El Método Clínico - Ulloa, F.
El Método Clínico - Ulloa, F.
El Método Clínico - Ulloa, F.
(La presente ficha es un resumen textual de las ideas del autor expuestas en “El método clínico
en Psicología” F. Ulloa, ficha de cátedra de Psicología Clínica de la UBA, 1970)
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(no olvidemos que un método es una manera de proceder) sea un proceder adecuado
a circunstancias muy dispares.
Dos son los pilares en que puede afirmarse esta manera de proceder: el
concepto de situación y la unidad de operación.
Podemos decir que la situación, como unidad identificable dentro de un campo
psicológico, cumple las veces de “lugar geográfico” donde se da el proceder clínico; y
que la unidad de operación: investigar-diagnosticar-modificar (mirar, pensar, hablar)
guarda relación con las funciones clásicas de la clínica.
Para traducirlo en términos de conducta, podemos tomar la situación como una
unidad analizable (artificialmente detenido para su estudio) y siempre cambiable (la
conducta es un continuo proceso situacional) y siempre imperativo (la conducta
depende de las situaciones en que un individuo se encuentra). Teniendo en cuenta que
en el quehacer del psicólogo clínico, el “objeto en su campo” es el medio en el que él
mismo se incluye, transformándose a su vez en un constituyente del campo objeto de
estudio.
Esta situación puede ser descompuesta en acción e interpretación donde acción
se denomina todo lo que esta ocurriendo con el “individuo de estudio y su medio” e
interpretación, la apreciación que el psicólogo hace de ese ocurrir.
Veamos cómo procede el psicólogo clínico dentro de este campo. Digamos por
de pronto que su proceder está encuadrado por lo que reconoce como unidad de
operación; falta ver ahora sobre qué objetivos dirigirá ese proceder.
La primera tarea del psicólogo clínico, cualquiera sea el campo donde trabaja,
es detectar los puntos de urgencia que le permitirán determinar cual es la acción crítica
que enfrenta.
Por puntos de urgencia se entienden los síntomas (datos más evidentes) que
denuncian una acción crítica, designando este último concepto la situación que por
haberse estereotipado, crea una dificultad de adaptación, una dificultad frente al
cambio (no olvidemos que la conducta es un continuo proceso situacional).
Veamos ahora cómo se lleva a cabo el diagnóstico de la situación crítica.
En una situación hay emociones y hay objetos a los que están vinculados estas
emociones. Hay una dimensión temporo-espacial donde transcurren los hechos.
Recordemos además que debemos tener en cuenta, la capacidad más instrumental del
psiquismo humano, la capacidad de disociación.
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Estas emociones y estos objetos están disociados en diferentes grados y
distribuidos en la dimensión temporo-espacial configurando una estructura de conducta
o técnica psicológica que habitualmente conocemos (fóbica, obsesiva, etc.)
Diagnóstico de la acción crítica significa pues detectar la emoción más actuante
en ese momento, comprenderla y formular la comprensión (interpretación).
Repitiendo conceptos, digamos que la investigación diagnóstica e interpretación
deben coincidir, pero que esta coincidencia temporo-espacial, propia del método
clínico, solo se alcanza a través del entrenamiento, ya que quien esta haciendo su
aprendizaje tiende naturalmente a establecer una cronología con los tres elementos
(observar, consultar o supervisar, volver para actuar o corregir la situación), cronología
que en un principio conviene respetar, pues permite al aprendíz el manejo de sus
ansiedades fóbicas frente a un objeto nuevo.
Si continuamos desarticulando cronológicamente estos tres momentos para la
mejor exposición, veremos que si la investigación (observación de los puntos de
urgencia) nos permitió el diagnóstico de la acción crítica, ahora nos corresponde
examinar el tercer momento: la interpretación, que permitirá encontrar y promover el
cambio más adecuado y la adecuación a este cambio.
Para ello nos valemos de lo que Enrique Pichón Riviere llama unidad básica de
interpretación, formada por los siguientes elementos:
a) Esquema referencial del entrevistador (toda su experiencia, formación y
entrenamiento especifico)
b) un existente (aquí acción)
c) formulación de una interpretación, y
d) modificación del existente por la interpretación y surgimiento de un
emergente que modifica a la vez el esquema referencial del investigador, y se
constituye en un nuevo existente.
Agreguemos a este esquema un quinto elemento, que es fundamental cuando
se pretende investigar; se trata de la predicción. Todo psicólogo clínico que pretenda
trabajar eficazmente y con economía de tiempo, debe acostumbrarse a formular
predicciones (hipótesis) respecto a cómo será la reacción del sujeto frente a un
estímulo (interpretación, propia presencia, etc.). Es en la confrontación de esta
predicción con el emergente real y en el ajuste o desajuste de la misma, donde el
investigador recoge noticias ciertas acerca del objeto y donde puede elaborar actitudes
instrumentales adecuadas al caso.
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[Se transcriben a continuación algunas formulaciones de Fernando ULLOA, 1995, que
siguiendo la misma línea de pensamiento aclaran o sistematizan los conceptos formulados
anteriormente]
Cinco condiciones de eficacia clínica: voy a comenzar por nombrarlas, sin que el
orden en el que aparecen signifique necesariamente un propósito de secuencia,
aunque en cierta forma cada condición es función de la otra:
- Capacidad de predicción.
- Actitud no normativa.
- Posibilidad de establecer relaciones insólitas en el discurso.
- Definición por lo positivo o por lo que es.
- Coherencia entre teoría y práctica o entre ser y decir.
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- Capacidad de predicción: es la organización que todo clínico puede hacer de sus
propias expectativas antes de incluirse en un situación que debe conducir.
Sobre la base de los datos precarios que se poseen previamente, o tal vez sólo
elaborando fantasías, esta organización explícita de las expectativas opera desde el
primer momento de la entrevista, como medida de confrontación con lo que realmente
acontece; se obtiene una primera medida orientadora de nuestro accionar. Cuando no
se han organizado las expectativas, éstas también funcionan, pero secreta y
perturbadoramente.
- Actitud no normativa: constituye el propósito de no normativizar, no diagnosticar
prematuramente. Se trata de dejarse atravesar por los datos del campo, sin pretender
entender antes de entender. Por otra parte, resulta importante en todo acto
diagnóstico o terapéutico no reforzar las expectativas superyoicas del entrevistado…
para lo cual resulta fundamental trocar ese clima supuestamentesuperyoico en una
curiosidad que motoriza la indagación en el propio clínico y en el entrevistado.
- Posibilidad de establecer relaciones insólitas en el discurso: constituye una de las
oportunidades más evidentes – para un oído atento – para realizar una lectura
semiológica capaz de producir inteligencia clínica. Todo sujeto que demanda, como
sujeto dividido, tiende a poner en juego un decir que alude a un conflicto y otro a la
solución; funciones que pueden dejar de estar divididas y más o menos próximas,
resultando dislocadas. Este disloque habrá de traducirse, en el discurso del paciente,
como fragmentos discursivos también dislocados. Son las “relaciones insólitas” sobre
las que habrá que trabajar.
- Definición por lo positivo: No en el sentido de la connotación bondadosa o la calidad
de lo bueno. Una manera de presentar esta condición de la eficacia se relaciona con no
hacer diagnósticos por descarte, por lo negativo, pantano en el que quedan atrapadas
con frecuencia las entrevistas clínicas. La definición por lo positivo implica advertir –
con todas las limitaciones que esto supone – aquello que para el interesado se
presenta como algo eludido por temor o por ser contrario a su deseo.
- Coherencia entre teoría y práctica: esta condición alude, en primer término al
comportamiento del clínico, ajustado a que sus dichos no desmientan los que es. El
paciente terminará por saber que el clínico es lo que dice y hace.
Por último a fin de hacer algunas precisiones sobre el encuadre clínico resultan
útiles algunas conceptualizaciones que desarrollé referidas al discernimiento entre la
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clínica de linaje médico y la de linaje psicoanalítico, lo cual ayuda a distinguir más que
una indicación de uno u otro encuadre, cuál es el hacer propio de un clínico, sobre
todo considerando que nunca hay encuadres químicamente puros en sentido clínico. La
cuestión es saber qué es pertinente hacer, más allá de lo que se desea hacer.
La clínica de linaje médico, si bien es propia del quehacer de la medicina, no se
restringe a ella ni a situaciones patológicas; es operada incluso por clínicos sin status
médico en acciones psicoterapéuticas o en campos no definidos como tales. Se trata
de una clínica holística, preocupada legítimamente por el enfoque y la comprensión de
la situación global. Es una clínica fundamentalmente de cuidados, sobre todo cuando
se ocupa del sufrimiento de quien pide ayuda; en este sentido el quehacer de
enfermería es quehacer clínico. Por último, esta clínica de linaje médico es una clínica
de prescripciones y consejos, es decir, de recetas.
La clínica del linaje psicoanalítico, fundamentada en principios metodológicos y
éticos propios de la abstinencia, aparta el proceder clínico de los caminos médicos para
advenir psicoanalítica. No es una clínica holística o particularmente preocupada por una
lectura global, sino que parte del fragmento, como expresión del inconsciente en el
acto fallido, el sueño o la idea que insiste. Tampoco es una clínica de cuidados, aunque
debe ajustarse cuidadosamente a la consideración de los procesos transferenciales,
pero no lo es en el sentido de los cuidados médicos. Por fin la clínica psicoanalítica no
es clínica de prescripciones y consejos, sino de interpretación. La abstinencia es la
regla fundamental, tanto metodológica como ética. Metodológica, puesto que desde la
abstinencia el psicoanalista clínico adopta una modalidad de escucha, complementada
con la propuesta de asociación libre explicitada al paciente, habrá de establecerse la
neurosis de transferencia, como una captura „in situ‟ de los conflictos del sujeto
analizante y su cortejo sintomático. Ética, entre otras cosas, porque un analista no
tiene un proyecto, ni siquiera un buen proyecto acerca de cómo debe curarse un
paciente, sino que su papel es asumir la dirección de la cura sin marcar una dirección.
En esta restricción deun sujeto analista, que demora sus valores afectivos e
intelectuales más personales, se funda la abstinencia.
Toda esta abstinencia activa compone lo que podría considerar la herramienta
fundamental de mi práctica clínica.-