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Actividad integradora 3.
Selección de texto e ideas aplicables
M2C1G48-035
15/03/2023
15/03/2023
Título:
Autor:
JULIO CORTÁZAR
Fecha de publicación:
1956
Tipo de texto:
A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde, y se
apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el
portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio
que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adónde
iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y —porque
para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre— montó en la
máquina saboreando el paseo. Tal vez su involuntario relajamiento le
impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la
esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era
tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y la
mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con
el choque perdió la visión. Voces que no parecían pertenecer a las
caras suspendidas sobre él lo alentaban con bromas y
seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había
estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la
mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la
garganta. Mientras lo llevaban boca arriba a una farmacia
próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que
rasguños en las piernas. El brazo casi no le dolía de una cortadura en
la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los
labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte;
unas semanas quietas y nada más. Ya la náusea volvía poco a poco
mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del
fondo pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó
estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza
con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo
con una camisa grisácea y dura. Alguien de blanco, alto y delgado se
le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le
acomodaban la cabeza sintió que lo pasaban de una camilla a otra.
Tome agua y va a ver que duerme bien. Al lado de la noche de donde
volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara
violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo
protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz
baja. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la
sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener
tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un
recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién
hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el
momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un
hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. De todas maneras al salir
del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo
alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja
partida y la contusión en la rodilla; con todo eso un alivio al volver al
día y sentirse sostenido y auxiliado, era raro cuando los ventanales de
enfrente viraron a manchas de un azul oscuro pensó que no le iba a
ser difícil dormirse. Comprendía que estaba corriendo en plena
oscuridad aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era
menos negro que el resto. «La calzada —pensó—. Me salí de la
calzada.»
Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar
un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las
piernas. Tal vez la calzada estaba cerca con la primera luz del día iba a
verla otra vez.
El poder que tiene el ser humano de ver he idealizar las cosas además
de como tomamos el tema de los accidentes.