Cuento S
Cuento S
Cuento S
Había una vez una niña que corría por la playa por la playa, se llamaba Eleonora, y estaba muy sola y triste porque no podía encontrar a sus
padres. Ellos estaban sentados a la orilla del mar…, pero Eleonora se alejo con imprudencia y ahora ya no los veía. ¡Por Allá a lo lejos, sobre
una roca que se adentraba en el mar, distinguió una vaga silueta…
Apresuró el paso…Más no, no eran ni su papá ni su mamá…no era siquiera una persona …parecía una ave.
¡Qué ave tan extraña!¡No tiene alas!... Solo poseía dos pequeñas extremidades ridículas y se mantenía de pie sobre dos patas. Por eso, desde
lejos, la niña la había confundido con un ser humano.
El animal era tan grande como Eleonora, de color negro, con el vientre entre gris y blanco, y un gran pico anaranjado… Tenía un aspecto muy
gracioso.
La niña se acercó y le dijo: -¡Hola! ¿Quién eres? No te conozco. El extraño animal le respondió amablemente: - Soy un pingüino y me llamo
Mystic.
-Nunca te había visto por aquí en la playa, respondió Eleonora.
- Por que acabo de llegar, contestó el pingüino balanceándose de manera muy cómica sobre sus dos patas… Vengo de muy lejos , de un
país perdido en la bruma, donde siempre hace mucho frío y no hay árboles ni flores…Sólo hay témpanos y el brujo Akawak.
- ¿Cómo llegaste hasta aquí?, interrogó la niña.
Entonces, el pingüino le contó su historia: - Hace algunos días me alejé un poco de mis compañeros. Allá somo muchos, ya sabes… Cuando,
de repente, el gran témpano sobre sobre el que yo estaba instalado se desprendió de la capa de hielo y me llevó lejos de la costa. Pronto
desapareció en la espesa niebla … Estuve a la deriva durante varios días y noches. Cada vez hacia menos frío. Mi témpano empezó a fundirse
y a disminuirse peligrosamente… Y la última noche, cuando ya casi no quedaba lugar para mantenerse en pie, pude llegar a esta playa.
La niña, que había escuchado al pingüino sin interrumpirlo, le dijo: - Escucha, veo a mis padres por allá, debo ir a encontrarme con ellos. Pero
si quieres ser mi amigo vendré a verte aquí mañana.
-Me gustaría mucho, hasta mañana, respondió el pingüino.
Cuando Eleonora se reunión con sus padres, estos le preguntaron: - ¿Con quién hablabas cerca de aquella roca?
-Con un pingüino, respondió la niña. Se llama Mystic y es mi amo. Sus padres, que no la creyeron, empezaron a reírse. - ¡Un pingüino… nada
menos!
A la mañana siguiente, a la misma hora, Eleonora fue a encontrarse con el pingüino… Se contaron su vida, hablaron de sus amigos, de lo que
hacían, de lo que les gustaba…Eso duró varias semanas y se hicieron muy buenos amigos.
Hasta que un día, el pingüino dijo a Eleonora: - ¿Te has dado cuenta de cómo se acortan los días? Cada vez hace menos calor…Pronto llegará
el invierno. Entonces el mar se congelará y podré volver a casa, al país del hielo.
-¡No quiero que te vayas!, exclamó llorando la niña. Quiero que te quedes siempre conmigo. Eres mi amigo y deseo llevarte a mi casa.
-Sabes bien que eso no es posible, respondió Mystic. Los pingüinos no viven en las casas de los niños. No estes triste… Se me acaba de
ocurrir una idea… En mi país, se encuentra el brujo Akawak. Estoy seguro de que el podrá ayudarnos…Vamos, deja de llorar…Regresa
mañana y ahora es mejor que vuelvas a tu casa.
-Adiós, amigo mío , murmuró la pequeña con un nudo en la garganta…-No, adiós no, hasta la vista.
Imagínense la sorpresa de Eleonora cuando, al regresar por la mañana al lugar donde se encontraba con su amigo Mystic , descubrió un gran
pingüino de peluche, ¡tan bonito y tan verdadero como el de carne y hueso!
¡El brujo Akawak había escuchado a nuestro pingüino y lo había transformado en un muñeco de peluche para que pudiera estar siempre con
la pequeña niña, que tanto lo quería!
Desde entonces, Eleonora y Mistic, el pingüino de peluche, no se separan nunca. El duerme en su cuarto y, con frecuencia, ella lo toma entre
sus brazos. Se cuentan mil cosas y duermen juntos en la pequeña cama suave y blanca.
El Principito y el zorro.
Erase una vez un Principito que estaba muy triste porque había conocido más rosas como su rosa en el planeta Tierra y pensaba que su rosa
era una mentirosa. Decepcionado, lloraba amargamente cuando de pronto se acercó un pequeño zorro.
-¡Buenos días!- escuchó que decía alguien desde la lejanía.
- Buenos días- respondió él con educación. Se dio la vuelta, pero no vio a nadie.
-¡Estoy aquí, bajo el manzano! – indicó el zorro. Entonces el niño lo vio.
- ¡Quien eres? ¡Eres muy lindo! - Soy un zorro.
- ¡Ven a jugar conmigo! Estoy muy triste… - dijo el Principito recordando a su rosa.
- No puedo, no estoy domesticado. - ¿Qué es domesticar?
- Veo que no eres de aquí- dijo entonces el zorro- ¿Qué buscas? -Busco hombres… ¿Qué es domesticar?
- Hombres? No me gustan. Cazan zorros pero también crían gallinas. Eso sí es interesante. ¿Tú buscas gallinas?
- No, busco amigos. ¿Qué es domesticar?
El zorro explica qué es “domesticar” al Principito.
-Bueno, es algo muy olvidado ya. Significa “crear lazos” - ¿Crear lazos?
-Sí. Tú eres un niño más, como muchos otros. Tú no me necesitas y yo no te necesito. Pero si me domésticas, tú serás único. Yo sentiré
necesidades de ti y tú sentirás necesidad de mí.
- Ah, ya entiendo- dijo el Principito – En mi planeta hay una rosa… Creo que me ha domesticado.
- ¿En tu planeta hay cazadores? - No.
- ¡Perfecto! ¿Y gallinas? - Tampoco. – Bueno, no hay nada tan perfecto.
El zorro suspiró y siguió con su idea:
-Para mí el trigo dorado es todo igual. No me aporta nada. Pero tu cabello es dorado como el trigo, y si me domésticas, cada vez que lo mire,
me recordará a ti y entonces será especial. Incluso amaré el sonido entre las espigas. Por favor, domestícame. Así mi vida dejará de ser
monótona.
- No sé si tengo tiempo. Busco amigos… - Pero para tener un amigo, debes domesticarlo. ¡Domestícame!
-¡Y qué hay que hacer! - Debes tener mucha paciencia y venir a verme todos los días. Te sientas aquí y solo observas y esperas. Cada día
yo iré acercándome más, hasta que pueda sentarme a tu lado y me deje acariciar por ti. Entonces, ya habremos creado lazos de amistad y
estaré domesticado.
El principito hizo lo que le dijo el zorro, solo que además le pidió que acudiera siempre a la misma hora, ya que de esta manera él podría
sentirse feliz justo un momento antes, pensando en que se acercaba el momento de verle.
-Los rituales son necesarios- le dijo- Hacen que tu corazón salga de la rutina y de un brinco de felicidad.
Y el Principito consiguió domesticar al zorro. Pero él tenía que partir.
-Voy a llorar- dijo el zorro. -Tuya es la culpa. Tú me pediste que te domesticara. Ahora no ganas nada.
- Si gano. Por el color del trigo. – Pero vas a llorar. – Si.
El zorro siguió hablando: - Ahora verás las otras rosas y entenderá lo que te dije. Ve a despedirte de ellas y luego vuelve a despedirme a mí y
te contaré un secreto.
El principio fue a donde estaban las rosas. Efectivamente ya no le parecían iguales a su rosa.
-No son como mi rosa- les dijo- Mi flor es única y ustedes no significan mucho para mí. Mi rosa es aquella a la que cuidé, tapé con un biombo
y protegí del frio. Es aquella a la que salvé de las orugas y atendí cada vez que estornudaba. Ella me necesita y yo la necesitaba a ella. Las
rosas se sintieron molestas.
Después, el Principito regresó donde el zorro para despedirse de él.
-Adiós- dijo el niño. – Adiós- dijo el zorro- Pero antes voy a contarte mi secreto: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a
los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos- repitió el Principito para recordarlo bien.
- El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea importante… - El tiempo que perdí por mi rosa… dijo el Principito para recordarlo
bien.
- Los hombres han olvidado este secreto, pero tú debes recordarlo. Eres responsable de quien has domesticado para siempre.
El principito se alejó repitiendo todas estas frases a fin de no olvidarse.