Fundamentos Anatómicos

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Fundamentos anatómicos, fisiológicos y psicológicos: A diferencia de los

animales, el ser humano nace completamente indefenso para la vida y requiere


un tiempo mayor de protección, alimentación y cuidados de parte de sus
padres en los primeros momentos de su vida. Por otra parte, ya dispone de la
herencia de los mamíferos, de una relación más estrecha con sus madres a
través del amamantamiento, el primer sistema de alimentación en su
existencia. Pero esta indefensión inicial del bebé humano es precisamente la
ventaja del humano sobre las demás especies. Esto posibilita que el sistema
nervioso central sea más adaptable mientras más joven sea. Precisamente, en
el primer año de vida es cuando su cerebro tiene una mayor plasticidad. Esa
característica le permite una inconmensurable capacidad de aprendizaje,
adaptación e invención (Morin, 2001). El sistema nervioso se hace más y más
complejo con el tiempo, pues se estructura recibiendo impulsos y produciendo
respuestas. Estos estímulos constituyen la actividad eléctrica de las neuronas
y, gracias a ella, se incrementa la biosíntesis de proteínas. Esto significa que el
aprendizaje implica cambios en la estructura, función y composición de las
neuronas proteínas (Campos, 2020). En un período fundamental que va desde
que el niño se encuentra en el útero, hasta aproximadamente los ocho años,
los estímulos a través de los cinco sentidos tienen consecuencias positivas en
las conexiones entre las neuronas, contribuyendo así al desarrollo del cerebro.
Es posible que, en los primeros momentos, el cerebro no comprenda los olores
agradables, la música que escucha o las caricias y la voz de su madre, pero
sus neuronas reaccionan creando circuitos que canalizan esas informaciones.
El período al que nos referimos es clave, pues es entonces que se desarrolla el
80% del cerebro. El crecimiento del cerebro es rápido. Aumentan
exponencialmente las conexiones neuronales y el aprendizaje tiene un
extraordinario rendimiento. De modo, que esos estímulos constituyen la base
del desarrollo de las habilidades mentales de los individuos para el resto de su
vida. Es entonces que la estimulación temprana cumple su cometido de
producir el mayor número posible de conexiones neuronales, y favorecer la
regeneración y el funcionamiento de esos circuitos. Después de los ocho años,
por supuesto, que pueden seguir perfeccionándose las conexiones entre
neuronas y el establecimiento de sus circuitos, pero resultará más difícil, crear
nuevas conexiones. La información navegará por los circuitos creados, pero no
se generarán otros nuevos. Los primeros años son claves para el desarrollo
intelectual de una persona, pues depende en gran medida de los circuitos
establecidos durante la etapa primera de su vida. Se por ello que cumplen los
objetivos de reducir los efectos de una posible deficiencia sobre el desarrollo
global del niño, optimizar el curso del desarrollo del niño, introducir
mecanismos de compensación, evitar o reducir la aparición de efectos o déficits
secundarios, atender las necesidades de la familia y el entorno en el que vive el
niño y considerar al niño como un sujeto activo de la intervención. A mayor
estimulación temprana que reciban los niños y niñas de 2 a 3 años, mayor es la
capacidad motora perceptiva-Cognitiva-Lenguaje y Social que poseerán a lo
largo del resto de su vida. Desde un punto de vista psicológico, los bebés
necesitan, además de leche y alimentos, abrigo y paz, miradas, voces y
caricias. Todos esos objetos deben estar envueltos en libido, concepto que en
teoría psicoanalítica implica, sobre todo, el amor. Si desde este punto de vista,
todo sujeto está escindido entre su conciencia y su inconsciente, este último se
forma por los objetos que inscriben marcas del Otro. En el caso de los bebés,
el Otro son sus padres. Es por ello, que no se puede aplicar programas de
estimulación temprana sin hacer participar a sus padres. Es necesario jugar a
transferir a los padres esta función de inscripción del inconsciente para
promover la salud mental futura (Coriat, 2000). Además del aspecto cognitivo y
socioafectivo, en el cual la participación de los padres es fundamental, la
estimulación en edades tempranas tiene un impacto favorable en el desarrollo
físico del niño. El proceso de estimulación psicomotriz, propicia que el niño
adquiera un adecuado desarrollo del tono muscular, de la postura y de aquellos
movimientos que aseguran el equilibrio y estabilidad corporal, favorece la
organización del espacio, la gestión de la atención, así como de la agudeza de
la percepción visual y auditiva, de la Memoria visual, de habilidades motrices y
de la adaptación al tiempo, se favorece de manera importante la regulación de
conductas adaptativa en su entorno y del razonamiento progresivo (Ruiz,
Cortes, & Gómez, 2014). El proceso de estimulación potencia los períodos
sensitivos de los primeros años de vida, lo cual posibilita que los niños se
involucren intensamente en lo que les interesa (Campos Bravo & Bustamante
Parraquez, 2011). Esto supone que, en la aplicación de los programas de
estimulación, hay que respetar los ritmos de los mismos niños al desarrollar sus
actividades, sin horarios. En esto es clave la repetición continua, con
amplificaciones. Es posible que esos períodos críticos pasen sin que el
ambiente sea propicio y se presenten dificultades para desarrollo. Por ello, los
programas de estimulación deben verse desde la concepción integral del
desarrollo en lo biológico, lo psicológico y lo social (Romero Galisteo, Barajas,
& Galvez Ruiz, Perspectivas actuales de evaluación e intervención en Atención
Temprana, 2015). El área sensorio-motriz, posee una íntima relación con los
sistemas sensoriales y movimientos del niño, los cuales interactúan en su
relación con el medio en que se desarrolla. Los movimientos reflejos, a medida
que avanza la evolución del niño, se armonizan e integran a los esquemas de
movimiento más complejos. En el primer año de vida, se requiere de un
proceso de estimulación a nivel integral, que logrea la armonía y la
coordinación en el funcionamiento corporal. Por ello es necesario, partir de un
diagnóstico previo que de la posibilidad de identificar no solo las limitaciones
sino las potencialidades del niño, considerando su predisposición genética y la
influencia del medio en su desarrollo integral. (Guillén, Rojas Valladares, A,
Contreras, & Estevez, 2019). 3. Acercamientos desde la pedagogía La
denominación “estimulación temprana” ha sido últimamente adoptada en su
generalidad, pero ha tenido una evolución en el marco de la comunidad
pedagógica y psicológica. Una de las primeras formulaciones, desde la
psicología, fue la de “estimulación precoz”. Pero de inmediato fue objeto de
críticas, puesto que considerar que algo es “precoz” implica que esta
precocidad es una propiedad inherente de la estimulación. Cuando se plantea
una estimulación precoz, se está aceptando que ello implica adelantarse al
momento en que la estimulación es apropiada. El termino hoy más difundido es
el de “estimulación temprana”, más apropiado, por referirse al período de
desarrollo en el cual actúa un determinado sistema de influencias educativas,
organizado de manera sistemática para propiciar el desarrollo del niño y la niña
correspondiente a ese momento. Sin embargo, este término también tiene sus
críticos, por considerar que el problema principal no es proporcionar la
estimulación en un momento dado, sino en la oportunidad en la que esta
estimulación se imparta. De ahí se deriva un término definido por los
neoconductistas principalmente, que es el de la “estimulación oportuna”, a
veces llamado “adecuada”. Por estimación oportuna entienden no el tiempo
absoluto en que una estimulación se imparta, sino un tiempo relativo que
implica no solamente considerar al niño sujeto de la estimulación, sino también
al que promueve o estimula el desarrollo, el adulto, como las condiciones bajo
las cuales el desarrollo que se promueve es funcional desde el punto de vista
social. Este concepto conductista se ha limitado en el definir terminológico a la
“oportunidad” de la estimulación, es decir, considerar no solo el momento en
que esta se aplique, sino que sea "adecuada", no tomando en cuenta
realmente lo que implicaba el término para aquellos que lo acuñaron, los
neoconductistas. De ahí que a veces se hable de “estimulación adecuada”,
para indicar el momento y la oportunidad. Más allá de la discusión o el
consenso semántico de las comunidades de la psicología o la pedagogía, lo
que sí ha de quedar claro es que la estimulación temprana es para la
consecución de los logros en todos los niños, e implica técnicamente no solo la
estimulación sensorial, afectiva y motriz, sino todos los demás aspectos que
implica el desarrollo multilateral y armónico de los niños. Por otra parte,
cualquier acción preventiva reclama de una didáctica especial y al
conocimiento de las razones de la misma, y no de la aplicación rígida de
técnicas inventariadas. Por ello, un factor metodológico de gran relevancia en
un programa de estimulación temprana, es considerar la diversidad cultural, las
particularidades del grupo especial de niños y niñas a los que se ha de aplicar,
y a la aplicación creadora de técnicas, sin moldes y operaciones que no
admitan variación del procedimiento. El lineamiento general debe ser la
adecuación a las características de su grupo de alumnos, a las condiciones
locales, en fin, realizar una programación. Estas actividades van a depender de
diversos factores, entre los que se encuentran la maduración del equipo
sensoriomotor y de los mecanismos reguladores, la información dada por el
medio físico y social y, por supuesto, la actitud espontánea del niño, lo cual hay
que relacionar con el agente mediador que imparte la estimulación (Martínez
Mendoza, 1998) Los aspectos que un programa de estimulación ha de tener en
cuenta, son: • los niveles de reactividad del niño o niña a quien se estimula; •
las características cualitativas de su comportamiento en un momento
determinado; y • la disposición del sujeto que imparte la estimulación, del tipo
de estímulo que sea necesario para producir el cambio en el desarrollo,
tomando, por supuesto, las particularidades de la cultura dada. El niño ha de
ser siempre el eje central del programa, posibilitándole por sí mismo la
búsqueda de las relaciones esenciales, la autoconstrucción de sus estructuras,
la consecución de los logros mediante su propia actividad. De la calidad de la
relación de la madre, y otros adultos que establecen relación con el niño en el
medio familiar, y de cómo organizan sus interacciones, depende mucho la
calidad de las destrezas del niño, comunicativas, cognoscitivas y sociales. La
comunicación con los padres sienta las bases para la formación de
comportamientos, conocimientos, hábitos y habilidades sociales, emocionales,
intelectuales, que, a su vez, posteriormente incidirán en su conjunto en la
formación de normas y valores. Este potencial educativo de los padres puede
ser reforzado por la colaboración directa de los educadores y otros
profesionales, y de esta manera organizar multidisciplinariamente un programa
de estimulación temprana, que pueda aplicarse en las condiciones del hogar
(Whitebread & Basilio, 2012). En la planificación del programa de estimulación,
se debe partir de la consideración de líneas directrices, que marcarán la pauta
dentro de un período más restringido de tiempo, como sucede en el caso del
primer año de vida. Estas líneas directrices se ubican en cada trimestre,
algunas están presentes desde el mismo momento del nacimiento, otras
surgen en los meses posteriores, y señalan así el curso del desarrollo. Una
línea directriz puede abarcar todo el período etario en cuestión y, por lo tanto,
lo que hace es señalar dentro del determinante los distintos aspectos a los que
sucesivamente hay que prestar la mayor atención. De esta manera, dentro de
este mismo primer año de vida, en el determinante de la consecución de la
marcha independiente, a lo largo de los cuatro trimestres se observan cuatro
líneas directrices consecutivas: ejercitación de los músculos gruesos,
movimientos preparatorios del gateo, desarrollo del gateo y premisas de la
marcha independiente, consecución de la marcha independiente (generalmente
aún incoordinada). Esto reafirma un aserto previamente establecido: “toda
cualidad o función física o psíquica tiene sus premisas en el nivel anterior de
desarrollo, integrándola en sí misma como una subestructura, al surgir la nueva
estructura” (Martínez Mendoza, 1998). 4. Áreas del desarrollo infantil y
estimulación temprana El desarrollo infantil es un proceso dinámico,
sumamente complejo, que se sustenta en la evolución biológica, psicológica y
social. Los primeros años de vida constituyen una etapa de la existencia
especialmente crítica, ya que en ella se van a configurar las habilidades
perceptivas, motrices, cognitivas, lingüísticas y sociales que posibilitarán una
equilibrada interacción con el mundo circundante. Ha sido estudiado como
proceso por la Pediatría, la Neurología, la Psicología, la Pedagogía, la
Lingüística y la Logopedia y Foniatría entre otras (Romero Galisteo, Barajas, &
Galvez Ruiz, Actividades de lenguaje para niños, 2015). El desarrollo infantil
temprano se puede dividir en cinco áreas, las cuales son: 1. Motricidad gruesa
y fina: sus objetivos están orientados para que el niño pueda tener mayor
control de sus músculos y por ende mayor libertad en sus movimientos. 2.
Lenguaje: se encamina a lograr la comprensión del lenguaje, para que pueda
expresarse a través del mismo. 3. Cognición: le permite la integración
intelectual. 4. Personal: se ocupa de que el niño sea más independiente en sus
actividades básicas cotidianas (vestirse, alimentarse e higiene). 5. Social:
proporciona los elementos necesarios para adaptarse al medio ambiente en
donde se desarrolla (Medina Salas, 2002). Por su parte, la estimulación
temprana se enfoca en cuatro áreas: • Área cognitiva: Uso del pensamiento e
interacción directa con los objetos del mundo que los rodea, permitiendo la
comprensión, la capacidad de relacionar y adaptarse a nuevas situaciones.
Para ellos, los niños necesitan experiencias para poder desarrollar los niveles
de pensamiento, su capacidad de razonar, poner atención, seguir instrucciones
y reaccionar de forma rápida. • Área motriz: Habilidad de moverse,
desplazarse, coordinar entre lo que ven y lo que tocan y de esta manera
pueden tomar los objetos con los dedos para pintar, dibujar, etc., Para
desarrollar esta área los niños y las niñas debe tocar, manipular e incluso
llevarse objetos hacia la boca, todo esto para explorar, pero con los respectivos
límites y supervisión. • Área socio-emocional: Se refiere a las experiencias
afectivas y a la socialización, que le permite sentirse seguro y querido
relacionándose con los demás. La participación de los padres y madres es muy
importante, ya que son los primeros en brindarle seguridad, cuidado, atención,
amor y sirven de ejemplo en la relación con otras personas; pues les enseñan
valores y reglas de la familia y la sociedad. • Área del lenguaje: Habilidades
para comunicarse con su entorno. Abarca tres aspectos: capacidad
comprensiva, expresiva y gestual. La capacidad comprensiva se desarrolla
desde el nacimiento, ya que el niño y la niña pueden comprender ciertas
palabras antes de poder pronunciarlas, por eso es importante hablarle
constantemente para que relacione la actividad que realiza y designe los
objetos que manipule. De esta manera, reconocerá los sonidos o palabras y
tratará de imitarlos. El término de psicomotricidad está formado por el prefijo
“psico”, significa mente y “motricidad”, movimientos corporales; la
psicomotricidad es la existencia directa entre la mente y el movimiento. El
desarrollo psicomotor termina a los dos años con la aparición del pensamiento
(funcionamiento simbólico). Se trata del momento en que el niño tiene un
modelo mental del mundo, lo suficientemente detallado para buscar diferente
manera de buscar una misma meta. Lo clave para ello es el movimiento, pues
el desarrollo del niño es el resultado del impedimento y sustitución de
agilidades. La psicomotricidad está asociada a diversas facultades sensorias
motrices, emocionales y cognitivas de la persona que le permiten
desempeñarse con éxito dentro de un contexto. La psicomotricidad se refiere al
control del propio cuerpo, bien al control de piernas, brazos, cabeza y tronco
(motricidad gruesa) o al control de manos y dedos (motricidad fina). Son
medios que propician la puesta en contacto del sujeto con su propio cuerpo,
con sus particularidades de funcionamiento, sus organizaciones o
desorganizaciones tónicas y emocionales (Barreno Macías, 2015, pág. 24) El
desarrollo de las habilidades de psicomotricidad fina es decisivo para el niño.
Sus logros en este campo abren la puerta a la experimentación y al aprendizaje
sobre su entorno y, como consecuencia, la psicomotricidad fina juega un papel
fundamental en el desarrollo de la inteligencia. EI desarrollo de la motricidad
fina es muy importante para experimentar con el entorno y está muy
relacionada con el incremento de inteligencia. Al igual que la motricidad gruesa
se desarrolla en orden progresivo, las habilidades de la motricidad fina también.
A veces los avances son rápidos, en otras ocasiones los retrasos o escasos
avances llegan a ser frustrantes, pero inocuos. A menudo, las dificultades con
determinadas habilidades relativas a la motricidad fina son temporales y no son
indicativos de problemas realmente preocupantes (Pérez, 2017). En diversos
estudios empíricos se ha demostrado la eficacia para incrementar
significativamente el desarrollo psicomotor, de actividades de estimulación
aplicados a niños de entre 0 a 3 años, tales como: masajes (técnica Shantala),
técnicas de lenguaje, dinámicas de juegos con material didáctico,
musicoterapia, danza vivencial y la estimulación acuática. Estos eventos de
estimulación perseguían impactar las áreas de: a) desarrollo motor grueso, b)
desarrollo motor fino, c) desarrollo perceptual-cognitivo, d) desarrollo del
lenguaje y, e) desarrollo de habilidades de adaptación personal-social. En
todos estos aspectos, se han registrado un gran éxito en la adquisición de
conductas psicomotoras en niños estimulados en comparación con sus pares
sin estimulación temprana (Flores Aguilar, 2013). En caso de un diagnóstico,
hecho por un test, de bajo nivel de estructuración corporal y dificultades
relacionadas con el mundo de los objetos y el mundo de los demás, en niños
institucionalizados, debidos a insuficiencia de posibilidades (material y
personal), carencia de relaciones afectivas, pobreza educativa y de
estimulación del medio, pobreza extrema de vocabulario en el reconocimiento
de su cuerpo, mala pronunciación, y estancamiento en la etapa del garabato no
correspondiente para su edad cronológica (4 y 5 años), se aplicó un programa
de estimulación por medio de la estrategia grafo plástica. Son procesos lógicos
y racionales de habilidades y destrezas artísticas en el cual el talento de la
estética, belleza, colorido, ritmo, armonía, son plasmados en diferentes
técnicas grafo plásticas con procedimientos sistematizados en su teoría y
aplicación práctica que tiene como fin fundamental desarrollar el potencial
creativo de los niños y niñas desde temprana edad. Estas técnicas son: dibujo,
pintura, recorte y collage, modelaje, dáctilo pintura entre otros. Este programa
logró una elevación significativa en la estructuración del esquema corporal de
los niños institucionalizados (Jiménez Tintaya, 2015). Vale destacar que está
demostrado que los niños pequeños quieren, pueden y deberían aprender a
leer. Las investigaciones han mostrado que es inmensamente más sencillo
enseñar a leer a un niño cuando éste tiene tres años (o incluso menos) que, en
cualquier etapa posterior, mediante una herramienta innovadora denominada
bits de lectura, que ha funcionado en más de 50 países en más de 20 idiomas,
incluso con niños con deficiencias graves, habiéndose obtenido extraordinarios
resultados tanto en niños sanos como en niños especiales. El juego de los Bits
se puede utilizar con provecho en todos los niveles educativos. Un ejemplo en
Ecuador es el del Centro de Estimulación Temprana Baby Gym de la ciudad de
Ambato, que ha aplicado por diez años esta herramienta con los niños desde 2
a 4 años de edad, cuyo personal docente puede ser testigo de las bondades y
beneficios de los bits de Lectura (Camino Cepedda, 2015). Existen
innumerables formas de estimular el desarrollo del lenguaje lo primero y más
importante es hablarle y responderle siempre que intente comunicarse mientras
que se realice esta comunicación de le debe mirar buscando centrar su
atención (Calle Poveda, 2019). El desarrollo del lenguaje a través de la
estimulación temprana contempla las siguientes áreas: • Lenguaje receptivo. -
Permite comprender el lenguaje y adquirir el significado de las palabras. Es
decir, es la interpretación adecuada del mensaje • Lenguaje expresivo. -Permite
al niño y a la niña expresarse por medio de gestos, señas o palabras. •
Lenguaje articulado. -Es la habilidad para emitir sonidos, combinarlos y formar
sílabas, palabras, frases y oraciones que expresen ideas. La estimulación en
estas áreas del lenguajes, debe considerar en su programación componentes
del lenguaje tales como: la sintaxis, es decir, las reglas que orientan la
construcción adecuada de las oraciones, por tanto, estudia las formas en que
se combinan las palabras para formar una expresión oral coherente., la
morfología que estudia la estructura interna de las palabras, las cuales se
descompones en partes más pequeñas llamadas afijos: prefijos y sufijos; la
fonología que se refiere a la organización de los sonidos en las palabras; la
semántica, que aborda el significado, el sentido o la interpretación de las
palabras, las expresiones, oraciones o discursos. Los significados de las
palabras se ajustan a las experiencias, pues niños y niñas de la misma edad
que se encuentran en diferentes medios o entornos tienen repertorio semántico
diferente en lo que se refiere a lo cualitativo y cuantitativo del vocabulario; y la
pragmática que se centra en el uso práctico del lenguaje para comunicarse con
los otros en diversos contextos sociales. Es decir, se interesa por el
funcionamiento o modo en que el contexto influye en la interpretación e
intencionalidad del significado. También, el lenguaje se refiere a la entonación
que son las variaciones en el tono de voz cuando se habla, que pueden llegar a
ser significativas. Los programas de estimulación pueden solventar el retraso
del lenguaje en aspectos como la ausencia del lenguaje, la aparición tardía de
éste o la permanencia de patrones lingüísticos pertenecientes a un Estado
evolutivo inferior al que correspondería al niño o niña por su edad cronológica.
Afecta sobre todo a la producción en sus componentes (forma, contenido y
uso) y en menor grado también se observa dificultades en la comprensión,
especialmente cuando el discurso es largo. Igualmente se atenderían los
diversos trastornos en el habla, que pueden ser por la articulación (dislalia,
disartria o déficit fonológico), la fluidez del habla (disfemia, taquifemia o
tartamudez). La estimulación temprana puede atender igualmente una amplia
variedad de trastornos del lenguaje oral como la ausencia del habla, el retraso,
las disfasias y las afasias. En otras etapas del niño, y atendiendo a sus
especificidades, se observan y superan los trastornos del lenguaje escrito, tales
como la dislexia, la disgrafía, la disortografía. Así mismo, trastornos del
lenguaje receptivo o dificultad para comprender el lenguaje de los demás,
debido a dificultades en la percepción, la discriminación y la memoria auditiva,
por lo que él no obedece instrucciones porque no las entiende. Otros trastornos
se refieren al lenguaje expresivo, por los cuales el niño presenta dificultad del
uso del lenguaje para expresar lo que piensa o necesita (Paredes Ayala, 2011).
El desarrollo del lenguaje en el niño se realiza de forma ininterrumpida. Desde
el nacimiento y durante el primer año, se forman las bases de la comunicación
por medio de las interacciones que realiza con la familia y en las cuales son
muy importantes la mímica facial, la entonación, la prosodia, el balbuceo, la
coordinación sonido-vista, etc.; todo ello relacionado con el contexto y dentro
de las denominadas funciones de comunicación. En esta etapa prelingüística,
la comunicación se da mediante señas, gestos y ruidos. Las emisiones del niño
no son reconocidas como palabras que emplean los adultos. Además, durante
esta época desarrolla la percepción auditiva y las habilidades fonológicas, y
empieza a adquirir el lenguaje de su entorno, con aspectos específicos en el
ámbito comunicativo y gramatical. Hasta los dos años aproximadamente, las
emisiones del niño son reconocidas por los adultos como una palabra o
aproximaciones a palabras empleadas por los adultos. Los adultos encuentran
relación siempre entre la palabra que interpretan y la situación en la que el niño
la produce. Seguidamente, el niño entra en una etapa llamada “telegráfica”,
cuando sus emisiones son generalmente de dos o más palabras o
aproximaciones. Sin embargo, aún no son reconocidas como oraciones. A
pesar de que sus emisiones empiezan a ser más largas, no siempre son
comprensibles, ya que emplea lo que comúnmente llamamos jerga, que se
refiere al lenguaje que utilizan los niños cuando los padres hablan como si
fueran de otro planeta. Emplea palabras de contenido (sustantivos y verbos) y
no palabras de función (conectivos). Se produce un desarrollo muy importante
entre los 2 y los 3 años. Entran los niños entonces en una etapa de frases y
oraciones simples (de dos años seis meses a tres años seis meses de edad).
Sus emisiones son breves y algunas dependen del contexto, pero estas ya son
reconocidas por el adulto como frases u oraciones. Existen funciones de sujeto
y predicado. Luego viene la etapa de oraciones complejas (de los tres- cuatro
años en adelante), cuando su comunicación verbal es más fluida; sus
emisiones son más largas y libres de contexto. Sus oraciones complejas se
forman de la unión de varias oraciones simples. Los avances posteriores son
poco perceptibles. Desde el punto de vista fonológico, se observa que, a la
edad de tres a tres años y medio, los niños han adquirido los sonidos m, ch, ñ,
k, t, y, p, n, l, f, y los diptongos ua y ue. Entre los cuatro y los cuatro años y
medio, adquieren r, b, g, pl, bl, y el diptongo ie. Entre los cinco y los cinco años
y medio, los niños de este estudio adquirieron los grupos kl, br, fl, kr, gr y los
diptongos au y ei. Por último, entre los seis y los seis años y medio, se observa
la adquisición de los fonemas s, rr, de los grupos pr, gl, fr, tr y del diptongo eo.
Debe concebirse el desarrollo del lenguaje como un proceso de aprendizaje
socio fisiológico único e indivisible (Edupeques, 2014). Es necesario distinguir,
aunque no tajantemente, entre el crecimiento, que es el aumento de las
dimensiones de la masa corporal, motivada por el aumento, así como por el
incremento de la sustancia intercelular, del desarrollo, que es un proceso de
maduración progresiva de las estructuras y funciones unidas al cambio de
tamaño. Es importante para el desarrollo, poder contar con un espacio y
ambiente adecuados con la ayuda de las personas asignadas para el cuidado.
Como podemos observar, el desarrollo tiene múltiples factores y para que éstos
se den lo ideal es que se faciliten los mismos en el momento indicado y durante
el tiempo adecuado; por eso es tan importante el concepto de la estimulación
adecuada y no la estimulación temprana la cual tuvo un auge hace unos años
siendo este concepto revaluado posteriormente. Proporcionarle al niño un
ambiente adecuado y rico en estímulos favorecerá el desarrollo de habilidades
propias de un aprendizaje.

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