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Los Sacramentos

En ellos la gracia invisible nos viene a través de cosas sensibles

Por: P. Paulino Toral SJS | Fuente: Parroquia Santa Teresita del Niño Jesús

La Gracia
Jesús dijo: “Sin Mí nada podéis hacer” (Jn 15,5). Si alguien hubiera caído a un
profundo barranco a causa de un accidente y estuviera destrozado, jamás podría
salir por sus propias fuerzas; tendría que ser rescatado. Así, nosotros éramos
totalmente incapaces de salvarnos a nosotros mismos y llegar al cielo después
del “accidente” del pecado original y de nuestros pecados personales:
Necesitábamos la ayuda de la gracia. La ayuda que Dios nos da para nuestra
salvación, para que, superando el pecado, vivamos como cristianos en la tierra y
alcancemos nuestra eterna salvación, se llama “Gracia Divina”.
Los Sacramentos en General
Así como las vitaminas vienen en los alimentos, la Gracia nos la da Dios a través
de los sacramentos. Los sacramentos son como los canales por los que Dios nos
hace llegar el agua de la gracia que necesitamos para vivir. Dios puede hacer
llegar la salvación a los hombres de mil modos, pero los caminos ordinarios son
los siete sacramentos que Él instituyó y entregó a la Iglesia. Somos alma invisible
y cuerpo visible. Lo espiritual necesita de lo material; tanto para recibir, como para
dar. Por ejemplo, el amor entre madre e hijo es algo espiritual, pero se expresa
con la mirada, la caricia, el abrazo y el beso. Igual ocurre con la alegría o la
tristeza. Así somos. Dios, en su infinita sabiduría y por su inmenso amor, quiso
salvarnos adecuándose a nuestra humana condición. Él pudo habernos salvado
de otro modo; pero se adecuó a nuestra psicología. Por esto se hizo Hombre; para
expresarnos su Amor de un modo humano; se hizo visible y palpable (1 Jn 1,1-3).
Por esto mismo instituyó los sacramentos. En ellos la gracia invisible nos viene a
través de cosas sensibles, que podemos palpar, ver y oír: pan, agua, aceite, o la
presencia y las palabras consoladoras del sacerdote que nos escucha los pecados
y nos dice: “Yo te perdono”... Lo Suyo nos lo da a través de “lo nuestro”. La Iglesia
Católica, al dar tantísima importancia a los sacramentos, es, a la vez la más divina
y la más humana de todas las religiones.
1. Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la
Gracia, instituidos por Jesucristo para santificar nuestras almas.
 Signos sensibles: Cuando Jesucristo instituyó cada sacramento no
eligió una realidad material cualquiera, sino aquella que ya en el plano
natural sirve para un fin similar al que Dios quiere producir
sobrenaturalmente. Por ejemplo, el agua está relacionada con la vida,
y sirve para limpiar. Por esto escogió el agua para el bautismo, porque
en el bautismo recibimos la vida divina y se nos limpia la mancha del
pecado original. En la Eucaristía El quiso dársenos como alimento
espiritual para nuestra alma, por eso escogió el pan. El elemento
material (agua, pan, aceite) se llama “materia del sacramento” y las
palabras que aclaran el sentido de lo que el ministro realiza o da se
llaman “forma”. Ejemplo: “Recibe por esta señal el don del Espíritu
Santo”, “el Cuerpo de Cristo”.
 Y eficaces. En cada sacramento nos da una gracia distinta y que
tiene una eficacia especial (“gracia sacramental”): Uno es el efecto del
bautismo (borrar el pecado original, hacernos hijos de Dios y
miembros de la Iglesia); otra de la penitencia (devolvernos la gracia o
aumentárnosla); otra de la eucaristía (ser alimento espiritual, unirnos a
Cristo), otra de la confirmación (darnos la plenitud del Espíritu Santo);
otra del matrimonio (capacitar a los esposos para amarse y cumplir su
misión); otra la del orden sacerdotal (hacer del ordenado “otro Cristo”
y capacitarle para su misión); otra de la unción de los enfermos (asistir
al enfermo en el duro paso de la enfermedad y perdonarle los
pecados). Dios nos asiste en cada momento importante de la vida con
la gracia de un sacramento.
 Los siete sacramentos han sido instituidos por Jesucristo.
Pertenecen a las cosas esenciales de la fe cristiana (no como el agua
bendita, las apariciones o las medallas) y no se puede prescindir de
ellos. Ninguno ha sido instituido por la Iglesia, pero están bajo su
control. Sólo ella puede establecer normas sobre cómo se han de
administrar.
A. Todos los sacramentos obran en virtud del rito establecido por
Jesucristo: su validez no depende del estado de gracia del ministro. Su
eficacia sí depende del estado espiritual del sujeto que lo recibe, por
ejemplo: comulgar digna o indignamente (1 Co 11,27). En cada
sacramento hay un ministro que lo administra y un sujeto que lo recibe.
Los ministros pueden ser ordinarios y extraordinarios, según sea
administrado en circunstancias normales o especiales. Normalmente, por
ejemplo, el ministro del bautismo es el obispo, el sacerdote o el diácono;
extraordinariamente puede ser administrado por cualquier persona,
incluso un ateo, con tal de que tenga intención de hacer lo que hace la
Iglesia.
B. Todos los sacramentos confieren Gracia Santificante, pero el Bautismo,
la Confirmación y el Orden además confieren carácter, es decir una
marca o sello imborrable.

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