El Gen y La Palabra1

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EL GEN Y LA PALABRA

Noemí Acreche, María Virginia Albeza y Graciela Caruso

Para Leroi-Gourhan (1971), en el animal el útil y el gesto se


confunden en un solo órgano donde la parte motora y la parte activa no
tienen solución de continuidad. A partir de estos planteos en “El Gesto y
la Palabra”, se discuten, en relación con el origen y la evolución del
lenguaje articulado, los conflictos entre posiciones extremas: función
motora - función comunicativa, adaptación – exaptación, determinación
genética – indeterminación, analogía - homología, continuidad –
discontinuidad.

Uno de los objetivos fundamentales de los estudios evolutivos, es la


comprensión del origen y la diversificación de las especies. La reconstrucción
del proceso evolutivo debe considerar elementos causales históricos, sin dejar
de lado los ahistóricos y sin perder de vista que no siempre existe una cadena
causal.

Desde el punto de vista histórico, debe ser posible describir las


características relevantes de las especies ancestrales y de parientes colaterales
próximos; para esto, es necesario reconstruir líneas que relacionen especies,
distinguiendo las ancestrales de las emparentadas.

Cuando el interés se centra en un carácter, se trata de describir su


estado tanto en las líneas vivientes como en las extintas, tanto en las especies
directamente vinculadas como en las más próximas. Esto incluye la posibilidad
de que el carácter sea una novedad sin historia (Lewontin, 1998).

Para Maynard Smith y Szathmáry (1995), los grandes hitos evolutivos se


caracterizan por cambios en la forma de transmisión de la información,
vinculados estrechamente a la organización de las unidades reproductivas. En
su innovadora propuesta reestructuran los ejes de comprensión de la
diversidad biológica, desde el origen de la vida a la aparición del lenguaje,
identificando el surgimiento de este carácter con el último de los
acontecimientos relevantes en el proceso evolutivo.

Para muchos, el lenguaje es el rasgo que define lo específicamente


humano. Por otra parte, Lieberman (2006), entre otros, sostiene que las
características que marcan lo humano: habilidad para hablar, para formar un
número infinito de oraciones y adaptar flexiblemente nuestro pensamiento y
comportamiento a circunstancias cambiantes, parecen derivar de estructuras
subcorticales del cerebro humano que pueden ser rastreadas a antepasados de
las ranas.

Existe mucha confusión en el uso del término lenguaje ya que tiene


diversos significados en diferentes contextos. Estas discrepancias han llevado a
Hauser et al (2002) y Fitch et al (2005) a proponer la distinción entre lo
específicamente humano en el lenguaje y lo que es compartido con otras
especies.

En este sentido, el lenguaje no es una facultad simple sino que puede


ser fraccionada en diversos módulos independientes los que a su vez pueden
ser organizados en dos grandes grupos. Uno de ellos incluye las habilidades
para manejar el aprendizaje sensorio-motor y la comprensión del marco
conceptual-intencional (Facultad de Lenguaje Amplia - FLB) y el otro, incluye
facultades específicas del lenguaje y más estrictamente la facultad de recursión
(Facultad de Lenguaje Estrecha - FLN).

Aún cuando persiste la discusión en torno a esta división en facultades y


considerando que ambas pueden hacer aportes para la comprensión de la
evolución de nuestra especie, vamos a centrarnos en este trabajo en la FLB ya
que brinda la oportunidad de estudiar el proceso histórico de la evolución del
lenguaje, entendiendo que la FLN podría constituir una novedad evolutiva y
ser, por lo tanto, ahistórica.

En la búsqueda de construir la cadena causal, se ha interpretado que el


establecimiento de gran parte de estas características en nuestra especie es el
resultado de la acción prolongada en el tiempo de la selección natural actuando
sobre caracteres ya presentes en especies anteriores a la nuestra. Para el
conocimiento de esos caracteres, se han estudiado los restos fósiles de
homínidos en nuestra línea filogenética como así también los primates
vivientes más cercanos a nosotros.

Los restos fósiles han aportado información anatómica que ha permitido


estimar la antigüedad de las estructuras óseas imprescindibles para la
articulación de palabras (hioides, curvatura palatina, huesecillos del oído
medio) mientras que el hombre y especies de simios actuales han permitido,
en adición a los caracteres morfológicos, comprender los procesos de
construcción y complejización de la comunicación y avanzar en la relación
entre las estructuras neuroanatómicas y el fenómeno del lenguaje humano.

Con frecuencia, cuando se discute la posible continuidad en un carácter,


se parte de una visión restrictiva de la evolución, centrada en la postura clásica
de la selección como el factor determinante y en ese contexto se plantea la
necesidad de establecer cambios graduales con los ineludibles intermedios.

La selección gradual y continua de diversas particularidades que


caracterizan la capacidad lingüística humana habría configurado un código
comunicativo estandarizado en una masa crítica de hablantes. Como
consecuencia, el lenguaje tendría un diseño complejo y una estructura
heterogénea que se comportaría como unidad funcional cuya ventaja
consistiría en la posibilidad de adquirir y transmitir información acerca del
medio externo y de su propio estado interno y responder a los cambios sin
desarrollar caracteres adaptativos que requieren de mutación y selección.

Para poder probar la acción de la selección natural sobre las capacidades


cognitivas, se debería en primer lugar contar con evidencia de que existe
variación hereditaria en tales capacidades y que aquéllos con mejores
capacidades tienen más descendencia.
Sin embargo, no es necesario que la capacidad lingüística en si misma
tenga ventajas selectivas, ya que puede ser el producto secundario de la
selección, puede ser consecuencia de la acción de otro/s factor/es evolutivos o
de exaptación.

Lewontin (1998) afirma que los cambios morfológicos particulares que


tuvieron lugar en el cerebro humano y que facilitan el habla están construidos
sobre estructuras existentes previamente que sirvieron a otras funciones y que
fueron reclutadas para nuevos propósitos (exaptación). Se pregunta, por
ejemplo, no será que el uso de las manos para manipular y transportar objetos
liberó la boca para mejores cosas?.

En torno a la consideración del lenguaje como una exaptación, coexisten


diversas hipótesis. Tattersall (citado por Dieguez, 2005) señala que el complejo
cerebro de Homo sapiens surgió como acompañamiento a su anatomía ósea
por lo que no habría evolucionado como consecuencia del valor adaptativo de
sus funciones actuales sino que serían resultado de potencialidades que no
jugaron un rol importante en torno a su evolución.

Por otra parte Previc (citado por Dieguez, 2005) sostiene que un
incremento de los sistemas dopaminérgicos en el sistema nervioso central de
los primeros homínidos, como consecuencia de una presión selectiva directa
para mantener constante la temperatura cerebral, habría generado productos
derivados como: incremento de la estatura, del tamaño cerebral, de las
circunvoluciones cerebrales, lateralización cerebral y la expansión del córtex de
asociación. Al mismo tiempo, la dopamina interviene en la regulación de
actividades cognitivas como el razonamiento abstracto y la planificación
motora, entre otros. Esta hipótesis permitiría comprender por qué las aves con
un cerebro muy diferente, pero con altos niveles de dopamina, manifiestan una
gran inteligencia.
Por otra parte, el desarrollo de las capacidades tecnológicas humanas
requirió que estemos en condición de realizar una serie de tareas como romper
rocas, mantener y controlar el fuego, actividades posibles sólo para animales
de un cierto tamaño, lo suficientemente grandes como para desarrollar energía
cinética con herramientas (Lewontin, 1998).

Se confunden en un programa operatorio que supone la existencia de


una memoria. Monos y hombres tienen idénticas posibilidades gestuales, pero
la mano humana es humana por lo que de ella se desprende, no por sí misma.

En el caso del lenguaje, el aparato fonador humano está configurado de


manera diferente, por lo que humanos y primates no humanos parten de
posibilidades gestuales diferentes, sin que ello implique una discontinuidad.

Habilidad Lingüística: Desde la neuroanatomía se ha reunido gran


cantidad de evidencia que demuestra la directa vinculación de las capacidades
cognitivas humanas con sectores muy bien determinados de la corteza
cerebral. Actualmente se discute la delimitación y el alcance del tejido
comprometido, pero no su ubicación o vinculación. En el lóbulo frontal hay un
área motora responsable de los movimientos de la cara, lengua y laringe.
Adyacente, en el hemisferio izquierdo, está el área de Broca que parece tener
un rol fundamental en la función sintáctica. Detrás y al lado del lóbulo frontal,
en el lóbulo temporal, está el área de Wernicke que concierne con inputs
auditivos. Perturbaciones en esta área interfieren con la comprensión auditiva
del habla pero no con la agudeza auditiva. Finalmente, hay grandes áreas en el
lóbulo frontal y en el temporal en las que estímulos eléctricos resultan en una
variedad de desórdenes de habla y comprensión (confusión de nombres,
conteo, inhabilidad de repetir). Las áreas mayores están conectadas, de modo
que el área motora primaria está conectada con la de Broca, que está
conectada con la de Wernicke.

Sin embargo, recientemente Lieberman (2006), ha señalado que el


modelo localizacionista Broca-Wernicke está equivocado ya que la pérdida
permanente del lenguaje nunca ocurre en ausencia de daño subcortical.
Diferentes partes del cortex y subcortex se especializan en procesar
estímulos particulares, visuales o auditivos y otras regiones regulan aspectos
del control motor, memoria a corto plazo, etc. Estos procesos locales forman
parte de un conjunto de “computaciones” neurales que conjuntamente regulan
comportamientos como caminar o hablar (Lieberman, 2006).

En los primates inferiores hay homologías anatómicas y sustancialmente


las mismas conexiones entre áreas. Estudios de estimulación eléctrica
muestran que en los macacos se produce vocalización cuando el área motora
primaria es estimulada. Cuando la misma área es estimulada en humanos, se
producen gruñidos y vocalizaciones. Cuando el área homóloga a Broca es
estimulada en monos, se producen movimientos de los labios, lengua y cara,
pero no se produce vocalización. De estudios de lesiones del área de Wernicke
en monos, se sabe que media la distinción entre vocalizaciones propias y
externas.

Para Lewontin (1998), la similitud en las capacidades lingüísticas


observadas entre humanos y chimpancés o gorilas es mera analogía.

Las áreas motoras han permanecido más o menos conservadas


anatómica y funcionalmente, pero otras áreas han cambiado funcionalmente.
Esto es, una de las regiones del cerebro de los monos asociada con los
músculos de los labios, lengua, cara y laringe se transformó en el área de
Broca en la que reside la función sintáctica. Al mismo tiempo, la región del
cortex temporal asociada con la discriminación de las propias vocalizaciones de
los sonidos de otros individuos se transformó en el área de Wernicke, el centro
para la comprensión auditiva de las diferencias fonéticas y la estructura
sintáctica del lenguaje oído. Los tractos nerviosos que conectan estas regiones
han permanecido presentes en humanos.

Novedades – reclutamiento
Gesto se define como comunicaciones por medio de manos, pies o
miembros. Son diferentes de otras comunicaciones físicas neurológicamente,
tanto en la producción como en la percepción. A pesar de que todos los
primates se comunican vocalizando, movimientos orofaciales, posturas
corporales y patrones de locomoción, gestos braquimanuales libres, son típicos
de humanos y simios. Los gestos tienen menos dependencia del contexto que
otros tipos de señales (Pollick and Waal, 2007).

La teoría del origen gestual: La evidencia neurofisiológica sugiere que los


primates no humanos tienen poco control cortical sobre las vocalizaciones, lo
que es crítico para el habla. Esto implica que el antecesor común de humanos
y chimpancés estaba mejor preadaptado a desarrollar un sistema de
comunicación voluntaria basado en gestos visibles más que en sonidos
(Gentilucci and Corballis, 2006). Sólo en humanos el sistema neocortical se ha
desarrollado progresivamente para controlar voluntariamente los músculos de
las cuerdas vocales.

Una cuestión crítica para la teoría de que el lenguaje evolucionó de


gestos manuales es cómo el medio se desplazó de mano-visual a vocal-
acústico. Gentilucci and Corballis (2006) afirman que debe haber sido un paso
gradual, en el cual el lenguaje evolucionó como un sistema manual y
gradualmente se introdujeron elementos faciales y vocales, hasta que la
vocalización llegó a ser el modo predominante. El argumento de la continuidad
entre el lenguaje manual y vocal está sustentado en la evidencia de que el
habla misma es fundamentalmente gestual. Esta idea es capturada por la
teoría motora de la percepción del habla de Liberman. Desde esta visión, el
habla es vista no como un sistema de producción de sonidos, sino como un
sistema para producir gestos articulados, por la acción independiente de seis
órganos articulatorios: labios, velo, laringe y el filo, cuerpo y raíz de la lengua
(Gentilucci and Corballis, 2006).
Según Gentilucci and Corballis (2006), la evidencia no sólo sugiere que
el habla es en sí misma gestual, sino que se demuestra que hay conexiones
íntimas entre las manos y la boca en monos y en humanos. La cercanía
anatómica de las células de la mano y la boca en la corteza premotora puede
relacionarse al hecho de que ambos efectores tengan objetivos comunes.

Gentilucci and Corballis (2006) proponen que, muy temprano en la


evolución del lenguaje, señales de comunicación relacionadas con el significado
de acciones (agarrar un objeto, llevar algo comestible a la boca) pueden haber
estado asociados con la actividad de órganos articulatorios de la boca que
luego fueron co-optados para el habla.

A pesar de que las conexiones entre mano y boca estuvieron bien


establecidas en nuestros antecesores, la vocalización puede no haber sido
posible hasta tarde en la evolución de los homínidos.

El gen FOXP2 está altamente conservado en mamíferos y en humanos


difiere en sólo tres lugares del ratón, pero dos de los tres cambios ocurrieron
en el linaje humano después de su separación del chimpancé y bonobo. Una
estimación de la fecha de la más reciente de estas mutaciones sugiere que
ocurrió hace entre 10000 y 100000 años. Puede haber sido el paso final de una
serie de cambios progresivos.

FOXP2 gobierna el desarrollo del striatum, el ganglio basal y las


estructuras subcorticales asociadas (Lieberman, 2006). Anomalías en FOXP2
causan déficits en la producción del habla, la comprensión del significado de las
oraciones y la flexibilidad cognitiva por disrupción del desarrollo embrionario
del ganglio basal y zonas subcorticales asociadas.
Bibliografía
Gentilucci, M and MC Corballis. 2006. From manual gesture to speech: A
gradual transition. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 30: 949-
960.

Leroi-Gourhan, A. 1971. El Gesto y la Palabra. Ediciones de la Biblioteca de la


Universidad Central de Venezuela.

Lewontin, RC. 1998. The Evolution of Cognition: Questions we will never


answer. D Scarborough and S Stemberg, eds. An invitation to cognitive
science. Vol 4: Mehods, models and conceptual issues, Chapter 3.

Lieberman, P. 2006. The FOXP2 gene, human cognition and language.


International Congres Series 1296: 115-126.

Pollick, AS and FBM de Waal. 2007. Ape gestures and language evolution.
PNAS, 104:8184-8189.

OCHO HITOS DE LA EVOLUCIÓN Del origen de la vida a la aparición del


lenguaje John Maynard Smith Eors Szathmáry 2004

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