Unidad 1 - Fraternidad

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EN FORMACIÓN RELIGIOSA
Doctrina Social de la Iglesia

Tema 1.- Fraternidad

La última de las llamadas Encíclicas sociales 1 es la Fratelli tutti del Papa Francisco,
del año 2020. En ella el Papa se inspira una vez más en San Francisco de Asís 2 para señalar
el camino de la fraternidad como estilo de vida, con sabor a Evangelio. 3

1
Las “cartas encíclicas” son documentos emanados por los Papas para iluminar a los fieles sobre
algún tema en particular, que es considerado importante en ese momento por el Papa autor. Las
cartas encíclicas (o simplemente “encíclicas”) tratan sobre muy diversos temas de la doctrina
cristiana en definiciones de fe o de moral. Las encíclicas sociales son aquellas que han abordado
de modo particular y específico la problemática social. La primera encíclica social es la Rerum
novarum, del Papa León XIII (1891). Surgió en un momento muy especial, en el que se presentaban
dos opciones radicales en la política: el capitalismo liberal y el socialismo o, en su versión más
extrema, el comunismo. Ninguna de estas ideologías es consecuente con el ideal cristiano, ya que
ambas tienen una base materialista. Con la encíclica Rerum novarum, el Papa León XIII planteaba
la necesidad de considerar la cuestión social a la luz del Evangelio: el trabajo, la libertad, el poder,
todas cuestiones que tienen su raíz en la naturaleza humana tal como ha sido creada por Dios.
Las siguientes encíclicas sociales abordan los mismos problemas, profundizándolos y atendiendo
a las nuevas realidades que iban surgiendo. Además de la Rerum novarum, las encíclicas sociales
son, hasta el momento: Quadragesimo Anno (1931) y Mit brennender Sorge (1937), de Pío XI; la
Mater et Magistra, de san Juan XXIII (1961); la Pacem in Terris, de san Juan XXIII (1963); la
Populorum Progressio, de Pablo VI (1967); la Octogesima adveniens, de Pablo VI (1971); la
Laborem Exercens (1981), la Sollicitudo Rei Socialis (1987) y la Centesimus Annus (1991), de san
Juan Pablo II; la Caritas in veritate (2009), de Benedicto XVI, y las últimas del Papa Francisco:
Laudato si' (2015) y Fratelli tutti (2020). Las encíclicas sociales no son los únicos documentos del
magisterio social de la Iglesia. Es de gran importancia la Constitución Pastoral del Concilio
Vaticano II Gaudium et Spes (1965). El Papa Pío XII no escribió ninguna encíclica social, pero sí
emitió varios radiomensajes sobre temas muy importantes, ya que a él le tocó transitar los difíciles
momentos de la Segunda Guerra Mundial (la encíclica Mit brennender Sorge, de Pío XI, ya había
condenado al nazismo en el año 1937).
2
El Papa Francisco ya había asumido una frase de San Francisco de Asís como título de su anterior
encíclica social: Laudato si’.
3
Papa Francisco, Encíclica Fratelli tutti (2020), n. 1.

Pbro. Lic. Eduardo Juan Lloveras


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Muchas veces se ha planteado el ideal de la libertad o el de la igualdad entre los


seres humanos, pero sin la fraternidad no se puede lograr ninguno de los dos. La
Revolución Francesa planteó los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, pero llevó
adelante sus acciones con violencia y sangre. La mayoría de los procesos revolucionarios
en la historia de la humanidad han planteado cambios, pero desde la dialéctica de
“nosotros” y “los otros”, revolucionarios y contrarrevolucionarios. Podría decirse, por ello,
que en la misma idea de revolución está implícita la división y la confrontación. No hace
falta dar ejemplos, lo vemos en la política cotidiana de nuestros países, en los que
frecuentemente se plantea la dialéctica, la “grieta”, como herramienta de comunicación
para diferenciar “los que están con nosotros” y “los que están contra nosotros”. Nada
más alejado del ideal de fraternidad, de una sociedad entendida como una comunidad
de hermanos, que podemos tener diferencias, pero estamos unidos por lazos mucho más
profundos que las diferencias.
La fraternidad como ideal de convivencia social y política es la consecuencia
directa del mensaje del Evangelio. Por eso este curso de doctrina social de la Iglesia
comienza con el tema de la fraternidad. Es el tema de la última encíclica social, pero es
lo primero al hablar de la sociedad humana, de la vida del hombre en comunidad. La
primera verdad política es que somos una gran familia, la familia humana, que ha sido
creada por Dios e incorporada al misterio de su vida divina haciéndonos hijos en el Hijo
(cf. Efesios 1, 5-6) 4 y, por lo tanto, hermanos entre nosotros. Frente a la tentación del
dominio del otro, el Papa Francisco nos invita a vivir como hermanos, a ejemplo de san
Francisco de Asís: Francisco acogió la verdadera paz en su interior, se liberó de todo
deseo de dominio sobre los demás, se hizo uno de los últimos y buscó vivir en armonía
con todos. 5

1.- Origen y ruptura de la fraternidad humana


Hemos sido creados para vivir en fraternidad.
Esto es lo que expresa el relato del Génesis, que
muestra en la creación una relación cercana, familiar,
de Dios con los primeros hombres, a quienes puso en
el mundo como seres creados a su imagen y
semejanza (Génesis 1, 26), es decir, como hijos, a
quienes dio además el dominio sobre el mundo.
El pecado vino a quebrar esa relación familiar
del hombre con Dios, desde los inicios de la vida
humana. Se trata del pecado original, raíz de todo
pecado: en la noción de pecado original entendemos
no solo el primer pecado de Adán y Eva, sino también el hecho de que la realidad del

4
Cf. San Juan Pablo II, Enc. Ut unum sint (1995), n. 26.
5
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti (2020), n. 4.

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pecado está presente desde el comienzo de la historia humana, como señala el


Catecismo de la Iglesia Católica: La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la
historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros
primeros padres. 6
Aquella tendencia natural de la humanidad a la fraternidad no ha podido ser
borrada por el pecado. Aun en medio de las dificultades, el corazón del hombre busca
recuperar la unidad perdida. La fraternidad ha sido, es y será siempre un anhelo de las
personas de buena voluntad. Por otro lado, Dios vino en ayuda del hombre con su gracia:
tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf.
Génesis 3, 9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento
de su caída (cf. Génesis 3, 15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado "Protoevangelio",
por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente
y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta. 7

2.- Centralidad de Dios y de la persona humana


Para que podamos volver a ser hermanos, es necesario recuperar la relación con
el Padre. La fraternidad universal solo puede ser entendida desde la centralidad de Dios
en la existencia humana. Ese sano teocentrismo fue olvidado por muchos al asumir las
ideologías de la modernidad. A raíz de este olvido y como respuesta, surge la formulación
de una doctrina social de la Iglesia a fines del siglo XIX, que busca corregir el error
antropocentrista de la modernidad. Aquí vale hacer una aclaración: la Iglesia no se ha
manifestado en contra de los descubrimientos científicos que se han dado en los últimos
siglos, que han supuesto una evolución positiva del conocimiento humano. La crítica
tiene como centro el antropocentrismo y el endiosamiento de la razón, que son errores
evidentes y han tenido una influencia negativa en la humanidad.
La encíclica Rerum novarum (1891) de León XIII, como
ya se ha dicho, es la primera de las llamadas “encíclicas
sociales”. Con esa encíclica se da un hecho novedoso en el
magisterio pontificio: la dimensión social de la moral cristiana
cobra cierta autonomía y carta de ciudadanía, en respuesta a
ese error antropocentrista de la modernidad, que se planteó
bajo el nombre de la “Ilustración”. Esa corriente de
pensamiento planteaba -desde el inicio del siglo XVIII- la
propuesta de una razón independiente de la fe. 8 Como hitos

6
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 390; GS 13, 1; cf. Concilio de Trento (DS 1513); Pío XII,
enc. Humani generis (ibid. 3897); Pablo VI, discurso 11 de julio de 1966.
7
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 410.
8
Para contextualizar la encíclica Rerum novarum, no podemos prescindir de otra encíclica de León
XIII, la Aeterni Patris (1879), que acude al magisterio doctrinal de santo Tomás de Aquino, como
herramienta para responder al racionalismo e inmanentismo de la mentalidad moderna. En esa
encíclica León XIII aborda una cuestión esencial: la modernidad ha caído en el materialismo y el
inmanentismo filosófico por el olvido de la metafísica. Por eso León XIII convoca a la Iglesia a
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de ese amplio movimiento podemos citar al filósofo Immanuel Kant (1724-1804) y la


Revolución Francesa (1789), aunque se trató de un proceso largo y complejo que habría
tenido su origen en planteos filosóficos más antiguos. La concepción modernista de la
historia fue ampliamente denunciada por el magisterio pontificio, sobre todo por las
encíclicas Mirari vos (1832) de Gregorio XVI, Quanta cura (1862) de Pío IX -acompañada
del Syllabus o lista de los errores modernos- y Pascendi Dominici gregis (1907) de san
Pío X (esta última fue escrita para condenar el modernismo teológico, esto es, la
influencia del antropocentrismo de la época en algunos teólogos). Esas encíclicas tienen
un carácter profético, ya que se fue evidenciando cada vez más en el tiempo en la
sociedad humana la concepción materialista de la vida y la historia que ellas anunciaban
e intentaban prevenir. Lo que se llama el “quiebre de la modernidad” no es otra cosa que
la renuncia, en el mundo cristiano, a la centralidad de Dios en la vida del hombre. Se pasa
de un teocentrismo a un antropocentrismo, que tiene como fundamento principal la
autonomía de la razón humana, que se habría “independizado” de Dios y no necesitaría
ya la iluminación de la fe para lograr el verdadero progreso de la humanidad:
En la modernidad hay muchas cosas, algunas buenas y otras menos
buenas. Pero si quisiéramos ir a la raíz del espíritu moderno, me parece fuera de
discusión que consista en el racionalismo, es decir, en la elección de la
autosuficiencia del hombre y de su mundo. Maquiavelo, Descartes, Voltaire,
eliminan la maravilla y la sustituyen con la duda y con la ciencia. Karl Löwith
mostró cómo el proyecto moderno nazca de la tradición hebraico-cristiana e
implique la secularización, sustituyendo la providencia con la ciencia y la salvación
con el progreso.9 La tensión escatológica existe también en la modernidad, pero
es solamente terrena. La modernidad no ha suprimido lo absoluto, ha sólo
suprimido su trascendencia. 10
El antropocentrismo no solo priva al ser humano de la relación creatura-Creador,
sino que también enfrenta al hombre con el hombre, y pone al mundo como objeto del
dominio humano, olvidando el respeto que este merece como creación de Dios. La
doctrina social de la Iglesia, por lo tanto, no surge como una mera reacción al comunismo
o al capitalismo, o a ambos, como si buscara fijar un equilibrio o “tercera posición” entre
ambas posturas extremas. Estas enseñanzas son parte y consecuencia de algo más
importante, que es la raíz del planteo que la Iglesia hace de la cuestión social: cuál es la
verdadera naturaleza del ser humano y del mundo, su realidad creatural y su relación con
el Creador, la naturaleza espiritual-corporal del ser humano. Frente a la soberbia de la
Ilustración, que endiosaba a la razón, la Iglesia propone recuperar la conciencia filial, de

recuperar la metafísica siguiendo las enseñanzas de santo Tomas, y por ese camino recuperar una
comprensión integral del hombre y la creación.
9
Cf. K. Löwith, Significato e fine della storia. I presupposti teologici della filosofia della storia, Il
Saggiatore, Milano 2010 (prima edizione Chicago 1977).
10
Mons. Giampaolo Crepaldi, conferencia sobre Laicidad y verdad en la Doctrina Social de la
Iglesia, dictada en la Universidad Católica de Cuyo, ciudad de San Juan (San Juan, Argentina), el
14 de septiembre de 2013. Mons. Crepaldi ha sido Secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz
y es desde 2009 arzobispo de la diócesis italiana de Trieste, y fundador del Observatorio Cardenal
Van Thuan, que tiene por finalidad promover la Doctrina Social de la Iglesia a nivel internacional.

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que somos hijos de Dios, la humildad ante el misterio, que nos lleva también a respetar
el planeta como creación de Dios.
Solo a partir de esa conciencia filial, que nos conduce a llamar a Dios “Padre” (cf.
Gálatas 4, 6), podemos entender que todo ser humano es nuestro hermano. No hay
conciencia de fraternidad sin conciencia de filiación. De ahí la gran paradoja que se
presenta en el mundo de hoy: muchos desean una mayor armonía y paz entre los seres
humanos, pero no encuentran el camino para lograrlo, porque no toman la decisión de
volver al Padre. Si fundamos nuestra vida en la conciencia de ser hijos de Dios, va
cobrando cada vez más fuerza en nosotros la conciencia de haber sido hechos a su
imagen y semejanza (Génesis 1, 26), es decir, de nuestra naturaleza espiritual-corporal, y
de la comunión que se da en ese mismo plano con todos los seres humanos: unidos en
el espíritu, se superan todas las diferencias que puedan distinguirnos en el plano
sensible-corporal: Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón
ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús (Gálatas 3, 28).
El antropocentrismo de la modernidad ha sido la fuente de gravísimos errores y
decisiones perjudiciales para nuestro planeta. Para denunciar esos errores y promover el
cuidado del planeta el Papa Francisco escribió su encíclica Laudato si’ (2015) y convocó
al Sínodo de la Amazonía, cuyo resultado es la Exhortación Apostólica post-sinodal
Querida Amazonía (2020). En Laudato si’ dice el Papa Francisco:
El antropocentrismo moderno, paradójicamente, ha terminado colocando
la razón técnica sobre la realidad, porque este ser humano ‘ni siente la naturaleza
como norma válida, ni menos aún como refugio viviente. La ve sin hacer hipótesis,
prácticamente, como lugar y objeto de una tarea en la que se encierra todo,
siéndole indiferente lo que con ello suceda’. 11 De ese modo, se debilita el valor
que tiene el mundo en sí mismo. Pero si el ser humano no redescubre su
verdadero lugar, se entiende mal a sí mismo y termina contradiciendo su propia
realidad: ‘No sólo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla
respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido
dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe
respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado’. 12
En la modernidad hubo una gran desmesura antropocéntrica que, con
otro ropaje, hoy sigue dañando toda referencia común y todo intento por
fortalecer los lazos sociales. Por eso ha llegado el momento de volver a prestar
atención a la realidad con los límites que ella impone, que a su vez son la
posibilidad de un desarrollo humano y social más sano y fecundo. Una
presentación inadecuada de la antropología cristiana pudo llegar a respaldar una
concepción equivocada sobre la relación del ser humano con el mundo. Se
transmitió muchas veces un sueño prometeico de dominio sobre el mundo que
provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles. En

11
Romano Guardini, Das Ende der Neuzeit, 63 (ed. esp.: El ocaso de la Edad Moderna, 83).
12
San Juan Pablo II, Encíclica Centesimus annus (1991), n. 38.

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cambio, la forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como ‘señor’
del universo consiste en entenderlo como administrador responsable. 13

3.- Persona humana, conciencia y libertad


Esa presentación inadecuada de la antropología cristiana, que pone al hombre
como una suerte de “dios” de su existencia, proviene de una idea errada de la libertad y
de la conciencia, y, en último término, de una comprensión errada de la persona humana.
Nunca se ha hablado más de los derechos humanos que en esta época, y, sin embargo,
todavía falta mucho para que esos derechos se hagan realidad. De esto hablaba el Papa
Francisco en su mensaje con ocasión del 70 aniversario de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos y del 25 aniversario de la Declaración y del Programa de Acción
de Viena:
En el año en que se celebran aniversarios significativos de estos
instrumentos jurídicos internacionales, resulta oportuna una reflexión profunda
sobre los fundamentos y el respeto por los derechos humanos en el mundo
contemporáneo, una reflexión que espero sea premisa de un compromiso
renovado en favor de la defensa de la dignidad humana, con una atención
especial por los miembros más vulnerables de la comunidad.
En efecto, observando con atención nuestras sociedades
contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a
preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos,
proclamada solemnemente hace 70 años, sea reconocida, respetada, protegida y
promovida en todas las circunstancias. En el mundo de hoy persisten numerosas
formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un
modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar

13
Papa Francisco, Encíclica Laudato si’ (2015), nn. 115-116; cf. Declaración Love for Creation. An
Asian Response to the Ecological Crisis, Coloquio promovido por la Federación de las
Conferencias Episcopales de Asia (Tagaytay 31 enero – 5 febrero 1993), 3.3.2.

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e incluso matar al hombre. 14 Mientras una parte de la humanidad vive en


opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada
y sus derechos fundamentales ignorados o violados.
Pienso, entre otras cosas, en los niños por nacer a quienes se les niega el
derecho a venir al mundo; en aquellos que no tienen acceso a los medios
indispensables para una vida digna; 15 en aquellos que están excluidos de la
educación adecuada; en quien está injustamente privado de trabajo o forzado a
trabajar como esclavo; a quienes están detenidos en condiciones inhumanas, a
quienes son sometidos a torturas o a quienes se les niega la oportunidad de
redimirse, 16 a las víctimas de desapariciones forzadas y sus familias.
Mis pensamientos también se dirigen a todos aquellos que viven en un
clima dominado por la sospecha y el desprecio, que son objeto de actos de
intolerancia, discriminación y violencia debido a su pertenencia racial, étnica,
nacional o religiosa. 17 Finalmente, no puedo dejar de recordar a cuántas personas
sufren violaciones múltiples de sus derechos fundamentales en el contexto
trágico de los conflictos armados, mientras los mercaderes de muerte sin
escrúpulos 18 se enriquecen al precio de la sangre de sus hermanos y hermanas. 19
Los derechos humanos, que fueron enunciados con tanta fuerza en la Declaración
de 1948, poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, parece, sin embargo,
que no terminan de ser aceptados por todas las sociedades. Esto es lógico, podría
pensarse, ya que los procesos de construcción social no son rápidos, requieren su tiempo.
Sin embargo, los obstáculos son puestos también, en muchos casos, por aquellos mismos
que han promovido y establecido la declaración de los derechos humanos. Basta ver
cómo se han difundido las leyes de aborto y eutanasia en el primer mundo, y cómo esas
leyes se van estableciendo en los países que supuestamente defienden más que otros
los derechos humanos. ¿Cómo se explica esto?
El problema fundamental está en la idea de persona, de conciencia y de libertad
que ha sido asumida por Occidente a partir de la filosofía moderna, especialmente del
pensamiento de Immanuel Kant, quien plantea una moral autónoma en la que la
conciencia es el último referente y la libertad debe ser consecuente con esa conciencia
autónoma. En términos prácticos, se trata de una moral que termina siendo individualista
y voluntarista: una moral del deber, de la obligación, sin una conexión con la ley natural

14
Cf. Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, n. 53.
15
Cf. San Juan XXIII, Encíclica Pacem in terris, 11.04.1963.
16
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2267.
17
Cf. Papa Francisco, Discurso a los participantes en la Conferencia Mundial sobre el tema
"Xenofobia, racismo y nacionalismo populista, en el contexto de la migración mundial",
20.09.2018.
18
Cf. Papa Francisco, Mensaje en la Audiencia General del 11.06.2014.
19
Papa Francisco, Mensaje a los participantes en la Conferencia Internacional "Los derechos
humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones", 10.12.2018

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y la ley divina, entendidas como normas de la razón, que son externas a la conciencia y
la regulan.
Para Kant, no hay un referente objetivo para la conciencia, y por ello la libertad
queda como una facultad casi ilimitada del individuo, que se “autolimita” con lo que él
llama imperativo categórico, una suerte de norma interna del obrar que tiene como único
referente la conciencia individual. Esta concepción kantiana de la conciencia y la libertad
tiene su raíz en su idea de persona humana, a la que concibe como un fin en sí mismo.
Es el planteo propio del individualismo liberal, doctrina filosófica que considera que los
derechos del individuo están por encima de cualquier otra realidad. Como señala el padre
Fosbery, Kant rescata la dignidad de la persona, pero, al absolutizarla, la idea de persona
queda inmersa en un círculo que no encontrará una real fundamentación ontológica y,
consecuentemente, quedará sin trascendencia. Es decir, sin dignidad. Quizá lo único
rescatable de la persona kantiana sea la exigencia irrenunciable de estar enfrentada
desde la libertad con el deber. Pero se trata de una libertad que es pura autonomía, sin
referencia a Dios y al bien. Queda así reducida a un puro e inmanente “para sí”. Separada
de Dios y aislada de la naturaleza, la persona así concebida es pura subjetividad y
conciencia. 20
Paradójicamente, esa idea de conciencia y libertad como pura autonomía viene
del mundo católico, de la moral voluntarista o moral del deber, que tuvo su auge a partir
del siglo XIV. Esta idea moral nació entre algunos filósofos franciscanos para plantear la
supremacía de Dios, frente a una filosofía que ellos consideraban herética, la de santo
Tomás de Aquino y los dominicos en general, porque la veían muy “racionalista”. Santo
Tomás planteaba la prioridad de la inteligencia sobre la voluntad, lo cual, aplicado a la
vida de la fe, suponía una actitud de buscar comprender los designios divinos mediante
la oración contemplativa. Los voluntaristas veían en este deseo de comprender una
actitud soberbia, y por eso centraban la vida moral en una voluntad obediente, más que
en una razón que busca comprender. Las posturas voluntaristas han sido corregidas por
el Magisterio de la Iglesia posterior, que ha asumido la doctrina de santo Tomás de
Aquino. 21 Así el Concilio Vaticano II, en su constitución pastoral Gaudium et spes, afirma
el papel de la conciencia como el primer ámbito interior en el que Dios da a conocer su

20
Fr. Dr. Aníbal Fosbery OP, La cultura católica, ed. digital de la Universidad Fasta (Mar del Plata,
2011), pág. 319.
21
Benedicto XVI en uno de sus más famosos discursos hizo alusión a este tema: En la Baja Edad
Media hubo en la teología tendencias que rompen esta síntesis entre espíritu griego y espíritu
cristiano. En contraste con el llamado intelectualismo agustiniano y tomista, Juan Duns Escoto
introdujo un planteamiento voluntarista que, tras sucesivos desarrollos, llevó finalmente a afirmar
que solo conocemos de Dios la voluntas ordinata. Mas allá de esta existiría la libertad de Dios, en
virtud de la cual habría podido crear y hacer incluso lo contrario de todo lo que efectivamente ha
hecho, Aquí se perfilan posiciones que pueden [...] llevar incluso a una imagen de un Dios
arbitrario, que no está vinculado ni siquiera con la verdad y el bien. La trascendencia y la diversidad
de Dios se acentúan de una manera tan exagerada, que incluso nuestra razón, nuestro sentido de
la verdad y del bien, dejan de ser un auténtico espejo de Dios, cuyas posibilidades abismales
permanecen para nosotros eternamente inaccesibles y escondidas tras sus decisiones efectivas
(Benedicto XVI, Discurso pronunciado en Ratisbona en el encuentro con el mundo de la
cultura, 12-9-2006 (AAS 98 [2006] 733); cf. Comisión Teológica Internacional, En busca de una
ética universal. Una nueva perspectiva de la ley natural (2009), nn. 29-30).

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Verdad a todos los hombres (n. 16). También el Catecismo de la Iglesia Católica, que
retomando las palabras de la declaración conciliar Dignitatis humanae, dice en el n° 1782:
El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar
personalmente las decisiones morales. “No debe ser obligado a actuar contra su
conciencia. Ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia
religiosa” (DH 3).
Del voluntarismo religioso del siglo XIV, después de un largo camino, llegamos al
voluntarismo secular de los derechos humanos en el siglo XX. Son derechos humanos
cuyo único fundamento es el consenso de las naciones, negando la fuente de esos
derechos que es la ley natural, en definitiva, la ley divina. El voluntarismo no alcanza para
rescatar la dignidad de la persona humana: es necesario recuperar el fundamento
racional y metafísico, que se entronca con la ley divina. En contraste con esa visión
cerrada e individualista de la persona humana, el Magisterio de la Iglesia busca rescatar
el fundamento real, creacional, filosófico-teológico, de la persona humana. Se trata de
entender a la persona humana en el centro de la creación de este mundo, pero no como
autónoma y autosuficiente, como fin en sí misma, sino como creada a imagen y
semejanza de Dios, y, por lo tanto, llamada a integrarse en el plan de Dios, que es el
único Origen y Fin de toda la creación.
En su encíclica Fratelli tutti el Papa Francisco nos ayuda a entender la sana relación
entre la libertad, la igualdad y la fraternidad:
La fraternidad no es sólo resultado de condiciones de respeto a las
libertades individuales, ni siquiera de cierta equidad administrada. Si bien son
condiciones de posibilidad no bastan para que ella surja como resultado
necesario. La fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la
igualdad. ¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una
voluntad política de fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad,
para el diálogo, para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento
mutuo como valores? Lo que sucede es que la libertad enflaquece, resultando así
más una condición de soledad, de pura autonomía para pertenecer a alguien o a
algo, o sólo para poseer y disfrutar. Esto no agota en absoluto la riqueza de la
libertad que está orientada sobre todo al amor.
Tampoco la igualdad se logra definiendo en abstracto que “todos los seres
humanos son iguales”, sino que es el resultado del cultivo consciente y
pedagógico de la fraternidad. Los que únicamente son capaces de ser socios
crean mundos cerrados. ¿Qué sentido puede tener en este esquema esa persona
que no pertenece al círculo de los socios y llega soñando con una vida mejor para
sí y para su familia?
El individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La
mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor
para toda la humanidad. Ni siquiera puede preservarnos de tantos males que
cada vez se vuelven más globales. Pero el individualismo radical es el virus más
difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a

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las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades


individuales pudiéramos construir el bien común. 22

4.- El desafío de la fraternidad


De modo que, para poder asumir el desafío de la fraternidad humana, es
necesario comprender el lugar exacto en el que se encuentra la persona humana en la
creación. No se trata de un ser que debe ganar su libertad a fuerza de autonomía, sino
que está creada a imagen y semejanza de Dios en comunicación con Él, con los hermanos
y con el mundo, en una dinámica de servicio que requiere antes que nada apertura al
conocimiento del plan de Dios y disponibilidad para seguirlo.
Esta idea cristiana de la persona humana está en los orígenes del mismo concepto
de “persona”. De hecho, la incorporación de la palabra “persona” para hablar del ser
humano vino de la Iglesia, más específicamente de la evolución de la doctrina sobre el
dogma de la Santísima Trinidad. De la idea de “personas divinas” se pasó al uso de la
palabra “persona” para referirse al ser humano. Y esto no es solamente un aporte
lingüístico, tiene un trasfondo importantísimo en la comprensión del ser humano. En un
contexto en el que todavía existía la esclavitud (aunque hoy podemos decir que todavía
no se ha abolido totalmente), en el Imperio Romano, fue gestándose el concepto de
persona, que pone el acento en la dignidad e individualidad de cada ser humano, y no
solo en su naturaleza, como si fuera una “cosa” más en el mundo (esta “cosificación” del
ser humano parece haber cobrado nueva vigencia en los últimos tiempos). Como señala
lúcidamente el padre Fosbery en su libro La cultura católica, la carta de san Pablo a
Filemón es una prueba tangible de cómo la cultura que se fue gestando en las
comunidades cristianas transformó las ideas de la época en torno al ser humano:
San Pablo, sin enfrentar el orden entonces establecido, lo que intenta es
que los cristianos incorporen un nuevo modo de entender al hombre a partir de
la encarnación del Verbo de Dios y el plan salvífico de la redención. El hombre ya
no es una “cosa”. Todo hombre es hijo de Dios, hermano de Cristo y heredero de
la vida eterna. Hay igualdad de naturaleza humana; hay comunidad de origen y
redención; hay un mismo fin para todos. La caridad de Cristo obliga a todos los
bautizados y el hombre encuentra en el trabajo uno de los modos de su
dignificación. 23
…Si bien es cierto que hombre y persona se emplean como equivalentes, el
concepto de persona es más amplio que el de hombre, y no aparece en la filosofía
pagana. Sólo a la luz de la Revelación el hombre es entendido como persona. Por
eso nos atrevemos a decir que el hombre se hizo persona en y desde la cultura
católica. 24

22
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, nn. 103-105.
23
Fr. Dr. Aníbal Fosbery OP, La cultura católica, ed. digital de la Universidad Fasta (Mar del Plata,
2011), pág. 310.
24
Ibidem, pág. 312.

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La concepción cristiana de la persona humana se ve reflejada en la definición que


elaboró el filósofo del siglo VI Boecio: sustancia individual de naturaleza racional. Esta
definición nos permite comprender las dos características de la persona humana: por un
lado es un ser individual e irrepetible, que debe ser respetado en su intimidad, su
conciencia y sus decisiones; por otro lado, tiene naturaleza racional o espiritual, es decir,
abierta a la comunicación con los demás, por lo que no debe dejarse a la persona
encerrada en su individualidad, sino que es necesario ayudarla a abrirse a la verdad y al
bien, ejercitando de modo sano su inteligencia y su voluntad. Es muy importante tener
claro lo que implica esta concepción de persona humana que está descripta en la
definición de Boecio, sobre todo en la educación de los niños y jóvenes: por un lado, no
se puede pretender manipularlos en su individualidad para que respondan como
“robots”; por otro lado, no se los puede dejar encerrados en su individualidad, sino que
hay que enseñarles la verdad y el camino del bien, para que puedan abrirse a la plenitud
de su ser integral.

De ahí que podemos afirmar que el desafío de la fraternidad es un desafío


propiamente cristiano. Aunque es el desafío de la humanidad entera, solamente a partir
de la fe en Jesucristo salvador podemos comprenderlo cabalmente. Esto no significa que
quien no es cristiano no pueda comprender y asumir este desafío: el Espíritu Santo sopla
donde quiere, y Jesús es el Verbo hecho carne, Él es la luz verdadera que, al venir a este
mundo, ilumina a todo hombre (Juan 1, 9), también a quienes no son cristianos. Sin
embargo, quienes hemos creído en Jesucristo y hemos asumido el Evangelio como
nuestro estilo de vida, nos sabemos llamados por Jesucristo a reconstruir esa fraternidad
perdida, transformándonos para esto en luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mateo 5, 13-
16). El Papa Francisco pone el acento en esta vocación-misión de construir la fraternidad
entre todos los hombres, según voluntad de Dios: que todos sean uno en Dios (Juan 17,

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21). En la encíclica Fratelli tutti, acude a la parábola del buen samaritano, 25 y nos invita a
ser prójimos sin fronteras en nuestra vida cotidiana:
Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No
tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de
un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y
transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las
sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra
esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor
de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos. Como el viajero
ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer
ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de
levantar al caído; aunque muchas veces nos veamos inmersos y condenados a
repetir la lógica de los violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos,
difusores de la confusión y la mentira. Que otros sigan pensando en la política o
en la economía para sus juegos de poder. Alimentemos lo bueno y pongámonos
al servicio del bien. 26

En la encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco plantea algunas amenazas a la


fraternidad humana, que surgen sin duda del pecado. El Papa las llamas “sombras de un
mundo cerrado”.

1.- Sueños que se rompen en pedazos


Una primera amenaza a la fraternidad humana es el retorno de ideologías que en
sí mismas plantean división. En este sentido se sitúan, como extremos, los nacionalismos
cerrados y la globalización materialista. Se encienden conflictos anacrónicos que se
consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y
agresivos. En varios países una idea de la unidad del pueblo y de la nación, penetrada

25
Cf. Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, Cap. II (nn. 56-86).
26
Ibidem, n. 77.
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por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida del sentido social
enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales. 27

Hay una globalización mal entendida: Los conflictos locales y el desinterés por el
bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo
cultural único. Esta cultura unifica al mundo, pero divide a las personas y a las naciones,
porque «la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más
hermanos». 28 Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace
prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia.
Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de consumidores o de
espectadores. El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los
más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las
regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes. De este
modo la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos
transnacionales que aplican el “divide y reinarás”. 29

2.- El fin de la conciencia histórica


Ligado al fenómeno de una globalización mal entendida, está la pérdida de la
conciencia histórica. Es un fenómeno que está relacionado con el racionalismo de la
modernidad, aunque se relaciona también con la idea del “fin de la historia” de Francis
Fukuyama, 30 que es una idea post-moderna. Algo que era muy presente y entrañable en

27
Ibidem, nn. 10-11.
28
Benedicto XVI, Enc. Caritas in veritate (2009), n. 19.
29
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 12.
30
Cf. Francis Fukuyama, El fin de la historia, ed. Planeta -en castellano- (Buenos Aires, 1992).

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las civilizaciones antiguas, la memoria de los antepasados y la conciencia histórica, es


hoy menospreciada para poder manipular a un ser humano sin historia, que es lo mismo
que decir sin identidad.
Desde la antigüedad, asumida como un todo, se podía alcanzar, por vía
de comprensión, el conocimiento de lo profético, de lo mítico, de lo poético y de
lo discursivo. Allí aparecía el misterio. Y desde allí se generaba el conocimiento
teológico. Esto es lo que en la modernidad desaparece, al desintegrarse la cultura
católica. La antigüedad no tiene vigencia dentro de una concepción
evolucionista-progresista. El segundo paso será dejar al hombre sin conciencia
histórica, para terminar proclamando, por vía del enfrentamiento dialéctico, el fin
de la historia. 31

Hoy, señala el Papa Francisco, se alienta una pérdida del sentido de la historia
que disgrega todavía más. Se advierte la penetración cultural de una especie de
“deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero.
Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas
formas de individualismo sin contenidos. En esta línea se situaba un consejo que di a los
jóvenes: «Si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que
no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo
miren el futuro que ella les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta
para que solamente hagan lo que ella les dice? Esa persona los necesita vacíos,
desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se
sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen —

31
Fr. Dr. Aníbal Fosbery OP, La cultura católica, ed. digital de la Universidad Fasta (Mar del Plata,
2011), pág. 469.

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o de-construyen— todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin
oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la
riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, que
ignoren todo lo que los ha precedido». 32 El Papa Francisco llama a este fenómeno nuevas
formas de colonización cultural, que terminan destruyendo la herencia cultural de los
pueblos, que es lo que enriquece espiritualmente la vida de las personas. Como un
ejemplo de esa colonización cultural, el papa Francisco menciona la manipulación del
lenguaje, esto es, cuando se utiliza algunas palabras (como democracia, libertad, justicia,
unidad) como instrumentos de dominación, como títulos vacíos de contenido que
pueden servir para justificar cualquier acción. 33

3.- Sin un proyecto para todos


Una grave amenaza para la
fraternidad es la mentalidad de
dominio, por la que un grupo de
personas asociadas por el poder
buscan apropiarse de los bienes y del
destino de las comunidades
humanas. El Papa Francisco denuncia
este fenómeno, y señala que hoy en
muchos países se utiliza el
mecanismo político de exasperar,
exacerbar y polarizar, y añade: …por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir
y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos,
cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se
empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una
discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común,
sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro
el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es
manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación. 34
Esta mentalidad de dominio se muestra totalmente desinteresada de un
verdadero proyecto común, 35 buscando más bien imponer el interés de un grupo por
encima del bien de todos. El Papa señala con tristeza que un proyecto con grandes
objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio. Aumentan las
distancias entre nosotros, y la marcha dura y lenta hacia un mundo unido y más justo
sufre un nuevo y drástico retroceso. 36 El camino hacia un proyecto común requiere una
conciencia de “nosotros” y del cuidado de nuestra casa común; sin embargo, dice el Papa,

32
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 13; cf. Exhortación Apostólica postsinodal Christus vivit
(2019), n. 181.
33
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 14.
34
Ibidem, n. 15.
35
Ibidem, n. 16.
36
Ibidem.

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ese cuidado no interesa a los poderes económicos que necesitan un rédito rápido… En
esta cultura que estamos gestando, vacía, inmediatista y sin un proyecto común, «es
previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario
favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones». 37

4.- El descarte mundial


Como ya lo hizo antes en su encíclica
Laudato si’, en Fratelli tutti el Papa
Francisco también se refiere a la cultura
del descarte. Se trata de una cultura que
no solo daña el medioambiente, sino
también -y, sobre todo- la relación
fraterna entre las personas. Mientras un
grupo minoritario invierte ingentes
recursos en tener una mejor calidad de
vida y hasta sueñan con vivir en este
mundo sin límites, hay una gran parte de
la humanidad que parece sacrificable en provecho de ese grupo. Entre esos sacrificables
se encuentran los más pobres y también los ancianos, así como los no nacidos. El
consumismo nos ha vuelto muchas veces insensibles a estas realidades y al despilfarro,
comenzando por el de los alimentos, que es uno de los más vergonzosos. 38 En esta
mentalidad de descarte también se cuenta la mentalidad antinatalista que ya denunciaba
san Pablo VI en su famosa encíclica Humanae vitae (1968). El Papa Francisco señala con
lucidez que la falta de hijos, que provoca un envejecimiento de las poblaciones, junto
con el abandono de los ancianos a una dolorosa soledad, es un modo sutil de expresar
que todo termina con nosotros, que sólo cuentan nuestros intereses individuales. Así,
«objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia
los mismos seres humanos». El Papa busca llamar nuestra atención al modo en el que se
trató en muchos países a los ancianos durante la pandemia del Covid 19, dejándolos
morir porque no eran prioritarios en la atención. 39 Además, se refiere a ideas
reduccionistas de crecimiento económico, que aumentan la riqueza de unos pocos, pero
no contribuyen al desarrollo humano integral de las comunidades, privándolas muchas
veces de bienes básicos con los que todos deberíamos contar, como la energía eléctrica.
Esas políticas de atención parcial de la comunidad generan también actitudes racistas en
el seno de las naciones, mirando al hermano como una competencia para obtener los
recursos básicos. 40

37
Ibidem, n. 17; Enc. Laudato si’ (2015), n. 57.
38
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 18; Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa
Sede (11 enero 2016).
39
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 19; Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa
Sede (13 enero 2014).
40
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, nn. 20-21.

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5.- Derechos humanos no suficientemente universales

La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 tuvo como objetivo


garantizar la igualdad de todas las personas ante la ley, y leyes justas que protejan la
dignidad de la persona humana. Sin embargo, todavía hay violaciones a los derechos
humanos en muchos países. De ahí que el Papa Francisco plantee este tema que hiere
profundamente la fraternidad, porque allí donde hay injusticia no puede hablarse de
trato de hermanos. Muchas veces el objetivo de los gobiernos está puesto en logros
económicos, descuidando derechos fundamentales de las personas. Por eso el Papa dice
que el respeto de los derechos humanos es condición previa para el mismo desarrollo
social y económico de un país. 41 El Papa Francisco se refiere de modo especial a los
derechos de las mujeres, que todavía son vulnerados en muchos países.42 Finalmente, el
Papa se refiere a las formas modernas de esclavitud, denunciando que todavía hay
millones de personas —niños, hombres y mujeres de todas las edades— privados de su
libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud, y señalando que, hoy
como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana
que admite que pueda ser tratada como un objeto. 43

6.- Conflicto y miedo


Otra de las amenazas a la fraternidad es la guerra, cuya motivación es
principalmente la ambición de poder y la codicia, pero también el miedo al encuentro

41
Ibidem, n. 22.
42
Ibidem, n. 23.
43
Ibidem, n. 24; cf. Exhortación Apostólica Post-sinodal Evangelii gaudium, n. 212.

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con el otro, con una cultura


diferente. 44 El Papa señala que,
para buscar la paz, es necesario
vencer la tentación de hacer una
cultura de muros, de levantar
muros, muros en el corazón,
muros en la tierra para evitar este
encuentro con otras culturas, con
otras personas, porque cualquiera
que levante un muro, quien
construya un muro, terminará siendo un esclavo dentro de los muros que ha construido,
sin horizontes… le falta esta alteridad. 45 También está la violencia al interior de las
naciones, que frecuentemente tiene origen en el miedo y la desesperación de muchos,
que son aprovechados por unos pocos codiciosos. La soledad, los miedos y la
inseguridad de tantas personas que se sienten abandonadas por el sistema, hacen que
se vaya creando un terreno fértil para las mafias. Porque ellas se afirman presentándose
como “protectoras” de los olvidados, muchas veces a través de diversas ayudas, mientras
persiguen sus intereses criminales. Hay una pedagogía típicamente mafiosa que, con una
falsa mística comunitaria, crea lazos de dependencia y de subordinación de los que es
muy difícil liberarse. 46

7.- Globalización y progreso sin un rumbo común


Entre las amenazas a la fraternidad se encuentra
una falsa idea de progreso, muy difundida en nuestro
tiempo. A raíz de esto san Pablo VI escribió su
profética encíclica Populorum progressio (1967),
promoviendo un desarrollo integral del ser humano
en la vida comunitaria. El descuido del desarrollo
integral genera injusticias, vacíos, resentimientos,
que dividen la sociedad y favorecen la violencia. El
Papa Francisco señala que no debe ignorarse los
avances positivos que se dieron en la ciencia, la tecnología, la medicina, la industria y el
bienestar, sobre todo en los países desarrollados, pero a la vez se constata un deterioro
de la ética, que condiciona la acción internacional, y un debilitamiento de los valores
espirituales y del sentido de responsabilidad, todo lo cual contribuye a que se difunda
una sensación general de frustración, de soledad y de desesperación, que
frecuentemente llevan a la violencia. 47 Todo esto lleva a que se debiliten en el mundo

44
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, nn. 25-27.
45
Ibidem, n. 27.
46
Ibidem, n. 28.
47
Ibidem, n. 29; cf. también el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la
convivencia común, firmado en Abu Dhabi el 4 febrero 2019 por el Papa Francisco y Gran Imán
de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb.

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actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad… el sueño de construir


juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Por el contrario, el Papa ve
que impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada, hija de una profunda desilusión
que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos
y olvidar que estamos todos en la misma barca. La desilusión lleva al cinismo y al
aislamiento y encerramiento en los propios intereses. Esta cultura egoísta debe superarse
desde la esperanza, con una cultura de la cercanía y del encuentro. 48 El Papa denuncia
una globalización sin un rumbo común, en la que está produciendo un peligroso cisma
entre el individuo y la comunidad humana. No se trata, dice el Papa, de sentirse obligados
a vivir juntos, sino de recuperar el verdadero sabor de la fraternidad, apreciando la
riqueza y la belleza de las semillas de la vida en común que hay que buscar y cultivar
juntos, aprovechando los avances de la tecnología para que pueda lograrse una equidad
y una inclusión social cada vez mayores. Y en referencia a los viajes al espacio, el Papa
dice lo que muchos sentimos: ¡Qué bonito sería que a medida que descubrimos nuevos
planetas lejanos, volviéramos a descubrir las necesidades del hermano o de la hermana
en órbita alrededor de mí! 49

8.- Las pandemias y otros flagelos de la historia


El Papa Francisco nos invita a
reflexionar sobre las enseñanzas que
hemos podido recoger de la pandemia
del Covid 19. 50 Por un lado, cuando se
trata de una catástrofe mundial suelen
olvidarse, al menos momentáneamente,
las diferencias. Fue una oportunidad para
unirnos más como comunidad humana.
Al menos esa fue la sensación en los
primeros meses, pero después comenzaron a aparecer nuevamente aquellas cosas que
nos dividen: la prioridad de los intereses económicos, el cálculo mezquino, la
desconfianza. El Papa señala como ejemplo los ancianos que murieron por falta de
respiradores. Es verdad que todos vamos a morir algún día, pero sea en la plenitud de la
vida o en el momento de la muerte, debemos cuidarnos los unos a los otros, estamos
llamados a tratarnos como hermanos. El “sálvese quien pueda” no salva a nadie. Nos
salvamos en la medida en que aprendemos a amarnos, a cuidarnos. Hoy parece que
renace un mundo egoísta, azotado por el flagelo de guerras, de una creciente pobreza,
de falta de trabajo. Estos últimos dos factores se atribuyen a situaciones como la
pandemia, como si los gobiernos y aquellos que tienen el poder económico no pudieran
pensar en la gente que más sufre, más allá de las leyes del mercado. En los medios

48
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 30; cf. Discurso al mundo de la cultura, Cagliari – Italia, 22
septiembre 2013.
49
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 30; cf. Videomensaje al TED2017 de Vancouver (26 abril
2017); Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia (27 marzo 2020); Homilía
durante la Santa Misa en Skopie, Macedonia del Norte, del 7 mayo 2019.
50
Cf. Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, nn. 31-36.

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periodísticos han aparecido últimamente estadísticas de todo un grupo de personas que


se han enriquecido durante la pandemia, mientras millones han perdido sus trabajos y
se han visto obligados a pasar a situaciones de extrema pobreza y hasta de mendicidad.
Esto es signo de que pruebas como estas no nos terminan de despertar a la realidad del
hermano. Debe entenderse la pandemia como una “prueba”, no en el sentido de un
castigo de Dios, sino de una oportunidad para responder con lo mejor de nosotros. No
puede negarse que muchos han entregado lo mejor de sí, aún su vida, para ayudar al
prójimo durante la pandemia. Sin embargo, todavía estamos lejos de una conciencia
común que pueda llevarnos a un verdadero desarrollo integral como sociedad.

9.- Sin dignidad humana en las fronteras


La realidad de los migrantes se vuelve cada día más acuciante. En un mundo
hiperconectado, todavía quedan serias resistencias a la integración de las personas que
se ven obligadas a dejar su país por guerras, falta de trabajo o persecución política. Una
concepción ideológica de la realidad lleva a algunos a abordar las crisis de los países a
partir de cierto cinismo. El Papa Francisco lo expresa de este modo: Tanto desde algunos
regímenes políticos populistas como desde planteamientos económicos liberales, se
sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes. Al mismo
tiempo se argumenta que conviene limitar la ayuda a los países pobres, de modo que
toquen fondo y decidan tomar medidas de austeridad. No se advierte que, detrás de
estas afirmaciones abstractas difíciles de sostener, hay muchas vidas que se desgarran. 51
El Papa nos invita a “ponernos en los zapatos del otro”, teniendo en cuenta que los que
se ven obligados a emigrar tienen que separarse de su propio contexto de origen y con
frecuencia viven un desarraigo cultural y religioso. Además, señala que los migrantes, al
verse solos y sin ayuda, acuden frecuentemente a traficantes sin escrúpulos, a menudo
vinculados a los cárteles de la droga y de las armas, que explotan su situación. 52 El
migrante es un prójimo que se encuentra en una especial situación de fragilidad, y
requiere por ello una especial atención del conjunto de la sociedad.

51
Ibidem, nn. 37-41.
52
Ibidem, n. 38; cf. Exhortación Apostólica postsinodal Christus vivit (2019), n. 92.

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10.- La ilusión de la comunicación


En la era de la tecnología se ha
avanzado mucho en las herramientas de la
comunicación, y, sin embargo, parece que
hemos retrocedido en la capacidad de
comunicarnos, de sentir la presencia del otro y
hacer sentir nuestra presencia fraterna. Toda
buena comunicación requiere respeto del otro,
aprecio por el otro. Asistimos hoy, en cambio,
a una constante invasión de la intimidad (muchas veces consentida por quien se ve
invadido, pero esto no justifica la injusticia de aquella actitud). Todos se sienten con
derecho a opinar de todo, la vida de cada ser humano aparece expuesta en la vidriera de
la sociedad. El respeto al otro se hace pedazos y, de esa manera, al mismo tiempo que
lo desplazo, lo ignoro y lo mantengo lejos, sin pudor alguno puedo invadir su vida hasta
el extremo. 53 Todo esto alentado por una cultura de odio que cada día se fomenta más
a través de las mismas redes sociales que sirven de canal de comunicación y de
exposición de la intimidad. 54 En el documental de Netflix El dilema de las redes sociales
(2020) aparecen testimonios estremecedores de ex empleados de famosas empresas,
mostrando cómo ellas aumentan las ganancias favoreciendo la polarización de opiniones
y esa cultura del odio. 55
En este tiempo de postpandemia podemos experimentar de un modo más claro
y vivencial la necesidad de superar las barreras de la “pantallita”. El encuentro con el otro
es indispensable. Hemos sufrido durante la pandemia no poder ver por largos períodos
de tiempo a nuestros seres queridos, hemos estado aislados. Pensemos, entonces, en las
personas que viven solas, cuya realidad es como una cuarentena permanente. Es
necesario comunicarnos de verdad. Hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro,
silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la
transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana. Las
relaciones digitales, que eximen del laborioso cultivo de una amistad, de una
reciprocidad estable, e incluso de un consenso que madura con el tiempo, tienen
apariencia de sociabilidad. No construyen verdaderamente un “nosotros” sino que suelen
disimular y amplificar el mismo individualismo que se expresa en la xenofobia y en el
desprecio de los débiles. La conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza
para unir a la humanidad. 56

53
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 42.
54
Ibidem, n. 43.
55
Quienes tienen cuenta en Netflix pueden acceder al documental con este enlace:
https://www.netflix.com/title/81254224. Quienes no tienen cuenta en Netflix pueden ver alguno
de los resúmenes del documental que se encuentran en la plataforma YouTube, como por
ejemplo este: https://www.youtube.com/watch?v=LF77-dY46cA (el documental no es material
obligatorio de estudio del curso, es solo un recurso ilustrativo para quienes deseen ampliar este
tema).
56
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 43.

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11.- Agresividad sin pudor


Una grave amenaza contra la fraternidad, que se
expresa constantemente en nuestra sociedad, es el
clima de agresividad. Siempre hubo actitudes
hostiles, pero hoy hay condicionantes que las
potencian. Al mismo tiempo que las personas
preservan su aislamiento consumista y cómodo,
eligen una vinculación constante y febril. Esto
favorece la ebullición de formas insólitas de
agresividad, de insultos, maltratos,
descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la figura del otro, en un desenfreno
que no podría existir en el contacto cuerpo a cuerpo sin que termináramos
destruyéndonos entre todos. La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles
y ordenadores un espacio de ampliación sin igual. 57 Como señalábamos arriba, la
dinámica de las redes sociales ha favorecido el desarrollo de esa agresividad, que genera
ganancias, y esto ha permitido que las ideologías pierdan todo pudor. Lo que hasta hace
pocos años no podía ser dicho por alguien sin el riesgo de perder el respeto de todo el
mundo, hoy puede ser expresado con toda crudeza aun por algunas autoridades políticas
y permanecer impune. 58 Hoy tomamos como normal que se agreda de muchas formas
al opositor, a quien opina diferente, a las autoridades políticas, a las autoridades
religiosas, a los padres… Normalizar ese clima lleva a aislar al ser humano, quebrando la
vida comunitaria, convirtiéndolo en fácil presa de manipulación de los inescrupulosos. La
agresividad lleva también a asumir fácilmente las posturas extremas predicadas por las
diferentes ideologías, que nos llevan al fanatismo, 59 privándonos de la reflexión necesaria
para poder encontrar la verdad, que no puede reducirse nunca a formulaciones
simplistas.

12.- Información sin sabiduría


De la agresividad y la impulsividad se pasa rápidamente a la irracionalidad, que a
su vez va alimentando cada vez más la agresividad. Este es el caldo de cultivo perfecto
para lo que hoy se llama posverdad. Creo que todos hemos escuchado hablar de las fake
news. Se trata de noticias falsas, que se divulgan a propósito como parte de las campañas
políticas o de grupos de presión, que buscan imponer sus ideas exagerando o falseando
hechos, aun sabiendo que están mintiendo. En los últimos tiempos, a raíz de esa
costumbre de falsear verdades para vender un candidato o cualquier producto, algunos
dicen que vivimos en tiempos de la posverdad. Esto quiere decir que la verdad ya no
tendría tanta importancia, sino solo lo que se quiere imponer como verdad (aunque no
sea verdad). Se ha hecho tan famoso el fenómeno que ha entrado en el Diccionario de
la Real Academia Española, que define la posverdad como la distorsión deliberada de

57
Ibidem, n. 44.
58
Ibidem, n. 45.
59
Cf. ibidem, n. 46.

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una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión
pública y en actitudes sociales.
Lo grave de este fenómeno no es tanto que existan personas y grupos de poder
a los que pareciera importarles más imponer ideas (aunque sean mentirosas) que
encontrar la verdad. Esto siempre ha existido. Lo grave es que se asuma como cultura,
como estilo de vida comunitaria, que hay algo que se llama posverdad. Esta cultura de la
posverdad tiene peligrosos matices. Como señala el Papa Francisco, hoy todo se puede
producir, disimular, alterar. Esto hace que el encuentro directo con los límites de la
realidad se vuelva intolerable. Como consecuencia, se opera un mecanismo de
“selección” y se crea el hábito de separar inmediatamente lo que me gusta de lo que no
me gusta, lo atractivo de lo feo. Con la misma lógica se eligen las personas con las que
uno decide compartir el mundo. Así las personas o situaciones que herían nuestra
sensibilidad o nos provocaban desagrado hoy sencillamente son eliminadas en las redes
virtuales, construyendo un círculo virtual que nos aísla del entorno en el que vivimos. Es
necesario volver a la verdadera sabiduría, que siempre supone el encuentro con la
realidad. 60
Para aspirar a la sabiduría es necesario escuchar. Hay un dicho
conocido: “El sabio escucha aun al necio, el necio ni al sabio
escucha”. Hoy hay muchos sordos de mente, nos cuesta
escuchar. Como señala el Papa Francisco, el sentarse a escuchar
a otro, característico de un encuentro humano, es un
paradigma de actitud receptiva, de quien supera el narcisismo
y recibe al otro, le presta atención, lo acoge en el propio
círculo. 61 Al desaparecer el silencio y la escucha, convirtiendo
todo en tecleos y mensajes rápidos y ansiosos, se pone en
riesgo esta estructura básica de una sabia comunicación
humana. Se crea un nuevo estilo de vida donde uno construye
lo que quiere tener delante, excluyendo todo aquello que no se pueda controlar o
conocer superficial e instantáneamente. Esta dinámica, por su lógica intrínseca, impide la
reflexión serena que podría llevarnos a una sabiduría común. 62
El libro de los Proverbios nos ayuda a entender que la humildad y la escucha es
el inicio de la sabiduría:
Antes de la ruina el hombre se ensoberbece, pero la humildad precede a
la gloria. El que responde antes de escuchar muestra su necedad y se atrae el
oprobio (Proverbios 18, 12-13).
Las universidades medievales nacieron como comunidades de docentes y
alumnos que buscaban la verdad. De ahí nació una floreciente cultura en Occidente que
llega a nuestros días. Es necesario volver a buscar juntos la verdad en el diálogo, en la
conversación reposada o en la discusión apasionada. Es un camino perseverante, hecho

60
Ibidem, n. 47.
61
Ibidem, n. 48.
62
Ibidem, n. 49.

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también de silencios y de sufrimientos, capaz de recoger con paciencia la larga


experiencia de las personas y de los pueblos. 63

13.- Sometimientos y autodesprecios

La soberbia nunca será fuente de fraternidad. El deseo de dominio del otro, de


competencia con el hermano, nos lleva a destruir la vida fraterna. Así sucedió en el origen
de los tiempos con Caín, que buscaba ser mejor que su hermano Abel y por eso compitió
con él hasta matarlo. Hoy asistimos al triste espectáculo de seres humanos reunidos en
grupos de poder nacionales o transnacionales, que desde la arrogancia buscan lo mismo
que Caín, y no pocas veces terminan matando a Abel. No se trata de buscar el éxito, sino
el desarrollo integral, la plenitud de toda la familia humana. Para esto es necesario un
espíritu de colaboración, más que de competencia. Sí es necesario competir contra uno
mismo, como hacía san Pablo (cf. II Timoteo 4, 7), para agradar cada vez más a Dios con
una vida dedicada al bien. Pero ese espíritu de superación debe transformarse en actitud
de colaboración con el hermano a la hora de relacionarnos. Y esto debería trasladarse
también a las relaciones entre las naciones, es lo que plantea el Papa Francisco en los
números 51 al 53 de Fratelli tutti. La dialéctica entre países exitosos y países “que no
funcionan” debe ser superada por una convivencia entre las diversas naciones y grupos
étnicos que valore los dones que Dios ha puesto en cada uno y en cada cultura, y mueva
a poner esos dones al servicio de toda la familia humana.

63
Ibidem, n. 50.

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El único camino para reconstruir la fraternidad es el amor fraterno, que no puede


entenderse separado del amor de Dios. Cuando le preguntan al Señor cuál es el
mandamiento más grande de la ley, Él responde:
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con
todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es
semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas (Mateo 22, 37-40).
De ahí que la estrategia para luchar contra las amenazas a la fraternidad no pueda
ser otra que la práctica de la caridad. Por eso Jesús nos dice a sus discípulos que estamos
llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo (Mateo 5, 13-16). La salvación de la
humanidad no está en manos de los poderosos de este mundo, sino del poder del amor
de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos
ha dado (Romanos 5, 5). Esa es la misión de la Iglesia: ser luz de las naciones, acudiendo
al único poder que vence al pecado, que es el amor de Dios.
El Papa Francisco termina el crudo análisis de la realidad que hemos visto en el
punto anterior, acudiendo a un llamado a la esperanza: Invito a la esperanza, que nos
habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano,
independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos
en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida
lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia
cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. 64 San Pablo
quiere despertarnos del pesimismo mundano alentándonos a seguir tras los pasos de

64
Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, n. 55; Saludo a los jóvenes del Centro Cultural Padre Félix
Varela, La Habana – Cuba (20 septiembre 2015).

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esa esperanza sobrenatural, porque la esperanza no defrauda, ya que viene de Dios: la


esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado (Romanos 5, 5). La fe nos
mueve a hacer una lectura teologal de la historia de la humanidad, a partir del plan de
Dios. El Padre y el Hijo nos envían su Espíritu, y es con el poder del Espíritu, que es el
amor de Dios, que podemos transformar el mundo esclavo del pecado.
Por eso lo esencial en este camino es empezar por nosotros, por cada uno. La
madre Teresa de Calcuta, al ser interpelada para que respondiera cuáles eran los grandes
problemas del mundo, sorprendió al entrevistador diciéndole: “usted y yo”. Si cada uno
se ocupa de desandar el camino del pecado y dejar lugar al amor de Dios en su corazón,
ahí está cambiando el mundo. Para eso vino el Señor, y es el único cambio real que puede
dar lugar a los demás cambios: dejar que Dios transforme nuestro corazón.
La conversión individual se manifiesta pronto en una conversión comunitaria, en
la que insisten desde tiempos inmemoriales los Sumos Pontífices. 65 Como enseña santo
Tomás de Aquino, siguiendo a Aristóteles, el bien es difusivo de sí. 66 El Señor lo expresa
con un ejemplo claro: No se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino
que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así
debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos
vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo (Mateo 5, 15-16).
Muchas veces nos planteamos cómo la Iglesia puede influir en la esfera social y política
de las naciones. La respuesta es mirar no tanto hacia afuera, sino hacia adentro, buscar
la transformación misionera de la Iglesia. 67
De ahí que sea importante detenernos un momento en la cultura de la caridad,
en esos hábitos fraternos que debemos asumir como Iglesia para poder construir la
fraternidad universal. Se dice que “la caridad empieza por casa”: en vano buscaremos
construir la fraternidad en el mundo, si no nos tratamos como hermanos entre los
discípulos de Jesús.
Se trata de un cambio cultural, de la inculturación del Evangelio, que se lleva
adelante, en primer lugar, con el testimonio de vida, y también con la predicación. 68 De
ahí que la primera virtud que es necesario cultivar para construir la fraternidad es la
caridad, el amor.
La palabra “amor” puede usarse de un modo mundano, como pasión que nos
mueve, desde la atracción, a conseguir un objeto determinado (que también puede ser

65
En los Concilios ecuménicos siempre ha sido un tema de análisis la reforma del clero, la reforma
de las costumbres en el seno de la Iglesia. Últimamente los Papas vienen hablando sobre la
conversión comunitaria. Baste citar aquí dos documentos: san Pablo VI, Evangelii nuntiandi n. 23
y el Papa Francisco en el capítulo 1 de Evangelii gaudium, que es prácticamente una exhortación
a los cristianos a la conversión comunitaria.
66
Bonum dicitur diffusivum per modum finis, secundum quod dicitur quod finis movet
efficientem”: Santo Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo, I, disp.
34, q.2, a.1, ad 4.
67
Cf. Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium cap. 1.
68
Cf. san Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (1975), nn. 20-22.

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una persona, vista como “objeto” de mi búsqueda). En este caso no hablamos de ese
amor como pasión, que puede ser desordenado, sobre todo cuando se busca el interés
propio por encima del bien común. Hablamos aquí del amor de caridad, de ese amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido
dado (Romanos 5, 5). Toda la vida pasa por aprender a amar como Dios ama, porque nos
hemos desordenado en el amor, y detrás de ese desorden vinieron todos los otros
desórdenes. Antes que nada, se trata de revisar el orden del amor: ¿qué estoy amando
primero en mi vida? Como enseñaba Jesús: Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón
(Mateo 6, 21). A veces tenemos el corazón puesto en objetivos egoístas, y no amamos
como debemos amar. Todo pecado, en el fondo, es una enfermedad espiritual del amor,
consiste en amarse a uno mismo de un modo desordenado. Y entonces las búsquedas
de la vida se convierten en una tortura, porque hay una realidad: nadie es el centro del
mundo, solo el Creador. De ahí que el precepto de la caridad ordene a amar a Dios sobre
todas las cosas y desde ese amor al Creador ordenar los demás amores: amarse a uno
mismo como Dios nos ama (sin vanagloria y sin menospreciarse), y entonces poder amar
al prójimo como a uno mismo. Hoy hay muchos problemas en torno a la autoestima,
porque hemos perdido la capacidad de amar bien. Al orientar el amor exclusivamente a
uno mismo, le quitamos su fuerza creadora, que está orientada por naturaleza a buscar
el bien, no solo en uno mismo, sino en todos y en toda la creación. El amor ordenado,
que los cristianos llamamos virtud de la caridad, es la virtud que ordena a todas las demás
virtudes hacia sus objetivos correctos, porque todo debe ser ordenado en la vida según
el amor; el verdadero amor sana el espíritu, así como el amor desordenado hace pesada
la existencia. 69
El amor ordenado es la fuente de una cultura de vida, en la que todo lo demás
vuelve a estar en su lugar. Se trata de un hábito, que configura un estilo de vida, la vida
del cristiano, del bautizado. También las personas que no han sido bautizadas, que no
han conocido a Jesucristo, se sienten atraídas por el estilo de vida cristiano, si es
verdaderamente cristiano, es decir, si está fundado en la virtud de la caridad que ordena
todas las demás virtudes y actitudes de la vida. El amor de caridad es el mismo amor de
Dios que se derrama en nuestros corazones, y va arraigándose en la medida que nos
dejamos llevar por él. Esto requiere, sin duda una actitud penitencial, 70 por la que

69
Santo Tomás de Aquino trata sobre la virtud de la caridad en la Suma Teológica I-II, cuestiones
23 a 46.
70
La penitencia surge del amor, del deseo de corregirse para salir del egoísmo del pecado y volver
al amor de Dios. Por eso no debe quedarse en un sentimiento de culpa, que muchas veces es
inútil, sino que debe llevarnos a actuar, con decisión y alegría, para salir del pozo del pecado.
Santo Tomás de Aquino nos ayuda a entender esto: Arrepentirse significa dolerse de una acción
propia cometida anteriormente. Ahora bien, …el dolor o la tristeza pueden entenderse de dos
maneras. Primera, como pasión del apetito sensitivo, y en este aspecto la penitencia no es una
virtud, sino una pasión. Segunda, como acto de la voluntad. Y en este sentido se verifica con una
elección. Y si esta elección es recta, necesariamente es un acto de virtud. Porque se dice en
II Ethic. que la virtud es un hábito conforme a la recta razón. Ahora bien, está conforme con la
recta razón el que uno se duela de lo que debe dolerse. Y esto es prácticamente lo que
encontramos en la penitencia, de la que hablamos aquí. Porque el penitente concibe un moderado
dolor de los pecados pasados con intención de hacerlos desaparecer. Por consiguiente, queda
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rechacemos en nuestra vida cotidiana toda actitud egoísta que nos impida vivir el amor
misericordioso de Dios y poder llevarlo a los demás. 71
En la carta a los Gálatas san Pablo describe cuáles son los frutos de la presencia
del amor de Dios en nuestro corazón, o frutos del Espíritu Santo, y cuáles los frutos de
un corazón todavía esclavizado por el pecado:
Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza
y libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias,
ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones y envidias, ebriedades y orgías,
y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen
estas cosas no poseerán el Reino de Dios. Por el contrario, el fruto del Espíritu es:
amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,
mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está demás, porque los
que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus
malos deseos (Gálatas 5, 19-24).
El Papa Francisco habla de las características del amor cristiano en el capítulo
cuarto de la Exhortación Apostólica postsinodal Amoris laetitia, aplicando el famoso
himno a la caridad de I Corintios 13 al amor conyugal. Vale la pena releer ese capítulo,
que nos ayuda a entender mejor el amor de Dios. 72 Santo Tomás de Aquino plantea,
siguiendo a Aristóteles, todo el conjunto de virtudes sociales que se desprenden de un
recto sentido de justicia movido por la caridad. 73 El Papa Benedicto XVI escribió su
encíclica social Caritas in veritate (2009) para mostrar cómo la caridad debe ser el núcleo
de toda la vida social y política. 74

demostrado que la penitencia, de la que hablamos aquí, es una virtud o un acto de virtud (S. Th.
III q. 85, a. 1 co).
71
La penitencia no solo es un acto, sino que debe transformarse en hábito, en virtud cotidiana,
como señala santo Tomás de Aquino: El arrepentimiento es doble: actual y habitual. Actualmente
es imposible que el hombre se arrepienta sin cesar, ya que el acto del penitente, tanto interior
como exterior, necesariamente debe ser interrumpido, al menos durante el sueño y mientras se
atiende a las necesidades corporales. La otra manera de arrepentirse es la habitual. Y, en este
sentido, el arrepentimiento del hombre debe ser continuo: ya porque el hombre nunca debe hacer
nada que sea contrario a la penitencia, con lo que quebraría su disposición penitencial, ya porque
siempre debe tener en su propósito aborrecer los pecados pasados (S. Th. III q. 84, a. 9 co). De ahí
podemos entender las prácticas cuaresmales de la oración, el ayuno y la limosna (cf. Mateo 6, 1-
18), que no son solo para vivir la Cuaresma sino para toda la vida, expresan en acciones concretas
la virtud de la penitencia.
72
Puede encontrarse el texto en el sitio web oficial de la Santa Sede:
https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-
francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html#Cap%C3%ADtulo_cuarto.
73
Cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica II-II, cuestiones 81 a 120. Se trata de las llamadas
virtudes sociales. Si alguno se anima a leer lo referente a alguna de esas virtudes, les dejo un
enlace: https://hjg.com.ar/sumat/c/index.html#c81.
74
Puede encontrarse el texto en el sitio web oficial de la Santa Sede:
https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-
xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html.

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Todo esto nos ayuda a entender que la evangelización y la educación son las
herramientas primordiales para poner nuestro granito de arena en la construcción de la
fraternidad humana. Estamos llamados a vivir la alegría del Evangelio y a predicarla con
nuestra vida y con nuestras palabras: teniendo claro que, si tenemos el amor de Dios en
nuestro corazón, de nuestra boca no saldrá otra cosa que ese amor de Dios. Como decía
el Señor: la boca habla de la abundancia del corazón (Mateo 12, 34). De ahí la necesidad
de conversión, porque para decir cosas buenas debemos ser buenos. Jesús les decía esto
a algunos fariseos que lo acusaban: Raza de víboras, ¿cómo pueden ustedes decir cosas
buenas, siendo malos? Porque la boca habla de la abundancia del corazón (Mateo 12,
34). El gran peligro de la evangelización no está en el mundo lleno de pecado, sino en el
fariseísmo. Jesús ha vencido al mundo (Juan 16, 33), somos nosotros quienes debemos
dejarnos vencer por Él, para seguirlo como discípulos y estar llenos del poder del amor
de Dios, que nos mueve a construir un mundo más fraterno.

La fraternidad, para no quedar en un concepto abstracto, se realiza en las


comunidades humanas. La palabra comunidad tiene raíz latina: proviene de communitas,
que significa algo así como un grupo de personas que están unidos por la misma tarea. 75
Las palabras para definir las distintas comunidades humanas son muy antiguas en cada
cultura, lo que demuestra que la natural tendencia del ser humano a la fraternidad, que

75
Las palabras latinas que conforman communitas son co (con) y munus (tarea, oficio). Algunos
ven en la etimología de la palabra una raíz más política, viendo una relación entre la palabra
munus y moenia (muralla): en este sentido, la comunidad haría referencia, para los romanos que
crearon la palabra, a las relaciones comunes desarrolladas en el interior de la muralla de la ciudad
(José Barragán, Comunicación e información, en Anuario Jurídico de la Universidad Nacional de
México VII (1980), pág. 38; cf. Julio Cejador y Frauca, Diccionario etimológico-analítico castellano,
2da edición, Murcia -España- 1942, pág. 82).

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le viene de la creación, no ha sido borrada por el pecado, aunque se haya debilitado


generando estructuras egoístas.
La persona humana, vista en su integralidad y complejidad, participa tanto del
mundo espiritual como del mundo material. La sociabilidad es una cualidad esencial en
esas dos dimensiones de la existencia humana. El ser humano es, como dice San Pablo,
espíritu, alma y cuerpo (I Tesalonicenses 5, 23). Santo Tomás de Aquino, siguiendo a
Aristóteles, 76 dirá que el hombre es una unidad sustancial de cuerpo y alma, aunque
distingue dos dimensiones en el alma: en cuanto es forma del cuerpo se llama alma, y en
cuanto supera al cuerpo se llama espíritu 77 (por eso no se puede analizar la cuestión
antropológica ni la cuestión social, que se deriva de aquella, solo desde un aspecto
parcial de la naturaleza humana, y menos todavía omitiendo su dimensión más sublime,
por la cual estamos llamados a la semejanza de la naturaleza divina, que es la dimensión
espiritual).
La naturaleza humana, tanto en la dimensión espiritual como corporal, es
“abierta”: abierta al conocimiento, al amor, a la integración con el otro. Es evidente que
hay en la naturaleza humana una necesidad de socializar, y que el ser humano se ha
organizado en comunidad a partir de esta necesidad y no de meros intereses. La primera
necesidad del ser humano es el amor, y esta necesidad no puede ser satisfecha sino en
la vida comunitaria. 78 Además, como decía Aristóteles, el ser humano necesita de los
demás para satisfacer necesidades materiales: una sociedad autosuficiente está
constituida por agricultores, médicos, comerciantes, educadores, gobernantes,
sacerdotes, etc. 79 Pero necesitamos todavía más de los demás para satisfacer nuestras
necesidades espirituales por la mutua comunicación de los bienes del espíritu: la
transmisión de la verdad, el ejercicio del amor, la enseñanza de la virtud, etc. Aristóteles
enseñaba ya en el siglo IV antes de Cristo, que la convivencia humana se nutría sobre
todo de la amistad fundada en la virtud. Cualquier otra amistad, fuera por placer o por
utilidad, tiende a ser pasajera, dura tanto tiempo como permanece aquello en lo que
coincidan los amigos, sea el objeto de placer compartido, o la necesidad en que se funda
la utilidad. 80 Por todo esto decimos que el ser humano es naturalmente sociable. Está
hecho para la vida social, y solo logrará su plenitud viviendo en comunidad.

76
Cf. Aristóteles, De anima I, 1, 412 a 15-21 y b 5-6.
77
El ser forma del cuerpo es algo que conviene al alma según su esencia y no como algo
sobreañadido. No obstante, hay que decir que el alma, en lo que toca al cuerpo, es forma, mientras
que en tanto supera la condición corporal, es llamada espíritu o sustancia espiritual (Santo Tomás
de Aquino, De spiritualibus creaturis, a. 2, ad 4).
78
En algunas investigaciones recientes sobre el cerebro humano se ha llegado a la conclusión,
desde un enfoque exclusivamente científico, de que el ser humano necesita de la sociabilidad
para su salud, para una vida emocionalmente sana (cf. Daniel Goleman, La inteligencia emocional
y La inteligencia social).
79
Aristóteles, Política libro 1.
80
Cf. Aristóteles, Ética Nicomaquea, libros VIII y IX.

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1.- La familia, primera comunidad

Hay diversos órdenes de agrupamiento social humano, según sea la finalidad que
se persigue en cada caso. La primera comunidad humana es la familia, es la primera
sociedad natural. 81 La familia es, antes que nada, una comunidad de amor. Es la primera
comunidad en la que aprendemos a amar. En la familia se recibe no solo la herencia
genética, sino también la herencia psico-afectiva y la herencia cultural, a través de la
educación. El primer lugar desde donde el ser humano ve el mundo es la familia, y es
también la primera escuela de amor, donde aprendemos a amar y a ser amados. De ahí
su importancia, y por eso es la célula básica de la sociedad. Es tan importante la familia
como ámbito de amor y libertad, que los sistemas totalitarios buscan antes que nada
suprimirla, porque de ese modo les es más fácil someter al individuo. 82
La familia se constituye naturalmente por el matrimonio entre el varón y la mujer,
aunque también hay otros tipos de familia en las que, por diversos motivos, los hijos no
son concebidos y educados por sus padres biológicos. 83 Pero, en todo caso, debe

81
Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 211: Una sociedad a medida de la familia
es la mejor garantía contra toda tendencia de tipo individualista o colectivista, porque en ella la
persona es siempre el centro de la atención en cuanto fin y nunca como medio… Sin familias
fuertes en la comunión y estables en el compromiso, los pueblos se debilitan. En la familia se
inculcan desde los primeros años de vida los valores morales, se transmite el patrimonio espiritual
de la comunidad religiosa y el patrimonio cultural de la Nación. En ella se aprenden las
responsabilidades sociales y la solidaridad.
82
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 213. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n.
2224.
83
En la defensa que la Iglesia y otras instituciones hacen del matrimonio entre el varón y la mujer,
el argumento principal no tiene que ver con la conducta de las personas en el plano sexual, que
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buscarse siempre fortalecer el matrimonio como institución natural y el derecho-deber


de los padres biológicos a educar a sus hijos, siempre que esto sea posible. Una de las
primeras medidas políticas de los sistemas totalitarios ha sido intentar quitar este
derecho o reducirlo a la mínima expresión, mediante leyes en las que el gobierno impone
su ideología y un control policial que reprime a los padres que no la aceptan. 84
Por otro lado, las llamadas “ideologías de género” hacen un planteo parcial de la
realidad de la sexualidad humana, que está impresa en la naturaleza desde la creación,
reduciéndola al placer, que es una consecuencia del acto sexual, pero no su finalidad,
que es la procreación (así como comer y beber conlleva placer, aunque este no es la
finalidad de esos actos, sino la alimentación para tener buena salud). Como dice el Papa
Francisco en Amoris laetitia, se trata de diversas formas de una ideología que niega la
diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad
sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología
lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad
personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica
entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción
individualista, que también cambia con el tiempo. 85 En otras palabras, es un error muy
grave plantear lo masculino y lo femenino en términos subjetivos, como si se tratara de
una opción elegir la propia sexualidad. También es un error plantear una separación entre
el acto sexual y la finalidad que tiene en la naturaleza, que es la procreación (aunque no
siempre se de prole a partir del acto sexual, esa es su finalidad natural). Así lo explicaba
san Pablo VI en su encíclica Humanae vitae :
Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada
sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede
romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el
significado unitivo y el significado procreador. Efectivamente, el acto conyugal,

en todo caso es objeto de una valoración moral, sino con el hecho de que el matrimonio está
ordenado por su misma naturaleza al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la
prole (Código de Derecho Canónico canon 1055). De modo que se trata de un criterio biológico-
antropológico, que sigue la ley natural de la procreación y educación del ser humano. Las
ideologías totalitarias, desde Esparta hasta regímenes contemporáneos, han buscado sembrar la
ideología en la más temprana edad para consolidar el sistema, y para esto han establecido una
prioridad del estado sobre el individuo, de las decisiones del gobierno por encima de las
decisiones de los padres. La Iglesia siempre ha defendido el derecho de los padres, antes que
nadie, a educar a sus hijos (es conocida la anécdota de Karol Wojtila, quien fuera después el papa
Juan Pablo II, que siendo joven sacerdote en Polonia después de la II Guerra Mundial, no aceptó
bautizar a un niño judío cuyos padres habían desaparecido durante la guerra, sino que exigió a la
familia católica que estaba cuidando al niño, que fueran sus familiares judíos quienes decidieran
en qué religión iban a educar a ese niño).
84
Cf. la Encíclica Mit brennender Sorge (Con gran preocupación), que el Papa Pío XI escribió en
1937 ante los avances del régimen nazi sobre los derechos de los padres a educar a sus hijos
según sus propias convicciones.
85
Papa Francisco, Exhortación Apostólica postsinodal Amoris laetitia, n. 56; cf. Congregación para
la Educación Católica, Varón y mujer los creó. Para una vía de diálogo sobre la cuestión del
‘gender’ en la educación (2019).

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por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace
aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo
del hombre y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y
procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y
verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad. Nos
pensamos que los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran
en grado de comprender el carácter profundamente razonable y humano de este
principio fundamental. 86
Se trata de un tema difícil de comprender en la sociedad contemporánea, en la
que reina una gran confusión sobre estos temas, reduciendo en muchos casos la
sexualidad al plano de la genitalidad, sin considerar que al hablar de sexualidad está
involucrada toda la persona humana, y no solo la persona individual, sino la sociedad
entera, ya que se trata del amor procreativo, que tiene por objeto la continuidad de la
especie. En el caso de la especie humana, a diferencia de los demás animales, la impronta
de la educación familiar deja impreso un sello importantísimo en la personalidad de cada
individuo; esto ha sido ampliamente estudiado por las ciencias humanas.
En este tiempo se ha avanzado en el plano del respeto por las personas, sea cual
fuera su opción de vida, y esto ha sido un gran avance, porque venimos de una época
en la que muchas comunidades han sufrido una suerte de “totalitarismo cultural”, sobre
todo las minorías, que no pocas veces eran atacadas y rechazadas. En este sentido puede
entenderse la lucha de los colectivos que reúnen a las minorías que manifiestan una
opción de vida diferente del matrimonio entre el varón y la mujer. La Iglesia siempre ha
promovido el respeto por toda persona humana; sin embargo, se ha visto obligada a
emitir una enseñanza más precisa sobre esta cuestión, 87 porque lastimosamente muchos
de sus miembros han formado parte de aquellos que agredían a las minorías que se
manifestaban con una opción sexual diferente al matrimonio entre varón y mujer
(homosexuales, lesbianas, transexuales, travestis, etc.).
La ética cristiana que sustenta la doctrina sobre el matrimonio y la sexualidad
humana es liberadora. Por eso sería un error pretender imponerla, como si se tratara de
una ley de tránsito, que es de por sí arbitraria y puede no ser razonable. Como miembros
de la Iglesia, del Cuerpo místico de Cristo, estamos llamados a predicar la verdad sobre
la sexualidad y el matrimonio, que nos viene de la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo.
Pero debemos hacerlo siguiendo el ejemplo del Maestro, que es manso y humilde de
corazón. Además, lo hacemos desde la humildad de nuestras propias miserias. A veces
se ha mostrado una imagen de la Iglesia prepotente y mandona, queriendo imponer
verdades. Algunos cristianos han justificado esta imagen, actuando como aquellos
fariseos con Jesús. La verdadera Iglesia de Jesucristo, en cambio, habla y actúa desde la
humildad, reza cotidianamente los salmos pidiendo perdón a Dios por sus propias

86
San Pablo VI, Enc. Humanae vitae (1968), n. 12.
87
Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la
atención pastoral a las personas homosexuales (1986):
https://www.vatican.va/roman_curia//congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19861
001_homosexual-persons_sp.html; Congregación para la Educación Católica, ‘Varón y mujer los
creó’: para una vía de diálogo sobre la cuestión del ‘gender’ en la educación (2019).

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miserias, 88 y se acerca al hombre desde la caridad y la misericordia. Con mansedumbre,


con humildad, pero sin ocultar la verdad, que hemos aprendido de nuestro Señor y nos
hace libres (cf. Juan 8, 32).
Es importante detenernos un momento aquí a reflexionar sobre el sentido de la
predicación, que no pretende ser imposición. Queda claro que no debemos pretender
imponer el Evangelio a la sociedad, no es eso lo que vino a hacer nuestro Señor; Él no
vino a condenar, sino a predicar y a salvar. Él mismo se lo aclaró a Poncio Pilato antes de
ir a la cruz, cuando le dijo: Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este
mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado
a los judíos. Pero mi Reino no es de aquí (Juan 18, 36). Haciendo esta salvedad, queda
claro también que no podemos ocultar la Verdad que hemos visto y oído (Hechos 4, 20).
Es lo que el Señor dijo a Pilato después de aquellas palabras: Tú lo dices: Yo soy rey. Para
esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la
verdad, escucha mi voz (Juan 18, 37).
La predicación de la Iglesia sobre la sexualidad humana se ordena a la liberación
del pecado. Esto es muy importante de entender: no predicamos un modelo de sociedad
basada en algún prejuicio “sexista” (machista, patriarcal, etc.). Aunque en la realidad
histórica a la Iglesia le ha tocado convivir con modelos de ese tipo, sin embargo, la verdad
que nos enseña Jesucristo sobre la sexualidad humana tiene que ver con la liberación de
la esclavitud del pecado. Cuando el Señor habla de tener el “corazón puro” se está
refiriendo a una realidad interior de santificación y planificación, no a un modelo
sociológico. La sexualidad humana, como todas las realidades del hombre, ha sido
afectada por el pecado original. Hay un desorden interior en todo hombre, que es
consecuencia del pecado y se manifiesta en acciones contrarias a la ley de Dios, y este
desorden afecta también la dimensión de la sexualidad humana, más aún cuando se
entra en un tren de vida vicioso. En algunos casos se genera una dependencia sexual,
una esclavitud de la que resulta difícil salir. Se trata de una de las esclavitudes más
antiguas, comunes y difíciles de vencer. Esto se ve en los resultados: gran parte de las
crisis de afectividad están fuertemente influidas por desórdenes sexuales, por
dependencias que llevan a la frustración y el vacío existencial. Y es que la afectividad
humana solo puede encontrar su plenitud y saciedad en la virtud de la caridad, en el
plano espiritual, espiritualizando también la vida corporal. De esto habla san Pablo en la
carta a los Romanos, en los capítulos 7 y 8. Es lo que enseña Jesús cuando dice que
seremos felices si tenemos el corazón puro, porque de ese modo veremos a Dios (Mateo
5, 8). Para eso es necesaria la gracia de Dios, no bastan las fuerzas humanas. El camino
para salir del pecado es Jesús. Por eso hay que tratar con respeto y compasión a quienes
se encuentran todavía esclavos del pecado, sea cual sea: porque no podrían salir del
pecado con sus solas fuerzas, aunque quisieran. Solo Jesús con su gracia nos muestra el
Camino, que es Él mismo. Unidos a Él nuestro corazón va recuperando el orden querido
por Dios, podemos ir despejando la mirada para llegar a ver a Dios y su plan. Jesús nos
guía y nos da su gracia, pero es necesario que el ser humano ponga su esfuerzo y actitud

88
Cf. Card. Ratzinger, Presentación del documento ‘Memoria y reconciliación: la Iglesia y las culpas
del pasado’, 7 de marzo de 2000. Puede consultarse la versión digital en el sitio web de la Santa
Sede: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/rc_cti_memoria-
riconciliazione-presentazione_ratzinger_sp.html.

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para salir del pecado. Es la virtud de la penitencia, que se plenifica en el servicio. 89 En la


última Cena, con el gesto de lavar los pies a los apóstoles, el Señor nos mostraba ese
camino que puede sanar las heridas de nuestro egoísmo, que se manifiestan de un modo
particular en el plano de la sexualidad: es el camino del servicio. Como dice san Pedro en
su carta, la caridad cubre la multitud de los pecados (I Pedro 4, 8). El Señor nos muestra
con un gesto que debemos buscar lo que nos resulta agradable al espíritu, aunque
resulte desagradable a nuestra carne. A Pedro le repugnaba que Jesús tuviera ese gesto
servil con él, de lavarle los pies, y el Señor le respondió:
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también
deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo
mismo que yo hice con ustedes. Les aseguro que el servidor no es más grande
que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices
si, sabiendo estas cosas, las practican (Juan 13, 14-17).
Seremos felices si, sabiendo estas cosas, las practicamos. La felicidad de la cruz,
del amor y la entrega “hasta que duela”, como decía la madre Teresa de Calcuta, se opone
a la felicidad pasajera del placer, que se experimenta de un modo vehemente en el placer
venéreo y en las comidas y bebidas. Por ello, cuando nos encontramos en un estado de
dependencia de los placeres sexuales, o de las comidas y bebidas, no podemos entender
las cosas de Dios, como decía san Pablo:
…Los deseos de la carne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley,
ni pueden hacerlo. Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden
agradar a Dios (Romanos 8, 7-8).
Jesús nos convoca a salir del pecado para agradar a Dios. En el pecado nos hemos
encerrado en la autocomplacencia, lo que se manifiesta de un modo particular en los
pecados que tienen que ver con la esfera psico-sexual. Autocomplacencia significa
mirarse a sí mismo, sin mirar al otro. Ese es el grave problema de todos los desórdenes
psico-sexuales. El corazón puro nos lleva a mirar al otro sin desear poseerlo, y de este
modo a poder restablecer los lazos de fraternidad con ese prójimo que debe ser amado
desinteresadamente, no para ser poseído. Muchas veces será necesario un largo camino
de purificación para recuperar esa paz del corazón que tienen los que buscan a Dios
antes que a sí mismos. Por eso la Iglesia, siguiendo la enseñanza de nuestro Señor, invita
a todos los fieles a llevar una vida casta. La castidad es aquella virtud por la que nos
habituamos a rechazar las tentaciones de dominio sobre el otro, aunque se queden en
el plano del deseo, para poder vivir en paz con todos, tanto en la acción como en el
pensamiento. Esta virtud, como todas, supone la caridad, el amor desinteresado que
busca el bien del otro. Es necesario volver a predicar el ideal de la castidad, como parte

89
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 1431: La penitencia interior es una reorientación radical
de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el
pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al
mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la
misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va
acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron animi cruciatus (aflicción del
espíritu), compunctio cordis (arrepentimiento del corazón) (cf Concilio de Trento: DS 1676-1678;
1705; Catecismo Romano, 2, 5, 4).

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del amor de Dios liberador. Muchas veces se ha predicado más la continencia que la
caridad. Castidad no es lo mismo que continencia: la continencia puede ser vivida con
dificultad e inquietud de corazón, porque todavía hay una fuerte influencia de las
pasiones. En cambio, la castidad es un estado de virtud al cual se llega después de un
camino de conversión al amor de Dios y de penitencia, un estado de paz interior y de
armonía con los demás.
La familia es la base de la fraternidad humana, porque en ella todos aprendemos
a amar. Será fundamental para la construcción de una comunidad humana fraterna, que
ese amor que aprendemos en la familia sea el amor de Dios, libre de la prisión del amor
egoísta que nace de la esclavitud del pecado. Los hijos aprenden a amar en primer lugar
de sus padres, de ahí la importancia del amor de los esposos, que es escuela del amor
humano en que se nutren los hijos, para bien y para mal.

2.- La comunidad política

Aristóteles decía que no le basta al ser humano vivir en la familia, o en un conjunto


familiar más amplio (la tribu), sino que necesita de una comunidad organizada mayor y
autosuficiente que entre los griegos era la polis, es decir, la ciudad. La ciudad fue la
primera organización política (la palabra política viene de polis), y sigue siendo hoy el
primer espacio de vida y participación política del ciudadano. Durante mucho tiempo la
humanidad se organizó en ciudades-estado, que muchas veces dependían también de
un imperio. 90
La comunidad política no es una entidad abstracta: es una comunidad real de
personas, que se va organizando hasta tener su propia autonomía y territorio, su
constitución y sus leyes. A veces se identifica la comunidad política con el estado, cuando
en realidad hay dos realidades que subyacen y sostienen al estado, que no pueden dejar
de considerarse: son la patria y la nación.

90
Los estados nacionales, tal como los conocemos hoy, comenzaron a organizarse a partir del
siglo XVI.

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La patria es la tierra de los padres, 91 la tierra natal o adoptiva ordenada como


nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y
afectivos. 92 Santo Tomás de Aquino enseña que, después de Dios, nuestros padres y
nuestra patria son los primeros merecedores de nuestro amor:
De dos maneras se hace un hombre
deudor de los demás: según la diversa
excelencia de los mismos y según los
diversos beneficios que de ellos ha
recibido. En uno y otro supuesto, Dios
ocupa el primer lugar, no tan sólo por ser
excelentísimo, sino también por ser el
primer principio de nuestra existencia y gobierno. Aunque de modo secundario,
nuestros padres, de quienes nacimos, y la patria, en que nos criamos, son
principio de nuestro ser y gobierno. Y, por tanto, después de Dios, a los padres y
a la patria es a quienes más debemos. 93
La realidad de la patria nos ayuda a entender que nuestra pertenencia a la
comunidad no se define solamente en derechos y obligaciones de índole jurídica, sino
fundamentalmente en una identidad y pertenencia espiritual. La patria es la realidad
primera, anterior a la Nación y, consecuentemente, al Estado. Es, ante todo, objeto de
fidelidad y amor, mediante una simple extensión del instinto, ligado al sentimiento
familiar. El afecto hacia ella impele a preocuparnos por conservar su patrimonio,
transmitir su herencia y, eventualmente, defenderla. Este sentimiento genera el
patriotismo. 94
De ahí que el amor a la patria no puede
quedarse en un sentimiento, debe ser un amor
maduro y responsable, que nace de la
conciencia de todos los dones recibidos de
nuestros padres y de nuestros antepasados. El
amor a la patria es una virtud que implica la
conciencia y la decisión de asumir con
responsabilidad la herencia espiritual-cultural
de los antepasados. Patria, entonces, de tierra de los padres, de la mera tierra física, de
lugar donde están enterrados los antepasados, por extensión pasa a significar un ámbito
cultural y físico formador o hacedor del hombre y en el cual debe ser, obrar y realizar su
destino. Pasa a ser entonces un conjunto de personas, que incluye a los muertos, que
dice una relación constitutiva de pertenencia a la tierra, que tiene una tradición cultural,
y que se proyecta al futuro. 95 La patria es algo más grande que el individuo, es una

91
En latín terra patrum. Esa es la raíz etimológica de la palabra “patria”.
92
Diccionario de la Real Academia Española, voz patria (https://dle.rae.es/patria).
93
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica II-II q. 101, art. 1, co.
94
FOSBERY, Aníbal E. Las vertientes de la argentinidad. Ed. Aquinas. Bs. As., 2010. Pag. 18.
95
HERNÁNDEZ, Héctor, El amor a la patria, en Cuadernos de Espiritualidad, Año VI (1996), Nº 15,
Santa Fe de la Veracruz. Pág. 119.

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herencia de tradiciones, estilos de vida, arte, sabiduría popular, etc., que nos llegan de
las generaciones pasadas y, en definitiva, viene del mismo Dios creador y se proyecta en
el tiempo. Un misterio que requiere ser contemplado. Antes de construir la nación, de
organizar el estado, es necesario conocer la patria, porque no puede amarse lo que no
se conoce.
La nación es el conjunto de los habitantes
de un país regido por el mismo Gobierno, o
conjunto de personas de un mismo origen y que
generalmente hablan un mismo idioma y tienen
una tradición común. 96 Tiene una organización
en base a tradiciones y costumbres, que tienen
una duración mucho mayor que las leyes. La
patria es el sustrato cultural de la nación: es la
herencia, el patrimonio, que se pasa de una generación a otra de la nación. 97
Hoy el concepto de nación se asocia al concepto de estado, porque los estados
por lo general son nacionales. 98 El diccionario de la Real Academia Española define
estado como la forma de organización política, dotada de poder soberano e
independiente, que integra la población de un territorio. Hay muchas definiciones de
estado, según lo que cada autor quiera resaltar 99, pero todas ellas coinciden en señalar

96
https://dle.rae.es/naci%C3%B3n.
97
Sobre el tema de las generaciones, es muy interesante el aporte de José Ortega y Gasset, sobre
todo en su libro El tema de nuestro tiempo. En la historia de la salvación, aparece bien marcada
la distinción entre las naciones y el pueblo de Israel. Israel es el pueblo elegido por Dios, propiedad
de Dios. Mientras que las naciones siguen a otros dioses. Israel fue formado por Dios, las naciones
por el libre albedrío de los hombres, que bajo la esclavitud del pecado se desviaron hacia la
idolatría y hacia toda clase de vicios (cf. Romanos 1, 17-32). El Señor deja bien sentado en su
predicación que su Reino no es de este mundo (Juan 18, 36) y que los cristianos tenemos la misión
de llevar el Evangelio a todas las naciones (Mateo 28, 19).
98
A partir del siglo XVI se fueron organizando los estados nacionales, que es el modo de
organización política habitual en nuestros días. Pero no siempre los estados fueron nacionales.
Hasta el siglo XV eran muy comunes otras formas de organización política, sobre todo la ciudad-
estado, el reino y el imperio. Los reinos iban cambiando de fisonomía por guerras, alianzas
matrimoniales, acuerdos, etc. Los imperios eran de muy variadas características, pero por lo
general se asentaban en la conducción local de los reinos. Las naciones, en cambio, siempre han
tenido una entidad más permanente. Han existido naciones “en el exilio” (como Israel antes de la
formación del estado de Israel), y también naciones que no se identifican totalmente con el
estado, e incluso grupos de nacionales que reivindican la independencia del estado en el que
están integrados (como por ejemplo una parte del pueblo catalán, que busca independizarse de
España). Y es que los estados han ido cambiando a lo largo de la historia. España, por ejemplo,
surgió de la unificación de distintos reinos, que a su vez representaban naciones diferentes con
su propia lengua, tradición y cultura.
99
Para que puedan ver la variedad de definiciones de estado, les muestro aquí un elenco -no
pretende ser exhaustivo-: la personificación jurídica de la nación (Esmein); el ente social que se
forma cuando en un territorio determinado se organiza jurídicamente un pueblo que se somete
a la voluntad de un gobierno (Viscaretti Di Ruffia; en Naranjo Mesa, Vladimiro, Teoría
Constitucional E Instituciones Políticas, Bogotá, Colombia: Ed. Temis SA, 2000, pág. 72); una
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lo que se expresa en el texto de cátedra: el estado es un grupo de personas que,


asentadas en un territorio, buscan el bien común político bajo un gobierno. El estado se
identifica con la comunidad política: es la comunidad que se organiza en un territorio y
con un gobierno. También los autores señalan como esencial en el estado la soberanía,
que es el poder político supremo que corresponde a un Estado independiente. 100 Es
decir, no puede haber estado sin independencia y poder político que sostenga esta
independencia.
En definitiva, el estado es la comunidad políticamente organizada en un territorio
y con autonomía de gobierno (o sea, con soberanía). Todo estado tiene un gobierno,
pero el estado no es el gobierno: es toda la sociedad organizada políticamente (los
gobiernos totalitarios tienden a confundir estado con gobierno, porque en ellos los
gobernantes se creen dueños del estado).

3.- Grupos intermedios e instituciones


También son una expresión importante
de la sociabilidad humana los grupos
intermedios, también llamados infrapolíticos,
porque no forman parte de la organización
estrictamente política. Se trata de todos los
grupos que el ser humano forma para satisfacer
diferentes necesidades: escuela, universidad,
clubes, grupos artísticos, asociaciones de todo
tipo.

organización social constituida en un territorio propio, con fuerza para mantenerse en él e


imponer dentro de él un poder supremo de ordenación y de imperio, poder ejercido por aquel
elemento social que en cada momento asume la mayor fuerza política (Adolfo Posada, en Ossorio,
Manuel, Diccionario de ciencias jurídicas y políticas, Buenos, Aires, Argentina, Heliasta, 24°, 1997);
agrupación humana fijada sobre un territorio determinado, donde los más fuertes imponen su
voluntad a los más débiles (Duguit); la organización política de la clase económicamente
dominante, un instrumento de dominación de clases (Karl Marx, en Rosental, M., Diccionario
Filosófico, Lima, Perú, Homo sapiens, 1970); la organización jurídica y política de una población
en un territorio determinado (Antokoletz); una corporación constituida por un pueblo y dotada
de un poder originario (George Jellinek); la asociación política libremente fundada por los
partícipes del contrato social (Jean J. Rousseau); una ordenación de la conducta humana (Kelsen);
un ordenamiento jurídico para los fines generales que ejerce el poder soberano en un territorio
determinado, al que están subordinados necesariamente los sujetos que pertenecen a él (Mortati);
una sociedad conformada por un grupo humano que vive en comunidad sobre un territorio
determinado, cuya estructura de poder está ocupada por una clase dirigente y reglada por normas
constitucionales. Tiene por finalidad lograr el bien común y proyectarse con identidad propia en
la comunidad internacional (Pellet Lastra); la sociedad jurídicamente organizada, capaz de
imponer la autoridad de la ley en el interior y firmar su personalidad y responsabilidad frente a
las similares del exterior (Cabanellas).
Cf. http://www.la-razon.com/index.php?_url=/la_gaceta_juridica/Gaceta_0_2422557808.html
100
Diccionario de la Real Academia Española, voz soberanía.

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Los grupos intermedios son fundamentales para el desarrollo integral de la


persona humana, porque en ellos el hombre encuentra espacios de participación, según
necesidades e intereses, que le ayudan a desarrollar distintas potencialidades. 101 Estos
grupos no pueden ser sustituidos por simples agregados sociales y menos por las masas.
Algunas agrupaciones políticas con pretensiones totalitarias, buscan masificar a la
población. No es lo mismo la masa que el pueblo. El pueblo no es una multitud amorfa,
una masa inerte para manipular e instrumentalizar, sino un conjunto de personas, cada
una de las cuales —«en su propio puesto y según su manera propia» 102 — tiene la
posibilidad de formar su opinión acerca de la cosa pública y la libertad de expresar su
sensibilidad política y hacerla valer de manera conveniente al bien común.103 La
masificación viene de un proceso de manipulación y adoctrinamiento a partir de la
ideología, mientras que el pueblo se forma a partir de una herencia cultural, que recibe
como legado y transmite a la siguiente generación. Lo que caracteriza en primer lugar a
un pueblo es el hecho de compartir la vida y los valores, fuente de comunión espiritual
y moral: «La sociedad humana... tiene que ser considerada, ante todo, como una realidad
de orden principalmente espiritual: que impulse a los hombres, iluminados por la verdad,
a comunicarse entre sí los más diversos conocimientos; a defender sus derechos y
cumplir sus deberes; a desear los bienes del espíritu; a disfrutar en común del justo placer
de la belleza en todas sus manifestaciones; a sentirse inclinados continuamente a
compartir con los demás lo mejor de sí mismos; a asimilar con afán, en provecho propio,
los bienes espirituales del prójimo. Todos estos valores informan y, al mismo tiempo,
dirigen las manifestaciones de la cultura, de la economía, de la convivencia social, del
progreso y del orden político, del ordenamiento jurídico y, finalmente, de cuantos
elementos constituyen la expresión externa de la comunidad humana en su incesante
desarrollo». 104
Los grupos intermedios más importantes en una comunidad son las instituciones.
Se trata de las organizaciones fundamentales de un Estado, nación o sociedad. 105 Al tener
cierta estabilidad en el tiempo, constituyen el nexo entre las generaciones, y entre los
individuos y la cultura (pensemos en las universidades, las escuelas, los hospitales, las
iglesias, los clubes, etc.). Las instituciones son la bisagra entre el nivel macrosocial y el
nivel microsocial. Desde ese ámbito, interconectan la cultura con los individuos, lo
histórico con lo situacional, lo estructural con lo cognitivo, el orden con la acción. En su

101
Santo Tomás de Aquino define al grupo social como la unión de varios para realizar algo en
común (Adunatio hominum ad aliquid unum communiter agendum: Contra impugnantes Dei
cultum et religionem, cap. III).
102
Ibídem.
103
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 385.
104
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 386; Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS
55 (1963) 266.
105
https://dle.rae.es/instituci%C3%B3n.

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accionar, modelan las preferencias, elecciones y el comportamiento de los individuos y


les ofrecen recursos para lidiar con la complejidad e incertidumbre del ambiente. 106
Es necesario preservar las instituciones y fomentar la participación de los
ciudadanos a través de ellas, porque de ese modo se evita la masificación de la sociedad.
Finalmente, es importante entender que las instituciones se nutren del aporte
personal de cada uno de sus miembros. Las instituciones no suplantan a las personas,
son las personas las que les dan vida. San Juan Pablo II hablaba de esto cuando se refería
al cuidado de los enfermos y a la atención de los que sufren: Las instituciones son muy
importantes e indispensables; sin embargo, ninguna institución puede de suyo sustituir
el corazón humano, la compasión humana, el amor humano, la iniciativa humana, cuando
se trata de salir al encuentro del sufrimiento ajeno. Esto se refiere a los sufrimientos
físicos, pero vale todavía más si se trata de los múltiples sufrimientos morales, y cuando
la que sufre es ante todo el alma. 107

4.- La comunidad eclesial

La vida comunitaria se da por excelencia en la Iglesia. El Concilio Vaticano II ha


insistido mucho en la necesidad de vivir un verdadero espíritu de comunión en la Iglesia,
volviendo al origen de nuestra fe y superando siglos de divisiones y fracturas de esa
comunión. De ahí surgió la renovación del camino ecuménico y también del diálogo con
las religiones no cristianas, sobre todo el judaísmo y el islam. A veces cuesta pensar en
cómo recuperar la comunión después de siglos de división. Sin embargo, lo que no es
posible para el hombre, es posible para Dios. Es necesario afirmarse en la convicción de

106
Nivia Marina Brismat, Instituciones: Una mirada general a su historia conceptual, en Revista
Científica Guillermo de Ockham Vol. 12, No. 2, ed. Universidad San Buenaventura (Cali, Colombia,
Julio - diciembre de 2014), pág. 38.
107
San Juan Pablo II, Encíclica Salvifici doloris (1984), n. 29.

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fe de que la comunión de la Iglesia es obra del Espíritu Santo (cf. LG 8). Enviando
constantemente sus dones jerárquicos y carismáticos (cf. LG 8), busca suscitar en todos
los fieles una respuesta de comunión, de caridad, hasta llegar a la comunión plena de los
hijos de Dios (cf. LG 15). La comunión eclesiástica con el Papa y los Obispos sostienen en
el plano visible este camino de comunión (cf. LG 18, 21 y 25).
La vida comunitaria de la Iglesia no debe quedar en el mero planteo, sino que
debe hacerse carne en cada una de las comunidades de fe de las que participamos. Para
esto, es necesario un camino de constante conversión, individual y comunitaria: El
Concilio llama tanto a la conversión personal como a la comunitaria. La aspiración de
cada comunidad cristiana a la unidad es paralela a su fidelidad al Evangelio. 108 En la vida
de la caridad y de la comunión de las comunidades de fe se cumple en su máxima
expresión el mandato de nuestro Señor de ser sal de la tierra y luz del mundo para la
comunidad humana.
La Iglesia como comunidad hace su aporte principal a la vida social y política,
buscando promover por todos los medios posibles la amistad política. Quizás el objetivo
principal de la Encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco es promover esa amistad política,
que es la caridad llevada al plano universal, a regla de convivencia humana no impuesta
sino predicada, con la vida y con palabras. Es lo que planteaba también Benedicto XVI en
su encíclica Caritas in veritate. En la lectura de estos dos documentos puede percibirse la
línea de continuidad de ambos pontificados, y el acento puesto por el Magisterio de la
Iglesia, que, siguiendo las mociones del Espíritu Santo, busca reposicionar a la Iglesia
como mensajera del Evangelio en un mundo que está hambriento y sediento de vida
fraterna.

108
San Juan Pablo II, Encíclica Ut unum sint (1995), n. 15.

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