Perspectiva General Del Evangelio - Lección 1
Perspectiva General Del Evangelio - Lección 1
Perspectiva General Del Evangelio - Lección 1
Lo que demanda es tan poco que resulta en pequeñas convicciones, no causa un apartarse
del pecado y no hace un llamado a la disciplina comprometida.
Entonces, se debe primero recuperar el evangelio que fue una vez predicado por Jesucristo
y los apóstoles. Ese evangelio que siempre es gratis, pero nunca barato; ese evangelio que
es más que una decisión humana, y que en cambio, es el gran poder de Dios.
El evangelio de hoy puede ser fácilmente reducido a “Cinco Leyes Espirituales”. Y son como
sigue:
Ellos dicen: USTED PUEDE RECIBIR A CRISTO AHORA MISMO MEDIANTE LA ORACIÓN
Señor Jesucristo: Gracias porque me amas y entiendo que te necesito. Te abro la puerta de
mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Ocupa el trono de mi vida. Hazme la persona
que tu quieres que sea. Gracias por perdonar mis pecados. Gracias por haber entrado en mi
vida y por escuchar mi oración según tu promesa.
El Evangelio Verdadero no comienza con el valor del hombre o el maravilloso plan de Dios
para el hombre. El Verdadero Evangelio comienza con una declaración del valor de Dios y
su gran interés por Su propia gloria. Alguien ha dicho correctamente que el Evangelio no
comienza con las palabras “Porque de tal manera amó Dios al mundo”, sino con la
declaración, “en el principio Dios…”. (Ro. 11: 36)
- ¿Quién es Dios?
- ¿Por qué estamos en una situación tan desastrosa?
- ¿Qué hizo Cristo?
- ¿Cómo podemos volver a Dios?
Una forma rica de entender el evangelio es como una historia. Esta historia tiene 4
capítulos:
● Creación.
● Caída.
● Redención.
● Restauración.
Este Dios existe en tres personas – el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Mateo 28:19).
Puesto que Dios es trino en su ser, no fue motivado a crear el mundo porque necesitaba
algo – ya sea una relación, adoración o gloria. Más bien, Él creó todo como un rebose de su
perfección – su propio amor, bondad y gloria. Dios creó al ser humano a su imagen y
semejanza (Génesis 1:27), y esto es lo que nos da nuestra dignidad y valor. También nos ha
hecho humanos; es decir, somos seres creados, dependientes de nuestro Creador. Fuimos
hechos para adorarle, disfrutarle, amarle y servirle a Él, no a nosotros mismos. En la
creación original de Dios, todo era bueno. El mundo existía en perfecta paz, estabilidad,
armonía y plenitud.
Como resultado, todo ser humano es pecador por naturaleza y por elección propia (Efesios
2:1-3). Generalmente excusamos nuestro pecado reivindicando que “no somos tan malos” –
después de todo, ¡siempre hay alguien peor que nosotros! Pero esta evasión no hace más
que revelar nuestra visión frívola y superficial del pecado. El pecado no es
fundamentalmente una acción; es una predisposición. Es la aversión de nuestro corazón
hacia Dios. El pecado se manifiesta en nuestro orgullo, en nuestro egoísmo, en nuestra
independencia, y en nuestra falta de amor por Dios y por otros. A veces el pecado se
manifiesta de maneras evidentes y externas. Otras veces se oculta internamente. Pero
“todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
1. El pecado nos esclaviza (Romanos 6:17-18). Cuando nos alejamos de Dios, nos
volvemos a otras cosas en donde tenemos esperanza de encontrar nuestra vida,
nuestra identidad, nuestro significado y nuestra felicidad. Estas cosas se vuelven
nuestros dioses sustitutos – a lo que la Biblia llama ídolos – y pronto nos esclavizan,
demandan nuestro tiempo, nuestra energía, nuestra lealtad, nuestro dinero – todo lo
que somos y tenemos. Reinan en nuestra vida y en nuestro corazón.
Este Libertador tiene que ser verdaderamente humano para pagar la deuda que le debemos
a Dios. Pero no puede ser meramente humano porque tiene que vencer el pecado.
Necesitamos un Sustituto – alguien que pueda vivir la vida de obediencia que hemos fallado
vivir, y que pueda tomar nuestro lugar para llevar el castigo que merecemos por nuestra
desobediencia y nuestro pecado.
Es por esto que Dios envió a Jesús al mundo para ser nuestro sustituto (1 Juan 4:14). La
Biblia nos enseña que Jesús – la segunda persona de la Trinidad – fue totalmente divino y
totalmente humano. Nació de una mujer, vivió su vida en carne y hueso, y sufrió una muerte
brutal en una cruz romana a las afueras de Jerusalén. Jesús vivió una vida de obediencia
perfecta a Dios (Hebreos 4:15), haciéndole la única persona en la historia que no merece un
juicio. Pero en la Cruz, Él tomó nuestro lugar, muriendo por nuestro pecado. Él recibió la
condenación y la muerte que merecíamos para que, cuando pongamos nuestra confianza en
Él, podamos recibir la bendición y la vida que Él ofrece (2 Corintios 5:21)
Jesús no sólo murió en nuestro lugar, sino que resucitó de los muertos, manifestando su
victoria sobre el pecado, la muerte y el infierno. Su resurrección es un evento crucial en la
historia; la Biblia lo llama “las primicias” – la evidencia inicial – de la regeneración cósmica
que Dios está trayendo (1 Corintios 15:20-28). Una de las más grandes promesas de la
Biblia se encuentra en Apocalipsis 21:5, “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”. Todo lo
que se perdió, lo que fue roto y corrompido en la caída será en última instancia restaurado.
La redención no significa meramente la salvación de individuos, sino la restauración de la
creación entera a su bien original.
¿Qué significa esto? Confiamos en el taxista cuando contamos con él para llegar a nuestro
destino. Confiamos en el médico cuando estamos de acuerdo con su diagnóstico y nos
encomendamos a su cuidado. Confiamos en Cristo Jesús cuando reconocemos nuestro
pecado, cuando recibimos su perdón lleno de gracia, y cuando descansamos plenamente en
Él para nuestra aceptación ante Dios. La fe es como entrar un taxi. Es como dejarte cortar
por el bisturí del cirujano. Es un compromiso apacible de darse uno mismo
incondicionalmente a Jesús (Salmo 31:14-15).
Esto es lo que significa creer en el Evangelio. Cuando confiamos en Jesús somos eximidos
de la condenación del pecado y de su esclavitud. Somos hechos libres para decir “no” al
pecado y “sí” a Dios. Somos hechos libres para morir a nosotros mismos y vivir para Cristo y
sus propósitos. Somos hechos libres para luchar por la justicia en el mundo. Somos hechos
libres para dejar de vivir para nuestra propia gloria y comenzar a vivir para la gloria de Dios
(1 Corintios 10:31). Somos hechos libres para amar a Dios y a otros por la manera en que
vivimos.
Este es el enfoque de nuestro estudio. Dios ha prometido que Jesús volverá para finalmente
juzgar al pecado y hacer nuevas todas las cosas. Hasta entonces, Él está reuniendo para Sí
gente “de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas” (Apocalipsis 7:9). Como parte de
este grupo de gente llamada y enviada, tenemos el privilegio de unirnos a Él en su misión
(Mateo 28:18-20) como individuos y como parte de su familia espiritual. Por gracia,
podemos disfrutar de Dios, vivir nuestra vida para su gloria, servir a la humanidad, y dar a
conocer su Evangelio a otros a través de nuestras palabras y acciones. Estas son las buenas
nuevas – la Verdadera Historia – del Evangelio.