Fabry - TRADUCCION - La Bãºsqueda de Una Teorã A de La Divisiã N Polã Tica de Izquierda

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LA BÚSQUEDA DE UNA TEORÍA DEL

CLIVAJE POLÍTICO IZQUIERDA-


DERECHA

Philippe Fabry 2021


INTRODUCCIÓN

El clivaje derecha-izquierda probablemente nunca fue tan repudiada en los


discursos como durante la campaña presidencial de 2017 en Francia, la última
hasta la fecha. Llama la atención ver que los dos candidatos que han llegado a la
segunda vuelta denunciaron, cada uno a su manera, esta separación tradicional del
espectro político: Emmanuel Macron pretendía mantener una línea "de derecha y
de izquierda", mientras Marine Le Pen quería hacer de su partido un movimiento "ni
de derecha ni de izquierda". Junta transpartidista [Macron] contra unión antisistema
[Le Pen], pero en el fondo el mismo rechazo a la división política y la búsqueda de
una forma de unanimidad política, paradójicamente motivada por un mismo deseo
de volcar la mesa para redinamizar una vida política adormecida por el
pensamiento único.

Estas posturas políticas no están fuera de lugar o desconectadas del sentir popular;
corresponden a la opinión de una abrumadora mayoría de franceses, que creen al
73% que el clivaje derecha-izquierda ya no significa nada, lo que conduce a los
académicos, a su vez, a cuestionarse sobre la pertinencia de esta matriz de lectura
política.

Desde la elección de Donald Trump en Estados Unidos y la proliferación de


gobiernos euroescépticos en Europa, entre ellos representantes de grupos políticos
considerados radicales y extremistas, los comentaristas repiten cada vez más a
menudo que el clivaje tradicional izquierda-derecha estaría siendo reemplazado por
una división entre moderados y populistas. También hemos podido escuchar aquí y
allá que el clivaje tradicional estaba siendo reemplazada por una división que
opone globalistas y soberanistas.

Sin embargo, estos lugares comunes del análisis político permanecen


principalmente intuitivos, y luchan por responder correctamente a interrogantes
planteadas por la actualidad política por falta de acuerdo previo sobre definiciones
precisas, en particular la definición central: ¿qué es la izquierda? ¿Qué es la

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derecha? Hay ahí una cuestión primordial, porque no se puede hacer ningún
intento serio de analizar la evolución del clivaje político si no se puede, por la base
de la respuesta que demos a ella, decir si una ideología es de derecha o izquierda,
ni si derecha e izquierda cubren realidades constantes en el tiempo. Entonces,
¿cómo podemos saber si nos enfrentamos a la evolución del clivaje o a su
desaparición?

El lenguaje cotidiano del comentario político está impregnado de expresiones y


lugares comunes como " las ideas de izquierda/derecha", la etiqueta "de izquierda"
para designar políticas de redistribución de riqueza, o "de derecha" cuando se trata
de recortes de impuestos, privatizaciones o liberalización de un mercado. Estas
fórmulas hechas, estas categorizaciones listas para usar no son fundamentalmente
absurdas: son el producto de observaciones empíricas de un siglo o dos de los
debates políticos.
Sin embargo, son inexactas y es necesario diferenciar entre ideas políticas, es
decir, las doctrinas, corpus ideológicos, por una parte, y, por otra, sensibilidades
políticas, es decir, la ubicación en el espectro que va desde extrema derecha a la
extrema izquierda, condicionada por preocupaciones materiales e inclinaciones
morales. Esta distinción ayudará a explicar por qué observamos, históricamente,
que las mismas ideas políticas se deslizan, en el campo de las sensibilidades
políticas, siempre de la izquierda hacia la derecha.

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IZQUIERDA Y DERECHA: DISPOSICIONES EN RELACIÓN A LA CUESTIÓN
DEL CAMBIO DEL ORDEN ESTABLECIDO

Izquierda y derecha pueden definirse como sensibilidades políticas, es decir,


tendencias no razonadas, conjuntos de preocupaciones instintivas e intuitivas que
dependen del tema en consideración.

El espectro político, de un extremo al otro, se compone de la siguiente manera:

- En la extrema derecha encontramos a los reaccionarios, es decir, aquellos


que piensan que "era mejor antes", los nostálgicos del orden económico,
social y moral pasado. Los reaccionarios creen que el orden político
existente debe ser derrocado y volver al status quo ante, generalmente un
pasado idealizado.

- A la derecha están los conservadores, es decir, los que piensan que las
cosas están bien dispuestas como están, y que cualquier cambio corre el
riesgo de perjudicar a la sociedad en lugar de mejorarla.

- A la izquierda están los progresistas [reformistas sería un mejor termino,


creo], es decir, los que piensan que el estado de la sociedad puede
mejorarse mediante reformas, y que el cambio es preferible a la simple
aceptación del estado actual de la sociedad.

- En la extrema izquierda, finalmente, encontramos a los revolucionarios,


aquellos que piensan que el sistema vigente es fundamentalmente malo,
construido sobre malos principios, que el orden anterior era igual de malo o
peor, y que es necesario instaurar un modelo completamente nuevo, ideal.

En este conjunto, es fácil ver que los extremos comparten su mentalidad de


convulsión y su impugnación de la legitimidad del orden establecido, mientras que
los progresistas y conservadores se encuentran en su adhesión al sistema vigente:

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es en relación al orden político y social establecido que se define el clivaje.
De hecho, un régimen estable, particularmente si es democrático, tiende a ser un
régimen de compromiso que recibe el consentimiento de una fuerte mayoría de la
población. Produce un clivaje alrededor de un eje central, en él que se divide por la
mitad de esa mayoría de la población adherida al régimen político y social: son los
moderados de derecha y de izquierda, o sea, los conservadores y los progresistas,
que pueden ser calificados como conformistas porque se adhieren por lo esencial
al sistema vigente y quieren que se mantenga incluso si creen que necesita
reformas.

El resto de la población, la minoría hostil al régimen vigente, está integrada por


simpatizantes de los extremos, de izquierda como de derecha, es decir,
reaccionarios y revolucionarios, que pueden agruparse bajo el nombre de
anticonformistas.

De manera general y aproximada, el espectro político de una comunidad política


dada es por lo tanto: reaccionarios-conservadores-progresistas-revolucionarios, y
se distribuye aproximadamente de la siguiente manera: 1/6 reaccionarios, 1/3
conservadores, 1/3 progresistas y 1/6 revolucionarios; siendo 1/6 para los extremos
una proporción máxima aproximada, y 1/3 para los moderados de cada campo una
extensión mínima. Se trata aquí de una distribución normal, en el sentido
estadístico del término.

Una distribución normal consta de un centro que es igual a la media de la


distribución (así como su mediana y su moda), insistamos en que se trata de una
abstracción matemática. Luego, alrededor del 70% de la población de las
observaciones se encuentra entre la media (el centro) y la primera desviación
estándar después o antes de ella, es decir, aproximadamente 35% a la derecha del
centro y 35% a la izquierda de centro. Aquí es donde encontramos a los centristas-
moderados, conservadores a la derecha y progresistas a la izquierda. Lo que hay

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después y antes de una desviación estándar del centro, son estos dos sextos, los
de la extrema izquierda y de la extrema derecha: revolucionarios y reaccionarios.

El espectro político se suma así a la lista de fenómenos naturales y humanos que


se distribuyen “normalmente”. A nuestro conocimiento, esta hipótesis sólo ha sido
propuesta y discutida seriamente una sola vez. Es Stuart A. Rice, en 1928, quien
evocó la idea que las preferencias políticas de los norteamericanos estaban
“normalmente” distribuidas. Después del estudio de varios casos prácticos, no pudo
validar o invalidar su hipótesis.

Por el contrario, los datos estadísticos de la era moderna permiten mostrar la


pertinencia de esa hipotesis, y esta distribución del espectro político también ha
sido notada más recientemente por el antropólogo Avi Tuschman. Así es como se
ve la abstracción matemática de una distribución normal del espectro político:

Extrema izquierda Izquier Derech Extrema derecha

Y aquí, según el sitio World Values Survey, es como la población se auto-


posiciona, en 2017-2020 en una muestra variada de países. La pregunta que se
hace es: "en materia política, se habla de 'la izquierda’ y ‘la derecha’. ¿Cómo
colocaría sus opiniones sobre esta escala, de manera general?”

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Este elemento es importante, porque si el espectro político está distribuido
normalmente, y si encontramos este fenómeno en diferentes lugares y en
diferentes épocas, lo que parece ser el caso, entonces nuestra teoría sobre la
distribución proporcional del clivaje se confirma por dos métodos: la “prueba” lógica
(los

conformistas son necesariamente la mayoría, los anticonformistas la minoría, y la


descomposición 2/3-1/3 es la forma más sencilla de modelarlo) y la evidencia
empírica (la observación es consistente).

Así,si el clivaje político se define en relación con el orden sociopolítico


establecido, la posición social y el peso político son lógicamente los principales
factores de distribución de la población en su seno. Por lo tanto, la distribución se
realiza de la siguiente manera:

- A la derecha, los satisfechos: una población en general de mayor edad y


más instalada económicamente, que tiene todo el interés de preservar el
sistema y ve con preocupación cualquier cambio posible; la derecha se
caracteriza por la tendencia al pesimismo; es el campo que lleva el discurso

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del declive y cuyos valores son el orden, la autoridad, la tradición, el respeto
por las instituciones.

- A la izquierda, los insatisfechos: una población generalmente más joven y


menos establecida económicamente, que creen que pueden beneficiarse de
reformas y tienen una mirada crítica a lo que se hace tradicionalmente: con
una tendencia optimista, la izquierda lleva un discurso idealista, que protesta
y se autodefine principalmente en oposición al orden establecido que
defienden los conservadores.

- En los extremos encontramos necesariamente personas que tendrían


mucho que ganar con un cambio repentino de paradigma, pero su
distribución está determinada por el origen de su situación de excluidos del
sistema: quienes pertenecieron alguna vez a una población favorecida y han
sido desclasados serán de extrema derecha, nostálgicos de un período más
próspero para ellos (ejemplo: los nobles arruinados y venidos abajo del
Antiguo Régimen en el siglo XIX; obreros industriales a principios del siglo
XXI), mientras que los que pertenecen a una población excluida de nuevo
origen serán de extrema izquierda (ejemplo: obreros industriales del siglo
XIX; poblaciones inmigrantes o de origen inmigrante musulmán a principios
del siglo XXI). Los nuevos excluidos no pueden, en general, juntarse a los
desclasados de la extrema derecha porque, por un lado, serán rechazados
por éstos, que los asimilan a la causa de sus desgracias. es decir, el cambio
sociopolítico en un sentido que le es desfavorable, y por otro lado no pueden
imaginar una solución a sus dificultades dentro un viejo orden al que son
completamente extraños, a cuyo establecimiento no participaron, ya que no
estaban presentes cuando se llevó a cabo.

Precisemos aquí que excluidos no es aquí sinónimo de "pobres" o


"desfavorecidos", sino de una consideración política: se trata de una población de
un nuevo tipo, producto del orden establecido luego de su instalación, que no
participó en el establecimiento del sistema vigente, sólo lo está padeciendo y se

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beneficiaría de una renegociación del mismo. Si, entre los siglos XIX y XXI, estas
poblaciones eran principalmente poblaciones pobres, en lo bajo de la escala de
riqueza en el seno del cuerpo político (el proletariado industrial, luego el
proletariado inmigrante), bajo el Antiguo Régimen se trataba más bien de
poblaciones más prósperas y educadas que la media: la burguesía de las ciudades
medievales, los protestantes del Renacimiento notablemente. Las pistas también
sugieren que la juventud burguesa libertaria de 1968 y de los años siguientes,
aunque económicamente favorecida, se consideraba lógicamente como excluida
del orden político de posguerra, sin poder asimilarse a la izquierda obrera ni a la
burguesía tradicional.

Tengamos en cuenta que esto no es para negar el hecho de que una parte
importante de la población no tiene conciencia política, es decir que estos
miembros no se ven como desclasados, satisfechos, insatisfechos o excluidos del
orden político. En consecuencia, estos individuos no eligen su posición política de
acuerdo a sus intereses calculados de acuerdo con los criterios establecidos
anteriormente, pero se colocan en el espectro político en función de su pura
disposición psicológica frente al cambio, de la tradición, de la autoridad. En efecto,
uno encuentra individuos reaccionarios, conservadores, progresistas o
revolucionarios principalmente por naturaleza, porque son reacios al cambio o lo
buscan, sin que esta inclinación dependa de su situación actual. De hecho, esta
población representa aproximadamente la mitad del cuerpo político: según el
trabajo de Avi Tuschman, podemos clasificar la población en cuatro categorías,
desde los más políticamente conscientes hasta los menos conscientes: 20% cuya
posición política es principalmente ideológica, 30% que resulta de sus intereses
como categoría social, 30% de individuos que siguen el espíritu de la época, y
finalmente el 20% de individuos que se posicionan por impresión sin saber nada de
política. Son dos mitades de la población, Ia primera que, con o sin doctrina
explícita, tiene un posicionamiento interesado, y la otra, compuesta de seguidores e
individuos desvinculados de la política y, además, a menudo abstencionistas.

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Así, parece que, si todo individuo, por defecto, tiene una sensibilidad que lo empuja
o hacia la conservación o al progreso (lo que Tuschman, aplicando el modelo
psicológico Big-Five, designa por conscientiousness versus openess, la
concienciosidad, la prudencia, por oposición a la apertura a los experimentos, al
cambio), sólo una parte de la población ve dictada su ubicación en el espectro
político por este determinismo genético-cultural; la otra parte, más despierta
políticamente, se posiciona en reacción a sus intereses percibidos, más o menos
formalizado en una doctrina. Verosímilmente es esta segunda parte la que tiene un
efecto estructurante en la formación del clivaje, según el modelo de
posicionamiento relativo al orden establecido descrito arriba, la primera parte
repartiéndose de un lado o el otro del eje de la conservación y del cambio según su
mero instinto político.

Este vínculo entre factores socioeconómicos y la distribución--constante en el


tiempo-- de las disposiciones psicológicas es demostrable: si la naturaleza del
clivaje fuese exclusivamente socioeconómica, cuando surge una nueva clase de
excluidos, deberíamos observar una población en gran medida conservadora en
relación con ella, y ella no podría añadir a algunas otras poblaciones contestatarias;
veríamos entonces momentos históricos en que el clivaje vería una población de
izquierda de 10 o 20% y de derecha al 90 u 80%. Por ejemplo, al principio del siglo
XX, la izquierda socialista-comunista se habría limitado esencialmente a la
población trabajadora obrera, opuesta a una población conservadora y hostil a
estas nuevas ideas. Sin embargo, la distribución del clivaje es pues siempre
constante.

Inversamente, si los factores económicos tuvieran sólo un papel marginal en la


estructura del clivaje, que estuviese dictado esencialmente por la distribución de la
población según la inclinación de los individuos a la concienciosidad o la apertura
(rasgos psicológicos), no se observaría una correspondencia tan exacta entre el
continuo social: desclasados-satisfechos-insatisfechos-excluidos y el espectro
politico: reaccionarios-conservadores progresistas-revolucionarios, porque nada
explicaría que la inclinación dictada principalmente por la genética (o la psicología)
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cambiara repentinamente a la escala de una clase social en el momento preciso
donde su situación social, económica y política se deteriora.

Además, hay que constatar que, lógicamente, el personal político, los activistas y
los políticos, pertenecen a la mitad de la población con más conciencia política: es
difícil imaginar involucrándose políticamente individuos que sólo tienen una
inclinación instintiva y pasiva. Y es precisamente a través de los debates
sostenidos en el seno de la población políticamente comprometida que se realiza la
información del cuerpo social, y son estas discusiones las que condicionan el
clivaje en relación al cual debe posicionarse la mitad más pasiva de la población.
LA VARIACIÓN DEL SENTIDO: EL DESLIZAMIENTO DE LAS IDEAS EN EL
ESPECTRO DE SENSIBILIDADES POLÍTICAS, A LO LARGO DEL TIEMPO

El modo de determinación del clivaje en relación con el orden social y político


establecido que acabamos de describir contiene la explicación lógica al movimiento
levógiro [que se mueve hacia la izquierda] identificado por Albert Thibaudet, por el
siguiente ciclo de retroalimentación: el cuerpo político se divide en relación con un
orden establecido, y la práctica política modifica el orden establecido, lo que a su
vez modifica el clivaje dentro del cuerpo político.

Por definición, el espectro reaccionarios-conservadores-progresistas-revoluciona-


rios sólo autoriza a largo plazo una evolución unidireccional, es decir en la dirección
del cambio. De hecho, de algunas descripciones dadas anteriormente, resulta que:

- En la extrema izquierda están los que, cuestionando absolutamente el orden


existente o lo que lo precedió, están abiertos a las nuevas ideas de cambio
más radical; ya que es el campo de los nuevos excluidos, cuya aparición es
producto de la modificación reciente en el orden sociopolítico (trabajadores
industriales en el siglo XIX, inmigrantes extracivilizacionales en el siglo XXI)
es pues aquí donde aparecen, sistemáticamente, las nuevas ideas en su
formulación más violenta, con el fin de responder a problemas nuevos.

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- A la izquierda están aquellos que buscan mejorar lo existente, en particular
teniendo en cuenta los problemas nuevos, pero difícilmente son propensos a
la violencia; se inspirarán a menudo en lo que la crítica extremista puede
tener más afilado, pero lo transpondrán para proponer reformas más
medidas, yendo en la misma dirección.

- A la derecha están los que quieren mantener el statu quo. Por lo tanto,
buscan preservar lo que ya existe, defenderlo como bueno en sí mismo, y
son reacios a cambiar un sistema que les parece por experiencia que ha
demostrado ser eficaz y les favorece.
- En la extrema derecha están los que añoran el tiempo pasado y el orden
previo que los conservadores de la época no lograron mantener.

Así, año tras año, los progresistas proponen reformas inspiradas de las ideas
radicales de los revolucionarios, y acaban siempre imponiéndolas a la derecha, en
pequeñas dosis sucesivas, realizando regularmente reformas muy medidas, en un
modo de compromiso entre reforma y tradición. Por ejemplo: la extensión del
cuerpo electoral a través de la concesión cada vez más amplia del derecho al voto:
sufragio censitario, luego sufragio universal masculino, luego voto femenino, luego
la rebaja de la edad legal...; la adopción de nuevos límites sociales al trabajo:
prohibición del trabajo infantil, limitación de la semana de trabajo a 40, luego a 39,
luego a 35 horas; la evolución de la tolerancia en términos de moralidad y
sexualidad: despenalización de la homosexualidad, luego adopción del matrimonio
entre personas del mismo sexo, etc.

Este primer fenómeno puede encontrar un principio de respuesta en la obra de


Jonathan Haidt, The Righteous Mind. Este indica que según los estudios que ha
realizado en Estados Unidos, parece que los individuos de derecha son muy
capaces, sobre un tema dado, de decir cuál sería la posición y los argumentos de
un individuo de izquierda; la gente de izquierda, por el contrario, son mucho menos
capaces de hacer lo mismo para un individuo de derecha. Esto revela que los

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individuos de sensibilidad conservadora tienen una aptitud muy superior a la de los
progresistas para ponerse en la cabeza de su interlocutor, y así reconocer al
menos la legitimidad de sus argumentos; por el contrario, los individuos de
sensibilidades progresistas tienen tendencia a negar la legitimidad de los
argumentos conservadores. Por lo tanto, los conservadores están más inclinados al
compromiso, mientras que los progresistas son relativamente intratables.

Con el pasar del tiempo, una o dos generaciones, resulta que el orden establecido
es un orden que ha ido progresivamente cambiando. Pero la mentalidad
conservadora, ella, permanece, y los nuevos conservadores son entonces las
personas que defienden el nuevo orden establecido. En la extrema derecha están
empujados aquellos que siguen todavía apegados al viejo orden, en particular
aquellos para los cuales la evolución del orden sociopolítico habrá provocado el
desclasamiento.

Similarmente, a la izquierda, los nuevos progresistas son personas que consideran


como orden establecido lo que fue en realidad un orden instaurado siguiendo las
ideas de los progresistas de hace unas décadas atras. Y como progresistas,
desafían este orden establecido y quieren reformarlo, modificarlo; incluso pueden
discutir directamente esto que defendían los progresistas de antaño. Por ejemplo,
recordemos aquí que la izquierda francesa era colonialista en 1880 y defendía un
siglo más tarde el arrepentimiento al respecto; además, era secularista en 1880 y
defiende desde finales del siglo XX la posibilidad para los musulmanes,
principalmente inmigrantes, de construir mezquitas. Y para ello, los progresistas
adoptan ideas más radicales, aquellas de la extrema izquierda de décadas
anteriores.

La extrema izquierda, ella, viene a inventar nuevas formas de cuestionamiento, ya


que está formada por individuos que se sienten excluidos por el sistema y quieren
cambiarlo del todo.

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Es así como las ideas, es decir las doctrinas y sobre todo las medidas prácticas
que proponen como solución a los problemas encontrados por la comunidad
política en cuestión, se desplazan sobre el espectro de las sensibilidades y son
defendidos alternativamente por revolucionarios y progresistas, y luego, una vez
integradas al orden establecido, pasan a los conservadores, y finalmente a los
reaccionarios cuando su conservación se ve amenazada o cuando son abolidos en
el orden establecido. Así es como el laicismo hoy [en Francia] se ha convertido en
un caballo de batalla de la derecha dura, cuando era antes un estandarte de la
izquierda radical un siglo antes.

DIRECCIÓN DEL FLUJO DE IDEAS

Cabe señalar sin embargo que esta evolución no es exactamente continúa, pero
funciona más bien en largas secuencias sucesivas, cada una marcada por una
problemática principal, que resulta del surgimiento de la clase de excluidos del
nuevo orden establecido: en Europa, el pueblo burgués en los siglos XVIII-XIX, el
proletariado industrial en el siglo XIX-XX, la inmigración musulmana en los siglos
XX-XXI. La problemática es la de la integración de la clase excluida al orden
establecido, es decir, el establecimiento de un nuevo sistema de compromiso con
sus requisitos, realizándose según el método descrito arriba.

Cuando la integración política y social de la nueva clase de excluidos se completa,


se abre una fase, generalmente breve, es decir, menos de una generación, durante

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la cual observamos un relativo unanimismo en la parte conformista del cuerpo
social. Esta fase puede ser analizada por sus contemporáneos, erróneamente,
como el fin del clivaje izquierda-derecha [por ejemplo “el fin de las ideologías” y la
Tercera Via en los años 1990], mientras que es solo un preludio a un cambio
ideológico que implica un reequilibrio del clivaje.

De hecho, esta fase dura el tiempo en el que se estructure una nueva ideología
revolucionaria, y que el número de nuevos excluidos sea lo suficientemente
importante como para empujar a los conformistas de izquierda a recurrir en el
nuevo repertorio de ideas revolucionarias; entonces la derecha conformista, en
reacción, asume en bloque la conservación del orden recientemente establecido,
empujando hacia la extrema derecha a individuos que continúan defendiendo las
ahora viejas posiciones conservadoras.

Así se suceden secuencias políticas de una duración de aproximadamente un siglo


o un siglo y medio, marcado por una cierta ideología en la extrema izquierda que
sólo se agota con la adopción por el cuerpo social de gran parte de sus exigencias
políticas y sociales.

EL CAMBIO DE TONO DE LAS IDEAS EN FUNCIÓN DE SU LUGAR EN EL


ESPECTRO POLÍTICO

Si las ideas ciertamente no son ni de derecha ni de izquierda, el clivaje político


siendo una cuestión de inquietudes, mentalidades, sensibilidades y no de ideas, sin
embargo, dichas ideas cambian de coloración, de tonalidad, en función de su
ubicación en el tablero político: en la izquierda, tenderán a buscar el cambio, la
expansión; a la derecha, la preservación, el repliegue prudente, la resistencia.

Es difícil expresar esta idea sin recurrir a algunos ejemplos: así el nacionalismo,
cuando es de izquierda, lleva una dimensión misionera, la voluntad de exportar un
modelo, de llevar la luz de la civilización al extranjero; cuando es de derecha, está

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marcado por el deseo de repliegue sobre sí mismo, de preservar la herencia y la
identidad.
El laicismo de izquierda pretende liberar a los individuos de las creencias
tradicionales que supuestamente impiden su desarrollo; el laicismo de derecha
busca proteger a los individuos de las pretensiones hegemónicas de nuevas
creencias.
El ambientalismo de izquierda pretende resolver los problemas ambientales
modificando el régimen económico e inventando un nuevo tipo de sociedad,
mientras que el ambientalismo de derecha se limitará más concretamente a resistir
el desarrollo de prácticas que dañen al medio ambiente.
El liberalismo, cuando es de izquierda, busca la emancipación de los individuos, la
abolición de los determinismos sociales tradicionales; cuando es de derecha, se
preocupa por conservar las libertades adquiridas, y defiende las costumbres y las
tradiciones precisamente como libertades.

Debe agregarse, para completar el modelo, que si las ideas cambian de tonalidad
cuando cambian de lado, este solo movimiento no resume la forma en que
evoluciona el clivaje durante los grandes cambios ideológicos que ven ideas
defendidas por la vieja izquierda pasar a la derecha, impulsados por el surgimiento
de nuevas doctrinas en la extrema izquierda. Cabe constatar que la nueva derecha,
durante un tal desplazamiento, es el producto de un doble efecto: por un lado, el
desplazamiento hacia la derecha de las ideas anteriormente defendidas por la
izquierda, lo que no excluye una cierta sedimentación con viejas ideas
conservadoras compatibles con ellas; por otro lado, la reacción al surgimiento de la
nueva izquierda, y el énfasis en el nuevo discurso de la derecha en la defensa del
orden establecido con respecto a los puntos en que se ve amenazado por ella: así,
si el republicanismo pasó a la derecha durante el siglo XX, el principal lugar común
ideológico de la derecha no era la conservación de la República, sino la
preservación de la propiedad y de las libertades económicas contra el colectivismo
de la nueva izquierda socialista y comunista. 1

1
Está pasando eso ahora en el discurso “republicano”, en los medios, en contra de la Convención
Constituyente

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TRES DERECHAS Y TRES IZQUIERDAS

La diferencia de coloración o tonalidad de las ideas desplazándose a lo largo del


espectro del clivaje existente se da también en un plano ortogonal; es decir, que
una misma idea puede encontrar simultáneamente, a la izquierda o a la derecha, la
adhesión o el rechazo, razón por la cual uno encuentra numerosos intentos de
posicionamiento de parte de los individuos según un cuadro bidimensional (por
ejemplo, el diagrama de Nolan), y no solo uno que va de extrema izquierda a
extrema derecha.

Así, una medida x decidida por un gobierno puede ganar la adhesión de ciertos
individuos “de derecha”, por lo tanto, conservadores, y el rechazo de unos otros
porque, aunque también conservadores, no están necesariamente motivados por la
voluntad de conservar la misma cosa, el mismo aspecto del orden establecido.

Tomemos el ejemplo de una medida de seguridad tomada por un gobierno: algunos


conservadores la aplaudirán porque, temiendo el peligro que esta medida pretende
remediar no amenaza el orden público establecido, estimarán conveniente esta
medida para conservar el orden establecido; pero otros conservadores podrán
rechazar esta medida como liberticida, es decir, amenazando unas libertades
existentes, y la condenaran entonces como un cambio, en nombre de la
conservación.

Una misma sensibilidad conservadora puede entonces provocar en los


conservadores reacciones diametralmente opuestas. Pero a la inversa, el mismo
tipo de contradicción se puede encontrar en la izquierda, por ejemplo, una medida
de discriminación positiva puede ser bien percibida por los progresistas viendo en
ésa los medios para restaurar una forma de equidad hacia una minoría, mientras
que otros progresistas verán en ello una ruptura de la igualdad hacia la que debe
tender el progreso social, y el miedo de un retorno a una sociedad desigual. Es esa
posibilidad de contradicción entre individuos compartiendo la misma sensibilidad
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política, progresistas o conservadores, pero no las mismas preocupaciones
particulares, que permite acuerdos sobre reformas entre los moderados de ambos
campos, y el deslizamiento progresivo del orden establecido descrita
anteriormente.
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Hay efectivamente tres derechas, que son de hecho las identificadas por René
Rémond [para Francia]: orleanista, bonapartista y legitimista, pero a estos nombres
resultantes de un análisis histórico muy francocéntrico, conviene sustituirlas por
calificaciones más abstractas y más significativas de la realidad que cubren, a
saber, una derecha reformista, una derecha autoritaria y una derecha anarquista.

No hay razón para pensar que la izquierda no conoce el mismo tipo de división
interna que la derecha, como hemos dicho, y autores como Michel Winock o
Jacques Julliard, en Francia, han tratado de establecer una tipología de las
"izquierdas". Michel Winock, en La Gauche en France, distinguió la izquierda
republicana, socialista, comunista y ultra. Jacques Julliard señalaba acertadamente
que esta clasificación se apega mucho a los partidos políticos tal como se conocían
en ese entonces, pero esto es precisamente su defecto: no describe la invariante
subyacente, sino sólo su manifestación contemporánea. El propio Jacques Julliard,
en Les gauches francaises, intenta una clasificación más abstracta y por lo tanto
idealmente más válida a través del tiempo, entre izquierda liberal, jacobina 2,
colectivista y libertaria.

Por nuestra parte, identificamos tres culturas a la izquierda, tal como hemos
observado tres a la derecha, y que son mucho más fundamentales e irreductibles
aún que las evocados por estos dos autores. Está primero la izquierda hostil a
cualquier forma de orden tradicional: es la izquierda anarquista, que se opone al
anarquismo de derecha en que considera que el Poder impide el progreso, cuando
el segundo lo acusa de impedir la conservación. Luego está la izquierda que cree
que el progreso debe lograrse si es necesario por la fuerza del poder político: es la

2
La izquierda jacobina es muy Estado-centrica y de arriba-hacia-abajo. El Estado manda los grandes cambios,
no la sociedad civil.

17
izquierda autoritaria (nótese que este calificativo no tiene nada que ver con la
defensa de un régimen político: se trata de designar una concepción del papel del
gobierno otorgándole a éste un papel protagónico en el progreso, y no sólo de
acompañamiento de la sociedad civil). Finalmente, está la izquierda preocupada
por el equilibrio político percibido como condición necesaria del progreso, la
izquierda reformista. Aquellas tres izquierdas son de hecho progresistas, como las
tres derechas son conservadoras, pero tienen diferentes prioridades y
preocupaciones. Como culturas subyacentes, producen en base a doctrinas
similares prioridades y preocupaciones diferentes. Así, cuando las ideas del Siglo
de las Luces (siglo XVIII) surgieron políticamente durante la Revolución (francesa),
la izquierda reformista era liberal y partidaria de la monarquía constitucional; la
izquierda autoritaria era jacobina; la izquierda anarquista engendró el babeuvismo.
Cuando el socialismo se hizo hegemónico en la izquierda en el siglo XX, la
izquierda reformista fue socialdemócrata; la izquierda autoritaria, comunista; y la
izquierda anarquista, mayoritariamente anarcocomunista y libertaria.

Las tres izquierdas y las tres derechas, cuya simetría es perfecta, pueden ver sus
disposiciones fundamentales resumidas en el cuadro siguiente:

18
19
También debe observarse que la derecha y la izquierda reformistas se encuentran,
por naturaleza, sólo hacia el centro, entre la masa de los moderados más
inclinados a conciliar con el otro bando, mientras la proporción de anarquistas y de
autoritarios aumenta a medida que uno se dirige hacia los extremos, en donde los
reformistas están lógicamente ausentes.

Notemos sin embargo que aquí se trata, como para el clivaje mismo, de un
espectro, de un continuo entre tendencias dentro de un mismo campo.

Esta parte de nuestro modelo puede encontrar cierto eco en el intento anglosajón
de desarrollar un concepto RWA/LWA, Right Wing Authoritarianism y Left Wing
Authoritarianism [autoritarismo de derecha y autoritarismo de izquierda]. Vimos
anteriormente, al discutir el modelo de Tuschman, que esta escala, inicialmente
limitada solo al RWA, se basa en tres rasgos de personalidad: el grado de sumisión
a la autoridad (authoritarian submission), la agresión autoritaria (authoritarian
agression), el convencionalismo (conventionalism).
Sin embargo, esta escala se basa en un presupuesto manifiestamente falso: la idea
de que la autoridad, en el sentido de sumisión al orden establecido y a las
instituciones existentes, sería el marcador de la derecha, mientras que hemos
mostrado que los reaccionarios, más a la derecha que los conservadores, son igual
de contestatario del orden establecido que los revolucionarios.
También cabe señalar que, sin tener en cuenta, como lo hacemos, el autoritarismo
como la tendencia a considerar legítimo el uso de la coerción política, y no solo
como defensa encarnizada de un orden establecido, la literatura anglosajona ha
fracasado en aplicar esta escala, en espejo, a la izquierda, siendo rechazada el
LWA por investigadores que creen que el autoritarismo sería posible solo a la
derecha - por falta de haber entendido de qué se trata.
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Por lo tanto, si la escala RWA es inservible tal cual, sus tres criterios, en una forma
ligeramente modificada, permite completar nuestro modelo, en lo que la sumisión a
la autoridad, la agresividad autoritaria y el convencionalismo parecen describir bien
las condiciones de pertenencia de un individuo a una de las tres tendencias, de
derecha o de izquierda. En efecto, si vemos en la sumisión al orden establecido
más bien la adhesión a las instituciones vigentes, y que sustituimos al
convencionalismo el idealismo, definido como adhesión a una idea de sociedad --
un concepto más neutral, ya que aplicable tanto a tradicionalistas de derecha como
a utópicos de izquierda-- la escala toma sentido: un reformista tendrá un alto grado
de adhesión a las instituciones, pero una inclinación a la coacción y un idealismo
débiles. Un autoritario tendrá una inclinación a la coacción que es alta, pero un
grado de adherencia a las instituciones e un idealismo inferiores. Un anarquista
tendrá un alto grado de idealismo, y bajo grado de adherencia a las instituciones y
de inclinación a la coacción.

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SÍNTESIS

Para comprender más fácilmente la dinámica histórica del clivaje político en cada
comunidad política considerada, nos proponemos resumir cada caso con algunas
fases significativas, que muestran claramente el movimiento levógiro y su principal
motor: la aparición regular de nuevas clases de excluidos dotados de conciencia
política.

Siempre y en todas partes han habido reaccionarios, conservadores, progresistas y


revolucionarios, según las definiciones que hemos dado en nuestros desarrollos
teóricos iniciales.

Entonces, el clivaje político corresponde del todo a un posicionamiento en


relación con el orden político y social establecido: no corresponde a un corpus
de "valores" y menos aún a una doctrina ideológica, los cuales no cesan de
cambiar en el tiempo.

Este cambio a lo largo del tiempo se produce exactamente según una dinámica
"levógira", es decir, por la aparición de nuevas ideologías en la extrema izquierda
del espectro político, sirviendo de formulación doctrinaria a las pretensiones a la
integración política de las nuevas clases de excluidos que van apareciendo
sucesivamente.

Finalmente, las revoluciones modernas, que inician el debate político abierto y la


constitución de partidos en el seno de asambleas deliberantes, claramente no
constituyen una ruptura en esa realidad política permanente, no marcan la
aparición repentina de un clivaje que de antaño no existía, como uno pudo pensar a
menudo. Por el contrario, observamos una evidente continuidad entre la evolución
del clivaje antes y después de estos movimientos de revolución.

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HISTORIA DEL CLIVAJE IZQUIERDA-DERECHA EN INGLATERRA

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CONCLUSIÓN

Hemos mostrado cómo la evolución del clivaje político izquierda-derecha, la


sucesión de ideologías a largo plazo, está principalmente determinada por la
distribución estadística de la población, la evolución de las condiciones
socioeconómicas de los individuos, las lentas transformaciones de las
mentalidades, los cambios demográficos. Las doctrinas aparecen principalmente
como racionalizaciones, como una manera de formular reivindicaciones dirigidas a
la integración [incorporación] en el cuerpo político, a la renegociación del orden
establecido en beneficio de las nuevas poblaciones, ya sea esta novedad
económica, social, religiosa o étnica. El impacto del pensamiento político, de la
invención de teorías y de sistemas políticos, es prácticamente nulo y sólo da a las
comunidades políticas la ilusión de controlar su destino, cuando éste es cada vez
menos real cuando uno se aleja de la escala del individuo.

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