUENTES JUDICIALES.

FALLOS DE INTERÉS, HOME VERTICAL, RESPONSABILIDAD CIVIL,


SEGURIDAD VIAL | 20 DIC 2022
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La Dirección Nacional de Vialidad (DNV) fue condenada a pagar una suma multimillonaria en
concepto de indemnización por los daños que sufrió una mujer que chocó con su vehículo al tratar de
esquivar unos pozos en una ruta, informaron fuentes judiciales.
El fallo, que confirmó el de primera instancia pero aumentó los montos indemnizatorios por
“incapacidad sobreviniente” y daños síquico y moral, lo dictó la Sala H de la Cámara Nacional en lo
Civil, por el hecho registrado el 13 de mayo de 2012 en la localidad de El Pato, en el conurbano
bonaerense.
Según consta en la causa, esa noche la mujer identificada por las siglas E.B.J.M. circulaba a bordo
de su vehículo marca Peugeot 207 junto con su cónyuge por la Ruta 2, sentido sur-norte, cuando a la
altura del kilómetro 36 se encontró con un par de pozos en la cinta asfáltica.
De acuerdo a las pruebas, en ese momento la mujer no pudo esquivar los pozos debido a la falta de
señalización y la precaria iluminación.
Como consecuencia de esta situación, la mujer perdió el control del vehículo que impactó contra el
guardarraíl de contención y al continuar la marcha chocó contra una columna de señalización vial,
por lo que la pareja fue derivada al Hospital Gonnet, donde a los cónyuges se les hicieron las
primeras curaciones.
E.B.J.M. sufrió una fractura multifragmentaria de húmero derecho, por lo que debió someterse
intervención quirúrgica con fijación interna con placa y tornillos.
Al contestar la demanda, la DNV sostuvo que el accidente fue por culpa de la conductora, porque
“no tomó los recaudos necesarios ya que, en caso de haber obrado con la prudencia debida habría
evitado las consecuencias de lo ocurrido por circular “distraída” y con las luces reglamentarias
apagadas.
A la mañana siguiente, según elementos de prueba aportados en la causa, personal de la empresa
Occovi fue al lugar para arreglar el pozo, cuya existencia –y también la de otros en esa zona- fue
corroborada por testigos que, al momento del siniestro, se desplazaban cerca del automóvil de la
damnificada.
En contra de lo expuesto por la demandada –que mencionó “alta velocidad- las pericias indicaron
que al momento del impacto E.B.J.M. circulaba a aproximadamente a 60 kilómetros por hora.
Por ello, la Sala H de la Cámara acotó que “la presencia de pozos en la ruta por donde circulaban los
vehículos, constituye un vicio de la cosa por el que es particularmente previsible que ocurra un
suceso dañoso frente a un servicio prestado en esas condiciones”.
Los camaristas José Benito Fajre, Liliana Abreut de Begher y Claudio Kiper fijaron los montos
indemnizatorios por incapacidad sobreviniente, daño moral y tratamiento psicológico en las sumas
de 1.050.000, 550.000 y 96.000 pesos, respectivamente, más intereses desde la producción del hech
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El municipio debió indemnizar a una


mujer que se accidentó por un bache
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Fue en 2003, en Seguí al 3400. La Justicia ordenó un pago de $ 27.500 a una
motociclista

La Municipalidad debió indemnizar a una mujer que se accidentó en 2003 al no poder


esquivar un pozo con su moto en bulevar Seguí al 3400. Así lo dispuso el Tribunal
Colegiado de Responsabilidad Extracontractual Nº 1 que tramita el juez Ricardo Netri.
La Justicia dispuso el pago de 27.500 pesos por el accidente que le dejó a la víctima una
incapacidad parcial y permanente del 18 por ciento. Además debió ser sometida a cirugía
reparadora en dos oportunidades y presentó complicaciones por la intolerancia al material
colocado.
También se tuvo en cuenta que al momento del accidente tenía 38 años, dos hijos menores y
era ama de casa. En el monto se incluyó el daño moral sufrido y los gastos médicos. La
Municipalidad también fue sentenciada a pagar cerca de 11 mil pesos en concepto de
honorarios de abogados y médico legista.
En el fallo se especificó que el municipio "tiene la responsabilidad primaria de que la vía
pública dentro de su jurisdicción se encuentre en buen estado de conservación y que no
haya elementos, obstáculos u otro tipo de accidentes sobre su superficie que puedan
significar un riesgo para quienes la transiten".

Fuerte golpe. El accidente ocurrió el 30 de julio de 2003 a las 11 de la mañana. Mabel T.


circulaba por Seguí en su moto Scooter Suzuki 150 en dirección este-oeste. Unos 40 metros
antes de llegar a Cafferata, observó que el rodado que iba adelante esquivó un pozo. Pero
ella no pudo hacer lo mismo y, en consecuencia, cayó con la moto golpeando fuertemente la
cara en el asfalto.
La mujer declaró que en el lugar "no había señalamiento" que advirtiera sobre el pozo" y su
testimonio coincidió con el de un vecino que vio la caída.
El testigo precisó que la mujer intentó esquivar el bache, pero la rueda delantera se
introdujo dentro del pozo y tumbó. A su vez, puntualizó que venía a "una distancia
prudente" y que tenía casco. Este hombre, junto con un compañero de trabajo, fue quien
socorrió a la víctima.
"El bache se produjo por el desgaste natural de la circulación de vehículos. De a poco se fue
agrandando, nunca estuvo señalizado y a veces los vecinos le tiraban un poco de tierra.
Cuando ocurrió el accidente tendría entre 80 y 90 centímetros de diámetro, y unos 30 de
profundidad", dijo el testigo
Una inspección ocular demostró que en el lugar no había cordones de contención, que el
asfalto por Seguí estaba deteriorado formando baches y que unos 30 metros antes de
Cafferata se encontraba roto desde la orilla y hasta la media calle.
Incumplimiento. Para la Justicia quedó demostrado "el incumplimiento por parte de la
Municipalidad a las debidas diligencias de control, conservación y mantenimiento para que
los bienes del dominio público puedan tener un uso y goce de los particulares sin que
implique un riesgo para ellos".
A su vez, se observó que "la propia demandada admitió la existencia del pozo en esa
esquina; no obstante ello, no tomó los recaudos pertinentes". Y agregó que el municipio
tampoco demostró que el accidente se produjo por culpa de la mujer o un tercero.
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Pozo, caída e indemnización


28 de febrero de 2018
Un fallo condenó al Gobierno porteño a pagar 45 mil
pesos a un hombre por la caída que sufrió en 2011
debido a los pozos que había en el pavimento. "El
GCBA tiene a su cargo mantener las calles en buen
estado de uso y conservación", indicaron los jueces.
La Sala III de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo y
Tributario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires condenó al GCBA por la
caída de un ciclista debido a los pozos que había en el pavimento.
El accidente sucedió en septiembre de 2011, cuando el ciclista circulaba con su
bicicleta por la calle Yatay -a pocos metros de su intersección con Guardia
Vieja- cuando se produjo una "súbita y brusca detención del rodado" por un
pozo existente en el pavimento.
Por el golpe debió ser trasladado a un hospital donde permaneció cuatro días
internado y debió continuar un tratamiento de rehabilitación con dos meses de
reposo absoluto. Así le Imputó la responsabilidad al GCBA por ser el
responsable del estado de las calles.

El actor cayó al piso desde su rodado y sufrió lesiones con motivo del
deficiente estado de la calzada

En los autos "P. A. N. c/ GCBA sobre Daños y perjuicios", la magistrada de


primera instancia rechazó la demanda al entender que "el actor no logró probar
que el daño sufrido se haya debido a la existencia de un bache en la vía pública
que lo hizo caer de su bicicleta".
Sin embargo, el tribunal de alzada consideró el “actor cayó al piso desde su
rodado y sufrió lesiones con motivo del deficiente estado de la calzada” en
virtud de las declaraciones testimoniales. Así, los vocales Hugo Zuleta y Esteban
Centanaro revocaron la sentencia de grado y condenaron al Gobierno porteño a
que abone al actor la suma de 45 mil pesos.
Para los jueces, “resulta inobjetable que el pozo en la calle motivó que se
incrustara la rueda de su bicicleta y con motivo de ello se desplomara en el
suelo”, y que por ello “resulta la responsabilidad del GCBA que, resultando
dueño y guardián de la calzada, debe responder por los daños que su mal
estado cause a terceros”.
“Por tratarse de bienes de su dominio, el Gobierno de la Ciudad tiene a su cargo
mantener las calles en buen estado de uso y conservación, y, al ser bienes que
se encuentran bajo su guarda”, sostuvo el fallo y concluyó: “Ello sólo encontraría
excepción en el supuesto de que demostrara que el daño tuvo origen en la
culpa de la víctima o de un tercero por el que no deba responder”.

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Cómo se determina la
culpa en un caso de
resbalón y caída en
Atlanta?
EVALUACIÓN DE CASO GRATUITA HOY

BRYCE ÁNGEL
Un “resbalón y caída” es el nombre asociado con accidentes de
lesiones personales que ocurren simplemente cuando alguien se
resbala o tropieza en el suelo, sufre una caída y se lesiona. Los
accidentes por resbalones y caídas generalmente ocurren en la
propiedad de otra persona, lo que hace que este tipo de caso caiga
bajo la responsabilidad de las instalaciones. Según los Centros para el
Control y la Prevención de Enfermedades, alrededor de un millón de
personas se lesionan anualmente en los Estados Unidos debido a
accidentes por resbalones y caídas, y cualquier persona de cualquier
edad puede ser una víctima. Un Abogado de resbalones y caídas en
Atlanta va a ayudar.

Muchas condiciones diferentes pueden hacer que un peatón


desprevenido se resbale y caiga, como mala iluminación, pisos
mojados, pisos desiguales, alfombras rotas o terrenos o infraestructura
de edificios con mantenimiento inadecuado. Los resbalones y caídas
también pueden ocurrir al aire libre en condiciones climáticas
adversas, como resbalones sobre hielo, nieve o aguanieve.

Cuando un peatón desprevenido se resbala, cae y sufre una lesión


debido a la negligencia de otra persona, ese peatón tiene derecho a
buscar una compensación. Como víctima de un resbalón y una caída,
tiene derecho a buscar la ayuda de un abogado para demostrar quién
es responsable de sus pérdidas.

Si ha sufrido un resbalón y una caída en Atlanta, su abogado de


lesiones personales lo ayudará a recopilar pruebas que determinen la
culpa de la otra parte para buscar la máxima compensación posible.
Incluso si no está seguro de quién es responsable del accidente, su
abogado puede ayudar a determinar la culpa y probarla ante un juez.

¿Cómo se determina la culpa en un caso de


resbalón y caída en Atlanta?
Si ha sufrido un resbalón y una caída en Atlanta, tiene derecho a
buscar un acuerdo por sus lesiones. Su Abogado de lesiones
personales de Atlanta le ayudará a probar que el accidente fue el
resultado directo de la negligencia de alguien. Por ejemplo, si está
saliendo del trabajo y su edificio de oficinas no mantuvo
adecuadamente una escalera exterior después de una tormenta de
nieve, puede tener derecho a una compensación porque su descuido
hizo que se cayera.

La culpa se determina si puede probar que la persona a cargo de la


propiedad, ya sea pública o privada, no actuó de la manera que lo
haría cualquier persona razonable, a fin de mantener a los demás a
salvo en circunstancias peligrosas o peligrosas. Por ejemplo, si la casa
de alguien tiene una escalera rota que conduce a la puerta principal,
es posible que se le considere responsable si alguien se cae y se
lastima, ya que no hay barandilla.

Los dueños de propiedades en Georgia pueden ser responsables de


una lesión si crean o son conscientes de un peligro en la propiedad y
luego no arreglan o reparan ese peligro, lo que hace que una persona
desprevenida resulte lesionada.

Para determinar la culpa, un juez cuestionará si el dueño de la


propiedad cumplió con su deber legal de mantener a los huéspedes
seguros, pero también cuestionará si la víctima lesionada fue
descuidada. El dueño de una propiedad tampoco puede ser
responsable si alguien resulta lesionado por un peligro obvio que una
persona promedio normalmente vería y eludiría.

En pocas palabras, para ser declarado responsable de las lesiones en


un caso de resbalón y caída de responsabilidad de la propiedad, un
juez y un jurado determinarán si el propietario tomó las medidas
razonables para mantener la seguridad de sus huéspedes, pero
también observará a la persona lesionada y tratará de decidir si
también actuaron con negligencia.

¿Qué debo demostrar para ganar un caso de


resbalón y caída?
Después de un accidente de resbalón y caída, se debe demostrar que
el dueño de la propiedad le debía a la víctima "un deber de cuidado".
Por ejemplo, si una persona entró sin autorización en una propiedad
privada y sufrió un resbalón y una caída, es posible que el dueño de la
propiedad no sea responsable, ya que no se le permitió a la persona
que se resbaló estar en la propiedad, lo que significa que el propietario
no le debía ningún deber. de cuidado.

También debe poder demostrar que sus lesiones se produjeron


directamente por el resbalón y la caída, y no por ninguna otra
circunstancia o accidente. Por último, debe probarse que la
negligencia del dueño de la propiedad es una causa directa del
resbalón y caída, y que de otra manera usted no se hubiera caído si
no fuera por su descuido o falta de cuidado.

Su abogado de lesiones personales evaluará la evidencia que


demuestre la negligencia del dueño de la propiedad. Esto puede incluir
contactar a aquellos que observaron el accidente como testigos y
grabar su testimonio para llevarlo ante un juez en la corte. Es
necesario determinar que el dueño de la propiedad no hizo un
esfuerzo de buena fe para mantener la seguridad de su propiedad y
que usted resultó lesionado como resultado directo. Solo un abogado
calificado en resbalones y caídas puede manejar un caso de esta
naturaleza, así que asegúrese de comunicarse con un abogado tan
pronto como se haya lesionado para asegurarse de que esté
adecuadamente representado en la corte.

¿Qué debo hacer después de estar


involucrado en un accidente de resbalón y
caída?
La ley de responsabilidad de locales es complicada en Georgia. En la
mayoría de los casos, los empleadores de Georgia no pueden ser
demandados por ningún lugar de trabajo o lesiones relacionadas con
el trabajo. Esos casos se manejan a través del sistema de
compensación para trabajadores, un programa de seguro contra
accidentes pagado por su empleador que puede brindarle beneficios
médicos, de rehabilitación y de ingresos si se lesiona en el trabajo.

Cada accidente es único, ya que no ocurren dos lesiones de la misma


manera. La única forma de comprender verdaderamente las opciones
legales que puede tomar después de un accidente de resbalón y caída
en Georgia es consultar con un abogado de lesiones personales en su
área.

¿Cuánto cuesta hablar con un abogado de


resbalones y caídas?
Si no está seguro de quién tuvo la culpa del accidente de resbalón y
caída, debe hablar con un abogado lo antes posible. Solo un abogado
calificado en lesiones personales en Atlanta puede escuchar las
circunstancias de su caso y determinar un curso de acción inteligente
para que la justicia avance. Su abogado lo guiará a través de cada
paso del proceso de demanda por resbalones y caídas y se asegurará
de que se sienta fuertemente representado en todo momento.

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Probando la Culpabilidad en Accidentes


de Resbalones y Caídas
Estas directrices le ayudarán a determinar quién es responsable
si usted se resbala o tropieza y cae dentro de la propiedad de otra
persona.

Miles de personas resultan heridas cada año - algunos muy


seriamente – al resbalar, tropezar o caer por culpa de un suelo
peligroso, un tramo de escaleras, o un terreno tosco. A veces, el
propietario del inmueble donde ocurrió el accidente es responsable del
accidente, a veces no.

Si usted ha sido lesionado de esta manera, en primer lugar considere


que es una parte normal de la vida que las cosas caigan o goteen en
el suelo, y que las superficies lisas pueden ser irregulares. Además,
algunas cosas que se ponen en el suelo - las rejillas de drenaje, por
ejemplo – tienen un propósito útil allí. Por lo tanto, alguien que posee u
ocupa una propiedad no siempre puede ser responsable de recoger o
limpiar de inmediato toda sustancia resbaladiza en el suelo. Tampoco
es siempre responsable el dueño de la propiedad de que alguien
resbale o tropiece en algo que una persona común y corriente debe
esperar encontrar allí o debe ver y evitar. Todos tenemos la obligación
de ver por dónde caminamos.

Sin embargo, los propietarios necesitan ser cuidadosos en mantener


en buenas condiciones su propiedad. Aunque no existe una forma
precisa para determinar cuando alguien es legalmente responsable de
un desliz o un tropiezo, el caso dependerá de si el propietario actuó
con cuidado para evitar que alguien resbalara o tropezara - y si usted
tuvo cuidado de ver por dónde caminaba y en evitar caerse. Aquí hay
algunas reglas generales que le ayudarán a decidir si alguien tuvo la
culpa de su resbalón o tropezón y caída con lesiones

Determinando la Responsabilidad

Para que alguien sea legalmente responsable por las lesiones que
sufrió por resbalones o tropiezos y caídas en la propiedad de otra
persona, uno de los siguientes casos debe ser verdadero:

 El propietario del local o un empleado debe haber causado el


derrame, o desgaste o rotura en el piso, o haber colocado
cualquier otra superficie o artículo o peligroso en el suelo, en
donde se circula normalmente.
 El propietario del local o un empleado debe haber sabido de la
superficie peligrosa, pero no hizo nada al respecto.
 El propietario del local o un empleado debería haber sabido de
la superficie peligrosa porque una persona "razonable" debió
tomar el cuidado de la propiedad y debió haber descubierto y
eliminado o reparado el peligro.
La tercera situación es la más común, pero también es menos clara
que las dos primeras, por las incómodas palabras de "debería haber
sabido". La responsabilidad en estos casos se decide a menudo por el
sentido común. Los jueces y los jurados determinan si el propietario u
ocupante de la propiedad fue cuidadoso al decidir si las medidas que
éste tomó para mantener la seguridad de propiedad eran razonables.

¿Qué es "Razonable"?

En la determinación de la "razonabilidad" de un dueño de propiedad,


la ley se centra en si el propietario hace esfuerzos regulares y
exhaustivos para mantener la propiedad segura y limpia. Aquí hay
algunas preguntas iniciales que usted puede hacer para determinar si
un dueño de propiedad o negocio puede ser responsable por su
deslizamiento o caída y las lesiones ocasionadas:

 Si se tropezó con una zona rasgada, rota, o abultamiento de la


alfombra o del piso, o se resbaló en una zona húmeda o suelta,
¿este punto peligroso había estado allí el tiempo suficiente para
que el propietario supiera al respecto?
 ¿El dueño de la propiedad tiene un procedimiento regular para
examinar y limpiar o reparar las instalaciones? Si es así, ¿qué
pruebas tiene el dueño de este mantenimiento regular?
 Si se tropezó o se resbaló con un objeto que alguien había
colocado en el piso o suelo, ¿había una razón legítima para que
el objeto estuviera allí?
 Si hubo alguna buena razón para que el objeto estuviera allí,
pero ya no era necesario, ¿el objeto podría haber sido retirado o
cubierto para evitar peligros?
 ¿Había un lugar más seguro dónde se podría haber ubicado el
objeto, o podría haber sido colocado en una manera más
segura, sin inconvenientes o gastos mayores para el propietario
o el operador?
 ¿Podría haberse creado una simple barrera o una advertencia
para evitar que alguien resbalase o tropezase?
 ¿La mala iluminación contribuyó al accidente?
Si las respuestas a una o más de estas preguntas resultan a su favor,
usted puede tener un buen caso de demanda para indemnización. Sin
embargo, todavía hay que pensar en si su propio descuido contribuyó
de manera significativa a su accidente.

Su Propio Descuido

En casi todos los casos de resbalones o tropiezos y caídas, se debe


decidir si su negligencia contribuyó al accidente. Las reglas de la
"negligencia comparativa" ayudan a medir su propia razonabilidad,
recreando su trayecto al ir a donde usted lo hizo, en la forma en la que
usted lo hizo, justo antes del accidente. Hay algunas preguntas que
usted debe hacerse acerca de su propia conducta, es casi seguro que
un ajustador de seguros le pregunte esto después de presentar su
demanda.

 ¿Tenía usted una razón legítima - una razón que el propietario


debió haber previsto – para estar en la zona peligrosa?
 ¿Una persona cuidadosa hubiera notado y evitado el lugar
peligroso, o caminado con cuidado para no resbalar o tropezar?
 ¿Había alguna señal de que el lugar podría ser peligroso?
 ¿Estaba usted haciendo algo que le distrajera de prestar
atención por dónde iba caminando, o estaba corriendo, saltando
o jugando de una manera que hizo que caerse fuera más
probable?
Usted no tiene que "probar" a un ajustador de seguros que tuvo
cuidado. Pero piense en lo que estaba haciendo y descríbalo con
claridad para que un ajustador de seguros entienda que usted no fue
descuidado.

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Probando la Culpa en Accidentes por


Resbalón y Caída
Hay ocasiones en que es muy difícil mostrar quién tuvo la culpa por accidentes de resbalón
y caída. Hay miles de personas que son lesionadas cada año, la mayoría son casos severos
de lesiones, desde resbalón y caída sobre el piso, escaleras, u otra superficie que se vuelve
muy peligrosa. Un piso desnivelado puede volverse peligroso conforme puede resultar en
lesión severa. Pero, hay ocasiones en las que puede ser difícil, si no imposible, demostrar
que el dueño de la propiedad es responsable por los accidentes de resbalón y caída.

¿Puede el Dueño De la Propiedad Evitar el Accidente?


Si usted o un miembro su familia es lesionado en un accidente por resbalón y caída, es una
experiencia desafiante buscar justicia a través de tramitar una demanda inmediatamente.
Pero debe determinar primero si el accidente es una consecuencia simple y natural, en
donde sin importar qué tan cuidadoso fue el dueño de la propiedad, no pudo haber sido
evitado.

Si hay un techo con fugas que resulta en una condición resbalosa para resbalón y caída, el
dueño de la propiedad no podría ser responsable por su lesión, si hay una rejilla de drenaje
en el piso que este hecho para evitar condiciones resbalosas. Adicionalmente, los dueños de
la propiedad no siempre son responsables por las cosas que una persona razonable habría
evitado, tales como tropezarse sobre una cosa que normalmente es descubierta en dicha
área, tales como una montaña de hojas en el patio durante la temporada de otoño. Cada
persona tiene la responsabilidad de conocer sus alrededores y hacer algo para evitar
condiciones peligrosas.

Responsabilidad del Dueño de Propiedad de Sostener Condiciones Razonablemente


Seguras
Aunque los dueños de propiedades no son responsables por las lesiones de otras personas
debido a resbalón y caída en sus propiedades, los propietarios de estas propiedades deben
desarrollar maneras razonables para asegurarse de que sus propiedades estén libres de
condiciones peligrosas que causen que alguien se resbale y caiga. A continuación algunos
tips útiles que las cortes y compañías de seguros aplican para determinar el error en
accidentes por resbalón y caída.

Responsabilidad por Accidentes de Resbalón y Caída


Si usted está sufriendo de una lesión debido a un accidente por resbalón y caída en la
propiedad de alguien debido a una condición peligrosa, usted debe probar la presencia de
cualquiera de los siguientes para tener alguna oportunidad de ganar una demanda por su
lesión.If you are suffering from an injury due to slip and fall accident on somebody’s
property because of a hazardous condition:

 Ya sea el dueño de la propiedad o el trabajador del dueño debería haber sabido de la


condición peligrosa puesto que otra persona “razonable” en su posición habría sabido de
la condición peligrosa y la habría reparado.
 Ya sea el dueño de la propiedad o el trabajador del dueño conocen acerca de la
condición peligrosa pero no la arreglaron.
 ya sea el dueño de la propiedad o el trabajador del dueño de la propiedad causó la
condición peligrosa tales como un área desgastada, piso roto, derrames, y otros.
Puesto que los dueños de los predios son generalmente, buenos en el mantenimiento de sus
propiedades, la primera circunstancia es usualmente aquella que es demandada en
accidentes por resbalón y caída. Pero la primera condición es también dificultosa de probar
debido a los términos “debió haber estado”. Esto trae consigo un significado diferente a
personas diferentes, aunque estén auditando el mismo caso. Luego de mostrar su evidencia
y argumentos, será el juez quien deberá determinar si fue realmente el paso resbaloso el que
causó su lesión.

Razonabilidad
Cuando usted intenta probar que el dueño de los predios es responsable por la lesión que
usted sufrió durante su accidente por resbalón y caída, también tiene que presentar la
razonabilidad de las acciones del dueño. Para asistirlo con esta condición, a continuación
algunas preguntas que lo ayudarán a determinar previo a tramitar un caso:
 ¿Por cuánto tiempo ha estado presente el defecto previo a su accidente? Esto significa
que si el techo con fugas encima de la escalera ha estado goteando durante los últimos
tres meses, entonces es menos razonable que el dueño permita que continúe la fuga
antes que cuando la fuga recién había empezado la noche previa al accidente cuando el
terrateniente tan sólo estaba esperando que se detuviera la lluvia y arreglarlo.
 ¿Cuáles son los tipos de actividades de limpieza diaria en que está involucrado el dueño
de la propiedad? Cuando el dueño de la propiedad afirma que revisa los predios todos
los días, ¿qué tipo de evidencia puede presentar para respaldar el reclamo?
 Si el accidente por resbalón y caída involucró tropezarse sobre algo que estaba en el piso
o en otra área donde se tropezó, ¿había una razón razonable para que el artículo estuviera
ahí?
 Si su accidente por resbalón y caída involucró tropezarse sobre un objeto que fue dejado
en el piso que tiene una razón justificable para estar ahí, ¿aún existía la razón justificable
durante la accidente? Por ejemplo, tropezarse sobre un tarro de pintura en una sala de
estar podría ser irracional si la habitación previa fue pintada hace dos años y el dueño no
tiene planes inmediatos de repintar la habitación.
 Si el resbalón y caída que experimentó involucró tropezarse sobre una cosa que fue
dejada en el piso que contenía una razón aceptable para estar ahí, ¿podría el artículo
haber sido colocado o guardado de una manera que podría haber reducido las
posibilidades de que alguien se tropiece sobre él?
 ¿Cuáles son los tipos de precauciones que podría haber hecho el dueño de la propiedad
para reducir las posibilidades de que alguien esté involucrado en un accidente por
resbalón y caída en sus predios? Precauciones menores tales como una simple barda de
plástico, aún menos razonable sería no tomar la precaución.
 ¿Habia algún problema con los alrededores, que también están bajo control del dueño de
los predios que contribuyeron al accidente por resbalón y caída? Por ejemplo, usted se
tropezó sobre una escalera resbalosa que tiene focos que no funcionan en dar luz a la
escalera.
Si usted puede responder a una o más las preguntas de una manera que respalde
favorablemente sus reclamos por resbalón y caída, entonces podría tener oportunidad de
ganar en su demanda. Pero, aún así debe de considerar si el descuido por su parte
contribuyó al accidente.

Descuido/Torpeza
La mayoría de los estados se adhiere a la regla de la negligencia comparativa acerca de
accidentes por resbalón y caída. Significa que si usted contribuyó a su propia lesión, como
si por ejemplo usted estaba hablando por teléfono y no estaba prestando atención a la señal
de advertencia, el otorgamiento por sus lesiones y otros años podría ser reducido por el
monto que usted fue comparativamente culpable. El porcentaje de quién tuvo la culpa será
determinado por el juez o jurado.

 ¿Tuvo usted una razón legítima para estar en los predios del dueño cuando ocurrió el
accidente? ¿Sabía el dueño o debió haber sabido de que usted estaba viniendo o alguien
más en la misma condición para con usted, estando ahí?
 ¿Habría una persona de precaución razonable en una situación similar notado y evitado
la situación peligrosa, o manejado la situación de una manera que habría reducido las
posibilidades del accidente por resbalón y caída tales como sosteniéndose del barandal o
pasamanos mientras bajaba las escaleras congeladas?
 ¿Construyó el dueño de la propiedad una barrera o proporcionó suficiente advertencia
acerca de la condición peligrosa que resultó en su accidente por resbalón y caída?
 ¿Estaba usted sosteniendo actividades que resultaron en su accidente por resbalón y
caída? Ejemplo de esta condición son enviar mensajes de texto mientras camina, correr
alrededor de los bordes de la piscina, intentar patinar en hielo con sus zapatos de
escuela, saltar o esquiar, y otros.
Si usted está discutiendo con una compañía de seguros respecto a un acuerdo probable por
sus lesiones, le podrían hacer varias preguntas similares a las hechas aquí. A pesar de esto,
podría no tener que demostrar a la compañía de seguros que usted fue muy cuidadoso,
podría tener que mostrar lo suficiente como para que la compañía de seguro sea capaz de
creer que usted no actuó negligentemente

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CUÁNDO LA CULPA DE UN
ACCIDENTE DE RESBALÓN
Y CAÍDA ES DE OTRA
PERSONA?
Publicado:
19 de septiembre de 2021
Por
Larry A. Lehmbecker

Contenido
 Una caída en un local comercial:
 Una caída en un local privado:
 ¿Cuál fue la causa de la caída?
 Los detalles son importantes:

La posibilidad de obtener una indemnización por un accidente de resbalón y


caída suele depender de quién sea el propietario de la vivienda en la que se ha
producido la caída.
Señal amarilla que alerta de suelo mojado en aeropuerto.Señal amarilla que
alerta de suelo mojado en aeropuerto.

Una caída en un local comercial:


Los propietarios de negocios, incluidos los comercios públicos y los
arrendadores, están obligados a proteger a sus clientes y otros "invitados
comerciales" de condiciones potencialmente peligrosas.

Una caída en un local privado:


Los propietarios privados están sujetos a normas mucho menos rigurosas. Por
tanto, el mismo peligro podría dar lugar a una reclamación viable contra una
tienda de comestibles, pero no contra un propietario privado.

Por ejemplo, tropezar con una alfombra suelta en un supermercado podría ser
una buena reclamación; pero si tropieza con una alfombra suelta en casa de un
vecino, es mucho menos probable que haya una reclamación viable.

¿Cuál fue la causa de la caída?


Es importante poder establecer qué causó exactamente un accidente por
resbalón o caída. También que el propietario conocía realmente el peligro o
debería haberlo conocido.

Cuanto más tiempo lleve existiendo un problema, más probable será que se
considere responsable al propietario de un negocio, ya que cuanto más tiempo
lleve existiendo, más oportunidades hay de descubrir y solucionar el problema.
Las condiciones peligrosas que a menudo dan lugar a la responsabilidad del
propietario incluyen cosas como suelos mojados, pasillos o escaleras mal
iluminados o diseñados, derrames no atendidos, objetos abandonados en el
suelo, barandillas de escaleras inadecuadas, alfombras abultadas o rasgadas,
pavimento irregular o baches, o condiciones de hielo. Datos rápidos sobre
resbalones y caídas.

A veces, el propietario de un negocio crea realmente una situación de peligro,


como cuando friega un suelo y no bloquea la zona ni toma otras precauciones
para evitar que los clientes pisen la zona resbaladiza. En estos casos se
presume la notificación, por lo que la reclamación es mucho más fácil de
establecer.

Los detalles son importantes:


Existe un gran problema si una persona no es capaz de explicar por qué se
cayó. Por ejemplo, a menudo los clientes resbalan con algo en una tienda. Sin
embargo, no investigan inmediatamente cuál es la sustancia o cosa que les
hizo caer. Esto hace casi imposible presentar una reclamación. Es
responsabilidad de la persona lesionada demostrar que la empresa debería
haber tenido conocimiento del peligro. Si ni siquiera se sabe cuál es la
sustancia o el objeto con el que se resbaló o tropezó, no es posible demostrar
la existencia del peligro.

La sustancia podría haber sido algo que se le cayó a otro cliente unos
segundos o minutos antes. En ese caso, el propietario del establecimiento no
es responsable de su caída porque los empleados no podían saberlo ni haberlo
limpiado tan rápidamente. Por lo tanto, es fundamental que tome nota de lo que
le rodea y determine por qué resbaló o tropezó. Además, si la caída ha tenido
lugar en un negocio, debe rellenarse un parte de accidente.

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Caídas en establecimientos
públicos ¿De quién es la culpa?
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2. Blog
3. Caídas en establecimientos públicos ¿De…
Las caídas en establecimientos abiertos al público generan controversia. Conviene
aclarar desde el principio que para poder reclamar necesitamos la acreditación
del hecho, de la culpa de la empresa y del daño causado.
Caídas: son tres los elementos imprescindibles para el éxito de la
demanda:
 El hecho puede ser tanto una acción como una inactividad o pasividad. Lo que se
debe acreditar es la causa de nuestras lesiones o daños. Que estas se produjeron
dentro del local de la empresa a quien reclamamos. O, cuando menos, dentro de
su radio de acción, por ejemplo en los aparcamientos privados de un
supermercado. Este primer requisito es imprescindible. Hemos de demostrar que
todo ocurrió en un lugar cuya responsabilidad es de la demandada. Si no es así,
de poco servirá tener testigos de lo demás.
 La culpa es el requisito que obliga a la empresa demandada a indemnizar. Pero no
siempre los tribunales utilizan el mismo criterio para resolver la culpabilidad. No es
lo mismo tener un parque acuático que vender pan en una pequeña tienda.
Lógicamente depende del riesgo que crea cada una de estas actividades. Por eso,
en función del negocio cada establecimiento deberá tener más o menos sistemas
de seguridad para evitar el daño.
Depende del riesgo creado por la empresa, así se
partirá de un régimen de responsabilidad amplio o
reducido.
La inexistencia de un guarda de seguridad en una discoteca de moda hace que los
jueces lo entiendan como una negligencia

reprochable. Esto no ocurriría si fuera una


cafetería de barrio, aunque no siempre es tan evidente la culpa de la empresa. Por
ejemplo ¿qué respuesta dan los tribunales a la existencia de un pequeño charco
de agua en las proximidades de la pescadería de un supermercado? ¿O de una
bolsa de plástico en el suelo que puede provocar un resbalón? Luego lo veremos,
porque la casuística es muy diversa.
 El daño es la consecuencia de los otros dos elementos y debe ser también
acreditado. Lógico, porque una conducta irresponsable de una empresa que no
evita el riesgo le hace merecedora de responsabilidad. Por ejemplo, un montón de
escombros abandonados en plena calle por una constructora. Si, es solo una
causa, no un resultado. Por tal razón la víctima debe acreditar la consecuencia y
tasarla, cuantificarla.
Es fundamental aportar la entrada, o el tique, o la factura para
demostrar que estuvimos allí
Como en toda reclamación, debemos demostrar cada uno de los elementos que
nos pide la ley. Del hecho, necesitaríamos el tique, la factura o entrada al
establecimiento donde se nos causaron los perjuicios; de la culpa, fotografías,
testigos del momento de los hechos; de los daños, un informe donde no sólo se
diga lo que nos ha pasado sino que además se cuantifique de tal manera que, si
son lesiones, un médico valore económicamente el resultado.

Queda algo muy importante: un requisito clave. Es el llamado nexo causal, la


relación entre el hecho y las consecuencias. En el caso del montón de escombros
de una obra debemos demostrar que invade la acera, que lleva allí tiempo sin ser
retirado, y las lesiones sufridas. Pero realmente nada de eso relaciona los tres
elementos exigidos. Para ello se precisan testigos presenciales y cualquier prueba
(fotografías, etc.) que lo acredite. También un informe pericial de valoración
médica concretando las lesiones que tenemos. Este informe servirá para acreditar
que éstas son compatibles con los hechos que decimos.
Se necesita acreditar el nexo causa, la pieza que une los hechos
con el resultado
Pensemos que cada asunto es diferente y que, todo depende de las pruebas que
se aporten. Los tribunales entienden que hay una responsabilidad denominada
objetiva y otra subjetiva. La primera es la que parte de la responsabilidad de la
empresa. Ocurre cuando el establecimiento se dedica a actividades de riesgo en
los que es previsible el siniestro. Al ser más fácil causar daño, la empresa debe
minimizar el riesgo de su producción. De tal categoría son las reclamaciones por
accidentes en parques acuáticos o pistas de patinaje sobre hielo, por ejemplo. La
responsabilidad subjetiva analiza los hechos y la culpa del agente
Nuestra jurisprudencia en cuatro ejemplos
Pero también hay hechos de la vida diaria que, sin ser actividades de riesgo,
provocan lesiones y daños. ¿Cómo se resuelve? Tal y como apuntábamos antes,
con el convencimiento de lo que se acredite en ese juicio. Servirán algunos casos
llevados en GÓMEZ-CAMINERO:

Caídas en un cine
 Caída en un cine porque durante la proyección de la película un cliente necesitó
salir al baño y estaba fundida alguna luz de los escalones, lo que provocó su
caída. El tribunal entendió que la culpa era compartida entre la víctima (que debió
darse cuenta de que no había plena garantía de bajar indemne por la escasa luz) y
la empresa (porque no sustituyó las luces fundidas provocando el riesgo de no
poder bajar con seguridad) otorgando en consecuencia el 50% de la
indemnización.
Caídas en una boda
 Caída en una boda porque el tacón del zapato de una asistente quedó pinchado en
el suelo húmedo durante el cóctel. Es una situación habitual (ahora se utilizan
remedios para ello) que el tribunal resolvió entendiendo que la culpa era exclusiva
de la víctima pues ya sabía el estado del suelo y el riesgo que conllevaba, a pesar
de lo cual prefirió seguir con esos tacones. No cobró indemnización.

Caídas en un hotel
 Caída en un hotel porque las luces de los pasillos se encendían automáticamente
al paso de los clientes pero un huésped alegó que de regreso a su habitación, tras
una fiesta, las luces no se encendieron y no pudo ver que había unas escaleras,
por donde acabó cayendo. El tribunal tampoco concede indemnización al entender
que fue su estado el que le impidió darse cuenta de que caminaba a oscuras por
lugar inadecuado ya que antes había realizado ese recorrido cuando fue a pedir
una llave de la habitación.
Caídas en un supermercado
 Caída por restos de agua en un supermercado que provoca lesiones a una cliente.
Se acreditó la caída y los daños personales que tuvo pero, sin embargo, el tribunal
consideró que no se demostraba la responsabilidad de la empresa. La existencia
de una bolsa de plástico o resto de agua no son por sí mismas suficientes para
inferir culpabilidad a la empresa, precisamente porque no son actividades de
riesgo.

Recuerden lo que dijimos: las empresas cuyas actividades son susceptibles de


generar daños sí parten con esa presunción de culpa pero ya ven que, en estos
casos de bares, discotecas, supermercados, etc. salvo que demostremos la
negligencia porque esos restos llevaban más tiempo de lo que debieran, no
siempre nos van a permitir un resultado favorable y muy probablemente se estime
una concurrencia de culpas que aminorará la indemnización.
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

Cuantificación del daño moral


Por Dr. Federico Mendez / Accidentes de tránsito, Daños / 05/07/2022

(36)
En este artículo me propongo explicar brevemente algunos aspectos para tener en
cuenta acerca de la cuantificación del daño moral (cuantificación de la
indemnización de las consecuencias no patrimoniales, nombre que el Código Civil
y Comercial de la Nación <CCCN> en su art. 1741 le da al “género” que contiene
la “especie” Daño Moral).

A los fines metodológicos y toda vez que el término ha adquirido “carta de


ciudadanía” en nuestro derecho, al referirme al daño moral me estaré refiriendo al
daño extrapatrimonial en general.

Indice del artículo

 ¿Qué es el daño moral? Daño moral extracontractual y daño moral por incumplimiento
contractual
 Pautas para la cuantificación del daño moral
 Calcular el daño moral
 Errores comunes en la cuantificación del daño moral. Valor vida y daño moral por
fallecimiento
 Cálculo de los intereses del daño moral. Obligación de valor y actualización de las sumas
reclamadas
 Bibliografía recomendada
 Acerca del autor: Dr. Federico Méndez

¿Qué es el daño moral? Daño moral


extracontractual y daño moral por
incumplimiento contractual
El daño moral es entendido como toda lesión espiritual o agravio a las
afecciones íntimas, y en general, toda clase de padecimientos incluyendo
también las molestias en la seguridad personal de la víctima o en el goce de sus
bienes.

Su reparación está determinada principalmente por los artículos 1738, 1740 y 1741
del Código Civil y Comercial, que imponen al autor del hecho ilícito la obligación de
indemnizar sin exigir prueba directa de su existencia, y a su vez imponen la
“reparación plena del daño”, incluyendo las afecciones espirituales legítimas y
consecuencias no patrimoniales en general.

El daño moral no solo se produce por un siniestro o por un incumplimiento, sino


también por su falta de reparación a lo largo del tiempo, y por la incertidumbre y los
perjuicios generados por tener que litigar reclamando por aquello que es justo.

Consecuentemente, considero de buena técnica expresar en la demanda los


alcances y orígenes del daño moral reclamado, a fin de que la sentencia pueda
tener en cuenta el carácter integral del daño moral abarcativo de todo daño
indemnizable.

En opinión de este autor, el daño moral puede estar compuesto incluso de


aspectos extrapatrimoniales que emerjan de los rubros patrimoniales comúnmente
conocidos como incapacidad psicofísica (transitoria o permanente), daño al
proyecto de vida, daño a la vida en relación, entre otros. Y esto así debe ser
referido en la demanda si pretendemos reclamar un daño moral con este alcance.

Por supuesto que el daño moral no solo es generado a raíz de un siniestro, sino
que también puede ser generado -y reclamado- a raíz de un incumplimiento
contractual, como puede ser el incumplimiento de una aseguradora. La clave es
saber en qué casos procede, y el mejor método para reclamarlo.

👉 Leé también: La prescripción de la acción por daños y perjuicios


(“accidentes de tránsito)

Pautas para la cuantificación del daño moral


Para la cuantificación del daño moral se debe aplicar el artículo 1741 CCCN in
fine en cuanto reza que la indemnización por las consecuencias no
patrimoniales sufridas por el damnificado “…debe fijarse ponderando las
satisfacciones sustitutivas y compensatorias que pueden procurar las
sumas reconocidas”.

Siguiendo al pie de la letra esta definición legal, existe jurisprudencia que fija el
daño moral tomando el valor de la “satisfacción sustitutiva” que el juez considera
que paliará el daño padecido. Por ejemplo, así lo aplica el Dr. Sebastián Picasso
de la sala “A” de la Cámara Nacional en lo Civil de la Capital Federal, quien en la
cuantificación del daño moral puede basarse en el valor de un viaje con todo
incluido a “Europa” para el actor y su núcleo familiar, o con el valor de un automóvil
de cierto tipo; es decir, con el valor de un bien o servicio cuya entrega al
damnificado permite darle una satisfacción que sustituya el displacer sufrido por el
hecho por el cual demandó.

Consecuentemente, en muchos casos resultará conveniente al momento de fundar


una apelación conociendo que la sala de la Cámara que va a entender en el
recurso tiene este criterio, plantear directamente en los fundamentos de los
agravios de la apelación cuál sería la satisfacción sustitutiva y qué valor tiene ella
conforme surge de medios de acceso público (siempre dentro de parámetros
razonables); mejor aún si se lo hace previamente en la demanda, es decir, desde
el momento de iniciar el reclamo.

Calcular el daño moral


Para la cuantificación del daño moral, antaño se utilizaba comúnmente una
“fórmula” tan injusta como efectiva, que era la de fijar que la reparación del daño
moral debía consistir aproximadamente en el 20% (o porcentajes similares) de la
indemnización del daño patrimonial (principalmente psicofísico) sufrido por la
víctima.

Descartado dicho método (aunque no por ello ha dejado de estar presente en el


razonamiento solapado de algunos jueces, quienes suelen cuantificar el daño
moral en el orden del 40 o 50% del valor que otorgan por daño patrimonial), el
único método actualmente utilizado masivamente por los jueces es el
método comparativo con casos anteriores de similares aristas a las que se
están tratando.

Ello pues permite tener un valor de referencia para todas las partes y para la
judicatura, y evita sentencias extremadamente contradictorias en materia de
cuantificación del daño moral.

Teniendo en cuenta esto, para obtener pautas jurisprudenciales para la


cuantificación del daño moral recomiendo acceder a las bases de datos
perteneciente a la Cámara Nacional en lo Civil de la Capital
Federal: http://consultas.pjn.gov.ar/cuantificacion/civil/dmoral_ppal.php.

En otras jurisdicciones, recomiendo acceder a bases de datos suministradas


usualmente por los Colegios de Abogados locales, o bien, acceder directamente a
sentencias recientes de la propia jurisdicción para conocer los montos de primera
mano.

Consecuentemente, una buena técnica es que cuando uno apela un fallo de


primera instancia en el cual se fijó algún monto indemnizatorio en concepto
de daño moral, el abogado apelante busque previamente en dichas bases de
datos casos similares en los cuales la misma sala de la cámara que debe
intervenir haya otorgado un número mayor para reparar el daño (siempre
teniendo en cuenta la fecha a la cual se fijó, por ejemplo si se fijó a valores
históricos o “actuales”, y con qué tasa de interés), o directamente busque los fallos
en páginas web como https://www.cij.gov.ar/sentencias.html que permiten rastrear
especialmente y por sala los fallos de la Justicia Nacional y Federal; para así
plantear en la apelación que se debe fallar como “piso” teniendo en cuenta el
monto otorgado por los mismos jueces en un caso similar.

Más allá de que las bases de datos son realmente útiles, en mi libro Práctica de
daños, seguros y accidentes de tránsito se puede encontrar el link para acceder a
un grupo en redes sociales que mantiene actualizados los montos referidos en el
libro, para que el lector pueda encontrar datos actualizados y ampliados de
cuantificación del daño moral -y de otros daños como las consecuencias de la
incapacidad física o psicológica- y datos de cómo fallan los jueces de diversas
competencias, y correspondiente a tribunales de distintas jurisdicciones, de modo
tal de poder conocer con anterioridad los criterios que plausiblemente rijan al caso
que tengamos en nuestras manos.

👉 Leé también: ¿Quién tiene la culpa en un accidente de tránsito?

Errores comunes en la cuantificación del


daño moral. Valor vida y daño moral por
fallecimiento
Otra cuestión práctica para tener en cuenta es que existen diversos
pronunciamientos en los cuales se toma como “tope” el monto reclamado en
la demanda por daño Moral. Por ejemplo: si en una demanda se reclaman
$500.000 por daño psicofísico y $200.000 por daño moral, es común que los
jueces al sentenciar fijen -sin problemas- un monto mayor al reclamado por el
concepto “daños psicofísico” (por ejemplo, $1.300.000) basándose en que en la
demanda se reclamó con la frase “o lo que en más o en menos surja de la prueba
a producir o determine VS”; pero al mismo tiempo, ese mismo juez que falla de esa
manera puede referir que “considero que el daño moral es mayor al reclamado,
pero toda vez que por principio de congruencia nadie mejor que el propio actor
para conocer el monto que le permitirá sentir reparado algo tan íntimo como las
afecciones morales, otorgaré el total del monto peticionado en la demanda, es
decir $200.000”. El ejemplo aquí dado es claro: para muchos jueces el monto
reclamado por daño moral en la demanda fija un “techo indemnizatorio”,
soslayando incluso las pruebas producidas en el proceso y la escoria inflacionaria.

Es por ello que en mi obra Práctica de daños, seguros y accidentes de


tránsito explico algunos métodos para que esto no ocurra, que incluye el análisis
de cierta jurisprudencia útil, cómo la distinción de los conceptos “ultra petita” y
“extra petita”, en el marco del llamado “principio de congruencia”.

Otro error común respecto a la cuantificación del daño moral (y al reclamo) se da


en los reclamos por el fallecimiento o gran discapacidad de una persona, al no
distinguir el daño moral “iure propio” y “iure hereditatis”. Es que puede existir daño
moral propio de los familiares (afecciones personales que provoca la muerte de un
padre, de un hijo, de un esposo, etc.), y excepcionalmente también puede
reclamarse el daño moral del difunto “iure heriditatis” conforme el criterio que
explico en mi obra.

En materia de cuantificación del mal llamado “valor vida” en la Justicia Nacional,


tenemos herramientas de invaluable utilidad para cálculos por muerte de la víctima
en base a cómo fallan los jueces en diversas jurisdicciones; herramientas cuya
explicación excede el breve margen que permite el presente artículo introductorio.
Cálculo de los intereses del daño moral.
Obligación de valor y actualización de las
sumas reclamadas
En una economía inflacionaria como la nuestra, resulta a veces difícil comprender
la escisión ontológica de las funciones compensatoria y moratoria de los intereses.
O, dicho de otro modo: si en 2016 se generó una deuda a nuestro favor de $100,
esos $100 en el 2021 equivaldrían -para igualar su poder adquisitivo- al menos a
$300 (función compensatoria, que muchas veces es cumplida por los intereses
compensatorios). Pero, además, el hecho de no haber contado con aquellos $100
en 2016, nos impidió utilizarlos en algún instrumento financiero, o en algún
emprendimiento productivo, o simplemente en dolarizarlo. Eso también es un daño
-daño moratorio-, y se compensa con una tasa de interés.

Se creó pretorianamente la figura de la deuda de valor (hoy normada en el art. 772


CCCN), que actualmente pareciera existir principalmente para intentar “evadir” la
letra de la Ley de Convertibilidad – ley 23.928 en sus artículos 7 y 10 y ley
modificatoria 25.561- y evitar la injusticia de no actualizar montos en una economía
de alta inflación.

Por eso existen criterios tan disímiles en la jurisprudencia. Existen jurisdicciones o


salas en las que las sentencias fijan valores históricos calculados con tasa activa
(tasa de aproximadamente el 40% anual en el BNA) de interés hasta el efectivo
pago; otras hacen lo mismo pero fijando como “penalidad” que si el deudor no
paga a tiempo se calculará desde el momento en que no cumple la sentencia el
doble de la tasa activa; existen sentencias que fijan valores históricos desde que el
daño se produjo pero con doble tasa activa desde ese momento hasta el efectivo
pago; otras que fijan valor histórico variando las tasas aplicables hasta el efectivo
pago; y otras que fijan el valor al momento del dictado de la sentencia (por lo que
hasta esa fecha no hubo desvalorización, pero sí daño moratorio) más tasa pasiva
(que ronda el 28% anual en el BNA) o tasa pura (alrededor del 8%) pero a partir de
la fecha del dictado de la sentencia fijan tasa activa.

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Jurisprudencia Cámara Civil y


Comercial
Etiqueta/Voz jurídica: Ultra petita
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29 de noviembre de 2016
REY PATRICIA EVANGELINA Y OT. C/SAMARRO CARLOS
DONATO Y OTS S/ DAÑOS Y PERJ.-RESP EST.-POR USO DE
AUTOMOT.(C/LES.O MUERTE)
– Vigencia del Código Civil de Vélez. En efecto, el día 1º de agosto de 2015 entró en
vigencia el “Código Civil y Comercial de la Nación”, aprobado por art. 1º de la ley 26.994,
ley que a su vez derogó el Código Civil aprobado por ley 340 (art. 4º), ley promulgada por
decreto 1795/2014 publicado en el Boletín Oficial Nº 32.985 del 08/10/2014; modificada
por ley 27.077 que dispuso su entrada en vigencia en la indicada fecha del 1º de agosto de
2015; lo que origina una cuestión de derecho transitorio que entiendo corresponde
despejar, o al menos tratar de explicar. En efecto, según se desprende del texto del
Código Civil y Comercial, las nuevas leyes rigen desde la fecha que indiquen (art. 5° del
CCyC; en el caso del CCyC, el 01/08/15), lo que significa, que su aplicación es inmediata a
las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes (art. 7°del CCyC,
primer párrafo). Lamentablemente, el nuevo texto suprimió la locución “aun” que sí estaba
en el del art. 3° del C.C. conf. ley 17.711, con la que se indicaba con toda claridad que la
aplicación era inmediata tanto para las relaciones, situaciones, como para las
consecuencias (ya que decía “aun a las consecuencias”). Pero -sigue diciendo la ley- salvo
disposición en contrario no tienen efecto retroactivo (art. 7° del CCyC, segundo párrafo), lo
que debe entenderse como que las relaciones y situaciones jurídicas existentes, así como
sus consecuencias, que se encuentren consolidadas, esto es, completadas ya sea en su
creación, cumplimiento o extinción, no son alcanzadas en ninguna de esas etapas por las
disposiciones de la nueva ley: a su respecto rige la ley vigente al momento en que se
crearon, desarrollaron o extinguieron.-
-Por otra parte, en orden al principio procesal de congruencia, en la medida en que el
juzgador otorga una suma totalmente alejada de la peticionada en la demanda, debo decir
que lo infringe. En efecto, no estamos tratando una cuestión de orden público, sino
plenamente inmersos en un proceso dispositivo. Así, hemos acordado en esta Sala que,
cuando al peticionar montos resarcitorios se agrega –como en el caso– la locución “o en lo
que en más o en menos resulte» (rectius: “resultare”), dicha salvedad si bien confiere
cierta elasticidad al juzgador, no lo habilita para conceder cantidades totalmente alejadas
de lo peticionado. Esta prohibición –lo reitero– aparece infringida en el caso tan solo con
advertir que en la demanda se impetró una suma total de Pesos Novecientos Setenta Mil
($970.000=) (cfr.: fs. 20vta.; 1° párrafo), mientras que el Sr. juez de primera instancia
culmina otorgando la suma de Pesos Dos Millones Quinientos Diez Mil ($2.510.000=),
cantidad esta última que representa más del doble de la liminarmente reclamada; con el
agregado de que no ha sucedido, con posterioridad a la interposición de la demanda,
ningún hecho modificatorio del “quantum” pedido que no conociera al momento de
confeccionarla. La sentencia resulta entonces “ultra petita” en cuanto a los montos
aludidos.-
– al “dueño” o “guardián” no le bastará –entonces– con probar simplemente su ausencia
de “culpa”; sino que deberá acreditar el “plus” de la ruptura total o parcial de la relación
causal “adecuada” (doc. arts. 901, 906 y concs. del Código Civil) por parte de la víctima o
un tercero por el cual no debe responder. Conceptualmente entonces, el punto de partida
no debe ser otro que el de la plena atribución de responsabilidad de la parte accionada,
para recién a partir de allí, pesquisar en qué medida la prueba colectada desvirtúa –total o
parcialmente– tal primigenia atribución de responsabilidad; debiendo previamente quedar
acreditado: a) el riesgo generado por la cosa; b) la participación de la misma en el hecho
dañoso; c) la nuda existencia del daño; y d) el carácter de dueño o guardián del
demandado; ello, para que opere en toda su señalada dimensión el encuadramiento legal
descripto.-
– En cuanto a la incidencia de falta de casco protector en la victima, conforme tiene dicho
la Excma. SCBA en C 102367 S 18/02/2009 entre otras, y que ha receptado este Pretorio,
cuando –entre otros– con mi voto en primer término en Causa Nº 28.946 de marzo/2015,
sobre tal particular cuestión, dije que: “…destaco que la utilización o no por parte del actor
del casco protector en modo alguno tiene incidencia causal en la producción en si del
accidente ni en su mecánica, sino que deberá ser analizado, en su caso, al cuantificarse
los rubros indemnizatorios”.-
08 de noviembre de 2016

FUNES DANIELA NOEMÍ C/ARSANTO LUCAS S/ DAÑOS Y


PERJ.POR USO AUTOMOT.(C/LES.O MUERTE)(SIN RESP.EST.)
– Cuando al peticionar montos resarcitorios se agrega la locución “en lo que en más o en
menos resulte”, dicha salvedad si bien confiere cierta elasticidad al juzgador, no lo habilita
para conceder cantidades totalmente alejadas de lo peticionado.
– Así, evaluando la carencia del uso del casco protector como elemento concausal de la
muerte, tal circunstancia se constituyó en el hecho de la víctima que atempera
proporcionalmente la cuantía del monto resarcitorio en cabeza del demandado.
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ACTIVISMO JUDICIAL FRENTE EL ULTRA PETITA

En la ciudad de Mendoza a los veinticuatro días del mes de mayo de dos mil
dieciséis, reunidos en la Sala de Acuerdos de esta Excma. Cuarta Cáma-ra de
Apelaciones en lo Civil, Comercial, Minas, de Paz y Tributario, los señores
Jueces, trajeron a deliberación para resolver en definitiva los au-tos N°
250.418/51.579, caratulados “ARANCIBIA, JOHANA GISEL Y OTS.
C/FELIX LOMBARDO CARLOS IVAN Y OTS. P/D. Y P. (ACCIDENTE DE
TRANSITO)”, originarios del Decimoctavo Juzgado en lo Civil, Comercial y
Minas de la Primera Circunscripción Judicial de la Provincia, venido al Tri-
bunal en virtud del recurso de apelación planteado a fs. 167 por la citada en
garantía en contra de la sentencia de fs. 152/165.
Practicado a fs. 190 el sorteo establecido por el art. 140 del Código
Procesal Civil, se determinó el siguiente orden de votación: Dres. Ferrer, Sar Sar
y Leiva.
En razón de la renuncia de la Dra. Mirta Sar Sar por haberse acogido a los
beneficios jubilatorios, de conformidad al agregado introducido por el Art. 2º de
la Ley 3800 al inc. II del Art. 141 del C.P.C., la sentencia a que se refiere este
acuerdo, será suscripta únicamente por los Dres. Claudio A. Ferrer y Claudio F.
Leiva. Jueces de Cámara.
De conformidad con lo ordenado en el art. 160 de la Constitución
Provincial, se plantearon las siguientes cuestiones a resolver:
Primera cuestión:
¿Debe modificarse la sentencia en recurso?
Segunda cuestión:
¿Costas?
Sobre la primera cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr. Claudio A.
Ferrer, dijo:
I- Llega en apelación la sentencia que glosa a fs. 152/165 por la cual la
Sra. Juez “a quo” hace lugar parcialmente a la demanda interpuesta por Johanna
Gisel Arancibia y Diego Emanuel Cruces en contra de Félix Lom-bardo Carlos
Iván y, en consecuencia, condena a este último a pagar a los actores, en el
término de diez días de quedar firme esa resolución, la suma de $53.000, con
más el monto que resulte de fijar el rubro “daño patrimo-nial del vehículo”,
conforme lo dispuesto en el punto IV.1 de los conside-randos y los intereses
moratorios allí determinados.
II- PLATAFORMA FÁCTICA:
Que a fs. 38/43 se presenta la Dra. Eugenia Granda, por Johanna Gisel
Arancibia y Diego Emanuel Cruces, promueve demanda por daños y perjuicios
en contra de Carlos Iván Félix Lombardo y cita en garantía a Na-ción Seguros,
solicitando se los condene al pago de la suma de pesos ciento cincuenta y ocho
mil ($158.000), más intereses, honorarios y costas o lo que en más o en menos
resulte de las pruebas periciales a rendirse.
Relata que el hecho dañoso se produjo el 16 de noviembre de 2011, a las
12:00hs. aproximadamente, cuando sus representados circulaban en su vehículo,
dominio XKX 679, por calle Güemes, con dirección oeste-este y al llegar a la
intersección con calle Pellegrini, fueron colisionados en su parte delantera
izquierda por una camioneta, dominio ICH 760, que lo hacía por esta última con
dirección al sur.
Afirma que, además, en la intersección existe un disco Pare que no fue
respetado por el demandado.
Se refiere a la responsabilidad del accionado y a los daños por los que
reclama indemnización, estimando sus montos.
Ofrece pruebas y funda en derecho.
A fs. 52/63, comparece el Dr. Lucas Sarmiento García, por la citada en
garantía Nación Seguros S.A., y contesta la demanda solicitando su re-chazo,
con costas.
Alega como eximente de la responsabilidad del demandado y de su
representado a la culpa exclusiva y excluyente del actor, a quien atribuye una
conducción del rodado de manera negligente e imprudente.
Impugna la procedencia de los rubros y montos indemnizatorios re-
clamados.
Ofrece pruebas.
A fs. 65 se presenta el Dr. Lucas Sarmiento García, por Carlos Iván
Félix Lombardo y contesta la demanda interpuesta en su contra, adhirien-do al
responde efectuado por Nación Seguros S.A.
A fs. 85 se resuelve acerca de la admisión y sustanciación de las pruebas
ofrecidas por las partes.
III- LA SENTENCIA RECURRIDA:
La Sra. Juez “a quo” refiere que cabe encuadrar el caso dentro de la
responsabilidad objetiva que emerge del art. 1113, segunda parte, se-gundo
párrafo, del C. Civ., sin que se haya acreditado ninguna de las exi-mentes
contempladas en esa norma, por lo que determina que la demanda debe
prosperar en la extensión que luego analiza.
Sostiene que por daño patrimonial al vehículo se reclamó un total de
$20.000, mencionándose en la demanda que el mismo sufrió una des-trucción
total.
Indica que se encuentra acreditado el carácter de propietario del vehículo
por la actora conforme a las constancias del expediente penal y anticipa que las
pruebas referidas a los daños son claramente escasas.
Menciona la descripción de los daños que se realiza en el acta poli-cial
que consta en el expediente penal, pero advierte que no existe ningu-na otra
prueba de la que surja cuáles serian las reparaciones necesarias, ni su valor.
Entiende que, igualmente, al haberse probado la existencia de da-ños en
el rodado, el monto o cuantía de la reparación no constituye un obstáculo para la
procedencia del rubro, difiriendo la fijación del quantum para la etapa de
ejecución de sentencia de conformidad con lo normado por el art. 273, inc. IV
del CPC.
Determina la procedencia del daño por incapacidad psicofísica de
Johanna Gisel Arancibia, condenando a pagarle a la misma la suma de $15.000;
rechaza este rubro respecto a Diego Emanuel Cruces y admite el daño moral por
ambos, en la suma de $30.000 por la primera y de $5.000, por el segundo.
Por último, admite el rubro “gastos médicos”, por la suma de $200 a
favor de Diego Emanuel Cruces y por la de $2.800 a favor de Johanna G.
Arancibia.
IV- LA EXPRESION DE AGRAVIOS Y SU CONTESTACION:
En la expresión de agravios de fs. 177/181, el Dr. Lucas Sarmiento
García, por la citada en garantía, se agravia por considerar que la Sra. Juez ha
fallado ultra petita, violando el principio de congruencia.
Indica que la parte actora, en su demanda, expresamente reclamó la
suma de $20.000 por la destrucción total de su vehículo, es decir, no reclamó su
reparación, sino una suma de dinero para obtener su reposi-ción.
Manifiesta que al momento de contestar la demanda, su parte se refirió
al rubro en esos términos y así quedó trabada la litis, por lo que no resulta
posible apartarse de lo alegado y probado por las partes, conce-diéndose una
indemnización como si se hubiera demandado la reparación de los daños.
Sostiene que en autos no se han producido pruebas que acrediten la
destrucción total del rodado y que lo único que existe es un acta de proce-
dimiento, efectuada por personal no idóneo, de la que no se desprenden con
claridad cuáles fueron los daños y menos aún que estos determinen la
destrucción total del rodado.
Expresa que, además, no se han analizado las defensas señaladas por esa
parte al contestar la demanda respecto a la improcedencia del ru-bro y que, en
los hechos, el rubro fue rechazado, toda vez que no se acre-ditó la destrucción
total del rodado.
Pide, en consecuencia, que se admita el recurso de apelación inter-puesto
y se modifique la sentencia rechazando el rubro en cuestión.
A fs. 184/185, la Dra. Mónica Delsouc, por los actores Johanna Aran-
cibia y Diego Cruces, contesta la expresión de agravios de la citada en ga-rantía
y solicita que se rechace el recurso de apelación por esa parte in-terpuesto, todo
conforme a las razones que esboza y a las que me remito en mérito a la
brevedad.
V- TRATAMIENTO DEL RECURSO:
V- a)- Algunas reflexiones acerca del principio dispositivo, el de-ber de
congruencia y el activismo judicial.
El principio dispositivo comprende tanto la disponibilidad que las partes
tienen sobre el interés privado y la conveniencia o no de acudir al órgano
jurisdiccional pretendiendo su satisfacción, como el principio de aportación de
parte por el cual estas tienen el monopolio de aportar al proceso los elementos
de hecho y los medios de prueba, lo cual obliga al Juez a resolver de acuerdo
con lo pedido y con los hechos principales que sirven como causa de la
pretensión o defensa.
Su fundamento radica en la idea de que el proceso civil no importa una
cuestión de interés general, sino solo particular de las partes, por lo que el Juez
debe permanecer como un espectador que se limita resolver el conflicto.
Así ha sido destacado por Couture al afirmar que este principio se apoya
sobre la suposición, absolutamente natural, de que en aquellos asuntos en los
cuales sólo se dilucida un interés privado, los órganos del poder público no
deben ir más allá de lo que desean los propios particula-res (Couture, E. J.,
"Fundamentos del Derecho Procesal Civil" cit., p. 186), pero ello no implica que
el dictado de una sentencia justa, conforme a la verdad y al derecho, no interese
a toda la sociedad (Palacio, Lino E., Dere-cho Procesal Civil, t. I, ps. 253/254,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1986).
Del principio dispositivo se deriva el deber de congruencia, es decir, la
conformidad que debe existir entre la sentencia y la pretensión o pre-tensiones
que constituyen el objeto del proceso, más la oposición u oposi-ciones, en
cuanto delimitan este objeto (Guasp, Jaime, "Derecho Procesal Civil", Madrid,
1956, T. I, pág. 974), o como lo señala Peyrano, la exigencia de que medie
identidad entre la materia, partes y hechos de una litis inci-dental o sustantiva y
lo resuelto por la decisión jurisdiccional que la dirima (Peyrano, Jorge W, El
proceso civil, Astrea, 1978, pag.64), regla que deben observar los jueces para el
dictado de sus sentencias y que se encuentra plasmada en el art. 90, inc. 4° del
C.P.C.Mza.
En similar sentido, Augusto M. Morello ha sostenido que los Jueces "…
en preservación del principio de congruencia deben ajustar sus decisio-nes a las
peticiones formuladas al trabarse la litis…Han de aplicar los pre-ceptos
pertinentes en base a los hechos expuestos por los litigantes, pero ello no
autoriza a cambiar la acción interpuesta ni a modificar los términos en que ha
quedado trabada la litis; lo contrario importaría conculcar lisa y llanamente la
garantía de la defensa en juicio faltando a las reglas del de-bido proceso, que
tienen raigambre constitucional, lo mismo que el princi-pio de igualdad ante la
ley (arts. 18 y 16, Constitución Nacional), asegura-do por el Código procesal al
tratar sobre los deberes de los jueces…". (Mo-rello, "Códigos Procesales en lo
Civil y Comercial", T. II - C, ps. 75/76) y Lino Palacio, que: "... Se halla
afectado de incongruencia el fallo que se pronuncia sobre materia extraña a la
que fue objeto de la pretensión y de la oposición ("net eat iudex extra petita
partium"), concediendo o negando lo que ninguna de las partes reclamó"
(Palacio, "Derecho Proc. Civil", T. V, pág. 434).
Ampliando estos conceptos, también se ha expresado que: "El lla-mado
principio de congruencia no es un principio jurídico; es un postulado de la lógica
formal que debe imperar en todo orden de razonamiento, de cualquier carácter o
índole que el mismo sea" (Díaz, Clemente A., "Institu-ciones de Derecho
Procesal" II-A-229).
Aclaradas esas cuestiones conceptuales, de señalarse que la incon-
gruencia puede ser tanto subjetiva, que se presenta cuando se condena a quien
no es parte en el proceso, como objetiva, que implica un desacuerdo entre las
pretensiones formuladas en la demanda o reconvención y la reso-lución judicial.
Esta incongruencia objetiva puede darse por exceso (“ultra petita” o
“extra petita”), cuando se concede más de lo reclamada o algo que no ha sido
solicitado por las partes y por defecto (“citra petita”), si existe omisión de
pronunciamiento acerca de algunas de las pretensiones.
Ese deber constituye un resguardo tendiente a asegurar la garantía de la
defensa en juicio, pero no resulta ser un obstáculo para que, en de-terminados
casos excepcionales, pueda flexibilizarse con el objeto de hacer real la existencia
de una tutela judicial efectiva, eficaz y en tiempo útil.
El deber de congruencia debe entrelazarse con el principio iura cui-ra
novit que es aquel por el cual corresponde al Juez la aplicación del de-recho con
prescindencia del invocado por las partes, constituyendo tal pre-rrogativa un
deber para el juzgador, a quien incumbe la determinación correcta del derecho,
debiendo discernir los conflictos litigiosos y dirimir-los según el derecho
vigente.
Ahora bien, cabe preguntarse si podría el sentenciante, a partir de este
principio, introducir modificaciones en las acciones interpuestas o decidir acerca
de algunas no articuladas en la causa. Sin dudas que la res-puesta es negativa, ya
que los jueces sólo están facultados para suplir la ausencia o falencia del derecho
invocado por las partes, pero no les está permitido convertir una acción en otra
distinta, ni suplir las omisiones que se puedan haber incurrido al deducirlas o
darle a las defensas esgrimidas un alcance mayor al que tienen.
Es que el adagio iura novit curia sólo autoriza a calificar la preten-sión
interpuesta, cuando la norma invocada fuere errónea o si se hubiese omitido su
calificación, pero no ha cambiarla por otra; de la misma manera no se pueden
cambiar las defensas o excepciones y resolver por alguna no articulada y
respecto de la cual la parte afectada quedó impedida de pro-ducir las pruebas
que hacen a tan impropia cuestión (Fassi, Santiago, Ya-ñez, César D., "Código
Procesal Civil y Comercial - comentado, anotado y concordado-", 3ª ed., Ed.
Astrea, p. 795).
Esa es la posición sostenida por esta Cámara desde hace largo tiem-po al
resolver que: “Por amplias que sean las facultades de los jueces en virtud del
principio "iura cura novit", ellas no lo son tanto como para alte-rar los términos
de la litis, acordando al actor lo que no pidió en su de-manda o reconociendo
defensas que el demandado no hizo valer en su res-ponde, pues de proceder así
caería en lo arbitrario y excedería los límites de la actividad jurisdiccional.”
(Fallo del 26-08-1996; autos n° 22294- Cas-tro Zaragosa Susana c/ Hugo F.
Bizzotto Scatalar y Ots. p/ Daños y Perjui-cios; Libro de Sentencias: 139:112;
otras referencias LS 109:240; LS 121:240; LS 121:257; LA 132:228; LA
140:248; LS139:112; LA 180:185; LA 180:233).
Volviendo sobre la flexibilidad del principio de congruencia, la ma-yoría
de las legislaciones procesales vigentes tienen incorporadas normas que alientan
o permiten el denominado activismo judicial para determina-dos actos del
proceso, cuya finalidad reside sustancialmente en asegurar la eficacia del
proceso y que se plasma a través de facultades tendientes a esclarecer hechos
controvertidos, intentar la conciliación o reprimir incon-ductas procesales.
Morello ha señalado la importancia de este rol protagónico del Juez a
través de la flexibilización de los principios procesales y la actualización de los
criterios de hermenéutica para liberar al proceso civil de estériles chalecos de
fuerza, de manera que por su intermedio adquiera verdadera operatividad el
derecho de fondo (Morello, Augusto M., "La prueba. Ten-dencias modernas", p.
98, 2ª ed., Ed. Abeledo Perrot).
En definitiva, lo que el activismo judicial propugna es el abandono del
Juez conservador, con una actitud absolutamente pasiva, por un Juez activo, con
amplias potestades probatorias y facultades para impulsar el proceso y lograr se
arribe a sentencia justa conforme a la verdad real, pero sin que esto importe un
menoscabo en la igualdad de las partes y su ade-cuada defensa en juicio.
Jorge W. Peyrano (“El cambio de paradigmas en materia procesal civil”;
LA LEY 13/08/2009, 1 - LA LEY 2009-E, 785), en apoyo a este cambio de
mentalidad dentro del proceso civil impulsando por el activismo judi-cial,
menciona que entre las herramientas más utilizadas, muchas de las cuales han
tenido consagración legislativa, deben destacarse a las cargas probatorias
dinámicas, la tutela anticipada, la medida autosatisfactiva, la tutela preventiva, el
mandato preventivo, la flexibilización de la con-gruencia, el recurso indiferente,
la reconducción de postulaciones, la re-posición in extremis, el recurso ad
infinitum, la medida cautelar innovati-va, el indicio vehemente, el valor
probatorio de la conducta en juicio, la proscripción del abuso procesal, la
medida conminatoria, la teoría de las pruebas leviores y tantas otras creaciones
que, exitosamente, según su parecer han podido enfrentar las anomalías
producidas por la antigua con-cepción conservadora.
No discrepo con esa posición, que como podrá advertirse, en lo que
atañe a este caso concreto, incluye la flexibilización de la congruencia, es más,
reiterando las palabras esbozadas por Ivana María Airasca (“El Juez del siglo
XXI”; LLLitoral 2002, 1447), estoy absolutamente convencido de que: “No hay
dudas que se viven desde hace tiempo cambios en el proceso civil, y que se mira
lo mismo no desde la óptica de los productores y acto-res del sistema procesal, -
legislador, jueces y abogados-, sino que se lo mira fundamentalmente desde la
óptica del justiciable, de asegurar a to-dos el acceso a la justicia, de obtener una
tutela judicial efectiva, -y a veces incluso preventiva-, en tiempo oportuno,
razonable, en desentrañar siempre la verdad real de los hechos y dictar así una
sentencia justa en cada caso concreto, en hacer justicia en términos reales y
concretos, en un mayor activismo y protagonismo de los jueces para mantener la
igualdad real de las partes en el proceso, y para desentrañar la verdad de los
hechos y dictar sentencias que hagan justicia en el caso concreto, y de esta
manera se acentúan los poderes-deberes que poseen los jueces en el proceso,
todo ello justificado en la imperiosa necesidad de hacer justicia, en la justicia del
caso concreto…” y siguiendo a la misma autora también asiento que “El Juez
que imparte justicia no puede ni debe ser sordo, cie-go y mudo, y tampoco
puede ni debe dejarse engañar por las partes, ni hacerse el distraído cuando éstas
ocultan pruebas o acompañan pruebas falsas o erróneas, sino que debe
incansablemente buscar la verdad real, objetiva de los hechos y debe dictar una
sentencia que haga justicia en el caso concreto, o al menos debe dictar una
sentencia lo más justa posi-ble…”, pero a ello debo agregar que esa sentencia
justa solo es factible respetando la igualdad entre las partes y los postulados de
los principios dispositivos y de congruencia, lo cual, en definitiva, constituye
una delga-da línea por la que debemos transitar sin caer hacia ninguno de los
extre-mos, lo que permitirá arribar a una resolución que refleje la verdad real y
objetiva de los hechos, en un tiempo razonable y enmarcada dentro del debido
proceso.
V- b)- La aplicación de estos principios al caso concreto.
El único agravio de la citada en garantía apelante se ciñe a la admi-sión
del rubro “daño patrimonial en el vehículo”, habiéndose diferido la
cuantificación de los gastos de reparación del rodado de la parte actora para el
momento de la ejecución de sentencia, cuando lo reclamado no fue esa
reparación sino un monto global por la destrucción total del roda-do,
circunstancia negada al contestar la demanda y no probada a lo largo del
proceso, considerando que, en este aspecto, la sentencia resulta arbi-traria y
violatoria del principio de congruencia.
De los escuetos términos de la demanda surge que por daños al ve-
hículo se reclamó el valor del mismo, que se estimó en la suma de $20.000,
considerándose que había sufrido una destrucción total.
Expresamente se señaló: “Daños en el vehículo: Conforme surge de la
prueba acompañada el vehículo sufrió destrucción total… Por lo tanto el valor
del vehículo en el mercado es de PESOS VEINTE MIL ($20.000), te-niendo en
cuenta que además contaba con un equipo de gas” (fs. 40).
Por su parte, la citada en garantía, al contestar la demanda, respec-to del
rubro relacionado con los daños materiales al vehículo, además de negar la
legitimación de los actores para su reclamo, negó que el mismo haya sufrido una
destrucción total; que se hayan ofrecido pruebas tendien-tes a acreditar ese
extremo y que su valor fuera de $20.000 (fs. 62 y vta.).
Nadie discute que el art. 1083 del C.CIV. introdujo un factor de
flexibilidad que permite al sentenciante apreciar no sólo la imposibilidad, sino
también la inconveniencia de la reparación de los daños y fijar como
indemnización el importe de la reposición de la cosa, en lugar de su repa-ración
cuando esta última solución resulte más onerosa al deudor, criterio que se
encuentra afianzado desde la vigencia del art. 1740 del CCCN en donde la
reparación en dinero, y no en especie, es la regla, ni mucho me-nos puede
discutirse acerca del derecho que tiene la víctima a ser coloca-da en la misma
posición que tenía antes del evento dañoso, por lo que, cuando los arreglos que
deban hacerse a un vehículo para reintegrarlo al estado anterior al hecho dañoso
se tornen antieconómicos, es decir, cuan-do esos arreglos superen su valor
mercado, resulta conveniente resarcir el valor de éste descontado el que
representa la venta de los rezagos.
Tampoco puede obviarse que, como lo ha sostenido este Cuerpo con otra
integración (Cámara 4a de Apelaciones en lo Civil, Comercial, Minas, de Paz y
Tributaria de Mendoza; R., R. J. c. Peugeot Citroen Argentina S.A. y ots. s/ d. y
p. (accidente de tránsito) 29/05/2013; AR/JUR/22885/2013), para ser resarcido,
“...el perjuicio debe ser cierto, efectivamente existen-te, no siendo resarcible el
daño conjetural, posible o hipotético; aquella exigencia es una mera derivación
del principio en virtud del cual el perjui-cio es un elemento constitutivo esencial
de toda pretensión resarcitoria y por tanto, debe estar claramente manifiesto en
el proceso. La carga de la prueba recae sobre el actor. Reiteradamente se insiste
en que la amplitud de facultades jurisdiccionales en la fijación de la cuantía de la
indemniza-ción tiene como presupuesto un daño probado en sí mismo, aunque
no se haya acordado el monto de la reparación. No obstante, no siempre se
practica el deslinde entre la certidumbre del daño mismo y la liquidación del
monto necesario para indemnizarlo… La medida de una indemnización es
únicamente una circunstancia de magnitud (cuánto) de una esencia ya
reconocida y comprobada; pero este quid o elemento fáctico debe ser in-
equívoco y surgir del proceso de manera clara, específica y contundente. Por
ello, no basta la prueba de que se han producido daños en el automo-tor,
vagamente, si se ignora cuáles son, en detalle, es decir, qué modali-dades
materiales reviste el perjuicio. Puesto que el requisito del daño de-be verificarse
particularizadamente y sin indefinición. Deben aportarse elementos de juicio
sobre su específica composición fáctica…”.
Como lo afirma la Jueza “a quo” y surge de las constancias de au-tos, en
el caso bajo examen las pruebas relacionadas con los daños sufridos por el
rodado de los actores “son claramente escasas” y se circunscriben a lo
manifestado por el personal policial actuante en el acta de procedimien-to de fs.
1 del expediente penal venido AEV, en donde se consigna que el mismo
presenta: “…daños en capot, paragolpe delantero, parabrisas roto por completo,
puerta de costado izquierda rota por completo, rotura de motor completo…”.
Ninguna otra prueba se ofreció, ni mucho menos se produjo, ten-diente a
determinar la magnitud de esos daños (fotos, pericia mecánica), ni que se
relacionara con el costo de sus reparaciones y el valor del merca-do del rodado,
lo cual habría permitido calificar, o no, a aquellos como destrucción total.
En definitiva, las pruebas de los daños son ciertamente escasas, no
obstante lo cual, entendiendo la sentenciante que ellos se encuentran
acreditados, aun cuando no lo esté el monto que insumirían sus reparacio-nes,
admite el rubro y manda a determinar su cuantía en la etapa de eje-cución de
sentencia.
Me permito discrepar respetuosamente con dicha solución, ya que, como
lo vengo señalando y lo afirma la aseguradora apelante en su agra-vio, lo
demandado, y sobre lo que esa parte se defendió, no fue la repara-ción de los
daños del rodado, cuyo monto podría estar indeterminado al momento de la
sentencia y ser diferida su cuantificación para la etapa de ejecución de la
sentencia si esos daños estaban probados y era eso lo re-clamado en la demanda
(art. 273, inc. IV del C.P.C.), sino una indemniza-ción en dinero ($20.000) por
la destrucción total del vehículo, extremo que debía ser probado por la parte
actora que lo alega (art. 179 del C.P.C.) y que no ha sido acreditado.
De lo expuesto surge sin hesitación una cuestión gravitante, cual es la
violación, por parte de la sentenciante, de la obligación de atenerse al resolver a
las alegaciones, fundamentos y defensas, explicitadas al inicio del proceso, que
conforman lo que procesalmente se denomina "traba de la litis".
Ha dicho al respecto la CSJN, en consonancia con lo que vengo ex-
presando, que: “El principio constitucional de la reparación integral no justifica
que sean sorteadas explícitas normas procesales que determinan el preciso
alcance de la competencia apelada y que hace a la tutela de la defensa en juicio.
Es que el principio procesal de congruencia, de raigam-bre constitucional,
resultaría vulnerado si la sentencia que establece la indemnización decidiese
respecto de una partida que no fue incluida en el escrito de demanda como
objeto de la pretensión deducida (CSJN, 24/8/1995, P.F.F. c/Empresa de
Ferrocarriles Argentinos, LL 1995-E-17).
En definitiva, considero que no resulta viable, ni procedente, admi-tir el
rubro “daño patrimonial en el vehículo”, difiriendo la cuantía de la
indemnización para la etapa de ejecución de sentencia, en la cual debería
determinarse el costo de las reparaciones del rodado, cuando no fue ese el daño
reclamado sino que lo fue el valor de sustitución del rodado ante su alegada
destrucción total que, como lo vengo señalando, no ha sido proba-da, reiterando,
una vez más, que a los jueces les está vedado apartarse de los términos de la
relación procesal, resolviendo en base a cuestiones no planteadas en los escritos
de demanda y contestación, situación que se presenta en el caso y que, a mi
entender, altera la igualdad entre las par-tes y los postulados de los principios
dispositivos y de congruencia, traspa-sando aquella delgada línea a la que
hiciera referencia anteriormente.
En conclusión, conforme a las consideraciones precedentes, corres-
ponde hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por la citada en ga-rantía a
fs. 167, debiendo modificarse la sentencia de grado en cuanto admite el rubro
“daño patrimonial al vehículo”, que se rechaza. ASI VOTO.
Sobre la misma y primera cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr. Claudio
F. Leiva, dijo:
Que por lo expuesto precedentemente por el miembro preopinante, adhiere al
voto que antecede.
Sobre la segunda cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr. Claudio A.
Ferrer, dijo:
Atento como se resuelve la primera cuestión, las costas de Alzada deben
ser soportadas por los actores Johanna Arancibia y Diego Cruces que resultan
vencidos en esta instancia impugnativa. ASI VOTO.
Sobre la misma y segunda cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr.
Claudio F. Leiva, dijo:
Que por las mismas razones adhiere al voto que antecede.
Con lo que se dio por terminado el acuerdo, pasándose a dictar sen-tencia
definitiva, la que a continuación se inserta.
SENTENCIA:
Mendoza, 24 de mayo del 2016.
Y VISTOS:
Por las razones expuestas, el Tribunal
RESUELVE:
1) Hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por la citada en ga-
rantía Nación Seguros S.A. a fs. 167 contra la sentencia de fs. 152/165, la que
quedará redactada del siguiente modo: “I.- Hacer lugar parcialmente a la
demanda interpuesta por los Sres. Johanna Gisel Arancibia y Diego Emanuel
Cruces en contra del Sr. Félix Lom-bardo Carlos Iván, y en consecuencia
condenar a este último a pagar a los actores, en el término de DIEZ DÍAS de
quedar firme la presen-te, la suma de PESOS CINCUENTA Y TRES MIL
($53.000), con más los intereses moratorios determinados en los fundamentos de
esta sen-tencia. II.- Imponer las costas a los demandados vencidos por lo que
prospera la demanda y a los actores por lo que la misma se rechaza (arts. 35 y 36
CPC). III.- Hacer extensivos los efectos de la sentencia a Nación Seguros S.A.,
dentro de los límites y alcances del contrato. IV.- Diferir la regulación de
honorarios para su oportunidad.”
2) Imponer las costas de Alzada a la parte actora vencida (arts. 35 y 36 del
C.P.C.).
3) Diferir la regulación de honorarios de los profesionales intervinien-tes
en esta vía impugnativa, hasta tanto se practique la de primera instancia.
Cópiese, regístrese, notifíquese y bajen.
caf/dds/5658

Dr. Claudio A. Ferrer Dr.


Claudio F. Leiva Juez de Cámara
Juez de Cámara

Dra. Andrea Llanos


Secretaria de Cámara
AGRAVIOS.
1) AGARRARSE EL POZO… ESQUIVAR UN POZO
PRIMER AGRAVIO: El inferior yerra y agravia a mi poderdante, en cuanto considera probado
que la expresión de la testigo Antonia Laura Coronel (fs.213) que dijo: “…..que agarró un pozo
Hernnadez….”

Por los dichos del actor: “……Al tratar de esquivar un pozo, se cae sin poder levantarse…..”

Entonces, se probó la culpa del actor en el siniestro que relata, quiso esquivar un pozo y se
cayó, no es que se agarró el pozo y éste lo hizo caer, ya que “ agarrarse un pozo”,

De esta manera la testigo Coronel, a la que el juez toma como central para dar por probado el
hecho, refiere a un hecho distinto al de la demanda, “se agarró el pozo”, no es “por esquiarlo
me caí”,

Ergo: no está acreditada la mecánica del hecho, sino que el desvío del actor por el que se cayó
solo, entonces no está probado el hecho que pudiere merecer un reproche jurisdiccional, sino
probada la culpa del propio actor por el que la demandada no debe responder. Solicito se haga
lugar a la apelación deducida, con costas.

SEGUNDO AGRAVIO: POZO NO ES COSA RIESGOSA???

no hay ninguna prueba que acredite las características físicas del supuesto pozo para ser
adjetivado de “cosa riesgosa”, en cuanto no se ha probado en autos que haya sido causa activa
y determinante de los supuestos daños reclamados, pues el actor en la demanda dice que lo
esquiva y se cae, y lo reitera en el acto perici

l acto “no se lo agarró” sino que “lo esquivó” y el solo se cayó, sin intervención alguna del
citado “pozo”, ya que tal como dijimos no basta la posible conexión física sino que el resultado
debe ser consecuencia necesaria previsible del hecho, en cuanto todo hombre medio, una
persona de previsión normal, puesto hipotéticamente en el hecho descripto por el actor, al
desviar el “pozo” no se cae sino que avanza, pues lo ha desviado, lo que importa que el desvío
como dijo el actor que hizo no puede generar el supuesto resultado que se le atribuye como
consecuencia del citado “pozo”.

No habiéndose probado el carácter de cosa riesgosa del supuesto pozo del que habla la
testigo Coronel, no puede el sentenciante decir que una ciclovía con baches es una cosa
riesgosa, porque no está probado características de peligrosidad en el supuesto “pozo” y no se
probó lo demandado, en cuanto el actor dice que se cayó solo por desvío del pozo y no que
éste sea la causa por la que se cayó por haberlo agarrado, como dijo la testigo Coronel y
erróneamente ha interpretado el juez.

Adviértase la propia contradicción del a quo, en cuanto dice:“…..No se trata de cualquier


obstáculo en una vía de circulación sino de aquellos que pueden llegar a ser causa de daños en
las personas….”, pues justamente no se probó la existencia del bache referido y menos aún
que pudiere llegar a ser causante de daños al actor, ya que nunca se precisó cual era y su

Conforme lo hasta aquí narrado ha quedado en evidencia otro equívoco del inferior, al dar por
cierto, sin prueba alguna, solo con el testimonio de Coronel que dijo que el actor se agarró un
pozo, cuando en realidad no se lo agarró sino que lo desvió y se cayó por sí solo, por así
haberlo dicho el actor en las oportunidades procesales ya apuntadas y por ello sus expresiones
de que la vía de circulación no presente vicios o defectos que pueden causar daños a personas
es errónea, porque no se ha probado que el supuesto pozo haya tenido identidad suficiente
para que pueda causar daños a terceros, por lo que sus aseveraciones en tal sentido son solo
conjeturas que invalidan su fallo, en cuanto le dá identidad probatoria a los dichos de Coronel,
contrarios al hecho demandado y del que la demandada nada tiene que responder.

Dar por cierto el hecho con la expresión de la testigo Coronel (fs.213) que dice: “….que
agarró un pozo Hernández….”, es un yerro sustancial que como premisa principal
desencadena una serie de razonamientos derivados de la misma igualmente erróneos y
contrarios a derecho, porque Hernández dice que esquivó el pozo y se cayó, por ello
seguramente el juez le otorga el veinte por ciento de responsabilidad, cuando debió ser
el ciento por ciento, ya que no se probó otra cosa que no sean sus dichos de la demanda
y de la pericia médica, que se desvió y se cayó solo, por eso el juez le achaca que se
movilizaba en bicicleta en una vía de circulación en que debía extremar cuidados
atribuyéndole la responsabilidad en un veinte por ciento, sin fundamento alguno,
cuando debió serlo del cien por ciento (100%), porque el siniestro sucedió por su
negligencia, al desviarse y caerse, a confesión de parte relevo de prueba.

En Argentina, desde 1960 la esperanza de vida viene en


ascenso, siendo el punto inicial los 63,98 años y llegando
a su punto más alto en 2019 con un promedio de 77,28
años. Las últimas mediciones se realizaron en 2021 con
un resultado de 75,39 años.
AGRAVIO SEXTO:

DAÑO MORAL MAS QUE EL PEDIDO POR EL ACTOR … NOES UN POSTURA EXTRA PETITA COMO
DICE LA DEMANDADA, SINO ULTRA PETITA… EN SU CASO, LA DEMANDADA CONFUNDE LOS
TERMINOS EXTRA PETITA Y ULTRA PETITA

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Cuál es la diferencia entre una bicisenda y una ciclovía?

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Por su parte, las bicisendas se encuentran sobre la vereda o en espacios verdes y


no tienen separación física. Sin conocer bien esta diferencia, se suele hacer
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[8:13, 31/8/2023] Ivana Tognocchi: Nuestro sistema procesal civil si bien es un


sistema mixto dispositivo—inquisitivo, no escapa a la

corriente generalizada del publicismo del derecho procesal donde la facultad de


instar la jurisdicción

se encuentra en manos de las partes sobre quienes pesa la carga de la aportación


de los hechos y

producción de prueba tendiente a su acreditación, en un intento de crear en el juez


la convicción

necesaria para que falle a su favor.

Cuando dicha prueba resulte insuficiente al juez, él mismo puede y debe echar
mano a las facultades

instructorias que legalmente le son reconocidas procurando aproximarse lo


máximo posible a la

verdad real, no debiendo conformarse con el dictado de una sentencia que alcance
una verdad

meramente formal. Por ello, las reglas d…

[8:13, 31/8/2023] Ivana Tognocchi: Facultades del juez en el proceso civil👆🏽👆🏽👆🏽

[8:21, 31/8/2023] Ivana Tognocchi: Lo expresó magistralmente Calamandrei "No


basta que los magistrados conozcan a la perfección las leyes escritas; sería
necesario que conocieran perfectamente también la sociedad en que esas leyes
tienen que vivir", agregando "El tradicional aforismo iura novit curia (la curia
conoce las leyes) no tiene valor práctico alguno si no se le agrega éste: mores
novit curia (la curia conoce las costumbres)"5 … ”los

[8:22, 31/8/2023] Ivana Tognocchi: iura novit curia👆🏽👆🏽👆🏽

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[8:35, 31/8/2023] Ivana Tognocchi: En los últimos años y debido al desprestigio


que padece el Poder Judicial, el ciudadano no siente garantizado el derecho a una
sentencia justa.-

El objeto y finalidad del presente estudio constituye la importancia del Juez y su rol
activo en el proceso civil, a los fines de verificar la verdad material o histórica.-

Así y a los fines de formar la convicción necesaria, suficiente y motivada respecto


a la verdad jurídica objetiva, el juez se valdrá de todas las medidas de prueba que
a su juicio sean razonables, a condición de que no medie agravio para el derecho
de defensa.-

Caso contrario, el no acceder (por la suyas) a la verdad jurídica objetiva, dictará


una sentencia formal, aparente, inadecuada, que no se conforma con los fines del
SERVICIO DE JUSTICIA.-

La función del juez en el proceso civil, debe ser la de "director o conductor del
proceso", alejado del "juez dictador", propio de los gobiernos revolucionarios, que
le otorgan enorme poderes frente al ciudadano común, como así también del "juez
espectador" que, con una actitud pasiva, se limita a dictar un pronunciamiento
pensando únicamente en la aplicación que estime correcta de la ley, pero
alejándose de la realidad.-

Los jueces, por consiguiente, deben realizar el uso adecuado de los deberes que
la ley les confiere, a fin de "descubrir" la verdad material sobre lo formal, incluso en
forma oficiosa, ante el error o negligencia de los justiciables.-
Se analizará que el principal deber del juez es dictar una sentencia justa, o lo más
justa posible y para ello, debe utilizar todos los medios que el proceso judicial le
brinda; las partes tienen la carga de aportar las pruebas, pero si el juez no está
convencido de cómo ocurrieron los hechos controvertidos, el ordenamiento
procesal le otorga una serie de instrumentos para formarse una convicción de los
hechos litigiosos independiente de la voluntad de las partes y pueda cumplir -
obviamente asegurando el pleno control bilateral- con ese deber fundamental. Si
no lo usa no podrá dictar una sentencia justa (1).

Es por ello que se demostrará, refutando los que argumentan la pasividad del juez
y que el nuevo milenio debe ser un tiempo de renovación y también de una nueva
administración de Justicia, que la iniciativa probatoria del juez, no afectan su
imparcialidad, ni el debido procesa, ni a la igualdad de las partes, que serían las
principales limitaciones.-

II. Fundamentación [arriba]

En un Estado moderno es del interés público hacer Justicia y el único medio


éticamente aceptable para ese objetivo es el descubrimiento de la verdad, ya que
el juez, como órgano del Estado, cuenta con suficientes poderes jurisdiccionales
de orden público y se halla autorizado para realizar de oficio una amplia
averiguación de la verdad del proceso en miras a un interés superior de justicia, sin
atender si suple o no la inactividad voluntaria o involuntaria de las partes (2).

Así y al fundamentarse que no se vulneran derechos constitucionales al actuar "de


oficio" por parte del juzgador, cabe un interrogante: ¿porqué parte de la doctrina,
abogados y jueces se resisten a admitir estos deberes de los magistrados,
imponiendo limitaciones y limitaciones a la verificación de la verdad material o
histórica?.-

Estos opositores a los deberes de los jueces quieren y pretenden un juez inactivo,
que dictará la sentencia limitado a las pruebas que las partes aporten, pues de lo
contraria el juez no sería imparcial.-
Este pensamiento me lleva a sostener que queremos a un juez que sea como
árbitro en una disputa deportiva que sólo se encarga de contar los tantos y que se
cumpla con las reglas de juego o bien como sostuvo Arthur Vanderbilt, juez de los
Estados Unidos de América, en La justicia emplazada a reformarse, trad. De
Carlos Alberto Benítez y Javier Clavell Borrás, quien expresara con fuertes
palabras el grave peligro que para la comunidad "representan los jueces, muchos
de ellos afables caballeros, que abiertamente o de modo encubierto se oponen a
toda innovación en las leyes procesales o en la administración judicial que puede
contribuir a eliminar del derecho toda sutileza técnica, táctica sorpresivo y demora
injustificada; y ello sólo por no verse obligados a estudiar nuevas normas
procesales o nuevos y más eficaces métodos de trabajo. Tales jueces forman
legión. Debo equiparar a ellos a la multitud de abogados que conociendo los
defectos de la ley, tanto por experiencia personal como por las quejas de sus
clientes, se oponen igualmente a la reforma, ya sea por las mismas razones
egoístas que los jueces o, lo que es peor todavía, sólo por sumisión a ellos".-

Necesitamos un cambio mentalidad en todos los hombres del derecho -que es lo


más difícil de lograr- pues si bien la doctrina de la Corte Suprema fue avanzando
mucho en el tema, desde el caso "Colalillo" y pasando por el de "OILHER"
(23/12/80), donde –en este último- se ingresó prueba conducente, fuera de la
oportunidad legal, respetándose el principio de control y bilateralidad, parecería
que muchos intentan, enmascarados en la imparcialidad del juez, tener una justicia
que no responda a la exigencias sociales.-

Así y no obstante que la vigencia estricta del principio dispositivo requeriría que se
confiase exclusivamente a la iniciativa de las partes la posibilidad de suministrar la
prueba indispensable para demostrar la existencia o inexistencia de los hechos
controvertidos, la generalidad de las leyes procesales, inclusive las más
firmemente adheridas a dicho principio, admiten, en mayor o menor medida, que el
material probatorio incorporado al proceso por los litigantes sea complementado o
integrado por propia iniciativa del órgano judicial (3).

El Diccionario jurídico Abeledo-Perrot, al definir las medidas para mejor proveer


señala: "La vigencia estricta del principio dispositivo requeriría no solamente que la
iniciativa del proceso y la aportación de los hechos dependiesen de la voluntad de
las partes sino que, además, se confiase exclusivamente a éstas la actividad
consistente en ofrecer y producir las pruebas tendientes a la demostración de sus
afirmaciones. Pero en razón de que esta última limitación es susceptible de
impedir, en ciertos casos, el esclarecimiento de la verdad jurídica objetiva que,
pese a las restricciones propias de la prueba civil, constituye la meta a que debe
aspirar una recta administración de justicia, las leyes procesales admiten, en forma
concurrente con la carga de la prueba que incumbe a las partes, la facultad de los
jueces en el sentido de complementar, por propia iniciativa, el material probatorio
aportado por aquéllas. Tal facultad se concreta en la posibilidad de adoptar las
denominadas medidas para mejor proveer. (4)

Esta definición contiene el paradigma justificativo de estas medidas centrándolo en


que la "recta administración de justicia" debe aspirar al "esclarecimiento de la
verdad jurídica objetiva".-

Nuestro Código de Procedimiento Civil, pese a ser de base dispositiva, presenta


en lo relativo a la prueba, importantes manifestaciones del principio inquisitivo, que
en lo que nos interesa, están referidas a los deberes de los jueces de actuar y
corregir de oficio.-

No se me pasa por alto que es un problema cuya solución divide las opiniones, el
hecho de que si debe el Juez o no ordenar de oficio que se rindan las pruebas
cuando, según su criterio, no se han presentado las necesarias para producir la
demostración de los hechos alegados.-

Según algunos autores, los juicios civiles ventilan cuestiones de simple interés
privado, reservadas a la iniciativa de las partes. La autoridad del Juez no debe
suplir la actuación de las partes y si éstas no han podido o no han querido actuar
en la prueba, el Juez debe pronunciarse con el solo mérito de los antecedentes
que tenga en su mano. Sería debilitar su imparcialidad. Necesariamente, estas
actuaciones que él ordene resultarán favorables a uno de los litigantes,
convenciéndose el contrario que el Juez ordenó la prueba para favorecer
deliberadamente la posición del adversario.-

En los juicios civiles, argumentan otros, no es exclusivo el interés privado: al lado


de éste se encuentra el interés social de disminuir los litigios. Cada pleito supone
un estado anormal de la vida del derecho y hay que procurar que las resoluciones
de estas anomalías vuelvan a su cauce normal que es la verdad. De aquí deducen,
que el Juez frente a una falta de pruebas que puede causar el estancamiento del
pleito o una sentencia no dictada en equidad, debe tener medios para llegar a la
investigación necesaria que le permita resolver el pleito sin dilaciones y dentro del
estricto límite de la verdad.-
Es hasta cierto punto ilógico que el Juez carezca del poder indispensable para
guiar hacia la verdad cualquier hecho en el que él haya percibido la necesidad de
una prueba más adecuada. La sentencia debe ser siempre la expresión de la
verdad y de la justicia; si la primera no se ha esclarecido en el juicio, fatalmente la
sentencia será injusta.-

Cuando el Juez dispone hacer uso de aquellas deberes, buscando algún medio de
información para completar su conocimiento sobre los hechos de la causa, lo ideal
es que éste desconozca incluso a la parte a quién va a beneficiar a través de su
actividad.-

Ahora bien, si los hechos aducidos por las partes no logran la convicción del juez,
éste puede de oficio ordenar algún medio probatorio. Para ello, sin embargo, es
menester que haya en los autos algún antecedente, alguna presunción de verdad
en favor del hecho que debe ser establecido, alguna prueba, aunque insuficiente
que sirva en el sentido indicado.-

En consecuencia, podemos decir que una de las más grandes excepciones a la


pasividad del Juez se encuentra consagrada en la institución de las medidas para
mejor proveer o iniciativa probatoria del juez.-

Esta iniciativa probatoria constituye una intervención de oficio del órgano


jurisdiccional, prevista por la ley para los casos en que la prueba rendida por la
iniciativa de los litigantes sea, en concepto del Juez, insuficiente o deficiente, en su
conjunto, o en relación con un medio de prueba determinado.-

En virtud de ello, cabe preguntarse: ¿no le señala la norma –al Juez- con enfática
y precisa traducción semántica que debe "ordenar las diligencias necesarias para
esclarecer la verdad" y acaso el exacto verbo "ESCLARECER" no significa "poner
en claro, iluminar, dilucidar una cosa (los hechos).-

Por ello, el juez debe disponer las diligencias razonables y necesarias para poner
en claro "la verdad" de los hechos controvertidos, respetando, obviamente, el
derecho de defensa de las partes.-
Y ese derecho de defensa se respeta en el control de las partes sobre el trámite
concreto de esa oficiosa averiguación. Y así: a) está proscripto cualquier ingreso
sorpresivo de evidencias que quebrante la igualdad de tratamiento o menoscabe la
congruencia; b) las partes podrán controvertir la pertinencia o relevancia de la
prueba; c) podrán participar de ella, d) podrán producir contraprueba; e) podrán
discutir acerca de la eficacia de la prueba de oficio antes de la decisión; f) podrán
ejercer, en su caso, la impugnación de la sentencia.-

Como se observa, queda perfectamente resguardado el derecho de defensa.-

Sentis Melendo enseñaba que entre los peligros mas naturales y frecuentes
relacionados con los poderes de los jueces está el no ejercicio de ellos; un
magistrado puede pasarse la vida sin hacer uso de los poderes que la ley ha
puesto en sus manos, sin pensar que fueron puestos para que se ejerciten.-

III. Argumentación de la pasividad del juez y su refutación [arriba]

Los que argumentan la pasividad del juez se basan en cinco postulados, que para
mi entender, carecen de justificación.-

Estos postulados son: 1) incompatibilidad de la iniciativa probatoria respecto a la


prueba de las partes, 2) el carácter privado del objeto litigioso, 3) el interés único
de las partes en la obtención de una sentencia favorable, 4) protección de la carga
de la prueba, 5) imparcialidad del juez.-

Respecto al primer argumento, es que solamente las partes pueden aportar


pruebas en el proceso y esto sería así porque el ordenamiento jurídico le atribuye
un derecho a la prueba. En consecuencia, el Juez no se puede interponer en el
ejercicio de ese derecho y si así lo hace –aportando prueba- estaría en
contradicción con ese derecho de las partes.-
Esta fundamentación es fácilmente rebatible. El derecho a la prueba consiste en la
libertad que tienen las partes de ofrecer los medios probatorios que consideren
pertinentes para lograr el convencimiento del Juez respecto al objeto litigioso.
Caso contrario se atribuiría el monopolio de la prueba a las partes, extremo no
querido por el legislador al sostener expresamente cual es el deber del juez en el
art. 36.-

El segundo argumento es el interés privado discutido en el proceso civil, en


consecuencia las partes deben ser libres en su disposición. Este argumento no
solo no distingue entre el principio dispositivo y el de aportación, sino que
considera que el proceso civil es un negocio particular.-

Este razonamiento pertenecía a la concepción privatista del proceso, que ha sido


superada por la visión publicista que lo concibe como el instrumento necesario
para el ejercicio de la función jurisdiccional del Estado.-

Ahora, no cabe duda alguna que los temas que se le presentan al Juez civil son,
por lo general, de carácter privado, pero ello no quiere decir que el proceso sea
privado, pues el desarrollo del mismo pertenece al Estado y no a las partes.-

Como destacara Calamandrei en 1943 "de la consideración de la jurisdicción,


también en materia civil, como una función pública, se deriva la necesidad técnica
de dar al juez todos los poderes necesarios para poder cooperar activamente a la
satisfacción del interés público que también en el proceso civil está en juego; y
basta reconocer el carácter público de la función jurisdiccional para deber
considerar como técnicamente inadecuado a los fines de la justicia un sistema en
el que el juez asiste como espectador impasible ...el juez, también en el proceso
civil, debe estar en todo caso provisto de los poderes indispensables para
administrar la justicia de un modo activo, rápido y seguro: no vale objetar que
cuando la materia de la contienda pertenece al derecho privado también la marcha
del proceso se puede considerar como un negocio privado, cuya suerte puede
abandonarse al interés individual de los contendientes; por el contrario también en
los procesos sobre controversias de derecho privado entra en juego, tan pronto
como se invoca la intervención del juez, el interés eminentemente público que es la
recta y solícita aplicación de la ley al caso concreto".-
El tercer argumento es que los litigantes son los que mejor defienden sus intereses
y en consecuencia nadie está en mejores condiciones de conocer los medios
probatorios que acrediten la certeza de sus alegaciones.-

Así, si los litigantes quieren acreditar la certeza de sus alegaciones, no se entiende


el porqué se quiere excluir al juez para obtenerla, sin perjuicio, por supuesto, de
que estén, en principio, más preparados los litigantes para aportar los medios de
prueba.-

Parecería que con ese argumento sólo se buscaría solucionar el conflicto entre las
partes, sin que sea importante la verdad de los hechos. Es decir, privaríamos al
Juez de esclarecer la verdad de los hechos controvertidos, obligándolo a dictar una
sentencia injusta.-

La cuarta objeción a la iniciativa probatoria es la destrucción de la institución de la


carga probatoria. De este modo se afirma que el Juez probará la existencia o
inexistencia del hecho que, en virtud del onus probandi, correspondía probar a las
partes.-

Considero que este razonamiento no es sustentable. La prueba, es la "actividad


procesal, realizada con el auxilio de los medios previstos o autorizados por la ley, y
encaminada a crear la convicción judicial acerca de la existencia o inexistencia de
los hechos afirmados por las partes en sus alegaciones".-

Ahora, en lo que se refiere concretamente a la carga de la prueba en el Código


Procesal, (art. 377) y en este caso concreto, debe tenerse presente que esas
reglas se aplicarán solo a falta de prueba positiva(6) y en tal caso, el juez deberá
utilizar adecuadamente los poderes-deberes, pues él no es un mero espectador
sino el director del proceso y que las pruebas puestas a disposición del tribunal
resultan adquiridas al proceso, por lo que la negligencia o inactividad de la
dirección letrada del justiciable no impide el dictado de una medida para mejor
proveer, en caso que resulte necesario para dictar un pronunciamiento conforme a
derecho (7).
En virtud de ello, la carga de la prueba opera en el momento de dictar sentencia y
en los casos en que con la actividad probatoria llevada a cabo, ya sea a instancia
de parte o bien por iniciativa judicial, determinados hechos continúen siendo
inciertos.

Este razonamiento no nos puede llevar a pensar que provocará en las partes el
desinterés en la prueba, pues cuando el Juez realice el juicio fáctico de la
sentencia, puede acudir a las reglas del onus probandi.

Morello introduce la idea de la visión solidarista de la carga de la prueba que


implica la cooperación al órgano judicial, sin refugiarse en el solo interés de la
parte. (8)

El quinto razonamiento para que sigan teniendo nuestros tribunales a un juez


pasivo, es la pérdida de la imparcialidad, pues se afirma que al actuar de oficio
está prejuzgando en su decisión final.

Consideran que la protección de la imparcialidad del juez es el fundamento más


serio que justifica la actitud pasiva del juez para practicar pruebas no propuestas
por las partes.-

Ahora, no cabe duda alguna de que el juez debe ser imparcial la decisión. Esa
imparcialidad es consustancial al concepto de jurisdicción y no puede asimilarse al
de neutralidad, que coloca al magistrado como un mero espectador en el proceso,
a las resultas de la actividad de las partes. La imparcialidad asegura una sentencia
justa, mientras que neutralidad solamente garantiza el mero control del juez, sin
que ello implique la justicia del acto.-

Vemos, entonces, que la iniciativa del juez no provoca la eventual pérdida de


imparcialidad, pues:
En primer lugar cuando el juez decide llevar a cabo esa actividad no "se pone" a
favor o en contra de una de las partes, pues no sabrá a quien beneficia ni
perjudica., sino que su objetivo es cumplir eficazmente la función jurisdiccional que
la Constitución le asigna. Si el juez ordena la prueba pericial no sabe cual va a ser
su resultado, o si llama a prestar declaración testimonial no sabe que va a declarar
el testigo.

El fundamento de ésta iniciativa probatoria se encuentra en la búsqueda de la


verdad jurídica objetiva, en la búsqueda de la convicción judicial, es decir de
otorgar la efectiva tutela de los intereses en litigio. No se puede sostener que el
juez pretende ayudar a la parte más débil para ponerlo en igualdad de la otra
parte, pues esa no es su función.-

En segundo lugar, defender la protección de la imparcialidad, sustentándose en la


inactividad probatoria del juzgador civil y si otorgarle dicha facultad a los jueces
penales, significaría reconocer y legitimar que esos jueces pueden ser parciales,
conclusión ésta por nadie compartida.-

En tercer lugar, están los que sostienen que si son necesarias las medidas para
mejor proveer es necesario que el juez las ordene cuando haya finalizado el
proceso y el litigio ya se halle pendiente de la obtención de la sentencia, lo cual
descarta su adopción durante alguna de las fases anteriores del proceso por
considerar que ello es propio de un sistema "inquisitivo en el cual no aparece ni
remotamente la idea lógica del proceso"(9).

Entonces, en algunos casos se admitirían pero una vez concluido el proceso, es


decir cuando se llama autos para sentencia. Pero, ¿porqué relegar la iniciativa
probatoria del órgano jurisdiccional a ese momento, cuando el permitirla en un
momento anterior evitaría la dilación que dicha medida comporta?, ¿dónde queda
comprometida la imparcialidad del juez si la iniciativa probatoria es durante el
período de prueba o una vez concluido?.

Cabe recalcar que la CSJN ha interpretado concretamente que la garantía


constitucional de la defensa en juicio y del debido proceso no se agota en el
cumplimiento formal de los trámites previstos en las leyes adjetivas, sino que se
extiende a la necesidad de obtener una rápida y eficaz decisión judicial que ponga
fin a los conflictos y situaciones de incertidumbre.- (10)
El Tribunal Constitucional español precisó que entendía por proceso público sin
dilaciones indebidas a aquél que se desenvuelve en condiciones de normalidad
dentro del tiempo requerido y en el que los intereses litigiosos pueden recibir
pronta satisfacción; ya que no todo incumplimiento de los plazos procesales
implica violación de ese derecho, sino únicamente los supuestos extremos de
funcionamiento anormal imputable a la negligencia o inactividad de los órganos
encargados de la administración de justicia.(11)

El mismo tribunal tiene decidido, por lo demás, que la garantía a un proceso


público sin dilaciones indebidas que concede la Constitución de aquel país no se
aplica únicamente al proceso penal sino a cualquier tipo de proceso (12), y en
todos los órdenes jurisdiccionales (13), compartiendo en este punto la doctrina del
Tribunal Europeo de los Derechos Humanos (14).

En cuarto lugar no se entiende la contradicción de coartar la iniciativa probatoria


del juez y por el otro no objetar las facultades del juez para admitir o denegar una
prueba, o hacerle preguntas a las partes o testigos o proponer eliminar algún punto
de pericia.

En quinto lugar, cuando se objeta la iniciativa probatoria del juez civil, se


argumenta que hay una mayor predisposición para otorgar distinto valor probatorio
a los resultados de esos medios probatorios acordados "de oficio".

Si bien ello podría ocurrir, no solamente con la ordenada para mejor resolver sino
con la ofrecida por la parte, ese uso abusivo del juzgador o ejercicio arbitrario
respecto al medio probatorio, será tratado por los tribunales jerárquicos en mérito
de los respectivos recursos.-

Por demás, en el supuesto que ello ocurra, es un supuesto excepcional, pues los
jueces, al dictar sus sentencia, lo hacen en forma motivada y con prudencia.-

IV. Actividad del Juez en el proceso civil [arriba]


Si las partes son las que ostentan el señorío en el proceso, en cuanto a su inicio y
objeto, parece lógico que corresponda también a ellas elegir los medios oportunos
de prueba para defender sus intereses, de naturaleza privada, en el proceso civil.

El objeto del proceso no sólo lo conforman las pretensiones hechas valer por las
partes, sino que también los hechos alegados por ellas para configurar las
pretensiones.

De acuerdo con ello, surge este interrogante: ¿la naturaleza misma de los
intereses privados implica también la pasividad del órgano jurisdiccional respecto
de los hechos y de la actividad probatoria?

Para dar respuesta a esto es menester no confundir el interés material ventilado en


el proceso y lo que se refiere al régimen interno del proceso. En otras palabras, no
se debe confundir el interés que se aduce en el proceso con el proceso mismo.-

La iniciativa del órgano jurisdiccional en cuanto medio de salvaguarda de los


intereses privados, tratando de dictar una sentencia más acorde con la realidad, no
tiene por qué desvirtuar la naturaleza privada de esos intereses.-

Las razones que justifican que el legislador opte por abandonar el principio de
aportación de parte como dogma absoluto y permita que el órgano jurisdiccional
actúe en la practica de pruebas serían las siguientes:

El modelo dialéctico de prueba en cuanto a que sólo la actividad de las partes en el


proceso conlleva a alcanzar la verdad, importa una renuncia a ella y concebir el
proceso sólo como un medio para lograr la solución del conflicto, la paz jurídica,
mediante el expediente de la cosa juzgada.
La afirmación de que las partes son las que están más próximas a sus derechos y
a los hechos, no conlleva a negar la participación del juez en la actividad
probatoria, puesto que ello se ha reconocido al establecer la carga de la prueba –y
en los supuestos ya explicados-, y porque la actividad del juez en materia de
prueba no perturba la mejor posición que puedan tener las partes.-

El proceso no es un juego, en el cual el juez debe permanecer inactivo


presenciando como la parte más habilidosa obtiene mejores resultados basada en
una supuesta existencia de igualdad. En este proceso no se logra que triunfe quien
tiene la razón, sino la que posea una mayor inteligencia o habilidad.-

La actividad probatoria del tribunal no pugna con el principio de la imparcialidad del


juzgador, como se demostró anteriormente.-

La actividad probatoria del juez en cuanto tiende a la búsqueda de la verdad


obedece a un imperativo de orden constitucional, como es el debido proceso que
debe ser desarrollado a través de un racional y justo proceso, y por otra parte, el
permitir la iniciativa del órgano jurisdiccional en la realización de la prueba no
rompe con el derecho que las partes tienen a practicar las pruebas pertinentes,
puesto que el reconocimiento de ese derecho no importa el otorgamiento de un
monopolio respecto de la prueba

Consecuentemente, las limitaciones que el juez debe tener respecto de la actividad


probatoria dentro del proceso serían las siguientes:

La prueba practicada por el juez debe limitarse a los hechos controvertidos o


discutidos por las partes, puesto que la introducción de los hechos al proceso es
función de parte en virtud del principio dispositivo.

La posibilidad de que el tribunal disponga la practica de diligencias de prueba


requiere que consten en el proceso las fuentes de prueba sobre las cuales tendrá
lugar la posterior actividad probatoria.
Con ello, el tribunal mantiene su imparcialidad, puesto que su actuación se
restringe únicamente a comprobar o verificar hechos que ya constan en el proceso
y nunca a investigar hechos nuevos.

En el desarrollo del medio probatorio propuesto por el tribunal se debe respetar el


principio de la contradicción y el derecho de defensa que todo litigante posee.-

V. Conclusión [arriba]

A los fines de formar la convicción necesaria, suficiente y motivada respecto a la


verdad jurídica objetiva, el juez se valdrá de todas las medidas de prueba que a su
juicio sean razonables, a condición de que no medie agravio para el derecho de
defensa.-

Este salto del juez –que nunca llega al nivel de puro y pleno investigador ni a un
accionar inquisitivo propio del juez penal- lo obliga a quebrar una actitud pasiva
porque sabe que de actuar así, declina de sus deberes.-

Ahora, el principio dispositivo impone limitaciones al juzgador, quien debe realizar


su misión dentro de los límites regulados por el Código. A partir del fallo "Colalillo",
pasando por el de Oilher (23/12/80) y las nuevas tendencias doctrinarias y
jurisprudenciales se ha abierto camino a las modernas ideas que ubican al juez
como verdadero director del proceso por lo que debe hacer uso de las facultades
que el Código le otorga.-

Hemos avanzado mucho, atrás queda ese juez espectador, que con su actitud
pasiva se limita a dictar un pronunciamiento pensando únicamente en la aplicación
que estime correcta de la ley, pero alejándose de la realidad.-

Tarea más fácil para el magistrado, pero seguramente no llegará a la verdad


jurídica objetiva.-
Podremos aplaudir doctrinariamente esa sentencia, algunos levantando las manos
y otros por debajo de la mesa, pero para el ciudadano no es la justicia que desea,
que pretende y a la cual tiene derecho.-

Con este trabajo traté de sostener que la iniciativa probatoria del juez a los fines de
verificar la verdad material o histórica, no afectan la igualdad de las partes, ni el
debido proceso, ni al juez natural e imparcial, cualidades esenciales del
magistrado. Su objetivo es complementar e integrar la convicción del juez.,
realizándola dentro de las limitaciones expuestas

Considero que el no ejercicio de ese deber del juez a los fines de esclarecer la
verdad de los hechos controvertidos, es un daño a la vida jurídica. Y esto es así
porque dictará una sentencia injusta, provocando a su vez un mayor descreimiento
en el Poder Judicial.-

De ésta manera y siguiendo al jurista Morello, con un Juez comprometido con el


orden legal vigente y con las garantías constitucionales, con un juez, adecuado,
confiable, controlable, con la igualitaria compañía de los abogados, configura el
rostro del juez director que es el que mejor representa el modelo de justicia que
demanda la sociedad, cuyo éxito es previsible en razón de que sus principios y
línea de sentido se conectan con los problemas actuales del justiciable, del hombre
común que camina por el siglo XXI.-

Gelsi Bidart advertía "ningún juez tendría que dejar de considerar que si va a dictar
una sentencia injusta, mejor es que no la dicte".-

Y a esto cabe agregar:

El juez debe ser técnico, pero, como ningún otro, ser más que técnico, para que en
sus decisiones, por sobre la técnica, brille y se imponga la justicia. Sin técnica
jurídica no hay buen juez ni buena justicia, pero un exceso de técnica suele
terminar en una injusticia.-
Concluyendo:

En éstas épocas de emergencia, de crisis, de descrédito podemos hacer cosas


para que tengamos una justicia creíble, comprometida, independiente, oportuna y
eficaz y para eso no solamente debemos dejarnos de discutir cuestiones que
solamente terminan perjudicando al ciudadano, sino debemos fortalecer al Poder
Judicial, no trabajando más, sino trabajando mejor.-

[8:36, 31/8/2023] Ivana Tognocchi: Poderes del juez en el proceso


civil👆🏽👆🏽👆🏽👆🏽

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Determinación de culpa por caída en vía pública

El desperfecto era perfectamente visible y situado en una acera además conocida


por la afectada, lo que llevó al juzgado a declarar la concurrencia de culpas.

Por la Administración municipal se desestimó la solicitud de responsabilidad


patrimonial realizada por la víctima de una caída en una acera municipal. No
conforme con ello, y ya en vía judicial, se estimó parcialmente la reclamación,
declarando concurrencia de culpas.

El juzgado valoró el deficiente estado del pavimento como causante de la caída,


actuación imputable al ayuntamiento. Si bien, consideró que el desperfecto era
perfectamente visible y situado en una acera además conocida por la afectada, lo
que llevó al juzgado a declarar la concurrencia de culpas.

La recurrente, en vía de apelación, pretende que se anule la declaración de


concurrencia y se declare la culpa exclusiva del ayuntamiento.
El TSJ desestima el recurso, en base a dos razones:

– no se aprecia error o infracción en la valoración de la prueba efectuada en


primera instancia; y

– en los supuestos de responsabilidad derivados de una inactividad de la


Administración, lo que se exige es la prueba de una razonable utilización de los
medios disponibles en orden a evitar hechos lesivos.

Concluye el TSJ que la zona de la acera causante de la caída es muy pequeña en


relación con el total de la acera y, además, de tránsito habitual por la afectada, lo
que determina la existencia de concurrencia de culpas.

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LA APELACION SALIO BIEN CON RESPECTO A LA RESPONSABILIDAD DEL


MUNICIPIO.-

La Cámara de Apelaciones en lo CAyT de la C.A.B.A. hizo lugar a la demanda por


daños y perjuicios contra el estado iniciada por un ciclista que se accidentó en la
vía pública

Tu Espacio Jurídico / 14 febrero, 2018

SÍNTESIS.- En el caso, corresponde revocar la sentencia de grado, y en


consecuencia hacer lugar a la demanda de daños y perjuicios interpuesta por el
actor, con el objeto de que se lo indemnice por el accidente sufrido en la vía
pública.

En efecto, corresponde evaluar si existe en el caso un vínculo causal entre el


hecho denunciado por el actor y el daño padecido.

Así, considero que se encuentra acreditada la existencia del bache en la calle al


momento del accidente. Si bien aquél no puede apreciarse en las fotografías
obrantes, por lo que éstas no resultan idóneas para acreditar el estado de la
calzada a la fecha de la producción del hecho denunciado como generador del
daño, es dable señalar que, tomando en cuenta las circunstancias en las que
habría ocurrido el siniestro relatado por el actor y las características del hecho en
sí mismo, adquiere primordial significado el testimonio de aquellas personas que
hubiesen presenciado el evento en cuestión.
Ahora bien, con relación al valor otorgado a la declaración del testigo, único testigo
que presenció el hecho, vale señalar que, tanto la doctrina como la jurisprudencia
sostienen que la máxima «testis unus testis nullus» es inaplicable, y que la
declaración de un testigo único puede fundar una sentencia si merece fe, de
acuerdo con la aplicación de las reglas de la sana crítica (conf. CNCiv., Sala F,
“Punelli de Corso, Beatriz Susana c/ Telefónica de Argentina y otro s/ Daños y
Perjuicios”, 7/10/97). Por lo tanto, para merituar la eficacia de un testimonio, se
debe tener en cuenta si los restantes elementos agregados a la causa corroboran
o no la fuerza de sus declaraciones.

Estimo adecuado destacar que, si bien el declarante fue el único testigo que vio el
accidente, no fue el único que atestiguó sobre su existencia.

En tal orden de ideas, cabe destacar que las declaraciones cuestionadas no fueron
impugnadas en su oportunidad por la parte demandada, por lo cual considero que
el relato del actor se encuentra suficientemente corroborado por la prueba
testimonial. A ese respecto, debe señalarse que todos los testigos coincidieron en
el mismo día, que a raíz de un pozo en el pavimento sobre la calle la rueda
delantera de la bicicleta del actor se trabó, ocasionando su posterior caída que le
provocó la pérdida de conocimiento.

Por lo tanto, toda vez que la declaración testimonial del único testigo del hecho fue
precisa, coincidente con el relato de los otros testigos en lo que refiere a la
existencia, tiempo y lugar del accidente relatado, con una descripción de la
mecánica del accidente coherente con el daño probado, cabe concluir que posee
fuerza suficiente para acreditar los hechos alegados por el actor en su demanda.

En conclusión, entiendo que el relato del actor sobre el modo en que ocurrieron los
hechos se encuentra suficientemente acreditado, toda vez que su versión de los
hechos se encuentra corroborada por las declaraciones de los testigos y las
restantes constancias obrantes en autos.

De acuerdo con el artículo 2340, inciso 7), del Código Civil, las calles, plazas,
caminos, canales, puentes y cualquier otra obra pública construida para utilidad o
comodidad común pertenecen al dominio público del Estado municipal.

Por tratarse de bienes de su dominio, el Gobierno de la Ciudad tiene a su cargo


mantener las calles en buen estado de uso y conservación, y, al ser bienes que se
encuentran bajo su guarda, responde por los daños causados por el vicio o riesgo
de la cosa, tanto si de su parte medió culpa como si no, en los términos del artículo
1113, 2º párrafo «in fine», del Código Civil, pues las deficientes y peligrosas
condiciones de la calle comprometen el deber que pesa sobre la comuna de
atender a la seguridad de los habitantes y controlar que la vía pública se mantenga
en forma apta para la normal circulación.

Atento ello, en el caso de marras, el actor cayó al piso desde su rodado y sufrió
lesiones con motivo del deficiente estado de la calzada. Pues, resulta inobjetable
que el pozo en la calle motivó que se incrustara la rueda de su bicicleta y con
motivo de ello se desplomara en el suelo. Por ello, palmaria resulta la
responsabilidad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que, resultando dueño
y guardián de la calzada, debe responder por los daños que su mal estado cause a
terceros. Ello sólo encontraría excepción en el supuesto de que demostrara que el
daño tuvo origen en la culpa de la víctima o de un tercero por el que no deba
responder. En tal sentido, no se pierde de vista que, más allá de negar la
ocurrencia del hecho, el Estado local sostuvo, hipotéticamente, la culpa de la
víctima. Sin embargo, nada pudo demostrar al respecto, aunque involucraba una
carga ineludible (art. 301 del CCAyT).

Pilijos Alejandro Nicolás c/ GCBA, Cámara de Apelaciones Contencioso,


Administrativo y Tributario, 3/11/17

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COMO SI FUERA SUYA LA RESPONSABILIDAD DEL BUEN CURSO DE UNA


INTERVENCION ESTETICA A LA QUE TENIA DERECHO…

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