2 Borja Muxi&jorda Zaid

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la historia de la humanidad, han crecido mediante un proceso de consolidación.

Los cambios se realizan


en el acto, las cosas mejoran, las culturas florecen, decaen, reviven y desaparecen. La ciudad genérica
no es mejorada sino abandonada, no tiene ninguna capa, sino que su siguiente capa tiene lugar en
alguna otra parte. Al exportar o eyectar sus mejoras, la ciudad genérica perpetúa su propia amnesia.

INFRAESTRUCTURAS
Las infraestructuras son cada vez más competitivas y locales: ya no pretenden crear totalidades que
funcionen, sino hacer girar entidades funcionales. Ya no es una respuesta más o menos tardía a una más
o menos urgente necesidad, sino un arma de estrategia, una predicción: el puerto X no se agranda para
servir a un hinterland, sino para reducir las chances de que el puerto Y sobreviva al siglo XXI.

CULTURA
Sólo cuenta lo redundante. En cada huso horario hay, al menos, tres representaciones de Cats. La ciudad
era el gran coto de caza sexual. La ciudad genérica es como una agencia de citas: eficientemente
combina oferta y demanda. Hay progreso.

BORJA JORDI Y MUXI ZAIDA: Ciudad y espacio público

LA CIUDAD ES LA GENTE EN LA CALLE


“¿Qué es un puente? Una persona atravesando el puente.”, citaba Julio Cortázar. El espacio público
define la calidad de la ciudad, porque indica la calidad de la vida de la gente y la calidad de ciudadanía
de sus habitantes. Cerdá una vez escribió: “en la ciudad, las calles no son únicamente carreteras”. Se ha
de dar prioridad a los espacios públicos como estrategia para hacer ciudad sobre ciudad.

¿LA CIUDAD METROPOLITANA PUEDE SER CIUDAD? ¿SERÁN LAS REGIONES URBANAS LA NUEVA CIUDAD?
La evolución de muchas grandes ciudades parece condenar a reliquias del pasado la imagen de la ciudad
como espacio público. La segregación social y funcional, centros especializados, áreas fragmentadas, son
desafíos presentes en la ciudad a los que hay que agregar dos, cuya resolución es básica, como lo son el
territorio y la seguridad. Pero afrontar estos retos por vías directas y sectoriales, lleva a empeorar los
problemas más que a resolverlos.

Las zonas de baja densidad y pautas sociales de las clases medias, que priorizan al automóvil, acentúan
la segmentación urbana, promueven desarrollos urbanos guetizados, aumentan las distancias y
multiplican la congestión. Hoy, en las grandes ciudades, la ocupación del suelo crece más de lo que
crece la población en el mismo tiempo. El modelo al límite del absurdo es el de Sao Paulo en los 90. Más
autovías, equivalen a peor circulación y menos ciudad. Y a más policía en áreas residenciales y
comerciales, más inseguridad en espacios públicos y áreas suburbanas populares. Las ciudades europeas
son más resistentes debido a la consistencia de los tejidos urbanos heredados y a un tejido social menos
segregado. Las dinámicas de la ciudad emergente en las periferias, y de degradación o especialización de
los centros, expresan una crisis de la ciudad como espacio público.

La ciudad metropolitana no está condenada a negar la ciudad, sino que puede multiplicarla. Se debe
establecer una dialéctica positiva entre centralidades y movilidad y hacer del espacio público un
conector a través de los lugares productores de sentido.

El derecho a la centralidad accesible y simbólica, a sentir orgullo del lugar donde se vive y a ser
reconocido por otros, a la visibilidad y a la identidad, además de a disponer de equipamiento y espacio
público cercanos, es una condición de ciudadanía. También lo es el de la movilidad. Si los derechos de
centralidad y movilidad no son universales, la ciudad no es democrática.

De esta forma, hay que asumir y construír una ciudad de ciudades. Ciudades policéntricas y
plurimunicipales, en que el espacio público sea a la vez un articulador del tejido urbano regional o
metropolitano, y un elemento de cohesión física y simbólica de las áreas densas.

EL LUGAR DE LOS ENCUENTROS…Y SU NEGACIÓN.


Según palabras del director de planeamiento de la City de Londres, “la mercadería más importante de la
ciudad, es la conversación, la información cara a cara, la murmuración… En consecuencia son muy
necesarios el bar y el restaurante. El urbanismo ha de garantizar, como mínimo en las áreas densas, que
en cada manzana las plantas bajas sean lugares de encuentro, comercios y sobretodo, cafés, el
equipamiento más importante de la ciudad.

Es evidente que la deformación del urbanismo funcionalista que combina zonificación y privatización,
crea una ciudad emergente en que las piezas, productos, arquitectura de los objetos, sustituyen la
ciudad del intercambio y diversidad. La ciudad fragmentada tiende a ser una ciudad físicamente
despilfarradora, socialmente segregada, económicamente poco productiva, culturalmente miserable y
políticamente ingobernable. Es la negación de la ciudad.

Las ciudades, sobre todo americanas, crecen a la manera de Los Ángeles, con múltiples corazones
urbanos, que ya no tienen la apariencia de antiguos centros, sino que se toma más distancia entre
edificios. Estos nuevos centros urbanos se han denominado “Edge City”, porque contienen todas las
funciones de la ciudad tradicional, si bien pocas se reconocen como tales.

La ciudad es el producto cultural, la realización humana más copleja y significante de la historia, que
construimos y destruimos cada día entre todos, y lo es, fundamentalmente, por ser la maximización de
las posibilidades de intercambio. Ciudad, cultura y comercio son términos unidos. La ciudad es el lugar
de la ciudadanía, y la polis el lugar de la política como la participación en los asuntos de interés general.
Si la diversidad y el intercambio son dimensiones fundamentales, la “ciudad ciudad” es aquella que
optimiza las oportunidades de contacto, que apuesta por la diferenciación y mixtura funcional y social,
que multiplica los espacios de encuentro.

El urbanismo no puede pretender resolver todos los problemas de la sociedad. Roland Castro, decía que,
al menos, no debería de empeorarlos. Debemos considerar una dimensión decisiva de la ciudad: la
calidad de su espacio público, siendo este, el lugar de intercambio por excelencia y donde más se
manifiesta la crisis de la ciudad.

DIALÉCTICAS DE LA CIUDAD ACTUAL


La ciudad actual sufre un triple proceso negativo: disolución, fragmentación y privatización. Disolución,
por difusión de la urbanización desigual y el debilitamiento o especialización de los centros.
Fragmentación, por la exasperación de algunos supuestos funcionalistas. Privatización, por la generación
de ghettos según clases sociales, desde condominios de lujo hasta favelas, y la sustitución de calles por
centros comerciales. Los tres procesos se refuerzan mutuamente por contribuir a la casi desapareción
del espacio público como espacio de ciudadanía. Lo que es peor, acentúan las desigualdades y la
marginación, reducen la capacidad de integración cultural y la gobernabilidad del territorio, y así, se
niegan los valores universalistas que se vinculan con la entidad “ciudad”.
Pero frente a estas dinámicas desestructuradoras, hay otras que actúan en sentido contrario. Si bien en
todo momento de cambio se ha anunciado la muerte de la ciudad, la misma ha prevalecido, más allá de
los costos que ello conlleve.

Muchos factores guían a la dispersión, pero otros, como el capital fijo polivalente, el tejido de pymes y
empresas de servicios a empresas, recursos humanos cualificados, la imagen de la ciudad, la oferta
cultural y lúdica, las oportunidades laborales, la diversidad de equipamientos y servicios y el ambiente
urbano, tiran hacia el otro lado. También es importante el hecho de que importante parte de los
colectivos sociales de la suburbanización, revaloren la ciudad a la hora de tomar decisiones de vida.

Además de estos factores económicos y sociales, hay otros culturales y políticos que explican la
revaloración: la ciudad es un patrimonio colectivo en que tramas, edificios y monumentos se combinan
con recuerdos, sentimientos y momentos comunitarios. Es, sobre todo, espacio público, y no parece que
quienes allí viven, puedan renunciar a ella sin empobrecerse.

Finalmente, si concluimos que en la ciudad se confrontan dinámicas contradictorias, las políticas


urbanas pueden impulsar unas y reducir otras. Por lo tanto, los valores culturales y los objetivos
políticos, devienen la cuestión decisiva de nuestro presente y futuro urbanos. Como señalaba Michael
Cohen, debemos decidir hacia dónde queremos ir y qué modos de vida urbana proponemos a la
ciudadanía.

LA CIUDAD COMO ESPACIO PÚBLICO


Si un lugar se define como espacio de identidad, relacional e histórico, un espacio que no cumpla con
dichas condiciones, será un no lugar.

Como daban a entender autores como Goethe, Shakespeare, Aristóteles y Louis Wirth, la ciudad se
caracteriza por la heterogeneidad de su gente, lo cual favorece lo imprevisible, introduce el desorden y
hace más posible la innovación. Para Habermas, la ciudad es, sobre todo, el espacio público donde se ve
el poder, donde se absorbe la sociedad y donde se materializa el simbolismo colectivo; un escenario, un
espacio público que cuanto más abierto esté a todos, más expresará la democratización política y social.
Entonces, tanto Habermas como Sennet, llaman la atención sobre dinámicas privatizadoras del espacio
urbano, como negación de la ciudad como ámbito de ciudadanía.

La diversidad posibilita el intercambio, y tiene como condición que haya un mínimo de pautas comunes
que posibiliten la convivencia. Ambos, el intercambio y el civismo, se expresan y necesitan el espacio
público, además de la transgresión, sin la cual no hay apertura al cambio.

La ciudad es, entonces, urbs, concentración de población y civitas, cultura, comunidad, cohesión. Pero
también es polis, lugar de poder, de la política como organización y representación de la sociedad,
donde todo y todos se expresa, hasta el conflicto, lo cual nos permite sentirnos ciudadanos. El espacio
público no es sólo la representación, sino también el escenario del cambio político.

BORJA JORDI Y MUXI ZAIDA: Hacer ciudad y hacer espacio público

LOS CENTROS
Las unidades territoriales son fuertes por la fortaleza de su sistema de ciudades. El espacio urbanizado
no es ciudad. El territorio articulado exige ciudades, lugares con capacidad de ser centralidades
integradoras y polivalentes, y constituidos por tejidos urbanos heterogéneos socialmente y
funcionalmente.

Reivindicar el valor de la ciudad es optar por un urbanismo de integración y no-exclusión que optimice
las libertades urbanas. Los desafíos urbanos para hacer ciudad sobre la ciudad y hacer efectivo el
derecho a ella, son los centros, tejidos urbanos, movilidad y como siempre, los espacios públicos.

En cuanto a los centros, en el caso de los centros antiguos, se puede optar por la dialéctica
conservación-transformación en lugar de la tradicional congestión-degradación. Los centros no pueden
ser ni monofuncionales ni deben servir para todo, sino que tienen que incluír sólo algunas funciones
predominantes, sin olvidar siempre la residencial, y han de ser fácilmente accesibles. Por otro lado, la
degradación se reduce por medio de estrategias que combinen la apertura de algunos ejes y espacios
públicos con acupuntura múltiple en los puntos críticos, combinando dichos espacios públicos con
actuaciones de renovación de viviendas, equipamientos culturales o educativos, promoción del
comercio, prevención de la inseguridad, etc. Para conservar un centro, hace falta la acción permanente
de transformación.

En la ciudad metropolitana, hay centros en la periferia. Estos no son solamente núcleos neurálgicos de la
vida urbana por su capacidad multifuncional y por producir un sentido integrador, sino que también son
el lugar de diferencia. Las ciudades se diferencian, sobre todo, por su centro, siendo mayor su
competitividad cuanto mayor sea su diferenciación del resto.

Los nuevos centros son necesarios para conservar los centros antiguos, para desarrollar nuevas
funciones y para estructurar la ciudad metropolitana. Es necesario inventarlos o potenciarlos en donde
la ciudad se encuentra con su periferia y en zonas obsoletas. Las pequeñas o medianas ciudades de las
regiones metropolitanas, ofrecen además, un potencial de centralidad, vieja y nueva, importante. En
ambos casos, se debe apostar por la accesibilidad, multifuncionalidad y monumentalidad. Las nuevas
centralidades se deben apoyar en una fuerte acción pública para contrarrestar sus efectos perversos, se
deben efectuar operaciones de cooperación pública y privada. El posterior desarrollo se deberá en gran
medida al mercado, pero lo esencial son los proyectos públicos que le impongan compromisos al mismo.

Para no favorecer la segregación y fragmentación social y espacial, los entes públicos deben tener claro
qué ciudad quieren construír y hacia dónde deben dirigir los esfuerzos, para incorporar en ellos a los
distintos actores sociales, económicos y productivos.

LA MOVILIDAD Y LA VISIBILIDAD
Una de las condiciones para que la ciudad sea democrática, es optimizar la movilidad y accesibilidad
para todos los ciudadanos. Además, el derecho a la movilidad, se debe complementar con el derecho a
la visibilidad. Como dice Pasqual Maragall, “Un gobierno democrático de la ciudad se debe
comprometer a encender algunas luces en todas las zonas oscuras”.

La movilidad y la accesibilidad no sólo dependen de los sistemas de transportes adecuados, sino


también de la diversidad y distribución de las centralidades, de la calidad urbana y de las ofertas de
servicios de las zonas menos atractivas, de la existencia en ellas de algunos elementos que les
proporcionen personalidad e interés. A esto se refiere la iluminación, además de a su sentido literal. A
toda parte de la ciudad metropolitana, le corresponde una cuota de centralidad, monumentalidad,
equipamiento y atracción, y de calidad, lo cual nos remite a los tejidos urbanos.
LOS TEJIDOS URBANOS
Los ciudadanos viven la trama como un hecho natural, expresando sus opiniones con los pies, en lugar
de con la cabeza: utilizan más o menos los espacios urbanos. Cada cual tiene su propia trama subjetiva,
es decir, la forma de la ciudad según sus trayectos cotidianos. A partir de una de las obras de Kevin
Lynch, aprendemos que la ciudad es un espacio en que la gente es incapaz de construír mentalmente
mapas en tanto que el espacio público urbano representa su propia posición con relación a la totalidad
urbana en que se encuentran. Por ello, en la ciudad tradicional, la desalineación implica la recuperación
práctica de la orientación.

Un par de cuestiones relevantes son la continuidad y la diferencia de la trama urbana. La continuidad


formal son factores importantes de integración ciudadana. Por otro lado, es conveniente que cada zona
de la ciudad tenga elementos diferenciales. Las formas que tome el tejido deben tener en cuenta el
compromiso necesario entre continuidad y diferenciación, ya que ni la integración ha de confundirse
con homogeneidad, ni la diferenciación es sinónimo de excepción. El territorio necesita ejes que
expliciten su continuidad e hitos que marquen los lugares.

Una vez más, la heterogeneidad facilita el funcionamiento urbano y la integración sociocultural. Dicha
heterogeneidad se consigue tanto por medio de la residencia como a través del uso de los espacios
urbanos. Pero a menudo se hace lo contrario. Por eso, las políticas urbanas que favorezcan la mezcla
cultural, social y funcional, harán de la recuperación urbana una realidad y no un simulacro esteticista
de la ciudad.

La trama ha de poder adaptarse a diversos usos y favorecer la multifuncionalidad. La ciudad no soporta


bien la zonificación rígida. Los edificios administrativos pueden generar en sus accesos y plantas bajas
cafés y comercios, espacios culturales y de ocio. Las manzanas industriales pueden tener entornos
ajardinados… Un área urbana que permita una flexibilidad de usos, es la que mejor se adapta a su
evolución y se puede mantener correctamente durante mucho tiempo.

La monumentalidad e identidad de cada tejido urbano es una exigencia social. Cuanto más problemática
sea una zona, más hay que invertir en ella. La estética es parte de la ética del urbanismo. Por otro lado,
la animación y seguridad urbana dan vida al ambiente urbano y son un factor importantísimo de
atracción y capacidad de integración. La seguridad urbana depende, sobre todo, de la presencia de
gente en la calle.

LOS PROYECTOS URBANOS Y EL DEBATE CIUDADANO


Los proyectos urbanos, especialmente los de mediana o grande escala, se deben plantear como
compromiso entre objetivos diversos: funcionamiento urbano, promoción económica, redistribución
social, mejora ambiental, integración cultural, etc. Siempre se deben prever los impactos estimados y
no queridos, para reducirlos al mínimo. La participación ciudadana es necesaria para hacer emerger los
valores culturales y los intereses sociales implícitos. También es importante la actividad de las
administraciones públicas y el gobierno, que no pueden renunciar a un rol regulador e impulsor de la
transformación y cohesión de los tejidos urbanos. El debate público es requerido a lo largo del proceso
de concepción, producción y gestión de las acciones que se vayan a llevar a cabo. Por su parte, los
profesionales deben asumir una responsabilidad especial en la concepción y diseño de los espacios
públicos, haciendo posible que en ellos se expresen todos los intereses manifestados por la sociedad.
Más que cualquier otro programa urbano, un proyecto de espacio público se debe apoyar en valores
éticos, de libertad, tolerancia y solidaridad.
EL DESAFÍO DEL ESPACIO PÚBLICO: LA PRUEBA DEL URBANISMO
Todo ciudadano tiene derecho a la belleza, e incluso al lujo. Por lo tanto, antes que nada, el espacio
público es un desafío y una oportunidad para la justicia urbana; un desafío urbanístico, político y
cultural.

Urbanístico, porque el espacio público es el elemento ordenador del urbanismo, que puede organizar un
territorio capaz de soportar usos y funciones diversos, y de generar lugares. Debe ser un espacio de
continuidad y diferenciación, ordenador del barrio, articulador de la ciudad y estructurador de la región
urbana.

Político, porque el espacio público es el espacio de expresión colectiva, y todas las realizaciones que le
atañen, son susceptibles de un tratamiento urbanístico que genere espacios de transición, que
contribuyan a la creación de espacios de uso colectivo. Además, la ciudad exige grandes plazas y
avenidas, especialmente en las áreas centrales, en que puedan tener lugar grandes concentraciones
urbanas, sea cual sea su fin, sobre todo en las cercanías de edificios o monumentos que simbolicen
poder. De esta manera, se debe ampliar el espacio público hasta el interior de los edificios políticos y
administrativos que representan o ejercen poder sobre la gente; como mínimo hasta la planta baja.

Cultural, porque la monumentalidad del espacio público expresa y cumple diversas funciones: referente
urbanístico, manifestaciones de la historia y voluntad de poder, símbolo de identidad colectiva… Es uno
de los mejores indicadores de los valores urbanos predominantes. La gestión democrática de la ciudad
consiste justamente, en socializar la centralidad de calidad y monumentalizar las periferias
descalificadas. Pero la dimensión cultural del espacio público no se limita sólo a la monumentalidad y los
espacios no construídos, sino también al conjunto de edificios, equipamientos e infraestructuras de la
ciudad.

El espacio público es, antes que nada, una determinación político jurídica, pero también un producto del
uso social.

LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO


La regeneración de espacios públicos cubre actuaciones como:
* Recuperación de centros históricos degradados mediante apertura de calles y plazas, animación lúdica
y comercial en espacios abiertos, equipamientos universitarios y culturales, conversiones en zona de
peatones, mejora de las calles, medidas de seguridad, etc.
* Reconversión de las vías urbanas que han quedado monopolizadas por la circulación en avenidas,
paseos, bulevares, jardines, terrazas, etc.
* Mejora mediante ajardinados, mobiliario urbano, iluminación, etc de calles y plazas de los barrios de
bajo nivel de urbanización.

Es importante también, la reconversión en espacios y equipamientos públicos de áreas hasta ahora de


infraestructuras comunicacionales, industrias desactivadas, etc, lo cual supone, en muchos casos, la
negociación política con agentes públicos o privados.

La producción de espacios públicos no solo debe formar parte de toda operación de desarrollo urbano,
sino que debe ser el elemento ordenador. Otras oportunidades para producir espacio público son:
* La consideración como espacios públicos de los espacios naturales o agrícolas en regiones urbanas.
* La utilización de áreas vacantes para entretejer la trama urbana periférica mediante parques
equipados y accesibles, nudos de comunicaciones, etc.
* La utilización de las nuevas infraestructuras de comunicaciones para generar espacios públicos y
suturar barrios en vez de fragmentarlos.
* La apertura de nuevos ejes en la ciudad, construídos para darle más monumentalidad a la vez de
desarrollar y articular sus centralidades y generar espacios públicos (lugares fuertes).
* La consideración como espacios públicos de calidad de infraestructuras y equipamientos
especializados, como estaciones, aeropuertos, etc.

¿QUIÉN HACE ESPACIOS PÚBLICOS?


Claro está, que la administración pública tiene un papel principal pero además:
* el gobierno local es el más indicado para definir y programar los espacios públicos, aunque en muchos
casos deberá concertar sus iniciativas con otras administraciones.
* es importante la cooperación entre autoridades locales y la creación de estructuras estables para
desarrollar programas y proyectos de espacios públicos articuladores de la ciudad metropolitana y
reequilibradores de sus territorios.
* es necesario adaptar los programas a realidades sociales heterogéneas y a situaciones a veces
microlocales.
* Hay cada vez más iniciativas privadas o mixtas que asumen diversos aspectos del espacio público, lo
cual puede ser bueno o no, porque puede conducir a una privatización excluyente de los espacios
públicos si la Administración no establece normas de uso adecuadas.
* Los programas de espacios públicos, en varios casos, son parte e programas urbanos que incluyen
otros objetivos y diversidad de actores, por lo cual el programa de espacios públicos debe ser muy
fuerte desde el inicio, y defendido a lo largo de todo el desarrollo del programa.
* La sostenibilidad y el uso social futuro de los espacios públicos, son dos cuestiones que deben ser
planteadas desde el inicio, lo cual implica tener en cuenta sectores profesionales, culturales y sociales.

Por todas estas cuestiones, es tan importante el debate ciudadano y la autonomía intelectual como ya
se ha repetido varias veces.

SOBRE ESPACIOS PÚBLICOS Y CENTROS DE CIUDAD


Los centros urbanos son los lugares polisémicos por excelencia: atractivos para el exterior, integradores
para el interior, multifuncionales y simbólicos. Son la diferencia más relevante de cada ciudad. La
excepción se da cuando se especializan y homogeinizan hasta parecerse a los otros, o se deterioran
convirtiéndose en áreas marginales.
Algunos criterios a tener en cuenta son:
* No hacer jamás un proyecto para resolver un problema, sino para resolver varios a la vez.
* Diseñar primero el espacio público y articular ejes de continuidad física y simbólica entre los nuevos
proyectos y la ciudad existente.
* Pensar en la vivienda. Las áreas urbanas sin vivienda no son ciudad. Es necesario mantener la vivienda
en áreas centrales, incorporando al menos entre un 30 y 50% de las mismas en todos los grandes
proyectos urbanos, bajo cualquier forma, ya que las mismas evitarán la homogeneidad social.
* Actuar en los márgenes por su capacidad de sutura, en los antiguos barrios populares por su historia,
en los ejes circulatorios por su posición estratégica, en las áreas obsoletas recuperables sobre la base de
grandes proyectos urbanos que participen de una estrategia o proyecto coherente y deseable
compartido por consenso social y cooperación público-privada.
* Respetar la historia, la trama existente, la tradición cultural del urbanismo de cada lugar.
* El sector público debe promover, no sólo controlar, regular y operar. Debe abrir paso, impulsar
operaciones ancla y establecer certidumbres y condiciones para los agentes privados. El mercado solo
no hace la ciudad, sino que la destruye y luego se autodestruye. Por otro lado, el sector público puede
desarrollar la ciudad utilizando el mercado, pero sin seguirlo de manera sumisa.
* Hacer ciudad es hacer comercio y cultura, términos etimológicamente vinculados.

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