8 Pittaluga
8 Pittaluga
8 Pittaluga
ISSN: 1134-2277
107 107
ISBN: 978-84-16662-18-0
107
Revista de Historia Contemporánea
9 788416 662180 2017 (3) 2017 (3)
AYER
107/2017 (3)
ISSN: 1134-2277
ASOCIACIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA
MARCIAL PONS, EDICIONES DE HISTORIA, S. A.
MADRID, 2017
SUMARIO
DOSIER
LA HISTORIA RECIENTE EN LA ARGENTINA:
PROBLEMAS DE DEFINICIÓN
Y TEMAS DE DEBATE
Gabriela Águila y Luciano Alonso, eds.
ESTUDIOS
¿Desnaturalizados rabassers? La rabassa morta catalana
antes de la filoxera, Samuel Garrido.............................155-182
Entre la palingénesis y la estética fascista: la repoblación fo
restal en el oeste español (c. 1938-1943), Carlos Píriz.. 183-204
Cuerpo y nación: sobre la España vertical y la imagen del
hombre, Zira Box...........................................................205-228
Fuentes británicas y alemanas sobre la Armada española a
finales de 1942, Juan José Díaz Benítez........................229-255
ENSAYO BIBLIOGRÁFICO
Deudas pendientes de la historia urbana en España, Rubén
Pallol Trigueros..............................................................287-302
HOY
Grecia antes y después del referéndum: ¿los niños mima
dos de la vieja Europa?, Kostis Kornetis.......................305-322
Ideas (preliminares)
sobre la «historia reciente»
Roberto Pittaluga
IESH (Instituto de Estudios Socio-Históricos)
Universidad Nacional de La Pampa
Universidad Nacional de La Plata
Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Introducción
1
La misma diversidad de denominaciones expresa las dificultades y a la vez las
tensiones de este universo de escrituras, pero por razones de espacio no podemos
detenernos en las implicaciones que de ello derivan. Puede consultarse la aproxima-
ción que realiza Julio Aróstegui a esta problemática como preámbulo a su preferen-
cia por «historia del presente» en función de la contemporaneidad que tal nombre
expresaría. Cfr. Julio Aróstegui: La historia vivida. Sobre la historia del presente,
Madrid, Alianza Editorial, 2004, esp. pp. 27 y ss. Del mismo modo, por este tipo
de restricciones y por un marco de referencias predominante —el del campo histo-
riador de la Argentina— debo advertir del carácter fragmentario y ciertamente pre-
liminar de las siguientes consideraciones.
2
Cfr., entre otros ejemplos, Luis Alberto Romero cuando sostenía que «la his-
toria termina hace cincuenta años; lo que sigue es política» (Luis Alberto Romero:
«¿Para qué sirve la historia?», Clarín, 11 de octubre de 1996). Lo que no le había
impedido publicar su obra de divulgación Breve Historia Contemporánea de la Ar
gentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1994, que abarcaba desde la
primera posguerra hasta el año anterior a la edición del libro.
3
No se trata aquí de promover alguna definición de la «historia reciente», sino
de pensar a partir de las dificultades (en términos temporales, epistémicos, metodo-
lógicos, etc.) que sus mismos practicantes han encontrado a la hora de delimitarla y
de los desafíos que ello plantea para la historiografía en general; consecuentemente,
tampoco se abordan de modo integral las obras que se han propuesto definirla. So-
bre los problemas para su definición puede consultarse, entre otros, el citado libro
de Julio Aróstegui: La historia vivida..., esp. pp. 45 y ss. Incluso un acercamiento a
una definición por referencia principal a la temporalidad y no a una periodización
—«la historia del presente es siempre una “temporalidad” y no una “historia con-
creta”»—, como el que ensaya Aróstegui, no está exento de problemas —la iden-
tificación de «momentos axiales» que abren nuevos periodos, como su interpreta-
ción de los acontecimientos de 1989-1991—. Cfr. ibid., pp. 55, 104-107 y 231-237.
4
Michel de Certeau: «La operación historiográfica», en íd.: La escritura de
la historia, México, Universidad Iberoamericana, 1993, pp. 67-118. Desde enton-
ces se ha producido una mayor reflexión historiadora sobre la cuestión del tiempo;
en algunos casos apoyándose en las previas reflexiones de autores como Bergson,
Arendt, Benjamin, Kracauer o Heidegger. Cfr., entre otros, Reinhart Koselleck:
Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós,
1993; íd.: Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona, Paidós-Uni-
versidad Autónoma de Barcelona, 2001; Paul Ricoeur: Tiempo y narración, 3 vols.,
México, Siglo XXI, 1995-1996; íd.: La memoria, la historia, el olvido, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 2000; Giorgio Agamben: «Tiempo e historia. Crítica
del instante y del continuo», en Infancia e historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo,
2001, pp. 129-155; íd.: El tiempo que resta. Comentario a la carta a los romanos,
Madrid, Trotta, 2006; Kzysztof Pomián: El orden del tiempo, Madrid, Júcar, 1990;
Georges Didi-Huberman: Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imá
genes, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2006; François Hartog: Regímenes de histo
ricidad. Presentismo y experiencias del tiempo, México, Universidad Iberoamericana,
2007; Peter Osborne: The Politics of Time: Modernity and Avant-Garde, Londres,
Verso, 1995; Julio Aróstegui: La historia vivida..., y Christian Delacroix, François
Dosse y Patrick Garcia: Historicidades, Buenos Aires, Waldhuter, 2010.
«Paseidades»
5
Otra aproximación a las novedades de la historia reciente en términos de los
problemas de las variaciones de escala (ampliando a lo local y lo regional lo tradi-
cionalmente trabajado en términos nacionales), del cuestionamiento de las periodi-
zaciones, de la ampliación del universo de actores y del trabajo interdisciplinario
puede consultarse en Ernesto Boholavsky et al.: «Promesas y problemas de la his-
toria reciente del Cono Sur (a modo de introducción)», en Ernesto Bohoslavsky
et al. (comps.): Problemas de historia reciente del Cono Sur, vol. I, Buenos Aires,
UNGS-Prometeo Libros, 2010, pp. 11-19, esp. pp. 14-16.
6
Entre otros, véanse François Bédarida: «Definición, método y práctica de la
Historia del Tiempo Presente», Cuadernos de Historia Contemporánea, 20 (1998),
pp. 19-27, y Luciano Alonso: «Sobre la existencia de la historia reciente como dis-
ciplina académica. Reflexiones en torno a Historia reciente. Perspectivas y desafíos
de un campo en construcción de Marina Franco y Florencia Levín», Prohistoria, XI,
11 (2007), pp. 191-204.
7
Salvo, quizás, desde fines del siglo xix a la década de 1970 aproximadamente,
de la mano de la profesionalización de los estudios históricos. Pero aún en ese «si-
glo» profesionalizante escribieron Trotsky (sobre la revolución que lo había tenido
entre sus protagonistas), Arendt (sobre los orígenes del totalitarismo que había su-
frido en carne propia) y la lista podría seguir con Raul Hilberg, José Luis Romero
y muchísimos otros. Ciertamente, muchos de estos intelectuales, que abrieron cam-
pos novedosos de investigación y pensamiento, no siempre son considerados como
historiadores por las instituciones académicas, que así hacen gala de un corporati-
vismo ramplón.
8
Lo que no supone dejar de atender a las razones por las cuales la historia re-
ciente que nos ocupa es tratada como una novedad, como lo hace, por ejemplo,
Hilda Sábato: «Saberes y pasiones del historiador. Apuntes en primera persona»,
en Marina Franco y Florencia Levín: Historia reciente. Perspectivas y desafíos de un
campo en construcción, Buenos Aires, Paidós, 2007, pp. 221-233.
9
María Inés Mudrovcic: «Algunas consideraciones epistemológicas para una
“historia del presente”», Hispania Nova, 1 (1998-2000).
10
En ese uso laxo del término por los impugnadores de la historia reciente,
«subjetiva» remite a una subjetividad —la del investigador— captada por el objeto
con el que se identificaría, para lo cual antes debe construirse la ficción de la des-
conexión entre el intelectual y la institución historiadora, a fin de desembarazar a
ésta de cualquier afectación política o ideológica. Cfr. Michel de Certeau: La escri
tura de la historia..., pp. 69-71.
11
Peter Osborne: The Politics of Time..., p. 13.
12
Reinhart Koselleck: Futuro pasado..., p. 307.
13
Ibid., p. 319.
14
Cuando Koselleck habla de «temporalización de la historia» utiliza esa ex-
presión como lenguaje especializado para distinguir la experiencia del tiempo en
la modernidad respecto de épocas pasadas, distinción que se funda en que aqué-
lla produjo (o resignificó) diversos conceptos como conceptos temporales que fue-
ron enriquecidos teóricamente, lo cual impuso que se explique toda la historia se-
gún una estructura temporal.
15
La expresión es de Georges Didi-Huberman: Ante el tiempo...
16
La historiografía hegemónica se rige —es su régimen— por un procedi-
miento de acercamiento al pasado que exige su fijeza, en tanto se trata de aproxi-
maciones sucesivas que brindarían de ese modo un conocimiento más exhaustivo
por acumulación. Cfr. Walter Benjamin: Paris. Capitale du xixe siècle. Le livre des
passages, París, Cerf, 2002, esp. pp. 405 y ss. Pero esa fijeza es algo que la propia
modernidad pone en crisis —y esto explica tanto las invectivas contra el anacro-
nismo como una profesionalización que no debiera ocuparse de los últimos cin-
cuenta años—. La incorporación de la dimensión subjetiva en una historiogra-
fía moderna que necesariamente debe cambiar porque mutan los presentes desde
los cuales se construye no mina el carácter cerrado, fijo, de la concepción del ob-
jeto y del modo de aproximación —como cuando se dice que se trata de «ir al pa-
sado»—. Que un pasado puede llegar a ser diferente de como se lo conoció porque
es interrogado desde un presente que ya no es el de su primera escritura, general-
mente es atribuido a un cambio de énfasis en los elementos destacables de aquel
pretérito, al estilo de la sumatoria de las «historias olvidadas» que «complejizan» el
cuadro —como cuando se agrega a la historia tradicional la «de las mujeres», an-
tes ocluidas y ahora con pleno derecho a ser reconocidas como «actoras»—. Pero
lo que el feminismo propuso críticamente es un cambio del punto de vista que, ra-
dicalmente, hiciera emerger una historia no escrita de la que sólo nos llegan ves-
tigios, ya que no es adicionable a la hegemónica, porque la subvierte. Y en tanto
vestigios, más que «ir al pasado», la pregunta que debería orientarnos es «cómo el
pasado nos llega». Cfr. Georges Didi-Huberman: Ante el tiempo..., esp. pp. 11-79.
17
La expresión alemana Zeitgeschichte es traducida generalmente por «histo-
ria del tiempo presente», siguiendo la misma apreciación de Koselleck, quien in-
Temporalidades
«De hecho, cuando uno está deambulando por las salas de Somer
leyton abiertas a los visitantes, a veces no sabe con certeza si se encuentra
en una residencia veraniega en Suffolk o en un lugar muy apartado, casi
extraterritorial, en las costas del océano Glacial Ártico o en el corazón del
continente negro. Tampoco puede decirse sin dificultad el decenio o siglo
en el que se vive, ya que aquí se han superpuesto muchas épocas que se
perpetúan en yuxtaposición» (W. G. Sebald, Los anillos de Saturno).
dica que en primera instancia alude «a nuestra propia historia, a la del presente, de
nuestro tiempo, como se dice». Esto no priva al historiador alemán de realizar cier-
tos juegos de palabras desde las distintas significaciones del término. Cfr. Reinhart
Koselleck: Los estratos del tiempo...
18
François Bédarida: «Definición, método y práctica...», p. 24. Ciertamente
trataba, unas líneas más adelante, de matizar esa advertencia al plantear el e statuto
provisional de todo conocimiento histórico, pero el razonamiento atendía a la varia-
bilidad de las interpretaciones más que a las (im)posibilidades de clausura.
19
Abdón Mateos: «Historia, Memoria, Tiempo Presente», Hispania Nova, 1
(1998-2000). De modo semejante, Julio Aróstegui afirmaba que hacer la «histo-
ria vivida» significaba trabajar con «una experiencia de sujetos e instituciones que
23
Aróstegui retoma las nociones de «momento axial» de Emile Benveniste y
de «intervención» de Georg Henrik von Wright a través de Paul Ricœur, nociones
que apuntan a la idea de «hacer presente» y suponen la de acontecimiento (de len-
guaje, histórico, político).
24
Es el camino que emprende, en toda la primera parte de su libro, Julio Arós-
tegui intentando definir la «historia del presente» a partir de una indagación en las
dimensiones del tiempo como construcciones socioculturales. Cfr. Julio Aróstegui:
La historia vivida..., esp. pp. 55-107.
25
Juan Andrés Bresciano (comp.): El tiempo presente como campo historiográ-
fico, Montevideo, Cruz del Sur, 2010, p. 13.
26
Reinhart Koselleck: Futuro pasado..., pp. 146 y ss.
27
Siegfried Kracauer: Historia. Las últimas cosas antes de las últimas, Buenos
Aires, Las Cuarenta, 2010.
Fuentes
28
En los últimos años, nuevas investigaciones han sometido a discusión las pe-
riodizaciones de la historia argentina reciente y, con ellas, las categorías que las de-
nominaban (por ejemplo, las organizadas en torno al par democracia-dictadura pro-
pias de la historiografía argentina de los años ochenta). Véanse, entre otros, Pilar
Calveiro: Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años setenta,
Buenos Aires, Norma, 2005; Roberto Pittaluga: «La memoria según Trelew», So-
ciohistórica. Cuadernos del CISH, 19/20 (2006), pp. 81-111; íd.: «El pasado reciente
argentino: interrogaciones en torno a dos problemáticas», en Ernesto Bohoslavsky
et al. (comps.): Problemas de historia reciente del Cono Sur, vol. I, Buenos Aires,
UNGS-Prometeo Libros, 2010, pp. 23-35, y Marina Franco: Un enemigo para la
Nación. Orden interno, violencia y subversión, 1973-1976, Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 2012. Al mismo tiempo, los trabajos de memoria sobre la re-
presión dictatorial en el pasado reciente, que desbordan largamente al campo aca-
démico, han permitido un diálogo fructífero y una renovación de los estudios his-
tóricos sobre pasados «no recientes» que la historiografía hegemónica desestimó,
como los estudios de las prácticas de exterminio contra las poblaciones indígenas
durante la formación del Estado nacional y de la expansión capitalista de la fron-
tera en la segunda mitad del siglo xix. Un buen punto de partida para internarse
en dichos estudios es Diana Lenton et al.: «Genocidio y política indigenista. Deba-
tes sobre la potencia explicativa de una categoría polémica», Corpus. Archivos vir-
tuales de la alteridad americana, 1, 2 (2002), disponible en http://ppct.caicyt.gov.ar/
index.php/corpus/issue/view/51/showToc. Imposible, por cuestiones de espacio,
hacer aquí el listado de las obras más relevantes sobre la experiencia argentina re-
ciente. Quienes estén interesados pueden consultar el artículo de Mauricio Chama
y Hernán Sorgentini, el cual presenta un panorama de esa producción académica a
partir de los distintos momentos que han atravesado las relaciones entre historia
y memoria en los últimos treinta años. Cfr. Mauricio Chama y Hernán Sorgentini:
«Momentos, tendencias e interrogantes de la producción académica sobre la memo-
ria del pasado reciente argentino», Nuevo Mundo. Mundos nuevos, Cuestiones del
tiempo presente (2011), disponible en https://nuevomundo.revues.org/62176 (úl-
tima consulta realizada: 9 de diciembre de 2016).
29
Entre varias intervenciones, la que más eco logró como modelo de los repa-
31
Para el tema de la testimonialidad pueden consultarse, entre otros, Alessan-
dro Portelli: «Lo que hace diferente a la historia oral», en Dora Scharzstein: La
historia oral, Buenos Aires, CEAL, 1991; John Beverly y Hugo Achúgar: La voz
del otro: testimonio, subalternalidad y verdad narrativa, Lima-Pittsburgh, Latinoa-
mericana Editores, 1992; Pierre Bourdieu (dir.): La miseria del mundo, Buenos Ai-
res, Fondo de Cultura Económica, 1999; Paul Ricoeur: La memoria, la historia, el
olvido; Pilar Calveiro: «Testimonio y memoria en el relato histórico», Acta Poética,
27 (2) (2006), pp. 65-86; Pilar Calveiro: «El testigo narrador», y Alejandra Oberti:
«Lo que queda de la violencia política...».
32
Hasta principios del nuevo siglo, la construcción de depósitos institucionales
de testimonios orales quedó a cargo de unos poquísimos investigadores en el marco
de algunos proyectos sobre el pasado reciente, como el que en la Universidad Na-
cional de La Plata dirigió María Cristina Tortti o el que entre 1987 y 1991 se con-
formó, con un centenar de entrevistas a autoridades, docentes, etc., como Archivo
Oral de la Universidad de Buenos Aires (limitado a la reconstrucción de la histo-
ria de dicha universidad). Un pequeño archivo oral se había realizado en los años
setenta en el Instituto Di Tella. En 2001 surgió el mayor emprendimiento de cons-
trucción de un archivo oral en la Argentina, que se ha convertido en referencia más
allá de las fronteras nacionales. Enfocada al terrorismo de Estado y animada por un
conjunto de organizaciones de derechos humanos se formó Memoria Abierta, una
asociación civil que, como parte de sus diversos programas, ha producido y abierto
a la consulta el mayor acervo documental de entrevistas audiovisuales con cerca de
900 testimonios que abarcan diversos temas desde los años sesenta hasta la actuali-
dad. Una iniciativa que no ha provenido de las instancias tradicionales de investiga-
ción, sino de la propia militancia de derechos humanos.
33
La reunión y accesibilidad de documentos impresos por los movimientos de
contestación política y social de los años sesenta y setenta de la Argentina fue escasa
en los años ochenta. Avanzada la década de los noventa se publicaron compilacio-
nes documentales y comenzaron a funcionar algunos centros de documentación au-
togestionarios (como el CeDInCI, que años después se integró como dependencia
de la Universidad Nacional de San Martín). La situación ha variado en los últimos
diez años gracias a algunos emprendimientos de difusión de diversos materiales do-
cumentales que han sido digitalizados y subidos a sitios de internet especializados,
tanto por iniciativa estatal como de colectivos de investigación, facilitando notable-
mente el acceso al archivo.
34
Alejandra Oberti: Las revolucionarias. Militancias, vida cotidiana y afectividad
en los setenta, Buenos Aires, Edhasa, 2015.
Anacronismos
35
Silvia Rivera Cusicanqui: «El potencial epistemológico y teórico de la histo-
ria oral: de la lógica instrumental a la descolonización de la historia», Temas Socia-
les, 11 (1987), pp. 49-64, esp. p. 50.
36
Walter Benjamin: «Sobre el concepto de historia», en íd.: La dialéctica en sus-
penso. Fragmentos sobre la historia, Santiago de Chile, ARCIS-LOM, 1995 [1940].
37
Por supuesto, no todo anacronismo es productivo historiográficamente.
Cfr. Georges Didi-Huberman: Ante el tiempo..., y Jacques Rancière: «Le concept
d’anachronisme et la vérité de l’historien», L’Inactuel, 6 (1996), pp. 53-68.
Actualizaciones
38
Stephane Moses: El ángel de la historia. Rosenzweig, Benjamin, Scholem, Ma-
drid, Cátedra-Universitat de València, 1997, p. 151.
39
Para un tratamiento de este tipo de corte para el caso del «tiempo mesiá-
nico» véase Giorgio Agamben: El tiempo que resta..., esp. pp. 67 y ss.
40
Sin embargo, todavía es preciso advertir que, así como no toda obra histó-
rica reviste un carácter crítico en la producción de saberes sobre el pasado, tam-
poco todas las formas de la memoria social, y, en particular, del testimonio, tienen
esa capacidad de abrir nuevas significaciones.
41
Pilar Calveiro: «El testigo narrador», p. 54.
42
Cfr. Walter Benjamin: El narrador. Consideraciones sobre la obra de Niko-
lai Leskov, Santiago de Chile, Metales Pesados, 2008 [1936]. Véase también Pa-
blo Oyarzún Robles: «Introducción», en Walter Benjamin: El narrador. Considera-
ciones sobre la obra de Nikolai Leskov, Santiago de Chile, Metales Pesados, 2008,
pp. 7-51.
43
Stephane Moses: El ángel de la historia..., pp. 135 y ss.
44
Walter Benjamin: «Sobre el concepto de historia», p. 92.
45
Ibid., p. 92. «¿De qué son salvados los fenómenos? No solamente y no tanto
del desprestigio y el desprecio en que han caído, como más bien de la catástrofe, tal
48
Jacques Rancière: «Le concept d’anachronisme...».
49
«El espectador se siente irresistiblemente forzado a buscar en la fotogra-
fía [...] el lugar inaparente donde, en la determinada manera de ser de ese minuto
que pasó hace mucho, todavía hoy anida el futuro y tan elocuentemente que, mi-
rando hacia atrás, podemos descubrirlo» [Walter Benjamin: «Pequeña historia de
la fotografía», en íd.: Sobre la fotografía, Valencia, Pre-Textos, 2005 (1931), pp. 21-
53, esp. p. 26].
Prácticas hibridadas
50
Al modo en que Kracauer (2010) oponía la serie cronológica a la memoria
de los protagonistas.
51
Giorgio Agamben: «Tiempo e historia...», p. 145.
52
A lo ya mencionado habría que sumarle una problemática primordial —en
la que no podemos detenernos aquí— como lo es la transformación del «archivo»
merced a las nuevas tecnologías, que en algunos aspectos no sólo lo han democra-
tizado y sustraído a los principios arcónticos del Estado, sino que por ese despla-
zamiento lo han redomiciliado —para usar la expresión de Jacques Derrida—. Cfr.
Jacques Derrida: Mal de archivo. Una impresión freudiana, Madrid, Trotta, 1997.
Esta remodelación del archivo —pensado como primer acto de escritura historio-
gráfica (como sostienen De Certeau y Ricoeur)— es parte de la emergencia de la
historia reciente, y ha sido gran parte de la documentación y la testimonialidad del
pasado reciente argentino la que fuera objeto de esta nueva inscripción y circula-
ción. Algo de estas cuestiones esbozaban Roberto Pittaluga: «Notas a la relación
54
Pilar Calveiro: Poder y desaparición. Los campos de concentración en la Ar-
gentina, Buenos Aires, Colihue, 1998.
55
Beatriz Sarlo: Tiempo pasado...
56
Pilar Calveiro: «El testigo narrador».
57
Luciano Alonso: «Sobre la existencia de la historia reciente...»; Mauricio
Chama y Hernán Sorgentini: «Momentos, tendencias e interrogantes...», y Roberto
Pittaluga: «Notas sobre la historia del pasado reciente», en Jorge Cernadas y Da-
niel Lvovich (eds.): Historia, ¿para qué? Revisitando una vieja pregunta, Buenos Ai-
res, UNGS-Prometeo Libros, 2010, pp. 119-143.
ISBN: 978-84-16662-18-0
107
Revista de Historia Contemporánea
9 788416 662180 2017 (3) 2017 (3)