Golbert (1) - 230822 - 210302
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2. En todo el mundo, los vicentinos trabajan en equipos de 5 a 15 personas, llamados Conferencias -que significa hacer algo juntos- que
constituyen la célula base de la Sociedad de San Vicente de Paul. Los miembros de las Conferencias se esfuerzan en aliviar a los más
necesitados, tanto en lo material como espiritual, por medio del compromiso personal y voluntario, y colaborando con su aporte
económico. También se prestan mutuo apoyo a través de la oración, la reflexión y la práctica religiosa. En la Argentina estas Conferencias
surgieron a mitad del siglo XIX.
Hacia 1910, además del Hospital Rivadavia, administraba siete institutos asilares para
menores y cinco hospitales dedicados a diferentes especialidades médicas, orientados
en su mayoría hacia la población femenina y de infantes y coordinaba la venta de tra-
bajos de costura de las mujeres pobres. (Correa Luna, 1923 y 1925)
En 1926 se fundó el primer hogar de ancianos al que se lo llamó Isabel Balestra Espín-
dola. Dicho establecimiento, que contaba con 28 camas para mujeres, fue administra-
do por las Damas de Beneficencia. A diferencia de las anteriores instituciones dedicadas
a este mismo fin - ahora denominados hogares y no asilos – fue diseñado con una con-
cepción novedosa: las habitaciones para las internas eran más pequeñas e individuales o
bien con dos camas, dotando de mayor intimidad y respeto a la vida en internación.
Este modelo de asistencia fue replicado en casi todas las provincias: organizaciones que
practicaban la beneficencia, con características similares a la de la Capital, se multiplicaron
a lo largo y ancho del país. Desde comienzos del siglo XX se presentaban y se otorgaban
en el Parlamento cientos de pedidos de subsidios destinados a organizaciones privadas que
respondían, en su gran mayoría, a distintas órdenes de la religión católica para atender a
una población minúscula.5 Como en el caso de la Sociedad de Beneficencia, pese a que
el financiamiento provenía en su casi totalidad de subsidios otorgados por el Parlamento,
estas organizaciones eran las que decidían cual era el beneficio a otorgar y quienes eran los
destinatarios de estos beneficios cuyo número era, en general, muy escaso.
5. Entre estas instituciones se destaca la de San Vicente de Paul, por su perdurabilidad en el tiempo, pero sobre todo por la particularidad
de su gestión: las visitas domiciliarias que fueron un rasgo característico de esta organización. “En los primeros 25 años de su existencia
(1880/1914) las integrantes de las Conferencias de Damas de San Vicente de Paul realizaron, con el propósito de establecer contactos con las
mujeres de los sectores populares 2.009.127 visitas domiciliarias, sobre un total de 120.351 familias asistidas.” (Conferencia de señoras San
Vicente de Paul, 1915, citado por Ciafardo, 1990: 165)
El Patronato de la Infancia
La atención a la infancia no quedó exclusivamente a cargo de las llamadas “damas de
caridad”. En 1892, la Asistencia Pública creó el Patronato de la Infancia, cuya con-
ducción cayó en manos de José Ayerza. La finalidad de la asociación, planteada en el
discurso inaugural de su presidente, era la protección de “los niños recién nacidos, las
inspección de nodrizas, los niños de conventillos, enfermos, incurables, ocupados en la in-
dustria, moralmente abandonados, extraviados, maltratados, mendigos, etc.”.
Las autoridades del Patronato procuraban el desarrollo físico, intelectual y moral de los
niños. Para alcanzar estas aspiraciones se basaron en la instrucción religiosa, una educa-
ción elemental básica, la formación de bandas de música y el aprendizaje de instrucción
militar y prácticas de tiro. En todos los establecimientos creados por esta institución
se instalaron consultorios médicos y salas de aislamiento para evitar la propagación de
enfermedades infecciosas. Con estas medidas el Patronato logró llevar la mortalidad
infantil a niveles de incidencia muy bajos. Las autoridades del Patronato estaban a favor
de fortalecer los lazos familiares y respetar la patria potestad de los padres.
Entre 1892 y 1914 el Patronato publicó la Revista de Higiene Infantil, dirigida por dos
de los principales médicos higienistas de nuestro país, Emilio Coni y Manuel T. Podes-
tá. En esta revista intentaban dar cuenta de la actividad médico-asistencial, medicina
clínica y cirugía infantil, realizada en el Sanatorio de Menores, y además difundir “con-
sejos especiales para las madres de familia sobre la crianza de los niños, para los maestros
sobre la higiene del niño en la escuela y para los industriales dueños de fábricas, etcétera,
sobre la higiene del niño en los talleres” en la llamada “sección doctrinal”. Otro ejemplo
de esta vinculación entre el patronato y la asistencia sanitaria se dió en 1893 cuando,
a través de esta publicación, se propuso la creación de colonias de verano para niños
débiles, proyecto que se llevó a cabo en 1902 en colaboración con la Liga Argentina de
Lucha contra la Tuberculosis. (Ríos y Talak, 1999: 157)
A pesar de las acciones del Patronato, las autoridades de la ciudad consideraban que
las actividades que se estaban realizando no eran suficientes. Era necesario delinear un
plan nacional de asistencia a la niñez y establecer un organismo público que se ocupara
de ella. Surgió así, en 1906, la Dirección de la Primera Infancia con la triple función
de brindar asistencia medica, educativa social a través de sus dispensarios lactantes, de
institutos de puericultura y los centros sanitarios de internación. ( Carolina Biernat,
Karina Ramaciotti, 334)
El malestar sobre estos niños que diariamente recorrían las calles de la ciudad se venía
acumulando desde que la masiva ola migratoria que llegó al país a fines del siglo XIX
pobló de niños a la ciudad. La insuficiencia de viviendas, con el consiguiente hacina-
miento de las familias de los trabajadores en conventillos, la prohibición a los niños de
permanecer durante el día en los mismos o, incluso, de estacionarse en la puerta, los
empujaba a las calles de la ciudad. (Ciafardo, 1992)
La activa participación de los niños en la revuelta de los inquilinos, que se analiza más
adelante, aumentaba la inquina contra ellos. En esos días el Dr. Agote6 se preguntaba
sobre qué hacer con estos niños que “… constituyen un contingente admirable para
cualquier desorden social siguiendo por una gradación sucesiva de esta pendiente siempre
progresiva del vicio, hasta el crimen, van a formar parte de esas bandas anarquistas que han
agitado la ciudad en el último tiempo.” (citado en Demaría y Figueroa, sin fecha)
Que muchos de estos niños trabajaran y contribuyeran con su dinero a aumentar los
ingresos familiares no significó un hándicap a su favor. Por el contrario, eran censura-
dos por eso. El oficio peor visto en este sentido era el de canillitas. Agote presentaba a
la venta de diarios como la antesala del crimen:
“En esas condiciones los niños no son sino una carga para la familia, y la venta de diarios es un
recurso que responde a las exigencias: primero, librarse de los muchachos en las casas, y segun-
do, los pocos centavos que los muchachos traen a la noche y que aumentan las entradas de la
familia siempre escasas. Y a este paso van siguiendo la escuela hacia el crimen… Está probado
que el 50 por ciento de los individuos que están en las prisiones y que reside desde la niñez en
nuestro país, ya sea por su nacimiento o porque han llegado a corta edad, han sido vendedores
de diarios.” (Congreso Nacional, Cámara de Diputados, 28 de agosto de 1919)
6. Luis Agote fue electo diputado y senador en la provincia de Buenos Aires. Fue también elegido dos veces diputado nacional por Buenos
Aires (1910 y 1916) por el Partido Conservador. Como médico fue uno de los primeros en realizar transfusiones de sangre indirectas sin
que la sangre se coagulara en el recipiente que la contenía.
La Ley N° 10.903 fue el corolario de esta vinculación del niño con la delincuencia y
la agitación social. La ley estipulaba que el padre podía perder la patria potestad por
“abandono o exposición de los hijos, colocación de los mismos en peligro moral o
material, por delincuencia, por tratar a los hijos con excesiva dureza, por ebriedad
consuetudinaria o inconducta notoria” (Ríos y Talak, 1999: 154). De darse el caso, los
menores quedaban bajo patronato del Estado nacional o provincial.
La cuestión social
El crecimiento urbano y el desarrollo de las industrias trajeron aparejados un aumento
en los conflictos laborales y sociales. La oferta de vivienda resulto más que insatisfac-
toria para el inusitado aumento de la población que se concentró en las ciudades más
importantes del país. A los reclamos por las malas condiciones laborales se sumaron,
entonces, las manifestaciones por viviendas dignas. Los trabajadores organizados en
sindicatos, muchos de los cuales respondían a la corriente anarquista inspirados en las
ideas de Bakunin, no dudaron en utilizar a la huelga como un instrumento para hacer
valer sus demandas. Pese a que los resultados, como se observa en el siguiente cuadro,
no fueron en general favorables para los trabajadores, los dirigentes persistieron en
recurrir a la huelga.
Fuente: Boletín del Departamento Nacional de Trabajo (citado por Cortés Conde y Gallo, 1967: 223).
7. La huelga general que se desata a fines de noviembre de 1902, se considera la primera de este tipo a escala nacional. A principios de aquel
mes, comenzó una huelga de estibadores que afectó a varios puertos del país. Giraba en torno a demandas de mejores condiciones laborales
(ligadas al peso de las bolsas que debían acarrear), contra la rebaja de salarios y las suspensiones que se solían dar según la cantidad de
trabajo existente y por la jornada de 9 horas. De ahí y en vistas de la respuesta represiva del gobierno nacional, la huelga escala y se hace
general. En los primeros días de noviembre de 1902, el paro portuario no sólo continuaba extendiéndose, sino que logró la solidaridad de
obreros de otros establecimientos. Esto provocó la intervención de las fuerzas del orden y diversos tipos de enfrentamientos.
En su gran mayoría los hombres embarcados en esta corriente reformista habían pasa-
do por la Universidad, sobresaliendo por su número los médicos y abogados. Sus posi-
ciones se basaban tanto en la convicción de que la política parlamentaria era el ámbito
propio para la búsqueda de las soluciones al conflicto social como en la creencia que
las ciencias sociales resultaban de utilidad a la hora de diseñar políticas.
8. La ley de defensa social prohibía la entrada a ciertos extranjeros y permitía también su expulsión, prohibía la existencia de toda aso-
ciación que tuviera como objetivo la propagación de la doctrina anarquista y regulaba el derecho de reunión y penaba la apología del
delito y el uso de explosivos con penas que iban desde los 6 años de prisión hasta la pena de muerte. Esta ley fue derogada en 1921.
(Zimmermann, 1995)
En Prusia el canciller Bismarck ya se había adelantado. A finales del siglo XIX, ante el
temor de que los trabajadores se inclinaran por el socialismo, decidió implementar una
serie de medidas destinadas a mejorar las condiciones de vida de ellos: seguro contra
accidentes de trabajo y pensiones de vejez e invalidez financiadas por la contribución
de patrones y empleados. Estimaba que por el temor de perder sus pensiones los traba-
jadores no se enfrentarían con la autoridad estatal. Especulaba, también, que con estas
medidas se debilitaría el poder sindical.
Más allá de las razones que pudo haber tenido la elite gobernante para aprobar esta ley
(¿ganar legitimidad confiando en que con la ley electoral reformada igual iban a ganar
las elecciones?, ¿asegurar la gobernabilidad en momento de alta conflictividad social?)
Mientras esto sucedía en la arena política, hubo una renovación en la dirigencia sindical
que incidió en el cambio de relación entre trabajadores y patrones. Desde las últimas
décadas del siglo XIX, los trabajadores habían comenzado a organizarse para luchar
por mejoras en sus condiciones de vida y laborales. En 1887 se formó La Fraternidad,
Sociedad de Ayuda Mutua entre Maquinistas y Fogoneros de Locomotoras. A comien-
zos de siglo, en 1901, se creó la Federación Obrera Argentina, que mas tarde cambió
su nombre por la FORA (Federación Obrera de la República Argentina). Adherida
a las ideas del anarquismo, esta organización consideraba que la única metodología
para hacer valer sus demandas era el enfrentamiento contra el Estado y la patronal. La
huelga era, para ellos, el mejor instrumento de lucha.
9. En la década de 1880 surgió en Europa una tendencia – que se denominó sindicalista - que concebía a las organizaciones gremiales
como el principal instrumento revolucionario y ponía el acento en su desarrollo autónomo. Reivindicando la acción directa como única
forma de acción revolucionaria y considerando al parlamentarismo proclive a la colaboración de clases, esta tendencia centraba la lucha
en el terreno económico y entendía que por esa vía se llegaría finalmente a la huelga general revolucionaria que terminaría con el capi-
talismo. En 1906, la CGT francesa aprobó una declaración que proclamaba la absoluta independencia del movimiento sindical y rechazaba
cualquier tipo de alianza con los partidos políticos. Esa declaración será tomada como modelo en la Argentina. (Hugo del Campo, 2005).
El rasgo más novedoso del movimiento asociativo fue su fragmentación, que así fue
descripto por Hilda Sábato (2002: 165): “Aunque muchas instituciones siguieron mos-
trando una composición social heterogénea, otras definieron su reclutamiento de manera
más horizontal, recortando un perfil específico. En muchos casos ese recorte era, además,
explícito y la adscripción de clase se hacía manifiesta. La defensa sectorial de intereses se
convertía así en un objetivo central de esas asociaciones. En otros casos, el sesgo no era social
sino corporativo: se buscaba defender un espacio profesional, por ejemplo, o un actividad
económica frente a otra. De esa manera, mientras que en la primera etapa el asociacio-
nismo hablaba en nombre del bien común al que aspiraba a encarar, en estas décadas
(1880/1920), el lenguaje de los intereses se fue imponiendo y la confrontación ganó un
lugar en el espacio público”.
Sobre la base de este diagnostico el Ministro González elaboró un proyecto del Código
Laboral que constaba de 465 artículos en más de 14 títulos. Estos eran los referidos a
los extranjeros, a los contratos de trabajo, a la duración de la jornada, a los trabajo de
menores y mujeres, etc. Se proponía también la regularización de las asociaciones de
profesionales de la industria y obrera,
se creaba una Junta Nacional de Tra-
bajo como autoridad administrativa Propuesta de Bialet Masse sobre la
en el campo de las relaciones laborales industria azucarera
y se establecían tribunales de concilia-
1. Que urge la ley de trabajo, la abolición
ción y arbitraje. Fijaba la necesidad de
del vale y de la proveeduría, la jornada
encuadrar las organizaciones obreras
racional y el descanso dominical, que debe
dentro de un marco legal preestable- ser absoluto, radical y penada esa venta
cido como requisito previo al uso de por copas al fiado, causa de tantos males,
los mecanismos de conciliación (Zi- como lo hago notar en mi capítulo sobre el
mmermann, 1995). descanso dominical.
2. Pero sobre todo y ante todo, la prohibición
El proyecto, si bien contó con la par- del trabajo del niño antes de los 15 años de
ticipación de figuras notables de la edad, y el trabajo de noche para ellos y una
inspección firme del trabajo que supla la
época como José Ingenieros, Alfredo
indolencia o, si se quiere, la insuficiencia
Palacios o Ricardo Rojas no recibió
del Ministerio de Menores.
apoyo ni del movimiento obrero ni 3. El niño argentino no puede ni debe traba-
de los industriales. jar en aquellos climas antes de los 15 años
ni la mujer en ningún trabajo nocturno,
La FORA anarquista rechazó el pro- sin que degenere el individuo y la raza.
yecto argumentando que era un in- (Informe sobre el estado de la clase obrera,
tento del gobierno de controlar las Bialet Masse, 1985: 232)
10. Nacido en España, Bialet Massé fue médico, abogado, empresario y agrónomo.
11. Se denominaban Territorios Nacionales aquellos dependientes de la autoridad central y sin autonomía presupuestaria. En ese
momento los territorios nacionales eran: La Pampa, Chaco, Misiones, Neuquén, Río Negro, Formosa, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego,
Antártida e Islas del Atlántico Sur.
Pese a que no fue sancionado, los estudiosos del tema acuerdan que el proyecto Joaquín
V. González constituyó el punto partida de la legislación laboral del país. Inspiradas en
la propuesta sintetizada en el Código Laboral, se promulgaron en esos años una serie
de leyes -algunas de las cuales se describen a continuación- tendientes a mejorar las
condiciones de vida y la situación laboral de los trabajadores. Muchas de estas iniciati-
vas provinieron de diputados y senadores socialistas. La figura del diputado y más tarde
senador Alfredo Palacio fue, sin duda, la más descollante.
En 1913, Enrique del Valle Ibarlucea presentó un proyecto para la regulación del trabajo
a domicilio, que se había extendido como consecuencia del aumento del costo de vida y
la necesidad de los hogares pobres de contar con otro ingreso. A comienzos de la segunda
década del siglo XX el trabajo a domicilio había experimentado un notable incremento
en la Capital, sobre todo en las industrias del vestido y del tocador. De acuerdo a la
información del Departamento Nacional de Trabajo, en 1912 dicha industria “absorbía
74.177 obreros a domicilio. De dicho total 60.000 eran mujeres.” (Panettieri, 1984: 68).
Las condiciones de trabajo comprobadas por la inspección realizada por el Departamento
Nacional de Trabajo eran decididamente malas: largas jornadas sin descanso en una habi-
tación que era utilizada al mismo tiempo de hogar de la familia y de lugar de trabajo.
El trabajo domiciliario era mejor visto que el trabajo en una fábrica: no sólo la mujer
podía vigilar su casa mientras trabajaba sino que también quedaba fuera de la influen-
cia sindical. Del Valle Iberlucea, que compartía esta opinión, reconocía sin embargo
que las condiciones del trabajo a domicilio eran tan penosas que “(...) en muchas muje-
res se despierta el anhelo de salir del ambiente lóbrego del hogar para ir a los grandes talleres
donde se gana más con menores dificultades.” (Kabat, 2003). De ahí su propuesta de me-
jorar las condiciones del trabajo domiciliario, que fue finalmente aprobada en 1918.
La mala cosecha de 1914 y el estallido de la Primera Guerra Mundial fueron los de-
tonantes de una profunda crisis económica. Las exportaciones cayeron bruscamente
y también se contrajo la actividad en el sector de la construcción. A diferencia de lo
ocurrido en años anteriores cuando hubo que recurrir a la migración para resolver el
problema de la escasez de mano de obra, a partir de 1912 comenzó a contraerse la
demanda laboral: entre 1912 y 1917 el desempleo creció del 5,1 al 19,4.
De acuerdo con el diagnóstico del gobierno se estaba ante una situación de paro forzoso de-
finido como “la desocupación involuntaria de los obreros válidos.” (Departamento Nacional
de Trabajo,1913: 387). Ante esta situación, el Departamento Nacional de Trabajo conside-
ró que eran dos las medidas que podían implementarse para hacer frente al desempleo: la
creación de oficinas de colocación para poner en contacto la oferta y la demanda y el seguro
de desempleo, en caso que no se lograra colocación para el obrero. Como esta segunda op-
ción no contó con la aprobación ni de la Unión Industrial ni de los diputados socialistas13,
el gobierno optó por el primer camino. Es así que en 1913 se crearon las Agencias Gratuitas
de Colocaciones que quedaron bajo la órbita del Registro Nacional de Colocaciones del
Departamento Nacional del Trabajo14 con facultades para intervenir en el mercado laboral
específicamente, en la distribución de la población y disminuir así los riesgos del paro. La
ley previó la creación de dos agencias públicas y gratuitas en la Capital Federal y una en
cada capital de provincia y de territorio nacional, otra en Rosario y otra en Bahía Blanca.
La primera ley que tuvo como objetivo específico la protección de las mujeres fue la
N° 5.291 presentada en el Congreso de la Nación por el diputado socialista Alfredo
Palacios en 1906 y sancionada al año siguiente. El proyecto no sólo contemplaba jor-
nadas laborales de 8 horas para menores de 16 años y establecía condiciones mínimas
de seguridad y salubridad en los ámbitos laborales, sino que también legislaba sobre
cuestiones que sólo incumbía a las mujeres: colocación de sillas para las empleadas,
permisos de 15 minutos cada dos horas para amamantar a los hijos, treinta días de
descanso después del parto, descanso de dos horas consecutivas entre la mañana y la
tarde, entre otras cosas. La ley fue de aplicación obligatoria para la Capital Federal y
territorios nacionales, pero discrecional para las provincias. (Bertolo, 2005)
Esta ley sancionada en 1907 fue reemplazada en 1924 por la N° 11.317. Entre otras
cuestiones, se ratificaba la jornada laboral de 8 horas, se establecían 45 días de licencia
antes del parto y 60 después, salas cuna para los menores de dos años en los estableci-
mientos con más de 50 obreras, y la prohibición del despido por embarazo, correspon-
diendo una indemnización en casos injustificados.
Unos años más tarde, Alfredo Palacios acompañado esta vez por el diputado de extracción
socialista Mario Bravo, presentaron un nuevo proyecto de ley de protección a la madre
obrera, aprobado casi sin discusión en 1934. La Ley N° 11.933 establecía un subsidio por
maternidad, “equivalente a un salario o sueldo íntegro garantizando el derecho a cuidados
gratuitos de un médico o de una partera”. El financiamiento para este seguro estaba a
cargo de la trabajadora, el Estado y el patrón. Fue también Alfredo Palacios quien tuvo la
iniciativa de proponer la prohibición de despido del personal por contraer matrimonio.15
La política de vivienda
Cuando a fines del siglo XIX los migrantes europeos llegaron masivamente al país,
algunas ciudades crecieron desmesuradamente. La ciudad de Buenos Aires pasó de
177.787 habitantes en 1869 a 950.891 en 1904.
16. Se denomina así un tipo de vivienda también conocida como inquilinato, donde cada cuarto es alquilado por una familia o por un grupo
de hombres solos. Los servicios (comedor, baños) suelen ser comunes para todos los inquilinos.
La ley dio origen a la Comisión Nacional de Casas Baratas (CNCB), que tenía por
objetivo, mediante la contratación de terceros, la construcción de casas higiénicas y
baratas, destinadas a ser vendidas o alquiladas a los sectores populares en general. La
Comisión estaba formada por cinco miembros nombrados por el Poder Ejecutivo y
los fondos para la construcción de viviendas individuales y colectivas se obtenían de la
recaudación del hipódromo de los días jueves, de fondos otorgados por el Gobierno
nacional y de donaciones. La ley apuntaba a que la CNCB construyera viviendas con
La otra institución que se destaca del período es el Banco Hipotecario Nacional. Crea-
do en 1886, al menos en los primeros años no presentó soluciones para el problema
habitacional de los sectores populares ya que el crédito hipotecario oficial, por sus
características, sólo llegaba a sectores pudientes (Yujnovsky, 1974). Sin embargo, des-
de la década del veinte, el BHN tomó un nuevo rumbo a partir de la Ley N° 10.676,
que reformó la carta orgánica de la institución y le asignó nuevas funciones destinadas
especialmente a la vivienda popular y a la política agraria. Se destacan los créditos
otorgados a empleados públicos que, a pesar de no ser extensivos a la totalidad de los
sectores populares, aumentaron en número con relación a años anteriores. También
se pusieron en marcha planes de colonización, por medio de préstamos hipotecarios a
agricultores que quisieran asentarse en las provincias de Mendoza, Tucumán, Santiago
del Estero, Entre Ríos y Buenos Aires. Finalmente, con la crisis del treinta las activi-
dades del banco disminuirían, hasta que, con el peronismo, cobra un verdadero papel
protagónico en la política de vivienda. (Ballent, 2004)
17. Francisco Liernur sostiene que, en general, la política de vivienda real durante los años de existencia de la Comisión consistió en
estimular el éxodo de la población a los cinturones periféricos, bloquear los alquileres, aumentar la oferta de crédito hipotecario, realizar
tareas educativas y de difusión sobre vivienda higiénica, y tratar de mantener bajos los precios de los transportes; y califica a los conjun-
tos de vivienda construidos como “actos políticos en respuesta a necesidades contingentes” o producto de la presión de empresas con-
structoras. (Liernur, 2004: 135)
La política previsional
Paralelamente al avance de la legislación laboral, a comienzos del siglo XX surgen las
primeras cajas de jubilaciones cuyos beneficiarios son grupos ocupacionales que ocu-
paban un lugar estratégico en el sistema productivo o en la administración pública.
Gozar de una jubilación significa no sólo una protección para las personas de edad sino
también un alivio para su familia al disponer de mayores ingresos.
Durante el siglo XIX solo los militares, los altos escalafones de la administración
pública y los maestros públicos recibían el beneficio de jubilaciones y pensiones. En
1904, con la sanción de la Ley N° 4.349 que crea la Caja Nacional de Jubilaciones
y Pensiones se extendió la cobertura a todos los trabajadores de la administración
central: funcionarios, empleados y agentes civiles que desempeñaban cargos en la
administración, personal del Consejo Nacional de Educación, empleados del Ban-
co de la Nación y del Hipotecario Nacional, magistrados judiciales, ministros de
Estado y los que desempeñaban cargos electivos con más de 20 años de servicios
y el personal de Ferrocarriles de la Nación. “Esta ley inaugura un nuevo escenario
de protección social de alcance limitado a los trabajadores vinculados al sector público
18. Debe tenerse en cuenta el congelamiento de los alquileres en 1920 (gobierno de H. Yrigoyen), que fue la primer medida adoptada en
ese sentido y repetida, luego, en el gobierno de Perón.
En 1915 surgió la primera caja de jubilaciones para el sector privado: la de los ferro-
viarios. Como la normativa establecía que la condición para otorgar la jubilación era
la prohibición de participar en huelgas, los trabajadores no aceptaron la ley. En 1919,
eliminada esta restricción, se sancionó un nuevo régimen jubilatorio que contó con el
acuerdo de los trabajadores del ferrocarril. (Ley N° 10.650)
La salud pública
Durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, las condiciones
de salud de amplios sectores de la población eran penosas. A las malas condiciones
laborales, el hacinamiento y las elevadas tasas de mortalidad infantil y materna, se
le sumaron una serie de enfermedades infectocontagiosas que se propagaron por la
ciudad de Buenos Aires. Cólera, fiebre amarilla, fiebre tifoidea, tuberculosis, viruela,
19. Ya a fines del siglo XIX, bajo la presidencia de Pellegrini, Emilio Coni, director en ese entonces de la Asistencia Pública, le presentó al
presidente una propuesta de “centralización de los hospitales y hospicios en una autoridad competente... porque a juicio mío debían
depender de una comisión de personas honorables e idóneas, pues en materia hospitalaria no bastaban la distinción y la belleza... para
tornarlas hábiles en la administración de establecimientos esencialmente técnicos, que requieren conocimientos que ellas no pueden
tener”. Es notable la respuesta que Pellegrini le dio a su pedido: “...las ideas expuestas están perfectamente fundamentadas... deploro
que en nuestro país, donde la Sociedad de Beneficencia figura como una entidad poderosísima, no será posible por ahora, realizar su
desiderátum... no ha nacido aún el hombre público en este país que se atreva a retirarle a dicha asociación la dirección de los nosoco-
mios a su cargo, so pena de levantar ante sí una enorme montaña de resistencias y malas voluntades. La Sociedad de Beneficencia es, a
mi ver, una fortaleza inexpugnable...” (Coni, Emilio, citado por Veronelli, 2004: 301)
Capital 5 17 4 26
Territorios 1 6 7
Buenos Aires 3 2 27 43 5
Santa Fe 1 14 15
Entre Ríos 1 18 19
Córdoba 1 1 10 12
Tucumán 4 3 7
Corrientes 3 10 13
Mendoza 2 2 2 6
Salta 1 5 6
San Luis 8 8
San Juan 1 2 3
Catamarca 5 5
La Rioja 2 2
Jujuy 2 4 6
Fuente: Inspección de Subsidios, Memoria del MREC 1915. (extraído de Campos, 2006)
En los albores del siglo XX se agudizo el enfrentamiento entre las sociedades de benefi-
cencia que prestaban asistencia médica y los defensores de la salud pública. Los médi-
cos higienistas reclamaban por la eliminación de las organizaciones de beneficencia y la
centralización de las políticas de salud en el Estado. En esta discusión no sólo estaba en
juego si debía primar la caridad sobre el derecho de los ciudadanos a la salud pública,
más allá de su condición económica, sino también el propio concepto de salud pública.
Mientras que los higienistas consideraban que el Estado debía ejercer una acción pre-
ventiva y planificada, las damas de caridad sólo pretendían observar reglas de higiene
desde los hospitales que ellas administraban.
Los treinta no son, por lo tanto, sólo la década infame en la que el fraude y la proscripción
están a la orden del día. Es una década de construcción de nuevos escenarios, en la
cual el sindicato y el Estado adoptan nuevos roles, y los enfrentamientos comienzan
a resolverse por medio de la negociación. Son estos cambios los que posibilitan las
políticas que años más tarde el peronismo va a poner en marcha y no las novedades
en el campo de la política social, los que distinguen esta década.
Los cambios en el escenario político
El gobierno radical encabezado por Hipólito Yrigoyen inauguró una nueva relación
entre el gobierno y la dirigencia sindical. Este cambio en la relación fue posible no sólo
por el particular estilo de gestión del presidente sino por los cambios habidos en la diri-
gencia del movimiento obrero. La dirección de los sindicatos había quedado en manos
de sindicalistas y socialistas quienes, a diferencia de los anarquistas, estaban dispuestos
a negociar con los patrones y el Estado.20
Esta nueva relación con el movimiento obrero fue interpretada por distintos autores
como el momento inaugural de una nueva modalidad de relación del Estado con los
trabajadores. Si bien el Departamento Nacional de Trabajo desde su creación tenía ca-
pacidades para intervenir en el caso de un conflicto laboral, la novedad con Irigoyen es
que además de mantener contactos fluidos y directos con la FORA laudó, en distintas
ocasiones, a favor de los obreros.
20. Distintos autores (Garguin, 2000. Falcón, 2004) consideran que hubo un pacto tácito entre el sindicalismo y el presidente Irigoyen. Este
pacto fue posible, según Falcón, porque los radicales no se proponían crear corrientes proradicales y los sindicalistas no competían, dado su
conocido abstencionismo, con los radicales en el plano electoral. Se ha dicho más de una vez que este pacto tácito respondía a la necesidad
de hacer frente a un adversario común: los socialistas. En efecto, ellos competían con los radicales en el terreno político y con los sindicalis-
tas revolucionarios en el sindical” ( Falcón, 2004:120). Sin embargo, los socialistas también estaban dispuestos a participar en la mesa de
negociaciones como se demostró cuando se trató de defender los intereses de los trabajadores del ferrocarril.
Pese a este cambio en la relación Estado/sindicato inaugurado por Yrigoyen, fue duran-
te su presidencia cuando se produjo la dramática represión a los obreros en los talleres
metalúrgicos Vasena en los días de la “la Semana Trágica”21 y en la Patagonia, dejando
como saldos decenas de muertos.22
21. La Semana Trágica se inició a comienzos de 1919 a raíz de una huelga decretada por los obreros de un taller metalúrgico en reclamo
de mejoras salariales y reducción de la jornada de trabajo. Como consecuencia de la intervención policial varios obreros resultaron
muertos. Los disturbios continuaron durante varios días extendiéndose incluso a otras ciudades. Finalmente el gobierno nacional dio
intervención al ejército, que reprimió duramente dejando un saldo de varios muertos y heridos.
22. En setiembre de1920 en la provincia de Santa Cruz se inicia una huelga de protesta. Entre otras demandas, los obreros rurales exigían
que en recintos de 16 m² no durmieran más de tres hombres, que se entregase un paquete de velas a cada obrero mensualmente, que
no se trabajase los sábados, un mejoramiento de las raciones de alimentos, un sueldo mínimo mensual de 100 pesos y el recono-
cimiento de la Sociedad Obrera, que respondía a la FORA, como el único representante legítimo de los trabajadores, aceptando el nom-
bramiento de un delegado como intermediario entre las partes en conflicto. Este pliego fue rechazado por la organización que nucleaba
a los estancieros, la Sociedad Rural. La respuesta de los trabajadores fue declarar la huelga general, en noviembre de 1920 en todo el
territorio de la provincia de Santa Cruz. El conflicto se extiende por varios meses. En noviembre de 1921, el presidente Hipólito Yrigoyen
decidió el envío de tropas del Regimiento 10° de Caballería. La campaña finalizó el 10 de enero de 1922 con un dramático saldo: alred-
edor de 1.500 obreros resultaron muertos.
“1) Reconocimiento de los sindicatos. Por el mero hecho de existir, los sindicatos serán con-
siderados como instituciones de bien público, con facultades para vigilar la aplicación
de la legislación social.”
“2) Jornada de trabajo y vacaciones. Ocho horas de trabajo para adultos en trabajos
diurnos y seis en trabajos nocturnos y en las industrias insalubres. El ciclo semanal
será se cinco días como máximo. Vacaciones anuales con goce de sueldo.”
“3) Derecho de vida y seguro social. Salario mínimo fijado periódicamente por comisiones
integradas por representantes de los sindicatos obreros y de organizaciones patronales
de la industria o región. Establecimiento del seguro nacional sobre desocupación,
enfermedad, vejez y maternidad.”
“4) Intervención obrera. Intervención y contralor de la organización obrera en diversos
organismos del Estado.”
“5) Oficinas de colocación. Supresión de las agencias particulares; las oficinas de colo-
cación serán establecidas por las municipalidades y en su administración tendrán
intervención directa los sindicatos.”
“6) Protección a la maternidad. Pensión proporcional al número de hijos menores de 14
años a toda mujer sin marido y sin recursos.”
“7) Defensa de la infancia. Instrucción pública y obligatoria, laica y gratuita, hasta los
14 años, debiendo el Estado proveer también gratuitamente, alimentos, vestidos y los
útiles necesarios a la enseñanza.”
“8) Ley N° 9.688 (accidentes del trabajo). Reforma de la ley en estos aspectos: las incapa-
cidades se contarán desde que se produce el accidente. Extensión de la ley a todos los
asalariados indistintamente. Aumentar los beneficios de la indemnización parcial al
100% del salario. Elevar las indemnizaciones máximas a $ 15.000.-. Supresión del
límite de salario para tener derecho a los beneficios de la ley. Los seguros por accidentes
de trabajo estarán a cargo del Estado.”
“9) Estabilidad y escalafón para los trabajadores del Estado y demás entidades de carácter
público.”
Las circunstancias económicas obligaron al nuevo presidente a tomar una serie de de-
cisiones en materia de política económica. El control de cambios, el Banco Central, las
Juntas Reguladoras como la de carne y granos fueron algunas de las creaciones de esos
años, marcando un cambio trascendente: la creciente ingerencia que, a partir de este
momento y por varias décadas, el Estado va a tener en la economía.
Dos años más tarde, el diputado Alfredo Palacios presentó una propuesta de crea-
ción de una Junta Nacional para Combatir la Desocupación, que fue aprobada por
el Congreso. El objetivo de esta ley, que lleva el número 11.896, era “organizar
la asistencia inmediata a los desocupados, proyectar un plan de acción racional para
afrontar la resolución de ese problema, organizar y fomentar el desarrollo del trabajo y
promocionarlo a los desocupados, bien sea en los lugares donde se encuentran o trasla-
dándolos a los distintos centros en que su labor sea necesaria y realizar los servicios de
asistencia y auxilio.” 24
23. La Concordancia se conformó en 1931 con el Partido Demócrata Nacional, los radicales antipersonalistas y los socialistas independientes.
24. Artículo 1° de la Ley N° 11.896.
El gobierno tampoco optó por poner en marcha políticas activas de empleo. Su acción
se limitó a facilitar el traslado de obreros, jornaleros o peones sin trabajo desde las
zonas donde existía oferta de mano de obra o adiestrar a los desocupados sin profesión
impartiéndoles nociones o rudimentos capaces de permitirles el desempeño de oficios
mecánicos o rurales. Se llegó incluso a estipular, para aquellos desocupados sin apti-
tudes o deseos para el trabajo, su concentración en campos especiales (Girbal-Blacha,
2003). Se aprobó la Ley N° 12.101 (1934) que proponía la creación de agencias públi-
cas de colocaciones, retomando una vieja iniciativa de 1913.
El mejor antídoto contra el desempleo fueron los cambios impulsados por el gobierno
de Justo a favor del desarrollo de la industria volcada fundamentalmente al mercado
interno. Expulsados por la caída de la producción agropecuaria, una parte signifi-
cativa de los habitantes del interior del país comenzaron a desplazarse a los grandes
centros industriales en busca de horizontes más promisorios. La mayoría de ellos se
instaló en el llamado cordón industrial de Buenos Aires, que se convirtió en la zona
demográfica más densamente poblada del país. Secundariamente la migración eligió
ciudades como Rosario y Córdoba.
Catamarca 12 14 10 19
Corrientes 6 9 12 16
Entre Ríos 3 6 10 19
La Rioja 8 13 11 17
San Juan 9 8 4 5
San Luis 9 13 14 19
Córdoba 4 (4)* 5 7
*. Los valores entre paréntesis corresponden a períodos en que la migración neta de nativos fue positiva.
Fuente: Lattes, 1973: 861.
En la dirigencia sindical también soplaban nuevos aires. Luego de los dos años pasados
con un gobierno como el encabezado por el General Uriburu, que había reprimido
En setiembre de 1934 se sancionó la Ley N°11.729 que modificaba los artículos 154
al 160 del Código de Comercio estableciendo, entre otras cuestiones, el régimen de
indemnizaciones por despido, las vacaciones anuales pagas, el aguinaldo e introduce
la regulación por accidentes de trabajo y la licencia a empleadas y obreras en estado
de gravidez.
Si bien esta normativa tiene la estructura propia de una ley General del Trabajo, su
alcance estaba limitado sólo a una parte de los trabajadores ya que no se aplicaba a los
trabajadores de la agricultura y a los dependientes de las asociaciones civiles y activida-
des profesionales. El decreto 33.302 del año 1945 -convertido posteriormente en Ley
N° 12.921- extendió, en lo que se refiere a la suspensión e indemnización por despi-
dos, las disposiciones de la 11729 a la totalidad de los trabajadores (Unsain, 1952).
El proyecto, presentado por el diputado socialista Enrique Dickman, constituye la
síntesis de las conquistas más caras para los trabajadores mercantiles. Esta ley pasó a
ser el basamento de toda la legislación laboral argentina ya que no solo regiría para los
empleados de comercio sino para todo el movimiento obrero.
El año 1935 sobresalió por el peso significativo de los conflictos ganados por el sector
asalariado. A partir de ese año, la negociación y la intervención estatal pasaron a ser
los rasgos sobresalientes en la resolución de los conflictos laborales. Aunque no exis-
tían disposiciones precisas al respecto, la Dirección Nacional de Trabajo intervino di-
rectamente en la celebración de un número considerable de convenciones firmándose,
entre 1936 y 1940, 46 convenios colectivos (Gaudio y Pilone, 1983). Los sindicatos,
sin embargo, no contaban con un número importante de afiliados: antes del ascenso
del peronismo eran organizaciones de menos de 15.000 miembros. Sólo la Unión Fe-
rroviaria, la Federación Obrera de la Construcción y la Confederación de Empleados
de Comercio tenían más de 35.000 afiliados. (Doyon, 1984)
En muchos lugares del interior del país, no hubo mejoras en las condiciones laborales.
Un caso paradigmático es el de los trabajadores de la Forestal, víctimas de una situación
calificada como el circulo de hierro: los trabajadores volvían al anochecer a entregar el
producto y recibir la paga que le fijaban. Casi no circulaba moneda local, sino vales,
bonos, letras de cambio, lo que les privaba de la libertad de compra donde les convenga
lo que necesiten, y los obligaba a comprar en las proveedurías de la empresa. (Virasoro,
1971)
La misma situación padecían los trabajadores en Santiago del Estero, como relata el
diputado Alfredo Palacios en su libro El Dolor Argentino: “Anualmente se produce el
éxodo. Grandes caravanas compuestas por familias de obreros se orientan hacia los lugares
de trabajo. Con los padres van los niños, privados así de su instrucción escolar. Cuando
cobran sus salarios son víctimas de las
proveedurías y cuando las faenas termi-
La Forestal
nan y llega el momento de regresar a sus
lares, no sólo no traen parte alguna del
“‘Vida hecha castigo; trabajo brutal, traba-
fruto de su trabajo, sino que retornan al jo asesino’ calificaron en una oportunidad el
seno de los suyos con la tara de un palu- trabajo del monte los periodistas del diario El
dismo contraído en medios insalubres, Litoral. Trabajo en el que, en días intermi-
cuando no con síntomas evidentes de tu- nables, legiones de hombres, sus mujeres y sus
berculosis o de enfermedades de carácter hijos agotaban la vista y el oído tratando de
específico.” (Palacios, 1938: 42) evitar el salto relampagueante de las yararás
que pululaban por doquier, jugando con la
muerte a cada instante, en cada recodo del
Pero mientras algunos trabajadores
monte, diezmados por el veneno de las víbo-
padecían de condiciones de trabajo
ras, la lepra, el paludismo, la sífilis, la tuber-
inhumanas, otros se vieron benefi- culosis, por la savia del quebracho colorado,
ciados por un sistema particular de que tenía la extraña propiedad de provocar
protección social. En algunos casos úlceras purulentas que postraban de dolor”
estos beneficios fueron logrados por (Virasoro, 1971: 80)
En 1933, el diputado socialista Angel Giménez presentó un proyecto de ley para la crea-
ción de un Departamento Nacional de Asistencia Social bajo la dependencia del Ministe-
rio del Interior. En sus fundamentos se señalan los problemas que traen para la gestión de
una estrategia asistencial coherente la coexistencia de un sinnúmero de organizaciones así
como los derivados de las modalidades de recaudación de las damas de beneficencia:
“Un grupo de señoras con la mas buena voluntad, ingenuas e inspiradas por su fe religiosa o por
el deseo de exteriorizaciones sociales, organizan una institución con fines benéficos, la prensa bate
el parche del elogio, se publica la nómina de la comisión y los propósitos a realizar, pero, como la
celebre fábula del mono de la linterna que se olvidó de encenderla, olvidan lo fundamental, los
recursos (…) Hoy, con la crisis, piensan de inmediato en el presupuesto nacional, en la ya clásica
subvención que servirá para todo, acosando a los miembros del Parlamento con pedidos excesivos
y absurdos. Otras personas con más recursos hacen legados o donaciones condicionales, con su
parte de egoísmo o de vanidad de nuevos ricos quieren hacer perpetuar su nombre de vulgares
burgueses enriquecidos tras el mostrador vendiendo tocino o percales. Otros más modestos, con-
tribuye con una o más camas para un asilo u hospital (…)Todas estos buenos propósitos, todas
estas santas intenciones deben estar orientadas, enseñándoles a hacer las donaciones a fin de que
no sean malbaratadas o que resulte difícil de sostener lo que se ha querido crear. En vez de un
inmenso edificio para asilo u hospital, hágase una sala dándose los recursos necesarios para su
sostenimiento.” (Congreso Nacional, Cámara de Diputados, 29 de septiembre de 1933)
25. La Subsecretaría de Beneficencia y Culto del Ministerio de Relaciones Exteriores era la responsable de supervisar los establecimientos
de la Sociedad de Beneficencia de la Capital y las instituciones análogas provinciales.