Francisco Pacheco, Sus Obras Artísticas y Literarias; Introduccion é Historia Del Libro de Descripcion de Verdaderos Retratos de Ilustres y Memorables Varones Que Dejó Inédito (IA Franciscopacheco00asen)
Francisco Pacheco, Sus Obras Artísticas y Literarias; Introduccion é Historia Del Libro de Descripcion de Verdaderos Retratos de Ilustres y Memorables Varones Que Dejó Inédito (IA Franciscopacheco00asen)
Francisco Pacheco, Sus Obras Artísticas y Literarias; Introduccion é Historia Del Libro de Descripcion de Verdaderos Retratos de Ilustres y Memorables Varones Que Dejó Inédito (IA Franciscopacheco00asen)
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PACHECO Y SUS OBRAS
*
JOSÉ MARIA ASENSIO
FRANCISCO PACHECO
sus OBRAS ARTÍSTICAS Y LITERARIAS
INTRODUCCION
É HISTORIA DEL LIBRO
SEVILLA
Imp. de E. RASCO, Ikistos Tavera i.'
1886
DOS PALABRAS
tura y Escultura. No se han investigado los clevic?itos que cntraroji en s7í com-
pero con su exuberancia de sentimiento, síi misticismo, S7i ter7i7ira e7i la ex-
presión de afectos, q7te la riq7ieza estética exterior, riq7iísÍ77ta, bella, pero semi-
pagaiia que vÍ7io á infiltrar e7i ella el Renacimiento. La her77zos7Lra plástica
del Arte a7ttig7co no resp07idia bie7i al sentimie7ito qzie idealizaba las co7icepcio-
nes artísticas de la Edad Media, y tal vez todavía 710 ha pro7i7mciado la itlti-
7/ia palabra para j7tzgar coi77pe7isá7idolos las ve7itajas y los Í7ico7ive7iie7ites q7ie
prodzijera el Re7iacÍ7nie7ito hacie7ido q7ie los artistas del siglo XV, aba7ido7ia7i-
diado, fué en sti principio esencialmente italiana; influida después por los fla-
de esta Escuela, que hoy hacen alarde y moda de despreciarla muchos de los
con sus lecciones y con su ejemplo. Sabio y respetado; unido en estrecha amis-
tad con teólogos y literatos, siendo él también artista, literato y poeta; maestro
APUNTES BIOGRÁFICOS
PARTE SEGUNDA
EL LIBRO DE RETRATOS
FRANCISCO PACHECO
Y SUS OBRAS
PAR TE PRIMERA
APUNTES BIOGRÁFICOS
cible sucedía una noche fi-ia, lluviosa. Sin embargo, desafiando los rigores de
cuando alguna pesada carroza se detenia ante la puerta, y las señales de res-
peto y atención de los sirvientes atestiguaban la dignidad del recien llegado,
que pausadamente abandonaba el coche, y penetraba en la casa seguido por
escuderos y lacayos. Mezclados con tan graves sugetos, concurrían también
apuestos y gallardos mancebos, que en són de alegres camaradas llegaban
conversando, riendo, alborotando, y que abandonaban sus bulliciosas demos-
traciones al tocar los umbrales del señor Canónigo, para entrar desde luégo
con más soseQ-ado continente.
El motivo que en aquella noche los congregaba, haciendo que menos-
preciasen la crudeza de la temperatura, era en verdad de cierta magnitud é
importancia. Hacía ya algún tiempo habia fijado su residencia en las orillas del
lO Pacheco y sus Obras
Guadalquivir un famoso pintor venido de Italia; sus obras habían sido muy
celebradas por los inteligentes; habia tenido la fortuna de ejecutar con rara
perfección los retratos de muchos caballeros y damas de la primera nobleza,
y el Cabildo Catedral le habia encargado que pintase al fresco, en uno de los
inmensos tableros cercanos á la puerta lateral que de la Iglesia dá salida á la
tertulia del canónigo Pacheco, ni que hubiera luz á propósito que lo iluminara
por igual, ni punto de vista conveniente; y por estas razones el artista habia
llevado en su cartera algunos dibujos pequeños, tan bien acabados, oscure-
cidos y plumeados ccn la misma destreza que el grande, para que en todos
sus detalles pudiera ser apreciado el trabajo.
El Canónigo, como designado por el Cabildo para vigilar y presidir la
ejecución de la obra, dió interesantes noticias sobre ella á sus ilustrados ami-
gos, deteniéndose muy de intento sobre las singulares prendas del pintor, el
señor Mateo Pérez de Alesio, que de este modo fué presentado á todos de la
manera más natural }' más honrosa. Los dibujos comenzaron á circular al
mes al artista, cjue los recibía modestamente, y los aplausos al Cabildo por su
feliz pensamiento.
En tanto que todos hablaban, formando corrillos entre sí los más ínti-
historia del Santo con los padres maestros Fr. Juan Farfan, de San Agustín, y
Fr. Juan de Espinosa, de San Pablo, y otros con el maestro Francisco de
Medina, con Diego Jirón y con Francisco Pacheco discutían sí debia escri-
birse Cristóval ó Cristóbal, un mozo como de quince años, poco más ó ménos,
(i) Se encuentra esta curiosa noticia á la pág. 32, lib. I, cap. IV, del Arte de la Pintura, escrito por
Francisco Pacheco. Téngase presente que todas las veces que en estos estudios se cita esta obra nos referimos
nos de los concurrentes que en él fijaron las miradas advirtieron á otros, y con
semblantes tan risueños como afectuosos formaron todos un apretado semi-
círculo al rededor del joven, que ni áun sospechaba la atención de que era
objeto.
El canónigo Pacheco fué quien rompió el silencio, diciendo en alta voz al
P. Pineda, de la Compañía de Jesús:
— No juzgo que parecen mal á mi sobrino los perfiles del señor Mateo;
cualquiera diria que quiere devorarlos con la vista, ó tal vez aprendérselos de
memoria.
Levantó el mozo la cabeza, cubrió el rubor sus mejillas al verse blanco de
tantas miradas, paseó la suya por la respetable concurrencia y, un tanto re-
puesto de su sorpresa, contestó:
— Mucho me ha llamado la atención efectivamente este dibujo de San Cris-
tóval, y procuraba conocer todos sus primores, en la esperanza de poder
igualarlos alguna vez.
— Muy bien respondido, hijo mió, — dijo otro de los concurrentes; —
bien enseña tu deseo lo mucho que de tu aplicación puede prometerse tu exce-
presta á aquél mayores encantos. Por lo cual debemos estimular los buenos
deseos de nuestro Francisco; que bien será nos lea los dísticos de su señor
tio, para dar así feliz remate al conocimiento de la pintura de San Cristóval
dijo Vargas.
—Pues sea luégo, — repuso el Canónigo; —y ya que por las malas condi-
ciones de esta casa morada no hemos podido contemplar á una sola vista toda
la figura en su gran tamaño, sepan hemos convenido con el señor Teniente
Asistente del Real Alcázar que el cartón grande quede expuesto por algunos
dias en uno délos salones bajos, para que sea posible examinarlo (i). Oigan
vuestras mercedes la inscripción, y háganme la de indicar sin reparo cual-
quier palabra que disuene.
Tomó Francisco Pacheco un papel de manos de su tio, y leyó:
DEO SACRUM.
CHRISTIFER EST, FORTISQUE GIGAS, CUI LUCET CUNCTI
IN TENEBRIS OPEROSA FIDES, LARVASQUE MINACES
NON TIMET, ATQUE ULLIS RERUM IMMERSABILIS UNDIS:
NITITUR USQUE DEO: TALEM TE MAXIME DIVUM
CREDIMUS, EXEMPLUMQUE PUS AD LIMINA TEMPLI
PONIMUS, ET MERITIS ARIS ADOLEMUS HONORES
A. CID. 10. xxc. mí.
festado alguno de los que presentes se hallaban el deseo de que por honra de
nuestra lengua, y para que de todos fuese comprendido y apreciado el mérito,
se pusiera en versos castellanos, encargóse de hacerlo el jóven D. Francisco
de Rioja, casi de la misma edad que el lector (2), quien al cabo de breve espa-
cio leyó á los concurrentes la siguiente traducción:
(1) «I para el San Christóval que tiene pintado en esta Santa Iglesia, i acabó el año de 15S4, hizo
>muchos debuxos pequeños (i yo tengo uno) i el cartón del mesmo tamaño, nó sólo los perfiles, pero mui bien
>! acabado, oscurecido i plumeado, con gran destreza. I lo tuvo puesto en una gran sala del Alcágar Real desta
» ciudad (donde yo lo vi siendo mo(o), i es la mayor figura de pintura de que se tiene noticia en España, pues
(2) Aunque el docto bibliógrafo D. Cayetano A. de la Barrera, en su precioso libro, Poesías de Don
Franciseo de i?/fy«,— publicado por la Sociedad de Bibliófilos Españoles (Madrid: M. Rivadeneyra, 1867) indica
el nacimiento de Rioja en los años 1579 ó 1580, nosotros creemos que debió nacer muchos antes, pues alcanzó
muy larga vida, y su amistad con el pintor Paclieco empezó en los años de su infancia,
— —
II
El joven Francisco Pacheco, sobrino del canónigo del mismo nombre,
recibía educación al lado de este hombre eminente, que tanto cuidaba de cul-
tivar su inteligencia, como de proporcionar el más entero desarrollo á sus natu-
rales facultades.
Su historia es la que vamos á trazar con cuanta exactitud y claridad sea
posible, teniendo en consideración la falta de documentos y la confusión de
algunos datos de los que hemos de aprovecharnos por necesidad
Se cree que Francisco Pacheco nació en Sevilla, aunque no hay funda-
mento sólido en que apoyar la afirmativa, en el año 1568, ó tal vez uno ó dos
ántes (i). No consta el nombre de su padre, ni el de su madre, sabiéndose
(i) Una ligera reseña cronológica, con indicación de las fuentes, servirá de clara comprobación á las
1500. — Tenía ya por padre espiritual al jesuita P. Gaspar Zamora, que murió en 1621, después de ha-
berle confesado cuarenta años. Lo dice el mismo Pacheco en el Arte de la Pintura.... Sevilla; Simón Faxardo,
1649. — Lib. II, cap. IV, pág. 216.
1583. — Entró en la Hermandad de Nazarenos de la Santa Crui en Jerusalen. — También lo dejó consig-
Libro de Retratos.
1593- — Consultó al maestro Fr. Juan de Espinosa sobre la Degollación de San Pablo.... «que o¡ tengo
ídebuxado en vitela, i es el debuxo mió de mayor reputación. « Arte de la Pintura.... Lib. II, cap. I, pág. 176.
1594- — Piutó uno después de otro cinco estandartes para las flotas de Nueva España, en tiempo de don
Francisco Duarte. Arte de la Pintura.... lÁh. III, pág. 400.
No es necesario continuar. Todos estos recuerdos se combinan perfectamente con lo que dice el autor en
el mismo Arte de la Pintura..,, lib. III, cap. XI, pág. 470: «servirán mis avisos de saludables consejos en 70
¿años de edad.;-— El Arte de la Pintura estaba terminado por Pacheco ántes del año 1638, según noticia de don
14 Pacheco y sus Obras
únicamente que aquél era hermano del Canónigo, que probablemente fué su
padrino en la fuente bautismal, y le dió su nombre.
Es conjetura muy verosímil que el joven Pacheco perdió á sus padres
siendo todavía niño, y desde aquellos primeros años vivió al lado de su tio.
«Pintábale cerca del asta un bizarro escudo de armas Reales, con toda la
» grandeza y magestad posible, enriquecido, á oro y plata, y de muy finos cole-
ares, todo á óleo. En el espacio restante, hácia el medio círculo en que rema-
» suelo cabezas y brazos de'moros. Demás de esto se hacía una azenefa, por
«guarnición en todo el estandarte, de más de cuarta de ancho en proporción,
fcon un romano de oro y plata perfilado con negro y sombreado donde con-
í venia; la espada
y morrión, de plata; la empuñadura, riendas, tahalí, estribos
Juan A. Cean Bermudez, y retrocediendo desde éste los setenta que señala, encontramos el de 1568 como fecha
probable de su nacimiento.
Tomándola como punto de partida, tendria el autor doce años cuando empezó á confesarse con el P. Za-
mora; quince cuando se asentó por hermano en la de la Santa Cruz en Jerusalen, y vió siendo inozo los cartones
para el San Cristóval de Mateo Pérez de Alesio en los salones del Keal Alcázar; diez y nueve cuando hizo los ver.
sos jiívcniks al P. Rodrigo Álvarez; veinticinco cuando ya tenía importancia y juicio para consultar con padres
tan graves como Fr. Juan Espinosa sobre asuntos de propiedad en las pinturas, y hacer sus mejores dibujos.... y
r.sí en los demás. En todos estos casos, si bien se medita, más se nota falta de edad que no sobra, y nos sentimos
j>y otras guarniciones y diadema del Santo, de oro; y lo demás pintado á óleo,
»con mucho arte y buen colorido.... Apreciábase la pintura en más de dos-
» cientos ducados, según la calidad y coste que tenía.
Ya año 1598 fué elegido para pintar con otros maestros el sun»
en el
tuoso túmulo que en la Catedral de Sevi'la se levantó para celebrar las honras
del rey D. Felipe II; gran fábrica, que inmortalizó Cervantes con un soneto
tan cáustico é intencionado como lo pedian los graves disgustos que entre
altas potestades, y por leve causa, se promovieron durante la ceremonia.
Las historias que en el túmulo le cupieron, y entre ellas la de la reina doña
Ana, mujer de D. Felipe II, y la de la reina Catalina, mujer de Enrique VIII
de Inglaterra, «sobre un color de ocre las iva debuxando con carbones de
» mimbre, i perfilando con una aguada suave, i oscureciendo y manchando á
limitación del bronze, y realzando con jalde y yeso las últimas luces.»
Ya en este tiempo, llegado á los treinta años de su edad, y con la pro-
tección de su tio, habia logrado el artista gozar de gran concepto y reputación
en la ciudad. Contribuía también á ello, sin duda alguna, la bondad de su ca-
rácter, la formalidad de su trato, la piedad de sus sentimientos, además de su
ilustración y buen juicio.
(i) No fué el Licenciado Pacheco natural de Sevilla, aunque equivocadamente lo afirmaron don Nicolás
Antonio en su Biblioieca y Arana de Varflora en sus Hijos ilustres de esta Ciudad. Nació en la de Jerez de la Fron-
tera en el año 1535, donde habia casado su padre Hernando de Aguilar Pacheco, procedente del lugar de Villase-
vil en el Valle de Toranro, con Elvira de Miranda, de familia antigua jerezana. Educóse en Sevilla, de cuya Patriar-
cal Iglesia fué Canónigo y Capellán mayor de la de los Reyes, y Administrador del Hospital de San Hermenegil-
do, fundación del Cardenal Cervantes (vulgo de los heridos). Estimáronlo mucho sus conciudadanos, no sólo por
sus letras y erudición, sino por su acendrada piedad. Arregló el Rezado propio de los Santos de Sevilla, y proyectó
escribir su Historia eclesiástica, á cuyo efecto reunía copiosos materiales, cuando le sorprendió la muerte, dejando
sólo como parte de ella terminado el Catálogo de los Arzobispos de Sevilla, que conserva el Cabildo en su Biblio-
teca. Otra de sus obras, también MS. porque ninguna logró la imprenta, existia original en la Biblioteca del Semi-
Como escritor latino, así en prosa ó en verso, dejó el Canónigo Pacheco muestras tales, que hacen impere-
cedera su fama. Además de la inscripción de la Giralda que hemos copiado y de la del San Crisióbal que vamos á
hacerlo, entre otras recordaremos las elegantísimas en dísticos de la Sala ante Cabildo de la Catedral, y muchas
de las del famoso Túmulo que levantó Sevilla para las Exequias de Felipe H, que no há mucho tiempo con la
Descripción publicamos.
Brilla entre las de este libro el Epigrama en seis dísticos que Pacheco puso en uno de los frentes de la cuna
sepulcral, que contienen compendioso y completo elogio del gran Monarca español. Tradüjola también con elegan-
cia incomparable en verso libre Francisco de Rioja y copióla el erudito pintor FRANCISCO PACHECO, educado por
su tio, en su famoso Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, que original
]iosee nuestro queridísimo amigo, compañero y auxiliar desde hace muchos años en nuestras aficiones literarias,
Murió Francisco Pacheco de sesenta y cuatro años, el diez de octubre de 1599. Fué sepultado frontero á
la Capilla de la Antigua, y se le puso losa con digno epitafio latino, que se quitó al hacer allí grande obra en
tiempo del Arzobispo Salcedo. Copióla, sin embargo, el Canónigo Loaysa entre sus Lnscripciones sepulcrales del
suntuoso templo, y también la trae Ziíñiga en sus Anales. El epitafio terminaba con estos dísticos:
da á Arpiñas y Mántua.
Esta fioiicia del canónigo Pacheco fué publicada por el docto catedrático B. Francisco de B. Palomo, en
su obra titulada Historia crítica de las riadas ó grandes avenidas del Guadalquivir en Sevilla, qtie por desgracia
quedó sin concluir al fallecimiento del autor. Al insertarla pagamos tributo á su gran erudición yá la inalterable
Por este tiempo, en los últimos años del siglo XVI, contrajo matrimonio
Pacheco con D.^ María del Páramo Miranda, cuyo retrato consta que hizo en
una tabla redonda, y el mismo artista lo calificaba por el mejor de cuantos ha-
bla hecho. No se sabe tuviera más sucesión que una hija llamada Juana, que
en el año 1618 contrajo matrimonio con el famoso Diego Velazquez.
En el último año del siglo XVI fijé elegido por el santo varón Fray Juan
Bernal para pintar los cuadros del claustro del convento de la Merced, en unión
con Alonso Vázquez. El mismo autor lo expresa así en el Libro de Retratos,
y en el Arte de la Pintura, pág. 384. En estos cuadros dejó Pacheco los re-
tratos de várias personas notables que le sirvieron de modelos, y entre ellos los
sia del colegio de San Alberto, y era una de sus más valientes creaciones (2).
Al mediar el año 16 16 fué nombrado Francisco Pacheco alcalde vee-
dor del oficio de pintores, en unión con Jua7i de Uceda (3); cuyo cargo jura-
ron ámbos en el cabildo de 1 6 de Julio de aquel año, después de una ligera
contradicción por haberse verificado el acto de la elección ante un escribano
que no era de los del Cabildo (4).
(1) Nuevos documentos para ilustrar la vida de Miguel de Cervantes Saavedra. — Sevilla; Geofrin, 1864.
(2) Después de la revolución de 18 de Setieinlsre de 1868, este precioso lienzo fué quitado de su lugar
y conducido á Lóndres para ser puesto en venta por los que ostentaban el derecho de patronos de la capilla. El
(3) Probablemente sería Juan de Uceda Castroverde, discípulo de Roelas, y autor de la Sacra Familia
que estaba en la iglesia de la Merced, y hoy en el Museo Provincial, señalada con el nüm. 205, que está firmada
en 1623.— Hubo otro Juan de Uceda que pintó el momtmento de Semana Santa en 1594, según noticia que comu-
nicaron del Archivo Eclesiástico de Sevilla á D.Juan A. Cean Bermudez.
(4) Archivo Municipal de Sevilla.— Escribania 2.^ de cabildo á cargo de Franco. Torres Correa,
Escribano.
Veedores del oficio de pintores.— Leí dos títulos de los Sres alcaldes del crimen de la rreal au-
3
Pacheco y sus Obras
III
diencia de esta ciudad por los quales nombran por alcaldes veedores de los pintores á Francisco Pacheco y ynan
de Usseda vecinos desta ciudad refrendados de xpoval alfonsi secretario del Crimen soff* á vte y siete de Julio
deste año en questamos.
acordóse de conformidad quel Sr. D. gaspar de alcocer Veyuticuatro y pror. mor. sepa y se informe como
se an despachado estos dos títulos y hecho la elección ante Juan zamora y en nombre de la ciudad haga las
diligencias que convengan para que se traiga á ella y aviendolo visto provea lo que mas conbenga.
Alcaldes \ eedores de los pintores. — Leí los títulos que de los alcaldes de la Real audiencia desta
ciudad tienen de alcaldes veedores del oficio de los pintores Juan de Usseda y Franco, pacheco Pintores y el
acuerdo de la ciudad de viernes primero dia deste preste raes y el parecer que en su virtud del da el Sr. D. gaspar
de alcocer veynticuatro y pror. mor. con parecer del ledo. Enrrique duarte y dió fee hemando de.bocanegra que
llamó á Cabildo y son las nueve.
acordóse de conformidad que se reciban y entren en este cabildo y juren y se les notifique á los pintores
que de aqui adelante hagan esta elección ante uno de los escribanos del cabildo con pena y apercibimiento que
la ciudad no los recivira si no viniesen desta forma y la pena sea de diez ducados aplicados para los pobres de la
cárcel los cuales se entreguen á los caballeros diputados y administrador de la cárcel para que los repartan en la
Y en cumplimiento del acuerdo de la ciudad entraron en este cabildo francisco pacheco y Juan de Usseda
alcaldes de los pintores y juraron por Dios ntro. Sor y por la señal de la cruz de usar sus oficios guardando el
servicio de Dios ntro. Sor y de su magd y ordenanz.as de sus oficios y en todo lo que deben y son obligados y
dijeron si juro y amen y quedaron recividos y les notifique á los susodichos el acuerdo de la ciudad en que
mando no tiagan otra vez esta elección si no fuere ante uno de los escribanos del cabildo con la pena y aperci-
l'.imiento que se contiene en el dicho acuerdo y fueron testigos gerónimo mendez de acosta escrivano, y her-
'
rinlura, pág. 361.
Pacheco y sus Obras 19
Opinan muchos que Pacheco viajó por Italia; que allí vió y estudió las
obras de los grandes artistas del siglo XVI; y esto lo confirman con el estilo y
sabor que notan en sus cuadros, y con las palabras que dejó consignadas en su
Arte de la Pintura (
i
):
Supónese al leer esto que Pacheco estaba en Roma cuando envió la epís-
sus libros ni el estilo de sus pinturas ofrecen indicios de ello. Si hubiera estado
en Italia, si hubiera podido admirar en sus originales las hermosas creaciones
de Miguel Ángel y de Rafael, ciertamente no hubiera dejado de decirlo una y
mil veces, y con entusiasmo, en su Arte, estimulando á todos los pintores á
seguir su ejemplo.
Del único modelo original de Rafael que logró ver en sus primeros años
dejó noticia en el Arte de la Pintura (2).
»A quien (por oculta fuerza de naturaleza) desde muí tiernos años he procu-
2>rado siempre imitar, movido de las bellísimas invenciones suyas. Y de un
«papel orijinal de la escuela de su mano de aguada (que vino á mis manos i he
» conservado conmigo muchos años á), debujado con maravillosa destreza i
» hermosura.
Por este rasgo puede comprenderse cuántas veces hubiera citado los
cuadros originales de Rafael, si los hubiera visto.
Los dos años que consagró á su viaje artístico se estableció en Madrid,
El soneto siguiente refiere otra cena que dio el autor á los mismos; y el que
va después es á otra cetia que dió á los misinos D. Diego de Velasco, caballero
de la Orden de Santiago.
Conoció y trato con intimidad á Vicente Carducho, pintor excelente y
erudito; y de esta amistad hay curiosos datos en las obras de ámbos artistas.
— Pacheco dice (i): ^ Ultimamente vimos á miestro Í7itimo amigo Vicente
» Cardíicho, gentil ombre Florentin, ermano de Bartolomé Carducho, eredero
»de su opinión y onroso título.... etc.» —
Y Carducho, en sus Diálogos (2):
«Con un amigo que lo era de Bartolomé Carducho, tanto, que siempre que
íme ve poca suerte que tuvo; y díxome de unos versos que hizo á
refiere la
»su retrato Francisco Pacheco, sujeto muy conocido por injenioso y erudito
» pintor, á quien los profesores destas artes deben mostrarse agradecidos,
»pues ha procurado con retratos y elogios eternizar stis nombres, que siempre
»la poésía y la pintura se prestaron los conceptos.»
Pasó también Pacheco á Toledo, donde se encontraba Dominico Theo-
tocópuli, apellidado El
Greco, con deseo, sin duda, de conocer su estilo, y
luégo se dirigió al Escorial para estudiar las riquezas artísticas allí reunidas.
En el Arte de la PÍ7itnra dijo (3): preguntando yo á Dominico Greco
i....
>^ el año de 161 1 cuál era más difícil, el debuxo ó el colorido? me respondiesse
»que el colorido.» —Y márgen anota: (Opinión singular del Griego.)
al —
más adelante (4): «Dominico Greco me mostró el año 161 1 una alhacena de
» modelos de barro de su mano, para valerse dellos en sus obras.»
Otros muchos detalles de sus excursiones artísticas se encuentran en el
ral de los cuadros, en la expresión, las lecciones de los maestros cuyas obras
habia estudiado.
A este tiempo se refieren sus mejores lienzos. Entonces pintó la hermosí-
sima Concepción y otros cuadros para la iglesia parroquial de San Lorenzo;
emprendió la composición de su gran lienzo del juicio final, obra magnífica,
muy celebrada en su tienipo, y que aún sostiene á gran altura en París, donde
(2) Diálogos de la Pi/ttitra. — Madrid; Francisco Martínez, 1633, en 4.»— Diálogo V, tól. 65 vuelto.
se encuentra, el nombre del artista que la ejecutó (i), como el San Miguel que
existia en la iglesia de San Alberto ha hecho también crecer su fama al ser
llevado para su venta á Londres, como decimos en otro lugar.
La doctrina, el juicio de Francisco Pacheco y la sólida piedad que á tales
dotes unía, fueron parte á que el celoso Tribunal de la hiquisicion, queriendo
ejercer alguna vigilancia sobre los abusos que artistas adocenados se permi-
tian al pintar las imágenes de los Santos, le diera comisión en 7 de Marzo del
año 1 6 1 8 para que mirase y visitase los cuadros de asuntos sagrados que se
exponían en lugares públicos.
Pacheco transcribe en el Arte de la Pinhira (2) parte de esa cédula de
comisión, y creemos un dato curioso el conservarla.
'íPor tanto, por la satisfacción que tenemos de la persona de Francisco
» Pacheco, vecino desta ciudad, pintor excelente i Ermano de yican Pérez Pa-
checo, familiar deste Santo Oficio: i teniendo atención á su, cordura y pruden-
y>cia, le cometemos i encargamos que de aqzii adelajite tenga particular candado
» de mirar i visitar las pintíiras de cosas sagradas que estjivieren en sitios pú-
» blicos. » Y en suma, advierte que, hallando qué reparar en ellas, las lleve ante
los señores Liquisidores, para que vistas se provea lo que convenga. Y añade:
« Ypara ello le damos comisión cual se req7ciere de derecho.
Pocas veces anduvo el Santo Tribunal tan acertado como en el caso pre-
sente; los apasionados al noble arte de la pintura desearían que aún hubiese
hoy otra comisión semejante, más necesaria, tal vez, que en el tiempo de Pa-
checo, para que se guarde el decoro que á la Religión es debido.
(1) Este magnífico cuadro fué arrancado de su lugar, que era en el altar de la iglesia del convento de
Santa Isabel, durante la permanencia del mariscal Soult en Sevilla. Informes de un testigo presencial permiten
asegurar que el individuo encargado de recogerlo entró en la iglesia llevando en la mano un tomo del Diccio-
nario histórico de los más ilustres Profesores de Bellas Artes, de Cean Bermudez, y después de examinar el cuadro
leyendo al par la descripción, subió sobre el altar y cortó el lienzo con una navajilla. — Perdido estuvo el cuadro
y sin saberse su paradero durante largos años; pero en el de 1S62 se distribuyó en París un folleto en que se
Notice
sur le grand tablean
dit
yugement tiniversel
En él se recopilaban la biografía del artista, las noticias y descripción del cuadro, y sus particularidades y
Apologías. Apesar de todo no llegó á venderse entonces, y en el año de 186S el autor de estos Apuntes estuvo en
tratos para su adquisición; pero no habiendo sido posible obtenerla, se limitó á hacer que se sacase un calco del
retrato de Pacheco que en el mismo figura, cuyo dibujo, hecho por Mr. A. Bocourt, sirvió para el grabado que se
pueblo con sus poetas, y los hombres piadosos, dados ántes al sentimiento que
á la discusión.
Si Miguel Cid, poeta sin letras humanas, qite al coro de /as Musas pone
espanto, según la expresión entre agradable y zumbona de Miguel de Cervan-
tes, se hacía popular con sus sentidas y fáciles redondillas, la pluma de Fran-
cisco Pacheco tampoco podia permanecer muda; y en terreno más elevado
que el de Miguel Cid terciaba también de pintor en tan acalorada contienda.
Su Conversación entre un Tomista y nn Congregado, acerca del Jlíisterio
de la Pnrisima Concepción, impresa en Sevilla por Francisco Lira en 1620,
se ha hecho tan rara, que no hemos logrado ver de ella más que un ejemplar.
Lleva dedicatoria A la venerable Hermandad de la Santa Crnró en Jeriisalcn,
en S. Antonio Abad, fecha i.° de Enero de 1620, y aprobación del P. Pascual
postela (ó Campns apostoli)^ era tenido Santiago por especial patrono y defen-
sor de las Españas. Nuestros piadosos abuelos debieron á su ayuda y protección
señaladas victorias, y la inolvidable de Clavijo. El nombre del santo Apóstol
era el grito de guerra de nuestros ejércitos.
Canonizada la reformadora de la órden del Cármen, D.^ Teresa de Cepe-
da y Ahumada, y puesta en los altares con la advocación dulcísima de Teresa
de Jesús, se la dió el compatronato; motivo entónces y mucho tiempo después
de graves altercados.
24 Pacheco y sus Obras
IV
El estudio de Francisco Pacheco era un salón extensísimo, que tanto
tenía de museo como de taller. A un extremo, delante de alta ventana cuyas
luces bajas estaban veladas por lienzos encerados de color oscuro, se veia el
caballete del maestro, junto al cual lucia, vestido con extrañas ropas, un per-
fecto maniquí, sentado en una silla romana. Las paredes, cubiertas de antiguos
lienzosy de cuadros sin concluir, lucían á trechos brillantes piezas de arnés,
espadas de diferentes épocas, esculturas hermosas y otros muchos objetos
de curiosidad.
En el otro extremo varios caballetes puestos en semicírculo para reco-
ger bien las luces, aunque colocados con cierto desorden, eran el sitio de
los discípulos, que se ocupaban en copiar algunas obras del maestro, ó en
preparar bocetos, ó en manchando obras de encargo, cada cual según
ir
primeros dias del mes de Enero del año 1618, ciertamente se hubiera sor-
prendido del aspecto que presentaba, tan diferente de lo que de ordinario
en él acontecía. Ni uno solo de los caballetes estaba ocupado; nadie traba-
lia, que coa muestras de curiosidad procuraban ver á las que en el estrado
se hallaban y enterarse de lo que decian.
Motivo habia para tanto movimiento, y causa sobrada para tamaña curio-
sidad. Tratábase de grave al par que alegre suceso, de interés verdadero para
la familia del artista. La anciana señora D.^ Gerónima Velazquez, viuda de Juan
alegría de todos.
Al terminarse la conferencia decia Pacheco en voz bastante récia para
que pudiera ser oida de todos:
— Movido de su virtud, de su limpieza y buenas partes, y de las esperan-
zas de su natural y grande ingenio, veré con grandísima alegría entre mis hijos
á Diego, señora mia, que mucho há le profeso singular aprecio y estimación.
— Pues sea por dilatados años, — añadió uno de los Padres jesuítas, —
dejemos señalada para el próximo mes de Abril la celebración de los des-
posorios.
Desposorio y Velacicn. — «En Lúnes, veintitrés dias del mes de Abril del año
»de mil y seiscientos y diez y ocho años, yo el Br. Andrés
» Miguel, cura de la Iglesia de el Sr. San Miguel de esta ciudad
(i) .Se encuentra al fólio i8 del libro 4." de casamientos de la iglesia de San Miguel, que comprende los
A poco más del año del casamiento, en 18 de Mayo de 16 19, recibió las
aguas del bautismo una niña, fruto de aquella unión, á la que se dió el nombre
de Francisca. Esta casó en el año 1634 con el pintor Juan B. del Mazo.
En 29 de Enero de 162 1, se hicieron exorcismos y se puso el sagrado
crisma á una segunda hija de Diego Velazquez y de D.^ Juana Pacheco, que
recibió el nombre de Ignacia. El parto debió ser laborioso; la hija corrió peli-
gro de muerte, y quizá también la madre, por lo cual aquélla fué bautizada en
el acto y bajo condición.
Véanse las partidas, que existen á los fóls. 1 70 vuelto y 182, en el lib. 5.°
sus intentos, volvió á Sevilla para regresar á Madrid en el verano del año si-
guiente. Francisco Pacheco acompañó á Velazquez en este segundo viaje pa-
ra cuidar de sus adelantos.
A 30 de Octubre de 1Ó23 se le despachó título de pintor de cámara, man-
dándole llevar su casa á Madrid, con veinte ducados de salario al mes, casa,
médico, y botica, y pagadas las obras que ejecutase. Desde entónces no volvió
Diego Velazquez á Sevilla, ó á lo ménos no consta estuviese en ella.
Pacheco regresó á su casa solo, dejando instalado en Madrid á su yerno.
Y puede asegurarse que si con sus consejos y lecciones, y con su severidad en
28 Pacheco y sus Obras
el dibujo, allanó á Velazquez el camino para que ocupara tan señalado y preemi-
nente lugar en el arte, con sus relaciones é influencia contribuyó también al rá-
pido engrandecimiento que aquél obtuvo.
Una verdadera revolución causó en la existencia de Velazquez la llegada á
Madrid del célebre Pedro Pablo Rubens, con quien ya anteriormente habia sos-
tenido comunicación epistolar, y que entró en la córte en 9 de Agosto de 1628.
Pronto se unieron en estrecha amistad los dos inspirados artistas, y juntos
se dedicaron á conocer cuanto de notable y antiguo se conservaba en la villa,
haciendo agradables excursiones al Escorial y á Toledo con igual objeto.
Cerca de un año permaneció Rubens en Madrid, y á su partida quedó
encendido en el pecho de su amigo el deseo de visitar los países que aquél le
describiera, haciendo un viaje de instrucción por Flándes y por Italia. Procuró
al efecto terminar las muchas obras que tanto el rey D. Felipe como algunos
individuos de la nobleza le tenian encomendadas, y en el mes de Junio de 1629
obtuvo la Real licencia para salir al extranjero, llevando, además de sus suel-
dos, cuatrocientos ducados que Felipe IV le concedió para gastos, y otros
doscientos que le señaló el Conde-Duque de Olivares.
Atacado en Roma de la mal-aria, tuvo que trasladarse á Nápoles, donde
entabló relaciones con el nó ménos célebre José Ribera; pero ántes de salir
Miguel Angel y de los más hermosos frescos de Rafael. Hizo también en Roma
su retrato, que envió como regalo á su suegro Francisco Pacheco.
No es posible seguir paso á paso la gloriosa vida de Velazquez desde
que regresó á España, pintar el creciente favor que mereció en la córte, ni el
entusiasmo que sus lienzos producían en todas partes. De las brillantes pági-
dió una reproducción del ciiadro de fainilia (i), y una extensa descripción del
mismo ha escrito Mr. Charles B. Curtis en su precioso Catálogo de las obras
de Velazquez y Murillo (2) recientemente publicado en Nueva- York.
También se comprueba la verdad del retrato de D.^ Juana examinando la
Partida. — «En siete de Agosto de mil y seis cientos sesenta murió en esta pa-
»rroquia de San Juan Bautista de Madrid D. Diego Velazquez,
» caballero de la órden de Santiago y aposentador de S. M.
» Recibió los Santos Sacramentos,
y dejó poder para testar á
»doña Juana Pacheco, su mujer, y á D. Gaspar de Fuensalida,
»y á cada uno in solidiini, ante Escribano de
»S. M. que asiste Enterróse en la bóveda de di-
( i) Annah of the Artists of S/ai/i. — By William Stirling. M. A. — London: John Ollivier, 59, Pall Malí
— MDCCCXLVIII. — Tres volúmenes en 4.° y uno de talbotypos, que sólo se hizo para veinticinco ejemplares.
{2) Ve/azí/uíz and AJia-i/Io. A desci iplivc and Jiistorlcal catalogue of the works of Don Diego de Silva
Velazquez and Bartolomé Esteban Murillo, coinprising a clasifed list of their paintings, ivith descriptions: tlieir
history, etc. By Charles B. Curtis. M. A. — London, SampsonLow, Marston, Searle, and Rivington. — New-York,
J. W. Bouton, MDCCCLXXXIII.
30 Pacheco y sus Obras
V
Al volver á su estudio de Sevilla, ya al finalizar el año 1625, empezó
para Francisco Pacheco larga época de trabajos artísticos, y también de es-
parcimientos literarios. Tenía amistad íntima con los personajes más distin-
guidos de y su casa era el centro de reunión de todos los más ilus-
la ciudad,
FRAN. PACIECVS.-1599.
la otra por medio de un monograma, que componía con las dos primeras
letrasde su nombre y apellido, encerradas dentro de una O, última letra de
ámbos:
(?) '623
así están firmados los cobres de la Aminciacion de la Universidad, y otros mu-
chos cuadros del autor.
En medio de sus continuas ocupaciones artísticas, tampoco descuidaba
Pacheco los trabajos literarios. Ya enviaba al célebre Pedro Espinosa, retira-
do tal vez en las ermitas de Córdoba, unas estancias á la Santísima Virgen,
que le servían de jaculatoria; ya contribuía con sus versos para las Lágrimas
panegiricas á lamuerte del doctor Montalvan, en 1639.
Pero la obra que había de poner el sello á su reputación fiié el ^ h-ic de
ticia de D.Juan A. Cean Bermudez, no salió á luz hasta 1649, y áun entónces
se publicó sin el prólogo, que
autor tenía compuesto, y que no fiié conocido
el
(1) Habiéndose hecho extremadamente rara la edición primera de esta importantísima obra, la reimpri-
mió en la Biblioteca de El Arte en España el Sr. D. Gregorio Cruzada Villaamil. Forma dos volúmenes en 4."
hojas en 4° español, pero sin lugar ni año, el capítulo XII, último del ¿267^0
segundo del yír/^, que trata: « Por qué aciertan sin cuidado muchos pintores
>•>
i poniéndolo no consignen S7t intento.-»
A su cabeza, y ántes del epígrafe del capítulo, se imprimió una nota del
tenor siguiente:
Comprende, en efecto, este libro los más claros preceptos, y muchas no-
ticias históricas de gran curiosidad é interés para las Bellas Artes, dispuestos
con excelente método, y amenizados con bellísimos trozos del poema inédito
de Pablo de Céspedes, y otras poesías de diferentes escritores andaluces. Los
profundos estudios y la dilatada práctica del artista se revelan por todas sus
páginas.
Muy de años y de achaques se encontraba Pacheco cuando tuvo la
lleno
satisfacción de ver su libro multiplicado por la imprenta y corriendo en manos
de todos con especial y grande aceptación. Su salud habia decaído grande-
mente, y ni podía pintar, ni dedicarse á trabajos de cierta importancia; mo-
viéndonos á consignarlo así, la observación de que ninguno de sus cuadros
aparece fechado después del año 1642.
Hasta el de 1654 dicen los biógrafos que se prolongó la existencia del
FRANCISCOS PACHECO
HISPALENSIS.
CALAMO, ET PENICILLO PICTÜR^ EXORNATOR
ILLUSTRIUM SUI TEMPORIS VIRORUM
lISDEM ENCOMIASTES.
FRANCISCI PACHECO ASTENSIS
ALM/E HISPALENSIS ECCLESI.E CANONICI
MIRA ERUDITIONE SPECTATI, EX FRATRE NEPOS
OBIIT HISPALI NATALI SOLO
FUGIT ANNUS.
VIVEBAT ANNO 1649.
S
34 Pacheco y sus Obras
I
su EXISTENCIA Y OBJETO
cuenta años, dejó noticia bastante clara y circunstanciada en su citado libro del
36 Pacheco y sus Obras
ras indicaciones.
Era el Libro de descripción de verdaderos Retratos la obra predilecta del
docto y concienzudo Pacheco: á él destinaba los retratos más sobresalientes,
los de personajes más notables. Peleaba el autor por vencer en sus dibujos á
dos lápices las graves dificultades de sombras; y convencido y sa-
la luz y las
de la posteridad.
con tan egregio retrato, que tomarla al vuelo en las diversas ocasiones en que
»
ocupa ese distinguido lugar), según lo dicen claramente las palabras con que
comienza el elogio. Dicen así:
Fiofura un elegíante medallón, sobre el cual tiende sus alas la Fama: á los
ños. El anciano simboliza el Padre Bétis; la matrona á Sevilla; los niños á sus
hijos ilustres. En el centro del medallón se lee:
LIBRO
DE DESCRIPCIO.V
DE VERDADEROS RETRATOS, DE
ILUSTRES Y MEMORABLES
VARONES
por
FRANCISCO PACHECO.
EN SEVILLA
IJ99-
Formaba el autor los dibujos en un papel muy fino de ocho pulgadas es-
pañolas de alto por seis de ancho, sin duda con el intento de poderlos corre-
gir y variar repetidas veces; y los que merecían su aprobación eran pegados
luégo en la hoja correspondiente del Libro, y adornados con una preciosa orla,
el nombre del personaje y después su elogio.
á cuyo pié se escribía
Aumentándose cada dia, crecia en importancia el manuscrito, que Pache-
co guardaba como preciosa joya
y del cual se valia en ocasiones para ilus-
(i),
trar las obras de sus más apreciados amigos. Por ellos hizo el sacrificio de pu-
blicar alguno que otro retrato. Véanse las noticias que sobre esto ha podido
allegar el colector.
(i) Para conocer todo el aprecio que tenía Pacheco á su Libro de Retratos, todo el interés que le consa-
graba, basta la lectura de la nota que puso al fin del elogio del maestro fray Fernando Suarez, que dice así:
< Advierto que este Elogio con estos versos se ha copiado dos vezes á instancia de algunos padres graves
»de su Religión, i se ha llevado á Madrid, porque si se viere impreso ántes en nombre de otro autor, se tenga
dos los dias de la Cuaresma, que se publicaron por primera vez en Sevilla, en
1602. Multiplicáronse las ediciones de esta obra, acogida con extraordinaria
aceptación, repitiéndose en Barcelona, Zaragoza y Lisboa; y ya en el año
1 6 1 1 se preparó por Juan García, mercader de libros de Salamanca, una
,
trato del eminente orador, dibujado por Francisco Pacheco y grabado por
Francisco Heylan, copiado exactamente del que aquél habia hecho para su
Libro.
D. Juan A. Cean Bermudez vió este grabado fuera de su lugar, y habló de
tiene en la lámina.
Amigo y admirador de Fernando de Herrera, verdadero maestro de la Es-
cuela sevillana de poesía, y astro brillante, cuya luz se difundía por toda Es-
paña, quiso Pacheco honrar su memoria reuniendo en un cuerpo sus mejores
composiciones; que no le satisfacia por lo diminuto el volumen que en vida de
Herrera (i 582) se publicó, y en el que tal vez por buenos respetos ó por escrú-
pulos del autor se habian omitido muchas poesías, que estaban á punto de per-
derse, corriendo en pésimas copias entre los aficionados.
Publicó Pacheco su edición en Sevilla, impresa por Gabriel Ramos Veja-
rano, en el año 16 19, y la ilustró con un ligero prólogo y un precioso soneto,
y con el retrato del celebrado vate andaluz.
Hoy que, por fortuna, podrán conocer los eruditos una gran parte del
Libro de Retratos, entre los que se conservan el de fray Pedro de Valderrama
y el de Fernando de Herrera, se puede asegurar que Pacheco tomó de aquel
libro ámbos retratos, reduciéndolos á la escala que necesitaban las ediciones á
que habian de acompañar.
Vehementes sospechas tengo de que también se publicase en vida de
Pacheco el retrato del P. Luis del Alcázar, docto jesuíta, tío del festivo poeta
Baltasar; y me induce á creerlo así la observación de que los retratos que de
él he visto, tanto en la Biblioteca Colombina como en otros lugares, tienen
II
EL LIBRO DESPUES DE LA MUERTE DE SU AUTOR
de él con singular afecto hasta sus últimos dias; pero no habia podido darle fin.
Abundan las razones para demostrarlo.
En primer lugar, porque hay varios retratos, unos sin nombre, otros sin
orla, y otros con nombre y orla, y sin Elogio, aunque conservan á continuación
la hoja en blanco destinada á contenerlo. Hasta puede señalarse el Elogio en
que se ocupó Pacheco poco tiempo ántes de morir, que es el de D. Jllan^iel
Sarmiento de Mendoza, el cual está sin concluir, quedando suspendido el pe-
ríodo y sin terminar ni áun la frase.
Pero ¿cuál fué la suerte de aquel precioso manuscrito, tan estimado por
su autor, después del fallecimiento de éste?
Para indagarla, se lanzaron los eruditos á registrar los más célebres his-
« Pintó (Pacheco) las imágenes de los varones ilustres que él habia cono-
5>cido, lo cual alcanzó con su larga edad, poniendo á cada uno un Elogio; las
» cuales, pintadas y encuadernadas en un volumen, remitió al Conde-Duque de
«Olivares, D. Gaspar de Guzman, que lo puso en su librería.
Ya está manifiesta la suerte del Libro que refirió Pacheco en su Arte de
la Pintura iba formando con los retratos, dijeron los eruditos,
y la noticia del
regalo al Conde-Duque, como dada por un autor contemporáneo y tan amigo
de Pacheco cual lo era Rodrigo Caro, voló sin contradicción.
Y es en verdad extraño, que ninguno de los doctos que citan el pasaje de
Caro haya conocido que Jii es, ni puede ser suyo, y por lo tanto no merece el
Por el contexto se conoce desde luégo que ese párrafo está escrito des-
pués de la muerte de Pacheco, y por eso se dice, usando los verbos en tiempo
pasado, pintó las imágenes de los varones ilustres que él había conocido, de-
clarando con claridad que ya entonces no existia; y corroborándolo después al
«Escribió:
¡>Arte de la Pintura, su antigüedad y grandezas. Imprimióse en Sevilla,
libro.
» ñas notables de Sevilla, con elogios y breves compendios de sus vidas, de que
y he visto y tenido algunos. Perdióse en su muerte, dividiéndose en varios afi-
» clonados.»
k. esta noticia de un testigo de vista se le dió ménos crédito que á la
otra atribuida á Rodrigo Caro. Sin embargo, Zúñiga es quien nos dice la
verdad.
Pero se preguntará al llegar á este punto: si el Libro de Retratos se
ocultó á la muerte de Pacheco, ¿quiénes fueron los que lo arrebataron? ;Dónde
se ha conservado intacto ese considerable fragmento que hoy sale á luz?
retrato del venerable Padre, copiado del último que existe en el Libro de des-
cripción de verdaderos Retratos. Es un grabado harto infeliz, á cuyo pié se lee:
»glo, tan conocido por su pincel como por su piedad, que por largo tiempo
» trató al Padre.
- 6
42 Pacheco y sus Obra?
»Tan conocido en toda España fué Francisco Pacheco por su raro pin-
»cel, como en su patria, Sevilla, por su aventajado ingenio y virtud. Remató
» este excelente pintor los años de su vida sacando á luz un insigne libro de la
í pintura y otro de varones insignes de aquella gran ciudad, en que, con el di-
sazón.
Por estas circunstancias, no creemos que sería aventurado el asegurar
que este fragmento de cincuenta y seis retratos, entre los que se encuentran
los del P. Rodrigo Álvarez y el venerable Hernando de Mata, paró en una
casa de religiosos.
nando de la Mata en 1663, pues no tenemos noticia alguna del paradero del
>tenta los (retratos) que ejecutó de lápiz negro y rojo, de sujetos de mérito y
»fama,» lo exiguo de la noticia, y el no hacer mención de los Elogios, basta
para que se comprenda que no habia llegado á ver aquellos retratos.
Desde el año 1654, fecha de la muerte de Francisco Pacheco, hasta prin-
III
NOTICIAS Y DUDAS
DE ORDEN DE S. M.
Madrid: en la Imprenta Real,
Año de 1S29.
del mismo tomo, pág. 368, núm. 31, se inserta la vida del mismo, escrita, se
del Elogio que éste puso á continuación del retrato del ilustre arquitecto.
Ya vimos que D. Juan A. Cean Bermudez, en su Diccionario, apénas ha-
bló de los retratos dibujados por Pacheco, y nada dijo del Libro de Retratos
año de 1829 habia ya dos, por lo ménos, que el Libro de Retratos se encon-
traba en poder de D. Vicente Avilés, hombre muy aficionado á curiosidades, y
médico que habia fijado su residencia en la villa de Fuentes de Andalucía.
El dato á que aludimos es, que el dicho D. Vicente habia presentado á la
Real Academia Sevillana de Buenas Letras una Memoria biográfica del poeta
Baltasar del Alcázar, copiando casi en su totalidad el Elogio que escribió
Francisco Pacheco.
¿Dónde habia adquirido el D. Vicente Avilés el Libro de descripción de
verdaderos Retratos de ilustres y memorables Varones.^ ¿Habia mucho tiempo
que lo poseia cuando presentó su Memoria á la Academia de Buenas Letras?
No podremos decirlo con exactitud. El D. Vicente, cuando presentó en la
Academia su biograñ'a de Alcázar, que tiene fecha de 4 de Diciembre de 1827,
nada dijo del manuscrito de donde habia copiado sus noticias, y solamente ha-
bló de él, pero siempre de un modo indeciso y oscuro, después de ver censu-
rado su trabajo por el docto D. Justino Matute y Gaviria (i). Una noticia va-
ga, aunque comunicada por persona que trató mucho á Avilés, nos indica que
habia recogido el libro en el año de 1820 de otro amigo suyo que lo poseia
desde que los franceses hablan estado en Sevilla, el año de 1808.
La Real Academia de la Historia tuvo poco tiempo después de la publi-
(2) Así consta de Nota escrita de puño y letra de Aviles, que se encuentra todavía dentro del Libro
de Retratos.
Pacheco y sus Obras 45
de i8ji, que se inserta al principio del mencionado tomo VII de las I\/e-
moi'ias.
Por este mismo tiempo, y áun algunos años ántes, anduvo también por
Madrid, si hemos de dar crédito á las noticias que acerca de esto se conservan,
otro cuaderno de los varios en que al decir de D. Diego Ortiz de Zúñiga se
dividió la obra de Pacheco.
EnSemanario Pintoresco Español, número correspondiente al 1 6 de
el
Marzo de 1845, se publicó una biografía del poeta Francisco López de Zá-
rate (á quien Cervantes mostró tanta estimación al fin de Los Trabajos de
Persiles y Sijisniiuida), escrita por D. Eustaquio Fernandez de Navarrete, é
ilustrada con un retrato desconocido hasta entónces. Al finalizar la biotjrafía
decia Navarrete:
«El retrato de Zárate, hízolo trasladar á Go}'a en lápiz D. Martin Fer-
nandez Navarrete, de nno de los cuadernos del libro de Pacheco, en que re-
yó D. Vicente Avilés. Las noticias corrían en España, y más aún por el extran-
jero. Pero muchas personas no creian que fuera el original, sino una copia;
otros dudaban, y solamente los que alcanzaron á verlo (bien es verdad que fue-
ron muy pocos, porque Avilés no lo mostraba fácilmente), pudieron conven-
cerse de que se habia salvado este inapreciable monumento literario.
De
Elogios fué pródigo Avilés, y permitió la publicación de muchos, se-
gún hemos visto; de retratos no sabemos que diera copia más que del de
Benito Arias Montano. En cuanto á mostrar el original de Pacheco á los afi-
cionados, nos dicen que fué muy circunspecto. Unicamente sabemos de D. Se-
rafín Estévanez Calderón, que viniendo de Jefe político á Sevilla, se detuvo en
Fuentes, y de D. Francisco Iribarren, distinguido jurisconsulto de esta ciudad
(l) Entre los preliminares del tomo XXI de la Biblioteca tic Autores Españoles, primero de Historiado-
res de Sucesos particulares, incluyó el Sr. D. Cayetano Rosell el Elogio de Pedro Mejía.
Pacheco y sus Obras 47
y natural de aquel pueblo, que pudieran dar noticia de haber visto el Libro de
Retratos miéntras lo' poseyó el D. Vicente.
En el año de 1839, y sin que se sepa con qué objeto, aunque se sospe-
cha, hizo Avilés que el profesor de instrucción primaria de Fuentes de i\nda-
una copia exacta de los Elogios escritos por Pacheco; y poco
lucía le sacase
IV
HALLAZGO Y COMPRA EN 1864
BIBLIOGRAFIA
EL LIBRO DE PACHECO
una parte del notable artículo que el Sr. D. Antonio de Latour dá á luz en
el número correspondiente al mes de Agosto próximo pasado.
»En este artículo, el Sr. de Latour trata con su recto criterio y profundo
talento investigador, entre otras cosas relativas á la fisonomía literaria, artísti-
ca, política y moral de la España de nuestros dias, de ese inapreciable manus-
crito conocido por El libro de Pacheco, que nuestro querido é ¡lustrado amigo
el Sr. D. José María Asensio tuvo la fortuna de encontrar después de largas y
perseverantes investigaciones.
>Dos cosas nos mueven á hacer la traducción de la parte más importante,
á nuestro juicio, del mencionado artículo: la primera renovar en el corazón de
los amantes de nuestras glorias literarias y artísticas la indecible alegría con
que recibieron la noticia del hallazgo de esa maravilla de los buenos tiempos
de la Escuela Sevillana; y la segunda pagar un tributo de agradecimiento á uno
de los pocos sabios extranjeros que, al escribir de las cosas de España, lo ha-
cen con rectitud é imparcialidad, y saben colocarse en situación desembarazada
y ponerse muy alto por encima de preocupaciones vulgares que tienden á reba-
jar las verdaderas y sólidas grandezas de esta nación. El señor de Latour, en
una palabra, escribe de España en España; basta esto para que con su buen
juicio sepa decir la verdad.
Dice así:
tres del siglo XVI, dibujados aquéllos y escritas éstas por el pintor Pacheco,
el primer maestro que tuvo Velazquez, y que más tarde fué su suegro. Yo he
visto este precioso manuscrito; lo he tenido entre las manos, y puedo hablaros
de él con entero conocimiento de causa. Sabíase, á principios de este siglo, que
existia, si no todo, alménos una parte; pero no se sabía dónde se encontraba,
ni se conocía de él más que una copia incompleta del texto. Supe que estaba
en poder de D. José María Asensio, y llegué á Sevilla aguijoneado por
al fin el
noticias biográficas, escritas del puño y letra de Pacheco, con una perfección
tal,que nos recuerda los grandes calígrafos del siglo XVII. Puede decirse que
es una obra admirablemente pmtada, ya se considere bajo el punto de vista li-
terario, ya bajo el punto de vista artístico. La colección debió ser más numero-
sa,y es presumible que una parte se ha perdido, si no en vida del autor y por
su voluntad, acaso poco después de su muerte. Es notorio que Pacheco se
habia propuesto elegir en su colección de retratos y biografías los personajes
de mayor celebridad para darles cabida en el libro; y, sin embargo, faltan unas
veces el retrato, otras la noticia histórica. Contentémonos con lo que ha
quedado, que ya es mucho.
»Son los retratos bustos de unas ocho pulgadas de altura, de las que co-
rresponden dos á la cabeza; cada uno está encerrado en un cuadro delineado y
enriquecido con adornos dibujados á la pluma, habiendo cuidado Pacheco de
que estos adornos fueran alegóricos al talento ó al carácter del personaje
retratado. Los de los poetas, en particular, ostentan una corona de laurel. En-
cima de cada retrato se lee un versículo de la Escritura, que viene á ser un re-
sumen de la vida del modelo, y frecuentemente un juicio acerca del mismo. Las
figuras están dibujadas á dos lápices, rojoy negro, con una delicadeza que se
acerca á la miniatura, y con una vivacidad tal de expresión, que, á pesar del
tiempo trascurrido, conservan todas ellas los rasgos del genio que los animó.
Aquellos ojos hablan todavía, á pesar de los tres siglos que han trascurrido;
} de los labios de Ouevedo, por ejemplo, se espera ver salir sus agudos epi-
gramas ó una sátira mordaz. Diríase que fray Luis de Granada va á leernos una
página de sus obras inmortales, y que la profunda mirada de fray Luis de León
se anima inspirada con los primeros versos de su magnífica oda:
7
50 Pacheco y sus Obras
que la caridad nos manda echar sobre la memoria de los muertos. ¿De qué
manera habia llegado este tesoro á manos de D. Vicente de Avilés? Se ignora;
pero es lo más probable que lo adquiriera por herencia. D. Vicente conocia el
valor de la alhaja que poseia, y en diferentes ocasiones habia estado en tratos
con extranjeros para enajenarla. Pocos instantes ántes de su muerte, que fué
casi repentina, hubo de decir á sus herederos (sólo tenía sobrinos) que habia
ocultado en lugar seguro la porción más preciada é importante de sus bienes;
es decir, el libro de Pacheco y várias alhajas. Muerto Avilés, sus herederos
registraron cuidadosamente toda la casa, sin dar con el codiciado tesoro, y tu-
vieron que contentarse con una copia del texto, que su tio sacara por lo que pu-
diera suceder.
»Á la sazón llegaron al pueblo dos aficionados procedentes de Sevilla,
la esperanza de que sus herederos cederian gustosos una propiedad que valia
ménos á sus ojos que un ardite de moneda antigua catalana. Mohinos y caria-
contecidos quedaron al saber lo que habia sucedido con respecto al libro; em-
pero no descorazonaron del todo, y pidieron y obtuvieron permiso para pro-
ceder á nueva búsqueda. Buscad, buscad, les dijeron, y si tenéis la fortuna de
encontrar, las alhajas serán para nosotros y el libro para vosotros. Aquellas
buenas gentes ignoraban que la parte más valiosa del tesoro oculto era, sin
disputa, el libro.
sComo los buscadores de oro en la California, así nuestros dos aficiona-
dos sudaron agua y sangre para descubrir el codiciado placer. Reconocieron
las paredes de la casa, levantaron las solerías, pusieron en desórden los teja-
dos, desarmaron las cómodas, mesas y alacenas; hubieran, en fin, de buen gra-
do vaciado las botas de vino y las tinajas de aceite, á no haberles ido á la ma-
no. Rinconete y Cortadillo entrados durante la noche en una casa, en ausencia
de todos sus moradores, no la hubieran puesto á saco con más gentil desemba-
razo. Trabajo y todo cuanto obtuvieron de él los aficionados sevillanos,
inútil;
fué el permiso para sacar una copia de la copia del libro hecha por D. Vi-
Pacheco y sus Obras 51
cente Avilés. De esta copia, que el Sr. Bueno me dió á leer en 1849, es de la
es lo cierto que debió ser un hombre dotado de todo cuanto era indispensable
para llevarla aventura á feliz término. Ofrecióle una buena recompensa, y el emi-
sario fué á establecerse sin ruido y con un pretexto cualquiera en la posada úni-
ca del pueblecillo que indiqué anteriormente. En él, y en tanto que aparentaba
ocuparse con asiduidad de sus particulares negocios, trababa conversación con
todo el mundo. Sin embargo, dejó trascurrir algunos dias ántes de fijarla sobre
el difunto D. Vicente Avilés. Ya puesto en este camino, un dia hablaba de este
señor, y otro de sus sobrinos, cuidando de hacer hablar á sus interlocutores,
y provocando digresiones que eran muy de su agrado, sobre todo cuando con
tal motivo alguno de los contemporáneos de Avilés hablaba de las relaciones
que éste habia tenido en la última época de su vida. En estas ocasiones el en-
cargado de negocios de Asensio se hacía todo oidos; y en una de ellas supo
que aquel de los más íntimos amigos que sobrevivió á D. Vicente le habia se-
guido de cerca al sepulcro. Esta noticia lo dejó casi completamente desconcer-
tado; sin embargo^ no quiso renunciar del todo á sus investigaciones ántes de
hacer una nueva tentativa cerca de los herederos de D. Vicente, para inquirir
noticias del extraviado manuscrito. Estos le dieron cuenta detallada de todas
las diligencias que se hablan hecho en la casa para descubrirlo: y deduciendo
de tantas idas y venidas que el perdido tesoro debia ser de gran valía, los
sobrinos de Avilés le ofrecieron en venta la copia del manuscrito por el precio
de seis mil reales vellón. El comisionado rióseles en las barbas, y regresó á su
posada. Ya en ella, y después de maduras reflexiones, de las cuales dedujo que
debia perderse toda esperanza, escribió á Asensio, anunciando su próximo
regreso á Sevilla.
» Púsose con negro humor á hacer sus baúles, y el posadero, que lo ad-
virtió, le preguntó el motivo. El fiel diplomático, que no estimaba ya necesaria
ta oido atento á muchas cosas, que guarda en su memoria, las cuales enlaza
grido libro....! — ¿Un manuscrito.^ — Eso es; sí, señor, un manuscrito de Pache-
co; — y pronunció este nombre con voz apénas inteligible. ¿Sabía acaso el posa-
dero si había existido un Pacheco en el mundo.? Sí que lo sabía; y tanto, que
contestó: — ¿Por qué no ha hablado usted desde luégo con franqueza? Yo le hu-
biera dicho dónde se encuentra.... Quien lo tiene es el señor Arcipreste. —-Y en
el acto relató la siguiente historia:
»D. Vicente de Avilés vendió el libro en una suma considerable á un in-
glés que, de paso por el pueblo, se dirigía á Málaga, de donde debía regresar
para recogerlo. No se sabe si cansado de esperarlo, ó por otro cualquier moti-
vo, Avilés depositó en manos de uno de sus amigos el manuscrito y unas cuan-
tas alhajas de bastante valor. Al á'.a. siguiente de haber hecho el depósito, Avi-
lésmurió de repente, y el amigo tuvo tentaciones de guardarse los objetos.
Para tranquilizar su conciencia, se dijo que el difunto no tenía hijos, y esta
mala retlexion le decidió á cumplir su mal propósito. De tiempo en tiempo
hacía un viaje á Sevilla, donde vendió una por una todas las alhajas hasta que-
darse con sólo el manuscrito, que renunció á vender, por no llamar la atención.
La idea de quemar el libro cruzó por su mente como el mejor medio de resol-
ver el conflicto en que se encontraba. De todos cuantos peligros amenazaron
la existencia de este precioso manuscrito, el más grave, sin duda, fué el pensa-
s Así las cosas, llegó al pueblo el emisario secreto de D. José María Asen-
sio, cuando todavía no estaban resueltos los escrúpulos y las vacilaciones del
gún parece; pero nos aseguran que ni uno ni otro viajero lograron ver siquiera
el libro objeto de su artística codicia.
»
V
LO QUE HA PERECIDO Y LO QUE SE CONSERVA
í signes, quise comunicarle á los aficionados á los escritos de Lope, sin vo-
»luntad y consentimiento suyo, aviendo quedado á corregir la impression de su
» yeríisalen en ausencia suya.
Adviértese después á los lectores que el diminuto retrato, que acompañó
al poema, no es el dibujado por Pacheco; y en verdad, que no está de sobra
tal advertencia, porque el retrato es harto infeliz (2).
(2) En el año 1841, según noticia comunicada por el Sr. D. Cayetano A. de la Barrera, circuló el
Fi-ospecto de una nueva edición de La Jenisalen conquistada de Lope de Vega, que, según aquel anuncio, debia
56 Pacheco y sus Obras
reparado en ellos.
na 118 hace una referencia igual, al Elogio de Luis de Vargas. Estos dos están
contenidos en fragmento que hoy se conserva, y van en su lugar respectivo,
el
«Esto se escribe, nó tanto por alabar el sugeto presente (que tendrá otro
» lugar), cuanto por la grandeza del arte de la Pintura. » (Al márgen dice: En su
Elogio.)
A
la pág. 164 se expresa así:
sfiniendo las dudas i dificultades con gran prontitud, que es una singular ven-
»taja». (Al márgen dice: En sn Elogio.)
llevar entre otras notables mejoras la siguiente; — 'Se dará, decía, el retrato de I.ope de Vega, copiado esacta-
mente del que hizo Francisco Pacheco con vista del orijinal....»
(1) Obsérvese que Pacheco conserva en su órden natural los apellidos de Velazquez.
(2) ¿Quién sería? Tal vez Pacheco se defiende aquí de especies vertidas por sus émulos. ¿Por Herrera?
»
Tu espada y pluma
se celebre y cante.
Pues con dos mundos ya tu honor divides,
Dexas atrás los límites de Alcides,
Passas de sus colunas adelante.
8
58 Pacheco y sus Obras
ciano poeta que ántes nos ocupaba, procedan, con el de Valbuena y el de López
de Zárate, de aquel cuaderno del Libro de Retratos que habia tenido en su po-
der D. Martin Fernandez de Navarrete, y que no se sabía ya dónde habia ido á
parar por los años de 1 845.
El retrato del poeta desconocido pudo formar parte de aquel extraviado
cuaderno; y los otros pueden proceder de sus originales, copiado el de Zárate
por D. P^rancisco Goya, el de Valbuena por Ribelles, y el de Francisco de Rioja
por Carmona.
D. Nicolás Diaz de Benjumea, el docto comentador, el demasiadamente
ingenioso comentador del Quijote (según la feliz expresión del Sr. D. Antonio
de Latour), fué el primero que nos hizo la indicación de haber visto en Lón-
dres, en poder de D. Juan Wctherell, hijo de un caballero que vivió muchos
años en Sevilla, tres retratos exactamente iguales en tamaño, en papel, en di-
bujo, etc., á los que veia en el Libro de Pacheco. Según sus recuerdos, era el
nos amigos, supimos con seguridad que, en efecto, en poder de los señores
Mrs. Nathan y Horatio Wetherell existian, nó tres, sino siete retratos que en
muchas maneras se asemejaban á los del Libro de Francisco Pacheco.
Por mediación de nuestro antiguo y excelente amigo el Sr. D. Pascual de
Gayangos obtuvimos la lista exacta de los personajes retratados, y las copias
de sus Elogios. Eran éstos:
pero siguiendo con interés cuanto relativo á obras del autor se publicaba en
las revistas más acreditadas, leimos en el periódico de Londres titulado The
Athenceum, en el número correspondiente al 25 de Julio de 1874, la siguiente
las Bellas Artes en España (Madrid, 1800: tom. IV, pág. 13, en la nota), dice:
«Y pasaron de ciento y setenta los que ejecutó de lápiz negro y rojo de suge-
»tos de mérito y fama en todas facultades.»
j Estos retratos están todos perfectamente dibujados; se distinguen espe-
cialmente por la animación, por y su principal mérito consiste en la in-
la vida,
VI
DONATIVO DE S. M. EL REY D. ALFONSO XII
dido en Inorlaterra.
En los últimos meses del año 1877, si no nos es infiel la memoria, vino la
primer lugar el álbum de suscriciones, para que su nombre figurase como pro-
tector al frente de la obra. — Mandó entregar al poseedor de ésta los siete
(1) Después de haber hecho las pruebas fotográficas necesarias, fueron devueltos los originales á la
biblioteca particular de S. M., donde se conservan.
cia de que ninguno de los individuos representados en ellos era una verdadera
celebridad, como atinadamente observó el Sr. W. Cosens.
Su importancia á pesar de esto, misma razón, es grandí-
y quizá por esta
sima para conocer todos los pensamientos de Pacheco y la manera de llevar-
los á ejecución.
VII
ALGUNOS DATOS PARA LLENAR LAS LAGUNAS
QUE OFRECE EL LIBRO
No vamos á intentar, que sería loco empeño, construir la parte que el ar-
tista no terminó por falta de tiempo. Breves noticias sobre algunos de los per-
sonajes cuyas imágenes se pusieron en su lugar, pero quedaron sin Elogio, con
alguna conjetura sobre los pocos retratos que carecen de nombre, y que por
pasatiempo y curiosidad habíamos anotado, son la materia de este capítulo.
del suelo andaluz de los personajes, que aumentaba la dificultad para obtener
noticias biográficas.
Supliendo en lo posible esta laguna, y careciendo casi por completo de
noticias de la vida de Escobar, regalaremos el gusto de los aficionados con
todos los sonetos suyos que hemos logrado; y que son de tal mérito, que
no se desdeñarían entre los buenos de Fernando de Herrera ó de D. Juan de
Arguijo.
Debió nacer Escobar á mediados del siglo XVI, en la mejor época de las
Quizá estuvo en Sevilla, aunque fuera por poco tiempo, en el año 1586.
Salió al público en éste nueva edición de la obra titulada ChronograpJiia ó Re-
pertorio de los Tiempos, y á su frente, un soneto de Baltasar de Escobar A la
muerte de Hierbnimo de Chaves.
64 Pacheco y sus Obras
Dignos son también de estudio y de aplauso los otros dos que inserta
Espinosa á losfolios 47 y 132 de su libro, y que reproducimos con el epígrafe
SONETO
De la ciudad que guarda el Mausoleo
De Marón sacro Fénix de Parnaso,
Do en sus cenizas, del funesto vaso,
Único Mesa levantar os veo.
trato.
nero, y rico de crédito y opinión por lo bien que se habia portado en aquel
cargo. Eligiéronlo por Comendador de Madrid el año de 161 2, y ese mismo
año, habiendo fallecido el Maestro Frai Joseph de Aguayo, Provincial de Cas-
tilla, quedó por Vicario Provincial hasta el capítulo celebrado el año de 161 5,
en el que le eligieron por Provincial de la misma Provincia. Dentro de tres me-
ses se celebró capítulo general en Calatayud, á 5 del mes de Junio, y en él lo
68 Pacheco y sus Obras
Galicia. Presidió en esta Iglesia poco más ó ménos de once años, hasta el de
1628, que fué promovido á la de Mechoacan (que es de las más ricas de aquel
Reyno) por muerte del obispo D. Frai Alonso Enriquez de Toledo, de quien
traté en el núm. I de este Catálogo. Estuvo propuesto diversas veces por el
Consejo de Indias para el Virreynato de Nueva España, y se le dejó de dar
por ser religioso, embargo de que se tuvo entera satisfacción de su pru-
sin
lleció por Setiembre del año de 1649, con veintidós de consagración y setenta
y seis de edad.»
El retrato de Pacheco le representa jó ven, y por el rótulo vemos que de-
bió ser hecho en los años de 161 5 á 161 7, en que fué General de la Orden de
la Merced, teniendo de cuarenta y dos á cuarenta y cuatro años.
Juan Saenz Zumeta hizo al mismo propósito otro soneto, que publicó Pe-
llicer en la Vida de Cervantes, y dice así:
do la especie, que no hemos podido comprobar, de que el Ldo. Zumeta fué Co-
rrejidor de Ecija.
RETRATO CON ORLA, PERO SIN NOMBRE NI ELOGIO, QUE SE ENCUENTRA DESPUES
DE EL DEL DOCTOR ÁLVARO PIZAÑO DE PALACIOS
¿ALONSO CANO?
Meras conjeturas, basadas en levísimo fundamento, son lo único que po-
demos ofrecer á la curiosidad de los aficionados acerca de este retrato.
Para juzgar que es pintor, tenemos el dato de la parte superior de la orla,
muy semejante áde los retratos de Pablo de Céspedes, Luis de Vargas y Pe-
la
dro Campaña, artistas de gran nombre, que van en sus lugares respectivos, y
que nos autorizan á decir que este personaje sin nombre era también artista.
Pero los dos ángeles ó genios que adornan el casetón superior no tienen sola-
mente pinceles en las manos. El uno de ellos empuña un compás, que cierta-
que analizamos; por más que aquí se representa al célebre artista en la pleni-
tud de la edad viril, y nó en la vejez, como nos lo han conservado en otras
pinturas.
¿RODRIGO CARO.?
Ménos datos, fundamentos más débiles todavía que los expuestos para
justificar la conjetura expuesta sobre el anterior retrato, son los que con respec-
to al presente podemos consignar.
personaje retratado era eclesiástico, poeta y amigo de Pacheco.
Que el
Las dos primeras circunstancias nos las dicen su traje y la corona que honra
su cabeza; la tercera nos la patentiza la perfección del dibujo, como decíamos
en el que precede. Por las cartas del pintor conocemos su amistad con el doc-
to anticuario; y por más que pueda parecer y leve sospecha, encontra-
pueril
Á pesar del signo dubitativo con que señalamos al personaje cuyo retra-
to sin nombre, Elogio ni orla se encuentra después de el del Maestro Francisco
Guerrero, entendemos que no ha de haber un solo lector que no vea en él sin
vacilación alguna la imágen del gran satírico, del filósofo moralista, del profun-
do escritor y festivo poeta cuyo nombre goza la mayor popularidad en España.
¡Y qué hermoso retrato nos ofrece Pacheco! ¡Cuánta verdad, cuánta vida,
cuánto carácter se encuentran en los rasgos de esa animada fisonomía! ¡Con
cuánta inteligencia, con qué delicadeza y atención están dibujados los ojos,
que en la vaguedad de su mirada revelan la incertidumbre del miope; y con
cuánta valentía se destacan bajo el espeso bigote esa boca acentuada, esos
labios que revelan firmeza de carácter, valor inquebrantable, y dejan ver al pro-
pio tiempo la sonrisa irónica del observador malicioso! La corona, artística-
Creemos qiíe Pacheco hizo este retrato á la vista del original, teniendo
muy estudiado y presente al modelo, porque así lo indican los muchos detalles
tableció definitivamente en el Palacio Real por los años 1624 ó 1625, siendo el
Duque de Lerma.
Recibió el capelo con el título de Cardenal de los Doce Apóstoles en el
año 1583, aunque Gil González Dávila y otros lo señalan en 1578; pero es lo
cierto, según documentos que examinó nuestro analista D. Diego Ortiz de Zú-
ñiga, que cuando vino á Sevilla aún no era Cardenal; que fiié creado en Noviem-
bre de 1 583, y por su elección se hicieron grandes demostraciones de júbilo en
Sevilla.
SONETO
Si bien ya con la voz viva no suenas,
Suena tu fama, que á su cargo toma
Darte elnombre inmortal que á Tulio Roma,
O el que dió al gran Demóstenes Aténas.
Para que el Libro sin igual de Francisco Pacheco llegue hasta la poste-
ridad con toda clase de interés y atractivo, se encuentran en él, después del re-
(i) Véase en el Catálogo de la Obra Artística, Galería del Sr. D. Juan Olivar.
10
74 Pacheco y sus Obras
aquél sus cualidades de eclesiástico y poeta. Los dos últimos innominados que
nos presenta la colección, están colocados dentro de orlas completamente
iguales, pero tan sencillas, que no se descubre en ellas signo alguno para fun-
dar conjetura.
No debe perderse de vista, sin embargo, que para ponerlos en su Libro
de Retratos, Pacheco llevaba por principal intento entresacar los de sugetos
más distinguidos; y como no se encuentran entre los otros que en el volumen
se contienen, ni Luis Belmonte Bermudez, el celebrado autor dramático á
quien con fundadas razones se atribuye la famosa comedia E¿ Diablo predica-
dor,y cuyo poema titulado La Hispálica se conserva inédito en la Biblioteca
Colombina, ni tampoco el renombrado D. Juan de Jáuregui, poeta y pintor
como Pacheco; nos sentimos inclinados á sospechar si serán estos los ori-
VIII
OTROS RETRATOS PINTADOS POR PACHECO
!>ger, i entre estos dos puse mi retrato firontero, hasta el cuello (pues es cierto
» hallarme presente este dia), i también siguiendo el ejemplo de algunos valien-
»tes pintores que en ocasiones públicas entre otras figuras pusieron la suya, i
existencia del retrato de Pacheco, y á vista del cuadro hasta podia señalarse
sin vacilación el lugar preciso en que se encontraba.
Pero cuadro del "Juicio final habia desaparecido de la iglesia del con-
el
do que publicó El Arte en España con un buen artículo de nuestro amigo don
Gregorio Cruzada Villaamil (i), y el que ahora adorna este libro. La adquisi-
ción del cuadro no hemos podido conseguirla todavía.
A ese retrato de Francisco Pacheco hemos unido su firma escrita, toma-
da de otra original del autor que está al fin de un ejemplar impreso del papel
que dirigió A los Profesores del Arte de la Pintura, que existe en la biblioteca
del Excmo. Sr. D. José Salamanca, cuyo facsímile nos remitió el Sr. D. Manuel
Remon Zarco del Valle.
Entre los retratos enteros merece especial mención el de San Ignacio de
Loyola, que hizo Pacheco para el colegio de San Hermenegildo, y que recuerda
(2) Después ha sido trasladado á la sacristía llamada de los Cálices, donde puede verse á mejor luz que
Recibí carta del Sr. Licenciado Rodrigo Caro, á quien estimo en mucho,
y me huelgo infinito de su buena memoria y correspondencia; asi fueran todos
los amigos. Yo habia dado, como le escribí á Vm., el memorial suyo á
Francisco de Rioja, y después le hablé de nuevo un dia antes que se partiese
al Escorial: hoy dia de la fecha por la mañana le visité en orden á esto, y le
acompañé hasta D.* María de Aragón, y oí misa con él, encomendándole el
cuidado de dar noticia al Arzobispo del Sr. licenciado; y él con muy buena
gracia me prometió que lo haria: Ojalá estuviera en mi mano; hago lo que
[xiedo, y no hago nada al cabo.
Sobre todo lo que Vm. me avisa de D. Thomás Tamayo, aunque di-
uso de la corte: yo suelo adivinar algo de lo que viene á ser: en fin, de los
hombres hemos de tomar lo que nos quisieren dar.
Madrid, Octubre 1625.
gó vmd. tanto que siempre me reconozco por deudor, ahora con la mudanza
de estado vida que vmd. ha hecho, con mucha mas razón le debo estimar,
i i
provechoso interés (i): bien es verdad que llevado del común sentimiento de
algunos de los amigos de vmd. me pareció que la elección que vmd. habia he-
cho pudiera ser mejor, no respecto del fin, porque este es admirable, pero del
medio.
Daban, entre dos razones, y á mi parecer, no apartadas de razón:
otras,
la una que la acción y talento que sin mucho trabajo habia vmd. recibido de
Dios, entrando en una religión santa aprobada pudiera vmd. acrecentarlo con i
nes é ignorancias, cjue como nuevo en este camino es fuerza que se le han de
ofrecer, i por la dificultad con que pone en ejecución qualquiera cosa contraria
ti la virtud.
Espíritu Santo (como padrino) es el que saca al hombre al Desierto, como sacó
á muchos santos i á la misma unidad de Cristo, el solo basta para allanar todas
estas dificultades, ¿i quien duda que el mismo divino Espíritu, como padre fiel
haya dado á vmd. guia que le encamine, que es padre espiritual, á quien vea
i oiga corporalmente, i le administre el Sacramento de la Penitencia i del Cuer-
po de Ntro. Sr. Jesucristo, por lo menos dos vezes en el mes, como remedio el
mas eficaz para conservarse en la vida espiritual, donde trocados los estudios
de la especulación terrena en los de la sabiduria celestial, los libros humanos
en Divinos, la poesía en alabanzas de Dios (2) donde no menos se requiere de-
licadeza de injenio, se aprovecha con mayor fruto el precioso tiempo? Yo que-
(1) Se ha creido por el Sr. D. Cayetano A. de la Barrera que este Pedro Espinosa, á quien se dirige
Paclieco, sea el poeta antequerano, colector de las Flores de Poetas ¡lustres. Para nosotros es este punto casi fuera
Todo ese párrafo primero parece dirigirse á recordar las primitivas relaciones literarias entre Paclieco y
Pedro de Espinosa residió muchos años en Sanlücar de Barrameda como Capellán del Duque de Medina-
Sidonia, destino que desempeñaba ya ántes del año 1623. En éste fué nombrado Rector del Colegio de San Il-
Como se ve por los títulos de sus obras, especialmente por la última, Arte de bien morir, Madrid; 1651,
Pero ¿cuáles fueron las causas que le condujeron primeramente á ordenarse de sacerdote y después á reti-
(2) Véase la comprobación de que este Pedro de Espinosa era poeta y habia escrito versos profanos. I')e
este género son los suyos que Espinosa incluyó en las Flores de Poetas ilustres.
Epistolario 83
riendo pagar algún tributo á Dios de lo mucho que he perdido en esta vida,
ofrecí el de estas estancias á la Virgen Ntra. Sra. (i) á quien soy eterno deu-
dor, después de Dios, que me sirven de jaculatoria; lo que en ellas hablo y en
esta carta, aunque parece estraño de mi profesión, no lo es de mi obligación, i
2^ de Jimio de i6ig.~
Por referir con puntualidad el caso que passó en su posada de Vm. escribí
en esta carta que envió al Dr. Sebastian de Acosta, que era tradición que Cris-
to ntro. Sr. habia consagrado con las palabras que dejó á su Ig^.: lo cierto es y
consta de la scriptura que consagró; pero que fuese con estas palabras, es opi-
nión: assi lo digo en la última parte de mi Discurso, que como me notaron en-
tonces de hereje por defender que la tradición tenia tanta autoridad como la
scriptura no me atreví á dezir que era opinión lo otro, porque aun diziendo
que era tradición lo condenaban por herejía, injuria que dizen algunos frecuen-
temente, y á que yo no hayo respuesta en la modestia cristiana. Vm. lea ese
papel y vea quien se llegó mas á la verdad en la porfía que tuvimos. G.^ Dios
á Vm. como deseo.
Fran.'^o de Rioja.
(1) Por desgracia no se conservan en el códice colombino estas estancias que servian de jaculatorias al
piadoso artista.
(2) Probablemente, su íntimo amigo Pablo de Céspedes, gran poeta, excelente pintor y Racionero de la
Catedral de Córdoba. La circunstancia de ir la carta á las manos de Espinosa por la de Céspedes, nos induce á
creer que aquél se retiró al pintoresco desierto de las ermitas cuando abandonó el servicio de la casa de Medina-
Sidonia.
84 Epistolario
No he podido verme con vmd. por mil ocupaciones que me han ocurri-
do, en lo que toca á la nota del Sr. Ldo. Rioja esta bien advertido y assi man-
de vmd. escribir aquella palabra assi encomijs.
La oda que quedó á mi cargo trasladar va con esta; pase vmd. los ojos
por ella y quite y ponga á su gusto lo que pareciere que estará mejor, que eso
me parecerá á mi.
Con este van las poesías de baltasar del alcázar, las de vmd. no, que se
yo y á fée que estoy enamorado y envidioso de aquellas rimas de
las llevaré la
No se puede hacer juicio entero de una persona por una breve muestra,
bien grande la da vmd. de ser el que Dios n. a. le dio muy aventajado, pues aun
en cosas fuera de su facultad assi se ajusta con la verdad que después de mu-
chos discursos y sudor hallan los grandes Teólogos, si los valientes escritores
fueran tan cuidadosos de la verdad, todos como vmd. menos ocasión hubieran
dado á nuestros enemigos de mofar de cosas admitidas en pintura entre los
fieles, si bien son los herejes tan sin vergüenza que de lo muy fundado burlan
por su ignorancia como quiera que por ventura no se hallara alguna pintura
que sea muy común y recibida en la iglesia católica la cual no tenga suficiente
fundamento.
Y en cuanto toca al lugar en que fué circuncidado el Sor. cierto es que
Epistolario 85
no fué el templo, porque demás de las conveniencias que vmd. trae, S. Epi-
fanio á quien siguen en esto muchos padres, afirma en lib.° 1° contra las here-
gias en el tomo i.° cap.° último, antes de impugnar la eregia veinte, que la
circuncisión fué en el lugar del nacimiento, y por no ventilar si fué en la cueva
donde nació ó en alguna casa del pueblo, lo sin duda es que fué en Belén por-
que allí virgen ss.™^ con su hijo y esposo, hasta después de la venida
estuvo la
de los magos, los cuales parece la hallaron en alguna casa, á que pudieron ha-
berse pasado desde la cueva, porque dice el evangelio.
Intrantes domuni puermn, eic^,
y en esta misma casa pudo ser la circuncisión pues asi lo dice niceforo en el
Josué. Porque Abrahan circuncidó á todos los de su casa (Génesis 17) Se-
phora muger de moyses circuncidó á su hijo (Exodi 4.°) y otras mugeres á
los suyos (i.° Machabeos, cap. i.°) y aun algunos á si mismos como Abrahan
en el lugar citado, y Achior (Jiídith 4.°) Decis que n. ^.^^ La virgen maria cir-
Mas por que dije arriba que por ventura no auia cosa alguna recibida co-
munmente en pintura de los fieles que no ouiese suficiente fundamento, y por-
que sepa vmd. en que grado de certidumbre ha de tener las cosas que arriba
quedan asentadas, quiero desempeñar mi palabra y advertir lo que hay en
cada punto de ellos.
Acerca del lugar donde fué ntro. bien circuncidado, S. Hylario, gravissi-
mo dotor de la iglesia, de quien Hyeronimo escribe á una santa virgen llama-
da Lesa que sin miedo ni tropiezo puede leer sus obras, escribiendo sobre el
psalmo 1 18 dize, que fué circuncidado en el templo, y contra esto ni ay auto-
86 Epistolario
ridad infalible, ni razón perentoria: sino las conjecturas pueden ser que vmd.
trae, las quales hazen mas creyble que el mysterio de la circuncisión no se ce-
gura de paloma apareció sobre cristo n. s. desde antes que lo baptizase S. Juan:
assi lo dize el dicho autor sobre el cap." 3. de S. matheo y trae sus razones
)• argumentos fi.indados en lugares de la escritura, y aunque la autoridad y
razones de los autores basta para librar de error manifiesto, esta sentencia no
deja de ser demasiado de atrevida, y assi la califica el cardenal Francisco de
Toledo escribiendo sobre S. H.° c. 1° annotacion 72: y assi quien pintase la
paloma sobre Xro n. sr. antes que saliese del jordan baptizado, ó seria pintor
ignorante ó atrevido á mas de lo que debe.
Otro punto es y bien grave el del pasmo y desmayo de n. sra.: y siendo
assi como verdaderamente lo es que en aquella persona riquissima de todos
los dones gracias y virtudes naturales y sobrenaturales se debió hallar, como
se halló, la fortaleza en acabado y perfectissimo grado, ay santos doctores y
padres de la iglesia que afirmen haber caydo en ella desmayo y amorteci-
miento, que están muy escusados los pintores que caen en el tal desacierto.
S. Buenaventura dize que se amorteció n. s.^ quando vió á su hijo arrodillar en
gen, y S. buenavent.^ dize, c. 80, que quando abrieron el costado al S."" cayó
amortecida la virgen entre los brazos de la madalena. de esta opinión es
S. laurencio lustoniano libro de la batalla triunfal de Xto al fin del. Lodulfo,
de vita Xti. p. 64 y 70. Dionisio cartujano sobre el cap." 18 de S. Juan:
2 cap.°
Sixto senense lib.° 126, y otros muchos: y á las palabras de
6 annotacion
Juan responden que no afirma haber estado n. s.*''^ siempre en pié y firme, sino
que estuvo assi un tiempo con lo cual se compadece haver estado otro rato
desmayada y amortecida.
Pero nótese que de los santos y padres antiguos y primitivos ninguno es
de este parecer, antes si tocan en esto son del contrario, como se ve S. Am-
brosio en la epístola 82 y en el libro de la institución de la virgen cap.° 7
y aun llega á tanta exageración el santo que en el sermón que hizo en la
muerte del emp.°'' valentiniano osa afirmar que no lloró la virgen ss.™'^ en la
pasión de su hijo Dios n. s. y lo confirma con estas palabras: staníe lego, fiedem
Y assi conforme á esto siento que lo que vmd. en su papel escribe no solo
no contradize á la verdad sino es lo mas conforme á
y lo que sienten los ella
A RODRIGO CARO
habiéndolo hecho por no estar en Madrid, quando volvió halló que era muerto
el dicho D. Juan de Caldierna; y habiéndolo yo entendido, escribí á Francisco
Pacheco, nuestro amigo, se juntase con la persona á quien yo remití el pliego,
para que ámbos juntos hablasen á D. Thomás: se descuidó de hacerlo el ordi-
nario, que le remití la carta, por lo qual mi amigo me volvió á enviar el pliego.
Con esto yo escribí á Francisco Pacheco para que el hiciese la diligencia. Vido
á D. Thomás, que es su amigo, antes que recibiese el pliego de vuestra mer-
ced, que yo he vuelto á remitirle á él: y con solo la relación que Francisco Pa-
checo le hizó á él de Vm. y de mí, y entendiendo el afecto que tenemos á su
persona y letras, se anticipó á escribirnos; y valiéndome de la licencia que Vm.
me dió para que abriese sus cartas, la he visto y remito á Vm. con la que me
escribió á mí, y también la de Francisco Pacheco, para que vuestra merced
las vea,y haga ¿o qtie pide Francisco Pacheco en honra de Fcrnajido de Ple-
rrera, pues es justo que las personas de la autoridad y letras de Vm. honrren
á sus compatriotas, y más á la persona de Fernando de Herrera, tan digno de
alabanza: y sea Vm. servido de responder á esas cartas, que yo no lo hice es-
te ordinario á la de D. Thomás, porque fuése la mia favorecida á la sombra de
Vm. Ya D. Thomás habrá recibido el pliego de Vm. con que quedará asen-
tada la amistad y correspondencia entre Vm
Cuando estuvo aqui Francisco de Rioja esta primavera, me dijo como se
había desistido del oficio de cronista: yo le pedí hiciese diligencia para que se
diese á D. Tomás: él abrazó este parecer por haber conocido en el partes
y aliento: para el oficio: ahora escribe Pacheco como Vm. verá, que tiene muy
88 Epistolario
adelante esta pretensión: holgaríame saliese con ella, porque lo veo trabajador,
} celoso de la honrra de España.
siento mucho por ser suyas) no han llegado á mis manos antes que esta mia
se las bese en mi nombre, y le asegure que me hallará muy para su servicio
siempre.
Madrid 4 de Agosto de 1625.
Tomás Tamayo de Vargas.
CATÁLOGO
DE LA OBRA ARTÍSTICA DE PACHECO
12
INTRODUCCION
para ser reputado pintor de primer orden, muchas le sobran para que se le
franca, y pincel delicado, y.... no sabemos cuántas cosas más; porque cada es-
tético, y, lo que es peor, cada crítico lleva su nueva exigencia á este cúmulo
de requisitos.
92 Catálogo de la Obra Artística
Francisco Pacheco.
Ya D. Juan Agustin Cean Bermudez, que tuvo ocasión de examinar mu-
chos de sus mejores comenzó á ponerse de su parte, combatiendo la
lienzos,
opinión de los que sostenían que sólo era un buen teórico, un pintor erudito,
pero más especulativo que otra cosa; defensa tan justa y acertada, que tal vez
peca únicamente de diminuta.
Dos estilos puede decirse que tuvo Pacheco durante su vida artística.
cer las dificultades que el Arte ofrece. Verdad es que en los trabajos todos que
ejecutó en su primer tiempo hay dureza en el color, poca riqueza en las tintas
dades.
En el año 161 1 hizo Pacheco un viaje artístico con objeto de conocer
Catálogo de la Obra Artística 93
bien puede comprenderse cuánto aprovecharía en este estudio con los profun-
dos conocimientos de Arte que poseia.
Muestras palpables de sus adelantos son los lienzos que emprendió á su
regreso á Sevilla. El gran cuadro del Juicio final {i6i¿^), la Concepción de la
iglesia parroquial de San Lorenzo (1620), la gran Anunciación del altar ma-
yor, y la otra en dos pequeños cobres, en la iglesia de la Casa profesa de Jesuí-
tas, hoy de la Universidad (1623), el magnífico Sa7i Miguel del colegio de
San Alberto (1637), nos muestran ya al artista en el lleno de sus facultades,
en toda la altura de su talento, pensando y ejecutando con singular maestría,
y libre de los defectos que ántes empañaban el brillo de sus obras.
¡Lástima grande y grandísima desgracia para la reputación de Pacheco
ha sido que los cuadros todos que corren bajo su nombre en museos y gale-
rías, ó se le atribuyen sin fundamento, ó pertenecen á su primer estilo! De
sus grandes obras solamente una salió, que sepamos, de los sagrados recin-
tos; y esa, trasportada á país extranjero y guardada en poder de un particu-
lar (i), apénas ha sido conocida por los artistas y escritores de Bellas Artes.
de los muchos que los han examinado, se ha atrevido á decir cuál es el mejor
entre ellos. A su vista se ha empezado á obrar una reacción favorable. Aque-
llos dibujos son superiores á cuanto se conoce de todos nuestros artistas....
de todos, sin exceptuar á ninguno. Examinándolos ha dicho un profesor de
gran talento: «al ver esto se comprende á Velazquez: de esta Escuela hablan
»de salir grandes artistas.»
(l) Nos referimos al cuadro del Juicio final, que, cortado del altar de la iglesia del convento de Santa
Isabel, se encuentra en París en poder de un aficionado. Posteriormente ha sido también llevado á I^óndres para
CATÁLOGO
DE LA OBRA ARTISTICA
SEVILLA
IGLESIA CATEDRAL
San Fernando, recibiendo las llaves de Sevilla, que le entrega el Rey moro
(tabla). — Altar del trascoro (zócalo). — Firmado en 1633.
Alto, 50 centímetros: ancho, 40.
San Fernando, de cuerpo entero (cobre). — Sala Capitular (sobre la silla del
Presidente).
Alto, 50 centímetros: ancho, 30.
La Concepción: á sus piés el retrato del poeta Miguel Cid, con sus coplas en
la mano. — Sacristía de la capilla de los Cálices. — Pintada en 162 1.
UNIVERSIDAD LITERARIA
Ocho tablitas que representan varios Santos y Santas. — Iglesia (altar llamado
de las Reliquias).
La Anunciación (en dos cobres). — Despacho del Sr. Rector. — El uno contiene
la Virgen; el otro el Angel, siendo éste retrato de la hija de Pacheco
que casó en 161 8 con Diego Velazquez. — Firmados en 1623.
Altura de cada uno, 42 centímetros: ancho, 32.
MUSEO PROVINCIAL
13
98 Catálogo de la Obra Artística
La Coronación de la Virgen.
GALERIAS PARTICULARES
SEVILLA
DE D. JUAN OLIVAR
(En el Palacio del Duque de Alba,)
San Juan Bautista (del primer tiempo del autor). — Firmado Fran Paciecvs-
1602.
Alto, í'i2 metros: ancho, 95 centímetros.
— .
DE D. IGNACIO GALINDO
San Antonio, con el Niño Dios sobre el libro. — Firmado Fran.Paciecvs-i 599.
Alto, 2 metros: ancho, i'io.
DE D. M. L. CERERO
(Extracto del Catálogo publicado en 1860.)
135. —Un altar con la Concepción y dos retratos (cobre), reputado por de
Pacheco.
Alto, 6 pulgadas: ancho, 6.
543. — Trdfisito de San Alberto, y en la parte inferior del cuadro cuatro re-
tratos (tabla). — Firmado por Francisco Pacheco.
Alto, 4 piés y 1 1 pulgadas: ancho, 2 piés y 1 1 pulgadas.
DE D. JOSÉ CAÑAVERAL
DE D. JOSÉ GUTIERREZ
(Estuvo expuesta en un salón bajo del Cafó de Iberia, en Sevilla.)
San Pedro Nolasco recibiendo del Pontífice la Bula de fundación. — Muy mal-
tratado.
MADRID
MUSEO DEL PRADO
San Juan Evangelista (tabla). — Núm. 237 del Catálogo.
Alto, un metro: ancho, 40 centímetros.
Catálogo de la Obra Artística lOI
SEVILLA
LOS TORIBIOS
Pintura que representa el Batdis^no de Nuestro Señor jíesncristo, ejecutada
en mármol, aprovechando las manchas naturales de la piedra. — Fir-
mada en 1620.
LA TRINIDAD
SAN FRANCISCO
Cuadro con imágenes del Salvador y los dos San Juanes, figuras casi del
las
tamaño natural. —
Estaba en una pieza interior de la capilla de la
Vera- Cruz.
I02 Catálogo de la Obra Artística
MONJAS DE PASION
Las tablas del altar mayor, representando Oración del Huerto, y otros dos
la
BRENES
IGLESIA PARROQUIAL
Los lienzos del retablo principal, que representan el Nacimietito y la Circunci-
sión del Sefwr, diferentes Santos y Santas, y en el remate la Santísima
Trinidad.
ALCALÁ DE G U ADAIRA
HOSPITAL
El cuadro de San Sebastian, en el altar.
Catálogo de la Obra Artística 103
CAR MONA
PARROQUIA DE SANTA MARÍA
Los cuadros del retablo de San Bartolomé, cerca del presbiterio.
PARÍS
GALERÍA ESPAÑOLA DEL REAL MUSEO DEL LOUVRE
(Catálogo de 1838.)
MURCIA
COLECCiON DE D. JOSÉ MARÍA ESTOR
(Catálogo de 1849.)
MADRID
REAL ACADEMIA DE SAN FERNANDO
El sueño de San José con un ángel.
SEVILLA
COLECCION DE D. ANICETO BRAVO
La Purísima Concepción.
FRANCISCO PACHECO
POESÍAS
OCTAVAS
EN EL TÚMULO QUE SE LEVANTÓ EN LA CATEDRAL DE SEVILLA
PARA LAS HONRAS DE LA ReINA D.^ MARGARITA DE AUSTRIA
AL PIÉ DE LA ESTATUA
DE LA REINA DOÑA ANA, MUJER DE FELIPE II
II
AL PIÉ DE LA ESTATUA
DE LA REINA CATALINA, MUJER DE ENRIQUE VIII DE INGLATERRA
SONETOS
I
(En las Flores de Poetas ilustres, por Pedro de Espinosa. — Valladolid, por Luis Sauchez: 1605.)
II
III
Animete 1'
Augusta alta figura
IV
ANDRÓMEDA Y PERSEO
(En la misma obra. — Pág. 175.)
V
A CRISTO
(En la misma obra. — Pág. 193.)
VI
A D. FERNANDO ENRIOUEZ DE RIBERA
TERCERO DUQUE DE ALCALÁ
VII
A D. HERNANDO ENRIQUEZ AFAN DE RIBERA
(Al frente del retrato de Fray Pablo de Santa María. —
En el rarísimo libro La vida y muerte y cosas milagrosas
que el Sr. á hecho por el Bendito F. Pablo de Santa Maria, etc. Impresso en el convento de San Pablo
de Sevilla por Francisco Pérez, ynprensor de libros. A." 1607.)
VIII
A SAN IGNACIO DE LOYOLA
{^Relación de la fiesta qtie se hizo en Sevilla á la beatificación del glorioso San Ignacio ftindador
,
IX
Á D. JUAN DE lÁUREGUI
DE FRANCISCO PACHECO, PINTOR
{Rimas de D. luán de lauregui. — Sevilla, por Francisco de Lyra Varreto: año i6i8.)
La muda Poesía, i la eloquente
Pintura, a quien tal vez Naturaleza
Cede en la copia, admira en la belleza;
X
A FERNANDO DE HERRERA
( Versos de Fernando de Herrera, enmendados i divididos por él en tres libros. — .-Vño 1619.
— Impreso en Sevilla, por Gabriel Ramos Vejarano.)
XI
Á JUAN DE LA CUEVA
(M. S. autógrafo, al frente de un tomo de las obras de este poeta. — Biblioteca Colombina; Z. — 133. — 50-)
XII
A PABLO DE CÉSPEDES
(En el Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones.
— —
En Sevilla: 1599. M. S. inédito.)
XIII
XIV
AL MAESTRO FRAI JUAN PARPAN
(En el mismo libro.)
DÉCIMAS
I
Un cortesano Esaias
Yace en este umilde espacio,
Que ardiente ostentó en Palacio
El zelo i virtud de Elias;
Quien sacó de piedras frias
II
Si de imitaros la gloria
Procuré, Alcágar, en vano.
Basta, que pudo mi mano
Estender vuestra memoria:
I no és pequeña vitoria
Aver con Arte podido 1'
III
REDONDILLAS
I
A mi no me espantarla
Eccediese á los mortales,
Pues que dos Angeles tales
II
Tormento de su persona,
Se le an buelto en la corona
Piedra i perlas orientales.
III
Dó nació 1'
agua divina.
lustamente merecida
Pues tan liberal andays
Que las almas recreays
En la fuente de la vida.
ni
XVIII Poesías
III
luntamente es mi consejo
hagáis lo que aveis escrito:
que yo también me remito
á tenerlo por espejo,
ENIGMA
AL PINZEL
{Al te de la Pmtura. — Pág. 311.)
Es mi poder en el suelo
Tan semejante al Eterno
Que puedo echar al Infierno
EPIGRAMAS
I
II
Su falta de abilidad
Satisfizo con matallo;
De suerte que murió el Gallo
Por sustentar la verdad.
—
Poesías XXI
(Biblioteca del Museo Británico. Additional. — Niím. 20.792. — In 4.» — Bellas Letras. — Núm. 13. — Pág. 74.)
y a la virtud poética
de verso tan frutifero Cúbrese con sus platicas
contra amor pestífero,
el qual con oro la pildora
pues tomando la purga el alma etica descúbrese la cascara,
de vuestras flores útiles, y aquella vana mascara,
yervas, piedras, palabras son inútiles. y allí veresi, que no hay serpiente, o vivara
XXII Poesías
de aquellos paralíticos
tan pobres quan lunáticos,
que tiene el ciego amor en su probatica,
y en toda la teórica
vuestra sentencia es única,
si el habito, y la túnica
nos desdeña, y la vuestra á mi retorica,
dad lumbre á mi proposito
pues que della y de mi se os dió el pósito.
No es fábula ridicula
la vida de estos Zangaños
enamorados, miseros, ivalidos,
entre yerva odorífera las mañas del que dió su nombre al miércoles.
que derrame ponzoña mas pestífera.
y en un mismo diámetro
están debaxo el norte, y zona tórrida,
y tienen ya por máxima
ser en virtud corchea, en vicio máxima.
ó tácito, ó explícito,
y esta fuente que tanto van buscándola
es di bibere, et edere
quia Veims friget sineBaco d Cerere.
A la mentira crédulos,
á los peligros fáciles,
á tu bien y su honor flacos, y débiles,
á la verdad incrédulos,
á la firmeza frágiles,
al regocijo flébiles,
á su opinión temáticos,
al canto melancólicos,
á Dios no mui católicos,
coléricos, al mal, al bien flemáticos,
son aquestos misérrimos
amantes, y badajos celebérrimos.
y ia risa democrita,
celebren en dialogo
el misero catalogo
de aquesta gente pérfida e hipócrita,
pues siguen al malévolo,
y dexan al divino amor benévolo.
Dice el Autor: ({.Comenzó felicemente don Juan de Espinosa estos versos, al Retrato del Maestro
Frai luán de Espinosa szi tio: que aunque parece atrevimiento, fuéjusto acabarlos .>i
II
A la Fama i memoria
Doi, ó claro Don Juan! el eminente
Varón, que onró el presente
Siglo: i dió á r alta ciencia lustre y gloria:
IV
XX vi Poesías
MADRIGAL
A UNA IMÁGEN DE LA VÍRGEN CON CRISTO MUERTO EN SU REGAZO
OBRA DE MIGUEL ÁNGEL
TRADUCCION DE MARINI
Á LA ESTATUA DE LA NOCHE
TRADUCCION DE UNOS VERSOS ITALIANOS DE AUTOR DESCONOCIDO
(En la misma obra. — Pág. 71.)
(TRADUCCION DE HORACIO)
{Arte de la Pintura, etc. — Pág. 144.)
TERCETOS
A SAN IGNACIO DE LOYOLA
DEL SUCESO DEL CASTILLO DE PAMPLONA
(En la Relación de la fiesta que se hizo en Sevilla á la Beatificación del glorioso San Ignacio, fundador
de la compañía de yesus. — Sevilla, impresa por Luis Estupiñan; 1610.)
Oyendo el armonía
De las aves, quel ayre con su canto
Alegran, i entre tanto
El sitio ameno, el agua i su ruido
Al sueño m' an rendido,
Propio d' ánimo triste i congoxoso,
I centro natural de su reposo.
sugeto solo huviera dado principio á mi obra, pienso que no sería trabajo mal
recibido, ni sin premio de agradecimiento, que en los tiempos venideros me
concederán por el los que no haviendo podido gozar del original, gozaren del
fiel traslado, de este varón que tan conocido ha sido y será en la más
es,
la admite, ántes que la reprueve me diga: ¿qué Poeta Lyrico ha tenido Italia
(madre desta ciencia) que se aventaje á Lope de Vega? Los mejores que de
Italia han impreso he leido (aunque con mal conocimiento) pero en sus bellísi-
mos escritos no se leen mas apretados sentimientos, mas dulces quejas, mas
puros concetos, mas nuevos pensamientos, mas tiernos afectos que en las obras
de Lope de Vega. El ha reducido en España á método, orden y policía las
comedias, y puedo asegurar que en dos dias acabava algunas vezes las que
admiravan después al mundo, y enriquezian los autores, y no solo la Poesía ha
perficionado, pero la Música le debe igual agradecimiento, pues la variedad de
sus versos, y la blandura de sus pensamientos le ha dado materia en que con
felicissimo efecto y abundancia se sustente, y ocasión justísima á los artífices
de los tonos para ossar ygualar el artificio y dulzura dellos á la dulzura y artifi-
cio de sus letras. Las cosas dignas de ponderación hazen parecer apassionados
dellas á los que las escriven, y si )'o lo pareciere de Lope de Vega, de manera
que se me pueda poner por obiecion, remítome á las obras que se conocen su-
yas: remítome al Poema heroyco de su Jeriisalen, que pienso que tres, ó cua-
hermosura que la misma naturaleza. Y por último (aunque segundo de los que
escrivió) dejó el poema castellano Isidro, que como refiere en él lo llamó assí,
por serlo los versos, y el sugeto, á cuyo alto conecto, deve nuestra nación
perpétuo agradecimiento y loores, pues no sin mucho acuerdo, y amor de su
patria eligió para tratar la vida beata de aquel santo, las coplas castellanas, y
propias por que las naciones estrangeras notassen que la curiosidad ha traydo
á España sus versos, y cadencias, y no la necesidad que dellos huviesse: pues
arribando este libro gloriosamente á la mas alta cumbre de alabanza, nos en-
seña que son los versos castellanos, de que se contiene, capazes de tratar toda
Opúsculos en prosa XXXIX
heroyca materia. Las comedias que ha escrito, ya vemos por los títulos de ellas
impressos en el libro del Peregrino que son tantas que es menester para
creello, que cada qual sea, como es, testigo de la mayor parte dellas, sin mas
de otras tantas que después de aquella impression ha escrito con que llegarán
á quinientas. De los versos sueltos y derramados que ha hecho á diferentes
sugetos y efectos osso assegurar dos cosas, la una, que es de lo mejor que ha
escrito: la otra que es mas que de lo que está hecho mención. El en fin (quando
con mas modestia le queramos loar) es ygual al que con mas gentil espíritu ha
alcanzado en esta facultad nombre ilustre en España en cada cosa que le que-
ramos comparar, y superior á todos en tres cosas, que en ningún ingenio se
han juntado mas felizmente que en el suyo; facilidad, abundancia, y bondad. Y
assino dudo que la antigüedad le llamara oy hijo de las Musas, mejor que al
Poeta de Venusia, por quien las ciudades de España pudieran competir con
Madrid (dichosa patria suya) como los Argivos, Rodios, Atenienses, Sala-
minos, y Smimeos, por aquistar el título de la de Homero. Sirvió Lope de
Vega en los primeros años de su juventud al Ilustrísimo Inquisidor General, y
Óbispo de Ávila, don Gerónimo Manrique, á quien él confiessa en sus obras,
que deve el ser que tiene. Después al Excelentíssimo Duque de Alva, de Gentil-
hombre, y en oficio de Secretario, y años después lo fué del Excelentíssimo
Marqués de Sarria, oy Conde de Lemos, de los quales fué amado y estimado
justamente su injenio y partes, por las quales fué codiciado con aventajados
gajes y mercedes de muchos Grandes de España para la misma ocupación, á
que tenia su ingenio una correspondencia admirable. Y porque como he dicho,
sus obras son el verdadero elogio de su vida, yo devo dar fin á este con esta
estancia, que á su retrato escrivió don loan Antonio de Vera y Zúñiga.
II
PRÓLOGO
DEL ARTE DE LA PINTURA
osadía de los que con ménos que mediano caudal ó sin haber trabajado en esta
profesión, teniéndola por limitada materia, pensáron recoger en un solo dis-
curso la grandeza suya con solo trasladar de otros. Seame lícito tan justa em-
presa, pues no aventuro el trabajo en facultad agena, ni con tan moderada
experiencia que no se acerque mucho á lo que dixere. Porque ¿á quien no hace
lástima ver una arte tan noble y tan digna de ser estimada y entendida sepul-
tada en olvido en España." Que en otras naciones tanto se preciáron y precian
Opúsculos en prosa XLI
este loable empleo culpa es de la mayor parte de los que tratan de ella, que
la tienen reducida solo á la mayor ganancia sin aspirar al glorioso fin que ella
que podrá aprovechar á algunos mucho lo que aquí se escribe para la exe-
cucion de la pintura y á otros que en la teórica de ella se les ofrece hablar;
pues en el ordinario trato munchas veces ocurre ver y tratar y poner exemplos
de pintura.
Por esto quiere el conde Baltasar Castellón en el primer libro, que su
Cortesano sepa debuxar y tenga noticia muy grande del arte de la pintura, y
Alexandro Picolominí, caballero senés, en su Instrucción del ho^nbre noble,
en el capítulo 12 del libro 3, y ámbos lo tomaron de Aristóteles en su Poli-
tica y economía, que entre las honrosas disciplinas y enseñanzas que pone
delante á los niños mezcla á la pintura, llamándola la arte disegnativa ó figu-
rativa. A la qual no solo alaba para que hombre no pueda ser engañado en
el
para que sepa conocer y considerar la verdadera belleza de las cosas criadas,
siendo el tal conocimiento no solo deleytable al sentido, pero mucho mas al
entendimiento. Y vemos que por carecer de él algunas veces varones muy
doctos en otras ciencias, hablan en esta con mucha impropiedad. Lo qual
no sucederá en Italia por estar tan ricos de escritores quan faltos de invidia
y emulación. Y así en su lengua se halla escrito todo lo que así á esta como á
otras artes pertenece que los libra de esta común ignorancia, porque hallan
libros que se lo digan en su misma lengua. Y porque lo que en este se dixere
sea recibido con mayor gusto y admitida su doctrina, no hablaré tanto de mi
autoridad, quanto de la de varones excelentes antiguos y modernos, celebra-
dos en otras naciones, citándolos en sus lugares y algunos de la nuestra, pues
no carece en todas las facultades, ni ha carecido jamas de hombres dignos de
ser estimados, remitiendo á otro lugar la mayor noticia de ellos, donde los
tación y fama de su nombre, como dixe yo en una epístola, que por ser en
honra de tal sugeto será justo poner aquí parte de ella.
mismas cosas, oso esperar que si acertáre á decir con palabras sencillas, no
solo con la autoridad referida, pero también con la razón, probare mucho de
lo que dixere, pues es la que tiene mas lugar en los que viven por ella, á quien
ofrezco mi humilde trabajo para que lo amparen y defiendan en premio de la
III
ANTIGÜEDAD
Y digo en primer lugar, que en los escritores antiguos se halla expresada
la antigüedad de la Pintura, particularmente en Plinio, que dedica un libro en-
tero, y es el XXXV de su Historia natural, á las alabanzas desta Arte. La
cual lección es recurso de todos los hombres doctos, que lo podrán ver en el
cap. 3 de dicho libro. Y es cosa asentada y llana ser todas las artes donde
interviene dibujo derivadas de la Pintura y estar en tercer lugar la Escultura.
Bastarán dos ó tres lugares que lo digan, por no alargarme: póngolos en ro-
mance porque se puedan fácilmente conferir. El mayor Filostrato en el libro de
\as, Imágenes hablando de
, la Pintura, dice: «Si alguno inquiere el nacimiento
5>de esta arte, la imitación es invención antiquísima, y casi de igual tiempo á
»
NOBLEZA
Su nobleza entre muchos lugares, dirán estos dos, Plinio en el cap. 10 de
dicho libro, hablando de Pámphilo, pintor, dice: «Que en Cicyon, y después en
Grecia, la arte de la Pintura vino á recibirse en el primer grado de las artes
sujetos á los tributos y pechos: que no sean obligados á registrar sus escla-
vos bárbaros en el registro censual. Que así mismo no sean llamados para la
colación y contribución de los tratantes y negociadores, con tal que traten en
aquellas cosas que son de su arte. Que puedan tener en lugares públicos sus
tiendas y oficinas sin pagar con que ejerciten y usen en ellas su pro-
alquiler
pria arte.Habemos mandado también que contra su voluntad no reciban
huéspedes. Que no estén sujetos á jueces pedáneos (esto es de poyo) (sicj.
Que puedan estar en la ciudad que escogieron. Que no sean llamados para
acompañar ó llevar caballos, ni para trabajar ó dar jornaleros. Ni los jueces
los puedan forzar á que pinten los rostros de los emperadores, ni á refrescar
las obras públicas sin pagárselo. Todo esto les concedemos, de manera que
si alguno viniere contra lo que en su favor se ha establecido, sea castigado y
sujeto á la pena que los sacrilegos. Dada á 18 de Junio, siendo cónsules Gra-
ciano, augusto tres veces, y Equicio. »
Vemos así mesmo que en las sentencias que se traen en favor de las
imágenes sagradas, así de santos antiguos como de concil'os, se ve más de-
clarada y favorecida la Pintura, por ser más viva su representación por la vir-
tud y fuerza de los colores, como lo muestran muchos lugares que yo traigo
en el 10." capítulo de la Pintura: pondré sólo dos del gran S. Basilio, el pri-
mero de la Homilía de los cuarenta mártires que dice: «Las flores de la Pin-
dero los premios de las coronas, y como en fuego me abraso con deseo de la
DIFERENCIA
estoy obligado á saber, dice de esta manera: « La Pintura es arte que enseña á
imitar con líneas y colores, como explico en el primer capítulo de mi libro
largamente: cuanto más vivamente imite la pintura sin estar pendiente de otra
arte, diga un ejemplo: El retrato del emperador Cárlos V de gloriosa memoria
será con más facilidad conocido de todos valientemente pintado de colores de
la mano de Ticiano, que hecho de madera ó de mármol de otro gran artífice
escultor. Y así mesmo todas las demás imágenes, de que se podrían traer
muchos ejemplos, porque los colores demuestran las pasiones y afectos del
ánimo con mayor viveza, como se ha dicho, y la figura de mármol y madera
está necesitada de la mano del pintor para tener vida, y la Pintura no ha me-
nester ayuda de nadie para hacer esto (como se ha visto en muchas ocasiones)
y escribe Plinio notables casos de los engaños que hicieron famosos hombres
deste arte en la antigüedad. Y para que se vea cuán antiguo es valerse los
grandes escultores de grandes pintores para dar vida á su escultura, dice
Plinio, capítulo i.° del libro que habernos dicho, que preguntando á Praxiteles
qué obras suyas de mármol aprobaba, respondió que aquella en quien Nielas,
famoso pintor, habla puesto la mano: de suerte que Nielas retocaba la escul-
limitadas. Es la Pintura más universal, más deleitosa, más espiritual, más útil
á todas las artes, pues casi todas se valen della, y sus profesores han sido
aventajadamente honrados más que otros de ninguna profesión, como se ve
en todas las edades, con favores, con encomiendas, con hábitos; y aunque lo
han sido los escultores, es como uno entre ciento. Seria nunca acabar hablar
en esta materia.
ORDENANZAS
Resta para acercarnos á nuestro intento principal y acabar este discurso,
advertir algo en las Ordenanzas de los pintores hechas en tiempo de los Reyes
Católicos D. Fernando y D.^ Isabel tan justas y santas. La primera divide la
pintura en cuatro partes y oficios, y dice que en el que fuere examinado cada
uno aquel use y no más.
La tercera á los que solamente son doradores no les permite que encar-
nen los rostros de las figuras de bulto sin estar examinados dello. En la octava
dice: «El oficial que fuere examinado de uno de los cuatro oficios no pueda
valerse de otro examinado de aquella parte de que él no lo está, sino sólo
usar de la que está examinado.» En la i6 dice: «El que es solamente dorador
no pueda tomar aun el dorado donde hubiere pintura ó imágen de bulto.»
Todo esto se entiende con los mesmos del arte de la Pintura, y si á estos
estrecha desta manera para que no usen más que la parte en que están exa-
minados, cuánto más razón será prohibirlo á los escultores, entalladores y
carpinteros? Y así lo hizo en la i8, que es la última, diciendo: «Otro sí, que
ningún maestro entallador, ni carpintero, ni de otra calidad, no pueda tomar
ninguna obra de pintura, salvo los mismos maestros examinados del oficio, so
la dicha pena, que es la primera 600 maravedís, la segunda 1.200, la tercera
los mismos 1.200 maravedís y nueve dias de cárcel.» Conforme á estas leyes,
el refugio que al parecer queda á Juan Martinez Montañés y á los demás es
le
RAZONES
Discurramos brevemente sobre las razones que alega en su favor, prueba
que busca maestros examinados á quien dar las obras,y se las paga mejor
que sus dueños, llano es que si busca quien las haga que no las sabe hacer,
dirá que las sabe amaestrar. Fuerte cosa parece que no habiendo aprendido
la pintura ni habiendo estudiado en ella, y no pudiendo obrar lo menos que
Opúsculos en prosa XLIX
ella enseña, sepa más que los que gastaron toda la vida en saber la teoría y
práctica della.
Pero concedamos, por cortesía, que sabe amaestrar esta parte, lo cual
bre pintor lo demás, mereciendo otro tanto la pintura como él lleva, que es lo
que se ha hecho siempre? Dicen que le buscan los dueños, que le solicitan y
ruegan que se encargue de todo, porque quieren tratar con él solamente, fián-
alguna ruina ó reparo, es fuerza llamar á cada uno de por sí para encargarle lo
que le pertenece solamente. Y si esto se ha mudado ó alterado alguna vez, en-
VII
L Opúsculos en prosa
cargando á uno solo, escultor ó pintor, la obra ha sido por ser maestro exami-
nado en ambas artes de escultura y pintura, y haber hecho demostración
públicamente.
Y
aunque algunos pintores interesados ó ignorantes condescienden per-
suadidos con que les enseña, no tienen razón ni justicia en darle título de su
maestro, aunque les advierta de algunas cosas, porque no sólo pueden advertir
á medianos pintores, personas de buen juicio (aunque profesen otras artes);
pero á los muy grandes artífices, humildes oficiales, como el zapatero advirtió
á Apeles, insigne pintor de la antigüedad, en el calzado de una figura, y no por
esto fué su maestro, antes habiendo tomado atrevimiento para corregir necia-
mente otras cosas, fué reprendido con severidad de Apeles con las sentenciosas
palabras que refiere Plinio en el cap. lo del libro referido Ne siitor ultra cre-
parecía pretina de calzones, y que los botones dél estaban puestos al revés, y
trajo los hierrosen mi presencia y de los de mi casa, y los trocó, y recogió la
abertura del cuello, porque confesó que los que le corrigieron hablan tenido ra-
zón; mas preguntémosle ¿si será justo por este hecho que llamemos á estos
maestros de semejante artífice?
parate mió refutar con seso semejante despropósito. Porque es muy diferente
cosa decir que no es esto pintura, que ser más fácil que dibujar y pintar un
cuadro de una historia como él también dice.
Tampoco me meto en juzgar los defectos de sus obras, aunque los bien
entendidos de Sevilla los hallan en las que ha puesto más cuidado; porque es-
mo todos, y por eso aconsejarla á mis amigos que suspendiesen el alabar ó vi-
tuperar sus obras, porque lo primero lo hace él mejor que todos, y lo segundo
no falta quien lo haga como hemos dicho.
Y porque no me obligué á responder á todas las imaginaciones ó sueños
de Juan Martínez Montañés, esto basta, que es lo que se me ofrece en la oca-
sión presente, donde ha sido forzoso tratar verdad respondiendo por mi arte.
Debajo de la corrección de los doctos á quien pido perdón de haberme alarga-
do. A i6 de Julio de 1622 años.
Opúsculos en prosa li
IV
APUNTAMIENTOS
DE FRANCISCO PACHECO, PINTOR
EN FAVOR DE SANTA TERESA DE JESUS
Santiago, y me parece que no merecen mucha culpa los que lo censuran, pues
con serle tan aficionado, me dió ocasión á estos breves Apuntamientos.
invocalla en las batallas: Si no hay diferencia en las almas ¿por qué no se po-
drá invocar á Santa Clara, con cuya oración hu)'eron los enemigos que tenian
cercado su convento, i á la Virgen Ntra. Sra. que tantas victorias ha dado á
los christianos, apareciendo visiblemente.'^
notorio á todos; pero no vá España contra esta elección en elegir á Santa Te-
resa después dél, si puede elegir otros santos de España de los que señala el
Memorial.
6.-— Por el lugar que trae de S. Crisóstomo, que el que planta i el que riega
es una misma cosa; ¿si ambas cosas son necesarias, por qué excluye á Santa
Teresa, pues puede con el riego de su oración fertilizar la Iglesia, i no se
mezcla ni confunde lo uno con lo otro?
Angel que mató los Primogénitos tampoco, bien que aparece á caballo ar- i
mado. Vemos que Dios pone á San Francisco el Montante de San Pablo para
degollar un Obispo enemigo de su religión; es el poder de Dios su voluntad i i
el que pelea venze las batallas, el que dá este valor á sus amigos, que este-
i i
14. — Pareze que introduce á S. Francisco con los dos fundadores de reli-
Opúsculos en prosa LUI
giones tan ilustres como la Compañía y los Predicadores, para que sus hijos
le ayuden á y á clamar este agravio.
sentir
15. — Trae las palabras del Santo Rey Don Fernando en un privilegio
en que dá por cierto i especial Patrón de Santiago, i haze esta exclamación:
^Quién será tan teuia'ario que 710 se desdiga de sil porfía? pues rebolbiendo
las cosas umanas se desasosiegan las divinas: ¡umilde modo de hablar! San-
tiago se queda especial Patrón i no es temeridad elegir á Santa Teresa; mas
temeridad parece que sea parte rebolberse el mundo para desasosegar, ó in-
haze lo uno á lo otro. Porque ¿cómo se compadecerá con la piedad querer qui-
tarnos nuestro primer Patrón y padre á quien tanto debemos? ¿ó qué interés se
les sigue á los Religiosos descalzos, quando lo pidiesen, corriéndoles essa
obligación pues solo atienden á la mayor gloria de Dios?
24. — Vltimamente dize; que la Santa tomó por Patrón á S. José por los
muchos beneficios que de él confiesa haber recibido: luego no haze mal el Reí
iel Reyno á su exemplo en recibirla por Patrona, por lo mismo, pues son tan
manifiestos sus favores, i en particular haber alcanzado salud á S. M., que tanto
bien ha traido á la christiandad.
I pues no hay (como dizen todos los doctos) nulidad en nada de lo que se
ha pretendido hasta aora, como dió el primer Buleto el Pontífice podrá dar el
lugar del Génesis: 71071 est bo7i7i7}i Ji077tiim7i esse sohmt: diziendo que es muy
desemejante, prosigue: pues si fuera solo dársela por compañera á no obstar
en el Patronato de España todas las razones referidas; ¿qué causa es menester
buscar sino ser Santa Teresa tan gran Santa que Cristo la escogió para su
esposa? por lo cual sobra para compañera de Santiago.
Si escribe esto, i ha hecho versos aprobando ser Patrona Santa Teresa
¿para qué lo contradize aora en verso i prosa? Mejor pareziera conformarse
con su Rei en cosa tan justa, pues no hay esperanza de ver lo contrario: i si
se preguntare ¿por qué fué Patrona Santa Teresa? se podrá responder, porque
Dios quiso, pues su voluntad es la primera causa eficiente.
cando á los que por sus ingenios y letras no pueden recibir injuria, á muchos
de los idiotas vulgares apasionados contra Santa Teresa se les puede aplicar
esta Epigrama:
Y andando en su movimiento
un loco encontró un lanzon,
i al punto le dió afición
de guardar el Monumento.
»
Opúsculos en prosa LV
enarboló la cruel
V
APACIBLE CONVERSACION
ENTRE
UN TOMISTA Y UN CONGREGADO
ACERCA DEL MISTERIO
APROBACION
Este Diálogo no contiene cosa contra nuestra Santa fé ó buenas
Pascual Ruiz.
Guárdese en todo la ortografía y puntuación de este papel, sin esceder un punto, y si es posible vea yo
VIII
LVIIl Opúsculos en prosa
A LA VENERABLE HERMANDAD
DE LA
Por muchas razones, que reduzco a tres solamente, dedico a vuesas mer-
cedes este papel (que halló lugar entre mis ocupaciones.) La primera por ser
hermano de esta Santa cofradía, no menos que desde el año 1583: la otra, por
la demostración tan grande, como es notorio que ha hecho en honra del Mis-
terio de la Purísima Concepción de Ntra. Sra., a que desde los primeros años
he sido aficionado: y la última por haber hecho voto de tenerlo y venerarlo en
compañía de esta Noble congregación.
Holgara ser mas capaz para manifestar mi afecto y las obligaciones que
tengo a la Sant.^ virgen, a quien supliquemos todos nos alcance gracia de
Ntro. Sr. y perseverancia en su santo servicio. Primero de Enero de 1620.
Francisco Pacheco.
SO NE TO.
Et quasi plantatio rosre injerico. Eclesiast'ui, 24.
Francisco Pacheco.
Opúsculos en prosa LIX
APACIBLE CONVERSACION
ENTRE
UN TOMISTA Y UN CONGREGADO
ACERCA DEL MISTERIO
C. — Está bien, porque las congregaciones, como vmd. sabe, son encaminadas
á y á que cada uno cumpla mejor con las obligaciones de su estado,
ella
y por eso las apadrinan las relij iones y las favorecen los Pontífices con in-
dulgencias, y los que entran en ellas están obligados á mayor recojimiento
virjen.
nes tienen todos escrito este misterio, y los relijiosos mejor, como jente a
quien tiene la virgen mas obligada.
T.— Ahora, yo sé que me alegro mucho de todo lo que es honra de
señor,
Dios y servicio de la virgen, pero conservo mi opinión, pues es lícita y
me la permite el Pontífice y la vmd. no es de fé.
C. — -Así lo confieso y que á vmd. ni á mi nos es permitido disputar de ella, por
ser seglares, que esto se guarda para y para las escuelas y
los teólogos,
T. — Como sea desapasionadamente y de las tejas abajo, bien creo que satisfa-
ré á vmd. en lo que me preguntare.
C. — Pregunto, pues; ¿en este misterio que es su opinión de vmd?
T. — Señor mió, mi opinión es que Sma. virgen fué santificada en
la el segundo
instante de su concepción, y le fué quitada luego mancha del pecado
la
viene bien ahora preguntar ¿á cual de las dos hace la Iglesia fiesta univer-
sal, y tantos años há, desde el tiempo de Sixto YV}
ciento veinte
T. —A mi me parece que á una y á otra, pues ambas son probables y se
permiten.
C. — Concedo que ámbas se permitan, pero siendo encontradas ¿cómo se ha de
celebrar fiesta á ámbas? Si como vmd. dice se llama la de vmd. con nom-
bre de santificación ¿qué presupone mancha? ¿y la otra es sin ella? y decir
que celebra fiesta de santificación (como prueba el Dr. Lucero) es contra
la institución de la fiesta, porque le llama la Iglesia fiesta de Concepción,
y no es ménos la diferencia que la que hay de la gracia al pecado: que
celebre fiesta a mi opinión es evidente en las Bulas Apostólicas, como
refiere doctamente el maestro D. Alonso de la Serna en su memorial
declarando un lugar de la estravagante grave nñnis: habiendo, dice el
mita vmd. pues es aficionado á versos, una coplita de las que compuso
Fray Damián de Vegas, del hábito de S. Juan, en su libro que se impri-
mió en Toledo año de 1590, hablando de la institución de la fiesta por
la Iglesia.
C. — ¿En verdad? pues yo las cantaré por vmd. toda mi vida, en la calle y en
casa, y las haré cantar á mis hijos y criados, y pondré todos los rótulos
que pudiere, á imitación de nuestro devoto prelado D. Pedro de Castro y
Quiñones que puso con tanta magestad y grandeza en la puerta de la
lo
por miedo.
C. — ¡Que amigos son vmds. de llevarlo todo por rigor! Verdad es lo que vmd.
dice,pero yo añado á eso que es de mi obligación y precepto lo que es
devoción y demostración de alegría en este soberano misterio, y como
dije á vmd. poco há, pues qtie la Iglesia lo cajita ¿que mucho que yo que
me precio de su hijo lo cante?
T. — No, si no sea todo, daca el pecado original, toma el pecado original; y yo
aseguro que á muchos de los Congregados que nos matan con las coplas,
C. — Ya yo señor, por
lo sé, misma doctrina la que repiten cristiana, los niños.
T. — Tampoco yo ignoro, que es
lo de maldición, esclavo del Demonio y
hijo
LXIV Opúsculos en prosa
desheredado del cielo: que sobraba, sin otras mil desdichas que siguen, á
este hombre concebido en pecado, que oimos que lamentaba Job y otros
santos.
C.— Pues de ahí saco yo piedad de mi opinión.
la
sino también los de esta, en cuanto nos sirven y ayudan para alcanzar
aquellos.
C. — Ahora sabrá vmd. como infiero yo mi opinión. Si queda el hombre por el
pecado original (como vmd. ha dicho) hijo de maldición, esclavo del De-
monio y desheredado del cielo, aquella Sra. á quien Sta. Isabel llena de
Espíritu Santo y movida su lengua por él, dijo bendita tú entre las muje-
res, y bendito el fruto de tu. vientre, y de una misma manera habló del
por obra del espíritu Santo en las entrañas de la Virgen, y morir por dar-
le vida, y la carne del hijo es la madre ¿quién pensará que habia de ser al-
mas. Los Reynos enteros, las ciudades, las religiones, los colegios, y uni-
Adán y Eva con saber Dios que hablan de pecar los crió en gracia, y á
los ánjeles de la misma suerte, no solo á los buenos sino á los malos, á la
Sra. de todos que no habia de pecar ni venialmente, quien se persuade
que en su principio careció de este privilejio? como dice esta copla del
Comendador.
T. —-No se puede negar lo que vmd. ha dicho; pero quisiera tener aquí uno de
mis frailes que arguyera como docto á vmd.
C. — Entonces no respondiera yo sino el manual de los Predicadores que se
imprimió en Sevilla en convento de S. Pablo año de 1524 que llama á
el
Iglesia.
y flores, Uovian macetas y tiestos de las azoteas de tal manera que fué mi-
Virgen, que á imitación de su hijo rogaba por ellos como por jente que
ignoraba lo que hacia; esto si me diga vmd. que era cantar mal y por-
fiar, como dijo Fr. Vicente Justiniano en sus adiciones á la vida del santo
S. Luis Beltran.
T.— ¿Quién pondrá puertas al campo? eso hace el vulgo con pasión, como ha
Opúsulos en prosa LXVII
hecho otras demasías contra los religiosos de una orden tan grave como
lade Sto. Domingo, y que tanto provecho ha traido á la Iglesia.
C. — Confieso que me ha pesado mucho de semejante imprudencia, porque eso
es muy ajeno de la devoción de la Virgen, del intento de nuestra madre
la Iglesia y del espíritu de Cristo ntro. Sr. el cual pretende la unión y paz
de los fieles: ocasión les han dado azaz para mayores cosas; pero lo que
nos puede aguar nuestra plática dejémoslo por ahora y prosigamos en
buena amistad.
T.— Paréceme señor, que aunque no me determinase del todo por ahora á
seguir su parecer de vmd., con esta conversación estimando ambas opi-
niones, podría quedarme neutral, no inclinándome mas á una que á otra,
hasta que la Iglesia me lo dé por fé, pues ambas opiniones salen proba-
bles de la escra. y de los santos.
C. — No sé si diga que estaba vmd. mas cerca de seguir mi opinión, aunque
podría también esta perplejidad darme buenas esperanzas de reducir á
vmd. del todo; en este mismo estado juzgo que estaba el que hizo este
soneto que ha salido estos dias.
dia se han acabado á un tiempo, y será bien recojernos por esta puerta
de S. Juan para que podamos partir el camino.
C. — Vamos muy
enhorabuena, y rematemos con esta ponderación (dejando
aparte los hombres doctos que tratan estas cuestiones para apurar la
verdad) cuando considero que la Sma. Virgen tiene por hijo á Dios todo-
poderoso, que es misma bondad, y aborrece de manera el pecado que
la
dió su vida por librarnos de él, y que siendo nosotros los mas obligados
á corresponder con agradecimiento á tantos beneficios, estudiamos razo-
nes y formamos discursos sin ser letrados, para igualar á esta Sra. en la
mancha del pecado orijinal con los miserables hombres, no me maravi-
llaré de cosa alguna que vea en este mundo por estraña que sea.
APÉNDICES
SOBRE LA BIOGRAFÍA
plemento que incluyó en el tomo IX ya dijo que nació en Sevilla de familia ilus-
tre,y que parece siguió las armas; pero no especifica sus empresas, y yo de-
searla ver los documentos justificativos en que el señor disertante apoya las
LXXII Apéndices
pruebas.
El citado colector añade que estuvo casado con doña Luisa Faxardo, hija
de Francisco Hernández Marmolejo, Veinticuatro de Sevilla, y de doña Luisa
como yo, desearíamos tener algún documento que probara haberse casado en
su pátria con su prima hermana doña María de Aguilera, hija del Mariscal de
León, &c.
De sus obras poéticas no podré decir más, sino que en el Correo Litera-
rio de Sevilla hice imprimir muchas, que ni constaban en las Flores de poetas
ilíístres de Pedro de Espinosa, en el Parnaso espafiol, ni en la colección de
poetas, que á nombre de D. Ramón Fernandez (esto es, D. Pedro Estala) se
publicaron en Madrid. Poseo un tomo en folio de todas ellas, con el cual he
cotejado las pocas que el señor Avilés remite, de cuyo exámen resultan las
variantes que he anotado, y desearla que se remitieran á dicho señor, pues no
le disgustará saber que se conserva este códice.
También permanece en Sevilla el nombre de esta esclarecida familia en
la calle que dicen de los Alcázares, collación de San Pedro, en la que tenia
sus casas principales.
Y en la Iglesia del colegio de Monte-Sion, del órden de Santo Domingo,
un epitafio que á ella pertenece, como en él consta, y dice así:
exactitud con que se fija el i6 de Enero de 1606, me hace creer que el señor
Avilés tenga documentos, que deseamos conocer para ilustrar y enriquecer las
memorias de nuestro poeta. Nada más por ahora, sino suplicar á la Acade-
mia le devuelva el citado manuscrito, esperando que dicho señor se servirá
anotarlo ó rehacerlo, si es que juzga á propósito estas advertencias.
Sevilla 17 de Enero de 1828.
Justino Matute y Gaviria.
No
consta que nuestro Alcázar tuviese sucesión, y parece regular que Pa-
checo hubiera hecho mención de sus descendientes inmediatos, como la hace
de los de su hermano Melchor. La D.^ Juana del Alcázar de que habla la cita-
Pacheco cita literalmente el juicio que Jáuregui formó del mérito de Alcá-
zar, y cierto que no hay motivo justo para presumir inexactitud en la cita.
sitaba con frecuencia, dice que «entrando en los 70 años ni á pié ni á caballo
»podia andar. Y llegando á los 76, á 16 de Enero de 1606, dejó esta vida por
»la eterna.» Si no hay equivocación en estas fechas, se deduce que Alcázar
nació por los años de 1530 ó 531. Documentos de otra naturaleza podrán
algún dia dar mayor ilustración á la vida de este esclarecido poeta, y este bos-
quejo será fundamento de nuevas y ulteriores indagaciones. Fuentes de
el —
Andalucía 31 de Mayo de 1828.
Vicente Avilé s.
Apéndices LXXV
II
RETRATO DE PACHECO
(Artículo publicado por el Sr. D. Gregorio Cruzada Villaamil
en el tom. VII de El Arte en España, pág. 93.)
Tanto valdría como negar la luz del sol, desconocer la nueva vida, el
notable desarrollo que, á pesar de las calamidades que desgraciadamente llue-
ven sobre nuestra España desde hace más que mucho tiempo, está adqui-
riendo cada dia el tranquilo y sosegado estudio de la Historia y la práctica de
las Bellas Artes entre nosotros. Aquí, donde es raro que el esfuerzo y la volun-
tad de un solo individuo, y mucho ménos la de algunos, pocos ó muchos, reu-
nidos en sociedad, logre llevar á cabo alguna idea que tenga por objeto realizar
un hecho pura y exclusivamente literario ó artístico, y por el cual no ha)'a me-
dio, ni se quiera que lo haya, de lucro ó expeculacion, ha sido preciso que la
mano protectora del Gobierno diese el ejemplo primero. Por fortuna, este im-
pulso ha sido benéfico, y merced á él hace doce años que el público ha tenido
ocasión de saborear el placer que proporciona la contemplación de las Bellas
Artes, de conocer cuán digno de admiración y de respeto es su cultivo, lo mu-
cho que honran y distinguen á una nación sus glorias artísticas, y el alto grado,
en fin, de civilización y cultura que supone la práctica, estudio y crítica de las
nobles Artes. Los beneficios de aquella protección hoy los estamos tocando;
hoy estamos ya recogiendo los frutos que produce aquella semilla comenzada
á sembrar hace una docena de años. Si nuestros museos se hallan cuajados de
gentes los dias de pública entrada; si con frecuencia se llama á oposiciones, } a
oficiales, ya particulares, para ejecutar obras de Arte; si en las academias, en
los colegios, en los ateneos hay cátedras públicas de la teoría, de la historia ó
de la filosofía de las Bellas Artes; si se publican revistas como la que estas lí-
neas contiene, y como otras muy apreciables, aunque de distinta índole edito-
del Arte; si nacen mil controversias sobre el juicio distinto que se forma por
unos ó por otros de este ó aquel cuadro, estatua, templo ó monumento artísti-
crece y se arraiga áun en los más indiferentes, miéntras que en los de ánimo
más esforzado llega á producir importantes efectos. Amantes de su patria, y
deseosos de que las glorias de las Escuelas de pintura y los hombres emi-
nentes de ellas sean conocidos y apreciados en su justo valor, dedícanse algu-
nos escritores á dar á conocer la vida y las obras de aquellos artistas; y entre
los que á tales trabajos consagran parte de su tiempo, merece mención y es
digno de alabanza el Sr. D. José María Asensio, de Sevilla.
que este señor hizo de gran parte del libro de retratos dibujados por Pacheco,
y en estos momentos publicándose está en la Biblioteca de El Arte en España,
bajo el título de Pacheco y sits obras, un libro en que el señor Asensio ha de
dar á conocer bajo su doble aspecto literario y artístico, á su pai-
al público,
sano y pintor favorito. Con este libro, pues, y con el otro original del mismo
Pacheco que }'a hemos dado á la estampa, nada ha de quedar por saber de
Apéndices LXXVII
cuanto hoy se conoce que atañe al pintor sevillano. Eruditos literatos por una
parte, y el señor Asensio por otra, en el mismo concepto como }' crítico
de Bellas Artes, retratada dejan el alma y las obras de Pacheco. Nada faltará
ya que desear; nada más que conocer el rostro de Pacheco, que publicar su
retrato. Todos sabíamos que el retrato existia, porque el mismo Pacheco nos
lo dice. En nuestra edición de El Arte de la Pintura, tom. I, pág. 256, nos
hace saber que acabó de pintar, por el año de 161^, un lienzo grande de la
Santa Isabel de esta citidad de Sevilla; mismo tomo, pág. 263, descri-
y en el
biendo parte del cuadro, añade: el montón que está más cerca de nuestra vista
de esta parte derecha, contie?ie muve figuras grandes, con variedad de edades,
de carnes y de rostros. La principal y entera está de espaldas; es un mancebo
hermosísimo, jíiJito á ujia hermosa mujer, y entre estos dos puse mi retrato
FRONTERO HASTA EL CUELLO (pucs cs cicrto hallarme presente este diaj, y tam-
bién siguiendo el ejeuplo de algunos valientes pÍ7itores que en ocasiones públicas
entre otras figuras pusieron la suya y de sus amigos y deudos.
Pero ;dónde estará este cuadro del Juicio final, que no se halla desde
hace algunos años en la iglesia de Santa Isabel.^ ¿Dónde encontrar esta obra
de Arte tan curiosa é importante, así por contener el retrato de su autor, como
por ser almismo tiempo quizá la obra maestra que salió de sus manos, ó
al ménos aquella á que él mismo dió más importancia, ya por su forma y com-
BALTASAR DE ALCÁZAR
AL RETRATO DE FRANCISCO PACHECO
de su arte no vencida,
deseada, mas no habida
jamás de quien la desea.
Y él, glorioso de tenella
con ingenio soberano,
va sacando de su mano
divinos traslados della.
Y así no es de humano intento
lo que Pacheco nos pinta;
de otra materia es distinta
de celestial fundamento.
Pues con destreza invencible
lo que es espiritual,
Indice
Páginas.
Dos Palabras 5
PARTE PRIMERA
Apuntes Biográficos 9
PARTE SEGUNDA
Noticias del Libro de Retratos.
I — existencia y
Sti objeto 35
II —EL después de
libro la muerte de su autor 39
III.... — Noticias y dudas 43
IV.... Hallazgo y compra en 1864 47
V — Lo qíie se ha perdido y lo que se conserva
W....— Donativo de S. M. el Rey D. Alfonso Xn. .... 55
60
VIL. Algunos datos para llenar las lagmias que ofrece el libro. . 62
VIII. Otros retratos pintados por Pacheco 74
EPISTOLARIO
Carta de Francisco PacJieco á D. Antonio Moreno Vilches, Cosfnó-
grafo de S. M. 81
Carta de Fra^icisco Pacheco á Pedro de Espinosa, ermitafio. . 81
Carta de D. Francisco de Rioja á Francisco Pacheco. 83
Carta de D. Francisco Medrano d Francisco Pacheco. 84
Páginas.
POESÍAS
octavas.
En el túmtdo de la Reina D.^ Margarita v
sonetos.
—
I
II
III. ..
—A
A
la muerte de Miguel Angel.
Velazquez
....... VI
vi
vii
V —A Cristo viii
DÉCIMAS.
I. — A Frai Agtistin Nuñez Delgadillo. xiii
redondillas.
I — A Maese Pedro Campaña xiv
II —Al Padre Rodrigo Alvar ez xv
III. .. —A Alonso Diaz xvii
—
Páginas.
EPIGRAMAS.
I — XX
II — XX
CANCION.
A Bartolomé Cayrasco. . . .
^ xxi
TERCETOS.
A Sa7i Ignacio xxviii
Elogio al poema Conquista de la Bética xxxi
OPÚSCULOS EN PROSA
I — Elogio biográfico de Lope de Vega xxxvii
II — Prólogo del Arte de Pinturala xl
III. .. Sobre la antigüedad y honores del arte de la Pijitura y su
comparación con la Escultura xliv
IV. ... Apuntamientos en favor de Santa Teresa li
V — Co7iversacion entre tm Tomista y un Congregado acerca del
Misterio de la Píirisima Concepción lvii
APÉNDICES
I — Sobre biografía de Baltasar del Alcázar"
la lxxi
II —Retrato de Pac Jieco lxxv
SENORES^USCRITORES